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CRISTIANISMO ORTODOXO

Carlos A. Betancur, mayo de 2016

El Cristianismo no es una doctrina que se encuentre unificada por entero, aunque sus
divisiones internas compartan un cuerpo de creencias básicas, tanto en textos religiosos
como en ritos y ceremonias. Desde un principio, la división entre cristianos empieza a
presentarse como división entre iglesias. Las diversas iglesias locales, representantes de la
iglesia universal de Cristo en cada región, iban consolidándose allí donde estaban
instaladas, cosa que a manera que pasaba el tiempo se instauraba entre los centros
religiosos mismos una suerte de jerarquía tácita. Por otro lado, “el culto de las iglesias en
los comienzos de la era cristiana en los comienzos de la era cristiana tenía variadas formas
y era celebrado con mucha libertad” (CELAM, 1987: 16). Aunque lo anterior no suscitaba
por sí mismo una división tal que pusiera en disputa las iglesias locales entre sí, sí induce a
pensar el trabajo arduo que emprendió la Iglesia por unificarse en una sola institución. Las
ceremonias, pues, eran presididas atendiendo a las habilidades propias del Obispo y a las
costumbres del lugar donde la iglesia se encontraba instalada.
Con todo, sobremanera por motivos atinentes a la cristología, por discusiones acerca
de la naturaleza de Cristo como Dios y como hombre, las divisiones de la Iglesia cristiana
entre occidente y oriente han sucedido en distintos momentos (ocasionando, por lo demás,
concicilios como el de 431 y 451 celebrádos en Éfeso y Calcedonia). Producto de estas
discusiones, entonces, formáronse la Iglesia Malabar en Irán y otras, denominadas
‘monosofistas’ (no-calcedonenses) (CELAM, 1987: 18-19). De manera especial el siglo XI
recibe la constitución de la Iglesia ortodoxa, fruto de la separacióm entre la Iglesia Romana
y la Iglesia Bizantina. Para la época, esta última se había extendido desde Grecia hasta las
regiones de Bulgaria, Servia, Valaquia, Moldavia (Rumania) y Rusia (CELAM, 1987: 20).
La separación de las iglesias se llevó a cabo en función de diferencias no sólo de orden
religioso (acerca de cuestiones puramente relacionadas con el credo), sino también
involucradas con factores económicos, sociales, culturales. La iglesia de oriente asumió el
nombre de Iglesia Ortodoxa Oriental; la de occidente, el de Iglesia Católica. La separación
entre iglesias se formaliza en 1054, aunque “puede decirse que la ruptura se consumó
después de 1204, con el saqueo y la destrucción de Constantinopla durante la cuarta
cruzada y el establecimiento del Patriarcado Latino” (CELAM, 1987: 22).
De hecho, por mucho tiempo la iglesia se constituyó como una sola institución, por lo
que, aunque se realizaran divisiones al interior de la misma, las iglesias reducidas que
resultaban guardaban elementos de esa constitución primigenia. “En la mayoría de los
aspectos, la Iglesia ortodoxa es similiar a la católica, puesto que durante más de la mitad de
sus años de historia formaron una sola entidad” (Smith, 1995: 356). Sin embargo, existen
unos puntos que caracterizan a la Iglesia ortodoxa, como son: la interpretación difererente
de la verdad revelada, el primado de la jurisdicción del obispo de Roma, el sentimiento de
corporación y el marcado componente místico en sus prácticas religiosas.

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La Iglesia ortodoxa considera que son menos los asuntos que requieren unanimidad
que la Iglesia católica; esto quiere decir que el cristiano no debe creer (en el sentido en que
no está obligado a ello) en, por ejemplo, los acuerdos logrados en los siete concilios
ecuménicos anteriores al año 787. Para la Iglesia ortodoxa aquellos, más que presentarse
como desarrollo de la doctrina cristiana, son, mejor, ‘innovaciones’ (Smith, 1995: 357).
Además, la Iglesia ortodoxa no tiene papa, una autoridad única y suprema que, al
amparo del Espíritu Santo interprete de manera correcta la Palabra de Dios. Una nota
característica de esta iglesia refiere a la importancia que tiene la comunidad para los
creyentes, al extremo que la salvación se torna un asunto colectivo y no personal: cada
cristiano ha de salvarse siempre que se salven los demás cristianos. La ortodoxia rusa dice:
“uno solo puede ser condenado, pero salvado sólo con los demás”. Este sentimiento de
corporación es lo que, por cierto, conduce a la Iglesia ortodoxa a no reconocer una
autoridad primera dentro de la organización de la Iglesia misma.
Otro aspecto relevante es el componente místico de la Iglesia ortodoxa, que se
encuentra aún más marcado que en la católica. El cristianismo ortodoxo insiste en que la
comunión con Dios ha de efectuarse a partir de unas prácticas; el catolicisimo también
piensa de este modo. Sin embargo, hay un voto por la posibilidad por esta comunión de
parte de la ortodoxia. La perspectiva del catolicismo hace hincapié en la condición humana
del hombre, como si éste no tuviera derecho a un contacto directo con Dios, y entonces no
fomenta del mismo modo las prácticas místicas a la manera en que lo hace la Iglesia
ortodoxa oriental. Para esta última ése es precisamente el objetivo de la vida humana: la
vida divina, la vida con Dios.

 Referencias

Consejo Episcopal Latinoamericano -CELAM-. (1987). Cristianos Divididos . Bogotá:


Editorial Kimpres.
Smith, H. (1995). Las religiones del mundo. Barcelona: Editorial Thassália.

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