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Trastorno
Alteración en el
funcionamiento de un
organismo o de una
parte de él o en el
equilibrio psíquico o
mental de una persona.
Hay muchos términos para describir problemas emocionales, mentales o del comportamiento. En la
actualidad, éstos están calificados de trastornos emocionales (“emotional disturbance”) bajo las
regulaciones del Acta para la Educación de Individuos con Discapacidades (IDEA, for sus siglas en
inglés). IDEA define el trastorno emocional como:
Una condición que exhibe una o más de las siguientes características a través de un periodo
de tiempo prolongado y hasta un grado marcado que afecta adversamente el rendimiento
académico del niño.
Una inhabilidad de aprender que no puede explicarse por factores intelectuales, sensoriales o
de la salud.
Una inhabilidad de formar o mantener relaciones interpersonales satisfactorias con sus pares
y maestros.
Conducta o sentimientos inapropiados bajo circunstancias normales.
Un humor general de tristeza o depresión.
Una tendencia a desarrollar síntomas físicos o temores asociados con problemas personales
o escolares.”
Características
Algunas de las características y comportamientos típicos de los niños con trastornos emocionales
incluyen:
Los niños con los trastornos emocionales más serios pueden exhibir un pensamiento distorsionado,
ansiedad, actos motrices raros, y un temperamento demasiado variable. A veces son identificados
como niños con una psicósis severa o esquizofrenia.
Muchos niños que no tienen un trastorno emocional pueden experimentar algunos de estos
comportamientos durante diferentes etapas de su desarrollo. Sin embargo, cuando los niños tienen
trastornos emocionales, este tipo de comportamiento continúa a través de largos períodos de tiempo.
Su comportamiento nos indica que no están bien dentro de su ambiente o entre sus compañeros.
¿Cómo identificar problemas emocionales en los niños?
Lo importante es poder detectarlos a tiempo, donde los padres, profesores y cuidadores tienen un rol
fundamental al observar cualquier cambio de comportamiento en los niños como mentir, estar más
triste o callado, no tener ganas de hacer actividades que antes hacían, o volverse agresivos. Se debe
tener en cuenta estos cambios y acudir con un especialista en lugar de hacer como que no existen y
que se pasarán solos. Si los cambios son constantes y el niño va de mal en peor, comportándose
mal, irrespetuosamente, o está desganado y disminuye su rendimiento escolar, algo está pasando y
hay que ponerle atención.
Los niños también sufren frente a los problemas o situaciones que no saben enfrentar, generándose
enfermedades emocionales que son cada vez más frecuentes y que afectan su rendimiento escolar
y su forma de vivir.
Es importante conocer las alteraciones emocionales que pueden sufrir los niños, para poder
detectarlas a tiempo y ayudarlos a superarlas correctamente.
CAUSAS
Hasta el momento, las causas de los trastornos emocionales no han sido adecuadamente
determinadas. Aunque algunas causas pueden incluir factores tales como:
La herencia
Desórdenes mentales
Dieta
Presiones y el funcionamiento familiar (discusiones constantes de sus padres, separación de
sus padres)
El autoritarismo de sus mayores
La violencia, el abandono etc.
Pero no sólo factores externos pueden influir, ya que también la herencia tiene mucho que decir, hay
niños más predispuestos a alterarse emocionalmente que otros.
Es importante acudir con un sicólogo infantil a tiempo porque de lo contrario, los niños pueden
desarrollar alteraciones emocionales que los pueden llevar a tener una adolescencia muy
complicada, o a arrastrar traumas en su vida adulta y situaciones pendientes que los llevarán a ser
infelices.
Ningún estudio ha podido demostrar que alguno de estos factores sea la causa directa de los
trastornos emocionales o del comportamiento.
La intervención debe ser individualizada, ya que se ajusta a cada paciente, teniendo en cuenta sus
necesidades y sus puntos fuertes, así como la dinámica familiar y los recursos escolares. Está
basada en técnicas cognitivo-conductuales y se realiza de forma multidisciplinar, por lo que se
combina la intervención psicoeducativa, con la formación en el entorno familiar y social y con
sesiones de coordinación con la escuela, en los casos en los que sea necesario.
Individual: identificar, conocer, gestionar y regular las emociones i/o conductas a partir de un trabajo
individual. Se trata de explorar conjuntamente con el paciente (y los miembros familiares u otros si es
el caso) su manera de entender y gestionar las experiencias y los sentimientos emocionales, y qué
estrategias usa para gestionar las emociones (tanto emociones propias como emociones o
experiencias emocionales de las otras personas). Recogida la información relevante podremos
trabajar, por ejemplo, a través de dinámicas de juego, simulando experiencias emocionales en un
marco intraindividual o en un contexto social.
Grupal: identificar, conocer, gestionar y regular las emociones i/o conductas a partir del trabajo en
grupo. Son muchos los pacientes que les es un reto el poder relacionarse con un grupo social y
gestionar, en este, la dinámica emocional que se genera en los contextos sociales y de grupo. Por
este motivo, pensamos que la interacción con otras personas es indispensable para un buen
aprendizaje emocional i relacional. Es decir, si entendemos nuestras emociones y las de los otros y
sabemos cómo interpretarlas, reaccionar, gestionar y regularlas, la relación con los otros será mucho
más positiva y el paciente se sentirá mucho más gratificado, comprometido y seguro de sí mismos.
HIPERACTIVIDAD
Se denomina hiperactividad a un comportamiento que se caracteriza por la actividad excesiva y fuera
de lo normal. Se trata de un trastorno de la conducta infantil que lleva al niño a no poder quedarse
quieto.
Según Still, estos niños son especialmente problemáticos, poseen un espíritu destructivo, son
insensibles a los castigos, inquietos y nerviosos. También son niños difíciles de educar, ya que
pocas veces pueden mantener durante mucho tiempo la atención puesta en algo, con lo que suelen
tener problemas de rendimiento escolar a pesar de tener un cociente intelectual normal.
Son muy impulsivos y desobedientes, no suelen hacer lo que sus padres o maestros les indican, o
incluso hacen lo contrario de lo que se les dice. Son muy tercos y obstinados, a la vez que tienen un
umbral muy bajo de tolerancia a las frustraciones, con lo que insisten mucho hasta lograr lo que
desean. Esto unido a sus estados de ánimos bruscos e intensos y a su temperamento impulsivo y
fácilmente excitable, hace que creen frecuentes tensiones en casa o en el colegio. En general, son
niños incapaces de estarse quietos en los momentos que es necesario que lo estén. Un niño, que se
mueva mucho a la hora del recreo y en momentos de juego, es normal. A estos niños, lo que les
ocurre es que no se están quietos en clase o en otras tareas concretas.
CAUSAS
- De 0 a 2 años. Descargas clónicas durante el sueño, problemas en el ritmo del sueño y durante la
comida, períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales,
reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
Los síntomas pueden ser clasificados según el déficit de atención, hiperactividad e impulsividad:
Intervención educativa
Como muchos niños hiperactivos también tienen problemas con su rendimiento académico, es
importante trabajar en esta área. El psicopedagogo entrenará al niño para que use diferentes
técnicas que le permitan focalizar su atención, de manera que pueda mejorar su memoria y su
percepción. También se le enseña a manejar la frustración, resolver los conflictos con los
compañeros de colegio y se le brindan técnicas de estudio que mejoren su rendimiento académico.
Para que la terapia psicopedagógica sea efectiva debe estar apoyada tanto en técnicas de
modificación de conducta, como en la enseñanza de estrategias que permitan al propio niño
ser el controlador de su comportamiento.
AGRESIVIDAD INFANTIL
Hablamos de agresividad cuando provocamos daño a una persona u objeto. La conducta
agresiva es intencionada y el daño puede ser físico o psíquico. En el caso de los niños la
agresividad se presenta generalmente en forma directa ya sea en forma de acto violento físico
(patadas, empujones,…) como verbal (insultos, palabrotas,…). Pero también podemos encontrar
agresividad indirecta o desplazada, según la cual el niño agrede contra los objetos de la persona que
ha sido el origen del conflicto, o agresividad contenida según la cual el niño gesticula, grita o produce
expresiones faciales de frustración.
Independientemente del tipo de conducta agresiva que manifieste un niño el denominador común es
un estímulo que resulta nocivo o aversivo frente al cual la víctima se quejará, escapará, evitará
o bien se defenderá.
Las teorías del comportamiento agresivo se engloban en: Activas y Reactivas. Las activas son
aquellas que ponen el origen de la agresión en los impulsos internos, lo cual vendría a significar que
la agresividad es innata, que se nace o no con ella. Defensores de esta teoría: Psicoanalíticos y
Etológicos. Las reactivas ponen el origen de la agresión en el medio ambiente que rodea al individuo.
Dentro de éstas podemos hablar de las teorías del impulso que dicen que la frustración facilita la
agresión, pero no es una condición necesaria para ella, y la teoría del aprendizaje social que afirma
que las conductas agresivas pueden aprenderse por imitación u observación de la conducta de
modelos agresivos.
Para poder actuar sobre la agresividad necesitamos un modelo o teoría que seguir y éste, en nuestro
caso, será la teoría del aprendizaje social. Habitualmente cuando un niño emite una conducta
agresiva es porque reacciona ante un conflicto. Dicho conflicto puede resultar de:
1. Problemas de relación social con otros niños o con los mayores, respecto de satisfacer
los deseos del propio niño.
2. Problemas con los adultos surgidos por no querer cumplir las órdenes que éstos le
imponen.
3. Problemas con adultos cuando éstos les castigan por haberse comportado
inadecuadamente, o con otro niño cuando éste le agrede.
El niño puede aprender a comportarse de forma agresiva porque lo imita de los padres, otros
adultos o compañeros. Es lo que se llama Modelamiento. Cuando los padres castigan mediante
violencia física o verbal se convierten para el niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el
niño vive rodeado de modelos agresivos, va adquiriendo un repertorio conductual caracterizado por
una cierta tendencia a responder agresivamente a las situaciones conflictivas que puedan surgir con
aquellos que le rodean. El proceso de modelamiento a que está sometido el niño durante su etapa de
aprendizaje no sólo le informa de modos de conductas agresivos sino que también le informa de las
consecuencias que dichas conductas agresivas tienen para los modelos. Si dichas consecuencias
son agradables porque se consigue lo que se quiere tienen una mayor probabilidad de que se
vuelvan a repetir en un futuro. Por ejemplo, imaginemos que tenemos dos hijos, Luis y Miguel, de 6 y
4 años respectivamente. Luis está jugando con una pelota tranquilamente hasta que irrumpe Miguel y
empiezan a pelear o discutir por la pelota. Miguel grita y patalea porque quiere jugar con esa pelota
que tiene Luis. Nosotros nos acercamos y lamentándonos del pobre Miguel, increpamos a Luis para
que le deje la pelota a Miguel. Con ello hemos conseguido que Miguel aprenda a gritar y patalear
cuando quiera conseguir algo de su hermano. Es decir, hemos reforzado positivamente la conducta
agresiva de Miguel, lo cual garantiza que se repita la conducta en un futuro.
Para evaluar el comportamiento agresivo podemos utilizar técnicas directas como la observación
natural o el autorregistro y técnicas indirectas como entrevistas, cuestionarios o autoinformes. Una
vez hemos determinado que el niño se comporta agresivamente es importante identificar las
situaciones en las que el comportamiento del niño es agresivo.
El tratamiento tendrá siempre dos objetivos a alcanzar, por un lado la eliminación de la conducta
agresiva y por otro la potenciación junto con el aprendizaje de la conducta asertiva o socialmente
hábil. Son varios los procedimientos con que contamos para ambos objetivos. Cuál o cuáles elegir
para un niño concreto dependerá del resultado de la evaluación. Vamos a ver algunas de las cosas
que podemos hacer. En el caso de un niño que hemos evaluado se mantiene la conducta agresiva
por los reforzadores posteriores se trataría de suprimirlos, porque si sus conductas no se
refuerzan terminará aprendiendo que sus conductas agresivas ya no tienen éxito y dejará de
hacerlas. Este método se llama extinción y puede combinarse con otros como por ejemplo con el
reforzamiento positivo de conductas adaptativas.
La conducta agresiva de los niños es una conducta aprendida y como tal puede modificarse. Si
montamos un programa para cambiar la conducta agresiva que mantiene el niño hemos de tener en
cuenta que los cambios no van a darse de un día a otro, sino que necesitaremos mucha paciencia y
perseverancia si queremos solucionar el problema desde casa. Una vez tenemos claro lo anterior, la
modificación de la conducta agresiva pasará por varias fases que irán desde la definición clara del
problema hasta la evaluación de los resultados. Vamos a analizar por separado cada una de las
fases que deberemos seguir:
Definición de la conducta: Hay que preguntarse en primer lugar qué es lo que el niño está
haciendo exactamente. Si nuestra respuesta es confusa y vaga, será imposible lograr un cambio.
Con ello quiero decir que para que esta fase se resuelva correctamente es necesario que la
respuesta sea específica. Esas serán entonces nuestras conductas objetivo (por ejemplo, el niño
patalea, da gritos cuando…).
Frecuencia de la conducta: Confeccione una tabla en la que anotar a diario cuantas veces el niño
emite la conducta que hemos denominado globalmente agresiva. Hágalo durante una semana.
Definición funcional de la conducta: Aquí se trata de anotar qué provocó la conducta para lo cual
será necesario registrar los antecedentes y los consecuentes. Examine también los datos específicos
de los ataques. Por ejemplo, ¿en qué momentos son más frecuentes?
Debemos reducir el contacto del niño con los modelos agresivos. Muéstrele al niño otras
vías para solucionar los conflictos: el razonamiento, el diálogo, el establecimiento de unas
normas. Si los niños ven que los adultos tratan de resolver los problemas de modo no agresivo, y
con ello se obtienen unas consecuencias agradables, podrán imitar esta forma de actuar. Para
vosotros papás entrenar el autocontrol con ayuda de la relajación.
Reduzca los estímulos que provocan la conducta. Enseñe al niño a permanecer en calma
ante una provocación.
Recompense a su hijo cuando éste lleve a cabo un juego cooperativo y asertivo.
RETRAIMIENTO
Stephen Feldman, R. (2007) indica que el retraimiento es una sensación de incomodidad en
situaciones sociales, además recalca que es importante distinguir si la falta de interacciones se
debe a desintereses, problemas de atención o a la falta de habilidades sociales.
SINTOMAS
Presentan pasividad.
De acuerdo con el DSM-5 (2013), es un tipo de conducta en la cual el niño, adolescente o adulto,
prefiere estar solo a estar con los demás; tiene reticencia a las situaciones sociales, evita los
contactos y actividades sociales.
El retraimiento en los niños no es algo habitual y menos en la etapa de Infantil. Este suele darse
sobre todo en situaciones concretas, no como algo espontáneo. Una persona retraída es aquella que
hace vida retirada y/o apartada de la sociedad o del trato social, le gusta la soledad y no echa de
menos estar con las demás personas.
CAUSAS
INTERVENCION
Lo más importante es realizar una evaluación exhaustiva para determinar las causas que están
originando en el niño o niña y ajustar el tratamiento de forma personalizada. Tras la evaluación, las
intervenciones habituales se llevan a cabo a través de técnicas cognitivo-conductuales que trabajan
tanto los déficits de aprendizaje como los factores emocionales. Algunos de los objetivos a trabajar
son:
Para ayudar a pequeños y pequeñas podemos realizar diversas actividades en casa para fomentar
su autoestima y su gestión emocional.
Los juegos de inteligencia emocional van a ayudar a los niños a mejorar la expresión emocional,
reconocer las emociones en los otros y aumentar su empatía, saber leer qué necesitan los demás y
adecuarse en los contactos sociales, facilitarles la gestión emocional del miedo o la ansiedad, ganar
asertividad y otras capacidades que están relacionadas con una competencia social adecuada.
Por otro lado, podemos aumentar su percepción de autoeficacia y su capacidad de solución de
problemas a través de los juegos de ingenio, que les ayudarán a confiar más en sí mismos,
INMADUREZ EMOCIONAL
Se trata más bien de una falta de maduración de inhibición de reacciones emocionales. El niño
inmaduro responde a cada situación con valores afectivos propios y constituye una manera de
adaptación al medio que a veces no responde a los parámetros esperados por la edad.
Detección
El maestro se encontrará ante un niño que no logra integrarse al grupo, sintiéndose como inferior y
temeroso de los contactos interpersonales, o bien, ante un niño con serias dificultades de
aprendizaje, sin alcanzar los contenidos y objetivos del grado esperados para su edad cronológica,
sin alteraciones de la conducta y observándose gran esfuerzo por parte del niño.
Inmadurez leve: Provoca trastornos leves en el aprendizaje, a veces afectando sólo un área
pedagógica, reacciona favorablemente al tratamiento médico y psicopedagógico, el pronóstico es
muy bueno.
Inmadurez media: Se trata de un índice de inmadurez más importante que provoca bloqueos
temporales en el proceso de lectoescritura, acumulando contenidos no aprendidos que producen un
desfase que, a veces, no permite llegar a la promoción de grado.
Inmadurez severa: En estos niños se diagnostican un índice de inmadurez que supera los
parámetros esperables de desvió. Por lo general, la llegada a esta instancia de gran desarticulación
se observa en niños que han sido tratados terapéuticamente y poseen una acumulación de
desórdenes intelecto madurativos y escolares; con varias repeticiones, inclusive, de un mismo nivel
más de una vez. La lectoescritura y el razonamiento matemático presentan alto grado de dificultad,
no pudiendo llegar a alcanzar los contenidos del Tercer Ciclo escolar. Este desfasaje de
capacidades, aptitudes y de edad cronológica con respecto al grupo escolar provoca alteraciones de
conducta, desplegando una amplia gama de desequilibrios afectivos que van desde el aislamiento,
hasta la desarticulación de la clase y la agresividad u hostigamiento hacia sus padres.
TRATAMIENTO
La psicóloga concluyó Sotelo Arias: explicó que el tratamiento para revertir la inmadurez se basa en
terapias de juego.
“Los niños se divierten al mismo tiempo que refuerzan su autoestima y logran ganar autonomía. Para
sus padres la intervención psicológica prevé cambios en la dinámica familiar y escolar. Por lo tanto, si
cuenta con el apoyo familiar y de sus centros de estudio los niños pueden revertir la inmadurez a
mediano plazo”,
LAS DIFICULTADES DE
APRENDIZAJE
Las dificultades de aprendizaje se refieren al conjunto de problemas que pueden experimentar los
alumnos a lo largo de su vida.
Las dificultades de aprendizaje, tal como se dijo, son un fenómeno normal y hasta esperable en
todos los ámbitos educativos, incluso en aquellos no formales. Las dificultades de aprendizaje surgen
cuando la persona encuentra problemas o complicaciones a la hora de comprender aquello que se le
enseña, así como también para asimilarlo como un conocimiento nuevo y permanente (pudiendo ser
esto la historia de un país, un ejercicio matemático o cómo cocinar arroz).
El término “dificultades de aprendizaje y de atención” cubre una amplia gama de retos que los chicos
podrían tener en la escuela, en la casa y en la comunidad. Incluye a todos los chicos que tienen
dificultades, ya sea que éstas hayan sido formalmente identificadas o no.
Las dificultades de aprendizaje y de atención son problemas a nivel del cerebro y por lo general son
hereditarios. Aproximadamente 20% de los niños tienen dificultades de aprendizaje y de atención.
Las dificultades de aprendizaje y de atención no son el resultado del lugar en el que creció su hijo o
la manera en la que fue criado. Tampoco se trata de que sean sólo “chicos holgazanes”. Tener estas
dificultades no significa que un chico no sea inteligente. De hecho, los chicos con dificultades de
aprendizaje y de atención son tan inteligentes como sus compañeros.
Algunas veces las personas confunden las dificultades de aprendizaje y de atención con otras
condiciones. Por ejemplo, algunos piensan que las dificultades de aprendizaje y de atención son lo
mismo que las discapacidades intelectuales, pero no lo son. Otras personas podrían pensar que se
deben a una visión y audición limitadas. Es cierto que algunas dificultades de aprendizaje y de
atención podrían ser el resultado de cómo el cerebro procesa la información visual y los sonidos,
pero no son lo mismo que tener una visión o audición deficiente.
Por todo esto surge la necesidad de detectar cuanto antes estas dificultades, de poder intervenir en
ellas para reducir la gravedad y las futuras repercusiones. Esta detección recae en las personas que
rodean al niño: familia, profesores, orientadores… donde el trabajo en equipo y coordinado facilitará
su proceso. Para eso, ¡atendamos a los diferentes síntomas que nos avisan de posibles dificultades
en el niño!
Supone el inicio en el aprendizaje formal de la lectura, escritura y el cálculo. Esto puede ser un
proceso complicado para ellos, especialmente si el niño padece dislexia: No progresan en relación a
sus iguales y comienzan a surgir sentimientos de inferioridad, falta de motivación, falta de interés y
suspensos. Sus dificultades se centran en aspectos concretos, aunque otros se mantengan
correctamente. Además, su capacidad intelectual suele ser normal. ¿Qué ocurría con el ejemplo de
Juan? Los padres comienzan a preocuparse por las dificultades que muestra Juan, pero no es fácil
asumir que a su hijo le llamen “vago o mal estudiante”. ¿Qué observamos?
3- Niños de 7 en adelante:
En este momento, si el niño no ha aprendido bien a leer y escribir, debemos incrementar las alarmas.
Observamos:
Lectura ineficiente: confunde letras, cambia palabras, lee despacio con ritmo entrecortado y
errores.
Dificultades en la expresión escrita a la hora de hacer redacciones y comprender un texto
para responder a preguntas relacionadas.
Además no comprende los enunciados de matemáticas, por lo que no puede realizar el
ejercicio correctamente ni acabarlo.
Por último, pero no menos importante, destacar la presencia de factores emocionales como
ansiedad, bloqueos, rechazo escolar o baja autoestima.