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Sylvia De Castro Korgi

Del nombre-del-padre

al nombre del sujeto

Sin apellido no te vayan a confundir con otro y por otras cuentas después te maten.

F. Vallejo

FRDM THE NAME-DF-THE-FATHER ro THE NAME OF THE SUBJECT


Jacques Lacan's developments conceming the funcHon of
the father in the structuring of subjectivity reach a turning
point that may be considered in the light of the radical
incidence on his thought of the famous phrase with which
Nietzsche inaugurated the 20th. Century: God is dead. Once
n este artículo intento desarrollar un giro placed in doubt the father's dignity as foundation stone, the
contemporary era poses a question with regard to that which,
fundamental, aunque no definitivo, en la for lack of an ideal, takes the place of the function of the
elaboración de Lacan respecto al Padre y su father. Along this route ocurrs the separation of the name-of­
función en psicoanálisis, de cuyo desplaza­ the-father from the name of the subject, which when opened
out shows the letter to accomplish a transmission function.
miento espero haber aprehendido por aho­ The novel La Virgen de los sicarios, by Fernando Vallejo,
ra lo esencial en el título que he escogido. Y illustrates not only the inefficacy of the Freudian versíon of
puesto que de desplazamiento se trata, em­ the father of the Law, but also the faílure of the function of
the letter in Colombia n society.
piezo por situar algunos elementos que pue­
do proponer a manera de aproximaciones
OU NOM-OU-PERE AU NOM OU SUJET
conclusivas sobre la cuestión del Padre, tal
Les travaux de Jacques Lacan sur la fonction paternelle dans
como ésta aparece en la reflexión de Lacan la structure de la sUbjectivité trouvent un point d'inflexión
hasta el momento culminante de la formu­ qu'on pourra interpréter en termes de I'lncidence radicale de
lación de la metáfora paterna. la fameuse sentence avec laquelle Nietzsche inaugura le
vingtieme siecle; Oieu est mor!. Mise en question la dignité
Es ya común afirmar que Lacan retoma la du pere comme pierre d'achoppement, I'ópoque contem­
poraine pose une question au sujet de ce qui, a défaut d'idéal,
antorcha de Freud en lo relativo al interro­ prend la place de la fonction paternelle.Cest dans cette
gante ¿qué es un padre? Lacan no anticipa démarche que s'ínscrit la séparabon entre le Nom-du-Pére
una respuesta que, a título de saber, viniera et le nom du suje!, avec un développement dans lequel la
lettre para!t accomplir une fonction de transmission. Le ro­
a obturar la verdad sobre el padre; por el man La Virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, illustre
contrario, sostiene que la cuestión del pa­ non seulement I'inefficacité de la version Freudienne du pére
dre está planteada en el centro de la expe­
JI
de la Loi, mais aussí la défaite de la fonction de la leUre
dans la société colombienne.
riencia analítica como eternamente irresuel­
ta, al menos para nosotros, analistas"l. Pero,
DEL NOMBRE-DEL-PADRE Al NOMBRE DEL SUJETO
en su propósito de ganar el correcto punto
Las elaboraciones de Jacques Lacan sobre la función pater­
de vista desde el cual se pueda plantear la na en la estructuración de la subjetividad encuentran un
pregunta, toma como punto de partida, freu­ punto de inflexión que puede ser pensado en términos de la
diano, la incertidumbre estructural sobre la radical incidencia sobre su pensamiento de la famosa sen­
tencia con la que Nietzsche inaugura el siglo XX: Dios ha
paternidad. El padre, en Freud, es por esen­ muerto. Puesta en cuestión la dignidad del padre como fun­
cia un no-dado: no está garantizado por la damento, la época contemporánea sitúa una pregunta en
experiencia, sino por la fe, que no es la fe en torno a aquello que, a falta de ideal, viene a tomar el relevo
de la función paterna. En este recorrido se inscribe la sepa­
el procreador, sino en el nombre que lo nom­ ración entre el Nombre·del~Padre y el nombre del sujeto, en
bra. Y es el hecho de que el padre sea por cuyo despliegue la letra aparece cumpliendo una función de
1 Jacques Lacan, El Semi· naturaleza incierto, aquello que convoca su transmisión. La novela La Virgen de los sicarios, de Fernan­
nario, Ubro 4: La relación do Vallejo, ilustra no sólo la inoperancia de la versión freu­
de objeto, Barcelona: Paí­
nominación. De ahí que Lacan arribe a la diana del padre de la Ley, sino el desfalleCimiento de la fun­
dós, 1994, p. 374. noción de Nombre-del-Padre, que pone en ción de la letra en la sociedad colombiana.

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juego al padre, en cuanto significante, en la táfora paterna marca la ruptura con las pers­
metáfora paterna. Aquí el padre se convier­ pectivas familiaristas del Edipo: aquí el pa­
te en el portador de la Ley. dre no es pensado como alguien normal o
Me detengo en este punto por sus implica­ como teniendo una posición normal en la
ciones para lo que sigue. Lacan formaliza el familia; es de su capacidad normativizante
complejo de Edipo freudiano en la metáfo­ de lo que se trata, en la medida que rompe
ra paterna, lo cual introduce ya una reduc­ las normas de la madre para instituir otras
ción de la historia edípica, de los personajes nuevas en relación con el deseo. Tomando
del mito familiar, a una relación entre la la propuesta de Canguilhem para definir lo
madre y el padre tomados como funciones, normal en la acepción de normativo como
y hace del Edipo la ley de la producción de aquello que instituye normas, Erik Porge, en
un sujeto. En la metáfora, el padre -situado su texto Los nombres del padre en ¡acques
en términos de letras- nos es presentado Lacan 2, afirma que aquí puede situarse una
como una función, reducida al nombre, primera versión del padre: él instituye, en
equivalente a una transmisión que no es la relación con el deseo de la madre, una "per­
de la vida sino la del deseo en su significa­ versión", un cambio de norma.
ción fálica. Pero este nombre es ya allí metá­ En 1961, en el seminario sobre La transferen­
fora de la presencia del padre; el nombre que cia, Lacan retoma la cuestión del padre so­
cuenta no es el nombre de padre, puesto que bre el telón de fondo de un tema que él pone
no se trata del nombre de un personaje que a la luz desde muy pronto en su reflexión,
además sea padre (aunque éste no deje de del que sostiene, como sabemos, que está
interesar: la experiencia clínica muestra cómo en la base de la "invención" del psicoanáli­
cualquier modificación en el nombre de pila sis: el declinar del padre en la época con­
de un sujeto cuenta en su historia y deja su temporánea 3 • En este texto aborda la dimen­
huella incluso a lo largo de varias generacio­ sión trágica del problema, vía la trilogía de
nes). Se trata, propiamente, del nombre que Claudel, que le permite un acceso a esta di­
la madre nombra: es el padre hablado por la mensión específica de la función paterna no
madre, digamos, en tanto que muerto por el totalmente aprehensible por la definición
discurso de la madre; por tanto, un ser de científica, sin que por ello Lacan deje de re­
lenguaje. conocer, con Freud, que la cuestión del Nom­
Fiel a Freud, Lacan sostendrá que si la fun­ bre-deI-Padre es la cuestión científica por ex­
ción paterna es instituir la vida al costo de celencia: ¿Acaso no sostuvo Freud que "se
una renuncia al goce de la madre, la condi­ produjo un progreso cultural cuando los
ción de esta función es el asesinato que hombres se decidieron a admitir el razona­
funda al padre. Éste, dice, es el valor de la miento junto al testimonio de los sentidos y
intuición freudiana del mito del padre pri­ a pasar del derecho materno al paterno?"4.
mordial y es a partir de aquí que podrá in­ Ahora bien, con la introducción del Nom­
troducir el símbolo del padre bajo la forma bre-dei-Padre en la perspectiva científica,
del padre muerto. Ahora bien, un paso más Lacan marca la ruptura con respecto al pen­
acá de Totem y tabú, y puesto que el soporte samiento clásico de Freud, quien sostiene un
del Edipo no es otro que la cadena signifi­ padre originario, devenido tal por el acto del
cante, Lacan sitúa la función del padre como asesinato primitivo, como exigencia concep­
aquella que garantiza el ingreso del sujeto tual para abrir la serie de los padres. En ade­
en el lenguaje, a costa de producir en el per­ lante, el padre será para Lacan una referen­
sonaje materno el agujero de la privación por cia fundamental pero ya no el referente últi­
el que la incógnita del deseo de la madre mo y, en este mismo sentido, no tendrá que
adquiere la dimensión de "esa otra cosa" reconducir las cosas a ningún acontecimien­
que la teoría designa como falo. Y es en vir­ to histórico. A su vez, en el recurso a la trage­
tud de esta operación de privación sobre la dia contemporánea encuentra las modifica­ 2 Erik Porge, Los nombres

del padre en Jacques La­


madre que el padre adviene el nombre que ciones del lugar del padre en el discurso y can, Buenos Aires: Nueva
ella nombra: el Nombre-del-Padre funda al despliega una reflexión consecuente con Visión, 1978, p. 41.

padre. Se advertirá en esto un tiempo, el se­ ello, es decir, una reflexión para una época 3 Véase Jacques Lacan, Es­
gundo, de la operación de la metáfora pa­ en la cual el padre ha perdido su poder. Con tudio sobre la institución
familiar, Buenos Aires: Edi·
terna, cuya eficacia depende del caso que la ello no hace más que desplazar el lugar cen­ tor 904,1977, p. 72.
madre haga de la palabra del padre. Toda­ tral del padre en la constitución subjetiva.
4 Sigrnund Freud, "A propó­
vía, en el tercer tiempo, el padre debe dar Ya previamenté, en el análisis comparativo sito de un caso de neurosis
pruebas de su potencia, a partir de lo cual el entre Edipo Rey de Sófocles y Hamlet de
obsesiva (el 'Hombre de las
Ratas')", en Obras comple
hijo podrá identificarse con él mientras que Shakesperare, Lacan afirma que, a diferen­ fas, Vol. X, Buenos Aires:
a la hija le será posible desearlo. cia del padre de Edipo, el padre de Hamlet
Amorrortu, 1980, p. 182

Es en ese sentido que la forma depurada del posee un saber subjetivo tanto de su muerte ; Véase Jacques Lacan, Se­
minaría 6: El deseo y su ín
complejo de Edipo freudiano que es la me­ como del autor de la misma, y sostiene que terpretaci6n (inédito).
1¡lIí

nAAIM'i'HI:TOI: • PALIMPSESTVS • PALIMPSESTO 147


allí el padre nos es presentado como un pa­ toria de Occidente es, al mismo tiempo y
dre condenado, "asesinado en la flor de sus sobre todo, la legalidad, la lógica interna de
pecados". Esta condenación aparece ligada esa historia. Aquí cierro el paréntesis.
a la emergencia del saber del padre, un sa­ y bien, Lacan se pregunta: "¿Cuál puede ser
ber novedoso, impensable en la época clási­ la temática del padre en una tragedia de la
ca, propio de la modernidad, y que 10 es tan­ época, en la que, debido a Freud, la cues­
to del hecho de que los hijos han matado al tión del padre ha cambiado tanto, que la
padre, como de las vías por las que más allá última parte de la trilogía se denomina El
de él se arriesga el deseo de la madre. Un padre humillado?"? Se trata de precisar ellu­
saber que, entonces, implica un desfalleci­ gar del padre después de Freud, es decir, una
miento en curso de la función del padre. vez que, puesto en circulación en la cultura
Digamos que hay un escalón que lleva del el complejo de Edipo, el movimiento histó­
drama de Shakespeare a la obra de Claudel rico de Occidente se encargó de establecer
y, en efecto, Lacan encuentra en ésta el testi­ que la pretensión de mantener la dignidad
monio de las modificaciones del lugar del del padre como fundamento no podía sos­
padre en relación con las transformaciones tenerse. A esta altura de su reflexión, tam­
del deseo humano en el discurso de nuestra bién Lacan ha de poner en perspectiva el
época. Que Dios está muerto, esto es lo que ejercicio soberano del poder desde el cual el
Claudel pone en escena. padre habría construido la trascendencia de
Hago un paréntesis para introducir algunas su función como padre simbólico.
implicaciones generales de la famosa sen­ Ahora, en la tragedia -de la que me ocupa­
tencia de Nietzsche -Dios ha muerto-, según ré siguiendo los puntos esenciales en re­
la esclarecedora lectura que de ella hace ferencia a la cuestión- Lacan destaca la
Heidegger. En principio, la fórmula nietzs­ noción de padre humillado, y si bien no es
cheana es una invitación a pensar sobre la posible encontrar en su lectura los rasgos
situación y el lugar del hombre actual cuyo precisos de este padre contemporáneo, dos
destino, en lo tocante a la verdad, según dice, referencias los insinúan. En primer lugar, se
aún se nos escapa. ¿Qué es en ella Dios? La trata del Papa, el Padre supremo represen­
palabra Dios, pensada esencialmente, repre­ tante en la Tierra del Padre celestial, presen­
senta el mundo de los ideales; Dios es, pues, tado bajo la forma de un padre impotente al
el nombre para este ámbito del que Nietzs­ que le ha sido usurpado el poder y quien,
che señala su descomposición. Y puesto que evadido del opresor, queda reducido al es­
la frase misma identifica el pensamiento nie­ tatuto de rehén. En esta misma categoría
tzscheano, este último se nos ofrece, sostie­ quedaría situado el Rey, concebido como la
ne Heidegger, como "el espacio histórico en figura del Padre antiguo, humillado hasta
el que se convierte en destino el hecho de el punto del asesinato.
que el mundo suprasensible, las ideas, Dios,
la ley moral, la autoridad de la razón, el pro­ En segundo lugar sugiere otra forma de
greso, la felicidad de la mayoría, la cultura humillación del padre, esta vez encamada
y la civilización, pierdan su fuerza construc­ en la figura de un personaje siniestro, de la
tiva y se anulen"6. En esto reside la esencia que dice que limita con lo obsceno, que deja
de nihilismo, en el "hecho de que los valores traslucir un eco del padre primitivo, y que
supremos -lo verdadero, lo bueno y lo be- es mostrado en la tragedia como alguien
110- han perdido su valor, su valor vincu­ desvalorizado ... ¿Con respecto a qué? No
lante y constructivo, su capacidad para ga­ sólo por su origen, inferior y siniestro en sí
rantizar los caminos y los medios en vistas mismo puesto que es el hijo de un brujo, sino
a una realización efectiva de las metas que porque al alcanzar la posición de nuevo
ellos plantean, su poder para soportar la amo, lo que él pone en escena es el imperio
vida. Sin embargo, el mundo privado de los de su voluntad absoluta y la reducción de
valores hasta ahora supremos sigue ahí y todos los ideales, del honor, de la nobleza,
tiende inevitablemente a una nueva instau­ la tierra y el amor, a un solo interés por el
ración de valores; el lugar vacío a la muerte dinero, el ideal de nuestro tiempo. Además,
de Dios exige ser ocupado y pide sustituir porque a la altura del segundo drama, este
al desaparecido por otra cosa. Se erigen, en personaje es asesinado por su hijo en una
consecuencia, nuevos ideales y éstos, por su escena que actualiza el asesinato primitivo,
6 Martin Heidegger, "La fra­ mismo origen, sufren también el proceso de pero lo es luego de haber sido jugado por
se de Nietzsche 'Dios ha
desvalorización. Ahora bien, la desvaloriza­ las dos mujeres que en ella intervienen -la
muerto''', en Camínos de
bosque, Madrid: Alianza ción de los valores supremos significa, evi­ amante del padre y la prometida del hijo-;
Universidad, 1996, p 200.
dentemente, la decadencia ... Pero ocurre que jugado en la partida no es allí más que un
7 jacques Lacan, Semina­ para Nietzsche el nihilismo no es únicamen­ elemento pasivo, un personaje ridiculizado.
rio 8: La transferencia (iné­
dito). Clases del 3, 10 Y 17
te una manifestación de la decadencia sino Lejos estamos de la afirmación de Freud
de mayo de 1961. que, como proceso fundamental de la his­ acerca del desagravio que supone el sacrifi­

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do ofrecido al padre de los orígenes luego
de su asesinato: aquí, la escena del avasa­
llamiento del padre, de su máxima degra­
ción, no se ha convertido en el material de
una figuración de su triunfo suprem08• Le­
jos, también, de la experiencia del asesinato
como "momento fecundo de la deuda con
la que el sujeto se liga para toda la vida con
la ley"9, Lacan muestra en su lectura la de­
gradación de las figuras paternas y, al des­
tacar el personaje de la heroína del primer
drama, quien encama todos los ideales en
decadencia, particularmente el de salva­
guardar la herencia y el nombre de su padre,
muestra también una correlación entre el
cambio de la función paterna y la transfor­
mación del deseo.
En efecto, la heroína, que no renuncia al
pedido del Otro y admite casarse con aquel
personaje siniestro, renuncia a su palabra, a Abaham Bosse, grabado, s. XVI, B.N., París.
su fe, a su amor y a su deseo y, de esta ma­
nera, pone en cuestión la metáfora paterna. una descomposición... caricaturesca. Ni la
Su destrucción como sujeto, que ella con­ mujer del padre ni la mujer del hijo nos son
siente, testimonia acerca de un deseo que se presentadas como objetos prohibidos. Ha
ha desarticulado de la función paterna. El sido puesto en evidencia el desfallecimien­
Nombre-del-Padre es aquí borrado y, pues­ to de la voz del padre, de su voz en el senti­
to que ese nombre está llamado a asegurar do de su presencia 1o•
el orden de sucesión, la transmisión del ho­ Por lo demás, llama la atención, en la trage­
nor, el valor de la filiación, con él desapare­ dia que nos ocupa, que el nombre de su padre
ce la inscripción del sujeto en la deuda sim­ que la heroína finalmente no pudo sostener,
bólica. Quizá la época contemporánea sea es usurpado por el personaje que está lla­
ésta en la que el deseo, al no hallarse articu­ mado a encarnar aquello que a primera vis­
lado a la función paterna edípica, a la per­ ta sería el padre del goce: un nombre noble,
versión freudiana, a la Ley y a la prohibición, emblema e insignia del linaje paterno, es
corre el riesgo de desplegarse por otros ca­ arrebatado, trastocado, pervertido ... No son
minos... en los que está implicada una re­ ya las insignias del padre aquello que se
nuncia a la deuda simbólica. transmite; se trata, entonces, de una trans­
Sin embargo, no siendo entonces el Padre misión que no es de la Ley en su versión
aquello que asegura -según la expresión de freudiana sino de otra versión del padre: un
Lacan- que el goce deba ser rechazado para padre perverso en la transmisión. En la tra­
que pueda ser alcanzado en la escala inver­ gedia, convertido en otro personaje sinies­
8 Véase Sigmund Freud,
tida de la Ley del deseo, y no siendo tampo­ tro, el parricida adviene al lugar de padre y "Totem y tabú" (913), en
co, habrá que advertirlo, que toda forma de a título de castrado, de quien, por tanto, no op. cit.. Vol. XIII, p. 151. La
es ya ese amo al que se le supone la poten­ cita textual dice: "La esce­
goce en la actualidad sea sin límite, este tra­ na del avasallamiento de!
tamiento de la cuestión del Padre en la épo­ cia simbólica del padre freudiano, tal como de su máxi ma degra­
es recogido por Lacan en la metáfora pater­ se ha convertido
ca contemporánea nos conduce a pregun­ aouí en el material de una
tar qué es lo que ha podido tomar el relevo na. ¿No advierte esto ya que el mito del pa­ figuración de su triunfo su
dre ha sido destronado? premo. El significado que el
del Nombre-del-Padre. Dicho de otra forma: sacrificio ha adquirido en
si no hay ideal, ¿dónde se apuntala el Nom­ Mientras que el mito freudiano instituye en
términos universales reside
justame:>te en que se ofre
bre-dei-Padre? relación con el deseo de la madre ese centro ce al padre el desagravio por
la infamia perpetrada en él,
Pero hay más. La trilogía de Claudel, puesto de aspiración, ese hueco, por la vía del pa­ en la misma acción que
que permite seguir el destino de los persona­ dre muerto convertido en metáfora y en continúa el recuerdo de esta
fechoría"
jes, nos ofrece otro elemento para considerar. Nombre-del-Padre, el análisis de la trage­
En el segundo drama, luego del parricidio, el dia contemporánea testimonia cómo lo real 9 Jacques Lacan, "De una
cuestión preliminar a todo
hijo asume el lugar del padre y toma por es­ del goce y del horror, encamado en princi­ tratamiento posible de las
posa a la amante de éste, en la misma medi­ pio en la figura materna, resiste a lo simbó­ psicosis", en Escritos 2,
México: Siglo XXI Ed itores,
da en que el padre habría podido arrebatar­ lico y lo amenaza ahora desde donde me­ 198::', p, ::'38.
le la suya. La tragedia moderna actualiza de nos se lo espera: del lado del padre. Detrás
!O Véase Jacques Lacan,
este modo el complejo de Edipo bajo una del padre en su función simbólica se preci­ Seminario: Los Nombres del
forma -nos dice Lacan- cuyos aspectos es­ pita la figura obscena y feroz del padre pri­ Padre (inédito) Clase úni­
ca, 20 de noviembre de
candalosos aparecen ahí como medida de mordiaL De este modo, la Ley que debe 1963.

TIAAIM'l'Hno!: - PAUMPSrSTVS PAUMPSCSTO 149


conducir a la vida asume el rostro del impe­ que juega en la constitución subjetiva y, en
rativo superyoico que ordena gozar. Esta per­ principio, a través de un rasgo del otro, que
versión del padre indica, pues, que el Nom­ Lacan designa como rasgo o trazo unario
bre-deI-Padre no alcanza para garantizar el para señalar su función distintiva, el trazo
asesinato de la Cosa. De este modo, igual­ unario encarna la pura diferencia: él es lo
mente, los vínculos del sujeto con la Ley, que los otros no son. De este modo, el signi­
excesivos o deficitarios, evidencian el de­ ficante tiene un trazo por soporte y el trazo,
sarreglo estructural de la función paterna. a su vez, sostiene toda la serie de las identi­
Parafraseando a Lacan diríamos que si no ficaciones.
es en este nivel donde podemos buscar las
En el origen, del encuentro con el objeto el
carencias paternas, no las encontraremos en
sujeto sólo retiene un trazo unario; de ahí
ninguna partell.
en adelante, el objeto, ausente, cuenta por
¿Cómo no esperar a esta altura, entonces, la inscripción de este trazo con el cual el
una profunda transformación de la posición sujeto se identifica 12. Siendo este trazo, por
de Lacan en relación con el padre como definición, diferente de sí mismo, el sujeto
aquel que transmite la castración, la Ley, el no puede fundarse sino en esta división y, sin
orden de las generaciones, el nombre ...? Si, embargo, el trazo funciona como la marca en
en la senda de Freud, Lacan asume en prin­ la que puede leer algo de su identidad. Este
cipio que el padre, en tanto que castrador, efecto de identidad convoca la relación del
funciona como poder de interdicción, aho­ nombre propio con la marca fundadora, allí
ra sitúa en su verdadero alcance la famosa donde en el sujeto falta el cuerpo para desig­
decadencia del padre. Así termina su semi­ narlo: el sujeto es lo que se nombra l3 ,
nario sobre La transferencia: la causa del pa­ En efecto, el nombre propio funciona como
dre está perdida. La reflexión de Lacan con­ trazo, marca distintiva, pues da cuenta de
tinúa por una vía que nos indica el sentido una diferencia pura, mostrando por ahí mis­
de la causa perdida del padre: del padre en mo, la articulación del significante con el
tanto que Nombre-deI-Padre. ¿Acaso el pa­ objeto.
dre contemporáneo nos advierte acerca de El nombre propio es en cierto modo un signi­
la separación del padre y el nombre? ficante "sigla" que demuestra que el sujeto
El Nombre-del-Padre es un significante que es siervo del lenguaje -o más precisamente,
incluye los dos términos, nombre y padre. de la 1etra- y es el lazo a la escritura aquello
Su escritura con guiones refuerza la unión que lo caracteriza. Así, dice Lacan: "No pue­
entre ellos e indica, de este modo, que el de haber definición del nombre propio sino
padre es un asunto de nombre. Pero no es en la medida en que percibimos la relación
menos cierto que Lacan hará un tratamien­ de la emisión nominante [nombrante] con
to diferencial de los mismos a partir de 1961, algo que en su naturaleza radical es del or­
en el seminario dedicado a La identificación. den de la letra"14. La prueba de esto es la
En él define aquello que caracteriza el nom­ manera como el nombre propio conserva su
bre propio y es precisamente esto lo que nos estructura de una lengua a otra: "Lo que dis­
autoriza a interrogar la articulación entre el tingue un nombre propio a pesar de las pe­
Hombre-deI-Padre" y el nombre del sujeto. queñas apariencias de acomodamiento (...) es
que de una lengua a otra eso se conserva en
Es en la medida en que el sujeto está obliga­ su estructura..."15. Es decir, que aquello que
do a pasar por el Otro para singularizarse hace al nombre propio no es el sonido, ni si­
que, antes que la identidad, el movimien­ quiera el sentido, sino su escritura irreempla­
Véase Jacques Lacan. El
Seminario. Libro 5: Las for­ to por el cual adquiere el nombre que lo zable. Como significante puro, el nombre pro­
maciones del inconscien­ nombra convoca la identificación. Justamen­ pio, puesto que no se presta a traducción, nos
te. Buenos Aires: Paídós,
1999, p. 179. te, puesto que le es dado por el Otro, el nom­ sigue a través de todas las fronteras. No por
bre propio, al tiempo que identifica al suje­ ello el nombre revela nuestra identidad; a lo
12 Esta identificación con el
rasgo unario del obíeto per­ to, 10 divide: cuando él quiere aprehender sumo enseña cómo me llamo yo, pero no dice
tenece al registro de la frus­ ahí su identidad, encuentra una determina­ nada de mí. ~ sin embargo, la cuestión del
tración y es, por tanto, ima­
ginaria. ción que lo sobrepasa y que hace obstáculo nombre propio concierne a la pregunta:
a esa aprehensión. A partir de estas premi­ ¿Quién soy yo? Y es ahí donde yo, falto en mi
13 La identificación que con­
voca el nombre propio equi­ sas articularé lo que sigue. identidad y en la esencia de mi cuerpo, res­
vale a la identificación por
incorporación freudiana y Mientras que para Freud la identificación es pondo con mi nombre. El nombre propio es
pertenece al registro de la
la forma más primitiva de relación afectiva el modo de respuesta a nuestro alcance allla­
privación; es, por tanto, real.
del yo con el objeto, para Lacan se trata de mado del Otro, y el apellido es, en nuestra
14 Jacques Lacan, Semina­
la relación del sujeto con el significante, en lengua, aquello que da cuenta de nuestra ins­
rio 9: La identificación (iné­
dito). Clase 7, enero 10 de tanto que punto de amarre donde el sujeto cripción en lo simbólico.
1962.
se constituye. Tratándose de un ser hablan­ Arribamos por esta vía a la articulación del
15lbid. te, es la identificación con el significante lo trazo unario como marca de la inscripción

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del ideal del yo16. El nombre propio que carácter plural, y puesto que además la vía
designa al sujeto aun antes de que él se nom­ que abre al deseo se relaciona con el objeto
bre, es el nombre recibido de sus padres. En que es su causa y no ya con la Ley del pa­
efecto, el sujeto humano llega a un universo dre, cuestionan las mismas elaboraciones en
donde el discurso le antecede y, como me­ torno al Edipo freudiano y a su forma de­
táfora, el Nombre-del-Padre se propone purada, la metáfora paterna.
como el padre del nombre: nombre nom­
brante, entonces. En este sentido, el nombre Ahora, a propósito del recorrido presenta­
que nombra al sujeto es un asunto de trans­ do hasta aquÍ, doy paso a la lectura psicoa­
misión del Nombre-del-Padre; es el nombre nalítica de una novela colombiana apareci­
que toma al sujeto, en tanto que deseado, da en 1994. La Virgen de los sicarios 17, de
por el camino de la identificación con los Fernando Vallejo, es la historia novelada de
ideales parentales; de esta manera el sujeto una de las realidades más crudas de la Co­
se asegura un lugar en el Otro de lo simbó­ lombia contemporánea, una historia de la
lico, se inscribe en la cadena de las genera­ que el autor, tomando el lugar de personaje
ciones y gana, con ello, la posibilidad de una central de su novela, nos dice que él no es­
pertenencia y de una ley que regula su ac­ cribió puesto que ya estaba escrita, que sim­
ceso al Otro sexo. plemente y como sin tener otra opción, fue
recogiendo, página por página. En ella se
Retomemos. Según lo dicho, el nombre pro­ nos ofrece la oportunidad de leer la en­
pio concierne a la pregunta por el ser del crucijada de la función paterna, algunos de
sujeto. "Significante de 10 que hay que sig­ cuyos momentos he pretendido apuntar
nificar", el nombre propio resuelve esta conceptualmente en el apartado anterior.
cuestión por la vía de la identificación. Pero Que no hay allí el Padre de la Leyes algo
el nombre propio del sujeto no es exclusiva­ que se confirma a lo largo de todo el texto,
mente cuestión de transmisión del Nombre­ de una manera al mismo tiempo horrorosa
del-Padre; más allá, es algo que, repitámos­ y patética. Digamos que Colombia nos es
lo, en su naturaleza radical es del orden de presentada como una tierra de nadie: sin
la letra. ¿Por qué no deducir entonces que Dios, ni ley, ni padre, y -agreguemos- sin
la letra viene a cumplir una función que en letra que pueda venir a cumplir su función
el nivel de la nominación del sujeto es tam­ pacificadora, su función de inscripción en
bién del orden de la transmisión? Transmi­ lo simbólico de aquello que de otro modo
sión que es la de la Ley de la cadena de las quedó de-sarticulado.
generaciones.
A partir de diferentes hilos podemos acer­
Si, por un lado, la letra es el soporte mate­ carnos a esta trama del más allá de la fun­
rial del significante y permite su circulación ción paterna para medir sus incidencias en
y, por otro, si es por su carácter distintivo una sociedad que se debate en la violencia
con respecto al significante que ella puede heredada de generación en generación pues,
ser desplazada, cambiada de lugar, enton­ en verdad, es este real lo que está en juego
ces es en virtud de ella que el sujeto puede en la transmisión mostrándonos que la
ubicar sus trazos e inscribirse en Otro lugar muerte es la protagonista. Una muerte que
haciendo, en el mejor de los casos, digamos, no se limita a cejar la vida de los así destina­
contrapeso a la deficiencia del padre. A fin dos por quienes hacen de los sicarios sus
de cuentas, es a través de la letra, como tra­ intermediarios por contrato, sino la de cual­
zo, que el sujeto puede aprehender aquello quiera: anónima, sin nombre entonces, lo
que del objeto cuenta en su nombre propio, cual queda confirmado en muchos casos por
separando al objeto del Ideal para constituir­ la ausencia del acto civil del levantamiento
se allí como sujeto del deseo. del cadáver. ¿El cadáver de quién? De un hijo
No termino este apartado sin antes enun­ de su mamá, sentencia el personaje. Una
ciar lo que viene en el recorrido. Tal parece muerte que no se detiene, que trae otra, y
que el nombre propio no agota el problema otra más, en la cadena de odios y vengan­
del ser del sujeto, en la misma medida en zas, y en cuyas manos está el destino de los
que no todo de él puede ser representado vivos. Por eso por las calles de la ciudad
por el significante. Siendo esto aSÍ, una transitan los vivos muertos hablando de sus
16 Esta identificación con el
dimensión distinta de la de 10 simbólico muertos. Los ojos de las víctimas permane­ Ideal del yo convoca al
habrá de entrar en juego: aquella que con­ cen abiertos, y los asesinos, traspasados por Nombre-del Padre en el re­
diciona la problemática del objeto. Una di­ su mirada, la llevan consigo como imagen gistro simbólico de la cas­
tración.
mensión distinta, entonces, no sólo de la im­ siIÚestra e inolvidable, como un recuerdo sin
17 Fernando ValleJO, La Vir­
plicada en el Nombre-del-Padre, sino de la memoria en la fugacidad de una ocurrencia gen de los sicarios, Bogotá;
que corresponde a la función de la letra. En sucesiva e interminable. Una muerte que no Alfaguara, 1998. En lo que
se inscribe en otro espacio que posibílitaría sigue, las expresiones tex­
las elaboraciones sucesivas de Lacan, el tuales de la novela se pre­
Nombre-del-Padre, en cuanto que cobra un cerrarle los ojos al muerto. El personaje nos sentan en letra cursiva.
dice

nAAIM'I'Hl:TOL - PALlMPSESTVS - PALIMPSESTO 151


dice que los sicarios no conjugan el verbo ma­ dadera expresión del ideal fálico materno.
tar: practican sus sinónimos. Tampoco el personaje tiene nombre, o por
En su interminable transitar por las iglesias lo menos no se reconoce en él, y luego de
de la ciudad, solo en su desesperación, o haber sido pronunciado por una sola vez en
acompañado por su único niño de turno, a toda la historia, en boca de su niño mori­
veces perdido entre la marejada de fieles que bundo, le pesa como una lápida.
acuden al santuario en peregrinación devo­ Por aquí tenemos la clave de la deficiencia
ta, insulsa, mentirosa, el personaje de la nove­ del Nombre-del-Padre y de la falla de la fun­
la ¿no busca allí al padre? Búsqueda infruc­ ción de la letra en el apellido. En ausencia
tuosa puesto que, en el mejor de los casos, de apellido que inscriba a los hijos en la ca­
Dios no existe: Dios es una palabreja escurridi­ dena, se juega en el nombre la fantasía ma­
za (...) para designar su no existencia. En el peor, terna. Los sicarios son hijos que no han sido
existe, pero es el mismo diablo: Por todas par­ reconocidos nominalmente por el padre, hi­
tes encuentra signos de su maldad, su ley es in­ jos de nadie dice el autor. De este modo, no
trínsecamente perversa. Es la voluntad de goce habría de sorprendernos que este texto nos
del padre lo que constata en las imágenes revele de la manera más cruda, uno a uno,
religiosas de Cristo caído, lacerado, crucifi­ los problemas de la paternidad que no se
cado... Y tras el espectáculo perverso de la asume, de la filiación que no se establece,
Pasión, la Virgen, Santísima Madre, hace su de la deuda simbólica que no se reconoce,
aparición... radiante. La misma Virgencita a de la muerte que no se salda, de la imposi­
quien él, desde la niñez, dirigió sus ruegos... bilidad del acceso al sexo, de lo imposible
¿Por qué habría de sorprenderse de que sea del amor.
también a ella a quien los sicarios invoquen Con las mujeres es imposible el amor; entre
en sus rezos? ¿No ha confirmado acaso que uno y Otro sexo a lo más se consuma el pe­
a lo largo de tres generaciones, y esto por­ cado de la bestialidad, cuyo efecto es la pro­
que él bien podría ser el abuelo de su niño, creación. Despojado de esta bestialidad, el
las cosas no han cambiado tanto? Masacres personaje se arriesga por los caminos del
las de antes, nos dice. Encuentro, pues, con la goce homosexual con los muchachos a los
madre a la que se invoca ante el desfalleci­ que elige por su juventud tierna, por su be­
miento de la voz del padre. Una madre idea­ lleza angelical que contrasta de manera im­
lizada, elevada a la categoría de virgen, des­ presionante con su oficio demoníaco, exter­
provista de aquella dimensión del deseo que minador. Ellos son ángeles, incontaminados
garantizaría la función del Nombre-deI-Pa­ ya no sólo de letra impresa sino también de
dre y sus efectos: la constitución del objeto mujeres. Con una metáfora que resulta con­
del deseo como perdido, la institución de la movedora, el personaje nos ilustra cómo el
falta y la inscripción de la prohibición. goce reina sin la chispa del deseo: El amor,
El personaje nos descubre, vía la letra, en nos dice, es una chimenea sin leños que se man­
una solicitud que hace a su niño y que él res­ tiene como por milagro, ardiendo apagada.
ponde por escrito, que el sicario pide, para En la relación con su niño, con uno y con
la madre, productos del mercado, cuyo va­ otro, al fin de cuentas sustituibles, el perso­
lor fálico muestra lo que ella quiere de él en naje asume una función paterna protectora:
relación con su deseo. Es esta identifica­ los adopta y les ofrece los medios para col­
ción con el falo imaginario la que se juega marlos en sus gustos, esos mismos que les
para el sicario ante la deficiencia de la fun­ aseguran su lugar de objeto fálico para la
ción paterna. De su parte, el personaje ¿qué madre. Es, en cuanto padre, un personaje
quiere? Identificado con la madre, él quiere imaginario carente de todo poder, de toda
a ese niño, objeto fálico, y es su nombre lo potencia capaz de asegurar su lugar junto a
que a su vez escribe. Un nombre sin apelli­ la madre para que el hijo vaya a ocupar el
do. suyo asegurando así el obstáculo al goce
Con todo y que el autor sostiene que no se incestuoso.
pueden contar historias sin nombre comple­ Que el padre es perverso en la transmisión
to, con todo y que afirma el carácter de mar­ es algo que queda aquí confirmado. Es en
ca distintiva del nombre propio -Sin apellido respuesta a su demanda que el muchacho,
no te vayan aconfundir con otro y por otras cuen­ atento siempre a sus más mínimos caprichos,
tas después te maten- justamente lo que nos mata a todo aquel que se cruza por su cami­
cuenta es la historia de estos muchachos, no causándole la más mínima molestia. Por
ángeles, bellos, con una pureza incontaminada esto, el ángel exterminador es su ángel de la
de letra impresa, incontaminada entonces del guardia. Desde el principio hasta el final, est~
deseo que llama a la vida, a quienes sus padre del goce cuenta en la cuenta de los
madres han dado un vano, necio nombre ex­ muertos de su niño cuántos le correspon­
tranjero o inventado, ridículo, de relumbrón, ver­ den a él, cuántas de sus palabras asesinas

152 fACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS· UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA


fueron remarcadas por los tiros. Pero es en
las cuentas del Otro, no en la suyas, que esta
contabilidad tiene lugar. BROUSSE, MARIE-HÉLENE. Los cuatro discursos y el
Otro de la modernidad, Cali: Letra. Grupo de In­
Tamaña paradoja la de esta novela del gra­ vestigación de Psicoanálisis Lacaruano de Cali,
mático más importante de Colombia, como él se 2000.
quiere/ que nos revela cómo la letra no cum­ FREUD, Sigmund. "A propósito de un caso de neu­
ple su función en un país de gramáticos/ en rosis obsesiva (el 'Hombre de las Ratas')", en
un país en el que la prohibición está escrita para Obras completas, Vol. X, Buenos Aires: Amorrortu,
violarla, en el que hay las leyes pero no la Ley. 1980.
Discutiendo un problema de gramática nos - - - - , "Totem y tabú", en Obras completas,
conduce al corazón mismo de la perversión: Vol. XIII.
Más de cien años hace/ nos dice, que mi viejo
amigo Don Rufino José Cuervo, el gramático (..) - - - - , "Psicología de las masas y análisis
hizo ver que una cosa es 'debe' solo y otra 'debe del yo", en Obras completas, Vol. XVIII.
de'. Lo uno es obligación/ lo otro duda. Y aSÍ, nos HEIDEGGER, Martin. "La frase de Nietzsche 'Dios
debatimos poniendo en duda la obligación, ha muertol l l, en Caminos de bosque, Madrid: Alian­
anteponiendo el goce al deseo que no pue­ za Universidad, 1996.
de ser sin Ley. Digamos que la gramática, LAcAN, Jacgues. Estudio sobre la institución fami­
puesto que lo que está en juego en ella es la liar, Buenos Aires: Editor 904, 1977.
dialéctica pulsionat no alcanza para asegu­
- - - - , El Seminario, Libro 3: Las Psicosis, Bar­
rar el paso a la lógica del deseo. celona: Paidós, 1985.
Se equivoca, sin embargo, cuando dice que - - - - , El Seminario, Libro 4: La relación de
al desquiciamiento de una sociedad se sigue el del objeto, Barcelona: Paidós, 1994.
idioma. Se equivoca, puesto que el desqui­
ciamiento de la lengua que él pone en evi­ - - - - , El Seminario, Libro 5: Las formaciones
del inconsciente, Buenos Aires: Paidós, 1999.
dencia en la jerga de los sicarios, en la que/
para no mencionar más que un ejemplo, ena­ - - - - , Seminario 6: El deseo y su interpreta­
morar es matar, nos advierte que en esta ción (inédito).
sociedad los ideales han sido trastocados; - - - - , Seminario 8: La transferencia (inédito).
incluso nos lleva a preguntarnos si hay espa­
- - - - , Seminario 9: La identiticación (inédi­
cio para que algún ideal se sostenga. Nos ad­
to).
vierte también que el discurso no permite la
transmisión de una ley que dé lugar al de­ - - - - - , Seminario: Los Nombres del Padre
seo. Nos advierte, en últimas, acerca de las (inédito).
deficiencias de la metáfora paterna y de la - - - - , "De una cuestión preliminar a todo
letra en su función. tratamiento posible de las psicosis", en Escritos
2, México: Siglo XXI Editores, 1985.
¿Y al final? Al final no pasa nada. El persona­
je se halla como al principio, dispuesto a rei­ ----o "Subversión del sujeto y dialéctica
niciar su recorrido, un recorrido circular, que del deseo en el inconsciente freudiano", en Escri­
vuelve siempre al mismo goce, porque no hay tos 2.
en él deseo que lo anime. Por eso concluye'al PORCE, Erik. Los nombres del padre en Jacques Lacan,
despedirse de su lector: Y que te vaya bien, que Buenos Aires: Nueva Visión, 1998.
te pise un carro o que te estripe un tren 1t VALLEJO, Fernando. La Virgen de los sicarios, Bogo­
tá: Alfaguara, 1998.

nAAIM'I'H~TO~ • PALlMPSESTVS - PALIMPSESTO 153

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