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¿QUÉ ES LA BIBLIA?

“La Biblia y el hombre de hoy”


Dodd, C. H.
Editorial Cristiandad
Cap. I ¿Qué es la Biblia?
pp. 13-18

La Biblia es una colección de libros que suelen encuadernarse conjuntamente.


Entre estos libros se da una gran diversidad de forma y de contenido. Hay prosa
narrativa, tanto histórica como de ficción; hay códigos legales, proverbios y
máximas morales e incluso correspondencia personal. Hay también poesía lírica y
dramática, hay un género literario peculiar que sólo puede definirse como
“profético” y hay literatura litúrgica, destinada expresamente para su uso en el
Culto público.

Lo característico de este libro sagrado, o literatura religiosa, es que el elemento


religioso brota directamente del crudo tejido de la vida humana tal como ésta es
vivida en sus múltiples fases; y pocas de estas fases se hallan ausentes del
conjunto.

No obstante; a pesar de su variedad, en esta literatura se da una unidad real. No


es fácil de describir con una simple ojeada, pero se impone al lector serio y
constante. Cuando empezamos a buscar el principio de unidad, lo primero que
advertimos es que el conjunto de los diversos materiales está unido por un hilo
narrativo. Esta narración ofrece una especie de “desfile” de la vida humana a
través de muchos siglos.

Con el Nuevo Testamento ante la vista. Aquí tenemos veintisiete escritos incluidos
bajo ese único título. ¿Por qué precisamente esos veintisiete? No constituyen,
desde luego, la totalidad de la primitiva literatura Cristiana. Son una selección de
un conjunto más amplio de escritos, algunos de los cuales no han llegado hasta
nosotros, se han perdido; si bien, varios de éstos han sido recuperados por los
arqueólogos modernos. Es probable que el impulso que llevó a la selección y
definición de este bloque de literatura formara parte del impulso general de
consolidación que podemos advertir en la historia de la Iglesia durante el período
subsiguiente a la edad apostólica. En aquel tiempo, la continuidad de la Iglesia se
vio amenazada por extravagancias y excentricidades de fe y práctica que se
agitaban en su interior, así como por la persecución promovida desde fuera. En
respuesta a estos peligros, la Iglesia emprendió la tarea de consolidar su vida y su
fe. Sus órganos de consolidación fueron la regla de fe (que subyace a los credos
históricos), el misterio y el canon de la Escritura. El término “CANON” significa
“NORMA” o “PATRÓN”. Los veintisiete escritos con la norma o patrón de la fe y la
vida Cristianas, norma establecida en respuesta a la necesidad de una clara
definición.

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No es fácil determinar los pasos que siguieron hasta formar un bloque; lo único
que podemos decir con seguridad es que la Iglesia reconoció intuitivamente la
autoridad de estas obras particulares. Lo hizo con tanta naturalidad porque el
impulso que la llevó a efectuar la selección no era distinto del que condujo
originalmente, de varias maneras, a la composición de las obras. Según el
lenguaje del mismo Nuevo Testamento, los escritos Neotestamentarios fueron
compuestos, y luego compilados en un canon bíblico, para “dar testimonio” de
ciertas realidades centrales.

Se ve que la Escritura del Nuevo Testamento se formó en la vida de la Iglesia. Su


selección a partir de un cuerpo más amplio de escritos fue una función de su
creciente vida corporativa, en respuesta a su situación de desarrollo. En
consecuencia, la Iglesia es anterior a la Escritura del Nuevo Testamento. Por otra
parte, la “Alianza” (“Testamento”), el acto de Dios de que se da testimonio en la
Escritura, es anterior a la Iglesia, pues sin él no hay Iglesia. Esta mutua relación
entre la Iglesia y el Nuevo Testamento es fundamental.

Aquí convendrá aclarar la cuestión del lugar que ocupan los escritos llamados
apócrifos o deuterocanónicos, esos catorce libros que están, por así decirlo, mitad
dentro y mitad fuera del Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento en sentido
más estricto es la colección de libros, escritos y trasmitidos en hebreo (o en
arameo, lengua afín el hebreo), que fueron recibidos como Escritura en el siglo
primero de nuestra Era por los judíos de lengua hebrea y que representan la
tradición central de la religión hebrea y Judía. Los escritos “apócrifos” fueron
transmitidos en griego (aunque algunos de ellos fueran escritos originariamente en
hebreo) y fueron aceptados por los judíos de lengua griega como parte de su
“Canon” autoritativo, junto con los escritos hebreos traducidos al griego.

La actitud de la Iglesia frente al canon que podríamos llamar greco-judío, en


contraposición con el hebreo-judío, ha variado a lo largo del tiempo y en las
distintas confesiones. Lo importante es el hecho de que la intención era reconocer
como autoritativo el canon sagrado de la religión judía, al margen de que éste
fuera determinado con mayor o mejor amplitud. De hecho, el canon de la Sagrada
Escritura en la Iglesia primitiva, antes de que fueran reunidos –e incluso escritos-
los libros del Nuevo Testamento, era simplemente el conjunto de libros sagrados
recibidos del judaísmo, a “La Escritura” aluden siempre (con dos excepciones, que
se hallan en libros tardíos) a lo que nosotros llamamos el Antiguo Testamento (con
o sin los apócrifos). Y se refieren a ella con el máximo respeto a su autoridad.

El Antiguo Testamento no ha de leerse como una curiosa colección de pintorescas


historias e ideas procedentes de un mundo remoto y primitivo, ni tampoco ha de
tomarse, indiscriminadamente en todos los niveles, como una plasmación
definitiva de verdad inmutable. Ha de leerse con la mirada puesta en aquello para
lo que preparó y hacia lo que conduce. El Nuevo Testamento no puede
entenderse al margen del Antiguo.

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Lo que da profundidad a la presentación neotestamentaria de la religión es
precisamente su relación con ese amplio y fecundo trasfondo. Para entender la
Biblia, es esencial que tomemos conjuntamente sus dos partes; dado que,
depende la una de la otra.

Es el libro que la Iglesia, nos recomienda leer para que conozcamos a Dios en su
relación con el hombre y el mundo, para que le demos culto de manera inteligente
y para que comprendamos el objetivo y las obligaciones de la vida humana bajo su
gobierno. En otras palabras; la Iglesias nos ofrece este libro como una “revelación”
de Dios. Y con ese fin nos remite a una larga serie de variadísimos documentos
que contienen múltiples contradicciones e incongruencias, sujetos al paso del
tiempo y al cambio a través de muchos siglos de existencia humana.

La Biblia refleja, con sorprendente realismo, la existencia del hombre como


criatura que vive en el ámbito del tiempo y del espacio, sometida a cambio y
evolución; y esto lo hace curiosamente importante para la vida humana en su
complejidad, tal como hemos de vivirla.

La historia bíblica está llena de significado porque se refiere en cada punto a la


realidad fundamental que se halla detrás de toda historia y de toda experiencia
humana, esto es, el Dios vivo en su Reino, y porque avanza hacia un punto
culminante en el que el reino de Dios vino a los hombres con un efecto definitivo.
La Biblia es un conjunto de diversos escritos que son presentados por la Iglesia
como revelación de Dios en la historia.

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