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Tú me dejastes caer…

22 feb. Artículos

Hace un tiempo se escuchaba en la radio: Tú me dejastes caer, pero ella me levantó… Es el coro
de un reguetón (reggaetón) y, a pesar de que esta canción antes de salir al aire habrá pasado por
una serie de pruebas, al parecer nadie notó el error que se comete en la conjugación del
verbo dejar. Y a los oyentes, la mayoría adolescentes, tampoco parece sonarles anómala esa
forma verbal, porque sin ningún remordimiento lingüístico cantan abiertamente el estribillo, con
error y todo.
Igualmente, unos días atrás, en un folleto publicitario, leía: …la casa con la que siempre
soñastes. Imagino también que antes de que la publicidad llegara a las manos del público habrá
tenido que haber sido “revisada” por alguien, alguien que, a todas luces, no fue capaz de reconocer
el error y lo dejó ahí impunemente.
En fin, si prestamos atención, veremos que no es tan raro encontrar esta -s gratis al final del verbo.
Si bien antes este error era más común en hablantes con escasa formación, ahora lo encontramos
en hablantes de todos los estratos sociales, lo que llama bastante la atención, pues supone una
pérdida de la sensibilidad lingüística del hablante promedio que antes era capaz de identificar y
corregir los errores en el uso de su lengua.
Ahora bien, en qué consiste el error y a qué se debe. El error que aquí tratamos es un fenómeno
lingüístico conocido como paragoge que consiste en añadir un sonido al final de una palabra. Así,
por ejemplo: nadies, en lugar de nadie; dejastes, por dejaste; dijistes,
por dijiste, vinistes, por viniste, etc.
Este error es muy frecuente en los verbos conjugados en la segunda persona del singular en
pretérito indefinido: fuiste, estudiaste, hablaste, etc. y se debería a una analogía que el hablante
establece inconscientemente, pues la -s en los otros tiempos verbales es la marca de la segunda
persona: sueñaS, soñabaS, soñaráS, soñaríaS, soñaseS. Así, el hablante considera lógico
aumentar la -s, pues si nos fijamos, en realidad, el quitarla es más bien una excepción a la regla,
que llega directamente del latín amavisti (amaste) y legisti (leíste), donde no se empleaba la -s.
Si nos remontamos en la historia del castellano, veremos que hasta el siglo XVII la forma verbal
con -s se consideraba correcta. Pero, ojo, era la conjugación correcta para la formación del
plural: vosotros leístes, que no para el singular: tú leíste. Aunque en América el
pronombre vosotros despareció a favor de ustedes, vosotros se conserva hasta hoy en el español
peninsular. No obstante, la forma verbal que se conjugaba con ese pronombre empezó a cambiar,
y se introdujo en el pretérito un diptongo, ya usado en las formas verbales del presente: leísteis, en
lugar de leístes. De hecho, este uso aparece ya registrado en La Gitanilla, una de las Novelas
Ejemplares (1613) de Cervantes, quien emplea hicisteis, en vez de hicistes que hubiera sido lo
etimológicamente correcto.
Así, al quedar modificada, con el diptongo, la oposición entre el singular y el plural: tú leíste y
vosotros leísteis, la forma con -s quedó descartada del uso culto, aunque se conservaba en el
habla vulgar. De ahí que, los gramáticos y la escuela, sobre todo, se encargarían de mantener
relegada esta forma, tildándola de incorrecta o vulgar.
Sin embargo, como se ha visto, la lengua cambia y seguirá haciéndolo. De un tiempo a esta parte
vivimos el retorno de la -s final a las bocas de hablantes escolarizados, supuestamente, es más,
con estudios superiores: periodistas, profesores, estudiantes, cantantes… Nada puede asegurar
que dentro de un tiempo ese rechazo a la -s final, que algunos aún conservan, no sea suficiente
para contener su avance, pues, al final, en una lengua suele ocurrir que la fuerza del uso se
impone a lo gramaticalmente correcto. Pero, mientras eso no suceda, seguiremos considerándolo
un uso vulgar e incorrecto.
Shirley Cortez González
Universidad de Piura

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