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Jueces juzgados

"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,


si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"
Menandro de Atenas

La dolorosa y punzante tragedia de Marisela Escobedo Ortiz, iniciada hace poco


más de dos años, podría ser perfectamente bien, la versión juarense del magistral
libro de Garcia Marquez, “Crónica de una muerte anunciada”

La novela del colombiano, engancha desde el primer párrafo aunque ya se conozca


el final con solo leer el prologo. Las descripciones de los personajes y los hechos
están muy bien elaboradas, se nota claramente que vivió el caso de cerca y además
supo informarse bastante bien, como las entrevistas posteriores con Ángela y
Purísima Vicario y supo mantener hasta el final la atención.

Apenas unas cuartillas leídas y el lector se entera de que la historia terminará con
el asesinato de Santiago Nasar. Cuando empieza la novela, Santiago Nasar ya está
muerto, pues ya se sabe que los hermanos Vicario le van a matar, de hecho ya le
han matado, para vengar el honor deshonrado de su hermana Ángela, pero el
relato termina precisamente en el momento en el que Santiago Nasar muere.

Gabriel García Márquez vivía en una pequeña aldea de Aracataca, situada casi al
pie de la Sierra de Santa Marta, en los Andes de Colombia, sobre la costa del mar
Caribe.

Se trata de su obra más " realista " pues se basa en un hecho histórico ocurrido en
la tierra natal del escritor. En Márquez la mezcla entre mito y realidad ofrece libros
sorprendentes pues el mito parte de la realidad, porque alguna vez ha tenido que
existir ese mito, de manera absolutamente natural, mientras que esa misma
realidad, como sucede en este caso, siempre esta potenciada por el conjunto de
unas líneas tan cargadas de una atracción que te engancha a la novela desde el
principio.

A diferencia de este relato novelado, lo que vivimos con el caso de Marisela es la


pura realidad y, aunque a algunos les “enchinche”, no podemos evitar que se diga y
hable del asunto.
Y digo que no podemos, porque es una verdad del tamaño de la cascada de
Basaseachic, o de las Barrancas del Cobre, es decir, los hechos por si solos resaltan.
Repito, hechos.

A partir de la decisión que tomo Marisela Escobedo de hacer justicia por su propia
mano, ante la pasividad de las autoridades, entendiendo por justicia la detención y
encarcelamiento de quien había asesinado a su hija, para muchos su suerte estaba
echada.

La historia se antoja ridícula, increíble y dramática. Remarco, la historia. Ridícula,


porque nadie en sus cabales podría aceptar que, con toda la información que tenía
en su poder la autoridad investigadora –mucha de ella aportada por la misma
Marisela-, no se podría suponer que su vida estaba en un latente peligro. En esas
condiciones, resulta ridículo que alguien muera a pesar de que era algo que se
podía prevenir porque se esperaba.

Increíble, porque el más elemental sentido común indica que Sergio Barraza debió
permanecer encarcelado y purgar una sentencia por el delito de homicidio en
perjuicio de Rubí Marisol Frayre, sin embargo, no fue así. Muy pocos podrían creer
que un tribunal de jueces orales, lo exoneró de este crimen.

Dramática, porque ante los hechos consumados, tanto de omisiones como


deficiencias de los administradores e impartidores de justicia en el estado, además
de las muertes de Rubí y de su madre, llevó a esta ultima a una desgarradora lucha
ante la sordera de los que tenían en sus manos la aplicación de la Ley y la justicia.

Finalmente hoy Marisela está muerta, igual que su hija, y los asesinos de ambas
libres, ese es el grave problema que sufrimos y padecemos los chihuahuenses, la
no aplicación de la Ley y la falta de justicia. La impunidad ha hecho del delito, la
más codiciada de las preseas y el más buscado de los negocios.

Es probable que no toda la responsabilidad sea de los jueces; también es probable


que tengan parte de esta culpa los agentes investigadores del ministerio público,
también los policías ministeriales, o quizá hasta los policías municipales que
participaron en el caso, es probable. Lo que sí es seguro, es que la suma de las
deficiencias, omisiones y fallas de todos, dieron como resultado la tragedia de la
que hemos sido testigos.

Solo que aquí viene la parte difícil y complicada del tema. ¿Cómo explicarles a los
hijos, hermanos y familiares de Marisela que murió por buscar la justicia? ¿Cómo
explicarle a los juarenses que no se pudo evitar el crimen de Marisela? ¿Cómo
explicarle a los mexicanos que en Chihuahua no se castiga a los asesinos?

Es imposible justificar que Ciudad Juárez no es la ciudad más violenta del mundo,
cuando sigue teniendo el record de ejecuciones violentas, las cifras no mienten, la
estadística es fría y objetiva. Los medios de comunicación no andan matando gente
en las calles, solo reproducen la realidad que se da en ellas.

Los movimientos ciudadanos empiezan a proliferar, la molestia es cada vez mayor,


aunque aun no llega al punto de lograr una coordinación y organización que desate
un activismo efectivo.

Sin embargo, en algo tienen razón los que aseguran que en Ciudad Juárez no todo
es violencia, es momento de replantearnos qué clase de ciudad queremos y,
unidos, trabajar en un solo proyecto que no tenga colores partidistas, ni
protagonismos políticos, sólo el interés legítimo y urgente de la comunidad.

Francisco Ortiz Bello

fcortizb@gmail.com
Ciudad Juárez, Chihuahua
Diciembre 24 del 2010.

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