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Autora: Marta Osorio

Ilustración: Aída González Vicente


Manuela nació dentro de un carro en
medio del campo.
Su padre, con unas tablas, le hizo una
cuna.

Esta niña chiquita


No tiene cuna;
Su padre es carpintero
Y le hará una.
Manuela fue creciendo día a día.
Cuando se reía, la cara se le llenaba
de hoyuelos y los ojos le brillaban
tanto como estrellas.

Tienes la cara morena;


tus ojitos, dos luceros;
tu boquita, una azucena.
A Manuela su madre la tenía siempre
en brazos. Le daba muchos besos. Le
hablaba muy cariñosa y, cuando tenía
sueño, le cantaba para que se
durmiera.

Nana, nanita, ea,


nana, nana.
Duérmete, lucerito
de la mañana.
Cuando Manuela empezó a andar, le
gustaba coger las flores del campo.

Un día entre las flores


encontré un saltamontes,
lo cogí entre mis manos
y se me escapó.
Pasó el tiempo. La
niña ya había
cumplido tres años.
Y una tarde, sus
padres le regalaron
un vestido de lunares
con volantes.
Manuela, con todos sus familiares, se
fueron al pueblo montada en un caballo
negro, porque había feria.
En la feria había muchas luces de
colores. Y en los puestos vendían
montones de naranjas…

¡Ay Marina!
Yo traigo naranjas
y son de las China.
Montones de batatas, de uvas, de
peras, de melocotones… Y de roscos y
dulces, con mucho azúcar y canela por
encima.
¡Batatitas redondas!
¡Suspiritos de canela!
¡Melocotones de Ronda!
Entre todo aquel gentío, por soltarse de
la mano de su madre, Manuela se perdió.

En la feria de Málaga
tanta gente se agolpó,
que entre toíto el jaleo,
Una niña se perdió.
Todos empezaron a llamarla y
buscarla. Cuando la madre la vio,
Manuela bailaba al compás de la
guitarra que unos músicos tocaban.
Todos corrieron a abrazarla.
La madre, cogiéndola en
brazos, muchas veces la besó.
Por la noche, toda la familia volvió de la
feria. La niña estaba tan cansada, que
se le cerraban los ojos. Y su madre la
acostó bajo los árboles, a la orilla del
río.
Debajo de los laureles
tiene mi niña la cama,
y cuando se va a dormir
tiende su ropa en las ramas.
Entre sueños. Manuela seguía viendo las
luces de los cohetes, los columpios y las
flores. Y al fin, cuando todo quedó
callado y tranquilo, la Luna apareció en
lo alto del cielo.

Debajo de los laureles


tiene mi niña su cama,
y cuando se va a dormir
viene la Luna y la llama.
Pero la Luna no despertó a la niña. La
dejó dormir y le llenó la noche de
sueños bonitos.

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