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fragmentaria
Pepa Medina
El pensamiento del universo y de su armonía es para mí uno y todo; en este
germen veo una infinidad de buenos pensamientos, y siento que sacarlos a
la luz y darles forma es el auténtico destino de mi vida.
(Friedrich Schlegel. “Poesía y filosofía” en Sobre la filosofía (1799).
Traducción de Diego Sánchez Meca y Anabel Rábade. Madrid: Alianza, 1994,
79).
La escritura instaura sentido sin cesar, pero siempre acaba por evaporarlo:
procede a una exención sistemática del sentido. Por eso mismo, la literatura
(sería mejor decir la escritura, de ahora en adelante), al rehusar la
asignación al texto (y al mundo como texto) de un “secreto”, es decir, un
sentido último, se entrega a una actividad que se podría llamar contra
teológica, revolucionaria en sentido propio, pues rehusar la detención del
sentido es, en definitiva, rechazar a Dios y a sus hipóstasis, la razón, la
ciencia, la ley.
(Roland Barthes. El susurro del lenguaje. Traducción de C. Fernández
Medrano. Barcelona: Paidós, 2009, 81).
II
El poeta Fernando Pessoa dijo que somos como “islas en el mar de la vida”. Así
como toda isla está rodeada por el mar, que la une y la separa de otras islas,
también nosotros vivimos rodeados de discursos y de textos, lo cual significa que
hay “relaciones dialógicas entre los textos y dentro de los textos”2, que podemos
navegar por el mar de los signos, recorrer ese espacio de la escritura, entrar en
diálogo con los pensadores, en esta compleja interrelación entre “el texto, como
objeto de estudio y reflexión, y el contexto como su marco creado (pregunta,
objeción, etc.)”3. Intertextualidad es el términoacuñado por Mijaíl Bajtínpara hablar
de la relación que un texto (oral o escrito) guarda con otros textos (orales o
escritos), ya sean contemporáneos o anteriores. En la misma línea, George
Steiner4 considera que el hacer de la comunidad humana está fundada en otro
hacer suyo; el que escribe convoca sin tener en cuenta la cronología otras voces y,
diciendo con su escritura, conjurará a un sucesor. Quizás la fantasía artística, sólo
“recombina, des-ordena, hace un mosaico de formas, materiales y elementos que
de hecho ya están ahí”5. Como lectores y productores de textos, estamos
implicados en una práctica de lectura y escritura con tareas muy variadas: algunos
de ellos pueden conducirnos a una reflexión, otros nos permiten leer y soñar. Hay
textos, cuya potencia y fuerza se determina porque provocan en nosotros el deseo
de decir con la escritura una palabra singular.
Para Barthes,un fragmento escomo un islote que proporciona placer o goce al
sujeto que lo lee. Islote, es el significante metafórico que utiliza para hablar del
texto, como Blanchot utiliza el término “islas de sentido” para hablar de
determinades frases poéticas. Los fragmentos son así textos de menor o mayor
extensión y -como los islotes-, se distinguen entre sí por el corte, por la falta de
continuidad de la materia de los signos que permite separarlos. A partir de esta
definición del término “texto” y de considerar el fragmento como tal, me ha surgido
la imagen de un rosal que permite entender la conexión. Observemos esta
fotografía:
Vemos una rosa semi-abierta, junto a capullos por abrir. Cada rosa es una unidad
con sus componentes conectados entre sí; el rabillo del tallo cumple la función de
sostener e individualizar cada rosa y diferenciarla de las demás, pero a la vez, la
multiplicidad de tallos a partir de un tronco común, permite que se puedan no sólo
delimitar, sino también conectar para que entre ellas haya una relación. ¿No
resulta adecuada esta imagen para hablar de lo Uno y lo múltiple?¿de
la diferencia como la no identidad de lo mismo? Esta idea de conexión también la
podríamos aplicar, por analogía, a la concepción de la reflexión de los románticos
tempranos, que entendían “la infinitud de la reflexión como una infinitud de
la conexión”6,en la que todo debía conectarse de modo infinitamente múltiple,
sistemático. También puede ser una imagen sugerente para pensar
la intertextualidad en la que está inserto todo texto.
III
IV
Blanchot, en El Athenäum14, considera que una de las intuiciones más válidas de
Novalis fue la sospecha de que para cumplir la tarea artística que se proponían era
necesario hacer la búsqueda de una forma nueva de escritura, como un arte
nuevo, el del fragmento. Esta exigencia de un habla fragmentaria que movilice el
todo interrumpiéndolo y por los diversos modos de la interrupción, es lo que hace
decir a Schlegel que sólo los siglos futuros sabrán leer los “fragmentos” o bien a
Novalis: “El arte de escribir libros aún no se ha descubierto, pero está a punto de
serlo: fragmentos como estos, son semillas literarias”15.
La crítica de Blanchot a Schlegel se centra en su forma de concebir el fragmento
exclusivamente sobre la base del modelo del aforismo, ya que “al aislar el
fragmento de lo que le rodea, como un erizo, lleva el fragmento hacia el aforismo,
que es “cerrado y limitado”16. Esta alteración tal vez inevitable equivale –para
Blanchot-:
aceptará la disyunción o la divergencia como el centro infinito a partir del cual, por
el habla, debe establecerse una relación; arreglo que no compone, sino que
yuxtapone, es decir, deja fuera unos de otros los términos que se relacionan,
respetando y preservando esa exterioridad y esta distancia como el principio –
siempre destituido- de toda significación22.
¿Qué puede significar que la ley está afuera? ¿Que el escritor deja fuera los
términos que se relacionan? En la línea de Bajtín, podemos pensar al escritor
como “alguien que es capaz de trabajar con la lengua situándose fuera de ella,
alguien que posee el don del habla indirecta”23.
Esta discontinuidad del fragmento la podemos percibir cuando leemos textos del
estilo de René Char, en los cuales, no es que no se pueda dar sentido al texto,
sino que realiza la pluralidad de sentidos. Sin embargo no está abierto a todos los
sentidos, porque si fuera así, ese texto se vuelve ininterpretable, puesto que la
legibilidad, aunque no sea nunca unívoca, siempre supone que el sentido sea
limitado. Ahí tiene interés, el concepto de significancia que pone de relieve
Barthes28. Pero, aparte del sentido que no se cierra, hay otro elemento muy
importante, que es la musicalidad del fragmento29, como el haiku. La esencia del
haiku es "cortar" mediante la yuxtaposición de dos ideas o imágenes separadas
por un término "cortante" o separador. Esa musicalidad la podemos escuchar en el
siguiente fragmento del poema Sprachgitter de Hölderlin, donde el lector puede
captar, por el juego de combinaciones de los signos, segmentos sonoros que el
poeta los había colocado unos detrás de otros en discontinuidad, pudiendo así
escuchar, a través de su voz, las resonancias del significante:
VI