Vous êtes sur la page 1sur 4

HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN

MONICIÓN. Nos disponemos y preparamos para la Hora Santa, y para ello


hacemos silencio, interior y exteriormente. Pedimos la asistencia de
nuestros ángeles custodios, para que eleven nuestras oraciones al Corazón
Inmaculado de María. Ofrecemos esta Hora Santa en honor al Sagrado
Corazón y la ofrecemos en reparación por los dolores provocados al
Sagrado Corazón por parte de los hombres, que corren detrás de los ídolos
del mundo, posponiendo a Jesús y haciendo vano su sacrificio redentor. El
Sagrado Corazón está rodeado por una corona de espinas, representación
de la malicia del corazón humano, que responde con el pecado al don del
Amor divino manifestado en Jesús.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).

         Canto de entrada: (Canto eucarístico)

         Meditación

         Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que te revelaste a Santa


Margarita dándole a conocer las riquezas inagotables del Amor de tu
Corazón traspasado, pero al mismo tiempo te quejaste por los innumerables
desprecios, ultrajes e indiferencias, con los cuales eres continuamente
ofendido, te pedimos perdón y te ofrecemos tu propio Corazón, vivo y
palpitante de amor en la Eucaristía, en reparación por todas las veces que
los hombres -entre ellos, nosotros mismos- olvidan tu Presencia en el
Santísimo Sacramento del altar y te posponen, quien por una diversión,
quien por un pasatiempo, quien por una creatura, todos por bagatelas que
comparadas a Ti son menos que la nada y el polvo. Jesús, que entregaste tu
vida en la Cruz para salvar a los hombres, y no escatimaste prueba de amor
alguna, de manera que nadie pueda decir que te reservaste algo para Ti;
Jesús, que en el Huerto de Getsemaní sufriste los más atroces dolores,
porque sufriste todos y cada uno de los dolores y de las muertes de todos
los hombres de todos los tiempos; Jesús, que en tu Pasión de Amor, fue
tanto el dolor por ver la condenación de multitud de hombres a quienes
amabas más que al universo entero, que sudaste gotas de sangre, de tu
Sangre preciosísima; Jesús, que cargaste sobre tus espaldas los pecados de
todos y cada uno de los hombres, y por Amor sufriste en silencio el castigo
que la Justicia divina tenía preparado para ellos, y aun así, los hombres
desprecian tu Presencia eucarística y te abandonan en pos de los ídolos del
mundo; oh Sagrado Corazón de Jesús, horno ardentísimo del Amor de Dios,
no tengas en cuenta estos ultrajes, frialdades e indiferencias; mira más bien
aquello que te ofrecemos, tu mismo Corazón, en quien arde el Amor eterno
del Ser trinitario, y el Corazón Inmaculado de tu Madre amantísima,
inhabitado por el Purísimo Amor de Dios, y que esto que te ofrecemos te
llene tanto de consuelo a tus penas y amarguras, que ya no tengas en
cuenta las ofensas con las que los hombres ingratos te agraviamos
constantemente.

         Silencio para meditar.

             Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, cuyos méritos infinitos están


siempre en acto ante el Padre, de modo de poder dar satisfacción en todo
momento por todos los hombres; oh Jesús, que en el Huerto de Getsemaní
pediste a tus discípulos, que te acompañaran con la oración mientras Tú te
ofrecías al Padre por nuestra salvación, pero los discípulos, invadidos por el
desamor y la pereza, durmieron en vez de rezar, y así las fuerzas de la 
oscuridad, envalentonadas por la tibieza de los buenos, te cercaron y te
rodearon y con palos y espadas iniciando así tu dolorosísima Pasión. Oh
Jesús, ¡cómo se marca aquí el contraste entre tus discípulos, que deberían
orar movidos por el Amor, y en vez de hacerlo, duermen dominados por la
pereza espiritual! En ellos están representados todos aquellos que, en el
tiempo, cometerían el pecado de la acidia o pereza espiritual, pecado de
desamor y de frialdad, malicia incomprensible para quien ha gustado las
dulzuras y ternuras inenarrables de tu Sagrado Corazón. En contraposición a
la frialdad y tibieza, a la desidia y a la pereza de tus amigos, los Apóstoles, y
todos aquellos a quienes llamarías a tu amistad a lo largo de los tiempos,
tus enemigos, movidos por el odio a ti y por el amor al dinero, se mueven
con premura y eficacia, llenando el espacio de correrías, gritos,
imprecaciones, insultos hacia Ti, con tanta rapidez y furia, que todos se
atropellan y se empujan por ver quién es el que más rápido y fuerte te
propina golpes. Oh Jesús, tu Sagrado Corazón se estruja de dolor al
comprobar que, en tus amigos, puede más el amor propio, la pereza y la
indolencia, antes que el Amor a Ti, porque si te amaran, al menos habrían
vencido el sueño y habrían hecho oración. Te ofrecemos en reparación,
Sagrado Corazón, el Amor de tu Madre amantísima, Amor que la llevó a orar
continuamente, en todo momento, y el amor y las oraciones de los cientos
de miles de santos que a lo largo de la historia te amaron y se unieron a Ti
en las horas de tu amarguísima Pasión.

             Silencio para meditar.          


          
             Sagrado Corazón de Jesús, cuyo sufrimiento en el Huerto de
Getsemaní supera todo lo imaginable, porque asumiste sobre Ti los dolores
y las muertes de todos los hombres –asumiste mis dolores y mi muerte-
para destruir los pecados con el poder de tu Sangre, te doy gracias y te
bendigo por haber sufrido por mí el castigo que me merecía por mis
pecados, y te doy gracias por haber sufrido mi propia muerte para destruirla
y donarme tu Vida eterna; Sagrado Corazón de Jesús, cuyo Amor es aun
más grande que tu sufrimiento y dolor, porque fue el Amor, y nada más que
el Amor, el que te impulsó a cargar sobre tus espaldas los pecados de toda
la humanidad, te doy gracias y te bendigo, porque de esta manera me has
revelado el secreto más íntimo de tu Ser divino trinitario: que nos amas al
punto tal de cometer la locura de Amor más grande que un Dios pueda
llevar a cabo, y es el sacrificio de tu propia vida en la Cruz. Por este infinito
Amor que brota de tu Corazón traspasado en la Cruz, como de una fuente
inagotable haz, oh buen Jesús, que tu Pasión y tu Amor se impriman con tal
fuerza en mi mente, en mi corazón, en todo mi ser, que no haya instante del
tiempo en el que no te ame, ni segundo en el que no suspire por Ti, ni
instante en el que no me postre en adoración agradecida a tu infinita
Misericordia, y si por debilidad o malicia de Ti me olvidare, atráeme con la
fuerza de tu Pasión de Amor, para que inmediatamente regrese a postrarme
ante tu Presencia, para así adorarte y amarte continuamente, en el tiempo,
como anticipo de la adoración y el amor eternos que por tu misericordia
espero tributarte en los cielos, para siempre.  

             Silencio para meditar.        


            
         Oh Sagrado Corazón, que estás rodeado de gruesas y filosas espinas,
espinas que representan nuestros pecados, nuestras maldades, nuestras
indiferencias, nuestras frialdades frente a tu Presencia eucarística; Sagrado
Corazón de Jesús, que viniste a nuestro mundo para donarnos el Amor del
Padre con la Sangre de tu Corazón, y nosotros a cambio te respondemos
con ingratitudes, olvidos, menosprecios, que desgarran la Carne de tu
Corazón provocándole profundas y dolorosas heridas. Sagrado Corazón,
cuyo Motor es el Amor divino, Amor que a cada latido grita con voz potente:
“¡Almas! ¡Almas!”, y a cambio recibes frialdad e indiferencia, ¡ten piedad de
los pobres pecadores, ten piedad de quienes se olvidan de Ti,
posponiéndote por las creaturas! Apiádate de ellos, porque no saben lo que
hacen, y no saben lo que hacen, porque no te conocen. Si te conocieran, te
amarían y correrían a postrarse en adoración continua frente a tu Presencia
sacramental. Sagrado Corazón, cercado por punzantes y filosas espinas,
que son nuestros pecados; te ofrecemos, en reparación, el suave aceite que
calmará tu dolor, el amor y la oración del Inmaculado Corazón de María, y
nos unimos a su oración y a su amor, para darte consuelo y alivio en medio
de tanto dolor. Jesús, que nuestra reparación y adoración, que no es
nuestra, sino la de tu Madre amantísima, sirvan de suave bálsamo que
reparen los desgarros que las espinas de nuestros pecados en tu
adorabilísimo Corazón.

             Silencio para  meditar.

         Sagrado Corazón de Jesús, que estás envuelto en las llamas del Amor
divino, Tú eres llamado “Carbón ardiente” o “Ántrax”, por los Padres de la
Iglesia, porque tu Humanidad Santísima ardió, como brasa incandescente,
desde el primer instante de la Encarnación, al contacto con el Fuego del
Espíritu Santo. Jesús, a quien los tibios te provocan náuseas, al punto de
“vomitarlos de tu boca”, te suplicamos por los hombres de nuestro tiempo,
que enceguecidos por la ciencia, la técnica y la tecnología, se postran en su
adoración tomando así a la razón humana como a un ídolo, enfriando sus
corazones y desplazándote a Ti, único Dios verdadero, el único que merece
ser adorado y bendecido por los siglos sin fin. Apiádate de ellos, Sagrado
Corazón, y envíales tu Espíritu Santo, tu Espíritu de Amor, sopla sobre sus
fríos corazones, negros como el carbón, el fuego del Amor divino que te
envuelve, y enciéndelos y conviértelos en teas ardientes de amor y
adoración, que resplandezcan en los cielos por la eternidad.

             Silencio para meditar.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).

         Canto de salida: (Canto eucarístico)

Vous aimerez peut-être aussi