Vous êtes sur la page 1sur 26

http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2008/T-1026-08.

htm

Sentencia T-1026/08

LEGITIMACION POR ACTIVA DE GOBERNADOR DE


CABILDO INDIGENA-Posibilidad de interponer acción de tutela/
JURISDICCION INDIGENA-El ejercicio y el respeto a ésta es un
derecho fundamental de las comunidades indígenas susceptible de
protegerse por tutela/CONCEPTO DE AUTONOMIA INDIGENA-
Reiteración de jurisprudencia

Se concluye entonces que el ejercicio de la jurisdicción indígena es un derecho


fundamental de las comunidades tradicionales. Lo que necesariamente implica
el respeto y garantía que sus decisiones se harán efectivas. Sin embargo, esta
potestad se encuentra limitada por los derechos humanos y debe ser analizada
por el juez en cada caso concreto. De la misma manera, ante los conflictos
presentados entre la jurisdicción indígena y la ordinaria debe aplicarse el
principio de maximización de la autonomía.

JURISDICCION INDIGENA Y PENAS QUE SE IMPONEN-


Posibilidad de que sean cumplidas en cárceles ordinarias

Aunque el respeto a la jurisdicción indígena se constituye como un derecho de


las comunidades, su ejercicio genera responsabilidades. Sin embargo, surge la
pregunta si una sanción impuesta por una autoridad tradicional, consistente en
pena privativa de la libertad puede ser cumplida en las cárceles de la
jurisdicción ordinaria. Este interrogante fue resuelto en la Sentencia T-239 de
2002. El cumplimiento efectivo de las decisiones adoptadas por las autoridades
indígenas es un deber constitucional, en el proceso de consolidación de tal
jurisdicción. Sin embargo, teniendo en cuenta que el ejercicio de la misma
implica obligaciones, el juez constitucional debe determinar la forma de
coordinación entre las autoridades, si ellas no lo han hecho aún. En efecto, en
la Sentencia referida se había establecido un mecanismo entre las mismas para
el cumplimiento de la condena.

PENA IMPUESTA A INDIGENA-Posibilidad de cumplirla en cárcel


donde sí existe la infraestructura necesaria para la recepción de miembros
de comunidades indígenas condenados por autoridades tradicionales

El Director del Establecimiento EPCAMS-Popayán describe el procedimiento


establecido en dicha cárcel para recibir a los internos que son sancionados por
la legislación especial indígena. Esta Sala considera que este procedimiento
garantiza: (i) que el interno sea tratado de acuerdo a sus condiciones
especiales y en un sitio de reclusión cercano a la ciudad de Pasto, (ii) la
conservación de sus usos y costumbres por la existencia de un pabellón especial
Expedientes T-1’591.540 2

para comuneros condenados por la jurisdicción especial indígena, (iii) la


preservación de los derechos fundamentales de los miembros de la comunidad
como sujetos de especial protección y (iii) la asunción de obligaciones en
cabeza de las autoridades tradicionales en el acompañamiento del tratamiento
penitenciario y la permanencia dentro de las costumbres de la comunidad. Esta
la Sala ordenará que en coordinación con las autoridades del Cabildo, se
remita a los señores al Establecimiento Penitenciario EPCAMS, Popayán, con
el fin de que se cumpla la pena impuesta por las autoridades tradicionales. Así
mismo, las autoridades del Cabido del pueblo indígena Inga de Aponte deberán
cumplir con el procedimiento y obligaciones establecidas por los reglamentos
del penal para la recepción de miembros de las comunidades indígenas.

Referencia: expediente T- 1.591.540

Peticionario: Hernando Chindoy


Chindoy

Accionado: INPEC

Magistrado Ponente:
Dr. MARCO GERARDO MONROY
CABRA

Bogotá, D.C., diecisiete (17) de octubre de dos mil ocho (2008)

La Sala Sexta de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados


Humberto Antonio Sierra Porto, Nilson Pinilla Pinilla y Marco Gerardo Monroy
Cabra, quien la preside, en ejercicio de sus competencias constitucionales y
legales, ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

En la revisión del fallo de tutela adoptada por el Juzgado Primero de Menores


del Circuito Judicial de Pasto, el 2 de febrero de 2007, decisión confirmada por
el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, Sala Civil Familia, el 7 de
marzo de 2007.

A. Hechos

1.- El señor Hernando Chindoy Chindoy, en su condición de Gobernador del


Territorio Indígena Inga de Aponte (Nariño), señaló que el Cabildo Mayor y el
Consejo de Justicia del Pueblo Inga de Aponte, procedieron a juzgar y a
sentenciar a los indígenas Carlos Eliécer Carlossama Chasoy y Julio Quinchua a
la pena de seis años de prisión sin beneficio de excarcelación de conformidad
con el Acta de Sentencia de Juzgamiento No. 023 de noviembre 20 de 2006.
Expedientes T-1’591.540 3

2. – El señor Carlos Eliécer Carlossama Chasoy es acusado, al parecer, de los


delitos de violación a la Casa Pública del Cabildo, fuga de preso, ataque a
autoridad y amenaza a personal técnico del Cabildo. Por su parte, el señor Julio
Quinchoa fue condenado por los delitos de violencia intrafamiliar e intento de
homicidio. Sin embargo, en el Acta de Juzgamiento se señaló que la pena
impuesta sería cumplida en las cárceles del Estado Colombiano. En efecto, la
condena señala:

“Pena que por consideraciones de alta peligrosidad que


representan para la vida y la seguridad del Resguardo, dichas
personas no merecen aplicárseles las sanciones en el
Resguardo, sino que deben pagar sus penas en Cárceles
Judiciales del Estado Colombiano.”

3.- El accionante agrega que solicitó, mediante oficio del 20 de noviembre de


2006, al Director de la Cárcel Judicial de Pasto, doctor Jorge Armando
Chamorro Fuertes, se procediera a dar cumplimiento a la orden de reclusión con
fundamento en la sentencia proferida por El Cabildo Mayor y el Consejo de
Justicia del Pueblo Inga Aponte.

4.- Mediante comunicación del 24 de noviembre de 2006, la Directora encargada


del establecimiento Carcelario EPC, Pasto, doctora Carmen Elena Rodríguez
Martínez, informa al Gobernador del Territorio Inga de Aponte, lo siguiente:
“sólo las autoridades penales, esto es, fiscalía, jueces penales tienen la
investidura y facultad de IMPONER SANCIONES PENALES una de ellas LA
PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD”. Así mismo, considera que no es posible
ser juzgado de conformidad con las normas que rigen la jurisdicción indígena,
pero por otro lado, hacerse acreedor de las penas contempladas en la jurisdicción
ordinaria

5. Para el señor Hernando Chindoy Chindoy tal conducta desconoce la


jurisdicción y autonomía de su pueblo, y por tanto, solicita se dé cumplimiento a
la decisión del Cabildo Mayor y el Consejo de Justicia.

B. Actuaciones Procesales

Surtido el trámite de primera instancia y apelada la decisión por parte del


Gobernador del Cabildo Inga de Aponte, el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Pasto, Sala Civil Familia, mediante Auto del 23 de enero de 2007,
declaró la nulidad de todo lo actuado. Lo anterior, al considerar que no habían
sido vinculados al proceso los señores Carlos Eliécer Carlosama Chasoy y Julio
Quinchua.

En consecuencia, devuelto el expediente al Juzgado Primero de Menores del


Circuito, este Despacho ordena su notificación y se procede a rehacer la
actuación. En el término concedido, los señores Carlos Eliécer Carlosama
Chasoy y Julio Quinchua, no se pronuncian sobre los hechos.
Expedientes T-1’591.540 4

C. Contestación de la entidad accionada – Instituto Nacional Penitenciario y


Carcelario- INPEC

El Director del establecimiento penitenciario de Pasto, doctor Jorge Armando


Chamarro Fuertes, junto con su Subdirectora, dieron contestación a la acción de
tutela de la referencia.

Los demandados señalan que una vez recibida la solicitud de reclusión por parte
de Gobernador del Cabildo, la oficina jurídica de la entidad procedió a analizar
la legalidad de la decisión, concluyendo que no existía fundamento jurídico para
recluir a un indígena en las cárceles ordinarias.

Agrega que el sistema penitenciario colombiano tiene como finalidad el


cumplimiento de las condenas y medidas de aseguramiento emitidas por las
autoridades judiciales de carácter ordinario. En este sentido, considera que las
penas impuestas por las autoridades indígenas deben ser dirimidas en el seno de
su comunidad.

Por otro lado, los accionados informaron al juez de conocimiento que al interior
de los Establecimientos Carcelarios se encuentran recluidos miembros de
diferentes etnias indígenas, a órdenes de autoridades judiciales de la jurisdicción
ordinaria y que son tratados como población vulnerable en el tratamiento
penitenciario. Por tal razón, se desarrollan programas especiales a favor de esta
población. Sin embargo, aclara que a pesar de que la Ley 65 de 1993 establece
situaciones de reclusión especial para los indígenas, en la ciudad de Pasto no se
cuenta ni con la infraestructura ni con el personal idóneo para llevarlo a cabo.

En este sentido, el INPEC señala que su negativa se fundamenta en la protección


de los derechos fundamentales de los indígenas cobijados con las medidas,
puesto que el establecimiento no puede garantizar un tratamiento penitenciario
acorde con su condición. Es por ello que considera que para que sea posible
recluir a un miembro de la comunidad indígena Inga de Aponte, es necesario
que exista un convenio o acuerdo entre el INPEC y la comunidad para
determinar las responsabilidades en el manejo del interno.

I. DECISIONES JUDICIALES

A. Primera Instancia

El Juzgado Primero de Menores del Circuito de San José de Pasto, mediante


providencia del 2 de febrero de 2007 denegó el amparo solicitado por el señor
Hernando Chindoy Chindoy en su condición de Gobernador del Territorio
Indígena Inga de Aponte.

El Despacho considera que a pesar de que en el presente asunto, confluyen los


elementos constitucionales del fuero especial al estar involucrados miembros de
Expedientes T-1’591.540 5

la comunidad indígena y los hechos fueron cometidos en su territorio y por tanto,


las autoridades del Resguardo Indígena son las competentes para investigar y
sancionar las presuntas conductas punibles cometidas por sus miembros, el
INPEC no cuenta, en la ciudad de Pasto, con la infraestructura adecuada para el
tratamiento penitenciario para miembros de comunidades indígenas.

Concluye entonces que la acción de tutela no es el mecanismo idóneo para


obligar a las autoridades carcelarias a recibir un miembro de una comunidad
indígena, y por tanto, el camino a seguir es la suscripción de un convenio entre
estas autoridades y las tradicionales.

B. Segunda Instancia

El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, Sala Civil Familia, mediante
providencia del 7 de marzo de 2007, confirmó la decisión adoptada por el a-quo.

El Tribunal señala que comparte los argumentos esgrimidos por el a-quo y agrega
que no encuentra vulneración alguna al principio de diversidad étnica y cultural
por parte del INPEC, por cuanto esta institución no está cuestionando el acta de
juzgamiento emitida por las autoridades indígenas. Por el contrario, lo que
pretende es proteger la integridad de sus miembros. En este sentido, la reclusión
de indígenas en establecimientos penitenciarios corrientes, implicaría una
amenaza contra los valores de la comunidad, lo que justifica su reclusión en un
establecimiento especial.
II. PRUEBAS

A. Pruebas aportadas en el trámite de instancia

1. Orden de reclusión suscrita por el Gobernador del Territorio Inga Aponte,


el señor Hernando Chindoy Chindoy, en contra de los señores Carlos Eliécer
Carlosama Chasoy y Julio Quinchua.
2. Acta de juzgamiento No. 023 del 20 de noviembre de 2006 de los señores
Carlos Eliécer Carlosama Chasoy y Julio Quinchua y suscrita por las
autoridades tradicionales de la comunidad.
3. Comunicación suscrita por la Directora del Establecimiento Penitenciario
de Pasto, doctora Carmen Elena Rodríguez, en las que se le informa al
Gobernador del Cabildo la decisión de no recluir a los señores Carlos Eliécer
Carlosama Chasoy y Julio Quinchua.
B. Pruebas decretadas por la Corte Constitucional

La Corte Constitucional dentro del trámite de revisión y para mejor proveer


solicitó las siguientes pruebas. Lo anterior, con el fin de conocer los usos y
costumbres de la comunidad indígena y determinar el procedimiento seguido en
contra de los señores Carlos Eliécer Carlosama Chasoy y Julio Quinchua.
Expedientes T-1’591.540 6

(i) La Corte solicitó al Ministerio del Interior y de Justicia, Dirección de


Etnias, que informara a la Sala el conocimiento que se tuviera acerca del
procedimiento general de juzgamiento en la tradición de la comunidad
“Resguardo Indígena Territorio Ancestral del Pueblo Inga de Aponte. Dentro de
este asunto se incluyen: “(i) la definición de las autoridades competentes para
juzgar, (ii) las garantías procesales específicas (derechos de defensa y
contradicción), (iii) las pruebas requeridas para condenar, (iv) el tipo de penas
imponibles, (v) si dentro de las penas se encuentra la privativa de la libertad, (vi)
el lugar de cumplimiento de las mismas cuando son privativas de la libertad y la
posibilidad que existe de redimirlas anticipadamente.”

(ii) Se solicitó al señor Gobernador, al Cabildo Mayor y al Consejo de


Justicia del Territorio Inga de Aponte que informara a la Corte Constitucional lo
siguiente: “(i) cuáles son sus usos y costumbres tradicionales para el
juzgamiento de delitos, (ii) cómo se determina la competencia para juzgarlos,
(iii) con qué penas pueden ser castigados, (iv) si existe la pena privativa de
libertad, y en qué casos procede, (v) cómo y dónde deben cumplirse las penas
impuestas por las autoridades indígenas del Territorio Indígena Inga de Aponte y
(vi) si tienen alguna clase de convenio con las autoridades carcelarias
nacionales para el cumplimiento de las penas impuestas a los miembros de la
Comunidad Inga de Aponte.”Así mismo, se ordenó la remisión, si existiesen, de
los procesos iniciados en contra de Carlos Eliécer Carlossama Chasoy y Julio
Quinchua.

(iii) Se ofició al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario-INPEC-,


Dirección Nacional, para que informara si existían mecanismos y
establecimientos carcelarios en el Departamento de Nariño o lugares aledaños,
que permitieran la reclusión de condenados por autoridades indígenas.

El Ministerio del Interior, señaló que resultaba necesario hacer un peritaje


antropológico con el fin de determinar los usos y costumbres de la comunidad
indígena.

Por su parte, el Gobernador del Territorio Inga de Aponte, el señor Freddy


Janamejoy Mavisoy remitió la Corte Constitucional un escrito en el cual se
explican sus usos y costumbres en relación con los procesos judiciales.

En oficio remitido por el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario- INPEC se


señala que el artículo 29 de la Ley 65 de 1993 establece la reclusión en
establecimientos especiales o en institucionales proporcionados por el Estado, en
los casos en que el recluso sea un miembro de la comunidad indígena.

En este sentido, allega el memorando 7500 STD 11852, expedido por la


Subdirectora de Tratamiento y Desarrollo del INPEC, donde informa que en el
Departamento de Nariño, no se cuenta con esta clase de establecimientos. Sin
embargo, informa a la Corporación que en el Departamento del Cauca se
encuentra el Establecimiento Penitenciario y Carcelario de Alta y Mediana
Expedientes T-1’591.540 7

Seguridad de Popayán, donde sí existe la infraestructura necesaria para la


recepción de miembros de comunidades indígenas.

El Jefe de la Oficina Jurídica del INPEC adjunta el procedimiento establecido en


dicha cárcel para recibir a los internos que son sancionados por la legislación
especial indígena.

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

A. Competencia

Esta Corte es competente de conformidad con los artículos 86 y 241 de la


Constitución Nacional, y el decreto 2591 de 1991, para revisar el presente
fallo de tutela.

B. Fundamentos jurídicos

Problema jurídico.

En esta oportunidad, corresponde determinar a la Sala si la decisión del INPEC de


no dar cumplimiento a una sentencia proferida por una autoridad tradicional
desconoce la autonomía que la Constitución otorga a la jurisdicción indígena, y
como consecuencia, produce un desconocimiento de su identidad cultural y
étnica.

Para tal fin se estudiará, como una cuestión de procedibilidad, si las autoridades
indígenas se encuentran legitimadas para la interposición de acciones de tutela a
favor de sus comunidades.

Posteriormente, se analizará la jurisprudencia relativa a la existencia y los límites


de la jurisdicción indígena, con el objeto de determinar si una autoridad
administrativa puede oponerse al cumplimiento de las decisiones obtenidas en el
seno de la misma. En relación, con este último punto se reiterará la posición
acogida por esta Corporación en la Sentencia T-239 de 2002.1

(i) Legitimación por activa

El Gobernador del Cabildo Inga de Aponte solicita la protección de los derechos


constitucionales fundamentales a la diversidad étnica y cultural, de la comunidad
indígena, así como el derecho de sus autoridades de ejercer funciones
jurisdiccionales.

Sobre el carácter de fundamentales que tienen los mencionados derechos de las


comunidades indígenas la Corte ha señalado que: “... que las comunidades
indígenas, como tales, son sujetos de derechos fundamentales.”2 Y en ese
sentido ha precisado que “[e]l reconocimiento exclusivo de derechos
1
M.P. Alfredo Beltrán Sierra
Expedientes T-1’591.540 8

fundamentales al individuo, con prescindencia de concepciones diferentes como


aquellas que no admiten una perspectiva individualista de la persona humana,
es contrario a los principios constitucionales de democracia, pluralismo,
respeto a la diversidad étnica y cultural y protección de la riqueza cultural.”3

Ha manifestado la Corte que “... los derechos fundamentales de los cuales son
titulares las comunidades indígenas son, básicamente, el derecho a la
subsistencia, derivado de la protección constitucional a la vida (C.P., artículo
11); el derecho a la integridad étnica, cultural y social, el cual se desprende no
sólo de la protección a la diversidad y del carácter pluralista de la nación
(C.P., artículos 1° y 7°) sino, también, de la prohibición de toda forma de
desaparición forzada (C.P., artículo 12); el derecho a la propiedad colectiva
(C.P., artículos 58, 63 y 329); y, el derecho a participar en las decisiones
relativas a la explotación de recursos naturales en sus territorios.”4

Así mismo ha dicho que las anteriores garantías se desenvuelven dentro de un


ámbito especial de autonomía política y jurídica de las comunidades indígenas,
dentro del cual éstas tienen la capacidad para gobernarse y ejercer funciones
jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de acuerdo con sus usos y
costumbres, siempre y cuando éstos no sean contrarios a la Constitución y a la
ley (C.P., artículos 246 y 330).

Pero por otro lado, la garantía a la diversidad étnica y cultural se garantiza a


través de la consagración constitucional de una jurisdicción indígena que se
regule según sus usos y costumbres. En efecto, el 246 Superior señala:

“Las autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer


funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de
conformidad con sus propias normas y procedimientos, siempre
que no sean contrarios a la Constitución y leyes de la república.
La ley establecerá las formas de coordinación de esta
jurisdicción especial con el sistema nacional.”

Por lo tanto, puede sostenerse que el ejercicio y el respeto a esta jurisdicción es


un derecho fundamental de las comunidades indígenas susceptible de protegerse
por la vía de la acción de tutela.

(ii) El concepto de autonomía indígena. Reiteración de jurisprudencia

El artículo 7 de nuestra Carta señala que “El Estado reconoce y protege la


diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”. Por su parte, el artículo
246 garantiza a los pueblos indígenas “ejercer funciones jurisdiccionales dentro
2
Sentencia SU-510 de 1998 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. A esta Sentencia corresponden las citas que se
realizan a continuación, hasta la No. 8.
3
T-380 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz
4
T-380 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz); C-058 de 1994 M.P. Alejandro Martínez Caballero; T-
349 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz; T-496 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz; SU-039 de 1997 M.P.
Antonio Barrera Carbonell
Expedientes T-1’591.540 9

de sus ámbito territorial, de conformidad con sus propias normas y


procedimientos, siempre que no sean contrarios a la Constitución o leyes de la
República”.

La Corte Constitucional ha estudiado en diferentes oportunidades los temas


relacionados con la cuestión indígena. El pilar fundamental de sus decisiones ha
sido el reconocimiento de la autonomía, en virtud de la consagración del
principio en la Constitución Política de la diversidad étnica y cultural de la
Nación Colombiana (CP artículo 7).

En efecto, esta Corporación ha caracterizado a las comunidades indígenas


“como conjuntos de familias de ascendencia amerindia que comparten
sentimientos de identificación con su pasado aborigen y mantienen rasgos y
valores propios de su cultura tradicional, formas de gobierno y control social
internos que las diferencian de otras comunidades rurales (D.2001 de 1988,
artículo 2º). El status de dichas comunidades, en el texto constitucional, se
expresa de la siguiente forma: “a. Forman una circunscripción especial para la
elección de Senadores y Representantes (CP artículos 171 y 176); b. Ejercen
funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial de acuerdo con sus
propias normas y procedimientos, siempre que no sean contrarios a la
Constitución o a las leyes (CP artículo 246); c. Se gobiernan por Consejos
Indígenas según sus usos y costumbres de conformidad con la Constitución y la
ley (CP artículo 33O);d. Sus territorios o resguardos son de propiedad
colectiva y de naturaleza no enajenable, inalienable, imprescriptible e
inembargable (CP artículos 63 y 329);e. Son merecedoras a una mayor
protección (artículo 13, inciso 2° C.P.)”5

De la misma manera, la Sentencia SU- 039 de 19976 señaló:

“Para la Corte los indígenas han dejado de ser una realidad


fáctica pasando a ser sujetos de derechos fundamentales. La
Constitución reconoce que hay formas de vida social
diferentes y debe otorgarse a estas comunidades personería
sustantiva pues eso es lo que confiere status para gozar de los
derechos fundamentales y exigir protección.”

Frente al punto de la autonomía jurisdiccional, resulta claro que, en virtud de la


especial protección que otorga nuestra Carta a las comunidades indígenas, se
reconoce la existencia de una jurisdicción especial con los rasgos propios de su
cultura.

De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte, del análisis del artículo 246 se


“muestra los cuatro elementos centrales de la jurisdicción indígena en nuestro
ordenamiento constitucional: la posibilidad de que existan autoridades
judiciales propias de los pueblos indígenas, la potestad de éstos de establecer
5
T-606 de 2001. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra
6
M.P. Antonio Barrera Carbonell
Expedientes T-1’591.540 10

normas y procedimientos propios, la sujeción de dichas jurisdicción y normas a


la Constitución y la ley, y la competencia del legislador para señalar la forma
de coordinación de la jurisdicción indígena con el sistema judicial nacional.” 7

Así mismo, en la Sentencia T-552 de 20038 estos cuatro elementos se


sintetizaron de la siguiente manera:

“-Un elemento humano, que consiste en la existencia de un


grupo diferenciable por su origen étnico y por la persistencia
diferenciada de su identidad cultural.

- Un elemento orgánico, esto es la existencia de autoridades


tradicionales que ejerzan una función de control social en sus
comunidades.

- Un elemento normativo, conforme al cual la respectiva


comunidad se rija por un sistema jurídico propio conformado a
partir de las prácticas y usos tradicionales, tanto en materia
sustantiva como procedimental.

- Un ámbito geográfico, en cuanto la norma que establece la


jurisdicción indígena remite al territorio, el cual según la propia
Constitución, en su artículo 329, deberá conformarse con
sujeción a la ley y delimitarse por el gobierno con particpación de
las comunidades.

- Un factor de congruencia, en la medida en que el orden jurídico


tradicional de estas comunidades no puede resultar contrario a la
Constitución ni a la ley.

Todo lo anterior, de acuerdo con la Constitución, debe regularse


por una ley, cuya ausencia ha sido suplida por la Corte
Constitucional, con aplicación de los principios pro comunitas y
de maximización de la autonomía, que se derivan de la

7
C-139 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
8
En la sentencia T-552/03 M.P. Rodrigo Escobar Gil, la Corte alude, de la siguiente manera, a los
elementos de la jurisdicción indígena previstos en el artículo 246 de la Constitución: “Un elemento
humano, que consite en la existencia de un grupo diferenciable por su origen étnico y por la persistencia
diferenciada de su identidad cultural; Un elemento orgánico, esto es la existencia de autoridades
tradicionales que ejerzan una función de control social en sus comunidades; Un elemento normativo, conforme
al cual la respectiva comunidad se rija por un sistema jurídico propio conformado a partir de las prácticas y
usos tradicionales, tanto en materia sustantiva como procedimental; Un ámbito geográfico, en cuanto la norma
que establece la jurisdicción indígena remite al territorio, el cual según la propia Constitución, en su artículo
329, deberá conformarse con sujeción a la ley y delimitarse por el gobierno con particpación de las
comunidades; y Un factor de congruencia, en la medida en que el orden jurídico tradicional de estas
comunidades no puede resultar contrario a la Constitución ni a la ley. Todo lo anterior, de acuerdo con la
Constitución, debe regularse por una ley, cuya ausencia ha sido suplida por la Corte Constitucional, con
aplicación de los principios pro comunitas y de maximización de la autonomía, que se derivan de la
consagración del principio fundamental del respeto por la diversidad étnica y cultural del pueblo colombiano”.
Cfr. T-811 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño
Expedientes T-1’591.540 11

consagración del principio fundamental del respeto por la


diversidad étnica y cultural del pueblo colombiano.”

Por otro lado, en esta misma providencia se dijo que resulta contrario al
principio de diversidad étnica y cultural y a la garantía constitucional de la
jurisdicción indígena, la pretensión de que la procedencia de ésta dependa del
reconocimiento externo en torno a la existencia y validez del orden jurídico
tradicional. Señaló que “Establecida la existencia de una comunidad
indígena, que cuente con autoridades propias que ejerzan su poder en un
ámbito territorial determinado, surge directamente de la Constitución, el
derecho al ejercicio de la jurisdicción. Las prácticas y usos tradicionales
constituyen el marco de referencia para el ejercicio de esa facultad, pero su
determinación corresponde de manera autónoma a la propia comunidad
indígena, con la sola limitación según la cual ese sistema normativo
tradicional no puede contrariar la Constitución ni las leyes. Esta última
condición, de la manera como ha sido perfilada por la Corte, solo sería objeto
de una verificación ex post, para la garantía de los derechos fundamentales de
las personas que pudiesen verse afectadas por la acción o la omisión de las
autoridades indígenas.”

Así, pues, del reconocimiento constitucional de las jurisdicciones especiales,


se deriva el llamado “fuero indígena”, que se traduce en el derecho de los
miembros de las comunidades indígenas a ser juzgados por sus propias
autoridades, conforme a sus normas y procedimientos, con el fin de respetar su
particular cosmovisión. De la misma manera, se deduce un derecho
fundamental de la comunidad misma de que sea respetada su jurisdicción y que
una vez sea ejercida sus decisiones sean obligatorias para las autoridades del
Estado Colombiano.

En virtud del fuero indígena, los conflictos suscitados pueden ser conocidos
por un juez diferente del que ordinariamente tiene la competencia para el
efecto y cuya finalidad es el juzgamiento acorde con la organización y modo
de vida la comunidad. La jurisprudencia constitucional ha señalado que tal
beneficio comprende tres elementos esenciales: i) el personal “con el que se
pretende señalar que el individuo debe ser juzgado de acuerdo con las normas
y las autoridades de su propia comunidad”9; ii) el territorial “que permite que
cada comunidad pueda juzgar las conductas que tengan ocurrencia dentro de su
territorio, de acuerdo con sus propias normas”10 y iii) el objetivo, “referido a la
calidad del sujeto o del objeto sobre los que recae la conducta delictiva”11.

En este sentido la Corte manifestó:

“El fuero indígena es el derecho del que gozan miembros de las


comunidades indígenas, por el hecho de pertenecer a ellas, para
9
T-496 de 1996. M.P. Carlos Gaviria Díaz
10
Ibídem
11
T-552 de 2003. M.P. Rodrigo Escobar Gil
Expedientes T-1’591.540 12

ser juzgados por las autoridades indígenas, de acuerdo con sus


normas y procedimientos, es decir por un juez diferente del que
ordinariamente tiene la competencia para el efecto y cuya
finalidad es el juzgamiento acorde con la organización y modo
de vida la comunidad. Este reconocimiento se impone dada la
imposibilidad de traducción fiel de las normas de los sistemas
indígenas al sistema jurídico nacional y viceversa, lo cual se
debe en buena medida a la gran diversidad de sistemas de
resolución de conflictos por el amplio número de comunidades
indígenas y a que los parámetros de convivencia en dichas
comunidades se basen en concepciones distintas, que
generalmente hacen referencia al “ser” más que al “deber ser”,
apoyados en una concepción integradora entre el hombre y la
naturaleza y con un fuerte vínculo con el sistema de creencias
mágico - religiosas.

El fuero indígena comprende entonces dos elementos esenciales,


el personal “con el que se pretende señalar que el individuo
debe ser juzgado de acuerdo con las normas y las autoridades
de su propia comunidad”12 y el territorial “que permite que cada
comunidad pueda juzgar las conductas que tengan ocurrencia
dentro de su territorio, de acuerdo con sus propias normas”13.
Siendo así, las autoridades indígenas son el juez natural para
conocer de los delitos cometidos por miembros de su comunidad,
siempre y cuando se atiendan los dos requisitos establecidos
para el reconocimiento del fuero indígena. Esta condición es
inherente al debido proceso, uno de cuyos componentes es
precisamente el del juez natural, tal como lo señala, de manera
expresa, el artículo 29 de la Constitución: “nadie podrá ser
juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le
imputa, ante juez o tribunal competente y con observancia de la
plenitud de las formas propias de cada juicio”.14

Sin embargo, tal y como lo establece la Constitución Política, el principio del


respeto a la autonomía de la jurisdicción indígena y del fuero que se deriva, no
son absolutos. En este sentido, la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha
establecido el principio de maximización de la autonomía y minimización de las
restricciones.

En virtud de tal principio, se establece como regla general el respeto de la


jurisdicción especial, pero se procede a su limitación cuando resulte
estrictamente necesario para salvaguardar los intereses superiores, consagrados
en nuestra Constitución. Se ha entendido que sólo con un alto grado de
autonomía es posible la supervivencia cultural de los pueblos indígenas.
12
T-496 de 1996, M.P. Carlos Gaviria Díaz
13
Ibídem
14
Sentencia T-728 de 2002, M.P. Jaime Córdoba Triviño
Expedientes T-1’591.540 13

Ciertamente, desde la Sentencia T-254 de 199415, la Corte se pronunció sobre la


tensión entre el principio de la diversidad étnica y cultural y el sistema de
derechos fundamentales consagrado en la Constitución, estableciendo que el
Constituyente, frente a la disyuntiva antes anotada, ha preferido una posición
intermedia, toda vez que no opta por un universalismo extremo, pero tampoco se
inclina por un relativismo cultural incondicional. Así mismo, se establecen
ciertos parámetros para interpretar los conflictos que se presenten entre las
diferentes jurisdicciones:16

“La plena vigencia de los derechos fundamentales


constitucionales en los territorios indígenas como límite al
principio de diversidad étnica y constitucional es acogido en
el plano del derecho internacional, particularmente en lo que
tiene que ver con los derechos humanos como código
universal de convivencia y diálogo entre las culturas y
naciones, presupuesto de la paz, de la justicia, de la libertad y
de la prosperidad de todos los pueblos.

“En concordancia con ese planteamiento, la Corte


Constitucional ha configurado las reglas de interpretación a
ser aplicadas cuando se presenten diferencias conceptuales y
conflictos valorativos en la aplicación de órdenes jurídicos
diversos. Ellas son:

7.1 A mayor conservación de sus usos y costumbres, mayor


autonomía. La realidad colombiana muestra que las
numerosas comunidades indígenas existentes en el territorio
nacional han sufrido una mayor o menor destrucción de su
cultura por efecto del sometimiento al orden colonial y
posterior integración a la "vida civilizada" (Ley 89 de 1890),
debilitándose la capacidad de coerción social de las
autoridades de algunos pueblos indígenas sobre sus miembros.
La necesidad de un marco normativo objetivo que garantice
seguridad jurídica y estabilidad social dentro de estas
colectividades, hace indispensable distinguir entre los grupos
que conservan sus usos y costumbres - los que deben ser, en
principio, respetados -, de aquellos que no los conservan, y
deben, por lo tanto, regirse en mayor grado por las leyes de la
República, ya que repugna al orden constitucional y legal el
que una persona pueda quedar relegada a los extramuros del
derecho por efecto de una imprecisa o inexistente delimitación

15
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz
16
Ver también SU-510/98. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
Expedientes T-1’591.540 14

de la normatividad llamada a regular sus derechos y


obligaciones.

7.2 Los derechos fundamentales constitucionales constituyen


el mínimo obligatorio de convivencia para todos los
particulares. Pese a que la sujeción a la Constitución y a la
ley es un deber de todos los nacionales en general (CP arts. 4,
6 y 95), dentro de los que se incluyen los indígenas, no sobra
subrayar que el sistema axiológico contenido en la Carta de
derechos y deberes, particularmente los derechos
fundamentales, constituyen un límite material al principio de
diversidad étnica y cultural y a los códigos de valores propios
de las diversas comunidades indígenas que habitan el
territorio nacional, las que, dicho sea de paso, estuvieron
representadas en la Asamblea Nacional Constituyente.

7.3 Las normas legales imperativas (de orden público) de la


República priman sobre los usos y costumbres de las
comunidades indígenas, siempre y cuando protejan
directamente un valor constitucional superior al principio de
diversidad étnica y cultural. La interpretación de la ley como
límite al reconocimiento de los usos y costumbres no puede
llegar hasta el extremo de hacer nugatorio el contenido de
éstas por la simple existencia de la norma legal. El carácter
normativo de la Constitución impone la necesidad de sopesar
la importancia relativa de los valores protegidos por la norma
constitucional - diversidad, pluralismo - y aquellos tutelados
por las normas legales imperativas. Hay un ámbito intangible
del pluralismo y de la diversidad étnica y cultural de los
pueblos indígenas que no puede ser objeto de disposición por
parte de la ley, pues se pondría en peligro su preservación y se
socavaría su riqueza, la que justamente reside en el
mantenimiento de la diferencia cultural. La jurisdicción
especial (CP art. 246) y las funciones de autogobierno
encomendadas a los consejos indígenas (CP art. 330) deben
ejercerse, en consecuencia, según sus usos y costumbres, pero
respetando las leyes imperativas sobre la materia que protejan
valores constitucionales superiores.

7.4 Los usos y costumbres de una comunidad indígena priman


sobre las normas legales dispositivas. Esta regla es
consecuente con los principios de pluralismo y de diversidad, y
no significa la aceptación de la costumbre contra legem por
tratarse de normas dispositivas. La naturaleza de las leyes
civiles, por ejemplo, otorga un amplio margen a la autonomía
de la voluntad privada, lo que, mutatis mutandis, fundamenta
la prevalencia de los usos y costumbres en la materia sobre
Expedientes T-1’591.540 15

normas que sólo deben tener aplicación en ausencia de una


autoregulación por parte de las comunidades indígenas.
(Subrayado fuera del texto)

Posteriormente, la Sentencia T-349 de 199617 estableció los dos criterios, que se


han venido reiterando, frente a las restricciones legítimas de la jurisdicción
especial indígena. La Corte Constitucional consideró que las restricciones sólo
pueden presentarse cuando está de por medio un interés superior, y que la
medida no resulte excesivamente gravosa para la comunidad. Esta misma
posición fue acogida en las Sentencias T-496 de 1996, T-523 de 1997, SU-039
de 1997, T-606 de 2001 y T-811 de 2004 (entre otras). Así, en la providencia se
señala:

“Teniendo en cuenta esta definición (que no pretende ser sino


una aproximación a lo que puede entenderse por “etnia”), el
desarrollo del principio de la diversidad cultural en las normas
constitucionales citadas, y considerando que sólo con un alto
grado de autonomía es posible la supervivencia cultural, 18
puede concluirse como regla para el intérprete la de la
maximización de la autonomía de las comunidades indígenas
y, por lo tanto, la de la minimización de las restricciones a las
indispensables para salvaguardar intereses de superior
jerarquía.

Esta regla supone que al ponderar los intereses que puedan


enfrentarse en un caso concreto al interés de la preservación
de la diversidad étnica de la nación, sólo serán admisibles las
restricciones a la autonomía de las comunidades, cuando se
cumplan las siguientes condiciones:

a. Que se trate de una medida necesaria para


salvaguardar un interés de superior jerarquía (v.g. la
seguridad interna).

b. Que se trate de la medida menos gravosa para la


autonomía que se les reconoce a las comunidades étnicas.
(Subrayado fuera del texto)

Agregó la Corte a este respecto que:

17
M.P. Carlos Gaviria Díaz.
18
El derecho a la supervivencia cultural encuentra su fundamento en el derecho a la libre autodeterminación
de los pueblos, reconocido en el artículo 9 de la Carta Política y en el artículo 1 del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos de 1966. Como derecho específico de los pueblos indígenas está consagrado en el
Convenio 169 de la OIT, ratificado por la ley 21 de 1991. Así mismo, este derecho ha sido elaborado
jurisprudencialmente. en las sentencias de la Corte Constitucional T-428 de 1992. M.P. Ciro Angarita
Barón; T-380 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz; C-058 de 1994. M.P. Alejandro Martínez
Caballero; T-342 de 1994 . M.P. Antonio Barrera Carbonell, entre otras.
Expedientes T-1’591.540 16

“50. Pese a que la Corte ha considerado "aventurado


establecer reglas generales que diriman el conflicto entre
diversidad y unidad", - lo cual implica que la resolución de tal
conflicto deba hacerse a la luz de las particularidades de cada
caso concreto, según la cultura involucrada, su grado de
aislamiento o integración respecto de la sociedad mayoritaria,
etc.-,19 sí ha establecido una serie de principios generales de
interpretación, fundados en el ya citado axioma según el cual
la diversidad étnica y cultural sólo puede ser limitada por
normas fundadas en principios de mayor monta. Dichas reglas
interpretativas son las siguientes: (1) a mayor conservación de
usos y costumbres, mayor autonomía y (2) el núcleo esencial
de los derechos fundamentales constitucionales constituye el
mínimo obligatorio de convivencia para todos los
particulares.20”(Subrayado fuera del texto)

Por otra parte, los derechos humanos como un límite a la autonomía indígena, es
una posición acogida en el plano del derecho internacional. Lo anterior, si se
tiene en cuenta que estos se constituyen en un código universal de convivencia y
diálogo entre las culturas y naciones, presupuesto de la paz, de la justicia, de la
libertad y de la prosperidad de todos los pueblos. En este sentido, el Convenio
169 de la O.I.T., sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes,
aprobado por el Congreso mediante Ley 21 de 1991, establece:

"Artículo 8o.

1. Al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados


deberán tomarse debidamente en consideración sus
costumbres o su derecho consuetudinario.

2. Dichos pueblos deberán tener el derecho de conservar sus


costumbres e instituciones propias, siempre que éstas no
sean incompatibles con los derechos fundamentales
definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos
humanos internacionalmente reconocidos. Siempre que sea
necesario, deberán establecerse procedimientos para
solucionar los conflictos que puedan surgir en la aplicación
de este principio.

3. La aplicación de los párrafos 1 y 2 de este artículo no


deberá impedir a los miembros de dichos pueblos ejercer los
derechos reconocidos a todos los ciudadanos del país y
asumir las obligaciones correspondientes.

19
T-428 de 1992. M.P. Ciro Angarita Barón; C-139 de 1996. M.P. Carlos Gaviria Díaz; T-349 de 1996.
M.P. Carlos Gaviria Díaz; T-496 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
20
T-254 de 1994. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
Expedientes T-1’591.540 17

"Artículo 9º
1. En la medida en que ello sea compatible con el sistema
jurídico nacional y con los derechos humanos
internacionalmente reconocidos, deberán respetarse los
métodos a los que los pueblos interesados recurren
tradicionalmente para la represión de los delitos cometidos
por sus miembros.

2. La autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse


sobre cuestiones penales deberán tener en cuenta las
costumbres de dichos pueblos en la materia". (Subrayado
fuera del texto)

Se concluye entonces que el ejercicio de la jurisdicción indígena es un derecho


fundamental de las comunidades tradicionales. Lo que necesariamente implica el
respeto y garantía que sus decisiones se harán efectivas. Sin embargo, esta
potestad se encuentra limitada por los derechos humanos y debe ser analizada
por el juez en cada caso concreto. De la misma manera, ante los conflictos
presentados entre la jurisdicción indígena y la ordinaria debe aplicarse el
principio de maximización de la autonomía.

(iii) Posibilidad de que las penas impuestas por la jurisdicción indígena


sean cumplidas en cárceles ordinarias. Reiteración de jurisprudencia.
Sentencia T-239 de 2002.

La Constitución dispone que corresponde a la ley establecer las formas de


coordinación entre la jurisdicción especial indígena y el sistema judicial
nacional. Sin embargo, esta Corporación ha sostenido que la ausencia de esa ley
no es óbice para la procedencia de la jurisdicción indígena, lo que comporta que
en cada caso particular en que se presenten conflictos de competencia
corresponderá al juez avanzar en la superación de las dificultades que se derivan
de la ausencia de criterios normativos de articulación.

En este sentido se ha señalado que para que proceda la jurisdicción indígena se


requiere que exista una autoridad indígena con competencia territorial y
personal, y que tal autoridad esté dispuesta a asumir el juzgamiento.

Es por ello que las autoridades indígenas pueden, así, reclamar el ejercicio de la
jurisdicción, en la medida en que estén capacitadas para hacerlo, porque cuentan
con la necesaria organización, con el reconocimiento comunitario y con
capacidad de control social. Sin embargo la “progresiva asunción de
responsabilidad o de opciones de autonomía implica también la adquisición de
deberes y responsabilidades conforme a los cuales el carácter potestativo de la
jurisdicción deja de ser una opción abierta a la comunidad para convertirse en
un elemento objetivo vinculado a la existencia de la organización.”
Expedientes T-1’591.540 18

Se concluye entonces que aunque el respeto a la jurisdicción indígena se


constituye como un derecho de las comunidades, su ejercicio genera
responsabilidades. Sin embargo, surge la pregunta si una sanción impuesta por
una autoridad tradicional, consistente en pena privativa de la libertad puede ser
cumplida en las cárceles de la jurisdicción ordinaria.

Este interrogante fue resuelto en la Sentencia T-239 de 200221. En esta


oportunidad, esta Corporación estudió la tutela impuesta por un miembro de la
comunidad indígena Embera-Chamí de Cristianía, de Jardín, del Departamento
de Antioquia. El indígena consideraba violatorio a su debido proceso que se le
ordenara cumplir la pena en un establecimiento carcelario ordinario.

La Corporación luego de hacer un análisis de los usos y costumbres de la


comunidad, determinó que dentro de las penas a imponer por las autoridades
tradicionales, se encontraba la de la privación de la libertad. Sin embargo, al no
existir la infraestructura para que se cumplieran en el seno de la misma, las
autoridades nacionales debían prestar la colaboración necesaria para el
cumplimiento de la condena. Agregó la Corte que esta obligación no era
potestativa de las autoridades carcelarias, sino que “obedece al cumplimiento
riguroso de lo decidido por las autoridades indígenas y al compromiso de la
justicia ordinaria, de colaborar con aquella, al permitir la utilización de sus
instalaciones físicas carcelarias”. Dijo también:

3.4. Es más, es un hecho comprobado que la autonomía de la


jurisdicción indígena está en desarrollo, y, como tal, no cuenta
con todos los instrumentos físicos, educativos, divulgativos,
instalaciones carcelarias, etc. Para completar su realización.
Por ello, es obligación del Estado, a través de las autoridades
(Ministerio del Interior, de Justicia, Inpec) y de la jurisdicción
ordinaria, convertir en realidad tal autonomía, a través de la
colaboración permanente, con el fin de que la jurisdicción
indígena, incipiente en ciertos aspectos, pueda avanzar en su
consolidación.

3.5. Además, dentro de los deberes del ciudadano está el de


colaborar para el buen funcionamiento de la administración de
justicia (art. 95, numeral 7, Constitución). Este deber, al
armonizarlo con el contenido del artículo 246 de la misma
Carta, que estable la jurisdicción especial indígena, como una
jurisdicción autónoma, permite concluir que no sólo esta
autonomía no es absoluta, sino que requiere de la colaboración
del Estado y de las dos jurisdicciones : la ordinaria y la
indígena, para su cumplimiento.

Se observa entonces que el cumplimiento efectivo de las decisiones adoptadas


por las autoridades indígenas es un deber constitucional, en el proceso de
21
M.P. Alfredo Beltrán Sierra
Expedientes T-1’591.540 19

consolidación de tal jurisdicción. Sin embargo, teniendo en cuenta que el


ejercicio de la misma implica obligaciones, el juez constitucional debe
determinar la forma de coordinación entre las autoridades, si ellas no lo han
hecho aún. En efecto, en la Sentencia referida se había establecido un
mecanismo entre las mismas para el cumplimiento de la condena.

C.- CASO CONCRETO

Esta Sala de Revisión analizará las circunstancias que rodean el asunto puesto
en consideración por el Gobernador del Territorio Indígena Inga de Aponte, con
el fin de determinar: (i) la procedencia de la acción de tutela y (ii) si algunos de
los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución a los pueblos
indígenas fueron vulnerados por las autoridades carcelarias al negarse a dar
cumplimiento a una decisión proferida por una autoridad ancestral.

En relación con el primero de los asuntos, el peticionario solicita la protección


de los derechos constitucionales fundamentales a la diversidad étnica y cultural
del Territorio Indígena Inga de Aponte, así como el derecho de sus autoridades
de ejercer funciones jurisdiccionales.

Esta Sala reitera que las comunidades indígenas, como tales, son sujetos de
derechos fundamentales, y por tanto, la acción de tutela es el mecanismo idóneo
para obtener la protección de sus derechos, en especial aquellos relacionados
con el derecho a la subsistencia, el derecho a la integridad étnica, cultural y
social, la prohibición de toda forma de desaparición forzada, el derecho a la
propiedad colectiva y el derecho a participar en las decisiones relativas a la
explotación de recursos naturales en sus territorios, entre otros.

En el presente asunto, se encuentra probado que el Cabildo Mayor y el Consejo


de Justicia del Pueblo Inga de Aponte, procedieron a juzgar y a sentenciar a los
indígenas Carlos Eliécer Carlossama Chasoy y Julio Quinchua a la pena de seis
años de prisión sin beneficio de excarcelación de conformidad con el Acta de
Sentencia de Juzgamiento No. 023 de noviembre 20 de 2006. El señor Carlos
Eliécer Carlossama Chasoy es acusado, al parecer, de los delitos de violación a
la Casa Pública del Cabildo, fuga de preso, ataque a autoridad y amenaza a
personal técnico del Cabildo. Por su parte, el señor Julio Quinchoa fue
condenado por los delitos de violencia intrafamiliar e intento de homicidio.

Por otra parte, en el Acta de Juzgamiento se señaló que la pena impuesta sería
cumplida en las cárceles del Estado Colombiano. En efecto, la condena señala:

“Pena que por consideraciones de alta peligrosidad que


representan para la vida y la seguridad del Resguardo, dichas
personas no merecen aplicárseles las sanciones en el
Resguardo, sino que deben pagar sus penas en Cárceles
Judiciales del Estado Colombiano.”
Expedientes T-1’591.540 20

Sin embargo, el Director de la Cárcel Judicial de Pasto, se niega a dar


cumplimiento a la decisión argumentando lo siguiente: “sólo las autoridades
penales, esto es, fiscalía, jueces penales tienen la investidura y facultad de
IMPONER SANCIONES PENALES una de ellas LA PENA PRIVATIVA DE LA
LIBERTAD”.

Para el Gobernador del Cabildo, esta situación desconoce la autonomía de las


autoridades indígenas en el juzgamiento de sus miembros, e implica una
indebida injerencia en las decisiones adoptadas en el seno de la comunidad.

Considera la Sala que la consagración constitucional de la jurisdicción indígena


tiene dos facetas que pueden identificarse de la siguiente manera: (i) el derecho
de la comunidad indígena de juzgar a sus miembros por los delitos cometidos
dentro de su comunidad, de acuerdo a sus usos y costumbres y (ii) el derecho de
los miembros a un fuero especial que implica que, dadas ciertas circunstancias,
están sometidos a la jurisdicción especial indígena y no al sistema judicial
nacional. Es decir, en principio, siempre y cuando se atiendan los requisitos
establecidos para el reconocimiento del fuero indígena, el juez natural de los
miembros de estas comunidades, serán sus propias autoridades. Lo anterior, en
aras de garantizar el respeto por la particular cosmovisión del individuo.22

Esto implica que dadas todas las condiciones para que opere la jurisdicción
indígena, las autoridades tradicionales adquieren competencia en el juzgamiento
de los miembros de su comunidad.

Pero, así mismo, el respeto a las decisiones tomadas por las autoridades
indígenas, se traduce en un elemento sine quo non, sin el cual el principio del
respeto a la diversidad étnica y cultura, sería inocuo.

En el caso concreto se encuentran demostrados los elementos para que proceda


la jurisdicción indígena. En relación con el elemento humano y geográfico se
encuentra probado dentro del expediente que el Pueblo Inga de Aponte, es un
“Pueblo ancestral que hace parte de la Gran Nacionalidad Inca asentada en los
territorios que hoy constituyen los países de Bolivia, Perú, Ecuador y el sur de
Colombia, mantiene sus propias normas y procedimientos que le han permitido
pervivir manteniendo sus usos, costumbres, lengua, sistema espiritual y
tradiciones” (Acta de sentencia de Juzgamiento No 023 del 20 de noviembre de
2006).

En relación con el elemento orgánico, el Gobernador del Cabildo, certificó que


existen autoridades tradicionales que ejercen el control social dentro de la
comunidad, como los son el “Cabildo Mayor Indígena Inga de Aponte y el
Consejo Mayor de Justicia del Pueblo Indígena Inga de Aponte, el cual esta
integrado por el Secretario General de Justicia, el Secretario Auxiliar de
Justicia y sus Consejeros dos por comunidad (Diecinueve miembros en total)
denominado SINSHI MAKI (Mano Armoniosa)”
22
Sentencia T-496 de 1996, M.P. Carlos Gaviria Díaz
Expedientes T-1’591.540 21

En cuanto al elemento normativo, se dijo que una vez conocida la ocurrencia de


un delito: “a.) inicia inmediatamente la etapa de investigación mediante la
búsqueda de declaraciones verbales las cuales se toman en la Casa del
Cabildo- oficina Secretaria de Justicia. B) Se reúne el Consejo de Justicia y
comienza a realizar el estudio de los antecedentes del implicado, esto con el fin
de tener una visión del pensamiento y comportamiento de la persona. Esto es
realizado y revisado minuciosamente por cada uno de los Consejeros y su
Secretario General, c.) Se reúnen todas las organizaciones del Resguardo
(Cabildo Mayor es el encargado de Administrar, lo económico administrativo y
tomar decisiones para sancionar a ciertas personas que cometan delitos)
además, se ocupa de velar por el bienestar del pueblo mediante la búsqueda de
apoyos ante organismos del nivel Regional, Departamental Nacional e
Internacional y velar por el bienestar de todos los inscritos en el censo
indígena; los cabildos menores son los encargados de velar por el
funcionamiento de todas las dependencias (Cabildo menor de Territorio,
Educación, Cultura, Salud, Deporte, Servicios Públicos, Economía.). d.) Entre
todos debaten y luego toman la decisión de sancionar y realizar los procesos de
curación que corresponden en cada caso”. (sic)

En relación con los castigos impuestos señalan: “Los remedios que se utilizan
para curar las enfermedades con las que un ser humano indígena afecta la
espiritualidad, la sana convivencia individual, familiar y colectiva, son los
siguientes: trabajo comunitario obligatorio el cual se cumple en las
adjudicaciones del Cabildo Mayor. Azotes (fuete) en asamblea publica frente a
toda la comunidad indígena, amonestaciones públicas, indemnizaciones y hasta
la cárcel para personas que se consideran de alta peligrosidad de conformidad
con sus antecedentes. (….) Las penas impuestas por las autoridades indígenas
del Territorio Inga de Aponte que no impliquen privación de la libertad de la
persona juzgada se deben pagar en nuestro Territorio Ancestral de
conformidad a nuestras tradiciones, usos y costumbres. (sic)

Para las personas juzgadas por delitos más graves y que la autoridad indígena
considere que su alta peligrosidad afecta la integridad y la convivencia del
resto de la comunidad, el Consejo de Justicia del Pueblo Inga de Aponte
determinó que las penas que contemplan privación de la libertad y por no
contar con sitio propio y adecuado para recluir a nuestros juzgados
remitiremos a las autoridades carcelarias del Estado Colombiano INPEC para
que en aras de la coordinación y la colaboración que debe existir entra las
jurisdicciones especial indígena y ordinaria se procede a recluir a nuestros
reos de alta peligrosidad en los Centros Carcelarios del Estado Colombiano.”
(sic)

En relación con el respeto a la Constitución, observa esta Sala que el castigo


impuesto, esto es la pena privativa de la libertad, no desconoce disposición
alguna, por cuanto el ordenamiento jurídico nacional prevé esta misma clase de
sanción en el caso de comisión de delitos. Así mismo, como consta en las
Expedientes T-1’591.540 22

pruebas allegadas al proceso dentro del trámite de la revisión, el Gobernador del


Cabildo explicó a esta Corporación, que en los casos de delitos graves y
teniendo en cuenta el peligro que implica para la comunidad, las autoridades
indígenas imponen la pena privativa de la libertad, en las cárceles del sistema
ordinario, puesto que no cuentan con la infraestructura para hacerlas efectivas.

De lo anterior se infiere que se cumplen los elementos establecidos por la


jurisprudencia para que la jurisdicción indígena asuma competencia, teniendo en
cuenta además, que la conducta fue cometida por miembros de la comunidad
contra otros de sus congéneres y dentro del territorio tradicional.

En este sentido, las decisiones tomadas por las autoridades indígenas dentro del
proceso contra Carlos Eliécer Carlosama Chasoy y Julio Quinchua resultan
oponibles a todas las autoridades públicas y deben ser respetados por las
mismas. Lo contrario implicaría un desconocimiento de la autonomía de la
jurisdicción indígena reconocido en el artículo 246 de la Carta, y vaciaría el
contenido de las facultades otorgadas por el Norma Superior a las autoridades
tradicionales.

Es por ello que la Sala comparte los argumentos esgrimidos por el Gobernador
del Cabildo Inga de Aponte, cuando señala que las decisiones tomadas en el
seno de la comunidad deben ser cumplidas por todas las autoridades públicas.

Sin embargo, la falta de una ley de coordinación entre la jurisdicción ordinaria y


la indígena, deja en cabeza del juez la obligación de determinar y equilibrar los
intereses en conflicto, bajo el principio de la maximización de la autonomía
indígena.

En este sentido, el Director del establecimiento carcelario de Pasto considera


que no cuenta con las condiciones carcelarias adecuadas para recibir un
miembro de una comunidad indígena.

Observa la Sala que esta situación no es de poca importancia. En efecto, esta


situación podría poner en riesgo otros derechos fundamentales del miembro de
la comunidad indígena tales como su vida, integridad personal, salud, entre
otros, al recluirse en un establecimiento penitenciario no acorde con su situación
personal y que no está en la capacidad de garantizar un debido proceso de
resocialización a los miembros de las comunidades indígenas.

Pero lo anterior no se puede traducir en el desconocimiento de las órdenes dadas


por las autoridades indígenas, sino que por el contrario, las autoridades
carcelarias deben procurar el cumplimiento de la decisión proferida en el seno
de la comunidad. Esta Sala reitera lo dicho en el Sentencia T-239 de 2002
cuando afirma que cuando la misma no tiene la infraestructura para redimir las
penas impuestas a sus miembros: “es obligación del Estado, a través de las
autoridades (Ministerio del Interior, de Justicia, Inpec) y de la jurisdicción
ordinaria, convertir en realidad tal autonomía, a través de la colaboración
Expedientes T-1’591.540 23

permanente, con el fin de que la jurisdicción indígena, incipiente en ciertos


aspectos, pueda avanzar en su consolidación.”

En estos términos, dentro del periodo probatorio, el INPEC informó a esta


Corporación que existen otros establecimientos carcelarios, cercanos a la ciudad
de Pasto, que cuentan con una estructura destinada a la redención de delitos
cometidos por miembros de comunidades indígenas. En efecto, dentro de las
pruebas allegadas el Director del INPEC señala que en el Departamento del
Cauca se encuentra el Establecimiento Penitenciario y Carcelario de Alta y
Mediana Seguridad de Popayán - EPCAMS, Popayán, donde sí existe la
infraestructura necesaria para la recepción de miembros de comunidades
indígenas condenados por las autoridades tradicionales.

El Director del Establecimiento EPCAMS-Popayán describe el procedimiento


establecido en dicha cárcel para recibir a los internos que son sancionados por la
legislación especial indígena. Esta Sala considera que este procedimiento
garantiza: (i) que el interno sea tratado de acuerdo a sus condiciones especiales y
en un sitio de reclusión cercano a la ciudad de Pasto, (ii) la conservación de sus
usos y costumbres por la existencia de un pabellón especial para comuneros
condenados por la jurisdicción especial indígena, (iii) la preservación de los
derechos fundamentales de los miembros de la comunidad como sujetos de
especial protección y (iii) la asunción de obligaciones en cabeza de las
autoridades tradicionales en el acompañamiento del tratamiento penitenciario y
la permanencia dentro de las costumbres de la comunidad. En efecto, el
procedimiento tiene las siguientes etapas:

“Son entregados por los señores Gobernadores del respectivo


Resguardo o Cabildo Indígena y en ocasiones acompañados de
los señores Alguaciles del mismo Cabildo.

Mediante Resolución expedida por los integrantes de la


Asamblea del Cabildo o Resguardo Indígena se registra su
sanción (sindicados) o su Condena, indicando sus nombres,
apellidos, delito y condena respectiva.

Por parte de la oficina jurídica se verifica lo anterior, y se


procede a elaborar Acta de Recibo del Comunero Indígena,
donde se individualiza a la persona que se recibe, con sus
nombres y apellidos, y la clase de condena o sanción por parte
del Cabildo Indígena y se establecen unos compromisos por
parte del Cabildo al que pertenece el Comunero, entre ellos:
• el de que lo visiten periódicamente, suministro de elementos de
aseo, colaboración con el Establecimiento en caso de
presentarse enfermedad del Comunero indígena y de mantener
con este sus usos y costumbres,
Expedientes T-1’591.540 24

Cuando los comuneros llegan a este establecimiento se ubican


inicialmente en celdas primarias, donde asisten a la Junta de
distribución de patios y asignación de celdas, órgano Colegiado
que clasifica la población interna de acuerdo con los criterios
señalados en el Código Penitenciario y Carcelario, de quien
hace parte una Antropóloga del Grupo de Tratamiento y
Desarrollo.

En este momento se discrimina si viene condenado por la


justicia ordinaria o por la especial indígena

(…)

Si viene condenado por la Justicia Especial Indígena, se le


asigna un pabellón especial que es el 1, en donde se reubican los
comuneros indígenas. Ellos también asisten a programas de
recuperación u conservación de la identidad cultural. Así
mismo, se tienen algunas situaciones especiales como el hecho
de que los días jueves en las mañanas, tienen derecho a recibir
visitas de sus gobernantes. También se hacen asambleas
indígenas a las que asisten los gobernadores de los distintos
resguardos, representantes del CRIC, representantes de la
ACIN, con el fin de que los comuneros aquí recluidos puedan
expresar sus necesidades y sus sentimientos con respecto a su
reclusión.”

Por todo lo anterior, esta la Sala ordenará que en coordinación con las
autoridades del Cabildo, se remita a los señores Carlos Eliécer Carlosama
Chasoy y Julio Quinchua al Establecimiento Penitenciario EPCAMS, Popayán,
con el fin de que se cumpla la pena impuesta por las autoridades tradicionales.
Así mismo, las autoridades del Cabido del pueblo indígena Inga de Aponte
deberán cumplir con el procedimiento y obligaciones establecidas por los
reglamentos del penal para la recepción de miembros de las comunidades
indígenas.

IV. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional,


administrando justicia en nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución
Política,

RESUELVE

PRIMERO: LEVANTAR la suspensión de términos decretada, a fin de


resolver el presente asunto.
Expedientes T-1’591.540 25

SEGUNDO: REVOCAR la sentencia proferida por el Tribunal Superior del


Distrito Judicial de Pasto, Sala Civil Familia, del 7 de marzo de 2007, y, en su
lugar, CONCEDER la tutela a los derechos fundamentales a la diversidad
étnica y cultural del Resguardo Indígena Territorio Ancestral del Pueblo Inga
de Aponte, por las consideraciones expuestas en esta providencia.

TERCERO: ORDENAR al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario del


INPEC, que en el término de diez (10) días, contados a partir de la
notificación de esta providencia, proceda, en coordinación con las autoridades
del Cabildo del pueblo indígena Inga de Aponte, a efectuar los trámites
correspondientes encaminados a la reclusión de los señores Carlos Eliécer
Carlosama Chasoy y Julio Quinchua en el Establecimiento Penitenciario
EPCAMS, Popayán, con el fin de que se cumpla la pena impuesta por las
autoridades tradicionales del Resguardo Indígena Territorio Ancestral del
Pueblo Inga de Aponte.

CUARTO: ORDENAR a las autoridades indígenas del Territorio Ancestral


del Pueblo Inga de Aponte, cumplir con el procedimiento establecido por el
Establecimiento Penitenciario EPCAMS, Popayán, para la reclusión de
miembros de comunidades indígenas.

QUINTO: Para los efectos del artículo 36 del decreto 2591 de 1991, el
Juzgado Primero de Menores de Pasto, hará las notificaciones y tomará las
medidas conducentes para el cumplimiento de esta sentencia.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

MARCO GERARDO MONROY CABRA


Magistrado

NILSON PINILLA PINILLA


Magistrado

HUMBERTO ANTONIO SIERRA PORTO


Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA MÉNDEZ


Secretaria General
Expedientes T-1’591.540 26

Vous aimerez peut-être aussi