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Elaborado por: Luis Francisco Jara Pacheco

La teoría política contemporánea distingue dos formas fundamentales de macro

organización política y social: Estados unitarios (simples) y Estados federales

(complejos). En particular, parafraseando a Ferrando Badia (1976), la federación

es la organización política y racional presente en amplias circunstancias

territoriales; se caracteriza por el establecimiento de relaciones de paridad entre

las entidades que la componen.

Acorde con lo anterior, la función pública es una responsabilidad compartida

entre tres niveles de gobierno: federal -también denominado central-, estatal y

local. Así, por ejemplo, son regímenes federales Alemania, Argentina, Estados

Unidos de Norteamérica, Brasil, México, Venezuela, entre otros. Cabe aclarar que

“las modalidades concretas varían de país a país, dependiendo de la estructura

constitucional, la tradición cultural y las actitudes políticas y burocráticas” (Morata,

1990, p. 157).

La dinámica federativa, constituida por las relaciones de poder entre distintos

niveles de gobierno, promueve la práctica de las relaciones intergubernamentales

(RIG). El término relaciones intergubernamentales se originó en los Estados

Unidos de Norteamérica durante el decenio de 1930, sin embargo, se desconoce

con especificidad su origen. De manera puntual, William Anderson (1960) citado

por Wright (1997, p. 71), define las RIG como “un cuerpo importante de

actividades o de interacciones que ocurren entre unidades gubernamentales de

todos tipos y niveles dentro del sistema federal”. Por su parte, Arandia (2002),
demarca las RIG como un conjunto de relaciones e intercambios entre distintas

unidades gubernamentales, instancias de concertación política y estrategias de

bienestar social que se desarrollan en un régimen federal, por tanto, “se

establecen convenios con los diferentes niveles de gobierno para que el proceso

de delegación sea efectivo y la transferencia de poderes no sea ilimitada ni

tampoco problemática” (Pacheco-Vega & Obdulia, 2004, p. 116).

Entre los participantes de las RIG se incluye a los funcionarios públicos

(presidentes, gobernadores, alcaldes y administradores de ciudades) y a la

ciudadanía en general. Dicho lo anterior, la obvia pluralidad de sujetos conlleva a

generar conflicto en lo referente a la toma de decisiones en el sistema federal.

Crommelin (2001) identifica cuatro enfoques de resolución de conflictos aplicables

a tales complicaciones derivadas de la pluralidad de partes: 1) resolución formal;

2) resolución informal; 3) articulación de foros intergubernamentales; y 4)

resolución popular de conflictos.

La resolución formal de conflictos se centra en la búsqueda de una solución

jurídica, en sentido contrario, la resolución informal se basa en el establecimiento

de mecanismos de cooperación que permiten solucionar la disputa sin necesidad

de proceder por la vía jurisdiccional. La articulación de foros intergubernamentales

permite resolver el conflicto al intercambiar información, realizar consultas e

implementar decisiones conjuntas. Finalmente, la resolución popular determina a

la participación ciudadana como la solución al conflicto, dicho brevemente, resulta

necesario realizar una consulta a la población (referéndum) para garantizar una

respuesta conveniente al problema.


Avanzando en el razonamiento de las relaciones intergubernamentales,

tradicionalmente se han planteado tres modelos: 1) autoridad coordinada; 2)

autoridad superpuesta; y 3) autoridad inclusiva (Wright, 1997). En primer lugar, en

el modelo de autoridad coordinada existe una relación de autonomía entre el

gobierno federal y estatal, en cambio, el gobierno local depende en gran medida

del estatal. Bajo esa premisa, las entidades locales son hijas de la unidad estatal y

sólo pueden ejercer los poderes que les han sido expresamente concedidos.

Segundo, en el modelo de autoridad inclusiva existen relaciones de jerarquía

entre las tres unidades gubernamentales, más aun, se establece una fuerte

dependencia hacia el gobierno federal (central). La unidad central manifiesta la

intención de expandir su proporción de poder por medio de la implementación de

dos estrategias, por un lado, reducir los poderes de los estados o de las

localidades, o ambos; por otro lado, aumentar el círculo del gobierno nacional,

ensanchando o no los círculos estatales y locales.

Finalmente, en el modelo de autoridad superpuesta se estima conveniente

establecer relaciones de interdependencia y negociación entre las unidades que

componen el sistema federal, por tanto, se incluyen de manera simultánea a las

unidades nacionales, estatales y locales en la búsqueda de soluciones, “el

postulado o principio básico es aquí que los poderes, las funciones y las

responsabilidades de las entidades de gobierno central, regional y local son


poderes, funciones y responsabilidades compartidas” (López-Aranguren, 2007,

p.15).

Baste como muestra, la implementación del modelo de autoridad superpuesta

en materia de seguridad pública efectuado por la federación de los Estados

Unidos Mexicanos. Las modificaciones realizadas en 1994 al marco jurídico y

administrativas de las instituciones de seguridad pública han permitido crear y

coordinar formalmente instancias especializadas en seguridad, tales como, el

Consejo Nacional de Seguridad Pública, los Consejos Locales de Coordinación,

los Consejos de Coordinación Delegacionales o Municipales, y los Consejos de

Coordinación Regionales (Alavez, 2003). El nivel estatal y local realizan acciones

en conjunto con el Consejo Nacional lo que permite mejorar la eficacia de los

sistemas de prevención y sanción del delito.

La autonomía o independencia (plena discrecionalidad) de una sola jurisdicción

es pequeña, por tanto, el poder o influencia se encuentra limitado y como

resultado los distintos niveles de gobierno se encuentran obligados a participar de

negociaciones, “en la práctica, un sistema político federal limita al gobierno central

y concede a los gobiernos locales autonomía, poder de veto e iniciativa en la

ejecución de políticas públicas” (Flamand, 2010, p. 502).

Ahora bien, desde un enfoque estructuralista, el gobierno central se sitúa en la

cima de discrecionalidad de la comunidad políticamente organizada. Al respecto,

Porrúa (2005) agrega “…representa el órgano supremo central instituido para

actuar, para realizar la voluntad del Estado; la vida de éste recibe impulso y
dirección del gobierno” (p. 464). La posición privilegiada que ocupa el gobierno

central en el sistema le obliga a promover y garantizar la participación de todas las

partes para transformar el conflicto en concertación política. Conviene subrayar

que la ruptura del status quo no constituye una opción para el aparato ejecutivo.

Para Sartori (2009), participar es tomar parte activa y decidir cuáles son los

issues que conforman la agenda pública, en ese sentido, se distribuyen las

actividades y responsabilidades en relación al principio de división de poderes y

jurisdicción territorial.

Retomando el tema de la resolución formal de conflictos, la existencia de una

diferencia marcada entre las relaciones local-estatales y las estatal-nacionales se

resolverá ante la autoridad judicial competente. Dicho lo anterior, la legislación

aplicable puede complementarse junto a estrategias legales para lograr consolidar

los objetivos de una política de contenido limítrofe y jurisdiccional. Pongamos por

caso, el acuerdo de coordinación interinstitucional de la Secretaría de

Gobernación por conducto del Consejo Nacional de Población de México, el

estado de Guerrero a través del Consejo Estatal de Población y el Fondo de

Población de las Naciones Unidas. Dicho acuerdo tiene como objetivo el normar

que los recursos de toda índole que en materia de población provengan del

extranjero, se ajusten a los programas oficiales y a las prioridades e inversiones

propuestas. Es necesario recalcar que, si bien la teoría aplicable a las relaciones

intergubernamentales impone límites a la autonomía y la discrecionalidad para

tomar importantes decisiones públicas, al mismo tiempo, en la práctica se estimula

la negociación, coordinación y reciprocidad; no es un juego de suma cero.


Indiscutiblemente, a pesar de la demagogia y la creciente desafección política,

las relaciones intergubernamentales abren camino al optimismo. El estudio de las

relaciones intergubernamentales permite explicar el funcionamiento de las

relaciones verticales y horizontales, formales e informales que permiten resolver

los problemas político-sociales en una circunstancia territorial especifica. En

concreto, es posible determinar el resultado de la función pública al conocer y

resolver las prácticas de gobierno que limitan el actuar positivo de las distintas

unidades gubernamentales (Morata, 1990). En otras palabras, alcanzar el

bienestar social dependerá, en gran medida, de las formas de comunicación,

coordinación y cooperación que asuman las unidades que componen el sistema.

Al respecto, Grimaldo y Rangel (2003) advierten que la falta de coordinación y

gestión conjunta genera caos en la función pública, y, en consecuencia, la

democracia se encuentra en peligro ante una indubitable crisis de gobernabilidad y

centralización del poder. Se estima conveniente establecer compromisos entre las

distintas unidades gubernamentales, afianzar el principio de reciprocidad, respetar

la formalidad de los acuerdos técnicos y mejorar los mecanismos de comunicación

entre el gobierno y la ciudadanía en general.


Bibliografía

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de seguridad pública. Estudios Fronterizos, 4(8), 33-56.

Arandia, I. (2002). Descentralización y relaciones intergubernamentales en Bolivia.


Reflexión política, 4(8), 7-24.

Crommelin, M. (2001). La resolución de conflictos en los sistemas federales. Revista


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Ferrando, J. (1976). El federalismo. Revista de estudios políticos, (206-207), 23-76.

Flamand, L. (2010). Sistema Federal y Autonomía de los Gobiernos Estatales:


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Grimaldo, J., & Rangel, C. (2003). Importancia de las relaciones


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Morata, F. (1990). Políticas públicas y relaciones intergubernamentales.


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https://doi.org/10.24965/da.v0i224-225.5210

Pacheco-Vega, R., & Obdulia, V. (2004). Relaciones intergubernamentales, actores


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Porrúa, F. (2005). Teoría del Estado. Teoría Política. México. Editorial Porrúa.

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de José Luis Méndez. México: FCE.

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