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Miguel Ángel Bastenier

El blanco móvil: Curso de


periodismo Con la
experiencia de la escuela de
El País

Ediciones Santillana

1ª edición: abril de 2001


Capítulo V Primos de la crónica: el análisis y otros ensayos

En la secuencia del capítulo II se ha situado el análisis inmediatamente a


continuación de la crónica; pero también se ha apuntado que el análisis puede ser
visto como un subgénero dentro del anterior. Las dos geometrías son válidas. De igual
forma, en el análisis estaría contenido el editorial, mientras que el perfil se hallaría tan
cerca de la crónica como del reportaje, aunque ambos sean susceptibles de ser
abordados individualmente.
El grado de personalización tanto del análisis como del perfil es, sin embargo,
algo mayor que el del género madre de todos los géneros, la crónica, aunque la
apropiación del material informativo se haya hecho a través de la multiplicación de las
fórmulas indirectas y directas ya conocidas.
¿En qué consiste la diferencia entre análisis y crónica? ¿por qué el material del análisis
es algo más nuestro que el de la crónica?

El análisis tiene como objetivo el verdadero desiderátum del periodismo:


Explicar por qué pasan las cosas que pasan. Lo que tratan de hacer todos los géneros,
con su correspondiente panoplia de medios expresivos, es lo que pretende el análisis,
pero liberándose para ello de toda limitación técnica o de estilo, de forma que el autor
pueda volcar todos sus conocimientos sobre la materia en el texto. Sus limitaciones
son, en cambio, de otro orden.

El análisis:
Aspira específicamente a} explicar}, lo que significa entender los porqués de
las cosas, y no a juzgar. El análisis sigue aferrado a ese principio cardinal del
periodismo informativo, por el que el autor no prefiere nunca un resultado sobre otro,
no valora moral ni políticamente lo sucedido.
No expresa, por ello, opiniones sino conclusiones, pero siempre
detallando la cadena causal por medio de la que presente al lector un determinado
tipo de interpretación, aquella que no se limita a asociar para mostrar (como en la
crónica), sino que desvela los motivos y los objetivos de la acción que se procesa como
noticia.
Por eso, con el análisis se da un paso más en la personalización, el autor se halla más
presente en el texto, y como no tiene apenas peripecia informativa que relatar, habla
más directamente al lector sin la pantalla intermedia que es la narración de los hechos.
Este género no se entendería, obviamente, sin firma personal, ni le bastaría una
acreditación de responsabilidad del propio periódico. Al mismo tiempo, sigue sin verse
la necesidad del }yo} del narrador, como en la crónica, aunque, a diferencia del caso
anterior, no creo que deba darse una exclusión tajante del mismo; el carácter de
investigación de los hechos debería favorecer la tercera persona, pero también puede
darse el caso de 108 67 que los argumentos que se aporten para llegar a las
conclusiones correspondientes, hayan sido directamente vividos por el autor, en cuyo
caso no hay razón para excluir terminantemente el }yo}. En esas circunstancias, sería
incluso preferible esa primera persona que ese horror contemporáneo que es "el que
esto firma", "el autor de estas líneas", "el periodista", etcétera, que todos, sin
embargo, hemos usado alguna vez.
El análisis no trata de una manera noticiosa la información del día, sino que trabaja }a
toro pasado}. Por ello, el grado de sobrentendido puede ser mucho mayor que en los
géneros anteriores. Estamos ante una fórmula especializada, en la que se le supone al
lector un conocimiento mayor de las implicaciones del texto. No estamos rompiendo a
informar, sino que, después de haber informado, explicamos.
Sería lícito, aunque no obligado, que en un análisis escribiéramos De Gaulle o Stalin o
Clinton, sin añadir quiénes son, mientras que en una información seca o blanda,
deberíamos siempre identificarlos. Vemos, así, que la información, la seca, la crónica, o
el reportaje, se ha dado ya en el propio periódico, perfectamente distinguible en los
espacios correspondientes; y es el análisis el que debe aparecer distanciado de la
información por medio de signos gráficos, que pueden ser la indicación de }análisis}
como epígrafe, o en lugar visible del texto.
El esfuerzo del periodista se encaminará a construir una teoría de lo sucedido. Nos
hallaremos, por tanto, mucho más ante un discurso que ante una narración; si el relato
periodístico se puede decir que aspira a fijar una historia, un desarrollo de
acontecimientos con protagonistas y escenario, el análisis sostiene un discurso
explicativo directo, no deducido o derivado, como puede ocurrir en la crónica, donde
la mera asociación de hechos puede producir interpretaciones, sino entrando a matar,
como veremos en los casos siguientes.
De todo lo anterior, se deducen los problemas y las trampas con las que 109 69
tropieza el análisis. El primero de ellos es que nada es más fácil que ponerle el rótulo
de }análisis} a cualquier artículo personal, aquel en el que exponemos nuestro punto
de vista, que equivale, tantas veces, a nuestras puras preferencias.

El artículo no es un análisis
Se acaba de mencionar la palabra }artículo}. ?Qué se ha querido decir con ello? No es
un nuevo género, desde luego, porque el artículo -sin duda, con el editorial- es, por
}definición}, lo indefinible; lo que no reconoce, ni respeta reglas, lo que opinamos, lo
que queremos escribir; por eso, los escritores de periódicos, por buenos que sean, no
son necesariamente periodistas; periodismo es canon, mientras que el artículo puede
contemplar la observación de reglas técnicas para una mayor eficacia narrativa, pero
no por ello está sujeto a ninguna norma de obligado cumplimiento.
Con frecuencia hemos oído decir que Ortega y Gasset era un excelente
periodista, con lo cual se pretende, a la vez, hacerle un cumplido al gran pensador -
!hasta sabe de periodismo!y a la profesión -!la banalidad a la que se dedican ustedes
los periodistas es capaz de atraer firmas tan insignes!-. Pero, en uno y otro caso el
cumplido es innecesario. Ni Ortega era un periodista porque escribiera artículos en los
periódicos, ni los periodistas necesitan -aunque sí es así, santo y bueno- que se les
decore el periódico de grandes firmas para hacer con ello un buen periódico.
Una de las cosas que, por cierto, me parecen gravemente distorsionadas en buena
parte del periodismo latinoamericano, es que tanto los propios profesionales como la
opinión ilustrada consideran grandes periodistas a los principales columnistas de
prensa, cualquiera que sea su relación intelectual o de trabajo con la fabricación de un
periódico. Por eso, el periodista puede ser un articulista, pero, no necesariamente el
articulista es un periodista. Los grandes perio110 71 distas son, a mi modo de ver, los
que han inventado esa maquinaria de relojería, que en su planteamiento ha de
alcanzar la }completud}, que es un periódico.

La excursión al editorial
Sobre el editorial, por alusiones, hay que decir que es un artículo del que se hace
responsable el periódico, razón por la cual no aparece firmado, y se aparca en zonas
bien diferenciadas de la publicación. Esto no es exactamente así en todo nuestro
entorno, puesto que la tradición en la prensa francesa es la del editorial firmado, del
que puede o no responsabilizarse el propio director, pero que, en cualquier caso,
expresa, también, el punto de vista de la publicación. En el mundo anglosajón, sin
embargo, la práctica ha sido siempre la del anonimato editorial. Los modos, sin
embargo, están cambiando puesto que }Le Monde}, que dirige JeanMarie Colombani, -
el gran reformador en los últimos años de la publicación, cuyo trabajo es una magnífica
reinvención del veterano título francés- ha introducido recientemente la práctica de
los editoriales anónimos, que sólo van tácitamente firmados por el periódico.
En relación a qué cosa puede ser eso del editorial, se ha sentido en este manual la
tentación de incluirlo en la nómina de los géneros, como uno más, específicamente el
último del recorrido, puesto que en el mismo se da el grado máximo imaginable de
personalización, donde el autor, el periódico en funciones de oráculo y a veces de
esfinge, ostenta la propiedad absoluta del material, puesto que puede escribir lo que le
dé la gana; pero, de nuevo, nos hallamos, como en el caso del artículo, más allá del
campo de lo preceptivo.
El editorial no es más que un análisis que va más allá del intento de desvelar por qué
pasan las cosas que pasan, para comunicar al lector lo que está bien y lo que está mal,
aquello a lo que se opone o apoya la publicación. Eso parece que hace al editorial más
compacto, normalmente con menor capacidad de riesgo que el análisis; el editorial
tendrá que demostrar capacidades analíticas, información en ocasiones privilegiada,
familiaridad con el asunto, todas ellas características indispensables del análisis, pero
en último término deberá justificarse por una opinión, sagrada y abstrusa palabra que
lo puede todo y a la que se le permite todo. Esa opinión, por otra parte, no emanará de
una persona, como en el análisis, sino de un colectivo intelectual que tendrá que
expresar un sentimiento más central y con menos aristas que lo que aparezca firmado
individualmente. Los editoriales que tratan de un mismo asunto, y,
fundamentalmente, cuando éste se prolonga en el tiempo -el aborto, el terrorismo de
ETA- deben mantener una coherencia que sostenga la línea del periódico.
Visto todo lo anterior, este manual se ratifica, en cualquier caso, en que no estamos
ante un género, sino un mero avatar del análisis, aunque con personalidad propia.

El análisis de aquí y de allá


Si hay un género periodístico anglosajón por excelencia, es el análisis. En la gran
prensa norteamericana se ha convertido en una obligación presentar los asuntos más
complejos a la luz no sólo de la información, crónica, reportaje, entrevista, sino del
}news analysis}, que sería, así, la crónica de la crónica, las claves del panorama que
ésta despliega. Veamos algunos ejemplos.
Análisis publicado en }El País}, el 15 de marzo de 1998, firmado por Manuel Azcárate,
fallecido ese mismo año, y uno de los grandes autores de política internacional, que
colaboró en el periódico hasta muy pocas semanas antes de su fallecimiento. El
formato que vemos ha sido durante mucho tiempo estándar en la publicación en las
ediciones dominicales, lo que no excluye, además, la aparición del análisis en secciones
directamente informativas del periódico, pero siempre gráficamente diferenciado.

El formato de los análisis de Azcárate es especialmente claro y, dentro de la


delimitación que aquí se hace, totalmente canónico, aunque eso no implique que sólo
haya una forma de plantear el género. Bajo el título de:

?Una nueva guerra balcánica?

la estructura de este análisis es la siguiente: una propuesta a desentrañar o demostrar


en el primer párrafo.

Las condiciones están servidas para que estalle un nuevo conflicto armado en el sur
de los Balcanes.
Y la primera de ellas es el salvajismo y la crueldad de la policía, el cuerpo más cuidado
del presidente Milosevic, que, para responder a algunos atentados de grupos radicales
de Kosovo, ha arrasado a sangre y fuego varios pueblos, causando más de 200
muertos, con un alto porcentaje de niños y mujeres.

En puridad, la propuesta se contiene ya en su totalidad en la primera frase:

Las condiciones están servidas para que estalle un nuevo conflicto armado en el sur
de los Balcanes.

En tanto que el resto del párrafo enumera esas condiciones. El autor establece de
salida un punto de vista sobre un material informativo ya conocido, de forma que el
enunciado de hechos se limita a lo necesario para que haya una }percha}, como se dice
en la jerga profesional, relacionada con la actualidad, aunque esto último no es
imprescindible, ya que se puede hacer un análisis de sucesos alejados en el tiempo
insuficientemente esclarecidos. Pero lo que tiene que hacer ahora el autor es justificar
esa declaración.
En el texto, que tiene ocho párrafos, 125 líneas -extensión también estándar en un
periódico de este formato- y unas 700 palabras, el autor dedica los párrafos segundo,
tercero y cuarto, al desarrollo argumentativo de por qué Kosovo, cómo en Kosovo, y
quién en Kosovo, o sea, la geopolítica, las circunstancias sobre el terreno y el carácter
de los protagonistas.
El párrafo quinto, en cambio, abre un haz de perspectivas a partir de la situación
interpretada:

Ahora se abren dos caminos: si predomina la guerra, si Milosevic sigue aplicando sus
métodos, hay que esperar una extensión del conflicto.
Kosovo tiene frontera con Albania; de momento, se han concentrado tropas en esa
frontera, pero entrarían en Kosovo, si las barbaridades contra sus habitantes se
agravan.
[...] Una crisis en Macedonia podría provocar el desmantelamiento del país, ya que
muchos de sus vecinos -Bulgaria, Grecia, Turquíatienen reivindicaciones territoriales
[...].

II

O, lo que es lo mismo, la relación de lo que puede pasar si se mantiene o agrava la


situación entonces reinante.
El siguiente párrafo es el de conclusión: efectivamente, dice, hay una amenaza de
guerra en la zona, lo que el autor considera ya suficientemente demostrado, y a lo que
adjunta en ese mismo sexto párrafo, más el séptimo y penúltimo, las posibles
soluciones al problema. Esta última parte constituye el bloque que cabría llamar de
}perspectiva}, de lo-que-puede-ocurrir:

Pero hay dos problemas que revisten una urgencia inmediata: que Serbia cese en su
represión y retire su policía; que Milosevic acepte la comisión de conciliación que
encabeza Felipe González [...].

Y en el párrafo final se impone un cierre climático, una conclusión de fuerza, una


propuesta para el futuro:

Por eso, imponer a Serbia que acepte la comisión de Felipe González se convierte en
un problema primordial.

La estructura es, por tanto:


1) Propuesta.
2) Argumentación.
3) Perspectiva.
4) Solución (si ha lugar).
5) Cierre, que puede ser futurible.

En el texto, aunque se califica de manera abrupta a personajes como Milosevic y a su


política represiva -lo que es un lugar común tratándose del ex presidente yugoslavo-
no hay toma de posición, entendida ésta como preferencia moral o política en lo que
se refiere a la disección de los problemas. Se trata sólo de comprender lo que pasa,
prever consecuencias, contramedidas y dibujar un panorama de la inminencia.
Relativamente diferente como modelo, pero igual de válido, es el de Javier Pradera,
esta vez en el análisis de los asuntos nacionales.

En el análisis aparecido el 24 de diciembre de 1995, título "Solución y problema", sólo


cinco párrafos, 145 líneas, algo más de 800 palabras, el analista, en un párrafo inicial
en el que cubre varios frentes, se plantea la propuesta casi como un interrogante,
amén de pegarse mucho más que los ejemplos anteriores al terreno inmediato de los
acontecimientos.
El comité Federal del PSOE oficializó anteayer la designación de Felipe González
como candidato a la presidencia del Gobierno [...]. La discusión previa a ese
nombramiento originó un extraño intercambio de papeles: mientras Felipe González se
resistía [...], la Ejecutiva del PSOE y una amplia mayoría de su Comité Federal le
empujaban a hacerlo con el argumento de que su liderazgo constituye la }solución}
para las cuitas electorales socialistas.

La propuesta consiste en desentrañar por qué se ha producido esa inversión de roles,


planteado todo ello sobre una documentación mucho más copiosa de lo inmediato.
La argumentación se extiende por los párrafos siguientes con un detalle mucho mayor
que en el caso de Azcárate, enseguida veremos por qué, quedando para el último
bloque informativo la prospectiva-perspectiva del adónde-vamos.

En 1994, Felipe González se negó a presentar la dimisión como forma de asumir las
responsabilidades políticas nacidas de los escándalos protagonizados por altos cargos
de su Gobierno [...] su posterior decisión de aceptar la candidatura crea el peligro de
que los socialistas se sientan tentados a buscar en las urnas la absolución política
moral y penal de las acusaciones [...] lanzadas contra el Gobierno durante estos últimos
años: en tal caso la solución del problema de hoy crearía otros mucho más graves el día
de mañana.

Pese a la trascendencia política de lo reseñado, el tono es descriptivointerpretativo,


valorando aciertos o errores políticos en su propio terreno, y las consecuencias, en
cada caso, de una u otra actitud. El tono es, globalmente, el del observador que
subraya los problemas, sin otorgar premios o sanciones a los protagonistas. Incluso
cuando parece que vulnera la distancia del observador como cuando (última columna)
dice:

Si Felipe González hubiese perseverado en su elogiable gesto inicial de no encabezar la


lista [...].
"elogiable" es más un recurso retórico que un "elogio" en sí mismo.

Los análisis, aunque tengan una espina dorsal común, no serán, sin embargo,
idénticos a tenor de las secciones en que se publiquen y aparecerán mucho más
frecuentemente en las secciones duras que se hallan más en demanda de explicación.
La diferente textura de los análisis obedece a una cuestión de proximidad; la lejanía
de cualquier acontecimiento de carácter internacional crea una necesidad panorámica;
hay que perfilar una cuestión en trazos muy sintéticos; contrariamente a lo que
pudiera parecer, esa lejanía no pide el detalle, que podría hacer el análisis inmanejable
por lo prolijo, sino el resumen breve y subrayado, con un punto inevitable casi hasta de
caricatura. Un problema balcánico ha de definirse en un párrafo; al revés, el análisis
nacional acepta una mayor pormenorización porque éste habla mucho más
directamente a los lectores, sugiere respuestas más significativas. Si el análisis
internacional prima el trazo muy visible, el nacional puede aspirar a la miniatura.

Otras voces, otros ámbitos


Veamos ahora algunos ejemplos en la prensa anglosajona. En un }Financial Times} de
enero de 2001, hallamos la siguiente pieza que, pese a no estar identificada
formalmente como análisis, es una muestra también modélica del género, en la que se
ven aún mejor las vinculaciones con la crónica.
Es un texto a cinco columnas, sobre ocho que tienen las páginas interiores del
periódico, con título y sumario, 17 párrafos, 165 líneas, y unas 850 palabras (que
equivalen a más de 1.000 en español).
Título:

Doubts bar way to pact in Clinton twilight [Dudas en la búsqueda de acuerdo en el


crepúsculo de Clinton]

Y sumario:

Israeli concessions raised hopes of a deal but Palestinians are worried by lingering
ambiguities [Las concesiones israelíes hacían esperar un acuerdo, pero los palestinos
recelan de ambigüedades no disipadas]

El título y el sumario, a diferencia de los ejemplos anteriores, que responden a un


criterio de interpretación más alusiva, podrían ser los de una crónica clásica de corte
informativo. La estructura del texto es, sin embargo, virtualmente idéntica a la de los
análisis reseñados. Propuesta en el párrafo de cabecera:

Las perspectivas de un acuerdo final entre Israel y los palestinos antes de que el
presidente norteamericano Bill Clinton concluya su mandato este mes, parecía
depender ayer de que se superara el escepticismo palestino.

La única diferencia con un análisis canónico sería la de que la información arranca de


algo que temporalmente se sitúa en el día anterior ("parecía depender ayer"). Crónica,
por tanto, en primera lectura de los hechos de la jornada.
Del segundo párrafo, sin embargo, al octavo:

Expectations were raised [Crecieron las expectativas] [...].


The Clinton proposals suggest formulating a clause [...]. [Las propuestas de Clinton
apuntan a la formulación de una cláusula, según la cual las partes reconozcan el
derecho de los refugiados al regreso bien sea a la "Palestina histórica" o a su "patria"].

Se produce un largo salto atrás de recopilación de datos referentes a informaciones ya


publicadas, que viene a equivaler a la argumentación anterior, para volver en el
párrafo siguiente al material del día:

Shlomo Ben Ami, ministro de asuntos exteriores israelí, dijo, sin embargo, ayer, que
el regreso de un gran número de refugiados pales119 87 tinos a lo que hoy es Israel
era totalmente inaceptable.
De la misma forma, los párrafos siguientes recuperan acontecimientos del próximo
pasado para construir la teórica posición palestina con sus exigencias de clarificación
de las posiciones norteamericanas e israelíes, para, en los bloques informativos
antepenúltimo y penúltimo, pasar a la perspectiva-prospectiva:

The next few weeks [...]. [Las próximas semanas es probable que haya más
aproximaciones al abismo, más filtraciones y a falta de un acuerdo, más violencia [...].
Clinton es el amortiguador entre Barak y Arafat y Arafat quiere librarse de él.
Barak está acorralado y Arafat quiere exprimirle al máximo].

Este análisis-crónica cierra con fuerza sirviéndose de las declaraciones de un profesor


universitario árabe de Cisjordania, Ali al-Jarbawi, que fija como período crucial para las
conversaciones de paz el que mediaba entre el 20 de enero y el 6 de febrero de 2001,
puesto que en esta última fecha debían celebrarse las elecciones para ocupar el cargo
de primer ministro de Israel.

El análisis típico de la prensa anglosajona, aunque, lógicamente baraje pocos o ningún


elemento informativos del día, se apoya mucho más que los casos que hemos visto de
}El País} en una información propia, en elementos fácticos que se supone que conoce
el autor de la pieza. Subraya una de las características que mejor distinguen el análisis
del artículo de opinión o del editorial, que es esa información propia.
Lo que justifica el análisis no es lo que el periodista opine, porque no está
demostrado que al lector le interesen especialmente las opiniones de
semidesconocidos, sino lo que el periodista sepa, lo que pueda aportar al debate de la
interpretación de hechos y actitudes. Pero no por ello deja de ser más desapasionado:
el mundo es como es y nuestra única misión, enten120 89 derlo, parece decirnos
este texto. Olvidémonos, por tanto, del presunto análisis que, aunque observe las
reglas del género, sea sólo un comentario voluntarista del teletipo.

Pero, sobre todo, la razón de haber presentado este texto ha sido la de mostrar la
fluidez que existe entre ciertos géneros, la casi imposibilidad de encontrarlos en
estado puro en la naturaleza, como ya se ha dicho, y, más aún, que veamos cómo un
texto de estas características es una alquimia de equidistancia entre la crónica y el
análisis. La crónica contendrá siempre elementos de análisis, y que el análisis, en
cuanto que tiene que referirse a los hechos, se servirá, aunque sea mínimamente,
como hemos visto en Azcárate, o en mucha mayor medida en Pradera, de material de
crónica; pero, lo notable es cuando se logra un virtual }ex aequo} como en este caso,
en el que una estructura muy propia del análisis usa casi tantos elementos de
información del día como material propio, con el objeto total de explicar por qué
pasan las cosas que pasan.

La prensa norteamericana es muy dada al análisis-río, en el que parece como que se


pretendiera lograr la cuadratura del círculo. La gran prensa de Estados Unidos no ha
sido muy amena últimamente al tratar asuntos como la construcción europea, y, en
particular, sus más afilados dardos se han lanzado contra Francia, presuntamente el
Estado -y la opinión- más antinorteamericana de Europa occidental. En una pieza
aparecida a fin de diciembre de 2000 en el }International Herald Tribune}, el compacto
formado por el }New York Times} y el }Washington Post}, se presentaba en primera
página con pase al interior, un }news analysis}, con el aviso correspondiente que lo
identificaba como tal, firmado por el antiguo director de la publicación, John Vino-cur,
reputado periodista norteamericano que lleva más de media vida en París, y es un
veterano conocedor de la escena francesa.

Título a dos columnas (sobre seis, pero de anchos variables en la misma página),
sumario, 22 párrafos, 198 líneas, unas 1.200 palabras y, como en el caso británico, sin
ladillos.
Título en interrogante, con lo que la propuesta, siquiera disimulada por la solo
aparente humildad de la pregunta, es la de convencernos de que el nacionalismo
francés es intrínsecamente malo para la construcción europea:

Will Gaullist Grandeur Obstruct a New Europe? [?Será la "grandeur" gaullista un


obstáculo a la nueva Europa?]

German Bid for Dominance Resisted by French [Los franceses se resisten a la apuesta
alemana por la hegemonía]

Hay una teoría de la peor posibilidad para Europa en la que Francia se convierte en
motor de la división interna, porque es tan incapaz de cambiar que paraliza el
desarrollo de la construcción europea con su obstinada defensa de sus vetustos mitos y
particularidades nacionales.

Lo que importa aquí es la enormidad de la pregunta. Francia se hunde. En los párrafos


siguientes aprendemos que la tesis implica un creciente extrañamiento francés de
Washington a causa de la formación de una fuerza de defensa puramente europea, y
de Alemania, simplemente porque no caben dos gallos en el mismo corral, y mientras
Berlín sube, París baja. De otro lado, las fuentes, tan presentes en este tipo de análisis,
son, según el autor, diplomáticos en la capital francesa. Así cubrimos, en la exposición
del caso, los cuatro primeros párrafos, de longitud parecida de entre cinco y ocho
líneas.

Los dos siguientes cotejan la propuesta con los hechos, tal como los entiende
Vinocur:

Aunque dura, la teoría no deja de tener algún fundamento. [...] En la cumbre de Niza,
el presidente Chirac, flanqueado por el primer ministro Jospin daba una imagen de
Francia en Europa en su versión más }rígida} y }arcaica}. [...] en una negación de la
evidencia de que Alemania tiene más población que Francia, Chirac insistió en
mantener la paridad de voto entre los dos países en el Consejo de Ministros, tras
asegurar que el pacto había sido sellado para la eternidad por Adenauer y De Gaulle.

La cuestión a dilucidar, sin embargo, no es si nosotros como lectores estamos o no de


acuerdo con las posiciones del autor, sino si éste mantiene el equilibrio y la distancia
propios de un análisis. Y, aunque la estructura del texto es totalmente canónica:
propuesta y argumentación para cubrir al menos la primera mitad del análisis, parece
difícil no ver como sumamente editorializantes las expresiones "arcaica y rígida";
perfectamente defendibles como opinión, pero no como hechos sobre los que pueda
basar su punto de vista Vinocur. El problema se habría resuelto, sin embargo, porque
es exclusivamente técnico, poniendo en boca de diplomáticos los calificativos
mencionados, lo que es sorprendente que no haga porque las afirmaciones del autor
aparecen siempre respaldadas por fuentes bien identificadas. Los problemas técnicos
técnicamente se resuelven, siempre que el respeto del }fair play} así lo permita -que
hubiera fuentes que dijeran semejante cosa-.
En los párrafos séptimos a décimo, el autor desarrolla las razones y características del
ascenso paralelo de Alemania, notablemente el fin de la guerra fría que libera a Berlín
de ataduras bien conocidas. Los párrafos siguientes, hasta el decimoctavo, detallan
diversas actitudes francesas, básicamente negativas ante la reforma estructural, tanto
de la economía como del pensamiento, lo que completa el argumentario. Para volver,
en el antepenúltimo y penúltimo, a cerrar el capítulo alemán con un claro
perspectivismo:

Lo cierto es que en lo que respecta a la realidad política alemana no se ve razón


alguna para querer 123 95 volver al statu quo anterior basado en el eje o tándem
franco-alemán.
El canciller Schroeder no participa en absoluto de la creencia típica de la posguerra de
que haya una misión común a ambos países, que tanto motivaba a sus predecesores.

Y una declaración muy de cierre futurible para el último:

Paradójicamente, es el señor Schroeder el que recoge los frutos de su sabio


comportamiento. Y es el problema de Francia practicar los ajustes que le hagan
merecer la confianza de sus vecinos para alejar el fantasma de esa teoría de lo peor
que le puede pasar debida a su negativa a reinventarse a sí misma, y con ello ser un
problema para toda Europa.

Creo que este análisis revela uno de los problemas que plantea operar desde una
atalaya mundial, como le ocurre a cualquier gran periódico norteamericano, que es el
de que la política exterior de la potencia hegemónica mundial se halla mezclada en
todos los casos de algún interés planetario.
Un analista que trabaje en inglés, y más aún si es norteamericano, tendrá una ventaja
de salida con respecto al que se mueva en cualquier otro ámbito cultural; sin hacer el
esfuerzo de escarbar en culturas ajenas, el flujo de información que transitará por su
ámbito será mayor que el de sus pares en el extranjero, pero, al mismo tiempo, la
tendencia a asumir los intereses políticos de su país podrán llegar a colorear
excesivamente su texto. La paradoja radica en que el observador de una nación menor,
aunque esté, normalmente, peor informado, puede, sin embargo, arrojar una mirada
mucho más desapasionada al mundo que le rodea.

Con el análisis, el periodista puede, al igual que en los géneros hasta ahora visitados,
decir todo lo que quiera, directa o indirectamente, sin más limitación expresiva que
unas convenciones técnicas, que se doblegarán siempre a nuestro superior criterio;
que eso no degenere en pura y simple manipulación, sólo dependerá del periodista
que no querrá que las cosas sean de una determinada manera, sino que buscará la
manera necesaria para que la representación sea la que da mejor sentido a las cosas.

Ver el mundo de perfil


Dentro del vasto mundo del análisis, primo menor de la crónica, habita también el
perfil. Si el análisis es una tentativa de dar explicaciones al vasto y abstracto mundo de
las cosas, el perfil, como en una reducción del angular informativo, se enfoca, en
principio, sólo sobre un personaje.
Igual que en el caso del análisis, este subgénero trabajará sobre una }percha}, un
acontecimiento de actualidad, lo que lo emparenta también con la crónica.
Aunque muchos perfiles se hacen sobre recortes de archivo, lo que los convierte en
una biografía más o menos inteligentemente comentada, ésta debería ser una labor de
especialista, puesto que hay una diferencia muy grande entre hacer un perfil habiendo
visto y oído al personaje -haberlo entrevistado, por ejemplo- y trabajar desde el
anonimato.
El periodista, al igual que en la crónica, se servirá de todos los recursos informativos:
contexto, experiencia personal, archivo, opiniones de quienes conozcan al sujeto;
pero, la diferencia decisiva la dará su conocimiento directo del personaje, cuyo
lenguaje corporal puede ser tan importante como sus declaraciones para la
posteridad.
De nuevo, el }yo} del autor parecerá aquí irrelevante, salvo que éste pueda aportar
una vivencia singular y personal que consienta más que exija la primera persona.
García Márquez puede hacer un perfil de Fidel Castro en primera persona, pero el
común de los mortales es mejor que se abstenga. En ese mismo sentido, también
parecería que los perfiles asimilan mal opiniones o interpretaciones demasiado
concluyentes, salvo, de nuevo, si es como consecuencia de una viven125 99 cia muy
directa, de la que uno puede responder con su firma.
La prensa anglosajona es una gran cultivadora del perfil, de igual forma que la
literatura inglesa es muy dada al género biográfico, o al de viajes que sería el perfil de
una geografía o de una sociedad. Comparativamente, en cambio, el mundo latino no
está tanto en esa tesitura.

Un arranque modélico de esta capacidad de encarnar en una descripción física todo


un tipo humano la hallamos en esta pieza del }Financial Times} del 4 de enero de 2001,
a cinco columnas, 15 párrafos, 245 líneas, y unas 1.250 palabras -bastante largo para
los estándares españoles-.
Título:

Russia's cold warrior [El ruso de la guerra fría]

Y sumario:

Un clima económico favorable ha permitido a Vladimir Putin, tras un año de


presidencia, ganarse el apoyo popular como reformista, pese a su brutal estilo de
gobierno
}Lead}, equivalente a propuesta de personaje.

Cuando las mujeres rusas votaron al presidente Putin el hombre más sexy de Rusia,
sus razones eran tan simples como reveladoras. Según una de las votantes: "No bebe,
no fuma, hace deporte, quiere a su mujer y a sus hijos. ?Qué más se puede pedir?". Y
otra: "Me da miedo. O sea que me conviene".
Ahí está, en esas pocas palabras, la esencia de la extraordinaria aceptación de Putin
entre la opinión pública rusa, al año exacto de su mandato, tras la sorprendente
dimisión de Boris Yeltsin. A los extranjeros puede parecerles siniestro y enigmático,
pero a los rusos Putin les resulta de una sangre fría que llega a lo carismático, y gana
puntos por momentos.

Tras esta presentación, que es como las cartas credenciales del personaje, el
periodista, Robert Cottrell, hace la debida marcha atrás y rememora la llegada al poder
de Putin, los resultados electorales de marzo de 2000, etcétera, para hacer el
recorrido, primero, de ese año en el poder, y sólo a partir del cuarto párrafo, comenzar
su biografía cuando aún no era un hombre público. Estructura clásica, y válida tanto
para la crónica como para el género seco: comenzar por lo inmediato, para, luego,
retroceder en el tiempo hasta un comienzo más cronológico de la historia.

La parte central del perfil, tras el apunte biográfico }stricto sensu}, es una
especulación perspectivista; con todo aquello que cabe esperar del presidente ruso en
su tarea reconstructora del Estado, para terminar con los problemas y los activos con
que cuenta, una Duma, unos tribunales de Justicia y unos medios de comunicación,
globalmente favorables. Toda la pieza está concebida con la extrema prudencia con la
que hay que hablar de un personaje claramente en construcción -como subraya la
fotografía elegida para el reportaje: un busto de Putin, ni siquiera terminado- y el
cierre se ajusta también a todo lo que se ha reseñado sobre lo mucho que cunden los
futuribles.

Todo ello le da al señor Putin un interés muy grande en hacer que el Estado funcione.
Si tiene éxito, todos, en principio, lo celebrarán. En la práctica, todo dependerá de qué
clase de gobernante vaya a ser, dado el tiempo y los recursos con que cuenta. Rusia no
sabe todavía si ha elegido a un primo carnal de Tony Blair, o al hombre del KGB.

En }El País} del 5 de marzo de 1998 apareció un perfil cuya técnica apenas es distinta
de la del caso anterior, firmada por un servidor sobre el entonces jefe de Gobierno de
Israel, Benjamín Netanyahu. Se trata también de establecer el perfil de un 128 103
personaje, que a sí mismo, según el autor, se ve en términos fuertemente históricos.
Título:

El hombre que tenía un plan

Entradilla:
Si los líderes se hacen, y no nacen, a Benjamín Netanyahu le ha debido costar
bastante. Según De Gaulle es "la fuerza de las circunstancias" la que fabrica la
personalidad. La rendición de Francia en 1940 consiguió que un brillante pero
reemplazable militar de 49 años se convirtiera en el hombre que rescató a su país de la
debacle. El modelo Churchill, al que imaginamos venido al mundo ya con el puro en la
comisura de los labios subraya, en cambio, algo intangible que siempre estaba ahí.

El líder ultra israelí, entre dos modelos históricos, que fueron decisivos en tiempos
críticos de sus respectivos países, como espejos en los que le gustaría mirarse. De
entre las dos aparentes posibilidades -el que se hace (De Gaulle) y el que nace
(Churchill)- Netanyahu correspondería más bien al primer grupo, si bien "le ha debido
costar bastante"; ?quizá es que no se ha salido muy bien a sí mismo? El perfil juega con
aproximaciones, ironías, tanteos. El autor utiliza repetidamente en el texto las palabras
de De Gaulle para ver cómo Netanyahu se ha hecho a sí mismo (o así mismo)
enfrentado a una sucesión de }circunstancias}, como estructura o columna vertebral
de la pieza. No puede haber veredicto inapelable, y el periodista concluye en el mismo
tono de prospectiva del perfil precedente.

Su devastada Némesis, Simon Peres dijo en una ocasión: _"La elección para un
político consiste en optar entre ser una estrella o un héroe. Si quiere ser lo primero, 130
105 pide un sondeo para averiguar qué tiene que hacer; si lo segundo, ha de correr
riesgos_". Benjamín Netanyahu parece llamado al estrellato".

La gráfica posible en forma de línea recta de la estructura posible del análisis sería:

1) Declaración o propuesta sobre el personaje.


2) Percha de actualidad.
3) Apunte biográfico.
4) Demostración de la propuesta.
5) Final prospectivo.

El perfil-investigación
El perfil se puede entender también desde otros ángulos, y de la misma forma que en
su modelo más clásico es una forma de la crónica, el perfilinvestigación sobre un
personaje, en torno al que se plantea un trabajo mucho más de averiguación de quién
}realmente} es, tiende a emparentarse con el reportaje, sin perder nunca por ello las
características del análisis.
Un ejemplo muy canónico del perfil-presentación, que implica la investigación directa
propia del reportaje, apareció en el dominical británico }The Sunday Times}, el 7 de
enero de 2001.
Título:

His life after 300 deaths [Una vida más allá de 300 muertes]

Sumario:
El asesino en serie Harold Shipman no muestra remordimiento. Así son sus años en la
cárcel

El personaje, conocido internacionalmente como }Dr. Muerte}, era un completo


desconocido fuera al menos del Reino Unido, hasta que se supo a primeros de 2001
que, probablemente, había matado a unos 300 pacientes, y no alrededor de una
quincena como se creía, por lo que estaba cumpliendo varias cadenas perpetuas.
En lugar de recurrir a una presen131 107 tación convencional de todo lo ya sabido,
los periodistas, Peter Millar y Adam Nathan, hacen un perfil-reportaje, con un brillante
}lead}, que también es una propuesta intelectual, no tan diferente a la de Putin, si
vamos más allá de la distancia antropológica entre los dos personajes: lo anómalos que
son en sus medios respectivos.

Desde muchos puntos de vista sería el vecino perfecto, como ha demostrado cuando
ha podido hacerlo.
Un caballero de 54 años, autosuficiente, de aspecto más que respetable, que se
levanta cada mañana a las 6.30, se arregla la barba con una maquinilla y se dispone a
tomar su desayuno habitual de tostadas con judías. Se instala entonces para atender a
su copiosa correspondencia o leer su ejemplar del }The Guardian}. Le gusta leer la
prensa como corresponde a un hombre educado que ve regularmente el }British
Medical Journal}. Se lo envía su hijo, que le visita de vez en cuando.

Éste es el estilo de gran parte del texto, que recorre con minuciosidad secretamente
horrorizada la jornada carcelaria del Dr. Muerte. El texto es largo, 336 líneas, y unas
1.650 palabras. Su momento culminante, en consonancia con el arranque del texto, se
produce cuando los autores buscan las asociaciones de ideas más significativas para un
público británico:

Shipman, o eso parece, no es Hannibal Lecter (estuvo brevemente encerrado en una


jaula de cristal en la prisión de Strangeways en Manchester, pero sólo porque se temía
que pretendiera suicidarse). Tampoco es del estilo del Destripador de Yorkshire, que
mataba a las mujeres a martillazos [...].

Sólo avanzada la narración, a la mitad de la segunda columna, retroceden los autores


hasta el tiempo del juicio y de su vida criminal, de lo que se había informado
anteriormente en toda la prensa británica. Para terminar, la prospectiva siempre, con
el riesgo futuro de nuevos }Dr.Muerte}:

En último término, las ocasiones que un médico tenga de abusar de su posición están
limitadas, por definición, por el tipo de pacientes que se pongan en sus manos.
Shipman (nótese que los presos no son }señores}) aún se vanagloria de que tenía más
pacientes que ningún otro médico de cabecera de Manchester porque "era popular y se
fiaban de mí". Con eso bastaba.
Probablemente pasará el resto de sus días entre rejas. Pero no hay ninguna garantía
de que llegue a reconocer que ha recibido lo que se merece. ?Acaso, el diablo es capaz
de comprender que ha pecado?
Información directa, interpretación fría pero muy visual de las cosas, el contexto
justo, utilización de las comillas que irrumpen en el texto sin }dijo} ni }afirmó}, porque
el sobrentendido de quien habla es concluyente, y un retrato con el grado necesario de
asombro para transmitirlo tal cual a los lectores.
En el ámbito de la literatura en lengua castellana, la semblanza de Rafael Leónidas
Trujillo en la novela de Mario Vargas Llosa }La fiesta del chivo}, donde encontramos un
megaperfil del dictador dominicano, y, ya mucho más en el formato propio de un
periódico, otro igual de formidable del casi eterno presidente del país caribeño,
Joaquín Balaguer, que aun publicado como parte de una novela, sería perfectamente
separable de su contexto y reproducible como un perfil del sucesor de Trujillo (11).
Cumplida toda esta parte del recorrido, llegamos a la primera aproximación directa a
eso de ahí afuera: la entrevista.

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