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Creyendo, no se crea. Hay que crear, primero, para creer después. Las creencias
asumidas, adormecen la mente. Hay que investigar, dudar, buscar tras la pantalla
de la creencia, para ver su apoyo, su base, su justificación. Sacando a la luz lo
desconocido, para crear evidencia de lo conocido. La mente humana es la mayor
creadora. Tanto de realidades como de fantasías. Depende del camino que
escojamos.
Todas las técnicas de engaño están basadas en creencias previas. Hacer creer, es
una forma de obnubilar la mente, apropiándosela. Una mente que basa su actividad
en la creencia, prescinde de la realidad. La creencia se transforma en algo más
esencial que la existencia de la realidad misma. Quien sólo ve catástrofes y
tinieblas en la vida, vive, siempre, en la oscuridad de la ignorancia. No están
interesados en vivir, sino en ver lo que la vida les va destruyendo. Sin tener en
cuenta que, primero, fue todo creado, por la misma fuerza vital. Pretendiendo
ignorar que la creación necesita hacerse a partir de lo destruido, En lo pasado, está
la semilla del futuro.
Para conocer, hay que dudar. El poder dictatorial no está basado en la razón, sino
en la creencia. Asumiendo que tal poder es legítimo. Un ser humano siempre es
reflejo de otros. Heredero y partícipe. Receptor, transmisor y emisor del medio en
que vive inmerso. Contribuyendo a transformar lo que recibe. Que, siempre será
distinto a lo que transmite.
Quien razona, crea. Quien quiere saber, conocer, vive. Quien tiene miedo a razonar,
está ya muerto. Al menos, intelectualmente. Quien vive del recuerdo, sigue en el
pasado, sin aportar nada al futuro. Lo absoluto no existe. Todo es compuesto. Esa
es la esencia misma de lo vivo, de la vida, Donde hay bien, hay mal. Un
desinfectante no es bueno para los microbios. Sino su exterminador.