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LA POESÍA, HACIA LA COMPRENSIÓN DE LO POÉTICO

(RESEÑA)

JORGE ARMANDO BERDUGO HERNÁNDEZ


UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO
SEMESTRE I

Pfeifer, J. La poesía, hacia la comprensión de lo poético. México (1959). Fondo de Cultura

Económica.

En la introducción plantea someramente la vieja discusión de si enfrentar al texto poético

con subjetividad o con razón. Le da el visto bueno al subjetivismo siempre y cuando este

sea educado, allí entraría entonces la razón. En el primer capítulo, Captación, compara el

discurso poético con un texto filosófico de igual temática y llega a la conclusión que la

diferencia sustancial entre el poema y cualquier otro tipo de discurso es la inmutabilidad del

lenguaje poético en relación con cualquier otro. Un tratado filosófico encontrará muchas

maneras de decir, mientras que el poema es per se, invariable con el tiempo.

El primer capítulo se subdivide en tres partes, donde el autor ejemplificando con texto

líricos clásicos, aborda los que a groso modo, son los elementos fundamentales de la

formalidad del poema. Primero se encarga del ritmo y la melodía. Explica las sensaciones

que brindan al lector metro en relación con el ritmo. En esta diferenciación deja ver cómo

el metro es producto de la medida que el intelecto va marcando y el ritmo, por su parte,

corre soterrado con intensidades variadas a través de los versos. De esta manera se va

armando una melodía irrepetible que contiene en su armonía a las ideas embelesadas de

sonoridad.
Consiguientemente, reflexiona acerca de la imagen y la metáfora. Los poemas tienen un

colorido también especial que el poeta debe tener muy en cuenta. Un poema se destruye así

mismo si sus imágenes no logran ser sincronizadas. Las imágenes proponen un viaje directo

con la imaginación. Pero aunque resulta fácil describirlo, realizarlo no es igual. La razón es

que la imaginación desea viajes novedosos, todo lo que a una vida le ha ofrecido al lector,

todo lo que la cotidianidad ofrece, son imágenes que el poema no debe intentar repetir,

porque cae en lo soso y lo común, para ello, la novedad que rige lo pictórico en los versos,

está medida por la metáfora. La imagen poética ideal está condensada en la dialéctica de las

imágenes. En la comparación de cuadros, en la metáfora.

La última parte del capítulo, titulado Temple de ánimo y estilo, se esboza cómo el ánimo

contiene en su vehemencia la manifestación de un ritmo particular en la obra poética, que

va forjando una voz propia en el poeta. De hecho, sólo es posible hablar de poeta cuando

esa voz se manifiesta como estilo original. Para ello, hay que tener un tono que se sienta en

los detalles de su vibración, como una honda reconocible para cualquier lector. Las

imágenes también deben tener cierto fulgor atravesado por la particular personalidad del

poeta.

En el acápite número dos, titulado Valoración, se habla de la autenticidad y la

inautenticidad del lenguaje poético. De la característica intrínseca del lenguaje de abordar

de manera profunda y con intensa veracidad cualquier temática. La capacidad de hacer de

esa temática algo propio y sentido como tal, cuando la realidad del autor refleje todo lo

contrario. Sin embargo, lo que sería una falta a la verdad, en el poema no tiene un peso

negativo. El manejo del lenguaje construye mundos cargados de intensa realidad, de una
realidad autentica que puede ser sentida por el lector, más allá de que este conozca las

características inventivas del lenguaje.

En el segundo punto de este capítulo, Lo original y no original, el autor hace hincapié sobre

la idea de innovar con el lenguaje. Los poemas no originales se muestran sosos porque

reflejan verdades de una manera común o muy trillada en la cotidianidad. El lenguaje

poético debe ser, entonces, destellante, innovador y que produzca, a través de los tropos,

desconcierto en los lectores. El autor explica que no basta con la verdad s no se dice de

manera original.

El capítulo número tres, Interpretación, nos habla de lo estético en relación con la verdad.

Pfeifer expresa la necesidad de concebir el texto poético como una unión indisoluble entre

estos conceptos. La verdad, en las formas explicadas anteriormente (originalidad,

autenticidad) le da a la poesía un tinte de seriedad por la carga de valor existencial que

posee, pero la estética la maquilla en una especie de juego infantil que logra embelecar al

filósofo más ortodoxo. El autor no se rige por una o por otra para definir la poesía, entiende

que ambos son necesarios para que sea posible el arte poético: un juego intrincado de jugar.

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