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LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

Concepto y fundamento.

INTRODUCCIÓN

Los derechos fundamentales constituyen un tema que aparece


constantemente en nuestra vida cotidiana. Por momentos da la impresión que
todo el mundo habla de ellos con total propiedad. Basta con leer un periódico,
escuchar una tertulia en la radio, o ver un programa en la televisión.
Inevitablemente se les menciona. Sin embargo, pocas veces se reflexiona en
torno a lo que significan, más allá de enumerar la lista de derechos y libertades
que se considera integran esta categoría. Pero realmente, ¿de qué estamos
hablando cuando nos referimos a que una persona posee el derecho a la vida, a
la libertad de expresión, a la educación o a la salud?

Empecemos por aclarar que los derechos fundamentales apuntan hacia a


otro concepto, con el que a menudo se les confunde: los derechos humanos.
Estos últimos hacen referencia a una concepción filosófica y cultural del hombre
y la mujer, a quienes se reconoce como seres revestidos de dignidad. Es decir
valiosos por el sólo hecho de haber nacido, libres para decidir el camino que
deseen recorrer en busca de la felicidad, iguales frente a sus congéneres y, sin
embargo diferentes, en la medida en la que cada uno es un ser único e
irrepetible. El reconocimiento del valor de cada persona implica hacerla titular
de una serie de derechos. Cuando estos son incorporados a un ordenamiento
estatal, mediante su inclusión en el texto de la Constitución, se habla de
derechos fundamentales. Estamos entonces ante mandatos jurídicos, que hacen
parte de un ordenamiento nacional. En cambio cuando se habla de derechos
humanos se hace referencia a los ámbitos de la filosofía y el Derecho
internacional. En este último caso los derechos son consagrados en acuerdos
internacionales-denominados tratados, convenciones, convenios o pactos- que

1
al ser firmados por los Estados generan en cabeza de estos la obligación de
garantizar su efectividad y respeto dentro de su territorio1.

El presente texto se centra en los derechos fundamentales, aunque no por


ello deja de hacer mención a los derechos humanos. Se pretende que constituya
una introducción a su estudio. Busca, por tanto, dar una primera respuesta a
preguntas como qué son, cuál es su origen y qué función desempeñan en un
Estado como el colombiano. Con tal fin se divide en cuatro secciones. En la
primera se explica cómo surge y toma fuerza la idea de que todas las personas –
independientemente de cualquier condición- son titulares de los mismos
derechos. Éstos, en un principio poco numerosos, se han multiplicado con el
paso del tiempo, lo que genera cierta confusión. Es por ello que la segunda
sección se ocupa de clasificarlos, facilitando su comprensión.

Este conjunto de derechos constituye un elemento central en la


Constitución colombiana de 1991. De hecho puede afirmarse que todo el texto
constitucional gira en torno a ellos. La tercera sección se ocupa de este asunto,
y expone, brevemente, los mecanismos de garantía de los que han sido
rodeados, justamente en atención a su excepcional importancia. Finalmente en
la última parte se aborda un interrogante que está latente desde el inicio del
texto. Si los derechos fundamentales son el producto de una determinada
cosmovisión, de una forma de entender al ser humano, entonces, qué justifica
que sean impuestos como obligatorios a comunidades que no comparten tal
visión?

I. Surgimiento y consolidación de los derechos humanos.

1 Ejemplos de este tipo de acuerdos son el Pacto internacional de los Derechos Civiles y
Políticos, el Pacto internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la
Convención interamericana de los Derechos Humanos y la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer. Todos estos tratados han sido firmados por
Colombia.

2
Los derechos humanos son un concepto relativamente moderno que
surge en Europa -concretamente en la Europa Occidental- en la segunda mitad
del siglo XVIII, y que supone una particular forma de entender al ser humano y
su papel en el mundo. Si bien es posible hallar antecedentes de su formulación
en la filosofía de las antiguas Grecia y Roma, así como en pensadores
medievales2, no es posible plantear su existencia de forma previa a las
profundas transformaciones que se sucedieron a partir del siglo XVII en el
continente europeo y que permitieron concebir al hombre como un ser dotado
de razón y autonomía3.

Esta nueva visión del hombre, que rompe con el paradigma manejado a
lo largo de todo el Medioevo, fue construida a partir de multitud de elementos
procedentes de campos tan diversos como la filosofía, las luchas políticas, el
Derecho y la propia cotidianidad. En el primer campo, ya en el siglo XVII se
plantea la idea de la existencia de unos derechos naturales, comunes a todos los
seres humanos y que debían ser respetados por los soberanos,
independientemente de la religión que profesasen los habitantes de sus
dominios4. Esta idea fue desarrollada y matizada por pensadores posteriores
como Locke, Rousseau o Condorcet. En el ámbito de lo político el surgimiento
del Estado Moderno, implicó –por primera vez en la historia- el establecimiento
de una serie de límites al poder del Monarca en relación a sus súbditos5. Esta
barrera al poder absoluto permitió el desarrollo de reivindicaciones de derechos
individuales que, a su vez, fueron el alimento de las revoluciones burguesas
que tuvieron lugar en Inglaterra6, Norte América7 y Francia8.

2 La idea de que todo ser humano es valioso, por el sólo hecho de haber nacido, puede
encontrarse en la filosofía estoica y en el cristianismo.
3 Ver al respecto Lynn Hunt “Los orígenes revolucionarios de los Derechos Humanos”, en Istor,

Año V, Núm 19, invierno 2004. Es preciso señalar que otros autores señalan el surgimiento de
este concepto un poco antes, en los siglos XVI y XVII. Por ejemplo Joaquín Rodríguez-Toubes,
en su trabajo La razón de los derechos, Tecnos, Madrid, 1995, Pág. 21.
4 Este concepto de derechos naturales fue desarrollado, en particular, por Hugo Groccio.
5 VILLÁN DURÁN, Carlos, Curso de Derecho Internacional de los Derechos Humanos, Trotta,

Madrid, 2002, Pág. 64.


6 Revolución de 1640 y Revolución Gloriosa de 1688.
7 La llamada “Revolución Americana” hace referencia a la guerra de independencia, entre las

trece colonias originales y el Reino de Gran Bretaña, que se desarrolló entre 1775 y 1783.

3
El ideario de estas luchas fue plasmado en textos jurídicos, lo que nos
lleva al tercer ámbito que experimentó importantes cambios. Los primeros
documentos, fruto de las revoluciones inglesas, aún no reflejan el concepto de
derechos humanos. Se limitan a plasmar derechos atribuibles tan sólo a los
varones, ingleses y libres9. El reconocimiento de derechos a todos los hombres,
por el simple hecho de haber nacido como tales, sólo aparece en la Declaración
de Virginia (1776) y, un poco más tarde, en la Declaración de Derechos del
Hombre y el Ciudadano (1789).

Las anteriores transformaciones resultaron esenciales para el surgimiento


y consolidación del concepto de derechos humanos, mas no es posible entender
la rápida apropiación que de ellos hizo la sociedad de la época, sin abordar los
cambios culturales que al mismo tiempo se estaban gestando. En efecto, el siglo
XVIII marca el surgimiento del individualismo. Esto es, de la concepción del
hombre como ser valioso en sí mismo, más allá de su pertenencia a un
determinado linaje o estamento. Esta nueva mirada sobre la persona se
manifestó en aspectos aparentemente triviales de la vida cotidiana, pero
extremadamente significativos. Así, por ejemplo, es en este siglo en el que
aparecen los primeros restaurantes dotados de mesas individuales. Toda una
novedad frente a las tradicionales tabernas en las que se compartía el pan y la
mesa con desconocidos. Así mismo, es en este momento en que la idea de
compartir la cama con cualquier viajero empieza a resultar incómoda, lo que
llevó a la transformación de las posadas para dar paso a los hoteles tal y como
los conocemos10.

Estos cambios en los hábitos cotidianos apuntan también hacia una


nueva concepción del cuerpo. Este, hasta el momento expuesto de forma

8 La Revolución Francesa se inició con la proclamación del Tercer Estado como Asamblea
Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
9 Petition of Rights (1628), Habeas Corpus Act (1679) y Bill of Rigths (1689).

10 MONTERO, Rosa, Historias de mujeres, Alfaguara, Madrid, 1998, Pág. 53.

4
continúa a las miradas de propios y extraños, incluso durante el tránsito de la
muerte, empieza a ser ocultado, al tiempo que surge la idea de que es un
espacio sagrado. Esta idea, ya reflejada en los trabajos adelantados en los
ámbitos de la filosofía y el Derecho que proscribían la tortura11, cala
profundamente en la sociedad de la época.

Todos estos factores, que se presentaron en un lugar, un momento


histórico y una cultura determinada, dieron como fruto la idea del hombre
como ser dotado de autonomía, y por tanto titular de una serie de de derechos y
libertades. Entendidos éstos como instrumentos indispensables para perseguir
su destino, libre de las ataduras impuestas por la religión, la clase y la estirpe.

Ahora bien, la creciente aceptación de los derechos humanos en la


sociedad, y su consagración en textos jurídicos no significó que
automáticamente éstos fueran reconocidos todas las personas. Las mujeres y
los esclavos fueron excluidos de este proceso. Es más, derechos como el
sufragio fueron limitados a los varones, blancos y propietarios, ya que se
consideraba que eran los únicos capacitados para participar en la discusión y
toma de decisiones sobre asuntos públicos12. Fue necesario el paso del tiempo -
así como ríos de tinta y sangre- para que finalmente se reconocieran a todo ser
humano, independientemente de su género, etnia o condición social. Así
mismo al tiempo que se ha ampliado el tipo de sujetos titulares, la lista de
derechos y libertades que se ha incluido en esta categoría ha aumentado
considerablemente.

II. El contenido de los derechos fundamentales

11 Resulta, en este punto, especialmente el trabajo de Cesare Beccaria, De los delitos y de las penas,
publicado por primera vez en 1764.
12 A pesar de la tendencia mayoritaria, se levantaron voces para exigir el reconocimiento de

derechos a las mujeres. Entre ellas destacamos la de Mary Wollstonecraft, quien en 1792
publicó su obra Reivindicación de los derechos de la mujer.

5
Las Constituciones contemporáneas, particularmente tras la Segunda
Guerra Mundial, han recogido amplios listados de derechos humanos,
dotándolos de obligatoriedad en términos jurídicos, y han creado diversos
mecanismos para garantizar su protección13. Si bien de un texto constitucional
a otro se perciben diferencias en la cantidad y tipo de derechos que consagran,
todos parten de la misma base, pues tienen como fundamento la dignidad
humana14. Los derechos que de este concepto se derivan se han estructurado
en torno a tres principios: la libertad, la igualdad y la solidaridad.

A continuación se presentan los derechos fundamentales que han sido


recogidos por las diversas Constituciones, agrupados en torno a cuatro grandes
categorías. Es importante aclarar que esta es sólo una de la diversas formas que
se han ideado para clasificarlos, y si se ha elegido es en razón su simplicidad y
claridad.

Derechos de libertad.

Este tipo de derechos, junto a los de participación, son los más antiguos,
ya que fueron los primeros en ser reconocidos, tanto a nivel filosófico como a
nivel jurídico15. Se trata de un conjunto de derechos y libertades que
garantizan a la persona una esfera en la que puede tomar decisiones y actuar
libremente. Es decir, aseguran la autonomía individual, la capacidad de

13La acción de tutela, o la Defensoría del Pueblo son dos de estos mecanismos que, en el caso de
la Constitución colombiana, se han establecido para garantizar los derechos fundamentales.

14De acuerdo con Carlos Villán Durán la dignidad es “la única idea-fuerza que aglutina las
diferentes concepciones culturales, filosóficas, políticas, ideológicas, religiosas, morales y
sociales, presentes en el mundo contemporáneo y por tanto como fundamento último del
DIDH”. Op. Cit. Pág. 92.
15
Los derechos de libertad, junto a los derechos de participación son llamados también derechos
de primera generación. Fueron formulados en los siglos XVIII y XIX, dentro de la concepción
filosófica, jurídica y política del liberalismo clásico.

6
autodeterminarse, en particular frente a los poderes públicos, pero también ante
los demás individuos.

Se trata de una categoría muy rica, dentro de la que encontramos varios


tipos de derechos. Un primer grupo garantiza la existencia misma de los
individuos, así como su integridad. En este se ubican la vida y la prohibición
de torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes. Un segundo conjunto
asegura el ámbito más íntimo de cada individuo, así como la posibilidad de
comunicar aquello en lo que se cree, bien sea a nivel espiritual o más terrenal.
Nos referimos a las libertades de conciencia, pensamiento, religión y expresión.
La libertad personal, es decir el derecho a no ser privado arbitrariamente de
ella, está también incluida en esta categoría, junto a todos aquellos que
aseguran la existencia de un juicio justo; así como la posibilidad de circular
libremente por el territorio nacional. Finalmente un quinto grupo protege la
vida personal del individuo y la imagen que de éste tienen los demás miembros
de la sociedad; por tanto incluye los derechos a la intimidad, a la propia imagen
y al buen nombre.

En el momento en el que fueron formulados estos derechos, se suponía


que para su garantía bastaba con que los poderes públicos no interfirieran en las
decisiones del individuo. Es decir, se concibieron como límites a la actuación
estatal. Esta idea se ha visto modificada con el paso del tiempo. Hoy en día
pocos cuestionan el hecho de que para asegurar su cumplimiento el Estado
debe llevar a cabo acciones positivas y, con frecuencia, destinar cuantiosos
recursos a su protección. Así, por ejemplo, el derecho a un juicio justo exige la
existencia de una estructura judicial y policial, elementos físicos, humanos y
presupuestales para garantizar el desarrollo de las investigaciones, así como un
mecanismo para proveer de abogado defensor a quienes no puedan costearse
uno.

7
Derechos de participación

También llamados derechos políticos, surgen para asegurar la dimensión


positiva de la libertad individual. Esta no implica sólo fijar un ámbito de
autonomía, sino además abrir la posibilidad al individuo de participar en la
toma de decisiones sobre asuntos de interés público. Es decir, le reconoce un
papel activo en la adopción de las normas que van a regir su vida, como
miembro de una comunidad política.

El derecho al sufragio (tanto a elegir, como a ser elegido) es el ejemplo


que primero nos viene a la cabeza cuando pensamos en esta categoría. Sin
embargo no es el único. El derecho de petición, mediante el cual los ciudadanos
presentan solicitudes y preguntas respetuosas a las autoridades, constituye
también un mecanismo muy poderoso para intervenir en la gestión de la cosa
pública.

Derechos económicos, sociales y culturales16.

Las dos anteriores categorías de derechos se fundan en los principios de


libertad e igualdad, entendida esta última como formal. Es decir, como la
aplicación uniforme de la ley a todas las personas.

La igualdad formal fue un gran avance frente al Derecho medieval, en el


que cada estamento de la sociedad estaba sometido a régimen jurídico distinto.
Así lo que para un siervo podía significar la pérdida de su vida (como cazar en
las tierras de su señor sin permiso), podía no tener mayores consecuencias para
un noble. Esta disparidad de derechos y obligaciones, claramente contraria a la
dignidad intrínseca del ser humano, desapareció con las revoluciones

También conocidos como derechos de segunda generación, surgen tras la Primera Guerra
16

Mundial y están íntimamente vinculados al concepto de Estado social.

8
burguesas del siglo XVIII, estableciéndose un único ordenamiento para todos
los ciudadanos en el que se garantizan los derechos de libertad y participación.

Este paso resultó, sin embargo insuficiente para asegurar la garantía


integral de la dignidad humana, en la medida en la que esta no puede
respetarse si las personas no cuentan con unas condiciones materiales mínimas
que les permitan ser realmente autónomas. El hambre, el frio y la ignorancia
constituyen importantes obstáculos para el libre desarrollo de la personalidad.
La igualdad formal, ciega a las diferencias que dividen y marcan a los hombres
en el mundo real (originadas por la inequitativa distribución de la riqueza, el
origen social y étnico), creaba una libertad ilusoria. Aquella que permite a
todos los pobres morir de hambre bajo los puentes, tal y como denunció el
escritor Anatole France17.

Las luchas obreras de los siglos XIX y XX, junto a las crisis económicas
que se experimentaron en el mismo periodo de tiempo (en especial la Gran
Depresión de 1929), llevaron al surgimiento de una nueva dimensión del
principio de igualdad, la material, que mira a la realidad social. En
consecuencia se exige al Estado que trate de manera distinta a quienes se hallan
en situaciones disímiles, y le ordena asumir un papel activo en la distribución
de bienes y servicios esenciales.

Fruto de la igualdad material -que coexiste con la formal- es el


reconocimiento de los derechos sociales, económicos y culturales, que aseguran
a todas las personas el acceso a ese mínimo vital indispensable para lograr la
autonomía: educación, salud, trabajo en condiciones dignas, vivienda, etc. El
respeto de estos derechos demanda la activa intervención de los poderes

17Anatole France fue el seudónimo empelado por Anatole François Thibault, escritor francés
(1844-1924). La frase exacta que formuló fue: “Todos los pobres tienen la libertad de morirse de
hambre bajo los puentes de París”.

9
públicos en la vida económica y social, a fin de asegurar un bienestar mínimo a
toda la población.

Ahora bien, es importante anotar que aunque con frecuencia los derechos
económicos, sociales y culturales son identificados como derechos de prestación
(o prestacionales) esta ecuación es errónea. En efecto, estos últimos implican la
provisión estatal –de forma directa o indirecta- de un bien o servicio. Si bien el
acceso a una vivienda en condiciones dignas, la atención sanitaria o la
educación primaria gratuita se encuadran en esta categoría, otros derechos
sociales escapan de ella. Es el caso de la libertad de elegir profesión u oficio, la
libre sindicación, o el derecho a no ser discriminado en los ámbitos educativos y
culturales.

Derechos de solidaridad18.

El principio de solidaridad, acepción moderna de la fraternidad


proclamada por los revolucionarios franceses19 se ha materializado en este
último grupo de derechos, que han sido los últimos en ser formulados y que en
muchos casos no han sido plenamente dotados de efectos jurídicos.

Este grupo de derechos pretende garantizar unas condiciones de vida en


las que el ser humano puede desarrollarse de forma integral y plena, para lo
cual se requiere el activo compromiso de todos los Estados, así como de otros
actores importantes en este mundo globalizado, como las ONG y las empresas
trasnacionales.

18Se les conoce también como derechos de tercera generación. Han surgido a partir de la
década de los setenta del siglo pasado.

19 Recordemos que la divisa de la Revolución Francesa fue “Libertad, igualdad y fraternidad”.

10
En esta categoría se ubican derechos que pretenden asegurar el acceso
igualitario a bienes indispensable para la supervivencia de la especie humana y
que debido al modelo económico mundial se hallan en riesgo de volverse
artículos de lujo, destinados a unos pocos. Es el caso de los derechos al
desarrollo, al agua potable y al aire puro. Pero también encontramos aquí otros
que buscan asegurar condiciones no materiales, como el derecho a la paz y el
derecho a disfrutar del patrimonio común de la humanidad.

A diferencia de los pertenecientes a las tres clases precedentes estos


derechos han sido formulados, en la mayoría de los casos, primero en el ámbito
del Derecho internacional y desde allí se han ido incorporando a los
ordenamientos nacionales. El ejemplo perfecto es el derecho al desarrollo, que
aparece por primera vez en la resolución de la Comisión de Derechos Humanos
de la ONU 4 (XXXIII) de 21 de febrero de 1977. A partir de ese momento, varios
Estados, en particular africanos, lo han adoptado y revestido de eficacia
jurídica.

III. Los derechos fundamentales en la Constitución Colombiana.

La Constitución de 1991 define a Colombia como un Estado Social de


Derecho, democrático, participativo y pluralista. Se refiere, por tanto, a un
Estado que se halla al servicio de todas las personas que habitan en su territorio
y cuya actividad está orientada exclusivamente a la garantía de su bienestar
integral. No obstante, al hacerlo no describe una situación existente. Presenta
un proyecto que debe hacerse realidad mediante el cumplimiento de las
disposiciones que establece, siendo una de estas el respeto a un amplio catálogo
de derechos y libertades. En efecto, el ideal de país que se dibuja en la Carta
exige la protección a la dignidad del ser humano, y ya sabemos que sólo

11
mediante la garantía efectiva de los derechos fundamentales es posible alcanzar
tal objetivo20.

Los derechos inherentes al ser humano juegan, por tanto, un papel


central en el modelo de Estado y sociedad con el que soñaron los miembros de
la Asamblea Constituyente de 1991 y, con ellos, todos los ciudadanos que les
confiaron la tarea de elaborar una nueva Constitución. Ésta, a diferencia de su
predecesora21, reconoce una gran cantidad de derechos a los ciudadanos, por
dos vías. Así en su Título II expresamente establece un listado, que incluye
derechos propios de las cuatro categorías de las que ya hemos hablado. Pero no
se trata de una lista cerrada, ya que se deja abierta la incorporación de nuevos
elementos a través de la ratificación, por parte del Estado colombiano, de
Tratados Internacionales en los que se reconozcan otros derechos, los cuales
adquieren la misma fuerza vinculante que los expresamente consagrados en el
texto constitucional22. Esta figura, mediante la cual disposiciones que no están

20 CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia T-406 de 1992, M.P. Ciro Angarita Barón.

“La Constitución está concebida de tal manera que la parte orgánica de la misma solo
adquiere sentido y razón de ser como aplicación y puesta en obra de los principios y de
los derechos inscritos en la parte dogmática de la misma. La carta de derechos, la
nacionalidad, la participación ciudadana, la estructura del Estado, las funciones de los
poderes, los mecanismos de control, las elecciones, la organización territorial y los
mecanismos de reforma, se comprenden y justifican como transmisión instrumental de
los principios y valores constitucionales. No es posible, entonces, interpretar una
institución o un procedimiento previsto por la Constitución por fuera de los contenidos
materiales plasmados en los principios y derechos fundamentales.”

Un poco más adelante la misma sentencia insiste en este punto al añadir “el aparato no tiene
sentido si no se entiende como mecanismo encaminado a la realización de los derechos.”

21La Constitución que precedió a la actual fue aprobada en 1886, pero para 1990 había sido
objeto de más de sesenta reformas. Reconocía en su título tercero derechos civiles, políticos y
algún derecho de segunda generación, como la educación. No establecía, sin embargo,
mecanismos para asegurar su garantía.

22 Constitución Política

“Art. 93: Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que
reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de
excepción, prevalecen en el orden interno. Los deberes y derechos consagrados en esta

12
en la Constitución se consideran parte de ésta –y por tanto dotados del mismo
valor jurídico- se denomina “bloque de constitucionalidad”.

Ahora bien, los constituyentes eran plenamente conscientes de que la


consagración de derechos y libertades resultaba inútil si no se establecían
mecanismos para garantizarlos, promover su difusión y -en caso de
vulneración- obtener su reparación. En consecuencia se establecieron todo tipo
de medidas para asegurar su eficacia.

En primer lugar los derechos están dotados de eficacia directa. Es decir


no se precisa una ley del Congreso de la República que desarrolle su contenido
para ser exigibles. Los ciudadanos pueden reclamar su protección basándose
tan sólo en su consagración en el texto constitucional23. En segundo lugar se ha
previsto que sólo el Congreso, como representante de la voluntad popular,
puede regular el ejercicio de estos derechos, y ello únicamente a través de leyes
estatutarias24. Así, dada las especiales mayorías que se requieren para aprobar

Carta se interpretarán en conformidad con los tratados internacionales sobre derechos


humanos ratificados por Colombia.”

CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia C-037/00 Magistrado ponente Vladimiro Naranjo


23

Mesa

“El afán del constitucionalismo contemporáneo por hacer operante una justicia real y no formal,
tendencia que acoge nuestra Carta Política, abrió paso entre nosotros a la consagración de la
acción de tutela como mecanismo de protección inmediata de los derechos fundamentales. A
dichos derechos se les reconoce generalmente “eficacia directa”, es decir su protección puede
ser demandada inmediatamente, sin necesidad de que medie un desarrollo legal previo que
señale las condiciones de su ejercicio y tutela. La razón de esta circunstancia radica en el
reconocimiento constitucional de que son derechos inherentes a la persona humana, como lo
predica claramente el artículo 94 superior.”

24 Constitución Política
“Art. 152. Mediante las leyes estatutarias, el Congreso de la República regulará las
siguientes materias:
a. Derechos y deberes fundamentales de las personas y procedimientos y recursos
para su protección;
(…)”

13
este tipo de normas, se asegura tanto la existencia de consenso, como cierta
estabilidad en el régimen de los derechos.

Ahora bien, el Legislador no es enteramente libre para establecer las


condiciones de ejercicio de los derechos fundamentales. Al hacerlo debe
respetar el núcleo esencial de cada uno. El respeto a ese núcleo o contenido
mínimo, constituye el tercer tipo de garantía. Implica que las normas que
regulan un derecho no pueden alterar el conjunto de elementos que permiten
reconocerlo como tal, ni establecer condiciones que imposibiliten su ejercicio.
La definición de lo que constituye esa esfera intocable exige un estudio
detallado frente a cada derecho y en cada caso25.

Un cuarto tipo de garantía involucra al poder judicial. Se trata de la


acción de tutela, mediante la cual cualquier ciudadano puede reclamar la
protección inmediata, ante cualquier juez, mediante un procedimiento muy
breve e informal26. Este es, sin duda, el mecanismo más conocido y empleado

CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia C-174 de 1994. Magistrado Ponente Carlos Gaviria


25

Díaz:

“Con la noción de núcleo esencial de un derecho fundamental sabemos que a él


pertenecen aquellos elementos sin los cuales el derecho deja de ser lo que es, pero no es
lógicamente posible dar una noción anticipada que satisfaga a plenitud las exigencias
de una definición. Irremediablemente es tarea del intérprete, en cada caso específico,
determinar si una disposición normativa de rango inferior, vulnera o no el núcleo
esencial.”

26 Constitución Política:

“Art. 86. Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por
quien actúe en su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que éstos resultaren vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública.

La protección consistirá en una orden para que aquel respecto de quien se solicita
tutela, actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato cumplimiento,
podrá impugnarse ante el juez competente y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte
Constitucional para su eventual revisión.

14
por los ciudadanos para la defensa de sus derechos. Otro, que también ha
alcanzado un alto grado de popularidad es la Defensoría del Pueblo, institución
inspirada en la figura del Ombudsman sueco, que tiene por misión la guarda
de los derechos fundamentales mediante el desarrollo de labores de promoción,
prevención y defensa.

Por último, pero no por ello menos importante, la Constitución creó una
Corte Constitucional, y le encomendó la función de ser su suprema guardiana.
Este tribunal se ha tomado muy en serio los derechos fundamentales. A través
de su extensa jurisprudencia -originada en acciones de inconstitucionalidad y
en la revisión de las acciones de tutela–, ha insistido en que la legitimidad del
Estado depende de su capacidad para garantizar de forma efectiva los derechos
fundamentales a la totalidad de los habitantes del país.

En suma, tal y como puede apreciarse los derechos fundamentales


constituyen un elemento tan importante en el proyecto de Estado dibujado en la
Constitución colombiana, que han sido rodeados de todo tipo de mecanismos
para asegurar su respeto por parte tanto de los poderes públicos, como de los
mismos ciudadanos.

IV. El problema de la universalidad.

Esta acción sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable.

En ningún caso podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud de tutela y su
resolución.

La ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afectare grave y
directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado
de subordinación o indefensión.”

15
Los derechos fundamentales, tal y como lo hemos visto, son el producto
de una determinada concepción del ser humano. Una concepción que, a su vez,
es producto de una determinada cultura. Pero, a despecho de este origen, han
sido proclamados como universales. Es decir, su respeto se impone
independientemente de cualquier consideración cultural, religiosa o ética. Esta
paradoja lleva a cuestionarnos hasta qué punto es válido imponer a grupos
étnicos que poseen cosmovisiones muy diferentes a la nuestra, la obligación de
observarlos.

Pensemos en un famoso caso estudiado por la Corte Constitucional


colombiana en 199727. Un indígena paéz del resguardo de Jambaló (Cauca),
acusado de haber causado la muerte del gobernador del cabildo, fue condenado
–por la asamblea de la comunidad- a recibir 60 latigazos en público, así como a
abandonar el resguardo. Esta persona acudió entonces a los jueces nacionales, a
través de una acción de tutela, exigiendo protección a sus derechos
fundamentes alegando, entre otras cosas, que los golpes que iba a recibir
constituían una tortura.

Si observamos el caso desde una perspectiva puramente occidental


efectivamente los latigazos son un castigo físico que ataca uno de los
presupuestos básicos de nuestra cultura y nuestro derecho. Aquel que señala
que el cuerpo humano es un espacio sagrado. No obstante la mirada de un
paéz nos mostraría una situación distinta. La persona que ha cometido una
falta compromete el delicado equilibrio que permite la coexistencia pacífica de
todos los seres que pueblan el universo. En consecuencia debe ser purificado y
ello sólo es posible con la ayuda del rayo, ya que tiene el poder de separar las
tinieblas de la luz. Cada golpe que se propina con el látigo (o fuete) representa
este elemento, y por tanto limpia el error en el que se incurrió. El hecho de que

27 Corte Constitucional, Sentencia T-523 de 1997.

16
el castigo sea público es importante, pues disuade a los demás miembros de la
comunidad de incurrir en la misma conducta

¿Cómo proceder en este caso? ¿Debe exigirse a este grupo indígena


cumplir con las normas nacionales que proscriben los castigos físicos, en aras de
la protección de los derechos fundamentales, aunque ello suponga un acto de
neo colonialismo que implica un profundo desprecio por su cosmovisión? ¿O
deben respetarse todas sus tradiciones aunque ello signifique renunciar a la
pretensión de universalidad de aquellos derechos que constituyen la base del
modelo de Estado y sociedad que deseamos construir y donde queremos vivir?

Ante este dilema la Corte optó por hacer una lectura del derecho en
juego en clave cultural. Es decir, en vez de imponer su propia concepción de la
dignidad humana, analizó la práctica indígena intentando comprender su
significado y valor para el grupo indígena. Así mismo, consciente de su
ignorancia en la materia, solicitó el apoyo de antropólogos conocedores de este
grupo humano. Finalmente optó por considerar aceptable este tipo de sanción,
dado su peso dentro de la concepción del ser humano de los paéz, y por cuanto
el sufrimiento que produce no resulta excesivo.

Ahora bien, más allá de la respuesta dada a este caso en concreto, lo


valioso de esta sentencia es que apunta a una nueva manera de entender los
derechos fundamentales. Estos no pueden ser una imposición que desde el
Estado se hace a los grupos étnicos, que poseen diversas concepciones del
hombre y su relación con el universo en el que habita. Su contenido debe
definirse en función de un verdadero diálogo entre las culturas que se
encuentran comprometidas en cada caso. Únicamente la construcción de una
concepción multicultural de los derechos humanos respetuosa de las distintas
formas de ver y entender el mundo, puede ser parte de un proyecto

17
emancipatorio. De lo contrario corren el riesgo de convertirse en instrumentos
de dominación28.

Conclusión

Los derechos fundamentales son mucho más que normas jurídicas.


Representan el producto de siglos de transformaciones en el pensamiento
filosófico, ético, político y jurídico del mundo occidental, que han derivado en
la concepción del ser humano -sin ningún tipo de distinción- como
inconmensurablemente valioso y dotado de una dignidad intrínseca. Ello
implica que el Estado está obligado a establecer y garantizar los medios
necesarios para permitir a las personas desarrollar sus vidas en condiciones
acordes tal dignidad, y son los derechos fundamentales el instrumento
adecuado para lograr tal fin.

La amplia diversidad de derechos que han sido reconocidos por las


Constituciones contemporáneas responde al hecho de que la noción de
dignidad no es estática. Se ha enriquecido con el paso del tiempo, a medida que
el devenir histórico ha enseñado que el ser humano requiere no sólo libertad
frente a los poderes estatales, sino también posibilidad efectiva de participación
en los procesos de toma de decisión de los asuntos públicos, un nivel de vida
adecuado que lo libere de la miseria y la ignorancia, así como el acceso a bienes
colectivos, materiales e inmateriales.

28En verdadero diálogo entre culturas, que permita la construcción de una concepción mestiza
de los derechos fundamentales es un asunto complejo que demanda una serie de condiciones
para su éxito. No basta la voluntad de los participantes, estos además deben estar legitimados
por sus comunidades, y estar dispuestos a revisar sus propias tradiciones. Además, cuando el
diálogo se establece entre una cultura mayoritaria y otra minoritaria (como la indígena) que ha
sido largamente oprimida, debe tenerse especial cuidado en respetar el concepto del tiempo, así
como los procesos de deliberación y toma de decisiones de ésta última. Ver al respecto el
trabajo de Boaventura Santos, en especial sus textos La Globalización del Derecho y De la mano de
Alicia.

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En Colombia estos derechos adquieren una relevancia adicional, ya que
constituyen el centro del proyecto de Estado, diseñado en la Constitución, el
cual debe construirse día a día por medio de la actividad de los poderes
públicos. Es por ello que no sólo han sido reconocidos en un generoso catálogo,
sino que además han sido rodeados de múltiples mecanismos de promoción,
prevención, protección y reparación.

Ahora bien, pese a su innegable importancia -tanto en Colombia como


en la Comunidad Internacional- no debería olvidarse que los derechos
fundamentales nacieron como parte de un ambicioso proyecto para liberar al
ser humano de sus ataduras y permitirle desarrollar su existencia de acuerdo a
sus convicciones y potencialidades. En especial cuando se trata de exigir su
observancia a comunidades que poseen una cosmovisión distinta a la
occidental. Su imposición forzada, mediante la opresión y la condena al
silencio de quienes piensan y actúan conforme a una concepción distinta de la
dignidad del ser humano, constituye una verdadera traición a ese proyecto
emancipador.

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BIBLIOGRAFÍA

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exigibles, Trotta, Madrid, 2004.

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Año V, Núm 19, invierno 2004.

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regulación y la emancipación, Universidad Nacional de Colombia - facultad de
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humanos: Promesas incumplidas, diagnóstico y perspectivas”, en A.A.V.V El
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Alternativos (ILSA), Bogotá, 2002.

VILLÁN DURÁN, Carlos, Curso de Derecho Internacional de los Derechos


Humanos, Trotta, Madrid, 2002.

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GLOSARIO

Bloque de constitucionalidad: Existen Constituciones, como la colombiana,


que poseen más normas que las que aparecen directamente en su texto. Es
decir, ciertas normas que no están expresamente consagradas en ella tienen el
mismo valor que las disposiciones que si lo están. El propio texto constitucional
se ha encargado de señalar, en varios de sus artículos, qué normas de Derecho
nacional e internacional tienen tal valor. Así, por ejemplo, el artículo 53 hace
referencia a los convenios internacionales del trabajo, el artículo 93 apunta a los
tratados de derechos humanos ratificados por el Estado, mientras el artículo
214 hace lo propio con el DIH. En cuanto a normas nacionales los artículos 151,
152, 153 y 214 otorgan tal valor a las leyes orgánicas y la ley estatutaria de
estados de excepción.

El conjunto de normas y de aquellas que expresamente están en el texto de la


Norma Fundamental se denomina bloque de constitucionalidad.

Eficacia jurídica: Una disposición dotada de eficacia jurídica es aquella que es


obligatoria, y cuyo cumplimiento puede ser exigido ante un juez.

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