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Fue la instancia del Voto Verde (2) lo que generó un quiebre del movimiento
feminista. Por un lado, que fueran tres mujeres quienes encabezaran la
coordinación pro referéndum contra la llamada Ley de Caducidad (Ley de la
Pretensión Punitiva del Estado), que instrumentó la impunidad para los delitos y
violaciones a los derechos humanos por parte de militares y policías durante la
dictadura (Elisa Dellepiane de Michelini, Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz y
María Esther Gatti de Islas), generó una expectativa popular y se expresó en la
Concertación de Mujeres, que era “bastante homogénea en términos de perfil
social” (según Niki Johnson). También hubo un grupo de mujeres del Partido
Colorado que impulsaron el Voto Amarillo, para que no se investigaran ni
castigaran los delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura. Por otro lado,
la Coordinación de Mujeres propugnaba la lucha por leyes sobre género, contra el
aborto clandestino, la violencia doméstica y la reglamentación de la Ley 16.045 de
Igualdad de trato y Oportunidades en la actividad laboral, y veía esa instancia de
referéndum como una opción personal. La derrota del Voto Verde no logró
recomponer el movimiento, pero sí tuvo instancias de coordinación en otros temas.
Había, por cierto, un método de acción apoyándose desde lo institucional donde
impulsar acciones y demandas feministas para arrancar algunas conquistas, pero
también una crítica radical antisistema, que buscaba actuar “desde fuera del
sistema” para no ser cómplices del mismo y que no les robara el discurso. En sí
esa discusión aún hoy no está saldada, aunque ambas visiones tienen muchos
puntos de contacto. Es decir: 1) participar desde la institucionalidad pública para
incidir en políticas específicas, integrando gobiernos, y 2) de acción autónoma, por
sospecha de cooptación que redunde en una rearticulación del patriarcado. De
hecho en la actualidad se utilizan ambos métodos de lucha, por separado, pero
que confluyen puntualmente, como quedó demostrado en las multitudinarias
marchas del 8 de marzo de 2017 y 2018, fundamentalmente por los asesinatos de
mujeres a manos de sus parejas o ex parejas y la aprobación de una Ley al
respecto (3) .
Después de eso el tema del aborto fue primordial. Lo que predominaba era la voz
de los hombres y justo eso es lo que se cuestiona: “el eje era incorporar la
experiencia social de las mujeres al debate”, para que se escuchara su voz (a ese
respecto la revista que publicaba Cotidiano Mujer fue la que inició la campaña a
favor de una ley que despenalizara el aborto, desde el relato histórico del
feminismo apoyado en documentos). Esa campaña, para legalizar el aborto,
comienza en 1989, pero no todos los grupos de mujeres acompañan ese debate,
pero en el fondo de la discusión se intentaba hacer ver a la maternidad como una
opción y no como una especie de destino divino e inexorable. Fue así que se
instaló una dinámica de “lobby” transpartidaria, ya que el tema del aborte recorría
transversalmente a los partidos políticos. La oposición a esa ley fue encabezada
por la jerarquía de la Iglesia Católica e iglesias pentescotales.