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Introducción.
Aunque la palabra «generosidad», no aparece en ningún diccionario bíblico, por lo menos de los
que yo conozca, cuando leemos los evangelios encontramos constantemente Jesús enseñando
sobre este tema, ser generosos. En muchas parábolas, método que uso Jesús para enseñar, Él hace
hincapié en este tema.
Veamos resumidamente tres parábolas que Jesús hace énfasis en la generosidad de Dios y luego
analizaremos una parábola que Jesús habla de un hombre que no era generosos y sus
consecuencias.
Generosidad genuina. La generosidad genuina es una accionar de dar sin mira quién es
el otro (parábola del buen samaritano). Va más allá del color de la piel, la religión, el estatus
social del otro. En este actuar se descubre que las posesiones y riquezas internas son mucho más
amplias que las externas y estos materiales nunca se agotan.
Pero, sea cual sea el gesto generoso que realicemos, existe un requisito indispensable para la
generosidad y es la gratuidad, que es no esperar nada a cambio. “La generosidad debe ser un
don gratuito que genera libertad”; debe ser la bondad en estado puro, no debe ser por obligación,
ni por esperar ser recompensado o reconocido, y nunca para que el otro vean únicamente lo
bueno que somos.
Ya vimos el ejemplo de generosidad de Dios, ahora veremos otra parábola que Jesús condena a
un hombre que era todo lo contrario a generoso.
EJEMPLO DE UN HOMBRE NO GENEROSO Y SUS CONSECUENCIAS:
1. Dios no cabe en un corazón egoísta: Por más que sabemos Dios es generosos, aun y
cuando no lo merecemos, aquí queda claro que la generosidad de Dios no cabe en una
persona que solo está llena de ella misma.
2. El egoísmo se vence practicando la generosidad: Si consideramos que lo que tenemos es
nuestro, que lo hemos ganado sólo con nuestro esfuerzo, seguramente nos apegaremos a
nuestras pertenencias y difícilmente podemos ser generosos, más bien seremos egoístas
como el hombre del relato.
Ilustración:
Castillos de arena…. (ver al final)
Conclusión
La única cosa que llevaremos juntos el día que tengamos que partir de este mundo son las obras
de caridad que hicimos.
Bien dijo un experto; “la vida nos ha sido dada, y sólo dándola la merecemos”
Que la heredad ingrata de la muerte, encuentre los baúles vacíos cuando venga a reclamar su
parte, que sólo encuentre los restos de una fiesta y la morada abandonada (Lanza Del Vasto).
Ilustración:
Una de las cosas que los niños casi siempre hacen cuando están en la playa es construir castillos
de arena. Generalmente por la emoción quieren tener el castillo más grande y hermoso que el
compañero.
La disputan por territorio, juguetes y habilidades son evitable y muchas veces terminan
peleándose entre amigos y hermanos, se declaran la guerra, dejan de ser amigos por un instante,
todo por el castillo de arena….
Pero cuando llega la hora de irse a sus casas, los niños no pueden llevar sus castillos, tienen que
dejarlos en la orilla del mar. Muchos se sienten tristes, no quieren irse, pero como llego la hora de
ir a dormir, no queda de otra que abandonar el castillo.
Entre tanto, al crecer la marea y alcanzar el castillo, la destrucción es inevitablemente. Todo el
esfuerzo, empeño, imaginación, lucha y disputa del niño por construir su castillo, ahora es
borrado por las olas del mar.
ALGO PARECIDO SUCEDE CON NOSOTROS. Nuestros bienes, aquellos que son indispensables para
vivir, son como los castillos de arena que construyen los niños en la playa, por más que nos ha
costado muchos esfuerzos, habilidad, dedicación, disputas, un día tendremos que dejarlos para
irnos a casa a descansar y entonces puede pasar lo mismo que le pasa a los castillos de los
niños….
La diferencia es que no será el agua quien los destruirá, la biblia que será con fuego que esta
tierra será purificada.
Por lo tanto hermanos, ¿No es una inmadurez absoluta el hecho de nos aferremos tan seriamente
a nuestras posesiones, cuando sabemos que hoy las tenemos y mañana han de desaparecer?
Eclesiastés 5:10-17