Aristóteles descubrió que la tierra no era plana, y que los
“astros” giraban a su alrededor; Ptolomeo dedujo todo un
sistema celestial basado en esferas de cristal a partir de ese modelo; Copérnico fue un poco más modesto y teorizó que más bien, todos los planetas giraban alrededor del sol y la luna alrededor de la tierra; Galileo lo defendió; Kepler corrigió las órbitas, que se creía que eran circulares por motivos más bien místicos, en realidad son elípticas; Luego Newton introdujo y explicó la gravedad en el libro más influyente de la física durante mucho tiempo, Los Principia Mathematica; Ole Roemer descubrió que la luz tenía una velocidad finita y determinada y luego la midió por primera vez; Clerk Maxwell teorizó el campo electromagnético, y descubrió que también estas ondas tenían una velocidad fija; Entonces los científicos no sabían respecto a que medir las velocidades de las entidades, porque todo lo que existe se mueve en algún momento, y depende de la posición del observador; Podemos entenderlo mejor con el ejemplo del espectador del tren, que piensa que el tren se mueve y él está en reposo, y el del andén que piensa que ambos están en movimiento y él está en reposo, y podemos incluir a otro observador aún más externo, que sabe que todos están en movimiento porque la tierra posee movimientos de rotación y traslación, y, todos tienen razón. Lo que se les ocurrió a los científicos fue que debían hacerlo con respecto a una sustancia invisible llamada éter que estaba en el espacio; Por esas épocas Einstein había sacado a la luz su relatividad especial, esa de la fórmula E=m*c2, que nos resume la relación entre la masa y la energía, y nos dice que es imposible viajar a la velocidad de la luz porque la energía es equivalente a la masa, y si subimos la velocidad de un objeto, también subimos su masa, haciendo más difícil acelerarlo, entonces entre más se acerque a la velocidad de la luz, más energía necesitaremos para acelerarlo, hasta hacerse de masa infinita, necesitando una fuente de energía infinita, que hasta donde sabemos con certeza, no se puede obtener; Y para responder a lo que se pensaba, sacó su mundialmente conocida relatividad general, en la que nos dice que el espacio no es plano sino curvo, porque la materia lo deforma, que la gravedad no es una fuerza como las otras tres, sino que es producto de que la materia busca geodésicas (los caminos más cortos entre dos posiciones en un plano), para moverse, y así se crean las órbitas, además, las ondas gravitacionales tienen la misma velocidad de la luz, no son instantáneas, como decía Newton; Y, por último, que el tiempo no es absoluto como se creía, pues la aceleración ralentiza el tiempo, y la gravedad es una aceleración, entonces el tiempo es diferente para cada observador dependiendo de donde este, así que el éter no es necesario, porque no es necesaria una referencia para saber una velocidad determinada. Los científicos también estudiaron el nivel más básico de la existencialidad, el nivel cuántico, los cuatro tipos de partículas, electrones, neutrinos, y dos tipos de quarks, también las fuerzas como el electromagnetismo, y las fuerzas nucleares, todo iba bien, pero en estas últimas teorías, creadas por el físico chino Chen Yang, un efecto secundario de las ecuaciones, era que la masa de todas las partículas elementares era cero, entonces, significaba que nada tenía masa, y eso por tanto, es falso. En ese momento, llego un físico japonés llamado Yoichiro Nambu, que resolvió este problema mediante la simetría que las formulas anteriores demostraba, mediante algo llamado ruptura de simetría, que podemos entender mejor si pensamos en el plano de un lápiz parado perfectamente sobre una superficie, en teoría funciona si tiene simetría rotacional, pero en la realidad, es imposible parar ese mismo lápiz en una superficie sin que se caiga, así mismo funcionan los quarks, cuyo plano simétrico que no tiene masa, existe en un mundo en el que si tiene masa. Ahora había que encontrar la masa de los electrones y los neutrinos. Un físico estadounidense de nombre Weinberg les atribuyo masa mediante el bosón de Higgs, si, esa partícula de Dios a la cual Stephen Hawkings le apostó en contra, pero, y ese pero marca un antes y un después en la física, en el gran colisionador de hadrones encontraron pruebas de que esta existía, algunos decían que era demasiado conveniente, estéticamente incorrecto, sin embargo, al final, cierto. Ahora, a lo que nos ha llevado todo este resumen es a la idea de la unificación de las teorías, y lo más relevante que tienen en común estos científicos, es que se equivocaron, o les faltó algo por unificar. Porque hasta el día de hoy nadie ha unido la mecánica cuántica con la teoría de la gravedad. Tenemos razones de peso para creer que nunca terminaremos de unificar las teorías de las cuatro fuerzas de una manera experimental, en concreto nos lo explica el principio de incertidumbre de Heisenberg, que nos dice, en resumidas cuentas, que, en el proceso de analizar partículas, lo que hacemos es hacerlas chocar con otras para saber su posición y velocidad, pero entre mejor sepamos su velocidad, más perderemos la noción de su posición, y viceversa; Si no sabemos estas simples cosas, como podremos teorizar un sistema universal de todos los niveles. La solución sería la teoría de cuerdas, que nos dice que tanto las fuerzas, representadas en ondas, como las partículas, están formadas por minúsculas líneas de energía, tanto cerradas como abiertas, que vibran de muchas maneras distintas, de tal modo, todas las fuerzas son netamente lo mismo, y las teorías también; Lástima que, según el principio de incertidumbre, a lo máximo que llegaremos intentando sacar esa teoría de la mera filosofía para aplicarla a la ciencia, será averiguar las probabilidades de que esos axiomas que la componen sean ciertos, y las probabilidades de que no lo sean; pero, como ya lo hemos comprobado anteriormente, esas teorías casi siempre se equivocan o dejan algo a la mitad. El panorama es extremadamente confuso, pues ni siquiera podemos explorar el universo teóricamente, y según Einstein, aún menos en la práctica, pero podemos pensar en que hemos llegado hasta aquí en menos de 2500 años, y si hay tiempo suficiente, hay una probabilidad de que la cadena de científicos equivocados pero cada vez más certeros continúe hasta finalizar con la teoría que queda por descubrir, no obstante, como aún no entendemos el espacio, no tenemos una idea concreta o infalible de cuando se puede producir una situación adversa a las miles de condiciones aparentemente fortuitas y casuales que nos han convertido en criaturas conscientes, entonces, básicamente, lo que presenciamos en primera persona es una carrera de la ciencia, no solo contra el tiempo, que entre otras cosas es relativo, sino contra la posible extinción de la única raza lo suficientemente inteligente como para pensar en estos temas que conocemos. Este es el momento en el que el sentido de esta parte de la filosofía comienza a sentirse vacío, cuando pensamos que todos esos científicos murieron sin terminar su trabajo, que fracasaron en lo que dedicaron toda su vida y la mayoría murieron sabiéndolo, y que cabe la posibilidad de que la misma raza pueda morir sin saber si el lugar en el que habitaba tenía o no leyes universales. En conclusión, tenga o no sentido el universo y su estudio, tenga o no sentido nuestra vida, hallemos o no la forma de conocer el universo y/o viajar por él, estamos corriendo en una carrera cuya meta no conocemos, (ni su terreno, ni sus características, ni su objetivo) pues no sabemos hasta qué punto pueda o no llegar nuestra percepción sobre el universo, lo que quiera que esta palabra signifique en realidad, al parecer, lo único que sabemos es que corremos. O tal vez solo gateamos.
En pocas e irónicas palabras, creo que Dios, lo que quiera que
esta palabra signifique en realidad, no nos hizo a su imagen y semejanza, porque ni siquiera llegamos al punto de comprender su mente en el momento en el que lo creó, ni sabemos si lo ha cambiado desde entonces, a como están las cosas, ni siquiera sabemos si nos hizo de una manera especial o única, solo sabemos que existimos.