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JOSE ROJO
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ta la elección sustantiva del mundo, esto es, un mundo deter-
minado no totalizador, sino distinto, y por tanto, en sí distinti-
vo de otras elecciones, aunque la tendencia - y aún la creen-
cia - sea la de abarcar un Todo absoluto. Expresión de inten-
sidad de lo múltiple, de la palabra dentro y fuera de ella, de
la aprehensión en el transcurso de un argumento del aconte-
cer como expereinecia de sí y de las cosas, en la distanciación
que mide las concepciones del mundo para reconocer las rea-
lidades de la sola Realidad: la del espíritu, objeto y sujeto de
la conciencia de sí, imagen de su estética.
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final y principio0! Entonces, si es final y principio, es lenguaje
absoluto de sí cuanto define la cosa sujeto de la dialéctica, la
parte, el todo de la parte y el Todo del absoluto. ¿No es lícito,
pues, pensar que el todo es también una definición de su
opuesto, la nada? En su equilibrio, el Principio, pues él con-
tiene al Fin. Dice Eliot: "En mi principio está mi fin". Intui-
ción, aprehensión, captaciones dialécticas entre lo absoluto y
su fragmentación, de la cosa que es, y por tanto, existente y,
por tal, accidente de su substancia. Accidente del ser sustanti-
vo traspasado por la intelección intuida del ente, se contem-
pla en sí y, con ello, es para sí en su intratérrea vitalidad, per-
cibiendo en su sentido, los sentidos de esa realidad que es, y
así, ofrecerla re-creándola, re-cogiéndola en coagmento - unir
formando - , agitándola, dándole mil vueltas en su espíritu.
Vivir como acontecer en el tiempo y en el espacio de sí, para
sí y en los otros, en el reflejo del espejismo que es por una
vez realidad dentro de las posibilidades de lo real, que son
irrealidades de sí, porque para que sea la sola Realidad debe
ser anulada toda posibilidad de que sea , y esto, solo sucede con
nuestra realidad. La creación se ofrece traductora porque, en
la búsqueda de un sentido a su ser, está contenida la finalidad
del ser. Búsqueda, luego encuentro insatisfecho, pues lo abso-
luto de lo soñado queda lejano aún, sólo intuido, "conciencia-
do" y por tal, sólo sustrato de muchos instantes heterogéneos,
multivalentes, unívocos y equívocos en sí mismos, pero no in-
validados; sólo pendientes de una relación de unidad que co-
necte un sentido.
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bida o no habida ya y la que no es" (1). Intenta medir la dis-
tancia en sí en su relación con los elementos ante los que re-
fleja su idea de comprensión: la traducción de significaciones.
Para significar es preciso conocer lo que las cosas son, no sólo
en si mismas, sino en su relación con nosotros. Y conocer, es
formalizar, dar forma a la realidad en estado "bruto"; diferen-
ciar y destacar - fondo y forma - , relacionar texto-contexto en
todas y cada una de las relaciones posibles de contingencia.
Si afirmamos que lo conocido es lo formado por el hombre, la
idea del objeto será, pues, la cultura humana, ese sistema de
conocimientos, opiniones, creencias; esos sistemas emocionales
e imaginativos que estimulan, motivan, crean necesidades, ten-
dencias, deseos, asumiendo hasta lo irracional y lo inconscien-
te, todo tendente a la acción, al impulso de lo interno - ener-
gía psíquica - , a lo externo - la relación medio/fin - desde un
prisma subjetivo, "Pues que el hombre se encuentra entre dos
horizontes: el que envuelve y determina a las cosas de que se
ve rodeado, (...) y ese otro horizonte que se queda detrás del
olvido, que se queda, él, en el olvido, y del que el filósofo quie-
re desprenderse cuando marcha a la conquista de su ser" (2).
Ese impulso - Trieb - (la pulsión freudiana) como elemento
motivador, pasa a categoría ética mediante la sublimación, una
de las características de las relaciones poéticas de la vida trans-
mutada ;en palabra activa e independiente en el poema. Este
paso de categorías podemos ilustrarlo con la definición de Pesch
(Psychol, ajfect.): "En el hombre (...) una gran parte de las
pulsiones sexuales destinadas igualmente a fines eróticos son
inhibidas, desplazadas y transformadas, de tal suerte que la
energía que les es propia se sublima en valor social y permite
a la sociedad humana acceder al nivel de civilización que hoy
nos presenta", y que nosotros transmutamos en: pulsión cuya
energía sublimada a valor estético accede al nivel de la poesía,
formulando correspondencias vividas, experienciales, entre lo
estético y lo real desde la unidad de independencia del poema.
Como dice María Zambrano: "La comunicación entre el "lo-
gos" poético y la poesía concreta y viva es más rápida y fre-
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cuente; el "logos" de la poesía es de un consumo cotidiano,
desciende a diario sobre la vida, tan a diario que a veces se
confunde con ella" (3).
Aquí interesa destacar con mayor precisión el campo de
motivaciones, que es, lo inmediato desde la proyección huma-
na hacia un fin estético, en este caso radicado en la poesía. Los
móviles disponen de un acto intencional de conducta dirigida
hacia algo. Según Allport, nuestra conducta tiende a conducir-
se en función de las partes de la realidad que se han mostra-
do relacionadas con la satisfacción de una necesidad. Ya no es
lo potencial humano tendente hacia, sino una significación de
actuar inmediato, con su ley particular de autonomía funcio-
nal. Este proceso en el individuo culturalizado obedece, pues, a
una determinada conducta. ¿Cuál es su mecanismo superior?
¿Cuál, la causa por la que obtiene ese impulso , en nuestro ca-
so, creativo? ¿Hacia la poesía? Dice Croce: "todo hombre es
artista en cuanto manifiesta su propio mundo individual de imá-
genes y de expresiones, en su inmediata singularidad. (...) Pe-
ro la expresión del genio, como la del hombre común, es la ex-
teriorización de un estado de ánimo" (4). Siguiendo con este
autor, y parafraseándole, diremos que el sujeto como artista,
siente la necesidad de obrar conforme al conocimiento y, de
la vida vivida según este conocimiento, resurge el instante del
lirismo. Este conocimiento es vitalmente importante porque es
orientador, por constituirse en sistema de creencias, esto es,
ideas, opiniones, juicios, vivencias, etc. ; como conjuntos, cons-
telaciones, redes, subterráneamente trabadas - inconsciente -
relacionadas con mil viejas experiencias propias y/o ajenas, co-
nectadas con nuestras posibilidades concretas de existencia.
Así - volviendo a parafrasear a Croce - el artista en cuanto
hombre se da cuenta de su obrar y surge la percepción. Y es-
ta, como objetividad definida, es un objeto de conocimiento
que resuelve en sí una nueva síntesis intuitiva; así - resuel-
ve Croce - toda forma particular es el espíritu en su unidad;
los distintos son las formas en que el espíritu se determina per-
maneciendo Uno.
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Pero si, como expresa María Zambrano, "la poesía es la con-
ciencia más fiel de las contradicciones humanas", y el poeta
"es reverente con lo que encuentra ante sí y que él no puede
desmontar: con la vida y sus misterios" (5), ¿dónde radicar la
motivación creadora? En el grado de mayor elevación de la vi-
da espiritual que Hegel nos indica en su Estética: el Espíritu
Absoluto, aquél que se transforma en conciencia de la ideali-
dad de lo real, de la inmanencia de la Idea o de la absoluta
razón en todo. Conciencia que coincide con la autoconciencia
en que lo absoluto está en sí eternamente presente entre la
dispersión ilimitada de la vida. Aquí, sí dispone el ser poético
de motivación: la que le permite aprehender la dispersión para
convertirla en unidad universal, en idea, "porque partiendo de
la dispersión (...) lleva a la unidad del conocimiento, porque en
su ímpetu irracional hay algo de divino, ya que hacia lo divino
asciende" (6), porque arte es revelación de lo Absoluto en la
forma de la intuición como mero aparecer, y "el camino de tal
contemplación es el de la dialéctica, el movimiento de la ra-
zón por sí misma desprendida ya de todo" (7) idealidad que se
transparenta en todas las formas posibles de lo real aunque
permanezca como idealidad frente a la objetividad del mundo
ético-humano, según la expresión hegeliana.
Revelación como encuentro asombrado que lo desposee de
sí mismo para ser poseído por aquello que lo arrebata en el
exceso de inundación por la gracia de la contemplación y el
delirio (vivir es delirar) de la hermosura y "la belleza resplan-
deciente, que se destaca entre todas las cosas" (8). Así, signado
de trascendencia, fluye hacia la creación por la palabra, ese
espacio mágico, magnético, que no sólo trasciende a su obra,
sino a su humano vivir, pues el poeta es en la poesía y ésta,
una forma de conocimiento. "El conocimiento de lo que es no
abre directamente la puerta al conocimiento de lo que debería
ser", puso en boca de Einstein el conocido diario "El País" del
18-3-79.
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En el "simbolizar" lo posible nombrable - representar, di-
señar - es acción de conocimiento; y como dice Croce, la intui-
ción es el conocimiento de lo individual de las cosas sencillas;
es conocimiento fantástico, productor de imágenes. Entramos,
pues, en pleno campo de lo que puede ser o puede no ser, en
cuyo ámbito queda inmerso, por definición, el poeta: "Perdido
en la luz, errante en la belleza, pobre por exceso, loco por so-
brada razón, pecador bajo la gracia" (9). Y si tal es el sujeto
creador, ¿qué será su creación?
El poeta se manifiesta revelador, mediante la palabra, de
los acontecimientos que sólo en él suceden; por tanto, es tal
acontecer de carácter individual, y de ahí, que pueda o no ser
"real", pero en cualquier caso sí será inefable, dirá lo indeci-
ble y será autónomo en sí, puesto que sólo en sí mismo se rea-
liza su dinámica y su significación. Dice María Zambrano de
la poesía: "Desde el primer instante se sintió arrastrada a ex-
presar lo inefable en dos sentidos: inefable por cercano, por
carnal. Inefable también por inaccesible, por ser el sentido más
allá de todo sentido; la razón última por encima de toda ra-
zón. Es el drama que humildemente ha conllevado todo poeta ;
unos, entendiéndolo, otros, sin entenderlo" (10). De ahí su invul-
nerabilidad, por ser totalitaria, asumiendo incluso el error, pues
en ella se establece la sunción de todos los momentos del espí-
ritu y en ello va implícito el campo de las intuiciones puras
kantianas: lo conocido porque me es dado, y por lo que yo pon-
go. Lo dado, caos de sensaciones donde deambula el ser poé-
tico del poeta y que ordena en la dispersión como sistema, co-
mo Poética, fenómenos integrados espacio-temporales, que son
intuiciones puras, formas apriorísticas de la sensibilidad que
no sólo es receptiva, sino también activa y crea sobre lo que apre-
hende; son formas donde alojo mi percepción y, por tanto, son
algo anterior a las cosas: es la subjetividad pura. Dice Hegel
que, si lo que percibo es la conciencia y aquello que he perci-
bido es la cosa, la conciencia se hace entendimiento, esto es,
sujeto del sistema de las cosas. Y recordando a Descartes, la
conciencia "de sí", al hacerse entendimiento, se aprehende di-
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rectamente consigo mismo; debe volver hacia sí: ser para sí
y designar la fuerza que lo anima: el deseo, expresión de la
vida misma.
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