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que pudieran centrarse las obligaciones y cargas impuestas por el estado romano a las

comunidades subordinadas 47.

Pero en el nuevo marco de la civitas, ligado a un centro urbano, era necesario


un elemento indígena que aceptase las tareas de la administración en nombre y al
servicio de Roma. El camino había sido ensayado con éxito mucho antes en la propia
Italia y su puesta en práctica en Hispania tampoco fue muy distinta: consistió en la
confirmación a las aristocracias indígenas de sus privilegios económicos y sociales,
canalizados ahora al servicio de Roma. La voluntaria aceptación de esta tarea por parte
indígena proporcionó a los nuevos centros urbanos sus minorías rectoras, al tiempo
que en el recién creado marco de la ciudad, éstas emprendían un proceso de
romanización creciente 48.

El medio siglo entre la destrucción de Numancia y la aventura de Sertorio, por


desgracia tan oscuramente documentado, significa una época de reorganización que
se mueve en los raíles de estas directrices teóricamente fijadas. A los étnicos
generalizadores de suessetanos, sedetanos, ilergetes, vascones y celtíberos de la
conquista suceden los nombres de civitates, bien documentadas con carácter de tales,
de Salduie, Bilbilis, Calagurris, Segia, Contrebia..., que conocemos por monedas y por
documentos epigráficos tan singulares e interesantes como la Tabula Contrebiensis 49 y
el bronce de Asculum.

La mensión en este último documento de treinta jinetes, con sus respectivos


nombres y étnicos de origen, encuadrados en una unidad de caballería, la turma
Sallvitana, que toma su denominación del centro de reclutamiento, ofrece, con datos
inapreciables para la historia militar, otros no menos importantes de carácter lingüístico,
etnográfico y cultural.

Como es sabido, el apelativo Sallvitana que lleva la turma mencionada en el


bronce de Ascoli procede de Salduie, núcleo urbano de la tribu ibérica de los sedetanos
sobre la que Augusto fundaría la colonia de veteranos de Caesaraugusta. Como ha

!47 W. DAHLHEIM, Gewalt und Herrschaft. Das provinziale Herrschaftssystem der römischen Republik,
Berlín, 1977, 100 ss.

!48 Diferentes aspectos de la rica problemática que el tema de la atracción de las minorías rectoras
indígenas al servicio de Roma plantea, en conexión con el problema de la urbanización, han sido
tratados por E. SCHÖNBAUER, "Reichsrecht, Volkrecht und Provinzialrecht", ZRG 57, 1937, 309 ss.; E.
BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958; C.K. WARRINER, "Social Integration and the
nature of Urbanisation", en R.L. STAUBER (ed.), Approaches to the Study of Urbanisation, Lawrence/
Kansas, 1964, 94 ss.; P. GARNSEY, Social Status and Legal Privilege in the Roman Empire, Oxford,
1970; P.A. BRUNT, "The Romanisation of the Local Ruling Classes in the Roman Empire", en
Assimilation et résistence à la culture gréco-romaine dans le monde ancien, París, 1976, 161 ss.

! 49 G. FATAS, Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) II. Tabula Contrebiensis, Zaragoza, 1980.
mostrado Fatás 50, Salduie era a comienzos del siglo I a.C. un importante centro
estratégico y administrativo romano, por su situación en el límite noroccidental de la
Sedetania, que era también el de la Iberia propia, frente a las tribus celtíberas, y
cabecera de una extensa comarca, a donde fueron a confluir los reclutas indígenas
solicitados por Roma a tribus y comunidades vecinas para sus necesidades bélicas, no
sólo como hasta ahora fundamentalmente contra otros pueblos peninsulares - no hay
que olvidare la sorda guerra que aún incendiaba la Celtiberia - sino, como en este caso,
para su utilización en Italia. Los lugares de procedencia de los soldados mencionados
en el documento así lo prueban, todos ellos situados en una amplia franja entre los
Pirineos centrales y el curso medio del Ebro. Están representados, entre otras, las
grandes tribus de los ilergetes, de cuyas ciudades Ilerda y Succosa procede la sexta
parte de los jinetes; de los vascones, con soldados de Segia e Ilurcis, y de los
sedetanos, con cuatro jinetes que encabezan la lista sin mención concreta de
procedencia por pertenecer a la propia Salduie.

La mención de tres jinetes, los tres de Ilerda, con nombre latino, en una época
en que la concesión de derechos de ciudadanía era un instrumento diplomático
otorgado apenas a las elites indígenas 51, así como la propia condición de jinetes, es
decir, de dueños de un caballo, de los componentes de la tropa, permite adivinar en el
reclutamiento un criterio social. El papel privilegiado del jinete en las sociedades
primitivas indígenas y la utilización del caballo como símbolo de riqueza abonan la
suposición de que los jinetes que tan valerosamente combatieron en Ascoli pertenecían
a la aristocracia indígena 52. En este sentido, podría ponerse en relación este
reclutamiento con un texto de Livio 53, referido a una época mucho más temprana, la de
la acción en la Citerior de Sempronio Graco, que exigió a la ciudad celtíbera de Certima
la entrega de cuarenta jinetes nobles, no a título de rehenes, sino para incorporarlos al
ejército como prenda de fidelidad de sus conciudadanos.

Entre los muchos aspectos que podrían analizarse o recordarse con referencia
al bronce de Ascoli destacaremos sólo dos: el hecho de que el reclutamiento auxiliar
traduce por parte de los romanos una necesaria adaptación a las condiciones
indígenas y el recurso a una fórmula que se desarrollará en época imperial, el de la
conscripción territorial. La provincia era esencialmente, desde el punto de vista militar,

!50 G. FATAS, "Los sedetanos como instrumento de Roma", Homenaje a D. Pío Beltrán, Anejos AEspA
VII, 1974, 106 ss.

!51 P. A. BRUNT, Italian Manpower, 225 B.C.-A.D. 14, Oxford, 1971, 204; A.N. SHERWIN-WHITE, The
Roman Citizenship, Oxford, 19732, 292.

!52 P. LE ROUX, L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques d'Auguste à l'invasion de 409,
París, 1982, 39.

!53 Livio XL, 47: sestertium quater et viciens ab iis exactum, quadraginta nobiles equites, nec obsidum
nomine - nam militare iussi sunt - et tamen re ipsa ut pignus fidei essent.
una fuente de reclutas disponibles. Sin una demanda sistemática, la presión de las
circunstancias ha jugado sin entrañar exigencias desmesuradas. Si hacemos excepción
de los mercenarios, los soldados de infantería y de caballería indígenas han sido
probablemente reclutados sobre la base de la organización social de las comunidades
solicitadas. Para Le Roux 54, también la importancia de la caballería hispánica, que
refleja no sólo el bronce de Ascoli sino otras menciones literarias, responde al papel
privilegiado del jinete, cuyo puesto en la guerra remite a la jerarquía indígena. La
elección descansa, pues, sobre la aristocracia de los grupos dominantes; los equites de
la turma Sallvitana, sin duda, no eran los más humildes de sus respectivas ciudades.

Hay otro elemento interesante en este tema del reclutamiento, el papel de la


autoridad romana encargada de realizarlos. Por una afortunada casualidad, otro
documento contemporáneo del bronce de Ascoli, que tiene también como protagonista
a Salduie, la Tabula Contrebiensis, sabemos que la autoridad provincial en el momento
de la leva era C. Valerio Flaco, cónsul en 93 y luego procónsul de la Citerior, donde
llevó a cabo campañas contra los celtíberos que, años más tarde, le reportaron el
triunfo 55 . Fatás 56 y Richardson 57 han seguido su actividad en Hispania y su relación
con el pleito que dirime la Tabula Contrebiensis. Llama la atención especialmente el
hecho de que Valerio Flaco interviene en el conflicto no como consecuencia de sus
conocimientos legales, sino como imperator, el responsable del mando militar en el
área, aclamado por sus victorias en el campo de batalla. Su intervención ha de
considerarse en un contexto militar. No se trata, como subraya Richardson,
simplemente de un oficial desinteresado, sino de un comandante romano relacionado
con potenciales adversarios en un asunto que afecta directamente a su fuerza política y
económica. El procónsul ejerce una actividad jurídica como un método más de control
de los habitantes de un área en la que se halla estacionado y en la que ha actuado
militarmente.

Así, el papel del ejército en el desencadenamiento y desarrollo de la


transformación indígena muestra un nuevo ángulo de reflexión. La colonización, el
tributo, la justicia, se apoyan en el ejército, aunque no dependen de él solo.
Paralelamente, las tropas auxiliares, reclutadas regularmente y, en consecuencia,

!54 P. LE ROUX, L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques d'Auguste à l'invasion de 409,
París, 1982, 39.

!55 Apiano, iber. 100; Granio Liciniano p. 31 (Flemisch). Sobre el personaje, T.R.S. BROUGHTON, The
magistrates of the Roman Republic, Ann Arbor, 19682, II 77 ss., E. BADIAN, "Notes on provincial
governors from the social war down to Sulla's victory", The Proceedings of the African Class. Ass. 1,
1985, 1 ss.

! 56 G. FATAS, Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) II. Tabula Contrebiensis, Zaragoza, 1980, 111 ss.

!57 J.S. RICHARDSON, "The Tabula Contrebiensis: Roman Law in Spain in the early first century B.C.",
JRS 73, 1983, 33 ss.
profesionalizándose, concurren a la estabilización de la conquista. El reclutamiento
local de auxilia asocia la función militar y la función social del ejército en una
convergencia indispensable para el éxito de la empresa imperial. Los jinetes reclutados
en Salduie y otras levas en esta época, que conocemos por fuentes literarias 58,
testimonian la utilización por parte romana de indígenas que aún no han perdido sus
tradiciones guerreras, pero que se consideran parte de una estructura política superior
en la que desean integrarse y promocionarse como uno más de los muchos
mecanismos del complejo proceso de romanización que está transformando las
estructuras tradicionales indígenas, adaptándolas a las propias romanas. Es
significativo que Roma, en un momento de tensión límite como es el de la rebelión de
sus aliados itálicos o la subsiguiente guerra civil, encuentre una fuente de sustitución
en provinciales escogidos de áreas incluidas en la práctica administrativa imperial.

De todos modos, el papel que la turma Sallvitana juega en la guerra social, por
encima del cometido normalmente asignado a los indígenas como simples auxiliares de
un ejército romano en campaña, para llenar el vacío de los aliados rebeldes en las
unidades regulares de caballería, representa posiblemente un ejemplo de la efímera
utilización de jinetes extraitálicos en cuerpos de caballería regulares que, tras la guerra
y la promoción jurídica de los itálicos, podrían haber sustituido a las alae equitum
aliadas. Pero el estado republicano, con la tradicional miopía y falta de sensibilidad
para la administración de un imperio que les resultaba demasiado grande, no supo
sacar las consecuencias lógicas y dejó a un individualista ambicioso, César, la iniciativa
de forjar con jinetes de origen provincial un instrumento que aplicaría precisamente a
destruir ese Estado 59.

La concesión de la ciudadanía a auxilia por méritos de guerra.


Para que César, sin embargo, se atreviera a lanzar un ejército sobre Italia e
impusiera su voluntad sobre el propio Estado faltaba todavía un largo camino, que
precisamente empieza en las circunstancias que rodean la guerra social y donde
Pompeyo Estrabón, el general que concedió a la turma la ciudadanía romana por
méritos de guerra, protagoniza algunos de los primeros pasos decisivos, que hay que
tener en consideración.

En efecto, la plaza de Asculum se había convertido en la guerra contra los


aliados en la clave del frente septentrional. Pompeyo Estrabón consiguió hacerla caer
y, junto a sus ruinas, en los mismos campamentos levantados durante el asedio,
disponía Pompeyo, aclamado imperator por sus soldados, las recompensas para los
soldados distinguidos en la campaña y, entre ellos, el otorgamiento de la ciudadanía
romana a la turma de jinetes hispanos reclutada en Salduie.

! 58 Apiano, bell. civ. 1, 89.

! 59 M. RAMBAUD, "La cavalerie de César", Mél. Renard II, Bruselas, 1969, 650 ss.
Las circunstancias de concesión de ciudadanía romana a la turma se explican
así satisfactoriamente; no, en cambio, la intencionalidad de Pompeyo en la utilización
de un expediente ciertamente aún inusual en el marco constitucional romano.

Las concesiones honoríficas de ciudadanía romana a título individual, como


recompensa por servicios prestados al Estado, es una práctica relativamente reciente
en la Roma republicana 60. Los primeros ejemplos se documentan en la segunda
guerra púnica - el siracusano Sosis, el ibero Moericus y el cartaginés Muthunes,
desertores del bando púnico 61 - y no parece pueda retraerse mucho más en el tiempo
este expediente que, en la situación límite de la guerra, tiene carácter de emergencia.

Sólo con el establecimiento de una soberanía extraitálica mediante el gobierno


directo en las provincias, adquieren estas concesiones honoríficas su verdadera
importancia fuera de Italia, puesto que tales circunstancias aseguraban a los
beneficiarios ciertos privilegios en sus respectivos países de origen, al sustraerles a la
jurisdicción del gobernador romano. En todo caso, durante mucho tiempo fueron
consideradas como extraordinarias, y no en último grado por los problemas jurídicos
que comportaban, de acuerdo con el principio romano de que duarum civitium civis
noster esse iure civili nemo potest, puesto que el beneficiario de una concesión de
ciudadanía romana se colocaba en una forma de relación especial frente a Roma que,
al tiempo, debía dejarle el pleno goce de sus derechos de ciudadanía local.

No es sorprendente, por ello, que los romanos, en época temprana, fueran


reluctantes en adoptar la noción de otorgamiento de la plena ciudadanía, con las
correspondientes consecuencias sociales y políticas, a extranjeros con residencia fuera
de su territorio, e incluso, cuando estas concesiones proliferaron, existieron durante
mucho tiempo problemas sobre el status preciso de estos extranjeros en relación con el
estado romano y con sus antiguas comunidades civiles. El pensamiento de
incompatibilidad de la ciudadanía romana con la de cualquier otra comunidad, que aún
está vigente en Cicerón 62, sólo gradualmente fue abandonado en favor de la noción de
ciudadanía doble, en la que la ciudadanía romana se combinaba con una patria local
63
.

!60 CH. GOODFELOW, Roman Citizenship, Bryn Mawr, 1935; A.N. SHERWIN-WHITE, The Roman
Citizenship, Oxford, 19732, 291 ss.; A. GILBOA, Viritane Grants of Citizenship, Jerusalén, 1958; E.
BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, 152; H. WOLFF, Civitas romana. Die römische
Bürgerrechtspolitik vom Bundesgenossenkrieg bis zur Constitutio Antoniniana I. Viritane Verleihungen,
Colonia, 1980.

! 61 Livio XXVI 21, 11; XXVII 5, 7.

! 62 Cicerón, pro Balbo, 28; pro Caecina, 100.

63 A.N. SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 295.


Más fuerte que la repugnancia romana o las dificultades jurídicas era el hecho
cierto de las ventajas que el status de ciudadano comportaba y, en consecuencia, la
aspiración de quienes no gozaban de él de adquirirlo. Así, el otorgamiento de
ciudadanía debió ser un eficaz instrumento para el estado romano de adquirir lealtades
y obtener servicios 64 .

Politización de las concesiones de ciudadanía.


Pero al concepto abstracto de Estado se superponía el concreto del magistrado,
como portavoz y exponente del poder estatal, y, por ello, no podía dejar de surgir la
tendencia de que otorgante y beneficiarios se sintieran unidos en la concesión de la
ciudadanía por lazos personales, más allá o por encima del propio Estado. Estas
concesiones, por tanto, cayeron en la categoría de un beneficium, que comportaba
lazos de clientela, que, si no en sentido estricto, quedaban bien expresados por la
propia costumbre de que el nuevo ciudadano recibiera, como el esclavo liberado, el
praenomen y el nomen de su benefactor, conservando su antiguo nombre indígena
como cognomen.

Fue Mario, en este como en otros aspectos fecundo innovador de una institución
tan esencial como el ejército, el primero que utilizó el otorgamiento de la ciudadanía
como instrumento de recompensa para elevar el tono de sus tropas: dos cohortes
umbrias de Camerinum - unos 1.200 soldados - recibieron del general popular la
ciudadanía como premio por su valor durante la guerra cimbria 65 . Que el
procedimiento era desacostumbrado, si no inconstitucional, lo demuestra el hecho de
que a la acusación de haber obrado con este otorgamiento múltiple de forma ilegal,
contestó Mario con la irónica disculpa de no haber podido oir la ley con el ruido de las
armas 66.

Pero esta concesión múltiple de ciudadanía a aliados itálicos, en un momento en


el que por parte de las comunidades aliadas se hacía sentir cada vez de forma más
insistente la necesidad de igualación de derechos políticos con los ciudadanos
romanos, deja en la oscuridad las verdaderas intenciones de Mario, es decir, si el
general descubrió en el otorgamiento de la ciudadanía un simple medio de recompensa
militar, o lo consideraba como un expediente más para intentar la solución del problema
itálico.

De todos modos, el suicida tratamiento, en la década de los 90, por parte de la


oligarquía romana, de la delicada cuestión de los aliados, desencadenó finalmente la

!64 E. KÜBLER, 'peregrinus', RE XIX, cols. 645 ss.; F. VITTINGHOFF, Römische Kolonisation und
Bürgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus, Wiesbaden, 1952, 13.

! 65 Cicerón, pro Balbo 20, 46; Val. Max. V 2, 8; Plutarco, mar. 28, 2; apopht. marii 202 D 5.

! 66 Val. Max. V 2, 8; Plutarco, mar. 28, 2.


guerra. La terrible y virulenta rebelión itálica apoyaba, sin embargo, un objetivo tan
frágil como paradójico: destruir un estado por no poder integrarse en él. Bastó por ello
que, bajo la presión de las circunstancias, uno de los cónsules del 90, L. Julio César,
promulgara un decreto - la lex Iulia -, que otorgaba la ciudadanía a los latinos y
comunidades aliadas aún fieles que deseasen aceptarla, para que, de inmediato, se
redujese el número de los insurgentes.

Esa misma ley debía contener una cláusula que autorizaba a los magistrados
cum imperio a conferir, con el concurso de su consilium, la ciudadanía a individuos
extranjeros. Al menos, esto es lo que parece desprenderse del documento de Ascoli, en
el que se hace mención explícita a la lex Iulia 67. Pero lo importante es que sólo a partir
de la guerra social el derecho constitucional romano contempla la posibilidasd de
autorizar a magistrados con imperium a conceder la ciudadanía romana como
recompensa militar, y que el el caso más antiguo conocido -y quizás el primero también
- es el documentado por el bronce ascolitano.
Las "clientelas militares".
El expediente utilizado por Estrabón en un momento crítico para reconocer y
premiar pública e inmediatamente la lealtad y el valor de extranjeros al servicio de las
armas romanas, será en adelante una práctica común, utilizada por los comandantes
romanos de la tardía república, que, en muchas ocasiones, han hecho uso de ella de
manera ilegal 68. Porque, independientemente de su ratificación legal, estas
concesiones eran una magnífica oportunidad para crear y extender conexiones
personales a las provincias, en una época en la que las clientelas comenzaban a ser un
factor de creciente importancia en la complicada política interior romana 69.

El decreto de Estrabón viene a ser así no sólo término de una trayectoria, que se
reconoce ahora legal, sino también punto de partida de un fenómeno mucho más
preocupante y decisivo en la historia de la tardía república, la concentración de poder
personal, de la que la creación de ejércitos personales es sólo el primer paso en una
trayectoria política que alcanza su punto culminante en la generación siguiente,

!67 No obstante, estas concesiones por valor militar parecen haber estado contempladas en otra ley,
promulgada un año después de la Iulia, probablemente por plebiscito propuesto por el tribuno L.
Calpurnio Pisón Frugi. Así al menos lo autoriza a pensar un fragmento de Sisenna (120, Peter): milites, ut
lex Calpurnia concesserat, virtus ergo civitate donari. El desajuste que crea el testimonio de Sisenna y la
mención de la lex Iulia en el documento de Ascoli no pueden ser explicados satisfactoriamente. Vid. las
distintas opiniones de G.H. STEVENSON, "Pompeius Strabo and the Franchise Question", JRS 9, 1919,
99 ss.; E. WIEHN, Die illegalen Heereskommanden in Rom bis auf Caesar, Marburg, 1926, 64 s.; M.
GELZER, "Cn. Pompeius Strabo und der Aufstieg seines Sohnes Magnus", Kleine Schriften, Wiesbaden,
1963, II 118; A. N. SHERWIN-WHITE, The Roman Citizenship, Oxford, 19732, 150 s.

! 68 Cicerón, pro Balbo 19.

! 69 E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, especialmente cap. XI, 252 ss.
precisamente con el hijo del general que protagoniza el decreto de Ascoli, Pompeyo el
Grande 70 .
La reforma de Mario contribuyó a desarrollar una nueva relación de
interdependencia entre el comandante y sus tropas, múltiple y compleja, en ocasiones
descrita como "clientela militar", aunque más propiamente habría que considerarla
como un pacto de mutuo interés. Desde que las legiones se abren a un extenso
número de voluntarios proletarios, que esperan conseguir mediante el servicio militar
un cierto grado de bienestar y seguridad personal, el papel del comandante adquiere
una nueva significación. Puesto que los soldados naturalmente prefieren servir bajo el
mando de generales afortunados, que llenen generosamente sus deseos de
enriquecimiento, surge una dura competencia en el seno de la oligarquía dirigente por
conseguir mandos lucrativos en las provincias, donde más fácilmente es posible
satisfacer las aspiraciones de las tropas y, en consecuencia, asegurar su lealtad.
Porque, sin duda, el aspecto más significativo de la reforma de Mario es la
transferencia de la lealtad militar desde el gobierno constitucional a los respectivos
comandantes, que pueden así imponerse al propio gobierno. Sin embargo, esta lealtad
tiene unos fuertes límites, ya que está sólo sostenida por el interés material de los
soldados y, por ello, puede cambiar fácilmente o ser sometida a toda clase de
chantajes. El motín y la deserción se convierten así en instrumentos de una fuerza que,
independizada del Gobierno, se va desarrollando de forma autónoma, sometida sólo a
sus propios deseos 71.

El enorme peligro que este potencial incontrolado encerraba para la estabilidad


del Estado necesitaba ciertamente unas condiciones límite para manifestarse,
condiciones que desgraciadamente hizo posibles la guerra social. Porque la guerra ha
servido de ocasión para que, no mucho después de la reforma militar de Mario, una
serie de aristócratas con intereses personales ambiciosos se haya visto al frente de un
ejército que las nuevas condiciones de servicio hacían posible modelar como
instrumento personal de presión para una futura inversión en la vida pública. Pero esta
misma multiplicidad de comandantes y ejércitos, sus ambiciones coincidentes en el
mismo objetivo y el choque de estas ambiciones con el interés del Estado y con la
dirección de la política gubernamental eran presupuestos más que suficientes para
precipitar la guerra civil. Quizás aún faltaba un ingrediente, que la rebelión aliada

!70 Sobre los ejércitos personales, entre otros, A.V. PREMERSTEIN, Von Werden und Wesen des
Prinzipats, Munich, 1937, 23 ss.; E. GABBA, "Ricerche sull'esercito professionale da Mario ad Augusto",
Athenaeum 29, 1961, 171 ss.; P. DE FRANCISCI, Arcana Imperii III, Milán, 1948, 233 ss.; J. HARMAND,
L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 442 ss.; V. GIUFFRE, Aspetti
costituzionali dei potere dei militari nella tarda repubblica romana, Nápoles, 1973; N. ROULAND,
"Armées personelles et relations clientelaires au dernier siècle de la République", Labeo 25, 1979, 16 ss.

!71 W.G. MESSER, "Mutiny in the Roman Army. The Republic", ClPh 15, 1920, 158 ss.; J. HARMAND,
L'armée et le soldat à Rome de 107 à 50 avant notre ère, París, 1967, 272 ss.; E.H. ERDMANN, Die
Rolle des Heeres in der Zeit von Marius bis Caesar. Militärische und politische Probleme einer
Berufsarmee, Neustadt/Aisch, 1972; H. AIGNER, Die Soldaten als Machtfaktor in der ausgehenden
römischen Republik, Innsbruck, 1974; E. GABBA, Le rivolte militari romane dal IV secolo a. C. ad
Augusto, Florencia, 1975.
ofreció de manera bien generosa: la repugnancia instintiva a derramamientos de
sangre hermana, a enfrentamientos fratricidas, fue vencida en los numerosos
encuentros armados de romanos e itálicos, que, si desde dos siglos antes habían
luchado codo con codo en los mismos objetivos y bajo las mismas enseñas, ahora, en
campos enemigos, aprendieron a levantar la espada contra antiguos amigos, aliados y
compañeros de armas.

Difícilmente se puede reconocer a un político la gratuidad de una acción que


comporte un beneficio cualquiera, puesto que la capitalización es la más elemental de
las normas que rigen en el juego. Es bajo esta premisa, reconocida por otra parte de
forma unánime en la investigación, bajo la que hay que considerar los privilegios
concedidos por Estrabón a la turma hispana. Lo que, en cambio, resulta menos
evidente es la capitalización política concreta en la que Estrabón pretendía invertir su
concesión. Generalmente se ha supuesto que la intención de Pompeyo, por encima del
hecho cierto de premiar el valor de un escuadrón de caballería de su ejército, era la de
afirmar su clientela extraitálica en la península Ibérica, que contaba con unas raíces
plantadas por otros miembros de la gens 72.

Si ciertamente existen signos de estas "clientelas provinciales" ya desde mitad


del siglo II 73, su importancia militar y política no puede ser demostrada de forma
decisiva hasta la guerra civil que comienza en 88. Cualquier tipo de concesión
extranjera adquiere desde entonces una nueva importancia como depósito de poder
militar, susceptible de ser usado por individualistas ambiciosos contra el estado
romano. Para Badian, la consecuencia combinada de la profesionalización del ejército y
de la guerra social han desarrollado una nueva clientela militar, que naturalmente
emerge como arma decisiva en las luchas internas por el poder político. Pero sólo con
la guerra civil, que sobreviene de inmediato, la nueva arma estaba lista para ser
utilizada sin limitaciones de patriotismo o geografía.

La importancia militar y política de las clientelas provinciales comienza así a


demostrarse de forma decisiva con la crisis desatada por el golpe de estado de Sila.
Cualquier tipo de conexión provincial adquiere desde ahora una nueva importancia
como depósitos frente al estado romano. Con la clientela provincial, se intenta
consciente y sistemáticamente la adquisición de poder e influencia personal en suelo
provincial a través de los beneficios del patrono hacia el individuo o la comunidad
incluida en su fides: promulgación de leyes, repartos de tierras, solución de conflictos
internos y, especialmente y sobre todo, concesión de la ciudadanía romana. El bronce
de Ascoli nos da el primer ejemplo de una práctica que conducirá a la ruina de la
República. La promoción social y legal de tropas por parte de un general era un
magnífico medio para ganar lealtades personales y de ampliar la clientela militar,

! 72 Así, por ejemplo, N. CRINITI, L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone, Milán, 1970, 184 s.

! 73 E. BADIAN, Foreign Clientelae (264-70 B.C.), Oxford, 1958, 263.


precisamente con soldados procedentes de territorios provinciales especialmente
interesantes por sus reservas materiales y humanas.

Pero la lealtad a un comandante por encima de la debida al Estado denuncia el


carácter de los ejércitos que se gestan en la guerra social, a los que difícilmente puede
dejar de calificarse de mercenarios, no tanto por un servicio regularmente remunerado,
como por sus tendencias venales 74 . Si es evidente el objetivo al que ciertos
aristócratas destinaban fuerzas militares, cuya lealtad había sido comprada por
diferentes expedientes, no lo es menos el límite impuesto por los soldados a esa misma
lealtad, sujeta en última instancia al mejor postor.

Este carácter venal no tenía por qué traducirse necesariamente en un beneficio


material inmediato. La aristocracia, de cuyas filas se nutren invariablemente los
individualistas que se enfrentan al Gobierno, tenían en sus manos buen número de
medios para atraer voluntades. Por encima del soborno personal o de las promesas de
botín en campaña estaban los fuertes lazos de dependencia personal en los que se
apoyaba la sociedad romana, lazos susceptibles de ampliarse indefinidamente 75.

Y en la extensión de estos lazos, en un momento y en una coyuntura bien


determinada, es donde se inserta el decreto de Estrabón en beneficio de la turma
Sallvitana. La decisión ad hoc de un general en campaña sobre tropas a su mando, a
las que se promociona social y legalmente, era un magnífico medio de ampliación de
clientes. Y además de un medio, podía ser un ejemplo que despertase en una buena
parte de esas tropas - los auxiliares extraitálicos - la esperanza de acceder a la misma
categoría jurídica de sus compañeros premiados a través del servicio al caudillo. Y ello,
en un político que contaba con el ejército para cumplir sus ambiciones personales, era
una buena razón para hacer uso de este instrumento.

! 74 J.A. BARTHELMESS, The Sullan Senate and the Army, Ann Arbor, 1978, passim.

!75 Sobre el tema, N. ROULAND, Pouvoir politique et dépendence personelle dans l'Antiquité romaine,
Bruselas, 1979.

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