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Al lector moderno que por primera vez se relaciona con el NTNT Nuevo
Testamento, podrá parecerle extraño que 21 de sus 27 libros sean
cartas, o algo muy similar a una carta, y que el volumen de éstas
totalice el 35% del texto. ¿Cuál es la razón para este estilo particular?
Hay al menos cuatro factores a tener en cuenta. Primero, que a menudo
olvidamos cuán acostumbrados estamos al verdadero caudal de medios
de comunicación con que contamos en la actualidad, de los cuales,
prácticamente ninguno, estaba a disposición de la iglesia del primer
siglo. La carta (como veremos) era el medio de comunicación tanto para
los asuntos públicos como privados; no había muchos más. Estaban los
equivalentes a los antiguos pregoneros que recorrían las ciudades, la
reducida publicación de libros (aunque aún sin imprenta), las
representaciones teatrales, y muchos discursos, pero la mayoría de
estos medios no constituían opciones realistas frente a la clase de
mensajes que los primeros líderes cristianos necesitaban enviar.
Segundo, el rápido crecimiento de la iglesia cristiana en sus primeras
décadas de vida exigía un medio flexible, económico y a la vez rápido,
de mantenerse en contacto con los creyentes diseminados en toda la
extensión del imperio. Resulta difícil imaginar una mejor alternativa
disponible en aquel tiempo.
Tercero, a medida que la iglesia cristiana crecía, se confrontaba con más
dilemas que los que pudiera fácilmente resolver. Algunos de estos
surgían de su crecimiento a partir de la religión del antiguo pacto,
mientras que otros eran producto de su confrontación con el paganismo
del mundo grecorromano. Su rápido crecimiento y las grandes distancias
geográficas se combinaron así con una variedad infinita de actividades y
relaciones. En la providencia de Dios estos factores diversos se
convirtieron en el medio a través del cual la primera generación de
creyentes, guiada por el Espíritu, aprendió a expresar y a defender la fe
a través de expresiones de la verdad de una riqueza extraordinaria. A
menudo la mejor manera de tratar estas presiones era a través de
cartas, por lo que no es de sorprenderse que tales cartas hayan llegado
a ser, bajo la dirección de Dios, los primeros documentos normativos de
la iglesia.
Por último, las cartas eran un medio establecido de sentar “presencia”.
Podríamos quizá hablar de “mantener el contacto”, de “conservar la
amistad”, y, en ciertas organizaciones, de “conservar las líneas de
autoridad”. Para el logro de estos fines en el mundo occidental moderno,
echaríamos mano del teléfono, el fax o el correo electrónico. En el
Imperio Romano, los mismos fines se alcanzaban por medio de cartas,
las que sin duda adquirían un inmenso valor, debido a los tiempos
prolongados que frecuentemente separaban a una misiva de la
siguiente. Hay evidencia, por cierto, que en numerosas ocasiones los
escritores del NTNT Nuevo Testamento quisieron, por varias razones,
establecer su “presencia” (p. ej.p. ej. Por ejemplo en 1 Cor. 5:3–5; Gál.
4:19, 20; 1 Tes. 5:27), aun cuando nada podía cerrar enteramente la
brecha en la comunicación creada por la distancia (1 Tes. 2:17–3:8; 2
Juan 12).
TIPOS DE CARTAS
Unos 100 años atrás había quienes sostenían que las misivas
grecorromanas podían dividirse en dos tipos: (a) Las epístolas, es decir,
las producciones literarias que de una manera un tanto superficial
asumían la forma de cartas, pero que estaban destinadas a ser
publicadas de manera universal y leídas por todos; y (b) las cartas, que
eran escritos ocasionales (como ser, cartas que respondían a situaciones
específicas) destinados a ser leídos por una persona o por un grupo
determinado. Las cartas de Pablo, sostenían, pertenecían en su totalidad
a la última categoría. Pero en la actualidad esta división simplista ha
sido descartada en todo el mundo. Es por demás simple: la clasificación
de las cartas es mucho más amplia. Además, es excesivamente rígida,
porque existe amplia evidencia de que por lo menos algunas de las
cartas dirigidas a situaciones específicas, se consideraron como
conteniendo también un interés normativo y una pertinencia que iban
más allá del destinatario original (p. ej.p. ej. Por ejemplo Col. 4:16).
Más aun, la diversidad misma de las cartas del NTNT Nuevo Testamento
(compárense, p. ej.p. ej. Por ejemplo Film. y 3 Jn. con Rom.) reclama
categorías más adecuadas.
Un grupo de eruditos ha clasificado las cartas antiguas en diez
categorías (aunque, en cierta medida, éstas se sobreponen). Lo que sí
resulta claro es que las cartas antiguas abarcaban, desde
comunicaciones privadas, personales (como una carta a la familia
solicitando dinero), hasta ensayos o tratados formales, que apuntaban a
una circulación lo más am plia posible. Entre los dos extremos, había
cartas públicas más breves (algo similar a una moderna “Carta al
Editor”, ¡sin haber un periódico!) Las cartas del NTNT Nuevo Testamento
cubren gran parte de esta gama, pero no toda. Por ejemplo, dentro del
espectro, Rom. y Heb. están más cerca del extremo del ensayo y, no
obstante, siguen siendo cartas ocasionales (ver Rom. 15:17–22; Heb.
10:32–39; 13:22–24). Film., Tito y 3 Jn. se ubican más hacia el
extremo opuesto, pero su inclusión en el canon demuestra que fueron
entendidas como conteniendo una autoridad y relevancia más amplia
que aquella que sus primeros lectores pudiesen haberle asignado.
EL CONTENIDO DE UNA CARTA