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¡Ay Marina!
Yo traigo naranjas
y son de las China.
Montones de batatas, de uvas, de
peras, de melocotones… Y de roscos y
dulces, con mucho azúcar y canela por
encima.
¡Batatitas redondas!
¡Suspiritos de canela!
¡Melocotones de Ronda!
Entre todo aquel gentío, por soltarse de
la mano de su madre, Manuela se perdió.
En la feria de Málaga
tanta gente se agolpó,
que entre toíto el jaleo,
Una niña se perdió.
Todos empezaron a llamarla y
buscarla. Cuando la madre la vio,
Manuela bailaba al compás de la
guitarra que unos músicos tocaban.
Todos corrieron a abrazarla.
La madre, cogiéndola en
brazos, muchas veces la besó.
Por la noche, toda la familia volvió de la
feria. La niña estaba tan cansada, que
se le cerraban los ojos. Y su madre la
acostó bajo los árboles, a la orilla del
río.
Debajo de los laureles
tiene mi niña la cama,
y cuando se va a dormir
tiende su ropa en las ramas.
Entre sueños. Manuela seguía viendo las
luces de los cohetes, los columpios y las
flores. Y al fin, cuando todo quedó
callado y tranquilo, la Luna apareció en
lo alto del cielo.