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Hora Santa en la parroquia

30 de abril de 2020
 Oración inicial (1)
 Cita bíblica y reflexión
 Canto
 Oración (2)
 Reflexión
 Canto
 Oración a María Santísima (3)
 Las renuncias son consecuencias de haber aceptado el regalo (parte 1)
 Canto
 Oración 4
 ¿Y por qué Dios quiso llamarnos a nosotros y no a otros?
 Canto
 Oración (7)
 Canto
 Bendición con el santísimo

*MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 57 JORNADA MUNDIAL


DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Oraciones Para las Vocaciones
Oración #1
Te damos gracias, Dios nuestro, por
tu llamada del Bautismo
a ser tu pueblo.

Te respondemos otra vez con nuestro "Sí".

Danos fidelidad para tu causa


y para nuestra vocación.

Renueva con un espíritu de


entusiasmo a todos los que
se dedican al servicio de
tu pueblo.

Da a nuestros jóvenes el deseo


de dedicarse a este servicio
en la vida religiosa, en el
sacerdocio, o como diáconos
y ministro laicos.

Llena sus corazones con tu


Espíritu de Sabiduría para
que proclamen tu evangelio,
y den testimonio de tu presencia
entre nosotros. Amén.
Reflexión: Hay dos maneras de concebir la propia vocación. Una se expresa en
esta frase: "Yo decidí seguir este camino"; la otra dirá así: "Dios me ha llamado".
Podemos llamarlas "mentalidad de proyecto personal" y "mentalidad de Gracia",
respectivamente.

Estas dos mentalidades son posiciones extremas. Me fijaré en ellas, para que el
contraste resulte más claro; sabiendo que muchas veces lo que vivimos es una
combinación de ambas.
Es común que la "mentalidad de proyecto personal" ("yo decidí") se viva en los
primeros momentos de nuestro camino vocacional. Esto se debe a que en el
momento de discernimiento, el último paso es una decisión que debo tomar:
responder "sí" o "no" a la llamada de Dios.
También esta mentalidad se acentúa al principio de la formación porque "las
heridas" de las renuncias aún sangran: se acaba de dejar padres, hermanos,
amigos, novia, carrera, trabajo... Por eso el joven que ingresa a un noviciado o a
un seminario tiene cierta conciencia de heroísmo por el paso que ha dado.

En esta manera de ver la vocación se piensa que lo esencial es la decisión del


sujeto: "yo quiero entregarme a Dios", "yo quiero servir a los demás"; cuando en
realidad lo fundamental es la llamada que Jesús me hace: "ven y sígueme" (Mc
10, 21).
Oración #2
Amadísimo y generoso Dios,
Eres Tú quien nos llama
por nuestro nombre y
nos pides que te sigamos.

Ayúdanos a crecer en el amor


y en el servicio a nuestra Iglesia.

Danos el entusiasmo
y la energía de tu Espíritu
para preparar su futuro.
Danos líderes llenos de fe
que abracen la misión de Cristo
en amor y en justicia.

Bendice la Iglesia de _______


con líderes de nuestras familias
que dediquen sus vidas
al servicio de su pueblo
como sacerdotes, religiosos,
diáconos y ministros laicos.

Inspíranos a conocerte mejor y


abre nuestros corazones
para oír tu llamada. Amén.
Reflexión y citas: La vocación no la constituye mi respuesta sino el toque de
Dios, su llamada "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir" (Jr 20, 7).
Esto, que es normal al principio de la formación, se convierte para algunos en una
actitud estable en su vida religiosa o sacerdotal. No fallan quienes se la viven
recordando todo lo que dejaron; las múltiples oportunidades y posibilidades a las
que renunciaron. Siendo sinceros, ¿qué tanto es ese "todo" que hemos dejado?

Esta era la actitud inicial de Pedro: "Ya lo ves -le dice a Jesús-, nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos?" (Mt 19, 27).
Si nuestra vocación es auténtica, entonces su origen se encuentra en que hemos
sido arrastrados por la impetuosa corriente del amor de Dios. Esa corriente nos ha
hecho dejar "algunas" cosas. Pero una persona que ha sido víctima de una
inundación no puede gloriarse de su desprendimiento; dejar atrás algunas cosas
fue consecuencia de haber sido arrastrada por una fuerza a la que no pudo
resistir.

Si permanentemente estamos llorando por lo que hemos dejado, es signo de que


nuestra vocación no la vivimos como un don de Dios, sino como una renuncia
personal por la cual sentimos merecer aplausos y gratitud.
La vocación no es una renuncia heroica sino un regalo que se recibe; es una
gracia, un privilegio: "¡Me saqué la lotería! (y sin comprar boleto)". Es cierto que
hay renuncias -y a veces grandes-, pero siempre son secundarias. Lo primero es
el don de Dios.
Oración #3
Virgen de Guadalupe,
Evangelizadora de las Américas,
¡Madre de Dios, Madre de la Iglesia
y Madre Nuestra! Tú eres el orgullo
de nuestra gente. Jesús, tu Hijo, cambió
el agua en vino porque tú se lo pediste.
Te imploramos, Madre Misericordiosa,
que obtengas para nosotros todas las
gracias que necesitamos de tu Hijo.
Intercede ante Él para que bendiga a las
Américas con muchas vocaciones al
sacerdocio, a la vida religiosa, al
matrimonio cristiano y a la vida laical.
Madre de Dios, ruega por nosotros ahora
y siempre.
Amén
Las renuncias son consecuencias de haber aceptado el regalo
Un signo de madurez vocacional consiste en ir pasando progresivamente de una
"mentalidad de proyecto personal" ("yo decidí"), a una "mentalidad de gracia"
("Dios me llamó"), Para entender bien nuestra vocación, cuánta falta nos hace
situamos adecuadamente. Con el fin de evitarnos errores. Jesús nos dice: "No me
han elegido ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes" (Jn 15, 16). La
formulación negativa de esta frase excluye toda posibilidad de pensar en un
protagonismo de nuestra parte.

"¡Dios me ha elegido!" "Jesús se me manifestó y me ha fascinado". "Mi vocación


es iniciativa de él". "Él quiso llamarme". Esta es una convicción que deberíamos
tener grabada en lo más profundo del corazón. Tal certeza será un punto de apoyo
seguro para cualquier crisis vocacional.
Pero entonces, ¿dónde queda nuestra decisión? En aceptar libremente un don
que Dios nos quiere otorgar. ¿Tiene algo de heroico recibir un regalo? Pienso...
-En todo lo que Dios tuvo que hacer para revelarme su proyecto sobre mí, para
que yo percibiera su llamada; en la manera como El se me fue manifestando; en la
forma en que El fue abriendo mis oídos y mi corazón.
-En todo lo que Dios tuvo que hacer para que me sintiera atraído por su proyecto
de salvación. No era una obligación que se me imponía desde fuera sino una
invitación que Él me hacía, respetando plenamente mí libertad.
-En todo lo que Dios tuvo que hacer para que me decidiera a seguirlo. Cierto que
la decisión fue mía; pero El me dio la gracia para responder a su llamado. Ese "sí"
brotó de mis labios, pero fue el Espíritu Santo quien impulsó mi corazón. La
vocación es una gracia que se debe recibir con gozo y humildad.

Oración #4
SEÑOR JESÚS,
te pedimos que envíes a tu pueblo
los servidores que necesita.
Escoge de nuestras parroquias,
de nuestros hogares,
de nuestras escuelas y universidades
una abundante cosecha
de ardientes apóstoles para tu Reino:
sacerdotes, religiosos, religiosas,
diáconos, misioneros y
apóstoles seglares;
y haz que los llamados por Ti
nunca pierdan conciencia de la
grandeza y necesidad de su vocación.

¡Oh!, Virgen María,


Madre de la Iglesia,
enseña a decir a todos los llamados
por el Señor,
un sí con alegría,
como el que tú dijiste en la Anunciación. Amén
¿Y por qué Dios quiso llamarnos a nosotros y no a otras personas? Por su
libre y gratuito amor que llama a los que quiere (cf. Mc 3, 13).
La vocación no es un premio que se nos da por nuestras obras. Tampoco es una
conquista que realizamos con nuestros esfuerzos. Menos aún es algo a lo que
tengamos derecho por lo que somos. ¡No! La vocación es un regalo. Nosotros no
hemos hecho nada para obtenerlo; simplemente lo hemos recibido.
La vocación es un signo contundente del amor de Dios. Cuando San Marcos narra
la llamada que Jesús hace al joven rico, dice que "fijando en Él su mirada, lo amó"
(Mc 10, 21). Su llamada es una manifestación del amor personal, gratuito y
entrañable de Jesús hacia mí. Si me ha llamado es porque me ama. A mí me toca
creer y vivir en ese amor (cf. Jn 4, 16).
Siempre corremos el peligro de poner el acento en nosotros: "yo he decidido", "yo
he renunciado". Pongamos el acento en Dios: "Dios me ha llamado", "Jesús me ha
fascinado", "Dios me ha hecho un regalo". Entonces nos invadirá la gratitud y el
gozo: "Jesús, gracias por haberme llamado a seguirte y a trabajar por tu Reino. No
me pudo haber pasado algo mejor".
Un signo de la madurez vocacional consiste en ir pasando progresivamente de
una "mentalidad de proyecto personal" (yo decidí), a una "mentalidad de gracia"
("Dios me llamó")
Oración #5
Oh Dios Todopoderoso y Eterno
en tu inagotable amor has provisto
ministros para tu Iglesia.
Concédenos en nuestros días
excelentes y adecuados sacerdotes
para que sirvan y santifiquen a tu pueblo.
Inspira una respuesta generosa y valiente
en los corazones de tu pueblo,
para así aumentar el número de
ordenaciones sacerdotales.
Confirma y sostén a aquellos
que se han comprometido
a llevar a cabo la obra de Cristo,
el Buen Pastor,
predicando el Evangelio y uniendo
a tu Santo pueblo
en uno solo en Cristo.
Esto te lo pedimos en el nombre
de Cristo nuestro Señor.
Amén.
Oración #6
Padre, tú llamas a cada uno de
nosotros por nombre y nos pides
que te sigamos.

Bendice a tu Iglesia y danos dedicados


y generosos líderes de nuestras familias
y amigos quienes puedan servir a
tu pueblo como religiosas, sacerdotes,
diáconos y ministros laicos.

Inspíranos mientras crecemos en tu


amor y abre nuestros corazones
para oír tu llamada.
Te lo pedimos en
nombre de Cristo.
Amén.
Oración #7
Padre, escucha las oraciones de tu pueblo,
y haz madurar la semilla que tú sembraste
en el campo de tu Iglesia.
Haz que mucha de tu gente escoja servirte
dedicándose al servicio
de sus hermanos y hermanas.
Elige ministros dignos de tus altares
y ardientes pero bondadosos servidores del Evangelio.
Que aquellos que siguen las huellas de Cristo, tú Hijo,
crezcan y provean por su forma de vida
una señal convincente de tu reino
para la Iglesia y todo el mundo.
Que todos los ministros de tu Iglesia
aumenten en números,
y sean persistentes en sus oraciones,
y que desempeñen su ministerio con generosidad e interés
por otros.
Padre, consérvalos fieles al llamado del Evangelio;
que el mundo vea en ellos
la imagen viviente de tu Hijo, Jesucristo,
quien es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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