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Las Servidoras

TOMO II

COLECCIÓN TERTIO MILLENNIO


Las Servidoras
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Las Servidoras
TOMO II

EDICIONES «DEL VERBO ENCARNADO»


WASHINGTON – LOJA – AREQUIPA – DUSHAMBÉ – SAN RAFAEL
2002
Imprimatur.

Foto de Tapa: Hermanas del Estudiantado «Santa

Catalina de Siena» en San Rafael, Mendoza, junto a su

Fundador y Autor de este libro.

Foto de Contratapa: Hermanas capitulares durante el

Capítulo General de las Servidoras del Señor y la Virgen


de Matará, que tuvo lugar en Roma en 1999

Primera edición: Septiembre de 2002

Registro de la propiedad intelectual

Ediciones «Del Verbo Encarnado»

del Instituto del Verbo Encarnado

El Chañaral 2699 – CC 376 – (5600)

San Rafael (Mendoza) Argentina

Tel +54 –(0) 2627 – 430451

Fax +54 –(0) 2627 – 430235

Internet: www.iveargentina.org

E-mail: ediciones@iveargentina.org
Dedicatoria, dedicatoria,
dedicatoria, dedicatoria,
dedicatoria.
Las Servidoras

PRÓLOGO

El Autor de este libro, segundo tomo de «Las


Servidoras», R. P. Carlos Miguel Buela, es el Fundador y
actual Superior General del Instituto del Verbo Encarnado
–250 sacerdotes– y de su Rama Femenina Servidoras del
Señor y de la Virgen de Matará -570 religiosas–, además
de ser autor de «Sacerdotes para siempre», «Modernos
Ataques contra la Familia», «Jóvenes hacia el tercer
Milenio», «El Catecismo de los Jóvenes», «El Libro de la
Pasión»; «R. P. Julio Meinvielle», «Fátima ¡Y el Sol bailó!»,
«María de Luján, el Misterio de la Mujer que espera»; y
colaborador de la revista «Diálogo». Con esta trayectoria
sacerdotal e intelectual ya queda suficientemente
presentado para los que aun no lo conocen.

Después de haberme acogido, «Como invitado de


honor» –son sus palabras– para residir en el Seminario
Mayor «Santa María Madre del Verbo Encarnado» de San
Rafael, me ha honrado por segunda vez, al pedirme el
prólogo de este libro, dedicado especialmente a «Las
Servidoras» y que constituye una recopilación de
sermones, que ha rescatado del olvido, y que por tratar de
temas fundamentales del «Depósito de la Fe», lejos de
perder actualidad, se acrecienta su valor a medida que se
repiten los antiguos errores, o se olvidan las verdades
fundamentales de nuestra Fe. De ahí que, como diestro
luchador, con la espada de la verdad en la derecha,
ilumina las mentes con el fulgor de la ortodoxia (lo han
llamado «ultraortodoxo» – muy verdadero) y con el escudo
del I.V.E. (Instituto del Verbo Encarnado) en la izquierda,
quiebra los darlos de las herejías, en estos tiempos de
confusión doctrinal y moral, donde la voz de orden
pareciera ser: «Sálvese quien pueda».

La doctrina documentada de este libro ha de atraer la


atención, eso creo que pretende el autor, como centinela
alerta, sobre algunas verdades fundamentales olvidadas o
negadas abiertamente: la Santísima Trinidad, la Santísima
Virgen María, el Primado de Pedro, la Vida Religiosa con
sus votos, el Celibato de los sacerdotes, las Vocaciones
sacerdotales y religiosas, el celo misional junto con el
ecumenismo, la Tradición, la Dignidad de la mujer. Sobre
este tema, de la mujer, así se expresaba Juan Pablo II al
rezar el Ángelus el 29 de junio de 1995: «Es posible intuir
la grandeza de la dignidad de la mujer por el hecho de que
el Hijo Eterno de Dios quiso nacer, en el tiempo, de una
mujer, la Virgen de Nazareth, espejo y medida de la
verdadera femineidad». Y haciendo eco a estas sublimes
palabras, la Madre Ánima Christi, Superiora General de las
Servidoras decía: «Para mi, como Servidora del Señor, ha
sido una verdadera revelación, leer algunas pocas
palabras del Santo Padre, tomadas sobre todo de las
encíclicas “Mulieris Dignitatem” y “Evangelium Vitae”,
además de varias homilías y catequesis, en donde el Papa
Juan Pablo II desarrolla el tema del papel, y más aun, la
dignidad íntegra de la mujer, según la fe cristiana católica.
En estos textos vislumbro el hermoso arco iris de la
vocación femenina (ya sea laica o religiosa) que nos dibuja
el Santo Padre con sus palabras. Así, llegando a un mayor
conocimiento del papel de la mujer en el plan divino de la
salvación, nos hará crecer en amor y agradecimiento, en
primer lugar, por la vida recibida del Creador, y luego, por
la Iglesia y el Santo Padre. Porque a través de las sagradas
palabras de la Revelación y las enseñanzas de la Iglesia,
somos guiados por las sendas de esta vida, ofreciendo a la
humanidad un modelo de vida, que apunta al amor y a la
santidad, para poder alcanzar la vida eterna».

Padre Buela: ¡Adelante, Dios lo quiere! Quiero hacer


mías, para Ud., las palabras que San Pablo dijera a
Timoteo: Te conjuro, pues, delante de Dios y de Jesucristo,
que ha de juzgar vivos y muertos, al tiempo de su venida
y de su reino: predica la palabra de Dios con toda fuerza y
valentía, insiste con ocasión y sin ella: reprende, ruega,
exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá
tiempo, en que los hombres no podrán sufrir la sana
Las Servidoras
doctrina, sino que, teniendo una comezón extremada, de
oír doctrinas que lisonjean sus pasiones, recurrirán a una
caterva de doctores propios para satisfacer sus
desordenados deseos. Y cerrarán sus oídos a la verdad y
los aplicarán a las fábulas. Tú, entre tanto, vigila en todas
las cosas de tu ministerio. Vive con templanza. Que yo ya
estoy a punto de ser inmolado, y se acerca el tiempo de
mi muerte. He combatido con valor, he concluido la
carrera, he guardado la Fe. Nada me resta sino aguardar
la corona de justicia que me está reservada, y que me
dará el Señor en aquel día, como justo Juez; y no sólo a
mí, sino también a los que llenos de Fe desean su venida.

LIC. VICTORINO ORTEGO PBRO.


Párroco Emérito de la Parroquia de San José.
SAN RAFAEL – ARGENTINA.
Primera Parte

Santísima
Trinidad
1. LA VERDAD MÁS BELLA: DIOS ES UNO Y TRINO

Nos reunimos en este domingo para celebrar de


manera especial lo que constituye la piedra de toque –y no
solamente piedra de toque, sino la clave de bóveda– de
nuestra fe católica, que es el misterio de la Santísima
Trinidad: Dios que es Uno, en naturaleza numéricamente
una, sin embargo, es Trino en Personas. Podríamos decir
que hoy es la fiesta del «apellido» del Dios de los
cristianos, es decir, de aquello que distingue al Dios vivo y
verdadero, de todos los pretendidos dioses.
¿Quién es la Santísima Trinidad? Es Dios, Uno y Único
en naturaleza y Trino en Personas. De tal modo que
reconocemos en Dios, como confiesa la fe católica y se
nos recuerda en el prefacio de esta Misa:
– la distinción de las personas: el Padre es Padre, no
es Hijo, ni el Espíritu Santo; el Hijo es Hijo, no es el Padre,
ni el Espíritu Santo; el Espíritu Santo es el Espíritu Santo,
no es el Padre, ni es el Hijo;
– la unidad de la naturaleza: el Padre es Dios, el Hijo
es Dios, el Espíritu Santo es Dios, pero no son tres dioses
sino un sólo Dios.
– la igualdad de su poder: tan Dios es el Padre como
el Hijo y el Espíritu Santo; tan Dios es el Hijo como el Padre
y como el Espíritu Santo; y tan Dios es el Espíritu Santo
como el Padre y como el Hijo.
En esta reflexión quiero recordar algunos aspectos, que
creo son muy importantes acerca de la Santísima Trinidad.

I. Razones por las que es necesario conocer el


misterio trinitario.
Me gusta recordar siempre que Santo Tomás 1 da dos
razones principalísimas por las que hemos necesitado los
hombres conocer las divinas personas: la primera, para
tener ideas correctas acerca de la Creación; y, la segunda,
para tener ideas correctas acerca de la Redención.

1º. Para tener ideas correctas acerca de la


Creación.
¿Qué dice Santo Tomás para tener ideas correctas
acerca de la Creación? Que al confesar que el Padre
celestial hizo todas las cosas por su Hijo, el Verbo, se
excluye el error de todos aquellos que sostienen que el
mundo se hizo por necesidad divina, y no por un acto
libérrimo de Dios. Y que al confesar que el Espíritu Santo
procede del amor y es el Amor infinito, se excluye el error
de aquellos que afirman que Dios hizo las cosas porque Él
estaba carenciado, es decir, por que necesitaba hacer el
mundo para completarse y ser más perfecto, a semejanza
de lo que luego de siglos, va a decir el mismo Hegel: que
«Dios y el mundo es más que Dios sólo»2.

Dios crea, pero no por necesidad; Dios crea no porque


está obligado; Dios crea por el Verbo y en el Espíritu
Santo. Decir que Dios creó el mundo por necesidad o
porque le faltaba algo o por algún otro motivo extrínseco
es poner imperfección en Dios. Esto último implica
limitarlo, negar su grandeza, su majestad, su señorío, su
trascendencia. En última instancia, es negar que Dios sea
Dios.

b. Para tener ideas correctas acerca de la


Redención.
1
cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, 32, 1, ad 3; Summa Contra
Gentiles IV, II.
2
Hegel: «Sans le mond, Dieu n´est pas Dieu». El punto está
desarrollado ampliamente por CORNELIO FABRO, Participation et
Causalité selon S. Thomas d´Aquin, Publications Universitaires de
Louvain, Éditions Béatrice – Nawelaerts (París 1961) 582.
Las Servidoras
Esta es sin duda la razón principal por la cual los
hombres hemos necesitado que Dios nos revelase la
Trinidad de Personas, y es porque la salvación se obra por
el Hijo hecho hombre y por el Espíritu Santo. Si el Hijo no
fuese Persona divina sólo sería hombre y un puro hombre,
no solamente no nos puede salvar a nosotros, sino que ni
siquiera puede salvarse a sí mismo. Si el Hijo no fuese la
segunda Persona de la Santísima Trinidad, poco valdría la
Iglesia, que sería una mera institución humana, y poco
valdrían los sacramentos, porque serían ritos ineficaces
para quitar nuestros pecados y darnos la gracia. Y si el
Espíritu Santo no fuese Persona divina, tercera de la
Trinidad, no sería el dulce Huésped de nuestra alma, no
sería posible nuestra santificación, no sería posible nuestra
inserción en el misterio Pascual de Nuestro Señor. Por eso
es que fue necesario para nuestra salvación la revelación
divina del misterio trinitario.
La verdad acerca de la Santísima Trinidad es una
verdad que se debe conocer, y es una verdad que
nosotros tenemos la obligación de transmitir porque es
una de las verdades que el hombre necesariamente
tiene que conocer si es que quiere salvarse, y tiene que
conocer no por necesidad de precepto, sino mucho más,
por necesidad de medio. Por este motivo, nunca dejen de
enseñar el misterio de la Santísima Trinidad, de manera
especial cuando preparan algún adulto para el bautismo o
para la primera comunión. El hombre necesita conocer con
necesidad de medio la realidad de que Dios es Trino en
Personas.
El conocer estas razones es de tal manera necesario
que si un cristiano –y más aun si se trata de un alma
consagrada– no posee la conciencia clara de que en Dios
hay tres Personas distintas, o hay una noción vaga, que
sin llegar a negarla no tiene sin embargo fuerza y vida en
él, ese hombre –ese creyente– necesaria y fatalmente
tendrá ideas incorrectas respecto de la Creación y, más
aun, respecto de la Redención. Y la posesión de estas
ideas lo conducirá de hecho a vivir de forma no entusiasta.
II. El misterio de la Santísima Trinidad.
Es un misterio tan grande, y excede tanto la capacidad
del entendimiento humano, de todo entendimiento
humano y de todos los entendimientos humanos juntos,
que aun después de la Revelación, y aun después de la
misma formulación exacta por parte de la Iglesia en su
Magisterio supremo –afirmando que es una verdad de fe y
de fe definida y, por tanto, irreformable incluso en la
misma formulación del misterio–, sigue siendo un misterio.
El hecho de que Dios lo haya revelado 3, de que el
Magisterio supremo de la Iglesia lo presente como verdad
de fe divina y católica definida 4, que los más grandes
teólogos de todos los tiempos hayan investigado en el
misterio y hayan buscado de expresarlo de la manera más
adecuada posible, no quita sin embargo que el misterio
sea misterio, y que en sus elementos esenciales siga
siendo misterio para nosotros. Cuando digo «misterio», no
digo misterio en el sentido de aquella cosa oculta, que es
misteriosa porque no la conocemos, sino que digo misterio
en sentido ontológico5, es decir, una realidad tal, de tal
densidad, que es incapaz de ser conocida adecuadamente
por un entendimiento limitado, finito, como el nuestro.

III. Actualidad de la Santísima Trinidad


La actualidad e importancia de la Santísima Trinidad en
el mundo que nos rodea es dada: a) por las negaciones, b)
por las deformaciones, y c) por las afirmaciones de la
misma.

3
cfr. Lc 1,35; Mt 3,16–17; Jn 14, 26; Mt 28,19.
4
cfr. Símbolos Apostólico (DH 1ss), Quicumque (DH 75), Niceno
(DH 125), Constantinopolitano I (DH 150), Toledo XI (DH 525), Letrán
IV (DH 800), Florencia (DH 1331ss); etc.
5
cfr. Catecismo de la Iglesia católica, n. 237. La Trinidad de
personas en Dios es un misterio estrictamente dicho, es decir, sólo
puede conocerse por Revelación Divina y la razón natural, aceptado
este dato revelado, no puede alcanzar evidencia intrínseca del
mismo. Es una nota teológicamente cierta, y la censura
correspondiente es «error en teología»; cfr. J. IBAÑEZ– F. MENDOZA, «La
fe divina y católica de la Iglesia», Editorial Magisterio Español (1978)
79.
Las Servidoras
a) es negada: por los judíos, por los mahometanos,
por los arrianos, por los ateos, por ciertos teólogos
progresistas como Piet Schoonemberg, por protestantes
como Bultmann, Robinson, etc. y todos sus seguidores.
b) es deformada: La verdad de la Trinidad fue
enseñada a nuestros primeros padres en la revelación
primordial. Al pecar se deformó la verdadera doctrina y, de
allí que haya muchísimas «caricaturas» de la Santísima
Trinidad porque de suyo, el hombre al no pensar como
corresponde acerca del misterio más grande del todo el
universo, ha de deformarlo aun incluso, cuando no crea en
él.
En la Antigüedad (y muchos se conservan actualmente)
creían en tres dioses entre los:
– Hinduistas: Vishnú – Shiva – Brahma6;
– Vedas: Mitra – Indra – Nasatya;
– Vikingos: Tyr – Nerthus – Odín7;
– Griegos: Zeus – Hera – Hermes8;
– Romanos: Júpiter – Juno – Vulcano (tríada capitolina) 9;
– Mayas: kinich Ahan (sol) – Quezalcoatl (o Kuculcán) –
Ixchel (o Luna);
– Egipcios: Osiris – Horus – Amman;
– Cabalistas: Kether – Chocmak – Binah10;
– Plotinianos: lo Uno – la Inteligencia – El alma del
mundo;
– En Proclo: esencia – proceso – retorno;
– Joaquín de Fiore: habla de la edad del Padre, la edad
del Hijo y la edad del Espíritu Santo (lo que sería una
6
cfr. KÖNIG, Diccionario de las Religiones, Editorial Herder
(Barcelona 1964) 199.
7
cfr. Ibidem, 584.
8
cfr. Ibidem, 609–610.
9
cfr. Ibidem, 1181.
10
JULIO MEINVIELLE, De la Cábala al progresismo, Editorial Calchaquí
(Salta 1970) 101.
suerte de Trinidad intrahistórica; de él se deriva la
transposición mundana del misterio de la Trinidad en
muchos pensadores11).

En los tiempos modernos:


– Hegel: tesis – antítesis – síntesis;
– Comte: edad teológica – edad metafísica – edad
positivista;
– Marx: feudalismo – capitalismo – marxismo;
– Niezche: camello – león – niño;
– Freud: ello – yo – super yo;
– Los mormones invocan al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo, pero no es la Santísima Trinidad, porque para ellos
son tres dioses que forman una divinidad;
– Yves d’ Alverdry: tres fuerzas: voluntad popular –
poder – autoridad;
– A. Lunacharski: «El Padre es la fuerza productiva; el
Hijo es el proletariado, y el Espíritu Santo el socialismo
científico»12.

Y así podríamos seguir enumerando todas estas


«tríadas» que no son más que la transposición profana del
augustísimo misterio cristiano de la Santísima Trinidad.

c) es afirmada la fe en la Trinidad. Todos los días


miles de hombres rezan: «Creo en Dios Padre
todopoderoso... Creo en Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor... Creo en el Espíritu Santo».
Todos los días se reza la Santa Misa que comienza «En
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Se le
11
cfr. HENRI DE LUBAC, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore,
Editorial Encuentro, 2 tomos (Madrid 1989).
12
VITTORIO MARCOZZI, El problema de Dios, pág. 19.
Las Servidoras
pide perdón en los Kyries: «Señor, ten piedad. Cristo,
ten piedad. Señor, ten piedad». En el Gloria decimos:
«Gloria a Dios... Padre...Señor Hijo único
Jesucristo...con el Espíritu Santo». En el Sanctus:
«Santo, Santo, Santo». En la doxología: «Por Cristo,
con Él y en Él, a ti, Dios Padre todopoderoso, en la
unidad del Espíritu Santo...». En el final de las
oraciones: «Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
es Dios y vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo...». En la bendición final: «La bendición
de Dios todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu
Santo...».
Todos los días millones y millones de veces: el rico y el
pobre, el culto y el ignorante, el niño y el adulto,
manifiestan la Santísima Trinidad, abrazándose a Ella al
santiguarse.
Adoremos profundamente este augusto misterio, tal
como lo enseña la Iglesia católica, que «no fuera Dios
quien es, si fuera Dios entendido» (San Agustín).

IV. El misterio previene contra los errores


teológicos del progresismo cristiano.
El misterio de la Santísima Trinidad produce –en aquél
que lo adora, que lo conoce, que lo confiesa, que lo
celebra, que lo predica–, un efecto: lo previene. ¿Contra
qué?

En primer lugar, lo previene contra el racionalismo, una


de las pestes del mundo moderno, y una de las grandes
pestes del progresismo cristiano. Es la pretensión del
hombre de creer que sólo existe o sólo tiene importancia
aquello que el hombre es capaz de conocer con su razón.
O peor aun, esa tendencia por la cual se busca de dar
explicaciones naturales a lo que de suyo es sobrenatural,
como hasta el cansancio vemos que se hace con los
milagros de la Sagrada Escritura, con la Sagrada
Eucaristía, con las vocaciones. Cuando golpée la puerta de
tu alma esa herejía del racionalismo, acuérdate de la
Santísima Trinidad. Reconoce que no puedes darle una
explicación absoluta, totalmente adecuada, porque es algo
que se te escapa, te supera, te trasciende. Entonces allí, al
reconocer el misterio de la Santísima Trinidad, por así
decirlo, al doblar las rodillas de tu inteligencia ante la
grandeza del misterio, reconocerás de hecho que hay
cosas que te superan. Entonces no caerás en esa
tentación luciferina de hacerte una religión a tu gusto, que
es la gran tentación de los consagrados, la cual, en el
fondo, es una gran tentación de poder porque se pretende
tener poder incluso sobre el mismo Dios.

En segundo lugar, el misterio de la Santísima Trinidad


te previene contra el naturalismo, otra de las grandes
pestes del progresismo cristiano. Cuando el Cardenal
Ratzinger dijo: «Ahora estamos invadidos por el neo–
pelagianismo», le preguntaron a un cardenal si estaba de
acuerdo con eso. El cardenal respondió: «Sí, estoy de
acuerdo con lo que dijo Ratzinger, pero habría que sacarle
el “neo”». El pelagianismo: es el hombre que cree que
puede hacer cosas buenas al margen de la gracia,
prescindiendo de la gracia. Es la tentación del principio:
Seréis como dioses (Gn 3,5).

En tercer lugar, el misterio de la Santísima Trinidad te


previene también contra el gnosticismo, que tiene el
carácter distintivo de creer que todo –Dios, el mundo, el
hombre– es un mismo ser homogéneo. Esta doctrina
herética rechaza de plano la idea de creación «ex nihilo»,
para sostener que la creación emana de Dios; en la
expresión gnóstica, la creación viene a ser como la «baba»
de Dios. De este modo se elimina la necesidad de la
Redención, es decir, de que Dios salve al hombre: puesto
que toda la realidad tiene un «núcleo» divino, la salvación
consistirá entonces simplemente en destapar ese núcleo.
Pero contra esta pretensión de dar explicación racional de
todo el universo, propia del gnosticismo, se alza como un
baluarte inexpugnable el misterio de la Santísima Trinidad.
Las Servidoras

En cuarto lugar, aun más, el misterio de la Santísima


Trinidad es una prevención contra lo que son las
aplicaciones pastorales de esta teología pseudo–cristiana,
esto es, el sincretismo religioso, que es la peste del falso
ecumenismo y del falso diálogo interreligioso. Hay que ir al
ecumenismo, pero nunca a costa de la Trinidad; si uno va
a costa de la Trinidad, es falso ecumenismo. Hay que ir al
diálogo interreligioso, pero nunca a costa de la Trinidad; si
uno va al diálogo interreligioso a costa de la Trinidad, ese
diálogo interreligioso, por más buenas intenciones que
tengamos, es falso.

V. Tanto la realidad creada como la iglesia están


impregnadas por el misterio trinitario.
El misterio de la Santísima Trinidad, como el misterio de
Dios, por así decirlo, permea, atraviesa, impregna toda la
realidad. No hay elemento alguno de la realidad creada
sobre la que no tenga que decir su palabra la Santísima
Trinidad.

En primer lugar, toda la Creación, como dice Santo


Tomás13, es un vestigio de la Santísima Trinidad; de una
manera admirable y maravillosa la Trinidad deja sus
huellas en la Creación.

En segundo lugar, en la obra de la Redención. Si deja


sus huellas en la Creación, cuánto más en esa realidad del
todo particular que es el hombre, y el hombre en el
Cuerpo Místico de Cristo. Por eso San Cipriano, hablando
de la Iglesia, decía: «Es el pueblo reunido en la unidad del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» 14. De modo tal que
13
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, 45,7.
14
cfr. SAN CIPRIANO, De Orat. Dom. 23: PL 4,553, cit. en CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 4.
así como es esencial a la Iglesia la dimensión eucarística –
es impensable la Iglesia sin la eucaristía–; así como es
esencial a la Iglesia la dimensión mariana –es impensable
la Iglesia sin la Virgen–; así como es esencial a la Iglesia la
dimensión petrina –es impensable la Iglesia sin Pedro, sin
el Papa–; así como es indispensable la dimensión
misionera, así es esencial, es impensable la Iglesia sin la
dimensión trinitaria. Sin la Trinidad, la Iglesia no sería
Iglesia.

Es el Concilio Vaticano II, en la constitución Lumen


Gentium15, quien desarrolla este punto de las relaciones
de la Iglesia con la Santísima Trinidad: la Iglesia respecto
al Padre, Pueblo de Dios, respecto al Hijo, Pueblo de Cristo,
respecto al Espíritu Santo, Templo del mismo. También
Juan Pablo II explicita la dimensión trinitaria de la Iglesia:
«La Iglesia... misma... se configura como misterio de
vocación, reflejo luminoso y vivo del misterio de la
Santísima Trinidad. En realidad la Iglesia, “pueblo
congregado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo”16, lleva en sí el misterio del Padre que, sin ser
llamado ni enviado por nadie17, llama a todos para
santificar su nombre y cumplir su voluntad; ella custodia
dentro de sí el misterio del Hijo, llamado por el Padre y
enviado para anunciar a todos el Reino de Dios, y que
llama a todos a su seguimiento; y es depositaria del
misterio del Espíritu Santo que consagra para la misión a
los que el Padre llama mediante su Hijo Jesucristo»18.

Estas relaciones que se establecen entre la Iglesia y la


Santísima Trinidad, se establecen también en la Eucaristía:
en el sacrificio de la Misa los tres grandes protagonistas
son el Padre, a quien se dirige el sacrificio, el Hijo, que

15
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre
la Iglesia «Lumen Gentium», 1.
16
S. CIPRIANO, De dominica Oratione, 23.
17
cfr. Ro 11,33–35.
18
cfr. JUAN PABLO II, exhortación apostólica post–sinodal «Pastores
Dabo Vobis», 35.
Las Servidoras
perpetúa su sacrificio, el Espíritu Santo, que es el que
hace, junto con las palabras de Cristo, posible la
transubstanciación del pan y del vino y que se haga el
ofrecimiento al Padre.

La referencia y relación al misterio trinitario es esencial


también para el laicado19, y lo es también para el
sacerdocio20, y es también esencial para la vida
consagrada21, como lo decimos cuando profesamos
nuestros votos con la fórmula aprobada y decimos: «en
dimensión trinitaria», y la misma misión «ad gentes»22.

Hermosamente describe Lope a San Agustín cuando


ahondaba en la playa el misterio de la Santísima Trinidad:

En las riberas del mar


se paseaba Agustino;
altos pensamientos tiene,
hijos de su ingenio altivo.
Lo que presume entender
ningún mortal lo ha entendido:
cómo es Dios uno en esencia,
siendo en las Personas trino;
cómo es el Padre increado,
y cómo engendra a su Hijo
eternamente, y procede

19
«Es en el misterio de la Iglesia, como misterio de comunión
trinitaria en tensión misionera, donde se manifiesta toda identidad
cristiana». JUAN PABLO II, exhortación apostólica post–sinodal «Pastores
Dabo Vobis», 12; cfr. Carta Encíclica «Christifideles Laici», 10–13.
20
«La identidad sacerdotal... como toda identidad cristiana, tiene
su fuente en la Santísima Trinidad». JUAN PABLO II, exhortación
apostólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis», 12.
21
«Los consejos evangélicos son... ante todo un don de la
Santísima Trinidad; la vida consagrada es anuncio de lo que el Padre,
por medio del Hijo, en el Espíritu, realiza con su amor, su bondad y su
belleza». cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 14; cit. Exhortación Apostólica
post–sinodal «Vita consecrata», 20.
22
cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Redemptoris Missio», passim.
de los dos el Santo Espíritu;
cómo era al principio el Verbo
y era cerca de Dios mismo;
Dios era el Verbo, de Dios
cerca; y esto era en el principio;
cómo la primer persona
es sin ninguna23 y ha sido;
y que es por generación,
la segunda, que es el Hijo;
cómo la tercera es
(quiere entender atrevido)
por común espiración
de los dos Amor divino;
el ser Hijo y Padre eternos,
porque son correlativos;
y el Espíritu, aquel lazo
que en amor los tiene unidos.

Cuando está pensando en esto


volvió el rostro y vio que un niño
sentado estaba en la arena
a los pies de un pardo risco:
Ensortijado el cabello,
largo, crespo, rubio y rizo,
y en dos estrellas por ojos
engastados dos zafiros:
Como marfil terso, el rostro;
y dos rubíes ceñidos
los labios, que parecían
venda de grana de Tiro.
En sacar agua del mar
el niño está divertido
con una madre de perlas,
cuenca de su nácar limpio.
–¿Qué haces –dice Agustín–,
niño hermoso, en este sitio,
que me da pena si acaso
vas de tus padres perdido?
Mirándole las espaldas

23
es sin ninguna: no procede de otra.
Las Servidoras
pensó hallar su nombre escrito;
más solamente en la cruz
tuvo su rótulo Cristo.
–No estoy en vano –responde–,
que reducir solicito
el mar inmenso que ves
a este pequeño resquicio–.
Agustino le responde:
–No te canses, niño mío,
que es imposible agotar
el mar inmenso en los siglos.
–Pues lo mismo me parece
que hacéis vos, Padre –le dijo–,
porque es, saber lo que es Dios,
proceder en infinito;
que, como el mar océano
no es posible reducirlo
con esta cuenca a esta quiebra,
ni agotar su inmenso abismo,
así vos el mar de Dios
eterno y incircunscripto
con vuestro ingenio mortal,
aunque ingenio peregrino–.
Quedó Agustín admirado
y humildemente advertido
que «no fuera a Dios quien es,
si fuera Dios entendido».
Quiso al niño responder,
y no le halló cuando quiso,
desengañado que Dios
no cabe en mortal sentido.
Desde entonces escribió
que era más seguro asilo
el creer que el entender
que Dios se entiende en sí mismo24.

Por eso debemos convencernos de que no se puede


evangelizar el mundo –que es el trabajo que Jesucristo
24
LOPE DE VEGA, Rimas sacras, pág. 428 y ss. cit. en LOPE DE VEGA,
Cancionero Divino, Antología de Lírica Sagrada (Madrid 1947) 174.
quiere que hagamos– si nosotros mismos no somos
testigos de la Trinidad, si nosotros mismos no somos
predicadores de la Trinidad; si perdemos en nuestra vida
interior, en nuestra oración, en nuestra vida diaria, ese
trato inefable con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu
Santo.

Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de darnos


cuenta de la importancia trascendental que tiene el
misterio trinitario. Ella, que es Hija de Dios Padre, Madre
de Dios Hijo y Esposa del Espíritu Santo.

2. SIEMPRE EL PRIMERO DIOS

Queridos hermanos y hermanas: hemos tenido unos


hermosos días de reflexión y estudio, en los cuales hemos
podido compartir entre todos lo que son las grandes
preocupaciones de la Iglesia en este final de milenio, de
manera particular en lo que dice relación a la Palabra de
Dios, a la Sagrada Escritura. Es con ocasión de esto que
me voy a permitir hacer una reflexión sobre lo que me
parece que es lo que nos corresponde hacer a todos y a
cada uno de nosotros.

1. Se ignora al Autor Principal de la Biblia


Hemos escuchado – dicho con autoridad– que la
Constitución dogmática «Dei Verbum» del Concilio
Vaticano II no ha sido recibida todavía – y aparentemente
faltarán muchos años para que sea recibida– por todo el
Pueblo de Dios nada menos que en el punto central, en la
clave de bóveda de toda la Sagrada Escritura, que es la
Las Servidoras
inspiración bíblica; es decir, el hecho por el cual Dios se
constituye en el Autor Principal del Libro Sagrado 25.
Obviamente, si falta en la consideración de los
exégetas, de los teólogos, la comprensión profunda de que
Dios es el Autor Principal del Libro inspirado, estamos de
este modo frente a un libro meramente humano, que
valdrá a lo mejor más que otro por razón de su
antigüedad, por la autoridad que ha tenido o que puede
tener, pero que en ningún caso deja de ser un libro
meramente humano. Así es que escuchamos y leemos las
hipótesis más peregrinas y descabelladas, que conducen a
la destrucción del mismo texto; y esto por obra del
racionalismo bíblico y por obra del docetismo bíblico que a
priori niegan lo sobrenatural y la historicidad de aquellos
hechos que son como soportes de las verdades referidas a
los dogmas de fe.

Consecuencias en la predicación de la Palabra


Vemos las consecuencias que trae esto: estas doctrinas
se enseñan en las universidades, después de allí se
enseñan en los seminarios, y de allí se las enseñan a la
pobre gente que es la que tiene que sufrir espantosas
predicaciones.
En nuestra patria, la Conferencia Episcopal Argentina
hizo en el año 1988 una «Consulta al Pueblo de Dios», en
la que se presentaron cerca de 80.000 encuestas. La
Conferencia Episcopal Argentina 26 haciendo un resumen
en el punto dedicado en la encuesta a la predicación, dice
lo siguiente: «Las respuestas a la “Consulta al Pueblo de
25
Estando en prensa este sermón leí en la Carta Encíclica «Fides
et Ratio» n. 55 que el Santo Padre señaló otro grave, muy grave,
vaciamiento de la doctrina del Concilio Vaticano II: «Una expresión de
esta tendencia fideísta difundida hoy es el “biblicismo”, que tiende a
hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exégesis el único
punto de referencia para la verdad. Sucede así que se identifica la
palabra de Dios solamente con la Sagrada Escritura, vaciando así de
sentido la doctrina de la Iglesia confirmada expresamente por el
Concilio Ecuménico Vaticano II».
26
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas Pastorales para una
Nueva Evangelización (Buenos Aires 1990) n. 51.
Dios” reflejan, con alto índice, la existencia de homilías
superficiales (lo que nosotros llamamos “regaderas”), y
poco preparadas, como también alejadas de la vida
real»27. En esta «Consulta al Pueblo de Dios» se pueden
observar los siguientes datos: en las respuestas
individuales, el 31% habla de «homilías alejadas de la vida
real»; el 26%, de «homilías superficiales, poco
preparadas»; «homilías demasiado políticas», el 8%28. Es
muy interesante que el sector que respondió con mayor
porcentaje respecto de esto, son los seminaristas. De los
que respondieron «Homilías alejadas de la vida real», el
48% eran seminaristas; «superficiales, poco preparadas»,
el 53%29. En general, en las respuestas, decían algunos:
«no reflejan los signos de los tiempos»; otros: «son
homilías agresivas, extensas, a veces sin contenido
bíblico», con «poco don de la palabra»30.
Ciertamente, si la Sagrada Escritura no tiene a Dios
como Autor Principal, ¿qué es lo que uno va a decir en el
púlpito?; ¿qué interés puede tener eso? Será algo
meramente humano, a veces totalmente inconexo, donde
la gente no saca ningún provecho, y donde no se edifica a
nadie.

2. También respecto de la Iglesia


Pero si observamos, la falta de recepción por parte del
Pueblo de Dios no se verifica solamente respecto de la
Constitución dogmática «Dei Verbum», sino que pasa
también respecto de los otros documentos que son como
el pivote de toda la doctrina del Concilio Vaticano II, como
por ejemplo, la Constitución dogmática «Lumen Gentium».
Para algunos Dios es como el «convidado de piedra», todo
se arma desde abajo como si la Santísima Trinidad no
tuviese nada que decir en el tema. Como si Dios no
27
Paréntesis mío.
28
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Consulta al Pueblo de Dios,
Oficina del Libro (Buenos Aires 1988) 127.
29
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Consulta al Pueblo de Dios,
Oficina del Libro (Buenos Aires 1988) 131.
30
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Consulta al Pueblo de Dios,
Oficina del Libro (Buenos Aires 1988) 133.
Las Servidoras
tuviese preeminencia en la consideración del misterio de
la Iglesia.
Reconocía el Sínodo de 1985, «una creciente
desafección hacia la Iglesia» 31. Pensemos sobre todo en
Europa, pensemos en nuestra América, en donde los
obispos en Puebla han hablado de «invasión de sectas» 32.
Ciertamente que las sectas siguen creciendo, y hay
muchos de nuestros bautizados que se pasan a ellas, y
aparentemente las soluciones no aparecen.
En cuántos lados que nos toca conocer, en los cinco
continentes, nos encontramos con laicos angustiados y
con sacerdotes diocesanos, que se quejan de estar como
ovejas sin pastor (Mt 9,36 y paral.; 1Re 22,17; 1Cr 18,16).
¡Cómo se da la falta de lo que el Concilio quería: de
«hermanos y amigos»33 de los sacerdotes! A veces los
sacerdotes sufren mucho por actitudes de tipo dictatorial,
por falta de diálogo, incomprensión. Incluso como decía un
gran especialista en derecho canónico de religiosos, por la
«prevaricación», es decir, el obrar a sabiendas o por
ignorancia inexcusable, dictando resoluciones
manifiestamente injustas. Lo cual es el incumplimiento de
las funciones públicas.
Según tengo entendido, más del 60% del episcopado
mundial ha pasado por la Universidad Gregoriana, de tal
manera que sí es cierto que la formación, de la
universidad baja a los seminarios, de los seminarios a las
parroquias, pero también es cierto al revés, es un feed–
back: lo que se sufre en las parroquias, se debe a los
malos seminarios, y los malos seminarios se deben
muchas veces a las deficiencias en las Universidades
31
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea
General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985)
780ss.
32
cfr. III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, La
Evangelización en el presente y en el futuro de América. El
Documento de Puebla destaca el carácter «anticatólico» e «injusto»
de las sectas (n. 80), y señala el hecho preocupante de que «ocupan
el vacío que deja la religión del pueblo» (n. 469), que no es otra cosa
que la religión católica.
33
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio y
vida de los presbíteros «Presbyterorum Ordinis», II, 7.
Pontificias. Por eso espero que alguna vez se tenga un
Sínodo de Obispos donde se trate este tema crucial, que
es la formación a nivel teológico y científico de los futuros
pastores en las Universidades Pontificias 34. (¡Hay que ver
quién le pone el cascabel al gato!).

También se ignora que Dios es el autor de las


vocaciones
Nos encontramos también con el grave problema de las
vocaciones: ¿con qué nos encontramos al hablar de las
vocaciones? Nos encontramos exactamente con la misma
posición gnóstica negadora de lo sobrenatural: así como a
nivel de Iglesia se olvida que la Iglesia es «el misterio del
Pueblo reunido por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo» 35 –
como dice San Cipriano–, y se hace una eclesiología de lo
bajo, así pasa con las vocaciones: para los progresistas en
las vocaciones el autor principal no es Dios. Se dan
razones sociológicas, históricas, generacionales,
familiares, que explican la carencia de vocaciones... pero
¡no es así! Todas esas cosas podrán ser reales, podrán
influir, pero faltan vocaciones, y seguirán faltando, porque
a Dios no se lo reconoce como el autor principal de las
vocaciones a la vida consagrada 36. Y esto por parte de
ministros... Uno de estos teólogos publicitados decía: «Una
persona que dice que Dios lo llama depende de la
psiquiatría»37. Y así están con los noviciados y los
34
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación
sacerdotal «Optatam Totius», 16.
35
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 11.
36
Al tratar el modo de ayudar a los candidatos al sacerdocio que
tienen los fieles, el decreto sobre la formación sacerdotal «Optatam
Totius» dice: «este anhelo eficaz de todo el Pueblo de Dios para
ayudar a las vocaciones, responde a la obra de la Divina Providencia,
que concede las dotes necesarias a los elegidos por Dios a
participar en el sacerdocio jerárquico de Cristo, y los ayuda con
su gracia…» (2).
37
«Je suis avant tout un psychologie technicien. Mon idée, comme
le titre de mon livre l’indique, étrait de montrer que toute vocation
est un phénomène humain et comme tal observable. Un sujet que dit
seminarios vacíos. Hace poco recordaba Juan Pablo II: «De
nada sirve lamentarse de la falta de vocaciones
sacerdotales y religiosas. Las vocaciones no se pueden
“construir” humanamente»38.
Así pasa, por ejemplo, en algunos lugares donde a las
pobres monjitas les dan cursos –que yo les llamo de
tanatología– que son una especie de eutanasia, o sea,
enseñarles a morir sin que se den cuenta. Es la muerte
dulce: las congregaciones se van muriendo. En vez de
decir «Si Dios sigue siendo Dios, y Dios tiene que ser el
primer servido, ¡cómo Dios va a dejar sin vocaciones a su
pueblo!» Lo que pasa es que se confía más en la cuenta
del Banco que en la Providencia de Dios. Si esas
congregaciones vendiesen sus bienes y el dinero se lo
diesen a los pobres, tendrían vocaciones. Pero para eso
hay que tener coraje evangélico, hay que creer en la
Palabra de Dios, hay que confiar en la Providencia... y si no
se cree que es Dios el que suscita las vocaciones, no
tendrán vocaciones.
La Iglesia se transforma en una mera institución
humana
Así pasa, lo notamos en nuestro país, ¡qué énfasis que
se pone con la cosa institucional! Se llega a la ridiculez de
que los niños, para ser bautizados, tienen que tener pase
del párroco de la parroquia donde viven los padres;
aunque el niño todavía no es sujeto de derecho, porque
todavía no está bautizado39. ¡Y no se los bautiza si son
hijos naturales! Con esta óptica, Juan de Austria no habría
sido bautizado, no habría defendido la fe católica, no
habría ganado la batalla de Lepanto... Y se dice que el
50% de los niños nacidos en la ciudad de Buenos Aires son
de uniones de hecho; ¿qué pasará con ellos? ¡Tampoco
quieren bautizar cuando los padres no están confirmados!
¡Esto sucede acá, donde hay gente que vive en los

que Dieu l’appelle, cela relève de la psychiatrie», MARC ORAISON, La


vocation phénomène humain ; cit. en MAURICE LELONG, O.P., Lexicon
de l’Eglise nouvelle, Ed. R Morel, vox Vocation (Forcalquier 1971).
38
JUAN PABLO II, «Homilía durante la Misa celebrada en Sankt
Pölten», L’Osservatore Romano 26 (1998) 371.
39
Dejamos a salvo lo prescripto por el CIC c. 85 §2.
puestos, en las fincas, que no bajan nunca a la ciudad
porque no tienen dinero ni medios de transporte...! Por eso
recordaba el cardenal Ratzinger: «¡Menos organización, y
más Espíritu Santo!»40. ¡Lo que falta es Espíritu Santo!
El Sínodo de 1985 enseñaba la verdadera naturaleza de
la comunión eclesial: es la común–unión «con Dios por
Jesucristo en el Espíritu Santo» 41, es decir, es un don
divino, de orden primariamente interno y espiritual, y se
obtiene en «la Palabra de Dios y en los sacramentos» 42. Se
fundamenta en la gracia de Dios, no en la organización
administrativa, por ello «el bautismo es la puerta y el
fundamento de la comunión de la Iglesia; la Eucaristía es
la fuente y el culmen de toda la vida cristiana» 43. Por este
motivo, porque está fundada en Dios y no en la
burocracia, «la eclesiología de comunión no puede
reducirse sólo a cuestiones organizativas o a cuestiones
referentes a las meras potestades»44. Las excesivas trabas
administrativas son contrarias al espíritu de comunión
eclesial, y con ello se corre el peligro de mostrar a la
Iglesia como un mero edificio de frías oficinas, eficientes,
tal vez, pero vacías de espíritu y caridad evangélicas:
«...con una lectura demasiado parcial del Concilio, se ha
hecho una presentación unilateral de la Iglesia como una
estructura meramente institucional, privada de su
40
Conferencia de apertura del «Congreso Mundial de los
movimientos eclesiales» el 17 de mayo de 1998 en Roma. Publicado
en Huellas, II, VI (junio de 1998) 22; en Palabra 407 (julio 1998) 58:
«Es preferible menos organización y más Espíritu Santo»; en Tracce,
XXV (junio 1998) p32: «Non è lecito pretendere che tutto debba
intassellarsi in una organizzazione unitaria; meglio meno
organizzazione e più Spirito Santo!».
41
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea
General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985)
780ss.
42
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea
General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985)
780ss.
43
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre
la Iglesia «Lumen Gentium», 11; cit. en SÍNODO DE LOS OBISPOS,
«Documento final de la II Asamblea General Extraordinaria de 1985»,
L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
44
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea
General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985)
780ss.
misterio. Quizás no estamos libres de toda responsabilidad
ante el hecho de que, sobre todo los jóvenes, miren
críticamente a la Iglesia como una mera institución. ¿No
les hemos dado ocasión para ello, hablando demasiado de
renovar las estructuras eclesiásticas externas y poco de
Dios y de Cristo?»45.

3. También respecto a la liturgia


También podemos darnos cuenta que lo mismo pasa
con respecto a la Constitución sobre la Liturgia, la
«Sacrosanctum Concilium». ¡Cómo se queja la gente de
liturgias desacralizadas, donde pareciera que el único que
sobra es Dios! Olvidándose de que toda la liturgia, de
manera especial la liturgia eucarística, es el acto de culto
al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Y así recordaba
el cardenal Daneels: «Sin el sentido de la fe, la liturgia es
un extraño y penoso teatro, que desde luego no justifica el
tener que desplazarse todos los domingos. Carece de
interés, y comprendo que no se participe en ella». Y
sabemos cómo los índices de participación, de manera
especial, en la misa dominical, están disminuyendo
terriblemente en todas partes46. Es lo mismo que con las
vocaciones: se olvida que Dios es el protagonista principal
de la liturgia47.

45
SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea
General Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985)
780ss.
46
Por ejemplo, la diócesis de San Martín (Buenos Aires), con una
población de 713.000 católicos (92% de la población), tan sólo el
4,10% (33.556 personas) asiste a Misa los domingos. (cfr. Diario La
Nación, « La iglesia traerá sacerdotes polacos», 14 de abril de 1998,
sección Cultura, 11).
47
Este olvido de Dios es lo opuesto a lo deseado por el Magisterio.
El Sínodo de 1985 destaca la función de la liturgia como orientadora
del espíritu humano hacia lo divino, y señala a la vez, cuál debe ser la
actitud del hombre al participar de esa liturgia: «… la liturgia debe
fomentar el sentido de lo sagrado y hacerlo resplandecr. Debe estar
imbuida del espíritu de reverencia y de glorificación de Dios».
cfr. SÍNODO DE LOS OBISPOS, «Documento final de la II Asamblea General
Extraordinaria de 1985», L’Osservatore Romano 51 (1985) 780ss.
4. También respecto a la relación de Iglesia y
mundo
También podemos referirnos a la Constitución pastoral
«Gaudium et spes», que trata de la relación de la Iglesia
con el mundo en los distintos aspectos que hacen al
mundo contemporáneo.
Aquí, también, pareciera que algunos problemas se han
agravado. Por ejemplo, nota Juan Pablo II: «El número de
los que desconocen a Cristo aumenta constantemente,
más aun, desde el final del concilio, casi se ha duplicado» 48
. Es un desafío para nosotros que queremos ser
misioneros. En este campo podemos hablar sobre el daño
terrible que ha hecho a la misión esa teoría, más bien, ese
mito, el nuevo mito del «cristianismo anónimo». Y el mito
de la «salvación automática».
Por ejemplo, las falsas inculturaciones del evangelio,
que se convierten de hecho, en una renuncia al evangelio,
pretendiendo asumir una determinada cultura, como el
caso de Tissa Balasuriya49, como el caso de Anthony de
Mello50.
Los medios de comunicación social prácticamente no
solamente no tienen en cuenta a la Iglesia de Cristo, sino
que organizan a nivel internacional campañas en contra
del Papa, objetivo predilecto de toda la prensa amarilla, y
en contra del sacerdocio y de la vida consagrada.

48
cfr. JUAN PABLO II, Carta encíclica sobre la permanente validez del
mandato misionero «Redemptoris Missio», 3.
49
El p. Tissa Balasuriya, O.M.I. (Oblatos de María Inmaculada), fue
excomulgado por la Congregación para la Doctrina de la fe el 2 de
enero de 1997. Dicha congregación, luego de analizar el libro María y
la liberación humana, declaró que el mencionado sacerdote se «había
desviado de la integridad de la verdad de la fe católica, y por lo tanto,
no podía ser considerado un teólogo católico». La declaración
también mencionaba que el sacerdote había incurrido en las
sanciones previstas por la ley: excomunión latae sententiae, que al
retractarse le fuera levantada. cfr. L’Osservatore Romano 2 (1997)
24.
50
Los escritos del P. Anthony de Mello, S.J., fueron declarados
«incompatibles con la fe católica»; cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA
DE LA FE, Notificación sobre los escritos del padre Anthony de Mello
(del 24 de junio de 1998), L’Osservatore Romano 35 (1998) 481.
Y así, la Iglesia que tendría que incidir en el mundo
pareciera que no muerde la realidad, no evangeliza.
Tenemos escuelas católicas con el cartelito de «católica»;
pero resulta que de ahí salen ateos, como salió el Che
Guevara de los betharramitas, como salió Fidel Castro de
los jesuitas... Es la realidad. Esta ausencia de testimonio
evangélico sucede también en las Universidades católicas.
¿Dónde está la dirigencia católica que tendría que tener
este país, de los egresados de las universidades católicas?
En Ruanda, después de cien años de evangelización, se
han matado entre sí en un espantoso genocidio tribus que
son cristianas: los hutus y los tutsis son cristianos. Es un
fracaso de la evangelización, producto de la pastoral
nominalista, salvo los ejemplos heroicos.
¡Qué hablar del tema de la injusticia social!: mucho se
habla de los pobres, y resulta que se va agrandando cada
vez más la diferencia entre los ricos y los pobres. Cada vez
hay ricos más ricos y pobres más pobres. Y como decía un
pastor protestante: «Pareciera que desde que la Iglesia ha
hecho la opción preferencial por los pobres, los pobres han
hecho la opción preferencial por las sectas».

5. La causa principal: no creer en la Vida Eterna


Evidentemente que esto es algo para reflexionar, para
tomar conciencia, de manera especial en los jóvenes
seminaristas y religiosas, por que las cosas están difíciles,
y probablemente seguirán más difíciles aun. Y se necesita
formar jóvenes que no estén movidos como los toros de la
Rural por ese anillo en la nariz con el que se los llevan a
cualquier lado; sino que se necesita que piensen y que
tengan fe. Pienso que uno de los grandes males que ha
provocado todo esto es la falta de consideración de la
eternidad dentro de la Iglesia. Y así ha pasado que al no
darse testimonio profundo, eficaz, convincente, del peso
de la vida eterna, se pierde de vista la trascendencia de
Dios para sumergirse en el horizonte vacío y muerto de la
inmanencia temporal y terrena del mundo. Creo que un
ejemplo de fe en nuestros tiempos es el de monseñor
Tihamer Töth, en cuya sepultura en Budapest he podido
ver la siguiente inscripción: «Creo en la vida eterna».
No se cree en la vida eterna, y la vida eterna se ha
convertido en «filfa», porque de hecho, hoy día, tanto el
hombre común, como los «teólogos publicitados», los
exégetas, se han olvidado de lo que con palabras muy
sencillas se dice en el evangelio de hoy: «Así sucederá en
el fin del mundo: vendrán los ángeles, separarán a los
malos de entre los justos, para colocarlos en el horno
ardiente. Allí habrá llantos y rechinar de dientes.
¿Comprendisteis todo esto? (Si viniese Jesucristo ahora a
una escuela de exégesis, se le reirían en la cara: «Todo es
género literario», le dirían). “Sí, le respondieron” (Hay que
convenir que los apóstoles y la multitud eran un poco más
cuerdos). Entonces agregó: “todo escriba – todo exégeta,
podríamos decir– convertido en discípulo del Reino de los
cielos – hay que convertirse antes– se parece a un dueño
de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”». (Mt
13, 49– 50). De hecho, el progresismo de cepa liberal ha
provocado en la Iglesia el mismo efecto que una
damajuana de caña en una jaula de monos. Y todo –
pienso yo, en gran parte– por la pérdida del sentido de la
eternidad.

6. ¿Qué hacer? creer, estudiar y propagar la Palabra de


Dios, Palabra de Vida Eterna que nunca pasará
¿Qué hacer? Seguir haciendo lo que estamos haciendo:
seguir estudiando en profundidad, seguir tratando de
llevar a las almas la doctrina salutífera de nuestro Divino
Salvador, que tiene palabras de vida eterna (Jn 6, 67),
Palabras que no pasarán: el cielo y la tierra pasarán, pero
sus palabras no pasarán. Pasarán todos estos teólogos
publicitados, pasarán los exégetas que niegan verdades
elementales, pasarán todos los sacerdotes incapaces de
predicar la verdad del Evangelio... ¡Pasarán! Las palabras
de Cristo no pasarán: El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán (Mt 24, 35; Mc 13, 31; Lc 21, 33).
Entonces, con entusiasmo, pero a la vez con lucidez,
debemos tratar de que en nosotros en primer lugar, y
luego en aquellos hermanos nuestros a los cuales estamos
destinados, llegue lo que el Concilio en sus grandes
constituciones ha querido hacer y ha querido presentar
para el bien de la humanidad. Y esto hacerlo sin ningún
temor: No temáis, pequeño rebañito, plugo al Padre daros
el Reino51.
Tendremos la Eucaristía, con la gracia de Dios todos los
días, porque según la promesa, la tendremos hasta que Él
vuelva.
Tendremos a la Santísima Virgen, nuestra Buena Madre
del Cielo.
Y tendremos una luz que nunca se apagará en el
mundo, a pesar del poder de las tinieblas: esa luz es
Pedro, porque a él una vez Jesucristo le dijo: Tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y los
poderes del infierno –del Hades, de la muerte, del mal,
como traducen los exégetas ahora, pónganle lo que
quieran– no prevalecerán contra ella (Mt 16,18).
Y con la Eucaristía, con María y con el Papa no tenemos
nada que temer.
¡Siempre el primero debe ser Dios!

3. LA BONDAD DE NUESTRO PADRE CELESTIAL

Aprovecho la ocasión para tratar de alguno de los


temas que siempre hemos considerado muy importantes.
Como dice San Ignacio de Loyola: «No el mucho saber
harta y satisface al alma, mas el sentir y gustar de las
cosas internamente»52. Hoy quisiera hablar del tema que
51
cfr. Lc 12,32.
52
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [2].
yo creo es el más importante en la vida no solamente de
un sacerdote, de una religiosa, sino en la vida de todo
cristiano, y es la paternidad de Dios.
Dios es Padre, pero de una manera particularísima. Es
más Padre que todos los buenos padres de la tierra,
porque es un Padre infinitamente bueno que por su
bondad, libremente, comunica el ser a las creaturas, crea,
y así tenemos las bellezas de la creación, que son una
muestra de la bondad de Dios. En este tiempo
hermosísimo acá en San Rafael el canto de los pájaros, los
perfumes al atardecer, las puestas del sol, etc.,
justamente nos hablan de la bondad de Dios. Las
cordilleras nevadas, el agua cantarina de las acequias...
¡todo!, ¡todo nos habla de la bondad de nuestro Padre
celestial! Dad gracias al Señor porque es bueno, dice el
Salmista, porque es eterna su misericordia (Sl 135,1).
Más percibimos la bondad de Dios al contemplar esa
obra que es más grande que la obra de la creación del
mundo: la obra de la recreación del mundo, la obra de la
Encarnación del Verbo, que se encarna para redimirnos:
tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único... (Jn
3,16) ¡Tanto! Es justamente el mismo Verbo Encarnado
que nos ha hablado tantas veces de su Padre celestial. Los
apóstoles le pidieron: «Señor, enséñanos a orar, como
enseñó Juan a sus discípulos». Y él les dijo: «Cuando oréis
decid: Padre nuestro...» (Lc 11, 1–2) ¡Padre!
Es el Padre providente. Mirad las aves del cielo: ni
siembran, ni cosechan; no guardan en graneros y Dios las
alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! (...)
Mirad los lirios del campo: cómo ni hilan ni tejen y sin
embargo ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno
de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y
mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a
vosotros, hombres de poca fe! (Lc 12, 24–29). Es el Padre
que hace salir el sol sobre buenos y sobre malos. Es el
Padre que cuida de todos y cada uno de sus hijos, aun de
aquellos hijos que no se reconocen como hijos. Por eso es
Padre, ¡infinitamente bueno!
El mismo Jesucristo, en ese momento supremo de la
cruz, la primera palabra – de las siete que dijo– la dirige al
Padre: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen
(Lc 23,34). La séptima, que es la más hermosa definición
de la muerte, también la dirige al Padre: Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,44).
Es por eso que nosotros debemos siempre tener
presente la grandeza de Dios, la providencia de Dios, la
misericordia de Dios. Él es el que nos ama más que nadie
sobre la tierra.
Nos ama con ternura, como dice hermosamente la
Sagrada Escritura en distintas partes, por ejemplo:
– el Salmo 103: Cual la ternura de un padre para con
sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen
(v.13);
– el Salmo 51: Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa ternura borra mi delito (v.1);
– Nehemías: Mas en tu inmensa ternura no los
acabaste, no los abandonaste, porque eres tú Dios
clemente y lleno de ternura (9,31);
– en las Lamentaciones: Que el amor de Yahveh no se
ha acabado, ni se ha agotado su ternura; cada mañana se
renuevan: ¡grande es tu lealtad! Mi porción es Yahvé, dice
mi alma, por eso en él espero. Bueno es Yahvé para el que
en Él espera, para el alma que le busca (3,25–27).
Incluso, podemos pasar a considerar esa paternidad de
Dios, ese amor amasado de ternura en nuestra historia
personal, en nuestra historia, digamos, comunitaria. ¡Que
siendo tantos podamos seguir comiendo todos los días!
Eso es un milagro de la Providencia y le estamos dando de
comer a un número de pobres equivalente al nuestro. Y
debe ser que por eso nos manda a nosotros ¡la
providencia de Dios!
¡Cuántos gestos de altísima delicadeza hemos recibido!
¡Cómo en forma exquisita se ha manifestado! Pongo un
caso, que puede ser un ejemplo trivial para el que no tiene
fe. Era un sábado a la mañana. El padre N.N. era entonces
seminarista, y llegó un poco más tarde al desayuno. No
había leche. No le gustaba porque tenía que ir a hacer
apostolado: «¡Pero no puede ser que no haya leche,
...bla...bla...bla!». –Padre, lo llaman afuera. Lo mandé al
padre N.N. Era un señor, corredor de una empresa de
leche, que trajo un paquete grande, con muchas cajitas de
leche en polvo. Agarré una y le dije: «Ahí tenés leche». ¡Es
histórico! Tantas veces hemos tenido urgencia y
necesitamos tres, y manda tres; podía mandar cuatro;
¡no!, ¡manda tres! Para eso es Dios.
Saliendo del orden material, ¡cuánto más en el orden
espiritual! ¡Tantísimo más!, porque el nos ha dado
profesores, superiores, misioneros, seminaristas,
religiosas, etc., que aunque uno tuviese todo el dinero del
mundo no podría comprarlo, no lo podría hacer. ¿Cómo
hacer, por ejemplo, a un padre N.N.? ¡Único!
Por eso esa Providencia amorosa de Dios se manifiesta
sobre todo en el orden espiritual, en el orden sobrenatural.
Esa bondad de Dios –que va unida justamente porque es
bueno– a una cosa que a veces los hombres olvidamos y
es que Dios por ser infinitamente bueno execra el mal. No
es Dios una especie de flan, digamos, que si se mueve
resbala, que está con una cosa y con otra. ¡Él está por la
bondad, no por la mentira! ¡Él está por el bien, no por el
mal! ¡Él está por la gracia, no por el pecado! ¡Él está por la
sinceridad, como hemos escuchado en el Evangelio, no
con la doblez! ¿Por qué? Porque es infinitamente bueno.
Ustedes tienen que perseverar hasta el fin y han de
perseverar si siempre tienen en claro quién es el Señor, el
único Señor a quien ustedes sirven: Dios, nuestro Padre
celestial. Pues no es cuestión de empezar, sino hay que
terminar. Como decía el padre Castellani: «Los argentinos
tenemos mucha iniciativa pero poca terminativa». ¡Hay
que tener terminativa! Empezar y terminar.
Así, entonces, con esa confianza absoluta, total,
irrestricta en nuestro Padre celestial, debemos seguir
adelante, como dice el salmista en tantas partes:
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar su polluelos:
¡tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios! (Sl 83,1– 4).

Y a no temer: si uno es fiel al Señor, absolutamente


nada nos puede pasar que Él no lo quiera o lo permita
para nuestro bien:
Yo te amo Yahvé, mi fortaleza,
Yahvé, mi roca y mi baluarte,
mi libertador, mi Dios;
la peña en que me amparo,
mi escudo, mi fuerza salvadora,
mi ciudadela y mi refugio (Sl 18,2–3).

«¡Mi Dios y mi todo!», decían los santos, y eso


debemos también decir nosotros.

Que la Virgen nos conceda la gracia de poder decir


siempre con los labios, con el corazón y con toda nuestra
vida: Mi alma canta la grandeza del Señor (Lc 1,46).
Segunda Parte

Jesucristo
Capítulo 1
El Verbo Encarnado

1. JESUCRISTO, EL VERBO ENCARNADO

¿Cuál es la cosa más importante en nuestra


Congregación, aquella que constituye el fundamento sobre
el que debemos construir todo? ¿Sobre que verdad
fundamental debe basarse nuestra vida? No puede ser
otra que Jesucristo. El carisma propio de nuestra
Congregación está marcado por Jesucristo, el Verbo
Encarnado. Éste es el tema que debe abrevarnos y en el
cual debemos beber, teniendo en cuenta tres verdades:

1) Jesucristo es Dios, tan Dios como el Padre y el


Espíritu Santo. El tener fe en Cristo es no tan sólo tener
inteligencia de sus misterios sino adherirse con todas las
potencias del alma, viviendo esta fe. Debemos mostrar
en nuestras vidas que vivimos de la fe.
En la carta a los Hebreos se nos habla de la fe de
Abrahám. Este Santo Patriarca nos recuerda la fe de San
José, que superó las pruebas a las que fue sometido
porque vivía de la fe.
Tener fe es creer que Jesucristo es Dios y que fue
engendrado, no creado; que en cuanto hombre si es
creado, pero no en cuanto Dios. Dios Padre tiene una
imagen de sí mismo, que por ser Dios es infinita, es el Hijo,
que es engendrado por vía de inteligencia. Entre el Padre
y el Hijo se establece un conocimiento tal, que redunda en
un amor infinito, que constituye la Tercera Persona de la
Santísima Trinidad, el Espíritu Santo. Al confesar con el
Credo de Nicea que Jesucristo es «Dios de Dios, Luz de
Luz»53, expresamos nuestra fe en la Divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo, quien tiene la misma majestad del Padre
y del Espíritu Santo. Por eso es central en nuestra fe la
confesión de San Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo (Mt 16,16). Todos los días de nuestra vida debemos
repetir con los labios y con el corazón esta expresión que
es el corazón de la fe católica: Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo.

2) En estos tiempos esa fe ha sido


particularmente insidiada. Hay muchos teólogos
modernos que han negado esa fe en estos últimos años,
como por ejemplo el padre Ansfried Hulsbosch OSA, el
padre Piet Schoonenberg S.J., el padre Jaques Pohier OP.,
etc. La Iglesia ha confesado durante 2000 años esa fe
fundamental, de la cual no nos damos cuenta porque
desde chiquitos nos enseñaron que Jesucristo es Dios. Sin
embargo, es muy común hoy día encontrar gente que no
tiene fe, que no niega de palabra, tal vez, pero si con su
vida a Jesucristo. La gran crisis de la fe de hoy día, incluso
en la vida consagrada, es una crisis de fe en la divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo.

¿Cómo se puede constatar esta crisis? ¿Dónde la


podemos palpar?

I. Hay crisis en las vocaciones. ¿Cómo es que no van


ha haber vocaciones? ¿Cómo Dios va a dejar a su pueblo
sin sacerdotes, sin almas consagradas? Si no se tiene
vocaciones tiene que haber algún problema ad intra, algún
apego a las cosas materiales o poder económico.

53
DH 125.
Las Servidoras
Así, cuando nos preguntan qué hacemos para tener
vocaciones están preguntándonos que tipo de propaganda
vocacional realizamos. No entienden que el tener
vocaciones es de Dios: No sois vosotros los que me
elegisteis, sino Yo quien os he elegido (Jn 15,16). Esto es
de fe; no reconocer eso es en definitiva no tener fe en
Jesucristo. Aquí podemos poner el caso concreto de alguna
religiosa que no ame los sufrimientos, ni las humillaciones:
la pobre vivirá quejándose voluntariamente sencillamente
porque no tiene fe. Si pedimos al Señor que nos demos
cuenta del porqué de la Cruz, llegaremos a gozar de la
alegría de la Cruz.

II. Hay crisis en la misión «ad gentes», aun más


teniendo que aprender lenguas dificilísimas. Pero, ¿cómo
se puede dar esto? Si se tiene un Sagrario, una imagen de
la Virgen: ¿qué dificultad hay para un alma en esos
lugares? Si Jesús es Dios, no nos va a faltar su presencia ni
la ayuda de Él. Esto lo deben tener en cuenta sobretodo
los Superiores, porque cuando temen mandar o se retraen
del envío misionero, es porque no confían. Fíjense en el
hecho de que las Hermanas nuestras fueron a EE.UU., y
aprendieron rápidamente la lengua, como también los
Padres del Instituto. O también puede pasar cuando la
religiosa o el religioso tiene miedo desmedido por el
destino donde lo manden: ¡qué importa el lugar! ¡Dónde
sea! ¡Jesucristo es Dios!

III. Hay crisis con el hábito. La fe de la religiosa


también se manifiesta en el uso del hábito. Éste es una
señal externa de que la religiosa es Esposa de Jesucristo y
de que se manifiesta como tal ante los ojos del mundo
porque cree de hecho que Él es Dios. ¡Pobrecitas esas
religiosas que andan vestidas sin velo, con las rodillas al
aire y sólo una pequeña crucecita en el pecho! La culpa no
la tuvieron ellas sino las Superioras y las Madres
Capitulares, que regulan estupideces.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

3) Entonces, si Jesús es Dios la religiosa no tiene


nada que temer: ni que vaya a estar sola, ni miedo al
lugar que le toque de destino, a las enfermedades, ni
siquiera a la propia debilidad. Debemos recordar que cada
vez que los Apóstoles tuvieron miedo, el Señor les dijo: No
temáis, Yo soy (Mc 6,50). Pero aunque una cosa es sentir
temor y otra consentir en el temor, hay que hacer siempre
«agere contra». Las grandes mujeres como Santa Catalina
de Siena, Santa Teresa de Ávila o actualmente la Madre
Teresa de Calcuta, se caracterizaron por tener una gran fe.
Santa Francisca Javier Cabrini peregrinaba, llegaba a un
lugar, dejaba dos Hermanas y se iba porque decía que las
Hermanas «tienen que aprender a confiar en la
Providencia, que Jesucristo las va a ayudar en todo lo que
sea necesario». ¡Cómo lo hemos constatado hasta el
cansancio! Y esta confianza en Jesucristo, se manifiesta en
muchas otras cosas más, que se deduce de sus vidas.
Sabemos que el Anticristo ha de negar que Jesús ha
venido en carne (1Jn 4,2), por eso nunca debemos olvidar
que nosotros estamos haciendo una pulseada con el
Anticristo.
El crecimiento vocacional se verá en el crecimiento
vocacional de cada una de ustedes. Tendrán que pasar
crisis de vocación y de fe, pero tengan presente que se
comienza a claudicar cuando se claudica en la fe, cuando
se desconfía de Jesús. Por eso, pedimos en esta Santa
Misa por intercesión de San José que las Servidoras del
Señor y de la Virgen de Matará tengan una fe muy grande
y crezcan en la contemplación del Misterio de la
Encarnación. El Santo Padre en una de sus meditaciones
dominicales, referida al Jubileo de la Encarnación que se
celebró en el año 2.000, dice que la preparación para tal
acontecimiento no es otra cosa que la contemplación del
Verbo Encarnado, la cual ha de culminar en un acto de
amor, amor que para ser verdadero debe ser confiado, sin
temores, ya que el amor todo lo cree, todo lo espera, todo
lo soporta... porque el amor no morirá jamás (1Co 13,7–8).
Las Servidoras

2. DISOLUCIÓN DE LA ENCARNACIÓN

I
Nos encontramos celebrando el misterio central de
nuestra fe, que es la Encarnación del Verbo. Este misterio
no solamente da nombre a nuestra pequeña familia
religiosa, sino que, por lo menos es nuestra pretensión, de
él queremos nutrirnos en su contemplación para
desarrollar, para nosotros y para nuestros hermanos, las
enormes virtualidades que contiene.

De alguna manera, podríamos decir que la historia de la


Iglesia, tanto en su vertiente oriental como en su vertiente
occidental, no es otra cosa que el mayor o menor acierto
en el desarrollo de todas las virtualidades que están
contenidas en el misterio del Verbo Encarnado. Misterio
que para nosotros es muy familiar. Sin embargo, no es así
para otros hombres. No debemos olvidarnos, por ejemplo,
que las dos terceras partes de la humanidad desconocen a
Jesucristo; por lo tanto, desconocen este misterio. Misterio
primero y fundamental de nuestro Señor, que en la misma
formulación es tan simple y tan hermoso: la unión de la
naturaleza divina con la naturaleza humana en la
única persona del Verbo, aquello que técnicamente
conocemos con las palabras «unión hipostática».

He leído en estos días un artículo en el diario La Nación


de este escritor famoso, Vargas Llosa, quien dice que «no
puede aceptar la divinidad del Nazareno». Ciertamente,
que tiene que ser por la regadera que tiene en la cabeza,
la mala formación. Pero puede ser también que tenga
culpa la mala presentación por nuestra parte del misterio
del Verbo Encarnado. Él, por ejemplo, puede tener
dificultad en aceptar que un hombre sea Dios, tal vez
porque debe estar entendiendo eso como una suerte de
mezcla de naturalezas (o también podría ser que esté
buscando escandalizar para vender más libros, porque la
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

cuestión económica está por encima muchas veces, de las


exquisiteces literarias. De hecho, en ese artículo defiende
a las sectas).

Pero por eso es que a nosotros nos corresponde esa


tarea hermosa y apasionante de dar testimonio de
Jesucristo. Es lo único que nos da la razón de ser como
familia religiosa: dar testimonio claro y valiente de
que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero
hombre en unidad de persona.

II
Quienes más negaron la verdad de la Encarnación –
pues negar la unión hipostática es negar la Encarnación–,
fueron Nestorio y Teodoro de Mopsuestia, su antecesor.
Los cuatro errores principales que sostuvieron respecto de
la verdad de la Encarnación son los siguientes:
1º error: «El hijo de María es distinto del Hijo de Dios;
luego hay en Cristo dos personas, la divina y la humana».
Error que no solamente es de aquella época. En nuestro
tiempo, varios han caído en este error.
Por ejemplo, según dicen los obispos argentinos en el
Suplemento a la Biblia Latinoamérica 54, en la X edición de
la «Nueva Biblia Latinoamericana», 1976, se afirma: «No
cabe lugar para dos padres [para Jesús], porque Jesús, que
nace de María como persona humana, es Hijo Único del
Padre, nacido de Dios desde la eternidad» 55 (en la página
5 del Nuevo Testamento) y, también: «El día en que
[Jesús] resucite de entre los muertos, su persona humana
será renovada, ampliada, llena de energías diversas» (en
página 84 del Nuevo Testamento). También en la llamada
«Biblia de Puebla» se habla de «la persona humana de
Jesús».

54
Editorial Claretiana (Buenos Aires 1979).
55
Editorial Claretiana (Buenos Aires 1979) 18.
Las Servidoras
Asimismo en autores como Larrañaga, quien en la
primera edición de «El Silencio de María» escribía: «La
doctrina invariable de la Iglesia enseña que Jesucristo, en
cuanto persona humana, fue engendrado verdaderamente
por una madre humana...»56. ¡Jamás fue doctrina
invariable de la Iglesia esto! ¡Es un espanto! Justamente
Nuestro Señor no tiene persona humana. La única
persona de Cristo es la persona divina. Fue engendrado
verdaderamente por el Padre desde toda la eternidad.
Sigue diciendo: «El Verbo pudo haberse encarnado, por
ejemplo, identificándose consubstancialmente, en un
momento determinado, con una persona adulta» 57. ¡Pero
esa persona adulta, ya es una persona humana! ¡Otro
absurdo! Agrega: «En María se identificaron,
consubstancialmente, la humanidad y la divinidad. La
persona humana, ella sola, no es todavía la persona de
Cristo; la persona del Verbo Eterno, tampoco es todavía la
persona de Jesucristo. Cuando ambas realidades se
identificaron en lo que llaman unión hipostática, entonces
tenemos la persona de Jesucristo. Existió, pues, un
proceso personificador. Y este proceso se llevó a cabo en
el seno de María. Podríamos decir que, simultáneamente,
la humanidad asumió la divinidad, y la divinidad asumió la
humanidad...»58. ¡Eso es otro espanto! ¿Cómo la
humanidad va a asumir la divinidad? ¡Ni haciendo fuerza
toda la humanidad junta – la que fue, la que es y la que
será– puede tener poder para asumir la Divinidad! Y más
adelante: «El Verbo es, ante todo, una persona divina, que
llega a poseer una naturaleza humana, y en segundo
lugar, es una persona humana, en posesión de la
divinidad»59. Esto es neo– nestorianismo. Es un gravísimo
error que acarrea consecuencias más graves aun en la
obra de la Redención: si en Cristo hay dos personas –
como lo afirma el autor mencionado–, el Verbo no se
hizo carne y sólo murió una persona humana en la
cruz por nuestros pecados. Y aun estaríamos con
56
cfr. IGNACIO LARRAÑAGA, El silencio de María, Ed. Paulinas,
CEFEPAL, (Santiago de Chile 1977) 174.
57
Ibidem. 174.
58
Ibidem. 175–176.
59
Ibidem. 177.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

nuestros pecados, y el género humano no habría sido


redimido.
Hay también una especie de semi–nestorianismo –y en
otro sentido es una especie de monofisismo (si se
entiende) en la persona– en los que hablan hoy día de la
persona divino–humana de Jesucristo. Entender que en
Jesucristo hay una mezcla en la persona, es poner en
Jesucristo un «tertium quid», algo que ni es Dios ni es
hombre. Es una mezcla y una mezcla inconcebible,
imposible de darse. Esto, por ejemplo, lo sostenían acá en
Argentina unos autores sedevacantistas, o sea más allá
que los lefebvristas. Se llama el folleto «Fidelidad a la
Iglesia» y tuve oportunidad de refutar eso en un trabajo 60.
Pero ante mi sorpresa, en mi último viaje a Francia, en
Reims y en Paray–le–Monial, encontré folletos, que se
reparten a la gente, con la misma doctrina. Incluso tuve
oportunidad de hablar con un capellán de Paray–le–Monial:
«¡Dios mío! ¡Esto que escriben las monjitas es un
disparate!», le dije. La persona de Nuestro Señor Jesucristo
es absolutamente simple, con la mismísima simplicidad de
Dios. Por denominación, es decir por una cosa extrínseca,
se puede decir «persona compuesta», en cuanto
hipostasía una naturaleza divina y una naturaleza
humana, pero en absoluto, no. No se debe hablar de
persona divino–humana en Cristo. Ontológicamente, la
persona de Nuestro Señor Jesucristo es omnino simplex, es
absolutamente simple.
2º error: «las naturalezas divina y humana de Cristo se
unen por simple unidad moral o accidental» (así como el
vestido al cuerpo, o como el chofer al auto).
3º error: «no hay “comunicación de idiomas”». Con
este error se sostiene que no se pueden predicar de Cristo
propiedades divinas y humanas. Esto es lo que la gente
entendió con más claridad que era un error. Pero al ser
Cristo un ser único, una sola persona, Dios– hombre al
mismo tiempo, las propiedades divinas y humanas no se

60
cfr. «Si puede hablarse de “hipóstasis divino–humana” de
Jesucristo», Revista Gladius, XVIII, 1990, 81y ss.
Las Servidoras
reparten entre dos personas, sino que se refieren al
mismo Señor Jesucristo (1Cor 8, 6).
4º error: «María no es Madre de Dios sino Madre de
Cristo». Por eso cuando salieron los Padres del Concilio de
Éfeso, el pueblo les preguntó qué habían decidido y al
escuchar «Theotokos» (Madre de Dios) llevaron en andas a
los Padres conciliares, porque tenían la misma fe en la
maternidad divina de María.

III
Vamos a ver rápidamente tres textos, nada más, textos
breves de la Sagrada Escritura en la cual podemos
ilustrarnos y debemos ilustrarnos en esta verdad de la
única persona divina de Cristo.

El primer texto es del evangelio de San Juan: El


Verbo se hizo carne (Jn 1,14). ¿Porqué estos errores que
pululan destruyen la fe en la Encarnación? Porque si el
Verbo solamente inhabitó por la gracia, en un hombre,
Jesucristo, el Verbo no se encarnó. El Verbo de Dios, de
hecho, habitó y habita por la gracia en todos los santos
que hubo, que hay y que habrá desde la creación del
mundo, como podemos ver en la 2ª Carta a los Corintios:
Vosotros sois templos de Dios vivos; «templos» porque
inhabita Dios, según Dios dijo: Yo habitaré y andaré en
medio de ellos, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Pero si se entiende encarnación por inhabitación,
evidentemente que no hay encarnación. De tal modo que
esa habitación de Dios en el alma del justo, por la gracia,
no puede llamarse encarnación, de lo contrario, Dios se
hubiese encarnado desde el comienzo del mundo en cada
uno de los santos que hubo. En este versículo de San Juan
–el Verbo se hizo carne– se refuta la falsedad de esta
opinión. La misma Sagrada Escritura en otros textos
muestra que es erróneo entender la encarnación como
mera inhabitación del Verbo; y de esta forma: habló el
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Señor a Moisés61, llegó la palabra de Dios a Jeremías 62,


pero nunca se dice el Verbo se hizo Moisés, el Verbo se
hizo Jeremías, o cualquier otro. El Evangelio, sin embargo,
designa de modo singular, singularísimo, único, la unión
del Verbo de Dios con la carne de Cristo cuando dice: y el
Verbo se hizo carne. Por tanto, es evidente que el Verbo
de Dios no estuvo en el hombre Cristo solamente a modo
de inhabitación. Y ello porque todo lo que se hace algo es
aquello en que se convierte: lo que se hace hombre, es
hombre; lo que se hace blanco, es blanco. El Verbo asumió
una naturaleza humana, el Verbo se hace hombre, es
imposible que en dos que difieren en persona lo uno se
predique de lo otro. Por tanto, es imposible –ya que el
Verbo se hizo carne (Jn 1,14)–, que en él haya dos
personas63.
El segundo texto es de la Carta a los Efesios: el
mismo que bajó, es el que subió (Ef 4,10). Aquí también se
ve que en Cristo hay una única persona y ello por dos
razones:
1º) Ascender a los cielos pertenece a Cristo–Hombre,
como dice la Sagrada Escritura: viéndole los apóstoles, se
elevó (He 1,9), veían la naturaleza humana que ascendía.
2º) Descender del cielo pertenece al Verbo de Dios, no
porque se haya dado un movimiento local, sino «en razón
de su unión con una naturaleza inferior». Por eso es que
dice San Pablo en la Carta a los Efesios: el mismo que bajó
es el que subió; luego, la persona de aquel Hombre–Cristo
que subió es la misma y única persona del Verbo de Dios
que bajó, es decir, la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad.
El tercer texto que quiero comentar es de
Colosenses: en Él –Cristo– fueron creadas todas las
cosas, del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles,
los tronos, las dominaciones, los principados, las
potestades. Todo fue creado por Él y para Él. Él, que es

61
cfr. Ex 6,2.
62
cfr. Jr 29,30.
63
cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Contra Gentiles, IV,34.
Las Servidoras
antes que todo y todo subsiste en Él. Él es el principio, el
primogénito de entre los muertos, etc. (Col 1,16–18).
¿Qué debemos decir aquí? Debemos decir dos cosas
también. En primer lugar, los pronombres se refieren a la
persona: nadie dirá «yo corro», si está corriendo otro; o
«yo duermo» si es otro el que duerme. Cuando nuestro
Señor dice: antes que Abrahám naciese, yo era (Jn 8,58),
se refiere así a su persona, que era antes de Abrahám,
porque su persona es persona divina, preexiste a
Abrahám, preexiste incluso a la creación del mundo, existe
desde toda la eternidad. Y por eso puede decir: Yo –se
refiere a su persona– y el Padre somos una sola cosa (Jn
10,30). Es evidente que la persona de aquel hombre que
habla es la misma persona del Hijo, el Verbo de Dios. En
segundo lugar, los nombres, como los pronombres,
también indican una misma persona. En el texto que
hemos visto se dice: en Él fueron creadas todas las cosas,
ciertamente que se refiere al Verbo de Dios en cuanto
Dios; y cuando dice: Él es el primogénito de entre los
muertos pertenece a Cristo en cuanto hombre. Luego el
Verbo de Dios y Cristo hombre, son una sola persona y lo
que se diga de aquel hombre conviene que se diga del
Verbo de Dios y viceversa.

IV
De esta verdad central de nuestra fe se derivan
enormes consecuencias que hacen no solamente a la
espiritualidad del hombre, sino hacen a la misma
civilización de la humanidad. Es curioso: por ejemplo, el
Museo de Taipei tiene una sala muy grande donde aparece
la historia de la humanidad en gráficos, en fotos, etc. y
donde comparan la cultura china con la cultura occidental.
Ahí se puede apreciar claramente que el arte chino no
evolucionó, en cambio el arte occidental sí, de manera
particular luego de la Encarnación del Verbo.

¡Cómo este hecho, el hecho mismo de la unión


hipostática, es algo que tiene consecuencias enormes
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

sobre la cultura, la civilización, sobre la historia y la vida


de los hombres y de los pueblos!
Pidamos hoy la gracia de ser siempre grandes
contempladores del misterio Encarnado, que sepamos
presentarlo con valentía a nuestros hermanos y, de
manera especial, que nosotros lo vivamos en plenitud,
confesando al mismo y único Señor Jesucristo como
verdadero Dios y verdadero hombre. Nos lo alcance la
Virgen.

3. «YEL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE


NOSOTROS» (JN 1,14)

Me pareció conveniente para esta ocasión, en la que de


manera especial nosotros participamos del Gran Jubileo
del año 2000, referirme justamente a lo que constituye el
misterio central por el cual toda la cristiandad en este año
recuerda los 2000 años de la Encarnación del Verbo.
Y ciertamente que en el mundo no hay cosa más
grande que Jesucristo, y por eso creo que la gran
experiencia que tienen que hacer los jóvenes de todos los
siglos y de manera especial los de este siglo, que serán los
jóvenes del tercer milenio, es hacer lo que yo llamo la
experiencia de Jesucristo, que es algo muy personal, pero
como estoy dirigiéndome a mucha gente, no puedo
hacerlo como cuando se habla de uno a uno, sino que va a
tener algo de impersonal.
Pero el encuentro con Jesucristo no es así, sino que es
el encuentro de Él con cada uno, es en la intimidad de la
conciencia, en lo recóndito del corazón y del alma, y por
eso es más que personal, es personalísimo, porque no hay
dos hombres iguales y por tanto no hay dos encuentros
con Jesucristo iguales. El encuentro de cada uno y de cada
Las Servidoras
alma con Jesucristo tiene características singulares,
porque somos personas, no somos números, ni robots...
Por eso mismo el encuentro con Jesucristo es único,
donde nadie puede ocupar mi lugar, donde soy yo el que
tiene que poner los medios para que realmente ese
encuentro sea un encuentro real, sea fructífero, sea
inolvidable, sea un encuentro que realmente me marque
para toda la vida.
Y por eso, a mi parecer, hay determinados puntos que
hay que tener presente para que esto sea un encuentro
auténtico:

1. Unirse a su Persona
Cuando conocemos a alguien, conocemos su exterior,
su cara, su rostro, vemos su cuerpo; pero no vemos su
alma, no vemos «su persona», pero sin embargo lo más
importante es «su persona».
Nos damos cuenta de cómo es esa alma, de cómo es
esa persona, a través de sus actos, de lo que hace, de lo
que habla, cuando vemos sus virtudes.... y recién después
podemos decir que lo conocemos; de manera similar
sucede con Jesucristo.
Muchas veces, lamentablemente, el conocimiento que
se tiene de Jesucristo es un conocimiento superficial, de
afuera, es cáscara, es barniz. Creemos que conocemos a
Jesucristo porque desde chiquitos aprendemos a
distinguirlo al ver un crucifijo, pero mientras no lleguemos
a su alma, a su corazón, mientras no lleguemos a «su
Persona», no lo conocemos realmente.
Conocerlo significa que puedo dar razón de la pregunta:
¿quién es Jesucristo? Jesucristo es el Hijo de Dios hecho
hombre, y que es Hijo de Dios quiere decir que es la
Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Por lo tanto
unirme a su Persona quiere decir unirme a la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad; unirme a su Persona es
poder dar una respuesta convincente, por estar yo
primeramente convencido de qué hizo Jesucristo, de cuál
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

fue su vida, su misión en este mundo, de quiénes fueron


los predilectos de su corazón; qué es lo que nos enseñó.
Y así como sucede en el conocimiento humano, que
cuando conozco a una persona y en lo profundo, esa
persona a su vez, por simpatía, me conoce, porque me he
tomado el trabajo de conocerla; del mismo modo acontece
cuando lo conozco a Él, tomo conciencia de que Él me
conoce, y me conoce no de una manera superficial, no de
afuera, no como me conocen los demás que dicen: «es
esto, es lo otro», porque se fijan generalmente sólo en
cosas exteriores, sino que me conoce en lo profundo, en lo
más profundo de mi conciencia, ya que Él es más interior a
mí que yo mismo. No hay quien me conozca tanto como
Él. Y cuando se da ese conocimiento, necesariamente se
sigue el amor: el amarlo, y amarlo como sólo a Dios se
puede amar, amarlo con un corazón irrestricto, sobre
todas las cosas, con todas las fuerzas del alma, con todas
las fuerzas del corazón, con todas las fuerzas de la mente;
con un amor afectivo, es decir, con actos de amor de mi
voluntad por los cuales yo lo amo y me enamoro de Él y
me dejo enamorar; y con un amor efectivo, es decir,
haciendo lo que Él quiere. Y ahí descubro también que no
sólo me conoce intimísimamente, sino que descubro que
me ama intensamente.
En la apertura del Jubileo de los Jóvenes de este año, el
15 de este mes, en Roma, el Papa les decía a los jóvenes:
«No piensen nunca que son desconocidos a sus ojos, como
simples números de una masa anónima; cada uno de
vosotros es precioso para Cristo, Él los conoce
personalmente y los ama, incluso cuando no se dan
cuenta de ello». Como decía una gran santa, Santa
Catalina de Ricci: «Él se consume por darnos sus gracias».
Y como en el caso de nuestro Señor estamos en un orden
que no es meramente el orden natural, (su cuerpo...) sino
que también es sobrenatural (su naturaleza divina, su
Persona divina...) el conocimiento que debemos tener de
Él es un conocimiento sobrenatural, un conocimiento por
la fe, por la esperanza y por la caridad. Por eso es que
siempre debemos pedir la gracia de crecer en la fe,
siempre debemos alimentar nuestra fe, siempre tenemos
Las Servidoras
que pedir, como pedía aquel del Evangelio: Creo, Señor,
ayuda mi incredulidad (Mc 9,14).
En el día de ayer, el Papa, en Tor Vergata, en las
afueras de Roma, hablando con los jóvenes, ante dos
millones de jóvenes, hizo una pregunta: «En el año 2000,
¿es difícil creer?». Y respondió: «Sí, es difícil, no hay que
ocultarlo». Son tantos los ataques despiadados que se
reciben a través de los medios de comunicación social
contra la fe, que se va haciendo cada vez más difícil la fe
católica. Por eso, hay que aprender a tener una fe viva,
una fe valiente, una fe operante, una fe intrépida, una fe
que puede llevar, como ha llevado a tantos hermanos
nuestros en este siglo que pasó, a dar la misma vida por
nuestro Señor, siendo mártires, y sufriendo el martirio
cruento. Esa fe que nos enseña nuestro Señor, es una fe
que nos debe llevar a tener, respecto de Él, distintas
características:
a. Confianza. Cuando uno auténticamente cree, puede
decir, como el apóstol San Pablo: Todo lo puedo en Aquel
que me conforta (Flp 4,13); o como él mismo también dijo:
Sé en quién he puesto mi confianza (2Tim 1,12). Por tanto,
no basta una fe meramente cerebral, sino que es
necesaria una fe que se tiene que hacer vida en nosotros,
una fe por la cual nosotros, a pesar de las dificultades que
tengamos que pasar, siempre debemos confiar en Él,
porque sabemos en quién hemos puesto nuestra
confianza. Y por muy difícil que sea la fe en estos tiempos,
por muy difícil que sea la fidelidad a Jesucristo, si
realmente creemos en Él, no debemos tener miedo: Ánimo
–dice en varias partes del Evangelio– no temáis, soy Yo (Mt
14,27).
b. La esperanza, que es la certeza de que si hacemos lo
que tenemos que hacer, un día alcanzaremos el premio.
Ella es la que debe movernos a hacer actos grandes en
toda virtud, con tal de alcanzar el conocimiento de
Jesucristo nuestro Señor.
c. El convencimiento de que sólo la caridad, como decía
Don Orione, salvará al mundo. Por eso la caridad de Cristo
nos urge, nos apremia (2Cor 5,14).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Vivir la caridad como la vivió, por ejemplo, el Beato


Hurtado, que supo hacerse todo para todos, buscando a
los pobres, a los necesitados, a los ancianos, abriendo ese
Hogar de Cristo, que todavía hoy sigue abierto, y que es
una maravilla, un monumento a la caridad cristiana.

2. Tener su espíritu
No basta una unión exterior, ni siquiera basta el
cumplimiento externo de determinados ritos o de
determinadas obras, sino que hay que tener su espíritu.
Pocas palabras hay en la Sagrada Escritura tan graves
como aquellas del apóstol San Pablo en la carta a los
Romanos: El que no tiene el espíritu de Cristo, ese no es
de Cristo (8,9). Puedo venir de una familia muy católica,
puedo ser de un ambiente, de una sociedad muy cristiana,
puedo haber recibido todos los sacramentos habidos y por
haber, puedo conocer de memoria el Evangelio y toda la
Biblia, pero si no tengo el espíritu de Cristo, no soy de
Cristo. Hay que tener su espíritu, por eso el Apóstol insiste
Llenaos del Espíritu Santo (Ef 5,18).
Y, ¿cómo sé si tengo el espíritu de Cristo? Sé si tengo el
espíritu de Cristo, en tanto y en cuanto vea en mí los
frutos del espíritu.
Y, ¿cuáles son los frutos del espíritu?
Lo dice San Pablo en la Carta a los Gálatas Los frutos
del espíritu son caridad, gozo, paz, longanimidad,
afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (5,22).
Ese espíritu es el mismo reino de Dios, como también dice
el Apóstol en la carta a los Romanos El reino de Dios es
justicia, paz, y gozo, alegría en el Espíritu Santo (14,17).
Por eso, los que son movidos por el Espíritu Santo, son
hijos de Dios.

3. Asimilar su doctrina
Las Servidoras
Recordamos este año que el Verbo se hizo Carne. Y así
como el Verbo se hizo carne en Jesucristo, el Verbo
también – por así decirlo– se hizo letra en los Evangelios,
porque quiso dejarnos documentos escritos, que nos
transmiten los Apóstoles y la Iglesia, por la cual, de una
manera verdadera, nos llega la verdad cierta acerca de
Jesucristo.
Lo cual nos obliga a conocerlo para saber defender su
doctrina, porque como decía Juan Pablo I, «Hoy de la fe
sólo se tiene lo que se defiende». 64 Esto ayer lo recordaba
el Papa, en Tor Vergata, a la noche. Quiso dejar a los
jóvenes un regalo, para que puedan ser los cristianos del
tercer milenio: el Evangelio. Y les decía: «La Palabra que
contiene es la Palabra de Jesús. Si la escucháis en silencio,
en oración, dejándoos ayudar por el sabio consejo de
vuestros sacerdotes y educadores con el fin de
comprenderla para vuestra vida, entonces encontraréis a
Cristo y lo seguiréis, entregando día a día la vida por Él».
Asimilar la doctrina de Jesucristo, es llegar a comprender
lo que es el corazón del Evangelio, lo que son las
Bienaventuranzas. Comprender el corazón del Evangelio
es comprender aquello que es diametralmente opuesto a
lo que el mundo quiere. Así, por ejemplo:
– El mundo reclama riquezas: Jesús dice:
Bienaventurados los que tienen alma de pobres (Mt 5,3).
– El mundo busca vengarse: Jesús dice:
Bienaventurados los mansos porque poseerán la tierra (Mt
5,4).
– El mundo tiene hambre y sed de cosas materiales;
Jesucristo dice: Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia (Mt 5,5).
– El mundo no perdona; Jesús dice: Bienaventurados los
misericordiosos (Mt 5,6).
– El mundo vive en los excesos, y en la idolatría de la
carne y del sexo; Jesús dice: Bienaventurados los puros
(Mt 5,7).

64
ALBINO LUCIANI, Ilustrísimos Señores (Madrid 1978) 93.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

– El mundo cree que va a solucionar las cosas con


guerras, luchas y peleas, y Jesús dice: Bienaventurados los
pacíficos (Mt 5,8).
– El mundo cree que lo mejor es el confort, el pasarla
bien, y ¿qué me importa lo demás?; Jesús dice:
Bienaventurados los que sufren persecución. Alegraos y
regocijaos entonces, porque grande será vuestro nombre
en los cielos (Mt 5,9).
Él es el único que tiene Palabras de vida eterna (Jn
6,68).

Yo ya tengo años; ¡tanto he escuchado mentir!,


¡tanto…!, por las radios, por la televisión, por los diarios,
en los libros, en las conversaciones, en las promesas
electorales –yo ya no sé cuántas elecciones he pasado en
este país– ... ¡Están hablando y les están mintiendo! Sin
embargo, están en pose, desayunan con bronce, para
tener un busto en la plaza... Y ¡te están mintiendo!
¡Mienten! Jesucristo, no; Jesucristo no miente. ¡Es el único
que no miente! Y no solamente no miente, sino que es el
único que tiene palabras de vida eterna: El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mc 13,31).
Cambiarán las modas, las costumbres, el modo de vestir,
se comerá con píldoras, será todo de plástico... vaya a
saber las cosas que van a venir todavía... Pero Jesucristo
no cambiará; su Palabra no cambia. Yo soy Dios y no
cambio (Mal 3,6). Jesucristo es el mismo hoy, ayer y
siempre (Heb 13,8). Por eso Él dijo: Yo soy la Verdad (Jn
14,6). Descubrir la sublimidad de la doctrina de Jesucristo,
la belleza; la doctrina de Jesucristo es algo tan
extraordinario, que aun hoy, después de dos mil años de
que Él la ha enseñado, es algo extremadamente actual. Es
la única novedad, porque es la cosa más perfecta que se
conoce. La sublimidad de la doctrina está dada por varias
notas, lo que muestra su excelencia extraordinaria.
a. Por su integridad: da una enseñanza completa sobre
Dios, el hombre, el mundo. Resuelve los problemas que
más han angustiado a la humanidad en todos los tiempos:
Las Servidoras
cuál es el origen del mundo, del hombre, del mal, cómo se
hace para luchar contra el mal, cuál es el sentido de la
muerte, cómo hay vida después de la muerte en este
mundo, cuál es el fin del hombre.
b. Por su santidad: da normas que regulan
perfectamente la vida del hombre. Respecto de Dios, en el
culto cristiano, perfectísimo, el culto que el mismo Hijo de
Dios Encarnado da al Padre: en espíritu y en verdad (Jn
4,24). Respecto a los hombres, enseñándonos a amar aun
a los enemigos: amar a los pecadores, amar a los pobres,
que son las grandes señales del amor cristiano. Respecto
a nosotros mismos, respetar nuestra dignidad de hijos de
Dios, y de tener por el bautismo, como dice el apóstol San
Pedro, una participación en la misma Naturaleza divina
(2Pe 1,4). Además, nos da medios eficaces para cumplir
con esas normas; medios eficaces que son el auxilio
externo: el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, su vida y
el auxilio interno, la gracia, que nunca falta si nosotros
hacemos lo que tenemos que hacer, que nos viene por los
sacramentos dignamente recibidos.
c. Por el premio perfecto que nos da en esta vida: el
máximo de felicidad que se puede tener en este valle de
lágrimas, que es la paz de la conciencia, la alegría del
alma, aun en medio de las cruces, y en el otro, la vida
eterna, el gozo sin fin.
d. La unidad armónica de todos los dogmas entre sí: de
la Santísima Trinidad con la Encarnación del Verbo; el
misterio de Jesucristo con el misterio de la Santísima
Virgen; el misterio de la Iglesia en el misterio de Cristo; y
así, una armonía maravillosa, una armonía de la fe con la
razón, de los misterios, con los mismos preceptos de la ley
natural.
e. Es aptísima, porque se acomoda a todos los
hombres, de todo género y condición, porque es profunda
y sencilla. Queda admirado de esa doctrina el sabio, si es
verdaderamente sabio, y queda admirado de esa doctrina
el hombre de campo, que a lo mejor es analfabeto; de
toda nación y lugar, a través de todos los tiempos, en
todas las geografías.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Y que muchos no alcancen la santidad que deberían se


debe a que los pueblos están apostatando de Jesucristo.
Se buscan falsos dioses: el estado, el dinero, el sexo... se
cae en la idolatría y así es como van las cosas.
En definitiva asimilar su doctrina es conocer ese
monumento que tenemos a nuestro alcance, resumen de
toda la fe católica, que es el Catecismo de la Iglesia
Católica que deberíamos conocerlo mucho mejor. Asimilar
su doctrina es actualizarse frente a los modernos ataques,
como por ejemplo los de la New Age, los de las sectas que
dicen cualquier barbaridad, que debemos saber refutar.

4. Cumplir sus mandamientos


El que me ama cumple mis mandamientos (Jn 14,21),
no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino quien cumpla mis mandamientos (Mt 7,21).
Hoy no se cumplen los mandamientos de la ley de Dios.
Recuerdo y recordarán algunos que habrán estado
presentes, hace años, frente a la catedral de San Rafael,
era la fiesta patronal, presidía monseñor León Kruk, quien,
en un momento de su discurso, dijo: «La Argentina se
arregla con dos cosas –yo me agarraba la cabeza, y decía,
si los problemas son tan complejos, ¿cómo con dos cosas
solas se va a arreglar?–: con cumplir dos mandamientos:
no mentir y no robar». Y tenía razón. Miren si los
dirigentes que tenemos dejasen de mentir, y dejasen de
meter la mano en la lata... simplemente con eso. Me hizo
recordar en ese momento a otro grande de este tiempo,
que sufrió campo de concentración: Alexander
Solzhenitsyn, en la época de mayor fuerza del régimen
soviético, y sin embargo hacía la denuncia contra el
régimen, y en uno de sus libros, decía: «¿qué se puede
hacer frente a un imperio del mal, a un imperio policial,
dominado por la mentira? Nos tenemos que comprometer
a una cosa, a no consentir en la mentira». Pero uno decía,
pero ¿los misiles que tienen, submarinos atómicos –ahora
hay uno en el fondo del mar–? Sin embargo, tenía razón,
Las Servidoras
porque en cuanto se dejó de mentir un poquitito... cayó
todo, como un castillo de talco, como por implosión.
Y además de que no se los cumple, se los quiere
cambiar. Así, el señor Ted Turner, el dueño de la CNN, que
tiene mucho dinero y que ahora cambió de mujer –acá en
Bariloche estaba con otra, se ve que Jane Fonda ya no le
interesaba–, que por tener dinero se cree dueño del
mundo, dijo que hay que quitar un mandamiento: «no
fornicar», y con eso se definió a sí mismo, puesto que lo
que él busca es fornicar, es un viejo verde. También los
participantes de la nueva cumbre de la tierra de la reunión
preparatoria de las Naciones Unidas, que se celebró en Río
de Janeiro entre el 13 y el 21 de marzo de 1997,
elaboraron la así llamada «Carta de la Tierra», carta llena
de tierra habría que decir... En ella expresan lo siguiente:
«hay que elaborar una nueva ética para un mundo nuevo,
un nuevo código universal de conducta: reemplazar los
diez mandamientos por los dieciocho principios de esta
carta». ¡Pero fíjense...! ¿Se creerán otros Moisés?, y eso
que Moisés –a los diez mandamientos– no los inventó él
sino que lo recibió de Dios. ¿Y que proponen como
mandamientos, como nueva ética, como conducta del
mundo nuevo? Una de las cosas es asegurar la salud
reproductiva de las mujeres y las niñas; otra es reconocer
el derecho de los homosexuales y lesbianas para unirse
legalmente y adoptar niños; también el derecho a la
esterilización masculina y femenina; el derecho a la
contracepción y el aborto, el derecho a la contracepción
post–coital; etc.65 Lo que es la soberbia del ser humano:
¡ésta es la nueva ética, es la nueva porquería que quieren
imponer, la globalización, el nuevo orden mundial; quieren
imponer los anti–mandamientos de la ley de Dios!
También en nuestro país sucede esto, como por ejemplo,
las leyes acerca de la salud reproductiva, en las que se
olvidan que la caridad es el vínculo de la perfección, o de
lo que dice San Juan en esto consiste el amor, en que
vivamos conforme a sus mandamientos, éste es el
mandamiento, que viváis en el amor (2Jn 6).

65
cfr. Revista AICA, del 30 de abril de 1997.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

5. Frecuentar los sacramentos


Quiero insistir en la importancia del sacramento del
bautismo, si alguno acá no está bautizado todavía y
quiere bautizarse, hable con la comisión de pastoral que le
han de indicar qué es lo que tiene que hacer, qué es lo
que tiene que estudiar para bautizarse, ya que hay que
bautizarse cuanto antes; bauticen a sus niños cuanto
antes, y en caso de peligro de muerte todos tienen el
deber de bautizar, basta tener un poco de agua y decir las
palabras: «N.N. yo te bautizo en el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo», y ese queda bautizado, y se va
al cielo. Eso es una obligación.
La confesión, habrá acá tal vez algunos que hace
muchos años que no se confiesan, porque quizás no hizo
la primera comunión, o la hizo pero ni siquiera se confesó;
o se confesó mal y desde entonces tiene algún escrúpulo y
no quiere confesarse más; o tuvo alguna experiencia
negativa por la cual se ha alejado de la confesión. Pero es
Cristo el que nos dijo: a quienes perdonen los pecados, les
serán perdonados (Jn 20,23). Son palabras de Él, y
nosotros tenemos que recibir la gracia del perdón a través
del sacramento de la confesión, penitencia o
reconciliación. No interesa la cara del ministro, lo que
interesa es que cuando el sacerdote dice: «yo te
absuelvo...» es Jesucristo el que está perdonando los
pecados, y después borrón y cuenta nueva.
Por eso, debemos frecuentar los sacramentos. Decía
San Juan Bosco: «los jóvenes se forman con buenas
confesiones y buenas comuniones».
Y, ¿la comunión?, ¿cómo no recibir a Jesús que ha
querido quedarse presente bajo las apariencias de pan y
vino para ser alimento de nuestras almas? «Tomad y
comed», «Tomad y bebed». ¡Tomad! ¡Comed! Quiso
quedarse como comida y como bebida espirituales, para
dar fuerza a nuestra alma. Si caemos en pecado, si nos
resulta tan difícil muchas veces luchar contra la moda,
tenemos que acudir a la fuente de la gracia, que es Él, y
Las Servidoras
comulgar dignamente, y ahí vamos a recibir la fuerza para
hacer lo que tenemos que hacer, «aunque vengan
degollando...»,66 como Santa María Goretti, o el Beato Pier
Giorgio Frasatti. Hay que comulgar, y hay que
acostumbrarse a ir a Misa todos los domingos. Hay una
carta apostólica hermosísima del Papa acerca del día del
Señor, el Domingo (Dies Domini); donde se nos recuerda la
obligación de la misa dominical. ¿Y por qué? Porque
cuando uno lo recibe a Jesús, se asimila a Él, recibe su luz,
recibe su fuerza, recibe el consuelo que Él nos da, y nos da
juntamente con la gracia santificante, con el aumento de
la gracia santificante, las gracias propias de la comunión,
de la Eucaristía. Mi carne es verdadera comida, mi sangre
es verdadera bebida; quien come mi carne y bebe mi
sangre, vive en mí y Yo en él (Jn 6,54).

6. Imitar sus ejemplos


Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús
(Flp 2,5).
Tenemos que aprender a amar como Él: ser cristiano es
ser alguien que ama como Jesús. Tenemos que aprender a
servir como Él, hasta la muerte. En ser justos, en ser
pacientes, en ser mansos, en ser humildes, en
sacrificarnos, en llevar la cruz, la cruz de nuestra vida
diaria; la cruz, que es el cumplimiento de la ley de Dios; la
cruz que es el cumplimiento de los deberes de estado; la
cruz que es soportar mis defectos, soportar los defectos de
los demás. Como dice también el apóstol San Pablo: Pues,
por la momentánea y ligera tribulación, nos prepara un
peso eterno de gloria incalculable a cuantos no ponemos
nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles,
pues las visibles son temporales, y las invisibles, son
eternas (2Cor 4,17– 18).
Sin ir más lejos, ayer, el Papa, le pidió a los jóvenes: «el
martirio de ir contra corriente». Agregaba él
hermosamente: «en realidad, es a Jesús a quien buscáis
cuando soñáis la felicidad. Es Él quien os espera cuando
66
JOSÉ HERNANDEZ, Martín Fierro, I.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza


que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de
radicalidad que no os permite dejaros llevar del
conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras
que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las
decisiones de la vocación más auténticas que otros
querrían sofocar – como suele ocurrir con las decisiones a
la vida consagrada– ; es Jesús el que suscita en vosotros el
deseo de hacer de vuestra vida algo grande; la voluntad
de seguir un ideal; el rechazo de dejaros atrapar por la
mediocridad; la valentía de comprometeros con humildad
y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la
sociedad haciéndola más humana y fraterna».

7. Estar en comunión con su Iglesia


Es Él el que dijo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella (Mt 16,18). Si nosotros estamos
con Pedro, con el Papa, no tenemos que tener miedo,
aunque vengan todos los poderes del infierno juntos,
porque las puertas del infierno no prevalecerán contra la
Iglesia67. Y es Él el que dijo a los Apóstoles y a sus
sucesores: Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha (Lc
10,16).
Esa experiencia de Iglesia –que es lo que estamos
haciendo nosotros acá– es lo que nos tiene que llevar a
conocer por qué es posible esto: es posible esto por
Jesucristo, porque Él nos da su espíritu, porque Él nos
enseña a ser solidarios unos con otros, porque Él nos
enseña que debemos ocuparnos de las cosas del alma, de
las cosas importantes, de las cosas que no pasan, de las
cosas que no mueren.
La experiencia de Iglesia también es experiencia de que
hay mal entre los hombres de Iglesia. Lo dijo el mismo
Jesús: habrá trigo y cizaña68. Si todos fuésemos, trigo, todo
el mundo sería católico. Pero hay trigo y cizaña, entonces,

67
cfr. Mt 16,18.
68
cfr. Mt 13,25ss.
Las Servidoras
uno tiene libertad. Si uno viese que todos son santos,
entonces uno estaría forzado a seguirlo a Jesucristo. Y no
es así: vemos en el Colegio Apostólico: estuvo Judas. ¡Trigo
y cizaña! Y será así hasta el fin de los tiempos, y el que
piense otra cosa, es un utópico. No existe la Iglesia de los
solos buenos. La Iglesia es santa porque el principio, los
medios y el fin son santos. Pero la Iglesia tiene en su seno
a pecadores que somos nosotros. Por eso tenemos que
rezar el «yo pecador» al comienzo de cada Misa, por eso
tenemos que confesarnos a menudo; no somos ángeles,
nacimos con el pecado original, cometemos muchos
pecados todos los días, el justo peca siete veces al día (Pr
24,16). Y justamente ver el mal en la Iglesia, que es una
de las tentaciones más grandes que puede tener el
cristiano, nos tiene que llevar a nosotros a tener más fe en
Jesucristo, porque Él ya lo profetizó, lo dijo hace dos mil
años: ¡Habrá trigo y cizaña!
Y, ¿qué es lo que tenemos que hacer nosotros? Trabajar
para ser trigo. Me dijo una vez un periodista, en un
reportaje por televisión: «Ah, yo sería católico, o la gente
dice que sería católica, pero resulta que los que van a Misa
son malos, son injustos, no pagan esto, no hacen lo otro,
etc.». Le dije: «Mirá, entre los Doce, hubo uno, eso
significa el 8,33%, lo cual, hablando en plata, en estos
momentos, en que somos más de mil millones de
católicos, significa que, por lo menos –porque no vamos a
ser más que Jesucristo–, tiene que haber 86 millones de
falsos católicos. Vos trabajá para no ser uno de ellos».
Entonces dijo: «Bueno, vamos a una tanda publicitaria...».

8. Reconocerlo en los hermanos


Pensemos en primer lugar, en los pobres. Han conocido
anteayer los hogarcitos, los niños discapacitados. Obra
grande. Se los atiende porque son el mismo Jesús. Tuve
hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de
beber... (Mt 25,35). Pero no sólo tenemos que hacerlo con
estos casos límites, los discapacitados; tenemos que
reconocerlo en mi esposo, en mi esposa, en mis hijos, en
mis nietos, en mis alumnos, en los que nos rodean, porque
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

eso vale para todos: Tuve hambre y me disteis de comer.


Estos jóvenes que están sacrificándose en estos días,
haciendo la comida para todos nosotros, ¿vieron con qué
cariño lo hacen? Entienden que están cocinando para
Jesús. Tuve hambre y me disteis de comer. ¿Cómo se
puede dar de comer a tantos? Se puede dar de comer a
tantos cuando hay jóvenes que tienen la disponibilidad
interior, espiritual, de hacer lo mejor posible por el bien de
los hermanos. Este mandamiento tenemos: quien ama a
Dios, ama a sus hermanos (1Jn 4,21).

9. Verlo en sus santos


Esa es una de las cosas grandiosas de la Iglesia: los
santos. Cada santo revela un aspecto del rostro de
Jesucristo. Nadie como Jesucristo, pero un aspecto de
Jesucristo, lo revela el santo. Por ejemplo, San Francisco
de Asís, la pobreza; don Orione, la confianza en la
Providencia; San Juan Bosco, el amor a los niños y a los
jóvenes; Santo Tomás, el amor a la doctrina sagrada. San
Pablo, el celo apostólico por las almas, y dispuesto a
hacerse anatema por salvar a sus hermanos 69; los santos
de este siglo, los mártires, dispuestos a dar la vida antes
de claudicar. Miles y miles de ellos que han derramado su
sangre dando testimonio de Jesucristo. ¡Cuántos murieron
al grito de viva Cristo Rey!
Ellos nos revelan la fortaleza de Jesucristo, el primer
mártir y el prototipo de todos los mártires. Por eso, como
dice el Apocalipsis, los santos son verdaderas palabras de
Dios (Ap 19,9) Los santos nos revelan a Dios, y son ese
ejemplo concreto de lo que debemos ser. Por ejemplo, yo
tuve la suerte de conocer a la Madre Teresa de Calcuta, de
hablar con ella... era petisita, caminaba con energía...
¡Qué mujer extraordinaria! Había cumplido ochenta años,
y me hablaba preocupada ¡ochenta años! porque en
Bangladesh, las inundaciones eran muy grandes, y los
cadáveres pasaban flotando. Y ella tenía que hacer algo;
69
cfr. Ro 9,3.
Las Servidoras
estaba en Roma, pero tenía que hacer algo. Al día
siguiente se reunía con Saddam Hussein, porque llevaba a
las Misioneras de la Caridad a Bagdad, para atención de
los pobres, en un país islámico, ¡era pobre como una
laucha! O Juan Pablo II, ¡qué ejemplo, qué cosa
extraordinaria! Trabaja dieciséis horas por día, lo que
escribe, lo que sigue haciendo... Ayer, cuando llegó a Tor
Vergata en las afueras de Roma, estaban los dos millones
de jóvenes, recorrió durante mucho tiempo en jeep, para
que los jóvenes lo pudiesen ver de cerca, aunque tenían
pantallas gigantes. Después, quiso ir caminando, con su
bastón, a subir al lugar donde iba a hablar; desde allí
saludó a todos. Dice el Zenit –el noticiero de Internet– que
lloró al ver a tantos jóvenes que gritaban. Al final
improvisó unas palabras: «Roma nunca se va a olvidar de
este ruido». Es la peregrinación más numerosa que ha
habido en toda la historia de la Ciudad Eterna.
Por eso, como los santos, cada uno tiene que aprender
este día a decir: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Como
la Virgen: He aquí la servidora del Señor, hágase en mí
según tu palabra (Lc 1,38). «Señor, quiero escuchar tu
palabra, y quiero ser fiel a esa palabra, y hacer lo que
quieras, aunque sea algo que cueste, y que me cueste
mucho».

10. Amar a su Madre


Aquél que ama a la Santísima Virgen puede tener la
certeza de que Ella se las ingenia para llevarlo a Jesucristo.
Tuve también la dicha este año de conocer a sor Lucía,
una de las videntes de Fátima, la única que vive, tiene
noventa y tres años. Arrugadita como mi mamá, que
cumple ahora noventa años. Lúcida, tenía una felicidad...
Pensar que ella había jugado con los primos que el Papa
beatificó en esa ocasión. Mujer santa, devotísima de la
Virgen; la Virgen, nuestra Madre, se le apareció, y
transmitió un mensaje actualísimo para los hombres de
este siglo: «rezad el Rosario todos los días»; «ofreced
sacrificios por los pecadores». Y en la tercera parte del
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

secreto revelado recientemente, el ángel dice con fuerza:


«¡Penitencia, penitencia, penitencia!».
¿Queremos conocer a Jesús? Amemos a su Madre,
escuchémosla, y sigamos los pedidos y consejos de Ella:
recemos el Rosario todos los días, hagamos penitencia,
ofrezcamos sacrificios por la salvación de los pecadores.
Y allí (en Fátima), en esa explanada enorme, delante de
un millón de personas, el Papa recordó la frase de la
Santísima Virgen: «hoy muchas almas se condenan,
porque no hay quien rece por ellos».
Hoy vamos a tener la experiencia, a mi modo de ver,
más linda de estas jornadas: la Santa Misa, a la tarde.
¡Qué ninguno, por temor o por el problema que sea, deje
de acercarse a la confesión para poder recibir a Jesús en la
Santa Comunión, y hacer santos propósitos, y comenzar a
conocer mejor al único Señor que merece ser servido,
Jesucristo!

4. NEGACIÓN DE LA ENCARNACIÓN

Celebramos hoy la Fiesta de la Epifanía, fiesta de la


Manifestación del Señor y en las Iglesias Orientales se
celebra en el mismo día el Bautismo de nuestro Señor en
el río Jordán, la Adoración de los Magos y el primer milagro
de Nuestro Señor que es el de las Bodas de Caná.
Y en este día recordamos de manera especial lo que el
apóstol San Pablo dice en la segunda lectura, cuando
habla de la revelación del misterio de la Encarnación del
Verbo, y el misterio consiste en que también los paganos
participan plenamente del él. Es decir que este también es
un día de fiesta porque se recuerda la entrada de los
pueblos gentiles, de los pueblos no judíos a la Iglesia, al
reino de Dios.
Las Servidoras

I
La negación de la Encarnación de Cristo por parte de
los que no creen es una realidad sobre la que nos advierte
la Sagrada Escritura, y que ya ocurría en los tiempos
apostólicos:
Muchos seductores han salido al mundo, que no
confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el
Seductor y el Anticristo (2Jn 7).
Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a
venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han
aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la
última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de
los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían
permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de
manifiesto que no todos son de los nuestros (1Jn 2,18–19).
¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el
Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.
Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien
confiesa al Hijo posee también al Padre (1Jn 2,22–23).
Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino
examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos
falsos profetas han salido al mundo. Podréis conocer en
esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a
Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que
no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo.
El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en
el mundo (1Jn 4,1–3).
Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene
que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el
Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo
que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el
extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y
proclamar que él mismo es Dios... Porque el misterio de la
impiedad ya está actuando (2 Tes 2,3–4.7).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

II
De manera parecida, se hacían estas mismas
consideraciones en la época de los Santos Padres. Por
ejemplo, decía San Agustín comentando el anteúltimo
texto: «...“Todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino
en carne, es de Dios”. ¿Luego también es de Dios el
espíritu que se halla en los herejes, si confiesan que
Jesucristo vino en carne? Puede suceder que se levanten
contra nosotros y digan: Vosotros no tenéis el Espíritu de
Dios; nosotros confesamos que Jesucristo vino en carne.
San Juan dijo que no tienen el Espíritu de Dios aquellos
que no confiesan que Jesucristo vino en carne. Pero
pregunta a los arrianos; confiesan que Jesucristo vino en
carne. Pregunta a los eunomianos; confiesan que
Jesucristo vino en carne. Pregunta a los macedonianos;
confiesan que Jesucristo vino en carne. Pregunta a los
catafrigas; confiesan que Jesucristo vino en carne.
Pregunta a los novacianos; confiesan que Jesucristo vino
en carne. (Como si ahora nosotros dijésemos: Pregunta a
los de la Asamblea de Dios; confiesan que Cristo vino en
carne. Pregunta a los Testigos de Jehová; confiesan que
Jesús vino en carne; Pregunta a los de la Iglesia de
Filadelfia; confiesan que Jesús vino en carne. Pregunta a
los de la Iglesia Universal; confiesan que Jesús vino en
carne. Pregunta a los del Pastor Jiménez; confiesan que
Jesús vino en carne. Pregunta a...) ¿Todos estos herejes
tienen el Espíritu de Dios? ¿No son falsos profetas? ¿No
hay allí engaño alguno? ¿No hay allí seducción? Sin duda
son anticristos, que salieron de nosotros, pero no eran de
nosotros.
Luego, ¿qué haremos? ¿Cómo distinguiremos? ...Oísteis
antes que dijo: Quien niega que Jesucristo vino en carne,
éste es Anticristo; y allí preguntábamos quién lo negaba,
porque ni nosotros ni ellos lo niegan. Y vimos que algunos
lo negaban con los hechos; y adujimos el testimonio del
Apóstol, que dice: Confiesan que conocen a Dios, pero le
niegan con los hechos. Luego así también ahora
preguntamos por los hechos, no por las palabras. ¿Cuál es
Las Servidoras
el espíritu que no es de Dios? El que niega que Jesucristo
vino en carne. ¿Qué espíritu es de Dios? El que confiesa
que Jesucristo vino en carne. ¿Quién es el que confiesa
que Jesucristo vino en carne? Ea, hermanos, atendamos a
las obras, no al ruido de la lengua. Preguntemos por qué
vino en carne Jesucristo, y hallaremos quiénes son los que
niegan que vino en carne. Si das oídos a la lengua, has de
oír que muchas herejías confiesan que Cristo vino en
carne; pero la verdad les convence de mentira. ¿Por qué
Jesucristo vino en carne? ¿No era Dios? ¿Acaso no se
escribió de Él: En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios? ¿Acaso no
alimentaba y alimenta a los ángeles? ¿Por qué vino en
carne? Porque convenía que se nos mostrase la esperanza
de la resurrección. Era Dios y vino en carne. Dios no podía
morir; la carne sí; por eso vino en carne, para morir por
nosotros. ¿De qué modo murió por nosotros? Nadie tiene
mayor caridad que quien da la vida por sus amigos. La
caridad fue la que lo condujo a la muerte. Luego,
quien no tiene caridad niega que Jesucristo vino en
carne. Ahora pregunta ya a todos los herejes si Cristo vino
en carne. Y dirán: Vino, lo creo y lo confieso. Precisamente
lo niegas en absoluto. ¿Cómo es que lo niego? Bien oyes
que lo afirmo. Pues yo te demuestro que lo niegas. Lo
dices con la boca, lo niegas con el corazón; lo dices
con palabras, lo niegas con hechos. ¿De qué modo me
dices que lo niego con los hechos? Porque Jesucristo vino
en carne para morir por nosotros. Y murió por nosotros,
demostrando inmensa caridad: Nadie tiene mayor caridad
que quien da la vida por sus amigos. Tú no tienes caridad,
porque por tu gloria divides la unidad de Cristo. Luego de
aquí discernid el espíritu que es de Dios. Pulsad, tocad los
vasos de barro, no sea que estén rotos y suenen mal; ved
si suenan perfectamente; ved si allí hay caridad. Te
separas de la unidad de toda la tierra, divides la Iglesia por
el cisma, desgarras el cuerpo de Cristo. El vino en carne
para congregar, tú gritas para esparcir. Luego tiene el
Espíritu de Dios aquel que dice que Jesús vino en carne; el
que lo dice no con la lengua, sino con los hechos; el que lo
dice no clamando, sino amando. (Niega a Cristo, de hecho,
el hereje, el cismático, el que no está con Pedro y bajo
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Pedro, quien no trabaja por la unidad de los hermanos...).


No es Espíritu de Dios el que niega que Jesucristo vino en
carne; y lo niega no con la lengua, sino con la vida; no con
palabras, sino con hechos. Luego está claro, hermanos,
cómo podemos conocer. Muchos están dentro como si
fuesen de dentro; nadie está fuera si verdaderamente no
lo está»70.
No se piense que estas enseñanzas son cosas del
pasado.

III
A pesar del reciente gran Jubileo del año 2000, en el
cual recordamos solemnemente el misterio de la
Encarnación del Verbo, a pesar de la nueva toma de
conciencia que ello significó, a pesar del número
multitudinario de personas que se involucraron en el
mismo, sin embargo, hoy día, la negación de la
Encarnación es una dolorosa realidad palpable.
Recientemente ha enseñado el Papa 71 escribiendo a los
dominicos: «... Una de las primeras tareas asignadas
a vuestra Orden, desde su fundación, fue la
proclamación de la verdad de Cristo como respuesta a
la herejía albigense, una nueva forma de la recurrente
herejía maniquea contra la que el cristianismo ha
combatido desde el principio. Su idea central es el
rechazo de la Encarnación, al negarse a aceptar que
el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros ...
lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14). Para responder a
esta nueva forma de la antigua herejía, el Espíritu Santo
suscitó la Orden de Predicadores, hombres que se
deberían destacar por su pobreza y su movilidad al
servicio del Evangelio, contemplando incesantemente
la verdad del Verbo encarnado en la oración y en el
70
SAN AGUSTÍN, Exposición de la Epístola a los Partos, VI, 13; trad.
española de la BAC, p. 291–294. Paréntesis nuestros.
71
JUAN PABLO II, «Mensaje con motivo del capítulo general de la
Orden de los Frailes Predicadores», 28 de junio de 2001. Los
paréntesis y el resaltado son nuestros.
Las Servidoras
estudio, y transmitiendo a los demás los frutos de
esa contemplación a través de su predicación y de
su enseñanza. Contemplata aliis tradere72: el lema de la
orden se convirtió en su gran estímulo a la acción, y así
sigue siendo todavía hoy...
No cabe duda de que las antiguas aflicciones del
corazón humano y los grandes errores no mueren jamás,
sino que se mantienen en letargo por un tiempo y luego
vuelven a aparecer bajo otras formas. Por eso hace falta
siempre una nueva evangelización, como la que el Espíritu
Santo pide realizar a la Iglesia actualmente». (Siempre es
necesaria una nueva evangelización y, en primer lugar, en
nosotros mismos. Cuando el sacerdote o el laico deja de
evangelizarse a sí mismo comienza la relajación, que
puede llegar al escándalo). «Vivimos en un tiempo
caracterizado, a su manera, por el rechazo de la
Encarnación. Por primera vez desde el nacimiento
de Cristo, acontecido hace dos mil años, es como si
él ya no encontrara lugar en un mundo cada vez
más secularizado. No siempre se niega a Cristo de
manera explícita; muchos incluso dicen que admiran
a Jesús y valoran algunos elementos de su
enseñanza. Pero él sigue lejos: en realidad no es
conocido, amado y obedecido; sino relegado a un
pasado remoto o a un cielo lejano.
Nuestra época niega la Encarnación de muchos
modos prácticos, y las consecuencias de esta
negación son claras e inquietantes». (Como no puede
ser de otra manera, la negación de la Encarnación se ve,
sobre todo, en el rebajamiento del ser humano).
1. «En primer lugar, la relación individual con
Dios se considera como exclusivamente personal y
privada, de manera que se aparta a Dios de los
procesos por los que se rige la actividad social,
política y económica». O sea, en la manifestación
pública del hombre en su actividad social, política y
económica, formas de negación de la Encarnación son el
liberalismo salvaje, el marxismo, la tecnocracia, el laicismo
72
Transmitir lo contemplado.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

que busca apartar a Dios. El mundo que construye el


hombre sin Dios se vuelve contra el hombre. Cuando no se
quiere que Dios reine, el hombre se esclaviza.
2. «A su vez, esto lleva a una notable disminución
del sentido de las posibilidades humanas, dado que
Cristo es el único que revela plenamente las magníficas
posibilidades de la vida humana, el único que “manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre”73. Al disminuirse
el sentido de las posibilidades humanas se cae en la
marginación y en la exclusión social, en la plaga del
desempleo, en la explotación de los trabajadores, en la
acumulación de la riquezas en manos de pocos mientras
los pobres empobrecen cada vez más y son cada vez más
y cada vez tienen menos participación en la riqueza
común. Se pierde la sana creatividad.
3. «Cuando se excluye o niega a Cristo, se reduce
nuestra visión del sentido de la existencia humana;
y cuando esperamos y aspiramos a algo inferior, la
esperanza da paso a la desesperación, y la alegría a
la depresión». Es decir, el reduccionismo en la existencia
humana lleva al hombre a esclavizarse a cosas inferiores a
él, contra lo que enseña San Pablo de que no debemos
«estar sometidos a los elementos del mundo» 74, que, en el
fondo, se manifiesta claramente en todas las formas de
adicción conocidas: al alcohol, a la droga, a la excesiva
presteza, al dinero, al sexo sin responsabilidad, al poder,
al internet, a la violencia irracional, a la televisión, etc. Se
cae en el sin sentido existencial y en la pérdida del señorío
del cristiano. Por eso la humanidad en el mundo moderno
parece una manada de borregos en la que todos piensan,
más o menos, lo mismo, que es lo que repiten a diario,
hasta la saciedad, los medios de comunicación, que están
bajo la dictadura de los «dadores de sentido».
4. «Se produce también una profunda
desconfianza en la razón y en la capacidad humana
de captar la verdad; incluso se pone en tela de

73
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 22.
74
cfr. Ga 4,3.
Las Servidoras
juicio el mismo concepto de verdad. La fe y la razón,
al empobrecerse recíprocamente, se separan,
degenerando respectivamente en el fideísmo y en el
racionalismo75». El hombre se hace esclavo de su
capricho subjetivo y de la dictadura del relativismo. La
imagen de este relativismo puede ser el talk show de
Mariano Grondona: «Vos que sos prostituta, ¿qué nos
podés decir del sexo?... Vos que sos gay, ¿qué nos podés
decir?... Vos que sos lesbiana, ¿qué pensás del amor?...
Vos que sos travesti, ¿qué opinás del aborto?...». Y al final,
liberalmente, todos tienen razón. Esos liberales se
esclavizan a la dictadura del rating y del relativismo. Todo
es lo mismo: «Nada es verdad ni es mentira, todo es
según el cristal con que se mira». Ese es su credo.
Así al hombre no le interesa la verdad. No le interesa la
realidad extramental y lo eyecto fuera de él, por sobre él y
superior a él: «La verdad la hago yo, que soy la medida de
todas las cosas». Ese es el resumen de sus vidas.
5. «Ya no se aprecia ni se ama la vida; por eso
avanza una cierta cultura de la muerte, con sus
amargos frutos: el aborto y la eutanasia». Y en la
contracepción y antinatalismo, en la clonación, en el
divorcio, en el suicidio generalizado, en el homicidio de los
inocentes, en la muerte del alma al no recurrir a la gracia
que dan los sacramentos (Y así los hombres y mujeres
viven como animales sin sacramentos: no se confiesan, no
comulgan, no van a Misa los domingos, no reciben la
unción de los enfermos, no se casan por la Iglesia...). Se
hace cualquier cosa con tal de destruir la imagen divina
del matrimonio y la familia, y la dignidad del trabajo
humano.
6. «No se valora ni se ama correctamente el
cuerpo y la sexualidad humana; de ahí deriva la
degradación del sexo, que se manifiesta en una ola
de confusión moral, infidelidad y violencia
pornográfica». Se empuja a los hombres y mujeres a
toda forma de desborde sexual patológico: pederastia,
travestismo, sadismo, masoquismo... la pornografía que lo
75
cfr. Juan Pablo II, Carta Encíclica «Fides et Ratio» 48.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

invade todo: revistas, diarios, cine, radio, televisión,


internet... No se ama la virginidad y la pureza es
vilipendiada. La humanidad sufre un verdadero eclipse de
la ética y de la moral.
7. «Ni siquiera se ama y valora la creación misma;
por eso el fantasma del egoísmo destructor se
percibe en el abuso y en la explotación del medio
ambiente»76. Porque la creación es la gran página escrita
por Dios y también se quiere destruir la imagen de Dios
inscripta en ella. Todo se hace para que el hombre se
olvide que: Todas las cosas fueron hechas por medio del
Verbo y sin el Verbo no se hizo nada de cuanto existe (Jn
1, 3). ¡Veamos lo que quedó del Mar de Azov!
Es decir que, según el Papa la negación práctica de la
Encarnación del Verbo se percibe (en algunos ejemplos
que se podrían multiplicar): en el orden social y público de
los pueblos, en las posibilidades del hombre y en su
misma existencia, en la desconfianza en poder captar la
verdad, en no amar ni la vida ni el cuerpo ni la creación.
«En esta situación, la Iglesia y el Sucesor del apóstol
Pedro miran a la Orden de Predicadores con la misma
esperanza y confianza que en los tiempos de su fundación.
Las necesidades de la nueva evangelización son enormes.
Ciertamente, vuestra Orden, con sus numerosas
vocaciones y su extraordinaria herencia, puede
desempeñar un papel fundamental en la misión de la
Iglesia para acabar con los antiguos errores y proclamar
con eficacia el mensaje de Cristo en el alba del nuevo
milenio». En primera fila y en primera persona, también
debemos estar los miembros del Verbo Encarnado para
cumplir con nuestra misión.

IV
En este sentido recordaba recientemente el Cardenal
Joseph Ratzinger: «El mundo tiene sed de conocer, no
nuestros problemas eclesiales, sino el fuego que Jesús

76
La división y numeración de párrafos es nuestra.
trajo a la tierra77. ... El problema central de nuestro tiempo
es que la figura histórica de Jesucristo ha sido vaciada de
su sentido. Un Jesús empobrecido no puede ser el único
Salvador y mediador, el Dios con nosotros: Jesús es
reemplazado con la idea de los “valores del reino” y se
convierte en esperanza vacía. Tenemos que regresar con
claridad al Jesús de los Evangelios, ya que sólo Él es el
auténtico Jesús histórico78»79.

V
Reafirmemos nuestra fe en Jesucristo.
Sepamos decirle con obras y de verdad: Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16).

5. HEGEL Y EL VACIAMIENTO DEL VERBO.


EL INTENTO DE REDUCIR EL CRISTIANISMO DE ACONTECIMIENTO
A IDEA

Celebramos hoy los doce años del comienzo en la


experiencia de vida religiosa. La Misa de inauguración la
había celebrado Mons. León Kruk bajo la galería del
Seminario Diocesano. La gente se encontraba hacia donde
está la parte de tierra, hacia la entrada del Seminario.
Recuerdo que el P. Rolando Santoianni, entonces
seminarista, había hecho unas banderolas de papel crepé,
con los colores de la bandera papal, amarillo y blanco, y el
escudo de Juan Pablo II.
Justo ese día, 25 de marzo de 1984, el Papa juntamente
con todos los obispos consagró el mundo al Inmaculado

cfr. Lc 12,50.
77

cfr. Jn 6,68.
78

79
CARD. RATZINGER, «Intervención en la X Asamblea general
ordinaria del Sínodo de los Obispos», 6 de octubre de 2001; cfr.
L’Osservatore Romano (19 de octubre de 2001).
Corazón de María; y precisamente ese día está fechado el
documento tan importante sobre la vida religiosa,
«Redemptionis donum».
No era que nosotros hayamos podido elegir la fecha,
sino que la fecha salió de toda una serie de tires y aflojes
que hubo ya antes de comenzar, de dificultades que
ponían para el comienzo del Seminario y de la experiencia
de vida religiosa; y, de manera providencial, comenzamos
en un día como hoy.
Nosotros teníamos muy en claro muchas cosas; por
ejemplo, no íbamos a dar batalla por la sotana. ¡No!, esas
son escaramuzas; no es la gran batalla, ¡ni de lejos!
Recordábamos que Don Orione, cuando le impuso la
sotana a un sacerdote argentino, uno de los primeros que
él llevó a Italia, le dijo: «dentro de poco los curas se la van
a sacar». Eso no es materia para dar una batalla.
Tampoco era restaurar el latín en el «universo mundo».
No nos dan las fuerzas ni las capacidades. ¡Si apenas
sabemos decir en latín «Kyrie eleison»!, como dijo el
hermano N.N. en una oportunidad (risas del Padre y del
auditorio porque la expresión es griega y no latina).
Tampoco era el sueño de la restauración de la Edad
Media, con lucha de torneos y doncellas (risas del
auditorio), castillos y novelas de caballería, y afeitarse con
navaja... ¡tch! ¡no! Nuestros sueños, nuestras ilusiones, no
llegaban ahí. Más aun, consideramos que si alguno tiene
ese intento es un proyecto que va al muere, porque nunca
se puede –por así decirlo– resucitar una situación histórica
determinada que ya pasó. Ahora hay luz eléctrica: ¡no
vamos a abolir la luz eléctrica!
Pero sí, nuestra idea clara era formar jóvenes que
tuviesen en claro que ¡el Verbo se hizo carne!
¿Y por qué eso? Porque entendíamos con claridad –
dentro del claro oscuro de la fe– que eso era lo central de
la fe y que por eso sí, ¡vale la pena dar la vida! Todas
las otras cosas finalmente son tonteras, o por mejor decir,
tienen una importancia relativa. Tantas cosas que nos han
achacado durante estos doce años no eran para nosotros
de envergadura suficiente como para dar batalla ...
¡porque no tienen suficiente entidad! Pero que el Verbo
se hizo carne, ¡ah, sí! ¡Eso sí!
Teníamos en claro que era necesario formar sacerdotes
y religiosas con ese convencimiento, con el
convencimiento de San Juan, como en la lectura breve de
Vísperas de hoy hemos leído: Lo que existía desde un
principio, lo que hemos oído – lo escucharon hablar
porque el Verbo se hizo carne de verdad– , lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que contemplamos, lo
que tocaron nuestras manos acerca de la Palabra
de vida...– insisto– lo que hemos visto y oído os lo
anunciamos” (1Jn 1, 1– 3).
Y también teníamos conciencia de que lograr una cosa
así no iba tanto a ser el poner el dedo en las llagas del
Señor y la mano en su costado, como hizo Tomás, el
Apóstol, sino que era poner el dedo en el ventilador. En
efecto, en la actualidad se da un fenómeno tremendo, que
ya lo señalaba Pablo VI en la locución consistorial del 24
de mayo de 1976 – ¡hace 20 años! diciendo: «No
admitimos la actitud de cuántos parecen ignorar la
tradición viviente de la Iglesia ... e interpretan a su modo
la doctrina de la Iglesia, incluso el mismo Evangelio, las
realidades espirituales, la divinidad de Cristo, su
Resurrección o la Eucaristía, vaciándolas prácticamente de
su contenido y creando de esta manera una nueva
gnosis...»80. Estamos en una época gnóstica. Y esta es la
batalla: Contra las cerebraciones de la gnosis, sólo se
opone, verdaderamente, la realidad de que «el Verbo se
hizo carne».
Esto no es algo de ahora. Ya un gran filósofo polaco,
Erich Przywara, en un artículo publicado en 1931, lo decía
con toda claridad. Él decía, por ejemplo, que se estaban
formando dos corrientes que finalmente se encontraban:
una de interiorismo gnóstico y la otra corriente de
escatologismo radical. Él percibía eso y en la Revista de
Filosofía de 1931 justamente frente a la situación

80
«Alocución consistorial del 24 de mayo de 1976», L’Osservatore
Romano del 30 de mayo de 1976, 4.
contemporánea del cristianismo alemán protestante
observaba que «el contraste entre gnosticismo fanático y
un radicalismo escatológico es eminentemente la situación
de hoy”. Hace un desarrollo sobre el tema y termina con la
conclusión de que la reforma protestante finalmente
terminaba en dos cosas: «Sectas o socialismo, son los
herederos de las iglesias territoriales. En esto la sombra
de Hegel se halla misteriosamente grande detrás de
todos». Y hemos visto hasta el cansancio tanto la
multiplicación de sectas cuanto el desarrollo y posterior
caída del socialismo real. Agregaba Przywara que a este
proceso de disgregación se oponía: «sólo el catolicismo, si
el catolicismo alemán no se deja deslumbrar por el nuevo
hegelianismo». Ahora se advierte que la fascinación por
Hegel se va imponiendo no sólo en el campo protestante,
sino en el campo católico.
De tal manera que, como señala un autor
contemporáneo, Massimo Borghesi, que acaba de publicar
un libro sobre el tema 81, estamos justamente ahora en ese
punto del debate ideológico, es decir, en «el intento de
reducir el cristianismo de acontecimiento (el Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros 82, y hemos visto su gloria...
lo hemos oído, lo hemos visto, lo hemos palpado... 83) a
idea. Así es como los católicos de los últimos decenios,
incluso sin darse cuenta, se han vuelto idealistas», es
decir, no llenos de ideales, sino alejados de la realidad.
No puedo hacer, evidentemente, el resumen de todo
este trabajo, que es un resumen que hace el mismo autor
de ese libro, pero sí recordar algunas cosas, algunos
antecedentes; por ejemplo, esa dialéctica que ha entrado
también en el campo católico entre el Cristo histórico y el
Cristo de la fe. La misma finalmente termina siendo algo
hegeliano, porque para toda esa línea de pensamiento no
interesa el Cristo histórico real; lo que interesa es la idea
que se tiene de Cristo, que es eterna, que está presente

81
L’eta dello Spirito in Hegel. Dal Vangelo «storico» al Vangelo
«eterno», Studium (Roma 1995) 322.
82
cfr. Jn 1,14.
83
cfr. 1Jn 1,1.
en nuestra alma más allá de sus ejemplificaciones
históricas.
Como ya escribía Kant: «En la manifestación
fenoménica del hombre– Dios el verdadero objeto de la fe
santificante no es lo que de éste resulta a nuestros
sentidos o que puede ser conocido mediante experiencia,
sino el modelo ideal ínsito en nuestra razón y que
ponemos como fundamento de dicha manifestación
fenoménica». La «Idea Christi» es eterna, no está
vinculada a ejemplificaciones históricas. «El Cristo como
idea no se ha de buscar fuera de nosotros, sino dentro; y
su figura histórica es ilustración que nos debe servir de
ejemplo«. Para Kant «aunque fuese posible y se diera
efectivamente un “Cristo histórico”, su función no podría
ser otra que la de una ocasión para despertar en nosotros
su figura ideal que desde siempre está presente en
nuestra razón y a la que solamente nosotros debemos
hacer referencia de modo decisivo». Coherentemente con
esta perspectiva el idealista Fichte escribirá: «Solamente
lo que es metafísico y no la dimensión histórica, nos hace
bienaventurados; la segunda comporta solamente
erudición. Si alguien se ha unido realmente a Dios y ha
entrado en Él, es completamente indiferente por qué
camino ha llegado». En esto le sigue Hegel para quien: «A
la fe no interesa el acontecimiento sensible, sino lo que
sucede eternamente». Conclusión ésta que, al negar toda
importancia a los hechos y a los signos sensibles por
medio de los cuales el cristianismo se hace
acontecimiento, ocasión de encuentro, tiene su epílogo en
la teoría del «cristianismo anónimo», que de hecho
sanciona la insignificancia de la Iglesia para la salvación»,
sigue diciendo Massimo Borghesi en su artículo 84. ¡Y
cuánta razón tiene! Si de acuerdo a la teoría se admite
que todos los hombres ya son cristianos, se sanciona no
sólo la insignificancia de la Iglesia para la salvación, sino
también, como consecuencia, la insignificancia del hecho
de que el Verbo se hizo carne.

84
L’eta dello Spirito in Hegel. Dal Vangelo «storico» al Vangelo
«eterno», Studium (Roma 1995).
De esa manera, «En la interpretación idealista del
cristianismo, la realidad del contenido cristiano, su
presencia sensible en el ámbito espacio–temporal, su ser
un acontecimiento que se manifiesta eminentemente en el
rostro concreto de la Iglesia, se niega y se resuelve en lo
universal religioso».
Ahora bien, ¿por qué niega Hegel importancia a los
signos sensibles? Porque para él «la fe no reside en la
autoridad, en lo que se ha visto, entendido, sino en la
naturaleza del espíritu eterno y sustancial, la cual ha
llegado a la conciencia (...) la fe reside en el testimonio del
espíritu, no en los milagros, sino en la verdad absoluta, en
la idea eterna». Los signos exteriores pertenecen a la
«edad del Hijo», al catolicismo medieval.
La «edad del Espíritu», la edad nueva caracterizada por
un cristianismo «interior» –en contraposición a la
concepción «exterior», histórica y sensible, del hombre-
Dios–, hallaba su cumplimiento en la Razón realizada, en
la perfecta realización entre humano y divino. Hegel
llegaba a estas conclusiones mediante la interpretación de
la teología de la historia de Joaquín de Fiori. El tercer
Reino, el «Reich Gottes», el tiempo del «nuevo Evangelio
eterno», indicaba en la escatología secularizada de la
ilustración, la meta final de la historia, la era del Logos
universal que ya no necesita al Verbum caro, dice
Lorenzo Cappelletti85. Le daba su horizonte un
«Pentecostés especulativo» que, si bien sobrentiende una
genial comprensión de la importancia cultural del
cristianismo, es, sin embargo, como observa Borghesi, la
más imponente «cristología gnóstica» de los tiempos
modernos, como la llama un autor protestante, Karl Löwith
(un hombre muy inteligente).
Por eso es que en este día, cumpliendo doce años de
existencia –de alguna manera hay que decirlo–, nosotros
debemos tener clara conciencia de que lo que
pretendemos es conocer al Cristo verdadero y lo

85
«Una imponente cristología gnóstica», recensión al ensayo de
Borghesi sobre Hegel, artículo publicado en la Revista 30 Días, página
38.
que pretendemos es dar testimonio de ese
verdadero Cristo, teniendo en cuenta estas dificultades
de los tiempos actuales, estas confusiones que a veces se
dan incluso en teólogos encumbrados. ¡Nosotros
queremos dar testimonio de que Cristo, de que el
Verbo se hizo carne! Estas cristologías que dejan de
lado el acontecimiento, el hecho, muchas veces se
presentan como cristologías imponentes, pero como diría
San Juan Crisóstomo «pesan lo que las telas de araña».
Pidamos, entonces, la gracia de que podamos seguir
festejando más aniversarios, todos los que Dios nos quiera
dar como familia religiosa en formación, pero teniendo
siempre en claro que eso es lo más importante: que ¡el
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros! Lo
demás es añadidura. Le cantamos a la Madre del Verbo
Encarnado.
Capítulo 2
¿Quién es Jesucristo?

1. ¿QUIÉN ERES, SEÑOR? (HE 9, 5)

¿Quién eres, Señor?


– Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).

1. ¿Quién eres, Señor?


– Yo soy el Camino...
¿Por qué, Señor, eres el Camino?
– Porque... Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su
vida por las ovejas (Jn 10, 11).
– Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y mis
ovejas me conocen a mí (Jn 10, 14).
– Porque... Yo soy la puerta de las ovejas (Jn 14, 7), ... si
uno entra por mi, se salvará (Jn 10, 9).
– Porque Yo soy ... el Verbo hecho carne (Jn 1, 14), Soy
Hijo de Dios86 , ¿cómo decís:... blasfemas por haber dicho:
Soy Hijo de Dios? (Jn 10, 36), ¿Eres tú el Cristo (el Mesías),
el Hijo del Bendito (el Hijo de Dios)? Sí, yo soy... (Mc 14,62;
cfr. Lc 22,70), [el Mesías, el Cristo, que ha de venir.] Yo
soy, el que te está hablando (Jn 4, 26), Sí, como dices, soy
rey... (Jn 18, 37).

86
cfr. Mt 27, 45.
– Porque con Él no hay lugar para los miedos, Él da
valor y confianza: ¡Ánimo, que soy Yo! No temáis (Mt
14,27; Mc 6,50), Soy yo. No tengáis miedo (Jn 6,20).
¡Joven del Tercer Milenio! ¿Estás decididamente
dispuesto a transitar, con energía y valor, por ese Camino,
que es el mismo Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre?

2. ¿Quién eres, Señor?


– Yo soy ...la Verdad.
¿Por qué, Señor, eres la Verdad?
– Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís
bien, porque lo soy (Jn 13,13).
– Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el
camino de Dios con verdad (Mt 22,16), le dicen los
discípulos (de los fariseos).
– Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón... (Mt 11, 29).
– Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en
tinieblas, sino que tendrá luz de vida (Jn 8, 12), Mientras
estoy en el mundo, soy luz del mundo (Jn 9, 5).
– Las palabras que os he hablado son espíritu y son
vida (Jn 6, 63).
– Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68), le dijo
San Pedro.
– Las palabras que yo hablo las hablo como el Padre me
las ha dicho a mí (Jn 12, 50).
– Para esto he venido al mundo: para dar testimonio de
la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz (Jn
18, 37).
¡Joven del Tercer Milenio! ¿Estás dispuesto a todos los
sacrificios con tal de dejar que enseñoree tu alma y tu
corazón, la verdad de Jesucristo, lleno de gracia y de
verdad?
Las Servidoras
3. ¿Quién eres, Señor?
– Yo soy ...la Vida.
¿Por qué, Señor, eres la Vida?
– Porque Yo soy el pan vivo, bajado del cielo (Jn 6,51;
cfr. 35.41.48). Es la Eucaristía. La Misa.
– He venido para que tengan vida y vida en abundancia
(Jn 10, 10).
– Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11, 25), Mirad mis
manos y mis pies; soy yo mismo (Lc 24, 39), mostrándose
vivo con las llagas de los clavos.
– Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador (Jn
15, 1), Yo soy la vid; vosotros los sarmientos (Jn 15, 5).
– Es el Salvador. ¿A quién buscáis? A Jesús Nazareno.
Yo soy... (Jn 18, 5). El ángel le había mandado a San José
le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo
de sus pecados (Mt 1, 21).
– De ahí que a la pregunta de San Pablo: ¿quién eres,
Señor?; responde el Señor: ...Yo soy Jesús... Yo soy Jesús
Nazareno... (He 9, 5; 22, 8).
– Soy yo, el Primero y el Último, el que vive (Ap 1, 17).
– Yo soy el que sondea los riñones y los corazones (Ap
2, 23), el que conoce a fondo la conciencia y el alma de
cada hombre y mujer.
– Yo soy el retoño y el descendiente de David (Ap 22,
16).
– Y confiesan los Apóstoles: Nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 68).

¡Jóvenes del Tercer Milenio! Gritó Juan Pablo II:


¡Queridos jóvenes, tengan la santa ambición de ser
santos, como Él es santo!... ¡No tengáis miedo de ser los
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

santos del nuevo milenio!87. Para ello sean siempre fieles


al que es Camino, Verdad y Vida.
Nuestra Señora de los Jóvenes los protegerá siempre.
En sus entrañas el Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros (Jn 1,14) y junto con Él, la Cabeza, nos engendró
espiritualmente a nosotros, su Cuerpo, los miembros de
esa Cabeza, formando un solo Cuerpo místico, la Cabeza y
los miembros.

2. «NO TENGÁIS MIEDO ¡YO SOY!» (MT 14,27)

I
– Cuando veas la barca de la Iglesia azotada por vientos
contrarios en medio del mar embravecido…
– Cuando furiosas y espumantes veas las olas golpear la
quilla y barrer la borda…
– Cuando las nubes negras del mal, oscurezcan la
atmósfera, haciendo el aire irrespirable…
– Cuando el rugido de los truenos del egoísmo
ensordezcan a los hombres del mundo entero en violencias,
guerras, destrucción y muerte…
– Cuando los fulgurantes relámpagos del odio conviertan
en dantesca escena la faz de la tierra…
– Cuando veas a los jóvenes viejos antes de tiempo
porque se han dejado esclavizar a las pasiones
desordenadas…
– Cuando veas a los adultos como entontecidos, sin
encontrar rumbo…

87
JUAN PABLO II, «Mensaje para la XV Jornada Mundial de la
Juventud» llevada a cabo del 15 al 20 de agosto de 2000 en Roma.
Las Servidoras
– Cuando la televisión, la radio, los diarios y revistas sean
focos de inmoralidad y corrupción…
– Cuando sea noticia diaria los fracasos matrimoniales y
familias deshechas…
– Cuando impunemente se mate a los niños recién
concebidos…
– Cuando uno está atormentado por dificultades,
tentaciones, incomprensiones, persecuciones…
– Cuando por las entrañas de la humanidad se arrastra la
epidemia del materialismo…
– Cuando al tener que jugarte el todo por el todo por
Cristo, sientas el vértigo al pensar lo que El te pueda pedir…
Debes escuchar que Él te dice: no tengas miedo, ¡Yo
Soy!

II
¿Quién es ese Yo? Es la 2da. persona de la Santísima
Trinidad,
– anunciada por los profetas,
– nacido en Belén,
– que murió en la Cruz y
– resucitó al tercer día…

III
Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy» (Ex 3,14).
Y Jesús muchas veces te dice: ¡Yo soy!
– Yo Soy… Antes que Abraham fuera:… (Jn 8,58);
– Yo Soy… Camino, Verdad, Vida (Jn 14,6);
– Yo Soy… Resurrección (Jn 11,25);
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

– Yo Soy… el pan vivo bajado del cielo (Jn 6, 41);


– Yo Soy… la luz del mundo (Jn 8,12);
– Yo Soy… la puerta (Jn 10,9);
– Yo Soy… el buen pastor (Jn 10,11);
– Yo Soy… la vida verdadera (Jn 15,1);
– Yo Soy… el alfa y la omega, el Primero y el Último, el
que viene (Ap 1,17).
¿No estás dispuesta a amar siempre a este dignísimo
Señor?

3. JESUCRISTO «ETERNAMENTE JOVEN»

A mi amigo y compañero de la escuela primaria,


Ing. Roberto Destéfano y familia.

I
Rápido pasan las modas y con ellas los típicos
personajes del momento. ¿Qué joven se acuerda hoy del
«dandy»88, del «fifí»89, del «shusheta»90, del «pituco»91 o
del «petitero»92? Apenas si recordará alguno al «hippie».
La figura de hoy es el «cheto», el «concheto» o el «punk».
Y dentro de unos años, ¿quién se acordará que alguna vez
existieron «chetos», «conchetos» y «punks»? Para los
jóvenes de entonces serán piezas de museo, como son
ahora piezas de museo el dandy, el fifí, y los demás que
nombré. Por eso nos reímos cuando vemos fotos antiguas,
88
Petimetre.
89
El que cuida demasiado de su compostura y de seguir las
modas.
90
Igual que el fifí.
91
Alardear elegancia.
92
Atildados en el vestir y hacen ostentación de su capacidad de
consumo.
Las Servidoras
por que son piezas de museo: polainas, sombreros en
mano, los anteojos y los peinados tan llamativos, las
mujeres con miriñaques .... Como seguramente se reirán
dentro de unos años los jóvenes cuando vean en fotos a
sus parientes femeninas luciendo un peinado «África
look», o a lo Bo Derek, o imitando a Xuxa, o a Claudia
Schiffer... ¡Cosas obsoletas, pasadas de moda, piezas de
museo, olor a naftalina...! ¡Qué desfasadas les parecerán!
Con Jesucristo no pasa así: Él es «eternamente joven» 93.
Por la fuerza de su resurrección, porque ya no muere más
(Ro 6,9), nunca jamás pasará de moda, nunca jamás
perderá actualidad: JESUCRISTO, es el mismo ayer, hoy y
siempre (Heb 13,8).
Cristo no es una reliquia insigne, que es sólo del
pasado. ¡No!
Cristo no es una valiosa pieza de museo, pero sin vida.
¡No!
Cristo no es una grandeza pretérita como las obras
faraónicas, a quienes el viento y la lluvia, la arena y los
turistas van desgastando. ¡No!
Cristo no es un gran héroe del que sólo se recuerdan
sus pasadas epopeyas. ¡No!

II
Jesucristo al tercer día de morir en la cruz y ser
sepultado, resucitó. ¡Vive! ¡Y en la actualidad vive! ¡No
muere más! Murió una sola vez para pagar por nuestros
pecados.
Hoy día sigue siendo realizando la gesta más grande de
que el mundo tenga memoria.
Hoy día sigue conquistando y cautivando los corazones
de los hombres y mujeres, de los niños y de los ancianos,
de los jóvenes y de los adultos.

93
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Mensaje a los jóvenes, 2.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Hoy día es el personaje más importante, el que bate


todos los récords de “rating” (Basta con contar todas las
personas que domingo a domingo se reúnen para la Santa
Misa. Ningún político reúne, semana a semana, tanta
gente). El más buscado. El más amado. El más seguido... y
eso que es el más exigente, porque exige todo...
No solamente hizo todas las cosas... y sin Él no se hizo
nada de cuanto ha sido hecho (Jn 1,3), sino que además,
todo subsiste en Él (Col 1,17). Los peces, los pájaros, las
flores, los ángeles, los ríos, las montañas, las ciudades;
todos y cada uno de los hombres y mujeres existen ahora,
hoy, en este mismo momento, porque Él los sustenta en el
ser.
No solamente todo fue creado por Él y para Él (Col
1,16), sino que en su exaltación, en su glorificación, lo
llena todo en el pléroma94 .
No solamente se hace carne (Jn 1,14), sino que
recapitula todas las cosas en sí, las de los cielos y las de la
tierra (Ef 1,10), reagrupa en sí a Adán, a toda la
humanidad y a todo el universo, que canta su gloria. Como
está revelado en el libro del Apocalipsis: Digno es el
Cordero que ha sido degollado de recibir el poder, la
riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria, y la
bendición95.
Así como Cristo, el Verbo, por la Creación es principio
de la existencia de todas las cosas, así por el misterio
pascual es el principio de la reconciliación y de unión de
todas las criaturas, constituyendo Él el principio orgánico
de la nueva creación.
Así como por la trasgresión de uno sólo, Adán, reinó la
muerte (Ro 5,17), por la justicia de uno sólo, Jesucristo,
mucho más reina la vida96.
Así como la serpiente de bronce que levantó Moisés en
el desierto curaba a los que la miraban, así Jesucristo

94
cfr. Ef 4,10.
95
cfr. Ap. 5,12–13.
96
cfr. Ro 5,17.
levantado entre el Cielo y la tierra es el Salvador de todos
los hombres y a todos los hombres los atrae hacia sí97.
Por eso Cristo nunca pasará de moda. Cristo es lo más
actual de lo actual, es el que no pasará jamás.
Está presente, vivo, donde hay dos o tres reunidos en
mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20).
Está presente, vivo, en la persona de los pobres, los
hambrientos, los perseguidos, los enfermos98.
Está presente, vivo, en la persona de los niños: el que
por mí los recibiere, a mí me recibe (Mt 18,5).
Está presente, vivo, en los cristianos, habitando en sus
corazones por la fe, como enseña San Pablo en la carta a
los Efesios y San Juan en su evangelio: si alguno me ama,
guardará mi palabra, mi Padre le amará y vendremos a él
y en él haremos morada (Jn 14,23; cfr. Ef 3,17).
Está presente, vivo, en los pastores que rigen el Pueblo
de Dios: quien os desprecia, a mí me desprecia (Lc 10,16).
Está presente, vivo, substancialmente, en la Eucaristía,
en el momento solemnísimo en el que los celebrantes
dicen: «Esto es mi cuerpo», «Este es el cáliz de mi
sangre».99

Nos habla, hoy día, por la Sagrada Escritura ya que a Él


se refiere toda Ella100.
Nos habla, hoy día, en la Santa Misa «ante todo, con la
fuerza de su Sacrificio. Es un discurso muy conciso y al
mismo tiempo ardiente»101.
Nos habla, hoy día, por la voz de su Vicario, el Papa, el
«dulce Cristo en la tierra», a quien le mandó: Apacienta a
mis ovejas (Jn 21,16).
97
cfr. Jn. 12,32.
98
cfr. Mt 18,40.
99
MISAL ROMANO, Plegaria eucarística (todas).
100
cfr. Jn 5,39.
101
JUAN PABLO II, «Discurso a los seminaristas de Roma el 19 de
noviembre de 1978», L’Osservatore Romano 49 (1978) 583.
Sólo en Él «se esclarece el misterio del hombre» 102.
Sólo Él dará vida a nuestros cuerpos mortales (Ro 8,11).
Sólo Él tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68).
Sólo Él tomó carne, de la carne purísima de la Virgen.
Sólo Él ¡Es el Señor! (Jn 21,7).
Sólo Él sigue suscitando vocaciones sacerdotales y
religiosas: apóstoles, mártires, predicadores, misioneros; y
nos inspira para que recemos por su aumento y su
santidad.
Sólo Él suscita esposos santos, que se amen a ejemplo
del amor de Cristo por la Iglesia, y de la Iglesia por Cristo.
Cristo no está perimido.
Cristo no está desfasado.
Cristo no es obsoleto, más aun, Cristo no estará nunca
jamás pasado de moda...
El cielo y la tierra pasarán... de moda, pero sus
palabras no pasarán (Mt 24,35), porque JESUCRISTO es el
mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13,8).
Hoy es como ayer.
Hoy es como la primera pascua, bendita entre todas,
cuando Nuestro Señor salió triunfante del sepulcro en el
que le habíamos puesto los hombres por nuestros
pecados.
Que sigamos siempre con entusiasmo a ese Cristo que
vive para siempre, que ya no muere, que ha triunfado
sobre el mal, sobre el pecado y sobre la muerte.
Nos lo alcance la Virgen.

102
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 22.
4. TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA (JN 6,68)

Queridos hermanos, nos encontramos en este domingo


con un Evangelio realmente muy hermoso de Nuestro
Señor. Es al término del tan conocido sermón del Pan de
vida. Allí, Nuestro Señor enseña por primera vez la
realidad de la Eucaristía que Él iba a instituir, el día del
Jueves Santo, al decirles con toda claridad que su Carne
iba a ser comida y su Sangre iba a ser bebida, y que esa
Carne y esa Sangre serían para la vida del mundo (Jn 6,
52). Al oír esto, muchos de sus discípulos decían: es duro
este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? (Jn 6,60). Y
entonces Nuestro Señor, que conocía sus pensamientos,
va a darles la clave de interpretación del sermón del pan
de vida.
La clave no estaba en una interpretación material de las
palabras, sino en una interpretación sobrenatural que
brota de la fe, y les dice: el Espíritu es el que da vida, la
carne de nada sirve (Jn 6,63). Los que estaban allí, que se
escandalizaron, entendían de manera carnal lo que debe
ser entendido de manera sobrenatural: Las palabras que
os dije son espíritu y vida, pero hay entre vosotros algunos
que no creen (Jn 6,63), como pasa en todas las
comunidades, de todos los tiempos. Siempre hay gente
que, aparentemente, forma parte de la comunidad, pero
les falta lo principal: la fe viva, intrépida, en Nuestro
Señor. Y allí, Juan hace una anotación bastante
importante: Porque Jesús sabía desde el principio quiénes
eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar
(Jn 6,64). Y estos dos hechos están relacionados. El que no
cree lo va a entregar a Jesús. Tal vez no sea hoy, ni será
mañana, pero será la semana que viene o el año que
viene... ¿por qué? Porque ya lo ha entregado en su
corazón. Al no creer, y no tener fe, ya lo ha traicionado, y
por eso lo va a entregar.
En ese momento crucial de la predicación de Nuestro
Señor, sobre todo porque era la enseñanza del misterio
que «hace» a la Iglesia y que iba a «ser hecho» por la
Iglesia, el misterio de la Eucaristía, muchos de sus
discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.
Jesús, al igual que nosotros, ha conocido lo que es el
fracaso apostólico, pastoral. Uno se esfuerza por hacer
todas las cosas lo mejor posible, y no obtiene la respuesta
que esperaba, porque se encuentra muchas veces con la
dureza de los corazones, que no quieren dar el paso para
creer; o la dureza de las conciencias, que no quieren dar el
paso para convertirse y siguen afirmándose en su propio
juicio, aun en contra de las palabras de Jesucristo. Y allí es
cuando Jesús va a hacerles una pregunta a los Apóstoles,
pregunta que responderá Pedro.
Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros
queréis marcharos?» (Jn 6,67). Jesús no quita la libertad a
nadie. No se la quitó a los Apóstoles. Lo mismo pasa con
nosotros. No nos quita la libertad cuando decidimos la
vocación, ni cuando entramos al noviciado, o al Seminario;
ni siquiera cuando somos sacerdotes. Nunca jamás Jesús
nos quita la libertad. Y por eso Él quiere y espera que
nuestra respuesta sea en la libertad, porque quiere que
sea una respuesta responsable, consciente; una respuesta
en el amor; y si no hay libertad no hay amor.
Y entonces allí Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a
quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios
(Jn 6,68). Palabras muy hermosas, donde se expresa en
forma de apotegma la realidad de Jesús, y cuál debe ser el
centro de nuestra fe.
San Pedro se dirige a Él de manera personal, así como
Jesús se había dirigido de manera personal a ellos. «Tú...»,
le dice. Usa un pronombre personal. Se dirige a su
persona, no es una teoría, ni una elucubración de
laboratorio. No es una creencia, es una persona: «Tú...». Y
ese «Tú...», en ese momento y en labios de Pedro, tiene
una resonancia del todo particular porque un instante
antes lo había llamado Señor...¿a quién iremos?.... Ese
«Tú...» ¡es el Señor! Que en griego es «Kyrios», y que ya
los LXX lo habían utilizado, cuando habían traducido la
Biblia del hebreo al griego un siglo antes de la venida de
Nuestro Señor, porque el griego era la lengua franca, cada
vez que aparecía en hebreo el tetragrama sagrado
«Yahvé» habían traducido por «Kyrios». Kyrios es el Señor.
Kyrios es Yahvé. Kyrios es Dios. Cosa que incluso refuerza
instantes después cuando dice: y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios. El Santo, «Kadosh»,
es Dios mismo.
«Tú tienes...»: No como algo accidental, advenedizo u
ocasional, sino como algo constitutivo, esencial y
característico. ¿Qué es eso que tiene Jesucristo como algo
característico y sustancial? Tiene «palabras de vida
eterna». Es decir, palabras que dan vida y son vida. Y no
dan una vida cualquiera, sino que dan ¡la vida eterna! De
tal modo, que no son palabras que pasan y mueren, ni
cambian, sino que permanecen y permanecerán a través
de los siglos y siglos: El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán (Mt 24,35). Ahora estamos agobiados
por toda una avalancha de esta cultura de la muerte, por
ejemplo, de la New Age, que se manifiesta aun dentro de
algunos miembros de la Iglesia Católica. Y da la impresión
de que nosotros quedamos desfasados, fuera de moda...
¡y los que están fuera de moda son ellos! Porque eso va a
pasar como pasaron tantas cosas. Sin embargo, las
palabras de Cristo no pasarán, porque son «palabras de
vida eterna». Y son palabras que no son débiles, como son
las de los hombres, que hoy dicen una cosa y mañana
dicen otra; juegan con las palabras... Son los juglares de
las ideas. Es como si Pedro dijese: –Tú tienes palabras que
no pasarán.
Además, decir «Tú tienes palabras de vida eterna», es
como decir: – «Tú sólo eres el que tiene palabras de vida
eterna». Y «sólo» en el sentido de que ninguna palabra de
Jesús deja de ser palabra de vida eterna, también cuando
enseña la existencia del infierno y de la condenación
eterna; también cuando habla de la santidad y la
sacralidad del matrimonio; también cuando habla de la
primacía de la caridad; también cuando habla del juicio
final... Todas las palabras de Jesús son palabras de
vida eterna. Y por eso debemos hacer carne en nosotros
todas las palabras de Jesús, porque sólo son palabras de
vida eterna. Ninguna palabra de Jesús es pasajera,
cambiable, trivial, superflua.
Y es también como si dijese: – «Tú eres el único que
tiene palabras de vida eterna». No hay otro que las tenga.
Ningún otro, porque ningún otro es Dios, y ningún otro ha
enseñado esa doctrina admirable como la ha enseñado
Nuestro Señor, ni ha hecho milagros y profecías para
mostrar la verdad de lo que enseñaba, como lo hizo Él. Él
es el único. Todos los grandes hombres de la historia del
mundo y de nuestra patria, no tienen, ni siquiera todos
juntos, palabras de vida eterna. ¡El único es Jesús!
Y además podemos y debemos entender: – Tú tienes
siempre palabras de vida eterna. Con la misma fuerza
con que sonaron estas palabras en ese diálogo maravilloso
entre Jesús y los apóstoles, sobre todo San Pedro. Con la
misma fuerza primigenia con que se escucharon esas
palabras por primera vez, esas palabras se siguen
escuchando a través de los siglos, y se seguirán
escuchando, porque son palabras que no mueren, que no
pierden fuerza, que no necesitan que alguien les de
fuerza... ¡porque son palabras de vida eterna!
Y ese tiene que ser nuestro convencimiento más
profundo. Si no, mereceremos el reproche que, en su siglo,
hacía el gran teólogo Melchor Cano, que se quejaba de la
actitud de ciertos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos
responsables en aquel tiempo, como lo son ahora, del
relajamiento de la vida cristiana, de la pérdida de
identidad, de ir a buscar en otros lados lo que sólo se
encuentra en Jesús. Decía él de estos hombres, que son
hombres que en el fondo no creen, y, por tanto, en el
fondo traicionan: «Una de las causas que me mueven a
estar descontento de estos padres... es que a los
caballeros que toman entre manos en lugar de hacerlos
leones los hacen gallinas, y si los hayan gallinas los hacen
pollos. Y si el turco –los musulmanes– hubiera enviado a
España hombres a posta –a propósito– para quitar los
nervios y fuerzas de ella y hacernos los soldados mujeres
y los caballeros mercaderes, no enviare otros más a
propósito». Porque son justamente los que, por el puesto
que ocupan hacen bajar la guardia a la gente y la meten
en ese pantano del «pastelerismo», donde empiezan a
tratar de decir que todo está bien, que nada está mal, a
hacer componendas, y a destruir la única verdad que
salva, que es la verdad de Jesucristo. Y es lo que estamos
viendo, incluso aquí. Me decía una señora que escuchó por
radio que alguien le pidió una gracia a Judas Iscariote... y
ya tiene que haber muchos que le han pedido gracias a la
Difunta Correa, o a «san Rodrigo», o a «santa Gilda»... Es
la confusión y la ignorancia; es el aprovechamiento
comercial de la credulidad de muchos, por parte de los
que no tienen fe y de los que entregan a Jesús y lo
traicionan.
Por eso, hagamos el propósito de poner en práctica lo
que decíamos en nuestras Constituciones: «Queremos
fundarnos en Jesucristo, que ha venido en carne (1Jn 4,2),
y en sólo Cristo, y Cristo siempre, y Cristo en todo, y Cristo
en todos, y Cristo Todo»103.
La Santísima Virgen comprendió como nadie y más que
nadie, que las palabras de su Hijo Único, eran todas
palabras de vida eterna, que siempre lo serían para todas
las generaciones de los hombres, que únicamente Él las
tenía y las enseñaba y las participaba a sus discípulos, que
no estarían sujetas al vaivén de los tiempos y de las
modas, que no envejecerían jamás y que jamás serían
superadas, que muchos darían sus vidas por ellas, que
ellas nunca jamás def1raudarían a nadie. Nos lo recuerde
la que guardó en su corazón esas Palabras.

5. CRISTO REY DEL UNIVERSO

103
Constituciones, 7.
Lo declaró Él con palabras bien claras de tal manera
que cuando Pilatos pregunta: ¿Entonces tú eres rey?, y Él
responde: Tú lo dices (Jn 18,37).

I – ¿Por qué razones Cristo es Rey?


Jesús es Rey por varios motivos:
En primer lugar, es Rey porque es Dios y Dios es
absolutamente dueño de todas las cosas, de todas las
personas, de todos los pueblos, de todos los hombres y
mujeres. Es Él el que ha creado a cada hombre y mujer, ha
creado el alma espiritual e inmortal de todos ellos.
En segundo lugar, Nuestro Señor Jesucristo, no
solamente es Rey porque es Dios, sino que es Rey aun en
cuanto hombre, y es Rey porque el Padre Celestial le ha
dado dominio sobre todas las cosas, como dice el
Evangelio de San Juan o como hemos escuchado en la
segunda lectura cuando se dice que Cristo es el alfa y la
omega, el principio y fin.
Cristo, además, es Rey en cuanto hombre por el
derecho de conquista, de rescate porque es Él el que
derramó su sangre en la cruz para redimir a todos los
hombres, por tanto cada hombre ha sido redimido al
precio infinito de la sangre de Cristo. Es por eso que, para
nosotros, todo hombre y toda mujer tienen un valor
infinito, aun aquellos que no tienen plena capacidad, como
los chicos de nuestros hogarcitos, pero todo hombre tiene
un alma y por esa alma murió Cristo en la cruz y por eso
cosa hermosa es asistir a Cristo en los más pobres de los
pobres.

II – ¿Cómo reina Cristo en nosotros?


Y ¿cómo es que Cristo quiere reinar en nosotros? Reina
en nosotros en nuestra inteligencia. ¿Y cómo reina Cristo
en nuestra inteligencia? Reina en tanto y en cuanto
nosotros aceptamos la verdad revelada, la verdad que en
última instancia es Él: Yo soy la verdad (Jn 14, 6). ¿Y en
dónde más quiere reinar en nosotros? Reina sobre nuestra
voluntad libre, en tanto y en cuanto se sujete, se someta
libremente a la voluntad de Él, sujeción que es vivir en
plenitud la caridad, por la cual amamos a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a nosotros mismo. De tal
manera que si uno ve un alma que vive la caridad, en esta
alma está reinando Cristo.
Por eso es que donde se juega el reino de Cristo es, en
primera instancia, en cada uno de nosotros, somos cada
uno de nosotros los que debemos trabajar para que Él
reine cada vez más en nuestra inteligencia, rechazando
todo lo que no sea Él –de manera particular el espíritu del
mundo– trabajando para que reine siempre en nuestra
voluntad viviendo la caridad tal como Él la vivió.

III – Muchos no quieren que Cristo reine.


Pero en estos tiempos, especialmente, pareciera que se
cumple aquello del salmista: ¿Por qué se amotinan las
naciones y traman los pueblos proyectos vanos? ... contra
el Señor y contra su Mesías (Sl 2, 1–2). Lo hemos visto y lo
seguimos viendo y esto hasta el cansancio. En estos
momentos, en nuestra Patria y a nivel mundial, sobretodo
en los medios de comunicación social, hay un ataque
despiadado a la Iglesia Católica en la persona del Papa, de
los Obispos, de los sacerdotes y en la persona de las
religiosas.
A muchos les molesta el testimonio de la castidad, de la
pobreza, de la obediencia, le molesta porque son las tres
cosas que van justamente en contra de lo que este mundo
apetece desmedidamente. Apetece el placer, el tener y el
poder, de cualquier forma. Por eso no puede entender la
penitencia, no solamente la penitencia exterior, ni siquiera
la penitencia interior entienden.
Este mundo que nos toca vivir es un mundo consumista
donde la gente cree que es más el que tiene más, cree
que quien tiene más dinero es más, entonces no puede
entender el testimonio nuestro de la pobreza, de que
vivamos colgados de la Divina Providencia, no lo puede
entender. Ni tampoco puede entender este mundo tan
infatuado en sí mismo, tan esclavo de sí que incluso se
cree creador de las cosas, no puede creer que haya almas
que quieran sujetarse en todo, renunciando hasta la
voluntad propia por amor del Señor, que fue obediente
hasta la muerte y muerte de cruz.
Y esta obra contra el Señor y contra su Mesías, en
última instancia es una obra satánica, porque quiere que
Cristo no reine. Esta guerra contra Cristo Rey, no
solamente afecta a las personas consideradas de manera
individual, sino que afecta a las personas en lo que es su
manifestación social, pública, en esa suerte de persona
multiplicada que es la sociedad, en esto desde hace siglos
que viene trabajando la masonería para que Cristo sea
ignorado en los lugares donde se decide la paz y la guerra,
para que Cristo sea ignorado en los lugares donde se
educa la inteligencia y el corazón del hombre y de las
mujeres. En nuestra misma patria hemos tenido añares la
ley laica 1420 por la cual, sí, hay que enseñarle al niño a
sumar 1+1=2; 2+2=4; 4+4=8 ..., pero ¿quién es Dios?,
NO. ¿Cuáles son los mandamientos de su Ley? NO. No se
enseña Dios ni en la primaria, ni en la secundaria, ni en la
universidad. Quien se forma en esos establecimientos,
¿con qué cultura sale? Con una cultura atea y de esas
escuelas primarias ateas, de esos secundarios ateos, de
esas universidades ateas salen nuestros dirigentes que en
última instancia son ateos y no lo serán, a lo mejor todos,
porque les queda un poco de devoción que le enseñó la
madre cuando eran niños y quieren a la Virgen, y le rezan.
Nuestros jóvenes que murieron en Malvinas con el Rosario
al cuello, lo hicieron, pero eso no se lo enseñaron en la
escuela oficial.
Esta es la triste realidad que se ve ahora en el mundo.
He traído ahora de los Estados Unidos y espero que lo
puedan ver en todos lados las Servidoras, un video muy
duro (a mí me impresionó, me dio asco, y eso que las
escenas más escabrosas no las reprodujeron), el video se
llama «Hollywood vs. el Catolicismo». Un trabajo hecho en
forma interesante, con una presentación que hace
Monseñor John Patrick Foley de el Pontificio Consejo de las
Comunicaciones Sociales, donde presentan escenas de
películas de Hollywood, donde aparecen «monjas»
bailando, o también el caso del teleteatro donde aparecía
una que era «monja» de día, y modelo a la noche…; son
cosas tan ridículas de las que uno siempre se ha reído.
Pero la tesis principal de la película que denuncia el
ataque al catolicismo es que nada de lo que sucede en el
mundo de las películas está hecho sin intención, todo lleva
una intención, la intención ¿cuál es?, es que Cristo no
reine. La intención es mentir para que la gente crea todos
esos embustes que aparecen en esas películas, pero
blasfeman contra Cristo, contra el Papa, contra todos.
Presentan siempre a los sacerdotes como tontitos. Nunca
van a presentar a uno bien plantado como Dios quiere,
como gracias a Dios lo son la mayoría. Todo eso,
queremos o no queramos, penetra de una forma u otra,
porque esas películas no las verán todos, pero alguno la
va a ver y le puede quedar eso.
Hay gente que ha trabajado y trabaja para que Cristo
sea un extraño en la sociedad. En nuestros pueblos lo
vemos hasta el cansancio, acaban de declarar los Obispos
de América Latina como hay grupos que se unen para
trabajar en contra del catolicismo; y también se trabaja a
nivel mundial para que Cristo sea un extraño en la vida
internacional de las naciones y de los pueblos. También,
lamentablemente, algunos falsos hermanos, que están
con nosotros, pero no eran de los nuestros (1Jn 2,19),
trabajan también para que Cristo sea un extraño en su
Iglesia. También en la parte, digamos así, predilecta,
preferida de la Iglesia, la parte de la vida consagrada,
tanto la vida sacerdotal como la vida religiosa, tanto la
vida contemplativa como la vida apostólica, donde desde
decir disparates respecto a la vocación, negando que sea
un don de Dios y que es Dios quien da la vocación y llama
a quien quiere, a los modos de vivir los consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.

Por eso que en este día de Cristo Rey, debemos pedirle


a Él la gracia que realmente Él reine en cada uno de
nosotros, reine en nuestra Congregación, reine en la
patria, reine en todo el mundo. La fiesta de Cristo Rey que
instituyó el Papa Pío XI quiso ser una vacuna contra las
plagas, que ya habían en aquél entonces y ahora mucho
más extendidas, del laicismo o secularismo o
desacralización que en el fondo es todo lo mismo, ya que
es no querer que Cristo reine.
Hoy día se sigue repitiendo el grito impío: no queremos
que éste reine sobre nosotros (Lc 19, 14). Por eso cada
vez que recemos el Padrenuestro, cuando digamos venga
a nosotros tu reino (Mt 6,10), démonos cuenta que
estamos pidiendo a nuestro Padre Celestial que venga a
nosotros el reino de su Hijo, que nosotros queremos que Él
reine en nosotros, que queremos extender ese reino de
justicia, de verdad, de amor y de paz.
Capítulo 3
Su pasión

1. CRISTO CRUCIFICADO Y LA SERVIDORA

La Pasión de Jesucristo es digna de llenar toda nuestra


vida. Así tiene que pensar la Servidora de la Pasión de
Nuestro Señor.
¿Por qué razón? Porque finalmente el Señor va a la
Pasión para hermosear a la Servidora, que estaba fea por
el pecado, que era incapaz por sí misma de alcanzar la
salvación. Que no podía tener por sí misma ideas nobles,
grandes, y querer consagrar toda la vida a El. Eso es algo
que supera las fuerzas de la naturaleza humana, es algo
que no lo da la carne ni la sangre ¡es gracia de Dios!. La
Servidora puede consagrarse a Dios gracias a la sangre
que derramó el divino Esposo en la Pasión.

I
1. Esto puede verse en distintos aspectos. Por ejemplo,
en el tema de la virginidad. ¡Otra gracia de Dios que
supera la fuerza de la naturaleza humana!, y no se puede
dudar de que sea así. El deseo de vivir la virginidad viene
de Dios. Si fuese por las fuerzas humanas ciertamente se
hubiesen inclinado mucho más a formar familia, no
solamente a tener un esposo humano, sino también los
hijos. El renunciar a tener hijos según la carne es algo que
supera las fuerzas de la naturaleza humana. Y que una
mujer, que está llamada a ser madre, esté dispuesta a esa
renuncia, a esa enorme renuncia, solamente puede ser si
hay una gracia sobrenatural propia del Espíritu Santo que
supera las fuerzas de la naturaleza.
2. Por supuesto que también hay otros temas que
solamente se pueden vivir porque la gracia de Dios nos da
su fuerza y nos capacita. Por ejemplo, la pobreza, de modo
particular en el mundo que nos toca vivir, en donde la
inmensa mayoría de la gente en lo único que piensa es
que la felicidad está en tener más. En cambio ustedes, de
manera consciente y voluntaria, renuncian a la posesión,
renuncian a la posesión de todo. Y así quieren solamente
tener en uso bienes según la obediencia. Si no fuese por la
gracia de Dios, que Cristo mereció por su Pasión, no
podríamos vivir la pobreza. Es la gracia de Dios la que nos
dispone a dejar totalmente todos los bienes materiales,
confiando solamente en la infinita providencia. Y hay que
tener en cuenta que el tema de la pobreza no solamente
tiene su importancia en jóvenes que a lo mejor pertenecen
a una familia que está en una posición económica
superior, ya que el hecho de la renuncia a los bienes
materiales implica una mayor entrega, porque muchas
veces le cuesta mucho más el vivir la pobreza a quien
viene de una familia pobre, porque no está acostumbrado
al valor del dinero, y tal vez no sepa manejarse con
señorío respecto a los bienes materiales como la persona
que vivió en buena posición (esto lo señala muy bien San
Juan Crisóstomo). Por eso hay que tener cuidado, cuando
uno es de origen humilde, pues puede ser que no conozca
el valor de las cosas materiales y les puede dar en su
corazón un valor que no tienen. Por eso la pobreza, tanto
en un caso como en otro, siempre supera lo que son las
fuerzas de la naturaleza humana. Cuando una joven se
decide a vivir la pobreza evangélica, contra todo lo que el
mundo apetece, la está moviendo la gracia del Espíritu
Santo. Esto no lo da ni la carne ni la sangre.
3. Pero, y es lo más propio de la vida religiosa, y que
finalmente es lo más difícil de lograr, está la obediencia. El
desear vivir según la obediencia es un deseo del Espíritu
Santo. ¿Por qué obedecer a alguien que tiene menos edad,
o menos experiencia, o menos virtud? ¿Por qué? Porque la
fe dice que por el Superior se manifiesta la voluntad de
Las Servidoras
Dios, de modo que al obedecer al legítimo Superior
estamos obedeciendo a Dios. No miramos su
condición, ni sus aptitudes, ni la racionalidad o no de lo
mandado. Eso no lo da la carne ni la sangre, eso es gracia
de Dios, gracia que el divino Esposo ganó para hermosear
a sus Esposas.

II
Todo esto es posible porque Nuestro Señor, que sabía
perfectamente bien todo lo que íbamos a necesitar,
proveyó de manera convenientísima a su Iglesia, la fue
preparando, la hizo jerárquica, eligió a 12 Apóstoles, de los
Doce eligió a uno, Simón Pedro, le dio las llaves del Reino
de los Cielos, fue preparando todo perfectamente bien: los
sacramentos, en especial la Eucaristía.
Fue preparando todo perfectamente bien. La misma
vida religiosa como forma carismática dentro de la Iglesia,
que pertenece a la vida y a la santidad de la Iglesia – como
dice el Vaticano II104. No había virginidad en el tiempo de
nuestro Señor, no había costumbre de vivir la vida de la
virginidad. La vida de virginidad es una gran novedad de
la vida nueva que Cristo vino a traer a los hombres, que es
la vida de la gracia, y así fue que multitudes se
consagraron a Dios en virginidad. Así se poblaron los
desiertos, como dice San Agustín: «… niños y niñas, …
innumerable juventud y toda suerte de edades, viudas
reverenciales y ancianas que envejecieron en su
virginidad»105. Es la vida nueva que corresponde al Nuevo
Testamento, es lo que corresponde al cántico nuevo del
cual ya se hablaba en el Antiguo Testamento. Es el nuevo
camino que Cristo trae a la humanidad y en especial a
algunos dentro de la comunidad nueva. Es una
prefiguración de los nuevos Cielos y la nueva tierra. Todo
esto es posible gracias a que Cristo fue a su Pasión,
porque Cristo sufrió por mí, murió por mí, pagó por mí.
104
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 44.
105
Confesiones, II; cit. en SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., II–
II,189,10, ad 3.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Puedo poner un ejemplo más todavía: ¿Cómo se puede


sacar a una chica que está detrás del arado, para que se
ponga a estudiar inglés, chino, ruso? ¿Cómo puede ser
esto? Esto puede hacerse porque entienden lo que Cristo
dijo una vez: Id por todo el mundo  ¿Cómo puede ser que
jóvenes de este tiempo, en un mundo materialista, en un
mundo que busca la comodidad del confort, cómo puede
ser que con tanta generosidad se decidan a ir a lugares
difíciles? Es porque Jesucristo en su Pasión les ganó las
gracias necesarias para inspirarles esas generosidades
hacia el prójimo, donde se va directamente a la negación
de sí mismo, donde uno llega a entender que es necesario
morir para vivir, como el grano de trigo. ¿Y cómo sabes
eso? ¿Lo sabes por ti, porque te lo dice tu lógica humana,
tu carne y tu sangre? ¿Por qué tu mamá te alentó? ¿Por
qué tengo que atender a chiquitos y a chiquitas que son
mogólicos, ciegos, mudos, que no pueden caminar, que
hay que darles de comer y que lloran y gritan todo el día?
¿Cómo pueden hacer eso? ¿Quién les da fuerza para vivir
así? ¿Su sabiduría humana, su razón natural? Ciertamente
que no. Eso sólo se los da la gracia de Dios, esa gracia que
Jesucristo nos ganó para nosotros con su Pasión y Muerte.
Y ustedes pueden poner muchísimos ejemplos más.
Lo mismo hay que decir con la vida contemplativa:
¿Qué lógica humana, qué razonamiento humano, qué
cultura, puede inspirarle a tres monjitas vivir varios años
en un departamentito –muy parecido a la celda del
Cardenal chino–? Y ahora el Divino Esposo las ha
bendecido, ya que parece que van a tener el mejor
monasterio de la Congregación. ¿Quién las mueve a vivir
en el silencio de los claustros, en la vida recogida de
oración, en el olvido de alguna manera de toda la sociedad
que ni siquiera conoce que esas hermanas están rezando
justamente por todo el mundo, por todos los hombres?.
¿Quién les da a entender esas palabras de Jesús: Una sola
cosa es necesaria? Es la gracia de Dios. Y ¿dónde se
conquistó esa gracia de Dios? Esa gracia se las conquistó
el Divino Esposo en la cruz. Por eso les digo que siempre
tienen que penetrar más y más el misterio de la Pasión del
Las Servidoras
Señor. Sería una cosa muy linda que todos los años
leyeran y estudiaran algo sobre la Pasión del Señor.

III
Vemos a Nuestro Señor en el camino de la cruz y en la
crucifixión.
1 ¿Cómo se abraza con amor Nuestro Señor a la Cruz?
Se abraza a la Cruz con una voluntad de tercer binario,
y tendiendo con toda la fuerza de su alma a vivir la tercer
manera de humildad. ¿Qué pasa con el alma que no se
abraza a la cruz? El alma que no se abraza a la cruz o la
deja o la arrastra. La primera posibilidad: la deja. No
persevera, deja la cruz. A cualquiera nos puede pasar si no
pedimos la gracia de poner eficazmente los medios para
perseverar en el duro camino. La segunda posibilidad:
arrastra la cruz. La cruz se hace más pesada, se hace más
difícil de llevar, se comienza poco a poco a perder el
sentido de la cruz, se la comienza a recortar o como dice
San Pablo: se comienza a «vaciar» la cruz. A esas almas
parecería que el mundo y las criaturas del mundo le gritan
de mil maneras diciéndole «baja de la Cruz», si bajas de la
cruz vamos a creer en ti. Deja de usar el hábito y hazte
una de las nuestras, y nosotros vamos a ser una sola cosa
contigo. ¿Por qué la obediencia, por qué la pobreza, por
qué la castidad? Todo eso sólo puede ser entendido a la
luz del Evangelio de Cristo, a la luz de la cruz de Cristo. El
no dejar la cruz sólo se puede hacer, porque un día,
momentos antes de su Pasión, Cristo pidió al Padre: No
ruego sólo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su
palabra (Jn 17,20). Para entender el sentido de la vida
religiosa hay que zambullirse en la cruz, por eso siempre
hay que pedir la ciencia de la cruz, el amor a la cruz y la
alegría de la cruz.
2º. El encuentro de Jesús y su Madre: Así como la Madre
con el Hijo y el Hijo con la Madre, ustedes van a tener que
sufrir también, viendo a hijos e hijas que van camino a la
cruz, viendo hombres, mujeres, niños y jóvenes, enfermos
y ancianos que están crucificados. Tienen que aprender
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

como la Virgen a compadecerse del dolor ajeno, tienen


que ser como la Virgen, no echar vinagre en las heridas
sino aceite, buscando siempre en todas formas, a priori y a
posteriori, ayudar siempre a todos, nunca hacer el mal a
nadie, por el contrario, hacer el bien siempre y a todos.
Aun a aquellos que les hagan mal: esa es una de las
grandes señales del amor cristiano. Como la Virgen,
camino a la cruz. En ese mismo lugar del encuentro,
cuando llegó en el siglo IV Santa Elena, madre de
Constantino, levantó una capilla. Todavía hoy está el lugar
en que se recuerda el hecho: la Virgen del Pasmo, porque
la Virgen al verlo a Jesús en el estado en que estaba por
así decirlo se le heló la sangre en las venas, se pasmó.
Tienen que preparase, por ser esposas de Jesucristo,
tienen que preparase a ser madres de multitudes de
gentes, de adultos, de niños, de jóvenes… Muchas veces
al verlos sufrir, al verlos destrozados o y al ver como se
van arruinando, se les va a pasmar la sangre de ustedes
en las venas. Tal vez vean que algunos de ellos delinquen,
a otros que ya están en la cárcel, o a otros que van de
fracaso en fracaso en la vida: Sin embargo ustedes tienen
que compadecerse de todos ellos, de los enviciados, de los
pecadores, porque por todos murió Cristo.
3º. En la tercer caída, muy probablemente, nuestro
Señor llevaba el «patíbulo», nombre que viene de los
romanos. Cuando cerraban la puerta, atrás le ponían el
patibulum, la tranca que le decimos nosotros, palo
transversal de la cruz; muy probablemente sólo eso
llevaba nuestro Señor. Pesaría unos 33 kg. Generalmente
el stipes –el palo vertical– estaba ya parado en la tierra.
Clavaban al crucificado por el espacio de Descot, en la
zona baja de las manos, por el cual pasa el nervio
mediano, sensitivo y motor (esto ha sido muy estudiado
por el doctor Barbet). Así se ve en la Sábana Santa. De tal
manera que, por así decirlo, todo el cuerpo se vuelca
sobre la mano que es taladrada primero, y entonces
tienen los soldados que abrir con fuerza el otro brazo, para
clavarle la otra mano. Todo el cuerpo se estremece. El
clavo de los pies sirve de punto de apoyo para poder
respirar. La muerte del crucificado no es por hemorragia,
Las Servidoras
sino por tetanización: los síntomas son muy semejantes a
la infección tetánica: al no poder respirar y oxigenarse, la
sangre se va cargando de anhídrido carbónico, y el cuerpo
se acalambra. Por eso es que le quiebran las piernas a los
crucificados: para que pierdan el punto de apoyo, al tener
las piernas quebradas no pueden apoyarse sobre el clavo
de los pies, no pueden exhalar el aire cargado de
anhídrido carbónico y respirar el aire fresco y rico en
oxígeno.
En el caso de nuestro Señor ciertamente que eso fue
así, eso le da también al cuerpo muerto un «rigor mortis»
del todo particular. Había perdido mucha sangre, había
perdido mucha agua, el cuerpo tiene alta temperatura, y
se produce con el áloe, con el sudor y el calor del cuerpo,
todo una mezcla especial que se llama la aloetina, que
puede ser lo que ha producido algunas de las manchas
que aparecen en la Sábana Santa.
4º. El asunto es que a Nuestro Señor lo clavan en la
cruz, y sangra por las heridas producidas por los clavos,
pero este derramamiento no es como para causar una
hemorragia masiva, ya que las heridas no afectan a
ninguna arteria o vena importante. Entonces lo cuelgan a
nuestro Señor entre el cielo y la tierra, sobre un monte,
que es una manera de llamar, «el monte Calvario» o el
«Gólgota», «Lugar del cráneo», que propiamente es un
montículo que tiene más o menos 5 m. de altura, no más,
llamado de esa manera muy probablemente por la forma,
que es bastante parecida a la del cráneo; ahí cerca tendrá
el lugar de su sepultura.
Y es una crucifixión totalmente impía. La crucifixión era
propia de los esclavos, y en el caso de nuestra Señor
además lo van a crucificar entre dos malhechores, según
la profecía que decía que iba a ser contado entre
malhechores. Así en el lapso que va de las 12 del mediodía
hasta las 3 de la tarde, tiene lugar la agonía de Jesús en la
cruz, allí desde ese lugar dirigió unas palabras, siete en
total, maravilla de enseñanza, y finalmente a las 3 de la
tarde, dando un fuerte grito, muere.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

5º. Ahí pueden ponerse en el lugar de las santas


mujeres. Entre ellas tienen que estar ustedes. Las santas
mujeres son las primeras servidoras que han habido en la
historia de la Iglesia, de quienes ustedes, reciben el
nombre106. Pónganse en el grupo de las santas mujeres,
como dice san Ignacio de Loyola: «ver las personas; oí que
hablan Nuestro Señor, la Virgen, los ladrones, el pueblo;
mirar lo que hacen...»107.
Finalmente muere Nuestro Señor, las tinieblas habían
cubierto Jerusalén, hubo un temblor, se partió la
«paróketa» –el velo del templo– dándose así una
enseñanza importantísima: Se mostró el «Sancta
Sanctorum» como una habitación vacía. Había terminado
la economía salvífica del Antiguo Testamento.
6º. Acerca del soldado, llamado, Longinos. Le habían
dicho que había llegado la hora en que debía retirar los
cuerpos, antes que comenzase la Pascua. Entonces fue
junto con otros soldados romanos a certificar la muerte de
los que estaban allí. Cuando llegan, ven que los ladrones
no estaban muertos, entonces les quiebran las piernas,
pero cuando llegan a Jesús encuentran que ya había
muerto. Entonces sucede un gesto propio de esos
soldados, de soldados mercenarios –que estaban ahí por el
sueldo–: Jesús ya estaba muerto, pero se les ocurre
clavarle la lanza, al estilo como aprenden ellos en la
escuela militar, un lanzazo que entra por el lado derecho.
Y de ese costado brotó sangre y agua. Nicodemo y José de
Arimatea piden permiso para retirar el cuerpo, lo retiran,
lo envuelven en sábanas, y lo llevan a un sepulcro nuevo
que estaba ahí muy cerca, sería a unos 15 metros, en un
lugar en donde nadie había sido enterrado.
Debemos siempre considerar cómo todo esto sucedió
para nuestro bien, para que aprendamos de una vez por
todas que Jesús nos amó hasta el extremo, que hizo por
nosotros todo lo que tenía que hacer y mucho más, y que
por tanto si confiamos en Él no tenemos que tener miedo
a nada ni a nadie, y que por muy difícil que sean los

106
cfr. Lc 8,3.
107
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [194].
Las Servidoras
propósitos que hemos sacado en los Ejercicios, está su
gracia, está su muerte en la cruz, está su sangre
derramada por mí, y si Él derramó por mí su sangre, por
más que yo tenga que hacer cosas difíciles las podré
hacer, con su gracia, por el poder de su cruz. Nos da lo
que no puede dar ni la carne ni la sangre nuestra, pero sí
su Carne y sí su Sangre.
¡Todo está en la Pasión!

2. EL CLAVO PENETRANTE ES UNA LLAVE

Hemos estado reflexionando acerca de lo que callada,


pero elocuentemente, nos gritan las «cicatrices» de la
tierra: el pozo de Jacob, Guijón con el túnel de Ezequías y
Siloé, el sepulcro de Lázaro, y, en esta Semana Santa,
semana mayor de la Cristiandad, reflexionamos sobre la
más importante: el sepulcro de nuestro Señor.
Hoy reflexionaremos sobre las cicatrices del cuerpo del
Señor.
Enseña San Bernardo: «El clavo penetrante es una
llave»108, refiriéndose, evidentemente, a los clavos con que
fue clavado a la cruz el Salvador del mundo. Lo cual, por
extensión, también puede aplicarse de alguna manera a
ese clavo más grande, que fue la lanza que le atravesó el
costado.

1. Los clavos
Jesucristo no fue atado a la cruz, como también se solía
hacer en la antigüedad, sino que fue clavado, como se ve
de manera indubitable por el hecho de que después de
resucitado muestra como señal de identidad para indicar
108
Sobre el Cantar de los Cantares, sermón 61.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

que era Él –el mismo a quien habían crucificado–, sus


manos y sus pies (Lc 24, 39.40; Jn 20,20), con el agujero
provocado por los clavos que lo traspasaron. ¿Por qué
muestra las manos y los pies? Porque en ellos estaba el
agujero provocado por los clavos que lo traspasaron.
Los clavos, llamados «clavi travales», eran muy largos y
gruesos (eran cuadrados de unos 8 milímetros de lado).
Para las manos se los clavaba en el espacio Descot, entre
las dos filas de huesos del carpo, a unos 8 centímetros,
más o menos, de la base del dedo mayor, entre los huesos
semilunar, piramidal, ganchudo y grande. Afecta al nervio
mediano, sensitivo y motor, lo cual debe haber producido
un dolor enormemente grande. Para los pies, según los
estudios del Dr. Barbet109, poniendo el pie izquierdo
delante del derecho, hundieron el tercer clavo entre el
segundo y el tercer dedo en el metatarso del pié.
«Clavos amargos y acerados», los llamó San Melitón de
Sardes.110 
La lanza atravesó el quinto espacio intercostal, entre la
quinta y sexta costilla derecha, a unos 12 cm. del centro
del abdomen, provocando una herida de unos 4 cm. de
ancho en el eje mayor y 1 ½ cm. de ancho en el eje
menor.
Además, hay que recordar, que en la Sábana Santa se
pueden contar entre 100 y 120 heridas provocadas la
mayor parte de ellas en la flagelación.

2. ¿Por qué llave? ¿Qué es? ¿Qué hace?


¿Por qué dice San Bernado «el clavo penetrante que es
una llave»? De hecho en la Sagrada Escritura se utiliza en
varias oportunidades la imagen de las llaves. Así por
ejemplo: tengo las llaves de la Muerte y del Hades…
Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de
David… la llave del pozo del Abismo… (Ap 1, 18; 3, 7;
109
DR. PIERRE BARBET, La Passion de N.S. Jésus Christ selon le
Chirurgien, passim.
110
Fragm., XVI.
Las Servidoras
9,1). Es una metáfora hermosísima. El visir del faraón era
el que cargaba sobre sus hombros las llaves del palacio
del faraón. Era el que tenía el poder de abrir y cerrar las
puertas del palacio. Esa costumbre egipcia es tomada en
Israel. El mayordomo de palacio del rey David era el que
llevaba las llaves de palacio. Por eso, se dice en la Sagrada
Escritura: Sobre sus hombros un imperio (Is 9,6),
significando esa llave grande que el mayordomo de
palacio llevaba sobre sus hombros. También se habla de la
llave del pozo del abismo: Tenía en su mano las llaves
del pozo del abismo (Ap 20,1). Nuestro Señor también
utiliza esta imagen de la llave: ¡Ay de vosotros,
doctores de la Ley, que os habéis apoderado de la
llave de la ciencia; y ni entráis vosotros ni dejáis
entrar! (Lc 11,52); y la más célebre de todas las
metáforas de las llaves, es cuando le da a Pedro los
poderes: A ti te daré las llaves del reino de los Cielos
(Mt 16,19).
La palabra llave viene del latín «clavis». Es el
instrumento de hierro u otro material, con guardas que se
acomodan a las de una cerradura, y que sirve para abrirla
o cerrarla. En el texto de San Bernardo se utiliza en
sentido figurado, según las acepciones 13 y 14 del
Diccionario de la Real Academia: «Medio para descubrir lo
oculto o secreto, clave» y también, «Principio que facilita
el conocimiento de otras cosas».
En este sentido, las Llagas de Cristo son la clave para
descubrir lo que hay oculto en su corazón.

3. «Dentro de tus llagas, escóndeme»


Las Llagas de Cristo nos enseñan, por ejemplo, que
Jesús es el médico de nuestras almas porque sanó
nuestros males con sus llagas, como dice San Pedro:
Llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que, muertos al pecado, viviéramos
para la justicia, y por sus llagas habéis sido curados
(1Pe 2, 24). Esto último es cita de Isaías (53, 5– 6).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Por eso San Beda dice, comentando el versículo del


Evangelio no tienen necesidad de médico los sanos,
sino los que están enfermos, que Jesús «decía esto a
los escribas y fariseos que, considerándose justos,
evitaban el trato con los pecadores. Se llama médico a Sí
mismo quien, con un modo admirable de curar, fue herido
por nuestras iniquidades: por sus llagas hemos sido
sanados».111 
De ahí que las sagradas Llagas hayan sido siempre para
todos los cristianos, de todos los tiempos, su refugio y
esperanza. Como enseña el Angélico: «Los santos ponen
su nido en las Llagas de la muerte de Cristo, que es la
piedra firme, es decir, ponen su refugio y esperanza». 112
Dice esto explicando que «el Espíritu Santo apareció en
forma de paloma para designar sus siete dones,
representados en las propiedades de la paloma. (...) La
paloma hace su nido en las grietas de las rocas, lo que
toca al don de la fortaleza, con la que los santos hacen
su nido, es decir, ponen su refugio y esperanza en
las Llagas de la muerte de Cristo, que es la roca
firme»113. Allí hay que hacer nido, allí hay que refugiarse,
allí hay que buscar nuestra esperanza... ¡en las Llagas de
Nuestro Señor Jesucristo!
Tan importantes son las Llagas de Jesucristo que, por
altísimas razones, permanecen en su cuerpo resucitado.
Se preguntaban los antiguos Padres, con esa sabiduría que
los caracteriza, ¿cómo puede ser que un cuerpo
glorificado, que es glorioso y que resucita con toda

111
«Seipsum medicum dicit, qui miro medicandi genere vulneratus
est propter iniquitates nostras, et eius livore sanati sumus»: SAN BEDA,
cit. por SANTO TOMÁS DE AQUINO en Catena Aurea in Marcum, II, 2;
versión castellana: Cursos de Cultura Católica, III (Buenos Aires 1948)
28.
112
«...ita et sancti..., in plagis mortis Christi, qui petra firma est,
nidum ponunt, idest suum refugium et spes»: RÁBANO, citado por
SANTO TOMÁS DE AQUINO en Catena aurea in Mathaeum, III, 7; versión
castellana: Cursos de Cultura Católica, I (Buenos Aires 1948) 88.
113
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,39,6, ad 4. «Item columba in
cavernis petrae nidificat. Quod pertinet ad donum fortitudinis, qua
sancti in plagis mortis Christi, qui est petra firma, nidum ponunt, ides,
suum refugium et spem».
Las Servidoras
hermosura, vaya a tener heridas que, ciertamente son un
defecto? Responde San Agustín: «…sabía Él porqué
guardaría sus cicatrices. Primero, para enseñar a Tomás,
el cual no creería sino tocaba y veía; luego, para
mostrarlas en el juicio como argumento a los infieles y
pecadores. No para decirles como a Tomás: porque me
viste, has creído, sino para convencerles diciéndoles: “he
aquí al hombre al cual crucificasteis, ved las heridas que le
infligisteis, conoced el costado que atravesasteis, porque
por vuestra causa fue abierto, y sin embargo no quisisteis
entrar”».114 
Una gran mujer de nuestro tiempo, prácticamente
contemporánea nuestra, canonizada hace poco, Santa
María Faustina Kowalska, recibió del Señor muchas
enseñanzas al respecto. Por ejemplo, Jesús le dice: «Niña
mía, únete fuertemente a mí durante el sacrificio y ofrece
al Padre Celestial mi Sangre y mis Llagas para impetrar el
perdón por los pecados…»115.
«…Te tengo inscripta sobre mis manos. Has quedado
grabada en la herida profunda de mi Corazón».
«…por ti he permitido que fuera abierto con una lanza
mi Sagrado Corazón y he abierto para ti una fuente de
misericordia. Ven y toma las gracias de esta fuente con el
recipiente de la confianza. No rechazaré jamás a un alma
que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo de mi
misericordia. ¿Por qué deberías cuestionar conmigo sobre
tu miseria? Hazme el favor, dame todas tus penas y toda
(tu) miseria, y yo te colmaré con los tesoros de (mis)
gracias. (...) estréchate a mis heridas y saca de la
Fuente de la Vida todo lo que tu corazón puede desear.
Bebe copiosamente de la Fuente de la Vida y no
desfallecerás durante el viaje. Fija la mirada en el

114
Super Evangelium Joannis, 20, 6.
115
BEATA MARÍA FAUSTINA KOWALSKA, La Divina Misericordia en mi
alma. Diario, Obra de Jesús Misericordioso (Arquidiócesis de Mendoza
1992) 20. Este libro, donde están los escritos de Santa Faustina
Kowalska, tiene el Imprimatur de Mons. Cándido Rubiolo, antiguo
Arzobispo de Mendoza.
esplendor de mi misericordia, y no temas a los enemigos
de tu salvación. Glorifica mi misericordia»116.
«…Hacia el final de las letanías vi una gran luz con Dios
Padre en el centro. Entre esta luz y la tierra vi a Jesús
clavado en la Cruz de tal forma que Dios, deseando
mirar hacia la tierra, tenía que hacerlo a través de
las Llagas de Jesús…».
En otra oportunidad: «Cuando volvimos a casa, entré un
momento en la capilla y enseguida oí en mi interior una
voz: “Una hora de meditación sobre mi dolorosa Pasión
tiene un mérito mayor que un año entero de flagelaciones
a sangre. La meditación sobre mis Llagas dolorosas
es de gran provecho para ti y a mí me da un gran
gozo...”»117. 
«A través del Verbo Encarnado hago conocer el abismo
de mi Misericordia»118.

Debemos refugiarnos siempre en las sagradas Llagas


de nuestro Señor. Debemos, como cuando niños, jugar a
las escondidas en ellas. ¡Jugar a las escondidas
escondiéndonos en las Llagas de Nuestro Señor! En el
Anima Christi pedimos que el Señor lo haga con nosotros:
«Dentro de tus llagas, escóndeme».
Debemos decirle con los poetas: «¡Clavadme Vos a Vos
en vuestro leño / y tendréisme seguro con tres clavos» 119.
Allí está esperándonos: «Espera, pues, y escucha mis
cuidados… / Pero ¿cómo te digo que me esperes / si estás
para esperar los pies clavados?».120 Y, si nos espera, es
porque nos quiere recibir: «Brazos rígidos y yertos, / por
dos garfios traspasados, / que aquí estáis, por mis

116
Ibidem, 406– 407.
117
Ibidem, 128.
118
Ibidem, 39.
119
LOPE DE VEGA, Cancionero Divino, Antología de Lírica Sagrada
(Madrid 1947) 150.
120
Ibidem., p.154.
pecados, / para recibirme abiertos, para esperarme
clavados».121
Aprendamos por las Santas Llagas a ver por dentro al
Señor y desde las Llagas a ver afuera. Las Llagas son una
llave. Y aprendamos en cada Misa el valor infinito de las
Llagas de Cristo, como dice, hermosamente, en una
oración Santo Tomás de Aquino: «No veo las Llagas que
palpó Tomás; y sin embargo te confieso “mi Dios”; hazme
siempre creer más en ti, en ti tener esperanza y amarte
siempre más. ¡Oh memorial de la muerte del Señor!, ¡Pan
vivo que da la vida al hombre, dale a mi mente el vivir de
ti, y el gustarte siempre dulcemente allí!».122 
Por todas sus Llagas sufrió mucho el Señor; por una
sola no sufrió, porque ya estaba muerto cuando se la
provocaron. Pero la que casi muere al escuchar el seco
golpe de la lanza fue María. Por eso, aprendamos también,
de la Virgen María, a conocer el valor de las Llagas del
Salvador: «María no decayó de la dignidad que
correspondía a la Madre de Cristo: habiendo huido los
Apóstoles, permanecía en pie ante la cruz, y contemplaba
con ojos piadosos las Llagas de su Hijo, no como quien
espera la muerte de su tesoro sino la salvación del
mundo».123 

3. ¡GRITÓ EL SEÑOR!

¡Qué curioso! en su oráculo había profetizado el profeta


Isaías sobre Jesús: He aquí mi Siervo... No disputará ni
gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz (Is 42,1–4;Mt
121
JOSÉ MARÍA PEMÁN, Ante el Cristo de la Buena Muerte, Suma
Poética, BAC (Madrid 1950) 353.
122
Pies preces, 11.
123
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea in Joannem, 19, 8; versión
castellana: Cursos de Cultura Católica, V (Buenos Aires 1948) 423.
12,18–19). Y, sin embargo, cinco veces gritó. Cinco veces
levantó la voz más de lo acostumbrado. Todas
relacionadas con la vida.
Gritó Jesús mientras enseñaba en el templo: «Me
conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido
por mi cuenta; sino que es veraz el que me ha enviado;
pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo
de Él y Él es el que me ha enviado» (Jn 7,28–29). ¡Gritó
hablando del Padre, 1ra. Persona de la Santísima
Trinidad!
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí,
sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve
a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo
para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si
alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo,
porque no he venido para juzgar al mundo, sino para
salvar al mundo» (Jn 12,44–47). ¡Gritó cuando habló de
Él, 2da, Persona de la Santísima Trinidad!
El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto
en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el
que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno
correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al
Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él (Jn 7,37–
39). ¡Gritó hablando del Espíritu Santo, 3ra. Persona
de la Santísima Trinidad!
Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre,
te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú
siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me
rodean, para que crean que tú me has enviado.» Dicho
esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!» (Jn 11,42–
43). ¡Gritó para que supiéramos que tenía pleno
poder sobre la muerte!
...alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz:
«¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios
mío! ¿por qué me has abandonado?». Al oírlo algunos de
los que estaban allí decían: «A Elías llama éste». Y
enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía
de beber. Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si
viene Elías a salvarle». Pero Jesús, dando de nuevo un
fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del
Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra
y las rocas se hendieron (Mt 27,46–51). Ni el mismo
proceso natural de la muerte «le quita la vida». Es Él quien
la da de sí mismo. Llega la muerte cuando y porque Él
quiere. ¡Gritó en señal de la libertad y el poder que
todavía tiene sobre la vida!

Escribe, con su inconfundible estilo, Charles Péguy 124:


“Grito que resuena aun en toda la humanidad;
Clamor que hizo tambalearse a la Iglesia militante;
En el que incluso la (Iglesia) sufriente sintió,
experimentó su propio espanto;
Por la que la triunfante experimentó su triunfo;
Clamor que resuena en el corazón de toda humanidad;
Clamor que resuena en el corazón de toda cristiandad;
¡Oh clamor cumbre, eterno y válido! ...

Él lanzó el grito que resonará siempre, siempre


eternamente,
el grito que no se extinguirá jamás, eternamente. ...

No había gritado ante la lanza romana;


No había gritado bajo el beso perjuro;
No había gritado bajo el huracán de injurias.
No había gritado ante los verdugos romanos.
No había gritado bajo la amargura de la ingratitud. ...
Y gritó como un loco la espantosa angustia,
Clamor que hizo tambalearse a María aun de pie. ...
El grito que no se extinguirá en ninguna noche de
ningún momento. ...
Entonces, ¿por qué gritaba?; ¿ante qué cosa gritaba? ...
Cristianos vosotros sabéis por qué:
Porque ... ¡Él había salvado al mundo!

124
El misterio de la caridad de Juana de Arco, Ediciones Encuentro
(Madrid 1978) 80–82.97.106.117. 125; citado en orden libre.
4. TRES EXCLAMACIONES Y TRES SIGNOS

Tres exclamaciones y tres signos pareciera que


dominan el misterio de Semana Santa, el misterio pascual,
como una especie de música de fondo.

I
La primera es en este Domingo: ¡Hosanna!,
¡Hosanna!, ¡Hosanna!, que gritó la multitud enardecida
al paso de Jesús montado en el burrito, rumbo a la ciudad
de Jerusalén. Hosanna es una aclamación de júbilo que
viene de la palabra hebrea «hosi’ anna», que significa
«sálvanos», a través del latín «hosanna». (Todos los días
la pronunciamos dos veces en el Sanctus de la Misa).
¡Hosanna! es la música de fondo de este Domingo de
Ramos. Los Evangelistas narran, por ejemplo, San Mateo:
La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el
camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían
por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él
gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Y al entrar
él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. «¿Quién es
éste?» decían. (21, 8– 10); y San Marcos dice: Muchos
extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje
cortado de los campos. Los que iban delante y los que le
seguían, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro
padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (11, 9– 10); pero,
como ocurre muchas veces, es San Juan el que precisa:
«...tomaron los ramos de las palmeras y salieron a su
encuentro y gritaban: ¡Hosanna! Bendito el que viene en
el nombre del Señor, el rey de Israel» (19, 13). De aquí
toma nombre este Domingo.
Y, ¿por qué ramos y no ramas? Porque la palmera no
tiene ramas, sino ramos (propiamente son hojas que se
llaman palmas), que son como ramas de segundo orden, o
también, ramas cortadas del árbol (como los ramos de
olivos). La palmera (en heb. tamar; gr. phoenix; Vg.
palma) es un árbol de la familia de las palmas, de las que
hay más de 2.600 especies conocidas, que puede crecer
hasta más de 20 m. de altura, con tronco áspero,
cilíndrico... copa sin ramas y formada por las hojas que
son pecioladas, de tres o cuatro metros de largo, con el
nervio central recio, leñoso, de sección triangular y
partidas en muchas lacinias, duras, correosas,
puntiagudas, de unos 40 centímetros de largo y dos de
ancho... A Jericó, se la conoce en la Biblia como «la ciudad
de las Palmeras»125.
Dice un poeta hablando de las palmeras: «“Molinos
verdes, molinos vegetales”, llamó un moderno a las
palmeras. Rosa de los vientos de la Fama, sus verdes
agujas están ahí, desde el principio de los siglos, sobre los
esbeltos troncos cimbreantes, plegándose a todas las
arbitrariedades de la gloria. Por su inviolada gracia
separada del suelo, por su fácil inclinarse reverentemente,
por su tendencia sumisa a curvarse en dosel, el mundo se
fijó inmemorialmente en la hoja de la palmera para
cargarla de enfáticas significaciones triunfales. Y por eso
ella, insolente y presumida, consciente de su glorioso
simbolismo, se abre, en estrella, sobre su altura
inaccesible, como diciendo irónicamente que la Gloria hoy
sopla hacia acá y mañana hacia allá, en arbitraria rueda
divergente.
Aquel día la Gloria triunfal sopló hacia Oriente, por
donde Jesús venia en su pollina. Como hacia siglos había
soplado hacia Judas Macabeo, que, victorioso y salpicado
de sangre, entró en Jerusalén, entre gritos de júbilo y
ramos de palma, al son de la cítara y de los címbalos (21
Mac 13,51); como sopló otro día hacia Vespasiano,
125
cfr. Deut 34, 3; Juec 1, 16; 3, 13; etc.
cuando, entre palmas, según Flavio Josefo, entró vencedor
en Roma; o hacia Tito, cuando entró, pisando palmas, en
Antioquía.
Así, sin fijeza ni seriedad, cumplía el signo de la Fama
humana, su destino incongruente y arbitrario de señalar
todos los cuadrantes del viento: hoy, un tirano, mañana,
un general; pasado, un profeta. Historia poco lucida de las
palmas triunfales de los hombres: un día, adulación al
vencedor, otro día, consolidación del despojo; otro,
vanidad de oro mustio bordado en el académico de
uniforme.
Y un día las palmas se tendieron, como alfombra, a la
entrada de Jerusalén, al paso de Jesús. ¿Fue aquella una
hora para Jesús de júbilo y victoria? Yo creo más bien que
allí empezó Jesús su Pasión, en las reconditeces de su
pecho. Porque Él tenía que oír las sílabas trágicas del
“Quíta” y del “Crucifícale”126, mudamente enlazadas en las
sílabas jubilosas del “Hosanna”...»127.
«Las palmas reciben también la salpicadura del rojo
bautismo e invierten su sentido. De signos ruidosos de la
victoria visible y el triunfo material pasan a ser signos
puros de las victorias internas, calladas y paradójicas, que
tienen ante el mundo cara de derrotas: el martirio y la
virginidad. El tipo de mártir parece, ante los ojos, el
extremo humano opuesto al tipo del vencedor que
agasajaban las antiguas palmas triunfales: el mártir es el
vencido, el escupido, el humillado, el quemado en
parrillas. La virgen también parece, ante los ojos, la
inversión de todo ruidoso triunfo vital: la virgen es la
abandonada, la olvidada, la silenciosa, la despreciada de
todo un mundo antiguo lleno de cultos de cosecha y de
maternidad. Pero Jesús había venido a invertir las cosas.
Él, muriendo, vence a la Muerte; Él reina con cetro de
caña. Justo es, pues, que, ya en plena paradoja, las palmas
ruidosas de Tito y Vespasiano pasen a las manos del
achicharrado en las parrillas o a la escondida en el

126
cfr. Jn 19,15.
127
JOSÉ MARÍA PEMÁN, La Pasión según Pemán, Edibesa, (Madrid
1997) 56–57.
claustro: las manos de los derrotados, que eran, por
dentro, vencedores»128. Por eso decimos que alcanzaron la
palma del martirio y la palma de la virginidad.
«Por eso Jesús sobre su pollina, avanzaría, un poco
triste, por el camino que baja del Monte de los Olivos, y
entró en Jerusalén orlado, aquella tarde, de palmas en
delirio. Porque Él sabía que las palmas del mundo, sobre la
copa de la palmera, son una estrella redonda y divergente,
perplejidad vegetal, que parece interrogar al viento: ¿Por
aquí? ¿Por allí? (ya que suelen mecerse como juguetes del
viento). Y Él soñaba con las legiones de sus mártires, de
sus vírgenes, que, naciendo del pie de la Cruz como ríos
de abnegación y sacrificio, habían de cruzar los siglos de
la historia con un temblor de palmas en las manos; pero
de palmas altas, erectas, verticales, con una firme y única
dirección hacia el cielo: por aquí, por aquí... La eterna
perplejidad de la palmera ha quedado resuelta y
contestada»129… ¡por el testimonio de las vírgenes y por el
testimonio de los mártires!

II
La segunda exclamación es en el Viernes: ¡Crucifícale!,
¡Crucifícale!, ¡Crucifícale!, repetida en dos ocasiones130; ya
no hay signos de gloria y triunfo como las palmas del
Domingo anterior. Hay un gran signo de dolor y duelo. Hay
un funeral cósmico, porque muere en una Cruz, crucifijo, el
Hijo de Dios vivo: Era ya cerca de la hora sexta cuando, al
eclipsarse el sol, vinieron tinieblas sobre toda la tierra
hasta la hora nona (Lc 23,44; cfr. Mt 27,45; Mc 15,33). En
esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba
abajo; y tembló la tierra y las rocas se hendieron (Mt
27,51).
Dice el poeta: «Pero ahora, en el momento de morir
Cristo y de consumarse su obra redentora, parece que hay
como una última sacudida fuerte del estilo, ya expirante,

128
Ibidem, 58.
129
Ibidem. El paréntesis es nuestro.
130
cfr. Mt 27,22.23; Mc 15, 13.14; Lc 23,21.23; Jn 19,6.15.
de la Vieja Ley; como una ultima apelación a la Naturaleza
terrible y tonante del Sinaí...
Tres años de parábolas dulces no pudieron en Pedro lo
que pudo en el centurión en minuto de tinieblas teatrales.
El mundo que había querido un Mesías ostentoso y
poderoso, exigía ahora una gran metáfora cósmica de la
muerte de un Dios. Quería un Dios que muriese entre
eclipses y terremotos. ¡Como si no fuera mas autentico
certificado de divinidad el perdón de sus verdugos!
Jesús insiste en los puros signos espirituales del vino, el
agua y el pan. Sólo al final, como un desesperado
arranque de dureza carnal de los hombres, llegan los
vistosos signos cósmicos y sinaíticos: el eclipse y el
terremoto»131.
«Pero los hombres, duros y tercos, se empeñan en no
oír este silbo suave de la Ley de Amor, y Dios tiene que
sacudir de vez en cuando sus entendederas con guerras,
revoluciones y persecución, para que los hombres, como
el centurión, crean en Él “cuando vean el terremoto”. El
mundo actual sabe algo de eso... Hombres locos, hombres
locos, ¿por qué no evitáis el terremoto y las tinieblas,
tomando partido a tiempo por el agua, el vino y el
pan?»132.

III
La tercera exclamación resonó el Domingo de Pascua:
¡Resucitó. No está aquí!, ¡Resucitó. No está aquí!,
¡Resucitó. No está aquí!133. Desde hace 2.000 años hay
un sepulcro vacío. ¡Juan Pablo II – como Pedro en Pascua–
estuvo allí! ¡Estuvo allí! ¡Hace apenas unos 20 días...lo vio
todo el mundo!

IV

131
Ibidem, 70–71.
132
Ibidem, 72.
133
cfr. Mt 28, 6; Mc 16, 6; Lc 24, 6.
En esta Semana mayor de los cristianos sepamos
escuchar la triple exclamación y sepamos ver la
elocuencia inaudita de los ramos de palma, de las tinieblas
y del sepulcro vacío. Y sobre todo, aprendamos a descubrir
su profundo contenido capaz de iluminar toda nuestra vida
y convertirnos en sal de la tierra y en luz del mundo.
María escuchó las exclamaciones.
María vio los claros signos.
María los descifró mejor que nadie.

5. COLGADO DE LA CRUZ

Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el


Hijo del Hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en
el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna (Jn 3,13–16).

I
En apenas cuatro versículos el Evangelio de la Misa
votiva de la Exaltación de la Santa Cruz, que hoy estamos
celebrando, se contienen enseñanzas muy grandes sobre
lo que significa la cruz y la realidad de Aquél que por
nosotros subió a la cruz.
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo (Jn
3,13). En este versículo nos encontramos con uno de los
textos bíblicos en los que se enseña la verdad misteriosa
de Jesucristo: la naturaleza humana unida a la naturaleza
divina en unión hipostática, es decir, en la persona divina
del Verbo. El misterio de la unión hipostática es el corazón
del misterio del Verbo Encarnado.
«Nadie ha subido al cielo...». ¿En cuánto a qué sube
Cristo al cielo? Sube al cielo en cuanto a su humanidad.
«...sino el que bajó del cielo». ¿Y en cuanto a qué, según
nuestra manera de entender, bajó del cielo Jesucristo?
Bajó del cielo en cuanto a su divinidad. Así lo enseña
Santo Tomás: «Porque Cristo no descendió del cielo según
el cuerpo o el alma, sino según Dios. Lo cual puede
colegirse de las mismas palabras del Señor. Porque
después de decir: Nadie sube al cielo sino el que bajó del
cielo, añade: El Hijo del hombre, que está en el cielo. Con
lo cual dio a entender que de tal manera había bajado del
cielo, que no dejaba de permanecer en él».134 
Entonces, si es cierto, como enseñaba el apóstol San
Pablo, que el que bajó es el mismo que subió por encima
de todos los cielos, para llenarlo todo (Ef 4, 10), siendo
que el subir se refiere a la naturaleza humana y el bajar se
refiere a la naturaleza divina, ciertamente hay una unión
entre ambas naturalezas y esa unión no está dada en la
naturaleza o por la naturaleza, sino que se da por la
persona divina del Verbo, la 2da. de la Santísima Trinidad.
El mismo que subió en cuanto a la naturaleza humana es
el mismo que bajó en cuanto a su naturaleza divina,
porque tanto el que sube con su naturaleza humana como
el que baja con su naturaleza divina es el mismo. Si el
mismo que bajó es el que subió: «la persona de aquel
hombre es la misma persona del Verbo de Dios»135, 2da.
persona de la Santísima Trinidad.
Nuestro Señor hace a continuación una profecía, un
milagro intelectual por el cual anuncia lo que había de
suceder en el futuro. Para ello se sirve de un hecho del
Antiguo Testamento con el fin de producir lo que se llama
el «sentido típico», es decir, una cosa que Dios hace para
que sea figura de otra. No se trata de palabras –éste sería
134
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma contra Gentiles, IV, 30, edición
de la BAC tomo II (Madrid 1968) 769.
135
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma contra Gentiles, IV, 34 edición de
la BAC tomo II (Madrid 1968) 782.
el «sentido plenior»– sino de cosas, hechos o acciones. El
hecho que Cristo toma como figura es lo que Dios mismo
mandó a Moisés cuando las serpientes venenosas picaban
a los israelitas: Y dijo Yahvé a Moisés: «Hazte una
serpiente de bronce y ponla sobre un mástil. Todo el que
haya sido mordido y la mire, vivirá». Hizo Moisés una
serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una
serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente
de bronce, quedaba con vida (Nm 21,8–9). Esta figura es
también una profecía pues eso iba a ocurrir
posteriormente, cuando Nuestro Señor fuese elevado en la
cruz: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, para que
todo el que crea tenga por él vida eterna (Jn 3, 14–15).
¿A dónde es elevado el Hijo del hombre?; o bien, ¿a qué
elevación se refiere aquí Nuestro Señor? Se refiere a la
elevación que tuvo en la cima del monte Calvario, en el
Gólgota, donde fue izado en el árbol de la cruz; y también
se refiere a la prolongación de ese izamiento que es la
Eucaristía, donde su Cuerpo y Su Sangre son elevados. Es
por eso que Nuestro Señor lo anticipó de manera profética
y dijo qué es lo que Él desde allí iba realizar, porque
entiende perfectamente bien todo el misterio de la
redención. Sabe que ese «ser elevado a lo alto» es lo que
ha de atraer hacia sí a toda la humanidad y a toda la
historia, porque es Él y sólo Él quien desde el trono de la
cruz, a todo el que crea en Él le dará la «vida eterna».
Y así como Dios Padre tanto amó al mundo que dio a su
Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna (Jn 3,13–16); así el Hijo de Dios,
que nos amó hasta el fin136 desde la cruz nos atrae hacia
sí por el amor, que es una fuerza atractiva y unitiva:
Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos
hacia mí (Jn 12,32). Cristo dijo esto para significar de qué
muerte iba a morir (Jn 12,33). ¡Y moriría colgado de la
cruz!
Colgado de la cruz, Cristo atrajo a todos hacia sí: a los
hombres y mujeres de todos los siglos, a quienes tuvo uno
136
cfr. Jn 13,1.
por uno presentes porque por todos murió: el amor de
Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos,
todos por tanto murieron (2 Co 4,14). De ninguno se
olvidó: ¡Él es Dios!

II
Tres horas estuvo colgado en la cruz. Lo que dijo,
aunque de profundidades insondables, le llevó muy poco
tiempo, apenas algún minuto. En efecto, tan sólo fueron
siete frases. Las siete palabras que entonces pronuncia
Nuestro Señor tienen una orientación didáctica, precisa,
concreta y determinada. Son palabras que no mueren. A
mí me gusta decir que son como truenos que siguen
resonando en el mundo. ¿Cuánto tiempo habrá demorado
en pronunciarlas? No demoró mucho tiempo Nuestro
Señor: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen;
Hoy estarás conmigo en el Paraíso; He ahí a tu madre... he
ahí a tu hijo; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?; Tengo sed; Todo está cumplido; Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu... Tal vez diez segundos
para cada frase. Supongamos que de aquellas tres horas,
que son horas de sufrimiento y de mucho dolor,
pronunciar las siete palabras le hayan sumido cinco
minutos... ¿Y luego? Ciertamente que también adoró, dio
gracias, pidió perdón por la humanidad prevaricadora y
por todo lo que, directa e indirectamente, los hombres y
mujeres necesitaríamos para nuestra salvación eterna.
Pero, piadosamente, podemos imaginar que pensó en la
obra grande que estaba realizando y de la que nadie como
Él tenía tan clara conciencia.
De manera especial, me gusta imaginar que pensó en
sus santos.

III
En la cruz pensó en sus santos. Se acordó de sus
elegidos desde antes de la fundación del mundo 137;
137
cfr. Ef 1,4.
hombres y mujeres que ya no viven para sí, sino para
Aquel que por ellos murió y resucitó138. De aquellos y
aquellas que se aprovecharían de su muerte.
Yo pienso que Nuestro Señor, que todo lo sabe y que
todo lo conoce, en ese momento pensaba en todos
nosotros. Pensaba en todos los hombres y mujeres de
todos los tiempos y de todos los siglos. Así se desplegaría
en su mente –por así decirlo– la historia del mundo y, en
especial, la historia de la Iglesia, que es la razón última de
la historia del mundo, porque Él era plenamente
consciente de que gracias a ese estar clavado en lo alto,
atraería a muchos hacia sí, produciendo frutos de
redención en tantas almas a través de los siglos, en tantas
culturas, en tantas generaciones, en tantas razas, en
tantas lenguas, en tantas geografías.
Jesús sabía que sufría para salvarnos de nuestros
pecados y nos conocía a todos, con todos nuestros
pecados. Sabía que moría para alentar a sus discípulos a
que permanecieran fieles a Él; sabía que les estaba
alcanzando la gracia santificante a fin de que practicasen
todas las obras de las virtudes, para que, a pesar de las
dificultades y persecuciones del mundo, no claudicasen. Y
para eso, Él sabía que era necesaria la cruz porque era esa
cruz la que les iba a dar la fuerza a sus discípulos, y que
sería también como un imán, que atraería a todos hacia sí.
Llegaría a ser –si se lo entiende correctamente– como ese
fenómeno que se produce en algunas partes: el
«maelstrom», una especie de remolino producido en el
mar que atrae todo hacia sí, y que engulle incluso a los
barcos. En el caso de Cristo, no es para engullir sino para
recapitular en Sí todas las cosas.
Colgado de la cruz, contemplando a sus ángeles, debe
haber pensado en dar a la Iglesia que nacería de su
costado, protectores e intercesores que estuvieran muy
cerca suyo: a Gabriel, el que está delante de Dios (Lc 1,9);
a Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre
presentes y tienen entrada en la Gloria del Señor (Tb
12,15); a Miguel, uno de los Primeros Príncipes (Dn 10,13).
138
cfr. 2 Co 4,15.
Colgado de la cruz miró hacia el pasado y pensó en
todos los hijos de Adán que le esperaban anhelantes en el
limbo de los justos: todos los santos patriarcas: Abrahám,
Isaac, Jacob...; todos los santos profetas: Moisés, David,
Elías, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas...; los
Macabeos; su padre adoptivo San José; San Juan Bautista;
el santo anciano Simeón; la profetiza Ana...
Colgado de la cruz, miró hacia el futuro y pensó en la
historia de su Iglesia, que es su propia historia porque es
la historia de su Cuerpo Místico. No hubo acontecimiento
que no estuviera presente: las diez atroces persecuciones
bajo los emperadores romanos (Nerón, Domiciano,
Trajano, Marco Aurelio, Cómodo, Septimio Severo,
Maximino Tracio, Decio, Valeriano, Diocleciano); las
persecuciones que tantos mártires han dado en las
misiones «ad gentes»...; el surgir de los grandes
apologistas y de los doctores de la Iglesia; los combates de
los Padres de la Iglesia en favor de la ortodoxia católica;
las Cruzadas para reconquistar su Santo Sepulcro; las
epopeyas evangelizadoras en Europa, América, África,
Asia y Oceanía; los cismas... ¡todo!
En algún momento, entre las 12 hs. y las 15 hs.,
colgado de la cruz, como en una sublime película se
desarrolló ante sus ojos la historia de la Iglesia, siglo por
siglo, año por año, día por día; en su mente se fue
representando, como si se fuese filmando, la mejor lección
de historia de la Iglesia, y la historia del mundo que jamás
se haya dado. De manera especial, vio a aquellos gigantes
de santidad, hombres y mujeres, que se aprovecharían al
máximo de la sangre que Él estaba derramando allí, sobre
el Gólgota. ¡Sus santos y sus santas! Y como en una
estremecedora letanía pensó en ellos, uno por uno. ¡Serían
la gloria de su Padre y la suya! Y ellos serían los que
darían, justamente, el verdadero sentido a la historia. Ellos
son la historia... «No hay historia más completa, más
magnífica ni más provechosa que la Letanía de todos los
Santos»: ella «evoca» e «invoca» a todos los grandes
espíritus que han ilustrado el globo y que han hecho
avanzar a la humanidad con sus virtudes».139 

IV
Colgado de la cruz oró por los que escogió para enviar
por el mundo como sus apóstoles, a quienes dio las
primicias del Espíritu (Ro 8,23). En la cruz se reservó para
sí a Andrés, Santiago el Mayor, Juan, Tomás, Santiago el
Menor, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón el Cananeo, Judas
Tadeo, Matías, Pablo, Bernabé. Por todos ellos pidió
alzando sus ojos al cielo (Jn 17, 26): Por ellos ruego; no
ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado,
porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es
mío; y yo he sido glorificado en ellos (Jn 17, 9– 11).
Especialmente rogó por Pedro, «el siervo de la Cruz»,
como le llamó San Jerónimo. Cristo escogió para sí de una
manera muy particular al primer Papa como asociado al
misterio de su cruz. En efecto, también Pedro sería
colgado de una cruz: cuando llegues a viejo, extenderás
tus manos... (Jn 21, 18); Adonde yo voy no puedes
seguirme ahora; me seguirás más tarde (Jn 13, 36). De ahí
que el Papa, Sucesor de Pedro, «continúa el carácter
martirológico de su Primado»140. Pensó y rezó por todos los
Papas que, hasta ahora, han sido 264.
Colgado de la cruz, Cristo se vio perseguido por Saulo
de Tarso y para manifestar la grandeza de su misericordia,
dijo entonces para sí: «Me reservaré para mí a Saulo de
Tarso; “éste es para mí un instrumento de elección para
que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos
de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer
por mi nombre” (He 9, 15– 16)». Y desde la Cruz, escuchó
decir a San Pablo: Nosotros predicamos a un Cristo

139
ADAM MICKIEWICZ, cfr. II, 81–85.87–88; cit. por HENRI DE LUBAC en:
La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, Ediciones Encuentro, II
(Madrid 1989) 259.
140
Consideraciones de la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,
«El Primado del Sucesor de Pedro», L’ Osservatore Romano 46 (1998)
633.
crucificado (1 Co 1, 23); no quiero saber otra cosa sino a
Jesucristo, y éste crucificado (1 Co 2, 2); con Cristo estoy
crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en
mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la
fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo
por mí (Ga 2,19–20). Pedro y Pablo serán como los dos
ojos de mi cuerpo, de quien soy cabeza141. 
Colgado de la cruz, rogó por quienes serían discípulos
directos de los Apóstoles, a quienes les correspondería ser
los primeros en transmitir por tradición su Revelación:
Padre, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos
que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que
todos sean uno (Jn 17, 20– 21). Y dijo para sí: «Me
reservaré para mí, por medio de la palabra de mis
Apóstoles, a Ignacio de Antioquía, Clemente Romano,
Policarpo de Esmirna...». Y desde la cruz, escuchaba gritar
a San Ignacio de Antioquía: «¡Dejadme imitar la pasión de
mi Dios!»142; «Mi amor está crucificado»143. 
Colgado de la cruz, escogió a quienes –en el siglo que
se llamaría de los apologetas– darían a judíos, gentiles y
gnósticos «razones de nuestra esperanza»144. Y Cristo dijo
para sí: «Me reservaré para mí a Justino, a Ireneo de Lyón,
a Clemente de Alejandría...».
Colgado de la cruz, pensó en quienes se unirían a Él en
su Pasión y Muerte afrontando el martirio. Y dijo para sí:
«Me reservaré para mí a Esteban, Lorenzo, Cecilia, Lucía,
Blas...». También sabía que era necesaria su muerte en la
cruz para que Tarcisio no claudicase y fuese «mártir de la
Eucaristía», y pensaría también en Inés, en Cipriano, en
Felícitas... Y musitó el nombre de todos sus «testigos». Las
persecuciones romanas darían 100.000 mártires.
Colgado de la cruz, derramando hasta la última gota de
su sangre, les dio a los mártires, uno a uno, la victoria:

141
cfr. SAN LEÓN MAGNO, Sermón 84; cit. en Liturgia de las Horas,
IV, p. 1526.
142
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, VI, 3.
143
Ibidem., VII, 2.
144
cfr. 1 Pe 3, 15.
Ellos vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la
palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su
vida ante la muerte (Ap 11, 12).

V
Colgado de la cruz, vio cómo una vez que acabaron las
persecuciones sistemáticas, se turbarían los tiempos de
paz iniciados por Constantino después del Edicto de Milán,
con el surgimiento de cismas, controversias y herejías en
torno a su Divina Persona y su Iglesia. Entonces
comenzaría el bullir de herejías que requerían la respuesta
clara y clarividente de los Santos Padres de Oriente y
Occidente, hombres que no iban a claudicar en la
confesión de la fe porque recibirían la fuerza de la cruz de
Cristo. Y Cristo dijo para sí: «Me reservaré para mí
doctores de Oriente y de Occidente, que vengan a
sentarse a mi mesa luego de haber combatido por la
verdad. De Egipto me reservaré a Antonio Abad y a
Atanasio el Grande; de Capadocia a Basilio Magno; de
Antioquía a Juan Crisóstomo; de Dalmacia me reservaré
para mí a Jerónimo; a Ambrosio de Milán; Martín de Tours;
Hilario de Poitiers; vaso especial de elección será para mí
Agustín de Hipona: le daré sabiduría para refutar a los
maniqueos, donatistas, pelagianos y arrianos. En esta
época suscitaré grandes pontífices por medio de los cuales
Pedro proclame la fe en mi divinidad. Me reservaré para
mí a Dámaso, León Magno, Gregorio Magno...».
Colgado de la cruz, vio las atrocidades que cometerían
los bárbaros en sus incursiones por las ciudades cristianas
del Imperio. Vio la firmeza de San León Magno frente a
Atila. Vio cómo lo enfrentó con una cruz en la mano, y lo
vio a Atila, que venía asolando toda Europa, dar media
vuelta y seguir su camino... El Señor vio cómo la Iglesia a
través de sus misioneros y de sus grandes predicadores,
iba a tratar de convertir a los pueblos bárbaros y cómo los
monjes rescatarían en sus monasterios la cultura de la que
los vándalos harían estragos. Y pensó en los cientos de
monjes y misioneros afanosos por la conversión de los
bárbaros: San Patricio en Irlanda; San Remigio en Francia;
San Columbano en Escocia... Y dijo para sí: «Me reservaré
para mí a Benito de Nursia como Padre del Monacato en
Occidente. Me reservaré para mí a Isidoro de Sevilla, para
que organice las Iglesias de España. Me reservaré para mí
a Agustín de Cantorbery a quien enviaré a evangelizar a
los anglosajones; a Bonifacio lo enviaré a los germanos; a
Cirilo y Metodio a los eslavos».

VI
Colgado de la Cruz, el rey coronado de espinas pensó
en extender su Reino a través de la conquista espiritual de
los pueblos. Vio el florecer de las nuevas cristiandades que
se fueron construyendo, de las que prácticamente
nosotros hemos estado celebrando el milenio. Y por ello
pensó también en hacer partícipes de su realeza a
príncipes y reyes cristianos. Entonces dijo para sí:
«Escogeré para mí a Esteban en Hungría; a Eduardo el
Confesor en Inglaterra; a Eduviges en Polonia; a Vladimir y
Olga en Ucrania; a Isabel en Hungría; a Fernando III de
Castilla y de León; a Luis de Francia...». Y todo eso iba a
ser posible porque Él estaba sufriendo en ese momento en
la cruz.
Colgado de la cruz, pensó en la época del feudalismo,
cuando reyes y mercaderes querían sacar tajada de la
Iglesia. Sería necesario suscitar grandes hombres que
defendieran los derechos de la Iglesia contrarrestando la
acción de tantos que claudicarían ante el poder temporal.
Y Cristo dijo para sí: «Me reservaré para mí a Gregorio VII;
a Anselmo de Cantorbery; a Tomás Becket, a Bernardo de
Claraval, a Nicolás de Tolentino...». Pero también vería el
esplendor de la Alta Edad Media, que supo levantar esas
catedrales majestuosas que todavía son objeto de
admiración para nosotros y para todos los que vienen a
Europa; edad en la que sin duda alguna se dio la cumbre
de la civilización del mundo, que supo no sólo elaborar
esas catedrales en piedra, sino que, además, hizo las
catedrales del pensamiento, que son las Sumas, obras del
genio de Santo Tomás de Aquino.
Colgado de la cruz, pensó en aquellos que prolongarían
algún aspecto de los misterios de su vida dando origen a
órdenes y congregaciones religiosas. Entonces dijo para sí:
«Me reservaré para mí a Domingo de Guzmán, que
fundará una Orden de Predicadores para prolongar mi
ministerio como Maestro y Doctor. De sus hijos, los
dominicos, me reservaré para mí a Alberto Magno y a
Tomás de Aquino. A éste le diré desde la cruz: “Tomás,
bien has escrito de mí”; también de entre ellos me
reservaré a Pedro de Verona, mártir, y al Beato
Angélico...».
Colgado de la cruz, el Señor dijo al hijo de Pedro
Bernardone: «Francisco, restaura mi Iglesia», y le
encomendó fundar una Orden que abrazase la pobreza
voluntaria imitándole a Él, que siendo rico se hizo pobre
para enriquecernos con su pobreza 145. Y pensando en
todos los santos franciscanos, dijo Cristo para sí: «Me
reservaré para mí a Antonio de Padua, a Clara de Asís, a
Buenaventura, a Carlos de Sezze, a Pío de Pietrelcina...».
Colgado de la cruz, pensó también en otra de las
grandes Órdenes mendicantes, los mercedarios, dedicados
a la redención de los cautivos. Y Cristo dijo para sí: «Me
reservaré para mí a Pedro Nolasco y Ramón Nonato».
Colgado de la cruz, Cristo vio a su Iglesia en máxima
confusión en la época del gran cisma de Occidente,
provocado por la elección en Aviñón de antipapas que
disputaban la Tiara papal. ¡Tres hombres a la vez llegaron
a considerarse como los legítimos sucesores de Pedro...!
Las naciones y las casas religiosas estuvieron divididas en
partidos en favor de uno y otro... Grandes santos se
necesitaría para esta época, y por esto Cristo dijo para sí:
«Me reservaré para mí a Vicente Ferrer, Catalina de Siena,
y Brígida de Suecia...».
Colgado de la cruz, Cristo tuvo presente que el cisma
de Occidente dejaría en sus fieles resabios de
desconfianza hacia la Iglesia y que el surgimiento, en el
siglo XV, del Humanismo y del Renacimiento pondrían en

145
cfr. 2 Co 8, 9.
peligro la fe de muchos, particularmente de la gente
sencilla del pueblo. Por eso pensó que harían falta para
aquella época grandes predicadores populares... Y por eso
Cristo dijo para sí: «Me reservaré para mí a Bernardino de
Siena, a Juan de Capistrano...».

VII
Colgado de la cruz, Cristo vio cuantos miembros serían
amputados de su Cuerpo Místico con la Reforma de Lutero,
de Calvino y de los demás líderes de la Reforma
protestante. Vio lo que acarrearía, en la decadencia de la
Edad Media, la acción del libre examen de Lutero: ¡el
segundo gran cisma de la cristiandad! A grandes males
harían falta grandes remedios. Y cómo Él sabía que de su
cruz, de la fuerza de la cruz, iba a suscitar quienes iban a
poner todo su empeño para evitar una destrucción mayor,
y así pensó en suscitar santos que contrarrestaran la
acción protestante, promoviendo la auténtica Reforma de
la Iglesia, viviendo ante todo el radicalismo evangélico. Y
Cristo dijo para sí: «Me reservaré para mí a Cayetano de
Thiene y Felipe Neri; a Pedro de Alcántara, a Juan de Ávila
y Juan de Rivera; a Teresa de Jesús, a Juan Bautista de la
Concepción y a Juan de la Cruz. De manera especial me
reservaré para mí a Ignacio de Loyola, para que funde una
compañía de apóstoles que conquisten conmigo el mundo,
siguiéndome tanto en las penas como en la gloria. De sus
hijos me reservaré para mí a Francisco de Borja; Luis
Gonzaga; Pedro Canisio, Roberto Belarmino...».
Colgado de la cruz, consideró que harían falta grandes
adalides del Concilio de Trento, que promovieran y
aplicaran en la Iglesia sus Reformas. Y por eso Cristo dijo
para sí: «Para esta tarea me reservaré a Pío V, Carlos
Borromeo, Toribio de Mogrovejo y Francisco de Sales...».
Jesús sabía que se iba a desgarrar la Cristiandad, pero sin
embargo iba a florecer la Cristiandad en un nuevo
continente; se iba a descubrir América, de dónde
provenimos nosotros. Y esa cruz fue luz y fuerza para esos
miles y miles de hombres que fueron a misionar a
América, en una obra que al decir de León XIII, «se trata
de la hazaña más grandiosa y hermosa que hayan podido
ver los tiempos»146; o como decía Gomara a Carlos V, «la
mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la
Encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento
de las Indias»147. Y así, colgado de la cruz, consideró la
«hora» en que haría misericordia a los indígenas de
América, del África y del Oriente, enviándoles misioneros
que les anunciasen el Evangelio. Y Cristo dijo para sí: «Me
reservaré para mí a Francisco Javier; a él le haré recorrer,
en menos de 10 años, más de 50.000 Km. en su afán de
llevar mi Evangelio a todas partes. Me reservaré para mí a
Luis Beltrán, O.P., para apóstol de Nueva Granada
(Venezuela–Colombia); convertirá a más de 150.000
indios. Me reservaré para mí a Francisco Solano, a él le
llevaré desde Perú hasta las regiones del Tucumán y del
Gran Chaco. Me reservaré para mí a Roque González de
Santa Cruz, para hacerle pionero de las Misiones
guaraníes. Me reservaré para mí a Pedro Claver, jesuita,
en Cartagena de Indias (Colombia) bautizará a más de
300.000 negros. Me reservaré para mí a Isaac Jogues para
la evangelización de Canadá y Estados Unidos; a Junípero
Serra para la evangelización de California...».
Colgado de la cruz, escogió los frutos exquisitos que
producirían las Misiones – la pléyade de santos que iba a
producir la evangelización– y por eso dijo para sí: «Me
reservaré para mí al indio Juan Diego en México; a Rosa de
Lima, al mulato Martín de Porres y a Juan Macías en el
Perú; a Marianita de Jesús Paredes, la «azucena de Quito»,
en Ecuador; a Bernarda Butler en Cartagena de Indias,
Colombia; a José de Anchietta y Antonio Galvao en Brasil;
a Katheri Tekakwitha en América del Norte».
Colgado de la cruz veía las primicias de la
evangelización del Asia, más de 100.000 mártires: a Pablo
Miki y compañeros mártires en el Japón; a Andrés Kim
Taegon, Pablo Chong Hasang y 101 compañeros mártires
en Corea; a los 123 mártires chinos; a los mártires de
Tailandia; a San Andrés Dung–Lac y compañeros mártires

Carta encíclica «Quarto abeunte saeculo», 16 de julio de 1892.


146

cfr. RAMIRO DE MAEZTU, Defensa de la Hispanidad, Ediciones del


147

Cruzamante (Buenos Aires 1986) 252.


de Vietnam; en Pakistán, India, Medio Oriente... Y desde la
cruz enseñó a San Andrés Kim Taegon, primer sacerdote
coreano, la verdad con la que enseñaba a sus fieles
perseguidos: «Hermanos muy amados, tened esto
presente: Jesús, nuestro Señor, al bajar a este mundo,
soportó innumerables padecimientos, con su pasión fundó
la santa Iglesia y la hace crecer con los sufrimientos de los
fieles».148
Colgado de la cruz vio también las primicias de la
Iglesia en Oceanía: a San Pedro Chanel y Peter Rot en
Papúa Nueva Guinea; y las primicias de la Iglesia en
Uganda: a Carlos Lwanga y sus jóvenes compañeros
mártires; y a todos los mártires de nuestros días en África,
en Argel, en Rwanda...Y todo eso fue posible porque Él
estaba allí, firme en la cruz, sin claudicar, cumpliendo con
esa obra grande de la redención, hasta el fin, agonizando
allí, clavado con tres clavos a la cruz durante tres horas.

VIII
Colgado de la cruz, vio cómo entre los siglos XVII y
XVIII, en la época de las Monarquías absolutas, se
maduraría definitivamente la idea del Estado moderno,
caracterizada por el laicismo y por la separación de la
Iglesia. Vio cómo este período tendría un común
denominador: la Ilustración. Todo un nuevo modo de
pensar y entender la vida, intentando romper
definitivamente los lazos entre la razón y la fe, la religión y
la cultura. ¡Qué grandes santos harían falta para
contrarrestar tantos desastres y para recristianizar a las
masas! Sería necesario el testimonio de grandes apóstoles
de la caridad, de predicadores de misiones populares y de
educadores. Y por ello Cristo dijo entonces para sí: «Me
escogeré para mí a Vicente de Paúl y Luisa de Marillac
para dar testimonio de la caridad. Me reservaré para mí
como apóstoles del pueblo a Luis María Grignion de
Monfort; Leonardo de Puerto Mauricio; Alfonso María de
Ligorio; Nóbili en la India; Mateo Ricci en China; Francisco
148
De la última exhortación de san Andrés Kim Taegon, presbítero
y mártir. cfr. Liturgia de las Horas, 20 de septiembre, IV, 1894.
Pallu y las Misiones extranjeras de París; me reservaré
como grandes educadores a José de Calasanz, Juan
Bautista de la Salle, Marcelino Champagnat...». Pensando
en los Ilustrados, infatuados con el culto a la diosa razón,
tratando de destruir toda religión que se presentase como
revelada, Cristo pensó en confundir su necedad suscitando
santos en quienes se dieran fenómenos sobrenaturales, en
plena época racionalista. Y Cristo dijo para sí: «Me
reservaré para mí a José de Cupertino; Gerardo Mayela;
Pablo de la Cruz; Juan María Vianney; María Bernarda
Soubirous; Catalina Labouré; María de Jesús
Crucificado...». Ante ellos, ¿quién podría negar la
existencia de lo sobrenatural? Y vio lo que iba a hacer la
Revolución Francesa, y sus mártires, los mártires de
Angers y de la Vandeé; y vio las carmelitas decapitadas en
la plaza de la Bastilla, subiendo al cadalso cantando...
Todo eso con una mirada profética, conociendo los
detalles y circunstancias.
Colgado de la cruz, Cristo vio sucederse a la Ilustración
el racionalismo, al racionalismo el liberalismo, al
liberalismo el materialismo –primero capitalista y luego
marxista–. Haría falta contrarrestar el daño que tantas
falacias producirían en la Iglesia principalmente con el
testimonio de los valores del Evangelio. «En esta época
me reservaré para mí a Gaspar del Búfalo; José Cafasso;
Juan Bosco; Antonio María Claret; Gabriel de la Dolorosa;
Pedro Julián Eymar; Teresa del Niño Jesús; Charbel
Maklouf; Ezequiel Moreno Díaz; Miguel Febres Cordero;
Juan Nepomuceno Newmann...».
Colgado de la cruz, vio a los hombres en la época de la
Industria, de los proletariados y de la técnica, buscando
soluciones muchas veces al margen de Dios... Entonces
Cristo se vio hambriento, sediento, enfermo, cautivo,
peregrino, emigrante, desnudo, moribundo, pobre,
abandonado, huérfano, niño, joven, anciano... Y dijo para
sí: – «Me reservaré para mí hombres y mujeres que me
asistan en los necesitados...». Y musitó los nombres de
José Benito Cottolengo; María Eufrasia Pelletier; María
Micaela del Santísimo Sacramento; Elizabeth Anne Seton;
Katherine Daexel; María Josefa Rosello; Francisca Javier
Cabrini; Don Luis Orione...».

IX
Colgado de la cruz, Cristo pensó en el convulsionado
siglo XX. Vio la crisis modernista de principios de siglo, y
dijo para sí: «Me reservaré para mí a José Sarto, que será
sucesor de Pedro con el nombre de Pío X». Colgado de la
cruz, pensó en cada uno de los santos de nuestro siglo y
entonces dijo para sí: «Me reservaré para mí a Damián de
Vesteur; María Goretti; Laura Vicuña; Teresa de los Andes;
Gema Galgani; Leopoldo Mandic; Pier Giorgio Frassatti;
José Moscati; Juana Beretta Molla; Alberto Hurtado...».
Colgado de la cruz, vio las persecuciones de los
regímenes totalitarios de nuestro siglo, y eligió a quienes
serían sus testigos para esta época: «Me reservaré para mí
a Miguel Agustín Pro; Maximiliano María Kolbe; Tito
Brandsma; Edith Stein; Benito de Jesús; los 51 mártires de
Barbastro; Mons. Vilmos Apor de Hungría, Mons. Eugen
Bossilkov de Rumania y el cardenal Stepinac, de
Croacia...». Sabía lo que iba a ser ese azote satánico, la
persecución más espantosa que jamás haya sufrido la
Iglesia en veinte siglos de su historia, la persecución del
comunismo, con miles y miles de mártires, muchos de
ellos sin nombre, desconocidos por nosotros. Pero
conocemos las grandes figuras de los Cardenales Beran,
Wyszynski, Mindszenty, Tomasek, Slipyj, Iuliu Hossu,
Todea, Korec, Ignacio Kung Pin–mei, y Domingo Teng, los
14 obispos ucranianos mártires, el obispo de Barbastro
beato Florentino Asencio Barroso, Antón Luli, Jerzy
Popielusko... ¡Más de 100.000.000 de muertos en la ex–
URSS!149 A pesar de esa persecución espantosa y satánica,
que no ahorró ningún medio para borrar de sobre la faz de
la tierra la más remota idea de Dios – pues la esencia del
comunismo es ser ateo– sin embargo, Él sabía que lo que
estaba pasando y sufriendo, iba a ser fortaleza para todos
149
cfr. S. COURTOIS, N. WERTH, J.L. PANNÉ, A. PACKZOWSKI, K. BARTOSEK,
J.L. MARGOLIN. El libro negro del comunismo. Crímenes, Terror y
represión, Editorial Planeta (Barcelona 1998).
los que van a sufrir como confesores y fortaleza también
para todos los que iban a morir como mártires.
Colgado de la cruz pensó en todos los grandes santos
que nosotros, domingo a domingo, invocamos como
protectores en las Letanías de los Santos que rezamos
delante del Santísimo Sacramento, pidiendo su intercesión
ante Dios, porque sabemos que Él los predestinó a
reproducir la imagen de su Hijo (Ro 8,29). ¡Letanías que
son una verdadera lección de historia!

X
Jesús también tenía presente todo lo que va a venir, y
que nosotros no sabemos. Y Él sí lo sabe. Sabe
perfectamente bien cuáles van a ser cada uno de nuestros
caminos en este peregrinar por este mundo, con las
dificultades con las que nos íbamos a encontrar, con las
alegrías que vamos a tener, con los triunfos y los fracasos,
¡con todo...! Y así como para todos los que han pasado
durante estos veinte siglos, la cruz fue fuente de consuelo
y protección, fue luz y guía, ciertamente lo será también
para nosotros si somos dóciles al Espíritu Santo.
El emperador Constantino, antes de vencer a Majencio
en el puente Milvio, aquí cerca, en aquella famosa batalla
del 28 de octubre del 312, tuvo el sueño del signo de la
cruz: «In hoc signo vinces», se le dijo. «Con el signo de la
cruz, vencerás». Como un día a Constantino, también nos
dice Jesús a cada uno de nosotros: «In hoc signo vinces».
Colgado de la cruz, también pensó en la Madre Teresa
de Calcuta.
Y pensó en Juan Pablo II.
Y pensó en todos los hombres y mujeres que existirán
hasta el fin del mundo, porque ¡por todos moría!
Y Cristo, también, pensó en ti. Y por ti rezó diciendo:
Padre, quiero que los que tú me has dado, también estén
conmigo en donde yo esté, para que contemplen mi
gloria, la que me has dado, porque me has amado antes
de la creación del mundo (Jn 17,24).
En fin, colgado de la cruz vio al pié de la misma, de pié,
a María de Todos los Santos y le encomendó ser Madre de
todos los hombres y mujeres, de todos los siglos, y como
tal, como Madre, estar de pié junto a todas las cruces de
todos, en los infinitos Gólgotas que a través de los tiempos
se levantarían por doquier, ya que «Cristo estará en
agonía hasta el fin del mundo» (Pascal)150.

6. HIMNO A LA CRUZ

Al Señor de la Quebrada y a sus seguidores


de la finca homónima de junto al canal Cerrito.

La Cruz: Es milagro. Es misterio. Es cobijo. Es sabiduría.


No es inaccesible. No es aburrida. No es esclavizadora. No
es anodina.
La Cruz es clarividente. Es libertadora. Es plenitud. Es
anticipo del Cielo. Es el Paraíso en la tierra. No es una
reducción de la Encarnación; sino su más plena
aceptación, es ir hasta lo más profundo del ser y de las
cosas.

150
Pensees, Le mysterie de Jesus, 553.
La Cruz es el más bello regalo de Dios, pero es tropiezo
para muchos. Es el «indicador de los viajeros libres», pero
es cáustica para los mundanos. Es la que nos hace dirigir
la historia –aun no alcanzado el poder–, pero es escándalo
para los que no tienen fe. Es la máxima aventura, aunque
para muchos sea la más grande incomodidad.
La Cruz divide y une, abaja y eleva, da muerte y da
vida, aplasta y abraza, oscurece e ilumina, condena y
salva. La Cruz hace eso según la disposición del corazón
del hombre hacia ella: si busca vaciarla151 o si busca
completarla152.
La Cruz es realidad y es símbolo. Es centrífuga –se
vuelca hacia afuera–, y es centrípeta –en su centro hay
fusión y una contradicción–, se hinca en la tierra y al
mismo tiempo se dirige al cielo. Puede prolongar hasta
siempre sus cuatro brazos sin alterar su estructura. Se
agranda sin cambiar, abre sus brazos a los cuatro vientos.
La Cruz es literal y es paradójica. Es de palo viviente. Es
punto de apoyo y trampolín. Es llave que abre la puerta de
nuestro corazón. Es el cetro del reino de la santidad. Es la
señal de los predestinados. Es el único camino de la vida.
Es la cumbre sobre las cumbres. Es una aspiración
perseverante e inflexible. Es un grito. Sólo se aprende en
la escuela de Jesucristo.
La Cruz es cátedra, es altar y es palestra. Es el amor
enardecido hasta el fin. Es la disposición total para lo que
Dios quiera. Es fuente. Es carro de combate. Es grandeza
de alma. Está fija mientras el mundo se mueve. Hace
reyes a los regenerados en Cristo. Es bandera real. Todo
está en Ella.
La Cruz nos clava en el corazón al que fue clavado en
Ella. Es la gloria de las almas santas, es la librea de las
almas nobles que fuera de Ella no quieren saber nada. Si
alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los
hombres que llevar la Cruz, Cristo lo hubiera enseñado con

151
cfr. 1 Cor 1,17; Flp 3,18.
152
cfr. Col 1,24; 2 Cor 11,30.
su palabra y ejemplo. Pero Él dice: ... toma tu Cruz... (Mt
16,24).
La Cruz cambia en rosas las espinas. Quien posee la
ciencia y la alegría de la Cruz sabe que hay que morir para
vivir, sepultarse para resucitar, sufrir para gozar, perder la
vida para encontrarla, humillarse para ser ensalzado. Sabe
que el débil es el fuerte153, que los pocos muchos, los
necios sabios, los pobres ricos, los obedientes libres, los
esclavos reyes; que hay que combatir para descansar, ser
violento con uno mismo para ser pacíficos, renunciar a
todo para poseerlo todo, ser podado para dar fruto, ser
despreciado para ser honrado; que los muchos son pocos,
los sabios necios, los ricos pobres, los libres esclavos, los
reyes sirvientes; que hay que despreciar el mundo para
ganar al Creador del mundo, negarse a sí mismo para
afirmarse en Dios, sacrificarse para realizarse. En la Cruz,
Dios ha invertido el significado de muchas cosas.
En Ella, aprendemos a adorar al «Verbo Eterno
Encarnado» sea en la Santísima Cruz de los Milagros de
Corrientes, sea en el Señor de la Quebrada de San Luis, en
el Santo Cristo de la buena Muerte en Reducción, en el
Señor del Milagro de Salta, en el Señor de Cuero de San
José de Jáchal en San Juan, en el Señor de Matará en
Santiago del Estero... y en las cruces de nuestras Iglesias,
de nuestros cementerios, de las cabeceras de nuestros
lechos. En Ella aprendemos a «más seguir e imitar al
Señor nuestro, así nuevamente encarnado» 154.
El que ama la Cruz da testimonio de Ella hasta el
martirio y sabe, que en el sabio decir de los Padres de la
Iglesia: «El que no confiesa el testimonio de la Cruz
procede del diablo» (San Policarpo).
La Cruz «tiene palabras de vida eterna»155.

153
cfr. 2 Cor 12,9–10.
154
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [109].
155
cfr Jn 6,68.
7. TODO ESTÁ EN LA PASIÓN

Enseña San Pablo de la Cruz: «Todo está en la pasión.


Es allí donde se aprende la ciencia de los santos»156. Para
el cristiano, la Pasión es una fuente inagotable de
sabiduría y es guía y modelo para toda nuestra vida. Por
eso decía San Pedro Claver: «El único libro que hay que
leer es la Pasión» 157. Y el gran Santo Tomás escribe: «Todo
aquél que quiera llevar una vida perfecta no necesita
hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en
la Cruz, y amar lo que Cristo amó en la Cruz» 158.
En forma semejante, podemos pensar de los personajes
de la Pasión: debemos rechazar diametralmente los malos
ejemplos de algunos e imitar los de otros.

I
No quieras imitar a Anás, que estaba dominado por la
concupiscencia del poder (la mayor tentación de los
clérigos) y era codicioso.
No quieras imitar a Caifás, que era venal y servil.
No quieras imitar a Poncio Pilatos, que era un cobarde y
un pastelero.
No quieras imitar a Pedro, que fue vencido por una
criada, sucumbiendo al miedo de dar testimonio de Jesús.

156
CARLOS ALMERAS, San Pablo de la Cruz, Desclee (Bilbao 1960)
282.
157
ÁNGEL VALTIERRA–RAFAEL M. DE HORNEDO , San Pedro Claver, B.A.C.
(Madrid 1985) 86.89.
158
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Credo comentado (Buenos Aires 1978)
85.
No quieras imitar al joven desnudo, que padeció más
por huir de la cruz de Cristo que por seguirle159.
No quieras imitar al mal ladrón (Gestas)160, que no
reconoció la divinidad de Jesús.
No quieras imitar a Judas, que traicionó por 30 monedas
de plata.

II
Debes imitar a Simón de Cirene tomando la cruz y
siguiendo a Jesús.
Debes imitar a San Pedro, que hizo penitencia llorando
mucho sus pecados.

Debes imitar al buen ladrón (Dimas) 161 , quien reconoció


la divinidad de Jesús.
Debes imitar a María Magdalena, quien por haber
amado mucho le fueron perdonados sus muchos pecados.
Debes imitar a San Juan, que fue discípulo amado por
haberse entregado a Dios ya desde muy joven162 .
Debes imitar a María, que estuvo de pie al pie de la
cruz.
Debes imitar al que abrió el costado del Señor
(Longinos), que al certificar la muerte de Jesús nos dio la
certeza de la misma para que siempre la anunciemos.

159
cfr. LUIS DE LA PALMA, Historia de la Pasión (Madrid 1967) 128.
160
Con este nombre se llama tradicionalmente al mal ladrón y está
tomado del Evangelio apócrifo de Nicodemo.
161
San Dimas: así es llamado el «buen ladrón». También está
tomado del Evangelio apócrifo de Nicodemo.
162
«La historia de la Iglesia es un testimonio continuo de llamadas
que el Señor hace en edad tierna todavía. Santo Tomás de Aquino,
por ejemplo, explica la predilección de Jesús hacia el apóstol Juan
“por su tierna edad” y saca de ahí la siguiente conclusión: “esto nos
da a entender cómo ama Dios de modo especial a aquellos que se
entregan a su servicio desde la primera juventud”». JUAN PABLO II,
exhortación apostólica post–sinodal «Pastores Dabo Vobis», 63.
Debes imitar a José de Arimatea: pide siempre el
Cuerpo de Jesús; “haz tuya la víctima expiatoria del
mundo”163.
Debes imitar a Nicodemo: unge a Jesús con aromas.
Sobretodo, debes imitar a JESUCRISTO, que se inmola
en la cruz y en la Misa, crucificándote con Él. Como dice
San Gregorio Nacianceno: «Inmolémonos nosotros mismos
a Dios, inmolemos cada día nuestra persona y toda
nuestra actividad, imitemos la Pasión de Cristo con
nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con
nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la cruz...
Adora al que por amor a ti pende de la cruz y,
crucificándote tú también, procura recibir algún provecho
de tu misma culpa; compra la salvación con la
muerte...»164.
¡Decidámonos a vivir según el tercer binario 165 y según
la tercer manera de humildad166!
¡Tengamos grandes deseos «de oprobios y
menosprecios»167 para más imitarlo a Jesús!
Digamos con la Beata María de Jesús Crucificado:

“Si tus penas no pruebo, oh, Jesús mío


vivo triste y apenado.
Hiéreme, pues que el alma ya te he dado.
Y si este bien me hicieres, mi Dios,
claro veré que bien me quieres”.168

8. UN GRAN DRAMA: ¡LA PASIÓN!


163
SAN GREGORIO DE NACIANZO, De las Disertaciones, 45.
164
Ibidem.
165
cfr. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [155].
166
cfr. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [167].
167
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [146].
168
BERNARDO MARÍA DE SAN JOSÉ, C.D., La florecilla árabe (Vitoria) 74.
Estamos celebrando la fiesta de la Santa Cruz, y en ella
a quien en ella murió, el Señor, a quien de manera
particular recordamos en la Cruz de Matará. Es el fulcro de
la Pasión, y la Pasión – desde el punto de vista bajo el cual
quiero considerarla hoy– es un gran drama. Nos
encontramos frente al drama más grande de todos los
tiempos: «La Pasión de nuestro Señor Jesucristo».
I. ¿Por qué es el drama más grande de todos los
tiempos?
La Pasión es ciertamente el drama más grande y nos
podemos dar cuenta de ello si respondemos a tres
preguntas: ¿quién sufre?, ¿qué sufre?, ¿para qué sufre?
¿Quién es el que sufre?: La Segunda Persona de la
Santísima Trinidad. Aquel que se encarnó en las entrañas
purísimas de la Santísima Virgen en Nazareth y luego
nació en Belén.
¿Qué sufre?: Sufre, podemos decir, los máximos
tormentos en todos los miembros de su cuerpo, y no
solamente los tormentos físicos atroces sino – sobre todo–
los tormentos morales, los sufrimientos del alma, hasta
llegar a decir: Triste está mi alma hasta la muerte (Mt
26,38; Mc 14,34).
¿Para qué sufre?: El motivo por el que sufre es algo
grandioso: sufre la Cruz para la salvación de todos los
hombres y de todos los tiempos, para restablecer aquello
que el hombre había destruido por el pecado.
Además, es el drama más grande porque en todo hay
contraste, pugna, antinomia, dialéctica, oposición,
desgarro, tensión... Cristo entrando en agonía (Lc 22,44) –
en griego «» (agoné) propiamente quiere decir
«lucha» y «pelea»–. No ocurre esa lucha, esa pelea, esa
«» sólo en el momento de Getsemaní, sino que en
Getsemaní comienza, y termina solamente cuando
termina la vida terrena del divino Salvador en el Gólgota.
Todo es lucha, es un desafío cósmico (que es la esencia
del drama). ¡Sólo en un lugar hay armonía!
II. LA PASIÓN ES LUCHA

En la Pasión pareciera que todo es contrapuntístico.


Es un combate entre:
* La Vida: > < la muerte:
Yo soy la Vida (Jn 10,6) reo es de muerte (Mt 26,66).
Entran en duelo:
* El Cielo > < la tierra
* Las fuerzas del Bien> < los poderes del Mal
* Lo alto > < lo bajo
* Derecha > < izquierda
* El buen ladrón > < y el malo169
* La Luz: > < las tinieblas:
Yo soy la Luz del mundo (Jn las tinieblas cubren la
8, 12) tierra (Lc 23,44).
* Soledad: > < multitud:
Dios mío, Dios mío, ¿por toda aquella multitud (Lc
qué me has abandonado? 23,27).
(Mt 27,46)
* Bondad: > < malicia:
Jesús consuela a las le vendaron los ojos, le
mujeres llorosas de golearon y dijeron:
Jerusalén170 profetiza quién te ha
pegado (Mt 26,68).
* Fidelidad: > < traición:
todo está cumplido (Jn por treinta monedas de
19,30). plata (Mt 27,4).
Fiel hasta el fin.
* Amor: > < odio:
Habiendo amado a los me odiaron sin motivo (Jn
suyos, los amó hasta el fin 15,25).
(Jn 13,1)
Justicia: > < injusticia:
Es preciso cumplir todo lo buscaron testigos falsos
que es justo (Mt 3,15) (Mt 26,60).

169
cfr. Lc 23, 39– 43.
170
cfr. Lc 23, 26.
* Perdón: > < venganza:
Padre, perdónales porque es preciso que muera (Jn
no saben lo que hacen (Lc 11,50).
23,34)
* Dignidad: > < ignominia:
Él nada dijo (Mt 27,14) le escupieron (Mt 26,67).
* Santidad: > < pecado
* «Pecado» > < santidad

La santidad de Aquel ante quien ni los cielos son puros


y toda la masa de pecado de toda la humanidad; de todos
los tiempos, desde el pecado de Adán y Eva hasta el
pecado que cometa el último hombre que habite sobre la
tierra. Y por contraste, la Santidad al mismo tiempo, hecha
pecado: A quien no conoció pecado, le hizo pecado por
nosotros (2 Co 5,21). ¿Por qué? Porque cargó sobre sí los
pecados de todos nosotros (Mt 8,17) ¿Para qué? Para
darnos la santidad, para darnos vida y vida en abundancia
(Jn 10,9), la vida de la gracia171.

* Obediencia: > < rebeldía.


Obediente hasta la La rebeldía contra Yahvé,
muerte y muerte de cruz contra lo que a través de
(Flp 2,8) los siglos, a través de los
Patriarcas y de los Profetas
había prometido y había
anunciado y que ellos
tenían obligación grave de
reconocer: pero los
hombres amaron más las
tinieblas que la Luz (Jn
3,19).
* Servicio: > < esclavitud:
no he venido para ser de quienes eran esclavos
servido sino para servir de Satanás.
(Mt 20, 28)
* Verdad: > < mentira:
tú lo dices (Mt 27, 11). En tres días reconstruyo el
171
cfr. Ro 5,16.
templo (Mt 26,6; Mc 14,58)
y Jesús se refería al templo
de su cuerpo (Jn 2,21).
* Testimonio > < respecto humano:
por ejemplo Pedro no
conozco a este hombre (Mt
26,72).
* Universalismo > < localismo

Es el universalismo del Señor cuando dice: Sitio, «tengo


sed» (Jn 19,28). Esta sed es sed de almas. Como gustaba
repetir Don Orione: «¡Almas, almas, almas!». Es la
música que tiene que sentir en su corazón el seminarista,
el verdadero sacerdote, y si no escucha esa música que se
dedique a otra cosa. Es la música que tiene que sentir en
su corazón una religiosa, verdadera Esposa de Jesucristo.
¡Almas, almas, almas! Sitio, ¡tengo sed! Sed de redención,
sed de almas. Este universalismo va contra el capillismo o
localismo de los judíos, es necesario que este muera por la
nación (Jn 11,50), por un grupo.

* Paternidad: > < orfandad de aquellos a


¡Padre! (Mt 6,8) los cuales dijo el Señor:
tenéis por Padre al diablo
(Jn 8,44).
* La confesión de fe: > < blasfemia:
tú lo has dicho (Mt 26,64) eso mismo que afirmaron
cuando dijeron tú eres el
Hijo de Dios, el Mesías
esperado (Mt 16,16), lo
tienen por blasfemia:
¡Blasfemó! (Mc 14,61).
* La inocencia: > < la penitencia:
La Virgen María al pie de la la pecadora Magdalena
cruz también al pie de la cruz (Jn
19,25).
* Afirmación > < Negación
La afirmación de todas las Por otro lado, la negación
cosas buenas, nobles, de todo eso.
grandes, santas y grandes
que hay en la tierra y en el
cielo... la afirmación de la
Verdad, del Bien, del Amor,
de la Belleza...
*¡La seriedad del Señor! > < la trivialidad de sus
enemigos: echan suertes
para ver quién se quedaba
con la túnica (Mt 27,35)
* El valor del Señor: > < la cobardía:
sus manos entintas en Pilatos se lava con agua las
sangre suyas (Mt 27,24).
* Sed del Señor (Jn 19,28) > < hartazgo de los otros.
* Cumplimiento del deber < desidia de Caifás que
hasta el fin: > como sumo sacerdote tenía
Todo está cumplido (Jn que haber reconocido al
19,30) Mesías.
* El abandono en la
voluntad < la arbitrariedad:
de Dios: > lo soltaré después de
no se haga mi voluntad castigarlo (Lc 23,16.22).
sino la tuya (Lc 22,42)
* La corrección del Señor > < la burla de los esbirros:
Salve rey de los judíos (Jn
19,3).
* La salvación > < la condena (Mt 26,66).
* María de pie > < Pilatos sentado (Mt
27,19)
* Bendición > < execración:
caiga su sangre sobre
nosotros y sobre nuestros
hijos ( Jn 19,25).
* El silencio del Padre y
de Jesús: > < gritería de los hombres172
Jesús callaba (Mt 26,63)
* La profundidad del Señor < la superficialidad de los
> contrarios
* La tristeza de Jesús > < alegría tonta de Herodes:
(Mt 26,38) se alegró al ver a Jesús (Lc
23,8).
172
cfr. Mt 27,23; Lc 23,23.
* La victoria del Señor > < la derrota de sus
enemigos
* Comunión: > < dispersión:
Atraeré a todos hacia Mí (Jn anunciada y cumplida:
12,32) vuestra casa quedará
desierta (Mt 23,38; cfr. Lc
13,35). Y hasta el día de
hoy no hay templo hebreo
en Jerusalén. No hay
sacrificio. No hay
sacerdocio.
* Delicadeza: > < prepotencia:
Jesús no descubre le dan la bofetada a Jesús
públicamente el nombre del que estaba atado: ¿así
traidor respondes al sumo
pontífice? (Jn 18,22).
* Mansedumbre: > < ira:
Amigo, ¿con un beso el pueblo enardecido grita:
entregas al Hijo del Crucifícale, crucifícale,
Hombre? (Lc 22,48) crucifícale (Mc 15,14; Lc
23,21).
* Dulzura: > < dureza:
Juan recuesta su cabeza flagelación, coronación de
sobre el pecho de Jesús (Jn espinas, crucifixión173.
13,25
* Calor: > < frío:
El calor del corazón de habían hecho fuego pues
Cristo, como una llama hacía frío (Jn 18,18).
sobre un campo nevado.
* El Justo y dador > < el ladrón y homicida
de la vida preferido preferido:
Barrabás (Lc 23,18.25).
* El manto púrpura (Mt < el manto blanco: (Lc
27,28) > 23,11).
* la luna llena > < el sol oscurecido (Lc
23,44).
* La desnudez del La desnudez de las almas
cuerpo del Señor > <desnudas de virtudes.
* La espada de dolor que La espada de Pedro que
atraviesa el corazón de la sólo corta la oreja de Malco
173
cfr. Mt 27,26.29.35.
Virgen (Lc 2, 35) > (Jn <18,10).
* La locura de la cruz174 > < la falsa «cordura» de los
hombres
Es un gran drama:
Hay lágrimas de Jesús175, de la Virgen, de las mujeres176,
de Pedro177.
Hay sangre. Muy abundante, del Señor. Hay tres cantos
del gallo (Mt 26,75; Lc 22,60) y treinta monedas de
plata178.
Se habla del César179, del Mesías180, del rey181.
Están Claudia Prócula182 y Malco (Jn 18,10) y el joven de
la sábana (Mc 14,52) y el centurión (Mc 15,44) y
Longinos183 y Simón de Cirene184 y Dimas185 y los judíos (Jn
19,31; Mt 27,25) y los romanos 186 y el rey Herodes (Lc
23,7) y la criada (Mt 26,69; Lc 22,52) ante quien se asusta
Pedro.
Todo es pugna, todo es drama. Dios y el hombre. Un
gran drama.
Y las tinieblas cubren la tierra (Lc 23,27).

III. Sólo en un lugar hay armonía


En todo hay agonía, en todo hay «a)gwnh/», en todo
hay contraste, en todo hay pelea... sólo en un lugar hay
armonía. En todo hay agonía, en todo hay «a)gwnh/», en
todo hay contraste, en todo hay pelea... Sólo hay armonía
174
cfr. 1Co 1,22.
175
cfr. Heb 5,7.
176
cfr. Lc 23,26.
177
cfr. Mc 14,32; Mc 14,72; Lc 22,62
178
cfr. Mt 26,15; 27,3.9.
179
cfr. Lc 23,2; Jn 19,5.
180
cfr. Mt 26,63– 64.
181
cfr. Jn 19,12.
182
cfr. Mt 27, 19.
183
cfr. Mt 27,54; Mc 15,39.
184
cfr. Mc 15,21.
185
cfr. Lc 23,42.
186
cfr. Mt 27,27.
en un lugar, mejor dicho en dos lugares, que por latir al
unísono no eran dos sino uno: ¡el Corazón de Jesús y el
Corazón de María!
Y hoy serán tres los lugares donde habrá armonía
inefable: el Corazón de Jesús, el Corazón de María y el
corazón de la Hermana que hace sus votos perpetuos.
9. CUADROS DE LA PASIÓN

En este sermón les propongo que sigamos con la mente


y con la imaginación diversas escenas de la Pasión del
Señor, tal como si se trataran de imágenes de una
proyección de diapositivas sobre una pantalla. (Cada uno
debe sacar las aplicaciones prácticas).

Primera escena: al otro lado del torrente Cedrón


Allí hay «olivos rugosos y casi humanos, que se
revuelven, epilépticos, como si quisieran taparse con los
brazos retorcidos, no se qué ojos invisibles para no
recordar lo que vieron»187. ¿Qué vieron los olivos? Vieron el
espanto. Y, de alguna manera, todo olivo, por solidaridad
de naturaleza, es un testigo callado de Getsemaní. Allí
escucharon al Dios– Hombre decir: Triste está mi alma
hasta la muerte (Mt 26,38; Mc 14,33). Allí escucharon decir
al Dios–Hombre: Padre, si es posible, que pase de mí este
cáliz (Mc 14,36). Podemos escuchar en off la voz del
profeta Isaías: El Señor puso sobre su Mesías los pecados
de todos nosotros (Is 53,6).
Y sudó sangre.

Segunda escena: en un rincón del Evangelio


«En un rincón del Evangelio, en el patio del Sanhedrín,
hay una criatura dorada y bailarina, sutil e inconstante; se
llama el Fuego. Está prendido, en un haz de leña, en el
centro del patio. Lo encendieron los criados para
calentarse. (...) Está amaneciendo. Y todos se han ido.
Entre los leños, la muerte del fuego es dulce y suave como
la de un crepúsculo. ¿Cómo aquella criatura, tan saltarina
y tan voluble, muere así, en esa paz, deshecha en ceniza y
187
JOSÉ MARÍA PEMÁN, De cómo las cosas se asociaron a la Pasión de
Cristo, quinto de los «Ocho ensayos religiosos», Obras Completas, III
(1948) 1258–1275, cit. en La Pasión según Pemán, II, EDIBESA
(Madrid 1997) 68, edición preparada por José Antonio Martínez Puche.
gris?» –se pregunta Pemán, y continúa– «Porque... (el
fuego) era todo salto y movimiento; no tenía dos minutos
seguidos la misma forma. Él también negaba en cada
minuto la postura del minuto anterior, y esto no tres
veces, sino cientos y miles. ¿Cómo ha conquistado
entonces esa muerte de paz y de quietud, suave como un
poniente? La ha conquistado porque ha sabido borrar sus
propias volubilidades y consumirse a sí mismo en puros
ardores; porque ha sido pecado, pero también penitencia;
porque ha sido negación pero también llanto; porque
mientras bailaba su baile de vacilaciones se iba
consumiendo de Amor. Pedro, Pedro, el Señor, al pasar por
la galería junto al patio, te ha mirado con ternura de
perdón, porque tú tienes alma de llama y corazón de
fuego»188.
Fue muy golpeado el Señor.

Tercera escena: los vejámenes en el Sanedrín


Se burlaron de Él (Lc 22,63–64); le abofetearon (Mc
14,65; ) con los puños cerrados; le golpearon (Mt
26,67; Mc 14,65; ; puede ser con la mano abierta o
con un bastón; le escupieron en el rostro (Mt 26,67; Mc
14,65). Esta última acción era una injuria gravísima según
la Sagrada Escritura, tal como se relata, por ejemplo, en el
libro de los Números, en el caso de María, la hermana de
Moisés. Moisés dice a Yahvé: «Ruégote, oh Padre, que la
sanes», y respondió Yahvé: «Si su padre la hubiera
escupido en el rostro, ¿no quedaría por siete días, llena de
vergüenza?»189. Era una injuria gravísima. También en el
libro del Deuteronomio, en la ley del levirato, por el cual el
hermano tenía que ocupar el lugar del esposo muerto y
tomar como mujer a la cuñada, puede apreciarse la
magnitud de la ofensa que aquella acción significaba. Si
no tomaba a la mujer, decía Dios: Si persiste en la
negativa y dice «no me agrada tomarla por mujer», su
cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le

188
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 69.
189
cfr. Nm 12,14.
quitará del pié un zapato, y le escupirá en la cara,
diciendo: esto se hace con el hombre que no sostiene la
casa de su hermano (Dt 25,9); le cubrieron el rostro (Lc
22,64; Mc 14,65) vendándole los ojos; le preguntaban
sarcásticamente como a «Mesías» (Mt 26,68), que les
profetizase o adivinase (Lc 22,64; Mt 26,68; Mc 14,65)
quién le daba puñetazos o quién le había golpeado190; le
arrancaban mechones de barba191.
Y Jesús sangró.

Cuarta escena: en el pretorio de Pilatos


Allí también sufre el Señor muchas injurias: azotes,
desnudez. Lo despojaron de sus vestiduras 192; le pusieron
una clámide o manto193 –querían significar un manto
regio–; le coronaron de espinas (Mt 27,29; Mc 15,17; Jn
19,5) –signo característico de la dignidad real–; le pusieron
en las manos una caña como cetro (Mt 27,29) –signo
burlesco del cetro real–; le saludaban con burla (Mt 27,29;
Mc 15,18; Jn 19,3); le golpeaban en la cabeza con una
caña (Mt 27,30; Mc 15,19), penetrando más las espinas en
su cuero cabelludo; le escupían en el rostro (Mt 27,30; Mc
15,19. Se mezclaron allí los salivazos de los judíos y los
salivazos de nosotros, los paganos); le abofetearon (Jn
19,3).
«Cuando en el principio de los tiempos Dios creó los
mundos, los creó con lujo y despilfarro (...) Para que
pastaran los bueyes, hubiera bastado una sola especie de
yerbas; no era preciso ese derroche de variedades,
colores, formas, que visten los prados. Para la miel,
hubiera bastado una flor, no era necesario el despilfarro
de un jardín. Pero el Señor –continúa Pemán–, andaba
como padre embobado que no sabe qué hacer por regalar
al hijo recién nacido. Todo fue un multiplicar las especies y
prodigar los colores, y las formas, y las variedades. Y en
ese derroche de mimos y de regalos, de entre los dedos
190
cfr. Mt 26,68; Mc 14,65; Lc 22,64.
191
cfr. Is 50,6.
192
cfr. Mt 27,28.
193
cfr. Mt 27,28; Mc 15,17; Jn 19,2.
de Dios cayó en Palestina el azufaifo194 , un arbolito frutero
de mil utilizaciones. Sus frutos, rojos y dulces, son buenos
y refrescantes para el ganado, además de ser golosinas
para los pastores; sus ramas, de largas espinas agudas,
sirven para fronteras del egoísmo humano en vallas de
predio y cercados de fincas»195 .

Y de las manos de Dios «...cayó también la caña 196 , una


caña ligera y resistente, parecida al junco de Chipre,
cuidadosamente llevada por el Padre espléndido a aquel
país de ganaderos y trajinantes; apta para apoyarse por el
sendero, para arriar al borriquillo, e incluso para hacer una
flauta elemental. Y así se estaban durante los siglos y los
siglos el azufaifo y la caña, ofreciendo generosamente a
los hombres frutos, vallas, flautas y bastones»197 .
En otra escena, aparecen «unos soldadotes de la legión
romana... Y fueron al azufaifo y, riendo brutalmente,
cortaron una rama espinosa y la doblaron circularmente
en forma de corona. Y fueron al cañaveral y cortaron una
caña en forma de cetro burlesco. ¿A dónde van los
soldados de Roma con su cetro de caña y su casco – o
capacete– de espinas? Van en busca de aquel supremo
pródigo, derrochador y generoso que, por amor a los
hombres, pudiendo hacer una sola flor, hizo mil jardines.
Van en busca del que hizo el azufaifo dulce a los pastores
y la caña resistente para el fatigado y hueca para el
flautista»198 .
194
Conocido técnicamente como «Zizyphus», desde la época de
Linneus, quien le añadió el nombre de «spina Christi». En la
actualidad, los botánicos se inclinan más bien a pensar que es la
«poterium spinosum», la hebrea «sirah» según HA–REUBENI, que es
muy parecida. cfr. «Fauna and flora of the Bible, helps for
translators», Sociedades Bíblicas Unidas (EE.UU.21980), 184–185.
195
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 69–70.
196
Según FONCK, un especialista alemán, es la Arundo phragmites,
L., carrizo, o la Arundo donax, «una caña gigante, mucho más alta
que un hombre, que crece en los ríos como el Nilo, y es bien conocida
en Palestina y Siria»; cfr. MANUEL DE TUYA, Del Cenáculo al Calvario,
editorial San Esteban (Salamanca 1962) 458.
197
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 70.
198
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 70.
Y Jesús sangró.

Quinta escena: el Gólgota


Aparece en nuestra imagen el Gólgota con tres cruces;
las piadosas mujeres al pie, el pueblo gritando –nunca
sabe lo que hace–, meneando la cabeza, arrojando tierra
hacia arriba, según su costumbre.
Nos acercamos con el zoom del proyector, vemos el
rostro de Jesús. ¡Qué dignidad! ¡Qué majestad la del
Señor! ¡Qué señorío! Nos acercamos más, vemos sus ojos,
esos ojos dulces, penetrantes, esos ojos que con la mirada
amaban, como le pasó al joven rico, esa mirada a su vez
penetrante, que taladra el alma. Es la de Jesús una mirada
inteligente: sabía perfectamente bien lo que estaba
haciendo. De todos los que asistían como espectadores,
casi nadie sabía lo que estaba pasando, salvo la Virgen.
Pero Él sabía perfectamente bien qué era lo que estaba
haciendo y lo estaba haciendo libremente, con plena
conciencia, con deliberada voluntad... ¡Sabía que estaba
salvando a los hombres y mujeres de todos los tiempos!
Si en ese momento hubiéramos podido observar los
ojos de Jesús – como puede hacerse hoy por microscopía
de alta resolución en los ojos de Nuestra Señora de
Guadalupe–, veríamos reflejados en ellos muchas cosas.
Entre ellas, estaríamos reflejados nosotros, en este preciso
momento. Nos veríamos a nosotros mismos porque
estamos en las pupilas del Señor. Esto es teológicamente
cierto debido a que, por ciencia divina, Él conoce
absolutamente todo. Veríamos en esos ojos de Jesús a
todos los que estamos acá: los sacerdotes, los
seminaristas, las familias que nos acompañan... las
ingentes multitudes de todas las generaciones y
generaciones...

Jesús mira y conoce todo: a quién llamó de niño, a


quién de joven, a quién de adulto; la forma, el modo cómo
los llamó. Y en ese momento era claramente consciente
Nuestro Señor que eso que hacía era algo que iba a
beneficiar a éste y a éste y a éste... y a aquella y a esta
otra... En ese momento Él ofrecía su vida, quería morir en
cruz, porque era necesario para nuestra eterna salvación.
Describiendo ese rostro, en el cual ya no había
hermosura, se puede escuchar en off la voz de Isaías: No
hay en Él hermosura... como ante quien se da vuelta el
rostro para no ver199. No hay en Él parte sana. La agonía
del Redentor llega a su fin: ...inclinando la cabeza, entregó
su espíritu (Jn 19,30). Y por si faltase algo, un soldado le
atraviesa el corazón, y de ese corazón, que tanto amó a
los hombres, brota agua y sangre200.
Y Jesús sangró y se desangró.

Última escena: en el cielo


Una mujer, la que dio sangre de su sangre para que ese
Hijo único derramase su sangre tantas veces por nosotros,
y que recuerda siempre –con esa memoria que tienen las
madres–, las últimas palabras de su Hijo en la cruz: He ahí
a tu Hijo201.
San Andrés Avelino llama a la Virgen: «La faccendiera d
´il Paradiso», es decir, «la atareada del Cielo», la que tiene
mucho trabajo en el Cielo. Gusta figurársela el santo:
«casera y humanamente enfrascada en su ir y venir de
súplicas, en su despacho de gracias y mercedes»202 .
Santísima Virgen; ¡perdónanos si te damos tanto
trabajo! Pero eres la única que puede hacer posible que no
hagamos estéril para nosotros la sangre de tu Hijo.

199
cfr. Is 53,3.
200
cfr. Jn 19,34.
201
cfr. Jn 19,26.
202
JOSÉ MARÍA PEMÁN, ibidem, 42.
10. «TODOS SOMOS UNO EN CRISTO JESÚS» (GÁL
3,28)

Con ocasión del atentado a la AMIA de Buenos Aires


apareció en un diario la siguiente carta de lectores, que a
algunos les pareció muy atrevida en sus expresiones. La
carta decía así:
«Soy judío, cuando ellos son atacados. Soy palestino,
cuando ellos son despojados. Soy tutsi y soy hutu, cuando
ellos son masacrados. Soy pobre, cuando ellos son
olvidados. Soy rico, cuando ellos son secuestrados. Soy
homosexual, cuando ellos son discriminados. Soy negro,
cuando ellos son despreciados. Soy ateo, cuando ellos son
condenados. Soy creyente, cuando ellos son perseguidos.
Soy mujer, cuando ellas son relegadas. Soy niño, cuando
ellos son abandonados...»203.

1. Sin embargo, por muy atrevidas que parezcan


algunas afirmaciones, no hacen más que reflejar algún
aspecto de una verdad profundamente cristiana: La
koinonía, comunión o solidaridad de todos los
hombres entre sí.
Claro que, en el caso de esa carta, parece que se trata
de una koinonía secularizada o laicista, porque hay un
gran ausente, Jesucristo, que es el Único que al
revelarnos la paternidad de nuestro Padre celestial, funda
sobre sólidas bases la realidad de nuestra común
fraternidad; que por ser el Hijo Único de Dios hecho
hombre, manifiesta Dios al hombre y el hombre al hombre:
«en la misma revelación del misterio del Padre y su amor,
manifiesta plenamente el hombre al propio hombre ... El
Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto
modo con todo hombre»204. Sin paternidad, no hay
fraternidad; y sin Jesucristo, no hay paternidad ni
fraternidad.
203
Diario La Nación, 20 de julio de 1994.
204
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 22.
Sólo Jesucristo es el fundamento mismo de la
paternidad: nadie viene al Padre sino por mí ... el que me
ha visto, ha visto al Padre (Jn 14,6.9); sólo Jesucristo es el
fundamento mismo de la fraternidad, por eso nos enseñó
a rezar diciendo: Padre nuestro... (Mt 6, 9) y nos dijo:
Todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8).
Excluir a Jesucristo es pretender edificar sobre arena
el edificio de la solidaridad humana, es hacer ideología de
la solidaridad. Es hacer de la paternidad y de la
fraternidad una idea sin fundamento en la realidad.
Y ¿en qué otra enseñanza de Cristo se funda nuestra
solidaridad? En estas palabras imperecederas: Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me
disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba
desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la
cárcel, y vinisteis a verme. Entonces los justos le
responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te
dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y
te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y
fuimos a verte?» Y el Rey les dirá: «En verdad os digo que
cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,35–40).
De ahí que la Iglesia Católica haya enseñado siempre y
siempre los santos hayan vivido, los tres signos
esplendorosos del amor cristiano: amor a los pobres, amor
a los pecadores y amor a los enemigos.
2. El olvido de la necesidad imperiosa de Jesucristo
para amar de verdad a Dios y al prójimo, retarda, debilita
y oscurece nuestra grave obligación de amar al prójimo:
Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino
con obras y según la verdad. (I Jn 3, 18), porque el
amor de Cristo nos apremia (2 Co 5,14).
Pero hay más aun. Al olvidar, ignorar o negar que
Jesucristo se hizo «en todo igual a nosotros, menos en el
pecado»205, se olvida, ignora o niega amar al prójimo de

205
IV CONCILIO DE CALCEDONIA, DENZINGER–HÜNERMANN 301.
DENZINGER–HÜNERMANN en adelante DH.
verdad. Fue Teodoro de Mopsuestia quien, no teniendo
clara inteligencia del misterio del Verbo Encarnado, ponía
pecado en Cristo. Parecieran seguidores de Teodoro de
Mopsuestia quienes no quieren odiar el pecado.
Sólo se ama de verdad al hombre, si se rechaza el
pecado. Por eso la clara enseñanza: Hay que odiar el
pecado y hay que amar al pecador. Y esto no son dos
cosas, sino una sola: «detestar el mal de uno y amar su
bien son la misma cosa» 206. El amor a los pecadores, dice
San Agustín, «no podría comprenderse jamás sino se
distinguen entre el pecado y el pecador… Odiemos, pues,
sus faltas, pero reservemos lo mejor de nuestra piedad
para su alma caída»207. Quien ama el pecado, odia al
pecador; y quien odia al pecador, ama el pecado. Ni odiar
el pecado, sin amar al pecador, ni amar al pecador, sin
odiar el pecado. Lo uno sin lo otro, y viceversa, es falso.
Sólo asumiendo ambos extremos, al parecer
inconciliables, se vive la realidad de lo enseñado por
Jesucristo.
Enseña Santo Tomás de Aquino: «Dos cosas hay que
considerar en los pecadores: la naturaleza y la culpa. Por
la naturaleza, que han recibido de Dios, son capaces de la
bienaventuranza, en cuya comunicación se funda la
caridad... por tanto, por su naturaleza han de ser amados
con caridad. En, su culpa es contraria a Dios y es
impedimento de la bienaventuranza; de ahí que por la
culpa que los enemista con Dios, han de ser odiados todos
los pecadores, aunque se trate del propio padre, madre o
familiares, como leemos en el Evangelio (Lc 14,26).
Debemos, pues, odiar en los pecadores el serlo y amarlos
como hombres capaces todavía de bienaventuranza. Y
esto es amarles verdaderamente en caridad por Dios» 208. Y
agrega más adelante: «Amamos a los pecadores con
caridad, no porque queramos lo que ellos quieren o nos
gocemos en lo que ellos se gozan, sino para hacerles
querer lo que queremos y que se gocen en lo que nosotros

206
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II,25,6,ad 1.
207
cfr. GUSTAVO COMBÉS, La Charité d’après Sain Agustín, 233.
208
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II,25,6.
nos gozamos. Por eso se dice: Ellos se convertirán a ti y tú
no te convertirás a ellos (Jr 15,19).»
Lamentablemente pareciera que los hombres de la
Iglesia no somos capaces de hablar un lenguaje de tal
claridad y transparencia, que nuestros contemporáneos
entiendan que nuestro odio al pecado es amor al pecador,
y que por nuestro amor al pecador odiamos el pecado.
Pareciera que en la actualidad la cultura de la muerte que
enseñorea la mente de muchos de nuestros
contemporáneos, les incapacita para poder superar los
extremos contrarios, por un lado, del liberalismo
exagerado que justifica en nombre de la libertad todo
pecado, y por otro, del fariseísmo que no tolera la
debilidad en los demás. El primero, que en nombre del
amor al hombre, lo que ama es su pecado; el segundo,
que en nombre de su horror al pecado, tiene asco del
hombre pecador: algunos que se tenían por justos y
despreciaban a los demás (Lc 18, 9).
Por eso debemos tener en claro, lo debemos predicar y
vivir, que estamos:
contra la corrupción, no contra los corruptos;
contra la prostitución, no contra las prostitutas;
contra la usura, no contra los usureros;
contra la homosexualidad, no contra los homosexuales;
contra la drogadicción, no contra los drogadictos;
contra el alcoholismo, no contra los alcohólicos;
contra el terrorismo, no contra los terroristas;
contra el comunismo, no contra los comunistas;
contra el capitalismo salvaje, no contra los capitalistas;
contra la pobreza injusta, no contra los pobres;
contra el cientificismo, no contra los científicos;
contra el consumismo, no contra los que consumen;
contra el aborto, no contra los abortistas;
contra la contracepción, no contra los contraceptistas;
contra los genocidios, no contra los genocidas;
contra el antinatalismo, no contra los antinatalistas;
contra la enfermedad, no contra los enfermos;
contra el SIDA, no contra los sidásicos;
contra el asesinato, no contra los asesinos;
contra la traición, no contra los traidores;
contra la ignorancia, no contra los ignorantes;
contra el feminismo, no contra las feministas;
contra el machismo, no contra los machistas;
contra el cisma, no contra los cismáticos;
contra las herejías, no contra los herejes;
contra las sectas, no contra los sectarios;
contra el ateísmo, no contra los ateos;
contra el paganismo, no contra los paganos;
contra el lefebvrismo, no contra los lefebvristas;
contra el pastelerismo, no contra los pasteleros;
contra el progresismo, no contra los progresistas;
contra el materialismo, no contra los materialistas;
contra los vicios, no contra los viciosos;
...en una palabra:

CONTRA EL PECADO, NO CONTRA LOS


PECADORES.
Si no estuviésemos en contra del pecado, no
estaríamos a favor del hombre pecador; y si estuviésemos
en contra del hombre pecador, estaríamos a favor del
pecado. Si estuviésemos a favor del pecado, estaríamos
en contra del hombre que peca; y si estamos a favor del
pecador, debemos estar necesariamente contra lo que
constituye su gran mal que es el pecado. Y no es ésta una
distinción meramente teórica, sino que está implicada en
la entraña misma de lo real. Por eso la Iglesia, a pesar de
las debilidades y complicidades de algunos de sus
miembros, siempre trabajó a favor de los pobres, inspiró
las primeras universidades para combatir la ignorancia,
fundó los hospitales para atender a los enfermos, envió
misioneros para propagar el Evangelio, tuvo abiertos sus
confesionarios para luchar contra el pecado, alzó su voz
contra todo error –aunque ello no fuese popular–, se
constituyó a través de los siglos en la voz de los sin voz.
Sólo la Iglesia Católica sabe levantarse sobre las olas
pasajeras del tiempo que pasa y muere. Ahora no se
comprende su lucha contra el aborto, la contracepción, el
antinatalismo, el uso del sexo sin responsabilidad, ... pero
dentro de unos siglos la exaltarán por ello, y se
avergonzarán –como lo hacemos nosotros de aquellos que
vomitaban en los banquetes para seguir comiendo– de que
nuestros contemporáneos usasen fetos para hacer cremas
para untarse las caras.

3. Pero hay más aun. La Iglesia Católica tiene entrañas


de misericordia con los pecadores, porque enseñada por
su Maestro y Señor conoce como nadie el daño enorme
que se infligen a sí mismos los pecadores con su pecado,
ya en esta vida, aunque también en la otra. Por eso
trabaja denodadamente por su conversión.
El grave daño que se acarrean a sí mismos los que
viven en pecado mortal, se puede justipreciar por muchas
razones. Nosotros sólo consideraremos dos:
– Una, el que comete, consciente y deliberadamente,
una falta grave contra la ley de Dios, es como si se
odiara a sí mismo (basta ver los rostros de las mujeres
que enarbolan letreros con la leyenda «Yo aborté», en
comparación de los rostros de las mujeres que
manifestaron a favor de la vida);
– Otra, el hecho de que el que peca gravemente, peca
en su eternidad subjetiva.

1º) Como dice Santo Tomás: «el hombre es algo según


su principalidad... De este modo no todos los hombres se
tienen en lo que verdaderamente son, pues lo principal en
el hombre es su alma racional, y lo secundario, la
naturaleza sensible y corporal. A lo primero llama San
Pablo hombre interior (Ro 7,22; Ef 3,16), y a lo segundo
hombre exterior (2 Co 4,16).
Los buenos aprecian en sí mismos, como lo principal, la
naturaleza racional, o el “hombre interior”, y, según esto,
creen ser lo que en realidad son. Los malos, por el
contrario, tienen por principal su naturaleza sensible y
corporal, o el “hombre exterior”, lo que constituye un gran
error. De ahí que al no conocerse rectamente, no se aman
verdaderamente a sí mismos, sino que aman lo que creen
falsamente que son. Los buenos, conociéndose bien, se
aman de verdad»209.
Esto mismo ya lo probaba Aristóteles, hace 25 siglos,
en su «Ética»210, «por cinco cosas que son propias de la
amistad:
a. el amigo quiere que su amigo exista y viva;
b. quiere bienes para él;
c. se esfuerza en procurárselos;
d. convive con él plácidamente; y
e. concuerda con él, alegrándose o entristeciéndose con
las mismas cosas. Lo que se da en los buenos, pero no en
los que consciente y deliberadamente, viven en pecado
mortal, porque:
a. no quieren la integridad del hombre interior;
b. ni anhelan sus bienes;
c. ni trabajan por alcanzarlos;
d. ni les es deleitable convivir consigo volviéndose
hacia su corazón, pues en él hallan maldades presentes,
pasadas y futuras, que aborrecen;
e. y ni aun consigo mismos están en paz, por los
remordimientos de su conciencia211. Por todo lo cual se
demuestra que los malos se aman a sí mismos según la
corrupción del hombre exterior, lo cual no es verdadero
amor»212.

2º) La gravedad del pecado mortal se puede apreciar


desde dos puntos de vista:
a. Del punto de vista de la persona que es ofendida:
Dios. El que peca mortalmente contra Dios peca
gravemente, porque quiebra la alianza de amor con Él,
209
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II,25,7.
210
IX, 4, 1, (Bk 1166a3).
211
Cfr. Is 57,21: No tienen paz los impíos.
212
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II-II,25,7.
porque quebranta sus mandamientos, porque da el honor
que le debe a Dios, a otro, al poner en otro su fin. Como
la Majestad de Dios es infinita «el pecado ... tiene cierta
infinitud»213.
b. Del punto de vista de la persona que ofende: el
pecador. Se hace merecedor de un castigo eterno por dos
razones principales:
Primera, porque pecan contra el bien eterno, al
despreciar, por el pecado mortal, la vida eterna. Al
respecto dice San Agustín: «Se hizo digno de un mal
eterno porque en sí mató un bien que hubiera podido ser
eterno»214.
Segunda, porque el hombre que comete un pecado en
materia grave, consciente y deliberadamente, peca en su
eternidad subjetiva (in suo aeterno peccavit), por lo que
corresponde a la justicia de Dios «que nunca carezcan de
suplicio quienes no quisieron carecer de pecado» 215. ¿Y el
que peca pensando que después se arrepentirá? También
es digno de suplicio eterno, porque se pone en un estado
del cual sólo lo puede sacar Dios. Es como alguien que se
echara en un pozo del cual no puede salir sin ayuda, se
puede decir que quiso permanecer allí perpetuamente,
aunque él hubiese pensado otra cosa. «El que comete
pecado mortal, (aunque piense otra cosa), por lo mismo
que quiere pecar, quiere, consecuentemente, permanecer
perpetuamente en pecado»216.
Porque, por pecar mortalmente, el hombre no pone su
fin en Dios, sino en la criatura. Y como toda la vida se
ordena al fin de la vida, de ahí que por ello toda la vida la
ordena a aquel pecado; y quisiera permanecer
perpetuamente en pecado si pudiese ser impunemente.
Por eso, el que peca mortalmente, peca en su propia
eternidad, no sólo por la continuidad del acto

213
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,1,2,ad2.
214
La ciudad de Dios, 12, ML. 41,727.
215
SAN GREGORIO, in IV Dialog. 44; ML 77,404A; cit. por SANTO
TOMÁS, S.Th., Supl. 99,1.
216
S. Th., Supl. 99,1.
(«permaneciendo la causa, permanece el efecto» 217) que
perdura por toda su vida (y la eternidad), sino además
porque habiendo puesto su fin en el pecado, tiene la
voluntad de pecar siempre. Es justo por tanto que
quien en su propia eternidad pecó contra Dios, en la
eternidad de Dios sea castigado. Dice San Gregorio
Magno: Los malos «murieron con un fin, porque vivieron
con él ... quisieran vivir sin fin, para poder sin fin
permanecer en sus pecados; pues desean más pecar que
vivir; y por eso desean aquí vivir siempre para nunca dejar
de pecar mientras viven ...»218. Por eso es justo que nunca
carezcan de tormento, los que nunca, mientras pudieron,
quisieron carecer de pecado.
«Quien a cambio de un bien temporal se desvía y
pierde el último fin, que se posee eternamente, antepone
la fruición temporal de dicho bien a la eterna fruición del
último fin; por donde vemos que hubiera preferido mucho
más disfrutar eternamente de aquel bien temporal. Por
tanto, según el juicio de Dios, debe ser castigado como si
hubiese pecado eternamente»219.
Por eso, nosotros decimos al igual que el Beato Don
Orione, y lo hemos puesto en nuestras Constituciones:
«Colócame, Señor, sobre la boca del Infierno, para que yo,
por tu misericordia, lo cierre»220.

4. Al denunciar proféticamente todas las desviaciones


que tiene la naturaleza humana bajo el influjo del pecado,
la Iglesia no hace otra cosa que defender la verdad del
hombre, de su naturaleza y de su recta conciencia. Y en
última instancia, de la verdad del amor.
Porque, sin duda alguna:

217
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., I–II,87,3: “manente autem causa,
manet effectus”.
218
S. Th., Supl. 99,1.
219
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Contra Gentiles, III,144.
220
En Apuntes de febrero de 1939, cit. In Cammino con Don
Orione (Roma 1972) 328ss. Cit. Don Orione, Nel nome della Divina
Providenza, le piú belle pagine (Roma 1995) 136.
– La anticoncepción es pretender hacer el amor sin
hacer un hijo;
– la fecundación artificial es hacer el hijo sin hacer el
amor;
– el aborto es deshacer el hijo;
– la pornografía es deshacer el amor;
– la eutanasia es deshacerse de los padres;
– la homosexualidad es deshacerse de la mujer (en el
caso de los gays) o deshacerse del hombre (en el caso de
las lesbianas), en ambos casos es deshacerse de los hijos,
y si se los busca artificialmente es deshacerse del padre
(donante anónimo), y la pareja es una caricatura grotesca
del amor.
¿Quién, salvo el de mente corrompida, no se da cuenta
que la anticoncepción, la fecundación artificial, el aborto,
la pornografía, la eutanasia, la homosexualidad...son
contrarios a la naturaleza del amor humano? Por
tanto, están contra la dignidad del hombre y de la mujer.
Los que no quieren darse cuenta de la gravedad de
estos errores y no los denuncian, son los que no aman a
las personas que caen en esos errores, que son las
primeras víctimas de la cultura de la muerte, de la cual
son clara manifestación dichos errores.
Todo error respecto a la vida es un atentado contra el
hombre, contra la verdad del amor humano. Hace 13 años
encontré escrito en Sevilla el «argumento» de los
abortistas, que curiosamente es el mismo que aparece en
la foto de una manifestación abortista en un diario de
hoy221, «Anticonceptivos libres para no abortar, aborto
libre para no morir». Donde se ve como toman «el rábano
por las hojas», cómo descubren su íntimo egoísmo y cómo
están orbitados por la muerte. Se entregan el sexo sin
responsabilidad y quieren evitar las consecuencias de
manera artificial; no quieren los efectos, pero no quieren
quitar las causas; no quieren morir ellos, pero quieren

221
Diario La Nación, 10 de agosto de 1994, pág. 1.
matar libremente a los inocentes; promueven el uso de
anticonceptivos, pero como conocen su ineficacia quieren
tener libre el recurso al aborto; hablan de libertad, pero se
tratan como «objetos», ya que como dice el biólogo Paul
Chauchard: «Lo sexual se ha reducido a lo genital: la
humanidad se convierte en una jungla donde los machos y
las hembras sin control están al asecho de presas que les
permitan saciar sus necesidades»222.
En el fondo de estas posturas hay una lógica y una
raíz: «La lógica anti–vida ... (la raíz) es la rebelión
contra Dios ... es el no reconocimiento de Dios como
Dios ...»223.

5. Sólo en Jesucristo se ilumina el misterio de cada


hombre y de cada mujer: «el misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo Encarnado» 224. Y el
cristiano auténtico ve en cada hombre y en cada mujer al
mismo Jesucristo, ya que Él ha querido identificarse,
místicamente, con cada uno de ellos.
Jesucristo es «una sola Persona mística»225 con
todos los miembros en acto de su Cuerpo místico, que es
la Iglesia Católica, y es «una sola Persona mística»,
además, con todos los miembros en potencia de su Cuerpo
místico226, que son todos los hombres y mujeres que
transitan este planeta: Él es la Cabeza... (Col 1,18). Sólo Él
tiene palabras de vida eterna227.

222
El equilibrio sexual, Ed. Fontanella (Barcelona 1964) 11.
223
JUAN PABLO II, «Discurso a los participantes del Congreso
Internacional para conmemorar el XX aniversario de la “Humanae
Vitae”», L’Osservatore Romano 16 (1988) 251.
224
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 22.
225
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th. III,48,2,ad 1; Catecismo de la
Iglesia católica, nn. 795, 1119, 1474.
226
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,8,3.
227
cfr. Jn 6,68.
Capítulo 3

Su resurrección

1. TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

1. Lo dice la Revelación
Un aspecto esencial del ministerio que Cristo
encomendó a los Doce Apóstoles es el ser testigos de
su resurrección. El testimonio fundamental que los
discípulos de Jesús habían de dar acerca de su Maestro era
el de su vida perenne, su definitivo triunfo sobre la muerte
por su resurrección, que implicaba la confesión de su
divinidad, y, por ende, la autenticidad divina de su vida, de
su doctrina y de su obra.
Podemos corroborarlo en el libro de las Actas de los
Apóstoles, que acertadamente han sido llamadas «hechos
de Jesús resucitado», o en la cartas apostólicas, o en el
mismo Evangelio, con numerosos textos que señalan
precisamente ese carácter de testigos que Jesucristo dio a
sus «enviados», a sus apóstoles.

a. Ya en la primera aparición que hizo como resucitado


a los discípulos – que se hallaban encerrados en el
Cenáculo por temor a los judíos–, luego de abrirles la
inteligencia para que comprendiesen la Escritura, les dijo:
Así estaba escrito que el Mesías tenía que padecer y
resucitar al tercer día de entre los muertos y que se
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

predicará en su nombre la conversión para la remisión de


los pecados a las naciones, empezando por Jerusalén. Y
vosotros sois testigos de estas cosas (Lc. 24, 45–48).

b. Momentos antes de su Ascensión, en aquella


emocionante despedida en que les prometiera a sus
discípulos: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo (Mt 28,20), de nuevo remarcará el carácter
testimonial que confirió a la misión apostólica: No os toca
a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre
puso en su propio poder, sino que recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo, que ha de venir sobre vosotros, y seréis
testigos míos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y
hasta lo último de la tierra (He 1,7–8).

c. Los Apóstoles, «testigos oculares y servidores del


Verbo», como los llama San Lucas en el prólogo a su
Evangelio (1,2), fueron plenamente conscientes de este
carácter peculiar de su misión testimonial de la
resurrección.
El Apóstol San Pedro lo expresó claramente cuando
sugirió en el Cenáculo la elección de alguien que
sustituyera a Judas en el ministerio y para que se
completara así el número de los Doce. Allí dijo: Es, pues,
preciso que de entre aquellos hombres que han andado
con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió
entre nosotros, empezando por el bautismo de Juan hasta
el día en que nos fue llevado, sea constituido uno, junto
con nosotros, como testigo de su resurrección (He
1,21– 22).

d. El mismo San Pedro se presentará como «testigo


ocular» ante el centurión Cornelio: y nosotros somos
testigos de todo cuanto hizo en el país de los judíos y
en Jerusalén y cómo le quitaron la vida colgándole del
madero. A Éste, Dios le resucitó al tercer día y concedió
que se manifestara no a todo el pueblo, sino a testigos,
Las Servidoras
de antemano escogidos por Dios; a nosotros, que
comimos y bebimos con Él después que hubo resucitado
de entre los muertos. Y Él nos mandó que pregonáramos y
atestiguáramos al pueblo que Éste es constituido por Dios
juez de vivos y muertos y a Éste dan testimonio todos los
profetas de que por su nombre recibe remisión de los
pecados todo el que cree en Él (He 10, 39–43).

e. Sin embargo, no sólo el Príncipe de los Apóstoles sino


todo el Colegio Apostólico es consciente de que ha sido
constituido como «testigo». Por eso es que San Lucas, el
historiador sagrado de la Iglesia, resumirá la actividad de
los doce Apóstoles diciendo brevemente: «Y con gran
fuerza daban los apóstoles el testimonio de la
resurrección del Señor Jesús y una gracia grande se
difundía hacia todos ellos» (He 4,33). Y por esa misma
causa, cuando fueron aprisionados por el Sanedrín, Pedro
en nombre de todos los Apóstoles, no temió declarar ante
el supremo tribunal judío, ante los mismos que habían
inventado la mentira de que los discípulos habían venido
de noche y robado el cuerpo de Jesús mientras los
soldados dormían228, que ellos debían obedecer a Dios
antes que a los hombres, porque son testigos de la
resurrección de Jesús: Hay que obedecer a Dios antes que
a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús
a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero.
A Éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y
Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón
de los pecados. Nosotros somos testigos de estas
cosas, y también el Espíritu Santo (He 5,24–32).

f. El Apóstol San Pablo, aunque no había convivido con


el Señor como los demás Apóstoles, también poseía una
visión certísima de su misión de testigo, porque era testigo
de que estaba vivo y presente en su Iglesia: “Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues?; – ¿Quién eres Señor?, preguntó
Pablo. “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”, le respondió el

228
cfr. Mt. 28,11–15.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Señor enseñándole que perseguir a los miembros de su


Cuerpo Místico era lo mismo que perseguir a la Cabeza,
que sigue padeciendo en sus mártires.
El Apóstol de las Gentes estaba convencido de lo que
Ananías le había dicho apenas convertido: El Dios de
nuestros padres te tomó de su mano para que conocieras
su voluntad y vieras al justo y oyeras la voz de su boca,
pues has de ser testigo suyo ante todos los hombres
de lo que has visto y oído (He. 22, 14– 15).
El mismo Señor se le apareció en una ocasión y le
disuadió de dar testimonio de Él en Jerusalén, mandándole
salir de la ciudad empedernida. Así leemos habiendo
vuelto a Jerusalén y estando en oración en el Templo, caí
en éxtasis; y le vi a Él que me decía: Date prisa y marcha
inmediatamente de Jerusalén pues no han de recibir tu
testimonio acerca de Mí (He 22,17–18).

g. Más testimonios se podrían citar, pero los podemos


resumir en aquel sublime prólogo de la Primera Carta de
San Juan que escribiera inspiradamente el Discípulo
Amado, que vio y creyó (Jn 20,8) en la resurrección apenas
contempló el sepulcro vacío: Lo que existía desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron con
nuestras manos acerca del Verbo de Vida os lo
anunciamos, pues la Vida se manifestó y nosotros vimos
y somos testigos (1Jn 1,1–2). ¡Et vidimus et testes
sumus!
San Agustín, comentando esta hermosísima frase, les
recordará a sus fieles de Hipona: «Tal vez algunos
hermanos, que desconocen la lengua griega, ignoran
como se dice en griego testigos, siendo como es nombre
usado y venerado por todos. Porque lo que en latín
decimos testes se dice en griego mártires... Al decir,
pues Juan: “Vimos y somos testigos”, fue como decir:
“Vimos y somos mártires”. Los mártires, en efecto,
sufrieron todo lo que sufrieron por dar testimonio o de lo
que ellos por sí mismos vieron o de lo que ellos oyeron,
Las Servidoras
toda vez que su testimonio no era grato a los hombres
contra quienes lo daban. Como testigos de Dios sufrieron.
Quiso Dios tener por testigos a los hombres, a fin de que
los hombres tengan también por testigo a Dios»229.
Ahora bien, todo lo que Jesús dijo a los Apóstoles en
referencia a ese testimonio que habían de dar de su
resurrección lo podemos aplicar a cada uno de nosotros,
los que en el Bautismo hemos sido sumergidos en su
muerte y en su resurrección, los que en el último día
seremos resucitados en virtud de la propia resurrección de
Cristo.
Cristo nos dice: Vosotros sois testigos de estas cosas,
es decir, que Él está resucitado, que está vivo y no muere
más. Tomando la frase en su sentido etimológico, es el
Verbo Encarnado quien nos dice: vosotros sois mártires de
estas cosas. La evolución cristiana de la significación de la
palabra mártir comienza en aquel simple aspecto de
«testigo»; apenas se inician las persecuciones del Imperio
romano, mártir pasa a indicar a un «testigo de sangre», a
alguien que da testimonio por un martirio cruento, a un
testigo que bebe la sangre de Cristo y que por su muerte
se hace «participe de Cristo», como se llamará a si mismo
San Policarpo en la oración que hizo antes de su
martirio230.

2. Todos somos testigos


Nosotros, los cristianos de comienzos del siglo XXI,
teniendo la obligación de preparar el tercer milenio de la
Encarnación, debemos ser los modernos testigos de la
resurrección de Cristo, como continuadores de la misión
que Cristo confió a sus Apóstoles, porque así el Señor lo
dispuso. Los Apóstoles debían morir y murieron como
mártires, como testigos de sangre, pero el testimonio que
ellos dieron de la resurrección no había de fenecer. Al
prometerles Jesús que estaría con ellos hasta la
consumación de los siglos (Mt 28,20), ciertamente

229
Tract. in. Epist. Io. 1,2.
230
Mart. Polyc., VI,2.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

pensaba no sólo en los que presenciaron la Ascensión y


recibieron su mandato de id por todo el mundo y anunciad
el Evangelio y en los que son sus sucesores directos en la
dispensación de la gracia de Dios –los Obispos y los
Presbíteros–, sino en todos los miembros de la Iglesia,
quienes también son partícipes en la misión de
evangelizar, y por ende, de dar testimonio de la
resurrección del Redentor. Para esta misión contamos con
la oración sacerdotal de Cristo, quien pidió a su Padre: No
ruego sólo por éstos –los Apóstoles– sino también por
aquellos que, por medio de su palabra, creerán en Mí (Jn.
17,20). Cristo oró por nosotros, los que hemos creído en la
predicación de los apóstoles, los que estamos edificados
sobre el fundamento de los apóstoles, los que creemos
que en virtud de su resurrección hemos sido justificados;
en una palabra, oró por todos los que habían de creer no
sólo en que Cristo ha resucitado sino en que Él mismo es
la Resurrección y la Vida, y que por tanto, habían de
convertirse en testigos de la resurrección.
Ahora bien, puede alguno objetar que es imposible que
nosotros, las generaciones pasadas y las futuras puedan
considerarse testigos de la resurrección de un muerto
cuando para ser testigos fiables hace falta la presencia
real en el acontecimiento, hace falta presenciar el suceso.
De hecho, la palabra testigo, según el diccionario de la
Real Academia Española, en primer lugar señala a «la
persona que presencia y adquiere verdadero conocimiento
de una cosa», y, segundo, a «la persona que da testimonio
de una cosa». Sin embargo, en las dos acepciones
podemos considerarnos con toda certeza auténticos
testigos de la resurrección y contemporáneos a la misma,
porque aunque no estuvimos presentes el primer Domingo
de Gloria y aun sin haber tenido un conocimiento
inmediato de su resurgimiento de entre los muertos, por la
fe nosotros debemos decir al mundo «vimos y somos
testigos» y «damos testimonio sabiendo que nuestro
testimonio es verdadero». ¿Cuáles son las razones?
Principalmente el hecho de que hemos sido resucitados
con Cristo en el Bautismo, lo cual significa que estuvimos
presentes en la mente divina el día de su resurrección, y
Las Servidoras
hemos sido constituidos testigos por el Sacramento de la
Confirmación, cuando recibimos al Espíritu que testifica
que Dios ha levantado a Jesús de entre los muertos.

3. Cualidades del testimonio que de la


resurrección deben dar los religiosos
Para que seamos eficaces testigos, testigos dignos de
crédito, ¿cómo tiene que ser nuestro testimonio de la
resurrección? ¿Cómo tiene que ser el testimonio que tiene
que dar toda religiosa y todo religioso, y más cuando se
trata de misioneros, de la resurrección de Cristo?
– Este testimonio debe ser permanente:
constantemente debemos vivir como resucitados y para
ello es indispensable que siempre estemos resucitados
con Cristo por la gracia. Si pecamos anulamos los efectos
de la resurrección en nuestra alma, y nuestro testimonio
no es permanente porque Dios no permanece en nosotros.
– Este testimonio debe ser evidente: nuestras obras
deben manifestar nuestra fe en la resurrección de Cristo,
fe que se identifica con la esperanza segura de nuestra
propia resurrección el último día. Tu hermano resucitará,
dijo el Señor a la hermana de Lázaro. Sí, Señor, sé que
resucitará en el último día, le respondió con esperanza
Santa Marta a Jesús. Nuestro comportamiento es la mejor
predicación de la resurrección de Cristo: Brille vuestra luz
ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras
glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mt 5,16),
Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5, 14).
– Este testimonio debe ser racional, ya que debemos
saber dar las razones de nuestra fe en la resurrección, que
es un milagro apologético: Si Cristo no ha resucitado,
luego vana es nuestra predicación, vana también vuestra
fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios, pues hemos
atestiguado contra Dios que resucitó a Jesús si los muertos
no resucitan (1Cor. 15,14).
– Debe ser una imitación del testimonio de
Jesucristo, el testigo fiel (Ap 3, 14), como le llama el
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Apocalipsis y de quien San Pablo afirma que dio testimonio


ante Pilatos: Te mando en la presencia de Dios que da la
vida a todas las cosas, y de Jesucristo que dio solemne
testimonio ante Poncio Pilatos... (1Tim. 6,13).
– Debe ser hasta la sangre, si así Dios lo dispusiese.
Vimos cómo testigo y mártir son sinónimos en su origen
etimológico. Los apóstoles, nuestros modelos, fueron
mártires hasta dar la vida. En nosotros también tiene que
darse eso: el testimonio de Cristo debe llegar a ser para
nosotros un martirio cotidiano, con los sacrificios y cruces
que implica la fidelidad a dicho testimonio. Es un
testimonio que implica muerte a nosotros mismos, y que
se puede transformar en cruento en este siglo de
persecuciones, pero por sobre todo, es una muerte que
vivifica, porque este testimonio es vida, es santidad.
– Debe ser como el que dieron los Apóstoles, es decir,
«con gran fuerza», con «dinamis», como dice el texto
griego: Y con gran fuerza daban los apóstoles el
testimonio de la resurrección del Señor, en la frase ya
citada (He 4,33).
– Debe ser un testimonio humilde, como el de los
mártires, los más perfectos atestiguadores de la verdad de
la resurrección. De hecho, la mayoría de los mártires, en
un primer momento, cuando tomaban plena conciencia de
que iban a padecer el martirio por Cristo, rehusaban ser
considerados como tales, como testigos, rechazando ese
título por humildad. Así sucedió con los Mártires de Lyón,
así con los Mártires de Barbastro –que se consideraban
indignos de gracia semejante–, así con San Ignacio de
Antioquía, quien camino al martirio, humildemente decía:
«Ahora comienzo a ser discípulo».

4. ¿Cómo se ve desvirtuado este testimonio?


– Cuando no se vive la alegría de la cruz, olvidándose
de que «por la cruz se va a la luz», que es lo mismo que
nos enseñaron los Apóstoles al decir que es preciso pasar
por muchas tribulaciones antes de entrar en el Reino de
los cielos (He 14, 22).
Las Servidoras
– Cuando los consagrados no viven auténticamente los
votos.
– Cuando los religiosos no viven el día Domingo como
día de la resurrección y por tanto, no saben enseñar a
santificarlo a los demás.
– Cuando no se vive el espíritu de la ley nueva.
– Cuando no se vive la Santa Misa, en la cual el
Resucitado se hace nuestro contemporáneo y nos
comunica la fuerza espiritual de su resurrección corporal.
– Cuando no vivimos en la libertad de los hijos de Dios
que Cristo nos obtuvo a través de su victoria sobre la
muerte.
– Cuando no cantamos con nuestra vida el Cántico
Nuevo.
– Cuando no vivimos la alegría ni la virtud de la
eutrapelia.
– Cuando no vivimos la caridad exquisita y heroica: El
que no ama permanece en la muerte (1Jn 3,14).
– Cuando no confiamos en Cristo que ha vencido a la
muerte y al mundo: Ésta es la victoria que vence al
mundo, nuestra fe (1Jn 5,4 ); en el mundo tendréis
tribulación, pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn
16,36).

5. Consecuencias de nuestra fidelidad a este


testimonio
Nos tratarán como a locos, como a los Apóstoles.
Cuando el gobernador Festo, tiempo después de descubrir
que el problema con su prisionero Pablo era que allí había
una serie de discusiones con los judíos acerca de la propia
superstición sobre un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo
afirmaba estar vivo (He 25, 29), al intentar San Pablo
convencerle de que le había visto, gritando le dijo: Tú
estás loco, Pablo, las muchas letras te han trastornado el
juicio (He 26,24).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Cuando tengamos que predicar en los areópagos


modernos de la cátedra, de los medios de comunicación,
no creerán en nuestra palabra como le sucedió a San
Pablo en el Areópago de Atenas: (los atenienses) al oír lo
de la resurrección de los muertos, unos se burlaron de él,
otros dijeron: sobre esto ya te oiremos otra vez. Así Pablo
salió en medio de ellos. Pero algunos hombres se
adhirieron a Él y creyeron, entre ellos Dionisio Areopagita,
una mujer llamada Damaris y algunos otros con ellos (He
17,32–34).
Pero no importa. Entonces seremos felices al tener
parte en la suerte de nuestro Maestro, al participar de la
octava bienaventuranza. Somos misioneros, es decir,
enviados con la buena noticia de que Cristo está vivo y
que sólo en Él hay salvación.
Nos tratarán de mentirosos, pero sabremos que nuestro
testimonio es verdadero, porque no es nuestro sino de
Dios. En efecto, nosotros somos «co–testigos», testigos
secundarios, porque el principal testigo es el Espíritu
Santo: Mas cuando venga el Consolador que yo os enviaré,
el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará
testimonio acerca de Mí, y vosotros atestiguaréis también,
pues habéis estado a mi lado desde un principio (Jn 15,26).
El Espíritu es el que testifica. Nadie puede decir Jesús es
Señor si no es en el Espíritu Santo (1 Co 12,3). Y en el caso
de que Dios nos diera la gracia de testimoniarle hasta la
muerte –¡qué predicación perfecta es para el religioso y
para el misionero el sellar con la sangre el Evangelio
predicado!–, tampoco debemos temer, porque será el
Espíritu Santo quien hable por nosotros: No seréis
vosotros los que hablaréis sino el Espíritu de vuestro Padre
el que hable por vosotros (Mt 10,20).
Entonces seremos completamente felices, porque
siempre habrán nuevos «Dionisio Areopagitas» y nuevas
«Damaris» que crean en la resurrección; siempre habrá
personas angustiadas y tristes por la muerte de seres
queridos o por la desesperación de este mundo, a los
cuales podamos consolar con el consuelo con que nosotros
somos consolados, es decir, con la esperanza de la futura
Las Servidoras
resurrección; siempre habrá muertos del alma a quienes
podremos resucitar llevándolos a la gracia, a los
sacramentos, como meros siervos inútiles; en definitiva,
seremos completamente felices, porque a nosotros los
religiosos, el Señor nos promete que en la Resurrección
tendremos el fruto de tantos sacrificios.
Las penas, los trabajos, los sacrificios... ¿Qué importan?
Mientras anunciemos al que dijo: Yo soy la resurrección y
la vida, y confesemos con el Credo: «espero la
resurrección de los muertos», nada debe apenarnos. Nos
consuela aquello que el poeta Prudencio, el Cicerón
cristiano como se lo ha llamado, escribiera hermosamente
en su Peristephanon o Himnos a los Mártires: «Cristo
bueno jamás negó cosa alguna a sus testigos; testigos a
quienes ni la dura cadena ni la misma muerte arredró
jamás para confesar al Dios único aun a costa de su
sangre. ¡De su sangre! Mas este daño bien pagado está
con más larga luz de gloria» (I, 19–24).

2. CRISTO RESUCITADO: HOMBRE PERFECTO

I
¡Cristo ha resucitado! Es decir, su alma gloriosa volvió a
unirse a su cuerpo, a ese cuerpo que fue clavado y que
padeció los dolores de la cruz, al cual transformó en
glorioso e inmortal. Por tanto, la humanidad santísima de
Nuestro Señor fue la primera en alcanzar el máximo de
plenitud a la que es llamado todo ser humano, sea varón o
mujer, constituyéndose Cristo de esta manera en el
máximo modelo de la humanidad redimida, que alcanzará
la plenitud en tanto y en cuanto siga la doctrina de
Jesucristo y los ejemplos de Él.
En el siglo que hace poco ha terminado hemos visto
que el hombre ha sido brutalmente manipulado. Baste
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

pensar en los «lager», en los «gulag», en los «laogais», en


los «bunkers», en las guerras (dos guerras mundiales), el
lavado de cerebros, la manipulación genética humana, la
conculcación de los derechos: a nacer, a vivir, a tener
responsablemente hijos, al trabajo, a la paz, a la libertad,
a la justicia social, a participar de las decisiones que hacen
al bien común; los genocidios, las discriminaciones, sin
contar con las plagas de las adicciones con el cortejo de
las depresiones y demás alteraciones de la salud psíquica.
Como dijo Su Santidad Juan Pablo II en Puebla: «Quizás
una de las más vistosas debilidades de la civilización
actual esté en una inadecuada visión del hombre. La
nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y
hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y
del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es
también la época de las más hondas angustias del hombre
respecto a su identidad y destino, del rebajamiento del
hombre a niveles antes insospechados, época de valores
humanos conculcados como jamás lo fueron antes»231.
Por eso, me pareció que podía ser provechoso que
reflexionásemos a la luz de Cristo resucitado sobre la
verdad del hombre, es decir, sobre la verdad de cada uno
de nosotros.

II
1º– ¿Cuáles son las verdaderas características del
ser humano?
En primer lugar, el ser humano, cada uno de nosotros,
es uno, con una unidad actual: en este momento somos
conscientes de que somos uno, no somos dos ni tres, ni
diez, somos uno. Pero también con una unidad que se
mantiene a través de toda nuestra historia: somos
plenamente conscientes que éramos aquel niño que
jugaba detrás de los autitos y los camioncitos, que jugaba
con los soldados y le gustaban los días de lluvia porque la
mamá le contaba cuentos, viendo pasar la gente por la

231
III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO,
Documento de Puebla (Buenos Aires 1979) 17.
Las Servidoras
vereda. Y después de más grandes, tenemos clara
conciencia de que somos el mismo. Somos uno.
Pero además, somos únicos. Cada uno de nosotros,
aun en el caso de los mellizos o el de los gemelos, y aun
en el caso de que pueda darse la clonación humana. La
persona humana es única. Habrá un parecido, una gran
semejanza, pero hay todo un mundo que es nuestro
mundo interior que es único.
Pero también somos irrepetibles. Así como no hay dos
impresiones digitales iguales, así tampoco hay dos seres
iguales. En una misma familia con un mismo padre y una
misma madre, y con una misma educación, sin embargo,
¡qué distintos que son los hijos! Uno es más vivo, otro es
más lerdo. Uno es más divagante, el otro más tímido; uno
vago, el otro trabajador. Unos tienen unas habilidades,
otros tienen otras.
Pero, además, no solamente somos uno, únicos,
irrepetibles, sino que cada uno de nosotros ha sido
eternamente ideado, eternamente pensado por Dios,
desde antes que existiésemos sobre la tierra, desde antes
que existiesen nuestros padres, desde antes que existiese
el mundo. Desde toda la eternidad, desde que Dios es
Dios, hemos sido pensados por la mente divina. Así como
un artista piensa primero en el dibujo que después quiere
plasmar en la tela. Se piensa primero y luego se realiza lo
pensado. Así ha hecho Dios. ¡Eternamente pensados!
Y eternamente elegidos: «Este sí, que exista, en tal
época, tales características».
Y, por tanto, eternamente amados. Cada hombre,
varón y mujer. Todos los hombres, todo varón, toda mujer,
¡eternamente amados por Dios!

III
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Todo lo cual configura una serie de particularidades


insoslayables del ser humano. La columna vertebral, por
así decirlo, del humanismo cristiano es recogida
perfectamente por la Constitución Pastoral «Gaudium et
spes», que excluye, justamente, las falsas visiones del
hombre, que pululan en estos tiempos, por no tener en
cuenta a Cristo resucitado:
1. En primer lugar, la fe ilumina el plan de Dios sobre el
hombre, excluyendo todo racionalismo. Y así dice: «La fe
todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino
sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la
mente hacia soluciones plenamente humanas» (11).
2. La dignidad del hombre está dada por su naturaleza,
contra el subjetivismo, que niega la realidad de una
naturaleza humana: «La Biblia nos enseña que el hombre
ha sido creado a imagen de Dios, con capacidad para
conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido
constituido señor de la entera creación visible para
gobernarla y usarla glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre
para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para
que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los
ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste
sobre la obra de tus manos (sobre todo el mundo visible).
Todo fue puesto por Ti debajo de sus pies (Sl 8,5–7)» (12).
3. «Ese hombre ha sido creado para vivir en
comunidad, contra el individualismo del liberalismo: Pero
Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los
hizo hombre y mujer232. Esta sociedad de hombre y mujer
es la expresión primera de la comunión de personas
humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima
naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus
cualidades sin relacionarse con los demás» (12). Son las
verdades claves del humanismo cristiano.
4. El hombre, por su naturaleza, trasciende el universo,
contra la idolatría y el magicismo: «No se equivoca el
hombre al afirmar su superioridad sobre el universo
material y al considerarse no ya como partícula de la

232
cfr. Gen 1,27.
Las Servidoras
naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad
humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al
universo entero...» (14). Eso soy yo y cada uno de
nosotros.
5. El hombre por naturaleza es intelectual, tiene una
capacidad de pensar, contra todo materialismo: «...la
naturaleza intelectual de la persona humana se
perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la
sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre
a la búsqueda y al amor de la verdad y del bien. Imbuido
por ella, el hombre se alza por medio de lo visible hacia lo
invisible» (15). Esa es la dignidad del hombre. Es capaz de
pensar.
6. La naturaleza intelectiva y la libertad se expresan en
la conciencia, contra los manipuladores de conciencias:
«La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los
demás hombres para buscar la verdad y resolver con
acierto los numerosos problemas morales que se
presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el
predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad
tienen las personas y las sociedades para apartarse del
ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de
la moralidad» (16).
7. La dignidad humana exige que el hombre obre en
conciencia y, además, libremente, contra el totalitarismo y
la coacción: «La dignidad humana requiere, por tanto, que
el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es
decir, movido e inducido por convicción interna personal y
no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la
mera coacción externa» (17).
8. La grandeza del ser humano: la libertad. La libertad
es una característica propia del ser humano, que es libre
por ser espiritual, porque tiene una inteligencia racional y
porque tiene una voluntad libre. Así lo creó Dios. Eso es
ser creado «a imagen y semejanza de Dios». Los animales
no fueron creados a imagen y semejanza de Dios, porque
no tienen alma espiritual, no tienen inteligencia racional ni
voluntad libre; y todo esto contra el determinismo y el
fatalismo: «El hombre logra esta dignidad cuando, liberado
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin


con la libre elección del bien y se procura medios
adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes»
(17).
9. Pero ciertamente, dado el estado de pecado, el
hombre, que está llamado por Dios a Dios, no puede llegar
a la unión con Él si no tiene el auxilio de la gracia; contra
el pelagianismo: «La libertad humana, herida por el
pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a
Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de
Dios» (17). Por eso la necesidad de los sacramentos
dignamente recibidos para vivir según la estatura que Dios
quiere para nosotros, según su plan creador y redentor.
10. Y, por ello, la vocación del hombre, de todo varón,
de toda mujer (y es la vocación suprema que puede tener)
es la vida eterna: «El máximo enigma de la vida humana
es la muerte... Mientras toda imaginación fracasa ante la
muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina,
afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un
destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria
terrestre. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a
Él con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión
de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el
que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo
de la muerte con su propia muerte» (18).
11. Por eso, ésta es la razón más elevada de la dignidad
humana. Aun del corrupto, aun del vicioso, aun de aquel
degradado. Por la simple y sencilla razón de que ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios. Por la simple y
sencilla razón de que Cristo murió en la cruz por ese
hombre. Por la sencilla razón de que ese hombre, que en
estos momentos tal vez está en lo peor de lo peor,
también está llamado por Dios a la vida eterna, al cielo.
«La razón más alta de la dignidad humana consiste en la
vocación del hombre a la unión con Dios» (19). Contra el
humanismo ateo, porque «sobre todo, el hombre es
llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación
de su felicidad» (21). Si nosotros tuviésemos más en
cuenta esto, aunque seguiríamos teniendo problemas
Las Servidoras
porque estamos en un valle de lágrimas, siempre
estaríamos iluminados con una luz superior que nos dice
que estamos llamados para una felicidad sin fin y que
todas las miserias de este mundo son nada en
comparación con la gloria a la cual Dios nos tiene
destinados.
12. Y, finalmente, la última verdad de esta síntesis de lo
que es el auténtico humanismo cristiano es que en
Jesucristo se ilumina el misterio del hombre, contra todas
las visiones anticristianas del hombre: «En realidad, el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del
Verbo encarnado... Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo
Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de
su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio
hombre y le descubre la sublimidad de su vocación... El
Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto
modo, con todo hombre» (22).

IV
2º– ¿Cuál es la razón de la paradoja de que a
pesar que en este tiempo tanto se habla del
hombre, sin embargo, tanto se ha atacado al
hombre hoy día?
«¿Cómo se explica esta paradoja? –seguía diciendo el
Papa en Puebla– Podemos decir que es la paradoja del
humanismo ateo. Es el drama del hombre amputado de
una dimensión esencial de su ser – el Absoluto– y puesto
así frente a la peor reducción de su ser».
En efecto, baste recordar a los ideólogos de turno,
cómo reducen la dimensión del ser del hombre. Así, por
ejemplo, se dijo: «el hombre es un trabajador» (Karl Marx);
«el hombre es una pasión inútil» (Jean Paul Sartre); «es un
ser movido por la libido» (Sigmund Freud); «es un forjador
de símbolos» (Paul Ricoeur); «es un creador de utopías»
(Ernest Bloch); «es lo que come» (Feuerbach) –éste comía
zanahorias– (risas del auditorio); «es un haz de cargas
electromagnéticas» (Bertrand Russel); «es un ser para la
muerte» (Heidegger); «es lo que juega» (Huizinga); «es lo
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

que ve», como pasa hoy día con la televisión, el «homo


videns», esclavo de la teletonta (Giovanni Sartori); «es un
ser cultural»... Todas son definiciones parciales que
amputan gran parte del ser del hombre y que terminan
produciendo los grandes desequilibrios que tenemos que
soportar. Desequilibrios sociales, económicos, políticos,
culturales, jurídicos, psicológicos. Ninguno de ellos dice:
«El hombre es hijo de Dios». Estas falsas visiones del
hombre y la mujer, potenciados en grados nunca vistos en
la historia de la humanidad por los medios de
comunicación social, constituyen un atentado permanente,
día a día y momento a momento, a la naturaleza,
dignidad, vocación y destino eterno de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo.

V
Por eso, queridos hermanos y hermanas:
En esta sublime noche de Pascua recordemos que:
¡No somos sólo materia, que termina definitivamente
en la tumba!
¡No somos sólo una máquina de trabajo, que sólo sirve
para producir cosas y ganar dinero!
¡No somos sólo un ser para consumir bienes materiales!
¡No somos sólo seres que sólo hacen lo que les gusta, lo
que les da la gana!
¡No somos sólo seres que son juguetes de un destino
inexorable!
¡No somos robots, somos libres, con la libertad que nos
ganó Cristo!
¡Tenemos un alma espiritual e inmortal!
¡Somos capaces de entender y tenemos una voluntad
libre capaz de amar y de elegir!
Las Servidoras
¡Estamos llamados a la vida eterna!
¡Nuestra vida no termina aquí! ¡Hay horizontes más
amplios!
Nos lo recuerda la Resurrección del Señor y la Doncella
de Nazareth que también resucitó. Cristo resucitado es el
baluarte inexpugnable, a través de los siglos, para la
defensa del hombre, de todo hombre y de todos los
hombres.
Esta es la visión colosal del hombre y la mujer que tiene
la Iglesia, y que ha mantenido a través de 2000 años de
historia, luchando y defendiendo al varón y a la mujer por
haber sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Y al igual que pasa en nuestro poderoso ciprés, en cuya
copa juegan los últimos rayos del atardecer, en cada una
de nuestras almas siempre juegan los rayos de luz del
Dios Todopoderoso, que nos ilumina con su gracia y que
nos ama mucho, porque ¡somos sus hijos!
¡Somos hijos de Dios!

3. ¿AGOBIADO O RESUCITADO?

1. El hombre agobiado
Vivimos en una época en que el hombre, más que
nunca, se siente profundamente agobiado.
Agobiado es un adjetivo que indica, según el diccionario
de la Real Academia, al que está «cargado de espaldas o
inclinado hacia delante». «Agobiar», es voz derivada del
latín «gibbus=giba», o sea, joroba (del árabe «huduba»;
de allí el fig. fastidiar, molestar) según su significado
etimológico, no es otra cosa que «inclinar o encorvar la
parte superior del cuerpo hacia la tierra» o en su segunda
acepción: «hacer un peso o carga que doble o incline el
cuerpo sobre que descansa». De ahí que, figuradamente,
agobiado es el hombre que lleva un peso grande que lo
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

abate, lo deprime, le hace bajar los brazos, lo deja


cansado, sin ilusiones, sin ganas de luchar. Es un hombre
sin «burbujas», apesadumbrado.
¿Qué cosas agobian a nuestros contemporáneos?

1º) – El hombre moderno está agobiado por las


preocupaciones de este mundo: los problemas
familiares, las crisis, las situaciones económicas... vive
agobiado por el exceso de trabajo: vivimos en una
sociedad materialista en la que el trabajo nos impide
descansar y dedicar un tiempo a nuestra alma, a Dios, a
nuestras familias. Poco a poco nuestro pueblo se va quizá
asimilando a lo que es característico de la cultura
japonesa: no trabajar para vivir sino vivir para
trabajar. Desde la Revolución Francesa hasta nuestros
días, ¡cuántos intentos por suprimir el domingo, día
instituido por Dios precisamente para el hombre agobiado,
para todo el que está fatigado por el peso del trabajo
semanal! Además, ¡cuántas veces y con cuánta facilidad
los mismos católicos transgredimos para nuestro daño
espiritual, no solamente el precepto de la misa dominical
sino también el precepto del descanso dominical, ambos
resumidos en el tercer mandamiento: santificarás las
fiestas! Nos dice Dios, en Ex 20, 2–17: Recuerda el día del
sábado para santificarlo –ahora es el domingo, por haber
resucitado Cristo en este día–. Seis días a la semana
trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo
es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún
trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva,
ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues
en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo
cuanto contienen, y el séptimo día descansó; por eso
bendijo el Señor el día del sábado.
Pero en muchos países, muchas personas se sienten
agobiadas más que por este exceso de trabajo, por la falta
de trabajo, la cual ha producido en muchas personas la
tan actual depresión laboral, o tantas situaciones de
desesperación, que incluso han llevado a suicidios
motivados por la pérdida de un empleo...
Las Servidoras

2º – En nuestros días, vemos que los hombres se


sienten terriblemente agobiados por muchos miedos: hoy,
como nunca, se ve a la gente con tanto miedo. El miedo es
una pasión que paraliza, que nos impide crecer
espiritualmente. La violencia que se experimenta en las
calles, que llega a nuestras casas a través del televisor,
hace que el hombre tema constantemente: desde la
madre que está terriblemente preocupada por la hija o el
hijo que no regresa al horario en que avisó que volvería
del trabajo o de la escuela, hasta los ancianos que se
encierran en sus casas, con mil pasadores y candados en
las puertas, por temor al ladrón, al asesino...

3º – Un fenómeno de nuestra época, aunque ha sido


una angustia para todos los tiempos, desde que entró el
pecado en el mundo, es el peso de la enfermedad. A pesar
de los avances de la ciencia, ¡cuántos hombres viven
agobiados por las enfermedades, muchas de ellas todavía
incurables! Los dolores físicos son una carga muy difícil de
llevar, que muchas veces vienen acompañados de otra
enfermedad tan característica de nuestros días: ¡la
depresión! La misma es un peso, un agobio tremendo: la
depresión abate físicamente y espiritualmente al hombre,
lo encorva literalmente.

4º –Pero en realidad no hay ninguna cosa que agobie


tanto al hombre, como es el peso de sus pecados.

5º – Ahora bien, por la fe sabemos que por el pecado


entró la muerte en el mundo, y esta muerte, originada en
el pecado de nuestros primeros padres, hace que vivamos
agobiados y humillados por un peso insoportable, si no
tenemos una respuesta satisfactoria a nuestros
interrogantes existenciales: ¿Quién soy? ¿A dónde voy?
¿Para qué fin estoy sobre la tierra? ¡Cuántos hermanos
nuestros no han logrado dar con una respuesta acertada y
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

viven angustiosamente agobiados por el peso de la


muerte de un ser querido, ya sea la madre, el padre, un
hijo, un amigo...!
En definitiva, al hombre moderno le agobian todas las
cosas que causan molestia o fatiga, o más aun, las cosas
que le causan tristeza o dolor, y esclavitud anímica o
espiritual.

2. Jesucristo resucitado libera al hombre de su


agobio
Ante todos los hombres agobiados, encorvados
espiritualmente o físicamente por todas estas cargas que
son consecuencia del pecado de nuestros primeros padres
y de nuestros propios pecados, se nos presenta fulgurante
la figura de nuestro Redentor: Jesucristo, agobiado como
nadie bajo el peso de la cruz, que cargó con nuestros
pecados y nuestras enfermedades, al punto que por sus
heridas hemos sido curados (Is 53,5). Mas en este
momento, en esta noche sublime, Cristo se nos presenta
glorioso, triunfante de todas sus angustias, resucitado de
entre los muertos...
¡Sí!, a todos los hombres agobiados Jesucristo
resucitado les dice, hoy más que nunca: Venid a mí, todos
los que estáis afligidos y agobiados, que yo os aliviaré.
Cargad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque
soy paciente y humilde de corazón; y encontraréis alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana (Mt 11,28–30).

1– Ante el agobio de las preocupaciones de este


mundo, Cristo resucitado tiene una solución: Él, como
Único Maestro, le enseña a los hombres de hoy, es decir, a
cada uno de nosotros: Buscad el Reino de Dios y su
justicia y las demás cosas se os darán por añadidura (Mt
6,33); a tantas personas fatigadas de tanto trabajar,
agobiadas, quizá nos recuerde lo mismo que a santa
Marta: Marta, Marta, por muchas cosas te afanas y sola
una es la necesaria (Lc 10,41). O mejor aun, nos señale
Las Servidoras
con toda claridad, como lo hizo con la multitud de judíos
que le buscaba ansiosa luego de la multiplicación de los
panes: trabajad no por el alimento perecedero, sino por el
que permanece hasta la Vida eterna, el que os dará el Hijo
del hombre (Jn 6,27).
«No trabajen por el alimento de cada día»,
sencillamente quiere expresar la prioridad de valores que
debemos dar a lo espiritual por encima de lo material.
¡Tenemos que trabajar...! Para alimentar a nuestros hijos,
para sustentar a nuestra familia... pero no debemos dejar
esclavizarnos por tantas inquietudes, problemas
familiares, etc., que nos impiden dar prioridad a lo
espiritual, nos hacen olvidar del primer mandamiento.
Ante el agobio por las muchas tribulaciones, conflictos,
angustias, aflicciones... Jesús resucitado nos repite
individualmente en nuestra alma: Os digo esto para que
encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis tribulación,
pero confiad: yo he vencido al mundo (Jn 16,33). El don de
la paz interior en el sufrimiento, es fruto de la victoria de
Cristo; por eso Él nos dejó su paz y constantemente está
dispuesto a comunicárnosla. Así vemos que lo primero que
dijo, luego de la resurrección a los apóstoles, que se
encontraban turbados por mil remordimientos, angustias y
temores, cuando se les apareció por primera vez estando
las puertas cerradas del Cenáculo, fue sencillamente: ¡La
paz esté con vosotros! (Jn 20,19).

2– Ante el agobio del miedo, los mismos ángeles que


fueron los primeros en anunciar la resurrección del Señor,
hoy nos dicen a nosotros lo que avisaron a las santas
mujeres: No temáis. Yo sé que vosotras buscáis a Jesús el
crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo
había dicho (Mt 28,5). Pero no son sólo los ángeles quienes
nos animan, sino que el mismo Señor, que en el camino se
apareció a estas mujeres llenas de temor, hoy, como en
aquella madrugada de la resurrección, nos da fuerza, nos
robustece, con las alentadoras palabras que nos deben
marcar definitivamente en nuestras vidas: Soy yo, no
temáis (Mt 28,9). Constantemente Cristo nos dice: No
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

temáis. Lo dijo a través del ángel a María, a José, a los


apóstoles en la tempestad, luego de la resurrección, a San
Pablo prisionero, cuando se encontraba lleno de temores
por los peligros que le acechaban en Corinto: No temas.
Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie
pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta
ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado
(He 18,9–10). En definitiva, todo la fortaleza que nos da el
Señor, se reduce a esta realidad: No temáis a los que
matan el cuerpo, pero no pueden matar al alma (Mt
10,28).

3– Ante el agobio del pecado, la fe nos dice: «Fue


sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día,
elevándonos por su resurrección a la participación de la
vida divina, que es la gracia» 233. Y esto que Pablo VI
señalaba en el Credo del Pueblo de Dios tiene su
fundamento en aquella expresión patética del apóstol a los
corintios: Si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe; aun
estáis en vuestros pecados. Por consiguiente, los que
murieron en Cristo se perdieron (1Cor 15,17), lo que
quiere decir que si no hubiese resucitado, nuestros
pecados no habrían sido perdonados.

4– Ante el agobio de la enfermedad, el Señor resucitado


nos habla por boca del apóstol San Pablo para decirnos: Y
nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús
nos resucitará junto con él y nos reunirá a su lado junto
con ustedes (...) Por eso, no nos desanimamos: aunque
nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro
hombre interior se va renovando día a día. Nuestra
angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria
eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos
puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las
invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es
eterno (1Cor 4, 14–18).

233
cfr. PABLO VI, Credo del Pueblo de Dios, BAC (Madrid 1968) 11–
34.
Las Servidoras
Ante el agobio de las tristezas de este valle de
lágrimas, nuestra actitud debe ser la de los Apóstoles
apenas vieron al Señor: Los discípulos se llenaron de
alegría cuando vieron al Señor (Juan 20, 19). La alegría es
un mandato de Cristo resucitado a todos sus discípulos.
Fue lo primero que ordenó a las santas mujeres cuando se
les apareció en el camino: Alegraos.

5– Finalmente, ante el agobio por el problema de la


muerte, Cristo nos da la esperanza de la futura
resurrección: Si solamente para esta vida tenemos
esperanza en Cristo, somos los más miserables de los
hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los
muertos, primicia de los que durmieron. Puesto que por un
hombre vino la muerte, por un hombre también la
resurrección de los muertos. Porque como en Adán todos
murieron, así también en Cristo todos serán vivificados
(1Cor 15, 19–22).

3. Los dos principales beneficios de la


resurrección de Cristo para el hombre agobiado
La resurrección de Nuestro Señor nos trajo dos
beneficios principales, en los cuales se pueden resumir los
puntos anteriores: nuestra futura resurrección corporal y
nuestra presente resurrección espiritual.

a) La futura resurrección corporal


De la primera, tenemos que recordar que es un dogma
de fe que profesamos en el Credo cuando decimos: «Creo
en la resurrección de la carne, creo en la resurrección de
los muertos». Lamentablemente hay que confesar que un
número muy significativo de católicos da muy poca
importancia a esta verdad de fe, principalmente porque es
muy poco predicada. No sucedió así con los primeros
cristianos, que era una de las verdades que más tenían
asimiladas. Basta leer los testimonios de fe en la
resurrección de los muertos que escribían en sus
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

sepulturas. Pero si bien no se lo dice explícitamente, San


Pablo nos podría recriminar como a los corintios: ¿Cómo
andan diciendo algunos entre vosotros que no hay
resurrección de muertos? Si no hay resurrección de
muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo,
vana es nuestra predicación, vana es también vuestra fe...
¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como
primicias de los que durmieron (1Cor 15,12.14.20).

b) Nuestra presente resurrección espiritual.


Cuando el antiguo Catecismo Romano se preguntaba
por qué señales se conoce que uno ha resucitado
espiritualmente con Cristo, hermosamente respondía con
la frase del apóstol: «Si habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas que son de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios Padre (Col 3,1), claramente
indica que los que desean tener la vida, los honores, la paz
y las riquezas, allí sobre todo donde está Cristo, han
resucitado verdaderamente con Cristo; y cuando añade:
saborearos en las cosas que están sobre la tierra, agregó
también como una segunda señal, para poder con ella
conocer si realmente hemos resucitado con Cristo. Pues
así como el gusto suele indicar el estado y la salud del
cuerpo, de igual suerte, si agradan a uno todas las cosas
que son verdaderas, las que son honestas y las que son
justas y santas, y con el sentido interior del alma percibe
en ellas el gozo de las cosas del Cielo, esto puede ser una
prueba excelente de que, quién así se halla dispuesto, ha
resucitado en compañía de Jesucristo a la vida nueva y
espiritual»234.
«De cómo al alma muerta por los pecados se le
propone como modelo la resurrección de Cristo, lo explica
el mismo Apóstol diciendo: Así como Cristo resucitó de
entre los muertos para gloria del Padre, así también
procedamos nosotros con nuevo tenor de vida. Pues si
hemos sido injertados con Él por medio de la semejanza
de su muerte, igualmente lo seremos también en la de su

234
CONCILIO DE TRENTO, Catecismo Romano, I, VI, 15.
Las Servidoras
resurrección y pasadas algunas líneas, añade: Sabiendo
que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere;
la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Porque la muerte
que Él murió, la murió al pecado una vez para siempre;
mas la vida que Él vive, la vive para Dios y es inmortal. Así
también vosotros teneos muertos para el pecado, pero
vivos para Dios en Cristo Jesús235.
Porque el amor de Cristo nos apremia, al considerar
que, si uno murió por todos, entonces todos han muerto. Y
el murió por todos, a fin de que los que viven no vivan
más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó
por ellos (1Cor 5, 14–15).

Conclusión:
Hemos visto como de la resurrección del Señor, han
llegado a la humanidad los bienes más grandes. Por eso,
todo hombre agobiado, en definitiva, tiene que hacer suya
la oración de los discípulos de Emaús, cuando le rogaron
sin aun reconocerle: Quédate con nosotros, porque ya es
tarde y el día se acaba.
Debemos resucitar con Cristo: ¡Ser hombres nuevos! No
hombres agobiados, sino hombres espirituales. No
apesadumbrados, sino con alegría de vivir. No abatidos,
sino con ansias de hacer el bien al prójimo. No con los
brazos caídos, sino con gran capacidad de lucha frente al
mal. Sólo empeñados en el bien, en favor de la vida, de la
libertad, de la justicia, del amor y de la paz.
No lo olvidemos nunca: Cristo resucitado nos sigue
diciendo: Venid a mí, todos los que estáis afligidos y
agobiados, que yo os aliviaré. Cargad sobre vosotros mi
yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de
corazón; y encontraréis alivio. Porque mi yugo es suave y
mi carga liviana (Mt 11, 28–30).
María nos lo recuerde siempre.

235
cfr. Ro 6,4–11.
Tercera Parte

Los santos
Capítulo 1
La Santísima Virgen
María

1. MARÍA, ¡ES MADRE DE DIOS!

Hemos celebrado hace pocos días, con gran alegría y


hermosamente, la fiesta grande de la Anunciación del
Señor, de la Encarnación del Verbo en el gran Jubileo del
2000, y este hecho nos debe mover a conocer cada vez
más al Verbo Encarnado. Conocer su misterio, conocer su
Persona, conocer lo que nos dice la fe acerca de El, cuál es
la doctrina que Él enseñó, qué es lo que Él quiere de
nosotros. Y en forma tal, que sepamos defender en
nosotros la fe en el Verbo Encarnado.
Les contaba días atrás, que estando fuera del país, un
señor laico europeo, profesor en un Seminario, me
preguntó a boca de jarro, habiendo hecho anteriormente
críticas a la Iglesia, que cómo puede ser posible que se
diga de la Virgen María que es Madre de Dios, pero,
«¿acaso Dios puede tener madre?». Así como suena:
Negaba la maternidad divina de la Santísima Virgen, por
tanto no entendía nada del misterio de la Encarnación del
Verbo.
¿Cómo puede ser que personas con gran formación
cultural y profesional ignoren cosas tan elementales y tan
fundamentales de la fe católica? Dios, en su naturaleza
divina, no tiene Madre. En cuanto Dios, no tuvo cuna, ni
usó pañales, ni tomó la mamadera, ni se entretuvo con
sonajeros... porque Dios, en cuanto Dios, es espíritu
purísimo, no tiene cuerpo, ni huesos, ni músculos, ni
sangre, ni presión arterial, ni diabetes... y no tiene
principio. Como tampoco tiene fin, ni pasa por terapia
intensiva, ni necesita ataúd, ni sepultura, ni mortaja...
porque es eterno.
Pero si Dios se hace hombre, es decir, además de tener
una naturaleza divina asume una naturaleza humana
verdadera, (tal la Encarnación del Verbo), tiene que haber
una mujer que le dé la naturaleza humana, y esa
naturaleza humana por estar unida a la persona del Verbo,
segunda de la Trinidad, es una naturaleza humana que no
tiene persona humana, porque el lugar de la persona
humana la ocupa de una manera mucho más maravillosa,
la persona del Verbo. Entonces esa Madre engendra una
naturaleza humana que está unida sustancialmente a una
persona divina, por eso se puede y se debe decir a tal
Madre, ¡Madre de Dios! ¡Porque Cristo, su Hijo,
además de ser hombre, es Dios! Y esto es elemental.
Es una cosa tan elemental que negar esto, primero es
hacer gala de una ignorancia supina, basta que lean el
Catecismo de la Iglesia Católica236: es un dogma de fe
definido, definido por el concilio de Éfeso 237, en aquella
zona se hablaba griego, se reunieron los Padre conciliares
y para referirse a la Virgen María la palabra que usaron,
técnica, precisa, fue «Teothokos», es decir, Madre de Dios.
Como rezamos en el Ave María, en la segunda parte:
«Santa María, Madre de Dios...», es elemental, es el
abecé del cristianismo. Porque si no, ¡no hay Encarnación!
Si la Virgen no fuese Madre de Dios, sería Madre del
hombre, y no habría Encarnación, ya que habría dos
sujetos: uno divino y otro humano. Para que haya
Encarnación es necesario que Dios asuma una naturaleza
humana, y es necesario para que esas dos naturalezas,
divina y humana estén unidas sustancialmente, no en la
naturaleza (porque sería una tercera cosa, que no sería ni
Dios ni hombre); esa unión se tiene que dar en la persona,
en la persona divina, segunda de la Santísima Trinidad, la

236
cfr. Catecismo de la Iglesia católica, n. 495.
237
cfr. DH 251.
persona del Verbo. «De otro modo no se creería en una
Trinidad, sino en una cuaternidad de personas»238
Ignorar esto, es ignorar las cosas más elementales, y lo
peor del caso, es poner confusión, incluso en las almas
consagradas, porque después tuve el caso de un
seminarista que me vino a hacer la misma pregunta,
exactamente la misma pregunta. Cuando en un alma
consagrada entran esas barbaridades, esa alma poco
tiempo va a estar consagrada, porque si no sabe que
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y es
Uno sólo porque ambas naturalezas están unidas en la
Única persona del Verbo, ¿qué sentido tiene la vida
religiosa, qué sentido tiene la virginidad, qué sentido tiene
la pobreza, qué sentido tiene la obediencia, qué sentido
tienen los sacramentos? Si el que uno ve en la cruz no
tiene una naturaleza humana unida hipostáticamente a
una persona divina, nadie pagó por nuestros pecados,
porque sería un puro hombre, ni el bautismo te lava de los
pecados, ni la confesión, ni la Eucaristía sería el Cuerpo y
Sangre del Señor, junto con su alma y su divinidad.
Caen todos los sacramentos, cae la Iglesia. Por eso así
estamos, por eso hay tantos sacerdotes que se dedicaron
a las cuestiones temporales y algunos pareciera que han
dejado de creer en las verdades eternas. Por eso hay que
profundizar siempre en esas verdades de fe, porque son
esas verdades de fe las que son capaces de mover nuestro
corazón a imitarlo al Señor. Y saber de manera tal, de ser
capaz de responder cuando les sale alguien con alguna
cosa así. Porque como decía Juan Pablo I: «De la fe sólo
tenemos lo que somos capaces de defender». Si hay algo
de la fe que no somos capaces de defender es porque no
tenemos fe, porque no tenemos fe como la que
tendríamos que tener. Por eso pidámosle en esta noche a
la Santísima Virgen, a la que le vamos a cantar dentro de
unos minutos, la gracia de defender con la mayor fuerza
posible la verdad del Verbo que se hizo carne.

238
SAN AGUSTÍN, Sobre la predestinación de los elegidos, 15,31; cit.
en Liturgia de las Horas, III, p. 488.
4. «... CONCEBIRÁS Y DARÁS A LUZ UN HIJO» (LC
1,31)
(El motivo principal de la Anunciación)239

1. La estrecha vinculación entre la Anunciación y


la obra de la redención.
La Anunciación del arcángel San Gabriel a María
Santísima entra de lleno dentro de los actos redentores de
Cristo; debemos considerarla estrechamente vinculada a
la Redención, entre aquellas cosas previas, que la
preparan.
Todos los actos redentores de Cristo se ordenan contra
el pecado, según el motivo mismo de la Encarnación. Si el
motivo de la Encarnación es el pecado, como afirma Santo
Tomás240, todos los actos redentores del Salvador, que
tienen su razón de ser en la misma Encarnación, se
explican contra el pecado. La Anunciación del Ángel debe
contemplarse así, en orden a la extirpación del pecado,
eso significa contemplarla según las exigencias de la
Redención.
La Redención interesa desde el punto de vista del
Redentor, y desde el ángulo de las criaturas a redimir. El
primero es el punto de vista de la causa eficiente, el
segundo, de las criaturas, es el de la causa material. La
Santísima Virgen es criatura redimida. Y, como criatura
sujeta a la redención, debe entrar por la fe del Nuevo
Testamento en los caminos de la justificación. El Ángel
tiene en cuenta que es la mujer privilegiada de Dios, la
hija de Sión, la nueva Eva, la primera beneficiaria de los
méritos del Salvador, y quien debe preceder al resto de los
elegidos. Por ese motivo debe preceder en el camino de la
justificación neotestamentaria; como lo harán después los
demás hombres, la Virgen María entrará por la fe plena en

239
Sigo, casi textualmente, al P. ALBERTO GARCÍA VIEYRA, OP, La
devoción a la Santísima Virgen María, Ediciones Santo Domingo
(Argentina) 128–135.
240
cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,1,3–4.
Jesucristo, su hijo e Hijo de Dios en el camino de la
salvación del Nuevo Testamento.

2. La Virgen santísima y el acto de fe en la


Encarnación
La misión del ángel Gabriel tiene su razón de ser, no
sólo obtener el consentimiento de María, sino el motivo
más alto de la fe explícita en Jesucristo su hijo, que es el
principio de la justificación en el Nuevo Testamento. Tal es
el motivo que pone Santo Tomás.
En la cuestión consagrada a la Anunciación, primero se
trata de la necesidad. Santo Tomás da cuatro razones que
prueban la conveniencia o congruidad de la Anunciación:
Primero, para que se guardase el orden
correspondiente («congruus ordo») de la unión del Hijo de
Dios con la Virgen, es decir, de tal manera que acerca de
él fuera instruida su mente antes de que su carne lo
concibiera241.
Tal es la primera razón, que conviene examinar
detenidamente. La Anunciación es necesaria para
asegurar la conveniente unión del Hijo de Dios a la Virgen.
La razón formal de la Anunciación aparece con más cla-
ridad examinando en qué consiste la congruidad o
conveniencia de la unión. La Anunciación debe
contemplarse en función de los fines de la Redención.
El orden de unión entre el Hijo de Dios y la naturaleza
humana adquiere su congruencia por adaptarse al orden
de la justificación, con todo lo que aquella importa de
acción contra el pecado y restauración de la justicia en la
presencia de Dios.

a. La fe en la Encarnación y la unión con Dios


El Hijo de Dios debía venir y unirse a los hombres. La
misión visible del Hijo comienza a manifestarse con

241
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,30,1.
hechos que preanuncian la Epifanía del Señor. Estos
hechos van a crear en el mundo la total economía de la
salvación; van a recrear en el hombre un orden de justicia
opuesto al orden de injusticia, que es el pecado. Tal
recreación –renovar el orden de justicia destruido por
Adán– comenzará por la fe en Jesucristo. Es esto lo que
explica la conducta del Ángel en la Anunciación.
La restauración del orden de justicia, debe comenzar en
el mundo por la fe: Quien se acerca a Dios tiene que creer
(Hb 11,6). Ésta es la obra de Dios: que creáis en el que me
envió (Jn 6,29). Siempre que hablamos de «unión con
Dios», hay que pensar en la necesidad de la fe por parte
de la criatura que se unirá con Dios. La fe es el principio
de la justificación, como enseña el Concilio de Trento; y la
gracia, quien la consuma.
El orden congruo de unión entre el Hijo y la Santísima
Virgen, obtiene su congruencia a partir de las bases
comunes para todos los hombres, y debe empezar por la
fe; por ese motivo de la fe, fue necesaria la Anunciación.
María, antes de unirse como esposa del Espíritu Santo y
concebir al Hijo de Dios, debía tener fe explícita en el
misterio de la Encarnación, realizado en concreto, en su
propio seno. Como uno cree en la presencia real de Jesús
en la santa Eucaristía, María debía creer en el Hijo de Dios
viviente en sus entrañas.

b. La fe de la Virgen en el Mesías
La Virgen creía ya en el Mesías; creía firmemente en el
libertador de la Humanidad; pero debía creer que el
Mesías, el Hijo de Dios Redentor, iba a ser aquel hijo suyo
del que le hablaba el Ángel. Sobre esto la Virgen debía ser
instruida por el mensajero divino, hasta volver en María la
fe explícita en la Encarnación, y obtener su consentimiento
a los planes del Señor242.
El ángel no vino solamente, como se dice, para obtener
el consentimiento de la Virgen, sino por el motivo más

242
cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 1 ad 2.
importante de la fe en el Redentor; y no sólo en la persona
del Hijo sino en la Encarnación. El anuncio del Ángel daba
a la Virgen la «fórmula» de la Encarnación: He aquí que
concebirás en tu seno y darás a luz un hijo (Lc 1,31).
Si quedara alguna duda, podemos corroborarlo con las
palabras de San Agustín que el Angélico pone en el mismo
contexto: «Más feliz es María recibiendo la fe de Cristo que
concibiendo la carne de Cristo» 243. Además, en el
Comentario a las Sentencias, propone la objeción que la
Anunciación era innecesaria porque la Virgen ya tenía la
fe, y responde: «No estaba determinado que cayera bajo
la fe el tiempo de la Encarnación ni a través de qué virgen
debía cumplirse. Por eso tenía que ser instruida sobre el
particular por la anunciación. En efecto, que habría de
haber una Encarnación –cosa que caía bajo la fe de los
antiguos–, lo aceptaba firmísimamente con su fe
(firmissimum fide tenebat)»244.
En ambos textos se pone de relieve la importancia de la
fe explícita en la Encarnación. María tenía, en grado
excelente, la fe veterotestamentaria, y no podía tener
otra. ¿Cuáles son los límites extremos de esta fe?
Sabiendo esto podremos reconocer qué agrega la fe del
Nuevo Testamento, y apreciar el motivo de la embajada
angélica.

c. Los límites de la fe veterotestamentaria y la


“divina pedagogía” de la Anunciación
María tiene ciertamente como de fe la venida de Yahvé
a su pueblo; que el Salvador será el mismo Dios; que
nacerá como un niño, y de una madre–virgen, según la
profecía de Isaías (7, 14); sabía de la dignidad de la
madre, comparable a Eva, y superior a la primera mujer.
Sabía también que aquella mujer tendría todo el poder de
Dios contra el demonio y el pecado; quizás pudo deducir
personalmente, que aquella mujer estaría preservada del

243
“Beatior est Maria percipiendo fidem Christi, quam concipiendo
carnem Christi” (SANTO TOMÁS, S.Th., III, 30, 1c).
244
SANTO TOMÁS DE AQUINO, In III Sent., 3, 3, 1, 1 ad 1.
pecado, para tener fuerzas contra el demonio. Podía
reconocer, por las profecías de Daniel, que el tiempo de la
Salvación había llegado o era inminente. Todo esto lo pudo
saber la Santísima Virgen antes de la aparición del Ángel.
En lo que no podía creer la Virgen antes de la
Anunciación, por carecer de motivos suficientes es que
Ella era la llamada para ser madre de ese niño misterioso
de quien habló Isaías, Dios y hombre, que sería el
Salvador. No podía tener idea de que Ella misma, siendo
virgen, iba a ser madre, y la madre del Salvador del
mundo; su hijo Jesús, de quien le hablaba el Ángel sería el
Redentor del mundo. Quiere decir que su fe en el Mesías,
salvador del mundo, debía concretarse y volverse
explícita, en su hijo Jesús. Fe en Jesucristo, fe en el poder
de Jesucristo, y en su obra de salvación del mundo; a eso
estaba vinculada su persona y su acción. En todo
conforme a esa fe, debía obrar en consecuencia.
Es por este motivo, entonces, que es instruida por el
Ángel, y no solamente sobre el misterio de la Encarnación
sino sobre su eminente dignidad de nueva Eva y Madre de
Dios. Dice hermosamente Santo Tomás: «La Virgen
Santísima tenía una fe expresa en la Encarnación futura;
sin embargo, como era humilde, no pensaba cosas tan
altas sobre sí misma. Por eso tenía que ser instruida sobre
este particular»245.
En resumen, el Ángel la lleva desde la fe mesiánica del
Antiguo Testamento, que tenía un objeto aun no bien
determinado, a la fe propiamente neotestamentaria, la fe
en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. En Ella se
inaugura la presencia sacramental del Hijo de Dios en su
Iglesia, que pertenece también a la fe de la misma Iglesia.
María cree en el Hijo de Dios en su seno, como nosotros
creemos en el Hijo de Dios en el tabernáculo.
Las demás razones del cuerpo del artículo que
comentamos, vienen a corroborar aquel motivo principal.
La segunda dice: «La fe para ser testigo de éste

245
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III, 30, 1, ad 2: “cum esset
humilis, non tam alta de se sapiebat”.
sacramento»246. La tercera: «La oblación de sí misma en la
fe»247. La última: «La unión íntima consumada por la fe
perfecta, en que la fe de la Virgen vale ante Dios por toda
la naturaleza humana, y sella el matrimonio espiritual»248.

d. El acto de fe de la Virgen y la fe
neotestamentaria
En la Virgen contemplamos la fe de la Iglesia,
arraigando profundamente en el diálogo con Gabriel.
Como la infidelidad de Eva fue la del género humano, así
la fe de María posee igual plenitud y universalidad.
El Ángel ha suscitado en María la fe de la nueva
Jerusalén. Ahora es posible en un orden descendente, la fe
de San Pedro, la de los Apóstoles, la de todos los llamados
a las bodas del Cordero. La misericordia de Dios tiene una
respuesta de entera generosidad. El consentimiento de
María, es acto de fe de María y de la Iglesia. Es fe en la
obra de salvación, que lleva el sello de la voluntad salvífica
del Padre; por eso creer en la obra de Jesús es creer en el
Padre que lo ha enviado.
La fe en Jesucristo será el principio de la salvación en el
mundo. Ya no valen la fe en las promesas, o la fe en un
mediador indeterminado. La fe de Israel, y la fe de los
gentiles, pasan a segundo plano; la humanidad se unifica,
desde el punto de vista de la salvación, en el vértice
supremo de la fe en el Redentor, Jesucristo.
María poseía, en grado eminente, la fe de Israel. En Ella
hay una conversión, que es la conversión de la humanidad
al cristianismo. Ahora es la fe en Jesucristo salvador.
Hablamos de conversión, de una nueva fe. Pídesele salir
como Abrahám, de su tierra, de su parentela y de su casa,
e ir a una tierra nueva y misteriosa que señalaba el dedo
de Dios (Gen. 12, 2). Salió Abrahám de su tierra a otra
tierra, dentro del plan prefigurativo de la Antigua Ley.
246
“ut posset esse certior testis hujus sacramenti”.
247
“ut voluntaria sui obsequii munera Deo offerret”.
248
“ut ostenderetur esse quoddam spirituale matrimonium inter
Filium Dei et humanam naturam”.
María parte de la antigua fe, para salir de ella, y entrar en
un mundo nuevo, en el plan de realizaciones de la nueva
Ley. Enséñale el Ángel la nueva y verdadera tierra de
Canaán, tierra ofrecida a los hombres por venir; tierra que
será poseída y que hará la felicidad de todos aquellos que
no hayan sucumbido en el desierto.

e. Fe y conversión
Dice Santo Tomás: «La primera conversión a Dios se
hace por la fe»249. Es el inicio del movimiento de la
justificación. La Virgen ya creía en el Dios de Israel. Pero
las palabras del Ángel suscitan en Ella un nuevo
movimiento: la fe en el Verbo encarnado, su Hijo. Así
la sorprendemos al iniciar un nuevo camino más perfecto
de justicia, que el de su padre Abrahám. Tal es la fe de
María, que será después la fe de la Iglesia.
Quien se acerca a Dios tiene que creer (Hb 11,6). El
apartarnos del pecado y volvernos hacia Dios es por la fe.
Santo Tomás explica que la fe es luz para la inteligencia 250.
En esa luz vemos la voluntad de Dios,
misericordiosamente manifestada para salvarnos. La fe es
un saber de la voluntad de Dios, consentimiento y
encuentro con la misma. La fe lleva por eso la prenda de
bendición. Por la fe de Abrahám serán benditas en él todas
las naciones de la tierra (Gen 18,18). En la fe de María, son
benditas todas las naciones de la tierra. Su fe no trae la
promesa sino lo Prometido, la Bendición, el Bendito que
viene en el nombre del Señor (Mt 21,10).
Ya no vale la fe en las promesas. Porque las promesas
ya son realidad en Cristo, que es el Amén de Dios Padre.
Era la fe de los patriarcas y de los Profetas; la fe de sus
padres, Joaquín y Ana, y la fe que la llevó al Templo para
consagrarse al Señor.

249
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., I–II, 113, 4: “prima autem
conversio in Deum fit per fidem”.
250
In Ep. ad Hebr., l. 2, n° 575 Mar.
f. La fe de la Virgen y su participación activa en la
historia de la salvación
El hacer que María diera por terminada la antigua
economía salvífica, y abrazara la nueva, siendo
protagonista de la misma, era tan importante, que
constituía el principal objetivo de la embajada de Gabriel.
Gabriel viene para decir a María que las figuras han sido
cumplidas, que el hombre, desde ese instante se salvará
por Jesucristo. Ella, la primera, debe profesar la fe en
Jesucristo. El Ángel deja en el mundo la nueva y definitiva
economía de salvación. Es la justicia de Dios por la fe en
Jesucristo251; la ley era como el ayo, que lleva los niños de
la mano, hasta la edad adulta; venida la fe, ya no estamos
sujetos al ayo252.
María, y con Ella la Iglesia, entienden la salvación
neotestamentaria por la fe en Jesucristo.
María entrega su Hijo como objeto de fe a la Iglesia.
Después de concebirle ella misma, entrega al mundo el
Salvador. Llévale a casa de Isabel, promueve el incidente
de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná, y
sobre todo le acompaña hasta la Cruz. ¡María al pie de la
Cruz! Al caer las tinieblas sobre el mundo, llenos los senos
de su alma por la agonía del Hijo,... Ella estaba de pie
junto a la Cruz, como dice el Evangelio. Allí pide al Padre,
en nombre de la humanidad, por la miseria y cobardía de
los hombres; el Hijo ve en su madre, la fe y la esperanza
de la Iglesia. Es la Iglesia que cree y espera en el
momento supremo de la crucifixión; allí se recupera la
confianza de los Apóstoles; allí nace la fortaleza de los
mártires; allí la energía de los confesores; allí la santidad y
la gloria de la verdadera Jerusalén.
Concebirás y darás a luz un hijo, a quién pondrás por
nombre Jesús (Lc 1, 31). Tal es el objeto de la nueva fe
propuesta a María. Jesús quiere decir «salvador». El
salvará a su pueblo de sus pecados, dice el Ángel en
sueños a José (Mt 1,21). «Este nombre de Jesús, dice San
Alberto Magno, significa la propiedad, el acto y el efecto
251
cfr. Ro 3,22.
252
cfr. Ga 3,25.
de la salvación»253. El mismo nombre tiene Josué o Jesús
hijo de Nave que introdujo al pueblo en la tierra
prometida; los ángeles anuncian el nacimiento del
Salvador, en la ciudad de David (Lc 2,11). María no podría
menos que sentirse identificada con la virgen–madre de
Isaías: Ella cree y adora la voluntad de Dios.

3. La Fe en la Trinidad
La fe en la encarnación debe ir precedida por la fe en la
Trinidad.
En el Antiguo Testamento el misterio de la Trinidad
permanecía un poco en la penumbra, sin ser objeto,
dentro de lo que podemos entender, de una revelación
explícita. A ese respecto dice el P. Ceuppens: «Nosotros
opinamos que el dogma de la Santísima Trinidad no fue
revelado abiertamente en el Antiguo Testamento»254.
La Trinidad de personas dentro de la más absoluta
unidad de naturaleza apenas se dibuja en las páginas de la
antigua Ley; alusiones e insinuaciones, son lo
suficientemente oscuras y medidas como para no romper
el monoteísmo del pueblo hebreo, y lo suficientemente
claras como para exigir la fe de los mayores (profetas y
doctores), y preparar los caminos a la fe plena de la futura
edad mesiánica.
La Santísima Virgen ocupaba entre aquellos mayores un
lugar excepcional. Sin posibilidad de ignorancia, perfecta
en sus dotes naturales, ciencia infusa y adquirida de las
Escrituras, iluminada por su pureza inmaculada, la Virgen
debía penetrar como ninguno y adorar profundamente el
misterio de Dios, trino y uno.
En su diálogo con el Ángel, María expresa su fe en la
Trinidad. Gabriel es el mensajero de Dios. María cree en el
253
In Evang. Lucae, b 22, 74.
254
“Opinamur ergo quod dogma SS Trinitatis in A. T. aperte
revelatum non fuit”. cfr. Theologia Biblica, vol. II, De Sma. Trinitate,
53.
Padre, en la misericordiosa paternidad de Dios; cree en el
Hijo de Dios que iba a ser el Hijo suyo; cree en el Espíritu
Santo, nombrado expresamente por el Ángel: Descenderá
sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra
(v. 35). Sin duda, está lo suficientemente expresado el
misterio trinitario como para terminar el acto de fe de la
Inmaculada.
No puede tenerse fe explícita en la Encarnación, dice
Santo Tomás, sin fe en la Trinidad: «Sin la fe en la Trinidad
el misterio de la Encarnación no puede creerse
explícitamente»255. Ambos misterios se complementan y
son necesarios de creer explícitamente y en concreto.
La Virgen ya sabía que la venida del Ungido sería la
obra de la Trinidad; ahora el Ángel concreta para la Virgen
el objeto de la fe en Jesucristo su Hijo, el Ungido del Padre,
por obra de la misma Trinidad.
Al referirnos al conocimiento o a la extensión de la fe en
la Virgen, debemos pensar que si bien era una criatura
humana, era también preservada del pecado original; su
saber, su comprensión, eran infinitamente superiores a
toda otra persona humana. Sin pecado original, y sin
defecto en la inteligencia, poseía la ciencia de las
Escrituras. Veía perfectamente la aplicación que el Ángel
iba haciendo de las palabras de los profetas. Otra mujer,
Eva, sin pecado original, había sido engañada por un
ángel. La parte más problemática para María, sería creer
en el Ángel. La Virgen debe convencerse prudentemente.

Queridos hermanos y hermanas:


Aprendamos de la Santísima Virgen a tener mucha fe
en el Hijo de Dios que se encarna en su seno y una fe
intrépida que nos mueva a la conversión.
Contemplemos como Ella nos está representando en su
«Sí» a todos y a cada uno de nosotros, e imitémosla
diciéndole siempre «Sí» a Dios.

255
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., II–II, 2, 8: “Mysterium
incarnationis Christi explicite credi non potest sine fide Trinitatis”.
Pidamos por estos 15 jóvenes que al recibir la santa
sotana continúan en el camino de decirle «Sí» a Dios, para
que, a ejemplo de María, jamás se retracten de este «Sí».
3. LA MUJER VESTIDA DE SOL

«Un gran signo apareció en el cielo:


una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies,
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza...» (Ap
12, 1–6).

Queridos hermanos, nos encontramos hoy nuevamente


reunidos junto al altar del Señor, para celebrar en esta
ocasión la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Y haré
este sermón de la siguiente manera: dos referencias, una,
a la Virgen de Luján, otra, a la Virgen de Fátima; un tema
central, y una aplicación a las 7 Novicias que hoy reciben
su hábito religioso.

I. Referencias.
Quiero referirme a ese aspecto de la Virgen de Luján,
que puede verse en uno de los adornos que la acompañan,
como es el caso de la rayera, que la hizo colocar para que
se distinguiese de otras advocaciones argentinas el padre
Jorge María Salvaire, a fin del siglo XIX. ¿Por qué? Porque
la Imagen de Luján es una Inmaculada, es la Limpia y Pura
Concepción de la Santísima Virgen.
Y la rayera recuerda a esa mujer del Apocalipsis a la
cual, en forma clarísima, en la primera lectura hemos
escuchado, la Mujer revestida de sol. María es la mujer
revestida de sol. ¡María de Luján es la mujer revestida de
sol!
Y además éste es el texto que ha querido elegir el Papa
Juan Pablo II para ser leído como primera lectura de la
Misa solemne de beatificación de Francisco y Jacinta en
Fátima, realizada poco tiempo atrás. En el mismo sermón,
el Papa dio algunas indicaciones sobre la Virgen de Fátima
como esa mujer revestida de luz.
II. El vestido de sol.
El texto del Apocalipsis, riquísimo en contenido, señala
el tiempo maravilloso de la expectativa y de la esperanza,
porque esa Mujer revestida de luz es la que da a luz un
Hijo. Y ocurre allí una suerte de un encuentro cósmico,
entre personajes que superan el simple nivel humano.
Ellos son: la Mujer, excepcional, revestida de sol; el Hijo
que da a luz la Mujer revestida de sol; y el dragón, que
representa a la serpiente infernal.
Este pasaje del Apocalipsis hace referencia, según los
mejores exégetas, a varios textos de la Sagrada Escritura:
– al Protoevangelio del Génesis. Allí ya se habla de la
mujer: Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje
y el suyo (3, 15);
– a la «Virgen Madre», según la profecía del Mesías de
Isaías 7, 14.
– a la Nueva Jerusalén, madre del pueblo mesiánico de
Isaías 66, 7.
– a la visión del dragón del profeta Daniel 7,7.
Por eso es que para descifrar lo que significa esa Mujer
revestida de sol son de mucha ayuda los elementos
descriptivos, que hacen ver que esa Mujer también
representa a la Hija de Sión, al pueblo Santo de los
tiempos mesiánicos, a la Iglesia perseguida.
«Vestida de sol», porque es una figura celestial. La Sión
escatológica no brilla con luz propia, sino con la gloria de
Dios. Es la Mujer toda luz: no hay en ella mancha, no hay
en ella oscuridad. ¡Es la Inmaculada!
«Con la luna bajo sus pies», es decir, toda la historia
humana, todos los siglos lunares le están sometidos.
También la historia del siglo XX, y también la historia del
siglo XXI y de los siglos que vayan a venir.
«Sobre su cabeza (de la mujer revestida de sol) una
corona de doce estrellas». Esa mujer es imagen del
Antiguo y del Nuevo Testamento. Por tanto, sobre la
cabeza coronada están representadas por las estrellas las
12 tribus de Israel y los 12 apóstoles; de manera que las
estrellas hacen referencia también a las comunidades
cristianas porque el número 12 reclama tanto a las 12
tribus de Israel como al grupo de los Doce Apóstoles,
columnas de la Iglesia, y fundamento de la misma.
De la combinación de los datos que nos da el libro del
Apocalipsis obtenemos que la mujer representa a la
Iglesia, la comunidad cristiana: es Ella y sólo Ella la que
puede engendrar al Hijo y a los otros hijos, nosotros 256.
Pero lo que se dice de la Iglesia se puede aplicar, y se
debe aplicar a la Santísima Virgen y viceversa: lo que se
dice de la Virgen se puede y se debe aplicar a la Iglesia,
como sugería un santo abad del siglo XII: «María y la
Iglesia son una madre y más madres... En las Escrituras
divinamente inspiradas, lo que se dice de modo universal
de la virgen Madre Iglesia, se lo entiende de modo singular
de la Virgen Madre María, y lo que se dice de modo
especial, singular, de María se lo entiende en sentido
general de la virgen Madre Iglesia...» (Beato Isaac de
Stella).
Y es llamativo, pero... ¡estamos viviendo tiempos
curiosos! La Virgen en Fátima a los tres pastorcitos, en las
distintas visiones, de manera especial el primer día, el 13
de mayo de 1917, se les aparece como Mujer revestida de
sol. Dice Sor Lucía, que tuve el gusto de saludar
personalmente por gracia de Dios:
«Estando jugando con Jacinta y Francisco encima de la
pendiente de Cova de Iría, haciendo una pared alrededor
de una mata, vimos, de repente, como un relámpago.
– Es mejor irnos ahora para casa –dije a mis primos–,
hay relámpagos, puede venir tormenta.
– Pues sí.
Y comenzamos a descender la ladera, llevando las
ovejas en dirección del camino. Al llegar poco más o
256
cfr. Ap 12,17.
menos a la mitad de la ladera, muy cerca de una encina
grande que allí había, vimos otro relámpago; y, dados
algunos pasos más adelante, vimos sobre una encina
una Señora, vestida toda de blanco, más brillante
que el sol, irradiando una luz más clara e intensa
que un vaso de cristal, lleno de agua cristalina,
atravesado por los rayos del sol más ardiente. Nos
detuvimos sorprendidos por la aparición. Estábamos tan
cerca que nos quedábamos dentro de la luz que la
cercaba, o que Ella irradiaba. Tal vez a metro y medio de
distancia más o menos.
Entonces Nuestra Señora nos dijo:
– No tengáis miedo. No os voy a hacer daño.
– ¿De dónde es Ud.?
– Soy del Cielo.
– ¿Y qué es lo que Ud. quiere?
(...)
–¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los
sufrimientos que Él quisiera enviaros, en acto de
desagravio por los pecados con que es ofendido y de
súplica por la conversión de los pecadores?
– Sí, queremos.
– Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de
Dios será vuestra fortaleza».
Allí ocurre en los niños de 10, 9 y 7 años, una
experiencia ciertamente mística, la experiencia de la unión
con Dios, que Sor Lucía describe años después con estas
palabras:
“Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de
Dios será vuestra fortaleza) cuando abrió por primera vez
las manos comunicándonos una luz tan intensa como
un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos
penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma,
haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios que era
esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor
de los espejos. Entonces por un impulso íntimo, también
comunicado, caímos de rodillas y repetíamos íntimamente:
“Oh Santísima Trinidad, yo Os adoro. Dios mío, Dios mío,
yo Os amo en el Santísimo Sacramento”.
Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora
añadió:
– Rezad el Rosario todos los días, para alcanzar la paz
para el mundo y el fin de la guerra.
En seguida comenzó a elevarse suavemente, subiendo
en dirección al naciente, hasta desaparecer en la
inmensidad de la lejanía. La luz que la rodeaba iba
como abriendo camino en la bóveda de los astros,
motivo por el cual alguna vez, dijimos que habíamos
visto abrirse el Cielo”.»
Es una altísima experiencia mística.
La Virgen de Fátima también es la Inmaculada, y es
por eso que el ángel en la tercera aparición, que fue entre
el mes de julio y agosto del año anterior, ya les había
dicho que debían rezarle al Inmaculado Corazón de María.
Acerca de la «Mujer vestida de sol», Su Santidad Juan
Pablo II había dado una interpretación, que es muy
interesante:
«“La mujer vestida de sol” del Apocalipsis de Juan es la
mujer que después del pecado del hombre ha sido
introducida en el centro de la lucha contra el Espíritu de
las tinieblas».
Por tanto, hay otro elemento esencial: no solamente es
la Mujer toda luz, sino ¡una Mujer que lucha! Es una
mujer que está contra la fuerza y el poder del mal, como lo
había anunciado Dios en el Protoevangelio. Es una
enemistad creada por Dios, y por más que los hombres
busquen mezclar las cosas, por más que los hombres
traten de llamar bien al mal y mal al bien, no va a ser así y
no va a cambiar hasta el fin de los siglos, y María siempre
estará del lado del bien.
Sigue diciendo Juan Pablo II: «Habla el libro del Génesis.
Recordemos las palabras de Dios pronunciadas al
Tentador: Yo pondré enemistad entre ti y la mujer (Gen 3,
15). Y esto viene confirmado en el Apocalipsis: El dragón
se puso delante de la mujer que está por dar a luz para
devorar al niño apenas nacido (12,4)».
Nos encontramos en el punto central de la lucha que
se desarrolla sobre la tierra, desde el inicio de la historia
del hombre257.
La serpiente del libro del Génesis, el dragón del
Apocalipsis, es el mismo Espíritu de las tinieblas, el
Príncipe de la mentira, que, rechazando a Dios y a todo lo
que es divino, ha llegado a ser la «negación encarnada» –
la caricatura que hace el diablo de la Encarnación–.
«La historia del hombre, la historia del mundo, se
vuelve bajo la presión incesante de esta negación de Dios
originaria llevada adelante por Satanás, negación del
Creador por parte de la criatura. Desde el inicio, y desde el
momento de la tentación de nuestros primeros padres, y
después durante todas las generaciones de los hijos e
hijas de la tierra, él trata de introducir su “non serviam” en
el alma del hombre».
¿Quién es esta «mujer»? Es aquella que con todo su ser
humano dice: He aquí, soy la sierva del Señor (Lc 1, 38),
¡exactamente lo contrario! «... En el centro mismo de la
lucha entre el espíritu de la negación de Dios y el servicio
salvífico, el Hijo de Dios ha llegado a ser Hijo de María. Así
se cumple la promesa de Dios en el libro del Génesis: en
medio de la historia del hombre está el Hijo de la mujer,
que es el ministro de la salvación del hombre y del
mundo»258.
¿Y por qué es María la que lucha contra el demonio? Es
así por voluntad de Dios. Dios es el que puso esa
enemistad. De tal manera que a esa Mujer que revistió de
su luz, es decir, la llenó de su gracia sin dejar que su
257
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre
la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 24.
258
JUAN PABLO II, «Homilía durante la Misa celebrada en la
parroquia de Castelgandolfo», L’Osservatore Romano 35 (1984) 522.
Corazón conociese el pecado, es el que le dio un poder
enorme contra el poder del mal, un poder más grande que
el que tienen todos los ángeles y todos los santos juntos.
¡De tal manera que un suspiro de la Virgen tiene más
poder que todo lo que pretendan hacer todos los diablos
juntos!
¿Y cuáles fueron sus armas? Armas infalibles, y armas
invencibles: la humildad, la pureza, la obediencia. Es así
como María vence y es así como María enseña a vencer a
sus hijos. Así contemplamos, en el signo aparecido en el
cielo, aquella que es como gustaba llamarla San Bernardo,
«toda la razón de nuestra esperanza».

III. Las religiosas vestidas de sol, por


participación.
Y en este día en que nuestras Hermanas recibirán el
santo hábito, podemos hacer una aplicación de lo que
venimos desarrollando.
Las almas consagradas, en este caso las religiosas que
se consagran a Dios, tienen por modelo a María, y también
son una participación análoga de la Mujer revestida de Sol.
Por eso la religiosa tiene que ser una mujer toda luz y
tiene que ser también una mujer toda lucha, con más
razón en estos tiempos.
Y de manera muy particular, la religiosa es por
participación una mujer toda luz por la virginidad.
Debemos advertir siempre que lo esencial de la doctrina
sobre la virginidad lo ha recibido la Iglesia de los mismos
labios de su Divino Esposo, Jesucristo259.
En una oportunidad, pareciéndole a los discípulos muy
pesados los vínculos y las obligaciones del matrimonio,
que Nuestro Señor les manifestara, no separe el hombre lo
que Dios ha unido, le dijeron: si tal es la condición del
hombre con respecto a la mujer, no tiene cuenta el
casarse (Mt 19,10), y entonces Jesús aprovecha la ocasión
para enseñar de una manera muy clara, aunque
259
cfr. PÍO XII, Sacra Virginitas, passim.
parabólica, la importancia de la virginidad. Jesús les
respondió que no todos eran capaces de comprender esta
palabra, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido;
porque algunos son inhábiles para el matrimonio por
defecto físico de nacimiento, otros por violencia y malicia
de los hombres; otros en cambio se abstienen de él,
espontáneamente y por propia voluntad, y eso por amor al
Reino de los Cielos. Y concluyó Nuestro Señor diciendo de
manera misteriosa, porque ciertamente que la virginidad
siempre es misteriosa: Quién sea capaz de tal doctrina
que la siga (Mt 19,11–12).
Por otra parte, los santos y doctores de la Iglesia de
todos los tiempos enseñan que la virginidad no es virtud
cristiana sino cuando se guarda por amor al Reino de los
Cielos260, es decir, cuando abrazamos este estado de vida
para poder más fácilmente entregarnos a las cosas
divinas, alcanzar con mayor seguridad la eterna
bienaventuranza y, finalmente, dedicarnos con más
libertad a la hora de conducir a otros al Reino de los
Cielos.
Es por eso que el Apóstol San Pablo, inspirado por el
Espíritu Santo, advierte: El que no tiene mujer, anda
solícito en las cosas del Señor, y en qué ha de agradar a
Dios... Y la mujer no casada y la virgen piensan en las
cosas del Señor para ser santas en cuerpo y alma (1Cor
7,32–34).
Éste es por lo tanto el fin primordial y la razón principal
de la virginidad cristiana. El tender únicamente hacia las
cosas divinas, empleando en ellas alma y corazón, y
querer agradar a Dios en todas las cosas, pensar sólo en
Él, consagrarle totalmente cuerpo y alma. Y eso lo
entendió siempre así la Iglesia. Basta citar como ejemplo a
San Agustín, obispo de Hipona: «no es que se honre a la
virginidad por ella misma, sino por estar consagrada a
Dios, y no alabamos a las vírgenes porque lo son, sino por
ser vírgenes consagradas a Dios por medio de una piadosa
continencia»261.

260
cfr. Mt 19,12.
261
SAN AGUSTÍN, De Sancta virginitate, 22; PL. XL, 407.
Por eso es que, en la actualidad, todo el ataque
despiadado que se hace a la virginidad se lo hace no
solamente por la virginidad misma, sino porque la
virginidad es una consagración a Dios. Basta ver el ataque
a la virginidad que vemos en estos tiempos en la
televisión, donde no hay programa ni hay telenovela
donde no aparezca una «monja» de día, pero a la noche es
vedette; o ponen una cárcel en el subsuelo donde las
castigan; o se presenta a una «monja» que anda de novia
con el que era su novio, o con el que salió con ella, y que
no salió, y que resulta que después es primo del hermano,
de la tía, del sobrino, de la abuela... sobre todo si es del
teleteatro argentino. He tenido oportunidad de decir
alguna vez, que el teleteatro argentino todo lo alarga:
como el conocido caso de aquel embarazo que duró dos
años, el parto un mes, y el bebé resultó prematuro...
Hay que saber que la lucha actual y desde siempre
contra la virginidad no deja de ser una cosa satánica,
porque es la repetición del «non serviam», del «no
obedeceré». De algún modo es no considerar a Dios como
«El que es», el Todopoderoso, el Ser Supremo, porque Él
es el Señor de la vida y de la muerte.
Y por eso es importante comprender lo que es la
virginidad: la virginidad no es negarse a todo esposo, sino
negarse a todo esposo humano, para tener un Esposo
Divino. Como decía San Ambrosio, en una concisa frase:
«Virgen es la que se desposa con Cristo»262. Por este
motivo, el objeto principal de estas mujeres vestidas de sol
por participación, es agradar siempre al Divino Esposo.
Es lo que pedimos en esta Misa, por estas Hermanas
que hoy reciben su santo hábito, por todas las Hermanas
de nuestros Institutos, y también por todas aquellas
mujeres, miles y miles, que han sabido envejecer en su
virginidad, que han sido gloria y corona de la Iglesia.
Se lo pedimos a la Virgen: ¡La Mujer vestida de sol!

262
SAN AMBROSIO, De virginibus, I, 8; n. 52; PL. XVI, 202.
4. ¡SELLA LAS COSAS QUE HABLARON LOS
TRUENOS!

Celebramos hoy, en la solemnidad de la Anunciación


del Señor, los 2000 años de la Encarnación del Verbo.
Como dijimos en nuestras Constituciones: «Aspiramos a
que nuestra familia religiosa se distinga y sea llamada
“del Verbo Encarnado” ya que nos acercamos al
bimilenario de ese acontecimiento, que es más grande
que la creación del mundo y que no puede ser superado
por ningún otro»263. Por eso éste es un día muy especial
para nosotros y en este sermón quiero referirme a los
motivos de la Anunciación264, que son cómo nuestra razón
de ser en la Iglesia, que es prolongar con nuestras vidas el
«Sí» de María, dar testimonio de que el Verbo se encarnó y
trabajar para prolongar la Encarnación de Cristo en todo lo
auténticamente humano.
La antigua liturgia en la fiesta de San Gabriel insinuaba
la Anunciación del Ángel vista desde la isla de Patmos por
San Juan: Vi también a otro Ángel poderoso, que bajaba
del cielo envuelto en una nube, con el arco iris sobre su
cabeza, su rostro como el sol y sus piernas como
columnas de fuego. En su mano tenía un librito abierto (Ap
10,1–2).
Este pasaje figuraba en la capítula de la fiesta. Puso el
pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, y
gritó con fuerte voz, como león cuando ruge. Y cuando
gritó, siete truenos hicieron oír su fragor. Apenas hicieron
oír su voz los siete truenos, me disponía a escribir, cuando
oí una voz del cielo que decía: «Sella las cosas que
hablaron los truenos y no las escribas» (vv. 3–4). Sella, o
sea, guarda, conserva, defiende, recuerda...
El ángel fuerte es Gabriel; sus palabras a la Virgen
fueron rugidos de león. Los siete truenos nos recuerdan

263
Constituciones, 3.
264
Sigo sustancialmente al P. ALBERTO GARCÍA VIEYRA, OP, La
devoción a la Santísima Virgen María, Ediciones Santo Domingo
(Argentina)107–128.
los siete espíritus que descienden sobre la flor que salió
del retoño de la raíz de Jessé.
En la delicada profecía de la raíz de Jessé, la Virgen
aparece como el retoño del que brota una flor. Sobre esa
flor, alusión clarísima al Mesías, descenderá el Espíritu del
Señor. Los siete truenos, son los siete espíritus que
alientan a la flor. Espíritu de sabiduría, inteligencia,
ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios. Los
siete truenos articularon sus voces, dice el Apocalipsis: La
hija de David, el retoño de Jessé, entendió la totalidad del
misterio de Dios; Juan quiso transmitir al mundo las
maravillas de la hija de Sión, pero Dios dispuso que
quedaran en su corazón: María conservaba todas estas
palabras ponderándolas en su corazón (Lc 2,19).
El rugido del león inicia el mundo nuevo. Entonces el
Ángel que había visto yo de pie sobre el mar y la tierra,
levantó al cielo su mano derecha y juró por el que vive por
los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto hay en
él, la tierra y cuanto hay en ella, el mar y cuanto hay en
él: «¡Ya no habrá dilación! sino que en los días en que se
oiga la voz del séptimo Ángel, cuando se ponga a tocar la
trompeta, se habrá consumado el Misterio de Dios, según
lo había anunciado como buena nueva a sus siervos los
profetas» (vv. 5–7). Es decir, no habrá más dilación de las
promesas divinas sobre la salvación, que están
cumpliéndose. Este pasaje nos indica claramente que nos
hallamos en el punto decisivo de la acción de Dios en el
mundo: La Encarnación del Verbo, en la plenitud de los
tiempos. Es la Encarnación la que da cumplimiento a las
promesas tantas veces repetidas por los profetas265.
Justo en ese momento: Estando ya Isabel en su sexto
mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios, a una ciudad
de Galilea, llamada Nazareth, a una virgen desposada con
cierto varón de la casa de David llamado José; y el nombre
de la virgen era María (Lc, 1, 26–27).
«El motivo principal de esta embajada –dice Santo
Tomás–, fue pedir el consentimiento de la Virgen, en lugar
265
cfr. NÁCAR–COLUNGA, Sagrada Biblia, BAC (Madrid 1965) nota a
Ap 10,7, pág. 1473
de todo el género humano266, en lugar de todos y cada uno
de nosotros. Pero, en rigor, los motivos de la misión
angélica fueron tres:

I. Llamar la atención de la Virgen sobre su dignidad, y el


papel que le correspondía en la redención futura.
II. Anunciar la concepción virginal.
III. Pedirle su consentimiento como representante del
género humano267.
Tratamos de estos tres objetivos de la misión angélica;
los dos primeros se ordenan al tercero, que es el motivo
por excelencia. Pasemos a cada uno de estos tres puntos
del sermón.

I. Llamar la atención de la Virgen sobre su


dignidad y el papel que le correspondía en la
redención futura.
¡Ave... Ave, gratia plena, Dominus tecum!, ¡Dios te
salve, llena de gracia, el Señor está contigo!... Al oír tales
palabras ella se turbó y púsose a considerar qué
significaría tal salutación (Lc 1, 28–29).
¿Por qué llamaron la atención tales palabras a la
Virgen?
Según el P. Lyonnet, el saludo angélico significaría el
júbilo mesiánico, expresado en las profecías (So 3,14–17; Jl
2,21–27; Zac 9,9–10). Según esto, la Virgen se habría visto
aludida como la hija de Sión a la cual vendría Yahvé como
guerrero vencedor. Las palabras del saludo angélico
llaman la atención de la Virgen sobre su dignidad; des-
piertan sus facultades de percepción a la revelación del
misterio que va a seguir después.
Santo Tomás afirma que lo primero que hizo el ángel
fue volver la mente de la Virgen atenta a la consideración
266
SANTO TOMÁS, S.Th., III, 30, 1.
267
SANTO TOMÁS, S.Th., III, 30, 1–4.
de un asunto tan importante; esto lo hizo, agrega,
saludándola de una manera nueva e insólita.
El ángel despertó la atención de la Virgen María, por
razón del medio en el cual se manifiesta el saludo, y por
razón del objeto, o sea, lo dicho en el saludo. Por un
motivo y otro, María adquiere plena conciencia de su
dignidad, y se dispone a la obra de Dios en Ella.
La Virgen debía prestarse ella misma para una obra
divina, cuya realización inminente dependía de su
consentimiento. Quiere decir que, en aquel momento,
debía entender de qué se trataba, y poder apreciar la
participación que se le solicitaba. La misión de Gabriel se
reduce a dos cosas: revelar a la Virgen el misterio, y
proporcionarle la luz para volvérselo adecuadamente
inteligible.
El ángel Gabriel trae su mensaje de Dios. Es un
embajador libre, responsable, con todos los poderes
suficientes para cumplir su misión. Debía crear en la
mente de María el «clima» necesario para la revelación.
Este «clima», como se dice ahora, está dado por la luz
sobrenatural que eleva su mente a la percepción de lo
revelado.
El saludo del ángel es insólito y delicado a la vez. Habla
a la Virgen de Ella misma; la luz sobrenatural de la
inspiración divina, a que hemos hecho referencia, vuélvela
reflexiva sobre su propia dignidad. Esta suprema dignidad
es vista, no en la sola luz de la razón natural, ni en la luz
de la fe, sino en la luz de la revelación profética; vale
decir, en una luz especial, en la cual se le vuelve
inteligible el misterio de Dios, incluso su propio papel de
madre de Dios. El ángel crea en la Virgen un mundo
nuevo; y la Virgen se ve en ese mundo nuevo. San Alberto
Magno ya había observado que la Virgen se había
«turbado» de admiración; admiración sapiencial, llena de
luz, de amor, llena de reverencia y adoración.
En cuanto al contenido del saludo, o de las cosas que el
Ángel le dice a la Virgen en él:
“Ave, María, gratia plena...
Alégrate, María, llena de gracia.... En el saludo, le revela el
Ángel su propia dignidad: ¡llena de gracia! Llena de gracia,
significa totalidad en el orden de la unión con Dios y
oposición contra el pecado. Donde este epíteto reemplaza
el nombre propio, significa directamente una plenitud que
sólo conviene a María. Debemos tener en cuenta que
María esperaba para Israel, y en el linaje de David, la
Mujer, que en los oráculos proféticos, sería la madre del
Mesías, y que podría quebrar la cabeza de la Serpiente.
Esa Mujer debía gozar de la plenitud de los favores
divinos, y ser fuerte contra el pecado.
Ahora bien, Ella recibe el saludo ¡gratia plena!, ¿no es
el saludo más a propósito para aquella Mujer? La gracia,
es el principio de la vida eterna que se opone al pecado.
Plenitud de gracia es plenitud de eficacia contra el pecado.
A la única mujer a quien se le había prometido un poder
de tal naturaleza; un poder pleno contra el demonio es a la
Mujer prometida en el Génesis (3, 18); no otra cosa
significa poder quebrar la cabeza de la Serpiente. Luego
María es la Mujer prometida en el Génesis; y en el saludo
del ángel Ella tuvo que adivinar que lo era.
Por eso, el anuncio mesiánico para la Virgen significaba
el anuncio de la reparación contra el pecado; reparación
prometida en el Génesis, y donde el papel capital de la
Mujer es manifiesto. La tradición de Israel, había unido el
nacimiento del hijo de la «Almah»268 con la tradición del
Génesis. El Salvador y la Mujer llamada a traerlo al mundo
están estrechamente unidos; fácilmente, toda la tradición
profética de Israel iba a desembocar en el Génesis: en la
Mujer y en su Hijo. El Ángel, por el gratia plena, sugiere a
María, que aunque Dios haya arrojado fuera de sí a la
humanidad pecadora, en Ella está cancelado el castigo.
María comprendió su dignidad de nueva Eva, la primera
mujer de una nueva creación.

II. ANUNCIAR LA CONCEPCIÓN

268
Cuya traducción es Doncella núbil, virgen.
En segundo lugar, dice Santo Tomás, el ángel se
proponía instruir a la Virgen acerca del misterio de la
encarnación, que en ella debía cumplirse. Por eso,
primero, anuncia la misma concepción virginal:
...concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús (v. 31). En segundo lugar,
anuncia el Ángel la dignidad de la prole concebida: El será
grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le
dará el trono de David su Padre; reinará en la casa de
Jacob, y su reino no tendrá fin (v. 32–33). En tercer lugar,
agrega el modo sobrenatural de la concepción: ...la virtud
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Y el Hijo que de ti
nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios (v. 35).
En general, los autores católicos están de acuerdo en
que María sabía que Ella iba a ser la madre del Mesías y
que el Mesías es el Hijo de Dios. En esto no tienen dudas;
pregúntanse empero, si María el día de la Anunciación,
tuvo conciencia de su divina maternidad, o simplemente
conciencia de ser la madre del Mesías, maternidad
mesiánica. Según los exégetas modernos, la primera parte
del mensaje del ángel (vv. 30–33), revelaría la venida del
Mesías, sin mencionar la filiación divina. La segunda parte
en cambio (vv. 35–36), sugiere al Hijo de Dios por
naturaleza. En una y otra parte, habría fundamento para la
maternidad mesiánica de la Virgen y la maternidad divina.
Ahora bien, entre el Mesías y el Hijo de Dios no existe
más que una distinción de razón; son la misma cosa. Es la
misma Persona Divina del Hijo de Dios encarnado, Dios y
hombre, que es el enviado del Padre para la salvación de
los hombres.
El frecuente paralelo: Mesías–Hijo de Dios; Maternidad
mesiánica–maternidad divina, ha contribuido a hacer del
Mesías una creación artificial, como una hipótesis frente al
Hijo de Dios. Teológicamente no difieren, y aun para el
pueblo hebreo, en su apreciación concreta de la
mesianidad, el salvador era Yahvé, el Dios vivo de
Abrahám, Isaac y Jacob; el Emmanuel prometido
significaba la presencia de Dios con su pueblo, o en medio
de su pueblo. La Virgen, al oír las referencias mesiánicas
del ángel, al escuchar las profecías sobre «El que iba a
venir», no podía menos que pensar que era Dios, cuya
venida era inminente; era nada menos que el motivo de la
venida del ángel. Por eso son exactas las palabras de
Santo Tomás: «El ángel quiere instruirla sobre el misterio
de la encarnación que se había de realizar en ella».
Fue el ángel Gabriel a la Virgen. Enséñale su misión de
nueva Eva, de la mejor manera que podía hacerlo,
aplicándole las profecías que se refieren a su persona.
Viene a notificarle el decreto divino, que en tiempos ya
remotos, había sido el objeto de esas profecías. Viene, por
fin, a promover su consentimiento.
Le dijo el Ángel: ... concebirás en tu seno y darás a luz
un hijo... (v. 31). María respondió: ¿Cómo podrá ser esto,
pues yo no conozco varón? (v. 34). El Ángel en respuesta
le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por cuya causa lo
santo que de ti nacerá, será llamado Hijo de Dios (vv. 35–
36).
Es éste el corazón del mensaje. El Ángel ha sugerido a
la hija de Sión que el Señor ha hecho cosas grandes en
ella, y que quiere aun más; ha hecho notar a María su
posición en el plan divino. El Evangelista agrega que María
se turbó ante aquel saludo; en su modestia, quería rumiar
el misterio; pero el ángel Gabriel, sin pérdida de tiempo, le
adelanta las profecías relativas a su concepción virginal.
Se ha notado con razón, que las primeras palabras del
ángel son casi una transposición directa de la profecía de
la Almah de Isaías (7,14): He aquí que una virgen un hijo
engendrará y se llamará Emmanuel. El mismo texto de
Isaías es aducido por el ángel para confirmar a San José de
la gravidez virginal de su esposa: Lo que se ha
engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz a un
hijo a quien pondrá por nombre Jesús. Todo lo cual lo hizo
en cumplimiento de lo que pronunció el profeta... (Mt
1,20–22). A continuación enuncia la profecía de Isaías, de
la virgen que concebirá un hijo.
El anuncio de la concepción divina, como algo que se
iba a cumplir en ella, es hecho por el ángel mediante las
profecías que se referían a su persona; la posición de la
Virgen en el plan divino aparecía clara, y podía urgir su
consentimiento.
Las palabras subsiguientes a esta primera afirmación
sobre el parto virginal, se refieren directamente a los
atributos mesiánicos y a su reinado. El Mesías será
grande; la grandeza es atributo mesiánico; Jesús discutirá
después su mesianidad con los fariseos, mostrándoles que
es mayor que Abrahám269; mayor que Moisés; el verdadero
Hijo del Altísimo; Rey universal y eterno, sobre el trono de
David, su Padre.
La restauración del reino, fue anunciada a David por
Natán el profeta: Cuando se hubiesen terminado tus días y
duermas con tus padres (2Sam 7,12); no le da a David
referencias cronológicas, tampoco las sabe; sin embargo,
agrega lo fundamental, que era un tesoro en las
tradiciones de Israel: suscitará un descendiente tuyo, que
saldrá de tu familia, y yo lo consolidaré en su reino, y daré
estabilidad a su trono para siempre: Yo estableceré su
trono para siempre (v. 13).
María entendió perfectamente que su hijo era Dios. No
oscuramente y como algo implícito en la revelación del
Mesías; sino como algo claro y explícito. El ángel Gabriel le
había aplicado las profecías de la Virgen–madre. Aun para
el judío menos capaz el parto de la Virgen–madre
significaba la presencia de Dios en medio del pueblo. Los
judíos esperaban a Dios como Mesías, como salvador del
pueblo. Emmanuel significa Dios con nosotros. Jesús es
rechazado como Mesías, porque no es reconocido como
Dios. El título de Mesías es divino; el reino mesiánico, es
reino de Dios. Así lo entendían los contemporáneos de
María, y así lo entendía ella misma. Por eso, al decirle el
Ángel: ...concebirás en tu seno y darás a luz un hijo..., y
sobre todo al aplicarle las profecías, María tuvo que
entender que en alguna forma Dios se haría hombre en su
seno, para encabezar la raza humana redimida del pecado
269
cfr. Jn 8,53
y conducirla hacia el Padre: Hizo en mí grandes cosas el
que es Todopoderoso..., dijo después en el Magnificat.
Por otra parte, Isabel entiende, el día de la Visitación,
que la madre de Dios llega hasta su casa: La madre de mi
Señor, dice el texto (Lc 1, 43): Señor, Kyrios, es apelativo
divino. Los reyes magos por su parte (Mt 2, 3), vienen del
Oriente a Jerusalén, para adorar al rey de los judíos. Si se
trasladan para adorarle, es porque piensan que es Dios; no
con un conocimiento confuso o hipotético, sino que
estaban firmemente persuadidos de ellos.
Por último ya no queda más que aclarar, sino el modo
sobrenatural de la concepción: Y ¿cómo se hará esto –
pregunta– pues yo no conozco varón?. La respuesta del
Ángel llega enseguida: El Espíritu Santo descenderá sobre
ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por
cuya causa lo santo que de ti nacerá será llamado Hijo de
Dios.

III. Pedirle el consentimiento, como


representante de todo el género humano.
Lo último que hace el ángel, dice Santo Tomás, fue
inducirla al consentimiento, vale decir consentir en la
encarnación del Verbo. Esto hace el Ángel, con el ejemplo
de Isabel, que siendo estéril, ha concebido por el poder de
Dios270.
Una vez más, lo último en la ejecución es lo primero en
la intención. La Anunciación es necesaria porque debía
obtenerse el consentimiento de María: «Era esperado el
consentimiento de la Virgen, en lugar de todo el género
humano»271. La Santísima Virgen entendió perfectamente
que no se trataba de consentir a ser madre de un príncipe
político, sino a ser madre de Dios y madre universal de los
vivientes en la nueva humanidad regenerada.
Ella, asume la representación de toda la humanidad
caída: de los varones y las mujeres, de los niños y los

270
SANTO TOMÁS, S.Th., III, 30, 4.
271
SANTO TOMÁS, S.Th., III, 30, 1.
ancianos, de los discapacitados, de los viciosos y de los
virtuosos, de los incrédulos y de los paganos, de los
miserables, de los ignorantes y de los sabios, de los
hebreos y de los musulmanes, de los ateos... de todos sin
excluir absolutamente a nadie; y en nombre de esa
humanidad caída, consiente en la encarnación del Verbo.
Acto lúcido, perfecto, con todas las responsabilidades,
méritos y honores que implicaba.
En su carta encíclica «Octobri Mense», León XIII se
expresa así: «El eterno Hijo de Dios queriendo tomar la
naturaleza humana, para redimir y glorificar al hombre, y
estando a punto de desposarse de alguna manera
místicamente con el universal linaje de los hombres, no lo
realizó sin el libre consentimiento de la Madre designada
para ello, que de cierto modo desempeñaba el papel del
mismo linaje humano».
En el texto se alude perfectamente al místico
desposorio del Verbo con el linaje humano; para ello debía
manifestarse en cierto modo el consentimiento del mismo
linaje humano; por eso todo el género humano habla en la
persona de María. El Papa Pío XII, en su encíclica «Mystici
Corporis», invoca a: «Ella que dio su consentimiento en
representación de toda la naturaleza humana»; añade
después el motivo de tal representación: el matrimonio
espiritual entre el Hijo de Dios y la naturaleza humana
(cita a Santo Tomás 3, 30, 1).
María entendió perfectamente, en el día de la
Anunciación, que se le pedía su consentimiento en
representación de todo el género humano. El
consentimiento que se le pide es, efectivamente, para
actuar en representación del género humano; en lugar de
la humanidad caída en el pecado. Luego, tuvo que
entender que en esos momentos actuaba en
representación de la humanidad. No es congruo ni exacto
pensar que la Virgen no entendiera perfectamente las
palabras del ángel. El ángel, como hemos visto, la lleva a
pensar en su dignidad de nueva Eva, dignidad unida a una
cierta capitalidad, como la que correspondía a la misma
Eva. No podía extrañar a María que le pidiera el
consentimiento gravado de representación.
Decimos que el género humano debía acoger al Dios
salvador. Quiere decir que debía haber como una potencia
obediencial capaz de recibirle, y recibirle en nombre del
todo y para el todo. Esa potencia obediencial capaz era
María. Potencia obediencial eran todos los hombres; pero
por el pecado de Adán no eran capaces. Estaban
irremediablemente separados de Dios por el pecado. Sólo
Maria no estaba separada de Dios; por especial privilegio
del mismo Dios, como dice la Ineffabilis Deus. Sólo María
podía recibir al mismo Dios, hasta que la encarnación
elevara y santificara lo corpóreo para poder ser vehículo
de la divina gracia. Por eso Dios desciende a Ella, y sólo
por Ella llega hasta los hombres. Ocurre también el
movimiento inverso que los hombres vamos por Ella hasta
Dios. Por eso Ella los representa, y en aquellos momentos
decisivos, María habló por los hombres con el embajador
de Dios y consintió a la Encarnación del Verbo de Dios: He
aquí la servidora del Señor; hágase en mí según tu
palabra (v. 38).
¡Y el Verbo se hizo carne!272. ¡Incarnatus est!
Por eso, querido hermano y hermana en el Verbo
encarnado, tanto los presentes como los futuros: ¡Sella las
cosas que hablaron los truenos! ¡Séllalas! ¡Guárdalas en tu
mente y en tu corazón! Nunca olvides que los truenos
anunciaron al Verbo que se encarnaba. En la verdad
primera y fundamental del cristianismo hay siete truenos
que resonarán por siempre en el mundo para los que no se
hagan sordos. Son truenos que siempre conmoverán a los
hombres y mujeres de buena voluntad. Allí hay un grito
con voz fuerte. Y un rugido de león (no el maullar de un
gatito). Porque Cristo nos dijo que fuéramos la sal de la
tierra, no la miel (como decía Bernanós).
Por eso: ¡Sella las cosas que hablaron los truenos!
¡Debemos dar testimonio de que el Verbo se hizo
carne!
272
cfr. Jn 1,14.
¡Incarnatus est!
¡Incarnatus est!
¡Incarnatus est!
Capítulo 2
Los Apóstoles del Señor

1. LOS APÓSTOLES, MIEMBROS «DE EXCEPCIÓN»


DEL CUERPO MÍSTICO273

Además de la Santísima Virgen María y de San José, son


miembros «excelentes de la Iglesia» los apóstoles.
En sentido específico son los 12, porque:
Hay una elección particular: Cuando se hizo de día,
llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los
que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó
Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe
y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y
Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas
Iscariote, que llegó a ser un traidor (Lc 6,13–17).
Hay una institución particular: A estos doce envió
Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis
camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos;
dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de
Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está
cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad
leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo
gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en
vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni
sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su
sustento» (Mt 10,5–8).

273
cfr. EMILIO SAURÁS, El Cuerpo místico de Cristo, BAC (Madrid
1952) 125ss.
Las Servidoras
Hay una misión particular: Mirad que yo os envío
como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes
como las serpientes, y sencillos como las palomas (Mt
10,6).
Esta misión tiene características generales, pero las
dirige particularmente a los Doce: deben cumplir todo
esto de una manera no común.
Más tarde los envía a predicar, dando a esta misión dos
características exclusivas:
Universalidad y la inapelabilidad: Por último,
estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y
les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón,
por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y
les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena
Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,14–16).
Son apóstoles de la humanidad entera, en todo el
mundo tienen autoridad y jurisdicción. Las doctrinas son
definitivas, quién no las acepte se condenará.
Ellos son los únicos cuyo apostolado es universal e
infalible. No transmiten ninguna de estas características
a sus sucesores; solamente las transmite Pedro.
Por la misión específica de apostolar o predicarle de
una manera fundamental, espera más fidelidad que los
otros y más fe: ¿No he elegido yo a los doce? (Jn 6,70).
Por ello les manifiesta especial predilección: Cuando
llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les
dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con
vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la
comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino
de Dios». Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo:
«Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo
que, a partir de este momento, no beberé del producto de
la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Tomó luego pan,
y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es
mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en
recuerdo mío». De igual modo, después de cenar, tomó la
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi


sangre, que es derramada por vosotros» (Lc 22,14–20).
Ora especialmente por ellos: Por ellos ruego; no ruego
por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son
tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he
sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero
ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo,
cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean
uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo
cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He
velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de
perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora
voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan
en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu
Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del
mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los
retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos
no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos
en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has
enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y
por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también
sean santificados en la verdad (Jn 17, 9–19).
Permanecen reunidos en el Cenáculo y sobre ellos
desciende el Espíritu Santo.
Se cubre la vacante dejada por Judas. Habían algunos
que estaban con Jesús desde el principio, que le
acompañaron todo el tiempo, que fueron testigos de todos
sus hechos: a partir del bautismo de Juan hasta el día en
que fue arrebatado a lo alto de entre nosotros, uno de
ellos sea testigo con nosotros de su resurrección (He
1,22). Uno debía ser elegido para que recibiera la misión
específica del apostolado de los doce. Echaron suertes
y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número
de los doce apóstoles (He 1,26).
Este número se amplía más tarde –ya que es número
de orden, no cardinal–: ¡Vedme aquí hecho un loco!
Vosotros me habéis obligado. Pues vosotros debíais
recomendarme, porque en nada he sido inferior a esos
«superapóstoles», aunque nada soy. Las características
Las Servidoras
del apóstol se vieron cumplidas entre vosotros: paciencia
perfecta en los sufrimientos y también señales, prodigios y
milagros (2Co 12,11–12).

¿En qué consistirá esta misión?


1. En ser padres de la fe. Sólo ellos recibieron la
revelación con carácter infalible. La fe no falla, es divina; y
no es admisible que fallen quienes ante nosotros gozan de
paternidad sobre ella.
Las demás predicaciones serán ciertas en cuanto
coinciden con sus enseñanzas.
«La teología... reconoce en los Apóstoles el privilegio
especial de haber recibido por luz infusa un conocimiento
explícito de la revelación divina, mayor que el de todos
los teólogos o la Iglesia entera tienen o tendrán hasta la
consumación de los siglos...»274.

2. En ser padres de la Iglesia Universal


No de una Iglesia particular, de una diócesis, de una
región. Pedro era la Cabeza, pero todos juntos con él
constituyen la base y el fundamento de la Iglesia de Cristo.
Como base, su función es universal. No son una parte,
son el fundamento de todo.
Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino
conciudadanos de los santos y familiares de Dios,
edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas,
siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda
edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo
santo en el Señor (Ef 2,19–21).
Su base y fundamento es doctrinal y santificador.
Su doctrina y su santidad no son comunes, sino
básicas.

274
MARÍN–SOLÁ, Evolución homogénea del dogma católico.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

* En cuanto a la doctrina: ellos recibieron y en ellos se


clausuró la revelación. Y no sólo ella; también nosotros,
que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos
gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de
nuestro cuerpo (Ro 8,23).
* En cuanto a la gracia han tenido las primicias, o sea,
es gracia más perfecta y principal. Enseña Santo Tomás:
– Los apóstoles fueron confirmados en gracia.
– Vivieron la vida de los dones del Espíritu Santo.
«Todos los actos y movimientos de los Apóstoles fueron
según el instinto del Espíritu Santo»275.
– Edifiquemos siempre sobre el fundamento de los
Apóstoles.
– Que nuestra enseñanza sea conforme a la de ellos.
– Que nuestra santidad nos haga imitar la suya.
– Su intercesión de padres en la fe y de padres de la
Iglesia Universal sea nuestro consuelo y gozo.

2. LA GRACIA ESPECÍFICA DE LOS 12 APÓSTOLES

Los apóstoles son elegidos, instituidos, enviados y por


ellos ora Jesús, para que sean predicadores de su vida,
doctrina y hechos. Pero como piezas fundamentales del
edificio doctrinal y santificante levantado por Cristo. Son
padres de la fe, padres de la Iglesia Universal, base y
fundamento de la misma. Así pues, ya no sois extraños ni
forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares
de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y

275
MARÍN–SOLÁ, Evolución homogénea del dogma católico, 37.
Las Servidoras
profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo (Ef 2,19–
20).
Para desempeñar este oficio se requiere una gracia
especial: la gracia específica «del apostolado». Será el
tema del sermón y veremos tres puntos:
1. Existencia de la gracia «del apostolado».
2. Naturaleza de la gracia «del apostolado».
3. Algunas notas características de esta gracia del
apostolado.

1. Existencia
El apostolado como el sacerdocio es un poder. El
sacerdote sacrifica; el apóstol testifica y predica.
La elección conlleva la colación de este poder
específico, –como fundamento y base del edificio de la
Iglesia.
Y con ese poder se confirió una gracia particular a fin
de ejercer debidamente las funciones que con él debían
ejercerse. El apostolado no es sólo un poder; es también
una gracia.
San Pablo enseña que para ser Apóstol posee las
primicias del Espíritu Santo (Ro 8,23). De modo que el
apostolado no solamente es gracia; es gracia primicial;
gracia más perfecta.
Enseña Santo Tomás que Dios cuando elige a alguien
para desempeñar una función, le da las gracias que
necesita para hacerlo dignamente276.

276
cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,7,1–9; III, 27, 5, ad 1; III, 7,
10, ad 10; Suppl. 35,1.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

2. Naturaleza
Esa gracia no es «gratis data», sino «gratum faciens» –
hace grato al que la posee. Era gracia santificante y los
Apóstoles se santificaron con ella.
Ello fue así porque el apostolado implica una unión
especial con Cristo y una misión especial en orden a la
santificación de los demás.
Por razón de la singular unión con Cristo, poseyeron
más gracia que los demás, y sobretodo más caridad, lo
que quiere decir más santidad. Es la unión del fundamento
con la piedra angular. La unión con Dios implica la gracia
santificante.
Por razón de la misión especial, poseen un apostolado
fundamental, básico, sobre el que se levanta un edificio
santo, que es apostólico, santificado y santificante.
Por razón de ser primicias tienen la principalidad de la
gracia santificante.

3. Algunas características
Es gracia santificante.
Es cristiana. Cristo los eligió, los envió, los llamó
amigos... lo que sigue de las primicias somos nosotros.
Es extrasacramental. Aunque, por el poder de
excelencia que Cristo tiene, puede comunicar la gracia
sacramental sin sacramentos277.
Es específicamente diversa de la nuestra.
Es plena. «No es de esperar un estado en que la gracia
del Espíritu Santo sea poseída con más perfección que
hasta aquí, sobre todo por los apóstoles, que recibieron las
primicias del Espíritu (Ro 8,23), esto es, primero que los
otros y con más abundancia que ellos»278.

277
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., III,64,3: III, 72, 2, ad 1.
278
SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., I-II,106,4.
Las Servidoras
Eran personalmente infalibles. Si la Iglesia es infalible
no iban a ser menos que la Iglesia, en cuya base y
fundamento se encuentran.
Eran obispos especiales, porque eran pastores de toda
la Iglesia.
Eran infalibles por ser maestros en la fe: conocieron
explícitamente todo lo que la Iglesia explicitaría hasta el
fin de los tiempos.
Fueron confirmados en gracia279.
Vivieron la vida mística280.
Eran fundamentos de un edificio del que son parte
esenciales la verdad y la gracia divinas.

3. SAN PEDRO: LOS ESCRITOS EN LA BASÍLICA

Sobre un franja dorada de 2 mts. de ancho, que como


un cinturón rodea el interior de la Basílica de San Pedro,
en Roma, a la altura del comienzo de la bóveda del techo,
escrito con letras unciales de 1,41 m. de alto, aparecen las
siguientes leyendas:

1. En la base de la cúpula:
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi
Iglesia y a ti te daré las llaves del reino de los
cielos.

279
SANTO TOMÁS DE AQUINO, De veritate, 24,9,ad 2.
280
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Comentario a los Gálatas, 2,1.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Lo cual habla de la preeminencia de Pedro sobre los


demás Apóstoles, como se ve en los Santos Evangelios,
donde la figura de Pedro tiene especial relieve, por
ejemplo:
El nombre de Pedro aparece 114 veces en los
Evangelios, mientras el que le sigue mas cerca, Juan, sólo
38 veces;
– aparece primero en Mt 10,2; Mc 3,16; Lc 6,14; He 1,13;
o sea, en las únicas 4 listas de los Apóstoles aparece
siempre primero;
– siempre está entre los 3 discípulos, Pedro, Santiago y
Juan, a quien Jesús distinguió en tres ocasiones solemnes,
cuando la resurrección de la hija de Jairo (Lc.8,51), la
transfiguración (Lc 9,28) y en Getsemaní (Mt 26,37);
– se le anuncia la resurrección peculiarmente (Mt 16,27);
– es el primero de los discípulos a quienes se les aparece
Jesús (1Cor 15,5);
– es portavoz de los demás discípulos;
– Jesús está ligado de manera especial a Pedro: pagan
juntos el impuesto, toma su casa como propia, se apropia de
la nave de Pedro y desde ella predica;
– le cambia el nombre por Kéfas, (Petra, Petrus = piedra,
roca, Pedro). El hecho de que todos empleen ese
sobrenombre no solo demuestra que fue un hecho real sino
que le dieron gran importancia a ese nombre; a Juan y
Santiago los llamó Boanerges, sin embargo, no llegó a estar
en uso ese sobrenombre.

En las palabras que expresan la confesión que Cristo


hace de Pedro, cuya primer frase está en la base de la
cúpula, nuestro Señor usa tres metáforas: Replicando Jesús
le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque
no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre
que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves
Las Servidoras
del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos» (Mt 16,17–19).
a. Metáfora de la Roca, el cambio de nombre significa el
cambio de función. En el A.T. Dios es Roca: Alguien en quien
se puede confiar. Pedro es constituido como principio de
estabilidad y firmeza de la nueva comunidad. Las puertas:
metonimia que significa poder.
b. Metáfora de las llaves: es símbolo e investidura de
autoridad (todavía hoy se entregan las llaves simbólicas de
la ciudad). El rey entregaba al jefe de palacio, el poder
delegado. (Se colgaban sobre sus hombros de allí: sobre sus
hombros un imperio Is 9,6). Del Reino de los cielos, expresa
que no era una mera sociedad humana.
c. Metáfora de atar y desatar: es el poder transmitido de
declarar prohibido o permitido algo. Excomulgar o levantar
la excomunión. Expresa una totalidad de contrarios, o sea,
todo poder en orden a la enseñanza de la fe y de la moral.
Por último, ratifica Jesús en el cielo lo que Pedro haga en la
tierra.

Sucesión del Primado


Es evidente que la misión encomendada a Pedro no
termina al terminar la vida de éste. La promesa de Cristo yo
estaré con vosotros hasta el fin del mundo... y las puertas
del infierno... supone que la misión de la Roca se perpetuará
en los sucesores.
– Pedro, Lino, Cleto, Clemente...hasta Pío XI, Pío XII,
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, hay una
cadena ininterrumpida de 264 Papas.
– De ellos, la inmensa mayoría han sido santos, unos
pocos pecadores, pero absolutamente ninguno hereje.
– El Papa no es impecable, es infalible. Decía un autor
contemporáneo: «Cualquier dolor, desgracia, tinieblas,
persecución, no es nada, si poseemos la certeza de que
entre los hombres existe y existirá siempre un hombre en el
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

cual la luz de la verdad eterna no se extinguirá jamás.


Oscura es para nosotros la noche del mundo, pero no carece
nunca de una estrella: el Papa»281.

Por eso dice San Vicente Ferrer: «Si los ángeles de Dios
hablaran contra la determinación de la Iglesia Romana no
habría que creerlos, según dice San Pablo si un ángel de
Dios os anunciara un Evangelio distinto del que hemos
predicado sea anatema (Ga 1,8)»282. Y San Ignacio de
Loyola: «Debemos tener siempre presente, para acertar en
todo, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la
Iglesia Jerárquica así lo determina»283.

***

2. En el crucero derecho:
¡Oh Pedro que dijiste!: Tu eres el Cristo, el Hijo
de Dios vivo. Y le dijo Jesús: Bienaventurado eres
Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha
revelado ni la carne ni la sangre.

¿Cuál es ese fundamento? Jesucristo, es la piedra viva


(1Pe 2,4), es la piedra angular, la roca...era Cristo (1Cor
10,4), que se hizo hombre para fortalecernos hasta el fin
(1Cor 1,8), para confirmar las promesas... (Ro 15,8).
La Iglesia Católica: La Iglesia de Dios vivo, columna y
fundamento de la verdad (1Tim 3,15), que por medio de los
apóstoles a través de la predicación consolida las Iglesias
(particulares)(He 15,41), fortaleciendo a todos los discípulos
(He 18,23), recordándonos siempre las mismas cosas
porque a vosotros os da seguridad (Fil 3,1).

281
CARDENAL ALFREDO OTTAVIANI, El Baluarte, Ediciones Cruzado
Español (Barcelona 1962) 109.
282
Tratado del Cisma Moderno, cap. 5, 2ª parte; Biografías y
escritos, BAC (Madrid 1956) 447.
283
Ejercicios Espirituales, 365
Las Servidoras
Y, ¿cómo los cristianos tienen certeza en las verdades de
fe? Por la Palabra de Dios: la palabra...obtuvo firmeza (Heb
2,2) y se nos ha dado para que conozcamos la firmeza de
las enseñanzas que hemos recibido (Lc 1,4).
Por la fe: la firmeza de nuestra fe (Col 2,5), permaneced
sólidamente en la fe, firmes e inconmovibles (Col 1,23), (2Pe
1,12).
Por la esperanza: es firme nuestra esperanza (2Cor 1,7).
Por la caridad: por la que se permanece firme en su
corazón (1Cor 7,37), fortaleciendo el corazón con la gracia
(Heb 13,9).
Pero, eso sólo no basta.
«Quienes no reconocen que un hombre sea vicario de
Cristo en la tierra, si tienen una fe (incluso confiesan a
Cristo) verán que cada uno tiene la suya y tienen tantas fes
cuantas cabezas» (San Juan de Ávila).
Un dios hizo Arrio, –puso distinción en la esencia–; un dios
contrario hizo Sabelio –puso confusión en las personas–; el
Cristo de Eutiques es contrario al de Nestorio. Jim Jones les
hace tomar un «cóctel»; el pastor protestante Leary propicia
el uso sacramental del LSD; los mormones dicen que es el
«Hermano Mayor»; los testigos de Jehová «dios, pero no
Dios». Los progresistas dicen que hay que cambiar todo, los
integristas que no hay que cambiar nada.
No basta para tener certeza y firmeza creer en
Jesucristo... «sino que ha de haber un hombre que sea
cabeza y guía, a quien debemos seguir si queremos
pertenecer a la Iglesia de Jesucristo».

El misterio de la relación Cristo–Pedro y Pedro–


Cristo
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

«Así como perdura para siempre, lo que en Cristo


Pedro creyó, de la misma manera perdurará para
siempre lo que en Pedro Cristo instituyó»284.
a. ¿Qué es lo que en Cristo Pedro creyó?
Su mesianidad, o sea, que era el Mesías anunciado y
prometido en el Antiguo Testamento.
Su divinidad. ¿Por qué? Hijo de Dios no es sinónimo de
Mesías.
El Padre le revela a Pedro lo que no sabía (ya de antes
sabía que era el Mesías).

b. ¿Qué es lo que en Pedro Cristo instituyó?


«Como mi Padre te manifestó mi divinidad, así también
yo te manifiesto tu dignidad»285.
¿Qué instituyó Cristo en Pedro? ¿Cuál es su dignidad? El
poder pontificio.
Tú eres Pedro… ¡!... Aparece un nombre nuevo en
la historia (no existía como nombre propio ni en griego ni
en latín). En arameo es: ¡Kefas!

1. Cristo es el que edifica, es el fundador de la Iglesia:


mi Iglesia (Mt 16,18).
2. A esas horas era sólo una promesa futura: edificaré
(Mt 16,18).
3. Será una construcción estable: sobre esta Kefas…
(Mt 16,18) La firmeza estable es la enseñanza del Señor.
Pedro es la causa, el sostén de la Iglesia y el que le da
estabilidad a la misma.
4. La Iglesia se construirá sobre Pedro:
– no sobre una cualidad de él, como «su fe», sino sobre
su persona;
284
SAN LEÓN MAGNO, Sermón 3,2.
285
SAN LEÓN MAGNO, Homilía en la fiesta de San Pedro (83) 1.
– no en cuanto jefe de una colectividad el Colegio
apostólico sino sobre Pedro en cuanto persona.
5. Promete construir sobre Pedro mi Iglesia, «qahal»,
«ekklesía» = la fundación de su reino.
6. Las puertas del infierno (Mt 16,18) serán impotentes
contra la Iglesia.
Las puertas es metonímica de palacio real o ciudad o
reino.
El infierno (hádon, hades, en heb. Sheol) son las partes
inferiores donde se localizaba la morada de los muertos.
Se anuncia, solemnemente, la perpetuidad,
indefectibilidad e infalibilidad de la Iglesia fundada
sobre Pedro.
El reino del mal desarrollará una actividad hostil
contra la Iglesia de Cristo, pero ésta vencerá: no
prevalecerán contra ella (Mt 16,18).
A ti te daré las llaves… (Mt 16,19), o sea, el dominio del
reino.
Lo que ates…(Mt 16,19).
Pedro no puede enseñar a gobernar en contra de la
enseñanza y de las intenciones de Cristo: de ahí la
infalibilidad en la doctrina y la indefectibilidad (en la
enseñanza, culto y constitución de la Iglesia) que
perdurarán hasta el fin del mundo.

***

3. En el crucero izquierdo:
Dícele Jesús por tercera vez: Pedro ¿me amas? A
lo cual tú, el tres veces elegido, respondes
diciendo: ¡Oh Señor! Que todo lo conoces, tu sabes
que te amo.
A la triple confesión de amor de Jn 21, sucede una triple
investidura. «No te entristezcas apóstol -dice San Agustín-,
responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por
tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces
habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el
temor. A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y
por tercera vez encomendó sus ovejas a Pedro»286.
–El rebaño es de Cristo, no de Pedro. Una sola Iglesia con
unidad de fe, es el fin del gobierno, y es imagen de la Iglesia
Celestial.

«Primero … Pedro» (Mt 10,2).


¡«»! (Mt 10,2).
Luego de la partida del Señor, Pedro toma el timón de
la nave de la Iglesia. Así lo vemos desde Pentecostés:
como Obispo que preside a los Obispos.
¡Es el Primero! Así lo nombra Mateo: primero Simón,
llamado Pedro (10,2). Le ponen primero y le llaman
primero. Primero en dignidad y autoridad. Primero no
significa orden sino primacía. Si dicho numeral fuera
simple adjetivo ordinal se hubiese seguido con la lista de
ellos: segundo, tercero…
Dice Plummer: «Esta expresión “primero” sería
absolutamente innecesaria al principio de una lista de
nombres sin que sigan otros ordinales para los siguientes
componentes»; y Klostermann «por tanto, no se trata de
una primacía de listas o de ancianidad, sino una verdadera
primacía de rango y jurisdicción».
¡Primus… Petrus!
Él va delante de todo.
El primer sermón apostólico predicado el mismo día de
Pentecostés es predicado por Pedro: Entonces Pedro,
286
Sermón 295.
presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo…
(He 2,14).
Va primero, siempre, en todas las listas de los
apóstoles que aparecen en la Biblia:
* Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero
Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el
de Zebedeo y su hermano Juan ...(Mt 10,2);
* Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de
Pedro (Mc 13,16);
* Y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también
apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano
Andrés (Lc 6,13);
* Y cuando llegaron subieron a la estancia superior,
donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y
Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el
Zelotes y Judas de Santiago (He 1,13).
Manda hacer la primera elección episcopal y propone,
por primera vez, la condición para seleccionarlo. (He 1,21
y ss).
El primer milagro de la Iglesia naciente es hecho por
Él. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo,
te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a
andar» (He 3,6).
La primer defensa de la Iglesia la realiza Él ante el
Sanedrín: Sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel
que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a
quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de
entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se
presenta éste aquí sano delante de vosotros (He 4,10 ss).
El primer castigo es impuesto por Él a los esposos
mentirosos, Ananías y Safira287.
El primer anatema a Simón, el Mago, Pedro le
contestó: Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues

287
cfr. He 5,7–10.
has pensado que el don de Dios se compra con dinero (He
8,20).
El primer viaje apostólico por Judea, Galilea y Samaría
para hacer la primera confirmación apostólica: Al
enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que
Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a
Pedro y a Juan (He 8,14).
El primer pagano es admitido por Pedro: «¿Acaso
puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han
recibido el Espíritu Santo como nosotros?». Y mandó que
fueran bautizados en el nombre de Jesucristo (He 10,47).
En el primer concilio enseñó que no debía aplicarse la
ley mosaica: ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios
queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo
que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?
Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la
gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (He
15,1011).
Él es el guía, el que preside, decide y define…
En todos los acontecimientos importantes de la Iglesia
primera, Pedro va adelante, firme como una roca,
abriendo y cerrando, atando y desatando…
¡Tan adelante que hacía milagros con su sombra! ...
hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las
plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al
pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos
(He 5,15).
¡Tan primero que es el primero, después de su Señor,
en morir muerte de Cruz!
Es el primer obispo de Antioquia de Siria, según San
Jerónimo y San Gelasio I288.
El primer obispo de Roma.
Pero, por sobre todas las cosas, ¡es el primero en el
amor a Cristo!

288
DH 351.
***
4. En la nave central, las palabras que dan
serenidad a todos los hermanos, de todos los
tiempos:
Yo he rogado por ti, Pedro, para que tu fe no
desfallezca. Y tú cuando hayas vuelto confirma a
tus hermanos.

De modo tal, que Pedro es cabeza visible de la Iglesia 289


de Jesucristo y debemos saber que:
– a él deben subordinarse «los mismos Concilios»290;
– con autoridad para promulgar leyes para toda la
Iglesia291;
– es juez supremo en la tierra y no puede ser «juzgado
por nadie» en este mundo292.
– es supremo Doctor de la Iglesia293.
– por lo tanto, obedecerle en fe y moral «es de toda
necesidad de salvación para toda la humana criatura»294.

– Tiene potestad:
* de jurisdicción:
* Suprema, ningún otro posee igual o mayor poder;
* Plena, no sólo la parte principal;
* Inmediata, puede ejercerla sin instancia previa sobre
los obispos y fieles; y Universal, sobre todos los pastores y
sobre todos los fieles;
* Ordinaria, derivada de Jesucristo; y
289
DH 1207; 136.
290
CONCILIO DE LETRÁN, DH 1445.
291
CONCILIO DE CONSTANZA, DH 1265 y passim.
292
CONCILIO ROMANO (año 865), DH 638.
293
CONCILIO DE FLORENCIA, DH 1307.
294
BONIFACIO VIII, DH 875.
* Episcopal, obispo universal y de la diócesis de Roma.
No es una mera dignidad «Todo lo que un Obispo puede
hacer en sus parroquias, lo puede hacer el Papa en la
Diócesis», según el Concilio Vaticano I295.

«Puede ejercerla siempre y libremente», añade el


Concilio Vaticano II296.
De tal manera, que siempre será verdad que «donde está
Pedro, está la Iglesia», como enseña San Ambrosio297.
***
5. En las caras internas de los cuatro pilares de la
cúpula:

Desde aquí brota la unidad del sacerdocio298.


De Pedro «procede el episcopado mismo y toda la
autoridad de este nombre», como enseñó San Inocencio
I299.

Desde aquí una sola fe brilla para el mundo300.


Es oficio de Pedro definir y defender las verdades de la
fe: Su sede «está más obligada que las demás a defender
la verdad de la fe, así también, por su juicio deben ser
definidas las cuestiones que acerca de la fe surgieren» 301;
sólo él «al surgir dudas sobre la fe católica, puede
ponerles fin por determinación auténtica, a la que hay
obligación de adherirse inviolablemente, y que es
verdadero y católico cuanto él, por autoridad de las llaves

295
DH 3064.
296
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 22.
297
Enarr. in Ps. 40,30.
298
«Hinc sacerdoti unitas exoritur».
299
DH 217.
300
«Hinc una fides mundo refulgit».
301
DH 861.
que le fueron entregadas por Cristo, determina ser
verdadero...»302.
Porque «esta Sede de San Pedro permanece siempre
intacta de todo error», declaró el concilio Vaticano I 303
presidido por el Beato Pío IX.
***
6. En el ábside se encuentra una oración a Pedro
en latín y griego:
¡Oh pastor de la Iglesia! Que apacientas a todas
las ovejas y corderos de Cristo.

¿Quién es ese hombre? ¡Pedro!, que pervive en el


Papa304.
Le llama a Simón, ¡Roca!: porque le da una firmeza
inquebrantable y ha de ofrecer refugio seguro en el peligro.
En los Salmos ya aparece la imagen de Yahvé como
Roca...porque concede una protección inexpugnable.
¡ROCA!: que no podía se quebrantada por ningún poder
infernal, terrenal, ni celestial. «Las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella...». Ni Dios mismo puede destruir
esta Roca...antes dejaría Dios de ser Dios que quebrantase
su palabra, que rompiese su promesa: «El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Lc 21,33).
¡ROCA!: porque garantiza la resistencia del edificio que
se edifica sobre ella. Lo mantiene en cohesión y lo preserva
de sacudidas y derrumbamientos.
¡ROCA!: porque es la piedra fundamental que garantiza la
unidad de la Iglesia y su perpetuidad a través de los
tiempos. Seguridad que se alcanza por la autoridad que
detenta Pedro, a quien le fueron dadas ... las llaves del
Reino..., para atar ...y desatar...
302
DH 1064.
303
DH 3070.
304
DH 3056. “Él (Pedro) sigue viviendo y juzgando en sus
sucesores” declaró el legado del Romano Pontífice, Felipe, en el
concilio de Éfeso.
¿Quién debe decir que hay que cambiar y qué no hay que
cambiar? ¿Un sacerdote? ¿Un teólogo muy renombrado? No.
¡El Papa!
¡ROCA!: porque a él se le ha dado el tremendo poder de
«confirmar a los hermanos» (Lc 22,32).

La leyenda en latín y en griego nos recuerda que la


Iglesia respira con dos pulmones, el oriental y el
occidental.
***
¡Qué siempre crezca nuestro amor a Pedro y nuestra
rendida obediencia a él!

4. EL MISTERIO DE PEDRO

En un primer momento pensé que cumpliría con la


novena internética de San Pedro, aniversario de
ordenación sacerdotal del curso de 1996, con la primera
Circular sobre Ucrania enviada ayer. Luego me dije que
tenía que cumplir con los que celebraban su aniversario y
con San Pedro de otra manera, por eso mando estas
sencillas reflexiones mías, tenidas en Kiev, Lviv, Ivano–
Frankivsk, Lviv (delante de la tumba del Cardenal Slipyj),
en el vuelo en avión a hélice hasta Varsovia, luego Milán
(donde las estoy pasando del borrador a la computadora),
esperando enviárselas dentro de un rato desde Roma.
Además, como el próximo viernes 6 de julio en la
Capilla Clementina de la Basílica de San Pedro tenemos
primeras Misas, y que por razones de tiempo no voy a
poder predicar allí, que esto les valga como sermón de
primera Misa para los seis que se van a ordenar.
Es acerca del misterio de Pedro, en él mismo y
prolongado en sus Sucesores. Me ayudaré con una parte
de un sermón de San León Magno. 305 (La traducción de
Lviv es «Los leones»).
1. He podido ver al Papa de cerca muchas veces en
estos últimos días. Tuvimos la gracia de concelebrar la
Santa Misa con él cuatro veces, en cuatro días seguidos.
Por dos veces desde la misma plataforma donde se alzaba
el altar y estaba él.
Camina con mucha dificultad y muy lentamente, más
que antes. Le tiembla la mano izquierda. Las facciones
parecen rígidas, aunque lo vi sonreír con ganas varias
veces. Da la impresión que tiene como paralizado el labio
inferior, por eso cuando lee con la cabeza muy inclinada
hacia abajo, se le escapan algunas gotas de saliva, que a
veces, cuando no tiene el pañuelo a mano, se seca,
simplemente, con la manga del alba. Tiene 81 años.
Decía San León Magno: «Aunque tenemos conciencia,
hermanos queridos, de nuestra debilidad e indolencia en el
cumplimiento de nuestro ministerio, a tal extremo que,
cuando queremos hacer algo con empeño y diligencia nos
vemos impedidos por la fragilidad de nuestra condición...».
2. Pero, por otra parte se lo ve con reflejos geniales,
como cuando en el encuentro con los jóvenes llovía y se
puso a cantar a la lluvia, y cuando salió el sol volvió a
cantar otro canto –por lo menos tres estrofas– al sol. Daba
la impresión que eran cantos que cantaba en su juventud.
En las dos oportunidades pareció que la multitud
enloquecía en aplausos, gritos y cantos.
San León Magno agregaba: «sin embargo, ya que
contamos con la benevolencia del omnipotente y eterno
Sacerdote, el cual, semejante a nosotros, igual al Padre,
sometió la divinidad a la humanidad, elevó la humanidad a
la divinidad, alegrémonos digna y piadosamente de lo que
Él mismo instituyó», o sea, el ministerio petrino.

305
Sermón 3. En el aniversario de su entronización, 2–3: PL
54,145–146; cfr. Liturgia de las Horas, III, 1719–1720.
3. Hemos visto oleadas y oleadas de hermanos,
habitualmente con rostros tristes, fruto de setenta años de
comunismo en Kiev, con una sonrisa inconfundible y hasta
un algo enigmática, como a quien se le cumple un deseo
largamente esperado, como a quien se le quita de encima
un peso mucho tiempo llevado, como quien de pronto
descubre que se puede vivir con ternura, sin miedos, en
libertad y alegría.
La razón de esto es que el mismo Jesucristo,
personalmente, es el que sigue pastoreando las ovejas, a
pesar de la debilidad de los pastores.
Enseña el Santo Padre citado: «Pues, aunque ha
delegado en muchos pastores el cuidado de sus ovejas, no
por eso ha abandonado su solicitud personal por la grey
que El ama».
Y el pueblo vio en la blanca figura del Papa un padre
que ama, que cuida, que guía y que acompaña: «Es Cristo
que vino a visitarnos», dijo uno.
4. Con todas sus innegables y evidentes debilidades
físicas, el Vicario de Cristo, con la fuerza del mismo Cristo,
«confirmó a sus hermanos en la fe»306, como lo hicieran en
otros tiempos San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San
Juan Crisóstomo, los Santos hermanos Cirilo y Metodio,
San Josafat, los 27 mártires ucranianos que beatificó el
Papa y los grandes obispos ucranianos Andrés Sheptytsky
y Josef Slipyj. Es una fuerza distinta de la física, ya que es
de otro orden superior, que percibieron todos los
presentes y los que, ausentes, siguieron al Papa por radio
y televisión. Es la fuerza apostólica.
De ahí que diga el vencedor de Atila: «De este principal
y eterno Protector (Jesucristo) hemos recibido también la
fuerza de la ayuda apostólica, que no deja ciertamente de
actuar; y la firmeza del fundamento sobre el cual va
creciendo en altura la Iglesia no cede, por mucha que sea
la mole del templo que sobre él se apoya».

306
cfr. Lc 22,32.
5. Es la fuerza de la fe de Pedro vivo, quien, una vez
más convocó junto a sí, para actos estrictamente
litúrgicos, contra todo pronóstico, a millones de cristianos
de toda denominación, a otros creyentes e incluso a no
creyentes. En una nación donde se quiso borrar la fe y la
religión católica, en un estado proclamado ateo y enemigo
declarado de Dios, que desterró a miles de creyentes
católicos y a miles mató: a golpes, por disparo de armas
de fuego, por radiación, hirviéndolos en ollas, con torturas
inimaginables, a través de miles de vejaciones,
crucificados, envenenados...
Por encima de todo eso pasó el Papa eslavo con ese
algo de un orden superior, propiamente dicho, de orden
sobrenatural: «en efecto, la solidez de aquella fe del
Príncipe de los apóstoles, que mereció la alabanza de
Cristo, permanece para siempre; y así como permanece lo
que Pedro creyó en Cristo, así también sigue en pie lo que
Cristo instituyó en la persona de Pedro. Continúa, pues, lo
establecido por la verdad, y San Pedro, manteniéndose en
la firmeza de piedra que recibió, no suelta el timón de la
Iglesia», proclamaba San León Magno. Dijo un filósofo
ortodoxo, Kostantin Sigov: «Yo creo que la visita del obispo
de Roma a Kiev es un acontecimiento extraordinario que
dejará una profunda marca en esta parte del mundo. Es la
irrupción de un elemento meta–histórico en la historia»307.
6. Esto se debe a que San Pedro fue puesto por encima
de los demás y estuvo unido de una manera muy profunda
a Jesucristo. Sigue diciendo el Santo: «en efecto, de tal
manera fue constituido por encima de los demás, que por
sus apelativos simbólicos de piedra, fundamento, portero
del reino de los Cielos, árbitro de lo que se ha de atar y
desatar –con la ratificación en el Cielo de sus decisiones–
podemos colegir cuál fuese su unión con Cristo».
7. ¿Cómo puede ser que un hombre de 81 años, con
tantas limitaciones físicas, haga una obra tan excepcional?
Hace diez años fue el principal protagonista que llevó a la
libertad y a la independencia a la nación ucraniana. Ahora
parece que hubiera querido rubricar esa libertad e
307
ZS010627.
independencia con su visita apostólica. Los hizo sentir
libres, los exorcizó del enano interior del comunismo que
todavía les quedaba a muchos, mostró al mundo que
Ucrania no es una nación atea, sino que es una nación
católica. Al Patriarcado de Moscú, petrificado en la
oscuridad de un pasado que fue, le hizo sentir el peso de
la verdad, de la caridad y de la altísima responsabilidad
histórica de negarse a la unidad pedida por Cristo; y los
pueblos se dieron cuenta de esto. Un locutor de radio dijo:
«El Patriarcado de Moscú perdió Ucrania».
Es que Pedro «... ahora, de un modo más pleno y eficaz,
lleva a cabo la misión que se le confió, ya que realiza
todas las funciones de su cargo y cura pastoral en Aquel y
con Aquel por quien ha sido glorificado».
8. Y el sucesor de Pedro, Juan Pablo II, como San León
Magno y como todo fiel sucesor de Pedro, debe decir de sí:
«Por tanto, si algo hacemos o juzgamos rectamente, si
algo alcanzamos de la misericordia divina con nuestra
cotidiana intercesión, lo debemos a las obras y méritos de
aquel (San Pedro) cuya potestad y autoridad pervive de
forma destacada en su Sede».
9. Hemos visto maravillas en Kiev y en Lviv, algunos
incluso hablaban de milagros. Todo lo cual es fruto de
aquella profesión de fe de San Pedro: «todo esto, queridos
hermanos, es resultado de aquella profesión de fe
inspirada por el Padre en el corazón del apóstol, superó las
incertidumbres de las opiniones humanas y obtuvo la
firmeza de una piedra, capaz de resistir incólume
cualquier golpe», enseña San León.
10. Esto que hemos palpado en estos días
excepcionales, sin embargo, es algo de todos los días y
que afecta a toda la Iglesia, que reconoce que Jesús es el
Señor, porque todo aquel que reconoce esa verdad se
compenetra con el magisterio de San Pedro: «así, pues, en
toda la Iglesia, Pedro afirma cada día: Tú eres el Mesías, el
Hijo del Dios vivo, y toda lengua que reconoce al Señor
está imbuida del magisterio de esta voz». Todo hermano y
hermana, en cualquier parte del mundo en que se
encuentre, que confiesa que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, está inculcado, inspirado, influido y persuadido por la
confesión de Pedro, por el magisterio de su voz.
En fin, por el carisma de primado dado por Jesucristo y
por el carisma personal de este primado, también dado
por Jesucristo, éste es un Papa de pasos cortos, pero que
llega a donde quiere, es de mano temblorosa, pero de
verdades firmes, que no puede controlar su labio inferior,
pero que habla el ucraniano mejor que muchos
ucranianos, incluso gobernantes, como se ha escrito en
dos diarios del país. Y habló en ruso, húngaro, moldavo,
rumano, bieloruso, polaco, latín, alemán, francés, inglés...
Más allá de las multitudes ingentes, más allá de las
consecuencias religiosas y civiles que producirá esta
visita, más allá de los irresponsables que torpedean todo
diálogo ecuménico verdadero, más allá de las
repercusiones internacionales imparables, hemos tenido la
gracia de palpar, por así decirlo, la gracia del misterio de
Pedro, de su Eucaristía, de su palabra, de su amor a la
Madre Virgen y a todo ser humano.
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo (Mt 16, 16). ...
¡Cuántas veces yo mismo he encontrado en estas palabras
una fuerza interior para proseguir la misión que la
Providencia me ha confiado!», dijo Juan Pablo II en este
día308.

5. EL PRIMADO DE PEDRO

Hoy, fiesta de la Cátedra de San Pedro, fiesta que


nuestra familia religiosa celebra de modo muy particular
ya que el 22 de febrero de 1988 inauguramos el primer
Noviciado de nuestra familia religiosa, el Noviciado
«Marcelo Javier Morsella». Fue el primer Maestro de

308
cfr. L’Osservatore Romano (6 de julio de 2001) 5.
Novicios –con sólo 24 años– el p. Elvio Fontana,
actualmente Rector de nuestro Seminario Mayor en San
Rafael. El primer noviciado estuvo ubicado en una finca en
la localidad de La Nora, que fue gentilmente prestada por
la familia Baudry. Era un inicio materialmente muy pobre,
pero Dios en su infinita riqueza nos concedía vocaciones,
el mejor tesoro. Luego nos trasladamos a la actual casa en
la Finca Nuestra Señora del Valle, en Rama Caída. Un lugar
muy hermoso. El segundo Maestro de novicios fue el p.
Eugenio Mazzeo, actualmente misionero en Rusia. El
actual Maestro de Novicios es el p. Roberto Folonier. Y hoy
finaliza la camada número 12 de nuestro noviciado.
Para esta fecha, he querido que nos afiancemos en el
amor a nuestro Romano Pontífice, Juan Pablo II, sucesor de
Pedro. El 30 de octubre de 1998 se hicieron públicas las
siguientes «Consideraciones de la Congregación para la
Doctrina de la Fe», en relación con las actas del simposio
sobre «el Primado del Sucesor de Pedro en el misterio de
la Iglesia» celebrado en el Vaticano del 2 al 4 de diciembre
de 1996, en respuesta a la invitación de la encíclica «Ut
unum sint», del 25 de mayo de 1995. Consideraremos
brevemente sobre este tema.

I. El Primado del Sucesor de Pedro en el Misterio


de la Iglesia
1. En el actual momento de la vida de la Iglesia, la
cuestión del primado de Pedro y de Sus Sucesores
presenta una singular relevancia, incluso ecuménica. En
este sentido se ha expresado con frecuencia Juan Pablo II,
de modo particular en la Encíclica «Ut unum sint», en la
cual ha querido dirigir especialmente a los pastores y a los
teólogos la invitación a «encontrar una forma de ejercicio
del Primado que, sin renunciar de modo alguno a lo
esencial de su misión, se abra a una situación nueva».309

309
JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Ut unum sint», 95. La
Congregación para la Doctrina de la Fe, acogiendo la invitación del
Santo Padre, ha decidido proseguir la profundización de la temática
convocando un simposio de naturaleza puramente doctrinal sobre El
Primado del Sucesor de Pedro, que se ha desarrollado en el Vaticano
La continuidad de Pedro en la historia de la
Iglesia
El Santo Padre ha escrito: «La Iglesia Católica es
consciente de haber conservado, con fidelidad a la
Tradición Apostólica y a la fe de los Padres el ministerio
del Sucesor de Pedro»310. Existe efectivamente una
continuidad a lo largo de la historia de la Iglesia del
desarrollo doctrinal sobre el Primado. Al redactar el
presente texto, que aparece como apéndice al
mencionado volumen de las Actas 311, la Congregación para
la Doctrina de la Fe se ha valido de los aportes de los
estudiosos que tomaron parte en el simposio, sin
pretender ofrecer por otro lado, una síntesis ni adentrarse
en cuestiones abiertas a nuevos estudios.
Estas «Consideraciones» –al margen del Simposio–
quieren sólo recordar los puntos esenciales de la doctrina
católica sobre el Primado, gran don de Cristo a su Iglesia
en cuanto servicio necesario para la unidad y que ha sido
además con frecuencia, como demuestra la historia, una
defensa de la libertad de los Obispos y de las Iglesias
particulares de frente a las injerencias del poder político.

II . Origen, finalidad y naturaleza del Primado


«Primero Simón, llamado Pedro» (Mt 10,2)

del 2 al 4 de diciembre de 1996, y del cual han sido publicadas las


Actas. Se puede confrontar en «Il Primato del Sucessore di Pietro»,
Actas del Simposio Teológico, Roma, 2–4 de diciembre de 1996,
Librería Editora Vaticana (Ciudad del Vaticano 1998).
310
JUAN PABLO II, «Mensaje al Cardenal Joseph Ratzinger con
ocasión del Simposio sobre el primeado del Romano Pontífice»,
L’Osservatore Romano 50 (1996) 640.
311
Consideraciones de la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,
El Primado del Sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia, en «Il
Primato del Sucessore di Pietro», Actas del Simposio Teológico, Roma,
2–4 de diciembre de 1996, Librería Editora Vaticana (Ciudad del
Vaticano 1998) 493–503. El texto se ha publicado también en un
fascículo, editado por la Librería Editora Vaticana.
Con este significativo acento de la primacía de Simón
Pedro, San Mateo introduce en su Evangelio la lista de los
Doce Apóstoles que también en los otros dos Evangelios
sinópticos y en los Hechos se inicia con el nombre de
Simón312. Esta lista, dotada de gran fuerza testimonial, y
otros pasajes evangélicos313 muestran con claridad y
simplicidad que el canon neotestamentario ha recibido las
palabras de Cristo relativas a Pedro y a su rol en el grupo
de los Doce314.
Por ello, ya en las primeras comunidades cristianas,
como también, más tarde, en toda la Iglesia, la imagen de
Pedro ha permanecido fijada como aquella del Apóstol
que, a pesar de su debilidad humana, fue constituido
expresamente por Cristo en el primer lugar entre los Doce
y llamado a desarrollar en la Iglesia una propia y
específica función. Él es la roca sobre la cual Cristo
edificará su Iglesia315; es aquel que, una vez convertido,
permanecerá firme en la fe y confirmará a los
hermanos316; es, en fin, el Pastor que guiará a la entera
comunidad de los discípulos del Señor 317. En la figura, en la
misión y en el ministerio de Pedro, en su presencia y en su
muerte en Roma –testimoniada por la más antigua
tradición literaria y arqueológica– la Iglesia contempla una
profunda realidad, que está en relación esencial con su
mismo misterio de comunión y salvación: «Ubi Petrus,
ibi ergo Ecclesia»318.

312
cfr. Mc 3,16; Lc 6,14; He 1,13.
313
cfr. Mt 14,28–31; 16,16–23 y par.; 19,27–29; y par.; 26,33–35 y
par.; Lc 22,32; Jn 1,42; 6,67–70; 13,36–38; 21,15–19.
314
El testimonio a favor del ministerio petrino se encuentra en
todas las expresiones, aun diferentes, de la tradición
neotestamentaria, tanto en los Sinópticos –con rasgos diversos en
Mateo y Lucas, al igual que en Marcos– como en el cuerpo paulino y
en la tradición joánica, siempre con elementos originales, diferentes
en lo que atañe a los aspectos narrativos pero profundamente
concordantes en su significado esencial. Se trata de un signo de que
la realidad petrina fue considerada un dato constitutivo de la Iglesia.
315
cfr. Mt 16,18.
316
cfr. Lc 22,32.
317
cfr. Jn 21,15–17. Sobre el testimonio neotestamentario acerca
del Primado, véase también la JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Ut unum
sint», 90ss.
318
SAN AMBROSIO DE MILÁN, Enarra. in Ps., 40,30: PL 14,1134.
La Iglesia, desde los inicios y con creciente claridad, ha
entendido que como existe la sucesión de los Apóstoles en
el ministerio de los Obispos del mismo modo también el
ministerio de la unidad, confiado a Pedro, pertenece a la
perenne estructura de la Iglesia de Cristo y que esta
sucesión está fijada en la sede de su martirio.

Pedro, perpetuo y visible fundamento de la


unidad.
Basándose en el testimonio del Nuevo Testamento, la
Iglesia Católica enseña, como doctrina de fe, que el Obispo
de Roma es el Sucesor de Pedro en su servicio primacial
en la Iglesia universal319; esta sucesión explica la
preeminencia de la Iglesia de Roma 320, enriquecida
también por la predicación y por el martirio de San Pablo.
En el plan divino sobre el Primado como «oficio
confiado personalmente por el Señor a Pedro, príncipe de
los Apóstoles, para que fuera transmitido a sus
sucesores»321, se manifiesta ya la finalidad del carisma
petrino, o bien «unidad de fe y de comunión»322 de todos
los creyentes. El Romano Pontífice de hecho como Sucesor
de Pedro, es «perpetuo y visible principio y fundamento de
la unidad tanto de los Obispos como de la multitud de los
fieles»323, y por ello él tiene una gracia ministerial
específica para servir esa unidad de fe y de comunión que
319
cfr., por ejemplo, SAN SIRICIO I, carta Directa ad decessorem, 10
de febrero del año 385: DH 181; II CONCILIO DE LYON, Professio fidei de
Miguel Paleólogo, 6 de julio de 1274: DH 81; CLEMENTE VI, carta Super
quibusdam, 29 de septiembre de 1351: DH 1053; CONCILIO DE
FLORENCIA, bula Laetentur caeli, 6 de julio de 1439: DH 1307; PÍO IX,
Carta Encíclica «Qui pluribus», 9 de noviembre de 1846: DH 2781;
CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus, cap. 2:
Denz–Hün, nn. 3056–3058; CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II,
Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», nn. 21–23;
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 882; etc.
320
cfr. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epist. ad Romanos, Intr.: SChr 10,
106–107; SAN IRENEO DE LYON, Adv. Haer., III, 3, 2: S Chr 211, 32–33.
321
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 20.
322
CONCILIO VATICANO I, Constitución Dogmática «Pastor aeternus»,
proemio: DH 3051; cfr. SAN LEÓN I MAGNO, Tract. in Natale eiusdem, IV,
2: CCL 138, 19.
es necesaria para el cumplimiento de la misión salvífica de
la Iglesia324.

El Obispo de Roma responde a la voluntad de


Cristo
La Constitución «Pastor aeternus» del Concilio Vaticano
I indicó en el prólogo la finalidad del Primado, dedicando
luego el núcleo del texto a exponer el contenido o ámbito
de su potestad propia. El Concilio Vaticano II, por su parte,
reafirmando y completando las enseñanzas del Vaticano
I325 ha tratado principalmente el tema de la finalidad,
dando particular atención al misterio de la Iglesia como
«Corpus Ecclesiarum»326. Tal consideración permitió
acentuar en modo relevante y con mayor claridad que la
función primacial del Obispo de Roma y la función de los
otros Obispos no se encuentran enfrentadas sino en una
originaria y esencial armonía327.

323
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 23; cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución
dogmática «Pastor Aeternus», proemio: DH 3051; JUAN PABLO II, Carta
Encíclica «Ut unum sint», 88; PÍO IX, carta del Santo Oficio a los
Obispos de Inglaterra, 16 de septiembre de 1864: DH 2888; LEÓN XIII,
Carta Encíclica «Satis cognitium», 29 de junio de 196: DH nn. 3305–
3310.
324
cfr. Jn 17,21–23; CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el
Ecumenismo «Unitatis redintegratio», 1; PABLO VI, Exhortación
Apostólica «Evangelii nuntiandi», 8 de diciembre de 1975, n. 77: AAS
68 (1976) 69; JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 98.
325
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 18.
326
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 23.
327
cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor
Aeternus», 3: DH 3061; Declaración colectiva de los Obispos
alemanes, enero–febrero de 1875: DH nn. 3112–3113; LEÓN XIII, Carta
encíclica «Satis cognitum», 29 de junio de 1896: DH 3310; CONCILIO
VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
Gentium», 27. Como explicó PÍO IX en la Alocución después de la
promulgación de la Constitución dogmática «Pastor Aeternus»:
“Summa ista Romani Pontificis auctoritas, venerabiles fratres, non
opprimit sed adiuvat, non destruit sed aedificat, et saepissime
confirmat in dignitate, unit in caritate, et fratrum, scilicet
episcoporum, jura firmat atque tuetur” (Mansi, 52, 1336, A/B).
Por ello, «cuando la Iglesia Católica afirma que la
función del Obispo de Roma responde a la voluntad de
Cristo, ella no separa esta función de la misión confiada al
conjunto de los Obispos, también ellos “vicarios y legados
de Cristo”328. El Obispo de Roma pertenece a su colegio y
ellos son sus hermanos en el ministerio» 329. Se debe
también afirmar, recíprocamente, que la colegialidad
episcopal no se contrapone al ejercicio personal del
Primado ni lo debe relativizar.

Cada Iglesia particular lleva en sí la apertura


hacia la unidad
Todos los Obispos son sujetos de la «solicitud por todas
las Iglesias»330 –«sollicitudo omnium Ecclesiarum»– en
cuanto miembros del Colegio episcopal que sucede al
Colegio de los Apóstoles del cual ha formado parte
también la extraordinaria figura de San Pablo. Esta
dimensión universal de su «» (episkopé – vigilancia)
es inseparable de la dimensión particular relativa a los
oficios que les han sido confiados331.
En el caso del Obispo de Roma –Vicario de Cristo según
el modo propio de Pedro como Cabeza del Colegio de los
Obispos332– la «sollicitudo omnium Ecclesiarum» adquiere
una fuerza particular porque es acompañada de la plena y
suprema potestad en la Iglesia333: una potestad realmente
episcopal, no sólo suprema, plena y universal, sino

328
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 27.
329
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 95.
330
2 Co 11,28.
331
La prioridad ontológica que la Iglesia universal, en su misterio
esencial, tiene con respeto a toda Iglesia particular (cfr. CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis notio –28 de mayo de
1992– 9) subraya también la importancia de la dimensión universal
del ministerio de cada obispo.
332
cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor
aeternus», 3: DH 3059; CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 22; CONCILIO DE FLORENCIA, bula
«Laetentur caeli», 6 de julio de 1439: DH 1307.
333
cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor
aeternus», 3: DH nn. 3060.3064.
también inmediata, sobre todos, tanto sobre los pastores
como los otros fieles334. El ministerio del Sucesor de Pedro,
por lo tanto, no es un servicio que alcance solamente a
toda Iglesia particular desde fuera, sino que está inscrito
en el corazón de cada Iglesia particular, en la cual «está
realmente presente y actúa la Iglesia de Cristo» 335, y por
esto lleva en sí la apertura al ministerio de la unidad. Esta
interioridad del ministerio del Obispo de Roma en relación
con cada Iglesia particular es también expresión de la
mutua interioridad entre Iglesia universal e Iglesia
particular336.
El Episcopado y el Primado, recíprocamente enlazados e
inseparables son de institución divina. Históricamente han
surgido, instituidas por la Iglesia, formas de organización
eclesiástica en las cuales se ejercita también un principio
de primacía. En particular, la Iglesia Católica es bien
consciente de la función de las sedes apostólicas en la
Iglesia antigua, especialmente de aquellas consideradas –
Antioquía y Alejandría– como puntos de referencia de la
Tradición Apostólica, alrededor de las cuales se ha
desarrollado el sistema patriarcal; este sistema pertenece
a la guía de la Providencia ordinaria de Dios sobre la
Iglesia, y lleva en sí, desde los inicios, el nexo con la
tradición petrina337.

III. EL EJERCICIO DEL PRIMADO Y SUS


MODALIDADES

Siervo de los Siervos de Dios

334
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 22.
335
CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el deber pastoral de los
obispos «Christus Dominus», 11.
336
cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE , Carta Communionis
notio, 13.
337
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 23; Decreto sobre las Iglesias orientales católicas
«Orientalium Ecclesiarum», nn. 7.9.
El ejercicio del ministerio petrino debe ser entendido –
para que «nada pierda de su autenticidad y
transparencia»338– a partir del Evangelio, o bien por su
esencial inserción en el misterio salvífico de Cristo y en la
edificación de la Iglesia. El Primado difiere en su propia
esencia y en su ejercicio de los oficios de gobierno
vigentes en las sociedades humanas 339: no es un oficio de
coordinación ni de presidencia, ni se reduce a un Primado
de honor, ni puede ser concebido como una monarquía de
tipo político.
El Romano Pontífice está –como todos los fieles–
sometido a la Palabra de Dios, a la fe católica y es garante
de la obediencia de la Iglesia y, en este sentido, «servus
servorum». Él no decide según su propio arbitrio, sino que
da voz a la voluntad del Señor, que habla al hombre en la
Escritura vivida e interpretada por la Tradición, en otros
términos, la vigilancia («episkopé») del Primado tiene los
límites que proceden de la ley divina y de la inviolable
constitución divina de la Iglesia, contenida en la
Revelación340. El Sucesor de Pedro es la roca que, contra la
arbitrariedad y el conformismo, garantiza una rigurosa
fidelidad a la Palabra de Dios: continúa de este modo el
carácter martirológico de su Primado.

Las características del ejercicio del Primado


Deben ser comprendidas sobre todo a partir de dos
premisas fundamentales: La unidad del Episcopado y el
carácter episcopal del Primado mismo.
Siendo el Episcopado una realidad «una e indivisa»341,
el Primado del Papa comporta la facultad de servir
efectivamente a la unidad de todos los Obispos y de todos
los fieles y «se ejercita a varios niveles, que se refieren a
la vigilancia sobre la transmisión de la Palabra, sobre la
338
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 93.
339
cfr. JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 94.
340
Declaración colectiva de los Obispos alemanes, enero–febrero
de 1875: DH 3114.
341
CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor aeternus»,
3: DH 3051.
celebración sacramental y litúrgica, sobre la misión, sobre
la disciplina y sobre la vida cristiana» 342; a estos niveles
por voluntad de Cristo, todos en la Iglesia los Obispos y los
demás fieles, deben obediencia al Sucesor de Pedro, el
cual es también garante de la legítima diversidad de ritos,
disciplinas y estructuras eclesiásticas entre Oriente y
Occidente.
El Primado del Obispo de Roma, considerado su
carácter episcopal, se explica, en primer lugar, en la
transmisión de la Palabra de Dios; por ello incluye una
específica y particular responsabilidad en la misión
evangelizadora343, dado que la comunión eclesial es una
realidad esencialmente destinada a expandirse:
«Evangelizar es la gracia y la vocación propia de la Iglesia,
su identidad más profunda»344.

Enseñar
La tarea episcopal que el Romano Pontífice tiene en
relación con la transmisión de la Palabra de Dios se
extiende también al interior de toda la Iglesia. Como tal,
es un oficio magisterial supremo y universal 345; es una
función que implica un carisma: una especial asistencia
del Espíritu Santo al Sucesor de Pedro, que también
incluye, en ciertos casos, la prerrogativa de la
infalibilidad346. Como «todas las Iglesias están en
comunión plena y visible, porque todos los pastores están
en comunión con Pedro, y así en la unidad de Cristo» 347,
del mismo modo los Obispos son testigos de la verdad

342
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 94.
343
cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 23; LEÓN XIII, Carta encíclica «Grande munus», 30
de septiembre de 1880: ASS 13 (1880) 145; CIC c. 782 §1.
344
PABLO VI, Exhortación apostólica «Evangelii nuntiandi», 14. cfr.
CIC c. 781.
345
cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor
aeternus», 4: DH nn. 3065–3068.
346
cfr. ibidem.: DH nn. 3073–3074; CONCILIO VATICANO II,
Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 25; CIC c.
749 §1.; Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 579, §1.
347
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 94.
divina y católica cuando enseñan en comunión con el
Romano Pontífice348.
Regir
Junto con la función magisterial del Primado, la misión
del Sucesor de Pedro sobre toda la Iglesia comporta la
facultad de realizar los actos de gobierno eclesiástico
necesarios o convenientes para promover y defender la
unidad de la fe y de la comunión; entre estos se debe
considerar, como ejemplo: dar el mandato para la
ordenación de nuevos Obispos, exigir de ellos la profesión
de fe católica; ayudar a todos a mantenerse en la fe
profesada.
Como es obvio, existen muchos otros posibles modos,
más o menos contingentes de desarrollar este servicio
para la unidad: emanar leyes para toda la Iglesia,
establecer estructuras pastorales al servicio de diversas
Iglesias particulares, dotar de fuerza vinculante las
decisiones de los Concilios particulares, aprobar institutos
religiosos supra–diocesanos, etc.
Por el carácter supremo de la potestad del Primado, no
hay instancia alguna a la cual el Romano Pontífice deba
responder jurídicamente sobre el ejercicio del don
recibido: «prima sedes a nemine iudicatur»349. No
obstante, ello no significa que el Papa tenga un poder
absoluto. Escuchar la voz de las Iglesias es, de hecho, un
signo del ministerio de la unidad, una consecuencia
también de la unidad del Cuerpo episcopal y del «sensus
fidei» del entero Pueblo de Dios; y este vínculo aparece
sustancialmente dotado de mayor fuerza y seguridad que
por las instancias jurídicas –hipótesis por otro lado
improponible, porque es carente de fundamento– a las
cuales el Romano Pontífice debería responder. La última e
inderogable responsabilidad del Papa encuentra la mejor
garantía, por una parte en su inserción en la Tradición y la

348
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 25.
349
CIC c. 1404; Código de cánones de las Iglesias orientales, c.
1058; cfr. CONCILIO VATICANO I, Constitución dogmática «Pastor
aeternus», 3: DH 3063.
comunión fraterna y, por otra, en la confianza en la
asistencia del Espíritu Santo que gobierna la Iglesia.

y Santificar
La unidad de la Iglesia, al servicio de la cual se pone de
modo singular el ministerio del Sucesor de Pedro, alcanza
la más alta expresión en el Sacrificio Eucarístico, el cual es
centro y raíz de la comunión eclesial; comunión que se
funda incluso necesariamente sobre la unidad del
Episcopado. Por ello, «toda celebración de la Eucaristía es
realizada no sólo en unión con el propio Obispo, sino
también con el Papa, con el orden episcopal, con todo el
clero y con el pueblo entero. Toda celebración válida de la
Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y
con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente»350, como
en el caso de las Iglesias que no están en plena comunión
con la Sede Apostólica.
«La Iglesia peregrinante, lleva en sus sacramentos y en
sus instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen
de este mundo que pasa»351. También por esto, la
naturaleza inmutable del Primado del Sucesor de Pedro se
ha expresado históricamente a través de modalidades de
ejercicio adecuadas a las circunstancias de una Iglesia
peregrinante en este mundo cambiante. Los contenidos
concretos de su ejercicio caracterizan al ministerio petrino
en la medida en que expresan fielmente la aplicación a las
circunstancias de lugar y de tiempo de las exigencias de la
finalidad última que le es propia (la unidad de la Iglesia).
La mayor o menor extensión de tales contenidos concretos
dependerá en cada época histórica de la «necessitas
Ecclesiae». El Espíritu Santo ayuda a la Iglesia a conocer
esta «necessitas» y el Romano Pontífice, escuchando la
voz del Espíritu en las Iglesias, busca la respuesta y la
ofrece cuando y como lo considera oportuno.

350
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis
notio, 14; cfr. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1369.
351
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 48.
Como consecuencia, no es buscando el mínimo de
atribuciones ejercitadas en la historia como se puede
determinar el núcleo de la doctrina de la fe sobre las
competencias del Primado. Por eso, el hecho de que una
determinada tarea haya sido cumplida por el Primado en
una cierta época no significa por sí sola que tal tarea deba
necesariamente estar siempre reservada al Romano
Pontífice; y, viceversa, el solo hecho de que una
determinada función no haya sido ejercitada previamente
por el Papa no autoriza a concluir que tal función no pueda
en algún modo ejercitarse en el futuro como competencia
del primado.
En todo caso, es fundamental afirmar que el
discernimiento sobre la congruencia entre la naturaleza
del ministerio petrino y las eventuales modalidades de su
ejercicio, es un discernimiento que debe realizarse «in
Ecclesia», o sea bajo la asistencia del Espíritu Santo y en
diálogo fraterno del Romano Pontífice con los otros
Obispos, según las exigencias concretas de la Iglesia.
Pero, al mismo tiempo, es evidente que sólo el Papa (o el
Papa con el Concilio ecuménico) tiene, como Sucesor de
Pedro, la autoridad y la competencia para decir la última
palabra sobre las modalidades de ejercicio del propio
ministerio pastoral en la Iglesia universal.

Conclusiones
Al recordar los puntos esenciales de la doctrina católica
sobre el Primado del Sucesor de Pedro, la Congregación
para la Doctrina de la Fe está segura de que la
reafirmación autorizada de tales adquisiciones doctrinales
ofrece mayor claridad sobre la vía a seguir. Tal reclamo es
útil, de hecho, también para evitar las recaídas siempre
nuevamente posibles en las parcialidades y en las
unilateralidades ya rechazadas por la Iglesia en el pasado
(febronianismo, galicanismo, ultramontanismo,
conciliarismo, etc.). Y, sobre todo, viendo el ministerio del
«Siervo de los siervos de Dios» como un gran don de la
misericordia divina a la Iglesia, encontraremos todos –con
la gracia del Espíritu Santo– el impulso para vivir y
custodiar fielmente la efectiva y plena unión con el
Romano Pontífice en el caminar cotidiano de la Iglesia
según el modo querido por Cristo352.
La plena comunión querida por el Señor entre los que
se confiesan sus discípulos exige el reconocimiento común
de un ministerio eclesial universal «en el cual todos los
obispos se reconozcan unidos en Cristo y todos los fieles
encuentren la confirmación de la propia fe» 353. La Iglesia
Católica profesa que este ministerio es el ministerio
primacial del Romano Pontífice, Sucesor de Pedro, y
sostiene con humildad y firmeza «que la comunión de las
Iglesias particulares con la Iglesia de Roma, y de sus
Obispos con el Obispo de Roma, es un requisito esencial –
en el designio de Dios– de la comunión plena y visible» 354.
No han faltado en la historia del Papado errores humanos
y carencias también graves: Pedro mismo, de hecho,
reconocía él ser un pecador355. Pedro, hombre débil, fue
elegido como roca, precisamente para que fuese evidente
que la victoria es solamente de Cristo y no resultado de las
fuerzas humanas. El Señor quiso llevar en vasos frágiles 356
el propio tesoro a través de los tiempos: así la fragilidad
humana se ha vuelto signo de la verdad de las promesas
divinas.
¿Cuándo y cómo se alcanzará la tan deseada meta de
la unidad de todos los cristianos? «¿Cómo obtenerlo? Con
la esperanza en el Espíritu, que sabe alejar de nosotros los
espectros del pasado y las memorias dolorosas de la
separación; Él nos concede lucidez, fuerza y valor para
emprender los pasos necesarios de modo que nuestro
compromiso sea siempre más auténtico»357. Estamos
todos invitados a confiarnos al Espíritu Santo, a confiarnos
a Cristo, confiándonos a Pedro.

352
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia
«Lumen Gentium», 15.
353
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 97.
354
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 94.
355
cfr. Lc 5,8.
356
cfr. 2Co 4,7.
357
JUAN PABLO II, Carta encíclica «Ut unum sint», 102.
Firman este decreto el Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la fe el Cardenal Joseph Ratzinger y
Mons. Tarcisio Bertone, Arzobispo emérito de Vercelli,
Secretario. Pidamos a la Santísima Virgen, crecer en amor
y fidelidad a la Iglesia de Jesucristo, hoy y siempre.

6. EL MULTIFACÉTICO PEDRO

Hoy celebra la Iglesia el santo martirio de los dióscuros


cristianos, Pedro y Pablo, que en Roma dieron el supremo
testimonio de Jesucristo derramando su sangre por Él. Por
razón de tiempo casi exclusivamente me referiré al
multifacético Pedro. Lo haré en forma de florilegio.

1. Pescador
Caminando (Jesús) por la ribera del mar de Galilea vio a
dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano
Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores…
(Mt 4,18).

2. Esposo
Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste
en cama, con fiebre (Mt 8,14).

3. Elegido
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos
que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se
encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías» – que quiere decir, Cristo.
Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le
dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas”
– que quiere decir, «Piedra» (Jn 1,41–42).

4. Discípulo
Tomando Pedro la palabra, le dijo: Explícanos la
parábola… (Mt 15, 15).

5. Testigo
En el monte Tabor: Seis días después, toma Jesús
consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los
lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de
ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos
se volvieron blancos como la luz. En esto, se les
aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es
estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías.» (Mt 17, 1–4).
En el monte de los Olivos, en Getsemaní: Y tomando
consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a
sentir tristeza y angustia. Entonces les dice: «Mi alma está
triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad
conmigo». Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra,
y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí
esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras
tú». Viene entonces donde los discípulos y los encuentra
dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido
velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis
en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es
débil» (Mt 26, 37–41).
En el monte Gareb: Salieron Pedro y el otro discípulo, y
se encaminaron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por
delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el
sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que
cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en
un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo,
el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó,
pues hasta entonces no habían comprendido que según la
Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos (Jn 20,
3–9).

6. Apóstol
Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero
Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago
el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé;
Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo;
Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le
entregó. A estos doce envió Jesús…(Mt 10,2–5).

7. Hagiógrafo
Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como
extranjeros en la Dispersión: en el Ponto, Galacia,
Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según el previo
conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora
del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con
su sangre. A vosotros gracia y paz abundantes (1Pe 1,2).
Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que
por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha
cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A
vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de
nuestro Señor (2Pe 1–2).

8. Taumaturgo
Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que
llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del
Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los
que entraban en el Templo. Éste, al ver a Pedro y a Juan
que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo:
«Míranos». Él les miraba con fijeza esperando recibir algo
de ellos. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que
tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte
a andar». Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al
instante cobraron fuerza sus pies y tobillos, y de un salto
se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo
andando, saltando y alabando a Dios (He 3,2–8).
Los creyentes cada vez en mayor número se adherían
al Señor, una multitud de hombres y mujeres ... hasta tal
punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los
colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro,
siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También
acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén
trayendo enfermos y atormentados por espíritus
inmundos; y todos eran curados (He 5,14–16).
Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó
también a visitar a los santos que habitaban en Lida.
Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una
camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico.
Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura; levántate y
arregla tu lecho» Y al instante se levantó (He 9,32–34).
Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que
quiere decir Dorcás. Era rica en buenas obras y en
limosnas que hacía. Por aquellos días enfermó y murió. La
lavaron y la pusieron en la estancia superior. Lida está
cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro
estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No
tardes en venir a nosotros». Pedro partió inmediatamente
con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia
superior y se le presentaron todas las viudas llorando y
mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía
mientras estuvo con ellas. Pedro hizo salir a todos, se puso
de rodillas y oró; después se volvió al cadáver y dijo:
«Tabitá, levántate». Ella abrió sus ojos y al ver a Pedro se
incorporó. Pedro le dio la mano y la levantó (He 9,36–41).

9. Predicador
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó
su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén:
Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis
palabras: …» «Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús,
el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros
con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su
medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a
éste, que fue entregado según el determinado designio y
previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis
clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste,
pues, Dios le resucitó…»( He 2, 14–15. 22–24).

10. Papa
La promesa del Primado: Díceles él: «Y vosotros ¿quién
decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo:
«Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te
ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves
del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos» (Mt 16, 15–19).
La investidura del Primado: Después de haber comido,
dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más
que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te
quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a
decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le
dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús:
«Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón
de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le
preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo:
«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice
Jesús: «Apacienta mis ovejas» (Jn 20,15–17).
Ejerce el Primado: Uno de aquellos días Pedro se puso
en pie en medio de los hermanos –el número de los
reunidos era de unos ciento veinte– y les dijo: «Hermanos,
era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el
Espíritu Santo, por boca de David, había hablado…» (He
1,15–16).

11. Mártir
«En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú
mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando
llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te
llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase
de muerte con que iba a glorificar a Dios (Jn 20, 18–19).
Una nube de testigos358 habla del martirio de los
Príncipes de los Apóstoles, así:
El Papa San Clemente Romano de quien decía San
Ireneo de Lyón: «...en tercer lugar, a partir de los
Apóstoles, hereda el episcopado Clemente, que también
había visto a los bienaventurados Apóstoles y
tratado con ellos, y todavía tenía resonándole en
sus oídos la predicación de los Apóstoles y delante
de los ojos su tradición»359, afirmaba: «Por emulación y
envidia fueron perseguidos los que eran máximas y
justísimas columnas de la Iglesia y sostuvieron combate
hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los santos
Apóstoles.
A Pedro, quien, por inicua emulación, hubo de soportar
no uno ni dos, sino muchos más trabajos. Y después de
dar así su testimonio, marchó al lugar de la gloria que le
era debido.
Por la envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón de la
paciencia. Por seis veces fue cargado de cadenas; fue
desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente
y Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de
haber enseñado en todo el mundo la justicia y haber
llegado hasta el límite de Occidente y dado su testimonio
ante los príncipes, salió así de este mundo y marchó al

358
Todas las citas, salvo las de San Agustín, están tomadas de
ACTAS DE LOS MÁRTIRES, BAC, (Madrid 1974) 226ss.
359
SAN IRENEO, Adv. haer. III, 3, 3, y EUSEBIO, Hist. Eccles. V, 6, 1–3.
lugar santo, dejándonos el más alto dechado de
paciencia»360.
San Dionisio de Corintio: «Y, en efecto, habiendo
ambos plantado en esta nuestra ciudad de Corinto,
también a vosotros os enseñaron, y ambos,
igualmente, después de enseñar juntos en Italia,
sufrieron por el mismo tiempo el martirio»361.
Tertuliano: «¡Feliz Iglesia ésta, sobre la que derramaron
los apóstoles, juntamente con su sangre, toda su doctrina!
Allí Pedro igualó la Pasión del Señor; allí Pablo fue
coronado con la muerte de Juan Bautista; allí el apóstol
Juan, después de ser sumergido en aceite hirviendo, sin
sufrir daño, fue relegado a la isla»362.
«Leemos en la Vida de los Césares: Nerón fue el
primero en ensangrentar la fe cuando crecía en Roma.
Entonces Pedro es ceñido por otro, cuando es atado a la
cruz. Entonces Pablo es, por nacimiento, de ciudadanía
romana, cuando renace por nobleza del martirio»363.
«Veamos ... qué leen los filipenses, los tesalonicenses,
los efesios; qué suenan ahí cerca los romanos, a quienes
Pedro y Pablo dejaron el Evangelio hasta firmado con su
sangre»364.
Orígenes : «Parece que Pedro predicó en el Ponto, en
Bitinia, Capadocia y Asia a los judíos de la dispersión.
Venido, hacia el fin de su vida, a Roma, allí fue crucificado
cabeza abajo, por haber pedido él mismo sufrir este modo
de martirio. ¿Y qué hablar de Pablo, llevó el Evangelio de
Cristo, desde Jerusalén al Ilírico, y sufrió luego el martirio
en Roma bajo Nerón?»365.
Cayo, presbítero romano (escribe entre 198–217): «Yo
puedo señalar los trofeos o sepulcros de los Apóstoles. En

360
SAN CLEMENTE ROMANO, Carta primera a los Corintios, V, 1–3. VI.
361
SAN DIONISIO DE CORINTO, EUS., HE II, 25, 8.
362
TERTULIANO, De praescriptione, 36, 1–3.
363
TERTULIANO, Scorpiace, 15, 2–5.
364
TERTULIANO, Adv. Marcionem, 4, 5, 2.
365
ORÍGENES, EUS., HE, III, 1, 1–3.
efecto, si quieres venir al Vaticano o a la Vía Ostiense,
hallarás los trofeos de los que asentaron esta Iglesia»366.
Porfirio Neoplatónico (muere en Roma el 303), enemigo
de Jesucristo: «Veamos aquello que se dice a Pablo; Dijo
en visión el Señor por la noche a Pablo: “No temas, sino
habla, pues yo estoy contigo y nadie te echará encima las
manos para dañarte” (He 18, 9). Y a este fanfarrón,
apenas llega a Roma, se le prende y corta la cabeza, él,
que decía: “A los mismos Ángeles juzgaremos”. Es más, el
mismo Pedro, que tuvo potestad de apacentar a los
corderos, clavado en una cruz, muere empalado” 367.
Eusebio de Cesarea (muere el 340): «Cuando los
santísimos apóstoles Pedro y Pablo fueron coronados, en
el combate por Cristo, con la corona del martirio»368.
Lactancio: «Así, siendo el primero en perseguir a los
siervos de Dios, a Pedro le clavó en la cruz y a Pablo le
pasó a espada»369.
Orosio: «Empeñado en extirpar el nombre mismo de los
cristianos, de los beatísimos apóstoles de Cristo Pedro y
Pablo, a uno le mandó a clavar en cruz, al otro lo pasó al
filo de espada»370.
Sulpicio Severo: «Muchos eran crucificados o quemados
vivos»371.
«Entonces fueron condenados a muerte Pedro y Pablo.
A Pablo le cortaron a espada el cuello; a Pedro lo
levantaron en una cruz»372.
San Agustín: «Hubo de sufrir cadenas, azotes, cárceles
y naufragios. El Señor mismo le procuró la pasión y lo
condujo a la gloria de este día. En un solo día celebramos
la pasión de ambos apóstoles. Pero ellos dos eran una
366
Cayo, presbítero romano, EUS., HE, II, 25, 5–7.
367
Texto conservado en la obra de MACARIO MAGNES, editada por A.
Harnack, TU 37, 4 (1911) 74: cfr. Kirch, FE, p. 200, n. 328.
368
EUSEBIO DE CESAREA, Chron., 2, 2.084, ad a. Chr.70.
369
LACTANCIO, De Mort. Pers., 2, 4–6.
370
OROSIO, Historiarum ad. pag., VII, 7, 10.
371
SULPICIO SEVERO, Chronicorum, 3, 29.
372
SULPICIO SEVERO, Chronicorum, 3, 29.
unidad (“duo unum erant”); aunque padeciesen en
distintas fechas, eran una unidad. Pedro fue delante, Pablo
detrás373».
«Pedro, por tanto, fue el primero de los apóstoles, y
Pablo el último; Dios, en cambio, de quién ellos eran
siervos, heraldos y predicadores, es el primero y el último.
Pedro es el primero de los apóstoles, y Pablo el último:
Dios es el primero y el último, antes de quien no hay nada,
ni tampoco después. Dios, pues, se presenta a sí mismo
como el primero y el último por su eternidad, unió en la
pasión al primero y al último de los apóstoles. Las
pasiones de uno y otro se aunan en la fecha de
celebración, del mismo modo que a sus vidas las auna la
caridad»374.
«El merecimiento hizo igual la pasión, y la caridad hizo
que coincidieran en el día. Así lo hizo en ellos quien en
ellos estaba y en ellos y con ellos padecía, quien ayuda a
los combatientes y corona a los vencedores»375.

12. Santo
Del otro lado del Tévere (el río Tíber), sobre el
cementerio judeo–cristiano de la colina Vaticana, se alza
majestuosa la Basílica de Miguel Ángel y Maderno, que
cobija en sus entrañas el sepulcro y los huesos del primero
de los Apóstoles. Es el centro de la Cristiandad que recibe
el mayor número de peregrinos por año. Cobija las
reliquias de alguien que fue muy santo.

3. Sucesores
El único de los Doce que transmite a sus Sucesores sus
poderes es Pedro. De él brota una cadena ininterrumpida

373
SAN AGUSTÍN, Sermón 295 VII; cit. en Obras Completas de San
Agustín, XXV, BAC (Madrid 1984) 264.
374
SAN AGUSTÍN, Sermón 299; cit. en Obras Completas de San
Agustín, XXV, BAC (Madrid 1984) 302.
375
SAN AGUSTÍN, Sermón 299A; cit. en Obras Completas de San
Agustín, XXV, BAC (Madrid 1984) 320.
de 264 Obispos de Roma, hasta el actual, Juan Pablo II.
Todos Cabezas visibles de la Iglesia Una, Santa, Católica y
Apostólica. Y así, Pedro y Pablo, sobre todo con su
martirio, dan brillo y lustre a la Iglesia de Roma y a sus
Obispos, y, a su vez, los que han encabezado la Iglesia que
guarda sus trofeos, han hecho refulgir, de manera
inigualable, el clarividente testimonio de aquellos dos
gigantes que eran uno: «duo unum erant». Y todos
juntos, los 264 Obispos de Roma, Sucesores de Pedro,
forman un inmenso coro de alabanza y testimonio de la
preeminencia sin par de Jesucristo, de Quien han sido
Vicarios sobre la tierra.
Que la «Salus Populi Romani», desde el monte
Esquilino, proteja siempre al que vive en el monte
Vaticano, custodiando la fe y los huesos del primer Papa,
del primer Padre de los Padres. Y nos consiga la gracia de
la fidelidad a Pedro.

7. LOS TRES GRANDES TESTIGOS

Queridos hermanos:
Nos encontramos en este ambiente subyugante del
más importante Templo de la cristiandad, no tanto por sus
dimensiones monumentales, ni siquiera por los grandes
tesoros artísticos que la ornamentan, sino por dos razones
fundamentales: primera razón, porque aquí está el
sepulcro y los huesos de San Pedro, y, segunda razón,
porque aquí pervive Pedro en la persona del Papa.
Quiero desarrollar este sermón en tres puntos.

I. SAN PEDRO
Primer punto: no puedo no hablar aquí de aquello que
hace que este lugar sea grandioso, y es el hecho de que, a
plomada de la cúpula de Miguel Ángel hay una tumba.
Hagamos mentalmente un recorrido. Por encima de
todo está la cúpula de Miguel Ángel. Más abajo el
baldaquino de Bernini, luego, sobre el nivel donde nos
encontramos, el altar del Papa Clemente VIII, quien lo
consagró hace 404 años (un bloque de mármol hermoso
del Foro de Nerva, cerca de la Torre dei Conti en el Foro
Romano). Más abajo está el altar del Papa Calixto II, del
siglo XII, a nivel de la Basílica Constantiniana –casi a nivel
de la Cripta de los Papas–, que cubre otro altar, más
antiguo aun, el de de San Gregorio Magno, del siglo VI,
que se puede ver en la Capilla Clementina. Todavía un
poco más abajo está la Memoria constantiniana y
finalmente el «trofeo de Gaio». Gaio fue un presbítero
romano del siglo II, quien en una carta que le escribe al
montanista Proclo, según narra Eusebio de Cesarea376, le
dice: «Yo puedo indicarte el trofeo de los Apóstoles. Si vas
al Vaticano o a la vía Ostiense, encontrarás el trofeo de los
que han fundado esta Iglesia». Se llama a la sepultura
«trofeo» porque la tumba recuerda que ese que murió va
a resucitar, y que, al ser mártir, ya triunfó porque se ganó
el cielo. Por eso «tropaio», «trofeo».
«Si vas al Vaticano... ». Y estamos justo en la Colina
Vaticana que los hombres del tiempo del emperador
Constantino tuvieron en parte que allanar y en parte que
rellenar, a pesar de que había un cementerio, porque
quisieron levantar la Basílica Constantiniana sobre el
mismo sepulcro de San Pedro377.

II. SAN PABLO


En segundo lugar decía también el presbítero Gaio: «Si
vas a la vía Ostiense... », en clara alusión al sepulcro de

376
Historia Eclesiástica, II, 25.
377
cfr. COLETTE BAVOILLOT–LAUSSADE, Una tomba sulla Collina
Vaticana, Librería Ed. Vaticana, (Vaticano 1997) 125.
Pablo. Y ambos, Pedro y Pablo, son los que han fundado
esta Iglesia de Roma.
Quiero recordar, por razones que después se verán,
cómo Pablo llegó a Roma. Después del viaje por mar, que
terminó con el naufragio en las costas de la isla de Malta
luego de 14 días de temporal, y habiendo permanecido
por tres meses en esa isla, se hace de nuevo a la mar en
un barco alejandrino que lo lleva primero a Siracusa,
donde se queda tres días. Después, costeando, llega a
Reggio Calabria y un día más tarde, a Pozzuoli, donde
desembarca y permanece siete días. Sigue diciendo el
libro de los Hechos de los Apóstoles: Así llegamos a Roma.
De allí, los hermanos que supieron de nosotros nos
vinieron al encuentro hasta el Foro de Apio y Tres
Tabernas378. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró
ánimo. Cuando entramos en Roma permitieron a Pablo
morar en casa propia... (He 28,15–16).
Quiero hacer notar que la nave alejandrina en la cual se
embarca Pablo en Malta para llegar a Roma era una nave
que había invernado en la isla, y que llevaba por insignia
los Dióscuros (He 28,11). Dióscuros379 es una forma
combinada griega de Dios kouroi, «los hijos de Zeus». Es
decir, los Dióscuros eran en la mitología griega Castor y
Polux, los Gemelos, los Mellizos. Castor era reverenciado
por su destreza ecuestre y Polux (Polydeukes) era el
patrono de los gladiadores, es decir, de los hombres de
lucha. Y en la mitología tienen ellos relaciones astrales,
como menciona Eurípides380, conectadas con el prestigio
del cual ambos gozaban, como «dioses salvadores».
Epícteto (2.18.29) hace notar que los viajeros los
invocaban en las tormentas. Cátulo 381 en acción de gracias
por su auxilio les dedicó un poema. Horacio, tomando nota
de la constelación de ellos, que es Géminis (los Gemelos)
reza por un viaje seguro, como aparece en una de sus

378
Ambos lugares quedan muy cerca de nuestra Parroquia de
Sezze.
379
Seguimos el artículo «Dioscuri», The Anchor Bible Dictionary,
Ed. David N. Freedman, tomo II (New York 1997) 203.
380
Hel., 123–40; 990; Orestes, 1636–37.
381
Carmina, 4. 27.
obras382. Y también en relación con ellos, habla de los
lucida sidera, las estrellas brillantes383.
Y así como el bloque de mármol del altar papal de esta
Basílica fue un travesaño de un templo pagano y, como ha
ocurrido con tantas otras cosas, la Iglesia lo tomó y lo
hace servir para el Reino Nuevo instaurado por Jesucristo;
también, de alguna manera, la antigua creencia pagana
de los Dióscuros encontrará su expresión adecuada en el
cristianismo. En su «Evangelica Praeparatio»384, Eusebio
documenta la fama de los Mellizos, quienes tanto por su
destreza médica como por su pericia naval eran
considerados deidades tutelares de los marineros. Por eso
el barco alejandrino en que llega Pablo a Roma los tenía
por insignia, ya que eran puestos en la proa de los navíos,
probablemente en ambos costados, escribe Luciano 385. Y
como es atestiguado por algunos sarcófagos romanos, las
funciones tutelares de los Mellizos, de los Dióscuros,
estimularon en el culto la creencia en la inmortalidad.
También ellos representaban la fidelidad de los amigos 386 y
el respeto por las antiguas tradiciones de hospitalidad387.
Según un autor alemán, W. Krauss 388, «la iglesia
napolitana de San Pablo Maggiore, consagrada a los
apóstoles Pedro y Pablo, se levantó sobre el templo de los
Dióscuros. Ambos príncipes apostólicos cumplieron en
Roma su común destino; sus nombres poseían la misma
inicial389. Todo los dispone a ser vistos como una pareja y
como una pareja propia para sustituir a los Dióscuros en
su calidad de protectores de los navegantes». Navegante
Pedro, en el lago de Tiberíades; navegante Pablo, tantas
veces cruzando el lago, incluso salvando a los compañeros
de viaje del naufragio, luego de 14 días de tempestad.

382
Odas, 3. 29. 64.
383
Odas, 1.3.
384
Evangelica Praeparatio, 1.10.14.
385
Nav., 5.
386
Theognis, 1087.
387
Píndaro, Nemean, 10.49–50 y Olimpia, 3. 38–40.
388
Artículo “Dioskuren”, en la enciclopedia Reallexikon für Antike
und Christentum (Stuttgart 1957).
389
Tanto el primero: Simón, Saulo; como el segundo, el
sobrenombre: Pedro, Pablo (nota mía).
Aquí en Roma el Papa San Dámaso I llama a ambos
apóstoles «nova sidera», nuevos astros, nuevas estrellas,
como Géminis, y con referencia a los Dióscuros, como
aparece en una inscripción encontrada en las catacumbas
de San Sebastián390. Y así se dan, a través de los tiempos,
una serie de parejas de santos, de «dióscuros cristianos».
Por ejemplo los santos médicos Cosme y Damián; los
santos Cuthberto y Wilfrido, en Inglaterra; al emperador
Teodosio, en el lago Regilo, se le aparecen dos hombres
vestidos de blanco y montados en caballos blancos que
manifestaron ser los Apóstoles Juan y Felipe 391. Incluso los
dióscuros pueden ser triples, como en la batalla de
Antioquía en 1098: San Jorge, San Mercurio y San
Demetrio392.

393
III. SANTIAGO
Tercer y último punto. Pero además hoy es la fiesta de
Santiago el Mayor, bajo cuyos estandartes se realizó la
obra grandiosa de la Evangelización de América. De tal
manera que la cultura iberoamericana está marcada a
fuego por su impronta. No ha habido en España, en
Europa, ningún otro lugar de culto y peregrinación con las
consecuencias y los alcances del de Santiago de
Compostela, fuera de Roma (porque en Roma están Pedro
y Pablo). Pero después de Roma, Santiago de Compostela.
Y ninguna otra devoción como la del Patrón Santiago,
sostuvo a todo un pueblo en la defensa de su fe durante
siglos y unió reinos diversos que se sintieron unidos por
tener el mismo liderazgo del Apóstol.

390
cfr. E. CASPAR, Geschichte des Papstum, I (1930) 252; cit. por
KRAUSS.
391
Según Teodoreto de Ciro, Historia Eclesiástica, V, 24.
392
«Gesta Francorum et aliorum Hierosolymitanorum seu
Tudebodus Abbreviatus, en Recueil des Historiens des Croisades»,
Historiens Occidentaux, tomo III (París 1866) 157.
393
Usaremos abundantemente como fuente el libro de AMÉRICO
CASTRO, Santiago de España, Emecé Editores (Buenos Aires 1958)
153.
Por eso en el poema del Cid del siglo XI, se dice: «Los
moros llaman: ¡Mafómat!, e los cristianos: ¡Santi
Yagüe!»394, y si lo invocan es porque están convencidos de
que combate con ellos. Por eso se lo consideró como el
defensor frente a los moros.
En un poema Alfonso XI le hace decir al rey moro Don
Jusaf, en 1340, luego de la batalla del Salado:
«Santiago el de España
los mis moros me mató,
desbarató mi compaña,
la mi seña quebrantó.
Yo lo vi bien aquel día
con muchos ommes armados,
el mar seco parecía
e cubierto de cruzados»395.

En el Poema del gran Conde de Castilla, él cuenta que


oye una gran voz en la batalla de Hacinas, contra
Almanzor:
«Alçó susos sus ojos por ver quién lo llamaba,
vio el santo apóstol que de suso le estava,
de caveros con él grand compaña levava...»396.

Y en un sermón atribuido al Papa Calixto II, se dice de


Santiago: «Brillaba en la conversación como el lucero
refulgente de la mañana entre las estrellas, al igual que
una gran luminaria»397.
Por todo eso es que la fe del pueblo ve durante muchos
siglos en Santiago al «Miles Christi», al «hijo del trueno», a
un dióscuro cristiano. El pueblo lo creía a Santiago ligado
no solamente en espíritu, por haber sido un fraternal y
unidísimo compañero de Cristo, sino que incluso, por esa
relación especial con Cristo, creían que ambos tenían un
gran parecido físico, y por eso lo veían como si fuese el
394
Verso 371.
395
Coplas 1881–2.
396
Copla 551.
397
PL 163, 1387.
gemelo de Jesús. Y así el pintor Santiago del Biondo, del
siglo XIV, pone a Santiago con el báculo, pero su rostro es
igual que el de Cristo (esta pretendida gemelidad dio pié
para que los Obispos de Compostela se considerasen
Pontífices de todo el orbe cristiano – como si fuesen el
Papa de Compostela–, y esa es la razón por la cual los
Reyes de Aragón se titularon Emperadores; porque si era
Emperador el que estaba en Roma, porque tenía las
reliquias de Pedro y Pablo, ellos también eran
Emperadores porque tenían las reliquias del Apóstol
Santiago). Ese parecido físico, por cosas que no podemos
desarrollar acá, a veces se lo daban con Santiago el
Menor, «el hermano del Señor», hermanos porque eran
hijos de dos hermanas. Sin ir más lejos, hace unos días, en
Milán, en el Palacio de Brera, pude contemplar un cuadro
donde aparecen con el mismo rostro: Nuestro Señor
Jesucristo, Santiago el Mayor y Santiago el Menor,
dióscuros cristianos. A veces también se lo pone en yunta
con San Millán398.
Y el pueblo lo vio a Santiago cabalgando por los aires,
jinete en su corcel de blancura deslumbrante. Y por eso su
sepulcro fue y es meta de peregrinaciones internacionales.
Tal es así que, el gran poeta italiano Dante dice: «No se
entiende peregrino sino quien va a la casa de Santiago...;
se llaman peregrinos en cuanto van a la casa de Galicia,
cuya sepultura es más lejana de su patria que la de
cualquier otro Apóstol»399. De tal manera que los
peregrinos seguían por el suelo las huellas trazadas en el
cielo «por el camino (o por el caballo) de Santiago», como
se llamaba y como se llama aun hoy a la Vía Láctea, que
está en dirección de Santiago. De ahí que su figura fue
una clave del esfuerzo reconquistador y fue una clave del
esfuerzo evangelizador en América, en África y en Asia.
Por eso a comienzos del siglo XIII, escribía Lucas de Tuy:
«Dios omnipotente enriqueció a España con tantos dones
celestiales, que hasta hizo venir a ella el cuerpo de

398
BERCEO, Vida de San Millán, 437–39.
399
Vita Nova, XL.
Santiago, protomártir de los Apóstoles, para que
perpetuamente lo poseyera en su propia carne»400.

En el siglo XVI, Fray Luis de León decía de Santiago:


«Por quien son las Españas,
del yugo desatadas
del bárbaro furor, y libertadas».

Y Feijóo en el siglo XVIII dirá:


«¿Qué grandeza iguala a la de haber visto los españoles
a los dos celestes campeones Santiago y San Millán,
mezclados entre sus escuadras?».
En América, ocho ciudades llevan su nombre y fue vista
su figura trece veces entre 1518 y 1892. A semejanza de
lo que pasó en Simancas cuando venció el Rey Don Ramiro
II, y en la batalla de Mérida en tiempos del rey Don Alfonso
IX.

IV
Queridos hermanos y Hermanas:
Hoy, en este día, en este lugar tan preciado para
nosotros, debemos pedir al Apóstol Santiago, la gracia de
saber combatir recio como combatió recio él. La gracia de
saber continuar su estupenda y continuada proeza. De que
nos incite siempre a galopar por los espacios de nuestra
fe. Hasta los límites del mundo. Dispuestos a las nuevas
empresas, a las grandes obras. A dónde hay mucho de
peligro, donde es necesario vivir el heroísmo momento a
momento. ¡Por eso Señor Santiago en este día, te pido que
no dejes de galopar en tu caballo blanco por lo cielos! Nos
consideramos de tus mesnadas y necesitamos de tu
patrocinio, de tu protección, de tu guía, de tu inspiración y
ejemplo. ¡Divino rayo, hijo del Zebedeo y de María Salomé,
Boanerges, hijo del trueno, enardece nuestros corazones,
400
Chronicon Mundi, en Hispania Illustrata, edit. por Andrés Schot
(Frankfurt 1608) III, 2.
ensánchalos, para que abracemos a toda la humanidad
dolida!
A San Pablo, le pedimos la gracia de amar con su
mismo amor, hasta poder decir: Ya no vivo yo es Cristo
quien vive en mí (Ga 2,20), porque, como todo cristiano,
deberíamos ser dióscuros de Jesucristo.
A San Pedro, cuyas reliquias están tan cerca, que
siempre mantengamos nuestra intención primera de no
querer construir otra cosa de lo que quiere Jesucristo y
que lo manda por su Iglesia fundada sobre la roca que es
él, Pedro, y sus sucesores.
Y a la Virgen María, Reina de Santiago y de Pablo y de
Pedro, Reina de los Apóstoles, para que nos inspire
siempre tener en nuestro corazón las palabras de su Hijo.
Y a Jesús, que es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb
13,8), y que así como supo inspirar grandes cosas en
Santiago, en Pablo, en Pedro y en María, es capaz también
hoy y ha de suscitar grandes cosas en nosotros, a pesar de
nuestros pecados y limitaciones, porque Él es Dios.

8. LA SONRISA Y EL VIENTO: NATANAEL, BAR


THOLMAI

A todos los devotos de San Bartolomé

No era la primera vez que le sucedía eso.


No. No era la primera vez.
Entrecerró los ojos para recordar mejor... y, sí,... aquella
fue la primera vez que sintió lo mismo. Fue cuando estaba
debajo de la higuera. Sí...el viento... ¡El Viento
imparable...!
Y luego. Luego, ¡tantas veces! Cuando Felipe le habló.
Cuando, siendo un pobre muchacho de Caná, se encontró
con Jesús y Éste le dijo: Cosas mayores verás (Jn 1,50). ¡El
Viento imprevisible...!
Luego cuando los invitó a las bodas, en su pueblo. La
falta de vino, la Mujer que intercede, los servidores, las
seis tinajas de piedra, el agua hasta el borde, el
maestresala, el vino mejor... Y el viento... ¡Sí, otra vez,... el
Viento sorprendente...!
Y en el piso alto. Allí por dos veces. La primera cuando
tomando el pan y el cáliz dijo: ...es mi cuerpo...es mi
sangre.... ¡Allí el Viento transformante...! La segunda vez,
también en el piso alto, estando todos juntos, ¡El Viento
impetuoso ...! ¡El Viento huracanado...! ¡El Viento
pentecostal...! ¡Las primicias (Ro 8,23) del Viento!
Y desde el Calvario todos los días en la Misa, en la doble
epíclesis sobre las ofrendas y sobre el pueblo. ¡Epifanía del
Viento! ¡Pentecostés imperceptible! ¡Sacramento del
Viento!
Una sonrisa se dibujó en su rostro. Nuevamente ahora,
en este preciso momento y en este preciso lugar. El
recuerdo inmarcesible de todos los polvorientos caminos
andados: Los «oasis» de Egipto, Adén, Etiopía, Arabia,
Karamania, la India, Partia, Media, Elam, Siria, Frigia,
Licaonia, Armenia... ¡Siempre el Viento impredecible...! La
sonrisa se le marcó aun más. Ahora, nuevamente ahora.
Los verdugos continuaban con la no fácil tarea de sacarle
el cuero y le parecía que el Viento le hacía cosquillas en la
sensibilizada carne viva. «Sí, –pensaba– desde el
encuentro con Jesús fui aprendiendo a amadrinarme con el
Viento impronosticable...».

***
Casi 2000 años terráqueos después, dialogaba en el
Cielo con el Padre Carlos Alberto L. sobre el hecho,
certísimo, de que los caminos de los hombres no son los
caminos de Dios, éstos son, siempre, insondables e
inescrutables401: «Mirá, por ejemplo, cómo me hizo famoso
el morir desollado. En todas las imágenes me ponen un
cuchillo de carnicero, como lo hacen Rubens y Ribera en
los cuadros del Museo del Prado de Madrid. Miguel Ángel
en el Juicio Final de la Sixtina me hace sostener el pellejo
con la mano izquierda y no tuvo mejor ocurrencia que
dibujar su rostro en lo que debería ser el mío. También
Bernini en la escultura de San Juan de Letrán me
representó con la piel recogida como un poncho sobre mis
brazos. ...¿Y mis reliquias? Luego de sepultarme en
Albanópolis –o Urbanópolis–(en Armenia Mayor) llevaron
mis restos a Nephergerd (Mijafardin), luego a Daras en
Mesopotamia, más tarde una parte de ellas a la isla de
Lipari, cerca de Sicilia, luego a Benevento, a Roma en el
983 en la Isla del Tíber y el cráneo lo llevaron a Frankfurt
del Meno. ...¿Y las gracias que Dios sigue derramando por
mi intermedio en tantos lugares? Cómo en Chiclana y
Boedo. Vos me pertenecés al igual que todos aquellos
jóvenes que acompañaste en su vocación sacerdotal».

Se hizo más amplia la sonrisa del Apóstol que gozaba


de la simbiosis de la Visión y el Viento, y con un gesto de
asombro y admiración exclamó: «El Viento ...
¡ingobernable!»

401
cfr. Ro 11,33
9. LA SONRISA DE UN APÓSTOL

Una traviesa sonrisa se dibujaba en su rostro.


Él era provinciano, más aun era un pueblerino. Y de un
pueblo tan pequeño que casi no era pueblo. No era un
hombre de ciudad. Por tanto, tenía lo que no suelen tener
los hombres de las ciudades: tenía... ¡raíces!

I
Estaba orgulloso de su nombre doble. Tenía por nombre
Natanael y por patronímico Bartolomé, o sea, Natanael,
Bar–Tholmai, el hijo de Tholmai o Talmay. Así se formaban
nombres similares: Simón, Bar–Jona 402; Bar Timeo403; Bar–
Jesús404, o Santiago y Juan, Bar–Zebedeo. «Talmay» es «el
que abre surcos». Así se llamaba el rey de Guesur, hijo de
Ammijud405, padre de Maaká la madre de Absalón, el hijo
del rey David406. Guesur quedaba cerca, al este del lago de
Tiberíades. Talmay es vocalizado por los Setenta como
Tolmay. Y Natanael equivale a Teodoro, Adeodato (del
babilonio: «Natan (ni)–li»; del hebreo «Netan’el»: don de
Dios). Es decir, es el don de Dios que abre surcos, que
hace huella, que tiene quilla.

II
Estaba orgulloso de su pueblo. Era Caná de Galilea. A
unos 12 Km. al norte de Nazareth. Caná «de Galilea» para
distinguirla de otra Caná existente en Aser, cerca de Tiro.
El hebreo «qanah» significa «caña», «junco». Ni el Antiguo
Testamento ni los sinópticos mencionan a Caná de Galilea.
Únicamente el Águila, por tres veces. En el primer milagro
de Jesús en las bodas (Jn 2, 1–11), en el encuentro con el
402
cfr. Mt 16,17.
403
cfr. Mc 10,43.
404
cfr. He 13,6.
405
cfr. 2Sam 13,37.
406
cfr. 2Sam 3,3.
funcionario real que tenía un hijo enfermo (Jn 4, 46–54), y
al hablar del Apóstol que era de Caná (Jn 21, 2).
(Que sea la actual Kafr Kenna o Jirbet Qana, en la parte
septentrional de la llanura de Battof, nos tiene sin
cuidado).
Allí, en su pueblo, Jesús había hecho su primer milagro,
el agua convertida en vino. Allí, su Madre, se había
manifestado como la Omnipotencia Suplicante, ya que
Jesús adelanta su hora de hacer los milagros por pedido de
Ella. Allí se muestra que Aquél que era capaz de convertir
el agua en vino era capaz de convertir el vino en su
Sangre.
En Caná. En Caná de Galilea. Caná no es tanto un tema
de arqueología, cuanto de teología. ¡Es su pueblo! (La falta
de sentido común de muchos exégetas bíblicos no hace en
él ninguna mella).

III
Estaba orgulloso de su montaña. Como todo hombre de
llanura, siempre miraba la montaña. Era el Monte Tabor.
Le habían hablado, Pedro, Santiago y Juan, de la
Transfiguración que había ocurrido, justamente allí. Y él
había escuchado, justamente allí, con sus oídos: Id por
todo el mundo y predicad el Evangelio... (Mc 16, 15). Y se
acordaba de otras montañas: Donde el sermón de la
montaña, allí cerquita, hacia el este; donde el Monte Sión
de los cristianos en el Cenáculo, cuando la Eucaristía; en el
Gareb donde la crucifixión. ¡Siempre un Monte!

IV
Pero, por sobre todo, estaba orgulloso de que Jesús lo
hubiese llamado. Lo llamó haciendo de él un elogio
excepcional. ...no hay en él dolo... no hay engaño... no hay
doblez... es un verdadero israelita 407. No hay en él
infidelidad religiosa, es capaz, por tanto, de ver y conocer
407
cfr. Jn 1,47.
a Dios en Cristo. Tal vez nuestro Señor marcaría la
distinción entre judío e israelita, los primeros marcarían la
descendencia carnal; los segundos la descendencia
espiritual. De ningún otro Apóstol hizo nuestro Señor tal
elogio.
Jesús muestra que conocía íntimamente el alma de
Bartolomé ...debajo de la higuera ... (estaría pensando
Bartolomé) ...si él ajustaba o no su conducta a la que
debía ser la de un israelita sin dolo... (Enciso). Se supo
descubierto por el Señor.
Y supo ser fiel a sus nombres: ¡fue don de Dios que
abrió surcos por todas partes! Por la India, Arabia, Siria,
Egipto (donde habrían reconocido en él a un compatriota
descendiente de la familia real de los Tolomeos, de ahí
que Santa Teresa de Jesús diga que Bartolomé «era hijo de
rey»408), Adén, Etiopía, Armenia ... Lípari, Benevento, la
isla del Tiber ... Chiclana y Boedo ... El Chañaral ... ¡Fue un
hombre con quilla!
Siempre tenía presente lo que significaban sus dos
nombres, su pueblo, su montaña, su llamado.
Por eso sonreía.
¡No podía no gozar!
¡Cuántos hijos lo seguirían!

V
Queridísimo Apóstol y Patrono:
Que siempre seamos fieles a nuestras raíces, ¡eso es
ser original!
Que siempre seamos sin dolo, sin engaño, sin doblez.
¡Esa es nuestra fuerza frente a los enemigos!
¡Esa es, justamente, la señal de que sólo confiamos en
Dios!

408
Camino de perfección, 27, 66.
Aunque los que mal nos quieren digan que somos
dobles, mentirosos, engañadores cual seductores, siendo
veraces409, ¡alcánzanos la gracia de ser siempre sencillos
como palomas, aunque astutos como serpientes!410.
Nos ayude la Reina de los Apóstoles.

10. ERA UN HOMBRE PLURAL

No con la pluralidad superficial del diletante, ni con la


pluralidad indiferenciada del ideólogo, ni con la pluralidad
necia del relativista o la pluralidad negociadora de los
componedores. Era plural porque era un hombre sin
doblez, concreto y que contactaba con la realidad. Y la
realidad es plural.
En su mundo de Caná de Galilea, en la Palestina del
siglo I de nuestra era, Bartolomé constataba a diario la
pluriformidad de la creación, de su prolongación por el
trabajo del hombre, y, sobre todo, en el mundo de la
gracia.
Lo sabía por los pájaros: Los «sippor» especie de
gorriones, las sus o golondrinas, los deror, con sus
distintos colores, formas, vuelos, nidos, cantos...
Lo sabía por la variedad de peces del Lago de
Genesaret, tan cercano. El «musht», llamado en la
actualidad «pez de Pedro»; «buri»; las sardinas; el
«barbudo» o «pez–gato…»
Lo sabía por la pluriforme belleza de las flores
(«sosannim» y «habasselet»): lirios, rosas, anémonas,
jacintos, tulipanes, iris y narcisos, y las flores de la vid
(«semadar»), de los granados y de los almendros, con sus
variadas formas, colores y perfumes.
409
cfr. 2Cor 6, 8.
410
cfr. Mt 10, 16
Lo sabía por los condimentos: eneldo, coriandro,
comino, neguilla, mostaza, azafrán, cinamomo, que con
sus distintos perfumes y gustos aromatizaban y sazonaban
las comidas dándoles buen sabor.
Lo sabía por la variedad de quesos que se podían
encontrar en el Valle del Tyropeon y en otras partes; de
vinos (el «yayin», el «sekar», el «tiros», el «mések»; y
estaban los de Hesbon, Sibmag, Elaleh, del Líbano,
Helbón, Uzal, el «vino real», etc.); de aceites (más grasos,
más afrutados, para distintos usos: litúrgicos, alumbrado,
alimentación, cuidado del cuerpo, etc.) de panes (de trigo,
de flor de harina, de cebada, ácimo, con levadura, etc.).
Lo sabía por la variedad de estrellas distintas en
tamaño, magnitud, color, orbita, distancia, en su titilar...;
por las nubes distintas en formas, tamaños, velocidad,
altura, colores...; por las olas de su Mar de Galilea.
Lo sabía por los hombres, en particular, por sus
compañeros los Apóstoles: Pedro, apasionado; Santiago,
fuerte; Juan, contemplativo; Tomás, escéptico; Santiago,
justo; Simón, ardoroso,... y, más tarde, le hablarían de
Pablo, que era fuego. (Como aquí en el Seminario, todos
somos distintos: distintas historias, procedencias, edades,
talentos, caracteres, virtudes, defectos, ciencia, afectos,
cultura...).
Lo sabía por su singular experiencia de Iglesia: la más
sólida unidad va junto a una diversificación que no la
obstaculiza, sino que la hace ser comunión 411. En donde,
dentro de la unidad de fe y la única constitución divina de
la Iglesia, se promueve la pluralidad de ministerios,
carismas, formas de vida, de apostolado, de tradiciones.
Como más tarde escribió San Pablo: Hay diversidad de
dones, pero uno mismo es el espíritu. Hay diversidad de
ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad
de operaciones, pero uno mismo es Dios, quien obra todas
las cosas en todos. Y a cada uno se le otorga la
manifestación del Espíritu para común utilidad. A uno le es
dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro la

411
cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 280.
palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, fe en
el mismo Espíritu; a otro, don de curaciones milagrosas; a
otro, profecía; a otro, discreción de espíritus; a otro,
diversidad de lenguas; a otro interpretación de lenguas.
Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que
distribuye a cada uno según quiere (1Cor 12,4–11). La
unidad no destruye la diversidad sino que la enriquece, y
la diversidad no destruye la unidad sino que la
enriquece412. Ese es el sano pluralismo, o mejor aun,
pluriformidad, ya que así como los dedos de la mano con
ser distintos unos de otros, no destruyen la unidad de la
mano, así pasa en el Cuerpo místico de Cristo.
Lo sintió, también, cuando empujado por el Viento,
respetó lo válido de las distintas culturas en las que
encarnó el único Evangelio de Jesucristo. Por eso en tantos
lugares se lo honra y reconoce como Patrono.

Pidámosle a San Bartolomé la gracia de edificar, cada


día, en nosotros y en los demás, esta unidad en la
diversidad; que la sepamos respetar; que aprendamos a
defenderla413, de manera particular, mediante aquel amor
que es el vínculo de perfección (Col 3, 14), porque, enseña
Santo Tomás: «La Iglesia es una ... por la unidad de la
caridad, porque todos están unidos por el amor de Dios, y
entre sí por el amor mutuo»414.

11. EL VIENTO Y LA MISIÓN

412
cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 281.
413
cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 282.
414
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Credo comentado (Buenos Aires 1978)
112.
Fue el primero en llegar al lugar de la cita ...que se
vayan a Galilea... (Mt 28,7; Mc 16, 7; Mt 28, 10; etc), al
monte donde Jesús les había ordenado (ir) (Mt 28,16). El
imponente Tabor dominando la llanura del Esdrelón.
Desde esa atalaya contemplaba las tierras de Manasés,
Neftalí, Zabulón, Isacar..., pero lo primero que había
mirado era el pequeño pueblito donde había nacido,
apenas unas manchitas de blanco cal en medio del verde
oscuro del follaje y el ocre de las piedras.
Atisbaba perfectamente la casa de Tholmai, su padre.
Por haberse criado allí, como todo niño, conocía
perfectamente todas las higueras de los alrededores.
Generalmente los niños son los encargados de cosechar
los higos (los célebres «te'enah», «sicon» o «ficus») y, por
tanto, de reservarse algunos, casi inaccesibles, para gozar
de su dulzura sin par en el momento oportuno. Sabía cuál
higuera daba las primeras brevas y cuál las brevas
mejores. Cuál era boñigar de higo blanco, más ancho que
alto; cuál doñigal, rojo encarnado por dentro; cuál melar,
pequeño, redondo, blanco y muy dulce; cuáles daban
exteriormente verdosos, cuáles negros, cuáles morados.
En fin, en cuál quedaban los mejores de esa exquisitez que
son los higos pasos. Entendía de su savia láctea, pegajosa,
amarga y astringente; de sus hojas grandes insertadas en
un tallo bastante largo, verdes y brillantes por arriba,
grises por debajo, ásperas y urticantes, que hay que saber
evitar. Lo sabía como todo niño que tuvo la dicha de
criarse cerca de higueras. Como ellos, se sabía unido
especialmente a ellas, porque conocía sus secretos, sus
escondites, la mejor forma de subir. Como los perros que
toman amor a las cabras por alimentarse de ellas, así los
niños se encariñan de las higueras por alimentarse del
néctar de sus frutos. Por eso se las cuida y no se las
maltrata.
Era su cercano pueblo. Por eso llegó primero. Abajo de
una de esas higueras lo conoció el Señor, con mirada
profética.
Allí él, Natanael para algunos y para otros Bartolomé, el
hijo de Tholmai, había invitado al Señor y a su madre a
una fiesta de bodas. Allí Ella se mostró como la
Omnipotencia Suplicante y Él hizo su primer milagro de
gran significación mesiánica y eucarística. Y por eso, su
pequeño villorrio, sería famoso en todo el mundo a través
de los siglos: ¡Caná de Galilea ... dónde el milagro de las
bodas ... la patria de Bartolomé...!
Se estremeció. Había sentido un fuerte Viento. Como
despabilándose se dio cuenta que habían llegado los otros
diez y también el Señor de todos ellos. Su voz rasgaba el
diáfano aire matutino y sus palabras quedaban como
colgándoles del corazón:
Id por todo el mundo y predicad el Evangelio ...
Id por todo el mundo y predicad ...
... por todo el mundo ...
... Id ... (Mc 16,16).

Todos escuchaban conmovidos. Era el momento


anticipado de la despedida última. Era el momento de la
partida. Era el momento del adiós. Allí comenzaba la
misión «ad gentes». Dentro de poco se irían por los
cuatro puntos cardinales del mundo.
No habría barrera de razas, ni de costumbres, ni de
lenguas, ni de culturas.
Allí, en la cumbre del Tabor, se separaban casi por
última vez, después de algún otro encuentro, se
separarían para no verse, tal vez, nunca más en este
mundo. Cada uno y todos juntos para enseñar la Verdad
de Cristo, para manifestar la Voluntad de Cristo, para
llevar a los hombres la Santidad de Cristo. Eran Maestros,
Pastores y Sacerdotes.
Se abrazaron y partieron. Llevarían el testimonio del
Fuego y del Viento. Serían Testigos del Absoluto y del
Amor más Grande. Y, de distintas maneras según parece,
derramarían su sangre antes de traicionar esas verdades:
Degollado Santiago el Mayor y decapitado Mateo,
alanceado Tomás, Santiago el Menor despeñado y
rematado con una maza de batanero o clava, Judas Tadeo
a garrotazos, aserrado Simón el Zelote, crucificados Felipe,
Pedro cabeza abajo, Andrés en cruz aspada, Bartolomé
desollado... Si el grano de trigo ...muere, llevará mucho
fruto (Jn 12,24).
Gracias a ellos y a sus sucesores, aun hoy sigue
resonando en el mundo el mandato del Señor:
Id por todo el mundo y predicad el Evangelio ...
Id por todo el mundo y predicad ...
... por todo el mundo ...
... por todo el mundo ...
... por todo el mundo ...
... Id ... id ... id ... (Mc 16,16).
«Aun guarda de su voz un eco el Viento»... Nosotros,
sacerdotes, como enseña el Concilio de Trento, somos
sucesores de los Apóstoles «en el poder de consagrar,
ofrecer y administrar el cuerpo y la sangre del Señor, así
como en el perdonar o retener los pecados...»415.
¡Dulce Apóstol Bartolomé! alcánzanos la gracia de que
nunca nos olvidemos que somos tus sucesores en el poder
de transustanciar y de perdonar. Amén.
Las religiosas, como María, deben ayudar a los
sacerdotes, sobre todo, con su oración y su penitencia.

415
DH 1764.
Capítulo 3
Los discípulos del Señor

13. MARÍA MAGDALENA416

Aunque hay muchos y diversos caminos para ir al Cielo,


todos ellos finalmente se reducen a dos: la inocencia y la
penitencia. El primero es el de aquellos que nunca
pecaron; el segundo, el de aquellos que, después de
pecar, hicieron penitencia por sus pecados. Por el primero
fueron la Santísima Virgen María, San Juan Bautista, San
Luis Gonzaga, Santa Teresita, los Santos Inocentes... y los
que nunca pecaron mortalmente; por el segundo van
todos los demás.
Dios, en su Divina Sabiduría, proveyó dos guías que
fuesen delante de estos caminos. Estas son dos Marías:
María, la Madre del Salvador, para que fuese espejo de
inocencia y María Magdalena, para que fuese de
penitencia.
De este modo, el ejemplo y guía para los que van por
este segundo camino es María Magdalena; y en ella deben
poner los ojos para ver si tienen algo de aquel espíritu
vehemente, de aquel dolor tan grande, de aquella fe tan
viva, de aquel amor tan encendido, de aquel menosprecio
del mundo, porque si no tienen nada de esto, no es su
penitencia verdadera.

1. La pecadora a los pies de Jesús


416
Seguimos a FRAY LUIS DE GRANADA, Obra Selecta, BAC (Madrid
1947) 793–797.
Narra San Lucas417 que un fariseo invitó a comer a
nuestro Señor, y que en esa ciudad había una mujer a la
que llamaban la pecadora, porque era mujer de mal vivir.
Pero... ¡Qué maravilla divina! una de las cosas más viles y
bajas del mundo, que es una meretriz, fue destinada por
Dios para hacerla ejemplo de penitencia y una de las
principales estrellas de su Iglesia.
¿Por qué? La mejor repuesta es lo que dice el salmo 17:
La salvó porque la amaba (17,20). Así se muestra la
bondad de Dios, su misericordia, y también que todo bien
que recibimos lo recibimos de Él. Y, a la vez, esto debe
movernos a ser más humildes, solícitos, agradecidos para
con Dios, y temerosos por nuestra flaqueza y debilidad.
María Magdalena que Jesús estaba en casa del fariseo
y, sin aguardar lugar ni ocasión mejor –porque la fuerza
del dolor y del amor no le dan lugar para más– se cubre
con su manto, toma un frasco con perfume precioso –que
antes usaba, no para redimir pecados, sino para
multiplicarlos, y no para servir a Cristo, sino para sacrificar
al demonio– y se dirige adonde estaba comiendo Jesús. No
se atreve a aparecer delante de los ojos de Jesús, porque
la vergüenza de sus pecados la inhibía. Yendo por detrás,
se agachó a los pies de Jesús, y derramó sobre ellos tantas
lágrimas que bastaron para lavarlos. Y así como fue
extraña el agua, fue extraña la toalla con que los secó,
que fueron sus cabellos. Besa los pies de Jesús y los unge
con ese ungüento precioso.
Todo aquello con lo que servía al mundo lo consagró a
Cristo:
– de los ojos hizo fuentes para lavar las manchas del
alma;
– de los cabellos hizo toalla para limpiarlas;
– con la boca hizo signos de paz para recibir la paz de
Cristo;
– y del ungüento hizo remedio para curar las llagas del
alma y cubrir el mal olor de su mala vida.
417
Lc 7,36ss.
Las Servidoras
Y lo que ella obraba por fuera, el Señor lo obraba
interiormente en su alma:
– ella venía y Él la atraía;
– ella le ungía los pies con ungüento y Él le ungía el
alma con gracia;
– ella lavaba sus pies con lágrimas, Él lavaba sus
pecados con sangre;
– ella enjugaba los pies con sus cabellos, Él adornaba su
alma con virtudes,
– ella besaba los pies con gran amor, y Él le daba aquel
beso de paz que se dio al hijo pródigo en su conversión...
No habló palabras, porque bastaban por palabras las
lágrimas y gemidos. ¡Qué palabras eficaces son éstas!
«¡Oh, lágrima humilde –dice San Jerónimo– tuyo es el
poder, tuyo es el reino; no tienes miedo al tribunal del
juez, a los acusadores pones silencio, no hay quien te
impida la entrada, vences al Invencible, atas las manos del
Omnipotente!».
De muchos afectos procedían estas lágrimas, porque
eran lágrimas de fe, lágrimas de esperanza, lágrimas de
dolor, lágrimas de amor...

2. Con las alas del amor y del dolor


¿Qué haces, pública pecadora? Mira que no es tiempo
ni lugar preparado para lo que quieres. Nadie cuando
quiere arrepentirse busca testigos ni lugares públicos, sino
oscuridad y soledad.
Pero la vehemencia y el apuro del dolor, del temor y del
espanto de sí misma, de tal manera ocupaban su
entendimiento, que únicamente entendía la grandeza de
su peligro.
Dentro de ella obraba este grande sobresalto y temor,
pero no sólo el temor, sino también el amor, y amor tan
grande que mereció escuchar: Muchos pecados le fueron
perdonados, porque amó mucho.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Y no sólo amor, sino dolor, y tan grande que le hizo


derramar muy abundantes lágrimas. Y vergüenza y
confusión... Y menosprecio del mundo, pues hizo poco
caso de lo que decía la gente y de los juicios del fariseo
para dejar de hacer lo necesario para su salvación. Y no
sólo esto, sino que hizo gran penitencia durante 30 años
en una gruta418, aunque ya había alcanzado de viva voz la
promesa de salvación e indulgencia plenaria por sus
pecados.
Por todo ello mereció hallarse al lado de la Santísima
Virgen, para que entendamos que el verdadero penitente,
por la infinita misericordia de Dios, puede hallarse a la par
del inocente.
Queridos hermanos: Entendamos que los verdaderos
penitentes se igualan con los inocentes y aun a veces los
pasan adelante, como decía el gran penitente David:
Rocíame, Señor, quedaré limpio, lávame y quedaré más
blanco que la nieve (Sl 50,9). Decir que quedaré más
blanco que la nieve es decir que el penitente llegará a
quedar más blanco que el inocente, como es el caso de
María Magdalena, que tiene en el Cielo más gloria que
muchos que nunca mortalmente pecaron.
Imitémosla en la penitencia para que lleguemos a ser
merecedores de su gloria, por la misericordia de Dios.

418
Esta gruta está en la Saint Baume, cerca de Marsella (Francia).
Las Servidoras

2. LOS SANTOS VILIPENDIADOS

Una de las características del progresismo cristiano es


el placer de demoler y vilipendiar, en grado patológico. En
este sentido el progresismo es un «sadismo».
Lo hemos visto hasta el cansancio con su desprecio a
los santos: a sus imágenes, a sus reliquias, a la lectura de
sus vidas, a desconfiar en el poder de su intercesión.
Hacen unos años en Europa se levantó toda una
campaña... «Demasiados santos sobre los altares».
Este desprecio no es al acaso; sigue una línea
«coherente» con las grandes líneas del pensamiento
progresista: secularista, desacralizante, racionalista,
contra la Tradición y el sentido del misterio, anti–
magisterial, anti–eclesial, deshumanizante, inmanente.
La falta de amor a los santos de la que hace gala el
progresismo se debe a varias pretensiones o sinrazones de
estos sepultureros del auténtico progreso de la Iglesia.
1. Los santos son señal elocuentísima de la vitalidad
de la Iglesia. Quienes están por la «autodemolición» no los
pueden tolerar.
2. Siempre han transformado al mundo. Esto no gusta a
los genuflexos ante el mundo.
3. La comunión de los vivos con aquellos que ya no
están entre los vivos es un hecho real, solemne, emotivo,
continuo. Esta solidaridad vertical molesta a los que
consideran que sólo cuenta lo horizontal.
4. Al honrarlos, honramos a Dios, de quien los santos
son obra: «al coronar sus méritos, coronas tus propios
dones»419. Ellos dan gloria a Dios, aquí, y en el Cielo. Y
Dios triunfa en ellos. Esto no lo pueden tolerar los que se
avergüenzan de la trascendencia divina.
5. Son un suplemento de la verdad revelada. Son
los mejores miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Son el
419
MISAL ROMANO, Prefacio de los santos.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

fruto mayor y más con completo de la Encarnación y de la


Redención. Pasarlos en silencio es quitar algo de la
realidad al Cuerpo Místico y es presentar la Encarnación y
la Redención como si fuesen estériles. Cosa que quieren
los estériles.
6. Su canonización es un acto magisterial «ex–
cátedra», en el que el Papa proclama el ejemplo de sus
virtudes, para que sirvan de modelos y muevan a los fieles
a una vida cristiana más intensa y más vigorosa. Pero
Pedro por ser quien nos defiende contra la herejía, está de
más.
7. Todo santo es testigo y protector de la Tradición
divina de la Iglesia, o sea, recuerdan y transmiten con sus
vidas el aliento mismo de la Iglesia. Si la Iglesia recién
comienza en el siglo XX, la Tradición sobra.
8. Los santos tienen un valor apologético,
demostrativo de la verdad de nuestra fe y de la verdad de
la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ya que
realizan concretamente, la nota de la santidad. Son un
documento triunfal del origen divino de la misma Iglesia.
Por su carisma taumatúrgico –al menos después de su
muerte– engendran certidumbre. Saben que la Iglesia
Católica es la verdadera porque los santos obran milagros.
Por eso, para el pueblo fiel, son una apología popular, fácil
e intuitiva. Para los «progresistas» los santos significan
milagros y el milagro es una inexcusable testificación
divina. Pero si «a priori» se han abolido los milagros, los
santos son superfluos.
9. El pueblo sencillo se dice: «Hay santos; ¡adelante!»
Ellos pudieron, yo también. La gracia no es estéril. Hay
ideales, hay modelos concretos... ¡Es posible! ¡Dios es
todopoderoso! Ellos nos preceden y nos acompañan, nos
dan confianza, valor, serenidad. Nos recuerdan
constantemente: el cielo, la vida eterna, la gloria, el
premio de los méritos, ¡Dios! Son nuestros hermanos
mayores. Para aquellos que creen que la religiosidad
popular es una excrescencia, enferma la devoción a los
santos.
Las Servidoras
10. Los santos cumplen misiones póstumas, realizan
presencias totalmente especiales, cumplen ciclos de
participación extraordinaria en los acontecimientos de la
historia. Por eso se los declara patrones. Son intercesores
ante Dios. Estimulan a generaciones enteras, incluso, al
heroísmo. Los que están en su contra, no lo están por
simple olvido, sino por oscurecimiento del sentido de la
familia de Dios y del mismo sentido de humanidad, y
porque tienen demasiado miedo a la historia.
Cuarta Parte

Esposas del
verbo
1. ESPOSAS DEL VERBO420

El don más grande que Dios hace a la criatura humana,


es la gracia de la adopción sobrenatural en Jesucristo. Dios
deja desbordar sobre la criatura su inconmensurable Amor
para elevarla hasta la participación de su Vida y de su
felicidad.
Este don excede las fuerzas de la naturaleza y hace
verdaderamente al hombre hijo del Padre, hermano del
Hijo y templo del Espíritu Santo.
Hay una relación con Dios más íntima y más profunda
aun... ¡cuando es invitada a la condición de esposa!
Jesús compara el Reino de Dios a un banquete nupcial:
El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el
banquete de bodas de su hijo... (Mt 22,2ss). Entonces el
Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que,
con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del
novio... (Mt 25,1ss).
¿Cuál es la condición de la esposa?
– para ella el esposo no tiene secretos;
– vive con Él en la más grande intimidad;
– vive con Él en el amor más tierno.
La unión de los esposos es más grande que la unión de
los padres y de los hijos: Dejará el hombre a su padre y a
su madre y se unirá a su mujer...(Gen 2,24).
Ninguna unión sobrepasa a esta en intimidad, en
ternura, en fecundidad.
Al contraer con Jesús tal unión, éste invita al alma
consagrada a que haga los votos religiosos.
De toda alma bautizada puede decirse –en cierto modo–
que es esposa del Verbo: Os tengo desposados con un

420
Seguimos a D. COLUMBA MARMION, Sponsa Verbi, Editorial Lumen
(Bogota 1941).
solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo
(2Cor 11,2).
Sí, pero la calidad de esposa, une con unión más
estrecha y resplandece más en las almas que se
consagran bajo voto. En ellas se realiza plenamente la
condición de esposa. La unión esponsalicia del alma
consagrada con Cristo constituye la cima de toda la vida
religiosa.
Por eso la virgen consagrada, faltaría a su vocación y a
su ideal, si no tiende con todas sus fuerzas, a esa unión
íntima con Dios.
El Verbo Encarnado se da a sí mismo en persona como
esposo:
Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda
ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días
vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces
ayunarán» (Mt 9,15). El que tiene a la novia es el novio;
pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra
mucho con la voz del novio. Ésta es, pues, mi alegría, que
ha alcanzado su plenitud (Jn 3,29).
De sus labios sale una invitación prodigiosa capaz de
estremecer el corazón humano.
Envió todavía otros siervos, con este encargo: «Decid a
los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han
matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a
punto; venid a la boda» (Mt 22,4).
Venid a las bodas «ad nuptias».
San Pablo –refiriéndose a la Iglesia y aplicable a cada
alma consagrada en particular– dice: Maridos, amad a
vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia y se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola
mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y
presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga
mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e
inmaculada (Ef 5,25–27).
Esposa digna de las «bodas del Cordero»:
Las Servidoras
Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque
han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha
engalanado y se le ha concedido vestirse de lino
deslumbrante de blancura (Ap 19,7–8), el lino son las
buenas acciones de los santos.
Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del
cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia
ataviada para su esposo (Ap 21,2). Entonces vino uno de
los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las
siete últimas plagas, y me habló diciendo: «Ven, que te
voy a enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero (Ap
21,9).
Por eso decía San Bernardo:
«Cuando veáis un alma que lo deja todo (“relictis
omnibus”) para unirse al Verbo con todas sus fuerzas
(“Verbo adhaerere”),
– que vive para Él (“Verbo vivere”),
– que se deja regir por Él, (“Verbo se regere”),
– que concibe sus obras por el Verbo y por Él las da a
luz (“de Verbo concipere quod faciat Verbo”)
Un alma que pueda decir: Para mí vivir es Cristo y la
muerte una ganancia (Fil 1,21), crea que es cónyuge y
esposa del Verbo»421.

2. ESPOSA DE JESUCRISTO

¿Qué es lo que pide Jesucristo a estas Hermanas? Dame


tu corazón (Prov 23,26), eso es lo que quiero de Ti, que me
des tu corazón, es decir, tu voluntad. Toda la gloria de una

421
Obras Completas de San Bernardo, Sermones «Super Cantica
Canticorum», sermón 85,12, Tomo II (Madrid 1955) 571.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Religiosa está en la unión íntima, de corazón a corazón con


Dios.
Dice San Bernardo que «Dios, como Rey, exige temor;
como Padre, exige respeto; pero como Esposo, lo que pide
es amor»422.
Por eso en el Pontifical romano se les hace decir con la
boca lo que dijeron con el corazón «He despreciado el reino
del mundo y todo el ornato de este siglo por amor a Nuestro
Señor Jesucristo, a quien vi, de quien me enamoré, en quien
puse mi confianza, a quien quise con ternura».
Las esposas de Jesucristo aplican a toda su vida el
célebre apotegma: «Una uni», o sea, nuestra única alma
para el único Dios.
Dice San Alfonso: «¿A quién mejor que a una religiosa le
puede exigir Jesucristo que lo ame con todo el corazón?
¡Qué trabajo de selección ha tenido que hacer para tener
una Esposa! Primero, ha tenido el Señor que escogerla entre
el número incontable de criaturas posibles; luego, entre
tantas como nacen en tierra de paganismo o de herejías, y
hacerla hija de la Iglesia por medio del Bautismo. Después,
ha tenido que preferirla a tantos seglares que viven en
medio del mundo… y con ese fin comenzó a favorecerla con
tantas luces, tantas inspiraciones y gracias especiales, que
eran como llamadas divinas para que viniera al claustro»423.
¡Qué trabajo ha tomado Jesucristo para enamorar sus
almas y enamorarlas con un amor fuerte como la muerte
(Cantar de los Cantares 8,6)! Porque así como no hay fuerza
creada que pueda hacer retroceder a la muerte cuando
suena la hora de su llegada, así no hay obstáculo o dificultad
que no queden vencido por el amor cuando reina de verdad
en el corazón.
«Mirad que es hermoso trueque –decía Santa Teresa– dar
nuestro amor por el suyo…»424. La religiosa clama, con su
422
Sermones «Super Cantica Canticorum», sermón 85,12.
423
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, La monja Santa (París 1872) 44.
424
SANTA TERESA DE ÁVILA, Camino de Perfección, BAC (Madrid
1979) 244.
Las Servidoras
mudo, pero elocuente testimonio, que hay que amar a Dios
con todo el corazón, porque se merece el amor, irrestricto e
indiviso.
«La Esposa de Jesucristo no debe desear más que amor,
no debe vivir más que de amor y no debe buscar más que
aumento de amor; debe andar siempre como enferma de
amor, en la Iglesia, en la celda, en el comedor, en el jardín;
debe ser tan desmesurada la llama de su amor que se
expansione más allá de los muros del monasterio. Su Esposo
le invita con el ejemplo a esa exuberancia de amor»425.
«Sólo esto reclama Jesús de nosotros. No tiene necesidad
de nuestras obras, sino únicamente de nuestro amor»426.
«Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que
piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras
exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y
mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen
ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de
ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no
hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto, entonces
harían más y con menos trabajo … de otra manera todo es
martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun
a veces daño»427.
La Esposa dice al Esposo:
Vos sólo sois el único Dueño de mi corazón.
Vos sólo reinéis en él.
Vos sólo debéis dominarlo y él no debe obedecer más
que a Vos y hacer todo lo que a Vos os agrade.
Vos sólo sois todo para mí.
«Mi Dios y mi Todo”428.

425
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, La monja Santa (París 1872) 47.
426
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, Historia de un alma, XI.
427
Vida y Obras de San Juan de la Cruz, Cántico espiritual XXVIII
(Madrid 1978) 950ss.
428
SAN FRANCISCO DE ASÍS; cit. en SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, La
monja Santa (París 1872) 47.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

«Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta»429.


«Sólo Dios basta»430.
«Señor: que muera por amor de tu amor,
ya que, por amor de mi amor te dignaste morir»431.

La religiosa por ser Esposa de Cristo, es, al mismo


tiempo, Madre de los discípulos de Cristo.

3. ÉL (I)

Recuerdo que en mis primeros años de sacerdote me


tocaba presidir muchos matrimonios, sobre todo, los
viernes y los sábados. Eso me dio una gran experiencia
por la que podía conjeturar, con cierto fundamento,
quienes se acercan al matrimonio con frescura en el alma
y, por el contrario, quienes van al matrimonio sin esperar
nada del mismo, porque ya lo conocieron antes. En efecto,
cuando uno ve avanzar a la novia por el centro de la
Iglesia y da la impresión de que va pisando las nubes, se
la ve saludar emocionada y está como transportada, señal
inequívoca de que no ha rasgado el misterio del
matrimonio. En cambio, si entra desprejuiciada,
totalmente extrovertida, no refleja emociones profundas,
no es delicada cuando se encuentra con el novio en el
altar, esa es de las que no esperan nada nuevo del
matrimonio, posiblemente ya hubo adelantos indebidos
profanándolo anticipadamente, no tiene nada nuevo que
dar ni tiene nada nuevo que recibir. Si la recién casada es
maestra, luego de la luna de miel, en los recreos se reúne
con sus colegas y si fue al matrimonio como Dios quiere,
429
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicio Espirituales [234].
430
SANTA TERESA, Obras completas (Madrid 1967) 514.
431
San Francisco de Asís, Escritos líricos, BAC (Madrid 1971) 61.
Las Servidoras
hacen silencio para escucharla a ella y luego se ríen, y así
muchas veces. Si ya había profanado el matrimonio, no
hay silencios ni risas, porque los temas de conversación
son el tiempo, lo cara que están las cosas y demás
trivialidades, y esas cosas no son dignas de atenta
escucha ni de risa.
La recién casada habla de él: «¿Él? Había olvidado este
él... Y ahora decía él a cada instante, ninguna otra palabra
sino él, como hacen las recién casadas» 432.

I
Algo similar pasa con las religiosas. Un observador
atento puede conjeturar, con gran probabilidad de acierto,
cuál está enamorada de Cristo y cuál no.
¿Cuál es la que está enamorada de Jesucristo? Es la que
a cada instante se refiere a Él. De manera especial, habla
con Él a cada instante. Hablar de Él es como hablar, dice la
verdadera Esposa, de mi amante, de mi marido, del señor
de mi casa. En el fondo, es la que demuestra que, de
hecho, conoce el corazón de Jesús. En este sentido
considero que es capaz de hablar de Él, la religiosa que ha
penetrado en la quintaesencia del sermón de la Montaña,
en el de la Última Cena y en el de la Cruz.
Sólo tenemos tiempo hoy de considerar el conocimiento
del corazón de Jesús que nos proporciona el sermón de la
Montaña433. Es el corazón de las enseñanzas de Él. Y, más
simplemente, son el Corazón de Jesús.

II
El fin del hombre

432
C.S. LEWIS, Mientras no tengamos rostro, Rialp (Madrid 31994)
127.
433
cfr. Mt 5–7.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Allí Él nos manifiesta los secretos más recónditos de su


corazón. Allí Él nos presenta un programa perfecto de vida
cristiana.
Allí enseña Él el fin de nuestra vida: La eterna
bienaventuranza del Cielo y los medios interiores para
alcanzarlo, que son todos los actos heroicos de los santos:
pobreza, mansedumbre, penitencia, justicia, misericordia,
pureza y paz, y que tienen la disposición interior de hacer
esos actos a pesar de todas las dificultades o
persecuciones. Quien oye latir el corazón de Jesús sabe
que Él quiere cosas «contrarias al sentir de la tierra
entera»434 y que tuvo que hacer milagros «para que con
tan extrañas leyes, no se le negara la fe»435, como dice
San Juan Crisóstomo.
La verdadera Esposa sabe que Él ensalza su dignidad
de apóstol, de aquellos por quienes proclama la Ley Nueva
de las Bienaventuranzas: Vosotros sois la sal de la tierra...
vosotros sois la luz del mundo...436.

III
Los actos interiores del hombre
Él nos enseñó a ordenar los actos interiores del hombre,
de dos modos: en sí mismos considerados (a– respecto a
la voluntad y b– respecto a la intención) y en relación con
el prójimo; superando la justicia de los fariseos: Si vuestra
justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis
en el Reino de los cielos (5,20).

434
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre San Mateo, 15, 3, B.A.C.
(Madrid 1955) 274
435
Ibidem.
436
cfr. Mt 5, 13–14.
Las Servidoras
a. Él nos enseña respecto a nuestra voluntad:
1. A evitar los actos exteriores malos: No penséis que
he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a
abrogarla, sino a consumarla (5,17).

2. Él nos enseña, incluso a evitar los actos interiores


malos. Él nos enseña a vivir la caridad, sin dejarnos llevar
por la ira: Todo el que se irrita contra su hermano será reo
de juicio (5, 22). También la caridad en las palabras: el
que llama a su hermano «imbécil», será reo ante el
Sanedrín y el que le llame «loco» será reo de la gehenna
del fuego (5, 22).
Él nos enseña la pureza y sencillez de vida: Quien mira
con mal deseo...437.
Él nos enseña el lenguaje de la verdad: Vuestro
lenguaje sea si, sí; no, no... (5, 37).
Él nos enseña a perdonar y a no actuar por deseos de
venganza: Si alguno te abofetea en la mejilla derecha,
dale también la otra (5, 39); insistiendo: Si vosotros
perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a
vosotros vuestro Padre celestial (5, 45). A vivir la pobreza
sin tener deseos de codicia: Al que quiera litigar contigo
para quitarte la túnica, déjale también el manto (5, 40). A
ser misericordiosos venciendo a la sola estricta justicia: Al
que te obligue a andar una milla, vete con él dos (5, 41). A
ser generosos contra la mezquindad y la usura: A quien te
pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas
la espalda (5, 42). Esto está en el corazón de Él.
Él enseña, porque Él así lo vivió, que hay que amar
incluso a los enemigos, no sólo no tenerles odio, sino
amarlos: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os
persiguen... (5, 44). ¿Para qué? Para que seáis hijos de
vuestro Padre (5, 45). Si amáis a los que os aman... si
saludáis solamente a los que os saludan, ¿qué hacéis de
más? ¿No hacen esto también los paganos? (5, 46).

437
cfr. 5, 28.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

3. Él nos enseña a huir de las ocasiones de pecado: Si


tu ojo derecho es ocasión de escándalo, sácatelo y arrójalo
de ti (...) si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y
arrójala de ti... (5, 29–30).

b. Recta intención
Pero no basta con evitar los actos interiores malos, es
absolutamente necesario hacer los actos buenos con
rectitud de intención interior.
Él nos enseñó a no buscar la gloria de los hombres, sino
la de Dios: Cuidad de no practicar vuestra justicia delante
de los hombres para ser vistos por ellos... (6, 1), y eso en
todos los actos buenos que dicen relación a Dios, al
prójimo y a nosotros mismos. En todo lo que dice relación
a Dios y que se reduce a la oración: Tú, cuando vayas a
orar, entra en tu habitación y, después de cerrar la puerta,
ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará (6, 6). En todo lo que
dice relación al prójimo y que se resume en la limosna: Tú,
cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo
que hace tu derecha... (6, 3). En todo lo que dice relación
a nosotros mismos y pertenece al ayuno: Tú, cuando
ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu
ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre...
(6, 17). Él nos enseña la importancia de la vida interior.
«La vida interior importa, más que los actos externos. La
rosa quiere cogollo, donde se agarren los pétalos», dice un
poeta.
También nos enseñó Él a no hacer las cosas buenas
sólo por utilidades materiales, por afán de dinero, por las
riquezas del mundo: Nadie puede servir a dos señores...
No podéis servir a Dios y al dinero (6, 24).
Asimismo, Él y sólo Él, nos enseñó a hacer las obras
buenas confiando, absolutamente, en la Providencia de
Dios, aun en las cosas temporales. Desconfiamos de la
Providencia de varias maneras:
Las Servidoras
1. Cuando no lo seguimos a Él y ponemos nuestro fin en
las cosas temporales: No acumulen tesoros en la tierra...
(6, 19).
2. Cuando no lo seguimos a Él y desesperamos de la
ayuda de Dios: ...por todas esas cosas se preocupan los
paganos; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de
todo eso tenéis necesidad (6, 32).
3. Cuando no lo seguimos a Él y creemos que con
nuestra solas fuerzas podemos alcanzar los bienes
temporales: ¿Quién de vosotros puede, por más que se
preocupe, añadir un sólo instante al tiempo de su vida? (6,
27).
4. Cuando no lo seguimos a Él y creemos que nos
faltará lo necesario, olvidándonos que Dios nos da grandes
bienes: ¿No vale la vida más que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido? (6, 25), olvidándonos que nos protege
sin nuestro concurso: Mirad las aves del cielo: no siembran
ni cosechan ...y vuestro Padre celestial las alimenta...
Observad los lirios del campo... (6, 26). Si Dios así los
viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de
poca fe? (6, 28), olvidándonos que debemos: Buscar
primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se
nos dará por añadidura (6, 34).
5. Cuando no lo seguimos a Él y nos preocupamos
desorde-nadamente por el futuro: No os inquietéis por el
día de mañana... (6, 34).

IV
¿Qué hacer para vivir esta difícil doctrina?
Esta es la doctrina que nos enseñó Él, enseñándonos
también a vivirla de la siguiente manera:
1. Implorando la ayuda de Dios: Pedid y se os dará,
buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá... (7, 7).
2. Practicando la caridad con el prójimo: Cuanto
quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo
vosotros a ellos... (7, 12).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

3. Entrando por la puerta estrecha de la virtud perfecta:


Entrad por la puerta estrecha... (7, 13).
4. No dejando que nos perviertan los impostores: Tened
cuidado con los falsos profetas... (7, 15).
5. Cumpliendo los mandamientos: Entrarán en el Reino
de los cielos los que cumplan la voluntad de mi Padre (7,
21). No bastando con decir: Señor, Señor (7, 21), ni con
profetizar, expulsar demonios, ni hacer milagros.

Al terminar el sermón de la Montaña decía Él: Aquel


que escucha mis palabras y las pone por obra... edifica su
casa sobre roca (7, 24).

V
Queridas Hermanas:
Se revela como verdadera Esposa de Jesucristo, aquella
que hace de su vida un reflejo del sermón de la Montaña,
en especial, por vivir la caridad exquisita tal como la
enseñó nuestro Señor. Una religiosa murmuradora,
parlanchina, iracunda, contestadora, incapaz de dominar
sus nervios, no mansa ni paciente, chismosa, superficial,
no femenina... no es verdadera Esposa de Jesucristo.
Pero hay una manera todavía más simple de saber
quien ama de verdad a Él, basta con observar como
participa la religiosa de la Santa Misa: si está atenta, si
está recogida, si con toda delicadeza participa con el
canto, la oración y las actitudes de cada parte de la Misa,
si prolonga generosamente la acción de gracias, esa
religiosa sabe quién es Él.
Más simple aun, se distingue la auténtica religiosa en el
momento de la comunión, allí se encuentra íntimamente
con Él, y su actitud interior, su porte exterior, la posición
de las manos, los ojos recogidos, manifiestan si ansía ese
encuentro inefable con Él.
Las Servidoras
“Decía Él a cada instante y ninguna otra palabra sino
Él... “
La Virgen María les alcance la gracia de conocerlo cada
vez más íntimamente a Él.

4. ÉL (II)

La religiosa debe decir Él a cada instante, ninguna otra


palabra, como hacen las recién casadas. La religiosa es la
persona que se zambulle en el Corazón de Jesús, el Divino
Esposo.
Hoy, en esta nueva profesión perpetua de Servidoras
del Señor y de la Virgen de Matará, quiero detenerme tan
sólo en el conocimiento del Corazón de Jesús que nos
proporciona el sermón de la Última Cena (Jn 13, 31– 17,
26).
Se trata de la última conversación del Señor con sus
discípulos, es la quinta esencia del Evangelio, es el Sancta
Sanctorum de las Escrituras438. Son efusiones del Corazón
de Jesús. La sublimidad de las enseñanzas son tales que
aparecen «profundidades que hacen temblar»439. No es un
discurso, sino una conversación o coloquio. El ambiente
sentimental en que se desarrolla «motiva y explica el
orden, o aparente desorden»440.

1. Él enseña que en la cruz está la exaltación:

438
CARD. ISIDRO GOMA Y TOMÁS, El Evangelio explicado, IV
(Barcelona 1949) 196.
439
BOSSUET, cit. En CARD. ISIDRO GOMA Y TOMÁS, El Evangelio
explicado, IV (Barcelona 1949) 196.
440
JOSÉ BOVER, S.J., Comentario al Sermón de la Cena, BAC
(Madrid 1951) 18.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha


sido glorificado en él (Jn 13, 31). Jesús «identifica su gloria
con la elevación en la cruz. La cruz es su gloria y su
exaltación» dice San Andrés de Creta441.

2. Él enseña el mandamiento nuevo:


Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos
a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis
también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán
todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos
a los otros (34–35). Es nuevo, mutuo, del que Él es el
modelo, signo distintivo.

3. Él se fue para prepararnos un lugar:


No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed
también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a
prepararos un lugar (14,1–2).

4. Él volverá a buscarnos:
Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar,
volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo
estéis también vosotros (3).

5. Él se autodefine triplemente:
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (6). Como si
dijese: «Si permanecieres en mi camino conocerás la
verdad; y la verdad te hará libre, y alcanzarás la vida
eterna»442

441
Disertación 9, sobre el Domingo de Ramos; cit. en Liturgia de
las Horas, IV, 65.
442
KEMPIS, Imitación de Cristo, 3, 56.
Las Servidoras

6. Él nos enseña por qué es camino para ir al


Padre:
El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (9). Con lo
que indica la consustancialidad de naturaleza y la
distinción de personas, que son correlativos porque tienen
la misma naturaleza divina. ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí? (10). Con lo que muestra su
inmanencia mutua, bilateral o recíproca (no como en los
profetas sólo humanos), lo cual es indicio de perfecta
igualdad fundada en la identidad de naturaleza o
consustancialidad. Las palabras que os digo, no las digo
por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que
realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí. Al menos, creedlo por las obras (10–11). Con lo
que enseña que a identidad de naturaleza corresponde la
unidad de acción: «... las palabras... las obras...».

7. Él nos promete el cielo, pero, para entretanto,


nos hace tres promesas magníficas:
1ra. La promesa de un poder extraordinario: En verdad,
en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las
obras que yo hago, y hará mayores aun, porque yo voy al
Padre (12). Con ese otro género de poder espléndido, que
es el poder de la oración: Y todo lo que pidáis en mi
nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el
Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré (13–14).
2da. La promesa del Espíritu Santo: Si me amáis,
guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os
dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para
siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no
puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros
le conocéis, porque mora con vosotros (15–17). El
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo
os he dicho (26).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

3ra. La promesa de ayudarnos siempre, ¡siempre!: No


os dejaré huérfanos: volveré a vosotros... Aquel día
comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí
y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será
amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él...
Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le
amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que
no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que
escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado
(18–24). ¡Jesucristo siempre está con nosotros! ¡No hay
lugar para los miedos!

8. Él nos deja su paz:


Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da
el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde
(27).

9. Él nos da testimonio de que ama al Padre:


Ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro
según el Padre me ha ordenado (31).

10. Él es la vid, nosotros los sarmientos:


Yo soy la vid verdadera... Yo soy la vid; vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da
mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer
nada (1.5). Él nos dijo que estaríamos separados
físicamente, pero espiritual y sacramentalmente
estaríamos íntimamente unidos a Él. Él no sería vid si no
fuese hombre; pero no nos daría la vida si no fuese Dios.
Él nos enseña la imposibilidad absoluta de hacer algo
sobrenatural sin Él.

11. El fruto de esa unión es la oración eficaz y la


gloria y el gozo:
Las Servidoras
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria
de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis
discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he
amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis
mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo
he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi
gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado (7–11).

12. Él nos llama amigos:


Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo
que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos,
porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer (13–15).

13. Él indica la iniciativa de su predilección:


No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he
elegido a vosotros (16).

14. Él nos promete frutos en la misión


encomendada:
Y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que
vuestro fruto permanezca (16).

15. Él nos promete que siempre seremos


escuchados:
De modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre
os lo conceda (16).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

16. Insiste en su mandato:


Lo que os mando es que os améis los unos a los otros
(17).

17. Él profetiza que el mundo nos odiará y señala


las razones de ese odio:
1ra. Porque aborreció a Jesús a quien estamos unidos:
Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes
que a vosotros (18).
2da. Por la oposición irreductible que hay entre ellos y
el mundo: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo;
pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del
mundo, por eso el mundo os aborrece (19).
3ra. Porque debemos correr la misma suerte que Él: Si
a mí me han perseguido, también os perseguirán a
vosotros (20).
4ta. Él vino a vencer al Diablo y al mundo, por tanto,
todo el que representa la persona y acción de Jesús será
objeto del odio del mundo y de su príncipe: Pero todo esto
os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al
que me ha enviado. Si yo no hubiera venido y no les
hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no
tienen excusa de su pecado. El que me odia, odia también
a mi Padre (21–23).

18. Todas estas dificultades no deben causarnos


extrañeza, ya que Él lo profetizó:
Os he dicho esto para que no os escandalicéis (16, 1).
Nos tratarán como a apóstatas, sectarios y cismáticos, nos
tendrán por seductores y falsos profetas, de quienes era
lícito derramar su sangre: Os expulsarán de las sinagogas.
E incluso llegará la hora en que todo el que os mate
piense que da culto a Dios (2). Lo cual es obra de
obcecación voluntaria de los enemigos de Dios. Y esto lo
harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí (3).
Cuando ocurra reconfortémonos con el recuerdo de la
Las Servidoras
predicción: Os he dicho esto para que, cuando llegue la
hora, os acordéis de que ya os lo había dicho (4) y para
que en el cumplimiento de la profecía tengamos un motivo
más de fe y de esperanza.

19. Él insiste en enseñarnos que el posible temor


de las persecuciones es vencido por la obra del
Espíritu Santo que nos envía:
1ro. Nos anima y consuela: Por haberos dicho esto
vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os
digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no
me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy,
os lo enviaré (6–7).
2do. El Espíritu Santo convencerá al mundo de que es
esclavo del pecado, que Jesús es el Justo y que el Diablo
está juzgado y vencido: Cuando él venga, convencerá al
mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la
justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al
pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la
justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo
referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está
juzgado (6–11).
3ro. El Espíritu Santo completará la enseñanza: Mucho
tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta
la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino
que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir
(12–13).

20. Él nos asegura que nuestras tristezas se


convertirán en gozo:
En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os
lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en gozo... También vosotros
estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará
vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar
(20–22).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

21. Él nos recuerda que otro motivo de gozo es la


eficacia de nuestra oración:
En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os
lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido
en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo
sea colmado (23–24). Aquel día pediréis en mi nombre y
no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el
Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis
que salí de Dios (26–27).

22. Él ruega por sí mismo:


Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu
Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has
dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los
que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has
enviado, Jesucristo (17, 1–3).

23. Él ruega por sus discípulos:


He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me
has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los
has dado; y han guardado tu Palabra. Por ellos ruego; no
ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado,
porque son tuyos... todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es
mío; y yo he sido glorificado en ellos... Padre santo, cuida
en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno
como nosotros... (passim).

24. Él ruega por todos los creyentes:


No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que,
por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos
sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos
también sean uno en nosotros, para que el mundo crea
que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me
Las Servidoras
diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en
ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el
mundo conozca que tú me has enviado y que los has
amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú
me has dado, quiero que donde yo esté estén también
conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has
dado...Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré
dando a conocer, para que el amor con que tú me has
amado esté en ellos y yo en ellos (passim).
Queridas Hermanas:
Que como las recién casadas nunca se caiga de su
cabeza el pensamiento en Él, que nunca esté ausente de
sus corazones la presencia de Él, que con sus labios y con
su vida manifiesten que son toda y totalmente de Él.
Les ayude la Santísima Virgen.

5. ÉL (III)

No hace mucho en otra profesión perpetua de las


Servidoras decíamos que, como Esposas de Cristo,
siempre tenían que tener en su mente y en su corazón al
dulce Esposo, Jesucristo nuestro Señor.
Las religiosas siempre deben buscarlo a Él, como las
recién casadas. La recién casada habla de Él: «¿Él? Había
olvidado este él... Y ahora decía él a cada instante,
ninguna otra palabra sino él, como hacen las recién
casadas»443. Así debe comportarse la religiosa, debe
hablar siempre de Él, el Amigo, el dueño de su corazón, el
Señor de su casa, el Esposo del alma. Y debe hablar de Él
porque lo conoce y ama íntimamente. Decíamos que debe

443
C.S. LEWIS, Mientras no tengamos rostro, Rialp (Madrid 31994)
127.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

conocerlo, especialmente, a través del sermón de la


montaña, el de la última cena y el de la cruz.
Hoy quiero desarrollar este último aspecto.

I – El lenguaje de la Cruz.
La cruz, en su silencio elocuentísimo, habla con una
fuerza especial. Dice San Pablo que Jesús le enseñó: ...mi
fuerza se muestra perfecta en la flaqueza. Por tanto, con
sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis
flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por
eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las
necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas
por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando
soy fuerte (2Cor 12,9–10).
En otra parte enseña San Pablo: Pero llevamos este
tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una
fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no
desesperados; perseguidos, mas no abandonados;
derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en
nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin
de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro
cuerpo... (2Cor 4,7–10).
El lenguaje de la cruz nos enseña que, en rigor de
verdad, la realidad es distinta de lo que aparece. Porque la
cruz cambia el significado de las cosas. Auténticamente
nos enseña a transignificarlas, ya que en realidad la cruz
les da otra finalidad, la cruz transfinaliza la realidad.

II – La realidad de la cruz.
De las infinitas enseñanzas que nos da la cruz, tan sólo
nos referiremos a algunas, agrupadas en cinco temas:
Las Servidoras
1– La cruz nos enseña que la muerte es vida y que
hay que:
Morir para vivir444.
Sepultarse para resucitar.
Sufrir para gozar.
Perder la vida para encontrarla445.

2– La cruz nos enseña que el negarnos es la mejor


afirmación y que hay que:
Sacrificarse para realizarse.
Servir, esclavizarse, para reinar.
Someterse para liberarse.
Obedecer para ser libre.

3– La cruz nos enseña que la realidad es más de lo


que vemos y que hay que:
Conocer lo limitado para contemplar lo ilimitado.
Que lo esencial es invisible a los ojos446.
Que los necios (para el mundo) son sabios.
Despreciar el mundo para ganar al Creador del mundo.
Negarse a si para afirmarse en Dios447.

4– La cruz nos enseña que lo que pasa en nuestro


interior adquiere otra dimensión:
La tristeza se transforma en gozo448.
La desolación es camino para la consolación.
444
cfr. 2Cor 4,11.
445
cfr. Lc 9, 24.
446
cfr. 2Cor 4, 18.
447
cfr. 1Cor 2,8.
448
cfr. Jn 16,20.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

5– La cruz da sentido a todas las virtudes, ya que


hay que:
Humillarse para ser ensalzado.
El débil es el fuerte: en la flaqueza llega al colmo el
poder (2Cor 12, 9.10).
Los pocos serán muchos.
Los pobres serán ricos.
Hay que combatir, luchar, para descansar.
Los violentos consigo mismos, son pacíficos449.
Hay que renunciar a todo para poseerlo todo.
Ser podado para dar fruto.
Ser depreciado para ser honrado.

III – Escuela.
Solamente en la escuela de Jesucristo se aprende la
ciencia de la cruz. Sólo Él enseña la cruz: Si alguno quiere
ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada
día, y sígame (Lc 9, 23). Sólo Él –y sus auténticos
discípulos– ha seguido el camino de la cruz: ... le llevaron
a crucificarle (Mt 27, 31).
Tres son los lugares preferidos para aprender la ciencia
de la cruz:
1ro. Como decía San Pedro Claver: «Un sólo libro hay
que leer: El de la Pasión». Son los relatos de la Pasión que
se encuentran en los cuatro Evangelios. Allí reina como la
joya más extraordinaria, como la diadema más preciosa: la
cruz.
2do. La Eucaristía. Allí Cristo se victimiza, bajo especie
ajena, perpetuando el sacrificio de la cruz. Allí lo
ofrecemos como Víctima al Padre y nos ofrecemos

449
cfr. Mt 11,12.
Las Servidoras
nosotros como víctima junto con Él. Allí al comulgarlo
participamos íntimamente de su sacrificio,
victimizándonos, eucarísticamente, con Él. Por eso no hay
nada como la Misa diaria para conocerlo más a Jesús y
para enardecernos en su amor.
3ro. Nunca conocemos mejor la cruz que cuando nos
golpea algún dolor, algún sufrimiento, alguna persecución.
Es el momento de experimentar, de alguna manera, lo que
Jesus experimentó en su Pasión y en su cruz.

IV – Consecuencias.
De allí que la auténtica Esposa de Cristo siempre dice:
Reboso de gozo en todas las tribulaciones (2Cor 7,3–4); ya
que es un motivo de gran alegría verse rodeado de
grandes pruebas (Sant.1,2; cfr.1Pe 4,13). Y, ¿ello por qué?
Porque el lenguaje y la ciencia de la cruz alcanzan su
punto supremo en la octava bienaventuranza del sermón
de la montaña: Bienaventurados seréis cuando os insulten
y persigan y con mentira digan contra vosotros todo
género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque
grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así
persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros (Mt
5,11–12). Alcanzan su punto supremo en la cima del
monte Calvario. Allí la ciencia de la cruz se transforma en
alegría de la cruz.
Alegría que el mundo no puede dar.
Para que esta Servidora, y todas las Servidoras, lleguen
a experimentar la ciencia y la alegría de la cruz,
comprometemos hoy nuestras oraciones. Que la Virgen
Santa, que al pie de la cruz experimentó esta realidad, les
alcance de su Hijo Único esta gracia, hoy y siempre. Y que
no quieran saber nada fuera de Jesucristo crucificado
(1Cor 2,2).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

6. NO DOS, SINO UNO

I
Como es sabido, la vida religiosa consagrada, es una
vida de dos para el amor. De dos: Jesucristo, Esposo, y al
alma, la Esposa, que se le consagra especialmente. Esta
vida de dos ya comenzó en la mente y el corazón de Dios,
desde toda la eternidad, desde que decidió crear a su
Esposa y la eligió y la amó. En el tiempo se manifestó ese
amor de Dios cuando nos creó y nacimos a esta vida. Se
intensificó esa vida de dos para el amor el día de nuestro
bautismo. Con la toma de hábitos, en este día, continua
todo un proceso de consagración al Señor que adquirirá
una dimensión de eternidad cuando estas Hermanas
hagan sus votos perpetuos.
Tal vez no haya texto más significativo de esta entrega
al Señor que el Cantar de los Cantares, atribuido a
Salomón. En efecto, allí se expresan de maravillas lo que
tienen que ser las relaciones esponsalicias de Jesucristo y
quien se consagra a Él.
Dice muchas veces el Esposo: ¡Qué hermosa eres,
amada mía! ¡Qué hermosa eres…(Cant 1, 15; 4, 1).
¡Qué hermosa eres, qué encantadora, qué amada,
hija deliciosa! (7, 7).
Y la Esposa responde: ¡Qué hermoso eres, amado
mío! ¡Qué dulzura y qué hechizo! (1, 16). Mi amado
es para mí y yo para él (2, 16). Yo soy para mi amado
y mi amado para mí (6, 3). Yo soy para mi amado, y
a mí tienden sus anhelos (7, 11).

II
Por lo significativo que es, quiero en particular,
referirme al diálogo entre los esposos de parte del capítulo
8, que es como la cumbre del Cantar. En menos de veinte
Las Servidoras
palabras fundamentales450 nos encontramos con la joya
más grande de la literatura universal sobre el amor. Lo
veremos en tres puntos.
1. El Coro ve subir desde el desierto a los Esposos y
canta:
¿Quién es ésta que sube del desierto,
apoyada en su amado? (8, 5).
El Coro crea un ambiente de estupor, de asombro.
Desde el silencio inmarcesible del desierto, en la paz y en
la soledad, como si se hubiese detenido el transcurso del
tiempo, ve venir, tanto con majestad cuanto con gracia,
una pareja de enamorados. Y lleno de admiración se
pregunta por ella: «Quae est ista…?» ¿Y cuál será la razón
por la que se pregunta por ella y no por él? Pienso que, tal
vez, sea por la razón que da Teodoro Haecker: «Una mujer
que se deja consumir y abrazar por la pasión hacia un
hombre no es nunca pequeña; un hombre que por la
pasión hacia una mujer se deja apartar de su obra, de su
misión, no es nunca grande» 451. Si esto es así en el plano
humano, cuánto más en el plano sobrenatural ¡nunca es
pequeña una mujer que sigue de verdad a Jesucristo!
(Me permito una breve digresión. Siempre fui un
convencido de que aquí, en San Rafael, debió haber gente
santa que impetró mucho a Dios pidiendo vocaciones
consagradas, porque si no, ¿cuál es la razón de que aquí,
en San Rafael, se hayan formado tantas vocaciones? Así,
por ejemplo, Mons. Kruk, durante mucho tiempo, hacía
noche heroica –se quedaba en vela rezando la noche del
jueves al viernes– pidiendo por las vocaciones. Me
comentó en una oportunidad que durante la primera visita
«ad Limina», muy preocupado le dijo a Pablo VI que no
tenía vocaciones, y éste le dijo que no se preocupara: «Va
ha tener vocaciones hasta para poder dar a los demás»,
cosa que él vio cumplida y nosotros podemos constatar
todavía. Estimo que, también, se debe a las oraciones de

450
cfr. GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares, Ed Paulinas
(Colombia 1993) 120.
451
VIRGILIO, Padre de Occidente, Ed. Ghersi (Buenos Aires 1979)
62.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

los sacerdotes que fueron como «las columnas» 452 del


clero diocesano sanrafaelino, y que con tanto cariño nos
recibieron y ayudaron, me refiero a los Padres Ernesto de
Miguel, Basilio Wynnyczuk y Victorino Ortego, quien nos
honra con su presencia en esta concelebración; a la
Hermana Carmen, fundadora del Colegio del Carmen, que
llegó aquí cuando no había ninguna calle asfaltada, que
rezaba y se sacrificaba por las vocaciones, era de baja
estatura, ¡pero no era una pequeña mujer!; recuerdo a los
laicos que trabajaron por las vocaciones: Don Florentino
Carrizo Herrera y señora con más de 600 socios que
ayudaban a las vocaciones, Don Herminio Tonidandel y
señora, Sofía Bajovich y su esposo, Adela Poblet, y muchos
más).
Suben del desierto que rodea Jerusalén lo cual da un
maravilloso colorido a la escena. Suben hacia la altura de
Sión. Implica esto la espiritualidad de los salmos de subida
(Sl 120–134) que cantaban los peregrinos.
Ella aparece apoyada («innixa») sobre su Esposo, «en
un grado de caridad perfectísima» dice Bossuet, de donde
ella jamás se separará. «Es la plenitud de la felicidad en
Dios… es la caridad, considerada como estado de amistad
con Dios… que el Espíritu Santo derrama en nuestros
corazones (Ro 5,5); es la serenidad toda interior de la
sabiduría, la felicidad del abandono confiado que practicó
Santa Teresita del Niño Jesús. Todo está en comprender,
como ella, que no es la esposa quien abraza al Esposo,
sino que es abrazada por Él. Es la bienaventuranza de los
pequeños, que creen en el amor con que son amados (1Jn
4,16); que saben que el que va a Jesús Él no lo echa afuera
(Jn 6,37), y que nada ni nadie podrá separarnos del amor
que Él nos tiene (Ro 8,35ss), ni arrancarnos de las manos
del Hijo (Jn 10,28), ni de las del Padre (Jn 10,29), que así
nos abrazan porque nos aman con amor de misericordia;
es decir, aunque nosotros nunca podríamos
merecerlo…»453.

cfr. Ga 2,9.
452

453
JUAN STRAUBINGER, El Antiguo Testamento, Ed. Desclee, tomo II
(Buenos Aires 1951) 774.
Las Servidoras
«Parece verse como un dibujo o una instantánea en la
que los dos enamorados quedan retratados en la ternura
de su abandono recíproco»454. En Cant 3,7 se realiza la
subida de los enamorados envueltos en una mística nube
de incienso, mirra y esencias aromáticas preciosas. Por
eso, en la versión de la Vulgata, no en el texto hebreo,
aparece la expresión «deliciis affluens», como que están
plenos de una santa felicidad. (En los LXX se usa la
expresión leleuxanfisméne, deslumbrante de blancura).
Podría haber reminiscencias de las maravillosas
procesiones que para el año nuevo hacían en Babilonia, o
también de las dos procesiones egipcias que trasladaban
al dios Amón de Karnak a Luxor en la fiesta de Oper. (La
liturgia aplica libremente este texto a la Asunción de la
Virgen a los cielos en cuerpo y alma).
Acaso nosotros, hoy, aquí, no podemos preguntarnos,
también, ¿Quiénes son éstas que vienen del desierto del
mundo apoyadas sólo sobre su amado Jesucristo? El
asombro es aun más grande: Son sus hijas, sus nietas, sus
hermanas, primas, sobrinas, amigas, conocidas…

2. A ellas dice el Esposo Jesucristo:


«Debajo del manzano te desperté,
allí donde te concibió tu madre,
donde concibió la que te dio a luz».
El manzano es el árbol del amor cantado en 2, 3. Es
fecundo, es perfumado, sus frutos son sabrosos y
coloridos, tiene hojas brillantes que dan buena sombra que
también es fecunda, en cambio, los árboles silvestres son
estériles, crecen desordenadamente, ni siquiera dan
buena sombra. La escena sugiere paz, abandono amante,
protección, intimidad. Para ella no sólo es Esposo y
hermano, sino también, madre. El lugar del amor coincide
con el del nacimiento. Es como si Jesucristo les dijera: Con
mi amor te despierto a un nuevo nacimiento. (Hay que
hacer notar que en el texto hebreo actual los pronombres
son todos masculinos refiriéndose al Esposo; pero
454
GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares, Ed Paulinas
(Colombia 1993) 121.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

preferimos la versión siríaca, seguida por los Padres y los


antiguos comentadores que la refieren a la Esposa, como
indica Fillion455). Una curiosidad: En el v. 5 «con
manzanas», otros traducen «con azahares» que sería la
costumbre de las novias en Oriente y de aquí vendría el
ramo de azahares que llevan en la mano las desposadas
de hoy456 o la corona de azahares que llevan sobre sus
cabezas las Servidoras cuando hacen sus votos perpetuos.
La razón por la que el Esposo recuerda que eligió a la
Esposa donde la concibió su madre, ¿no es la razón por la
cual están, de manera especial, emocionadas las madres
de estas jóvenes? ¿Acaso en este día la memoria del
corazón no les hace presente cuando las dieron a luz, y las
criaron, y educaron, y tuvieron consigo tantos años? Y la
separación, ¿no es parecida a la que ocurrió con el primer
nacimiento?
En estos duros tiempos de cultura de la muerte
debemos recordar que en el Cantar de los Cantares tanto
donde te concibió tu madre…(8,5), como la sombra del
manzano, la sala del festín, el jardín de las delicias, indican
la dicha de la posesión mutua.
Asimismo, éste árbol misterioso y simbólico, que fue
testigo del nacimiento de la Sulamita y de sus primeros
lances amorosos, representa, desde los Padres, la cruz
redentora, a la sombra de la cual la Iglesia nació y fue al
mismo tiempo amada de su divino Liberador.

3. Y ellas, las Esposas, deben decirle al Esposo, en este


día y siempre:
Grábame cual sello sobre tu corazón,
como un sello en tu brazo.
Porque es fuerte el amor como la muerte,
implacable la pasión como el abismo.
Saetas de fuego, sus saetas,

455
L. CL. FILLION, La Saint Bible, Letouzey et Ané, tomo IV (París
1903) 622.
456
JUAN STRAUBINGER, El Antiguo Testamento, Ed. Desclee, tomo II
(Buenos Aires 1951) 765.
Las Servidoras
una llama de Yahvé (Cantar de los Cantares 8,6).
El canto de amor de la amada sube de tono e
intensidad. Expresa la Esposa el firme deseo de
permanecer unida a Él en la entrega total. Y eso lo
manifiesta con el símbolo del sello, expresión de un deseo
impetuoso de cercanía y unidad. Ella no puede separarse
de su Bienamado ya que está adherido a Él con todas las
fuerzas de su alma.
El sello de metal o de piedra para autenticar
documentos457 y para identificarse, era llevado siempre
por el propietario en el dedo458 o atado en el brazo o
colgado de una cadena al cuello459 de manera que queda
sobre el corazón. Inseparable, pegado, adherido a la piel,
guardado y defendido celosamente, el sello autenticaba (1
Re 21,8), unía (Jb 41,7), definía a la persona (Jr 22,24). (El
sello en China, es aun ahora, muy importante). De tal
modo, que quiere estar siempre presente en los
pensamientos y en las miradas de su Esposo. La Esposa,
por tanto, debe ser como el mismo yo del Esposo, como
dice San Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí
(Ga 2,20). Es su documento de identidad, la misma carne:
…ya no son dos, sino una sola carne (Mt 19,6). Hay una
plena simbiosis entre ellos460.
De tal manera es la mutua unión por el amor
esponsalicio que no pueden romperla ni los adversarios
más poderosos, ni la muerte, ni el abismo («sheol») o sea
el infierno, la ardiente y exclusiva pasión del amor (el
hebreo dice «celo») logra sobrevivir a las mayores pruebas
y dificultades. El amor supera todas las barreras del
espacio y del tiempo. Dice San Agustín a propósito de
estas palabras: «Es imposible expresar con mayor
magnificencia la fuerza del amor. Porque ¿quién es el que
resiste a la muerte? Podemos resistir al fuego, al furor de
las olas, a la espada, a los poderes, a los reyes; pero viene
la muerte, y ¿quién puede presentarle resistencia? Ella es
457
cfr. Ez 28, 12.
458
cfr. Gen 41,42; Jr 22,24.
459
cfr. Gen 38,18; Pr 3,3.
460
GIANFRANCO RAVASI, El Cantar de los Cantares, Ed Paulinas
(Colombia 1993) 122.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

más fuerte que todas las cosas» 461. Sin embargo, dice aquí
el Espíritu Santo que el amor es más fuerte. Ésta es una
estupenda revelación que nos hace penetrar en el abismo
del amor de Dios, que se sintetiza en su suprema y
esencial definición: Dios es amor (1Jn 4,8.16). De ahí que
dijera Pío XII: «El gran misterio del cristianismo es el
mismo corazón de Dios…dominado por el amor».
Afirmación gloriosa y solemne. «¡El amor es más fuerte!
¡El amor puede más!», gritó Juan Pablo II462.
Las llamas del verdadero amor no son llamas débiles y
que se apagan fácilmente. Son saetas que encienden
grandes fuegos. Las llamas del verdadero amor son llamas
divinas, «de Yahvé», son llamas parecidas a la de la zarza
ardiente, que ardía sin consumirse (Ex 3,2), ya que todo
verdadero amor no es más que una chispa de la hoguera
de amor infinito que es Dios. De modo tal, que todo
auténtico amor es una fuerza llena de vida y una
manifestación de Dios. El amor profundo es insaciable y
exigente como el abismo y la muerte. Expresa la fuerza
inexorable y el ardor del afecto que no puede dejar el
objeto de su amor, ni dividir su posesión. Casiodoro decía:
«Nada se resiste a la muerte, nada se resiste al infierno.
La muerte, ¿quién puede detenerla? Al infierno, ¿quién
puede arrancarle sus condenados? Así también es el amor.
¿Quién lo puede detener? ¿Quién puede impedirle que
devore, que continúe devorando, y quién podrá atenuar su
sed inextinguible? A él se le sacrifica sin piedad aquello
que uno tiene de más querido; por él se desafía toda
vergüenza con tal de darse a aquello que se ama; por él se
enfrenta aun a la misma muerte»463.
Continúa diciendo la Esposa:
Las grandes aguas no podrán apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.
Si alguien quisiera comprar el amor
con todas las riquezas de su casa,
461
De laude caritatis.
462
Al final de la Misa en el Parque O’Higgins, en Santiago de Chile,
el 3 de abril de 1987; cit. en L’Osservatore Romano 16 (1987) 266.
463
cit. en L. CL. FILLION, La Saint Bible, Letouzey et Ané, tomo IV
(París 1903) 623.
Las Servidoras
se haría despreciable (8,7).
Es imposible apagar las llamas ardorosas del amor
encendido por el Señor mismo con las aguas torrenciales
de los mares o con las inundaciones. Es absolutamente
imposible apagar el amor de Cristo: ¿Quién nos separará
del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?,
¿la espada?, …en todo esto salimos vencedores gracias a
Aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo
presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la
profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del
amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro
(Ro 8, 35–39). El amor logra vencer a todo adversario, por
muy poderoso que sea. Las más grandes pruebas y
tribulaciones, personales o comunitarias, las desgracias
excepcionales y las persecuciones más dolorosas, jamás
lograrán separar a la Esposa del Esposo. ¡No podrán
jamás!

Son de tal valor las llamaradas del amor, que no tienen


precio. Si alguno intentara comprar con dinero el amor,
sería despreciable. El verdadero amor se amasa con
libertad y gratuidad. No se puede comprar una persona,
sólo se puede comprar un objeto. El amor es superior a
todo bien de este mundo. El amor se da, no se vende.
III
Queridas Hermanas y Novicias:
¿Cómo podrán saber si ustedes son verdaderas Esposas
de Jesucristo?
Le dejo la respuesta a San Bernardo:
«Cuando vieres un alma que,
dejadas todas las cosas, se adhiere con todas sus
ansias al Verbo;
que vive para el Verbo;
que se rige por el Verbo;
que concibe lo que ha de alumbrar para el Verbo;
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

que pueda decir: Para mí vivir es Cristo y la muerte una


ganancia (Fil 1,20);
créela cónyuge y desposada con el Verbo»464.

¡Esto es lo que queremos para todas y cada una de las


Servidoras!
¡Esto es lo que esperamos de ellas!
¡Nunca se contenten con un amor menor!
¡Sean cómo María!
¡El amor no morirá jamás! (1Cor 13,8).

464
Obras de San Bernardo, BAC (Madrid 1957) 1280.
Las Servidoras

7. PEQUEÑO FLORILEGIO DE LA VIRGINIDAD

Siempre estas ceremonias tan hermosas de primeras


profesiones, de renovación de votos temporales y sobre
todo de la profesión de los votos perpetuos, hacen sentir
como por los poros de la piel la magnífica realidad de la
Iglesia, porque son signos de la fecundidad inexhausta de
la Iglesia, y al ser signo de la fecundidad son signos
también de la vitalidad de la Iglesia. Por eso normalmente
los participantes sin llegar a entender las cosas en toda su
hondura teológica, sin embargo perciben algo grande, algo
celestial, porque de alguna manera estamos como
tocando las raíces de la misma Iglesia.
Estas jóvenes quieren ser vírgenes y madres ¿Por qué?
Porque quieren seguir al primer gran virgen que fue
Jesucristo Nuestro Señor y a su Santísima Madre que fue
virgen y madre. Y por eso son una imagen del todo
particular de la Iglesia que también es virgen y madre, y
nos traen a la memoria los cientos de miles y miles de
vírgenes que poblaron los desiertos, que poblaron los
monasterios y que con su ejemplo de vida consagrada,
entregada a Dios fueron fautoras de civilización y llevaron
de manera prístina el mensaje del Evangelio a tantas
generaciones de hombres y mujeres.
Por eso dada esta situación del todo particular y para
que captemos más la profunda originalidad de la vida
religiosa y como nos hace remontar a los orígenes mismos
de la Iglesia Católica, ya que nos remite a Jesucristo y a su
Santísima Madre quiero hacer un pequeño florilegio de la
virginidad pero ceñido a un período de tiempo a los 4
primeros siglos. De tal manera que algunos de los
pensamientos de los Santos Padres, los más recientes se
remontan a 17 siglos, y voy a traer solamente de los
Padres Latinos ya que no tuve tiempo de agregar el
pensamiento de los Padres Griegos.

Ni vanidad ni avaricia
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

«Tú, virgen, que has dominado la carne y el mundo,


sobrepónte también a la ostentación del vestido y del oro.
No se avienen entre sí el vencer las grandes dificultades y
ser vencida por las pequeñas» 465.

Ir por el camino estrecho


«Estrecho y angosto es el camino que conduce a la
vida, duro y arduo el sendero que lleva a la gloria. Por esta
senda marchan los mártires, caminan las vírgenes, avan-
zan los justos. Evitad los caminos anchos y fáciles; en ellos
se tropieza con atractivos traidores y halagos mortales; en
ellos el diablo lisonjea para engañar, sonríe para hacer
daño, acaricia para matar. El mayor fruto, el de cien, es
propio de los mártires; el segundo, el de sesenta, es
vuestro. Del mismo modo que en los mártires no se dan
pensamientos de carne y de mundo ni conversaciones
delicadas, muelles y tiernas, así también vosotras, siendo
las segundas en cuanto al fruto, debéis poseer una virtud
para los trabajos semejante a la de ellos. No es fácil la
subida a las alturas. ¿Qué sudores, qué molestias no
padecemos cuando ascendemos a las cimas y cumbres de
los montes? ¿Y qué no debemos pasar tratando de subir al
cielo? Si consideras el premio prometido, se te hará
pequeño el trabajo: se te anuncia una existencia inmortal,
una vida perpetua, el reino de Dios» 466.

Premio de la virginidad
«Conservad, ¡oh vírgenes!, conservad lo que habéis
empezado a ser, lo que habéis de ser para siempre.
Grande premio os espera, galardón magnífico para la
virtud, recompensa eximia para la castidad. ¿Queréis
saber de qué males carezca y qué premios posea la
continencia? Multiplicaré, dijo Dios a la mujer, tus
congojas y tus gemidos; darás a luz con dolor a tus hijos,
465
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva, 664. SAN CIPRIANO, Sobre la conducta de las vírgenes,
XXI.
466
Ibidem.
Las Servidoras
vivirás sujeta a tu marido y él te dominará (Gn 3,16).
Vosotras estáis libres de esta sentencia: no teméis las
congojas y gemidos propios de la mujer, ningún temor os
aflige sobre el parto de vuestros hijos, ni tenéis un marido
por dueño, pues vuestro dueño y cabeza es Cristo, que
hace las veces de esposo, de cuya suerte y comunidad de
vida participaréis»467.
De tal modo que ese premio lo recibe la virgen
consagrada no solamente en el cielo, que ahí lo recibirá en
plenitud, sino que empieza a vivir el cielo en la tierra.

La virgen empieza a vivir el cielo en la tierra


«Palabras del Señor son aquéllas: Los hijos de este siglo
engendran y son engendrados; mas los que tuvieren parte
en aquel otro siglo y en la resurrección de los muertos no
tomarán esposas ni maridos; pues no vendrán a morir,
siendo iguales a los ángeles de Dios por ser hijos de
resurrección. Lo que hemos de ser en la otra vida, eso
habéis empezado ya a ser vosotras; gozáis en este siglo
de la gloria de la resurrección; pasáis por este mundo sin
contaminaros con él; mientras os conservéis castas y
vírgenes sois iguales a los ángeles de Dios. Perseverad,
pues, con fortaleza, como empezasteis, en vuestra virgini-
dad íntegra e incontaminada; manteneos constantes y no
busquéis los ornatos del vestido o de las joyas, sino los de
las buenas costumbres. Mirad a Dios y hacia el cielo y no
bajéis de nuevo hacia las concupiscencias del mundo y las
solicitudes de la tierra los ojos que habéis levantado a las
alturas»468.

Grandeza de la virginidad

467
Ibidem, p. 665. SAN CIPRIANO, Sobre la conducta de las vírgenes,
XXII.
468
Ibidem, 664. SAN CIPRIANO, Sobre la conducta de las vírgenes,
XXII.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

«No ensalzamos la virginidad porque se da en los


mártires, sino porque es ella quien hace mártires. ¿Qué
humano ingenio podrá comprender dignamente a la que
está fuera de las leyes de la naturaleza o con qué palabras
humanas se podrá explicar lo que se halla por encima de
todas las leyes naturales? Al cielo fue a buscar el modelo
que había de imitarse en la tierra. Y con razón buscó en el
cielo sus normas de vida la que en el cielo tenía a su
Esposo. La virginidad, remontándose sobre las nubes, los
ángeles y los astros, halló al Verbo de Dios en el seno
mismo del Padre y bebió a raudales su amor. Pues ¿quién
dejará tan gran bien una vez hallado? Ungüento
derramado es tu nombre. Por lo cual las jovencitas te
amaron y atrajeron (Cant 1,2)»469.

Grandeza de los padres de las vírgenes


«Pues la virgen es un don de Dios, un regalo del
padre», del papá y pone una expresión muy interesante
que habría que estudiarla “sacerdocio de la castidad”, la
virgen es sacerdocio de la castidad. “La virgen es una hos-
tia ofrecida por la madre, que se sacrifica diariamente y
aplaca la ira divina. La virgen es una prenda inseparable
de sus padres, que ni les exige dote, ni los abandona con
su partida, ni los ofende con su conducta.
… Esto no es conseguir un yerno, sino comprarlo. Aun
las visitas de los padres a su hija serán a costa de dinero.
¿Y para eso, madre, lleváis a la hija tantos meses en vues-
tro seno, para que luego pase a poder de un extrañó? ¿En
eso paran tantos cuidados acerca de vuestras hijas, en
que os sean más pronto arrebatadas?”»470.
Y San Ambrosio dice respecto de los padres: “Se
oponen, es cierto, los padres; pero quieren verse vencidos.
Al principio no acceden a tus deseos por temor a que no
sean verdaderos. Frecuentemente muestran enfado para
que aprendas a vencer los obstáculos. Te amenazan con
desheredarte para probar si no tienes miedo a las

469
Ibidem, 672. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. III.
470
Ibidem, 679ss. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VII.
Las Servidoras
asechanzas del mundo. Te acarician proponiéndote mil
comodidades y gustos para ver si te mantienes firme y no
te dejas cautivar por el halago de los placeres. Prueban tu
amor a la pureza, mientras parecen coaccionarte.
Estos han de ser, joven, tus primeros combates, las sú-
plicas acongojadas de tus padres. Vence primero tu amor
filial (mezclado de amor carnal) Si a éste vences, vences al
mundo”471».
«¿Por qué miras, madre, con malos ojos a tu hija? Ha
sido alimentada con tu leche, ha nacido de tus propias
entrañas, descansó en tu seno, tú misma con solícita
piedad la guardaste, y ¿te indignas porque no ha querido
ser esposa de un soldado, sino del mismo Rey? Te ha
hecho un gran beneficio, pues has comenzado a ser
suegra del mismo Dios»472.
No es que los Santos Padres desaprobasen el
matrimonio, de ninguna manera. El matrimonio tiene una
dignidad tal que ha sido elevado a la categoría de
sacramento. Y siempre consideró la Iglesia que algunos
que estaban en contra del matrimonio caían en herejía.
Por eso sigue diciendo San Ambrosio: «El que desaprueba
el enlace matrimonial, desaprueba también sus frutos: los
hijos, y condena la sociedad del linaje humano, formada
por una sucesión no interrumpida de generaciones.
Una cosa, sin embargo, afirman estos hombres
sacrílegos que debe ser sin duda aprobada por el
testimonio de los sabios, a saber: que rechazando el
matrimonio confiesan que ellos no debían haber
nacido»473.

¿Quién es el Esposo?
«¿Quién es este esposo? No ciertamente el que va
vendiendo fútiles agasajos y vanagloriándose de su
caduca fortuna, sino aquel que se sienta en el trono de los

471
Ibidem, 689. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. XII.
472
Ibidem, 790. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XX.
473
Ibidem, 680. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VII.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

siglos. Hijas de reyes son sus damas de honor. A su diestra


se halla la reina cubierta con brocado de oro, revestida
con variedad de virtudes. Oye, hija, y considera y aplica tu
oído y olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre;
porque el Rey se ha enamorado de tu hermosura y Él es tu
Dios (Sl 44,7).
Pondera qué reino, qué oro y qué hermosura te entrega
el Espíritu Santo, como nos lo atestigua en el citado pasaje
de la Escritura. Reino, o porque eres esposa del Rey eterno
o porque, dotada de un ánimo invencible, no eres esclava
de la concupiscencia de la carne, sino que la dominas
como reina. Oro, porque así como este metal, sometido al
crisol, es más precioso, del mismo modo la belleza del
cuerpo virginal, consagrada al Espíritu divino, aumenta en
hermosura. Belleza, porque ¿qué mayor belleza puede
darse que aquella de la que se enamora el Rey, que es
aprobada por el Juez, ofrecida al Señor y consagrada a
Dios. Siempre esposa, siempre virgen, para que ni el amor
se mengüe ni el pudor se aje.
Se nos declara la perfecta e irreprochable hermosura
del alma virginal, consagrada como hostia en los altares
divinos, que en medio de los ataques manifiestos o de las
asechanzas ocultas de las fieras del mundo espiritual, sin
doblegarse ante lo corruptible, sino ocupada en el servicio
de Dios, mereció atraerse las miradas del Amado, cuyos
pechos están llenos de alegría»474.

¿Cuáles son las obras a las que se consagra la


que profesa virginidad?
Las obras de la que se consagra en virginidad

474
Ibidem, 681. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VII.
Las Servidoras
«Tus obras produzcan miel.475 Muy bien se puede
comparar a la abeja con la virgen: así es de trabajadora,
pudorosa y casta. La abeja se alimenta de rocío,
desconoce las uniones sexuales, fabrica miel. El rocío de la
virgen es la conversación con Dios, porque las palabras de
Dios descienden como el rocío. Su cuerpo inmaculado es el
pudor virginal. Los frutos de la virgen son sus palabras
exentas de amargura, llenas de fecunda suavidad.
Trabajan en común y en común recogen también los
frutos.
Cuánto deseo, hermana mía, que imites a la pequeña
abeja, que se alimenta de flores, en su boca lleva el fruto y
con su boca lo prepara.476 A ésta imita. Que tus palabras
no vayan veladas por el dolo o el fraude. Sean puras y
graves.
Con tu boca debes formar tú también una descendencia
que nunca cese de pregonar tus méritos. No amontones
bienes para ti sola, sino también para otros muchos. ¿Qué
sabes cuándo vendrán por tu alma? No sea que, dejando
repletos de trigo los graneros, sin provecho alguno para ti
ni para tus trabajos, seas arrebatada allí donde no puedes
llevar tu tesoro.477 Sé rica, pero para los pobres, y ya que
participan de tu naturaleza, participen también de tus
bienes.
También te mostraré la flor que tienes que recoger, que
no es otra que Aquel que dijo: Yo soy la flor del campo y el
lirio de los valles. Como azucena entre espinas. Con la cual
nos da a entender que las virtudes se encuentran
aprisionadas entre las espinas de los espíritus malignos, y
que hay que acercarse con cautela para no pincharse» 478.

Escolta especial

475
Cant 4,11.
476
cfr. VIRGILIUM, «Quod nec concubitu indulgent... e follis natos...
ore legunt», Georgicum, IV, vv 198–201: BCL, t. CXXVI, p. 529.
477
cfr. Lc 12,18.
478
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva, 682. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. VIII.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

«Pero vosotras, vírgenes, que con vuestra pureza sin


mancilla guardáis el lecho sacrosanto del Señor, tenéis
una escolta especial. Ni es extraño que los ángeles militen
en vuestro favor, cuando vosotras en vuestro tenor de
vida militáis como ángeles. Las que se han hecho dignas
de la vida angélica, ¿no merecen ser custodiadas por los
ángeles?»479.
Tienen las vírgenes que correr especialmente al altar,
tienen que ampararse en la Eucaristía.

Correr a refugiarse en el altar


«¿En qué sitio está mejor la virgen que en el que se
ofrece el sacrificio de la virginidad?». Otra expresión
hermosísima para profundizar. En la Misa se ofrece el
sacrificio de la virginidad porque el que se sacrifica es
virgen, es Cristo Nuestro Señor.
«Mas no paró su audacia. Estaba junto al altar de Dios
aquella hostia de pureza (una joven que quería
consagrarse a Dios), víctima de castidad, y ya suplicaba al
sacerdote que pusiese la diestra sobre su cabeza, ya,
impaciente de la necesaria tardanza, inclinaba su cabeza
bajo el altar. ¿Acaso, decía, me cubrirá mejor el velo que el
altar que santifica los velos? ¡Más precioso es el velo sobre
el que todos los días se consagra Cristo, cabeza de
todos!»480.
«Sí, no dudo de que se os harán patentes los altares de
Dios, a vosotras, cuyos corazones me atrevo a decir que
son aras santas, en las que se inmola diariamente Cristo
por la redención de vuestros cuerpos. Pues si el cuerpo de
la virgen es templo de Dios, ¿qué será el alma que exhala
llamaradas de fuego divino al ser removidas por manos del
Sacerdote eterno las cenizas humeantes de sus
miembros?481 ¡Felices mil veces vosotras, oh vírgenes, que

479
Ibidem, 685. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. IX.
480
Ibidem, 690. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. XII.
481
Alude al hecho de que los antiguos solían dejar sobre el ara las
cenizas del sacrificio, de modo que más tarde con sólo removerlas se
excitase de nuevo el fuego.
Las Servidoras
aspiráis el aroma de gracia tan Inmortal, como los jardines
el de sus flores, los templos el de su devoción, los altares
el de sus sacerdotes!»482.
La que se consagra a Dios en virginidad también tiene
que cuidar su comportamiento exterior.

También virgen en el comportamiento exterior


«Que se manifieste tu virginidad a la primera palabra;
que el pudor cierre tus labios; que el fervor religioso ex-
cluya la debilidad, y que la santa conducta forme en ti
como una segunda naturaleza. Que lo primero que me
anuncie a mí la llegada de una virgen sea su gravedad, su
pudor patente, su andar recatado, su rostro modesto, y
que, como pregoneros de su pureza, vayan precediéndola
las muestras de su santidad.
No es virgen suficientemente digna aquella por la que
hay que preguntar si es virgen cuando aparece en
público»483.
«Así, pues, una de las dotes de la virginidad es el pudor,
que se defiende con el silencio. Por eso la gloria de la
Iglesia está toda en su interior; no en la muchedumbre» 484.
Oración continua
«Sé como una cigarra en la noche. Todas las noches
baña tu lecho con lágrimas; inunda con ellas el lugar de tu
descanso485. Pasa insomne las noches y vive cual pájaro
que está solitario en el tejado 486. Canta con tu espíritu y
con toda tu mente: Bendice al Señor, alma mía, y
guárdate de olvidar ninguno de los beneficios de quien
perdona todas tus maldades, de quien sana todas tus
dolencias, y salva tu Vida de la corrupción (Sl 102,2) ...

482
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva, 695. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.2, c. II.
483
Ibidem, 711. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.2, c. III.
484
Ibidem, 723. SAN AMBROSIO, Sobre la formación de la virgen, I.
485
cfr. Sl 6,7.
486
cfr. Sl 101,8.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Para mi la virginidad es una consagración en María


y en Cristo» 487.

Llevan la cruz
«¿–Qué santo– ha sido coronado sin lucha? El justo Abel
fue asesinado; Abrahám estuvo a punto de perder a su
mujer, y, para no extenderme demasiado, busca tú misma
y encontrarás que cada justo ha tenido sus padecimientos.
Tan sólo Salomón vivió entre delicias, y quizá por eso
cayó: Porque el Señor reprende al que ama y castiga al
que recibe por hijo suyo (Heb 12,6). ¿Acaso no es mejor
luchar durante un poco de tiempo, construir trincheras,
tomar las armas, llevar el peso de las provisiones,
fatigarse bajo la coraza y después gozar con la victoria,
que, por no poder soportar el trabajo durante una hora,
caer en servidumbre perpetua?»488.

Lo que hace el amor


«No hay nada duro para los amantes; ningún trabajo es
difícil para el que desea realizarlo. ... Amemos también a
Cristo, busquemos siempre sus abrazos, y entonces todo
lo difícil nos parecerá fácil. Tendremos por breves todas
las cosas que de por sí son ya largas, y, heridos con la
flecha del amor, diremos a cada instante: ¡Ay de mi, que
mi destierro se ha prolongado! (Sl 119,5). Los sufrimientos
de la vida presente no son comparables con aquella gloria
venidera que se ha de manifestar en nosotros (Ro 8,18).
Porque la tribulación ejercita la paciencia, la paciencia
sirve de prueba, la prueba produce la esperanza, y la
esperanza no deja jamás burlados (Ro 5,3)»489.

Contra la vanagloria

487
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva, 787. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XVIII.
488
Ibidem, 813. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XXXIX.
489
Ibidem, 813. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XL.
Las Servidoras
«Cuantas veces te deleite la ambición del siglo y vieres
en el mundo la gloria vana, vuela al paraíso con el pensa-
miento; comienza a ser ahora lo que serás más tarde, y
oirás decir a tu Esposo: Ponme por sello sobre tu corazón,
ponme por marca sobre tu brazo (Cant 8,6) y, fortalecida
en tu cuerpo y en tu alma, cantarás: Las muchas aguas no
han podido extinguir el amor ni los ríos lograrán sofo-
carlo»490.

Sólo Dios es el custodio de la virginidad


«Cuanto mayor me parece este don, más temo no
venga a desaparecer en lo futuro por causa de la soberbia.
Sólo Dios es el verdadero custodio de la gracia virginal,
que el mismo concedió, y Dios es caridad491.
El custodio, por tanto, de la virginidad es la caridad, y la
morada de este guardián es la humildad. En ella habita el
que afirmó que su espíritu reposa sobre el humilde, el
amante de la paz y el temeroso de sus palabras. ... Porque
¿cómo podrá uno seguir a aquel a quien no quiere
acercarse? ¿O cómo se acercará nadie a aquel al que no
quiere ir para aprender que es manso y humilde de
corazón?»492.

Contemplen amorosas al Esposo


«Ya que habéis despreciado las nupcias con los hijos de
los hombres, amad con todo vuestro corazón al más
hermoso entre los hijos de los hombres (Sl 44,3). Libre
está para ello vuestro corazón; desligado se halla de todo
lazo conyugal. Contemplad la belleza de vuestro amante
Esposo; considerad cómo es igual al Padre y se sometió a
una madre, como domina en los cielos y sirve en la tierra,
cómo creó todas las cosas y fue creado entre ellas.
Reparad cuán bello es en él aquello mismo de lo que se
ríen los soberbios. Contemplad con los ojos interiores del
490
Ibidem, 815. SAN JERÓNIMO, Epístola a Eustoquio, XLI.
491
1Jn 4,8.
492
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva, 918. SAN AGUSTÍN, Acerca de la Santa Virginidad, LI.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

alma las heridas del que pende en la cruz, las cicatrices


del que resucita, la sangre del que muere, el valor del que
se entrega en fianza, la preciosa mercancía del que se da
en rescate»493.

Queridos hermanos y hermanas:


Estamos aquí acompañando a estas Hermanas, ¡y
siempre las debemos acompañar!, con nuestra oración,
con nuestros sacrificios, con nuestra compañía, con
nuestro afecto tanto paternal, maternal, de los hermanos,
de las amigas para que realmente ellas con esta su
consagración sean prez y honra de la Iglesia.
Y que ellas a su vez por su vida de inmolación al Señor
consigan de Él muchas gracias para la humanidad doliente
que nos toca ver, para nuestros hermanos y hermanas
contemporáneas que están sufriendo tanto.
El testimonio de ellas de apresurarse, de adelantarse al
cielo, nos haga considerar que las cosas de este mundo
finalmente son pasajeras, que lo que importa es el otro,
que no pasa y que no muere.
Nos lo conceda la Santísima Virgen.

8. MATERNIDAD ESPIRITUAL

No es ningún secreto que la familia está en crisis.


¡Uniones de hecho...! En el primer semestre de 1999,
en la Ciudad de Buenos Aires, casi igualaron el número de
hijos nacidos en matrimonio –civil, no hablamos del
matrimonio por la Iglesia– con el de los hijos extra
matrimoniales: 50,4 % los primeros y 49,6 % los segundos.

493
Ibidem, 921. SAN AGUSTÍN, Acerca de la Santa Virginidad, LIV.
Las Servidoras
Es decir que, de cada dos niños, uno es extra matrimonial.
Y esto sin contar con el hecho de que la mayoría de los
casados por el civil no tienen el matrimonio religioso, es
decir, no han recibido el sacramento del matrimonio
cristiano y, por tanto, la unidad y sacralidad del
matrimonio y de la familia están en crisis.
¡La fidelidad...! En la zona de Córdoba y distritos
cercanos, según estadísticas publicadas en «La Voz del
Interior»494, en estos últimos años ha aumentado en un
24,7 % el número de las separaciones legales. Ha habido
un franco ascenso desde 1990, a razón de 5 divorcios por
día hábil, a 1998 con 7 trámites diarios. Esto sin hablar de
las separaciones de hecho. En 1996 en la Unión Europea
hubo 899.800 divorcios495.
¡La natalidad...! Evidentemente que ha disminuido la
taza de natalidad: 51 países en el mundo están con tasa
de fertilidad negativa y 14 países en el mundo están con el
problema de que los muertos superan a los nacidos, es
decir, pasan por el triste fenómeno del decrecimiento, del
suicidio colectivo496.
Por supuesto eso lleva como lógica consecuencia a una
crisis profunda en lo que hace a la paternidad y a la
maternidad, en especial a esta última. Ha habido
escritores y escritoras que hablan de que la mujer debe
rechazar o alejarse del «olor del nido», en sentido
peyorativo. El «olor del nido» es el olor a pañales, el olor a
la comida, que a muchas tampoco les gusta hacer, todo lo
cual es motorizado por la ideología feminista. Es la
realidad, es lo que está pasando en el mundo
lamentablemente.
Y así como esto sucede a nivel del matrimonio y de la
familia –digamos a un nivel natural, aunque es también
sobrenatural– también en la vida religiosa ocurre algo

494
Del 26 de abril de 1999.
495
Para datos de otros países ver el ilustrativo folleto «El divorcio a
fin de siglo» de NUEVA CRISTIANDAD (Cerrito 1070, 6to. piso, of. 104; tel.
4812–8611 y 4811–2206. Solicite y distribuya sus publicaciones).
496
cfr. «El mito del crecimiento demográfico», Ediciones del Verbo
Encarnado, Vox Verbi nº 183.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

similar debido a que los religiosos y religiosas vivimos en


el mundo... También pasan estas crisis en la vida
religiosa, por el rechazo de la Cruz de Cristo. Y por
ello vemos que hay crisis de fecundidad espiritual, de
infidelidad espiritual, de abandono de las promesas que se
hicieron para siempre, del adulterio espiritual del que
hablaban los santos profetas como podemos ver en tantas
páginas de la Biblia... Y esto pasa en muchos religiosos o
religiosas porque hay una crisis en la unidad con el Divino
Esposo, en la fidelidad a Él y no a otro; y como
consecuencia, se sigue una crisis en la fecundidad
espiritual y sobrenatural. Por eso hay religiosas que son
«solteronas», «viejas solteronas», en el sentido
peyorativo, porque hay grandes mujeres solteras que sin
embargo tienen una fecundidad espiritual enorme. Pero
hay algunas solteronas que son egoístas, que no ayudan a
nadie, están mirándose a sí mismas, porque vacían la Cruz
de Cristo, como son las religiosas «solteronas». Entonces
se da en la vida religiosa femenina una crisis muy
profunda de la maternidad espiritual. No es cosa de ahora,
pero ahora se ve con más fuerza y digamos que se
destapa más porque pareciera que los medios de
comunicación social (televisión, revistas, diarios...)
presentando una imagen tan distorsionada del matrimonio
y de la familia natural, empujan a que esa misma
desviación se dé en el matrimonio espiritual, que es la
vida religiosa.
Esto ya se conoce desde antes pero nunca en la
dimensión de ahora. De ahí la disminución enorme de las
vocaciones religiosas femeninas a nivel mundial. De
1.200.000 religiosas que habían en el mundo se ha pasado
ahora a menos de 900.000. Por eso hay congregaciones
que están entregando los colegios, tienen los conventos
vacíos y los noviciados inexistentes. Y eso se debe, a mi
modo de ver, a que fundamentalmente, han dejado vaciar
en su alma y en su corazón la Cruz de Cristo. El grito aquel
que se escuchó en el Calvario: Baja de la Cruz y
creeremos en Ti497 hoy día se sigue repitiendo, si no con
palabras, sí con hechos. El mundo no quiere creer que la
497
cfr. Mt 27,42.
Las Servidoras
salvación viene por la Cruz. Y cuando eso llega a la vida
religiosa femenina, eso produce estragos. Como vemos en
concreto, por ejemplo, en los Estados Unidos. Refiriéndose
a esto decía San Cipriano, mártir, de la religiosa que no
quería saber nada con la Cruz de Cristo: «Viudas más bien
que esposas, no desposadas sino más bien adúlteras de
Cristo»498. Y aplicándolo al caso al que me quiero referir, a
la maternidad, podemos decir: estériles en vez de
fecundas, no madres, sino madrastras de los hijos de
Cristo.
La maternidad espiritual afecta a la esencia misma de
la vida religiosa, porque no podemos pretender una vida
religiosa distinta de la que quiere la Iglesia. Ese es el ideal
de la vida religiosa femenina: Ser Esposas de Cristo y
Madres de los hijos de Cristo.

No huir del trabajo de tener hijos espirituales.


Por eso no hay nada más grave y más duro que aquella
crítica de San Juan de Avila 499: «no tuvieron en nada
engendrar hijos espirituales, huyeron del trabajo de los
criar». Y yo no sé... pero entre las Servidoras puede ser
que alguna ni siquiera se plantee el tema de que para ser
auténtica Esposa de Cristo tiene que ser Madre espiritual
de los hijos de Cristo. A lo mejor ni siquiera se plantea el
hecho de tener una esterilidad espiritual enorme, por no
tener celo apostólico, por no buscar que los demás
conozcan a Cristo. Decía San Juan de Ávila son:
«comparables a las prostitutas que cuando paren un hijo
lo entregan a otra para criar y ellas continuar con sus
voluptuosidades», con sus estupideces, con su
superficialidad, con su vaciamiento de la Cruz, con ser
«mascarita» y no religiosa. Y eso es la negación de la vida
religiosa, como la maternidad es su plenitud. A esto
especialmente me voy a referir.

Hay que sufrir para educarlos.


498
Obras de San Cipriano, BAC (Madrid 1954) 138.
499
SAN JUAN DE ÁVILA, Obras Completas, IV (Madrid 1970) 17–28.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Dice el Santo (y cuando escuchen padre, entiendan


también madre): «no basta para un buen padre engendrar
él y dar la carga de la educación a otro; mas con
perseverante amor sufrir todos los trabajos que en criarlos
se pasan, hasta verlos presentados en las manos de Dios
sacándolos de este lugar de peligro como el padre suele
tener gran cuidado del bien de la hija hasta que la ve
casada. Y este cuidado tan perseverante que es una
particular dádiva de Dios y una expresa imagen del
paternal (y maternal) cuidado amoroso que Dios nos
tiene». Y agrega esto que es muy importante para las
familias humanas y para las familias espirituales: «De arte
que yo no sé libro –el arte de la maternidad y de la
paternidad– ni palabra, ni pintura, ni semejanza que así
lleve al conocimiento del amor de Dios con los hombres
como este cuidadoso y fuerte amor que Él pone a un hijo
suyo con otros hombres por extraños que sean y ¡qué digo
extraños!, ámalos aunque sea desamado...» Ese es el
padre, esa es la madre...

«Ámalos aunque sea desamado».


Los hijos nunca amamos a nuestros padres como
nuestros padres nos aman a nosotros. «Búscales la vida,
aunque ellos busquen la muerte; y ámalos más
fuertemente en el bien que ningún hombre, por obstinado
y endurecido que estuviese con otros, los desama en el
mal. Más fuerte es Dios que el pecado; y por eso mayor
amor pone a los espirituales padres que el pecado puede
poner desamor a los hijos malos. Y de aquí es también que
amamos más a los que por el Evangelio engendramos que
a los que naturaleza y carne engendra, porque es más
fuerte que ella, la gracia que la carne». Así es. Por eso
lamentablemente hoy día hay muchas personas, incluso
religiosas, que no aman como madres.

Son hijos de lágrimas.


Dice el Santo hablando del sufrimiento que significa ser
madre: «el engendrar nomás que no tiene mucho trabajo,
Las Servidoras
aunque no carece de él, porque si bien hecho ha de ir este
negocio, los hijos que hemos de engendrar no tanto han
de ser hijos de voz cuanto hijos de lágrimas». No es decir
«hay hijito, hijita, hijita mía... papá, mamá, tío...», no es de
palabra, es más de lágrimas que de palabra. Como dice un
proverbio africano: «el hijo es como el hacha: aunque te
cortes con ella la vuelves a cargar sobre el hombro». Por
eso, «a llorar aprenda quien toma oficio de padre (y de
madre), para que le responda la palabra y respuesta
divina, que fue dicha a la madre de San Agustín, por boca
de San Ambrosio: “Hijo de tantas lágrimas no se
perderá”500. A peso de gemidos y ofrecimiento de vida da
Dios los hijos a los que son verdaderos padres, y no una,
sino muchas veces ofrecen su vida porque Dios dé vida a
sus hijos, como suelen hacer los padres carnales».
«Y si esta agonía se pasa en engendrar... –dice San Juan
de Avila en una carta que le escribe a otro grande, Fray
Luis de Granada, uno de los grandes del siglo de oro
español– ... si esta agonía se pasa en engendrar, ¿qué
piensa, padre, que se pasa en los criar?». Y a continuación
el Santo va poniendo toda una serie de virtudes que debe
tener la religiosa, la que es superiora para con sus hijas
espirituales, sus súbditas, las iguales entre sí, y las
súbditas con las superioras, porque no existe en la Iglesia
Católica un régimen de gobierno de tipo militar; eso no
existe, no debe existir. Somos la «familia de Dios», como
dice San Pablo.
El régimen de gobierno que tiene que haber es un
régimen evangélico, propio de una familia, donde el
superior, la superiora no es déspota, no es dictador, no es
un sargento. Eso es una burla al Evangelio y a Jesucristo.
Sí, tenemos los votos religiosos, pero según el Evangelio.
No tenemos que imitar tipos de obediencia formales,
externos y que se realizan en otros ámbitos y que los
conocemos perfectamente bien. Marcelo Javier Morsella
estuvo en un Liceo. En los Liceos el régimen de obediencia
suele ser formal. Si te ven, hacés lo que tenés que hacer;
si no te ven, no lo hacés. Por eso escribió una obra de
teatro que se llama «La Farsa». Entender como un
500
cfr. Confesiones, L III, c. 12.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

régimen de tipo militar la vida religiosa, es querer


convertir la vida religiosa en una farsa.

Las virtudes que hay que tener: por ejemplo, las


virtudes que han de tener como Madres las Hermanas que
trabajan en el Colegio respecto a las alumnas; o las
virtudes que han de tener las que están en el Hogarcito
respecto a los chicos del Hogarcito, y las que están en el
Hospital respecto a los enfermos del Hospital y los que
están en la parroquia respecto a los chicos de catecismo y
a la gente de la parroquia.

Callar: «¿Quién contará el callar que es menester para


los niños, que de cada cosita se quejan...».

No hacer acepción de personas: es decir, no caer en


esa injusticia de preferir de manera desordenada a unos
en contra de otros, eso engendra desobediencia,
evidentemente. «...el mirar que no nazca envidia por ver
ser otro más amado, o que parece serlo, que ellos?». No
solamente no hay que hacer acepciones de personas, sino
que ni siquiera se debe parecer que uno hace acepción de
personas. Por eso es que las madres cuando sirven la
comida, por ejemplo, tienen mucho cuidado de darle a
cada uno la parte que le gusta. Y si no puede complacerle,
busca de explicarle: «bueno, ahora no te toca a vos
porque te tocó antes de ayer», o lo que sea. Trata de
repartir, de ser justa. Pero ¿por qué hace eso? ¡Porque es
madre! Y ella se sirve último, y si no alcanza para ella no
importa. Porque pone la vida en que los hijos estén bien.
Es así. ¿Cuántas veces lo hemos visto?.

Alimentar el alma: Cómo buscan no solamente


alimentar al niño con el alimento material (en eso se
especializan las madres: – «Comé, comé un poco más»),
sino en el alimento del alma: «¿El cuidado de darles de
Las Servidoras
comer, aunque sea quitándose la madre el bocado de la
boca?...».

El olvidarse de sí misma: «...y aun dejar de estar


entre los coros angélicos por descender a dar sopitas al
niño?».

Dominio de sí misma: «Es menester estar siempre


templada, porque no halle el niño alguna respuesta menos
amorosa». El tragarse las lágrimas, los dolores. Uno se da
cuenta ahora de grande, –cuando falleció mi abuelo,
cuando falleció mi abuela–, el tragarse las lágrimas. «Y
está algunas veces el corazón de una madre atormentado
con mil cuidados, y tendría por gran descanso soltar las
riendas de su tristeza y hartarse de llorar, y si viene el
hijito, ha de jugar con él y reír, como si ninguna otra cosa
tuviera que hacer». La madre verdadera está atenta a los
peligros que puede pasar el hijo, no como pasa ahora que
con tal de sacárselo de encima se le prende la televisión,
así vean cualquier porquería y cualquier cosa. «Pues las
tentaciones, sequedades, peligros, engaños, escrúpulos,
con otros mil cuentos de siniestros que toman, ¿Quién los
contará?». Porque es obligación de los padres vigilar,
como es deber grave de la superiora vigilar, para que las
hijas espirituales estén bien, para que su comunidad
funcione. Lo mismo en los colegios, en los hogarcitos, en
el hospital... «¡Qué vigilancia para estorbar no vengan a
ellos!».

Sabiduría: «¡Qué sabiduría para saberlos sacar


después de entrados!», en esos peligros.

Paciencia: «¡Paciencia para no cansarse de una y otra


y mil veces oírlos preguntar lo que ya se les ha
respondido. Y tornarles a decir lo que ya se les dijo!».
Claro (porque no se produce en ellos el hecho educativo) y
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

por eso uno tiene que decir una vez, y otra vez y otra vez
y otra vez más.

La oración: «¡Qué oración tan continua y valerosa es


menester para con Dios, rogando por ellos para que no se
mueran!». No solamente la muerte física, sino la muerte
espiritual. Para que no se les mueran siendo malos, para
que no caigan en los vicios, para que sean hombres y
mujeres de bien. Y qué dolor si llega a pasarle algo así.
«Porque si se mueren, créame, padre, que no hay dolor
que a éste se iguale; ni creo que dejó Dios otro género de
martirio tan lastimero en este mundo como el tormento de
la muerte del hijo en el corazón del que es verdadero
padre», –y agrega el santo– «¿Qué le diré? –está
escribiendo a Fray Luis de Granada– No se quita este dolor
con consuelo temporal ninguno, ni con ver que, si unos
mueren, otros nacen; no con decir lo que suele ser
suficiente en todo los otros males: El Señor lo dio, el Señor
lo quitó, su nombre sea bendito 501. Porque como sea el mal
de la ánima –del alma–, y pérdida en que pierde el alma a
Dios y sea deshonra de Dios, y acrecentamiento del Reino
del pecado, nuestro contrario bando, no hay quien a
tantos dolores tan justos consuele. Y si algún remedio hay,
es olvido de la muerte del hijo; mas dura poco, que el
amor hace que cada cosita que veamos y oyamos luego
nos acordemos del muerto, y tenemos por traición no
llorar al que los ángeles lloran a su manera, y el Señor de
los ángeles lloraría y moriría si posible fuese. Cierto, la
muerte del uno excede al gozo de su nacimiento y bien de
todos los otros».
Por eso es que, el corazón de la madre, del padre, debe
tener bondad, pero asimismo ¡fortaleza!
En primer lugar bondad: «Por tanto, a quien quisiere
ser padre (madre), conviénele un corazón tierno, y muy de
carne, para tener compasión de los hijos, lo cual es muy
gran martirio».

501
Job 1,21.
Las Servidoras
Y fortaleza: «Y otro de hierro para sufrir los golpes que
la muerte de ellos da, porque no derriben al padre o le
hagan del todo dejar su oficio, o desmayar, o pasar
algunos días en que no entienda sino llorar. Lo cual –dice
el santo– es inconveniente para los negocios de Dios, en
los cuales ha de estar siempre solícito y vigilante; y
aunque esté el corazón traspasado de estos dolores, no ha
de aflojar ni descansar; sino, teniendo ganas de llorar con
unos, ha de reír con otros, y no hacer como hizo Aarón,
que, habiéndole Dios muerto dos hijos y siendo reprendido
de Moisés por que no había hecho su oficio sacerdotal dijo
él: ¿Cómo podía yo agradar a Dios en las ceremonias con
un corazón lloroso?502. Acá, padre, mándanos siempre
busquemos el agradamiento de Dios y pospongamos lo
que nuestro corazón querría, porque, por llorar la muerte
de uno, no corran por nuestra negligencia peligro los otros.
De arte que, si son buenos los hijos, dan muy cuidadoso
cuidado; y si salen malos, dan una tristeza muy triste; y
así no es el corazón de la padre (y de la madre) sino un
recelo continuo, y un atalaya desde alto, que de sí lo tiene
sacado, y una continua oración, encomendando al
verdadero Padre la salud de sus hijos, teniendo colgada la
vida de él de la vida de ellos, como San Pablo decía: Yo
vivo, si vosotros estáis en el Señor503».
Por eso queridas hermanas, les deseo que sepan
defenderse contra estos peligros actuales de vaciamiento
de la cruz de Cristo, y sepan discernir no tomando todos
los ejemplos que el mundo en estos momentos ofrece
respecto a lo que es la vida matrimonial, sino fijarse bien
en el Evangelio de Jesucristo, en el ejemplo de los santos,
y en dos cosas en especial para aprender a ser madres:
– Saber contemplar el corazón de la Virgen: tratar
de conocer a ella con un conocimiento interno, es decir,
sobrenatural y un conocimiento de lo profundo de su
corazón para imitarla. Y también,
– Saber mirar e imitar a nuestras madres
carnales: ¡Cuánta bondad hemos recibido de ellas!,
502
Lv 10,19.
503
1Te 3,8.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

¡Cuánta bondad vemos en ellas!, ¡Cuántos ejemplos de


sacrificio, de sufrimiento, de paciencia por nosotros!,
¡Cuántos modos de buscar la manera de que nosotros
lleguemos a entender las cosas que tenemos que hacer!,
¡Cómo saber insistir pacientemente en el momento
oportuno para que nosotros vivamos la virtud!, ¡Cómo
saben mostrarnos con los hechos que nos aman, que
buscan nuestro bien y, por tanto, todos tenemos confianza
como para hablar con ellas de todos nuestros problemas,
de las cosas que a veces ni siquiera confiamos a ninguna
otra persona!. Cuando a una religiosa no se le tiene esa
confianza, es porque esa religiosa no es madre; a una
madre se le confía todo, porque una madre tiene por
nosotros el amor más desinteresado del mundo. ¡Sólo
busca nuestro bien!
En este día le pedimos al Señor que las Servidoras
lleguen a conocer en profundidad lo que es la Cruz de
Cristo y sepan vivir su entrega al Señor con generosidad
sin vaciar la Cruz de Cristo para vivir siempre unidas a Él,
para serle fieles, para ser sobrenaturalmente muy
fecundas, para ser verdaderas Esposas y Madres.

9. PIDEN AL CIELO EL BIEN DE LA TIERRA

Dice hermosamente Don Miguel de Cervantes


Saavedra: «los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al
cielo el bien de la tierra» 504. Y no sólo lo piden, sino que,
además, lo obtienen y lo trasmiten. Particularmente, con
su vida religiosa trasmiten a los hombres el bien integral
de la naturaleza humana al dar ejemplo, por medio de los
votos evangélicos, de vencer la triple concupiscencia.

504
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha, Editorial Sopena (Buenos Aires 1943) 47.
Las Servidoras
Todos los tiempos y las épocas del hombre sobre la
tierra abarcan su naturaleza caída en pecado.

1. En el principio de la humanidad.
Tres elementos encontramos en la prueba a la que fue
sometido y derrotado el hombre:
1º. El fruto del árbol era bueno para comer: Vio, pues,
la mujer que el árbol era bueno para comerse... (Gn 3,6), a
lo que puede reducirse todos los desórdenes de la carne o
del placer.
2º. El fruto era apetecible a los ojos: ... (era) hermoso a
la vista... (idem), a lo que puede reducirse todos los
desórdenes en la búsqueda de la propia gloria o del tener.
3º. Era excelente para alcanzar sabiduría: ... (era)
deseable para alcanzar sabiduría... (idem), a lo que puede
reducirse todos los desórdenes para alcanzar el poder.

De tal modo, que será siempre una constante


dondequiera se encuentre un ser humano que será
asediado por desórdenes en el placer, en el tener y en el
poder.

2. En el principio de la humanidad redimida.


Llegada la plenitud de los tiempos con la Encarnación
del Verbo, vemos al mismo Jesucristo, al comienzo de su
vida pública, padeciendo las tres tentaciones:
1º. Tentación con la comida: Si eres Hijo de Dios, di a
estas piedras que se conviertan en pan (Mt 4,3), que Jesús
rechaza diciendo: No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios (v. 4). En esta
tentación se hallan representadas todas las materias de
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

los pecados en el uso desordenado del placer, sea de gula


o genésico.
2º. Tentación de gloria o del tener en el pináculo del
templo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo... (v. 6),
que también rechaza: No tentarás al Señor tu Dios (v. 7).
Es figura de las materias de los pecados del desorden en
la vanagloria (hacer las cosas por ostentación
desordenada) y en el tener.
3º. Tentación de poder: Todo esto (los reinos del mundo
y la gloria de ellos) te daré si de rodillas me adorares (v.
9), apartándolo Jesús: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él
darás culto (v. 10). Tentación a la que puede reducirse
todo desorden en el uso del poder y en el vicio de la
soberbia.

Hay un marcado paralelismo entre el primer pecado del


hombre y las tentaciones que quiere sufrir Jesús para
nuestra enseñanza.

3. En todo tiempo.
Por razón del pecado de origen, todo hombre y mujer
está sujeto a la lucha contra la triple concupiscencia: No
améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama
al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que
todo lo que hay en el mundo,
(1º) la concupiscencia de la carne,
(2º) la concupiscencia de los ojos y
(3º) el orgullo de la vida,
no viene del Padre, sino del mundo (1Jn 2,15–16). Todo
el mundo de los hombres de todos los tiempos está bajo el
sometimiento de la triple concupiscencia: 1º la
concupiscencia de la carne, el afán desordenado de
placeres; 2º la concupiscencia de los ojos, o sea, el amor
desordenado a las riquezas; y, 3º el orgullo de la vida, el
deseo de honores y poderío. Lo que San Ambrosio dice: «el
deleite de la carne, la esperanza de la gloria y la ambición
Las Servidoras
del poder»505. Y San Ignacio de Loyola: «primero hayan de
tentar de codicia de riquezas... para que más fácilmente
vengan a vano honor del mundo... y después a crecida
soberbia»506.
Por eso enseña nuestro Señor, en el sermón de la
montaña, a mortificar las cosas concupiscibles en las que
los hombres suelen buscar la gloria: 1º. Los desórdenes de
la carne, se vencen con el ayuno: Cuando ayunéis, no
pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad
os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando
ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu
ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que
está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará (Mt 6,16–18); 2º. Los del tener, se vencen
con la limosna: cuando hagas limosna, no lo vayas
trompeteando por delante como hacen los hipócritas en
las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados
por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su
paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa
tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna
quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará (Mt 6,2–4); y 3º Los de la soberbia, con la
oración: Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que
gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las
plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en
verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio,
cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará. Y al orar, no charléis mucho, como los
gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser
escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre
sabe lo que necesitáis antes de pedírselo (Mt 6, 5–8).
De modo tal, que todo hombre, varón o mujer, tiene la
concupiscencia y frente a ella sólo hay dos caminos: o la
vence con energía o se deja vencer miserablemente.

505
Tratado del Cisma Moderno, cap. 5, 2ª parte; Biografías y
escritos, BAC, Madrid, 1956, p. 447.
506
Ejercicios Espirituales [142]
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

4. Y más aun ahora.


Como es cierto: «los religiosos, con toda paz y sosiego,
piden al cielo el bien de la tierra» 507. En especial, al dar
testimonio de luchar contra la concupiscencia por medio
de los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia.
Ese testimonio valiosísimo, por sobre toda ponderación,
adquiere un carácter, si cabe, más urgente, más
comprometido y más eficiente... ¡ahora! ¿Por qué? Porque,
si bien se mira, de alguna manera, se ha hecho ideología
de la triple concupiscencia.
En una catequesis recordaba Juan Pablo II: «1. Desde
hace ya mucho tiempo, nuestras reflexiones de los
miércoles se centran sobre el siguiente enunciado de
Jesucristo en el sermón de la montaña: Habéis oído que
fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que
mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella (en
relación a ella) en su corazón (Mt 5,27–28). Últimamente
hemos aclarado que dichas palabras no pueden
entenderse ni interpretarse en clave maniquea. No
contienen, en modo alguno, la condenación del cuerpo y
de la sexualidad. Encierran solamente una llamada a
vencer la triple concupiscencia, y en particular, la
concupiscencia de la carne: lo que brota precisamente de
la afirmación de la dignidad personal del cuerpo y de la
sexualidad, y únicamente ratifica esta afirmación.
Es importante precisar esta formulación, o sea,
determinar el significado propio de las palabras del
sermón de la montaña, en las que Cristo apela al corazón
humano508 no sólo a causa de «hábitos inveterados» que
surgen del maniqueísmo, en el modo de pensar y valorar
las cosas, sino también a causa de algunas posiciones
contemporáneas que interpretan el sentido del hombre y
de la moral. Ricoeur ha calificado a Freud, Marx y

507
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, El ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha, Editorial Sopena (Buenos Aires 1943) 47.
508
cfr. Mt 5,27–28.
Las Servidoras
Nietzsche como «maestros de la sospecha»509 («maitres
du soupçon»), teniendo presente el conjunto de sistemas
que cada uno de ellos representa y quizá, sobre todo, la
base oculta y la orientación de cada uno de ellos al
entender e interpretar el humanum mismo. Parece
necesario aludir, al menos brevemente, a esta base y a
esta orientación. Es necesario hacerlo para descubrir, por
una parte, una significativa convergencia y, por otra,
también una divergencia fundamental con la
hermenéutica que tiene su fuente en la Biblia, a la que
intentamos dar expresión en nuestros análisis. ¿En qué
consiste la convergencia? Consiste en el hecho de que los
intelectuales antes mencionados, los cuales han ejercido y
ejercen gran influjo en el modo de pensar y valorar de los
hombres de nuestro tiempo, parece que, en definitiva,
también juzgan y acusan al «corazón» del hombre. Aun
más, parece que lo juzgan y acusan a causa de lo que en
el lenguaje bíblico, sobre todo de San Juan, se llama
concupiscencia, la triple concupiscencia.
2. Se podría hacer aquí una cierta distribución de las
partes. En la hermenéutica nietzschiana el juicio y la
acusación al corazón humano corresponden, en cierto
sentido, a lo que en el lenguaje bíblico se llama «soberbia
de la vida»; en la hermenéutica marxista, a lo que se
llama «concupiscencia de los ojos»; en la hermenéutica

509
«El filósofo formado en la escuela de Descartes sabe que las
cosas son dudosas, que no son tales como aparecen; pero él no duda
de que la conciencia no sea tal como aparece a sí misma [a ella
misma] …; desde Marx, Nietzsche y Freud, nosotros dudamos.
Después de la duda sobre la cosa, hemos entrado en la duda sobre la
conciencia.
Pero estos tres maestros de sospecha no son tres maestros del
escepticismo; son seguramente tres grandes “destructores”. […] A
partir de ellos, la comprehensión es una hermenéutica: buscar el
sentido, de ahora en más, no es más deletrear la conciencia del
sentido, sino descifrar las expresiones. Lo que se deberá, pues,
confrontar, no es solamente una triple sospecha sino una triple
astucia. […]
De un mismo golpe se descubre un parentesco más profundo aun
entre Marx, Freud y Nietzsche. Los tres comienzan por la sospecha
concerniente a las ilusiones de la conciencia y continúan por la
astucia del descifrar». cfr. PAUL RICOEUR, Le conflit des interprétations
(París 1969), Seuil, 149–150.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

freudiana, en cambio, a lo que se llama «concupiscencia


de la carne». La convergencia de estas concepciones con
la hermenéutica del hombre fundada en la Biblia consiste
en el hecho de que, al descubrir en el corazón humano la
triple concupiscencia, hubiéramos podido también
nosotros limitarnos a poner ese corazón en estado de
continua sospecha. Sin embargo, la Biblia no nos permite
detenernos aquí. Las palabras de Cristo, según Mateo
5,27–28, son tales que, aun manifestando toda la realidad
del deseo y de la concupiscencia, no permiten que se haga
de esta concupiscencia el criterio absoluto de la
antropología y de la ética, o sea, el núcleo mismo de la
hermenéutica del hombre. En la Biblia, la triple
concupiscencia no constituye el criterio fundamental y tal
vez único y absoluto de la antropología y de la ética,
aunque sea indudablemente un coeficiente importante
para comprender al hombre, sus acciones y su valor
moral. También lo demuestra el análisis que hemos hecho
hasta ahora.
3. Aun queriendo llegar a una interpretación completa
de las palabras de Cristo sobre el hombre que mira con
concupiscencia510, no podemos quedar satisfechos con una
concepción cualquiera de la «concupiscencia», incluso en
el caso de que se alcanzase la plenitud de la verdad
«sicológica» accesible a nosotros; en cambio, debemos
sacarla de la primera carta de Juan 2,15–16 y de la
«teología de la concupiscencia» que allí se encierra. El
hombre que «mira para desear» es, efectivamente, el
hombre de la triple concupiscencia, es el hombre de la
concupiscencia de la carne. Por esto él «puede» mirar de
este modo e incluso debe ser consciente de que,
abandonando este acto interior al dominio de las fuerzas
de la naturaleza, no puede quitar el influjo de la
concupiscencia de la carne. En Mateo 5,27–28, Cristo
también trata de esto y llama la atención sobre ello. Sus
palabras se refieren no sólo al acto concreto de
«concupiscencia», sino, indirectamente, también al
«hombre de la concupiscencia».

510
cfr. Mt 5,27–28.
Las Servidoras
4. ¿Por qué estas palabras del sermón de la montaña, a
pesar de la convergencia de lo que dicen respecto al
corazón humano511 con lo que se expresa en la
hermenéutica de los «maestros de la sospecha», no
pueden considerarse como base de dicha hermenéutica o
de otra análoga? Y, ¿por qué constituyen ellas una
expresión, una configuración de un «ethos» totalmente
diverso?, ¿diverso, no sólo del maniqueo, sino también del
freudiano? Pienso que el conjunto de los análisis y
reflexiones hechos hasta ahora da respuesta a este
interrogante. Resumiendo, se puede decir brevemente que
las palabras de Cristo –según Mateo 5,27–28– no nos
permiten detenernos en la acusación al corazón humano y
ponerlo en estado de continua sospecha, sino que deben
ser entendidas e interpretadas como una llamada dirigida
al corazón. Esto deriva de la naturaleza misma del «ethos»
de la redención. Sobre el fundamento de este misterio, al
que San Pablo (Ro 8,23) define redención del cuerpo,
sobre el fundamento de la realidad llamada «redención» y,
en consecuencia, sobre el fundamento del «ethos» de la
redención del cuerpo, no podemos detenernos solamente
en la acusación al corazón humano, basándonos en el
deseo y en la concupiscencia de la carne. El hombre no
puede detenerse poniendo al «corazón» en estado de
continua e irreversible sospecha a causa de las
manifestaciones de la concupiscencia de la carne y de la
libido que, entre otras cosas, un sicoanalista pone de
relieve mediante el análisis del subconsciente 512. La
redención es una verdad, una realidad, en cuyo nombre
511
cfr. también Mt 5,19–20.
512
cfr., por ejemplo, la característica afirmación de la última obra
de Freud: «La oscuridad constituye también el centro de nuestro ser.
“Eso”, que no tiene trato directo con el mundo exterior, e incluso a
nuestro conocimiento solamente se hace accesible por mediación de
otra instancia. En este “Eso” trabajan los instintos orgánicos, por sí
mismos de la mezcla de dos fuerzas primitivas (Eros y Destrucción)
dispuestas en proporción variable, y a través de su relación a órganos
o sistemas orgánicos diferenciados entre sí.
La única tendencia de este instinto es buscar satisfacción, la cual
se espera a partir de determinadas alteraciones en los órganos con la
ayuda de objetos del mundo exterior». (S. FREUD, Abriss der
Psychoanalyse. Das Unbehagen in der Kultur, (Frankfurt/M. Hamburgo
1955), Fischer, 74–75).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

debe sentirse llamado el hombre, y «llamado con


eficacia». Debe darse cuenta de esta llamada también
mediante las palabras de Cristo según Mateo 5,27–28,
leídas de nuevo en el contexto pleno de la revelación del
cuerpo. El hombre debe sentirse llamado a descubrir, más
aun, a realizar el significado esponsalicio del cuerpo y a
expresar de este modo la libertad interior del don, es
decir, de ese estado y de esa fuerza espirituales que se
derivan del dominio de la concupiscencia de la carne...»513.
***
Los votos evangélicos que profesan los religiosos y
religiosas son un claro reclamo contra amplios sectores
culturales que exaltan al hombre concupiscible, poniendo
la sospecha en su misma naturaleza y que se embanderan
bajo la égida de Freud, Marx y Nietzsche, maestros de la
sospecha. Ellos no sólo «piden al cielo el bien de la tierra»,
sino que trasmiten a sus contemporáneos, por vía del
testimonio, el bien integral del varón y la mujer, capaces
de no dejarse dominar por las concupiscencias
desordenadas, no padecer el insomnio de vivir en estado
de continua e irreversible sospecha sobre el propio
corazón, sino, por el contrario, puede vivir en la plenitud
del amor esponsalicio que consiste en que «la única
criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no
puede encontrar su propia plenitud sino es en la entrega
sincera de sí mismo a los demás514»515.
Asimismo, en estos momentos del mundo, donde han
caído en desgracia las grandes ciencias, mayores y
primeras en su orden, la teología y la metafísica, donde,
por lo mismo, se da un auge desmedido y
desproporcionado de dos nuevas ciencias secundarias, de
la psicología y de la sociología, una orbitada en Freud y la

Entonces ese «núcleo» o «corazón» del hombre estaría dominado


por la unión entre el instinto erótico y el destructivo, y la vida
consistiría en satisfacerlos.
513
«Catequesis en la audiencia general del miércoles 29 de
octubre», L’Osservatore Romano 44 (1980) 763.
514
cfr. Lc 17,33.
515
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 24.
Las Servidoras
otra en Marx, donde al matar a Dios muere el hombre del
humanismo ateo de Nietzsche, el testimonio de los votos
evangélicos es extremadamente actual, oponiéndose,
frontalmente, a la caótica debacle del mundo moderno.

¡Qué nunca falten en nuestros países, hombres y


mujeres consagrados, quienes nos recuerdan la posibilidad
de ser auténticamente libres, a pesar de vivir en
sociedades hedonistas –dónde se siguen los gustos–,
consumistas –dónde es más el tener que el ser– y
permisivistas –donde creen que todo está permitido–!
María Santísima que nos da acabado ejemplo de amor a
la pureza, a la pobreza y a la obediencia, nos espere y
acompañe en nuestra peregrinación por este mundo.

10. LA VIDA RELIGIOSA: ¿ÚTIL O INÚTIL?

Queridos hermanos y hermanas:

I
Nos toca vivir un mundo, un tiempo del mundo, muy
especial; un mundo con características muy definidas, un
absurdo contradictorio; es un mundo muy atormentado
porque los hombres, los pueblos, al no encontrar a Dios no
encuentran el sentido de su vida y entonces viven
atormentados, buscando siempre cosas materiales que se
les escapan y que cuando las alcanzan ya no les satisfacen
y tienen que buscar otra cosa. Pero ciertamente es un
mundo apasionante, sobre todo para nosotros que
tenemos visión de fe.
Es apasionante porque es justamente, el mundo y el
tiempo que Dios desde toda la eternidad eligió para que
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

viviésemos nosotros. Simplemente por eso es


apasionante. Algunos se imaginan que vivirían felices en
otros siglos, en otros tiempos. Eso es un tanto ocioso. Si
Dios lo ha dispuesto así, que vivamos aquí y ahora,
ciertamente que es un bien para nosotros.
Una de las cosas que los hombres y mujeres de este
tiempo viven es lo que se llama «utilitarismo», es decir,
consideran que la utilidad es un principio de la moral. Ya
mucha gente ni se pregunta si está bien o está mal, de
acuerdo con la ley de Dios, o no, sino si es útil, entonces si
es útil está bien, aunque moralmente hablando, en
absoluto sea una cosa mala, es útil sobre todo si lo es
desde el punto de vista económico.
Útil es aquella cosa que produce provecho, comodidad,
fruto o interés; es aquello que puede servir y aprovechar
principalmente en sentido económico; utilitarismo es lo
que sólo se propone conseguir lo útil; es cuando se
antepone todo a la utilidad. Por eso estamos, lo queramos
o no, dentro de una civilización utilitaria, porque sólo se
propone conseguir lo útil.
En este sentido, evidentemente, lo que van a hacer
estas Hermanas es algo inútil, por eso el mundo no
entiende la vida religiosa, no entiende la consagración a
Dios porque no es útil. ¿Quién les va a pagar a estas
Hermanas porque hacen voto de castidad?
En este mundo en el cual sólo cuenta aquello que se
puede pesar o se puede medir, aquello que signifique
ganar dinero, ciertamente que la vida religiosa y los
mismos votos de la vida religiosa son algo inútiles y ¡qué
decir del voto de pobreza! Si justamente se está buscando
el dinero y siempre el dinero y se lo busca, incluso con
desesperación; si hay familias que se destruyen por esa
búsqueda desmedida del dinero, que ni siquiera tienen
satisfacción del bocado ganado con el sudor de la frente,
porque siempre hay apetencia de más, en una suerte de
borrachera por las cosas materiales. ¡Qué decir de la
obediencia! Es por eso que cuando esta mentalidad
utilitaria entra en las filas de las personas consagradas, ya
sean religiosas o sacerdotes, causa estragos, porque
Las Servidoras
después, para darle un sentido a la vida consagrada,
tienen que empezar a buscar dinero «para sentirse bien».
Entonces el sacerdote se convierte en un administrador y
la religiosa en una empleada de hospital o en una
empresaria en un colegio donde ya no se busca educar
niños, sino que lo que se busca es dinero. Muchas veces es
para hacer cosas buenas: levantar paredes, levantar un
salón más en una parroquia, levantar un poco más la
torre. Pero aun siendo para cosas buenas, si la religiosa se
preocupa sólo por lo material, pierde el fuego sagrado de
la vida consagrada porque se ha mundanizado.

II
Sin embargo, esto que desde el punto de vista del
mundo que nos toca vivir –el punto de vista natural– es
una cosa inútil, desde el punto de vista de la fe –el punto
de vista sobrenatural– será el único ámbito en el cual se
encuentra sentido a la consagración a Dios: es algo útil y
de gran utilidad.
En primer lugar, es de gran utilidad para la misma
persona que se consagra a Dios. Eso lo dice el apóstol San
Pablo del voto de castidad a quien no se casa por la
entrega a Dios «propter regnum coelorum», por el reino
de los cielos (Mt 19, 12). El que se casa hace bien; pero el
que no se casa, obra mejor todavía (1Cor 7, 38). Por eso,
porque es mejor, Nuestro Señor Jesucristo, que sabe más
que todos los periodistas del mundo juntos y de todos los
dadores del sentido de esta sociedad informática, lo hizo
objeto de un consejo evangélico.
Es de gran utilidad la pobreza para aquella persona que
hace el voto de pobreza, que profesa la pobreza, porque el
voto de pobreza nos hace abandonarnos totalmente en
Dios, confiando absolutamente en su Divina Providencia
que nunca hace faltar nada a sus amadores, que siempre
dispone de una manera hermosísima y suavísima lo que es
necesario, no solamente para nuestro bien espiritual o
eterno, sino aun aquellas cosas que son para nuestro bien
temporal y terreno. Por eso Nuestro Señor hizo objeto de
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

consejo evangélico la pobreza voluntaria: Ve, vende todo


lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en
el cielo; y después ven y sígueme (Mt 19,21). Y el que a
causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas,
padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y
obtendrá como herencia la Vida eterna (Mt 19, 29).
Es de gran utilidad para el alma que se consagra a Dios
el voto de obediencia, por el cual uno libremente renuncia
a la voluntad propia y está dispuesto a sujetarse a la
voluntad del superior, sabiendo que aun más allá de las
limitaciones y falacias que tenemos, la voluntad de Dios se
ha de manifestar en la vida religiosa a través de la
voluntad del superior legítimo, lo cual no impide el justo
diálogo ni el que uno solicite legítimamente lo que
entiende que tiene que solicitar. Y también Nuestro Señor
lo hizo objeto de un consejo evangélico, de todo lo cual Él
nos dio un ejemplo insigne, porque Cristo fue virgen,
porque Cristo fue pobre en Belén y pobre en la cruz,
porque Cristo fue obediente hasta la muerte y muerte de
cruz.
En segundo lugar, no solamente la vida religiosa, en
concreto los votos, son útiles para la persona que los
emite, sino que también son útiles para sus familias –con
utilidad no económica sino sobrenatural, que es más
importante que la económica–.
Decía Don Orione, el hombre de la caridad y fundador
de los Cotolengos en la República Argentina, que «de las
familias de los consagrados se salvan hasta la tercera y
cuarta generación»516. Y verán ustedes, Hermanas, si son
fieles, que no estarán tal vez como pueden estar sus
hermanas y hermanos al lado del padre y de la madre,
pero ciertamente los van a tener en su corazón todos los
días, de manera especial en la Santa Misa; y no estarán a
lo mejor aconsejando, diciendo esto o lo otro, pero rezarán
por ellos para que Dios, que es el mejor consejero, les
ilumine para que sepan qué es lo que tienen que hacer y
qué es lo que no tienen que hacer. Y esa ayuda de la

516
También lo decía SAN JUAN BOSCO; cfr. Biografía y Escritos
(Madrid 21967) 320.
Las Servidoras
oración de las personas consagradas es un bien
inestimable para sus familias, porque la oración es
siempre la fuerza del hombre y la debilidad de Dios.
Cuando un alma insiste y persevera pidiendo, Dios
siempre concede lo que uno le pide; y si no nos da aquella
cosa determinada y puntual que uno pide, nos está dando
una cosa mayor y mejor, porque Dios no se deja ganar en
generosidad. Sólo nos da cosas que sean para nuestro
bien, ya que a veces pedimos para nosotros o para
nuestros familiares cosas, que si las tuviéramos, no serían
para nuestro bien.
En tercer lugar, son útiles con utilidad sobrenatural
para sí mismas, para sus familias, (aunque la familia no
entienda, algún día lo entenderán o lo entenderán en el
cielo), y también útiles para el mundo. Son útiles con este
tipo de utilidad sobrenatural no solamente las religiosas
que viven vida apostólica, es decir, las que pueden vivir la
llamada vida activa en la práctica de las obras de
misericordia. De esto último uno fácilmente se da cuenta
que son muy útiles: ¿quién no se da cuenta de lo que
hacen las Hermanas en los hospitales o en los hogarcitos?
¿Quién hay que no se dé cuenta lo que hace la Madre
Teresa de Calcuta por el bien de los pobres? Los santos de
todos los tiempos han hecho cosas realmente admirables
por el prójimo. Pero situémonos en el caso de una religiosa
contemplativa, ermitaña, que vive sola, con su corazón
solamente entregado al Señor, sin contacto con los
demás... ¡Está haciendo un bien enorme al mundo, porque
le está enseñando al mundo muchas cosas!

1) Está enseñando algo tan olvidado en este mundo


utilitario como es la adoración, que es una cosa que no
tiene utilidad económica: se adora a Dios, y por eso mismo
se ama al prójimo por amor a Dios. Eso no tiene una
utilidad económica y por tanto se va perdiendo el sentido
del amor y respeto a Dios –más aun, el sentido de la
adoración y empleando la palabra en sentido estricto,
como culto de latría–. De ahí mucha gente cree que es
pérdida de tiempo y sin embargo es lo más importante
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

porque es el primer mandamiento de la ley de Dios: amar


a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno
mismo por amor de Dios. Es dar testimonio de que Dios
tiene que ser el primer servido, de manera especial, en
esta sociedad utilitaria, en esta civilización del consumo,
porque si Dios no es el primer servido no tiene sentido la
vida del hombre o de la mujer sobre la tierra cayendo en
los absurdos y en los sin sentidos de la droga y de todo lo
demás.
2) Esa religiosa, al rezar, expía y repara por los pecados
propios y por los nuestros. ¡Y qué necesidad tienen el
mundo y los hombres, de personas que reparen por
nuestros propios pecados, que expíen, que impetren de
Dios el perdón, que pidan a Dios todas las cosas que se
necesitan tanto del orden espiritual como del orden
material. ¡Qué testimonio invalorable es el de aquella
persona consagrada a Dios en la profesión de los tres
votos de castidad, pobreza y obediencia! De manera
particular es un gran testimonio en contra del vil
utilitarismo.
Y no por esa entrega a Dios se aleja el alma consagrada
del mundo; al contrario, cuanto más uno se entrega a
Dios, más conoce el mundo y más bien hace al mundo,
como decía Santa Teresita del Niño Jesús: «En el corazón
de la Iglesia seré el amor». La verdadera alma de vida
contemplativa –y toda religiosa tiene que ser
contemplativa porque aunque sea apostólica o viva la vida
de las obras de misericordia, lo esencial de su vida es la
contemplación– no se aleja del mundo ni de los problemas
del mundo. Al contrario, los conoce más y con mayor
profundidad. Cuando digo «mundo» me refiero, incluso, a
las avanzadas del mundo actual: la cibernética, la
ingeniería genética (el gran drama de la clonación, las
quimeras...), la energía nuclear, los viajes espaciales, los
mass–media... ¡A qué límites está llegando la
humanidad...! A una contemplativa, a una auténtica
religiosa, por contemplar a Dios, como dice San Gregorio
Magno «todo lo demás se le hace pequeño», es decir, mira
a todo lo demás según su medida y entonces sabe darle el
sentido que tienen todas las otras cosas.
Las Servidoras
Nosotros hemos de rezar hoy y siempre por estas
Hermanas para que nunca pierdan el sentido de la fe, el
sobrenatural, pues de lo contrario caerán en el sentido del
mundo y entonces no van a encontrar el sentido profundo
que tienen sus vidas y su entrega, con un corazón
irrestricto e indiviso al único Señor que merece ser
servido.
Que la Santísima Virgen, que supo como nadie vivir el
sentido de Dios, les alcance la gracia a ustedes y a todos
nosotros de no dejarnos llevar por esta mentalidad del
utilitarismo.
Quinta Parte

El cántico
nuevo
1. ¿POR QUÉ TANTAS INCOMPRENSIONES?

Aun antes de haber comenzado –el 25 de marzo de


1984– con nuestra Congregación, ya teníamos quienes nos
hacían contra, y no de cualquier manera, sino con bronca
(ésta última en las tres acepciones que trae el Diccionario
de la Real Academia Española).
Todos los años, y unas dos o tres veces por año, nos
llegaban voces –que deberían ser autorizadas– a veces de
altas dignidades, asegurando que nos cerraban. Por
ejemplo, (N.N.) le dijo a un sacerdote: «La única solución
es tirarles una bomba», aunque aclaró que él no era
partidario de esos métodos. Un Secretario de nunciatura:
«Dentro de 200 años los van a aprobar». Otro dignatario:
«Dentro de 400 años». Y así sucesivamente. Estimo que la
más disparatada, fue aquella que decía que en el año
1990, en mayo, la Santa Sede, cerraba todo y reducía al
estado laical a los 25 diáconos, incluso estuvo en danza un
cierto avión que, generosamente, vendría a llevar a todos
los seminaristas que quisieran salvarse de la liquidación.
Estando en España, me enteré que con fecha 1 de Junio
de 1990, la revista «Ecclesia», de gran difusión en ese
país, publicó un servicio de su corresponsal en Buenos
Aires, Don Emeterio Gallego, quien refiriéndose a todos
nosotros dice: «Son más lefebvristas que Lefebvre» (que
según parece no murió en comunión con la Iglesia) 517.
Nosotros siempre aceptamos las reformas litúrgicas,
nunca tuvimos dificultad en aceptar los 16 documentos del
Concilio Vaticano II leídos a la luz del Magisterio
Eclesiástico de todos los tiempos, y siempre hemos tenido
la más cordial, filial y dócil sujeción al Papa. Siempre
rezamos la llamada Misa de Pablo VI, incluso las Plegarias
Eucarísticas posteriores, y jamás contestamos la autoridad
del Magisterio, de ningún obispo unido al Papa, y
muchísimo menos al mismo Papa. ¿Por qué entonces la
afirmación de Emeterio? No quiero referirme en concreto a
él: no lo conozco ni personalmente ni por referencia, pero
517
cfr. L’Osservatore Romano 13 (1991) 160.
me parece evidente que alguien le ha llenado la cabeza,
que no ama la verdad pues no la busca, que falta
gravemente a la justicia y a la caridad por razón de su
calumnia, que tiene obligación grave de restituir la fama,
que obra de esa manera porque pertenece a alguno de los
tantos «lobbies» progresistas. No me interesa aquí su
caso, sino lo que su caso representa. ¿Cómo en la Iglesia
de Dios se puede considerar –sin pruebas– a otros
hermanos como cismáticos? ¿Quién puede dar un
mandato en la Iglesia por encima de Jesucristo, que fustigó
a los fariseos por faltas a «la justicia, la misericordia y la
lealtad»518?
Tanta contra –sin pruebas– para mí sólo se explica, en
última instancia, por odio y odio teológico. No creo que se
dé en todos los casos: puede haber en algunos casos
celos, en otros envidia, en los más ignorancia, en algunos
tal vez malentendido. Pero lo que digo es que no pueden
explicarse con causa proporcionada, tantas calumnias y
tanta mala voluntad, sin odio y odio teológico, porque no
son críticas con fundamento y mucho menos orientadas a
que nos corrijamos. Lo que se pretende –por lo menos en
algunos– es nuestra muerte eclesial (recuerdo el caso de
J.L., muy excitado y gritando: «¡No existen! ¡No existen!»).
Esta actitud, tal vez, sea a consecuencia «de una cultura
que lleva a la muerte moral ... del hombre ... que
justifica ... la supresión de quien puede considerarse como
un adversario o un obstáculo», como dijera Juan Pablo II al
mundo de la cultura en la Universidad de Potenza 519. ¿Pero
puede excusarse de ignorancia a aquellos que tienen
obligación por oficio de saber? Y si no saben, ¿por lo
menos no deberían callarse? Tampoco puede explicar todo
el pensar que son malentendidos, porque siempre
estuvimos abiertos al diálogo y muchas veces hemos
pedido dialogar, pero nos fue negada la audiencia (por
ejemplo, ante J.A. y R.P.). De hecho, en estos 8 años jamás
ningún obispo nos ha presentado algún cargo,

518
cfr. Mt 23, 23.
519
cfr. JUAN PABLO II, «Discurso al mundo de la cultura»,
L’Osservatore Romano 20 (1991) 283.
Las Servidoras
fundamentado o no fundamentado, ni en forma oral ni por
escrito.
No creo que tanta bronca contra nosotros sea, en
definitiva, por el uso de la sotana o del hábito,
aprendamos latín, cantemos gregoriano, estudiemos a
Santo Tomás, nos creamos los mejores, seamos de
extrema derecha o tengamos muchas vocaciones.
Ninguna de estas cosas, ni todas juntas, llevaría a algo tan
ciego e irracional, a algo tan difundido y tan sin examen
aceptado, a algo tan falto de justicia y de caridad, a juicios
ni mostrados ni demostrados, o sea, a «pre–juicios».

1. No por el uso de la sotana o del hábito


En general, los que dicen atacarnos por esto, poco o
más bien nada les interesa el que uso de la sotana o del
hábito. Algunos –muy pocos– de nuestros detractores de
hecho usan sotana. Otros usan clergyman. La mayoría
viste como cualquier seglar. Más bien para ellos es motivo
de mofa y de befa el uso del hábito eclesiástico. Hace
poco un alto dignatario, que usa sotana, refiriéndose a
nosotros dijo sarcásticamente: «Lo único que tienen de
blanco son los dientes», hablando a un grupo de
sacerdotes. Es algo ridículo, pasado de moda y que aleja a
la gente, según ellos. Además, si tanto hablan de
pluralismo, ¿por qué tanto disgusto de que nosotros
optemos por una de las normas queridas por la Iglesia?
De hecho, el Código de Derecho Canónico, en el canon
284 manda: «Los clérigos han de vestir un traje
eclesiástico digno...», que según la Conferencia Episcopal
Argentina es el uso del hábito talar o del clergyman.
Y no olvidemos que S.S. Juan Pablo II envió una Carta al
Cardenal Ugo Poletti, Vicario General para la Diócesis de
Roma, con fecha del 8 de setiembre de 1982, sobre la
disciplina del traje eclesiástico del sacerdote y el hábito
del religioso. En su carta dice que varias veces en los
encuentros con los sacerdotes puso «de relieve el valor y
el significado de este signo distintivo». El valor del hábito
eclesiástico está dado «no sólo porque contribuye al
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

decoro del sacerdote en su comportamiento externo o en


el ejercicio de su ministerio, sino sobre todo porque
evidencia en la comunidad eclesiástica el testimonio
público que cada sacerdote está llamado a dar de la
propia identidad y especial pertenencia a Dios». Y el Papa
pedía al Señor –aludiendo al hábito– «Haz que no
entristezcamos tu Espíritu... con lo que se manifiesta con
un deseo de esconder el propio sacerdocio ante los
hombres al evitar toda señal externa». Asimismo:
«Tenemos que transmitir un mensaje que se expresa tanto
en las palabras como en los signos externos, sobre todo en
el mundo de hoy, que se muestra tan sensible al lenguaje
de las imágenes». Es un signo que «distingue al sacerdote
diocesano del ambiente secular y para el religioso expresa
su consagración y pone en evidencia el fin escatológico de
la vida religiosa». Agrega el Papa: «Debo constatar que
razones o pretextos contrarios, confrontados objetiva y
serenamente con el sentido religioso, con las expectativas
de la mayor parte del Pueblo de Dios, con el fruto positivo
del valiente testimonio incluso del hábito, aparecen más
bien como de carácter puramente humano que
eclesiástico». Y más adelante afirma que en el mundo
moderno «donde se ha debilitado tan terriblemente el
sentido de lo sacro, la gente necesita también estos
reclamos a Dios, que no se pueden descuidar sin un cierto
empobrecimiento de nuestro servicio sacerdotal».
La Sagrada Congregación para la Educación Católica,
en la Carta a los Seminarios sobre la formación espiritual
de los futuros sacerdotes, establece: «La participación en
la Eucaristía ciertamente determina el clima espiritual de
un Seminario. Y ¿por qué no decir que, tal vez, ahí se
redescubriría quizás la necesidad y el sentido del traje
sacerdotal, abandonado un poco a la ligera en perjuicio de
la pastoral a la que pretendía servir? Varias veces ha
llamado la atención el Papa Juan Pablo II sobre la
necesidad que tiene el sacerdote de presentarse ante los
hombres como lo que es: uno de ellos, es verdad, pero
marcado por un signo profundo que lo cualifica y por la
misión que Dios le confió entre los suyos y para el mundo.
¿Cómo negar, pues, la evidencia? A los ojos de los fieles y
Las Servidoras
en la conciencia misma del sacerdote se degrada cada vez
más el sentido de los “sacramentos de la fe” cuando un
sacerdote, habitualmente descuidado en su forma de
vestir o plenamente secularizado, actúa como ministro de
la Penitencia, de la Unción de los enfermos y sobre todo
de la Eucaristía... Muchas veces la transmisión al nivel de
lo sagrado no se hace ni siquiera en lo que se refiere a los
vestidos litúrgicos prescritos. Esta es una pendiente fatal,
en el sentido de inevitable y, sobre todo, en el sentido de
desastrosa. El Seminario no tiene derecho a permanecer
indiferente ante tales consecuencias. Debe tener el coraje
de hablar, de explicarse, de exigir»520.
Los enemigos de la santa sotana, ¿serán capaces de
comprender y valorar el testimonio del Cardenal Alexandru
Todea? Éste, en el Sínodo de Obispos para Europa,
declaró: «La obra de la evangelización ha de hacerse con
el espíritu de adhesión a lo que pide el Santo Padre. Se
pueden encontrar dificultades para realizarlo en el
apostolado, pero el esfuerzo redunda en beneficio del
apóstol. Así, yo salí del Seminario con el propósito de
vestir todos los días la sotana y celebrar todos los días la
Santa Misa. Pero llegó la hora de la prisión. Uno de mis
sufrimientos mayores fue el hecho de que me quitaran la
sotana y me impidieran celebrar la Santa Misa. En catorce
años de prisión, sólo pude celebrar una vez la Misa, con
cadenas en los pies y las esposas en las manos» 521.
Por eso, no podemos creer que nos tengan tanta bronca
por usar la sotana.

2. No por el estudio del latín


El nuevo Código de Derecho Canónico preceptúa que
los seminaristas «no sólo sean instruidos cuidadosamente
en su lengua propia, sino... que dominen la lengua
latina...»522. Esta enseñanza no hace más que recoger las
enseñanzas del reciente Magisterio eclesiástico, por

520
cfr. Editorial Claretiana (Buenos Aires 1980) 23.
521
L’Osservatore Romano 51 (1991) 732.
522
CIC c. 249.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

ejemplo, Juan XXIII en la Carta Apostólica «Veterum


Sapientia» del 22 de febrero de 1962; Pablo VI en la Carta
Apostólica «Summi Dei Verbum» del 4 de noviembre de
1963; y en el Motu Proprio «Studia Latinitatis» del 22 de
febrero de 1964; el Concilio Vaticano II en el decreto
«Optatam Totius», preceptúa que los alumnos adquieran
«el conocimiento de la lengua latina que les permita
entender y usar las fuentes de tantas ciencias, y los
documentos de la Iglesia»523; en la Carta antes citada de la
Sagrada Congregación para la Educación Católica se
enseña: «Nada más lejos del Concilio que haber proscrito
el latín; al contrario, su exclusión sistemática es un abuso
no menos condenable que la voluntad sistemática de
algunos de mantenerlo exclusivamente. Su desaparición
inmediata y total no puede ocurrir sin consecuencias
pastorales». La mismísima Conferencia Episcopal
Argentina, en «Normas para la formación sacerdotal en los
Seminarios de la República Argentina», en el n. 130,
manda: «Inclúyase siempre en el programa de estudio la
enseñanza de la lengua latina, según el permanente e
insistente modo de pensar de la Iglesia».
De hecho, no sólo cultivamos el latín sino también el
griego, el hebreo y las lenguas modernas. En todas las
solemnidades se canta el Evangelio en griego, y en
algunos días se celebra la Santa Misa en francés, inglés,
alemán, italiano o portugués.
No nos tienen tanta bronca porque estudiemos el latín.

3. No porque cantemos gregoriano


El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la
sagrada Liturgia n. 116 enseñó: «La Iglesia reconoce el
canto gregoriano como el propio de la Liturgia Romana; en
igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el
primer lugar en las acciones litúrgicas», y en el n. 54 dice:
«Procúrese que los fieles sean capaces también de recitar

523
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación
sacerdotal «Optatam Totius», 13.
Las Servidoras
o cantar juntos en latín las partes del Ordinario de la Misa
que les corresponde».
Por esta razón Pablo VI publicó la «Iubilate Deo», que
dice: «Así pues, el canto gregoriano mantendrá el vínculo
que haga de todas las gentes un solo pueblo, congregado
en el nombre de Cristo en un solo corazón, una sola alma
y una sola voz».
Por estos motivos no podemos pensar que los que se
creen los adalides del Vaticano II nos ataquen por cantar
gregoriano, junto con la polifonía y los cantos populares.

4. No porque estudiemos a Santo Tomás


Algunos parecen ignorar que es justamente el Concilio
Vaticano II el primer concilio en toda la historia de la
Iglesia que recomienda nominalmente a un teólogo. Ese
teólogo es Santo Tomás. Por ejemplo, en el decreto
«Optatam Totius»524, se manda estudiar la teología
dogmática «bajo el magisterio de Santo Tomás», y en nota
se remite a los discursos de Pío XII del 24 de junio de
1939, y de Pablo VI del 12 de marzo de 1964, y del 10 de
setiembre de 1965.
La misma formación filosófica debe efectuarse
«apoyados en el patrimonio filosófico de perenne
validez»525. Y la nota remite a la encíclica de Pío XII
«Humani Generis», del 12 de agosto de 1950. Además la
Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades el
20 de diciembre de 1965 contestó que por patrimonio
filosófico perennemente válido «S. Thomae principia
significare intelexisse»526. La Sagrada Congregación para
la Enseñanza Católica el 20 de enero de 1972 decía:
«Continúan permaneciendo válidas las recomendaciones
de la Iglesia acerca de la filosofía de Santo Tomás, en la

524
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación
sacerdotal «Optatam Totius», 16.
525
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la formación
sacerdotal «Optatam Totius», 15.
526
La traducción es «Quiso significar los principios de Santo
Tomás».
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

que los primeros principios de la verdad natural son clara


y orgánicamente enunciados y armonizados con la
Revelación». Y el Código de Derecho Canónico en el canon
252 ordena que los alumnos tengan «principalmente como
maestro a Santo Tomás»527.
También aquí no creemos que se nos pueda tener tanta
bronca por querer conocer en profundidad el pensamiento
del Doctor Angélico, que «es un instrumento eficacísimo
no sólo para salvaguardar los fundamentos de la fe, sino
también para lograr útil y seguramente los frutos de un
sano progreso»528. Además, él «reconoce que la
naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede contribuir a
la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no
teme la razón, sino que la busca y confía en ella»529.

5. No porque nos creamos los mejores


Si nos considerásemos los mejores, seríamos orgullosos
y soberbios, y Dios no nos bendeciría, tal como lo cantó la
Virgen en el Magnificat.
Todos los miembros del Instituto del Verbo Encarnado y
las Servidoras del Señor y la Virgen de Matará hemos
nacido con el pecado original y aun después del Bautismo
tenemos que luchar contra la triple concupiscencia de la
que nos nabla el Apóstol San Juan. Somos pecadores y
grandes pecadores. Todos los días tenemos que rezar el
acto penitencial en la Santa Misa y todas las semanas nos
acercamos al sacramento de la Reconciliación. Lo curioso
es que los que dicen que nos consideramos «los mejores»
no nos critican para que nos corrijamos, sino lo que hacen
es acusarnos para descalificarnos. De hecho, como dice el
P. Mascardi, S.J. mártir, «Dios elige los instrumentos más
viles para que más luzca el poder de la Divina Mano», que
no es otra cosa que el eco del Apóstol: No hay entre
527
cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, «Normas para la formación
sacerdotal en los Seminarios de la República Argentina» (Buenos
Aires 1984) nn. 135.145. 153.
528
PABLO VI, «Alocución del 13 de marzo de 1964 en la Universidad
Gregoriana».
529
JUAN PABLO II, Carta Encíclica «Fides et Ratio» 43.
Las Servidoras
nosotros muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles. Antes eligió Dios la necedad
del mundo para confundir a los sabios... la flaqueza para
confundir a los fuertes... lo que no es nada para anular lo
que es530.
Estimo que no nos atacan tanto porque crean que nos
consideramos los mejores, ya que si alguna excelencia
llegasen a ver en nosotros, en vez de calumniarnos
tendrían que glorificar a Dios: para que viendo vuestras
buenas obras glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos (Mt 5,16).

6. No porque seamos de extrema derecha


No pretendemos ser ni de derecha, ni de izquierda, ni
de centro, porque no nos interesan esas categorías
espaciales que son simples etiquetas. Como no queremos
ser ni de la nueva, ni de la vieja «ola», porque no nos
interesa encasillarnos en categorías temporales,
totalmente relativistas. Queremos ser de la «ola» eterna
de Cristo, que es el mismo ayer, hoy y para siempre (Heb
13, 8).
De hecho, somos cultores de la Doctrina Social de la
Iglesia y con sus sabios principios queremos iluminar toda
realidad temporal, como nos da ejemplo de manera
clarividente Juan Pablo II en la «Centesimus Annus».
Asimismo, también hemos hecho nuestra opción
preferencial por los pobres, no exclusiva, ni excluyente, tal
como lo expresáramos en el número anterior del boletín
«Ave María»531.
Por eso, considero que no nos tienen tanto odio por
esta falacia, más cuando la calumnia viene de los que se
consideran los campeones del pluralismo.
7. No porque tengamos muchas vocaciones

530
cfr. 1Cor 4, 13.
531
Revista Ave María, Ediciones del Verbo Encarnado, año 5, n° 8
(Marzo 1992).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Hace poco un dignatario, refiriéndose a nosotros, dijo


«no es normal que tengan tantas vocaciones». Con todo
respeto, me parece que esa persona es la que «no es
normal» porque las vocaciones a la vida consagrada son
un don total de Dios. Por eso es que el Verbo Encarnado
nos enseñó: Rogad al Dueño de la mies para que mande
operarios a la mies suya, no nos enseñó a decir «manda
dos operarios, o 200, o 2000». Más bien nos parece que lo
anormal es que tantas diócesis tengan tan pocas
vocaciones y eso sí que puede ser por incuria de los
pastores, ya que como reiteradas veces dijo el Papa, el
signo de la vitalidad de una comunidad cristiana son las
vocaciones, ya que la vida engendra la vida.
¿Por qué estos tales, en vez de tirarnos piedras, no se
humillan y nos preguntan a qué causas le atribuimos
nosotros el tener tantas vocaciones? ¿No podrá ser, tal
vez, por todas las cosas por las que ellos nos atacan? Digo
yo, ¿no podrá ser porque usemos sotana, aprendamos
latín, cantemos gregoriano, estudiemos a Santo Tomás?
¿Porque seamos humildes, no nos metamos en política?
¿Tal vez no vean la realidad porque teman tener que
«quemar lo que adoraron y adorar lo que quemaron»? ¿No
se dan cuenta que Dios nos bendice por ir a la renovación
en fidelidad, entendiendo el Vaticano II a la luz del
Magisterio de siempre?
Este es el ataque más reiterado y especioso, y, tal vez,
el de mayor peso. Estimo que estar en contra de una
parroquia, Congregación o Diócesis por tener muchas
vocaciones implica, a semejanza de la mentalidad
contraconceptiva, que detrás hay una lógica y una raíz532.
No debe asombrarnos que, casi exclusivamente, estos
ataques por tener muchas vocaciones provengan de
personas consagradas. No debe asombrarnos que en ellos
pueda darse esa lógica y esa raíz. Incluso, los Obispos
argentinos hablan de tener que purificarse «del
secularismo y la injusticia, que también a nosotros puede
afectarnos»533.

532
cfr. JUAN PABLO II, L’Osservatore Romano (14 de marzo de 1983).
Las Servidoras
Pero tampoco nos odian tanto solamente por tener
nosotros tantas vocaciones, porque pareciera que este
tema no les interesa ya que, aparentemente, no ponen los
medios para tener muchas vocaciones.
Nos gustaría pensar que, indignados, nos atacan por
nuestros muchos pecados. Pero tampoco parece esa la
razón, porque no es la indignación santa del que busca la
conversión, sino la indignación nihilista de quien busca la
aniquilación.
No creo que ninguna de estas razones, ni todas ellas
juntas, basten para ser causa proporcionada del odio que
se nos tiene.
¿Cuál estimo que será esa causa? Creo que la única
causa proporcionada tiene que ser de nivel teológico, y en
este sentido, para mí, salvo mejor opinión, es el testimonio
explícito positivo y negativo que damos de Jesucristo
Nuestro Señor. Nos odian, en última instancia, porque
damos testimonio de la luz que vino al mundo, y las
tinieblas siguen odiando a la luz por las mismas razones: y
los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque
sus obras eran malas (Jn 3, 19).
Y si me equivoco, que me lo demuestren.
Mientras tanto seguiremos adelante con renovado
empeño ya que la Emperatriz de América nos asegura:
«¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás por
ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te
apene ni inquiete cosa alguna».

533
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas Pastorales para una
Nueva Evangelización (Buenos Aires 1990) n. 41.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

2. LA LIBERTAD EN CRISTO

I. La libertad según San Pablo


La libertad no es, en San Pablo, algo accidental o
extrínseco.
La libertad le afecta personalmente, incluye su propia
existencia.
Es una situación del cristiano que «en Cristo» es
hombre en libertad.
Por eso Pablo, más que hablar sobre la libertad, habla
desde la libertad, desde la situación que Cristo le ha
conseguido y que él tiene en el Espíritu Santo534.
Por tanto, cuando habla de libertad expresa una
condición cristiana fundamental. O sea, expresa algo
esencial en un cristiano.
En este sentido, «libertad» tiene tanta profundidad
básica como «justificación», como «filiación», como
«santidad».

II. La condición cristiana fundamental como


libertad.
Hace ver que la libertad y la verdad del Evangelio van
unidas: Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos
que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad
que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a
esclavitud... (Ga 2,4). Cristo libera de situaciones
anteriores. El cambio es fundamental.
Desaparecen aun las diferencias humanas más básicas.
Estamos con la «libertad» frente a la condición cristiana
fundamental: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre;
ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús (Ga 3,28).
534
cfr. FEDERICO PASTOR RAMOS, Estudio exegético–teológico sobre
La Libertad en la Carta a los Gálatas, (Valencia 1977).
Las Servidoras
Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su
hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava
juntamente con el hijo de la libre (Ga 4,30).
Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino
de la libre (Ga 4,30–31).
Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues,
firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de
la esclavitud (Ga 5,1). En este texto une San Pablo filiación
y libertad. Y ciertamente que filiación, es un situación vital
básica.
Une vocación a la libertad, según parece, con vocación
a la salvación. De nuevo, situación básica cristiana:
Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo
que no toméis de esa libertad pretexto para la carne;
antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros
(Ga 5,13).
Estar libre de la ley es tener la posibilidad de una nueva
relación con Dios en Cristo, no dependiente de las obras
humanas incapaces de dar la salvación. Por eso, Cristo
cambia el estado del hombre y la condición fundamental
del hombre, al abolir la ley antigua.
(Contrapuesto a esto está la noción de esclavitud, que
no podemos ver).
También, une la libertad a los acontecimientos
centrales de la Muerte y Resurrección de Cristo: Así pues,
hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos
respecto de la ley por el cuerpo de Cristo, para pertenecer
a otro: a aquel que fue resucitado de entre los muertos, a
fin de que fructificáramos para Dios... (Ro 7,4). Mas, al
presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos
a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que
sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja...
(Ro 7,6). Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo
Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte (Ro
8,2). Es de notar también como une libertad a conceptos
tan importantes como fe y Espíritu.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

III. El estado de libertad


Por todo esto, vemos que la libertad no es un dato
secundario. Son los actos salvadores de Cristo los que
obtienen la constitución de un estado de libertad para el
cristiano, ya que lo libera de la ley mosaica, del pecado y
de la muerte. Libertad en San Pablo no es una noción de
segundo orden en su pensamiento. Esto se aplica tanto
«al estar libres de» diversas constricciones
(Encogimientos, impedimentos ...), cuanto al «ser libres» o
estado de libertad.
La libertad subraya la independencia de cualquier cosa
que no sea Cristo para conseguir la salvación. Y señala
también una situación de plenitud.
Hay que decir también que cuando se afirma la libertad
y que el cristiano es libre, se está insinuando un
comportamiento en consonancia con ese estado.
Intensifica aun más el aspecto activo del comportamiento
cristiano, evidentemente, en libertad. El cristiano libre, no
se busca a sí mismo, sino que sirve a los demás por amor.
El Señor Muerto y Resucitado es el único Liberador. A
Cristo se refieren todas las razones de libertad.
***
Una parte esencial de nuestro ministerio sacerdotal,
religioso y apostólico es llevar a los hombres y mujeres de
nuestro tiempo al goce pleno de la libertad que Cristo por
su Muerte y Resurrección nos trajo.
Para ello debemos seguir trabajando sobre nosotros
mismos. Así como, por gracia de Dios, los que nos visitan
suelen quedar reconfortados por el ejemplo de alegría que
damos, que también siempre demos ejemplo de vivir en la
plena libertad de los hijos de Dios.
Haremos esto, en tanto y en cuanto, seamos cada vez
más dóciles a la acción del Espíritu Santo, porque: El
Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor
allí está la libertad (2Cor 3, 17). Porque consideradas
todas las cosas: no está en palabras el Reino de Dios,
sino en el poder (1Cor 4, 20), o sea, en cumplir la
Las Servidoras
voluntad de Dios, dice Santo Tomás, que es lo mismo que
decir ser santos. Y la santidad se identifica con la libertad,
y la libertad con la santidad «Ya por aquí no hay camino,
que para el justo no hay ley»535, ¿por qué? porque «Ama y
haz lo que quieras»536.

3. LOCURA DE SER CRISTIANOS

Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos, o sea, de


todos aquellos que el mundo considera locos: Éste es el
que algún tiempo tomamos a risa y fue objeto de
escarnio... tuvimos su vida por locura y su fin por
deshonra (Sb 5,3–4).
Si queremos que algún día, no muy lejano, los cristianos
que estén en la tierra, al festejar este día nos festejen a
nosotros por estar entre el número de los santos, debemos
prepararnos a que el mundo, ahora, nos considere locos.
Porque Jesucristo y su doctrina, son «locura» para el
mundo y los mundanos. Por tanto, los verdaderos
seguidores de Cristo son tenidos por locos.
Si esto vale para todo cristiano, de manera especial
vale para nosotros, religiosos, que por peculiar
consagración entregamos nuestra vida entera a Dios en el
cumplimiento de los cuatro votos, consagración «que
radica íntimamente en su consagración del bautismo y lo
expresa con mayor plenitud»537.

1. Doctrina de Jesucristo

535
Vida y Obras de San Juan de la Cruz (Madrid 1978) 441.
536
SAN AGUSTÍN, In Epistola Ioannis ad Parthos, VII,8.
537
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la adecuada
renovación de la vida religiosa «Perfectae Caritatis», 5.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Las bienaventuranzas evangélicas, que valen para todo


cristiano, tienen particular importancia para los religiosos.
En efecto, ellos «en virtud de su estado, proporcionan un
preclaro e inestimable testimonio de que el mundo no
puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de
las bienaventuranzas»538. Y no existe nada más opuesto al
mundo que las bienaventuranzas: «Lo que todo el mundo
huye –dice San Juan Crisóstomo–, eso nos presenta el
Señor como apetecible».
El mundo reclama riqueza, Cristo reclama pobreza, el
mundo premia a los vengativos, Cristo premia a los
mansos; el mundo exige placeres carnales, Cristo exige
mortificación; el mundo llama «vivos» a los injustos, Cristo
a los que tienen hambre y sed de justicia; el mundo
considera fuertes a los duros, Cristo a los misericordiosos;
el mundo exalta a los lujuriosos, Cristo a los puros; el
mundo admira a los violentos; Cristo a los pacíficos; el
mundo busca la comodidad y el «pasarla bien», Cristo
busca a los que «la pasan mal» y a los que sufren
persecución.
Por eso, por vivir exactamente al revés de lo que el
mundo quiere, por vivir de modo diametralmente opuesto
a sus gustos, pareceres y decires, es que el mundo y los
mundanos consideran locos a los católicos y a los
religiosos verdaderos.

2. Ejemplo de Jesucristo
Hoy día, muchísimas veces, por vivir una religión
ramplona, acomodaticia; por vivir amodorrados; por vivir
un cristianismo sin preocupaciones por la extensión del
Reino... hemos perdido el fuego de los primeros cristianos,
hemos convertido la vida religiosa en algo frío, sin vida, en
algo burgués y calculador, en religión de «señoras
gordas». Algunas comunidades de religiosos nos
recuerdan aquello atribuido al impío Voltaire: «se juntan
sin conocerse, viven sin amarse, mueren sin llorarse».

538
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 31.
Las Servidoras
Muy otra es la religión verdadera:
– es fuego: He venido a traer fuego sobre la tierra (Lc
12,49).
– es viento huracanado como en Pentecostés.
– es el despertar de la vida, es el aire fresco, es la
salida del sol, es un hierro candente que derrama chispas,
es sal y es levadura.
Por vivir de esa manera la religión es que el mundo
llamó locos a Cristo y a sus seguidores, los santos.
Cuando Jesús habla de su resurrección, los judíos dicen:
Está loco (Jn 10,20). Para muchos lo que supera la
capacidad de la razón humana es locura.
Cuando Pablo predica la resurrección de Cristo, el
pagano Festo le dice Tú estás loco, Pablo (He 26,24). La fe
para el pagano es locura.
Cuando la sirvienta Rode cree en la milagrosa liberación
de Pedro de la prisión, le dicen los cristianos incrédulos:
Estás loca (He 12,16). Para algunos «cristianos» los
milagros son cosa de locura. Como enseña San Pablo, los
no iniciados o infieles al ver los carismas milagrosos: ¿no
dirían que estáis locos? (1Co 14,23).
Si nosotros viviésemos el auténtico cristianismo y no el
que se vive de cabezas huecas, corazones vacíos y panza
llena... nos dirían locos.
Los santos deben desear ser tenidos por locos: «deseo
más ser estimado por vano y loco por Cristo que primero
fue tenido por tal que por sabio ni prudente en este
mundo»539.
¿Seguimos de verdad a Cristo, que nos amó hasta la
locura –como le dice Santa Catalina de Siena: «¡Oh, loco
de amor!... ¿porqué te has vuelto así loco? Porque te has
enamorado de tu criatura...»– o seguimos al mundo?

539
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, Tres maneras de
humildad, nn. 165–167.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

3. ¿En qué consiste la locura del cristiano?


Hay que decir en primer lugar que así como la
persecución para que sea evangélica debe tener dos
condiciones: «que se nos injurie por causa suya (de Cristo)
y que sea falso lo que se dice contra nosotros» (San Juan
Crisóstomo), de manera parecida, para que el ser tenidos
y estimados por locos sea bueno, debe ser por ser fieles a
Jesucristo y que nosotros no demos ninguna ocasión para
ello.
La locura cristiana consiste en que debemos vivir en el
más, en el por encima, es decir, donde cesa todo
equilibrismo, todo cálculo, todo «te doy para que me des».
Lo cristiano comienza sólo allí donde ya no se cuenta, ni se
calcula, ni se pesa, ni se mide. ¿Amas sólo al que te ama?
¿Das sólo al que te lo puede devolver? ¿Haces favores sólo
a los que te dan las gracias? ¿Qué importancia tiene eso?
¿No hacen eso también los paganos? (Mt 5,47)540.
La santa locura consiste en vivir las bienaventuranzas.
Si no es locura vivir según las bienaventuranzas, es que la
locura no existe.
¡Bienaventurados los locos por Cristo! Se los llevará de
aquí para allá, se los calumniará de toda forma, se reirán
de ellos y los tendrán por torpes, atrasados y débiles
mentales. De ellos es el Reino de los Cielos.
¡Bienaventurados...!, porque viven la locura del amor
sin límites ni medidas, que pasa aun sobre los lazos de la
sangre, si éstos se convierten en obstáculo: Si alguno
viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su
mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun
a su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 26). Es
el amor convertido en espada que corta, que separa, que
hiere, que estorba a la falsa paz. Eso nos trajo Cristo: No
penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a
poner paz, sino espada (Mt 10,34).
Es la locura de bendecir a los que nos maldicen (Ro
12,14), de no devolver mal por mal (Ro 12,17).
540
Seguimos a CARL BLIEKAST, Ser cristiano, ¡Esa gran osadía!,
Verbo Divino, 1960, passim.
Las Servidoras
¡Bienaventurados los locos por Cristo!, porque se han
despojado de sí mismos hasta los últimos harapos y están
ante Dios en toda su candidez.
¡Bienaventurados los locos por Cristo!, porque son más
pobres que una laucha, porque viven la pobreza triunfal,
porque obedecen hasta la muerte, porque viven por María,
con María, en María y para María.
¡Bienaventurados los locos por Cristo!, porque ninguna
sabiduría del mundo jamás podrá engañarlos. No se dejan
infatuar por la vacía charlatanería de los hombres, aun de
los constituidos en autoridad. Ellos son la sal de la tierra y
la luz del mundo.
Es locura decir después de trabajar todo el día por el
Evangelio: Somos siervos inútiles; lo que teníamos que
hacer eso lo hicimos (Lc 17,8); es locura saber que al que
tiene se le dará más y abundará; y al que no tiene le será
quitado (Mt 13,12); es locura vivir totalmente colgados de
la Providencia Divina: No toméis nada para el camino, ni
báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni llevéis dos túnicas
(Lc 9,3); buscar los últimos lugares: muchos primeros
serán últimos, y los últimos primeros (Mt 19,30); ser
esclavo de todos: Quien quiera ser el primero sea servidor
de todos (Mc 10,43); humillarse: El que se ensalza será
humillado y el que se humilla será ensalzado (Lc 14,11); es
la locura del perdón: Perdónales, porque no saben lo que
hacen (Lc 23,34).
Hermanos y hermanas del Verbo Encarnado:
No tengamos miedo a ser tenidos por locos por seguir a
Cristo. No traicionemos el espíritu del Evangelio.
Cuando el mundo nos diga: ¡Mirad a los locos! Se les
tiran piedras y ellos besan la mano que las tira. Se ríen y
burlan de ellos y ellos ríen también como niños que no
comprenden. Se les pretende excluir de la comunión
eclesial, decretando su muerte eclesial por medio de las
calumnias, las conspiraciones, el silencio, la
desinformación y ellos se saben en el corazón de la Iglesia
como en la mañana de Pascua. Se les golpea y martiriza:
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

pero ellos dan gracias a Dios, que los encontró dignos.


Cuando el mundo diga eso, señal de que vamos bien.
Hoy miremos a nuestros hermanos, los santos del Cielo;
el mundo decía:
– ¡Mirad a los locos! Se los maldice y ellos bendicen.
– ¡Mirad a los locos! Se niegan a sí mismos, toman su
cruz cada día, hacen penitencia, son infinitamente alegres,
no tienen miedo de llamar las cosas por su nombre.
– ¡Mirad a los locos! De ellos se dice todo género de
disparates y a ellos les importa un rábano. Se les busca
sepultar con pesadas losas y ellos creen que pesan lo que
una tela de araña. Se confabulan y traman planes contra
ellos y para ellos esos planes vanos tienen menos
consistencia que una burbuja.
– ¡Santa locura... locura del amor!, pero la locura de la
Cruz hace más sabia que la sabiduría de todos los
hombres.

4. ¡POSSUMUS!

¿Podréis beber el cáliz...? (Mt 20,22). Estas palabras


fueron dichas por Nuestro Señor a dos jóvenes: a
Santiago, hijo de Zebedeo y de María Salomé, y a su
hermano Juan. Aquél fue después el primer Apóstol mártir;
éste, el primer Apóstol virgen. Y ambos fueron llamados
por el mismo Jesús con el nombre de Boanerges, es decir
«Hijos del trueno», por la fogosidad de su espíritu y por
haber pedido el castigo sobre la ingrata ciudad
samaritana: Viéndolo los discípulos Santiago y Juan,
dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del
cielo que los consuma?» (Lc 9,54).
Las Servidoras
1. ¿Qué significa cáliz?
La palabra «cáliz» es una metáfora, por la que se
designaba la suerte buena o mala que aguardaba a
alguno, o sea, expresaba aquello que ocurre o puede
ocurrir.
Frecuentemente aparece cáliz como imagen de alegría
y felicidad, por lo que tal vez deriva su metáfora de su uso
en los festines: El Señor es la parte de mi heredad y mi
cáliz (Sl 16,5); Levantaré el cáliz de la salvación e invocaré
el nombre del Señor (Sl 116,13). El padre de familia daba
al huésped –como signo de honor– una copa de vino, y el
huésped «bebía el cáliz hasta las heces» (el sedimento, la
borra).

2. ¿Qué dicen sobre el cáliz los profetas?


Los profetas hablan del cáliz, haciendo mención al
abuso del vino que conduce a la embriaguez, que es el
castigo reservado por Dios a los impíos (ya que conduce a
la irrisión porque para el borracho la tierra se tambalea,
desaparecen los puntos de referencia, etc).
De este concepto de «cáliz» de la venganza divina,
como dice el Señor por el profeta: Toma de mi mano este
cáliz de espumoso vino y házselo beber a todos los
pueblos a los que yo te he enviado (Jr 25,15) se deriva la
significación de «cáliz» preferentemente como el
sufrimiento y la desgracia: Id y derramad las siete
copas de la ira de Dios sobre la tierra (Ap 16,1).

3. ¿Qué les propone Jesús?


Este es el «cáliz» que les propone Jesús: ¿Podréis...?
Este es el «cáliz» que nos propone Jesús a cada uno de
nosotros: ¿Podréis...?
Este «cáliz» es su cáliz: ...que yo beberé. Este no es
otro que el cáliz de su Pasión y Muerte: Padre mío, si es
posible, pase de mí este cáliz (Mt 26,39); a esto añade el
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Señor: El cáliz que yo he de beber, lo beberéis, y con el


bautismo con que yo he de ser bautizado, seréis
bautizados vosotros (Mc 10,38): es la inmersión total en su
muerte. ¡A eso nos llama!

4. ¿Quiénes están ordenados al cáliz?


Están ordenados al cáliz los sacerdotes que, al igual
que Jesús, que «tomó este cáliz glorioso» 541, el sacerdote
toma el cáliz y, tal como Jesús, sobre él dice: ...éste es el
cáliz de mi sangre, usando una doble figura:
1– metonimia, es decir, denominar algo de otra manera,
tomando el continente por el contenido. Así, se designa la
sangre por el recipiente destinado a contenerla.
2– metáfora, o sea, llevar el sentido más allá, ya que
por cáliz se entiende Pasión.
Pero también lo está todo fiel, por su condición de
cristiano, y de manera especial las religiosas; de aquí que
nuestro fin es el «cáliz». Y la religiosa debe participar del
«sacrificio de la virginidad»542, que es la Misa, de manera
más perfecta. Por eso el fin dichoso del Apóstol es ser
derramado como una libación543. La libación era una
ceremonia religiosa de los antiguos paganos, que consistía
en llenar un vaso de vino o de otro licor y derramarlo
después de haberlo probado. Por eso, a imitación del
Apóstol, ¡nada de tanto egoísmo, de tanta mezquindad, de
tanto cálculo! ¡Hay que ir a la entrega total!, ¡a la
libación!, ¡al cáliz!
¿Estaban Santiago y Juan, los Hijos del Trueno,
dispuestos a beberlo? ¡Sí!: rápidamente respondieron
¡Possumus...!, ¡Dynámetha...!, ¡Podemos...!
5. ¿Estamos dispuestos nosotros?

541
MISAL ROMANO, Plegaria eucarística I.
542
FRANCISCO DE B. VIZMANOS, SI, Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva, 787. SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, l.1, c. XII.
543
cfr. 2Tim 4,6; Fil 2,17.
Las Servidoras
Cuando nos parezca que estamos abandonados de los
amigos, de los superiores, de los ángeles, de Dios...
¡Possumus!
Cuando nos veamos tan malolientes de pecados que
nos miremos a nosotros mismos como Lázaro en el
sepulcro... ¡Possumus!
Cuando los enemigos parezcan tan fuertes que nuestra
derrota se presente inminente... ¡Possumus!
Cuando la lucha nos parezca tan desigual de modo que
sea imposible la victoria... ¡Possumus!
Cuando el Anticristo con su sucia pezuña nos aplaste la
cabeza, con el último aliento debemos decir ¡Possumus!
Todo lo puedo en Aquel que me conforta (Fil 4,13).
El grito del combate nos llama y nos convoca. Pidamos
siempre que de la mano de Santiago y de San Juan retorne
a nuestras tierras el espíritu de los grandes. En honor de
María, digamos siempre: ¡Possumus!
Digamos con ese gran seminarista que fue Marcelo
Javier Morsella que escribió: «¡Podemos!, con la gracia de
Dios todo lo podemos».

5. LAS «BANDERAS» PARA LAS JÓVENES


CONSAGRADAS

Hoy en día, al comienzo del tercer milenio, nuevamente


la Iglesia «como bandera elevada sobre las naciones» 544
invita a las jóvenes de este tiempo a militar debajo de su

544
cfr. Is 5,26.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

bandera, que no es otra que la de Jesucristo 545,546


«eternamente joven»547.
Debemos entrar en el próximo milenio a banderas
desplegadas, es decir, abiertamente, con toda libertad. La
Iglesia propone, en la actualidad, trabajar en gloriosas
empresas, y me parece que las principales son: de la
Iglesia como comunión, de la participación, de la
solidaridad, del ecumenismo, de la misión.

I. La bandera de la Iglesia como comunión.


La Iglesia una, santa, católica y apostólica es el misterio
de la unión personal de cada hombre con la Trinidad y con
los otros hombres. En la comunión eclesial hay elementos
al mismo tiempo invisibles y visibles. En su realidad
invisible, es comunión de cada hombre con el Padre por
Cristo en el Espíritu Santo, y con los demás hombres
copartícipes de la naturaleza divina, de la pasión de Cristo,
de la misma fe, del mismo Espíritu. En su realidad visible,
es comunión en la doctrina de los Apóstoles, en los
sacramentos y en el orden jerárquico 548.
Es Cristo que nos sigue diciendo: ... edificaré yo mi
Iglesia... (Mt 16,18) y Yo estaré siempre con vosotros
hasta el fin del mundo(Mt 28,20).

1. La bandera de la participación549:

545
SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales [136].
546
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 1.
547
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Mensaje a los jóvenes.
548
cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis
notio, 28 de mayo de 1992.
549
Tanto la idea de comunión, cuanto la de participación fueron el
eje temático del Documento de Puebla, IIIº CONFERENCIA GENERAL DEL
EPISCOPADO LATINOAMERICANO (1979).
Las Servidoras
a– Respecto al sacerdocio de Cristo en la Liturgia, que
«es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo» 550. De manera
especial la participación en la Eucaristía, nuestra y la de
nuestros hermanos. ¿No resuena, acaso, en nuestros
oídos: Haced esto en conmemoración mía? ¿No somos
todos, por manos del sacerdote, los que partimos551 el
pan? ¿Acaso no somos todos, por labios del sacerdote, los
que bendecimos552 el cáliz?
b– Respecto a la Palabra de Dios. Debemos conocerla,
amarla y servirla. Nos edifica con su verdad, con su
autoridad, con su utilidad. En ella Dios nos dice lo que
piensa, lo que ama, lo que espera de nosotros. Ella nos
ilumina, nos inflama, nos vigoriza. Todavía resuena en el
mundo: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán (Lc 21,3).
c– Respecto de la moral cristiana. Ante «el eclipse de
conciencia»553 que parece ha caído sobre la humanidad,
como dijera Juan Pablo II, con mayor razón debemos
proponer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la
verdad sobre el hombre, su origen, su dignidad, sus
derechos, su vocación; sobre la comunidad humana; sobre
la actividad humana en el mundo; sobre la ayuda que la
Iglesia quiere dar al mundo y la ayuda que recibe de éste.
Asimismo la dignidad del matrimonio y la familia, el
fomento del progreso cultural, la vida económica y social,
la vida en la comunidad política, la promoción de la paz y
el fomento de la comunidad de los pueblos 554. Al ver tantas
necesidades en nuestros hermanos, ¿no resuena en
nuestros oídos lo que dijo Jesús: Tengo compasión de la
gente...?555 ¿No nos damos cuenta que más del 40 % de

550
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 7.
551
cfr. 1Cor 11,17.
552
cfr. 1Cor 11,17.
553
JUAN PABLO II, «Meditación dominical», L’Osservatore Romano
12 (1982) 198.
554
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre
la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», títulos de todos los
capítulos.
555
cfr. Mt 15,32.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

los cristianos en el mundo no gozan de libertad


religiosa556?

2. La bandera de la solidaridad.
También dijo Jesús: Todos vosotros sois hermanos (Mt
23,8). Hemos de ser solidarios con todos, de manera
especial, con los pobres, los enfermos, los trabajadores,
los migrantes, los pecadores, los que se consideran
enemigos, los niños, los jóvenes, los adultos.

3. La bandera del ecumenismo.


¿Cómo poder no sufrir a la vista de la cristiandad
desgarrada? ¿Cómo podrá no desgarrársenos el corazón
ante el hecho de que muchos no creen por vernos
desunidos? «Aunque soplen vientos glaciales, no podrán
en absoluto detener su camino», aun teniendo en cuenta
el caso de algunos que en vez de entender el ecumenismo
como un «diálogo de la verdad», lo entienden como «un
coqueteo con la mentira»557...No perdió fuerza la promesa–
profecía de nuestro Señor: habrá un sólo rebaño y un sólo
pastor (Jn 10,16), ni perdió eficacia su oración: que todos
sean uno (Jn 17,21).

4. La bandera de la nueva Evangelización


a– En la misión «ad intra». Por gracia de Dios
experimentamos desde el primer año de nuestra
experiencia de vida religiosa la eficacia insustituible de las
«misiones populares». ¿Acaso no hemos vuelto siempre de
las mismas llenos de alegría558 como los setenta y dos
discípulos?
556
Según la Enciclopedia Cristiana Mundial de Oxford (1984),
luego de 14 años de investigación en más de 14 países, realizada con
la participación de más de 600 sociólogos y demógrafos.
557
P.JEAN–MARIE–R.TILLARD, O.P., «Del decreto conciliar sobre el
ecumenismo a la encíclica “Ut unum sint”», L’Osservatore Romano 12
(1996) 159–160.
558
cfr. Lc 10,17.
Las Servidoras
b–En la misión «ad gentes». Y sobretodo en esta misión,
¿acaso la gente no nos arrebata de las manos las crónicas
de nuestros misioneros «ad gentes» como si fuesen pan
caliente? ¡Cómo nos edifican sus aventuras y desventuras
misioneras! Y todo porque un día dijo el Señor: Id por todo
el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura (Mc
16,15).

Queridas jóvenes consagradas:


En el día en que renuevan sus votos les pregunto: ¿No
les parece fascinante la bandera de Jesucristo? ¿No vale la
pena renunciar a todo por llevar a nuestros
contemporáneos las hermosas banderas de la Iglesia como
comunión, la participación, la solidaridad, el ecumenismo,
la misión?
¿Puede ser una vida vacía o triste la de aquella que se
compromete por Cristo para vivir como Cristo? Acaso
tratar de ser pura con Cristo puro, pobre con Cristo pobre,
obediente con Cristo obediente, ¿no colmó
sobreabundantemente todas las más grandes
expectativas de todos los santos y santas que en el mundo
han sido?
Permítanme terminar con la frase de un gran pensador
eclesiástico antiguo, Tertuliano: Los Doce «fueron por el
mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y
la misma fe. ...continuaron fundando Iglesias...de manera
que las demás Iglesias fundadas posteriormente, para ser
verdaderas Iglesias, tomaron y siguen tomando de
aquellas primeras Iglesias el retoño de su fe y la semilla de
su doctrina. Por esto también aquellas Iglesias
(posteriores) son consideradas apostólicas, en cuanto son
descendientes de las Iglesias apostólicas. ...toda la
multitud de Iglesias son una con aquella primera fundada
por los Apóstoles, de la que proceden todas las otras. En
este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en
cuanto que todas juntas forman una sola...»559.
559
Sobre las prescripciones de los herejes; cit. en Liturgia de las
Horas, II, 1684–1685.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

¡Son todas primeras y todas apostólicas! ¡También


ésta nuestra de San Rafael! ¡Y la de Moscú, Taiwán, El
Cairo, Jerusalén, Ivano–Frankivsk, Brooklyn, San José,
Filadelfia, Arequipa, Cuzco, Camaná, Guyana, Santo André,
Santo Amaro, Santiago del Estero, Añatuya, Santa María
del Patrocinio, Latina, Porto Santa Rufina, Civitta
Castellana... y a tantas otras donde Dios nos envíe! ¡Son
todas primeras y todas apostólicas!
Por gracia de Dios somos miembros plenos en muchas
Iglesias locales que: ¡Son todas primeras y todas
apostólicas!
Levantemos bien alto nuestras banderas y que
podamos siempre decir: «Si veis caer mi caballo y mi
bandera, ¡levantad primero mi bandera!» Nos lo alcance
nuestra Señora y Abanderada, la Santísima Virgen.
Las Servidoras

6. LA RENOVACIÓN EN SUS FUENTES. SOBRE LA


APLICACIÓN DEL CONCILIO VATICANO II560

Este libro, llegado recientemente a la Argentina, fue


publicado por el A. en 1972 en Polonia. Su lectura es
imprescindible, no sólo para conocer la visión que sobre el
Concilio tiene el actual Pontífice, quien fuera uno de sus
activos miembros, sino además, para comprender mejor el
ministerio de Juan Pablo II, que desde su primer discurso y
en diversas oportunidades expresara lo que acaba de
reiterar hace poco: «He deseado siempre que mi
pontificado tenga como objetivo fundamental, realizar
plena y legítimamente el Concilio»561.

1. ¿Qué fin se propone el A.?


Intenta una «iniciación», o «introducción», o
«participación en el misterio» del Concilio. No se trata de
un comentario pormenorizado a los documentos
conciliares, sino de una especie de «vademécum»; no un
trabajo científico, sino un amplio documento «de trabajo».
Tampoco es una mera ordenación de textos selectos, sino
que en él es esencial el método seguido para la
ordenación y la finalidad a la que tiende.
Las casi 500 citas de textos del Concilio son claro
indicio del profundo conocimiento que del mismo posee el
A., mostrándose brillante la suerte de síntesis del Vaticano
II que resulta del estudio realizado.
Busca el A. la aplicación del Concilio, su puesta en
práctica, su realización, su actuación y actualización. Los
documentos del Concilio, que están reunidos en un libro,
no deben quedar solamente en la estantería de las

560
KAROL WOJTYLA, La renovación en sus fuentes, BAC (Madrid
1982) 346.
561
JUAN PABLO II, «Discurso a los participantes de la Asamblea
plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos», L’Osservatore
Romano 50 (1984) 820.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

bibliotecas, sino que deben hacerse vida en los cristianos


de hoy.
Por eso se ocupa el A., preferentemente, de poner en
claro no tanto el «cómo», cuanto más bien el «qué» hay
que poner en acto. No se trata pues de una serie de
clarificaciones pormenorizadas acerca de la manera en
que debería ser llevado a la práctica el Concilio–para ello
habría que tener en cuenta métodos, organizaciones
técnicas de acción, etc.–, sino de explicitar qué es lo que
en esencia hay que poner en acto.

2. ¿A qué ha querido dar respuesta el Concilio?


El Concilio ha querido dar respuesta a la pregunta:
«Ecclesia, quid dicis de te ipsa?»: «Iglesia, ¿qué dices de ti
misma?». Como la Iglesia es una Iglesia de seres vivientes,
esa pregunta se puede explicitar en estas tres: ¿Qué
quiere decir ser creyente?, ¿Qué quiere decir ser cristiano,
hoy? ¿ Qué implica estar en la Iglesia y a la vez, en el
mundo actual? Tales preguntas son de claro carácter
existencial.
Respondiendo el Concilio a la pregunta esencial sobre
la auto–conciencia de la Iglesia ha respondido a las
preguntas implícitas referentes a la fe y a la existencia
entera del cristiano. Esta misma implicación de las
preguntas ha determinado la orientación pastoral del
Concilio Vaticano II. De allí que el intento del Concilio ha
sido esbozar la forma de fe que corresponde a la
existencia del cristiano de hoy. Por eso, concluye el A., la
puesta en práctica del Vaticano II consiste, sobre todo, en
el enriquecimiento y profundización de la fe 562. Lo cual
lleva anejo, la formación de la conciencia del cristiano
actual de cara al Concilio, de donde se derivan las
actitudes a través de las cuales deberá expresarse el
enriquecimiento de la fe.
3. ¿Cómo se estructura la obra?
562
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre
la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 21; Decreto sobre
el apostolado de los seglares «Apostolicam Actuositatem», 4.
Las Servidoras
Se estructura en tres puntos: Primera parte,
«Significado fundamental de la iniciación conciliar»;
segunda, «Formación de la conciencia»; y tercera,
«Creación de actitudes».
El A. es consciente de que el Espíritu Santo habló a la
Iglesia563 traduciendo los obispos al lenguaje humano
contemporáneo la palabra de Dios. Dicha traducción, es
cierto, «en cuanto que es humana, puede ser imperfecta y
estar abierta a formulaciones siempre más exactas» (p. 4),
sin embargo es auténtica. Hay que dar una respuesta a la
interpelación de la palabra de Dios. Es la fe la que la exige
y es una respuesta–no puede ser de otra manera ya que
es el Espíritu quien inspira a la Iglesia– de fe. Poner en
práctica el Concilio es «en último análisis, única y
solamente», lograr esta respuesta de fe, es decir, lograr la
respuesta integral de la fe, implantar «su estructura vital
en cada cristiano». Esta respuesta de fe «debería
constituir el fruto del Concilio y la base de su actuación»
(p. 5). De aquí, de la verdad de la fe, surge la exigencia de
que la misma se arraigue en la conciencia del hombre, de
la que se derivan las actitudes, bien definidas, que
constituyen el hecho de ser creyente en la Iglesia, hoy.

4. ¿Cuál es el significado fundamental del


Concilio?
Es el principio y el postulado del enriquecimiento de la
fe. En el hecho mismo del Concilio y en su finalidad
esencial, se aclara más este principio y postulado. La
orientación fundamental según la cual la fe se desarrolla y
enriquece, no es otra cosa que la cada vez más viva
participación en la verdad divina. «La Iglesia camina a
través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta
que se cumplan en ella plenamente las palabras de
Dios»564.

563
cfr. Ap. 2,7.
564
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 8.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Desde el punto de vista del enriquecimiento de la fe


hay que juzgar la realidad del Concilio y buscar las vías de
su realización. No hay otro principio que defina mejor el
proceso de autoconciencia y autorrealización de la Iglesia
que la realidad de la fe y su enriquecimiento gradual, base
de toda auténtica renovación.
Pastoral fue la finalidad esencial y específica del
Vaticano II, como lo hizo notar Juan XXIII y su sucesor, por
eso no se buscó decir en qué hay que creer, cuál es el
sentido de esta o aquella verdad, etc.., sino que sobre la
base de las verdades que proclama, recuerda o esclarece,
se propuso ante todo brindar un estilo de vida a los
cristianos, en su modo de pensar y actuar. De allí la
necesidad de formar las conciencias y crear determinadas
actitudes. Paralelamente al crecimiento de la fe en sentido
objetivo –profundización en su contenido–, que lleva a la
Iglesia hacia «la plenitud de la verdad objetiva», el
Concilio auspicia el crecimiento de la fe en sentido
subjetivo –que brota de ese contenido– y que se expresa
en la existencia total del cristiano, miembro de la Iglesia.
Aquí es donde se espera la puesta en acto auspiciada.
Tales son las ideas que el A. desarrolla en el capítulo I.
En el capítulo II trata de la fe como don de Dios y
actitud consciente del hombre, analizando la fe como
realidad sobrenatural y como respuesta que afecta la
propia estructura del hombre, que consiste en el abandono
en Dios por parte del hombre. La fe no es sólo aceptar un
determinado contenido, sino, además, aceptar la vocación
misma y el sentido de la existencia.
En el capítulo III trata de la fe y del diálogo. Cuando se
entiende la fe con un sentido preferentemente existencial,
en cuanto estado de conciencia y actitud del creyente,
concebida como acto y hábito, se capta mejor su relación
con la idea de «diálogo».
La fe, que es «asentimiento», es decir, estar convencido
de la verdad de la revelación, se enriquece cuando se abre
al «diálogo de la salvación». Este será auténtico en el
grado en que respete a la persona humana y su
conciencia, pero debe quedar bien en claro que ha de ir
Las Servidoras
unido con el sentido de responsabilidad para con la verdad
y con el deber de una búsqueda sincera de la misma por
cada uno. Nada más alejado del verdadero método del
diálogo que el indiferentismo.
En el capítulo IV trata de la conciencia de la Iglesia
como fundamento de la «introducción» al Concilio. La
comunidad surgida del diálogo con Dios determina la
dimensión vertical de la Iglesia– la fe unida al diálogo
constituye la dimensión horizontal de la Iglesia. Es
imposible concebir la realidad de la Iglesia sin presuponer
la realidad de Dios, de la Santísima Trinidad, la realidad de
la creación, de la revelación y de la redención. Es lo que
podríamos llamar el principio de integración recíproca, que
nos advierte cómo las enseñanzas del Vaticano II «deben
inscribirse orgánicamente en el contexto del depósito de la
fe y, por ende, integrarse en la doctrina de todos los
demás concilios anteriores y del magisterio pontificio» (p.
30). El principio de integración de la fe «es indirectamente
el principio de identidad de la Iglesia, que torna a sus
propios inicios: los apóstoles y Cristo» (p. 31)

5 ¿Qué implica la formación de la conciencia?


Según el A., la profundización y el enriquecimiento en la
fe–principio y postulado fundamental del Vaticano II– debe
llevar a los cristianos a tomar conciencia de la creación, de
la Santísima Trinidad y de la salvación, de Jesucristo y de
la redención, de la Iglesia como pueblo de Dios, de la
«historia» y de la escatología en la Iglesia. Estas cinco vías
de enriquecimiento de la fe y formación de las conciencias
de los creyentes forman parte, en sus mismísimas raíces,
de la conciencia refleja que la Iglesia tiene de sí misma.
* Así vemos que «la conciencia de la Iglesia está unida
orgánicamente con la conciencia de la existencia de Dios.
creador del mundo, y a la que corresponde la conciencia
de la creación» (p. 35), todo lo cual postula «obviamente
la revelación de sí mismo por parte de Dios» (p. 36).
Tomar conciencia de la creación es, además, tomar
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

conciencia del mundo –«creado... por el amor de Dios» 565–


y del hombre.
* El Concilio une la vida trinitaria de Dios, transmitida
por la revelación, y la conciencia de la salvación por parte
del hombre. La respuesta a la revelación de Dios no es
solamente la aceptación intelectual de su contenido, sino
una actitud con la que «el hombre se abandona
enteramente en Dios»566.
La conciencia de la salvación se vincula con la obra del
Hijo de Dios el Verbo hecho carne por la que los hombres
tienen acceso en el Espíritu Santo al Padre y se hacen
partícipes de la misma naturaleza divina. La verdad de un
Dios que salva, completa la verdad de un Dios que crea,
ambas verdades profesadas por la Iglesia.
«La Santísima Trinidad se le plantea a la conciencia de
la Iglesia no sólo como suprema y completa verdad que la
Iglesia profesa acerca de Dios “en sí mismo”, sino también
como verdad sobre la salvación a la que Dios llama e
invita al hombre» (p. 47).
* La conciencia de la redención corresponde a la
persona de Jesucristo y sintetiza su vida, muerte y
resurrección. La redención perdura en la Iglesia y está
referida continuamente al mundo y al hombre en el
mundo. Se completan las reflexiones anteriores con la
doctrina sobre la Madre de Cristo y de la Iglesia.
* Uno de los principales contenidos a los que está ligado
el enriquecimiento de la fe es «la conciencia de la Iglesia
como Pueblo de Dios que presupone la conciencia de la
creación, de la salvación, de la redención, en la que se
funda» (p. 89). Este capítulo se divide en cuatro partes: 1.
«La vocación de la persona en la comunidad». 2.
«Conciencia de la Iglesia como Pueblo de Dios ad intra y
ad extra». 3. «Comunión, vínculo propio de la Iglesia como
Pueblo de Dios». 4. «Koinonía y diaconía en la constitución
jerárquica de la Iglesia».
565
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 2.
566
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 5.
Las Servidoras
Por último, tratando de la ciencia histórica y la
escatología en la Iglesia como Pueblo de Dios, desarrolla el
A. los contenidos conciliares de la historia de la salvación
la evolución del mundo y el crecimiento del Reino, la
escatología de la Iglesia, el significado de la santidad, y
María Santísima como figura de la Iglesia.

6. ¿Qué actitudes hay que crear?


Ya se ha visto, muy someramente por cierto, cuales son
las perspectivas del enriquecimiento en la fe, incluso
desde el punto de vista del desarrollo de la conciencia del
creyente. Ahora debemos considerarlo desde el punto de
vista de la formación de las debidas actitudes.
La fe se expresa con una determinada «actitud». «El
hombre [que] se abandona enteramente a Dios» 567 como
respuesta a la revelación, testimonia la fe mediante su
actitud. La actitud es un «tomar postura» a la vez que una
disponibilidad para obrar de acuerdo con la postura
tomada.
«El proceso de enriquecimiento de la fe se resume en el
desarrollo y radicación» de la actitud de «abandono de sí
mismo en Dios». «El enriquecimiento de la conciencia de
las personas y comunidades creyentes tiene como
finalidad precisamente esa actitud; lo que debe servir, por
otro lado, de verificación». Esta actitud fundamental debe
estar siempre presente, como algo esencial, en todas las
demás actitudes que determina la doctrina del Vaticano II.
El Concilio, al indicar «la actitud de abandono de si mismo
en Dios toca el punto más vital y vivificante para cuanto se
refiere al proceso del enriquecimiento de la fe» (p. 165) .
Desarrolla luego el Cardenal Wojtyla las actitudes que,
según el Vaticano II, deben configurar el carácter
existencial del católico de hoy que quiere ser hijo fiel de la
Iglesia. Esas actitudes, que se compenetran e implican
recíprocamente, son:

567
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 5.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

– de misión; la actitud misionera es la del hombre que


se confía a Dios, asumiendo, con todo su ser, las misiones
trinitarias en las que se actúa la revelación;
– de testimonio, que consiste en creer y profesar la fe,
es decir, acoger el testimonio del mismo Dios y al mismo
tiempo responder a Aquél con el propio testimonio. «Es la
dimensión fundamental y decisiva del “diálogo de la
salvación”» (p. 167).
– de participación en la triple potestad de Cristo como
sacerdote, profeta y rey. De manera particular trata de
esta actitud el Concilio, al promover la participación en el
sacerdocio de Cristo y en la liturgia, al exhortar a una
respuesta coherente a la palabra de Dios, fundamento de
la moral cristiana;
– de identidad humana y solidaridad, que «consiste no
sólo en aceptar la situación del hombre en el mundo
actual, sino en participar vivamente en las aspiraciones
que tienen como finalidad la auténtica dignidad del
hombre» (p. 225). El A. enfoca el tema de la dignidad
humana a la luz de un texto del Concilio: «La razón más
alta de la dignidad humana consiste en la vocación del
hombre a la unión con Dios»568;
– de responsabilidad que «se manifiesta en una
profunda conciencia del deber, que procede de la
conciencia rectamente formada... [y] va a la par con la
dignidad de la persona» (p. 234). Los ámbitos de esa
responsabilidad son: el matrimonio y la familia, la cultura,
la vida económico–social, la vida de la comunidad política
y la paz;
– actitud ecuménica, que radica en la paternidad de
Dios y busca las vías de real aproximación, sin falsos
irenismos;
– actitud apostólica, que es vocación y misión de todos
los cristianos, según las características propias de cada
una de las vocaciones en el seno del Pueblo de Dios, lo
que implica una determinada formación, o sea, «un
568
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 19.
Las Servidoras
configurarse de la vida que corresponda a diversas
vocaciones es decir, a diversas misiones en la Iglesia» (p.
271).
– actitud comunitaria, que es el conjunto de actitudes
que aparecen como específicas para la «construcción» de
la Iglesia, entre las que, de manera especial, se destaca la
actitud misionera.

Conclusión
Lamentablemente, los que se creen únicos adalides del
Concilio Vaticano II, ignoran–con ignorancia supina– la
esencia, el espíritu y lo que se requiere para llevar a la
práctica el Concilio. Una vez más debemos decir que el
progresismo es el principal sepulturero del verdadero
progreso. Como dijera el Card. Ratzinger: «Se esperaba un
salto hacia adelante, y en cambio nos hemos encontrado
frente a un proceso progresivo de decadencia, que en
ancha medida se ha desarrollado bajo el signo del reclamo
del Concilio, lo que ha contribuido a desacreditarlo a los
ojos de muchos».
Bajo el pretexto del Concilio se ha empobrecido la fe, se
ha deformado la conciencia de los creyentes,
empujándoselos a falsas actitudes de ninguna manera
queridas por el Concilio. Así hemos visto dudar de toda
verdad de fe, ir al «diálogo» apostatando, y sobre la base
de una profunda crisis de identidad juzgar que todo lo de
afuera de la Iglesia era bueno e imitable, por lo que
aparecía conveniente convertirse al mundo. Así, también,
hemos sido testigos de cómo se ha ido perdiendo la
conciencia de la creación, de la Trinidad y de la salvación,
de Jesucristo y la redención, de la Iglesia como misterio, y,
en particular, de las realidades escatológicas. Hemos visto
asimismo actitudes diametralmente opuestas a las
queridas por el Concilio; no se ha buscado el abandono en
Dios, sino que el nuevo pelagianismo se ha abandonado al
mundo, renunciando a la misión –el testimonio se convirtió
en dimisión y velación del propio Credo; la participación en
la triple potestad de Cristo fue la excusa para afirmarse en
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

el propio yo, dejándose dominar por la carne, el mundo y


el demonio, para caer en actitudes anti-sacerdotales, anti-
proféticas y anti-«reales»– hemos sido testigos de un
gravísimo intento por reducir al hombre a la inmanencia,
que se identifica con el drama del humanismo ateo, y a
una predicación reducida tan sólo a la proclamación de los
derechos; el auténtico ecumenismo se convirtió, para
muchos, en irenismo, sin apelación a la conversión
interior, y con la apariencia «de que casi nada se
diferencia» (p. 261); el abandono de la sólida formación
condujo al enfriamiento del ardor apostólico, y la
polarización de actitudes, al margen del Magisterio
auténtico, a la anarquía eclesial.
Quiera Dios que la lectura de este libro ilumine las
inteligencias, y que la aceptación sincera de la fe,
conciencia y actitudes que quiso el Concilio, sea una
realidad para progresistas e integristas, de modo que
renunciando a interpretaciones subjetivas del Concilio, «se
abandonen a sí mismos en Dios», y así, en la verdad
edifiquen la Iglesia para gloria de Dios y santificación de
los hombres.

7. UN CRISTIANISMO SIN «RÍMEL»569

Es una gran alegría para nosotros este domingo que


coincide con la solemnidad de la Dedicación de la Basílica
de San Juan de Letrán, de Roma, la Basílica del Papa,
recibir a muchos miembros de nuestra Tercera Orden
Secular. Me pareció que podía ser interesante e ilustrativo
para todos el considerar la realidad actual, lo que estamos
viviendo en el mundo y en la Iglesia, porque muchas veces
nos olvidamos de que estamos viviendo en esta hora de la
569
Según el Diccionario de la Real Academia Española (Madrid
1992) 1275, «rímel» (de la marca comercial rimmel) es un cosmético
para ennegrecer o endurecer las pestañas.
Las Servidoras
historia del mundo un enfrentamiento que no es una cosa
meramente local sino que es un enfrentamiento
planetario. Como en todas las épocas de la historia de la
Iglesia, siempre se ha dado ese enfrentamiento, tal que en
algunas épocas ese enfrentamiento alcanza ribetes más
dramáticos, más exigentes para el cristiano. Finalmente no
es otra cosa que el enfrentamiento de Cristo con el
Anticristo. Y por eso debemos recordar que así como
Jesucristo fue signo de contradicción, así cada bautizado,
en las distintas etapas de la historia, también es signo de
contradicción. Más aun, debe ser signo de contradicción. Y
no solamente porque tengamos que luchar contra las
incomprensiones, que también las hay, pero en el fondo
no deja de ser una visión ingenua: el enemigo nos conoce
muy bien. No es que no nos comprende. Nos comprende
muy bien, y entonces por eso es que busca, si no puede
destruirnos porque está el poder de Dios de por medio, por
lo menos anularnos o debilitarnos.
En el fondo pienso que el fenómeno actual que de
manera especial estamos viendo desde hace tiempo en la
Iglesia y en el mundo, es la pretensión de hacer una
religión distinta de la religión querida por Jesucristo. Es
una pretensión más que secular y que hunde sus raíces en
gran cantidad de los llamados «pensadores modernos».
Estamos frente a un intento de hacer otra religión, distinta
de la enseñada por Nuestro Señor Jesucristo, distinta de
aquella por la cual han dado su vida tantos mártires en
todos los siglos de la historia de la Iglesia, y de manera
particular en este siglo.
Pensando en cómo poder expresar esto, me vino una
idea: es una religión con «rimmel», es una religión
maquillada donde se busca justamente quitar lo que es
central en nuestra religión, que es la cruz. Se busca
disfrazarla, se busca ocultarla, se busca quitar lo que son
esas aristas que necesariamente tiene el mensaje
revelado y por la cual los hombres que se buscan a sí
mismos no quieren aceptar la divina revelación. Entonces
hemos de conocer dificultades y muchas más, porque
nosotros proponemos, y es nuestra intención, un
cristianismo sin rimmel, sin maquillaje, tal como lo quiso
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Nuestro Señor. Este intento, por cierto satánico, en última


instancia, y aun más, luciferino de hacer una religión
esencialmente distinta de la querida por Jesucristo es obra
de lo que se conoce técnicamente, teológicamente, con el
nombre de «gnosis». Esa gnosis es muy cambiante y tiene
distintas manifestaciones, incluso distintas expresiones,
pero en el fondo siempre expresa de una u otra manera la
falta de fe en determinados misterios de nuestra santa
religión.
El primer misterio que cualifica esencialmente a la
gnosis actual es el no entender que Dios ha creado el
mundo de la nada. No porque lo haya sacado de la nada,
porque la nada, nada es, en la nada no estaba. No porque
lo haya sacado de sí mismo, sino que fuera de sí; Dios
porque quiere crea y ese hecho, ese acto soberano,
magníficamente soberano de Dios de crear el cielo y la
tierra y de crear lo que ellos contienen, de manera
especial de crearnos a nosotros a su imagen y semejanza,
es lo que marca justamente la diferencia esencial entre
Dios y nosotros, de tal manera que nosotros siempre
seremos mendigos, siempre seremos indigentes, siempre
seremos necesitados de Dios para poder alcanzar nuestra
plenitud como seres humanos. En los sistemas gnósticos,
de una manera o de otra, el hombre y Dios son como la
misma cosa. De ahí entonces la falta de respeto por el ser
supremo: si yo soy Dios... «Dios» es un pobre tipo. Y por
eso la falta de sentido de lo sagrado, y por eso las misas
convertidas en un «show» o en un «happening», porque
no es rendirle culto al Ser supremo, aquel del cual sí
somos imagen y semejanza, pero a una distancia infinita,
porque entre el ser de Dios y el ser de las criaturas hay
una fractura, hay un corte, y un corte sustancial, porque
sólo Él es el ser, nosotros participamos del ser de Dios y
participamos a una distancia infinita. Sólo Él es Dios.
Cuando uno entra de una u otra manera en esta gnosis,
no es necesaria la Encarnación del Verbo y ésta es la
segunda cosa que es característica de la gnosis. Si en mí
hay algo divino, una especie de carozo divino, lo que
tengo que hacer es descubrir ese carozo, no necesito un
redentor. No necesito que todo un Dios venga a salvarme.
Las Servidoras
Por eso, aun los protestantes, Melanchton por ejemplo,
decía: «¡qué me interesa que en Cristo haya dos
naturalezas!». No le interesa la encarnación. La
encarnación es una cosa finalmente accidental, aun en el
caso como los protestantes de esa cepa; Melanchton era
contemporáneo de Lutero. No les interesa porque en el
fondo están llevados de ese pensamiento gnóstico: en mí
hay algo divino, por tanto no necesito nada fuera de mí. Se
ve aun con más claridad, si cabe, respecto de la
Redención. No es necesario un Salvador. Por qué voy a
necesitar un salvador si en mí está la fuerza necesaria
como para salir de mis pecados, como para continuar el
camino hacia Dios, que en el fondo es el camino hacia mí,
porque me identifico con Dios. Esto que digo así es lo que
según algunos está destruyendo rápidamente, por ejemplo
en Francia, a los religiosos, a las vocaciones
sacerdotales... Hay un autor francés570 que incluso habla
de que en la actualidad la gnosis se presenta en concreto
en seis variables que confluyen lamentablemente en
algunos de los teólogos más promocionados hoy en día. Y
él lo dice de esta manera:
«La fe en los límites de la sola razón». Y esto es el
racionalismo y es el fideísmo.
«La fe en los límites de la subjetividad». Todo es lo que
el hombre piensa, de tal manera que el hombre está
convencido de que él con su cabeza es el creador de todas
las cosas. Es el creador de la ley que lo tiene que regir, y
por eso la humanidad está como está.
«La fe en los límites de lo existencial».
«La fe en los límites de la historia».
«La fe en los límites de la utilidad social».
«La fe en los límites de la antropología».
Se ve hoy en día de manera eminente en el mismo
obrar del hombre. Son formas de gnosticismo lo que
estamos viendo. Los ataques contra el matrimonio y
570
ANDRÉ MANARANCHE, I Preti. Crisi e formazione, Società Editrice
Internazionale (Torino 1996).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

contra la familia. Los ataques masivos, de alguna manera,


que se quieren hacer contra la vida que recién comienza,
contra la indisolubilidad del matrimonio, contra la santidad
de la familia, y contra los claros principios, no solamente
de la moral cristiana, sino incluso de la misma moral
natural. Y por eso han sido necesarios los documentos del
Papa sobre la moral, como «Veritatis Splendor» y
«Evangelium vitae». Y no hace falta tampoco demasiado
para darse cuenta de esto que estamos viviendo y de este
enfrentamiento en el cual no hay tregua ni se puede pedir
cuartel, basta prender la televisión: ven lo que es, por
ejemplo, el programa de Mauro Viale. Eso es una bolsa de
gatos, es un fiel reflejo de lo que es la humanidad
gnóstica, donde no hay verdad, donde cualquiera puede
decir lo que se le ocurre, con gritos, con escupidas, con
trompadas, con patadas, constituyendo un fiel reflejo de lo
que está pasando en la realidad. Es la humanidad que se
ha vuelto loca. Y se ha vuelto loca, en última instancia,
porque no quiere aceptar en plenitud al único que puede
salvar al hombre, que es Jesucristo Nuestro Señor. Por eso
decía que no es un simple malentendido lo que podemos
ver; no es que algunos señores periodistas ignoren, sino
que hay una clara intención en mucha gente de hacer
daño. Porque están en contra de Aquel que tiene el solo
nombre por el cual el hombre será salvado.
En este día en que celebramos la Solemnidad de la
Dedicación de la Catedral del Papa, de la Basílica de San
Juan de Letrán, pidamos a Dios Nuestro Señor, por
intercesión de la Virgen, la gracia de entender que
solamente a Pedro, y en la persona de Pedro a todos sus
sucesores, prometió Nuestro Señor edificar la Iglesia y
darle el carisma para que confirme en la fe a nosotros, sus
hermanos. Que por tanto esa fidelidad a Pedro sea lo que
nos permita avanzar por este mar proceloso de la vida,
que nos permita distinguir la verdad del error, y nos
permita adherir con todas nuestras fuerzas a la verdad,
porque sólo la Verdad nos hará libres.
Las Servidoras

8. LAS TRIBULACIONES, CAMINO AL CIELO

El texto sobre el cual quería predicar hoy es un


versículo de los Hechos de los Apóstoles. Es un texto muy
hermoso y muy denso en contenido: Nos es necesario
pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de
Dios (Hch14,22). Difícilmente con tan pocas palabras se
diga tanto.
Nos es preciso, es decir, nos es necesario. Por más que
le demos vueltas a la cosa no hay otro camino. Y eso por
altísimas razones: en primer lugar, porque es Jesús el que
nos dio ejemplo de seguir el camino de cruz, de
tribulación, de dificultades, de persecuciones; un camino
de sudar sangre en Getsemaní, de flagelación, de
coronación de espinas. Él siguió ese camino. En segundo
lugar, porque Él nos enseñó que ese es el camino: Si
alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día y sígame (Mt 16,24). Y no solamente en ese
versículo, que es el único que voy a citar, sino en muchas
otras partes de la Sagrada Escritura aparece con toda
claridad que Nuestro Señor Jesucristo nos invita al
seguimiento de Él por el camino de la Cruz.
¿Y por qué Jesús siguió ese camino? ¿Por qué Jesús nos
enseña ese camino? Porque es el camino que lleva al cielo.
Nos es necesario pasar por muchas tribulaciones para
entrar en el reino de Dios. Para ir al cielo necesaria y
fatalmente hay que pasar por muchas tribulaciones. Es un
camino difícil, arduo, por eso son pocos los que siguen a
Jesús. La mayoría busca el camino ancho y cómodo, y son
muchos los que lo siguen dice Jesús en el Evangelio. En
cambio el camino estrecho es el camino verdadero, el
camino difícil, y son pocos los que lo siguen.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Además las tribulaciones, las dificultades, las


persecuciones nos hacen ganar mucho mérito para la Vida
Eterna. Por eso es que los santos entendían perfectamente
bien que lo mejor era pasar por la cruz. Cuando Nuestro
Señor se le aparece a San Juan de la Cruz y le pregunta:
«¿Qué quieres que haga por ti?», él le responde: «Padecer
y ser despreciado por vos» 571. Pedía lo mejor, pedía
aquello que le iba hacer ganar en el cielo grados
superiores de gloria.
Por otro parte, las tribulaciones las merecemos por
nuestros pecados. Somos grandes pecadores. Cometemos,
como dice San Francisco Javier, «infinitésimos pecados».
Entonces evidentemente que si tenemos que sufrir cruz,
dificultad, esa cruz y esa dificultad nos ayuda para hacer
penitencia por nuestros pecados. Santa Gema Galgani,
que nunca en su vida cometió un pecado mortal, sin
embargo se sabía la más grande pecadora; y no
solamente la más grande pecadora, sino que de alguna
manera ella, a semejanza de Nuestro Señor, era como que
se había hecho pecado. Ella de alguna manera había
pecado con todos los pecados de los hombres y de alguna
manera también los asumía572.
¿Qué otras razones hay para que amemos las
tribulaciones, para que se nos haya enseñado que son
necesarias para entrar en el Reino de los cielos? Muchas
más. La tribulación nos enseña a hacer un cambio en el
significado y en el sentir de las cosas. La tribulación, la
cruz, hace que las más duras espinas se vuelvan suaves
rosas. Eso lo dijeron de tantas maneras los santos. Por que
si en el momento presente es un dolor, es una tribulación,
es un sufrimiento (y muchas veces gran sufrimiento), pero
Dios lo tiene dispuesto justamente para concedernos
luego un gran fruto o una gran gloria. Por eso decía San
Francisco de Asís (se le atribuye a él): «Tanto es el bien
que espero que toda pena me da consuelo».

571
Ms. 12738 fol.615: Decl. de Francisco de Yepes; cit. CRISÓGONO
DE JESÚS, Vida y Obras de San Juan de la Cruz (Madrid 1978) 290.
572
cfr. CORNELIO FABRO, Santa Gema Galgani (Bilbao 1997).
Las Servidoras
Otra razón es que los sufrimientos nos hace conocer
mejor la Pasión de Cristo: «Nadie llega a conocer la Pasión
como aquel que pasa algún dolor, algún sufrimiento» 573.
Cuando nosotros nos sentimos incomprendidos, cuando
sufrimos injusticias, levantemos la mirada, miremos al
Crucificado y entonces entenderemos lo que pasó Jesús en
su corazón en el sagrado tiempo de Pasión. Y esas
tribulaciones son las que nos dan una fecundidad del todo
particular. «La cruz fecunda cuanto toca»574. No hay otra
manera de ser fecundos sobrenaturalmente que abrazarse
a la cruz y llevarla con alegría, no con desgana ni con
depresión ni con tristeza, sino con alegría. Los apóstoles
cuando sufrieron persecución del Sanedrín, dice el libro de
los Hechos, salieron contentos por haber sido encontrados
dignos de sufrir algo por Nuestro Señor Jesucristo.
Y una razón más, la última, el pasar dificultades, el
tener tribulaciones, nos hace tomar conciencia de nuestra
indigencia. Nosotros somos mendigos totales, absolutos.
Todo lo esperamos de las manos de Dios y cuando nos
toca sufrir es cuando más el alma se une a Dios, se
entrega a Él, se abandona y le pide la ayuda que sólo Él
puede dar. Nos toca en este sentido a nosotros la gracia
de haber pasado una dura prueba. Siempre pienso cuando
hablo de esto de manera especial en los diáconos. Llevan
más de tres años esperando la ordenación sacerdotal, y
siempre con motivos distintos, posponiendo, posponiendo,
posponiendo y posponiendo, sin que hubiese de parte de
ellos ninguna causa grave. «No, ahora no». Porque somos
muy gorditos algunos. «Porque no, porque eres petiso». Y
así, uno por gordo, otro por flaco, otro por alto, otro por
bajo. «Bueno, ahora si se hace tal cosa, sí. De los olivos
tienen que crecer melones. Cuando crezcan los melones,
señal de que obedecen». Y bueno, llegó a su fin. A no
haber estado Yahvé con nosotros, diga Israel, a no haber
estado Yahvé con nosotros cuando se alzaron contra
nosotros los hombres, vivos nos habrían tragado entonces
cuando ardía su ira contra nosotros. Ya entonces nos
573
TOMÁS DE KEMPIS, Imitación de Cristo, II,XII,19.
574
SIERVA DE DIOS CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA, Cadena de amor,
14,15: cit. en MONS. ESQUERDA BIFET, «Fecundidad misionera de la
cruz», L’Osservatore Romano 16 (1995) 220.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

habrían sumergido las aguas, hubiera pasado sobre


nuestra alma un torrente, ya habrían pasado sobre
nosotros las impetuosas aguas. Bendito sea Yahvé que no
nos dio por presa de sus dientes. Escapó nuestra alma
como pájaro del lazo del cazador. Rompióse el lazo y
fuimos librados. Nuestro auxilio está en el nombre del
Yahvé que hizo los cielos y la tierra (Sl 124).
Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de
comprender siempre que el camino está marcado por la
cruz y que ese camino marcado por la cruz es el camino
que lleva al cielo.
Las Servidoras

9. EL CIELO. «¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!»

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y


los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró ante
ellos, brilló su rostro como el sol y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz.
Y se le aparecieron Moisés y Elías hablando con ellos.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien
estamos aquí!...» (Mt 17, 1–4)

«¡Qué bien estamos aquí!», exclama San Pedro, lleno


de gozo, y estaba bien porque la transfiguración del Señor
es «un trasunto de la belleza del cielo» (San Alfonso).

I. ¿Qué cosa es el cielo?


¿Qué hay allá? ¿Qué desea tu corazón? ¿Eres amigo de
la música? Allá habrá... pero ¡celestial! ¿Eres amigo de
comer y beber? Allá tendrás sabores exquisitos, pero sin
manjares. ¿Quieres olores? Allá los tendrás suavísimos
sobremanera, aunque no tengan los objetos presentes.
¿Deseas buena compañía? Los ángeles, los santos, la
Santísima Virgen, nuestros seres queridos... la flor y nata
del mundo, la «crema» de la humanidad... ¿Qué deseáis?,
dice Dios: Abre tu boca que yo la llenaré (Sl 81,11).
En el cielo Dios nos dará todo lo que deseamos: allí
habrá buena compañía, allí deleites inenarrables, allí
satisfacción completa, allí honra, allí hartura, allí
verdadera riqueza.
Y yo dispongo del Reino en favor vuestro, como mi
Padre ha dispuesto de él en favor mío, para que comáis y
bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos
como jueces de las doce tribus de Israel (Lc 22,29–30).
¿Qué quiere decir esto? Que será tan grande nuestra
felicidad, que hemos de comer y beber de lo que Dios
come y bebe. En la tierra dos esposos que se aman comen
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

la misma comida. De modo semejante, lo que hemos de


comer en el cielo es lo mismo que come Dios. No comerás
tu un manjar y Dios otro; de lo mismo que Él come
comerás, de lo que Él bebe beberás, de lo que Él se alegra
te alegrarás. Todos comeremos una cosa. ¿No habéis leído
en la Sagrada Escritura: todos comieron el mismo pan
espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual
(1Cor 10,3)?
¿Qué come Dios, qué es lo que bebe? Su manjar es:
conocerse, amarse y gozarse de todo el bien que tiene y
que no los puede perder. Estos son sus placeres, estos sus
pasatiempos. ¡Bendito sea Dios que no quiere que nuestra
gloria sea alguna cosa creada –ni aun la humanidad de
Jesús– sino que sea el mismo Sumo, Eterno e Infinito Bien
Increado que es Él!

II. Pero, ¿quién sabrá decir lo que es?


Es mucho más de todo lo que podemos decir y pensar:
– mucho más que toda velocidad de un coche de
carrera,
– mucho más que un avión surcando las nubes...
Mucho más...
– que el esquiar en la nieve,
– que el participar de una caza submarina,
– que una torta de chocolate.
– que el canto de los pájaros en el bosque,
– que las flores silvestres de la montaña,
– que un buen partido de fútbol,
– que una rosa mojada por la lluvia,
– que navegar en alta mar,
– que la sonrisa de los niños,
– que una fiesta de cumpleaños,
– que el nacimiento de un hijo,
– que el cielo estrellado,
– que la salida y la puesta del sol,
– que la fiesta de Navidad en familia,
– que la alegría de las bodas,
– que el gozo de un buen libro,
– que el amor de la madre,
Las Servidoras
– que el afecto de los amigos,
– que el alma de monje,
– que una mujer con alma de muchacha,
– que la recolección de los frutos,
– que un caballo al galope,
– que el aprobar un examen,
– que un regalo inesperado.
¿Cuál piensan que es la alegría de los santos en el
cielo? Muy pocos de los que están aquí lo saben. Algunos
piensan que es descansar, no tener malos vecinos, ni
tentación, ni sufrimiento. Es eso, pero no sólo eso; eso sólo
es muy poco. El que no sabe de amor no lo entenderá.
La alegría será que:
– viéndolo a Dios lo deseo para mí y deseo para Él tan
grandes bienes que no hay lengua que los pueda decir;
– amándolo más que a mí, le deseo más bienes que a
mí; le deseo: vida, descanso, hermosura e infinitos bienes.
Y como ven que Dios tiene incluso más bienes de los que
le pueden desear, se gozan en ellos muchísimo más que si
ellos mismos los tuviesen; de esta manera se entiende que
estén sentados a la mesa de Dios, comiendo de lo mismo
que come Dios. ¡Éste es el deleite sobre todo deleite...!
Donde hay un amor tan encendido que ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha
preparado para los que lo aman (1Cor 2, 9), lo cual
consiste, dice San Juan de Ávila, «en amar a Dios para ti y
amar a ti para Dios y a ti y a Dios para sí». ¿Qué gozo es
este? El mismo gozo de Dios: Muy bien, siervo bueno y
fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho;
entra en el gozo de tu señor (Mt 25, 23) ... entra a gozar
de lo que goza Él, a vivir de lo que vive Él, a ser un espíritu
con Él; en una palabra, a ser Dios por participación.
Seremos semejantes a Dios...: Dios hermoso y tú
hermoso, Dios poderoso y tú poderoso, Dios bueno y tú
bueno, Dios impasible y tú impasible, Dios bienaventurado
y tu bienaventurado. ¿Por qué? Porque veremos a Dios tal
cual es (1Jn 3, 2).
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

¿Y qué bien es ese? Ni es comer ni beber, ni reír, ni


deleites carnales, ni dineros, ¿qué es? Un bien por el cual
los santos de Dios moraron en cuevas, vivieron vírgenes
toda la vida, padecieron calor y frío, hambre y desnudez,
tormentos y persecuciones; un bien por el que el mismo
Cristo derramó su sangre e incruentamente continúa
sacrificándose en los altares. ¿Qué esto? Ese es su nombre
que no tiene otro nombre: Al que venciere le daré el maná
escondido y le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito
un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe
(Ap 2,17). Sólo lo conocen los que lo reciben y nunca
acaban de conocerlo. ¡Aunque os gocen millones de años
nunca se cansarán de Ti! Maravillados están diciendo:
Maná, ¿qué es esto?
¿Qué es el cielo? Ver a Dios, gozar de Dios y poseer a
Dios; y con Dios de todas las cosas.
– Por eso, nos enseña el Apóstol: Tengo por cierto que
los padecimientos del tiempo presente no son nada en
comparación con la gloria que ha e manifestarse en
nosotros (Ro 8,18).

III. El cielo es Jesucristo.


– Para que pudiésemos ir al cielo murió Cristo en la Cruz
y nosotros, ingratos, nos olvidamos del Cielo y de Cristo.
¡Cuánto sufre Cristo por ello!
Y esto hermosamente lo expresaba un poeta, cantando:

«Un pastorcico (Jesús) solo está penando,


ajeno de placer y de contento,
y en su pastora (el alma) puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,


que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
más llora por pensar que está olvidado.
Las Servidoras
Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena
el pecho de amor muy lastimado.

Y dice el Pastorcico: ¡Ay, desdichado


de aquel que de mi amor ha hecho ausencia,
y no quiere gozar la mi presencia.
y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado


sobre un árbol do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado, asido de ellos,
el pecho del amor muy lastimado».

10. EL VERBO Y LA BIBLIA

En el Evangelio de hoy los discípulos de Emaús


exclaman: ¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc
24,32). Nuestro Señor explica las Sagradas Escrituras y, de
tal manera, que hace arder nuestros corazones. Él es el
primer y sumo exégeta.
El celebrado exégeta P. Ignace de la Potterie, SJ, nos
preguntaba el año pasado por qué razón enviábamos
tantos sacerdotes a especializarse en Roma en exégesis
bíblica. Por dos razones fundamentales: 1ra. Porque es
uno de los campos minados donde trabaja a destajo
Satanás, como lo decía el recordado von Hildebrands 575; y,
2do. la razón de mayor peso, porque entendemos que
forma parte de nuestro carisma fundacional ya que hay
una muy profunda analogía entre el misterio de la
encarnación y el misterio de la Palabra.
575
Der Fels, (Resensburg 1975) 175; cit. en AV, La quimera del
progresismo, CCC (Buenos Aires 1981) 37.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Nos vamos a referir a este último aspecto y la


importancia que tiene para una auténtica interpretación
de la Biblia. Usaremos libremente un hermoso discurso de
Juan Pablo II576.
I
La interpretación de los textos bíblicos «es de
importancia capital para la fe cristiana y la vida de la
Iglesia. “En los Libros Sagrados –como nos ha recordado
muy bien el Concilio–, el Padre, que está en el cielo, sale
amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar
con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la
palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la
Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma,
fuente límpida y perenne de vida espiritual”577. El modo de
interpretar los textos bíblicos para los hombres y las
mujeres de nuestro tiempo tiene consecuencias directas
para su relación personal y comunitaria con Dios, y
también está ligado estrechamente a la misión de la
Iglesia. Se trata de un problema vital…»578.
Refiriéndose a las dos grandes encíclicas bíblicas dice el
Papa: «…ambas manifiestan la preocupación por
responder a los ataques contra la interpretación católica
de la Biblia, pero estos ataques no iban en la misma
dirección. Por una parte, la “Providentissimus Deus” quiere
proteger la interpretación católica de la Biblia contra los
ataques de la ciencia racionalista; por otra, la “Divino
afflante Spiritu” se preocupa más por defender la
interpretación católica contra los ataques de quienes se

576
Este discurso fue pronunciado la mañana del viernes 23 de
abril de 1993, durante una audiencia conmemorativa de los cien años
de la Carta encíclica «Providentissimus Deus» de LEÓN XIII y de los
cincuenta años de la Carta encíclica «Divino afflante Spiritu» de PÍO
XII, ambas dedicadas a los estudios bíblicos. El discurso puede verse
en «La interpretación de la Biblia en la Iglesia», Editorial San Pablo
(Buenos Aires 1993) 127; o en «Discurso a la asamblea plenaria de la
Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §1.
El discurso fue pronunciado en francés.
577
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 21.
578
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §1.
Las Servidoras
oponen al empleo de la ciencia por parte de los exégetas y
quieren imponer una interpretación no científica, llamada
espiritual, de la Sagrada Escritura»579.
Es decir que, preferentemente, cada una de las dos
encíclicas quieren defender la interpretación católica de
los dos frentes por donde se la ataca: uno, el racionalismo
bíblico, negador de lo milagroso y sobrenatural; el otro, el
docetismo bíblico, negador de lo histórico y natural 580.
«En los dos casos, la reacción del Magisterio fue
significativa, pues, en lugar de limitarse a una respuesta
puramente defensiva, fue al fondo del problema y
manifestó así –observémoslo en seguida– la fe de la Iglesia
en el misterio de la encarnación»581.
«La Iglesia no tiene miedo de la crítica científica. Sólo
desconfía de las opiniones preconcebidas que pretenden
fundarse en la ciencia, pero que, en realidad, hacen salir
subrepticiamente a la ciencia de su campo propio» 582, más
aun es una gran arma tanto contra los racionalistas que a
priori niegan lo sobrenatural, como contra los docetistas
que niegan lo natural, como ser lo histórico, los géneros
literarios, etc. «Comprobamos, pues, que a pesar de la
gran diversidad de dificultades que tenían que afrontar,
las dos encíclicas coinciden perfectamente en su nivel más
profundo. Ambas rechazan la ruptura entre lo humano y lo
divino, entre la investigación científica y la mirada de la fe,
y entre el sentido literal y el sentido espiritual. Aparecen,
por tanto, plenamente en armonía con el misterio de la
encarnación»583.

579
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §3.
580
cfr. nuestro artículo «La exégesis y el vaciamiento de la
Escritura», Revista Mikael, n. XII (1976) 49–76.
581
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §4.
582
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §4.
583
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §5.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

II
De modo tal que es muy clara la armonía entre la
exégesis católica y el misterio de la encarnación. Al
respecto «La encíclica “Divino afflante Spiritu” ha
expresado el vínculo estrecho que une a los textos bíblicos
inspirados con el misterio de la encarnación, con las
siguientes palabras: “Al igual que la palabra sustancial de
Dios se hizo semejante a los hombres en todo, excepto en
el pecado, así las palabras de Dios expresadas en lenguas
humanas, se han hecho en todo semejantes al lenguaje
humano, excepto en el error”584. Recogida casi al pie de la
letra por la constitución conciliar “Dei Verbum”585, esta
afirmación pone de relieve un paralelismo rico de
significado»586.
La inspiración bíblica fue un primer paso hacia el
misterio del Verbo encarnado: «Es verdad que la puesta
por escrito de las palabras de Dios, gracias al carisma de
la inspiración escriturística, fue un primer paso hacia la
encarnación del Verbo de Dios. En efecto, estas palabras
escritas representaban un medio estable de comunicación
y comunión entre el pueblo elegido y su único Señor. Por
otro lado, gracias al aspecto profético de estas palabras,
fue posible reconocer el cumplimiento del designio de
Dios, cuando el Verbo se hizo carne, y puso su morada
entre nosotros (Jn 1,14). Después de la glorificación
celestial de la humanidad del Verbo hecho carne, también
su paso entre nosotros queda testimoniado de manera
estable gracias a las palabras escritas. Junto con los
escritos inspirados de la primera alianza, los escritos
inspirados de la nueva alianza constituyen un medio
verificable de comunicación y comunión entre el pueblo
creyente y Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este medio
no puede, ciertamente, separarse del manantial de vida
espiritual que brota del corazón de Jesús crucificado y se
584
Enchiridion biblicum, 559.
585
cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática
sobre la divina revelación «Dei Verbum», 13.
586
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §6.
Las Servidoras
propaga gracias a los sacramentos de la Iglesia. Sin
embargo, tiene su consistencia: la consistencia de un
texto escrito, que merece crédito»587.
«En consecuencia, las dos encíclicas exigen que los
exégetas católicos estén en plena armonía con el misterio
de la encarnación, misterio de unión de lo divino y lo
humano en una existencia histórica completamente
determinada… La Iglesia de Cristo toma en serio el
realismo de la encarnación, y por eso atribuye gran
importancia al estudio histórico–crítico de la Biblia. Lejos
de condenarlo, como querían los partidarios de la exégesis
mística, mis predecesores lo aprobaron decididamente.
“Cultiven los nuestros (es decir, los exégetas
católicos), con nuestra vehemente aprobación, la
disciplina del arte crítico, sin duda muy útil para
percibir profundamente el pensamiento de los
hagiógrafos”588. La misma vehemencia en la aprobación
y el mismo adverbio (vehementer) se encuentran en la
“Divino afflante Spiritu” 589 a propósito de las
investigaciones de crítica textual»590.
Es decir, que los Papas nos exhortan
vehementemente a no descuidar en nada la exégesis
científica: «La “Divino afflante Spiritu”, como es sabido,
recomendó especialmente a los exégetas el estudio de los
géneros literarios utilizados en los libros sagrados,
llegando a decir que el exégeta católico debe
“convencerse de que no puede descuidar esta parte de su
misión sin gran menoscabo de la exégesis católica” 591…
Una idea falsa de Dios y de la encarnación lleva a algunos
cristianos a tomar una orientación contraria. Tienden a
creer que, siendo Dios el ser absoluto, cada una de sus
palabras tiene un valor absoluto, independiente de todos
los condicionamientos del lenguaje humano. No conviene,
587
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §6.
588
Carta apostólica «Vigilantiae», para la fundación de la Comisión
Bíblica, 30 de octubre de 1902, Enchiridion biblicum, 142.
589
cfr. Enchiridion biblicum, 548.
590
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §7.
591
Enchiridion biblicum, 560.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

según ellos, estudiar estos condicionamientos para hacer


distinciones que relativizarían el alcance de las palabras.
Pero eso equivale a engañarse y rechazar, en realidad, los
misterios de la inspiración escriturística y de la
encarnación, ateniéndose a una noción falsa del ser
absoluto. El Dios de la Biblia no es un ser absoluto que,
aplastando todo lo que toca, anula todas las diferencias y
todos los matices. Es, más bien, el Dios creador, que ha
creado la maravillosa variedad de los seres de cada
especie, como dice y repite el relato del Génesis 592. Lejos
de anular las diferencias, Dios las respeta y valora 593.
Cuando se expresa en lenguaje humano, no da a cada
expresión un valor uniforme, sino que emplea todos los
matices posibles con una gran flexibilidad, aceptando
también sus limitaciones. Esto hace que la tarea de los
exégetas sea tan compleja, necesaria y apasionante. No
puede descuidarse ningún aspecto del lenguaje. El
progreso reciente de las investigaciones lingüísticas,
literarias y hermenéuticas ha llevado a la exégesis bíblica
a añadir al estudio de los géneros literarios otros puntos
de vista (retórico, narrativo y estructuralista). Otras
ciencias humanas, como la psicología y la sociología,
también han dado su contribución. A todo esto puede
aplicarse la consigna que León XII dio a los miembros de la
Comisión Bíblica: “No consideren extraño a su campo de
trabajo ninguno de los hallazgos de la investigación
diligente de los modernos; por el contrario, estén atentos
para poder adoptar sin demora todo lo útil que cada
momento aporta a la exégesis bíblica” 594. El estudio de los
condicionamientos humanos de la palabra de Dios debe
proseguir con interés renovado incesantemente»595.

III

592
cfr. Gn. l.
593
cfr. 1Cor. 12, 18. 24. 28.
594
Carta apostólica «Vigilantiae», Enchiridion biblicum, 140.
595
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §8.
Las Servidoras
Pero advierten muy seriamente que nunca hay que
olvidarse que no estamos frente a una palabra meramente
humana, sino ante la Palabra de Dios que hace
«synkatábasis», es decir, se amolda a la palabra de los
hombres y mujeres. Por eso: «Este estudio, sin embargo,
no basta. Para respetar la coherencia de la fe de la Iglesia
y de la inspiración de la Escritura, la exégesis católica
debe estar atenta a no limitarse a los aspectos humanos
de los textos bíblicos. Es necesario, sobre todo, ayudar al
pueblo cristiano a captar más nítidamente la palabra de
Dios en estos textos, de forma que los reciba mejor, para
vivir plenamente en comunión con Dios. Para ello es
preciso, desde luego, que el exégeta mismo capte la
palabra de Dios en los textos, lo cual sólo es posible si su
trabajo intelectual está sostenido por un impulso de vida
espiritual.
Si carece de este apoyo, la investigación exegética
queda incompleta, pierde de vista su finalidad principal y
se limita a tareas secundarias. Puede, incluso,
transformarse en una especie de evasión. El estudio
científico de los meros aspectos humanos de los textos
puede hacer olvidar que la palabra de Dios invita a cada
uno a salir de sí mismo para vivir en la fe y en la caridad.
La encíclica “Providentissimus Deus” recuerda, a este
respecto, el carácter particular de los libros sagrados y la
exigencia que de ello deriva para su interpretación: “Los
libros sagrados –afirma– no pueden equipararse a los
escritos ordinarios, sino que, al haber sido dictados por el
mismo Espíritu Santo y tener un contenido de suma
importancia, misterioso y difícil en muchos aspectos, para
comprenderlos y explicarlos, tenemos siempre necesidad
de la venida del mismo Espíritu Santo, es decir, de su luz y
su gracia, que es preciso pedir ciertamente con una
oración humilde y conservar con una vida santa” 596. Con
una fórmula más breve, tomada de san Agustín, la “Divino
afflante Spiritu” expresa esa misma exigencia: “Oren para
entender”597.

596
Enchiridion biblicum, 89.
597
Enchiridion biblicum, 569.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Sí, para llegar a una interpretación plenamente válida


de las palabras inspiradas por el Espíritu Santo, es
necesario que el Espíritu Santo nos guíe; y para esto, es
necesario orar, orar mucho, pedir en la oración la luz
interior del Espíritu y aceptar dócilmente esta luz, pedir el
amor, única realidad que nos hace capaces de comprender
el lenguaje de Dios, que es amor (1Jn 4,8.16). Incluso
durante el trabajo de interpretación, es imprescindible que
nos mantengamos, lo más posible, en presencia de
Dios»598.

IV
Para ello es absolutamente necesaria la fidelidad a la
Iglesia: «La docilidad al Espíritu Santo produce y refuerza
otra disposición, necesaria para la orientación correcta de
la exégesis: la fidelidad a la Iglesia. El exégeta católico no
alimenta el equívoco individualista de creer que, fuera de
la comunidad de los creyentes, se pueden comprender
mejor los textos bíblicos. Lo que es verdad es todo lo
contrario, pues esos textos no han sido dados a
investigadores individuales “para satisfacer su curiosidad
o proporcionarles temas de estudio y de investigación” 599;
han sido confiados a la comunidad de los creyentes, a la
Iglesia de Cristo, para alimentar su fe y guiar su vida de
caridad. Respetar esta finalidad es condición para la
validez de la interpretación. La Providentissimus Deus
recordó esta verdad fundamental y observó que, lejos de
estorbar la investigación bíblica, respetar este dato
favorece su progreso auténtico 600 …ser fiel a la Iglesia
significa situarse resueltamente en la corriente de la gran
Tradición que, con la guía del Magisterio, que cuenta con
la garantía de la asistencia especial del Espíritu Santo, ha
reconocido los escritos canónicos como palabra dirigida
por Dios a su pueblo, y jamás ha dejado de meditarlas y
de descubrir su riqueza inagotable. También el Concilio
598
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §9.
599
Carta encíclica «Divino afflante Spiritu»; Enchiridion biblicum,
566.
600
cfr. Enchiridion biblicum, 108–109.
Las Servidoras
Vaticano II lo ha afirmado: “Todo lo dicho sobre la
interpretación de la Escritura queda sometido al juicio
definitivo de la Iglesia que recibió de Dios el encargo y el
oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios”601»602.

V
Para ello los exégetas deben ser asiduos predicadores:
«Para realizar mejor esta tarea eclesial tan importante, los
exégetas se deben mantener cerca de la predicación de la
palabra de Dios, ya sea dedicando una parte de su tiempo
a este ministerio, ya sea relacionándose con quienes lo
ejercen y ayudándoles con publicaciones de exégesis
pastoral603. Evitarán, así, perderse en los caminos de una
investigación científica abstracta, que los alejaría del
sentido verdadero de las Escrituras, pues este sentido no
puede separarse de su finalidad, que consiste en poner a
los creyentes en relación personal con Dios»604.

VI
Queridos hermanos y hermanas:
Tengamos en cuenta que las desviaciones de la cultura
occidental moderna deja a muchos hombres y mujeres de
hoy día, insensibles a la palabra de Dios, a causa de la
secularización y de los excesos de la desmitologización, a
causa del racionalismo y del fideísmo que niega el soporte
negativo de la fe, del principio de inmanencia y de la sed
por los nuevos mitos.
La gran tarea de la exégesis bíblica que, según distintas
esferas de responsabilidad, afecta a todos y cada uno de
los sacerdotes, más aun, a todos y cada uno de los
601
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 12.
602
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
divina revelación «Dei Verbum», 10.
603
Carta encíclica «Divino afflante Spiritu»; Enchiridion biblicum,
551.
604
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §11.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

bautizados: «Es uno de los aspectos de la inculturación de


la fe, que forma parte de la misión de la Iglesia, en unión
con la aceptación del misterio de la encarnación» 605.
Asumamos, una vez más, no sólo como individuos, sino
como Congregación, nuestros compromisos en orden a un
conocimiento y a una difusión más profunda del mensaje
bíblico. Es un deber que no sólo brota de nuestra realidad
de bautizados, no sólo de nuestra realidad de ministros de
la Palabra, sino que es una exigencia insoslayable de lo
que entendemos es nuestro carisma, dado que hay una
relación tan íntima entre el Verbo encarnado y la Biblia.
Por eso decía San Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es
ignorar a Jesucristo»606.
Por eso el estudio de la filosofía ya que la inteligencia
humana es el principal instrumento de la exégesis bíblica.
Por eso el estudio de hebreo y griego, las lenguas
originales, y el estudio del latín, lengua de la principal
versión. Por eso las materias propedéuticas bíblicas y
todas las otras materias, que hay que estudiar
apasionadamente.
La gran joya que es la Misa se engarza,
espléndidamente, en la Biblia, ya que «Las dos partes de
que consta la Misa, a saber: la liturgia de la palabra y la
eucarística, están tan íntimamente unidas que constituyen
un solo acto de culto»607.
«Que Cristo Jesús, Verbo de Dios encarnado, que abrió
la inteligencia de sus discípulos a la comprensión de la
Escritura (Lc 24,45), os guíe en vuestras investigaciones.
Que la Virgen María os sirva de modelo no sólo por su
docilidad generosa a la palabra de Dios, sino también, en
primer lugar, por su modo de recibir todo lo que se le dijo.
San Lucas nos refiere que María meditaba en su corazón
las palabras divinas y los acontecimientos que se
producían, «» (Lc 2,19). Por su

605
«Discurso a la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión
Bíblica», L’Osservatore Romano 18 (1993) 221 §15.
606
Com. in Is. pról.: PL 24,17.
607
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución sobre la Sagrada
Liturgia «Sacrosanctum Concilium», 56.
Las Servidoras
aceptación de la palabra, es modelo y madre de los
discípulos608. Así pues, que ella os enseñe a aceptar
plenamente la palabra de Dios en la investigación
intelectual y en toda vuestra vida»609.

11. NEW AGE

Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo:


«Éffeta», que quiere decir: «¡Ábrete!». Se abrieron sus
oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y
hablaba correctamente. (Mc 7,34–35)
El Evangelio de hoy nos habla de aquel hombre sordo y
mudo. Ese hombre es imagen del mundo moderno, el
mundo actual, el mundo que nos toca vivir. Un mundo
también sordo y mudo; sordo a Dios, a lo que Dios está
pidiendo; y mudo porque es incapaz de dar, salvo
excepciones, testimonio valiente de Jesucristo, de la fe
recibida y por tanto de la alabanza hacia Dios. En estos
tiempos, como todos saben, se ha desarrollado de manera
muy poderosa lo que podríamos llamar un movimiento –ya
que tiene muchas variantes y muchas ramificaciones–
conocido comúnmente con el nombre de New Age. El
drama de la New Age no es solamente que actúa y cuenta
con muchos medios, sino que incluso tiene actuación
dentro de las filas católicas, aun dentro de los seminarios;
y, por qué no, puede ser que, sin que nos demos cuenta y
con la mejor buena voluntad, también pueda actuar entre
nosotros. Por eso es que hay que estar muy atentos.
Sin mencionar directamente este tema puntual de la
New Age, pero sí el tema que de alguna manera lo
engloba, el de la llamada teología global o teología

608
cfr. Jn 19,27.
609
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución sobre la Sagrada
Liturgia «Sacrosanctum Concilium», 16.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

pluralista, el último documento de la Sagrada


Congregación para la Doctrina de la Fe, «Dominus Iesus»,
nos recuerda entre otras cosas que no se puede decir, es
un absurdo, que todas las religiones son buenas, que
todas las religiones son lo mismo y que hay muchos
mediadores para la salvación, uno de los cuales es
Jesucristo, otro Buda, Krishna, Moon, etc.

1. ¿Por qué atrae tanto la New Age?


La New Age prende, según una Instrucción Pastoral
muy hermosa del Arzobispo de México Mons. Norberto
Rivera610, porque promete una falsa esperanza. Dice él: «Si
el fin del milenio trae consigo un acentuado anhelo de
rotura con los profundos males que afligen al mundo,
puede también propiciar la difusión de falsas esperanzas y
promesas ilusorias. En nuestros días se ha suscitado por
enésima vez el espíritu del milenarismo, es decir, la
anticipación de una nueva era inminente, de un cambio
radical e instantáneo que pondrá fin al presente estado de
cosas... El New Age pregona una edad de oro para toda la
humanidad... es la creencia en el inicio de un mundo
cualitativamente diverso y mejor que este», es una forma
de joaquinismo611. «Este paso evolutivo traerá consigo una
iluminación de la conciencia de los hombres. Desvanecerá
nuestra percepción fragmentada de la realidad y,
supuestamente, veremos el universo entero como es: un
todo vivo y único del cual nosotros mismos no somos más
que una parte. Todo el mensaje del New Age se reviste de
un optimismo desbordante y resalta lo positivo, lo fácil y lo
inmediato de la transformación que propone. No es de
maravillarnos, por tanto, que precisamente en estos años,
su difusión a nuestro alrededor haya sido tan amplia... Sus
ideas, sus campañas de concientización y su espiritualidad
aparecen en los salones escolares de nuestros niños e
inclusive en la predicación y enseñanza religiosa de
instituciones católicas con creciente frecuencia». Por eso
610
MONS. NORBERTO RIVERA, arzobispo de México, «Instrucción
pastoral sobre el “New Age”», L’Osservatore Romano 7 (1996) 89–91.
611
Joaquín de Fiori, aquel abad que hablaba de las tres edades del
mundo.
Las Servidoras
el Papa hace poco, en el año 1993, advertía a un grupo de
obispos americanos en visita ad Limina: «Las ideas de la
New Age a veces se abren camino en la predicación, la
catequesis, los congresos y los retiros, y así llegan a influir
incluso en los católicos practicantes que tal vez no son
conscientes de la incompatibilidad de esas ideas con la fe
de la Iglesia. En su perspectiva sincretista e inmanente,
esos movimientos parareligiosos prestan poca atención a
la Revelación, más bien, intentan llegar a Dios a través del
conocimiento y la experiencia, basados en elementos que
toman prestados de la espiritualidad oriental y de las
técnicas psicológicas. Tienden a relativizar la doctrina
religiosa a favor de la vaga visión del mundo, que se
expresa mediante un sistema de mitos y símbolos
revestidos de un lenguaje religioso. Además proponen a
menudo una concepción panteísta de Dios, incompatible
con la Sagrada Escritura y la tradición cristiana.
Reemplazando la responsabilidad personal de nuestras
acciones con un sentido del deber frente al cosmos,
tergiversando así el verdadero concepto de pecado y la
necesidad de la redención por medio de Cristo» 612. Y no se
piense que esto es algo del hemisferio norte, de Estados
Unidos, no; también el Papa a los obispos argentinos el 7
de febrero de 1995 les dijo que: «Hay que tener presente,
sin embargo, que no faltan desviaciones que han dado
origen a sectas y movimientos gnósticos y pseudo
religiosos, configurando una moda cultural de vastos
alcances que, a veces, encuentra eco en amplios sectores
de la sociedad y llega incluso a tener influencia en
ambientes católicos. Por eso, algunos de ellos, en una
perspectiva sincretista, amalgaman elementos bíblicos y
cristianos con otros extraídos de filosofías y religiones
orientales, de la magia y de técnicas psicológicas. Esta
expansión de las sectas y de nuevos grupos religiosos que
atraen muchos fieles y que siembran confusión e
incertidumbre entre los católicos es motivo de inquietud
pastoral. En este campo, es necesario analizar

612
JUAN PABLO II, «Discurso al tercer grupo de los obispos de
Estados Unidos en su visita “ad limina”», L’Osservatore Romano 24
(1988) 307.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

profundamente el problema y encontrar líneas pastorales


para afrontarlo»613.614

2. ¿Por qué la rápida difusión?


Ya hemos visto una de las razones. Pero a su vez ayuda
a la expansión de la New Age el rápido proceso de
globalización en todos los campos del actuar humano.
También la mentalidad de «marketing», donde se
comercializan todos los aspectos de la vida humana. Y en
este sentido la New Age viene a ser un supermercado de
las religiones615. Como cuando uno va al supermercado,
«compro esto, esto lo dejo», cada uno toma y elige lo que
quiere creer, o lo que no quiere. Ayuda, también, el
destierro de la fe, del horizonte del saber humano,
asimismo, como la necesidad insaciable que tiene el ser
humano de una trascendencia que dé sentido a la vida.
Luego de la caída en el mundo del socialismo materialista
(comunismo), así también como el tema de las llamadas
naciones libres, cautivas de un bienestar egoísta, el
hombre necesita con mayor razón, lo trascendente. Y
lamentablemente cuando no lo busca donde lo tiene que
buscar lo busca por otros lugares.

3.¿Qué movimientos se relacionan con la New


Age?
Se relacionan con la New Age los siguientes
movimientos:
a. Cultos contactistas como Fupec, Grupo Alfa,
Lineamiento Universal Superior, Fici, Hermandad Cósmica
Hamir, Misioneros del Cristo Cósmico, Asociación Adonai,
613
JUAN PABLO II, «Discurso al primer grupo de obispos argentinos
con ocasión de la visita “ad limina”», L’Osservatore Romano 6 (1995)
82–83.
614
«Y en el 2000, también...», por el LIC. JOSÉ MARÍA BAAMONDE,
Revista Panorama católico, I (abril del 2000) 10.
615
Mons. Franc Rodé, define la New Age como «un supermercado
de las religiones donde cada uno toma lo que le gusta y deja el
resto»; cfr. «Ideologías religiosas y visión cristiana de Dios en
Europa», en Ecclesia, n.6 (1992) 379–387.
Las Servidoras
Aurora Esencia Cósmica, Movimiento Raeliano, Misión
Rama, etc.;
b. Cultos afrobrasileños como Umbanda, Kimbanda,
Candomblé, Batuque, etc.;
c. Cultos orientalistas como Hare Krishna, Sai Baba,
Brama Kumaris, Ananda Marga, Rama Krishna, Misión de
la Luz Divina, Rajneesh, etc.;
d. Cultos gnóstico–esotéricos como Movimiento
Gnóstico Cris-tiano Universal, Iglesia Gnóstica, Fraternidad
Blanca Universal, Cuarto Camino, Fraternidad Rosa–Cruz,
Sociedad Teosófica, Iglesia de la Cienciología, institutos de
Parapsicología pseudocientífica, Control Mental, Desarrollo
del Potencial Humano, etc;
e. Cultos espiritistas como Escuela Científico Basilio,
Sociedad Espiritista Luz y Verdad, Evolución Espiritual,
Instituto Espirita Madre María, etc.
A los grupos consignados precedentemente es
necesario agregar cientos de personas, entre los que se
cuentan los supuestos chamanes y parapsicólogos que se
promocionan en los clasificados de los periódicos, como
así también los llamados grupos de permeabilización
primaria, de estructuración difusa y cambiante, que
desarrollan cursos sobre algunas de las tantas disciplinas
promocionadas por la New Age o Nueva Era, por ejemplo,
Piramidología, Cristaloterapia, Reiki, I Ching, Channelling,
Terapias de Vidas Pasadas, mancias varias, Viajes
Astrales, Curso en Milagros, etc.616. Asimismo, hay que
señalar el yoga y el reiki –que se enseñan y practican en
más de una parroquia– y toda una parafernalia de
prácticas, que no debemos hacer, como enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica, como ser los horóscopos,
las cábalas, las cintas rojas, los cursos de concentración
mental, las terapias basadas en piedras y perfumes, etc.617

616
cfr. JOSÉ MARÍA BAAMONDE, Semanario «Cristo hoy», 7 al 13 de
septiembre de 2000, p. 23.
617
cfr. JOSÉ MARÍA BAAMONDE, Semanario «Cristo hoy», 7 al 13 de
septiembre de 2000, p. 23.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

4. Creencias de la New Age


¿Cuáles son las «creencias» de la «New Age»? –ya que
no porque no podemos hablar de fe en la «New Age»– .
En primer lugar el ecologismo, la insistencia en la
necesidad de cuidar el mundo, que en su medida es una
cosa razonable, pero que en el caso de ellos es llevado a
un nivel casi religioso.
En segundo lugar el panteísmo. Del ecologismo
exagerado nace una especie de espiritualidad planetaria
que quiere «animar» toda la realidad cósmica o dotar a la
creación de una fuerza mágica. Se pierde la noción de un
Dios personal, realmente distinto y superior al mundo
creado, en favor de una fuerza divina impersonal que es
todo y está en todo.
En tercer lugar el gnosticismo, que acompaña a
través de los siglos al cristianismo. Es una de las
enfermedades propias del hombre religioso de la cual hay
que cuidarse, y que no solamente está en el cristianismo,
sino en todas las grandes religiones. «La desviación del
gnosticismo, presente en todas las grandes tradiciones
religiosas, ha sobrevivido y se ha diversificado
encontrando en la New Age un campo de acción
privilegiado. La Sociedad Teosófica fundada por Helena
Blavatsky a finales del siglo pasado y sus derivaciones u
organizaciones afines (la Antroposofía, la gran Fraternidad
Universal, las Órdenes de los Rosacruces, la Iglesia
Universal y Triunfante, la corriente de la metafísica
representada en México por autores como Connie Méndez,
la Actividad Religiosa “Yo soy”, la nueva Acrópolis, que
tuvo también en su momento una influencia muy grande
en nuestro país, y muchas otras) son los precursores
ideológicos de la New Age y actualmente son sus
dedicados promotores. Los símbolos, las ceremonias y los
grados iniciáticos de la masonería y de las organizaciones
para–masónicas también revelan una estrecha asociación
de fondo con la gnosis. Si el gnosticismo quiere abrir la
puerta a un intelecto superior, el esoterismo y el ocultismo
prometen el pasaje a un actuar sobrehumano». Uno
apunta al intelecto, sobrehumano, el otro a un actuar
Las Servidoras
sobrehumano. «Estas dos corrientes, hermanas del
gnosticismo, pretenden por caminos diversos potenciar la
voluntad humana echando mano a supuestas fuerzas
cósmicas secretas. A través de mil técnicas antiguas y
nuevas se abriría contacto con los ángeles, con guías
espirituales desencarnados, con supuestas “vidas
anteriores” según el mito de la reencarnación, etc. No son
pocas las personas y las organizaciones que ofrecen
servicios de adivinación y de horóscopo, de hipnosis, de
magia, de «channelling» («medium»), de proyección astral
y otras actividades igualmente absurdas, provocando un
daño duradero a sus clientes que son, las más de las
veces, personas vulnerables y desorientadas. En
resumidas cuentas, la New Age comercializa lo irracional y
lo nocivo para el alma humana y lo vende garantizando la
transformación del consumidor».
En cuarto lugar, la pseudo ciencia. Otro de los temas
importantes de señalar en la New Age, es la pseudo
ciencia. Ellos se mueven en algo que llaman ciencia, y que
de ciencia, evidentemente, no tiene nada. Por eso van a
considerar ciencia la astrología, la ufología (investigación
sobre los ovnis), del mismo modo que son una ciencia la
física y la química. Pero sobre todo, el gran campo en el
que ellos se mueven es el de la psicología y de la biología.
En la psicología, siguiendo la línea de Sigmund Freud
(1856–1939), de Karl Gustav Jung (1875–1961), «ha
habido una sucesión muy variada de corrientes, que se
relacionan en mayor o menor grado con las ideas y las
terapias de la New Age, en particular, la así llamada
psicología transpersonal, fundada por el psicólogo italiano
Roberto Assagioli (1888–1974), que pretende ir más allá
de la experiencia psíquica del individuo en búsqueda de
una conciencia colectiva superior que sería la puerta al
descubrimiento de un “principio divino” que yace en el
fondo de todo ser humano. De ahí nacen una multitud de
técnicas típicas del New Age: el biofeedback, la hipnosis,
el rebirthing, la terapia Gestalt y la provocación de estados
alterados de conciencia, inclusive con el uso de drogas
alucinógenas».
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Así como la New Age influye en el campo de la


psicología, también lo hace en el de la medicina, el de la
biología. «Frecuentes son las exageraciones y los abusos
del New Age en el campo de la medicina holística, que
basa sus métodos de sanación en la interrelación entre
cuerpo, mente y espíritu. Así, por ejemplo, se da la
cromoterapia o la sanación a través de los colores; la
curación a través de las “auras” o campos energéticos que
nos rodean; y el Reiki que promete recuperar el equilibrio
de la energía personal por la aplicación de la energía
universal a través de la imposición de manos a diversas
partes del cuerpo.
Hay programas de potencial humano de dudoso
fundamento científico, como la Dianética, el Método de
Control Mental Silva, la Meditación Trascendental y otros,
que producen una cantidad inverosímil de gráficos y
reportes que supuestamente certifican la solidez de sus
afirmaciones».

5. El New Age es incompatible con el Evangelio


Y esto, queridos hermanos, es algo absolutamente
incompatible con el Evangelio. El Papa dice: «No debemos
engañarnos pensando que ese movimiento –New Age–
pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente
un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa
postura del espíritu que, en nombre de un profundo
conocimiento de Dios acaba por tergiversar su palabra
sustituyéndola por palabras que son solamente humanas.
La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del
cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces
bajo la forma de corrientes filosóficas, más a menudo con
modalidades religiosas o para–religiosas, con una decidida
aunque a veces no declarada divergencia con lo que es
esencialmente cristiano»618. Esto está muy claro. Son
palabras del Papa, y pareciera que no deberían quedar
dudas sobre este tema. Pero en muchos países, la realidad
muestra lo contrario.
618
JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza y Janés
(Barcelona 1994) 103–104.
Las Servidoras

6. Encuesta argentina sobre la adhesión a la New


Age
Aquí en Argentina se ha hecho una encuesta619 sobre
1098 alumnos de cuarto año de la secundaria en escuelas
de la ciudad de Buenos Aires, del Gran Buenos Aires, y en
algunas ciudades del interior. Y esa encuesta, realizada
muy seriamente por el licenciado José María Baamonde,
que preside la fundación «Spes» (Servicio para el
esclarecimiento de sectas), dio resultados que realmente
son para temblar. A esos varones y mujeres de cuarto año
les hicieron preguntas sobre determinados temas propios
de la New Age:
– Ovnis, extraterrestres
– Magia, maleficios
– Reencarnación
– Astrología
– Comunicación con los muertos
– Adivinación del futuro
Y a su vez también hicieron la encuesta, de manera
inteligente, acerca de los medios por los cuales ellos se
informaban sobre estos temas. Y los resultados fueron los
siguientes:
En lo que se refiere a la creencia en las temáticas
seleccionadas, comprobamos que todas superan el 50 %
de adhesión por parte de los alumnos encuestados, tanto
de sexo femenino, como masculino.
En el caso de las mujeres, el 83,73 % de las
consultadas, manifestaron creer en la existencia de los
Ovnis y los seres extraterrestres; en el caso de los
hombres, aun más: dijeron creer en la existencia de Ovnis
y extraterrestres el 88,15 %. ¡En colegios católicos! Qué
será en las escuelas estatales, donde no se da religión...
619
cfr. Semanario «Cristo hoy», 7 al 13 de septiembre de 2000, p.
23.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

¿Para qué tenemos los colegios católicos? ¿Para hacerle el


caldo gordo a la New Age? ¿Dónde están los catequistas,
los sacerdotes, las religiosas que tienen que enseñar la
doctrina católica?
El 60 % dijo adherir y creer en la magia, y en la
posibilidad de efectuar maleficios. Más del 51 % en las
mujeres, y el 55 % de los varones, dijeron creer en la
reencarnación. Se adhirieron a la astrología un 74 % en las
mujeres. El 52 % manifestó creer en la posibilidad de
establecer comunicación con los muertos. Y un 63,90 %
cree en que es posible la adivinación del futuro... ¡Ese
futuro contingente y libre, que solamente conoce Dios! Esa
es la situación. Ese es el porcentaje de creencia en este
tipo de tonterías que hay hoy día.
Y ¿cuáles han sido los medios a través de los cuales los
jóvenes tomaron contacto o conocimiento de las temáticas
enunciadas? Mayoritariamente han señalado: la televisión
y los libros y revistas, cerca de un 80 %.620
Es realmente para asustarse, para tomar conciencia de
que es un problema grave, un problema que afecta a las
mismas escuelas que se llaman «católicas», y que por
tanto puede afectar a nuestros colegios, el Bachillerato
Humanista e Isabel la Católica, y, por qué no, puede
afectar también el mismo Seminario y Estudiantado. No
sería raro que algún seminarista poco advertido, con la
mejor buena fe, esté aceptando doctrinas que están en
contra del Evangelio, que son de la Nueva Era; que llegan
porque están de moda, porque uno las ha escuchado de
alguna persona, y que suenan más o menos bien. Y
entonces uno, sin darse cuenta, en vez de estar
trabajando para Jesucristo, está trabajando finalmente
para el Anticristo.

7. Jesucristo, única novedad


Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de llegar a
conocer la realidad que nos toca vivir. El hecho de vivir en

620
Las estadísticas las sacamos de la Web Site: www.spes.8k.com
Las Servidoras
el Seminario o en el Estudiantado, donde normalmente no
se dan este tipo de cosas, ya que son lugares protegidos
como una burbuja, puede a algunos llevarles a olvidarse
que en el mundo, mayoritariamente, se está pensando y
viviendo absolutamente de otra manera, totalmente
distinta a la manera que nos enseña a pensar el Evangelio.
Y no nos asustemos si por equivocación hemos caído en
alguno de estos errores, sino que tomemos experiencia y
sepamos ayudar a tantos otros para que se liberen de esta
nueva adicción al esoterismo, al ocultismo, a la gnosis,
que está conformada por estas corrientes de la New Age.
Le pedimos a María que nos lleve a lo verdaderamente
nuevo, a lo auténticamente nuevo, que es su Hijo
Jesucristo, que, como dice San Ireneo, «al venir al mundo
ha traído consigo toda novedad».

12. DIOS ES ALEGRÍA INFINITA. LA CARIDAD CON EL


PRÓJIMO.

En este día en que nos encontramos celebrando el


Sacrificio redentor de Nuestro Señor, recordando de
manera especial a Santa Teresa de los Andes, patrona de
este monasterio, quisiera meditar sobre una frase muy
profunda que nos ha dejado esta santa y que nos debe
llevar a una comprensión más profunda de lo que debe ser
la vida de una comunidad consagrada.
«Dios es alegría infinita»621. Eso es así. Teresa captó lo
que es Dios, esa realidad de Dios, tan insondable, porque
era una mujer limpia, y alegre, con la alegría del
Evangelio. Con la alegría que nos señala San Pablo: estad
siempre alegres en el Señor, os repito, estad alegres (Fil
621
SANTA TERESA DE LOS ANDES, Carta 101; cit. MARINO PURROY, Así
pensaba Teresa de los Andes, Ediciones Paulinas (Santiago de Chile)
90.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

4,4). Y ¿cuál es la raíz profunda de la alegría? La raíz


profunda de la alegría es la caridad, es el amor. Es lo que
Jesús dice en el Evangelio: éste es el mandamiento nuevo,
que os améis los unos a los otros como yo los he amado
(Jn 13,34), y más abajo, lo que os mando es que os améis
los unos a los otros (Jn 15,17).
En mi último viaje he tenido la oportunidad de visitar
muchas comunidades religiosas, en las cuales se puede
fácilmente comprobar si las cosas andan bien. Cuando hay
alegría, todo marcha bien. En cambio, vienen los
problemas cuando no se vive la alegría. Es verdad que
siempre van a haber dificultades, porque somos criaturas,
falibles, y por tanto podemos fallar. Pero estos problemas
se llevan adelante, se solucionan. Cuanto no hay alegría (y
se percibe sobre todo en el rostro y en los ojos), hay algo
que no está andando bien. Y la causa de esta falta de
alegría es fruto de la falta de caridad.
Sobre todo en la vida contemplativa, hay que tener un
cuidado muy especial en la caridad que se tiene en la vida
comunitaria. Al ser la vida contemplativa una vida de
mayor unidad con Dios, exige mucho más la unidad con
nuestros hermanos, y por eso es que aquí tiene un gran
peso la vida comunitaria. Además, al no ser tan frecuentes
las salidas, es mucho más fácil que cualquier pequeñez
hiera la caridad y, en consecuencia, la alegría.
En el Evangelio, Nuestro Señor nos enseña con toda
claridad cómo tiene que ser la caridad fraterna. En primer
lugar llena de misericordia: ¿quién de nosotros no tiene
pecados? ¿Quién de nosotros no tiene limitaciones? Y si yo
las tengo, las tienen que tener los demás. Por eso dice:
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
(Lc 6,36). De ordinario en lugares donde más hace falta la
caridad es en los monasterios de vida contemplativa.
Un obispo me dijo que una vez, cuando estaba visitando
la Trapa, tuvo el siguiente diálogo con el hermano que lo
acompañaba:
– Aquí sí que se vive la caridad – dijo el obispo.
– No, Monseñor, acá es lugar donde menos se vive la
caridad.
Las Servidoras
–¿Cómo? – replicó el prelado.
– Claro, como no hablamos entre nosotros, cuando uno
ve que el otro tiene la nariz torcida, ya se está imaginando
que está pensando mal de uno, o qué tendrá algo en
contra, y entonces así faltamos a la caridad más que en
otro lado.
Dijo Cristo: Dad y se os dará (Lc 6,38) contra aquellas
personas que exigen que se les dé todo lo que piden y, por
el contrario, son avaras en dar y duras con los que
necesitan una ayuda, los que necesitan una palabra, los
que necesitan un poco de tiempo, como los que necesitan
una sonrisa, o los que necesitan alegría.
¿Cómo se practica la caridad con el prójimo? De varias
maneras. En los pensamientos, en las palabras y en las
obras622.
El mandamiento que nos manda amaos los unos a los
otros (Jn 13,34) nos demanda la misma fuerza con que nos
manda amar a Dios. Por eso dice el segundo es semejante
a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 29).
De tal manera que así como estamos obligados a amar a
Dios, estamos obligados a amar al prójimo. Dice San Juan:
Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a
Dios, ame también a su hermano (1Jn 4,21) y también: Si
alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es
un mentiroso (1Jn 4,20). Por esta razón, la mentira más
grande que puede haber en la vida contemplativa, es una
religiosa que no ame al prójimo. ¿Por qué? Muy simple.
Está allí para amar a Dios. Y si no ama al prójimo, no ama
a Dios, es mentirosa, pues quien no ama a su hermano, a
quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1Jn 4,20).
Que el que ame a Dios, ame también a su prójimo. De tal
manera que la verificación del amor a Dios es el amor al
prójimo, y uno puede saber si de verdad ama realmente a
Dios, si ama de verdad al prójimo, a todo prójimo, sobre
todo al que nos es más insufrible. Debemos recordar
siempre que la caridad hecha a cualquier hermano, de
toda forma, se la hacemos al mismo Dios.
622
En líneas generales seguimos un sermón de San Alfonso sobre
la Caridad con el prójimo; cfr. SAN ALFONSO, Obras ascéticas, II (Madrid
1964) 884ss.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

1. En pensamientos
Es en los pensamientos en lo que generalmente se
suele faltar más a la caridad. Por ejemplo, cuando
juzgamos mal al prójimo sin fundamento cierto. De tal
manera que si alguien juzga que una persona comete
pecado –y no es quién para juzgar eso– la persona que
juzga está cometiendo el pecado que está pensando que
cometió la otra persona. Si es pecado mortal, mortal; si
venial, venial. El juicio temerario en materia grave es
siempre pecado mortal. Y es por eso que dijo también
Jesucristo –y en el Sermón de la Montaña, no en cualquier
lugar–, No juzguéis y no seréis juzgados (Mt 7,1),
condenando Nuestro Señor a quienes juzgan a los demás
de una manera injusta, temeraria, presuntuosa,
sospechando, sin fundamento, metiéndose en donde nadie
les llama. Perdonad y seréis perdonados (Lc 6,37). No
alcanzaremos el perdón de Dios si no somos capaces de
perdonarnos entre nosotros. ¡Tantas cosas pueden pasar
en la vida contemplativa! ¿Que se agarren a cuchilladas?
No, evidentemente que no. ¿Que una no la miró a la otra?
¡Ah! Eso puede ser. Pero hay que perdonar, y perdonar de
corazón; no de cualquier manera, sino de corazón. Y
perdonar siempre.
Distinto es el caso de los superiores, quienes a veces
tienen la obligación de sospechar de la conducta de sus
súbditos, por deber de estado. Si una persona es
habitualmente mentirosa o exagerada, o busca quedar
siempre bien, la Superiora tiene que pensar en la
posibilidad de que esté mintiendo, o que probablemente
tenga doble intención, o que lo haga para figurar. Como
sucede con los padres, dice San Alfonso María de Ligorio:
«¿Habrá padres y madres necios que ven sus hijos con
malas compañías y los dejan seguir, total... no hay que
pensar mal...? Tontería insigne». Porque evidentemente es
así: «dime con quién andas y te diré quién eres». Si es una
persona que habitualmente murmura, y la ve con malas
compañías, probablemente esté murmurando, haciéndose
daño a sí mismo, y a la comunidad.
Las Servidoras
También se peca contra la caridad cuando uno se
alegra de la desgracia ajena... «resbaló y se hizo un
esguince... ja, ja, ja». Lo piensa, no lo dice. «Se lo tiene
merecido...». O también entristecerse cuando al otro le va
bien.

2. En las palabras
La gran plaga de la vida religiosa es la falta de caridad
en las palabras, la murmuración. Es decir, cuando se
habla en contra o en perjuicio de un ausente. El libro del
Eclesiástico, por ejemplo, dice: El murmurador mancha su
propia alma, y es detestado por el vecindario (Sir 21,28).
Generalmente, el murmurador tiene quien lo escuche,
sobre todo en las mujeres. Les gusta prestar atención: «a
ver... está hablando mal de tal...»; pero huyen de esa
persona, ¿por qué? Porque «después va a hablar mal de
mi...».
Estos son odiados por todos, por Dios y por los
hombres. Por eso dice San Bernardo que «la lengua del
murmurador es una espada de tres filos»623, ya que hiere
al prójimo, hiere a quien le escucha y se hiere a sí mismo».
Puedo poner muchos casos que conozco de
murmuración, a modo de ejemplo. Una hermana que dijo:
«no estoy de acuerdo en todo» cuando habló la Superiora,
está murmurando. Porque, en primer lugar, ¿quién es ella
o qué autoridad tiene para decir una cosa así? Le mete la
pulga en la oreja a la otra que está al lado: «será muy
buena... pero no confío». Está moviendo a desconfiar y eso
destruye la vida religiosa. Y se excusa: «yo lo dije en
secreto, a otra, y nadie más escuchó»... Es como la
serpiente que muerde en secreto. Que sea en secreto no
quiere decir que no sea veneno, que no sea picadura, y
que no cause, como pasa a veces, la muerte. No menos
que serpiente –dice el Eclesiastés– quien muerde en
silencio es quien dice de otro el mal en secreto (10,11).

623
De divers., s. 17, in Ps 56.
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Otra forma de faltar a la caridad en las palabras es la


maledicencia. No sólo se le quita la fama al prójimo,
achacándole cualquier pecado como verdadero, o
exagerando lo cierto, sino también cuando se descubre a
otros algún pecado oculto. ¿Quién manda decir los
pecados de los demás? ¿Acaso hay un mandato de
Jesucristo, del Evangelio? Maledicencia. Y quien descubre
un pecado grave ajeno, secreto, comete un pecado grave,
pecado mortal si el pecado fue mortal, porque lo divulga
sin causa justa.
También se falta a la caridad en las palabras con los
chismes. No bien oyen hablar mal de otro, les falta
tiempo para ir a contarlo a la persona de quien se
murmura. Sacan chispas con los zapatos... «¿Vos sabés?
Me enteré de tal...». Se les dice «correveidile» ¡Qué daño
hacen! Dice el libro de los Proverbios que Dios odia al
quien siembra discordia entre los hermanos (Pro 6,19).
Dios odia.... Por eso hay que seguir el consejo del
Eclesiástico: El que se regodea en el mal será condenado,
el que odia la verborrea escapará al mal. No repitas nunca
lo que se dice, y en nada sufrirás menoscabo. Ni a amigo
ni a enemigo cuentes nada, a menos que sea pecado para
ti, no le descubras. Porque te escucharía y se guardaría de
ti, y en la ocasión propicia te detestaría. ¿Has oído algo?
¡Quede muerto en ti! ¡Ánimo, no reventarás! Por una
palabra oída ya está el necio en dolores, como por el hijo
la mujer que da a luz (Sir 19,5–11). Si se enteran de algún
mal no lo revelen ni siquiera con indirectas... Porque
ustedes son maestras en el arte de las indirectas: «si yo
hablase...»; y siembra la sospecha, tal vez, mucho más
grave de lo que en realidad es. Ni con indirectas, ni con
gestos. Movimientos de cabezas o modos semejantes
causan mayor mal porque dan a entender mayor mal que
el que en realidad es. Todas son maneras de falta de
caridad y pueden llegar a ser graves.
Aun hay más. Se falta a la caridad en las palabras
cuando se ridiculiza o se mofa de la persona, tanto
presente como ausente. Dice Nuestro Señor: Por tanto,
todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo
también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los
Las Servidoras
Profetas (Mt 7,12). Si no te gusta que se mofen de ti, si no
te gusta que te ridiculicen, no lo hagas con los demás.
Por último, respecto a las palabras: las
contestaciones. ¡Cuántas veces se falta a la caridad por
las contestaciones mal dadas, por la falta de respeto a la
persona que se le debe respeto, por el solo hecho de no
dar el brazo a torcer! Se le corrige de algo, pero tiene que
tener la última palabra, es incapaz por ejemplo, de decir,
cuando recibe la corrección, «muchas gracias». Muy
edificante es el ejemplo que nos contaba el P. Ortego. Iban
manejando unas monjitas, las peruanas, hicieron una mala
maniobra y por poco chocan con una camioneta. Cuando
llegaron a un determinado lugar, la camioneta las había
seguido y se les atravesó. Bajó el chofer enfurecido,
porque por poco tienen un accidente, y les empezó a gritar
– ¡Ustedes son unas bestias, no saben manejar!
– Muchas gracias señor – le respondió la que manejaba.
– Porque ¡Cómo puede ser que hagan esas cosas! –
replicó él.
– Muchas gracias señor – volvió a decir ella.
Entonces el chofer, cambiando de actitud, dijo:
– Pero hermanitas, tengan un poquito más de cuidado...
Como vemos, cambió de actitud. ¿Por qué? Por que se
le supo responder.
Por eso las discusiones en pavadas que no terminan en
nada bueno, llevan a cosas ociosas, y a discusiones más
enojosas aun. Hay sobre todo quienes tienen el instinto de
contradicción: siempre están en la contraria.
– ¡Qué lindo día!
– Sí, pero está nevado.
– ¡Qué buena noche!
– Sí, pero hace frío.
– ¡Qué invierno agradable!
– Más lindo es el verano.
Por lo que no te incumbe no discutas, y en las
contiendas de los pecadores no te mezcles (Sir 11,9).
Alguna dirá: «yo hablo de cosas razonables». Es increíble,
pero aquí mismo me han dicho hace años: «...cosas
razonables... nosotras no tenemos que ser carmelitas,
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

tenemos la espiritualidad...» y qué se yo qué más... Y se


había armado toda una discusión y división entre unas y
otras, hablando de algo que no tenían ni la más remota
idea.
Ahora, en algunos de nuestros monasterios
contemplativos, salió el tema de vivir la clausura. Y ponen
ese tema allá arriba: está la clausura, y después viene la
Santísima Trinidad. Entonces discutían si la reja tiene que
ser doble, si no, si con puntas hacia fuera o hacia adentro,
de si la distancia debe ser de medio metro, porque «hay
que evitar el contacto físico»... Parece mentira. De niño yo
iba a las carmelitas y cuando entraba decía «¡Madre!», y
metía el dedito entre la reja para tocar su dedo, porque
uno está acostumbrado a dar la mano. Y hasta algunas
aludieron a que Santa Clara compara la clausura con la
virginidad. Lo cual es una comparación análoga. Pero
cuando la cabeza no funciona, hay quienes lo entienden
de manera unívoca. ¡Cómo es posible! Entonces, si una
fue al casamiento de su hermana, o de algún pariente,
perdió la virginidad... O cuando visitó a algún familiar
enfermo... ¿Qué? ¿Perdió la virginidad? ¡¿Puede ser eso?!
Evidentemente que no. Pero hay alguna que le echa leña
al fuego, y entonces se arma el incendio. Y puede ser que
tengan razón, pero como dice San Roberto Belarmino:
«más vale un grano de caridad, que cien kilos de
razón»624. ¿Qué es lo que hay que hacer? Hablar bien de
todos, no escuchar a quienes hablan mal. Conozco el caso
de un seminarista al que un sacerdote fue y comenzó a
hablarle mal del superior... «Padre, hable con el superior
porque conmigo no tiene que hablar». Se salvó (al poco
tiempo ese padre abandonó los votos religiosos). Porque
sino, si lo escucha, ya le entra el mal espíritu y comienza a
desconfiar del superior, empieza a meterse en una cosa
que no le corresponde y muchas veces hasta se termina
mal.
Defender en cuanto sea posible a las víctimas, «si no es
posible excusar la acción, por lo menos salvar la
intención»625, dice San Bernardo. Practicar la
624
cit. en SAN ALFONSO, Obras ascéticas, II (Madrid 1964) 890.
625
In Cant., s. 40.
Las Servidoras
mansedumbre con todos. El libro de los Proverbios dice:
una respuesta blanda calma la ira, una palabra áspera,
enciende la cólera (Prov 15,1). Corregir al que yerra de
manera correcta, como corresponde, como una obra de
caridad, tal como se nos manda en el Evangelio y decir
como ese seminarista: «Padre, lo que Usted está haciendo
está mal, está murmurando». Ahí termina la cosa y si uno
no hace así, uno es cómplice de la murmuración.

3. En las obras
Por último, la caridad en las obras, dice San Juan,
también, No amemos sólo de palabra y con la lengua, sino
con obras y de verdad (1Jn 3,18). Y aquí tiene importancia
fundamental la limosna. «¿Padre, cómo podemos hacer
nosotros limosna, si no tenemos dinero?». La limosna no
es solamente con el dinero. La limosna es el alivio que se
da, la ayuda que se presta, el servicio de uno, el tiempo
que uno le da a otro, el saber escuchar, el saber callar,
saber corregir. Son todas las obras de misericordia
materiales y espirituales. También rezar por las almas del
Purgatorio es una manera de practicar la caridad en obras,
con los enfermos, con los que nos fueren más antipáticos,
con los que nos persiguen. La caridad cristiana consiste en
querer y hacer bien a quienes nos odian y hacen mal...
amad a vuestros enemigos, rogad por los que os
persiguen (Mt 5,44). Y si hacemos así podremos rezar de
verdad el Padre Nuestro: «perdona nuestras ofensas así
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Pidámosle a la Santísima Virgen y a Santa Teresa de los
Andes la gracia de vivir en verdad y en profundidad la
caridad entre nosotros, reconociendo así que «Dios es
alegría infinita».

13. OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO


R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Queridos hermanos y hermanas, en el Evangelio que se


acaba de proclamar tenemos una enseñanza central de
nuestro Señor Jesucristo. Enseñanza central que comenta
magníficamente bien un gran exégeta: el P. Bover, no
conozco mejor comentario que el que él hace.
Nos enseña nuestro Señor en forma reiterada eso,
central de nuestra religión, que es la caridad, el amor. Y lo
hace con tres fórmulas, es decir, tres veces formula ese
mandamiento y aunque las fórmulas varían un poco, sobre
todo cuando se ve el texto griego, son sinónimas, quieren
expresar exactamente lo mismo.
En la primera fórmula expresa la novedad de ese
mandamiento; en la segunda fórmula expresa el motivo
por el cual el discípulo de Él tiene que cumplir ese
mandamiento; y en tercer lugar presenta ese
mandamiento como distintivo de sus discípulos.

1. Novedad.
En primer lugar entonces, presenta ese mandamiento
como un mandamiento nuevo: Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros (Jn 13,34). Esta
fórmula consta de dos partes: la primera se refiere a la
prescripción, es decir, prescribe nuestro Señor: Os doy un
mandamiento nuevo. Y la segunda se refiere al contenido
de esa prescripción. Y ¿de qué carácter es la prescripción?.
La prescripción no es un mero consejo, un parecer sino
que es un verdadero mandamiento Os doy un
mandamiento, es decir, algo que no es opinable, que no
está dejado a nuestra libertad el hacerlo o no hacerlo,
aunque debemos usar de nuestra libertad para hacerlo,
pero la prescripción no esta dejada a nuestra libertad, el
que sea la cosa así o no.
¿Por qué ese mandamiento es nuevo?. Porque es
distinto. En el Antiguo Testamento se hablaba del amor al
prójimo como a nosotros mismos, sin embargo, acá ese
mandamiento adquiere otra calidad, otra exigencia.
Las Servidoras
Porque otra es la motivación, porque otra es la forma de
entenderlo. Y esto que hace nuestro Señor es algo
personal. Os doy, ¿quién?, «Yo, Jesucristo»; ¿A quién?, «A
Uds.», a nosotros, a los discípulos. Es algo personal, no es
algo informe o anónimo. Es personal, mío, de él, vuestro,
de nosotros.
Y la segunda parte de esta primera fórmula trae el
contenido que es el amor. Amor que a su vez deberá ser
personal y recíproco Amaos los unos a los otros. «Amaos»,
personal; «los unos a los otros», recíproco.

2. Modelo, motivo y medida.


En la segunda fórmula lo más característico es la
primera parte en la que Él, el Maestro, propone su amor
como modelo, como motivo y como medida del amor que
debemos tenernos unos a otros.
En primer lugar como modelo Así como yo os he amado
(Jn. 13,34), Él es el modelo. Y ¿cuáles son las
características de ese amor de Cristo por nosotros?
Aparece en la primera carta de San Juan: Él nos amó
primero (1Jn. 4,19), es un amor que lleva la iniciativa, no
es un amor que ama cuando recibe el bien sino que hace
el bien sin esperar la contrapartida, sin merecimientos
nuestros. Él nos amó, nos sigue amando a pesar de
nuestro pecados, de nuestras miserias, de nuestras
debilidades; no solamente que no tenemos merecimientos
sino más bien tenemos muchos deméritos y ofensas.
Ese amor de Jesucristo por nosotros por cada uno de
nosotros es un amor inmenso, es un amor eterno, es un
amor ardiente, es un amor apasionado y es un amor
desinteresado; y además tiene la característica del
verdadero amor que es eficaz en buenas obras. Él no
quiere nuestro bien de cualquier manera sino que quiere
nuestro bien de manera eficaz, es decir, de manera que
nosotros podamos alcanzar de hecho el bien.
Es un amor además abnegado, es un amor sacrificado.
Tan sacrificado que lo llevó al Calvario a morir en la cruz; y
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

es un amor que abarca a todos los hombres, pero no a


todos los hombres así como se entiende muchas veces
como si fuese una cosa in genere, en general, todos los
hombres implica cada uno de los hombres en forma
personal, como si fuésemos el único hombre que está
sobre la tierra; estoy crucificado con Cristo –dice San
Pablo– vivo yo pero ya no soy yo quien vive, es Cristo
quien vive en mí (Ga 2,19–20) porque padeció, me amó
a mí.
Además de modelo, se presenta en segundo lugar,
como motivo por el cual debemos amarnos entre nosotros,
por eso dice San Pablo El amor de Cristo nos apremia (2Co
5,14). La frase que Don Orione hizo poner en la entrada
del Cotolengo en Claypole: «Caritas Christi urget nos». «El
amor de Cristo nos urge...» nos apremia, nos espolea, nos
fuerza a pagarle amor por amor; y así hemos de amar al
que tanto amó.
En Quito, en el Convento de San Diego, la religiosa
fundadora de esa Congregación hizo poner un letrero al
pie de la cruz del Cristo del coro: «Así es como se ama». Y
esa cruz es el motivo por el cual debemos amarnos unos a
otros. A pesar de la incomprensiones, a pesar de las
limitaciones.
En tercer lugar tenemos la medida del amor. La medida
del amor es entregarse hasta no dar más, hasta el límite
habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo (Jn
13,1). Por eso todo amor es extremoso.
Recuerdo una vez que tenía que ir a predicar a un
colegio de señoritas muy indisciplinado, con graves
dificultades de conducta, que no querían saber nada de
nada, ni del Evangelio. ¿Cómo iba a hacer para
engancharlas? Me puse una semana a escuchar la radio
por la mañana para conocer las canciones de amor y las
anotaba. Y me encontré que aun el amor humano expresa
una realidad extremosa: «Voy a escribir tu nombre en
todas las paredes del mundo para que sepas que te amo
de verdad». Ese es el amor, es exagerado. Otros que
recuerdo repetía: «Te quiero tanto que sin ti no puedo más
vivir»; «Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo...»; «Ay
Las Servidoras
mi amor, por ti me juego el alma, sin ti ya no hay mañana,
sin ti, mi amor, mi vida no vale nada». Es extremoso, pero
es lo que expresa esa realidad del todo tan especial que
en el caso de nuestro Señor es elevada a un nivel
sobrenatural.
La novedad, el modelo y la medida en el amor con el
que el hombre se ama a si mismo y a los demás, ahora es
el amor con el que Cristo nos ama. Amor
incomparablemente más leal y sincero, más santo y
delicado, más ardiente y generoso. Amor infinito y divino.

3. Distintivo
La tercera formula, en esto todos reconocerán que sois
mis discípulos, en el amor que os tengáis los unos por los
otros (Jn 13,35). ¿Cómo se distingue un católico? ¿Por qué
lleva una cruz? No. ¿Por qué va a Misa? No. Puede venir a
Misa y faltar amor. ¿Cuál es la señal dada por Jesucristo
por la cual se distinguen sus discípulos? Es el amor, en
esto todos reconocerán que sois mis discípulos ¿Cómo una
mujer tan débil, pequeña como la Madre Teresa de Calcuta
fue llorada por todo el mundo? Todos los gobiernos
mandaron representaciones. La velaron en el mismo
sarcófago donde velaron a Mahatma Gandi y a Nerú,
próceres de la India. ¿Qué es lo que pasa ahí? Es el amor.
Una mujer que se decidió a amar como Cristo nos amó.
¿Qué pasa con este fenómeno que es Juan Pablo II? Con 81
años sigue haciendo viajes maratónicos. En Grecia había
manifestaciones en contra de ultra ortodoxos. En medio de
la visita hicieron una encuesta y el 99 % de los griegos
estuvo de acuerdo con la visita del Papa a Grecia. ¿Por
qué? ¿Cómo puede ser eso? Por que es un hombre que
ama, y busca el bien y busca la paz entre los hombres y
los pueblos. El amor por tanto es la divisa de los
verdaderos discípulos de Cristo. Así lo dice Jesús. Y por eso
él se presenta delicadamente como el Maestro del Amor.
Los soldados de un rey se distinguen por las insignias del
rey. Y la insignia de Cristo es la caridad. «La caridad
fraterna, dice San Juan Crisóstomo, es la floración de la
santidad, el inicio de la virtud verdadera».
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

Y lo que pasa en el mundo y también en la Iglesia, no es


que haya fracasado el amor, los que han fracasado son los
hombres que inventan cosas distintas del Evangelio de
Jesucristo. Sistemas filosóficos, sociales, políticos o
ideológicos que pretenden suplantar el cristianismo y se
olvidan de que no hay forma, no hay manera, no hay
como, suplantar lo que es la gran divisa del amor, que es
lo que Jesús quiere que vivamos cada uno de sus
discípulos.
Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de poder vivir
siempre este amor tal como lo enseñó nuestro Señor, con
todos, no solamente con los amigos, sino también con los
enemigos, con los que nos hacen daño o con los que nos
hacen mal, porque Cristo clavado en la cruz dijo: Padre,
perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23,34). El
amor perdona, no tiene en cuenta el mal recibido, como
dice San Pablo, más bien lo está excusando. Si no puede
excusar la acción, porque hay acciones que son
objetivamente malas, excusa la intención «Vaya a saber,
pobre...». Por eso pidámosle también a la Santísima
Virgen, ella que como nadie entendió lo que era la gran
divisa de su Hijo, que nos alcance de Él la gracia de poder
distinguirnos siempre por esa divisa inmortal que es la
divisa del amor. Porque pasará todo, pasará la fe, pasará
la esperanza, pero el amor nunca morirá (1Co 13,8).
ABREVIATURAS BÍBLICAS

ANTIGUO TESTAMENTO.
Gn Génesis Ct Cantar de los Cantares
Ex Éxodo Sb Sabiduría
Lv Levítico Sir Sirácida (Eclesiástico)
Nm Números Is Isaías
Dt Deuteronomio Jr Jeremías
Jos Josué Lm Lamentaciones
Jue Jueces Ba Baruc
Rut Rut Ez Ezequiel
1Sam 1º Samuel Dn Daniel
2Sam 2º Samuel Os Oseas
1Re 1º Reyes Jl Joel
2Re 2º Reyes Am Amós
1Cr 1º Crónicas Ab Abdías
2Cr 2º Crónicas Jon Jonás
Esd Esdras Mi Miqueas
Ne Nehemías Na Nahum
Tb Tobías Ha Habacuc
Jdt Judit So Sofonías
Est Ester Ag Ageo
Job Job Za Zacarías
Sl Salmos Ml Malaquías
Pr Proverbios 1Mac 1º Macabeos
Qo Qohelet 2Mac 2º Macabeos
(Eclesiastés)
NUEVO TESTAMENTO.
Mt Mateo 2Te 2º Tesalonicenses
Mc Marcos 1Tim 1º Timoteo
Lc Lucas 2Tim 2º Timoteo
Jn Juan Tit Tito
He Hechos de los Flm Filemón
Apóstoles. (Actas)
Heb Hebreos
Ro Romanos
Sant Santiago
1Cor 1º Corintios
1Pe 1º Pedro
2Cor 2º Corintios
2Pe 2º Pedro
Ga Gálatas
1Jn 1º Juan
Ef Efesios
2Jn 2º Juan
Flp Filipenses
3Jn 3º Juan
Col Colosenses
Jds Judas
1Te 1º Tesalonicenses
Ap Apocalipsis
INDICE TEMÁTICO

********

********
INDICE GENERAL

Prólogo..........................................................................7

Primera Parte
Santísima Trinidad

1. La verdad más bella: Dios es Uno y Trino................13


2. Siempre el primero Dios..........................................26
3. La bondad de nuestro Padre
celestial..................................... 39

Segunda Parte
Jesucristo

Capítulo 1: El Verbo Encarnado


1. Jesucristo, el Verbo Encarnado................................45
2. Disolución de la Encarnación...................................49
3. «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn
1,14)................................................................................56
4. Negación de la Encarnación.....................................71
5. Hegel y el vaciamiento del Verbo. El intento de
reducir el cristianismo de acontecimiento a idea.............80

Capítulo 2: ¿Quién es Jesucristo?


1. ¿Quién eres, Señor? (He 9, 5)..................................87
2. «No tengáis miedo ¡Yo Soy!» (Mt 14,27)..................90
3. Jesucristo «eternamente joven»..............................92
4. Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68).............97
5. Cristo Rey del Universo..........................................101
Capítulo 3: Su Pasión
1. Cristo Crucificado y la Servidora............................107
2. El clavo penetrante es una llave............................114
3. ¡Gritó el Señor!......................................................121
4. Tres exclamaciones y tres signos..........................124
5. Colgado de la Cruz.................................................129
6. Himno a la Cruz.....................................................146
7. Todo está en la Pasión...........................................148
8. Un gran drama: ¡La Pasión!...................................151
9. Cuadros de la Pasión.............................................159
10. «Todos somos uno en Cristo Jesús» (Gál 3,28)... .165

Capítulo 4: Su Resurrección
1. Testigos de la resurrección....................................177
2. Cristo resucitado: Hombre perfecto.......................186
3. ¿Agobiado o resucitado?........................................194

Tercera Parte
Los Santos

Capítulo 1: La Santísima Virgen María


1. María, ¡es Madre de Dios!......................................205
4. «... concebirás y darás a luz un hijo» (Lc 1,31)......207
3. La Mujer vestida de sol..........................................219
4. ¡Sella las cosas que hablaron los truenos!.............228

Capítulo 2: Los Apóstoles del Señor


1. Los apóstoles, miembros «de excepción» del Cuerpo
Místico............................................................................239
2. La gracia específica de los 12 apóstoles................243
3. San Pedro: los escritos en la basílica.....................246
4. El misterio de Pedro...............................................259
5. El Primado de Pedro...............................................265
6. El multifacético Pedro............................................279
7. Los tres grandes testigos.......................................288
8. La sonrisa y el Viento: Natanael, bar Tholmai........296
9. La sonrisa de un Apóstol........................................299
10. Era un hombre plural...........................................302
Las Servidoras
11. El Viento y la misión............................................305

Capítulo 3: Los discípulos del Señor


1. María Magdalena...................................................309
2. Los Santos vilipendiados........................................313

Cuarta Parte
Esposas del Verbo

1. Esposas del Verbo.................................................319


2. Esposa de Jesucristo..............................................321
3. Él (I).......................................................................324
4. Él (II)......................................................................331
5. Él (III).....................................................................339
6. No dos, sino uno....................................................344
7. Pequeño florilegio de la virginidad.........................353
8. Maternidad Espiritual.............................................365
9. Piden al cielo el bien de la tierra............................375
10. La vida religiosa: ¿útil o inútil?.............................384

Quinta Parte
El Cántico Nuevo

1. ¿Por qué tantas incomprensiones?........................393


2. La libertad en Cristo..............................................404
3. Locura de ser cristianos.........................................407
4. ¡Possumus!............................................................412
5. Las «banderas» para las jóvenes consagradas......415
6. La renovación en sus fuentes. Sobre la aplicación
del Concilio Vaticano II...............................................421
7. Un cristianismo sin «rímel»....................................430
8. Las tribulaciones, camino al cielo..........................434
9. El cielo. «¡Qué bien se está aquí!».........................438
10. El Verbo y la Biblia...............................................442
11. New Age.............................................................452
R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, IVE

12. Dios es alegría infinita. La caridad con el prójimo.


.......................................................................................462
13. Os doy un mandamiento nuevo...........................470

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