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Derechos Humanos de los Pueblos y Comunidades Indígenas

Módulo 1. Derechos Humanos de los Pueblos y Comunidades Indígenas

La diversidad cultural, la discriminación y los derechos humanos

Reconocer la diversidad cultural frente al racismo y la discriminación permitirá aceptar la


diferencia, construir ciudadanía, respetar la dignidad, en suma, hacer una realidad la vigencia de
los derechos humanos, y ello no significa negar que existen países ricos y pobres, desarrollados
o subdesarrollados, pueblos y comunidades indígenas, personas migrantes, etc., sino significa
reconocer que en la defensa y protección de sus derechos se requiere de una especificidad. En este
sentido, todas las interrelaciones que suelen operar entre las desventajas puramente económicas
y las de otro origen, como el racial, étnico, genérico, geográfico, exigen un tratamiento y una
intervención específica destinada a modificar el lugar en que los pueblos indígenas, la infancia
y las mujeres, por citar algunos colectivos, han sido ubicados en esas condicionantes de
“vulnerabilidad social”, buscando las causas que la generan e intentando acercarles las estructuras
y oportunidades necesarias, rompiendo con una visión dualista de la sociedad, en la que frente al
progreso existe el “atraso” y el “salvajismo” asignado a los colectivos indígenas.

¡Importante!
Es indudable que las carencias de vivienda, alimentación, educación,
salud, trabajo, la dificultad para acceder a los ámbitos de justicia y
de seguridad, sea ésta personal, jurídica o ciudadana, conforman
situaciones de vulnerabilidad. Lo que se ha cuestionado desde un
enfoque de derechos humanos es la aparente neutralidad con
que se utiliza el término vulnerable para designar a las personas que,
lejos de ser minorías, constituyen una gran parte de la población,
y que a partir de posturas deterministas se justifique su situación
como “natural”, cuando el problema radica en una desigualdad
estructural, social, política y económica que se reproduce y tolera
desde las diferentes esferas gubernamentales, y que puede provocar
violaciones a sus derechos humanos.

Es por ello que se debe visibilizar que el concepto vulnerable se utiliza en detrimento de las
personas, implica tutela, considera a las personas como objetos y no como sujetos portadores de
derechos y con capacidad para tomar decisiones sobre la propia vida y el cuerpo; por ello, cuando
el Estado rechaza la diferencia y la diversidad cultural, y asume situaciones de benevolencia y no
de justicia y equidad; pero sobre todo, cuando no se utilizan los derechos humanos para limitar
los abusos de poder y acabar con la opresión histórica, si se toleran violaciones a los mismos, y se
actúa de forma omisa, se estaría actuando negligentemente.

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En este sentido, se propone que ni a las personas, grupos o pueblos indígenas se les etiquete
como vulnerables, sino que se hable de factores de vulnerabilidad y que se describa y
modifique en la realidad y el contexto social todo aquello que afecta su calidad de vida; entonces
se vería que más bien existen grupos vulnerados. Por lo que desde un enfoque intercultural y de
derechos humanos, se analizaría cómo, cuándo y por qué, los grupos están siendo vulnerados por
condiciones de pobreza, falta de oportunidades laborales, desigualdades sociales y económicas,
inequidades de género, etc., esto es, por la situación de exclusión y privación de oportunidades,
así como por la escasa posibilidad de participar y tomar decisiones que les permitan satisfacer sus
necesidades y expectativas de vida.

La vulnerabilidad se traduce en una exclusión respecto de derechos y recursos básicos para el


bienestar social, así como la desvalorización de quien la vive, de manera que se lacera su dignidad
humana. Asignar a las personas a “grupos vulnerables”, sea nivel mundial, regional, nacional o local
puede constituir un hecho violatorio de sus derechos humanos, en el sentido de que se les niega
la posibilidad de ejercer derechos individuales y colectivos, debido a que las determinaciones
estructurales les impiden romper con esas condiciones de desigualdad.

Reflexión…

¿Qué se debe proponer para modificar estos hechos que impiden el acceso a la justicia y
vulneran garantías y derechos humanos? Por un lado, buscar que a estas personas o grupos
se les considere desde proyectos sociales y políticas públicas globales, es decir, que se tome
en cuenta su bienestar y los índices de desarrollo humano en el diseño de proyectos que
les permitan alcanzar niveles de igualdad y equidad, a partir de una protección integral de
todos sus derechos. Si se asume este compromiso, se podría contribuir a que la humanidad
acepte e integre a la diversidad, en condiciones de igualdad como condición básica para
una convivencia social incluyente y más justa.

En este sentido, corresponde a los enfoques de derechos humanos develar este hecho que, al
restringir el goce y ejercicio de sus derechos, no les permite trascender esa condición que los
etiqueta siempre como víctimas y vulnerables. En este orden de ideas, ¿qué significa trascender
la vulnerabilidad? Significa, ante todo, detectar las ideologías etnocentristas, los patrones
culturales que reproducen estereotipos y prejuicios y definen conceptos como neutros, tanto en
los ámbitos legislativos como en las instancias de procuración y administración de justicia, en las
organizaciones defensoras de derechos humanos y en la sociedad en general.

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Los derechos humanos como fundamento para la construcción de una sociedad
democrática e incluyente

Los derechos humanos son un instrumento de justicia para todo ser humano, independientemente
de sus condiciones por edad, estado de salud, origen étnico, nivel económico, grado educativo,
lugar de residencia o estado civil. A través de ellos se puede hacer valer jurídicamente una
protección eficaz y un trato imparcial y justo frente a cualquier conducta que realicen las
autoridades o personas funcionarias públicas en el ejercicio de sus funciones y que pueda resultar
violatoria de derechos humanos.

Definamos...
Como se ha descrito en la CNDH, los derechos humanos son
principios, normas o reglas fundamentales para la convivencia
pacífica de todos los seres humanos. Son aquellas prerrogativas
inherentes a la naturaleza de la persona, cuya realización efectiva
resulta indispensable para el desarrollo integral de quienes viven en
una sociedad jurídicamente organizada. Si se declaran, se respetan
y se ejercen individual o colectivamente, fomentan el desarrollo
integral de los seres humanos, imponen límites, tanto al Estado como
a la ciudadanía, para que no afecten la vida, la libertad, la seguridad y
la dignidad de persona alguna, y limitan los abusos de poder y todas
las formas de violencia en la sociedad.

Los derechos humanos representan uno de los fundamentos de la democracia, ya que deben ser
salvaguardados sin distingo económico, social o cultural. Sin el pleno reconocimiento y protección
de los derechos de todos los seres que integran una sociedad, los supuestos democráticos
de libertad e igualdad quedan sin un referente concreto, y la legitimidad de un régimen se ve
afectada. Sólo a través del respeto a los derechos humanos se permitirá consolidar un régimen
de libertad personal y de justicia social en las instituciones democráticas. Dentro de un estado
democrático de derecho existe el compromiso de respetar en forma absoluta los derechos
individuales para alcanzar, progresivamente, la plena efectividad de los derechos económicos,
sociales y culturales (Asatashvili y Borjón, 2003).

Por ello, es una exigencia ética el reconocimiento de que toda persona tiene derecho de acceder
en igualdad de condiciones a la satisfacción de las necesidades de crecimiento y desarrollo social,
económico, político y cultural, mediante un trato digno, exigiendo a través del cumplimiento
de las leyes, que las reglas de convivencia respeten y acepten la diversidad y las diferencias o
especificidades que como ser social posee.

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¡Importante!
Cuando se dice que una persona tiene derecho a hacer valer o a
reclamar algo, se entiende que los derechos tienen una función
social específica. Existe una exigencia o potestad jurídicamente
protegida, cuando la norma confiere derechos a un individuo a
partir de un fundamento jurídico o una función normativa. Se
entiende que es un derecho subjetivo si existe una norma que lo
establezca. Cuando se otorga un derecho, significa que se permite
jurídicamente, que existe una concesión que incluye, además, el
deber de cualquier otra persona o autoridad de no obstruir el uso de
ese derecho.

En materia de protección de derechos humanos, actuar con justicia en la sociedad implica


tomar en cuenta el conjunto de principios y normas que regulan las relaciones humanas, a partir
de lo que se considera que es debido o permitido. Las personas tienen la facultad de hacer
legítimamente lo que conduce a los fines de su vida, así como de hacer o exigir todo aquello que
la ley o la autoridad establece en su favor en un entorno jurídico.

Actuar con justicia implica que se garantice en igualdad de oportunidades, la satisfacción de las
necesidades básicas de todo ser humano, asegurando un trato digno no sólo entre hombres y
mujeres, sino entre minorías étnicas o religiosas, entre poblaciones rurales, indígenas o urbanas, o
entre personas con diferentes condiciones sociales, económicas, políticas y culturales (Programa
Nacional de Desarrollo Social 2014-2018).

Por otra parte, una acción de justicia social


es aquella a partir de la cual se protege a las
personas que se consideran más desprotegidas
en la sociedad; la justicia está en proporción
a la carencia o a la necesidad de esos grupos
en desventaja social. Decir que las personas
se encuentran en situación de vulnerabilidad
implica reconocer que están en una situación
especial. Es en este sentido que ha sido pertinente
Fernández, L. (s. f.). Personas indígenas [fotografía]. la implicación que los términos vulnerable y
situación de vulnerabilidad han tenido en la
configuración no sólo de expectativas de desarrollo y de bienestar social, sino en las prácticas
y relaciones de seres concretos, hombres y mujeres diferentes biológicamente pero igualmente
humanos, durante todo el curso de su vida.

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¿De qué manera contribuyen los derechos humanos para la construcción de una sociedad
democrática?

Con lo expuesto hasta aquí, es fundamental entender que para construir una sociedad
democrática se requiere vincular el derecho a la igualdad con los derechos humanos y las
libertades fundamentales, de igual manera, para que se respete la diversidad, sea ésta cultural,
religiosa, política, etc. Por tanto, en la práctica jurídica nacional e internacional, se busca
repercutir no sólo en ese tipo de normatividad, sino en los aspectos de la vida social que lleven
a las personas que se encuentran en desventaja social, o en situación de vulnerabilidad —ya sea
de marginación o exclusión—, hacia una posición más digna y satisfactoria, lo que contribuye a la
observancia de la ley (reformas y adiciones a los artículos 2 y 4 constitucionales).

En una sociedad democrática*, el derecho a la igualdad y a la no discriminación forman parte de


la facultad de exigir que las demás personas realicen la conducta correspondiente, este derecho
sólo tiene efecto jurídico cuando se tiene el poder jurídico de hacer valer, es decir, cuando es un
acto jurídico eficaz. La condición de ciudadanía en una sociedad democrática debe posibilitar
que, mediante el reconocimiento de ciertos actos jurídicos, las personas puedan expresar sus
demandas y necesidades sociales, toda vez que esta condición les permite participar y tomar
decisiones frente a los hechos que atenten en contra de su dignidad e igualdad como personas.
Es decir, reclamar al Estado mexicano el cumplimiento de la reglamentación para impedir toda
forma de discriminación y de maltrato, por razón de género, de condición social, de edad, de
origen étnico, de orientación sexual, de filiación política y de observancia religiosa, entre otros.

* Para saber más…


Si desea conocer acerca del concepto democracia en el contexto
de América Latina, región que engloba la problemática de la
desigualdad y la diversidad cultural respecto al papel de la ciudadanía
en México, y sobre la carencia de políticas públicas respecto a la
atención de los grupos étnicos, revise el texto titulado Estado,
democracia y construcción de ciudadanía en América Latina. Síntesis
de los debates del Seminario Internacional “Democracia, Estado
y Ciudadanía en América Latina, en el que se menciona que “Para
construir ciudadanía en América Latina es necesario poner atención
a la dimensión de género, las jerarquías de clase, las diferencias de
poder, la dimensión étnica y a las desigualdades asociadas con estas
diferencias” (PNUD, CIDE y CM, s. f., p. 8).

Todas las atribuciones de la CNDH también contribuyen a la construcción de una sociedad


democrática, toda vez que tiene por objeto esencial la protección, observancia, promoción,
estudio y divulgación de los derechos humanos que ampara el orden jurídico mexicano;
promover el estudio, la enseñanza y divulgación de los derechos humanos en el ámbito nacional
e internacional; la observancia del seguimiento, evaluación y monitoreo en materia de igualdad

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entre mujeres y hombres; proponer cambios y modificaciones de disposiciones legislativas y
reglamentarias, así como de prácticas administrativas, que redunden en una mejor protección de
los derechos humanos (Ley de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, arts. 2 y 6).

¿Por qué es importante hablar de condiciones de igualdad y equidad en una sociedad


democrática?

La relación del derecho a la igualdad y a condiciones equitativas tiene que ver con la manera
en que se debe tratar a las personas, independientemente de las características que posean,
para que sean asistidas de manera imparcial, ya sea en términos jurídicos, políticos, sociales y
económicos. Este último sentido se relaciona con la distribución de bienes y servicios, con la
posición social que ocupan dentro de la sociedad colectivos, grupos o individuos. Su valor
también está directamente relacionado con la justicia social. Por lo que para gozar de los bienes
y servicios y los recursos naturales que existen en toda sociedad, éstos deben distribuirse de
manera adecuada, pues lo contrario construye relaciones de inequidad.

La igualdad desde el punto de vista político


aparece en el momento en que ciertos grupos o
colectividades la demandan, como las mujeres,
las personas indígenas, las personas con
discapacidad, entre muchas otras, la relevancia
se da no tanto de forma individual, sino que
responde a intereses como grupo o a derechos
como colectividad.

En cualquier tipo de análisis o perspectiva que


se realice respecto a condiciones de igualdad, Fernández, L. (s. f.). Desigualdad [fotografía].
no puede separarse la siguiente explicación:
cualquier tipo de inequidad económica conlleva a una inequidad social, política y ello, sin
duda, provoca una desigualdad social.

Por eso, el que las personas integrantes de pueblos y comunidades indígenas tengan el derecho
a la igualdad y a la no discriminación implica propiciar hechos que modifiquen la desigualdad, la
inequidad y la injusticia social, al diseñar las estrategias que les permitan superar las condiciones
de pobreza, de marginación y de exclusión social, basadas en diferencias biológicas, o que
por condiciones económicas, sociales, políticas y culturales se les afecte el derecho al trabajo,
a la vivienda, a la participación política, a la equidad en las responsabilidades familiares, a la
educación, a la salud, a una vida libre de violencia y a la justicia, entre otros derechos, es decir,
implica una protección integral de todos los derechos de todas las personas en la sociedad.

Se dice que una persona ejerce su “derecho a condiciones de igualdad”, cuando conoce sus
derechos y sin distinción de ninguna naturaleza puede, por medio de las leyes, reclamar la
protección de los mismos, y que tiene la posibilidad de acceder a los satisfactores básicos:
económicos, sociales y políticos para su supervivencia y desarrollo a partir de las especificidades
de existencia por la categoría o el sector social al que pertenece o del que forma parte, utilizando
las garantías y los mecanismos jurídicos y sociales que le permiten tener un trato adecuado en las

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instancias o niveles en que los desee hacer valer. El término equidad, proviene del latín aequitas,
atis, derivado a su vez de aequus, que significa “igualdad de ánimo, o disposición que mueve a dar
a cada persona lo que merece o le corresponde por méritos o condiciones”. Ello no implica que se
tenga que favorecer en el trato a una persona perjudicando a otras, significa que ninguna de las
partes salga injustamente beneficiada en perjuicio de otra.

Por su parte, la igualdad de oportunidades contribuye a que todas las personas en el desarrollo
de sus actividades individuales y colectivas tengan un trato imparcial y justo, con base en los
principios generales del derecho, a través del consenso y la legitimidad de la mayoría. Es así que
la equidad, la igualdad y las acciones de justicia quedan íntimamente vinculadas para poder
asegurarles un desarrollo social, económico y político adecuado.

No obstante, existen diversas posturas teóricas respecto a la explicación de la igualdad. Una de


ellas tiene que ver con la “universalización de la igualdad”, que sirvió de base al proceso de las
iniciales declaraciones de derechos humanos, pero ocultó por mucho tiempo las aspiraciones,
expectativas y, por tanto, los derechos de los grupos minoritarios o marginales, es decir, omitió
sus propios intereses específicos.

La manera como se ha construido el concepto de igualdad en la actualidad considera las


diferencias y las especificidades o particularidades de los sujetos sociales, a fin de respetarlas y
evitar que se transformen en actitudes de rechazo o de exclusión social. Para esta postura, es vital
que se asegure igual tratamiento ante la ley, lo que significa que los casos que sean parecidos
deben tratarse de manera similar, y las excepciones tomarse con base en los principios de justicia.
En esta concepción se relacionan el acceso a la igualdad de oportunidades y trato igualitario,
en el entendido de que no siempre iguales derechos dan por resultado, o son condición, para
garantizar las mismas oportunidades.

El vínculo entre ambos aspectos lo constituyen los derechos humanos, toda vez que mediante
el goce y ejercicio de ellos se tendrá el acceso y la participación social en lo que se considere
necesario para tomar decisiones respecto de lo que para la mayoría de la sociedad signifique
un trato y tratamiento equitativo e igualitario para las personas. En este sentido, el Estado está
obligado a hacer efectivas determinadas oportunidades y garantizar condiciones específicas para
que cada una de las personas que integran una sociedad puedan considerarse sujetos activos y
conscientes en el rumbo de su vida y de su colectividad.

La postura denominada de la “igualdad en la diferencia” plantea que las diferencias pueden ser
negativas y causar discriminación cuando responden a prejuicios o estereotipos, y otras positivas,
por su connotación reivindicativa, lo que se denomina discriminación positiva. Cuando en
ocasiones la ley dice que hombres y mujeres son iguales y que los trata en igualdad de condiciones,
el resultado puede ser discriminatorio, por ello, se plantean políticas de diferenciación para la
igualdad. Se interesan por tratar diferente a quien se encuentra en situación de desigualdad
para disminuir las distancias económicas, sociales, culturales y políticas. Las medidas que
reconocen esa situación diferente, desigual e injusta y se adoptan para reducirla, se convierten en
acciones afirmativas para compensar y remover barreras sociales, económicas, políticas, etc., que
reproducen la discriminación.

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Estas acciones positivas o afirmativas tienen como finalidad lograr la igualdad. Las acciones
positivas se convierten en estrategias que establecen la igualdad de oportunidades por medio
de medidas que permiten corregir las discriminaciones resultado de prácticas o sistemas sociales
prejuiciados. Se dice, en este sentido, que hombres y mujeres son igualmente diferentes, pero
reconocer las diferencias biológicas no debe tener como resultado legitimar los estereotipos de
la desigualdad, sea ésta de género, laboral, social o cualquier otra, sino asumir que diferente no
significa desigual.

Otra concepción de igualdad y de equidad entre las personas se encuentra en la definición que
hace la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
(CEDAW/ONU), con base en el concepto de discriminación, el cual señala que es discriminatorio
“todo trato que tenga por resultado la desigualdad y deje a una persona en posición inferior es
discriminatorio, aunque su objetivo haya sido la igualdad” (CETFDCM, 1979). En este sentido, Alda
Facio (1992) señala que:

Si reconocemos que las mujeres y los hombres vivimos en condiciones distintas


y desiguales (lo cual ha sido demostrado suficientemente, como ya dije, por
organismos como las Naciones Unidas), es obvio que tendremos necesidades
diferentes y por ende, una ley que parte de que somos iguales, que nos trata como
si estuviéramos en igualdad de condiciones, no puede menos que tener efectos
discriminatorios. Siempre habrá desigualdad cuando dos seres formados de
acuerdo a una concepción de género que los hace desiguales, se enfrenten con
una legislación "unisex" que se pretende neutral en términos de género. Pero sí
además de esto, esa pretendida neutralidad no es tal, sino que es parcial hacia el
sexo masculino porque es androcéntrica, el género que no fue utilizado como el
modelo o paradigma de ese Derecho; es el género que va a salir perdiendo [p. 58].

Por su parte, la postura que plantea “la igualdad de oportunidades” entre hombres y mujeres,
se refiere a la necesidad de corregir las desigualdades que existen en la sociedad, con base en
una igualdad de derecho, que significa la igualdad formal ante la ley equiparando a las personas
con base en medidas legislativas; en este contexto, la igualdad de género es una relación de
equivalencia en el sentido de que las personas tienen un mismo valor, independientemente de si
son masculinas o femeninas.

Finalmente, para lograr la igualdad se busca eliminar la desigualdad y la discriminación tanto de


género, origen étnico, por cultura diversa, edad, orientación sexual, clase, religión, nacionalidad
y estado de salud, por mencionar algunas. Ello a través de un conjunto de satisfactores
básicos, que implican no sólo una redistribución del ingreso tomando en cuenta los índices
de desarrollo humano (IDH), sino a partir de una participación democrática en la ejecución de
planes y programas de erradicación de la pobreza, de igualdad de oportunidades por medio de
mecanismos institucionales, de recursos materiales (técnicos y financieros) y humanos y, sobre
todo, mediante la aplicación de políticas de igualdad de género. En esta propuesta, la igualdad
se construye a partir de desarrollar precisiones especiales en las legislaciones. Para lograrlo, es
indispensable que se tenga estabilidad sociopolítica, que para esta postura implica a su vez gozar
de requisitos mínimos y condiciones de equidad.

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La discriminación, la desigualdad y la inequidad son incompatibles con la dignidad humana y
con el bienestar de la sociedad. Las circunstancias de pobreza, las deficiencias en la alimentación,
la salud, la educación, la capacitación y las oportunidades de empleo generan, entre otras,
situaciones de desigualdad en el ejercicio de los derechos humanos. A la sociedad le importa
cada vez más relacionarse en forma pacífica y democrática evitando causar daños o sufrimientos
innecesarios entre las personas que interactúan y conviven. Por ello, se reconoce que uno de
los elementos que han servido para resolver conflictos entre los seres humanos es el derecho, a
través del establecimiento de reglas para la convivencia en las que nadie esté por encima de la
voluntad colectiva. Lo importante en el ejercicio y construcción del principio de igualdad y no
discriminación es que ninguna forma de pensar sea vista como mejor o más válida, sino que se
construyan desde diferente óptica, los valores e intereses comunes y que no se imponga ninguno
como única verdad o razón ante las y los demás.

La historia de la civilización ha demostrado que las personas interactúan y se relacionan entre sí,
que viven en comunidad, y que para comunicarse han tenido que aprender a hacerlo con respeto.
Sin embargo, las relaciones entre seres biológicamente distintos y construidos socialmente
como desiguales, se traduce en que algunas personas tengan satisfechas sus necesidades de
alimentación, vivienda, educación y cultura, y otras se hayan visto excluidas de estos satisfactores,
lo cual es contrario a cualquier pretensión de equidad y de justicia social.

Las explicaciones de estas desigualdades indican que desde las palabras y el lenguaje se producen
significados y formas mentales que se reflejan en nuestros comportamientos, con las cuales se
puede provocar una actitud negativa que impide el “derecho a condiciones de igualdad”, ya que
el significado social cambia al asignarle un valor determinado a partir de que el comportamiento
lo realice una persona de sexo femenino o masculino, o de si pertenece a un grupo étnico, o a una
posición política, o si profesa una religión determinada; por lo anterior, en ocasiones reciben un
trato que provoca sufrimiento o discriminación a través de sus diversas formas como: el sexismo
(desvalorización de todo lo femenino), el racismo (menosprecio de las personas por color y
raza) el clasismo (discriminación por condición social o económica) la homofobia (rechazo de
las personas por su preferencia u orientación sexual) y la xenofobia (desprecio de las personas
que no son originarias de un país o región, a las que se les culpa de los males que suceden en
la sociedad), entre otras. Todas estas fobias sociales se traducen en desigualdad, inequidad e
injusticia social.

El “derecho a condiciones equitativas y de igualdad” garantiza que una colectividad conviva


sin privilegios selectivos, en la que más bien prevalezca el reconocimiento de que nadie será
tratado como superior ni estará por encima de los objetivos comunes de la sociedad, ni de la
ley, pero para ello es vital que cada persona se sienta y se comporte como un sujeto de derecho
y con derechos, y se identifique con el grupo al que pertenece, no sin dejar de reconocer que
forma parte al mismo tiempo de varios colectivos no homogéneos, en los que tiene que asumir
un compromiso y una responsabilidad individual, social y colectiva.

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Fuentes de información
Bibliografía

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