Vous êtes sur la page 1sur 3

EL PSICOANÁLISIS FRENTE AL TRAUMA

 El psicoanálisis frente al trauma

Los Disruptivo y lo Traumático


  Vivencias y experiencias
   
  Por Moty Benyakar

   
 
 

“Lo traumático” ha entrado en el lenguaje cotidiano, como un adjetivo que califica cualquier situación o evento que
sea muy terrible: “el trauma de la muerte de un ser querido”, “el trauma de un accidente”, “el trauma de un
divorcio”, “el trauma de la pérdida de empleo”, etc. Este uso de la palabra en forma indiscriminada para calificar
eventos impactantes, lo podemos leer diariamente en las noticias, escucharlo en la jerga cotidiana, pero lo más
problemático, es que este uso inespecífico se da dentro del área del psicoanálisis y de la salud mental en general. 
Es preciso puntualizar el concepto de “Trauma” y atribuirle el lugar epistémico adecuado para entender los
diferentes procesamientos psíquicos y también para el abordaje clínico. No pretendo postular que exista solo una
definición sino desarrollar la problemática presentando mi propuesta conceptual y enfatizando que ella es sólo una
de las posibles miradas. Propongo a “Lo Traumático” como un abordaje integrativo de un procesamiento psíquico
de desarticulación entre afecto y representación, que enfatiza las diferentes dimensiones y manifestaciones del
trauma. (Benyakar, M.; 2007). 
Sabido es que el trauma para Freud ha sido uno de los pilares del desarrollo psicoanalítico. Por medio de este
concepto, en los inicios de su obra, ha tratado de explicar desde accidentes ferroviarios, hasta reacciones por
impactos de guerra. Cuando Freud comienza a tratar de dilucidar las vicisitudes de la histeria, el desarrollo de las
defensas y los mecanismos de proyección, escisión y otros, se vale del concepto ‘Trauma” como medio explicativo
de estos y otros fenómenos, tanto en la primera como la segunda tópica. Ha utilizado dicho concepto en más de
diez acepciones diferentes y, a pesar de la genialidad de su obra, a mi entender, ha desvirtuado nuestra posibilidad
de profundizar sobre él como un proceso psíquico. La confusión se crea ya que postula al “trauma” en algunas de
sus obras como un evento o un entorno, refiriéndose al mismo como “Situación Traumática”, y en otras de sus
obras lo describe como un fenómeno exclusivamente psíquico. Lo paradójico es que a veces ambas acepciones en
la misma obra. (Freud, S.; (1950 [1895]) (Freud, S., 1916-1917; 1923-1925; 1925-1926).
Teóricos del psicoanálisis contemporáneos a Freud, dedicaron su atención a “Lo Traumático” y sus procesos, sin
definir en forma clara, tampoco ellos, si se referían a fenómenos fácticos o psíquicos. Entre ellos podemos
mencionar a Sandor Ferenczi que, a pesar de ser su discípulo, se enfrentó con Freud a causa de su diferente visión
acerca de los impactos del entorno, entre otros motivos. También discrepaban algunos de sus discípulos más
cercanos, los llamados disidentes: Alfred Adler, Otto Rank y otros. Diversos aportes pretendieron profundizar
acerca del tema y un ejemplo de ello es la propuesta de Masud Khan, por medio del “Trauma Acumulativo”,
articulando diferentes escuelas como la de Freud y la de Melanie Klein. 
Madeleine y Willy Baranger con Jorge Mom, pioneros de la Escuela Psicoanalítica Argentina, le confirieron al trauma
un status de fenómeno esencialmente psíquico, claro y preciso, por medio del concepto del “Trauma puro”. Esta
posición adquiere un despliegue internacional que lamentablemente no se ha sostenido. 
Lacan realiza una importante contribución epistemológica al proponer el concepto de “Lo Real” para abordar al
trauma. Con su estilo innovador postula una mirada del trauma, en la cual la causalidad del mismo pertenece al
proceso psíquico en sí. (Lacan, J; 1974-1975)
Representa una rémora referirse a “Lo Traumático” como un evento, al que se acostumbra llamar “Situación
Traumática”. Desvirtuar la esencia de lo traumático como exclusivamente psíquico, no sólo se transformó en un
obstáculo al desarrollo teórico y clínico psicoanalítico, sino que además dio lugar al desarrollo de entidades
nosológicas dentro de la Psiquiatría como “Estrés Post Traumático”, tan mentado y utilizado en los ámbitos de la
salud mental. Uno de los tantos problemas que este abordaje presenta es que no reconoce al trauma como
proceso psíquico. En el Estrés Post Traumático lo patológico es el estrés, y el trauma es el fenómeno fáctico. Tanto
los precursores de este concepto, como los que continúan trabajando en torno al Estrés Post Traumático, dan fe de
una muy baja incidencia de resultados clínicos, y siguen tratando de mejorar técnicas diagnósticas (generalmente
cuestionarios) y técnicas de tratamientos. La falta de respuesta clínica adecuada, radica en una errónea concepción
acerca de qué es lo que se está tratando –o sea qué es el Trauma– y cómo se lo trata. “Seguir buscando
tratamientos adecuados, sin tener una acotada y precisa visión sobre el trauma, sería como buscar el llavero
perdido sólo debajo del farol porque allí hay luz”. (Shalev, A; 2000).
Son varios los incentivos que me llevaron a cuestionar la esencia del concepto “Trauma” en sus aspectos
epistemológicos y clínicos. No sólo escritos críticos –entre ellos nada más ni nada menos que la propuesta de Anna,
la querida hija de Freud, quien en la introducción al libro de H. Nagera postula la necesidad de reconceptualizar a
“Lo Traumático”–, sino mi propia experiencia clínica en la práctica analítica cotidiana y en lo vivido en cinco campos
de batalla durante mi estadía en Israel. A esto se suma lo recabado en el tratamiento de damnificados por
desastres y catástrofes sociales y naturales. 
Doy fe que a lo largo de mi formación y durante mi labor analítica no podía abordar en forma adecuada aquello
que emergía como patológico a consecuencia de los impactos de eventos y entornos. No solo que el cuadro era
difuso y confuso, sino que la literatura científica en que me apoyaba lo hacia más confuso aún. Al pretender
sostener a “Lo Traumático” como un fenómeno psíquico, necesitaba valerme de un concepto para mensurar las
cualidades y magnitudes del hecho fáctico en sí y, de este modo, poder referirme a las características tanto de la
explosión de una bomba, como de accidentes, violaciones, crisis económicas, etc. Ante esos fenómenos fácticos me
preguntaba: ¿es eso lo traumático o es el modo en que cada uno de los individuos lo vivía? ¿Todos los que
participaron en un accidente tuvieron un trauma? ¿Sólo los que mostraban algún tipo de manifestación extraña
estaban traumatizados? Ahí me dije: –¡No! La explosión de una bomba no es un trauma, un accidente no es un
trauma, una violación tampoco. Por lo tanto, ninguno de ellos es una “Situación Traumática”. Necesitaba otro
concepto para cualificar al evento en sí, y es así como nació el concepto de “Lo Disruptivo”. Por medio de este
concepto pretendo dejar sentado en forma clara el lugar de “lo traumático” única y exclusivamente como un
fenómeno psíquico, provocado por un impacto externo que causa una falla de la capacidad procesual
(Benyakar,M.; 2003). 
“Lo Disruptivo” cualifica la capacidad potencial de un fenómeno fáctico de desestabilizar los procesamientos
psíquicos. Y como fenómeno fáctico relacional, nos permite remitirnos, analizar las cualidades y evaluar la dinámica
de un accidente, una violación, una crisis, o cualquier tipo de relación movilizante para el psiquismo, desde su
perspectiva fáctica. Así, podemos adjudicarle un mayor o menor potencial de disruptividad a lo sucedido
fácticamente. Por lo tanto, veremos que habrá eventos o entornos disruptivos que pueden, o no, generar procesos
psíquicos del orden de lo traumático. 
Es desde esta perspectiva que, para abordar las cualidades del trauma como fenómeno psíquico, tuve que valerme
del concepto de “Vivencia Traumática”. Considero que la “Vivencia” es un concepto fundamental en la clínica, y en
la clínica psicoanalítica en especial. Laplanche y Pontalis al definirla (erlebnis en alemán) expresan claramente que
no ha sido un concepto suficientemente desarrollado dentro de la literatura psicoanalítica.
Defino “Vivencia Traumática” y “Vivenciar Traumático” como procesos psíquicos de desarticulación entre el afecto y
la representación. Pretendo dejar en claro que “Lo Traumático” no es lo que sucedió, sino el modo en que cada
psiquismo lo vivencia. De este modo, al hablar de trauma, nos estamos refiriendo a una modalidad de
procesamiento psíquico que, paradójicamente, es la falta de capacidad de procesamiento, a lo que he llamado “La
vivencia de no vivencia”. 
Las barreras idiomáticas son un ejemplo de la dificultad que tenemos de abordar el concepto de “Vivencia”. El
Inglés cuenta solo con la palabra Experience; el francés se vale de un término más subjetivo como Le vecu (lo
vivido), pero que aún no especifica si se remite a algo psíquico o fáctico. J. P. Sartre trata de superar este
problema utilizando el concepto de Fait Vecu (hecho vivido), para remitirse a la vivencia y diferenciarla de la
experiencia. Esta problemática fue expresada públicamente por Jorge Semprun, quien en el Congreso de la IPA del
2001, pone de manifiesto la falta de la palabra “vivencia”, tanto en el idioma francés, como en el inglés.
Agraciadamente, en el idioma español tenemos la palabra “vivencia”, propuesta por Ortega y Gasset. 
Entiendo que la experiencia, es la conjugación del evento fáctico (el accidente, la explosión de una bomba, etc.)
con la vivencia concomitante, o sea el modo en que el psiquismo de la persona en cuestión ha podido articular el
afecto emergente con la representación correspondiente. Las experiencias pueden ser terribles y pueden tener
impactos disruptivos sumamente movilizantes o desorganizantes, pero por mayor que sea la magnitud del evento
fáctico, no siempre esas experiencias se caracterizan por estar compuestas por vivencias traumáticas. Subrayo de
este modo, que la experiencia es la conjugación de dos factores básicos: un componente fáctico disruptivo o no, y
el procesamiento psíquico que puede ser traumático o no.
Los impactos disruptivos muchas veces son de tal magnitud que, en nuestra labor clínica, nos pueden dejar
capturados por las cualidades del relato de lo sucedido. En más de una supervisión veo como algunos terapeutas
se dejan llevar por el impacto del evento fáctico sucedido, tratando de darle una causalidad o una motivación que
nada tienen que ver con el procesamiento psíquico. Hay que tener en cuenta que la vivencia es inefable, pero no
porque sea traumática, sino porque es un modo de procesamiento psíquico. Pretender que un paciente cuente, por
medio de palabras, una vivencia, sería como solicitarle que relate la represión, la inhibición, u otros mecanismos
psíquicos. De este modo, pongo en claro que a la vivencia, al igual que a otros procesos psíquicos, el paciente no la
relata, sino que el terapeuta la infiere. 
En un proceso terapéutico, el paciente, al referirse al impacto de situaciones disruptivas, generalmente transmite
detalles de lo acaecido, tratando de explicitar por medio de la palabra todo lo que él entiende que le ha sucedido.
Nuestra función no es sólo escuchar lo sucedido, corriendo el peligro de quedar atrapados en la trama situacional,
sino inferir acerca de la modalidad del procesamiento psíquico, que puede ser traumático o no. Es decir que lo que
estaríamos tratando de dilucidar es si existe una adecuada articulación entre el afecto y la representación, o si
estamos frente a la presencia de un proceso de desarticulación, como en el caso de la “Vivencia Traumática”. Esto
no lo otorga el contenido del relato, sino que se lo infiere en la modalidad de procesamiento.
El pretender adjudicarle causalidad psíquica a los eventos fácticos, o tratar de que el paciente repita una y otra vez
lo vivido, son modalidades de perpetuar la falta de capacidad de procesamiento. Es por ello que debemos abordar
la labor terapéutica en búsqueda de intervenciones que puedan decir afectos, en el nivel de procesamiento en que
cada paciente se encuentra, especialmente ante la vivencia traumática. 
La Vivencia Traumática no pertenece ni al orden de la represión, ni al orden del conflicto, sino que se trata de un
proceso psíquico de desarticulación que se gesta por no haber podido introyectar el impacto disruptivo en forma
activa. En pocas palabras, respecto de la actividad clínica, podría decir que las cualidades inefables de la vivencia
me llevaron a una búsqueda de las modalidades de procesamientos psíquicos y las características de
desarticulación que ellas tienen. 
Esto me posibilitó desarrollar lo que he llamado la “Interpretación vivencial” que está dirigida a abordar la
capacidad específica de procesamiento de cada uno de los pacientes. De esta forma, se podría evitar, en este tipo
de casos, la “interpretación causal”, intervención que, como analistas, estamos habituados a realizar en nuestra
practica cotidiana. La “Interpretación Vivencial” engloba tres tipos de interpretaciones: una es la “interpretación
figurativa”, la otra es la “interpretación relacional”, y la tercera es la “interpretación de sentido”. (Benyakar, M.;
Lezica, A.; 2006).
Decir que la vivencia es inefable no implica que sea inabordable. Del mismo modo que por medio de la asociación
libre se encuentra el camino para la interpretación de los sueños, tratando de dilucidar los efectos de la represión,
debemos encontrar una manera más específica de abordar lo traumático. La “Vivencia Traumática” se caracteriza
por su desarticulación, por lo tanto la labor asociativa o el uso de la causalidad que otorgan las palabras, no
posibilitarían su adecuado abordaje. Es por ello que entiendo que a través de la “Interpretación Vivencial”
podremos tener un mejor acceso a “Lo Traumático”. 
Poner en práctica la “Interpretación Vivencial” demanda una concepción del aparato psíquico que diferencia tres
tipos de afectos específicos: las sensaciones, que devienen puramente de lo corporal puesto que son senso-
perceptivas; lasemociones, que son afectos relacionales y que dan cuenta de la existencia de la otredad; y
los sentimientos, que son afectos manifestados por la palabra y tienen dimensión de tiempo y espacio. “Lo
Traumático”, a mi entender, se puede abordar más eficazmente desde la interpretación vivencial de
las sensaciones. Es a este tipo de interpretaciones que he llamado “Interpretaciones Figurativas”, ya que a partir
de lo postulado por Freud en “La interpretación de los sueños”, las figuras son las creaciones más arcaicas de
nuestro psiquismo, siendo ellas las representantes de las sensaciones como afecto. Por lo tanto, la “figurabilidad”
servirá de base para el desarrollo de las palabras plenas, o palabras que dicen afectos. Es así como entiendo que
en nuestra labor clínica, en este tipo de situaciones, el uso de palabras que remitan a una causalidad, puede llevar
a una labor más conectada con procesos cognitivos, en vez de abordar a lo traumático desde los procesos
inconscientes más originarios, al decir de Piera Aulagnier. 
El desarrollo de la “Interpretación vivencial” en el abordaje clínico de lo traumático requiere de una adecuada
reformulación de diferentes conceptos, encadenados entre sí, que permitirá mayor especificidad en nuestra labor
profesional. 
He tratado de explicitar la relación entre los diferentes conceptos relacionados a lo traumático. Ellos son: Lo
Disruptivo como fenómeno fáctico, con sus cualidades específicas; La Vivencia Traumática, como modalidad
psíquica de desarticulación entre el afecto y la representación; y los Procesos figurativos, que bien los conocemos
en la interpretación de los sueños como lenguaje posible para el abordaje de procesos muy originarios, y que en
este caso serían abordados por la interpretación figurativa. 
¿Por qué tanta cautela ante el abordaje de lo traumático? Porque debemos tomar en cuenta que en muchos casos
podemos quedar capturados por lo impactante del relato de lo disruptivo o atrapados por sintomatologías muy
floridas que emergen en este tipo de situaciones, sin dilucidar que esa sintomatología es simplemente uno de los
tantos intentos de elaborar esa desarticulación entre el afecto y la representación. Quedar atrapado en el relato,
tratando de buscar causalidades a lo fáctico, es tan peligroso como pretender acallar el síntoma sin elaborar los
procesos concomitantes. Es por ello que pienso que el abordaje adecuado de la “Vivencia Traumática” es un reto,
tanto para el tratamiento de los impactos disruptivos traumatogénicos, como así también para repensar algunos
procesos en la clínica cotidiana.

Vous aimerez peut-être aussi