Hablamos antes de la sacerdotisa danzante, hoy hablaremos de la
encantadora. Para que la mujer trabaje su aspecto de iniciadora debe despertar la encantadora, la que maneja el glamour. Fíjense que esa palabra viene del inglés antiguo y refería a la habilidad de un brujo/a para hechizar.
Cuando la mujer profundiza en su naturaleza femenina logra extraer
su potencial yendo ella misma a ese mundo mágico, trascendiendo las ilusiones de la mente convencional.
Entonces lo primero es encantarse a sí misma y para eso debe saber
cuál es su encanto, qué es lo que le encanta. Y sobre todo saberse misterio, saberse la puerta del misterio.
El auto-encantamiento es una relación erótico-mágica consigo misma.
Es una energía que asciende naturalmente y llena toda su aura. Es otra veta de la sacerdotisa que ella cultiva.
Es el camino de Venus y eso implica re-descubrirse como sacerdotisa
de la diosa. Hay muchas magias que podríamos comentar: magia de los perfumes; danzas; velas; ropajes; mirada; tacto; ambientación; creatividad sexual, etc.
Sin embargo les comento una de la cual no se habla nunca, la magia
de los cabellos. Es algo bien oculto del mundo de la brujería femenina. Se lo explicaba recién a una estudiante que tiene una hermosa cabellera. A través del peinado de su propio cabello la bruja logra auto-encantarse, envolverse en ellos y envolver a su amante. La cabellera es el manto de la diosa de las estrellas y el Velo de Isis y las mujeres son las portadoras naturales del velo y de la presencia de la diosa.