Vous êtes sur la page 1sur 11

LA

FILOSOFÍA Y
SUS ETAPAS

Olga Llorente Jiménez


MAYO 2020
La filosofía es una disciplina que presenta gran complejidad para ser definida. La filosofía
es un saber muy general, puesto que, a diferencia de otras disciplinas como las
matemáticas o la historia, no se centra en el estudio de un concepto concreto, sino que va
más allá, y no rechaza las preguntas sobre temáticas muy variadas. La filosofía se basa en
el deseo por saber, por comprender y por hacer una crítica de la realidad que nos rodea.
Plantea preguntas radicales sobre conceptos abstractos y complejos, aspira a transformar
la realidad, posee afán de universalidad y utiliza la razón como principal herramienta para
adquirir conocimiento. Algunos consideran que la filosofía carece de utilidad y, por tanto,
de importancia. Defienden que otros saberes como las ciencias son mucho más esenciales
en nuestra vida, pero se equivocan. Lo que hace de la filosofía una disciplina única e
imprescindible eso precisamente eso, que no se trata de una ciencia productiva, no busca
ninguna utilidad, sino que existe sola para sí misma, y esto es algo que podemos observar
en las diferentes etapas de la historia en la que la filosofía ha ido evolucionando.
La filosofía nació en las colonias griegas de Asia Menor en el siglo VI a.c., y el primer
filósofo de la historia reconocido es Tales de Mileto, el primero de los presocráticos, y
también el primero en ofrecer una explicación sobre el origen de la naturaleza utilizando
la observación y la razón. De esta manera fue capaz de predecir un eclipse y calcular la
altura de las pirámides de Egipto utilizando su famoso “Teorema de Tales”.

Este filósofo dio comienzo a la primera de las etapas de la filosofía: la filosofía


presocrática. Esta etapa se extiende durante todo el siglo VI a.c. y a primera mitad del
siglo V a.c. Durante esta etapa, la cuestión que más preocupaba a los pensadores de la
época era la realidad natural. De hecho, destacaron un grupo de filósofos denominados
los presocráticos, también llamados físicos por esa preocupación que mostraban acerca
de la naturaleza. Son considerados los primeros filósofos, y los protagonistas del
nacimiento de la filosofía: el paso del mito al logos. Este hecho es universalmente
conocido como el causante del nacimiento de esta disciplina, puesto que se refiere al
momento en el que los pensadores dejaron de utilizar los mitos, narraciones fantásticas
utilizadas para explicar diferentes fenómenos o realidades, par utilizar la razón que, como
hemos visto antes, es la principal herramienta que utiliza la filosofía. En esta búsqueda
por comprender la naturaleza, los presocráticos investigaron sobre qué sustancia o
sustancias fueron las originarias del universo, algo denominado arjé. Cada uno de ellos
proporcionó su propia respuesta, pero dentro del grupo diferenciamos varios bloques: los
monistas, como Tales de Mileto o como Anaximandro, defensores de la existencia de un
único arjé (el agua y el apeirón respectivamente); los pluralistas, como Pitágoras, quien
promovía que los números eran el arjé (un arjé múltiple); los materialistas, como
Demócrito y Lucipo, quienes afirmaron que el arjé de la physis eran los átomos; y,
finalmente, los no materialistas, como Parménides, defensor del Ser como el arjé de la
physis, un ente inmutable, finito y esférico.

La siguiente etapa dentro de la filosofía es el período clásico (desde la segunda mitad del
siglo V a.c. hasta el año 322 a.c.). Durante este período, se produjo un cambio de
pensamiento, y los filósofos desviaron su atención de la naturaleza al ser humano y su
vida en sociedad (la antropología filosófica); y su centro principal radicó en Atenas. Los
primeros protagonistas de este período fueron los sofistas, un grupo de filósofos
defensores del relativismo. Según ellos, las normas morales son convencionales, fruto de
acuerdos adoptados por los miembros de una sociedad; y, por tanto, cada sociedad tiene
sus propios valores y sus propias normas, y por eso no se deben juzgar todas ellas según
una ley universal, porque existe variedad entre diferentes pueblos en ese aspecto. Dentro
de este grupo de filósofos destaca Protágoras, quien, siguiendo esta concepción relativista
afirmó: “El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en cuanto son y de las
que no son en cuanto no son”, refiriéndose a que cada uno de nosotros somos diferentes
y tenemos nuestra propia moralidad.
Además de los sofistas, destacó Sócrates. Este filósofo fue el primero en centrar su
reflexión en el propio ser humano,y su frase “conócete a ti mismo” fue incorporada en la
entrada del templo de Apolo en Delfos (él defendía que no es necesario buscar un objeto
de estudio en el exterior,porque nosotros somos el principal objeto de estudio, y que al
conocernos a nosotros mismos podemos llegar a conocer el ser humano que hay en
nuestro interior para así conocer al ser humano en general). Sócrates desarrolló un método
de investigación denominado mayéutica (dar a luz), basado en el uso del diálogo como
método para “dar a luz” los conocimientos. Por consiguiente, este filósofo no transmitía
conocimientos a sus discípulos, sino que les realizaba una serie de preguntas para que
fueran ellos mismos quien llegaran a obtener el conocimiento.

Finalmente, los otros dos autores más destacados de esta etapa son Platón y Aristóteles.
El primero de ellos, consideraba que los seres humanos somos un compuesto de alma y
cuerpo; el alma de naturaleza racional, inmortal; y el cuerpo material y mortal. Defendía
que el alma vie atrapada en el cuerpo y que su función es controlar las pasiones y
purificarse, y la dividía en tres partes: la razón, encargada del conocimiento y del gobierno
de las otras dos partes, inmortal; el ánimo, fuente de pasiones nobles, mortal; y el apetito,
fuente de pasiones nobles y también mortal. Creía que todos tenemos las tres partes pero
que en cada uno de nosotros predomina una de ellas. Por otro lado, Aristóteles defendía
que el ser humano es un ser natural sometido a cambios orientados a su perfección para
la plena realización de su esencia, la cual se basa en dos características: sociabilidad (el
hombre necesita convivir con otros hombres) y la racionalidad (el hombre tiende al
conocimiento de la realidad y la contemplación de la verdad). Afrmaba que el alma le da
forma a la materia del cuerpo pero que, al morir el cuerpo, muere con él el alma.

La siguiente etapa de la filosofía es la denominada filosofía helenística (desde l año 322


a.c. hasta finales del siglo II d.c.). En esta etapa la filosofía quedó dividida en dos
tendencias que se identifican con los dos grandes focos de la cultura: Atenas y Alejandría.
En Atenas, se crearon dos importantes escuelas de filosofía moral: los estoicos y los
epicúreos. Los epicúreos identificaron la felicidad con el placer, y defendían que para
lograr esa felicidad el ser humano se basta de sí mismo y por tanto debe apartarse de la
vida pública. Por otro lado, los estoicos consideraron que la felicidad se logra viviendo
según la naturaleza, que consideraban esencialmente racional, por lo que la felicidad para
ellos consistía en vivir conforme a la razón, la cual nos lleva a formar una vida en sociedad
compartida con otros seres humanos.
En Alejandría, se desarrolló una investigación sobre la naturaleza con una orientación
cercana a la ciencia moderna. Destaca Ptolomeo, un filósofo que en el siglo II d.C. trató
de relacionar la perfección lógica del modelo aristotélico del universo (basado en un
universo finito, eterno, pleno, geocéntrico y geoestático, dotado de movimiento, y
dividido en dos regiones: la sublunar y la supralunar) con los hechos observables.
Concibió un universo geocéntrico en el que los planetas recorrían órbitas circulares y
excéntricas. Esta cosmovisión aristotélico-ptolemaica estaba basada en cuatro conceptos:
organicismo, porque el universo funcionada como un organismo vivo en el que cada parte
cumple su función; finalismo, porque defendían que todo lo que ocurría estaba orientado
a un fin particular; antropocentrismo, ya que el geocentrismo implica un pensamiento del
ser humano como gobernador del universo; y heterogeneidad, puesto que el universo
descrito por Aristóteles diferenciaba dos regiones. Sin embargo, esta concepción del
universo planteaba ciertas anomalías, que serían resueltas con la cosmovisión moderna.

La última etapa de la filosofía de la antigüedad es la denominada filosofía cristiana (desde


finales del siglo II d.C. hasta el año 476). En este momento se produjo una confrontación
entre filosofía y religión cristiana, por lo que se realizaron intentos de crear una síntesis
entre ambas. Es en ese momento cuando nace la patrística, el estudio del pensamiento,
doctrinas y obras del cristianismo desarrollados por los Padres de la Iglesia, considerada
como el primer intento por unificar los conocimientos de la religión cristiana y establecer
el contenido dogmático de la misma junto con la filosofía. Dentro de este movimiento
destaca Agustín de Hipona, el precedente más directo de la antropología filosófica actual.
Su propuesta parte de planteamientos similares a los de Sócrates, ya que defendía que es
necesario conocer al ser humano desde su integridad, para comprender la Creación y, así,
acercarse al creador. San Agustín aseguraba que el alma es una imagen de la Trinidad
divina, que se basa en tres facultades: la memoria, el entendimiento y la voluntad.
Afirmaba que, puesto que el cuerpo es obra de Dios, no solo es inmortal el alma sino
también el cuerpo.

En el año 476 d.C. comienza la Edad Media, y con ella una nueva etapa de la filosofía.
Durante los primeros siglos, el triunfo militar de los pueblos del norte de Europa sobre el
Imperio Romano produjo un declive de la cultura, y con ello de la filosofía. Sin embargo,
a partir del siglo XI, esto cambió, y en el siglo XI surgió una nueva forma de pensamiento
denominada escolástica (la palabra procede del latín scholasticus, el que enseña o estudia
en la escuela). Esta nueva corriente retomó el interés por llevar a cabo una síntesis entre
filosofía y cristianismo, centrando su atención en diversos temas: la relación entre fe y
razón, la prueba racional de la existencia de Dios y de la Creación divina, y la
inmortalidad del alma humana.
El filósofo más destacable de la Edad Media fue Tomás de Aquino. Santo Tomás
defendía que solo es posible conocer al ser humano desde la comprensión de su relación
con el creador, y que la esencia de este último coincide con su existencia. A partir de esto
desarrolló el concepto de los seres contingentes y los seres necesarios. Según él, el único
ser necesario es Dios, puesto que no puede no existir porque su existencia es parte de su
esencia. Describía a Dios como el ser simple y perfecto colocado por encima del resto de
criaturas, y encargado de proporcionar existencia a los seres contingentes (el resto de
seres), aquellos que existen pero podrían no existir porque su esencia no comprende su
existencia. Aseguraba que el cuerpo es material y mortal, y el alma humana espiritual e
inmortal; y que el alma (que cuenta con intligencia y voluntad, lo que permite la libertad
del obrar humano), da vida al cuerpo, aunque no necesita de este para existir. Además,
Tomás de Aquino desarrolló una demostración a posteriori de la existencia de Dios
centrándose en los efectos de este ser en el ser humano, basándose en 5 vías: su
movimiento, su causalidad, su grado de perfección, los seres contingentes y necesarios, y
su finalidad/orden.
Entre los siglos XV y XVIII se desarrolló la filosofía moderna. Durante el Renacimiento,
se produjo un retorno hacia los autores clásicos, lo que supuso la recuperación de las
grandes corrientes filosóficas de la Antigüedad. En primer lugar, se produjo el desarrollo
de la ciencia moderna por el regreso a las investigaciones realizadas en Alejandría.
En el siglo XVI, Copérnico propuso un modelo heliocéntrico del universo (una idea ya
planteada por Aristarco de Samos en el siglo III a.C.). En este universo el Sol permanecía
estático en el centro, alrededor de él giraban los planetas en órbitas circulares, el universo
estaba delimitado por estrellas fijas, y la Tierra experimentaba rotación alrededor de su
eje, traslación alrededor del Sol y oscilación de su inclinación. Sin embargo, aparecieron
anomalías en la propuesta de Copérnico, que fueron resueltas gracias a las aportaciones
de Kepler, Galileo y Newton. Kepler, al querer proporcionar una teoría que se ajustara a
los datos científicos, propuso la idea de la existencia de órbitas elípticas, en lugar de
circulares. Galileo, por otra parte, desarrolló un programa basado en responder a aquello
comprobable con la experiencia sensible, tomar propiedades que pudieran ser tratadas
matemáticamente, diseñar nuevos instrumentos útiles, como el telescopio, y elaborar
argumentos que probaran la equivocación del modelo geocéntrico. Finalmente, Newton
desarrolló la ley de la gravitación universal, basada en la ley de la inercia, la de la fuerza,
y la de la acción y la reacción; y que se podía aplicar tanto a objetos terrestres como
celestes. Este modelo mecanicista desarrollado por estos cuatro pensadores se basaba en
cinco características: mecanicismo, porque se vinculaba el funcionamiento del universo
con el de una máquina formada por diferentes corpúsculos que se mueven conforme a
leyes deterministas; determinismo, porque todo lo que ocurre está sujeto a leyes causales;
matematización, ya que las matemáticas eran el método válido para conocer la
naturaleza; homogeneidad, porque la ley de la gravitación universal supuso el fin de la
división del universo en dos regiones; y el rechazo al antropocentrismo, debido a que el
nuevo modelo heliocéntrico supuso la pérdida del protagonismo del ser humano en el
universo.

Por otro lado, el tema central volvió a ser el humanismo, una exaltación del valor de lo
humano en contraste con a importancia dada a Dios durante la Edad Media. El humanismo
fue un movimiento cultural gracias al cual se produjo la renovación del pensamiento
mediante la recuperación de los autores clásicos. Para los humanistas, la verdadera
comprensión del ser humano se realizaba a través de sus productos culturales. A pesar de
que los humanistas constituyeran un grupo muy heterogéneo, compartían rasgos comunes
en su concepción del ser humano: antropocentrismo, confianza en las capacidades
humanas (el ser humano es capaz de diseñar su propia existencia) e individualismo (se
fomenta la capacidad creativa, la originalidad, la expresión de emociones y
sentimientos…).
En el siglo XVII, los filósofos centraron su interés en las cuestiones relativas a nuestro
conocimiento de la realidad (metafísica), y surgieron dos corrientes: el racionalismo y el
empirismo.
Los racionalistas defienden que la clave estaba en utilizar correctamente la razón, y solo
aceptan los conocimientos que procedían exclusivamente de ella. Desconfían de nuestros
sentidos, por lo que defienden la diferenciación de los conceptos originados a partir de la
experiencia sensible de los generados por la propia razón para tomar únicamente estos
últimos como base para la construcción del conocimiento. El modelo de ciencia del
racionalismo son las matemáticas, las cuales utilizan el método deductivo (la obtención
de una conclusión absoluta partiendo de unas premisas que admitimos como válidas). Su
principal representante fue René Descartes, quien describía al ser humano como un
compuesto de un cuerpo, una máquina sometida a leyes que determinan sus acciones, y
un alma, pensamiento que se despliega de manera autónoma e independiente. Con esta
distinción explicaba la existencia de la libertad humana, pero no daba respuesta a la
manera en la que se comunican ambas partes. Descartes desarrolló, además, un método
esencial que tiene como objetivo la fundamentación radical del conocimiento. A través
de él, rechazaba todos los conocimientos de los que puede plantearse una duda (los
sentidos, los sueños, la razón…), y aseguraba que lo único de lo que estaba seguro era de
su propia existencia, puesto que era un ser que pensaba (pienso luego existo).

Los empiristas rehuyeron de dar una respuesta teórica a la pregunta sobre la esencia
humana, y trataron de resolver el problema práctico de determinar las posibilidades y los
límites de nuestro conocimiento de la realidad, así como de nuestra acción moral y
política. Afirmaban que la única fuente de conocimiento son nuestros sentidos, y que la
razón solo puede trabajar sobre los datos que le proporciona nuestra experiencia, por lo
que no rechazaban el trabajo de la razón, pero lo situaban en un segundo plano. Esta
corriente se basaba en las percepciones, que clasificaba en impresiones e ideas. Defendía
que todas las ideas parten de impresiones, y que, si una idea no tiene su origen en una
impresión, entonces no es válida. Su modelo eran las ciencias empíricas, que usan el
método inductivo (obtención de una conclusión universal, altamente probable, mediante
la generalización de casos particulares). Sus máximos representantes son Locke y Hume.
Locke se interesó por la libertad humana, y afirmó que, en términos morales, el ser
humano es libre y puede decidir y tomar decisiones; y en términos políticos, defendía que
el hombre no debe renunciar a la libertad que le corresponde por naturaleza, y que debe
defender sus propios derechos cuando estos sean violados. Hume quiso elaborar una
ciencia sobre la naturaleza humana, y concluyó que en el ser humano tienen mayor
importancia los elementos irracionales que los racionales. En el ámbito del conocimiento,
aseguró que, aunque la razón es importante, los fundamentos últimos del conocimiento
humano se encuentran en la creencia de que la naturaleza se comporta de manera
uniforme; y en el ámbito de la acción, aseguraba que son los sentimientos y las emociones
las que nos empujan a actuar de una manera u otra.

En el siglo XVIII surge un nuevo movimiento filosófico: la Ilustración. Este movimiento


se basaba en una serie de características: confianza en la raza humana (elacionaban los
males de la humanidad con un insuficiente uso de la razón y promovían su uso para acabar
con las desigualdades), existencia de derechos humanos universales (defendieron la
existencia de una legalidad con origen en la naturaleza que nos dota a todos de derechos
básicos que nos hacen a todos iguales), importancia de la educación (para que los seres
humanos utilicen la razón sin temor), e idea de progreso. Los dos filósofos más
destacables de a Ilustración fueron Rousseau y Kant. Rousseau quiso centrarse en el ser
humano previo a su vida en sociedad, y concluyó que los seres humanos eran bondadosos
y vivían en armonía, y que fue la institucionalización de la propiedad privada lo que
provocó la pérdida de la inocencia y la aparición de conflictos. Afirmó que no podemos
volver atrás en el tiempo, pero que sí podemos hacer que la sociedad mejore a través de
la educación. Por otro lado, Kant fue el principal representante del criticismo, una
corriente que asegura que no hay conocimiento válido que no se base en la experiencia
sensible, pero que existen conceptos que no proceden de la experiencia y que son
igualmente imprescindibles para construir el conocimiento. Afirmaba que nosotros
obtenemos información a través de los sentidos, y que la razón se encarga de ordenar esos
datos. Su filosofía reprsenta una revolución copernicana en el ámbito del conocimiento,
ya que, además de asegurar que hay conocimientos que no podemos conocer porque no
provienen de la experiencia (desconfía de la metafísica), afirmó que el sujeto no era un
ser pasivo y receptivo, sino que es activo porque impone sus posibilidades de
conocimiento al objeto.

Durante los siglos XIX, se desarrolló la filosofía contemporánea, y el debate filosófico se


volvió a centrar en el ser humano (antropología filosófica).
A finales del siglo XVIII, algunos estudios científicos obtenían resultados que no
encajaban con el modelo de Newton. Por ello, se propusieron dos paradigmas para
reemplazar la mecánica clásica: la teoría de la relatividad de Einstein, basada en que el
espacio y el tiempo eran magnitudes relativas y en que la luz se propaga a una velocidad
constante e independiente del estado en que se encuentre el objeto que la emite; y la
mecánica cuántica, basada en el principio de complementariedad de Böhr (la observación
puede modificar lo observado), y el principio de incertidumbre de Heisenberg (no
podemos saber a la vez la velocidad y la posición de una partícula subatómica). En la
actualidad, se han propuesto dos teorías que están en fase de desarrollo: la teoría del caos
(basada en el efecto mariposa), y la teoría del Big Bang (sostiene que el universo se
expande de forma ininterrumpida). Esta cosmovisión contemporánea se basa en las
siguientes características: fragmentación (cuenta con teorías diferentes dependiendo del
ámbito de la realidad que se estudie), indeterminismo (no se puede predecir el futuro
porque no tenemos un conocimiento completo del presente), irreversibilidad (los procesos
físicos no son reversibles y no persiguen un fin concreto), y rechazo del conocimiento
objetivo (el observador influye en la observación).
En esta etapa de la filosofía, se produjo un retroceso de la importancia del ser humano en
favor de la vida o la sociedad, y surgieron las ciencias humanas (psicología, sociología,
antropología física…). Aparecieron tres corrientes filosóficas: el positivismo, centrado en
la obtención de una sociedad industrializada en la que los avances tecnológicos sirvan
para mejorar las condiciones de vida; el marxismo, defensor de una sociedad sin clases
ni propiedad privada; y el vitalismo, cuyo objetivo era la llegada del superhombre capaz
de crear nuevos valores que reflejen el amor por la vida (su principal defensor fue
Nietzsche, crítico de las llamadas momias conceptuales).
En el siglo XX, Nietzsche y Freud desmontaron la idea de que el ser humano tiende al
progreso, porque afirmaban que somos incapaces de asegurar el progreso que nosotros
mismos hemos creado basándose en tres motivos: el desarrollo tecnológico derivó en que
el hombre sirviera a las máquinas y no al revés; el desarrollo económico desembocó en
una crisis que generó pobreza y exclusión social; y el desarrollo político y las alianzas
internacionales provocaron dos grandes guerras mundiales. A raíz de esto surgió una
crisis de identidad, y tres corrientes filosóficas intentaron dar una respuesta a la pregunta
sobre el ser humano: el existencialismo (centrado en la libertad, la responsabilidad y el
sentido de la vida y consciencia de la muerte), el estructuralismo (estudia el carácter
simbólico del se humano), y el personalismo (reflexiona sobre el carácter del ser humano
y las implicaciones que esto tiene para la percepción que tiene el individuo de sí mismo).
Algunos autores críticos de la metafísica de esta etapa son: Auguste Compte (s.XIX), que
diferenciaba tres etapas en el desarrollo intelectual del ser humano (estadio religioso,
estadio metafísico, y estadio científico o positivo); Rudolf Carnap, quien desarrolló una
teoría verificacionista mediante la cual aseguraba que para que un enunciado tenga
significado, tiene que poder ser comprobado con la experiencia sensible; y Ludwig
Wittgenstein, que afirmaba que el mundo está compuesto por hechos y el lenguaje sirve
para describirlos, y como no hay hechos metafísicos, nada que tenga sentido puede ser
dicho en torno a la metafísica.

Para terminar, otro autor destacable es Nietzsche, un pensador del siglo XIX que realizó
una crítica a la moral en general, afirmando que esta siempre ha sido un mecanismo de
dominio y diferenciando dos formas básicas de moral en la historia: la moral de señores,
en la que se considera bueno todo aquello que representa la aristocracia griega, y malo lo
que representa el pueblo llano; y la moral de esclavos, en la que se considera bueno lo
que antes era malo y viceversa. Nietzsche aseguraba que es necesario superar la vieja
moral e inventar valores nuevos que favorezcan la vida.

Para concluir, y observando esta breve línea del tiempo de la filosofía, podemos observar
su evolución a lo largo de la historia y la importancia que ha tenido desde la Antigüedad
y que, a día de hoy, sigue teniendo en nuestra sociedad.

Vous aimerez peut-être aussi