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ALBERT EINSTEIN

Científico alemán nacido en 1879 en Ulm y muerto en Princeton en 1955. Considerado


como el máximo físico teórico de nuestro siglo, es conocido, sobre todo, como creador
de la Teoría de la Relatividad. Fue galardonado con el premio Nobel de Física en el año
1921.

Su nacimiento coincidió con uno de los múltiples


viajes que realizó su familia debido a las
dificultades económicas. Ingresó en el Instituto
Federal de Tecnología Suizo a los diecisiete
años. Tras acabar sus estudios, se nacionalizó
suizo y comenzó a trabajar en la Oficina Suiza
de Patentes de Berna. Fue éste un trabajo
humilde, que le convirtió en un buen
examinador de patentes y le proporcionó la
holgura económica suficiente para continuar con
sus investigaciones en solitario. Publicó en 1905
sus tres primeros artículos en los que abordaba
los campos del movimiento browniano, el efecto fotoeléctrico, y la relatividad especial.
Contrajo dos veces matrimonio, la primera en 1903, de cuyas nupcias nacieron dos
hijos, y la segunda poco después de 1916, con una prima suya que aportó dos hijas de
su anterior matrimonio. En 1909 consiguió su primera plaza de profesor titular en la
Universidad de Zurich. Al año siguiente obtuvo una cátedra en Praga y dos años más
tarde en Zurich; fue nombrado director del Instituto de Física Kaiser Wilhelm en Berlín
en el año 1913, y dos años más tarde publicó la Teoría general de la relatividad.

Su teoría consta de dos enunciados diferentes. El primero, publicado en 1905 y


llamado de la relatividad especial, se ocupa de sistemas que se mueven uno respecto
del otro con velocidad constante (incluso pudiendo ser igual a cero); el segundo (de
1916), llamado de la relatividad general, se ocupa de sistemas que se mueven a
velocidad variable. Los postulados de la relatividad especial son dos; el primero afirma
que todo movimiento es relativo a cualquier otra cosa, y por lo tanto el éter, que se
había considerado durante todo el siglo XIX como medio propagador de la luz y como
la única cosa absolutamente firme del Universo, con movimiento absoluto y no
determinable, quedaba fuera de lugar en la física, que no necesitaba un concepto
semejante (que no podía determinarse por ningún experimento).

El segundo postulado afirma que la velocidad de la luz es siempre constante con


respecto a cualquier observador. De sus premisas teóricas obtuvo una serie de
ecuaciones que tuvieron consecuencias importantes e incluso algunas desconcertantes,
como el aumento de la masa con la velocidad. Uno de sus resultados más importantes
fue la equivalencia entre masa y energía, según la conocida fórmula E=mc², en la que
c es la velocidad de la luz y E representa la energía obtenible por un cuerpo de masa m
cuando toda su masa sea convertida en energía. Dicha equivalencia entre masa y
energía fue demostrada en el laboratorio en el año 1932, y dio lugar a impresionantes
aplicaciones concretas en el campo de la física (tanto la fisión nuclear como la fusión
termonuclear son procesos en los que una parte de la masa de los átomos se
transforma en energía). Los aceleradores de partículas donde se obtiene un
incremento de masa son ejemplo experimental clarísimo de la teoría de la relatividad
especial. En un sistema en movimiento con respecto a un observador se verifica una
dilatación del tiempo; esto se ilustra claramente con la famosa paradoja de los
gemelos: "imaginemos a dos gemelos de veinte años, y que uno permaneciera en la
Tierra y el otro partiera en una astronave, tan veloz como la luz, hacia una meta
distante treinta años luz de la Tierra; al volver la astronave, para el gemelo que se
quedó en la Tierra habrían pasado sesenta años; en cambio, para el otro sólo unos
pocos días".

La teoría de la relatividad general se refiere al caso de movimientos que se producen


con velocidad variable y tiene como postulado fundamental el principio de
equivalencia, según el cual los efectos producidos por un campo gravitacional
equivalen a los producidos por el movimiento acelerado. La primera conclusión
importante a la que llegó Einstein al desarrollar esta premisa fue la de que las órbitas
de los planetas no eran fijas, como había creído Newton, sino que rotaban lentamente
en el espacio, por ello este movimiento era imperceptible en la mayoría de los
planetas. Así Einstein estimó que la elipse trazada por Mercurio en su órbita alrededor
del Sol, tendría que exhibir una rotación que superaba en cuarenta y tres segundos de
arco por siglo a la pronosticada por la teoría newtoniana.

La segunda conclusión, a la que llevó la relatividad general, fue a la predicción según


la cual los rayos luminosos, al pasar de una región de un campo gravitatorio a otra,
deberían sufrir un desplazamiento en su longitud de onda (el desplazamiento al rojo de
Einstein), lo que fue comprobado midiendo el desplazamiento aparente de una estrella,
con respecto a un grupo de estrellas tomadas como referencia, cuando los rayos
luminosos provenientes de ella rozaban el Sol. La verificación se llevó a cabo
aprovechando un eclipse total de Sol (para evitar el deslumbramiento del observador
por los rayos solares, en el momento de ser alcanzados por la estrella); la estrella fue
fotografiada dos veces, una en ausencia y otra en presencia del eclipse. Así, midiendo
el desplazamiento aparente de la estrella respecto al de las estrellas de referencia, se
obtenía el ángulo de desviación que resultó ser muy cercano a lo que Einstein había
previsto.

A raíz de la relatividad general, los modelos cosmológicos del


universo también experimentaron una radical transformación.
La cosmología relativista hacía hipótesis sobre un universo
ilimitado, carente de límites o barreras, pero finito, según la
cual el espacio era curvo en el sentido de que las masas
gravitacionales determinaban en su proximidad la curvatura de
los rayos luminosos. Sin embargo Friedmann, en 1922,
concibió un modelo que representaba a un universo en
expansión, incluso estático, que obedecía a las ecuaciones relativistas de Einstein. En
1920, mientras aún estaba en la oficina de patentes, conoció a Leo Szilard, un joven y
brillante físico de origen húngaro, con el cual trabó una fuerte relación de amistad y
con el cual compartía una enorme afición por las ideas y por la invención. Resultado de
la amistad de ambos y del interés de Szilard por la termodinámica (había resuelto el
problema paradójico del demonio de Maxwell mediante la introducción del concepto de
bit) fue el establecimiento de un acuerdo para desarrollar frigoríficos domésticos que
no empleasen partes móviles.

Los desarrollos dieron lugar a varias patentes y acuerdos de colaboración con las
compañías Bamag-Mequin de Berlín, en 1926, y con la compañía sueca Electrolux en
1927. Ambos acuerdos no dieron como resultado productos comerciales por diversas
razones. En 1928 presentaron un refrigerador que empleaba como fuente de energía la
presión del agua del grifo, y que se fabricó con cierto éxito por la compañía Citogel.
Después de estas experiencias ambos comenzaron a trabajar en su invento más
revolucionario: la bomba electromagnética Einstein-Szilard, que carecía de piezas
móviles, y en la que un campo electromagnético provocaba el desplazamiento de un
metal líquido. La compañía AEG se interesó por el invento y, el 31 de julio de 1931, se
puso en pruebas. La depresión de la compañía alemana puso punto final a este
proyecto. Al mismo tiempo, la subida de Hitler al poder aconsejó la salida de ambos de
Alemania debido a su condición de judíos.

Aunque ninguno de los frigoríficos diseñados en esta colaboración llegó a


comercializarse, en los siete años de colaboración registraron más de cuarenta y cinco
solicitudes de patente en seis países.

Abandonó Alemania en 1933. Vivió exiliado primero en Francia y más tarde en Bélgica,
Reino Unido y Estados Unidos, país este último donde fue recibido con entusiasmo y en
donde se hizo cargo de la cátedra de física teórica en el Instituto de estudios
superiores de Princeton. Se negó a participar en las investigaciones que llevaron a la
fabricación de la bomba atómica, e incluso con posterioridad fue reconocido por su
actitud pacifista, en la que destacaron sus esfuerzos por establecer un control
internacional del uso de la energía atómica. En 1940 adoptó la nacionalidad
estadounidense, y hacia 1945 se retiró de la docencia para poder desarrollar con
exclusividad sus investigaciones teóricas.

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