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Alumno: Alberto Fabián Barrera

Profesora: Nilda Flawia de Fernández


Curso de Postgrado: “Problemática narrativa de finales del siglo XX”
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional de Tucumán

Crítica y análisis literario del ensayo del escritor Juan José Saer “Una literatura sin
atributos” y de Pedro Orgambide “Ser argentino”.

Si bien Juan José Saer titula a uno de sus ensayos críticos “Una literatura sin
atributos”, este intertexto de R. Musil –como toda referencia intertextual- no deja
de sostener sus propios atributos: otros. Y esto es válido para una obra ficcional
desarrollada a lo largo de cuarenta años.
Por otra parte, es coherente y previsible encontrar atributos en la selva de
ficciones saerianas; en el territorio de su escritura, en la poética que exhibe.
Hemos privilegiado el centelleo, los rayos trémulos y variantes, sabiendo que las
opciones de elección eran plurales por que plural es la metáfora que se lee. La
reducción impone decepciones notorias y fundamentalmente de eso se ha
intentado tratar aquí.
Sostengo el atributo pensándolo como un resto intermitente, disímil en su
intensidad y en la forma que asume, permisivo de apariciones diferentes y aún
contradictorias. El centelleo es aporético; la aporía ficcional alcanza el modo de la
dicción, tiene rango de palabra artística. Se enmarca, en una intencionalidad
estética y ética.
Por el contrario, la escritura crítica de Juan José Saer provoca sentidos
fuertemente controlados y reglamentados. A mí entender resulta una perífrasis
que intenta decir la obra de ficción, la propia y la ajena, de una manera
contundente. Al hacerlo detiene la pluralidad que dice defender. Hay una verdad
que es la propia, no concesiva, y que no transige.
Sin embargo, el uso de auto-ironía no existe. La práctica de la crítica está
mediatizada por la contingencia de sus finalidades. Son éstas, precisamente las
que determinan el límite.
Sin ambigüedad, dentro de la situación que hace el objetivo exterior, al afuera
que es el objeto en tanto obra literaria, la crítica asume con firmeza, -sin
vacilaciones, sin plantearse conflictos con el lenguaje- un discurso que aún
mostrando entrecruzamientos prioriza la desficcionalización mediante
procedimientos argumentativos, por ser esa palabra pública que no pierde estatuto
político, una estética ética.
La reflexión de Saer sobre la literatura llevada a cabo por él aparece agrupada en
una colección de ensayos bajo el sugerente título de “Una literatura sin atributos”.
En ella se articula una serie de problemas tales como la autonomía de la escritura,
la crítica al realismo mágico y a la literatura de “Boom” Latinoamericano y el
cuestionamiento de los presupuestos culturales esencialistas que subyacen al
concepto de Literatura Latinoamérica, sobre todo, cuando pone énfasis diversos
discursos críticos tiende a substantivizar el adjetivo, subordinando así la prioridad
de la literatura. Es menester remarcar que dos intervenciones críticas de Juan
José Saer son:
El concepto de ficción (1991) y la obra de Di Benedetto entre la incompulsión y el
olvido (1986), no incluidos en dicha colección de ensayos, son reveladores de la
teoría de ficción de Saer. El primero subordinado a ciertas posiciones
contemporáneas que imponen la escritura de ficción a la demanda de una verdad
doctrinaria o a la de mercado editorial.

En el ensayo titulado “Ser argentino” de Pedro Orgambide, el lector inicia en


ese proceso de lectura un viaje por rutas interiores que lo conducen
intrínsecamente a indagar acerca de su ser identitario y nacional de nuestra
Argentina. El autor selecciona intencionadamente quienes van a ser, tanto los
sujetos históricos-sociales arraigados a la identidad nacional (la alteridad sin voz)
como los elementos que configuran nuestro patrimonio cultural (entre ellos el
tango) y que van a ser los tópicos de ese importante recorrido que nos propone.
Entre esos sujetos, desfilan por el ensayo orgambidiano la figura de: el gaucho, el
compadrito, el inmigrante (en sus diversidades étnicas), etc.
Ese proceso selectivo es muy bien intencionado y pretende, por sobre todas las
cosas, exaltar la figura de sujetos que vivieron sojuzgados durante mucho tiempo
a la marginalidad que sectores dominantes de nuestra sociedad le impusieron.
Para ello, Orgambide va a intentar mediante el uso meticuloso de apropiados
argumentos hacer una importante defensa -con la reconstrucción de los procesos
históricos y sociales- de los sujetos que vivieron en condiciones de marginalidad
en la República Argentina.
Al igual que “Radiografía de la Pampa” de Ezequiel Martínez Estrada (1993),
Pedro Orgambide comienza un viaje analéptico en el que se indagará acerca de
aquellas fuerzas a la que llamamos patria. Y que por lo tanto, fueron configurando
una identidad nacional híbrida producto de ese mentado “crisol de razas” que fue
configurando ese complejo ser argentino.
Sin embargo, una de las características que diferencian el ensayo de Orgambide
con el que mencioné anteriormente de Martínez Estrada, tiene que ver con la
utilización y recreación de elementos paratextuales que me resultaron interesantes
e innovadores para un discurso literario que va a ir siendo desplazado por la
impronta del discurso mediático, y que para ello necesita mediante estos recursos
captar también la atención de un nuevo lector asociado al devenir actual de la
cultura de la imagen.
Ahora bien, el lector de la década del ’30 no va ser el mismo lector de mediados
de los ’90 del fin de siglo. El lector de 1930 no estaba influido por otros discursos
que no fueran el discurso literario o periodístico (prensa escrita y oral). Sin
embargo, el lector de finales de siglo XX será otro, como así también, será otro el
contexto y los soportes textuales que empleará.
Es menester remarcar que la figura del ensayista también irá sufriendo un
proceso de desplazamiento por el advenimiento de nuevas figuras (opinólogos
mediáticos y postmodernos) que intentarán analizar la realidad objetiva con
intención de influir ideológicamente en su público, ya sea para defenestrar al
gobierno de turno o para exacerbar su política gubernamental.
El rastreo que este autor vuelca a la escritura de este ensayo es semejante a una
carta topográfica que va diseñando y que adquiere la figura de un rostro. Un rostro
que metafóricamente alude al patrón identitario del ser nacional y que Orgambide
va buscando a través de sus raíces y dibujando su propio autorretrato. Y en esa
figura que retrata descubrimos similitudes con nuestra fisonomía.
Esa voz que narra se transforma en muchas ocasiones en la voz colectiva, que
suena como un coro en el que descubrimos el rumor de nuestra garganta y
comprobamos que nosotros viajeros silenciosos durante el laborioso trayecto,
compartimos –mediante la coincidencia o disidencia ideológica- la voz prodigiosa,
el verbo fundante del ensayista. Y corroboramos que nosotros, cada uno y todos,
hemos sido el territorio de esa búsqueda.

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