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LA AMÉRICA, Bogotá 26 de octubre de 1872. Núm. 29. Año I- Trim.


BOLIVAR
Suponemos que nuestros lectores no llevarán a mal el que, dando de mano a las
cuestiones políticas en las cuales no hay hoy palpitante sino la menguada farsa del día 20,
destinemos nuestras columnas principales al festejo ofrecido á la memoria del hombre que
fue bastante grande para personificar la causa republicana en la época de lucha y de prueba,
suficientemente esforzado para pasear por el continente sur- americano la bandera que alzó
el entusiasmo por una causa, que santificó la sangre de mil próceres y héroes, y que realzo
en la historia el triunfo que alcanzaron las armas como sostenedoras de la idea.
¿Y acaso podría llevarse á mal?; No es preferible celebrar el triunfo de la República á la
triste tarea de lamentar su desaparición en el Estado?; No valdrá mas recordar las glorias de
aquellos que la fundaron, que hacernos eco de la indignación y reveladores, ya que en
ningún caso seriamos denunciantes, de los escándalos con que la mala hora se hace
infructuosa la obra de nuestros padres, y se mancilla la herencia de gloria que nos llegaron?
Lavemos, pues, como decía Napoleón en 1814, lavemos la ropa sucia en familia, y
prefiriendo adelantar mas bien que retardar nuestro saludo al aniversario celebrado y
festejado en Colombia la grande, que éste ocupe hoy todo el lugar que solo podría servir
para revelar las miserias locales de una de las entidades soberanas de la nueva Colombia.
En el transcurso de largos años á que Dios quiso someter á prueba á las colonias que
luchaban por conquistar vida propia, el nombre de Bolívar resume los esfuerzos hechos
para alcanzarla, las glorias conseguidas en la lucha, y hasta los desastres en que el temple
de su alma fue lo único suficiente para paliarlos, y su fé en la causa que defendía la única
fuerza para hacerlos frustráneos para los veneradores y acaso titiles para la causa
republicana.
Bolívar supo hacer la victoria alcanzada por las armas doblemente fecunda para el
triunfo de la idea; supo convertir la derrota en enseñanza; y con los ojos fijos en el lienzo
tricolor en cuyo derredor se agrupaban sus parciales, pagó culto á la idea republicana
consiguiendo que hasta 1826 su nombre más que el de un caudillo fuera el símbolo de una
causa.
No somos de aquellos que quieren ver en Bolívar un semi- dios exento de las
debilidades inherentes á la condición humana. No; los triunfos del caudillo que deslumbra,
valen poco á nuestros ojos ante la fé ciega del apóstol. Quitar a la historia de Bolívar las
manchas, que no fueron sino el tributo pagado a la miseria del corazón humano, es en
nuestra humilde opinión falsear la historia y rebajar al hombre en vez de enaltecerlo;
porque, á pesar de esas manchas, él reclama y tiene derecho para reclamar el primer puesto
en su calidad de patriota y de hombre, pero seria difícil disculparle por ellas si quisiéramos
ver en él á uno de aquellos escogidos destinados á cumplir una misión providencial.
Querer suprimir a todo trance en aquella prodigiosa existencia de apóstol y de héroe las
faltas en que incurrió, equivale á quitar las sombras en el cuadro de un gran pintor. Quitad
la parte oscura á la Transfiguración de Rafael, y en vez del Salvador que remonta al cielo,
rota ya la loza del sepulcro, solo tendréis una figura extravagante que se espera y se teme
ver desplomarse de un momento a otro.
Del mismo modo, Bolívar con sus pasiones del hombre, con su entusiasmo de caudillo,
con su valor de héroe, con su abnegación de mártir, con la fé del apóstol de una causa,
venciendo dificultades, sufriendo decepciones, cometiendo hoy una falta en el entusiasmo
del triunfo que alcanzó como caudillo, y luego otra en la rabia de la derrota, y más tarde
plegándose al entusiasmo de sus parciales más que obedeciendo á la ambición del hombre;
pero sin desconfiar nunca del triunfo de la idea, aun en medio de la derrota sufrida por sus
armas, y tendréis al hombre, mas grande que los otros porque resumió las aspiraciones de
un mundo y supo realizarlas; pero no pretendamos hacer de él un dios sin faltas y sin
manchas, porque entonces se disminuye el mérito de lo que hizo y sus faltas no tendrán
disculpa.
Bolívar sin algunas de las debilidades inherentes á la condición humana, seria en la
historia una figura demasiado abrumadora é incomprensible. Sus propias glorias bastarían
para hacerle caer del pedestal que para el elevaron los pueblos, o no alcanzó las suficientes
para que hasta él no llegara ni la sombra de las pasiones humanas.
Esas mismas faltas que las circunstancias explican, que el tiempo va desvaneciendo y
para las cuales la historia será benigna, forman las sombras que realzan la figura, son en el
cuadro el complemento sin el cual la parte principal no podría destacarse.
Pero no; Bolívar que bien puede llamarse en la lucha el semi- dios de la dura prueba que
sufría la Colonia en la sangrienta incubación de la República, brilla más en la historia.
Hasta 1825 como el apóstol de una idea que como el caudillo de una causa. Y sin embargo,
aun como caudillo no hubo ninguno que le fuera superior.
Para trazar, siquiera fuese á grandes rasgos el cuadro de su vida portentosa, las columnas
de nuestro papel son escasas y nuestra pluma es débil; pero como el carácter del individuo
se revela en aquellos episodios narrados sencillamente, que no tienen otro carácter que el de
una confidencia hasta tanto que la importancia del autor le da resonancia histórica, hoy que
queremos pagar anticipadamente un tributo á la memoria del grande hombre, no vacilamos
en reproducir algunos documentos poco o nada conocidos, referentes a su vida.
Los biógrafos de Bolívar, movidos unos por el entusiasmo le han ensalzado hasta la
exageración, influenciados los otros por la pasión del momento le han deprimido hasta la
ingratitud. Sin pretender adelantar apreciaciones sobre estos distintos trabajos, muy
importantes para la historia por más de un título, solo hacemos notar que se ocupan de
Bolívar desde el momento en que el ruido de sus hazañas lo hace inseparable de los grandes
acontecimientos históricos, pero que no dan casi pormenores respecto de los primeros años
de su vida.
Siendo poco conocida entre nosotros, reproducimos en nuestras columnas la carta
dirigida a una amiga suya, en que Bolívar, casi niño aun, revela en forma de confidencia lo
que habrá de ser su carácter templado en esa doble fragua de la orfandad y la tristeza.
La carta dice así:
Si queréis imponeros de mi suerte, lo que me parece justo, es preciso escribirme; de este modo
me veré forzado a responderos, cuyo trabajo me será agradable. Digo trabajo, porque todo lo que
me obliga á pensar en mi, aunque sea diez minutos, una fatiga la cabeza obligándome a dejar la
pluma ó la conversación para tomar el aire en la ventana. ¿Me obligareis á deciros lo suficiente,
para satisfaceros respecto al pobre chico Bolívar, de Bilbao, tan modesto, tan estudiosos, tan
económico, manifestandoros la diferencia que existe con el Bolívar de la calle del Vivienne,
murmurador, perezoso y prolijo? Ah Teresa! Mujer imprudente, a la que no obstante no puedo
negar nada, porque ella ha llorado conmigo en los días de duelo. ¿por qué queréis imponeros de este
secreto?... Cuando os impongáis del enigma, ya no creeréis en la virtud.
Oh! y cuán espantoso es no creer en la virtud… ¿quién me ha metamorfoseado?... Ay! Una sola
palabra, palabra mágica que el sabio Rodríguez no debía haber pronunciado jamás.
Escuchad, pues pretendéis saberlo;
Recordareis lo triste que me hallaba cuando os abandoné para reunirme con el señor Rodriguez
en Viena. Yo esperaba mucho de la sociedad de mi amigo, del compañero de mi infancia, del
confidente de todos mis goces y penas, del Mentor cuyos consejos y consuelos han tenido siempre
para mi tanto imperio. Ay! En esta circunstancia fue estéril su amistad. El señor Rodríguez solo
amaba las ciencias. Mis lagrimas lo afectaron, porque él me quiere sinceramente; pero él no las
comprende. Lo hallé ocupado en un gabinete de física y química, que tenia un señor alemán, y en el
cual debían demostrarse públicamente estas ciencias por el señor Rodríguez. Apenas le veo yo una
hora al día. Cuando me reúno á él me dice de prisa: MI amigo, diviértete, reúnete con los jóvenes de
tu edad, vete al espectáculo, en fin, es preciso distraerte, y este es el solo medio que hay para que te
cures. Comprendo entonces que le falta alguna cosa á este hombre, el más sabio, el más virtuoso, y
sin que haya duda el más extraordinario que se puede encontrar. Caigo muy pronto en un estado de
consunción; y los médicos declaran que iba á morir: era lo que yo deseaba. Una noche que estaba
muy malo, me despierta Rodríguez con un médico: los dos hablaban en almena. Yo no comprendía
una palabra de lo que ellos decían; pero en su acento y en su fisonomía, conocía que su
conversación era muy animada. El médico, después de haberme examinado bien, se marchó. Tenia
todo mi conocimiento, y aunque muy débil, podía sostener todavía una conversación. Rodríguez
vino á sentarse cerca de mi: me hablo con esa bondad afectuosa que me ha manifestado siempre en
las circunstancias más graves de mi vida. Me reconviene con dulzura y me hace conocer que es una
locura el abandonarme y quererme morir en la mitad del camino. Me hizo comprender que existían
en la vida de un hombre otra cosa que el amor, y que podía ser muy feliz dedicándome a las
ciencias o entregándome a la ambición. Sabéis con qué encanto persuasivo habla este hombre;
aunque diga los sofismas mas absurdos, cree uno que tiene razón. Me persuade, como lo hace
siempre que quiere. Viéndome entonces un poco mejor, me deja, pero al dia siguiente me repite
iguales exhortaciones. La noche siguiente, exhortándose mi imaginación con todo lo que yo podría
hacer, sea por las ciencias, sea por la libertad de los pueblos, le dije: Si, sin duda, yo siento que
podría lanzarme en las brillantes carreras que me presentáis, pero seria preciso que fuese rico.. sin
medios de ejecución no se alcanza nada; y lejos de ser rico soy pobre y estoy enfermo y abatido.
Ah! Rodriguez, prefiero morir!... Le di la mano para suplicarle que me dejara morir tranquilo. Se
vio en la fisonomía de Rodríguez una revolución súbita: queda un instante incierto, como un
hombre que vacila acerca del partido que debe tomar. En este instante levanta los ojos y las manos
hacia el cielo, exclamando con voz inspirada se ha salvado! Se acerca á mi, toma mis manos las
aprieta en las suyas, que tiemblan y están bañadas en sudor; y en seguida me dice con un acento
sumamente afectuoso ¿Mi amigo, si tu fueras rico, consentirías en vivir? Di!...Respóndeme! Quedé
irresoluto: no sabia lo que esto significaba; respondo: Si Ah! Exclamo él, entonces estamos
salvos…¿el oro sirve, pues, para alguna cosa? Pues bien, Simón Bolívar, sois rico! Tenéis
actualmente cuatro millones!... No os pintaré, querida Teresa, la impresión que me hicieron estas
palabras tenéis actualmente cuatro millones! Tan extensa y difusa como en nuestra lengua española,
es, como todas las otras, impotente para explicar semejantes emociones, los hombres las prueban
pocas veces: sus palabras correspondían a las sensaciones ordinarias de este mundo; las que yo
sentía eran sobre humanas; estoy adorado de que mi organización las haya podido resistir.
Me detengo, la memoria que acabo de evocar me abruma, ¡oh, cuan lejos están las riquezas de
dar los goces que ellas hacen esperar!
Estoy bañado en sudor y mas fatigado que nunca, después de mis largas marchas con Rodríguez,
voy a bañarme. Os veré después de comer para ir al teatro francés: os pongo esta condición: no me
preguntéis nada relativo a esta carta, comprometiéndome a continuar después del espectáculo.
Rodríguez no me había engañado: yo tenia realmente cuatro millones. Este hombre caprichoso,
sin ordene en sus propios negocios, que se enredaba con todo el mundo, sin pagar a nadie,
hallándose muchas veces reducido a carecer de las cosas mas necesarias, este hombre ha cuidado la
fortuna que mi padre me ha dejado con tan buen resultado como integridad, pues la ha aumentado
en un tercio solo ha gastado en mi persona echo mil francos durante los ocho años que he estado
bajo su tutela. Ciertamente él ha debido cuidarla mucho. A decir verdad, la manera como me hacia
viajar era muy económica; el no ha pagado mas deudas que las que contengo con mis sastres, pues
la que es relativa a un instrucción era muy pequeña, porque él era mi maestro universal.
Rodríguez pensaba hacer nacer en mí la pasión á las conquistas intelectuales, á fin de hacerme su
esclavo. Espantado del imperio que tomó sobre mi primer amor, y de los dolorosos sentimientos
que me condujeron á la puerta de la tumba, se lisonjeaba de que se desarrollaría mi antigua afición á
las ciencias, pues tenia medios para hacer descubrimientos, siendo la celebridad la sola idea de mis
pensamientos. Ay! El sabio Rodríguez se engaña: me juzga por él mismo. Llego a los veintiún años,
y no podrá ocultarme por mas tiempo mi fortuna; pero me la habría hecho conocer gradualmente, y
de eso estoy seguro, si las circunstancias no le hubieses obligado á hacérmela conocer de una vez.
No había deseado las riquezas: ellas se me presentaban sin buscarlas, no estando preparados para
resistir a su seducción. Me abandono enteramente a ellas. Nosotros somos los juguetes de la
fortuna; á esta grande divinidad del universo, la sola que reconozco, es a quien es preciso atribuir
nuestros vicios y nuestras virtudes. Si ella no hubiese puesto un inmenso caudal en mi camino,
servidor celoso de las ciencias, entusiasta de la libertad, la gloria hubiese sido mi solo culto, el
único objeto de mi vida. Los placeres me han cautivado, pero no largo tiempo, la embriaguez ha
sido corta, pues se ha hallado muy cerca del fastidio. Pretendéis que yo me inclino menos a los
placeres que al fausto, convengo en ello; porque, me parece, que el fausto tiene un falso ante la
gloria.
Rodríguez no aprobaba el uso que yo hacía de mi fortuna, le parecía que era mejor gastarla en
instrumentos de física y en experimentos químicos; así es que no reza de imperar los gastos que él
llama necesidades frívolas. Desde entonces me atreveré a confesarlo… desde entonces, sus
reconvenciones me molestaban, y me obligaron a abandonar a Viena para libertarme de ellas. Me
dirigí a Londres, donde gasté ciento cincuenta mil francos en tres meses. Me fui después a Madrid,
donde sostuve un tren de príncipe. Hico lo mismo en Lisboa; en fin, por todas partes ostento el
mayo lujo y prodigo el oro a la simple apariencia de los placeres.
Fastidiado de las grandes ciudades que he visitado, vuelvo a Paris con la esperanza de hallar lo
que no he encontrado en ninguna parte, un género de vida que me convenga; pero , Teresa, yo no
soy un hombre como todos los demás, y Paris no es el lugar que puede poner término a la vaga
incertidumbre de que estoy atormentado. Solo hace tres semanas que he llegado aquí, y ya estoy
aburrido.
Ved aquí, mi amiga, todo lo que tenia que deciros del tiempo pasado; el presente, no existe para
mi, es un vacío completo donde no puede nacer un solo deseo que deje alguna huella grabado en mi
memoria. Será el desierto de mi vida… Apenas tengo un ligero capricho lo satisfago al instante, y lo
que yo creo un deseo, cuando lo poseo solo es un objeto de disgusto. ¿Los continuos cambios que
son el fruto de la casualidad, reanimaran acaso mi vida? Lo ignoro; pero si no sucede esto, volveré a
caer en el estado de consunción de que me había sacado Rodríguez al anunciarme mis cuatro
millones. Sin embargo, no creas que me rompa la cabeza en malas conjeturas sobre el porvenir.
Únicamente los locos se ocupan de estas quimeras combinaciones. Solo se pueden someter al
cálculo las cosas cuyos datos son conocidos; entonces el juicio, como en las matemáticas, puede
formarse de una manera exacta.
Qué pensareis de mi? Responded con franqueza. Yo pienso que hay pocos hombres que sean
incorregibles, y como es siempre útil el conocerse, y saber lo que se puede esperar de si mismo, yo
me creeré feliz cuando la casualidad me presente un amigo que me sirva de espejo.
Adiós, iré a comer mañana con voz
Simón Bolívar

La fortuna, pues, no alcanzaba á colmar el corazón del joven, él ambicionaba la gloria, y


ya que sería imposible enumerar siquiera en un artículo las que alcanzó, queremos
consignar como uno de los títulos adquiridos la siguiente carta cuya firma hace inútil todo
comentario.
Dublín, 2 de Marzo de 1812
Excelentísimo señor: - Un extranjero y desconocido se toma la libertad de haceres una súplica:
me animan á hacerla, mi respeto por vuestro alto carácter y mi adhesión a la santa causa de la
Libertad é Independencia nacional, que vuestros talento, valor y virtudes, han sostenido tan
gloriosamente.
Siempre he tenido simpatías por esta noble causa. Ahora que poseo un hijo capaz de llevar una
espada en su defensa, os lo envío, ilustrado señor, para que admirando é imitando vuestro ejemplo,
sirva bajo vuestras órdenes y contribuya así con sus esfuerzos, débiles pero entusiastas, al buen
éxito de las armas de una juventud que ha dado ya renombre a la República de Colombia.
Las ilusiones de la afección paternal pueden muy bien hacerme apreciar el valor de sus servicios
que ahora os ofrezco. No obstante, permitidme deciros que estos servicios son tan desinteresados
como patrióticos y que ellos pueden también tener su origen en el sentimiento que ha engendrado el
conocimiento de la nobleza de vuestra alma, dada a conocer por los servicios y sacrificios que
habéis hecho por la Independencia de vuestro país natal.
Unidos a semejantes sentimientos de amor a la libertad, otros dos poderosos motivos me inducen
a dar el presente paso. El primero es: que penetrado de vuestro amor por la causa de la libertad,
quiero daros una gran prueba de mi pretensión de ser fundada la admiración de vuestra causa en
grandes y remotas regiones. La segunda es: que mi hijo puede ser capaz de propender al afecto y
benévolas relaciones entre los libres hijos de Colombia y los valientes, pero infelices nativos de
Irlanda. Animado de tales sentimientos mi hijo os presenta sus servicios. Dignaos aceptarlos guiado
por el mismo espíritu con que los ofrece. El acompaña cerca de vos a mi valiente amigo el
honorable General D`Evereux a cuyas inmediatas ordenes desea servir.
Que vos, Excelentísimo señor, que imitáis las virtudes de un Washington, logréis como él ver a
todos los enemigos de vuestra patria confundidos y exterminados, y vivir para gozar en lo futuro al
ver enteramente libre a vuestro país natal. Que durante vuestra vida seáis reverenciado y venerado
cual el gran prototipo de Washington; y que después de larga, útil y gloriosa PARTE
INDESCIFRABLE en este mundo, vuestra fama y celebridad seria embalsamadas con lagrimas de
afecto de los hombres honrados, sabios y patriotas de todas las naciones. Tales son los votos
fervientes que hace por V. E su más obediente y mas humilde servidor- DANIEL o`CONNELL
A su Excelencia Simón Bolívar, Libertador y Presidente de Colombia.

Bolívar, casi niño, había aspirado á la fortuna, creyendo hallar en ella la felicidad, y sólo
halló el hastió. Aspiro entonces á la gloria. ¿la carta de O´Conell, el inmortal irlandés que le
enviaba a su hijo para que en él buscara ejemplo, no debió dejar satisfechas todas sus
aspiraciones?
Si; evidentemente, menos la de libertar no ya solamente la Patria sino el mundo revelado
por el genio de Colon:
Impotentes para seguirle en la compaña del Perú, veamos la manera lacónica y
terminante con que acostumbraba comunicar sus órdenes.
Señor General Antonio José de Sucre.
Huariaca, 7 de julio de 1824
Mi querido General: Héres hablará á usted de todo: yo me limitó a decir a usted tres como
capitales.
Primera: de Huaillanca a Lauricocha no hay mas que diez leguas pasando por Querepalca; en
tanto que por Balto y Huanuco viejo hay diez y seis, por consiguiente haga ver usted este camino
para disponer una pascana, aunque sea para la caballería del General La Mar, y si fuere también
conveniente y cómodo, que pase por la misma ruta la división del General Lara. Tengo entendido
que este camino no es muy bueno; aunque no se si es muy malo.
Segunda: que ordene usted inmediatamente a la división de infantería del Perú, que PARTE
INDESCIFRABLE á Ab por batallones, siguiendo la ruta mejor y mas corta, que luego que este en
Ab yo le daré dirección.
Tercera: que tome usted sus medidas y las PARTE INDESCIFRABLE convenientes para
PARTE INDESCIFRABLE el ejercito en PARTE INDESCIFRABLE siempre que el enemigo no
nos busque antes, pero si el enemigo nos buscaré antes del quince, nuestra PARTE
INDESCIFRABLE general debe ser en la quebrada. PARTE INDESCIFRABLE que sean mas
inmediatos y mas propias para una concentración general.
Creo que esto está claro, si no me engaño.
Soy de usted de corazón.
BOLIVAR

Ya en esta ocasión se muestra el genio militar experimentado en doce años de campañas,


que arregla y sitúa los batallones de que puede disponer para hacerlos concurrir
oportunamente al campo decisivo previsto de antemano, burlado por la táctica de los
contrarios, y al fin obligados por Sucre á concurrir a ese cita mortal que se llamó Ayacucho.
Pero esto debió resentirse en alguna ocasión de que se le privara aunque fuese
aparentemente del mando de la vanguardia, y como se quejase al Libertador, recibió de él la
siguiente respuesta, que sobre ser modelo de dignidad y de cariño, sería difícil decidir a
quién honra más si á aquel a quien iba dirigida, ó á aquel que la suscribía.
Señor General Antonio José de Sucre.
Guamanga, 4 de Septiembre de 1824
Mi querido General: Contesto la carta que ha traído Escalona, con una expresión de Rousseau,
cuando el amante de Julia se quejaba de ultrajes que le hacía por el dinero que ésta le mandaba:
“Esta es la sola cosa que usted ha hecho en su vida sin talento” Creo que á usted le ha faltado
completamente el juicio, cuando ha pensado que yo he pedido ofenderlo. Estoy lleno de dolor por el
dolor de usted: pero no tengo el menor sentimiento pro haberle ofendido. La comisión que he dado
a usted la querría yo llenar; y pensando que usted lo haría mejor que yo por su inmensa actividad, se
la conferí a usted, mas bien como una prueba de preferencia que de humillación. Usted sabe que yo
no se mentir, y también sabe usted que la elevación de mi alma no se degrada jamás al fingimiento
así, debe usted creerme.
Antes de ayer (sin saber nada, nada de tal sentimiento) dije al General Santa Cruz que nos
quedaríamos aquí para dirigir esa misma retaguardia cuya conducción deshonra á usted; y que usted
iría adelante con el ejército hasta las inmediaciones del Cusco ó de Arequipa, según la dirección de
los enemigos: y en todo esto yo no veía ni veo más que un servicio, porque la gloria, el honor, el
talento, la delicadeza, todo se reúne en el solo punto del triunfo de Colombia, de su ejército y de la
libertad de América.
Yo no tenía tan mala opinión de usted, que pudiera persuadirme de que se ofendiese de recorrer
la jurisdicción del ejército, y de hacer lo que era útil
Si usted quiere saber si la presencia de usted por retaguardia era necesaria, eche usted la vista
sobre nuestro tesoro, sobre nuestro parque, nuestras provisiones, nuestros hospitales, y la columna
del Zulia; todo desbaratado y perdido en un país enemigo, en incapacidad de existir y demolerse.
¡Y cuál es la vanguardia que yo he traído! El Coronel Carreño la ha PARTE INDESCIFRABLE.
El General Santa Cruz me ha precedido de seis días. Los enemigos no nos podían esperar ni nos
esperan en un mes. El ejército necesitaba y necesita del todo lo que usted ha ido a buscar, y de
mucho más. Si salvar el ejército de Colombia es deshonroso, no entiendo yo ni las palabras ni las
ideas.
Concluyo, mi querido General, por decir a usted que el deber de usted debe convertirse en
PARTE INDESCIFRABLE, por el mal que usted mismo se ha hecho en haberse dado por ofendido
de lo que no debiera; y en haberme ofendido a mi con sus sentimientos.
Esas delicadezas, esas hablillas de las gentes comunes; son indignas de usted: la gloria está en
ser grandes y en ser útil. Yo jamás he reparado en PARTE INDESCIFRABLE y he creído siempre
que lo que no es indigno de mi tampoco lo era de usted.
Dire a usted, por último, que estoy tan cierto de la elección que usted mismo hará PARTE
INDESCIFRABLE ó irse a Colombia, que no vacilo en dejar a usted la libertad de elegir. Si usted
se va, no corresponde usted a la idea que yo tengo formada de su corazón.
Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del ejercito, yo me iré atrás, y usted marchará
adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a usted no lo desprecio para mi.
Esta es mi respuesta.
Soy de usted de corazón.
BOLIVAR

Pero habíamos hablado de faltas, y si en la historia sería un debe consignarlas, no


desdeñemos hacer mension de ella en la apoteosis.
Sin embargo la historia no ha decidido todavía respecto de algunas de las que se le
increpan, y como la mayor de todas, la de haber ambicionado una corona soberana como
premio de la de olivo y laurel con que él había ceñido las sienes de la República.
¡El cargo es justo!
Creemos que el aniversario que conmemoramos el mejor homenaje que podemos rendir
a su memoria será la exhibición de nuevos y tal vez desconocidos documentos ante los
cuales sus acusadores vacilen cuando menos, y acaso lo absuelva la generación que no
participó de las pasiones de aquella época.
Entre tanto, veneración á su memoria; paz á su tumba!
La obra de la emancipación estaba consumada.
Sucre había pronunciado la última palabra de la grande epopeya en Ayacucho, y con ella
quedaba cerrada la lucha, que era tal vez la parte menos difícil de la prueba.
Pronto empezó la tarea de la organización, tanto más árdua cuanto que los colonos
habían pasado sin transición alguna al rango de combatientes y escaseaban ciudadanos ya
que sobraban batalladores y caudillos.
A medida que la República crecía en majestad, los grandes hombres que habían tenido
corazón bastante para alentarla en sus primeros trabajosos años, y brazos suficientemente
fuertes para sostenerla, desmerecían en la misma proporción en que la ambición personal
reemplazaba el abnegado patriotismo de la época de lucha.
En 1826 la antigua cruzada republicana fue reemplazada por la del cesarismo; el que
hasta entonces había merecido el título de Libertador, como el más alto que pudiera
conceder un pueblo, se prestó a cambiar el bastón de mando de la República por el látigo
del dictador…
¿Qué mucho que de esa época en adelante palideciera la estrella de Bolívar?
La aflictiva situación de Colombia en 1826 y 27, fue el nublado precursor de la
borrasca; el más éxito de la Convención de Ocaña fue la nube cargada con la tempestad,
que estalló al fin el 25 de Setiembre de mismo año.
El ánimo, hasta entonces nunca doblegado de Bolívar, erguido siempre ante los
opresores de la Patria, hubo de detenerse meditando ante ese grande escándalo en que
corazones nobilísimos fueron arrastrados a un mal fin, pero impulsados por el más grande y
el más noble de los sentimientos: - el amor a la Patria.
Ahogada la conspiración en sangre, y dominada la revolución que debía ser su
consecuencia, pronto nuevos sucesos vinieron a producir el alarma. La guerra de hermanos
se iniciaba con la invasión de nuestro territorio, y si bien Tarquidió la cuenta de lo
arriesgado de la empresa, pronto la sangre de Córdova quedó como lección y como mancha
de nuestra historia, luego que el héroe de cien combates, creyendo la libertad
comprometida, no vaciló en arrancar de sus sienes los laureles de Ayacucho para atizar con
ellos la hoguera de la guerra civil.
La América toda se debatía en las convulsiones de la anarquía, al propio tiempo que los
dos grandes hombres del Norte y del Sur, San Martin y Bolívar, agonizaban en su gloria.
El caudillaje se abría lugares en los pueblos emancipados; las glorias militares cegaban a
los que las habían alcanzado, hasta el punto de pretender que la libertad conquistada fuera
el precio con que los pueblos pagaran la deuda de gratitud que reconocían a favor de los
vencedores.
Chile se debatía en las garras de facciones enemigas: Buenos Aires y Bolivia habían
ocurrido a la conspiración, y esperaban que la sangre de Borrego y la de Blanco fueran
fecundas para la libertad; en Méjico no había oreado todavía la de Iturbide, y ya los bandos
de Victoria y de Guerrero renovaban los malos días que se esperaba no habrían de volver
nunca. El Perú había vuelto sus armas contra Colombia; y ésta había llegado a ser en
aquella época una especialidad política, porque relajados todos los vínculos que habían
servido para unir las tres secciones que la formaron, había venido a ser una nacionalidad
histórica, pero en el hecho las antipatías seccionales habían reemplazado al antiguo
intereses de la defensa. Disposiciones especiales regían los distintos departamentos;
hombres determinados eran los prohombres de cada uno de ellos, hasta el punto de que ya
los consideraban como feudo; las facciones militares pugnaban por hacer más reducido el
escenario político, creyendo que reduciendo el escenario crecería la figura de los actores;
algunos de los mas queridos compañeros de Bolívar volvían contra él las armas.
Apagado el entusiasmo de la lucha reinaba en su lugar la frialdad de intereses
seccionales que se excluían, y no quedaba como vínculo de unión sino la comunidad de
glorias, y como lazo el nombre de Bolívar, a quien sus partidarios, mas que sus enemigos,
arrastraban al abismo, y a quien los pueblos empezaban a apellidar tirano.
Como si esta situación fuese todavía poco complicada, una fuerte expedición española
se organizaba a órdenes de Barradas en Cuba y Puerto Rico, amagando nuestras costas; y
no cumplidos los tratados de Girón, el Perú buscaba aliados para mover guerra sobre
Colombia, la misma Colombia cuya bandera libertadora había quedado clavada en las
cimas de Cundureunca.
Fue entonces cuando el Libertador, debilitado ya de ánimo y de cuerpo, quiso buscar
amparo para la borrasca en el establecimiento de un gobierno fuerte y en la injerencia de
alguna de las potencias europeas en nuestras contiendas domésticas. La fuerza de la Nación
protectora debería hacer efectivos los pactos entre las naciones americanas, dominar la
anarquía que ya ganaba terreno, poner diques a la demagogia que aparecía, y dando
instabilidad a las instituciones frustrar los planes de colonización que la anarquía podía
autorizar y que la discordia hacia posibles.
Bolívar quería lo mismo que había propuesto en Angostura en 1819: - La presidencia
vitalicia y el Senado hereditario. Pero no era para él que quiera ni podía querer el mando
supremo: su alma no doblegada nunca había dado a su cuerpo la fuerza que le comunicaba
su voluntad de hacer; pero ante las decepciones de los últimos años la parte moral no tenía
ya nada que dar prestado a la física, que se agotaba de día en día.
No pretendemos disculpar siquiera el plan del Libertador: - sus ideas a este respecto
podían constituir un error político, del cual nadie es bastante osado para creerse excento. La
ambición de una corona sería un crimen, y es de ese cargo que aspiramos a justificar su
memoria.
Comunicados al Consejo de ministros en términos generales los deseos del Libertador,
fueron mal explicados por el Secretario general, o mal entendidos por los de Estado.
Cuando él aspiraba a buscar un poder extraño que fuera freno a las ambiciones de los
caudillos, dique a la demagogia, amparo de los derechos de los diversos Estados, y al
mismo tiempo protector de las instituciones fuertes que ambicionaba, sus ministros que al
mismo tiempo eran sus amigos, creyeron que esto no se podría conseguir sino iniciando el
plan de monarquía, y ofreciendo la corona que más que insignia ha sido adorno de
cualquier Cesar vulgar a aquel a quien cinco Repúblicas llamaban Padre, y a quien un
mando apellidaba Libertador.
La nota fechada en Buijó el 6 de Julio de 1829, produjo el acuerdo que el Consejo de
Ministros firmó el 3 de Setiembre del mismo año, dando ya forma al proyecto de
monarquía, sometido en todo caso al próximo Congreso; las comunicaciones pasadas a los
Representantes de la Gran Bretaña y de Francia investigando la opinión de los respectivos
Gobiernos, y finalmente la comunicación dirigida al Libertador en que se le noticiaba el
plan que estaba en vía de ejecución.
Ya regresaba el Libertador, y en 22 de Noviembre dirigió la nota en que, acatando el
sentimiento patriótico que había movido al Consejo, agregaba el Secretario general Espinar:
“S.E. me manda protestar, como protesto a su nombre ante el Consejo, que no
reconocerá por acto propio de S. E. otro que someterse como ciudadano al Gobierno que
del Congreso constituyendo, y que de ninguna manera aprobará la menor influencia en
aquel cuerpo de parte de la Administración actual”.
Creyendo el Consejo que había sido fiel interprete de las intenciones del Libertador, y
no sintiéndose movidos sus miembros sino por el sentimiento de un puro aunque errado
patriotismo, contestó el 8 de Diciembre las notas del Secretario general, y esa contestación,
que disculpa la interpretación dada, revela al mismo tiempo la voluntad decidida del
Libertador.
Dice asi:
Al señor Secretario general de S.E el Libertador Presidente.
Bogotá, Diciembre 5 de 1829
He tenido el honor de recibir la apreciable comunicación de usted, fecha en Popayán á 22 de
Noviembre. Su contenido ha sido extremamente sensible al Consejo de Ministros en cuyo
conocimiento la he puesto, porque nunca creyó que un paso dado por él para dar cumplimiento á las
órdenes del Libertador para el bien y felicidad de este país, y para allanar los obstáculos que se
presentan para una reforma, que después de todo lo ocurrido debe considerarse inevitable,
mereciera una tan fuerte improbación de parte de S.E
El consejo, señor, buscando el amparo de la Gran Bretaña y de la Francia, no ha hecho otra cosa
que someterse a la disposición del Libertador, consignada en términos tan expresos, tan claros y tan
terminantes en la nota de usted, fecha en Buijó, a 6 de Julio último; y si la combinó (luego fue idea
del Consejo) con la preposición del establecimiento de un sistema monárquico entre nosotros, fue
porque de este modo se conseguiría mas fácilmente la decisión de esas potencias, á cuyas actuales
administraciones no podrán lisonjear las formas republicanas que tan mal han probado en América,
y que son la fuerte de las desgracias, cuya consideración obró en el Libertador para resolver que se
buscara la protección, la custodia, la salvaguardia, la mediación ó la influencia de uno ó más
Estados poderosos, como usted se explicaba. El consejo no hizo más que buscar un medio, y un
medio de utilidad positiva para el país, para hacer efectivos y que tuvieran buen éxito los deseos del
Libertador.
S. E quería librar a la América de la anarquía que la devoraba y de la colonización europea que
la amenazaba, como usted se expresa. ¿Y podría esto conseguirse con solo la mediación de una ó
mas potencias, quedando el cáncer entre nosotros, y sin que se tratase de ponerle un remedio? ¿Qué
Nación querría hacerse cargo de nuestra protección, no viendo que se meditase en establecer un
orden de cosas estable, fijo y permanente, capaz de refrenar esa anarquía y de burlar las esperanzas
que la España ha concebido con nuestros desordenes y con nuestro estado político incierto y
vacilante? Era, pues, preciso para obtener el efecto que se deseaba hacer entrever a esas potencias
que se pensaba en una reforma que al mismo tiempo que debía serles agradable, les probaría que se
trataba ya de la consolidación y estabilidad del Estado y esto fue lo que el Consejo practicó.
La misma comunicación de usted, de que he tratado, manifiesta bastamente que en opinión del
Consejo no era fácil la negociación que S. E. quería que se emprendiese. En efecto, ella fue
contestación á la mia, de 28 de mayo, en que hice presente al Libertador las dificultades que se
ofrecían para solicitar la protección de una potencia europea, y como S. E insistía en esta idea, al
Consejo no le quedó mas arbitrio que ejecutarla del mejor modo posible. El único que se le ofreció
fue el sostenimiento de un gobierno monárquico en este país ¿Y cuál otro podía emplearse cuando
el objeto era refrenar la anarquía y detener la colonización europea? ¿En qué debería ocuparse la
protección, la intervención, la custodia o salvaguardia de esas potencias, sino era en conservar un
sistema fuerte, sólido y permanente de gobierno?
El Consejo aun hizo ménos de lo que el Libertador dispuso que hiciera. La protección de una
potencia europea la deseaba S.E. para toda la América, y el Consejo limitó la solicitud á solo
Colombia, porque consideró los muy grandes comprometimientos en que iba a entrar este país con
los demás Estados si llegaba a traslucirse aquella petición. S. E quería un regalador que ejerciera un
poder bastante para que en caso de ser desatendida e insuficiente su política, emplease la fuerza, é
hiciese oír la vez del deber, y el Consejo no ha buscado todo este influjo en las potencias a que se ha
dirigido, porque él disminuiría en mucho la independencia, y sometería nuestros negocios a la
decisión de un poder extraño, limitándose así la soberanía de esta Nación: y el Consejo, en fin,
modificó la disposición de S. E reduciéndola a los términos en que la creyó exequible. Tal vez erró
en esto; pero sus intenciones fueron puras, y su ánimo siempre fue cumplir con la orden de S. E,
conservando intactas y sin mengua las prerrogativas nacionales.
Nunca se arrepentirán los miembros del Consejo de haber hecho á los gobiernos de Inglaterra y
Francia la propuesta de que se trata. Ella no ha sido absoluta sino condicional: - si el Congreso
constituyente adopta el perfecto de un régimen monárquico. Su idea fue la de allanar á este cuerpo
de obstáculos que se pudieran presentar de parte del exterior para adoptarlo, y si convenían aquellas
potencias darle este prestigio en el interior, y que asi fuera fructuoso lo que se resolviera: más nunca
fue su ánimo forzar al Congreso a adoptarlo precisamente, ni esto se puede inferir de la
correspondencia que he remitido a usted, y que ha tenido á la vista el Libertador. El Congreso puede
hacer lo que tengan bien, sin embarazarse de modo alguno con la negociación pendiente y con lo
que puedan responder acerca de ella los gobiernos á quienes se ha dirigido: y si decretan el sistema
monárquico hallará ya mucho adelantado.
El consejo sin embargo de esto no adelantará tal negoción; pero nunca le será posible
suspenderla como lo previene S. E (luego ordenaba), porque ya debe estar resuelta la propuesta que
hizó á los gobiernos francés é inglés, y porque les seria muy vergonzoso y de poco crédito al
gobierno entenderse ahora con los agentes de esos mismo gabinetes, con quienes se inició el asunto
para expresarles que la propuesta no tiene efecto ¿Qué concepto tan degradante no se formarían de
nosotros esos señores y sus gobiernos si diésemos semejante paso? ¿Qué enseñanza podrían ellos
tener de un ministerio, que cuando ménos tendrá que confesar que había obrado precipitadamente y
sin meditar un negocio tan grave? En este caso, señor, debe variarse el ministerio para que los que
entren, que no han tenido parten en el proyecto, puedan también, sin rebozo y sin empacho,
manifestar que se ha mudado de pensamiento. El Libertador no ha sido comprometido en esta
negociación; y habiéndose dicho por mí á los señores Bresson y Campbell que no sentaba el
Consejo con la opinión explicita de S.E puede muy bien hacer conocer su improbación al proyecto
con la mutación del ministerio. Este es un medio decoroso para todos a la vez, y con el que se
conseguiría aun mejor lo que desea S.E El Consejo se lo propone por tanto a S. E.
La actual administración no influirá en las deliberaciones del Congreso sus miembros, que
fueren diputados, sostendrán allí como tales sus opiniones particulares, y lo harán con mucha más
libertad si ya no pertenecen al ministerio. Ellos allí ante la Nación reunida harán ver las ventajas de
las formas monárquicas, que si por esto así como por la propuesta hecha a los gabinetes de Francia
e Inglaterra tuviesen que sufrir, padecerán con gusto, porque solo han promovido el bien de su país,
su estabilidad y el anhelo de hacerlo feliz y respetable.
Sírvase usted ponerlo todo en conocimiento de S.E el Libertador Presidente, manifestándole de
parte del Congreso, que sus miembros estarán siempre prontos a servir con sus personas, con sus
talentos y facultades á esta patria que les es tan querida, y á la gloria de S. E
Soy de usted con perfecto respeto muy obediente servidor.
E. Vergara.

Esta nota fue contestada desde Japio el 18 de Diciembre, y después de atribuirse el


Secretario general la responsabilidad de no haber explicado bien los sentimientos del
Libertador, imprueba abiertamente el proyecto, ordena que dé punto á toda negociación y
agrega: “Convenga o no elevar un solio, el Libertador no debe ocuparlo. Aún más, no debe
cooperar a su edificación, ni acreditar por si mismo la insuficiencia de la actual forma de
Gobierno”
No obstante la repugnancia natural y sobradamente explicable que tenían los Ministros
para cortar bruscamente las negociaciones iniciales, debió llegar alguna orden terminante
del Libertador, pues en el copiador secreto de donde tomamos estas comunicaciones,
suprimidas en las publicaciones que de ellas se hizo en años pasados se halla la siguiente
dirigida á los Ministros extranjeros.
Al señor Coronel P. Campbell, Encargado de Negocios de S. M.B
Bogotá, diciembre 31 de 1829
Señor- Cuando con fecha a Septiembre ultimo, tuve el honor de dirigirme á usted para
manifestarle las ideas del Consejo de Ministros sobre la organización de este país, el Consejo tenia
motivos muy fundados para creer que el proyecto que entonces puso en conocimiento de usted, y
por su conducto en el del gobierno de S.M.B. seria bien recibido en la opinión pública de Colombia,
y que en consecuencia el Congreso constituyente lo adoptaría; pero las circunstancias han variado
después notablemente, y no pareciendo ya probable que se realice aquel pensamiento, el Consejo
debe absolutamente desistir de él.
El Consejo concibió aquel proyecto, porque estimó que seria el mejor medio de consolidar el
país, y hacerlo feliz, ó inicio con este objeto la negociación con el gobierno de S.M.B para allanar
los obstáculos que pudieran presentarse al Congreso de parte del exterior, si se hallaba en
disposición de admitirlo: se ha visto ya que no se llenaba aquel fin; que en vez del bien resultarían
graves males al Estado con la insistencia, y seria una temeridad tratar de adelantar cosa alguna en el
particular.
Mas aunque pudiese el Consejo prescindir de las consideraciones, siempre debería abstenerse de
dar pases ulteriores en este negocio. El Libertador Presidente no está dispuesto á apoyar un proyecto
en que se trata de su engrandecimiento personal, que S.E creo en contradicción con su carrera, y con
los principios que constantemente ha proclamado; y faltando este apoyo, el Consejo no puede
continuar porque lo que hiciera no tendrá efecto.
Ha resuelto, pues, suspender la negociación pendiente con el gobierno de S.M.B, que se inició
por conducto de usted. El congreso se reunirá muy pronto: él dará a Colombia las instituciones que
sean mas adaptables á su estado y situación y entonces la administración que suceda á la presente se
entenderá con el gobierno de S.M.B en los términos que crea mas convenientes para la dicha y
felicidad de este país.
El consejo aprecia debidamente los buenos oficios que usted ha empleado cerca de su gobierno,
para que fuera fructuosa la negociación expresada, y me previene manifieste a usted, como lo
verifico, su gratitud.
Soy de usted con perfecto respeto muy obediente servidor.
E. Vergara
Nota- Al señor Carlos Bresson, comisionado de S.M.C se le dirigió con igual fecha á la anterior,
la misma comunicación con la variación de S.M.C en lugar de S.M.B

Lejos de nosotros la idea de inculpar á los Ministros por otra cosa que por aquello que
hoy podemos llamar un error, pero que tal vez en 1829 se presentaba como única tabla de
salvación en el naufragio de la República. No; ellos creyeron hacer el bien de la Patria; y el
plan que concibieron pudo ser aceptado en aquella época por muchos eminentes patriotas,
ya que hoy debería ser refutado como un crimen.
Dios sin duda veló por Colombia en la noche del 25 de Septiembre, porque hasta los
mismos conspiradores se habrían espantado ante el cadáver del Libertador; pero si él
hubiera cambiado su título por el de rey, no debería haber hallado al subir al trono sino lo
que halló César en pleno Capitolio. Para todo Iturbide el patíbulo de San Antonio de
Padilla; para todo Maximiliano el de Querétaro; para los traidores y para los usurpadores no
debe haber en la patria sino el lugar que ocupo su banquillo.
Bolívar, pues, no es responsable del proyecto de monarquía. Bolívar no ambicionó una
corona; y si en esto desaliñado, ya que bien intencionado escrito, hemos conseguido con la
presentación de documentos no conocidos, poner algo de nuestra parte para la vindicación
de su memoria, baya como una humilde flor á aumentar la corona de siemprevivas que los
pueblos de América depositan sobre su tumba en el día festejado como el de su natalicio.
Pero Colombia agonizaba á la par de su Libertador.
Resuelta la separación de Venezuela, el Congreso granadino quiso entrar en relaciones
con nuestros antiguos compañeros y hermanos, y he aquí la contestación que recibió:
Señor Presidente del Congreso.
Excelentísimo señor. Cumplo con gusto el deber que me ha impuesto el soberano Congreso de
anunciar su instalación, por el órgano de V.E, al angosto Cuerpo que preside. Venezuela, al
separarse del resto de la República de Colombia, desconociendo la autoridad del General Simón
Bolívar, pensó solo en mejorar su administración, en asegurar sus libertades, y en que no se
malograse la obra de tantos años y de tan costosos sacrificios. Por eso fue que ante todas cosas se
ocupó de reunir su representación nacional; y ésta, instalada el 6 de los corrientes, juzgó oportuno
participar a todos, y muy particularmente á los granadinos, que los pueblos de la antigua Venezuela
se hallan congregados en la ciudad de Valencia, por medio de sus legítimos Representantes, para
ocuparse de su bienestar. Era imposible que pueblos que como hermanos han forjado una sola
Nación, una familia, que juntos pelearon por la Independencia, y que después han sufrido unas
mismas calamidades, dejasen de guardar esta justa consideración.
No obsta que Venezuela se haya pronunciado por la separación, al que el soberano Congreso
haya ratificado este voto solemne, escrito en el corazón de cada uno de sus hijos, para que conozca
que es necesario que uno y otro cuerpo se entiendan, porque hay diferencias que transigir ó
intereses que arreglar. El temor de perder la paz, que sobre todo desean los venezolanos, les hace
temblar al concebir la idea de que pudiese ser preciso librar á las armas el arreglo de sus negocios,
arreglo que no seria ni exacto, ni útil, si no lo forman en calma la justicia y la prudencia. Tales
fueron las consideraciones que guiaron el ánimo del soberano Congreso, al acordar en la sesión del
día 22, que estaba pronto á entrar en relaciones y transacciones con Cundinamarca y Quito, y que
así lo ofrecían á nombre de los pueblos sus comitentes.
Benéficas serán, sin duda, para uno y otro Estado semejantes relaciones. No es fácil prever hasta
adónde se extenderían sus útiles resultados; pero Venezuela, á quien una serie de males de todo
género ha enseñado á ser prudente, que ve en el General Simón Bolívar el origen de ellos, y que
tiembla todavía al considerar el riesgo que ha corrido de ser para siempre su patrimonio, protesta
que no tendrán aquellos lugar mientras éste permanezca en el territorio de Colombia, declarándolo
asi el soberano Congreso en sesión del día veintiocho.
Estos son los sentimientos del pueblo venezolano, y de orden de sus representantes los
manifiesto á V.E para que se sirva ponerlo en conocimiento de la respetable Asamblea, á cuya
cabeza se encuentra.
Dignaos, señor, honrarme, aceptando el respeto y estimación con que me suscribo a V.E atento
obediente servidor. FRANCISCO JAVIER YANES

¿Falta algo en la vida del héroe?


Para el Padre de Colombia, la que brotó como fruto de uno de sus triunfos; para el
Libertador á quien tanto se debia no debía lugar en la tierra que libertó su espada, y en la
Nación que creó su genio.
¿Qué mas se pide? Este rápido bosquejo está completo!
Y Bolívar hubo de salir de Colombia; pero la amaba tanto que, como dice Vicuña
Mackena, se abrazó de sus playas para morir en ella; y el cielo no le negó esta recompensa
que acaso le habrían disputado los hombres; y el sol tropical calentó durante algunos años
la humilde piedra que cubrió su sepulcro, hasta que apagado el ardor de las pasiones, la
Patria nativa reclamó sus cenizas, que le fueron devueltas en obediencia á su última
voluntad “única fuerza capaz de obligarnos á desprendernos del sagrado deposito”
El juicio de la posteridad sin duda habrá de ser severo, pero tendrá muchos de los
caracteres de la apoteosis.
¿Quién no ha comentado cosas por pequeña participación que haya tenido en la política?
Caudillos! Levantaos de la tumba, y arrojad la primera piedra!
Políticos! Arrojadla vosotros que os creéis intachables.
Pero si no lo arrojáis… Paz á sus cenizas!... veneración á su memoria!

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