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La nuda vida
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la imagen significativa: «el ser humano como tal», definido por los
derechos humanos, no siendo más que pura vida, es entregado a ser
asesinado: «el mundo no halló nada sagrado en la abstracta desnu
dez del ser humano» (Arendt, 1967, p. 415; trad. esp. 424). El refugiado
es el testimonio de la ineficacia práctica de la presunta potenciación
de la vida a través de los derechos del hombre genéricamente viviente.
En Agamben, el totalitarismo deviene el terreno privilegiado de
análisis de la biopolítica. En el nazismo, la nuda vida está inmedia
tamente politizada en tanto es vida destinada a la muerte (también
aquí se reenvía a la arendtiana definición del nazismo como régimen
que ocupa integralmente todas las esferas de la vida, naturalizándo
la). Respuesta paroxísticamente biopolítica a la crisis del espacio
político y a la disolución de la regulación sistémica. Los judíos son
desclasados progresivamente a ciudadanos de segunda categoría,
después «producidos» como nuda vida y, finalmente, exterminados.
Exterminio que no es holocausto o sacrificio, sino que está implícito
en el orden jurídico soberano que los mata «como pulgas», habién
dolos producido como nuda vida: «el judío bajo el nazismo es el
referente negativo privilegiado de la nueva soberanía biopolítica y,
como tal, un caso flagrante de homo sacer, en el sentido de una vida
a la que se puede dar muerte pero que es insacrificable» ( h s , p. 126;
trad. esp. 147). El poder decide sin mediaciones sobre el valor o
desvalor de la vida, tal y como confirman las prácticas eugenésicas,
la eutanasia y la experimentación sobre las vidas calificadas como
«sin valor».
El continuum biopolítico de democracia y totalitarismo viene ava
lado por experimentaciones similares realizadas también en países de
mocráticos sobre vidas «sin valor», como aquellas de los condenados
a muerte. Agamben aquí acoge el análisis foucaultiano sobre el ra
cismo, enfatizando la movilidad de las cesuras biológicas que discri
minan y excluyen una vida para reforzar otra e insistiendo sobre la
simultaneidad de los dos procesos, de exclusión y de refuerzo: la pro
ducción de vida desnuda los abraza y los hace comprensibles. El
pueblo emerge de la exclusión racista de una específica población
entendida como amenaza biológica. En Lo que queda deAuschwitz,
se confirma que el poder es biopoder, decisión sobre la calificación
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que el ejercicio del poder soberano pasa más que nunca a través de
aquéllas y se ha situado nuevamente en la encrucijada de las ciencias
médicas y biológicas» ( h s , p . 183; trad. esp. 208). También estos
ejemplos, sugeridos por la actualidad, de poder legal sobre la zona
gris del viviente-muriente testimonian, para Agamben, la matriz del
campo\ es imposible distinguir entre el vivir del ser viviente y su
existencia de sujeto político, y esta indistinción es típica del estado
de excepción.
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es aquel que «en cada uno de sus actos pone siempre en cuestión la
propia vida» con una «decisión irrevocable», se propone como «uni
dad inseparable del ser y de sus modos, de sujeto y cualidad, de vida
y mundo» ( h s , p. 170; trad. esp. 194). Cohesión indisoluble, inma
nencia, que emerge de una vida que se sustrae a todas las calificacio
nes biopolíticas.
Si la potencia es pensable fuera del bando y de todas las relacio
nes de poder, entonces la nuda vida no está constituida como tal por
el poder soberano, sino que se invierte en singularidad cualquiera.
Sustracción absoluta a la captura del poder y a las aporías de la so
beranía, la potencia no se acomoda al poder: como en el nihilismo
mesiánico de Benjamin. La nuda vida que la excepción excluye y
abandona es, desde una perspectiva heideggeriana, aquello que
orienta la historia, la cual tiende hacia lo originario: el destino de
Occidente es reapropiarse del origen, de la nuda vida. En Lo abierto,
«la asunción de la misma vida biológica como tarea política (o más
bien impolítica) suprema» (Agamben, 2002, p. 113; trad. esp. 141) se
dirige a la asunción de la simple existencia, de hecho, de los pueblos,
fuera de la política y del Estado. Aquella que Agamben llama «bio
política menor» no trata la apropiación y la obra, sino el retorno a la
nuda vida, no como fundamento del poder sino como forma de
vida.
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