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Antipas, tetrarca de Galilea, vasallo de Roma, edificó una nueva ciudad a orillas de su
querido lago de Genesaret y la convirtió en la nueva capital de Galilea. Su nombre lo decía todo.
Antipas la llamó «Tiberíades» en honor de Tiberio, el nuevo emperador que acababa de suceder
a Octavio Augusto. Los galileos debían saber quién era su señor supremo.
Durante más de sesenta años nadie se pudo oponer al Imperio de Roma. Octavio y Tiberio
dominaron la escena política sin grandes sobresaltos.
Galilea era un punto clave en el sistema de caminos y rutas comerciales del Próximo Oriente,
pues permitía la comunicación entre los pueblos del desierto y los pueblos del mar. En Nazaret,
Jesús vivió prácticamente lejos de las grandes rutas. Solo cuando vino a Cafarnaún, un pueblo
importante al nordeste del lago de Galilea, pudo conocer la Vía Marís o «camino del mar», una
gran ruta comercial que, partiendo desde el Éufrates, atravesaba Siria, llegaba hasta Damasco y
descendía hacia Galilea para atravesar el país en diagonal y continuar luego hacia Egipto. Jesús
nunca se aventuró por las rutas del Imperio. Sus pies solo pisaron los senderos de Galilea y los
caminos que llevaban a la ciudad santa de Jerusalén.
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4. El imperio de la violencia
Cuando un pueblo era conquistado tras una violenta campaña de guerra, la «victoria» era
celebrada de manera especialmente solemne: la gente podía contemplar no solo los ricos
expolios de la guerra y los prisioneros que serían esclavizados, sino también a los reyes y
generales derrotados, que desfilaban encadenados para ser después ritualmente ejecutados.
Debía quedar patente el poder militar de los vencedores y la humillante derrota de los
vencidos.
Los judíos de Palestina pasaron a engrosar las listas de «pueblos subyugados» que Roma
ordenaba inscribir en los monumentos de las ciudades del Imperio.
Dentro de este enorme Imperio, Jesús no es sino un insignificante galileo, sin ciudadanía
romana, miembro de un pueblo sometido que estaba obligado a pagar grandes impuestos que
iban directamente a las arcas de Roma.
Pero sin duda estaban en peor situación los miles de esclavos que podían ser vendidos,
maltratados, mutilados, violados, torturados o muertos a voluntad de sus propietarios. La
muerte —por el propietario o algún otro— de un esclavo era tratado como un asunto de
destrucción de propiedad, no como un homicidio.
6. Situación de la mujer
Las mujeres no podían tener propiedades, ni dinero
Las mujeres no podían disponer del sueldo o ganancias de su trabajo
Estaba prohibido enseñar a las mujeres a leer y a escribir
La única educación que una mujer podía recibir era para cuidar de su hogar y como parte
de ella la educación religiosa
Una mujer sin padre, sin esposo o sin hijos carecía de valor alguno
Las viudas eran marginadas y pasaban grandes necesidades
Durante la menstruación la mujer era considerada impura
En bastantes culturas un hombre podía tener varias mujeres que dependían de él.
La prostitución de las mujeres por parte de los hombres era una práctica consentida
Un hombre podía divorciarse de su mujer sin necesidad de ninguna justificación pero no
al revés.
Una mujer sorprendida en adulterio era castigada a morir apedreada
7. El culto al Cesar
Los pueblos subyugados no debían olvidar que estaban bajo el Imperio de Roma. La estatua
del emperador, erigida junto a la de los dioses tradicionales, se lo recordaba a todos. Su
presencia en templos y espacios públicos de las ciudades exigía a los pueblos a darle culto como
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a su verdadero «señor». Pero, sin duda, el medio más eficaz para mantenerlos sometidos era
utilizar el castigo y el terror. Roma no se permitía el mínimo signo de debilidad ante los
levantamientos o la rebelión. Las legiones podían tardar más o menos tiempo, pero llegaban
siempre. La práctica de la crucifixión, los degüellos masivos, la captura de esclavos, los incendios
de las aldeas y las masacres de las ciudades no tenían otro propósito que aterrorizar a las gentes.
Era la mejor manera de obtener la fides o lealtad de los pueblos.
A pesar de todo consentían los cultos locales mientras no perturbaran el orden público ni
amenazaran la paz de las rutas comerciales. Así mismo el culto de los judíos en el Templo de
Jerusalén mientras las ofrendas depositadas en el fueran custodiadas por ejército romano.
La lengua de Jesús era el arameo, aunque seguramente conocía el hebreo, la lengua del
estamento sacerdotal.
El conoce en su propia carne las dificultades por las que pasa el pueblo judío y comparte su
esperanza en la venida del Reino de Dios. Por ello decide dejar su oficio y sale por los caminos
para invitar a todos a proclamar esa buena noticia haciendo un mundo más justo y más fraterno.
Jesús era para los romanos un alterador del orden y para los fariseos, un falso profeta, un
blasfemo que se hacía llamar Hijo de Dios.
En aquella época existen diversas “sectas” o corrientes religiosas judías que estaban
enfrentadas entre sí: fariseos, saduceos, esenios, zelotes… Ante los ojos de los romanos cuando
aparecen los nazarenos (seguidores de Jesús de Nazaret) no eran sino otra superstición judía
más...
Pero los fariseos y saduceos, muy celosos de las tradiciones religiosas y muy influyentes en
Jerusalén, indignados ante la libertad de Jesús y asustados por la llegada de una gran multitud
de gente pobre que le acompaña con la esperanza de instaurar un nuevo reino de fraternidad y
de justicia, se confabularán contra él, y buscarán el apoyo de los romanos para condenarlo a
muerte
Por todo ello deciden matar a Jesús y buscan la autorización del Gobernador Romano para
condenarlo a una de las peores muertes: La crucifixión.
Le asesinan clavándolo en una Cruz como a otros muchos para dar un escarmiento a los
alteraban el orden público.
Sus amigos, los discípulos, creían que él era el Mesías, el esperado, que les iba a liberar de
la dominación del Imperio Romano, pero en el momento de su muerte, por miedo, le
abandonan.
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El cuerpo del judío ajusticiado, signo del poder dominador romano, había desparecido y
ahora sus discípulos desarmados y sin temor proclamaban un reino nuevo de paz, de igualdad,
de fraternidad…
En las reuniones clandestinas de los discípulos cada vez son más los que confirman y
anuncian que Jesús sigue vivo y presente donde dos o más se reúnen en su nombre, como
hermanos para partir el pan…
Los discípulos de Jesús eran una verdadera comunidad abierta a todos sin exclusión: oraban,
celebraban, se sentían hermanos, compartían todo y anunciaban la buena y alegre noticia de
que un joven y sencillo carpintero llamado Jesús había resucitado venciendo al poder de la
violencia y de la muerte instaurando un reino nuevo de amor y de paz.
Los cristianos respetaban la autoridad del emperador y rezaban por él, pero se negaban a
darle culto y a ponerse al servicio de las armas y aparecían como los culpables de cualquier
revuelta política o desastre natural.
El cristianismo ponía en entredicho el poder de las clases más poderosas porque vivían en
igualdad, fraternidad y solidaridad.
Los cristianos, durante los siglos II y III sufrieron numerosas persecuciones. Las más crueles
fueron en el siglo III en plena decadencia del imperio.
Hijo de un ciudadano romano (Hch 22, 26-28; cf. Hch 16, 37)
Era aún muy joven cuando fue enviado a Jerusalén para recibir una buena educación en la
escuela de Gamaliel.
Gran perseguidor de los cristianos llegando a tomar parte en el martirio de San Esteban (Hch
7, 58-60; Hch 22, 20).
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Frente a ello los nazarenos proponen el mandamiento nuevo y único del amor al prójimo.
Algunos de los gestos de Jesús y sus discípulos más criticados por los judíos es el de acoger
y curar a los enfermos que eran rechazados por impuros, sentarse a la misma mesa con
pecadores, prostitutas y publicanos y atender las solicitudes de los paganos proclamando que
ante Dios todos los seres humanos tienen la misma dignidad.
Pero lo más irritante para los judíos es escuchar a Jesús y a sus seguidores considerarse hijos
de Dios, dirigirse a Él llamándole Abbá (papaíto) y hablar sin cuidado de la destrucción del
Templo de Jerusalén ya que el hombre es el verdadero templo de Dios y junto con los otros
miembros de la primera comunidad cristiana forman un templo de piedras vivas.
3. La comunidad de Damasco
Una comunidad de hermanos, acogedora, que perdona y que protege a los perseguidos
recibe a Pablo y lo cuida hasta que se recupera. En esa comunidad Pablo comprenderá que la
promesa de Dios al pueblo judío se había hecho realidad en Jesús y en la experiencia de vivir
como hermanos de las primeras comunidades. A partir de ese memento dedicará toda su vida a
fundar comunidades cristianas por todas las ciudades.
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Una de esas contraseñas era "ichthys" que significa pez en griego y al
mismo tiempo forma un acrónimo: iesus, christos, theou, uios, soter, que se
traduce Jesús, Cristo, Hijo de Dios y Salvador.
La experiencia de los primeros cristianos, narrada en el libro de los hechos de los apóstoles,
habla de comunidades formadas por hombres y mujeres que se reúnen en las casas de las
familias que la componen, oran y celebran la “fracción del pan” y comparten todo lo que tienen
para que no haya entre ellos ningún necesitado.
“Porque todos hemos sido bautizados en un solo espíritu para formar un solo cuerpo –judíos
y griegos, esclavos y hombres libres, varones y mujeres– y todos hemos bebido de un mismo
espíritu.” I cor 12,13
“Iglesia” viene del latín “ecclesia” y ésta del griego “ἐκκλησία” (“ekklesía”) que significaba
originariamente en la antigua grecia “asamblea” y luego, en el ámbito cristiano, pasó a significar
“convocatoria a la reunión de los cristianos”.
La colecta en favor de los cristianos de Jerusalén, durante el tiempo en que estaban pasando
grandes penurias económicas en esa zona, fue siempre una de las grandes preocupaciones de
Pablo. Ese era un signo de unidad entre la iglesia madre y las comunidades surgidas del mundo
pagano (Gal. 2. 10). Por eso, antes de informar a los corintios sobre sus proyectos de viaje y de
enviarles su saludo final, les da algunas instrucciones sobre el modo de organizar dicha colecta.
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Las primeras comunidades desde el principio entendieron que su misión era ofrecer ese
mensaje de amor a toda la humanidad.
El cristianismo ofrecía un nuevo rostro de Dios, padre cercano y misericordioso, con el que
todo ser humano podía relacionarse con la dignidad de hijo suyo y el mensaje universal de la
llamada a vivir la fraternidad humana sea cual fuera su lengua, raza, sexo y nación.
Mientras que el fariseísmo consideraba que solo el pueblo judío era el elegido para la
salvación por el cumplimiento de la Ley, Jesús supo transmitir a sus discípulos un mensaje
universal que ya estaba presente en la tradición judía: el verdadero signo del cumplimiento de
la salvación sería un banquete para todas las naciones.
Para los cristianos el plan de salvación de Dios no podría cumplirse mientras alguien quede
excluido de su proyecto de amor y solo sería posible cuando los seres humanos de todos los
pueblos estuvieran dispuestos para participar del banquete del Reino viviendo como hermanos.
Desde entonces la iglesia ha vivido en una constante misión para cumplir el sueño de Jesús
llegando hasta los confines de la tierra
Hacia el año 300 el cristianismo está extendido por casi todo el imperio.
En el 313 pública el Edicto de Milán que otorga libertad de culto a todos los ciudadanos
romanos. De esta forma los cristianos pueden vivir su fe públicamente.
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Cuando el Imperio Romano cae comienza el caos no solo porque desparecen las autoridades
políticas y las legiones que garantizaban la “pax romana” sino porque también entran en crisis
las creencias, las costumbres y tradiciones, las leyes y la organización de la sociedad.
En el ámbito de las leyes civiles el emperador protege la familia poniendo límites a la práctica
generalizada del divorcio, se prohíbe el infanticidio y se humaniza el trato de los niños.
En la víspera de la boda la joven consagraba a una divinidad sus juguetes de niña; después,
se acostaba con el traje nupcial y una cofia de color anaranjado en la cabeza. Eran características
de la vestimenta nupcial el peinado y el vestido con velo. El traje era una túnica blanca que
llegaba a los pies, ceñida por un cinto. De la cabeza de la desposada caía un velo de color
anaranjado (flammentum) que le cubría la cara. Acabadas las formalidades, tenía lugar el
banquete nupcial.
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8. La boda cristiana es un acto público
Hasta la llegada del cristianismo había hombres que forzaban a las mujeres a casarse, incluso
sin celebrar el rito de la boda. Dado que este rito era privado y, a veces, algunas personas
moraban lejos, ¿quién podía probar si ese casamiento había tenido lugar y cómo?
A partir del año 400 d.C. para proteger la libertad del consentimiento de la mujer, la Iglesia
resolvió transformar la boda en un acto público, delante de un sacerdote, que daba la bendición
a los recién casados.
En dicha celebración tanto el hombre como la mujer debían dar su consentimiento mutuo
preguntando delante de todos “¿quieres casarte… y lo haces por libre y propia voluntad?”. Los
dos novios se daban uno a otro la mano derecha en señal de entrega mutua.
Los novios solo podían contraer matrimonio si acudían sin ser coaccionados, libre y
voluntariamente. Para proteger la libertad del consentimiento de la mujer, la Iglesia resolvió
transformar la boda en un acto público, delante de un sacerdote, que daba la bendición a los
recién casados.
Los novios cristianos compartían sus bienes en la comunidad cristiana para que no hubiera
ninguna familia necesitada y por ello acudían a la boda vestidos con alegría y sencillez.
En su búsqueda incansable de la verdad Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que
encuentre una respuesta satisfactoria en ninguna de ellas. En su autobiografía se avergüenza de
algunos comportamientos de su juventud.
Cuando S. Agustín, después de su conversión vuelve a Tagaste, su ciudad natal, vende todo
lo que tiene y el producto de la venta lo reparte entre los pobres. Se retira con unos compañeros
a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. A pesar de su búsqueda de la
soledad y del aislamiento, la fama de Agustín se extiende por toda la comarca.
En el 391 viaja a Hipona. Es ordenado sacerdote y funda un monasterio donde vive con
algunos de sus más fieles amigos dedicados al estudio, la predicación y a escribir. En el año 396
es consagrado obispo de Hipona. Desde este momento se dedica plenamente a la acción
pastoral ejerciendo un gran influjo sobre la Iglesia norteafricana y en los Concilios a lo largo de
sus 34 años de servicio a la Iglesia como obispo. Tras el saqueo de Roma por los bárbaros... Los
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cristianos, que habían llegado a identificarse con el Imperio que tanto los había perseguido en
el pasado, vieron en su caída una señal cierta del fin del mundo, y muchos comenzaron a vender
sus posesiones y abandonar sus tareas.
San Agustín, obispo de Hipona, obligado a salir al paso de estos sombríos presagios, escribió
entonces La Ciudad de Dios para explicar a los cristianos que, aunque la caída de Roma era sin
duda un suceso desgraciado, sólo significaba la pérdida de la Ciudad de los Hombres. La Ciudad
de Dios, identificada con su Iglesia, sobreviviría para mostrar, también a los bárbaros, las
enseñanzas de Cristo.
En algunos casos las diferencias enriquecían la experiencia de las comunidades pero en otros
casos provocaban una gran confusión, división y enfrentamiento porque estaban provocadas
por las luchas de poder político que buscaban el apoyo de la Iglesia creciente.
A lo largo de los cinco primeros siglos fueron aportando sus reflexiones sobre la fe cristiana.
Esta reflexión teológica, que se desarrolló tanto en Oriente como en Occidente, se conoce como
teología patrística.
Ayudaron a que los concilios formularan con fidelidad el auténtico mensaje de Jesús
para todos los pueblos.
Dieron forma a las instituciones de la Iglesia, a su doctrina, su oración, su espiritualidad.
Fijaron el “Canon completo de los Libros Sagrados”
Compusieron el conjunto de profesiones básicas de la fe (el Credo), precisaron el
depósito de la fe en confrontaciones con las herejías y la cultura de la época dando
origen así a la teología y crearon las primeras formas de la liturgia.
Ayudaron con sus reflexiones sobre el evangelio a que la nueva sociedad, tras la caída
del Imperio Romano, evolucionara haciéndose más humana.
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