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LLEGÓ EL CORONAVIRUS!!!!

Esperábamos la llegada del COVID-19 a Venezuela. Era inevitable. Desde


entonces es imposible pensar y hablar de otra cosa. El coronavirus provocó gran
preocupación y malestar emocional mundial.

Con el anuncio oficial de las medidas de aislamiento obligatorio para controlar la


propagación del virus, comenzaron las conductas irracionales y el pánico
colectivo. A la calle hacer Colas, compras exageradas, acaparar el que pudiera. Y
es que en este país tenemos una historia de dolor y escasez que se nos activó
inmediatamente con esta emergencia sanitaria. Simplemente corrimos a
protegernos.

Miedo colectivo fue la primera reacción de la pandemia, es lo esperado. Una


pandemia de gran magnitud implica una perturbación psicosocial que puede
exceder nuestra capacidad de calma y racionalidad. El estudio de las pandemias
incluso nos señala que toda la población va a sufrir preocupaciones, angustia y
tensiones en mayor o menor medida. Es la reacción normal ante una situación
anormal. Es muy probable que las personas con antecedentes de salud requieran
apoyo, incluso a distancia. Se registraron los primeros ataques de pánico, ¿a
quién llamar? O ¿a dónde acudir? Los efectos en la salud psicológica van a ser
más marcados en las poblaciones vulnerables y en las que viven en condiciones
de precariedad, con escasos recursos y dificultades con los servicios públicos.
¿Quién recibe el servicio de agua de manera “más o menos regular” que es
fundamental para mantener las indicaciones de cuidado e higiene?

Hablamos mucho del miedo. Pero el miedo tiene una dimensión poderosa: el
imaginario. Miedo a una imagen que formamos sobre la situación real o peligro
percibido, miedo que nos aborda, que nos paraliza, que nos invade el cuerpo y la
mente. En especial si sufrimos de un trastorno obsesivo-compulsivo o de
ansiedad.

Pero no es la única emoción presente. Tenemos un abanico de opciones que se


registran en la población. Tres semanas de aislamiento y predomina la ansiedad,
la casa se vuelve una cárcel, hacemos un camino entre el cuarto y la cocina,
comidas van comidas vienen, no hay otra cosa que pensar. El aburrimiento, el
hastío por el encierro, por la ruptura de la rutina y por el deseo de volver a “nuestra
normalidad”, aun cuando sabemos que no tenemos un espacio de vida normal y
que nos espera un mundo diferente.

Estar en casa con todos los miembros de la familia, o en la soledad absoluta


también nos movió emocionalmente. Familias con fisuras terminan por darse
cuenta que son grietas y deben ser atendidas, parejas con problemas terminan por
confrontarse, algunas mentiras quedan al descubierto y los comportamientos
violentos y adictivos se hacen evidentes. No podemos con la ansiedad de querer
salir, de ver a los otros, de revisar las páginas de internet que se disfrutan en
soledad. Ya ni netflix nos emociona; ¡ah! y otra cosa importante no todos los
venezolanos contamos con internet en nuestras casas y con servicios de
DIRECTV, cable netword entre otras compañías. Allí te cuestionas y le das gracias
a Dios por tener lo que tienes.

Escuchas las noticias y vez que cada día se suman más casos, te ataca la
desesperación; más días de cuarentena que ahora no es cuarentena porque se
han pasado los cuarenta días; ahora es estado de alarma, y me pregunto ¿Qué es
eso? Y viene mi mama y me explica que es estar en confinamiento siguiendo un
protocolo del gobierno. ¡Diossss! más días van y vienen y yo sin poder retomar mi
rutina.

Enciendo la tele y veo que hay un programa de opinión que está tratando el tema
del covid 19, entre sus invitados se encuentra una psicóloga la cual estaba
diciendo que era necesario el manejo de las emociones sobre todo de los niños,
niñas y adolescentes ante esta pandemia y acotó que los padres tenían que
enumerar las nuevas normas para la familia al estar más tiempo juntos en
convivencia tan estrecha y prolongada y evitar los conflictos para poder
identificarlos y abordarlos profesionalmente si es necesario.
En todo este proceso he aprendido que este cambio de rutina puede generar
irritabilidad, estrés, tristeza, depresión, cansancio entre otras reacciones. Cada
miembro de la familia expresará de manera distinta sus emociones en forma e
intensidad. Pero es el momento de observar, escuchar, comprender, tolerar y
acompañarse. Esperar es la solución. ¡QUÉDATE EN CASA!

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