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Ten un sueño

Dr. Jack Hyles


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Ten un sueño - Dr. Jack Hyles

Joel 2:28 Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda


carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros
ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones

Génesis 37:19 Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador.

Salmos 126:1 Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sión,


Seremos como los que sueñan.

Eclesiastés 5:3 Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y


de la multitud de las palabras la voz del necio.

Después de leer este mensaje, yo quiero que tú tengas un sueño.


Quiero que decidas hacer la iglesia más grande que jamás el
mundo hispano ha visto y para tener el crecimiento más grande
que se ha tenido en la historia del hombre. Quiero que en los
próximos minutos en lo que tardas leyendo este artículo seas
impulsado para que algo grande venga a tu vida y a tu ministerio.

Hace muchos años, fui a predicar a Virginia, y cuando estaba en


el Aeropuerto de Washington D.C. llegó hacia mí un hombre, un
predicador, él era un hombre muy alto, aproximadamente media
1.95 de altura, y yo creo que pesaba aproximadamente 130 kg.

Él se acercó a mí y me dijo: — ¿Le puedo hacer una pregunta por


favor?— Y yo le contesté: ¡Claro que si! Entonces él me preguntó:
— ¿Usted no es el Dr. Jack Hyles?— Si yo soy. —Qué bueno es
volver a verlo, yo fui a su Escuela para Pastores durante varios
años, y en aquel tiempo en mi iglesia tenía como 150 personas
asistiendo a la Escuela Dominical, y Dios prendió un fuego en mi
corazón y nuestra asistencia empezó a crecer gradualmente de a

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200, luego 250, después 300, 350, 400, 450, 500, 550, 600, 650
hasta llegar a las 700 personas. —

Él muy misterioso dijo: —De pronto nuestra asistencia dejó de


crecer, para ese momento solo habíamos llegado a los 750. Hasta
ahí llegamos. —

Muy intrigado y desesperado me miró fijamente y dijo:

— ¡Yo no sé qué hacer para que vuelva a crecer!, Dr. Hyles ¿Me
puede ayudar por favor?, ¿Puede usted ayudarme a que mi
Escuela Dominical vuelva a crecer?—

Yo muy calmadamente le dije: —Si puedo. Y él ansioso dijo: —


¿Qué puedo hacer?—

Muy seguro de lo que yo decía le dije:

—Quiero que tú tomes unos días, una semana si es posible, y


quiero que vayas al campo tú solo. Consigue un lugarcito donde
puedas pasar las noches, y quiero que mires hacia el espeso cielo
y quiero que digas 1500. Y luego quiero que digas mil quinientos,
luego quiero que digas 1500, luego quiero que digas 1500, quiero
que sigas diciendo 1500, 1500, 1500, 1500, 1500. También quiero
que vayas afuera, al patio, y que consigas un palo, quiero que
escribas en la tierra: un uno, un cinco un cero y otro cero ¡1500!
escríbelo otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez. Quiero que
escribas 1500, 1500, 1500 y así sigas escribiéndolo por treinta
minutos.

Después quiero que te pongas delante del espejo, quiero que te


rías: ¡Ja, Ja, Ja! Y repitas, 1500. Luego quiero que lo grites 1500 y
luego sóplalo 1500 y dilo otra vez 1500, y otra vez 1500, y otra
vez 1500, y otra vez 1500, y otra vez 1500. Luego quiero que
tomes un papel y un lápiz y escribas en el: un uno, un cinco, un
cero y otro cero y escríbelo otra vez: un uno, un cinco, un cero y

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otro cero, escríbelo otra vez, un uno, un cinco, un cero y otro
cero, y escríbelo otra vez, 1500, 1500, 1500.

Quiero que regreses a tu casa, y que mires a tu esposa y quiero


que le digas: mi amor, quiero que sepas con todo mi corazón que
yo amo al 1500, 1500, 1500.

Quiero que comas 1500, quiero que duermas 1500, quiero que
hables 1500, quiero que cantes 1500, quiero que soples 1500,
quiero que te mueras si no tienes 1500.

Yo le pregunté al Hermano Tommy: —¿Cuantos tuviste el


domingo pasado en la Escuela Dominical?: Él me contestó:—576
de asistencia—

Yo le dije: En la noche quiero que sueñes mil, quiero que digas


1000, 1000, 1000, 1000, 1000, 1000, 1000. Quiero que cantes
1000, 1000, otra vez...1000, 1000, 1000, otra vez, 1000, 1000,
1000, 1000, 1000, 1000, 1000, 1000, 1000, 1000.

Vas a ir a tu casa y le vas a decir a tu esposa que amas 1000,


quiero que comas 1000, quiero que duermas pensando en 1000,
quiero que sueñes 1000, que sigas pensando en 1000, que hables
1000.

Pastor que lees esto, yo quiero que tú hagas lo mismo. Si tú


tienes 100 en la Escuela Dominical, quiero que pienses en 200,
quiero que cantes 200, quiero que tengas un sueño, quiero que
digas: me muero si no tengo 200. Y si tienes 200 quiero que digas
400, quiero que lo apuntes: 400, y otra vez 400, y otra vez 400, y
otra vez 400, quiero que estés obsesionado con querer tener 400
en la Escuela Dominical.

Quiero que cada uno de ustedes ¡Tengan un sueño!

¿Qué sueño? El sueño de doblar su asistencia en los próximos


seis meses. Si tienes quinientos quiero que sueñes con mil. Si tú
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asistencia fue 1500 quiero que digas 3000, quiero que mueras si
no tienes el doble de tu asistencia. Es más no tienes que morirte,
¡Yo te mato! Si no le haces. ¡Ten un sueño!

Hay tres cosas que quiero decir acerca de tu sueño.

Número uno:

¡Ten un sueño!, ten un sueño para tu clase de Escuela Dominical.


Mamá, ten un sueño para tus hijos. Pastor, ten un sueño para tus
miembros, ten un sueño para tu ruta de autobuses, ten un sueño
para tu programa de ganar almas. Obsesiónate por ese sueño,
piensa que primero te mueres si no ves ese sueño realizado.

Lo que el mundo hispano necesita, es una generación de


predicadores bautistas, independientes, fundamentales, de la
religión a la antigua, de la religión que teme al fuego y al azufre.
El mundo hispano necesita cristianos esforzados que estén
obsesionados con tener un sueño. Ten un sueño.

Yo recuerdo que durante mi niñez, fui un niño quieto, en aquel


tiempo cuando cursaba la secundaria reprobé la clase de
oratoria. Hablando ahora de mi juventud, cuando tenía 17 años,
yo pesaba 43 kg. Era un jovencito de baja estatura y estaba muy
delgado.

Nunca se me olvida esa época de mi juventud, cuando yo pase


por el pasillo de la iglesia a la que asistía y rendí mi vida para
predicar el evangelio. A partir de ese momento viví obsesionado
y consumido por un sueño. ¿Cuál sueño? Mi sueño fue, que yo
me pondría detrás de un púlpito con una Biblia abierta y
predicaría la Palabra de Dios. Era un joven quieto, tímido, estaba
avergonzado, pero tenía un sueño. Nadie creía que yo sería un
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predicador. Es más, mi pastor, en algún momento me dijo: —
Jack, yo creo que tú no la vas a hacer como predicador. — Pero lo
que él no sabía, era que dentro de mí ser, yo tenía un sueño. Me
veía detrás de un púlpito con mi Biblia abierta, predicándole a
una congregación como a las que he predicado un sinfín de
veces.

¡Tenía un sueño! ¡Tenía un sueño! Tú no puedes detener a


alguien que tiene un sueño.

Poco después, fui al colegio en la Universidad de Texas en


Arlington. Recuerdo que mi profesor de Oratoria me dijo después
del primer semestre: —Jack, tal vez tú serás un buen carpintero,
tal vez serás un buen plomero o tal vez podrías cavar zanjas, pero
nunca serás un predicador, no tienes talento para eso. —

Pero lo que él no sabía, era que yo tenía un sueño. Ese sueño que
me obsesionaba, mi sueño de ser un gran predicador, y no me
importaba lo que de mí se opinara. Tenía un sueño de que
predicaría en una gran congregación, estaba consumido con ese
sueño.

Todos los profesores de un Instituto, no pueden parar a un


hombre que tiene un sueño. Todos los predicadores llenos de
dudas no pueden parar a alguien que tiene un sueño.

Estoy hablándoles a algunos hombres que no son muy agresivos,


si tú eres tímido o quieto y tú crees que no puedes hacer algo
grande, en este momento quiero retarte a que tengas un sueño,
quiero que todas las personas que leen este artículo, ya sea que
estén dentro de la Obra o fuera de la Obra de Dios especialmente
los hombres, tengan un sueño.

Si tú, ni aún eres obrero, quiero que un día, tú te pongas detrás


de un púlpito, con una Biblia abierta y que tú tengas una
congregación y que tú seas un predicador. Yo quiero que tú
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tomes decisiones, y la mayor decisión es que: tengas un sueño.
Dios quiere que tú tengas un sueño y que todos los demonios del
infierno no puedan pararte.

Continuando con mi vida de joven, me invitaron a predicar mi


primer sermón, ¡Yo no sabía que decir! Así que hable por tres
minutos, les pedí disculpas a la gente y luego me senté
sintiéndome un terrible fracasado. Estaba sentado, llorando,
cuando el diácono principal de la iglesia vino conmigo y me dijo:
—Joven, yo quiero darte un consejo, el mejor consejo que tú
jamás has tenido— Asombrado, y limpiándome las lágrimas le
dije: ¿Qué consejo me quiere dar? El diácono apenado, pero
decidido me dijo: —Tú nunca serás predicador—

Pero de la misma manera que los demás, lo que él no sabía, era


que yo tenía un sueño, él no sabía que yo soñaba con ser un
predicador y estaba obsesionado con ese sueño. Y es lo que
quiero para ti. Yo no quiero que solo te emociones el leer este
artículo de Jack Hyles, yo quiero que hoy consigas un sueño,
quiero que después de leer esto, te sientas como una persona
diferente, obsesionado por un sueño, y que con toda tu alma y tu
corazón puedas decir: ¡Yo lo haré! ¡Si lo haré! ¡Si lo haré! ¡Si lo
haré! ¡Si lo haré! ¡Si lo haré! Ten un sueño.

Después de que terminé el Instituto, llegue a ser pastor de una


iglesia, una pequeña iglesia en el monte que tenía solo a 19
personas como miembros. Estuve ahí por un año, nadie fue salvo,
nadie pasó al frente, nadie se unió a la iglesia, o sea que fui un
fracaso. Tenía un diácono, y un día, ese diácono vino conmigo y
me dijo: —Pastor, le tengo un consejo: Tal vez usted debería de
ser asistente de pastor, porque yo creo que usted nunca será un
predicador.

¿Se da cuenta querido hermano? Por un año nadie había sido


salvo, por un año, nadie había pasado al frente, pero había algo
que el diácono no sabía, él ignoraba que en este pecho, latía
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dentro de mi corazón un sueño, un sueño que yo me sería un
predicador de una congregación como la que ahora tengo en
Hammond.

Por un año ni un solo convertido, y ahora, después de 50 años,


más de un millón de personas han pasado por los pasillos donde
yo he estado predicando y han recibido a Cristo como su
Salvador. ¿Se dan cuenta? Yo quiero que tú tengas un sueño. Ten
un sueño.

Número dos.

Quiero que cuentes ese sueño.

La Biblia dice el profeta que tenga un sueño, que lo cuente. ¿Qué


significa? Significa que yo quiero que tú digas cuál es tu sueño.
Quiero que dejes que la gente sepa cuál es tu sueño. Si vas a
tener 400 en la Escuela Dominical, quiero que lo cuentes, deja
que la gente lo sepa, ¡Arriésgate! si tiene 500 en la Escuela
Dominical di: puedo tener 1000, voy a tener 1000, quiero que
cuentes tu sueño.

Hace varios años estaba predicando en Georgia, y durante el


sermón hice una declaración parecida a esta, yo dije: hace dos
mil años en el día de Pentecostés, tuvieron tres mil salvos en un
solo día, y servimos al mismo Dios que ellos servían y creo que
podemos tener el mismo resultado que ellos.

Y luego de pronto recalqué: También creo, que cualquier iglesia


podría tener tres mil salvos en un solo día. Así que yo seguí mi
sermón y terminé.

Al día siguiente estaba en el avión yendo a Chicago y Dios


empezó a hablar conmigo, no en voz alta, (nunca me ha hablado
en voz alta, pero me habla) y me dijo: — ¿Tú crees lo qué dijiste
en el Sermón anoche?— Y queriendo esquivar esa pregunta yo

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contesté: Yo dije muchas cosas en el Sermón de anoche. Pero
Dios me dijo: —Tú sabes de lo que yo estoy hablando. — Dije: Si,
yo sé de lo que estás hablando. Y Él me dijo: —Tú, en verdad
crees que una iglesia en esta época podría tener tres mil
personas que pasen por el pasillo de una Iglesia y sean salvos. —
Le dije: —Supongo que sí. — Y me quede meditando todo ese
tiempo.

Fui al púlpito de mi iglesia esa noche del miércoles y prediqué. Y


yo no sé qué paso, pero cuando quise detenerme, ya lo había
dicho, dije: Damas y caballeros, el tercer domingo de Marzo, la
Primera Iglesia Bautista de Indiana va a tener tres mil personas
pasando por estos pasillos, recibiendo a Jesucristo como su
Salvador Personal. Yo no pude creer lo que había dicho.

Cuando llegué a casa esa noche, mi esposa me esperaba en la


puerta, y me dijo: —Yo creo que tú te hiciste tonto esta noche.—
Apresuradamente le conteste: No, yo ya era un tonto. Ella me
dijo: —¿Tú sabes lo que dijiste esta noche?— De igual manera,
tratando de evadir esa pregunta le dije: —Creo que dije muchas
cosas esta noche.

—Tú sabes de lo que yo estoy hablando— Y yo sabía de lo que


ella estaba hablando, así que me repitió: —Tú dijiste delante de
todos, que el tercer domingo del mes de Marzo, 3000 personas
iban a pasar a los pasillos para ser salvos. ¿Tú en verdad crees
eso? Y yo le dije: Si.

Así que a partir de ese momento, nuestra iglesia empezó a


trabajar, yo nunca he visto a gente trabajar como ellos
trabajaron, nunca he visto a la gente orar como ellos oraron.

Llegó ese domingo esperado, y cuando terminó el día, 4954


personas habían pasado por los pasillos para recibir a Cristo
como su Salvador Personal. ¡Eso nunca habría sucedido, si no

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hubiera tenido un sueño y si no lo hubiera contado ese sueño!
Ten un sueño.

Varios años después tuvimos el segundo día de Pentecostés,


3300 personas pasaron por los pasillos para recibir a Cristo como
su Salvador. Después de varios años, lo intentamos otra vez y el
resultado fue: 5190 personas pasaron por los pasillos para ser
salvos. Usted puede preguntarme: Hermano Hyles ¿Qué sigue?
¿Qué en el mundo podría ser más grande que tener a más de
5000 personas siendo salvas en un día? ¿Existe algo más grande
que eso?

Usted también querrá preguntarme: ¿Cuántos años tiene? Yo


tengo 71 años de edad. (Enero de 1998) Pero yo estoy
prosiguiendo la meta, buscando nuevas alturas. Orando mientras
sigo adelante. ¡Señor ponme sobre suelo más alto! ¡Señor
levántame, y déjame parar por la fe, sobre el suelo del cielo,
sobre un lugar más alto que encontrar! ¡Señor pon mis pies sobre
un suelo más alto!

¿Qué estoy diciendo? Ten un sueño. Cuenta ese sueño.

La gente me dice: ¿Cómo un viejo como usted, puede hacer eso?


Yo puedo patear tan alto como siempre. Y déjenme decirles que
duele más, dar esas patadas que tener un sueño y yo sigo
teniendo un sueño, estoy obsesionado con ese sueño.

Quiero que tú también tengas y cuentes un sueño. Ten un sueño,


ten un sueño, ten un sueño y cuenta tu sueño, cuenta tu sueño,
cuenta tu sueño.

Número tres.

Haz el sueño.

Ten un sueño, cuenta el sueño y haz el sueño. Quiero que


consigas hoy un sueño, quiero que lo anuncies y lo cuentes, y al
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terminar de leer este mensaje, decide hacer algo grande para
Dios.

Estoy cansado que todos los carismáticos hagan todas las cosas
grandes. Estoy cansado que Benny Hinn y Roberto Shuller hagan
las cosas grandes. Es tiempo que nosotros, que tenemos la
verdad, hagamos algo grande para Dios. Ten un sueño, y luego
cuenta ese sueño. Levántate temprano, desvélate y ve a trabajar,
toca puertas, trae a la gente para Cristo, desafía tu gente, edifica
tus rutas de autobuses, edifica tu clase de Escuela Dominical,
duplica tu asistencia de Escuela Dominical y deja que el mundo
hispano sepa que los Bautistas independientes estamos vivos.

Cuando yo fui un adolescente, Dios me llamó a predicar, mi


padre fue un alcohólico, él nos abandonó a mi madre y a mí,
cuando era niño. Era un hombre muy inicuo, un hombre con una
boca muy sucia, era alcohólico, abandonó a su familia y vivió en
pecado.

Una vez a la semana yo veía a mi padre. Mi madre y yo vivimos


una severa pobreza, no teníamos ventanas con cristal en nuestra
casa, teníamos un calentador de leña y lámparas de petróleo. El
baño que había, estaba en el exterior de la casa, realmente
éramos muy pobres.

Un domingo por la noche, Dios me llamó a predicar. El día


siguiente, el primero de Enero (Año nuevo) iba a ver a mi papá,
ya que él me había llamado por teléfono, para verme. Y
decidimos encontrarnos en ciertas calles de la ciudad de Dallas.

Así que asistí a la cita como habíamos quedado y cuando me iba


aproximando hacia él, pude darme cuenta que estaba inclinado
sobre una pared de ladrillo rojo. Mi papá era un hombre
gigantesco, de 1.90 metros y que pesaba alrededor de 112 Kg.
Cuando él fue joven, él era luchador profesional. Y yo, como ya
les dije, fui un muchacho pequeño.
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Entonces mi padre se acercó a mí, estaba borracho y me dijo: —
Hola hijo.— Yo angustiado le dije: Papá, necesito decirte algo—
La angustia que sentía, era porque mi papá odiaba a los
predicadores. Nunca iba a la iglesia, y si se empezaba a nombrar
el nombre de algún pastor, él empezaba a decir maldiciones
sobre ese pastor.

Entonces le dije: Papá, anoche algo sucedió. Él, tambaleándose


por la borrachera, me preguntó: — ¿Qué fue hijo— Muy
nervioso, pero con la esperanza de que me felicitara le dije: Papá,
anoche Dios me llamó a predicar, y yo rendí mi vida a Dios para
ser predicador. Como era de esperarse, mi padre empezó a
echarme maldiciones, me llamó con cada palabra sucia que él
pudo pensar y él me tomó con sus enormes manos y me empujó
contra la pared y me pegué tan duro contra la pared, que casi
perdí la conciencia. Caí a la banqueta y él me pateó para hacerme
reaccionar. Luego me levantó con mucho coraje y me preguntó:
— ¿Vas a ser un predicador? y luego dijo: —Eres un hijo de quién
sabe cuántos predicadores, estoy avergonzado de ti— Y me
pateo otra vez, me maldijo nuevamente y me volvió a patear.
Tirado yo en el piso, él volteo a verme antes de irse y camino.

En ese momento, llegó a media calle un grupo de personas, que


se juntaron ese día primero del año. (Yo creo que andaban
festejando algo) Así que mi papá viendo a toda esa gran cantidad
de personas se regresó y volvió a acercarse a mí, al lugar donde
yo estaba, y me pateo una y otra vez, acompañando sus patadas
con maldiciones y con la mirada llena de coraje me miró y me
dijo: —Tengo vergüenza de ti, mi hijo, un predicador, prefiero
verte muerto antes de que seas un predicador, me da vergüenza
que seas mi hijo—

Por último me maldijo otra vez y alejó un poco y cuando llegó


como a media calle, volteó, había como 400 gentes viendo esa
triste escena y él les dijo con una voz burlona: — ¡Eh gente! Ese
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es mi hijo, él va a ser quién sabe cuánto predicador. Y me da
vergüenza de él, prefiero verlo muerto a que sea predicador—

Finalmente, él se volteó y me dio la espalda pues ya se iba, pero


de pronto, regresó hacia a mí; yo ya esperaba otro par de golpes
pero riéndose y burlándose me dijo: —Hijo, si tienes que ser un
predicador, ¿Por qué no haces la iglesia más grande del mundo?
Nunca lo olvidé. En 1974 un representante de una revista
cristiana, vino a la Primera Iglesia Bautista de Hammond, Indiana
y me entregó, un reconocimiento por ser el Pastor de la Iglesia
con la Escuela Dominical más grande del mundo.

Yo fui a mi oficina, recargue mi rostro sobre mis manos, y lloré.


Mi papá tenía años de estar muerto. Recordé las palabras de mi
padre y gritando, le dije: —Papá, donde quiera que tú estés: ¡Lo
hice! ¡Lo hice! ¡Lo hice!

Durante todos esos años estaba consumido, obsesionado con mi


sueño, poseído de un sueño.

Ahora quiero que tú consigas un sueño, deja tu pereza y ve por


todo este país teniendo un sueño, contando tu sueño y haciendo
tu sueño.

Hemos jugado demasiado a la iglesia, hemos jugado demasiado,


hemos hablado demasiado acerca de eso, quiero que tú consigas
el sueño, quiero que cuentes ese sueño, quiero que vayas a tu
casa y hagas ese sueño. Desafía, es más, te desafío, te ruego: ten
un sueño, cuenta tu sueño y haz tu sueño.

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