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N.' 91

Robert Blanché

LA
EPISTEMOLOGiA

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oikos-tau
LA EPISTEMOLOGíA
EN LENGUA CASTELLANA

N.o 91

LA
EPISTEMOLOGÍA
POR

RüBERT BLANCHÉ
Profesor honorario en la Univer.üJad d. Toulouse

eíkes-tau, 8. a. - ediciones
APARTADO 5347 • BARCELONA
VILASSAR DE MAR· BARCELONA - ESPAÑA
Traducci6n de A. Giralt Pont
Primera edici6n en lengua castellana 1973

Título original de la obra:


"L'ÉPISTÉMOLOGIE"
par Robert Blanché
Copyright © Presses Universitaires de France 1973

ISBN 84-281-0228-7
Depósito Legal: B·l.688-1973

© oikos-tau, s, a •• ediciones
Derechos reservados para todos los países de habla castellana

Printed in Spain - Impreso en España


Industrias Gráficas García
Montserrat, 12·14 - Vilassar de Mar (Barcelona-España)
PRIMERA PARTE

VISIÓN DE CONJUNTO

CAPÍTULO PRIMERO

LOS ORíGENES

La palabra epistemología, que literalmente signi-


fica teorta de la ciencia, es de reciente creación.
Si la palabra es nueva, lo que designa también
lo será. Sin duda, cualquier filosofía incluye deter-
minado concepto del conocimiento; por ejemplo,
el Teaitetos de Platón ya expone, en sentido amplio,
una teoría de la ciencia, tal como lo indica su sub-
título, 7T€P' €7TU:JT7]p:r¡S;. A partir del siglo xvm la
palabra ciencia tomó un sentido más estricto y más
preciso, el que entendemos cuando actualmente
hablamos de la Academia de Ciencias, de la cultura
científica, de las aplicaciones de la ciencia, etc. Los
antiguos filósofos podían intentar determinar en qué
condiciones un conocimiento de la naturaleza debía
satisfacer para poseer las características de certeza
íntima y de validez universal, las únicas que per-
mitían que se la considerara propiamente como
una ciencia. Pero el único medio para saber ver-
daderamente lo que sería esta ciencia, era ante
6 LA EPISTEMOLOGÍA

todo hacerla. Aún en el siglo XVII y tras el decisivo


impulso dado por Galileo, la nueva ciencia perma-
nece insuficientemente desligada de la filosofía. Con
Newton y Descartes la ciencia aparece bajo el
nombre de Principios de la Filosofía. En Ingla-
terra, hasta fines del siglo XIX la expresión natural
philosophy seguirá designando a la física. Inversa-
mente, la palabra alemana ciencia (Wissenschaft)
ha conservado siempre algo del sentido más amplio
con el que antaño se confundía con la de filosofía".
Por consiguiente, aunque ofrezcan más de una
observación interesante para el epistemólogo, no
pueden considerarse obras de epistemología el No-
vum Organum ni la Gran instauración de las cien-
cias de Bacon, el Discurso del método de Descartes,
la Reforma del entendimiento de Spinoza ni la
Búsqueda de la verdad de Malebranche. Ya se
acerca más al sentido actual el libro IV del Ensayo
sobre la inteligencia humana de Locke y en especial
la respuesta que le da Leibniz en sus Nuevos
Ensayos. En el siglo XVIII la obra que mejor pre-
dice lo que será la epistemología es, sin duda
alguna, el Discurso preliminar a la Enciclopedia de
D'Alembert. A comienzos del siguiente siglo se con-
sideran precursores el segundo volumen de La filo-
sofía del espíritu humano (1814) de Dugald Stewart,
el Curso de filosofía positiva (a partir de 1826) de
Augusto Comte y el Discurso preliminar al estudio
de la filosofía natural (1830) de John Herschel.
Pero hasta el segundo tercio del siglo XIX no apa-

1 Por ejemplo, la «ciencia» a la que apela la MetaJUlica futura que podrá pre ..
• entarse como eieneia (Kant) o la Filosofía como ciencia rigurosa (Husserl), es
evidentemente una ciencia distinta a la de 108 sabios. Por ello, cuando quieren
precisar 8U sentido más restringido en que franceses e ingleses toman general-
mente en la actualidad la palabra «ciencia», los autores alemanes se ven obligados
a veces a buscar otro término. Así, G. Frey (Philosophie und Wisseruehaf', pá-
gina 33, Stuttgart, 1970) distingue entre ""i•• enochafdiche y •• ien'i.'iache A ....agen.
LOS ORiGENES 7

recen, y lo hacen de manera casi simultánea, las


dos obras fundamentales con las que, aunque la
palabra no existiera, podría comenzarse a hablar
de lo que hoy llamamos epistemología: una de
ellas se refiere a las ciencias formales, lógica y mate-
máticas, la Wissenschaftslehre (1837) de Berhard
Bolzano, y la otra relativa a las ciencias de la
naturaleza, la Filosofía de las ciencias inductivas
(1840) de William Whewel12.
La palabra Wissenschaftslehre, que Bolzano men-
ciona al comienzo de su obra, merece ser examinada.
Literalmente corresponde en alemán a lo que quiere
decir en un castellano inspirado en el griego epis-
temología: teoría de la ciencia. Y sin embargo,
ambos vocablos, el alemán y el castellano (o el
inglés epistemology) no son exactamente seudó-
nimos, habiendo conservado el primero de sus orí-
genes más antiguos un sentido más amplio que el
que ha tomado el segundo, que se forjó para de-
signar una disciplina más estricta. No siempre es
muy distinto del de la palabra Erkenntnistheorie,
que significa teoría del conocimiento en general y
tiene, pues, un carácter mucho más filosófico.
Incluso se ha extendido más, ya que hacia 1800
Fichte eligió esta palabra Wissenschaftslehre para
designar la exposición -o mejor, las sucesivas
exposiciones- de toda su filosofía.
A pesar de que en la segunda mitad de su obra
abarque un campo más amplio, Bolzano considera
la palabra Wissenschaftslehre en un sentido más
concreto, aquel en que Wissenschaft designa pro-o
piamente el conocimiento científico, excluyendo
cualquier otra forma de conocimiento. Con gran

2 Sobre la epistemología de estos autores, Berg, J., Bolla",,', LDgie, Abnqvist


& WikseIl, Estocolmo, 1962; y Blanché, R., L. raIÍDna/¡'me de Whewell, Alean,
París, 1935.
8 LA EPISTEMOLOG1A

minuciosidad y rigor, su estudio se centra en no-


ciones fundamentales de la ló~ca, como las de
analítica y derivación. Así anuncia el estilo y anti-
cipa algunos de los problemas que se encontrarán
en nuestra época en los trabajos de metalógica.
Recordemos que actualmente, tras haberse for-
mado para casos especiales las palabras metama-
temática y metalógica, se llama metaciencia al
estudio que va después de una ciencia y que trata
de eUa, tomándola a su vez como objeto y pregun-
tándose a un nivel superior sobre sus principios,
fundamentos, estructuras, condiciones de validez,
etcétera. La epistemología, que es una reflexión
sobre la ciencia, con este título entra a formar
parte de la metaciencia y sólo se distingue de esta
por algunos matices: generalmente la metaciencia
se preocupa por tener el estilo y el rigor de la ciencia
y sólo la practican los sabios especializados; mien-
tras que la epistemología, en relación con la ciencia,
es un poco más amplia y todavía conserva, a pesar
de sus esfuerzos para atenuarlo, un carácter filo-
sófico más o menos marcado.
Aunque engloben una teoría de las matemáticas
que no tiene nada de original y en su momento
ya se encontraba algo retrasada, las investigaciones
de Whewell se centran esencialmente en las cien-
cias inductivas. Su propósito era renovar el Novum
Organum teniendo en cuenta lo sucedido durante
su intervalo. Bacon creía haber trazado el programa
que las ciencias inductivas debían seguir: pero,
sea cual fuere su genio, no podía prever cómo iban
estas a formarse. Después de más de dos siglos de
presenciar el desarrollo y la expansión de estas
ciencias, era hora de sustituir el concepto a priori
de la naturaleza de las ciencias inductivas por un
concepto basado en el análisis de los procedimientos
LOS ORÍGENES 9

que estas ciencias inductivas emplearon. Whewell


inaugura así el método histórico-crítico que, para
la epistemología, será una de las vías de aproxi-
mación más fructuosas. Trata directamente el estu-
dio histórico y el crítico, y sólo ante la amplitud
del sujeto se decide a separarlos, publicando pri-
mero la Historia que servirá de base a lo que poco
después será la Filosofía de las ciencias inductivas,
y manteniendo siempre un estrecho contacto entre
ambas, como indica el título completo de la se·
gunda obra, Philosophy of the inductive sciences,
founded upon their history. De la escala de las
ciencias intenta deducir, para cada una de ellas,
las «ideas fundamentales» sobre las que se basa
y los procedimientos mediante los que se construye.
Dos de las obras epistemológicas más significa-
tivas, que pronto van a aparecer, seguirán el ca-
mino abierto por Whewell 3 • En primer lugar la de
Antoine Augustin Cournot, a quien no es exagerado
considerar el mayor epistemólogo del siglo XIX.
Tras su Essai sur les fondements de la connaissance
humaine et sur les caracteres de la critique philo:
sophique (1851), su Traité de l'enchaínement des
idées fondamentales dans les sciences et dans l'histoire
(1861), por su planificación e incluso por la expre-
sión de «idea fundamental» que aparece en el título,
evidencia la influencia de Whewell, aunque en él
la alusión a la historia sea menos sistemática. Uno
de sus méritos es haber colocado en primer plano
y entre estas ideas fundamentales la idea de azar,
durante mucho tiempo considerada opuesta a la

3 Junto a estas dos obras maestras hay que mencionar, al menos, los trabajos
de Helmholtz, cuya re:8exi6n epistemol6gica se extiende por una amplia escala,
y también, en el campo más restringido de la fisiología, la Introdue&wn a I'éhule
tk 'a médeeine expérimerdale de Claude Bernard. Sobre Cournot, De la Harpe, J.,
De l'orMe el da hasard~ 'e réali.me eritique tI'A. A. Coumot" Vrin, París, 1936;
sobre Mach, Bouvier, R. La pensé. tI'Ernest Mcu::h, VQin d'Or, Ginebra, 1923.
10 LA EPISTE~OLOGÍA

idea de ley y ajena a la ciencia; de ella da una


definición que será célebre: la intersección de dos
series causales independientes. De esta manera pa-
rece haber presentido la gran importancia que iban
a adquirir en la ciencia contemporánea los datos
estadísticos y las probabilidades. Indudablemente
es menos directa la influencia de Whewell en Mach,
que pertenece a la generación siguiente. No obs-
tante, su obra Die Mechanik und ihrer Entwicklung
(1883), duradera y ejemplar, es también de inspira-
ción histórico-crítica, tal como lo indica explicita-
mente el título de su traducción francesa: La
mécanique, étude historique et critique de son dévelop-
pement. En esta obra se encuentra una crítica
exacta de los absolutos de Newton, critica que ha
preparado, y en parte inspirado, la mecánica rela-
tivista de Einstein. No hay que olvidar tampoco
que, por influencia de Mach, va a surgir con el
Círculo de Viena una de las principales corrientes
de la epistemología de este último medio siglo.
Hacia 1900, momento en que se ponen seria-
mente en duda algunos de los principios de lo que
pronto va a llamarse ciencia «clásica», se desarrolla
el gran movimiento llamado de «crítica de las cien-
cias». Esta crítica, dirigida contra el dogmatismo
cientificista y llevada a cabo por autores de forma-
ción científica, se centra esencialmente en la natu-
raleza de las leyes y teorías de la física. Recordemos
tan sólo los nombres de H. Poincaré, P. Duhem,
G. Milhaud y E. Le Roy en Francia, los de Mach
y Ostwald en Alemania y los de C. S. Peirce y
K. Pearson en los países anglófonos. En la misma
época la «crisis de los fundamentos» abierta por
las antinomias de los conjuntos obligaba también
a los matemáticos a preguntarse por los principios
de su ciencia; en este trabajo de elucidación iban
LOS ORiGENES 11

a destacar G. Frege en Alemania y B. Russell en


Gran Bretaña. Debido a esta unión entre lo cien-
tífico y lo filosófico, unión vivamente exigida por
el mismo estado de la ciencia y que la especializa-
ción científica debida al desarrollo de aquella había
distanciado cada vez más, la epistemología estaba
constituida como disciplina original, y de hecho
fue este estado el que iba a consagrar su nacimiento.
CAPÍTULO II

EL ÁMBITO

Es difícil trazar las fronteras que separan la


epistemología de sus disciplinas más próximas. Al
igual que para cualquier prohlema de definición,
nos encontramos con una dificultad de vocahulario
y, por lo tanto, de lihre decisión, que determina no
lo verdadero y lo falso, sino lo conveniente. Para
emitir un juicio, hay que tener en cuenta el uso
más extendido y el más razonahle. Cuando ambos
criterios concuerden, se intentará establecer la defi-
nición, la delimitación del dominio más recomen-
dahle. Pero la dificultad está también en que, sea
cual fuere el sentido precisado de la palabra, las
fronteras que así se hahrán trazado continuarán
siendo imprecisas, puesto que los prohlemas de la
epistemología se centran a veces en ámhitos que
hahrán quedado fuera de dichas fronteras. Hay que
tener en cuenta, por consiguiente, estas reservas
al leer lo que viene a continuación.

1. - Epistemología y teoría del conocimiento


En principio, la relación de la epistemología con
la teoría del conocimiento es la existente entre
la especie y el género, limitándose la epistemología
a una sola forma de conocimiento: el conocimiento
14 LA EPISTEMOWG1A

científico. No obstante, la diferencia desaparece


cuando el género se ve reducido a una sola especie,
como en los autores que conceden el nombre de
conocimiento "tan sólo al conocimiento científico,
considerando el resto como un juego verbal sin
alcance cognoscitivo. Esta era la actitud de los
neopositivistas vieneses y la del posterior empiris-
mo lógico. Así, Carnap sólo reconoce como válida
la teoría del conocimiento cuando esta se reduce
a la epistemología, y más concretamente, al análisis
lógico de la ciencia. En Francia, L. Rougier, que
está de acuerdo en este punto con el empirismo
lógico, es autor de una obra titulada Traité de la
connaissance que, como él mismo dice, hubiera
debido llamarse para ser más exacta Structure de
la connaissance scientifique; tal como afirma en la
conclusión sobre «La nouvelle théorie de la con-
naissance», cree que hay un único conocimiento:
el científico.
De ello puede deducirse que esta tesis es ya una
tesis filosófica y no científica. Sin duda alguna, es
la misma ciencia la que debe trazar sus propias
fronteras, aceptar o rechazar este o aquel tipo de
especulaciones. Hay «falsas ciencias» que hace ya
tiempo resolvieron este problema; Descartes se
jactaba de que «no le engañaban las promesas de
un alquimista, las predicciones de un astrónomo,
ni los embustes de un mago»-. Pero no obstante,
ya el mismo Descartes hacía depender la ciencia
de la metafísica, del mismo modo que el árbol se
alimenta por la raíz. Actualmente es la ciencia
quien debe decidir si otorgar o no un carácter cien-
tífico a las investigaciones sobre la telepatía, o
incluso simplemente a la fisiognomonía o la grafo-

1 DiM:UTOO del mélodo. Primera Parte.


EL ÁMBITO 15

logía, y también a las disciplinas agrupadas bajo


el nombre de «ciencias normativas». Por el con-
trario, no es un problema científico saber si hayo
no posibilidades de conocimiento más allá de la
ciencia. Esta cuestión deriva de una teoría general
del conocimiento, uno de cuyos objetos es situar
el conocimiento científico entre otras formas de
conocimiento. ¿Existen, o no, procedimientos de
conocimiento que sigan otros caminos que los de
la ciencia? Algunos han aludido a facultades no
intelectuales o parcialmente intelectuales como el
corazón, que «tiene sus razones que la razón no
conoce», o bien, la intuición entendida como un
«instinto iluminado por la inteligencia»: ello jus-
tificaría la autenticidad de un conocimiento místico
o metafísico. Otros proponen encaminar nuestras
facultades hacia otra dirección, hacia «la intuición
de las esencias», fundando así una ciencia fenome-
nológica más allá de la ciencia factual. A pesar de
que se rechacen estas pretensiones, nos hemos en-
caminado, por ello mismo, hacia una determinada
filosofía del conocimiento.
Admitiendo la separación teórica entre la epis-
temología y la teoría del conocimiento, hay que
reconocer que, efectivamente, la distinción no
puede observarse siempre. En primer lugar debido
puramente a razones de vocabulario; a falta de un
sustantivo simple y adecuado que dé origen a un
adjetivo y un adverbio", la expresión «teoría del
conocimiento» puede reemplazarse fácilmente por
unapalabra mucho más cómoda: «epistemología».
Se ha intentado solucionar el inconveniente idean-
do la palabra «gnoseología», pero este neologismo

2 Esta dificultad no existe en alemán debido a la aptitud de esta lengua a


formar 'palabras compuestas, como Erkenmnü'heo1'ie" con el adjetivo corres",
pondiente.
16 LA EPISTEMOWGÍA

no ha arraigado en absoluto; en italiano se usa


a veces, pero en francés e inglés es muy raro,
siendo una palabra pedante y casi inexistente en
alemán si no es bajo el término clásico Erkennmis-
theorie o Erkenntnislehre. Así pues, se opone fácil-
mente el punto de vista epistemológico al ontoló-
gico, el dualismo epistemológico del sujeto cono-
cedor y del objeto conocido al dualismo ontológico
de alma y cuerpo, etc. En la confusión entre ambos
términos hay razones mucho más profundas que
un simple motivo de vocabulario. Se comprende
perfectamente por qué Piaget, por ejemplo, toma
como sinónimos «epistemología» y «teoría del co-
nocimiento». Tanto en la evolución de las socieda-
des como en el desarrollo del individuo, la ciencia
y el espíritu científico van formándose progresiva-
mente sin llegar nunca a un límite. En estas con-
diciones cualquier tipo de epistemología genética,
tanto si se trata de la historia de las ciencias como
de la psicología infantil, se amplía necesariamente
en una teoría del conocimiento, ya que esta intenta
recorrer todos los estadios de lo que actualmente
se llama conocimiento científico; en otras palabras,
considerar el conocimiento bajo determinadas for-
mas que podemos considerar precientíficas y a las
que no podemos negar un valor cognoscitivo, puesto
que preparan los progresos ulteriores",

a Añadamos que. efectivamente. la identificación pura y simple de la episte-


mología con la teoría del conocimiento, aunque actualmente no coincidan en la
práctica, todavía está latente en muchos autores que la admiten sin discusión
alguna como si se tratara de algo suyo. Así, el largo artículo que la Eneyclopedio
01 philo",phy (1967) dedica a la epistemología la define de la manera siguiente:
«La epistemología, o teoria del conocimiento, es la rama de la filosot"1A que se
ocupa de la naturaleza y capacidad del conocimiento, de sus suposiciones y funda-
mentos y del crédito que puede otorgársele»; le sigue una amplia exposición
hist6rica que parte de la Antigüedad griega para llegar hasta los fil6sof08 ..de
vocabulario sencillo», pasando por santo Tomás, Spinoza y Schopenhauer. En su
edici6n de 1961. la Eooyelopedia 6ritannica definíe a la epistemologia casi con las
mismas pelabres: cEs la rama de la filosofía que se ocupa de los problemas de
la naturaleza, de los límites y validez del conocimiento y de la creencia». La
EL ÁMBITO 17

11. - Epistemología y filosofía de la ciencia

Todavía es mucho más difícil establecer la dife-


rencia entre la epistemología y la filosofía de la
ciencia, debido a la elasticidad de esta última
expresión. Si se toma en un sentido amplio, la
epistemología forma parte de uno de sus capítulos,
o bien, es una de las formas de practicarla. Uno de
los autores de Lectures sur la philosophie de la science
distingue cuatro aspectos diferentes de filosofar
sobre la ciencias¡ el estudio de sus relaciones con el
sabio y con la sociedad, el esfuerzo para situar a la
ciencia dentro de los valores humanos, las espe-
culaciones que se hacen a partir de los resultados
obtenidos de la ciencia para desembocar en lo que
más exactamente se ha llamado la filosofía de la
naturaleza, o sea, el análisis lógico del lenguaje
científico. Después de ello, confiesa tomar la última
acepción, la única que en efecto puede coincidir
con lo que designa el nombre de epistemología.
Algunos van mucho más lejos y salvan las dife-
rencias entre ambas nociones. En efecto, desean
desligar a la epistemología de todo prejuicio con la
filosofía y evitan, por ello, el uso de esta última
palabra. A ello se han inclinado naturalmente
aquellos que sólo reconocen como única forma de
conocimiento el conocimiento científico, excluyendo
así toda filosofía incapaz de someterse a un análisis
científico, y además con la condición de que este
mismo análisis se realice a través de métodos cien-
tíficos. Otras razones, independientes de una posi-
ción antifilosófica, han actuado en el mismo sen-
Ent:ielopedfa ilalfa.... IUltituye la palabra epiBlemología por la de gno.oologfa.
Al coutrario, La Ene,..lop",dia ..niver.aliB (1970), yendo al extremo opuesto.
rechaza cualquier tipo de relaci6n eutre epistemología y 6losofla.
4 Feig1, H.; Brodbeck, M•• Rsading. in 'he philolOphy o/ .ciBnee, pAgI.3-7.
Appletou Century Crofta, Nueva York, 1953.
18 LA EPISTEMOLOGÍA

tido. En la época actual la epistemología se aleja


cada vez más de los filósofos para pasar a manos
de los sabios. Una de las características de la epis-
temología actual es, pues, la progresiva aceptación
de sus problemas por los sabios especializados; no
se debe a una moda pasajera, sino a que las recien-
tes crisis que han sufrido las diversas ciencias y las
revoluciones por las que han pasado han obligado
a aquellos que las practicaban a preguntarse por
sus propios fundamentos. No es un juego de pa-
labras decir, como Brunschvicg, que los progresos
de la ciencia no son siempre progresivos, ya que
también pueden ser reflexivos; en este mismo as-
pecto G. Frey hace una distinción entre los progresos
lineales y los circulares", Este progreso reflexivo o
circular ilustra el desarrollo contemporáneo de las
epistemologías que pueden calificarse de internas
y regionales: internas ya que están elaboradas por
sabios interesados; y regionales porque cada una
Se construye de acuerdo con las necesidades de una
determinada ciencia. Desde principios de siglo, los
matemáticos y no los filósofos se han preocupado
por eliminar las antinomias y resolver las crisis
de los fundamentos; a través de las vías y medios
del formalismo logístico se reconocen las limitacio-
nes internas de los formalismos. Sin embargo, el
problema de la relatividad de la longitud, duración
y velocidad lo han tratado los sabios, y cuando
Bergson quiso intervenir -sus primeros estudios
se centraron, no obstante, en la mecánica- tuvo
muy pronto que renunciar a ello. Poco después,
llegó a ridiculizarse más de un filósofo al pretender
intervenir en la querella del indeterminismo en la

6 Brunschvicg, L., L'",pirio,..e hamaine ella .a..... liU phy.~, págs. 433-34;
Frey, G., Philo.ophie ami Wi ..enat:hafl, pág. 25.
EL ÁMBITO 19

que se enfrentahan los físicos de la teoría de los


cuantos.
Por lo tanto, es cierto que la reflexión sobre la
ciencia, reanimada actualmente por los impedi-
mentos que surgían en el interior de la ciencia,
tiende cada vez más a replegarse en una disciplina
científica, al aludir por una parte, a un instrumento
de precisión el lenguaje logístico, y, por otra, al
intentar multiplicar sus relaciones con los hechos,
sean estos de origen histórico o de origen psicoge-
nético. Sin emhargo, aunque uno intente limitarse
a lo que es propiamente reflexión sobre la ciencia,
no puede desprenderse por completo de una de-
terminada filosofía.
Primeramente se constata que, en efecto, algunas
de las grandes epistemologías de nuestro tiempo
han permanecido estrechamente asociadas a una
filosofía, tanto si la sugerían como si la confirmaban,
determinándola: por ejemplo, Meyerson, Cassirer,
Brunschvicg, Eddington, Bachelard y Gonseth.
Junto, o mejor, sobre las epistemologías regionales,
subsisten problemas de epistemología general que,
seguramente, pueden ser tratados por el sahio,
pero que sohrepasan su privilegiada competencia
de especialista. En un momento de extrema divi-
sión del trahajo científico, una epistemología in-
terna puede ser al mismo tiempo general al re-
currir a una relación interdisciplinaria en la que
el filósofo no puede ser sustituido, o bien, en la que
el sahio es sustituido por el filósofo. Por último,
las. epistemologías internas y regionales difícilmente
pueden dejar de tratar, tarde o temprano, proble-
mas que podrían calificarse de paracientíficos por
el hecho de que continúan siendo el motivo de
separación de los sahios cuyos métodos no permiten
su oposición; estos problemas también podrían
20 LA EPISTEMOWG1A

llamarse filosóficos, puesto que forman parte de la


tradición filosófica.
Sin duda alguna, el retorno reflexivo sobre los
principios y métodos de una ciencia no ocurre
siempre en una filosofía. Así, la metamatemática
de Hilbert o de G6del, que es un discurso sohre el
lenguaje matemático, actúa de acuerdo con los
métodos formales, los de la lógica matemática.
Debido al indefinido desdoblamiento de la reflexión
-pues cualquier metalenguaje puede tomarse a su
vez como objeto de un metalenguaje superior-,
y a medida que vayamos elevándonos en la jerar-
quía de los metalenguajes, irán reapareciendo pro-
gresivamente, en las discusiones entre sabios y
bajo formas nuevas, viejos problemas filosóficos;
los sabios se separarán, como pobres filósofos, en
dos clanes que no llegarán a comprenderse en los
dos sentidos de la palabra: ni ponerse de acuerdo
en una solución ni comprenderse entre sí. Un
ejemplo particularmente instructivo nos lo ofrecen
precisamente las ciencias lógico-matemáticas: du-
rante mucho tiempo se enfrentaron las certezas a las
interminables controversias, tema de los filósofos.
En un determinado nivel de reflexión y en lo que
muy bien podría llamarse filosofía de su ciencia,
reaparecen en los lógicos y matemáticos discusio-
nes sin salida entre platónicos y nominalistas; dis-
cusiones que son tan diferentes por su contexto
y argumento como por su viejo problema metafí-
sico sobre el que se enfrentaron ya en la Edad
Media los realistas y nominalistas. Por un lado
tenemos a Bolzano, Frege, Hermite, el Russell del
comienzo y el actual Church; y por otro, a Helm-
holtz, los vieneses, Quine y Goodman6 •
• En su prefacio de Fondemenl. deo malómaliquu de Gonoetb (Blanchard.
París, 1926). págs. VI·VII, J. Hadamard habla de 1011 cextraordinariOll retornos»
EL ÁMBITO 21

Si se quiere distinguir a la epistemología de la


ciencia, habrá que hacerlo por una diferencia de
extensión, ya que la epistemología es una parte de
la filosofía de la ciencia y, hoy más que nunca, por
su espíritu y métodos; será también porque se ex-
tiende en una zona intermedia entre la ciencia y la
filosofía, llegando al límite de ambas.

IIJ. - Epistemología y metodología


¿Hay que considerar a la epistemología y me-
todología como dos disciplinas distintas y simple-
mente conexas, o al contrario, incluir a la metodo-
logía dentro de la epistemología como uno de sus
elementos? El Vocabulario de Lalande las considera
por separado, En él se lee que la epistemología
«no es propiamente el estudio de los métodos
científicos, que es objeto de la metodología y forma
parte de la lógica»; sino que la epistemología es
«esencialmente el estudio crítico de los principios,
hipótesis y resultados de las diversas ciencias».
Así, la metodología surge de la lógica, de la que
seria una «subdivisión». Actualmente esta división
no es válida, debido especialmente a razones his-
tóricas accidentales y ya muy pasadas de moda.
Hacia 1900 en la enseñanza universitaria francesa,
se acostumbraba dar a la palabra lógica un sentido
muy amplio", Se la dividía en dos partes: la lógica
que había hecho sobre sí mismo, constatando, con estupor y a propósito del
axioma sobre la elección de Zermelo, que «UIl& controversia muy parecida a una
controversia metafísica nace entre los matemáticos», divididos en idealistas
y empiristas (tal como le les llamaba entonces a 108 que actualmente se eenooen
por el nombre de platónicos y nominalistas).
7 Quizá fuera un progreso en relación a la extensi6n francamente inaceptable
que se habla dado a esta palabra. Hasta mediados del siglo XIX. la última elase
de los estudios Becundarios, la denominada clase de filosofía, le la Damaba
lógica. Por más aberrante que pueda parecernoa actualmente. no deberíamos
sorprendemos si, al consultar UD manual esoolar de l.6giea de aquella época,
viéramos que era pura metafisica.
22 LA EPISTEMOWGÍA

general, que hace abstracción de los objetos, mate-


ria del conocimiento, y cuya parte principal es la ló-
gica formal; y la lógica especial o aplicada, que estu-
dia los métodos propios de cada una de las diversas
ciencias". La metodología se hallaba incluida dentro
de la lógica, como una de sus partes. Tal extensión
de la palabra lógica ya no concuerda con lo que
hoy conocemos por dicha palabra. Aunque se ase-
meje a ella, la metodología no le pertenece en ab-
soluto. Por ello, no hemos creído conveniente añadir
aquí una rúbrica sobre epistemología y lógica.
Descartando la idea de que la metodología forma
parte de la lógica, ¿hay que yuxtaponerla a la
epistemología? Es difícil hacer un estudio crítico
de los principios de las diversas ciencias, de «su
valor y objetividad», como dice Lalande, sin pre-
guntarse al mismo tiempo sobre la naturaleza y
valor de los procedimientos a través de los cuales
se forman las ciencias y llegan a un conocimiento
científico. Piaget destaca con razón que <da reflexión
epistemológica nace siempre con las "crisis" de
esta o aquella ciencia y que sus "crisis" resultan
de alguna laguna de los métodos anteriores que
van a ser superados por la aparición de nuevos
métodosa". Integra, pues, el análisis de los métodos
científicos a la epistemología. En efecto, los dos
tipos de investigación difícilmente pueden disociar-
se. Cuando H. Poincaré ponía de relieve el papel
del razonamiento recurriendo a la aritmética, lo
hacía con la metodología; pero, con la importancia
que en matemáticas han tomado la noción de re-
currencia y el uso de los procedimientos recurren-
ciales es casi imposible no estudiarla en episte-

o Ver. por ejemplo, la Logiq ... de Rabier, que data de 1886.


8 1..QgitJue ea connoi8lClnce M:ien'ifique, págs. 7..8.
EL ÁMBITO 23

mología, relacionándola con las restantes ciencias.


EH una de las más amplias corrientes de la episte-
mología contemporánea, la que surge del empirismo
lógico, se han multiplicado los estudios sobre la
inducción, sobre las condiciones de verificación o
confirmación de las proposiciones experimentales...
sin pensar jamás en encontrar un punto de se-
paración.
Debemos situar, pues, a la metodología dentro
del campo de la epistemología, no dentro del de la
lógica.

IV. - Epistemología y ciencias del hombre

Las ciencias del hombre, como tales, ofrecen a la


epistemología uno de sus objetos. En principio, su
relación con estas ciencias es parecida a la que
tiene con las ciencias matemáticas o con las de la
naturaleza. En relación con ellas la epistemología
se sitúa en un nivel superior desde donde las do-
mina; ciertamente, las domina desde un nivel más
o menos alto. Puesto que la reflexión epistemológica
nace directamente de las dificultades del trabajo
científico, se mantiene todavía muy cerca de lo
especifico de este trabajo: por ejemplo, la episte-
mología interna de las matemáticas se ve fuerte-
mente influida por el espíritu y métodos de las
matemáticas y parece completamente ajena a las
ciencias del hombre. Mientras que, por la misma
razón, los análisis a que pueden someterse y las
controversias con las que se enfrentan los historia-
dores, psicólogos, economistas o lingüistas sobre
cómo abordar y conseguir sus estudios aún están
completamente influidos por las investigaciones
mismas, objeto de estas ciencias. Pero, por su
LA EPISTEMOWGIA

naturaleza se distinguen, del mismo modo que una


metaciencia se distingue de la ciencia sobre la que
trata. Y mientras la reflexión se aleja de su objeto,
abarcando un campo más amplio, va desligándose
poco a poco de lo específico de su objeto. La epis-
temología general, la relacionada con todas las
ciencias, no afecta a las ciencias del hombre y, por
ello, parece que no tiene relación alguna con las
matemáticas ni con la física.
Pero las cosas no son tan sencillas. Podemos
preguntarnos si en algunos aspectos, por un cam-
bio completo de perspectiva, la epistemología en su
totalidad no dependerá de las ciencias del hombre.
En primer lugar se constata, efectivamente, que
ello se confirma en las instituciones sociales, al
menos en Francia. Tanto en Academias, como en
Universidades, como en el CNRS, el lugar de la
epistemología está junto a las llamadas ciencias
«morales» o «humanas». Bachelard ocupaba un
puesto en la Academia de Ciencias Morales y Polí-
ticas y tenía la cátedra de la Facultad de Letras
y Ciencias Humanas. ¿Representa un atraso en
las instituciones, un fenómeno de supervivencia?
No cabe duda alguna; pero también deben haber
algunas razones menos accidentales, ya que con
frecuencia dudan aun los más indicados para «hacer
ciencia» de la epistemología. Cabe recordar que
Brodbeck, por ejemplo, de entre las cuatro ma-
neras de filosofar contaba con la ciencia y, por su
parte, abandona el estudio de sus relaciones con
el sabio y con la sociedad, considerando a la ciencia
como una actividad humana y un fenómeno social.
Reichenhach asigna a la epistemología tres tareas
sucesivas'vs la primera surge de la psicología y
10 Reiohenbaeh, B., E"perúne. ami predielÜ>n. § 1, UDivenity of Chieago
P....., 1938.
EL ÁMBITO 25

sociología y se inscribe en el «contexto del descu-


brimiento»; a continuación, en el «contexto de la
justificación» habría un trabajo de «reconstrucción
racional» del proceso del descubrimiento; y por
último, una tarea esencialmente crítica, ya comen-
zada en la reconstrucción racional, pero ahora
completamente desligada de sus relaciones con los
factores empíricos del descubrimiento. La tarea
propia del epistemólogo sería la tercera; pero esta
presupone la segunda y esta a su vez a la primera.
Si lo hemos entendido, hay dos maneras, una des-
criptiva y otra crítica para tomar a la ciencia
como objeto de estudio: sea que exista a título de
orden psicológico, sociológico e histórico; sea que
pretenda alcanzar una verdad impersonal e intem-
poral.
Podemos considerar ajenas a la epistemología la
historia de la ciencia y la psicología del descubri-
miento científico, ya que pertenecen a las ciencias
empíricas unidas al conocimiento de hechos que
forman parte del marco espacio-temporal; mien-
tras que el análisis lógico de la ciencia es de otra
naturaleza. Para determinar esta primera opción
hay que tomar inmediatamente una segunda: ¿se
acusará la separación entre ambos órdenes de
investigación?; ¿se admitirá que la epistemología,
completamente distinta de la historia, psicología
y sociología, debe servirse, más o menos amplia-
mente, de informaciones que se le puedan propor-
cionar? En el primer partido se han agmpado los
epistemólogos unidos al empirismo lógico. Sus tra-
bajos tienen por objeto lo que hoy llamamos
ciencia, es decir, la ciencia presente, lo que anula
cualquier alusión a su historia pasada; en esta
ciencia se toma como objeto de análisis todo lo
objetivo, o sea, su lenguaje, lo que descarta cual-
26 LA EPISTEMOWGÍA

quier intrusión de elementos mentales. Esta ma-


nera de entender a la epistemología ha sido expe-
rimentada; pero no por ello han sido cerradas las
demás vías de acceso. ¿Acaso, limitar su análisis
a la ciencia del siglo, rechazando la manera cómo
esta se ha ido construyendo, no haría que gran
parte de lo que le precede y le ha preparado,
incluida la ciencia clásica, retornara a una prehis-
toria de la ciencia, o al menos, a una especie de
Edad Media científica? Y, por otra parte, ¿no se
corre el peligro de caer en un extremo nominalismo
al considerar tan sólo el significante, como si este
se bastara a sí mismo y no tendiera a un significado?
Por ello, también se puede retroceder y, ya que la
ciencia es una obra del hombre, asociar a su aná-
lisis los datos que las ciencias del hombre puedan
darle. Hay que otorgarle, en consecuencia, otro
concepto que se base en el análisis epistemológico
de datos históricos o psicológicos. Los epistemó-
logos franceses prefieren, a menudo, el camino
abierto por Whewell y Mach, sacando datos de la
historia de las ciencias. Los autores que siguen
a Hegel o a Marx tampoco se olvidan del desarrollo
histórico ni de las influencias sociales. Por otra
parte, la ciencia ya no es propiamente lo que se
dice en los libros; está en el espíritu del que sabe
leerlos, y, primero, en el de quien los ha escrito.
La epistemología sólo debe hacer una historiola
animoe, porque los pensamientos, al buscar la ver-
dad, no se encadenan causalmente como hechos;
no sabría desinteresarse totalmente de las estruc-
turas mentales que favorecen o contrarían la apari-
ción de las ideas científicas. R. Berthelot estudia
la mentalidad «astrobiológica»; L. Rougier carac-
teriza las mentalidades «ontológica», «animista»,
«simbolista»; R. Lenoble explica cómo el «naci-
EL ÁMBITO 27

miento del mecanismo», o sea, el espíritu científico


moderno, ha exigido un esfuerzo muy difícil para
desligarse del «naturalismo» del Henacimiento-tr
estos trabajos, de orden histórico y psicológico, no
están totalmente desligados del campo epistemo-
lógico. Si en la segunda parte de su carrera G. Ba-
chelard realizó, paralelamente a sus trabajos de
epistemología, investigaciones sobre la imaginación
poética que le valieron el interés de un amplio
público, no hay que olvidar tampoco que las ha
anticipado en una obra sobre La formation de
l'esprit seientifique, contribution a une psychanalyse
de la connaissance objetive12 , en la que hace un
análisis de orden psicológico con bases históricas.
En esta obra precisamente ofrece una aproxima-
ción sobre una de las nociones de la epistemología:
la de obstáculo epistemológico.
Al igual que Piaget podemos pensar que, aunque
sin establecer un estricto paralelismo entre onto-
génesis y filogénesis, el estudio de las fases por las
que el niño pasa a la llamada edad de razón --en
la civilización occidental es el momento en que
el niño adquiere las estructuras intelectuales que
le permiten un pensamiento científico-, a veces
puede provocar, por la experiencia, controversias
epistemológicas sobre el origen de esta o aquella
noción científica, por ejemplo la de número; o
bien, la de este o aquel principio de causalidad.
Todo ello se verá mucho más claro en el capítulo
siguiente dedicado a las diversas nociones de la
epistemología.

11 Berehelot, R., La pensée de l'Asie d l'as'robiologie, Payot, París, 1938 (publi-


cado primero en la Revue -de métaphysique el de morale, 1932-37). Rougier, L.,
Le. pamlogismes da ra&ionalinne, Alean, París, 1920; Lenoble, R., MersenrJeoa
la ~e du méeanume, Vrin, París, 1943.
U Vrin, Parls, 1938.
28 LA EPISTEMOLOGiA

En cuanto al problema de las relaciones de la


epistemología con las ciencias del hombre, la posi-
ción que nos parece más adecuada es la siguiente:
por una parte, no hay que limitar la epistemología
a un análisis científico, lo que sería provechoso,
pero nos daría un concepto reducido y parcial; hay
que tener un campo de investigaciones más amplio,
siendo las principales investigaciones las que se
centran en la construcción progresiva de la ciencia,
nacimiento y desarrollo del espíritu científico, inves-
tigaciones por las que es indispensable recurrir a las
ciencias del hombre. Por otra parte, no hay que
clasificar a la epistemología entre las ciencias del
hombre ni colocarla en el mismo plano que algunas
de las ciencias en las que ella es objeto, incluso
si en la práctica no es siempre clara la distinción
entre el fin y los medios, entre el propósito del
epistemólogo y las enseñanzas que, para lograr su
finalidad, pide a la sociogénesis y a la psicogénesis.
Los epistemólogos americanos aluden generalmente
en sus análisis a las fuentes del lenguaje formali-
zado: mas, por ello, no se debe considerar a la
epistemología como ciencia formal. Simétricamente,
la frecuente alusión de los epistemólogos europeos
a las fuentes de las ciencias humanas no parece
razón suficiente para incluir a la epistemología en
dichas ciencias. En cuanto a los motivos de como-
didad administrativa que estas nociones pueden
suponer, evidentemente no deben figurar aquí.
CAPÍTULO 111

LAS APROXIMACIONES

I. - Aproximación filosófica
y aproximación científica

Poco a poco la epistemología se ha ido desligando


de la filosofía y, más exactamente, de la teoría
del conocimiento cuando esta fue considerada, tras
Locke y Kant, un prohlema previo a cualquier
filosofía.
El punto de partida de la filosofía kantiana es
un interrogante sobre la posibilidad de la ciencia;
pero, por ello, no debe considerarse epistemólogo
a Kant. En primer lugar, porque su análisis de la
ciencia es muy poco circunstanciado, parándose a
veces en determinadas nociones fundamentales con-
sideradas necesarias y definitivas. Y en segundo
lugar, porque el prohlema de la posihilidad de la
ciencia no se trata en sí mismo, sino como medio
para resolver el auténtico problema: saber si se
puede otorgar a la metafísica el mismo carácter
científico que tienen la geometría de Euclides y la
física de Newton. El título del libro en el que se
expone popularmente La crítica de la razón pura
y cuyos dos primeros tercios se preguntan cómo
son posibles la matemática pura y la ciencia pura
de la naturaleza es, en este aspecto, perfectamente
explícito: Prolegómenos a cualquier metafísica futura
30 LA EPISTEMOLOGÍA

que pueda presentarse como ciencia. Aunque lo pa-


rezca anunciar el título de las obras, no pueden
relacionarse con la epistemología el Fondement de
l'induction de J. Lachelier ni la Contingence des
lois de la nature de E. Boutroux. En ellas el análisis
de la ciencia se encamina hacia fines filosóficos que
no sólo sobrepasan la filosofía de la ciencia, sino
también la filosofia del conocimiento en general.
Sin embargo, la epistemología actual no puede
ignorar totalmente las enseñanzas de los antiguos
filósofos, por la razón de que, a menudo, hoy se
encuentran bajo formas nuevas y precisadas en
el estado actual de nuestro conocimiento viejos
problemas que ya antes se habían tratado. Las
controversias contemporáneas sobre el fundamento
de las matemáticas reactivan la querella de los
universales y la denominación de «platonismo» ac-
tualmente se usa para designar una de las tesis
presentes. Por otra parte, el empirismo lógico se ha
aplicado ampliamente para atacar la síntesis a
priori de Kant; mientras que Piaget renueva su
interpretación y Quine intenta establecer la sepa-
ración rota entre lo analítico y lo sintético. Por ello,
ya no parece imposible, como algunos pretenden,
distinguir propiamente una epistemología filosófica,
desvalorizada, y una epistemología científica, la
única auténtica.
Evidentemente, en principio sería simplista esta-
blecer esta doble separación sobre el origen inte-
lectual del epistemólogo. Algunos sabios se han
convertido en filósofos, pasando sus nombres a la
historia de la filosofía y no a la historia de la ciencia,
como por ejemplo Cournot, Meyerson y Gonseth;
otros, como Eddington y J eans, han trabajado en
extrapolaciones metafísicas bastante temerarias. El
movimiento inverso es muy poco frecuente; el
LAS APROXIMACIONES 31

filósofo actual ya no se arriesga a hacer epistemo-


logia sin haber tenido antes una cultura científica,
al menos en algún campo de la ciencia: J. Cavaillés
en matemáticas; P. Février en física; y G. Can-
guilhem en biología. No hay que olvidar tampoco
a los que ya desde un principio han adquirido esta
doble cultura; asi lo vemos en el empirismo lógico,
siendo este el caso del francés Bachelard. En general
hay que admitir que existen, por una parte, otros
sabios de los que Kant llama cíclopes porque les
falta el punto de vista filosófico y, por otra, los
filósofos que tienen cierto afán por lo científico,
Independientemente de cualquier problema per-
sonal, deberíamos basarnos en la manera cómo los
epistemólogos realizan sus trabajos para dividirlos
así en dos grupos. La dificultad estriba en que la
epistemologia, al igual que un espectro, se extiende
continuamente entre las amplias teorías del cono-
cimiento y las especulaciones metacientificas más
especializadas. Si las primeras sobrepasan amplia-
mente a la epistemologia porque se desarrollan
con una filosofía, las segundas, al contrario, se
reducen de tal manera que permanecen en el terreno
de la ciencia: el teorema de Godel y el de Von
Neumann tienen un capital interés para la epis-
temologia, pero proceden más de un trabajo cien-
tilico que de la misma epistemología. Entre ambos
extremos los trabajos de epistemologia sirven de
enlace en una cadena sin ruptura y sería arbitrario
intentar determinar dónde comienzan y dónde
acaban. Las dos grandes obras de L. Brunschvicg,
Les étapes de la philosophie mathématÚJue y L'expé-
rience humaine et la causalité physique, se han
incluido unas veces en la epistemologia (Piaget)
y otras han sido excluidas de ella (Rougier). Piden
a la historia de las ciencias que precisen y confirmen
32 LA EPISTE~OLOGiA

una filosofía previamente concebida. Con E. Me-


yerson, con G. Bachelard, nos acercamos a una
epistemología independiente: Meyerson desemboca
en una teoría general del conocimiento, pero no
parte de ella; en cuanto a Bachelard, su filosofía
inicial se debilita y se pluraliza bajo el efecto de
sus análisis. Sin embargo, el empirismo lógico no
está dispuesto a admitir tales trabajos en el campo
epistemológico debido a los lazos que mantienen,
por su método y tesis, con la especulación filosófica.
Pero, estos lazos ¿no pueden romperse nunca?;
¿el empirismo lógico está exento de cualquier
filosofía? Y, por otra parte, ¿cuál es la gran teo-
ría científica que no tiene implicaciones filosóficas?
La teoría de la gravedad universal ha dividido
durante medio siglo a cartesianos y newtonianos.
En matemáticas las implicaciones filosóficas se
manifiestan en las discusiones sobre el fundamento
del análisis infinitesimal, discusiones que han exis-
tido durante todo el siglo XVIII para desembocar,
en 1797, en la obra de Lazare Carnot cuyo título
es ya significativo: Réflexions sur la métaphysique
du cakul infinitésimal. En la física contemporánea,
según se interprete el continuum espacio-temporal
de la mecánica relativista como una espacialización
del tiempo o como una dinámica del espacio, y
según se interprete el indeterminismo de la mecá-
nica cuántica como esencial o como la manifestación
de un determinismo oculto, uno penetra, se quiera
o no, en el campo filosófico.
Más que distinguir entre una epistemología cien-
tífica y una filosófica, quizás sería mejor distinguir,
y aún a condición de preparar la transición, entre
una aproximación científica y una aproximación
filosófica de la epistemología, según que el estilo
adoptado se parezca más al de los sabios o al de los
LAS APROXIMACIONES 33

filósofos. Todavía sería mejor distinguir entre lo


que se llama epistemología interna y obligada y
epistemología externa y facultativa. Entendemos
por epistemología interna u obligada la que nace
bajo los mismos pasos del sabio, la que es exigida
por problemas que se plantean en el interior de la
ciencia. En este punto el sabio, sin quererlo y casi
sin saberlo, hace epistemología. La qutJ hemos
calificado de externa o facultativa es ya más in-
dependiente; se practica deliberadamente tras una
decisión arbitraria. Tiene un interés más especulati-
vo, cultivada por sí misma como fin y no como
medio. En este sentido podemos calificarla de más
filosófica.

II. - El análisis directo o intemporal

Una segunda división en las maneras de estudiar


la epistemología verifica la precedente. Puede cen-
trarse el interés en la ciencia contemporánea,
estudiando su estructura actual desde un punto
de vista estático o sincrónico; o, al contrario, puede
seguirse la formación y el desarrollo de la ciencia,
considerándola desde un punto de vista diacrónico
o evolutivo. Según términos de Piaget, pueden
distinguirse: métodos de análisis directo y métodos
genéticos.
El análisis directo, que no tiene en cuenta la
dimensión °t:emporal y trata a la ciencia tal como
se presenta en la actualidad, es la aproximación que,
a menudo, han preferido los sabios, lo que es na-
tural, pero no necesario.
En este aspecto un ejemplo ilustre es el de Henri
Poincaré. Los diversos estudios recogidos en las
cuatro célebres recopilaciones de Is Biblioteca de
s
34 LA EPISTEMOLOGiA

Filosofía Científica que tratan sobre las relaciones


entre las matemáticas y la lógica, sobre la natura-
leza del razonamiento matemático, sobre la rela-
ción entre el espacio geométrico y el de la repre-
sentación, sobre el significado de las teorías físicas
y la naturaleza de los principios y sobre el valor
objetivo de la ciencia, se basan esencialmente
sobre el estado actual de la ciencia, aunque a veces
haya algunas alusiones al pasado. Un hecho digno
de destacar y que explica que la obra epistemológica
de H. Poincaré se haya desarrollado tan amplia-
mente es el de que sus análisis se hayan hecho, si
puede decirse, al desnudo, en lengua vulgar, con
un mínimo de vocabulario técnico científico. El
hecho es tanto más importante por cuanto encon-
traba a su disposición un lenguaje muy preciso,
elaborado cuidadosamente por Peano y Russell:
el lenguaje de la lógica simbólica. Además, se sabe
que, lejos de usarlo, ha adoptado una actitud franca-
mente crítica a este respecto. Su oposición a la
filosofía logística inicial, es decir, a la reducción de
las matemáticas a la lógica, le ha llevado a rechazar
al mismo tiempo, y confundiéndola en el mismo
rechazo, la técnica logística; en otras palabras, ha
rechazado el lenguaje simbólico de mayor precisión
que la logística ofrecía para el análisis de la ciencia.
Al contrario, debido a un uso sistemático de la
logística se distingue una de las corrientes más
importantes de la epistemología contemporánea: la
que, partiendo de Viena, se ha extendido amplia-
mente por Estados Unidos bajo la influencia de los
emigrantes de Europa central. Una de las carac-
terísticas del empirismo lógico reside en la. unión,
aparentemente paradójica, entre una filosofía em-
pirista, surgida del fenomenismo de Mach que
basaba en datos sensoriales todas las ciencias de la
LAS APROXIMACIONES 35

realidad, y la filosofía logística de Russell, en la


interpretación que de ella daba Wittgenstein al
ver en la lógica un simple lenguaje, una forma pura
que tan sólo permite transformaciones tautológicas
del discurso sin llevar por sí mismo ningún tipo de
conocimiento. Al intentar traducir en simbolismo
logístico, como lo hicieron los matemáticos, todos
los enunciados científicos, se les dará una expresión
precisa y además se separará, por desprovistas de
sentido, todas las fórmulas verbales que no puedan
someterse a tal expresión. Naturalmente, hay que
completar con las ciencias de la realidad el vocabu-
lario lógico-matemático que sólo aporta la estruc-
tura del discurso, es decir, una forma vacía, e
introducir símbolos que expresen los conceptos
propios de cada una de estas ciencias.
Aunque este método de análisis formal sea un
elemento característico del empirismo lógico, por
ello, no hay que asociarle indisolublemente todas
las tesis de esta teoría filosófica. El uso del simbo-
lismo logístico no implica necesariamente que se
acepte la vacuidad del lenguaje lógico-matemático
ni la separación radical entre los enunciados ana-
líticos y tautológicos y los enunciados sintéticos y
empíricos, ni el rechazo, por falta de sentido, de los
problemas metafísicos. Cuando menos, se debe al
empirismo lógico el haber introducido el empleo
sistemático, en epistemología, del lenguaje logís-
tico, y mostrado por el ejemplo su utilidad.

III. - El análisis histórico-crítico


Hasta este momento el estudio logístico se ha
aplicado casi únicamente al análisis de la ciencia
en su estado no actual. Para la ciencia, como para
36 LA EPISTEMOWGÍA

todos los demás temas humanos, el presente sólo


puede entenderse gracias al pasado. La historia
ofrece un buen medio de análisis, separando por
fechas y circunstancias de aparición los diversos
elementos que han contribuido a formar poco a
poco las nociones y principios de nuestra ciencia.
Por ejemplo, numerosos autores del sigl.,AXV¡¡¡:
como D'Alembert, consideraban los principios de
la mecánica; tal como los había enunciado Newton,
como verdades necesarias que se imponían al es-
píritu por su propia evidencia, como los de geome-
tría y aritmética. No obstante, surgían dudas y la
Academia de Berlín planteó la cuestión de saber
si eran de verdad necesaria o de verdad contingente;
en otras palabras, si su origen era a priori o empírico.
Recurrir a la historia demuestra lo superficial que
es la alternativa y da a la pregunta una respuesta
más matizada. Por una parte, tal como lo constata
Whewell, «nadie puede dudar, ya que es un hecho
histórico, que estas leyes se hayan obtenido a
partir de la experiencia. No cabe conjetura alguna.
Conocemos el momento, personas y circunstancias
que están ligadas a cada etapa de estos descubri-
mientos. He dado cuenta de ello en mi Historias»,
Pero, esto no significa que, como lo afirma el
empirismo, estos principios tengan por sí mismos
un espíritu pasivo e indiferente ante lo que se les
presenta. Proceden de una determinada manera
de interrogar a la experiencia, de plantearle pro-
blemas y de interpretar sus respuestas; se produce
este diálogo por determinadas exigencias que se
manifiestan permanentemente y a las que se puede

1 Phiw.ophy of Ihe indtU:live ",,;ene.., 111, VIII, l. Esta constatación plantea


UD problema a Whewe1l, que continúa considerando a estas proposiciones como
evidencias racionales. Resuelve la paradoja con una audaz teoria del progreso
de la evidencia y evolución de la razón.
LAS APROXIMACIONES 37

considerar, por ello, constitutivas de la razón:


antes que nada, debido a la obstinada voluntad de
encontrar de nuevo bajo los diversos cambios de los
fenómenos una identidad, como concluía Meyerson,
o al menos, una invariabilidad.
Considerada así, la epistemología se distingue de
la historia de las ciencias en que esta es, en sí
misma, un medio y no un fin. Basada en la historia,
su investigación es esencialmente crítica: su fina-
lidad es distinguir, gracias a los datos que le pro-
porciona el estudio de su pasado, los elementos que
han contribuido a la formación de la ciencia y del
ideal científico. Todavía en este punto es difícil
establecer una clara separación entre ambas disci-
plinas. Por un lado acudir a la historia puede ser,
para el epistemólogo, un hecho intermitente y oca-
sional. Por otro, la historia de las ciencias oscila
también entre ambos límites. Objetivamente, se la
puede concebir como una recopilación casi anecdó-
tica de nombres propios y fechas: más que una
verdadera historia, quizá se trate de una cronología
que intenta ser inteligible. Esta historia, al ser una
historia de ideas, no puede escribirse con el mismo
estilo que el de una historia de acontecimientos,
ya que los encadenamientos no son de la misma
naturaleza en ambos casos. Lo que, por metáfora,
se llama el movimiento de las ideas, no está regido,
como el movimiento de los cuerpos, por una cau-
salidad eficiente, sino orientada hacia esta finalidad
que es la búsqueda de lo verdadero. Se trate de
ideas científicas, morales, estéticas, etc., su historia
sólo puede escribirse partiendo desde su interior,
si cabe. Precisamente por ello, la recurrencia tem-
poral, que para describirla de una manera com-
prensible proyecta sobre el pasado las luces del
presente, puesto que obliga a escribir de nuevo la
38 LA EPISTEMOLOGÍA

historia de cada generaclOn, es más importante


para la historia de la ciencia que para la historia
de los acontecimientos, tal como lo afirma Bache-
lardo La historia de las ciencias, además de pura-
mente narrativa, es en algún grado filosófica. En
efecto, a veces se duda si considerar a tal autor
historiador o epistemólogo. El caso es relativa-
mente sencillo cuando son más historiadores por
algunas de sus obras en las que, no obstante, las
consideraciones filosóficas no faltan, como Milhaud
y Meyerson; y más epistemólogos por sus trabajos
en los que frecuentemente aluden a la historia.
Puede suceder también que ambos elementos se
compenetren tanto que sólo el orden de exposición
y el titulo de los trabajos permiten distinguir entre
un epistemólogo historiador como Meyerson y un
historiador epistemólogo como A. Koyré.
¿Podemos concluir, como algunos hacen, en que
ambas disciplinas se funden finalmente en una y
que, del mismo modo que «sólo hay una historia
epistemológica de las ciencias, recíprocamente, hay
tan sólo una epistemología histórica»2? Se com-
prende perfectamente que esta absorción de la
epistemología en la historia de las ciencias, historia
en la que el desarrollo temporal se entiende como
movimiento dialéctico, esté de acuerdo con una
determinada filosofía. De esta manera se intenta
que la epistemología sea algo más científica. Ahora
bien, si mientras es posible se confiere a una dis-
ciplina la objetividad científica, lo primero que
debe procurarse es desligarla de los elementos filo-
sóficos con los cuales quienes la cultivan todavía
no se han puesto de acuerdo; de no ser así, se va
a oponer un dogmatismo a otro. Cabe recordar de

I Artlcu10 «Epistemología» en la Eneyelop,.,dio U,,¡venalio. vol. VI. pág. 372.


LAS APROXIMACIONES 39

nuevo lo que se ha dicho anteriormente sohre el


tema de la penetración del empirismo lógico en la
epistemología. Hay varios caminos de acceso a la
epistemología y varios tipos de comprensión.

IV. - La epistemología genética

Una de estas vías de acceso, parecida a la de la


historia por tratar del estudio del conocimiento a
través de su futuro, tomándola no como un estado
sino como un proceso, es la ahierta por Piaget y
en la que él y su equipo han trabajado.
Se había preparado con numerosos trabajos que
él, solo o en colahoración, había dedicado a la
psicología del niño: la génesis de las estructuras
lógicas elementales, la génesis de las ideas del
número, la génesis de la causa, la génesis del azar...
Efectivamente, la psicología del niño, que estudia
a este en sí mismo, es el medio en vistas a una psi-
cología genética que husca una explicación causal
de los mecanismos intelectuales a través del análisis
de su formación. Y la psicología genética es a su
vez una de las disciplinas fundamentales que con-
tribuyen al estahlecimiento de una epistemología
genética; esta permite la «transición entre la psico-
logía genética y la epistemología en general, que
espera enriquecer con el estudio del desarrolloa".
Por otra parte, la psicología genética se asemeja
a la epistemología histórico-critica porque toma
el desarrollo del conocimiento en el momento en
que comienza la historia de la ciencia. En este
punto la psicogénesis completa a la sociogénesis.

a Piaget. Prefacio al Diclionnair. d'lpillémologi4 gbillique de A. M. Battro.


PUF. París, 1965.
40 LA EPISTEMOLlJ(;lA

Incluso en sus comienzos, la ciencia aludía a no-


ciones elaboradas por un pensamiento ya consti-
tuido, y estas mismas nociones sólo pueden com-
prenderse gracias a una especie de embriología
de la razón.
Para instaurar y promover este tipo de inves-
tigaciones que le preocupaban desde el comienzo
de su carrera, Piaget, tras publicar su Introduction.
a l'épistémologie génétique, fundó en 1955 el Centro
Internacional de Epistemología Genética, ligado a
la Facultad de Ciencias de Ginebra. La organiza-
ción de los estudios que en él se llevaron a cabo'
estaba presidida por dos imperativos: el primero,
asegurar una estrecha colaboración entre psicólogos
especialistas del desarrollo genético y lógicos es-
pecialistas de la formalización, o sea, sabios de
diversas disciplinas que se plantean problemas de
epistemología; el segundo imperativo era reducir
estos problemas a formulaciones que puedan tra-
tarse por medios de la psicología experimental; y,
por último, desembocar en soluciones confirmadas
por la experiencia.
Debido a esta alusión sistemática a la expe-
riencia, entendida en el sentido riguroso de expe-
riencia científica, esta epistemología genética se
distingue de la simple intervención de consideracio-
nes genéticas más o menos elaboradas que pueden
encontrarse en los trabajos anteriores de algunos
epistemólogos. Los sabios que reflexionan sobre su
ciencia muchas veces aluden a estas consideracio-
nes. Unas veces, se trata más bien de reconstruc-
ciones racionales arbitrarias que desembocan en
• Sus resultado. se publican en las PUF al ritmo de varios volúm_ annale.
con el titulo general de Elude. d'epislém%gie généliqUfl y bajo la dineei6n de
J. Piaget. El número de volúmenes aparecidos ba.ta abora se aproxima a la
treintena.· El primer volumen contiene UD exhaustivo estudio de Piaget referente
al programa y los métodos de la epistemologla genética.
LAS APROXIMACIONES 41

tesis filosóficas y no en resultados científicos; por


ejemplo, Frege y RusselI hacen depender las nocio-
nes y principios aritméticos de nociones y princi-
pios puramente lógicos. Otras veces, acercándose
ya al punto de vista de los psicólogos, se han de-
jado influir, como Poincaré, por sugerencias intros-
pectivas, como si la introspección pudiera comu-
nicar al sabio la formación de sus nociones funda-
mentales y principios básicos. Y otras veces, hay
quien intenta fundar una epistemología realmente
genética en una psicologia; como F. Enriques.
Pero esta psicologia a la que se alude ha pasado
de moda actualmente, estando todavía influida por
la psicologia clásica. Contrariamente, el uso re-
gular de procedimientos experimentales, como los
practicados por Piaget en sus trabajos sobre la
psicologia del niño, permite trasladar al terreno
de la experiencia todos los problemas de episte-
mologia relacionados con la génesis. De esta ma-
nera, en los debates en que, a nivel teórico, se opo-
nen las diversas teorías epistemológicas, se podrá
contrastar y sustituir una epistemologia de carác-
ter científico por una epistemologia todavía insu-
ficientemente liberada de especulaciones de tipo
filosófico. Por ejemplo, se podrá distinguir lo justo
y lo erróneo de RusselI al hablar de la noción de
número bajo sus dos aspectos cardinal y ordinal,
de las nociones lógicas de clase y de relación transi-
tiva asimétrica. También podrá verse lo excesivo
que resulta la brutal separación establecida por el
empirismo lógico, sobre todo en sus comienzos,
entre el conocimiento empírico considerado como
simple constatación sensorial, y el instrumento
lógico-matemático, considerado como simple ins-
trumento lingüístico.
Otro elemento esencial de los trabajos del Centro
42 LA EPISTEMOWGÍA

de Ginebra es su carácter interdiseiplinario, En


primer lugar, es muy natural, sobre todo en un
momento en que los problemas de epistemología
tienden a especializarse e integrarse en las diversas
ciencias, que se pongan de acuerdo los sabios que
se enfrentan con dichos problemas. El trabajo del
psicólogo es trasladar estos problemas, al menos
los que tratan de la génesis, a un nivel experimental
y proporcionar así los medios para resolverlos de
una manera científica; además de estos problemas,
el psicólogo debe aprender de los sabios cuáles
son y debe pedirles su control tal como los vayan
trasponiendo. La colaboración de los lógicos no es
menos indispensable debido a la estrecha depen-
dencia de la génesis con la estructura. La génesis
se hace por grados, cada uno de los cuales indica
un estado pasajero de equilibrio caracterizado por
una determinada estructura. Para fijar las etapas
del desarrollo es preciso que cada una de ellas sea
objeto de un análisis estructural, que sólo puede
realizarse con precisión con el instrumento logístico.
Pero colaboración no significa confusión de tareas:
la psicología, ciencia de lo real, no debe intervenir
en cuestiones de validez formal; y la lógica, ciencia
formal, no debe intervenir en cuestiones reales.
Si hasta ahora el Centro de Ginebra no ha aludi-
do a ningún historiador de las ciencias, aunque la
historia de las ciencias, como la psicología genética,
trabaje de acuerdo con la dimensión diacrónica
y sea una ciencia de hechos, no se debe sólo a que
la investigación histórica no estudia la misma etapa
de desarrollo, sino también a que se practica con
métodos distintos de los de la psicología infantil,
que han sido la base experimental en los trabajos
de un Centro cuyo animador es precisamente un
psicólogo infantil. Pero entre la psicogénesis y la
LAS APROXIMACIONES 43

sociogénesis hay un lazo estrecho, pues el estudio


de la segunda es como una prolongación del de la
primera. 'Tanto en un caso como en otro, el análisis
genético debe someterse a un análisis estructural.
Píaget" ilustra las relaciones que, en epistemología,
deben establecerse entre la aproximación por aná-
lisis logístico, la aproximación por psicología ge-
nética y la aproximación histórico-crítica, com-
parándolas con las que en biología han resultado
positivas entre la anatomía comparada, la embrio-
logía y la teoría de la evolución.
Al estudiar la epistemología a través de la psico-
logía genética, la escuela de Ginebra no excluye
los demás métodos, a no ser que no satisfagan las
exigencias científicas; colabora con estos métodos,
mostrando cómo articulan con el suyo propio.
Los valiosos resultados que ya ha obtenido la episte-
mología genética no impiden que se reconozca que,
tal como lo indica el adjetivo que la especifica, su
campo sólo coincide parcialmente con el de la epis-
temología general. En cierto sentido es más estre-
cho e incluso casi ajeno, ya que se le conoce en las
etapas precedentes a su ascensión en la ciencia.
De ahí la reacción, molesta para Piaget, del em-
pirismo lógico: vuestros estudios, se le objeta, son
interesantes, pero proceden de la psicología y no
de la epistemología. Y, por esta misma razón, su
campo es más amplio, puesto que abarca el co-
nocimiento general, considerado este desde su punto
de partida y no en el momento en que accede al
nivel científico. No es por azar, como ya se a visto,
que Piaget considera de entrada a la palabra episte-
mología como sinónimo de teoría del conocimiento.
Una de las razones que, no obstante, ofrecen el

• P.,.,1Io1ogie e' ópüIémologie. plig. 34. Gcmdñer. PufI. 1970.


44 LA EPISTEMOLOGÍA

gran interés de sus trabajos para la epistemología,


entendida en su sentido estricto como análisis del
conocimiento científico, es que sus trabajos elimi-
nan determinadas ilusiones que ofrecía un estudio
estrictamente limitado al análisis de dicho conoci-
miento. Los psicólogos nos han hablado del retraso
de esta toma de conciencia y nos han dicho que
es muy difícil reconocer las nociones más antiguas,
siendo las últimas que se esclarecen. La ciencia
se construye in medias res; sólo poco a poco y
difícilmente vuelve de nuevo a sus principios, anali-
zándolos. Si aceptáramos sin crítica alguna el orden
de aparición histórico, podríamos engañamos. Esta
crítica teórica se verá reforzada por los hechos al
estar de acuerdo con la psicología genética. Por
ejemplo, la geometría métrica ha precedido, por
mucho tiempo, a la geometría proyectiva y a la
topología, mientras que su orden psicogenético es
inverso y concuerda con un orden racional de
dependencia. La mecánica clásica subordina la
noción de velocidad a las de espacio y tiempo,
mientras que la mecánica de Einstein, cambiando
la subordinación, establece el orden que se constata
en el desarrollo mental del niño.
CAPÍTULO IV

LOS PROBLEMAS

Los problemas' de la epistemología se reparten


en dos grandes grupos: los de carácter general, que
abarcan la totalidad de las ciencias; y los propios
de cada grupo de ciencias más o menos amplio
o concernientes a una sola ciencia e incluso a una
rama de una determinada ciencia. Por ejemplo, la
historia de las ideas suscita, frente a la historia de
los hechos militares y diplomáticos, problemas
epistemológicos nuevos en cuanto a métodos, natu-
raleza de explicación, etc. Pero rechazan esta divi-
sión aquellos que, en su preocupación por preservar
a la epistemología de cualquier contacto filosófico,
quieren limitarla a los únicos problemas de episte-
mología interna, problemas que cada sabio debe
resolver en su especialidad y con sus propios medios.
Para ellos la epistemología es tan sólo la agrupa-
ción de epistemologías regionales ligadas cada una
de ellas a una determinada ciencia o, al menos,
a un grupo restringido de ciencias. Pero no habría
epistemología general, porque la Ciencia, en sin-
guIar y mayúscula, sería una invención filosófica.
Por más respetable que sea esta preocupación
de rigor científico, se plantean problemas que con-
ciernen, si no a la ciencia, al menos a las relaciones
entre las diversas ciencias. La decisión de excluirlos
de la epistemología y de considerarlos problemas
de la filosofía de la ciencia sólo se justificaría si
46 LA EPISTEMOWGIA

hubiera una clara frontera que separara ambos


órdenes de trabajo y si, por otra parte, los sabios,
como tales, se desinteresaran por completo de ellos.
La misma pluralidad de las ciencias y su ince-
sante proliferación, con sus encabalgamientos y
enlaces, no pueden satisfacer el espíritu del sabio,
quien no se contenta con una simple dispersión sin
plantearse problemas de coordinación. Actualmente
se ha transformado el viejo problema de la «clasi-
ficación» de las ciencias, denominación que por
aquel entonces era bastante incorrecta. No se trata
ya de construir un sistema rígido e inmutable en
el que cada ciencia tendría su lugar propio y defi-
nido con sus diversos compartimentos y en donde
incluso se indicaría, como en la clasificación de
Ampére, los lugares todavía vacíos para las ciencias
futuras. No es una clasificación análoga a la de las
especies vivientes o al cuadro de los elementos
químicos: las ciencias no se distinguen entre sí por
discontinuidades evidentes y absolutas como los
elementos químicos; sus transformaciones son infi-
nitamente más rápidas que las de las especies
vivientes. La clasificación que a mediados del si-
glo XVIII trazaba D'Alembert ya no es válida
actualmente. Pero un cuadro siempre es necesario;
se exige tan sólo que sea manejable y abierto, que
refleje el estado presente de la ciencia y admita
comunicaciones y reorganizaciones.
Junto a este problema de coordinación de con-
junto, se plantea todavía un problema general
concerniente a las relaciones entre los dos grandes
grupos en que se distribuyen las ciencias. Aunque
no nos pongamos de acuerdo sobre su interpreta-
ción, en general se admite la división entre las
ciencias formales, por una parte, lógica y matemá-
ticas, y las ciencias de lo real, por otra. A partir
LOS PROBLEMAS 47

del nacimiento de la matemática racional uno se


pregunta por el acuerdo aparentemente milagroso
entre sus explicaciones y las de la experiencia. Con
el nacimiento de la física matemática en la época
moderna, el problema se ha planteado de una ma-
nera más aguda y todavía más hoy en día debido
a la aplicación en conjunto de las ciencias de la
matemática, que no es sólo cuantitativa, sino tam-
bién estructural, interesándose, como Descartes lo
presentía, tanto por el orden como por la medida.
Si este problema de aplicabilidad todavía conserva
un aspecto filosófico, quedan al menos a nivel
estrictamente científico muchos problemas que re-
sultan de la aplicación efectiva. La importancia
que en la actualidad va adquiriendo la teoría de
los «modelos» puede proporcionarnos un vivo ejem-
plo: se trata de una epistemología general, aun
siendo una epistemología interna. Pueden mencio-
narse otros ejemplos más tradicionales sobre pro-
blemas de epistemología general que permanecen
a nivel subfilosófico, especialmente los concernientes
al análisis de algunas nociones comunes a todas las
ciencias o a la mayoría de ellas. El matemático,
físico, naturalista y lexicógrafo se sirven también
de definiciones: ¿basta distinguir, a partir de Aris-
tóteles, entre las definiciones de cosas y las de
número, o, como lo hace Liard, entre las defini-
ciones geométricas y las empíricas? Para el mate-
mático la probabilidad es objeto de cálculo; el
físico sabe que sus métodos inductivos desembocan
en probabilidades y considera a todas sus leyes
como probabilidades; el historiador se pregunta
sobre la probabilidad de los testimonios: ¿se trata
siempre de una misma probabilidad en estas di-
versas ciencias, o si no, cómo se organizan entre
sí estos diversos sentidos?
48 LA EPISTEMOWGÍA

Si las ciencias son diversas y diversas las cuali-


dades de espíritu que cada una de ellas pide,
algunas experiencias comunes caracterizan el espí-
ritu científico en general: una es la exigencia de
inteligibilidad que compara al sabio con el filósofo;
otra, que lo relaciona con el ingeniero, es la exi-
gencia de positividad, esto es, de posibilidad de un
control intersubjetivo. Cuando se intenta acatarlos
escrupulosamente, ambos imperativos no concuer-
dan siempre entre sí y la tensión resultante deter-
mina en el interior de cada ciencia un desacuerdo
sobre el ideal científico. Se le reconocerá fácilmente
bajo las diversas formas que adopta en cada ciencia.
Quizá sea en las ciencias del mundo físico donde
se manifiesta más claramente en las dos maneras
de concebir las relaciones entre la parte teórica
y la experimental; o, lo que es casi lo mismo, el
significado de las teorías: ¿intentan profundizar
nuestro conocimiento de los fenómenos buscando,
detrás de las leyes, las causas explicativas, o bien,
no son más que una sistematización de un conjunto
de leyes? Persiste este conflicto a lo largo de la
historia tras la distinción que, desde Platón hasta
Copérnico, existió entre la astronomía física que
intenta explicar los fenómenos por sus causas
ocultas, y la astronomía formal que sólo se enca-
mina a «salvarlas» hasta las discusiones actuales
sobre la interpretación del indeterminismo cuán-
tico, pasando por la rivalidad entre cartesianos
y newtonianos a comienzos del siglo XVIII y luego
en el siglo XIX entre mecanicismo y energetismo con
sus repercusiones sobre la áspera querella entre los
químicos partidarios de la representación atómica
y los de la representación por eqnivalentes. Pero
también ocurre algo semejante en otras ciencias.
El parecido intelectual se manifiesta entre el intui-
WS PROBLEMAS 49

cionismo de Brouwer en matemáticas y el fenó-


meno positivista en física; en biología la oposición
del mecanicismo frente al vitalismo; en psicología,
la del behaviorismo frente a la reHexología en la
psicología entendida como hermenéutica; en histo-
ria, la oposición de la historia de los aconteci-
mientos con la historia explicativa o más bien
comprehensiva, que proceden de una dualidad en
el ideal científico. Pero hay algo más que un hecho
de epistemología general y Meyerson se refirió a ello
en su defensa contra el positivismo de lo que él
llama realismo o causalismo.
Por debajo de estos problemas y descendiendo
un grado en la generalización hacia la especializa-
ción, se encuentran aquellos que se relacionan con
uno u otro de los dos grandes grupos de las cien-
cias. Desde una época reciente, la lógica, bajo su
nueva forma de lógica simbólica o logística, figura
junto a las matemáticas y en estrecha unión con
ellas: ello plantea bajo una nueva forma el pro-
blema de la relación entre ambas disciplinas. Actual-
mente, cuando se estudia la naturaleza del razona-
miento matemático, ya no se intenta confrontarla
con el silogismo. Con la nueva lógica el problema
esencial es saber si la matemática se puede reducir
a ella, lo que sería una manera de fundarla. De
cualquier modo, cada problema de la epistemología
matemática tiene su correspondiente en lógica y
a la inversa. Quizá sería mejor decir que son co-
munes a ambas ciencias: por ejemplo, el problema
del estatuto ontológico de sus nociones o del corres-
pondiente objetivo de sus términos. Con facilidad
podríamos plantearnos, en matemáticas, el pro-
blema de saber si los principios de la lógica expresan
leyes del ser, normas del pensamiento o bien reglas
para la manipulación de los símbolos; en otras

"
50 LA EPISTEMOLOGÍA

palabras, si la lógica es una ciencia objetiva, nor-


mativa, o bien un arte del cálculo.
Los problemas de epistemología comunes a las
ciencias de lo real se plantean en física de una
forma ejemplar; pues, al hablar de dichos pro-
blemas, casi siempre se piensa en ella y se toman
sus ejemplos. Emest NageIt divide estos problemas
en tres según afecten a la construcción de los con-
ceptos, a la estructura de las explicaciones o a la
validez de las conclusiones. Los problemas rela-
tivos al método experimental, y a la naturaleza y
justificación de los procedimientos inductivos, ocu-
pan evidentemente un lugar importante en dichos
estudios. Uno se pregunta también sobre la fun-
ción de las teorías, sobre la naturaleza de las
leyes y sobre la de los hechos, junto con la posi-
bilidad de construcción y acuerdo que admiten.
Se plantea así el gran problema de la unidad de
las ciencias de lo real: ¿pueden agruparse todas
en un solo tipo fundamental, cuyo modelo más
completo sería la física?; ¿o están irremediable-
mente separadas en dos o tres ramas?
Sobre este último problema se relacionan, más
o menos directamente, la mayoría de los problemas
que se plantean en las ciencias de la vida y en las
ciencias del hombre, que son relativamente más
restringidas que las ciencias vistas hasta ahora.
Efectivamente, aparecen conceptos fundamentales
que son completamente ajenos a los de la física
y aparentemente irreductibles a ella. No se habla
sólo de leyes abstractas, sino también de seres; se
tienen en cnenta los hechos y los valores. Induda-
blemente, puede analizarse un ser como una inter-

1 The .tructure o/ .cienee, problems in ,he logie o/ .cientifit: e:.t:planalion. Har-


court, Beaee & World, Nueva York y Bur1ingame, 1961.
LOS PROBLEMAS 51

sección de leyes, pero eludimos asi su característica


esencial: la individualidad. Se pueden considerar
los valores como datos de hechos, pero estos hechos
son de la misma naturaleza que la de los hechos
que trata la ciencia del mundo fisico; abarcan no-
ciones como las de tendencia, función, éxito y fra-
caso, normal y patológico... , nociones todas ellas
que gravitan en torno a la noción de finalidad. La
palabra atemoriza al biólogo, pero no puede rehusar
a la idea y le quita todo aquello que podría rela-
cionarle con la conciencia o con la intención: de las
«causas finales» de Aristóteles a la «teleonomia»
de J acques Monod, pasando por lo que Goblot
llama la «conveniencia compleja»; el recorrido es
largo. Todas estas nociones comportan un análisis
epistemológico. El problema más grave es saber
si estas nociones pueden finalmente, o hasta qué
punto, interpretarse con el lenguaje de la fisica, o
cuando menos ponerse de acuerdo con él.
Con la aparición de la conciencia clara, de la
actividad voluntaria, del lenguaje, de los utensilios,
luego de las sociedades politicas, de la religión, del
arte, de la ciencia, surgen nuevos conceptos o
«ideas fundamentales» de las que todavia sólo se
encuentra un esbozo en las ciencias de la vida.
De ahi surgen nuevos problemas; por ejemplo, ¿en
este nuevo campo hay que sustituir la «comprehen-
sión» por la «expücación»?; ¿las finalidades pueden,
y de qué manera, considerarse causas?; ¿en qué
medida, o en qué forma, la aplicación del instru-
mento matemático es posible y deseable? En el
interior de estas ciencias, que se agrupan bajo la
denominación global de ciencias del hombre, se
plantea la cuestión de su homogeneidad. Comunes
por su objeto que es el hombre, no son muy dis-
paratadas por sus estudios. La antropología, a pe-
52 LA EPISTEMOLOGÍA

sar de su nombre, es un simple fragmento de ellas;


la historia es científica, pero no es una ciencia en
el sentido en que lo son la sociología y la psicología;
las llamadas ciencias normativas son bastante dife-
rentes de las otras para que a menudo puedan res-
ponder al título de ciencias; etc.
También en estas disciplinas surgen problemas
relativos a su jerarquía. Por varias razones y en
determinados momentos, una de estas disciplinas
e incluso una teoría surgida de una de ellas preside
el conjunto o se atribuye una función rectora. En
el siglo XIX, al que a veces se ha llamado el siglo
de la historia, esta no sólo se desarrolla por sí
misma, sino que parece reinar en todas las partes
en donde se habla del hombre; así lo han recono-
cido, aunque cada uno a su modo, Cournot, Dilthey
y también Marc Blochs, quien dice con humor: «El
buen historiador se parece al ogro; allí donde huele
carne humana sabe que está su caza». En nuestros
días la lingüística, por el éxito de sus métodos de
estudio, toma, frente a sus ciencias más cercanas,
un valor ejemplar. Algunas teorías elaboradas en
el interior de una de estas ciencias, como el mate-
rialismo dialéctico o el psicoanálisis, a veces sirven
de principio general de explicación para todos los
temas humanos.
Esta insustanciosa e incompleta enumeración
puede dar ya una idea sobre los problemas que la
epistemología trata y sobre su variedad. Para enri-
quecerla hay que presentar algunos ejemplos, aun-
que sea someramente: será el objeto de nuestra
segunda parte. Nuestros dos primeros ejemplos son
de epistemología general; los tres siguientes de

I Apologie poor I'''ioloiro o.. lo mélier d'''iolorien, pág. 4, Colin, Perú, 1949;
oegún eete autor, más que el pasado, «el objelo de la "ieloria o. por naluralaa
01 hombre».
LOS PROBLEMAS 53

epistemologías algo más especiales, ya que dos se


relacionan con las ciencias formales y el otro con
las ciencias de lo real. Sin duda, se desearía des-
cender un poco más hacia la especialización y aña-
dir un capítulo cuyos ejemplos hubiesen sido sa-
cados uno de las ciencias de la vida y otro de las
ciencias del hombre. Pero debíamos detenernos en
algún punto en un libro de dimensiones limitadas.
En el campo de las llamadas ciencias exactas, ma-
temáticas y física, los trabajos de epistemología
han sido los más desarrollados y tamhién los más
alejados de los problemas filosóficos y de los pro-
blemas que son el objeto mismo de la ciencia:
razón suplementaria para darles preferencia.
En la elección de nuestros ejemplos hemos pro-
curado que sean de dos tipos, que sólo se distinguen
entre sí por una diferencia de grado. Se constatará
que algunos de nuestros problemas expuestos, los
de los dos últimos capítulos, aunque no sean total-
mente nuevos, al menos han tomado una forma
y extensión nuevas en la época actual, mientras
que los demás están íntimamente ligados a una
larga tradición. Pues intentamos mostrar que, si la
epistemología contemporánea presenta un nuevo
espíritu, no por ello está necesariamente desligada
de su ascendencia filosófica.
SEGUNDA PARTE

ALGUNOS PROBLEMAS
DE EPISTEMOLOGíA

CAPÍTULO V

LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS

l. - La unidad de la ciencia

¿Ciencia, o ciencias? Múltiple por la pluralidad


de sus objetos y por la diversidad de sus métodos,
la ciencia es una para el sujeto que la concibe.
Según se la considere bajo uno u otro de estos as-
pectos, se hablará de su división o de su unidad.
Al comienzo de los tiempos modernos, Descartes
opone a la dispersión de las ciencias como asigna-
turas que se enseñan en las escuelas, la unidad del
saber en el espíritu de quien las concibe. «Todas
las ciencias no son más que la sabiduría humana
que permanece siempre una y la misma, por más
diferentes que sean los objetos a que se aplica,
y que sólo recibe como cambios de estos objetos al
luz de todo lo que ilumínan-.» El método es uni-

1 Regulre, 1, traducción de G. Le Roy.


56 LA EPISTEMOux;iA

versal; la física engloba a la biología y todo lo que


en psicología es común al hombre y a los animales,
como los sentidos, la memoria, la imaginación y las
pasiones. El auge de la ciencia en el siglo XVII
hace que esta no pueda ser concebida en su tota-
lidad por un espíritu en el que hubiera conservado
su unidad. Leibniz es el último sabio universal.
En el siglo XVIII la ciencia, entendida como con-
quista intelectual personal, es sustituida por la
enciclopedia, cuya finalidad es «reunir los conoci-
mientos extendidos en la superficie de la tierra», lo
que «no puede ser hecho sólo por un hombrea",
Auguste Comte habla de este estado reconociendo
la división de la ciencia en seis ciencias funda-
mentales y presentando su irreductibilidad como
esencial y definitiva y no accidental y provisoria.
Todas las tentativas para relacionar una ciencia
con la anterior y explicar así lo superior por medio
de lo inferior son calificadas de «materialistas» y
también, y con mayor motivo, los intentos de expli-
cación universal de los fenómenos por medio de
una ley única. En cada una de las ciencias funda-
mentales un tabique separa irremediablemente sus
diversas ramas; por ejemplo, los cinco capítulos de
la física cuya separación se basa en la heteroge-
neidad de los fenómenos; tabiques que, sin em-
bargo, admiten cierta colaboración. Y, si hay diver-
sidad debida a los objetos de estudio, hay unidad
en cuanto al espíritu científico, o sea, al conjunto
de cualidades requeridas para toda investigación
científica; cualidades resumidas en lo que Comte
llama espíritu positivo.
A partir de Comte y con los acelerados progresos
de la ciencia, cada una de las ciencias fundamen-

• Diderot, artleuIo cEncyclopédie» en L' Eru:yclopUie.


LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS 57

tales se divide a su vez en disciplinas particulares,


entre las que se distribuyen los sabios al especiali-
zarse en ellas", Pero, precisamente para remediar
esta constante dispersión, se aspira a cierta unifi-
cación, y no, como lo creía Comte, a través de la
institución de un cuerpo de especialistas de gene-
ralidades científicas, sino a través de la unificación
interna de cada una de las grandes disciplinas:
actualmente, el positivismo, al igual que en su
concepción de las separaciones definitivas, se pre-
senta, según términos de A. Lichnerowicz, como un
estadio infantil de la ciencia. Bourbaki reagrupa
«todas las ciencias particulares llamadas, común-
mente, matemáticas», como ya decía Descartes;
luego, estas ciencias se han multiplicado, bajo la
unidad matemática, en singular, diversificada tan
sólo por un número muy pequeño de estructuras
que rigen una organización sistemática. La física
del siglo XIX reagrupaba sus diversos capítulos tra-
dicionales, que surgieron debido a la heterogeneidad
de las cualidades sensibles bajo la dualidad de la
mecánica y electromagnetismo, de la física puntual
y de la física de campo. La física del siglo xx
reduce esta dualidad de los dominios a la comple-
mentariedad de dos puntos de vista: el corpuscular
y el ondulatorio. Esta física, tras haber presen-
ciado el desmoronamiento de la física clásica y el
auge de la física relativista y de la cuántica en la
que la física tradicional se presenta como una dege-
neración, intenta reunirlos dos extremos con la
construcción de una teoría unitaria de campo. Por

3 «No hay hombres que, por ejemplo, conozcan toda 1& física de su tiempo,
como era el caso de Langevin, Cotton y Debye, ni incluso hombres que conozcan
una rama importante, digamos la tIsica nuclear, como Rutberford y .Jolíct,
Si se concede el título de sabios a los hombres que tengan una, visi6n general de
una determinada disciplina, debe reconocerse que ya no hay sabios y que sólo
quedan científicos», Magat, M., en Le Monde, 12 mayo 1971.
58 LA EPISTEMOLOGÍA

otra parte, se establecen relaciones entre las di-


versas ciencias de una manera todavía desconocida
en la época de Comte, a medida que la creciente
matematización de las ciencias se combina con los
axiomas de la matemática. En este momento se
reconoce la existencia, de una ciencia' a otra, de
isomorfismos, o sea, de identidades de estructura
bajo contenidos totalmente heterogéneos. Así están
relacionadas como «modelos» de una única y misma
teoría abstracta, teorías específicas aparentemente
muy distanciadas entre sí. Finalmente, se desarro-
llan investigaciones interdisciplinarias que ya Comte
había recomendado, pero que hasta hoy no se han
realizado y no han adquirido un carácter muy dis-
tinto del que podía otorgarles el dogmatismo posi-
tivista. Ya no se intentan establecer conexiones,
bastante excepcionales, entre ciencias próximas
cuyo estatuto permanecería, no obstante, fijo para
siempre como la constitución de la química-física
o de la óptica fisiológica. Actualmente, las disci-
plinas mixtas se convertirían casi en reglas. Las
ciencias se multiplican, se comunican entre sí, no
se ponen fronteras; se unen las disciplinas más
distanciadas y en apariencia las más disparatadas,
como la cibernética en la que cooperan la lógica
bivalente, la teoría de los circuitos eléctricos y la
fisiología nerviosa. De este modo cada ciencia sale
de su aislamiento y se obtiene la unidad por medio
de lazos, cada vez más numerosos, entre todas las
partes del saber. La ciencia actual admite las rela-
ciones imprevistas; tolera la convivencia entre múl-
tiples y diversas reagrupaciones; acepta la continua
reorganización; y, por su debilidad, se opone a la
rigidez positivista. Bajo las diversas aptitudes re-
queridas para ser matemático, biólogo o historia-
dor, el espíritu científico tiene siempre las mismas
LA ORGANIZACI6N DE LAS CIENCIAS 59

características fundamentales, además de las exi-


gencias comunes de verificabilidad y objetividad
que definen -en el sentido propio de esta palabra,
limitan- el conocimiento científico ante las demás
formas de conocimiento.
Si a nivel de práctica científica se admite el ideal
de unificación, a nivel teórico el tema de la unidad
de la ciencia ocupa un importante lugar en el
empirismo lógico, en donde tiene un matiz filosófico
más acentuado. De una manera aparentemente
paradójica, concuerda con la tesis de la dualidad
radical entre las ciencias formales, lógica y mate-
máticas juntas, y las ciencias de lo real, conside-
radas las primeras como un instrumento científico
más que ciencias propiamente dichas, ya que no
nos enseñan nada del mundo. El problema de la
unidad de la ciencia sólo se plantea en las ciencias
de lo real en donde la unificación se concibe no
a nivel de sujeto, como en Descartes, ni a nivel
de objeto, como en el materialismo tradicional,
sino a nivel de lenguaje. No se quiere reconocer
la irreducible especificidad de los conceptos funda-
mentales de las diversas ciencias y se exige que se
reduzcan todos los términos que los expresan a
términos del lenguaje físico.
Al comienzo, Carnap presentó este «fisicalismo»
de una manera muy directa que, a pesar de la
transición del nivel ontológico al lingüístico, se
parecía mucho al «materialismo» de Comte, en el
sentido de reducción de lo superior a lo inferior: la
biología sería mecanicista, la psicología behavio-
rista, etc. Pues relacionaba todos los términos cien-
tíficos con los de la física por medio de definiciones,
lo que permitiría excluirlos y traducir todas las
proposiciones de la ciencia a proposiciones de la
física. La imposibilidad actual de reducirlo todo
60 LA EPISTEMOLOGiA

a dichas proposiciones ha hecho que Carnap adop-


tara un tipo de unificación mucho más débil, para
él provisorio, y admitiera, a falta de la definición
de un concepto biológico, psicológico y sociológico,
su «reducción» a un concepto físico por medio de
una frase que determina el sentido del nuevo con-
cepto, indicando las condiciones de la experiencia
por la que sería puesto a prueba. El término así
introducido no puede ser eliminado; este es el caso
de las defiuiciones; y, en consecuencia, los enun-
ciados en que dicho término figura no pueden con-
vertirse en proposiciones en las que sólo habrían los
términos anteriores. Así pues, del lenguaje físico
hay que distinguir un lenguaje «fisicalista», am-
pliación del anterior por la introducción de nuevos
signos adecuados gracias a la <<reducción». La tesis
de la unidad de la ciencia significa que toda pro-
posición científica puede expresarse en términos
fisicalistas y, en consecuencia, que un lenguaje fisi-
calista podrá considerarse como el lenguaje uni-
versal de la ciencias. El establecimiento de este
lenguaje ha constituido la principal finalidad del
empirismo lógico y ha sido objeto de trabajos agru-
pados en colecciones de títulos significativos: Ein-
heitswissenschaft, International Encyclopedia of uni-
fied science y también en el Journal of unified
science.
Aunque niegue tener algo de ontológico y pre-
tenda rechazar su lenguaje, aunque le haya llevado
más allá del lenguaje propio del físico, esta concep-
ción es totalitaria, por lo que muchos sabios dudan
aceptarla. En efecto, implica una opinión precon-

, Ver Ceruap, R., «Deber die Einheitssprache der Wissenschaft», Ádes da


Congre. bUe"",,'ional de Philosophie d.. Scie"".., Paeís, 1935. fase. 11, 1936;
Y «Testability and Meaning». Philosophy 01 Scienee, III-IV. 1936·37 (reproducido
en la obra de Feigl y Brodbeck anteriormente citada).
LA ORGANIZACI6N DE LAS CIENCIAS 61

cebida de los problemas fundamentales que les


dividen: pero ninguno de ellos rechaza el concepto,
más modesto, de la unificación por medio de síntesis
parciales, ni el reconocimiento de isomorfismo ni la
formación de lazos interdisciplinarios.

11. - La división de las ciencias

En su creciente dispersión las ciencias han per-


manecido agrupadas en grandes conjuntos según
sus objetos de estudio, puntos de vista y métodos.
Es este un hecho que la epistemología debe cons-
tatar; no se pregunta por su significado ni por su
relación con el punto de vista teórico.
Podríamos pedir a las instituciones oficiales que
nos dieran una imagen objetiva de la distribución
de las ciencias en un momento dado de su historia.
Pero, desgraciadamente, las instituciones van siem-
pre atrasadas y, cuando se intenta actualizarlas,
a menudo no se hace más que un simple arreglo
poco eficaz. En Francia, por ejemplo, la Academia
de Ciencias -como también lo hacían las Faculta-
des de Ciencias antes de la reciente reforma univer-
sitaria- sólo conserva las ciencias de la parte
central: en uno de los extremos falta la lógica y el
otro llega hasta la biología. Si bien algunas pocas
Facultades de Ciencias daban tímida importancia
a la lógica, esta dependía siempre administrativa-
mente de las Facultades de Letras. A un lógico
eminente se le cerrarían ante sí las puertas del
Instituto: pues la Academia de Ciencias no tiene
una sección para admitirlo y, teóricamente, tam-
poco encontraría lugar en la Academia más pró-
xima, ya que la lógica actual, ciencia formal, ha
62 LA EPISTEMOWGiA

dejado de ser una ciencia moral y nunca ha sido


una ciencia política. En el otro extremo de la escala,
tanto en la Academia de Ciencias Morales y Polí-
ticas como en las Facultades de Letras y Derecho,
se han relegado las disciplinas consideradas todavía
indignas de ser admitidas en el santuario. Por ello,
ambas facultades creyeron oportuno ampliar su
titulo introduciendo la prestigiosa palabra «cien-
cia»: para unas, ciencias humanas y, para otras,
ciencias económicas. Decisión que se explica por
dos razones completamente externas, pero no se
justifica intelectualmente: ¿la economía es extraña
a las ciencias humanas?, y a la inversa ¿las ciencias
humanas admitirían en su seno a la geografía física
y a la psicología animal?
Con frecuencia la reflexión epistemológica basa
la división de las ciencias en una dicotomía funda-
mental que ha sido presentada bajo formas muy
diversas.
Algunas de ellas son bastante superficiales. Como
la distinción entre ciencias abstractas y concretas,
que sólo se la acepta como indicadora de los dos
límites ideales entre los que se escalona el conjunto
de las ciencias. Spencer, que había adoptado esta
división, tuvo que intercalar un grupo de ciencias
«abstracto-concretas»; pero una vez abierto este
compartimiento todas las ciencias debían entrar
en él. Pues las ciencias más concretas se sirven de
conceptos y por ello aluden a la abstracción.
Tampoco hay ciencias totalmente abstractas, cien-
cias que hayan perdido todo contacto con lo con-
creto del que han partido; incluso las ciencias pura-
mente simbólicas y formales se basan aún en lo
concreto, como la intuición de los signos. Más que
una división binaria se ha hecho un desarrollo
continuo. Lo mismo ocurre en la distinción entre
LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS 63

ciencias deductivas y ciencias inductivas. Las mate-


máticas comenzaron por ser inductivas; las llama-
das ciencias inductivas toman con frecuencia, y
siempre aspiran a ello, la forma deductiva. Deduc-
ción e inducción marcan dos etapas en el desarrollo
de la ciencia, encuadradas por una etapa inicial
y por otra final. Parece ser que todas las ciencias,
que se distinguen tan sólo por su grado de des-
arrollo, siguen un mismo recorrido, pasando o des-
tinadas a pasar sucesivamente por los estadios
descriptivo, deductivo y axiomático.
Es más justificada la división, hecha desde la
Antigüedad y de acuerdo con las instituciones, que
separa las matemáticas y la física, en el amplio
sentido de este último término que designa el estu-
dio de la naturaleza en toda su extensión. En la
Edad Media las matemáticas están en las Faculta-
des de Artes como disciplina preparatoria, mientras
que la física se enseña en las Facultades superiores
como una parte de la filosofía. A comienzos de los
tiempos modernos, mientras la matematización de
la física estrecha los lazos entre ambas disciplinas,
el estudio de la naturaleza a nivel científico divide
al conocimiento científico en dos. Esta separación
entre el conocimiento a priori y el conocimiento
experimental está de acuerdo con la filosofía racio-
nalista de las ideas innatas y de la separación
radical entre el entendimiento y la sensibilidad; es
una filosofía que va ligada a la dualidad de la
naturaleza humana. El mismo empirismo se ve
obligado a reconocerla. Hume divide el conoci-
miento humano en dos, según trate de las relacio-
nes entre las ideas, o bien entre las cosas de hecho:
las leyes del primer conocimiento son, intuitiva y
demostrativamente, seguras y las del segundo cono-
cimiento son tan sólo probables. Pero esta dualidad
64 LA EPISTEMOWGÍA

molestaba al empirismo, que centra todos los cono-


cimientos en una sola fuente: la experiencia. MilI
propone una solución radical: ve en las proposi-
ciones no sólo geometría, sino también aritmética;
las considera simples verdades experimentales. Más
que oponerse radicalmente al pensamiento mate-
mático, poco a poco el empirismo se ha desviado
por otro camino. La matemática no es una ciencia
en el mismo sentido que lo son las demás. Sin duda
es científica, incluso de una manera ejemplar por
su rigor, precisión y certeza; pero no ofrece un
conocimiento de las cosas. Su lenguaje es coherente,
pero indiferente a lo real. Este nominalismo ya
aparece en Hobbes y principalmente en el siglo XVIII,
cuya tendencia general es el empirismo. Buffon 5
escribe: «Lo que se llama verdad matemática se
reduce a identidades de ideas y no tiene ninguna
realidad: suponemos, razonamos sobre nuestras su-
posiciones, de ellas sacamos consecuencias y luego
conclusiones. La conclusión o última consecuencia
es una auténtica proposición relativa a nuestra
suposición; pero esta verdad es tan real como la
misma suposición... Las verdades matemáticas son
tan sólo verdades de definición; o, si se quiere,
expresiones diferentes de una misma cosa», y, por
ello, son «siempre exactas y demostrativas, pero
abstractas, intelectuales·y arbitrarias». Indepen-
dientemente de toda especulación filosófica, los sa-
bios, que se sirven de la matemática como auxiliar,
son conscientes a menudo, y de forma más o menos
confusa, de la función esencialmente lingüística de
la matemática; en ella ven el lenguaje que mejor
se adapta a la expresión de sus conocímíentos".

5 Hü"'i.... I1GlureI'l., primer discurso.


S Un asloo, a quien hablaba yo un cHa de sus eolegee matem6t1coe. me rote-
rrwnpi6 y alzando loo homb ..... dijo: «Bah, ¡son literariosl».
LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS 65

En la época actual, esta idea, de la que se ha


hablado y de la que volverá a hablarse, ha renacido
de manera explícita, detallada y sistemática en el
empirismo lógico que opone a las «ciencias de lo
real» las «ciencias formales», lógica y matemáticas,
consideradas como elaboraciones de carácter lin-
güístico. Un sistema de lógica simbólica, dice
Carnap", «no es una teoría ni un sistema de afir-
maciones sobre algunos objetos, sino una lengua,
un sistema de signos con las reglas para su empleo».
Sin embargo, este concepto comporta reservas, y
no sólo de parte de los matemáticos «platonistas».
La división que este concepto traza se establece
menos entre dos grupos de ciencias que entre los
sistemas puramente formales y las interpretaciones
concretas que puedan recibir tanto en el campo
lógico o matemático como en el de la física o bio-
logía. La construcción de estos sistemas sólo es
posible en ciencias ya axiomatizadas; por ello, se
comprende que sean las más avanzadas en cuanto
a la formalización axiomática, que son uno de sus
mejores ejemplos.
Otra dicotomía en el interior mismo de las cien-
cias de lo real es la mencionada por Comte que
conserva en su clasificación de las ciencias el pri-
mer grupo de ellas: «Las unas, abstractas y gene-
rales, tienen por objeto el descubrimiento de las
leyes que rigen los diversos tipos de fenómenos .
Las otras, concretas, particulares, descriptivas .
consisten en la aplicación de estas leyes en la his-
toria efectiva de los diferentes seres existentesa'',
Es una distinción sobredeterminada: en ella hay,
al menos, tres oposiciones. Dejemos a un lado la

, Einführung in die symbolische Logik~ pág.l, Springer, Viena, 1954.


8 CaUTa: de philosophie posi'ive, lección segunda.
66 LA EPISTEMOLOGiA

de abstracto y concreto y también la de general


y particular. En primer lugar nos queda la de las
leyes y los seres; este último término puede tomarse
a su vez en sus dos sentidos, fuerte y débil. Si, al
igual que Leibniz, planteamos que todo aquello
que no es un ser no es verdaderamente un ser,
entonces la división se establecería entre la física
y las ciencias siguientes: la biología y las ciencias
del hombre. Si, como Comte, tomamos el sentido
más débil, vemos que son ciencias «descriptivas»;
por ejemplo, lo es la mineralogía en relación con
la química y la física; y en el campo de los seres
vivos, lo es la zoología o la botánica en relación
con la fisiología. Pero, al introducir la palabra
historia, Comte establece una tercera división. Este
término aún continúa siendo equívoco. En su sen-
tido primitivo, que se ha conservado en la expre-
sión «historia natural», designa un grupo de obser-
vaciones, siendo sinónimo de «ciencia descriptiva».
Pero, para un moderno, dicho término evoca la
idea de sucesión cronológica. En este último sen-
tido, la distinción, más que entre dos ciencias
o grupos de ciencias, se establece entre dos puntos
de vista: el histórico y el dogmático. Por ello,
Cournot" amplía cada ciencia teórica de lo real en
su correspondiente ciencia histórica; por ejemplo,
la fisica por la cosmología, añadiendo no obstante
que el elemento histórico toma una creciente impor-
tancia a medida que, cambiando de escalón, se
pasa de la física a la biología y de ahí al estudio
de las ciencias humanas en las que, nos dice, nos

9 Essai, Cap. XXII, «De la eoordioation des connaissances humaines». En un


cuadro con doble entrada, Coumot establece una divísién por series en la suce-
sión de los diversos grados- teórica y cosmológica o histórica; añade una tercera
serie: técnica o práctica. Esta triple distinción es bastante parecida a la de Adrian
Navilles teoremática o ciencia de las leyes, historia o ciencia de los hechos
y canónica o ciencia de las reglas.
LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS 67

hallamos en plena historial", Hasta el punto de


que los filósofos alemanes, como Dilthey, han hecho
coincidir a la historia con las ciencias del hombre
o, como ellos dicen, con las ciencias del espíritu,
opuestas así a las ciencias de la naturaleza; estas
explican sus fenómenos, mientras que las ciencias
del espíritu intentan comprenderlos. Estos puntos
de vista son discutibles; podemos mencionar la
distinción que hacía otro alemán, Rickert, entre las
ciencias nomotéticas que establecen leyes y las cien-
cias idiográficas, que describen lo singular y se
agrupan junto a la historia.
Esta distinción entre ciencias nomotéticas o teo-
remáticas y ciencias descriptivas o históricas es
más la distinción de dos grupos de ciencias que la
distinción interior de cada uno de los objetos de
estudio entre los que actualmente se está de acuerdo
para distribuir las ciencias de lo real: ciencias del
mundo inanimado, de la vida y del hombre-t.
Entre ambos extremos -las ciencias del mundo
inanimado y las ciencias del hombre-, las ciencias
de la vida ocupan un lugar inestable, balanceán-
dose hacia uno u otro de ambos polos. El dualismo
clásico de materia y espíritu, de física y moral,
precisado por los cartesianos con la oposición de la
extensión y pensamiento, rechazaba en física a la
10 Algunos, como Cournot, restringen el término historia para los aconteci-
mientos humanos y rechazarían por expresiones impropias las de «historia del
cielo» e «historia de las especies»; en efecto, la calificación de historiador sólo
la aplican a los que estudian el desarrollo cronológico de las sociedades humanas.
11 Preferimos esta expresión que la de «ciencias humanas» que, actualmente,
ha suplantado a la de «ciencias morales»; como ocurre con la de «ciencias del
espíritu», frecuente en Alemania, o con la de «ciencias de la cultura», cuya
abolición es lamentable. Todas las ciencias son humanas, incluso las que no
tratan del hombre. La denominación oficial, por desgracia, de «ciencias humanas»,
es una manifestación de la enfermedad de nuestra lengua, enfermedad llamada
adjetividad (conflicto petrolero, política ganadera, etc.}. Aquellos que deberían
conservar mucho más que otros la pureza de la lengua, DO dudan en otorgar
la expresión ehistoria literaria» al referirse a la historia de la literatura: ¿por qué
no decir una historia musical o una historia química? Una historia de la revolu-
ción no es necesariamente una historia revolucionaria.
68 LA EPISTEMOLOGÍA

biología. La teoría del animal máquina del !Siglo


XVII y la del hombre máquina del siglo XVIII son
todavía teorías filosóficas. Pero en los siglos XIX
y XX el trabajo científico impulsa cada vez más
lejos la reducción de los fenómenos vitales a fenó-
menos fisico químicos. Los mismos investigadores,
que por prudencia científica no se adhieren al dog-
ma mecanicista, admiten con frecuencia el meca-
nicismo como hipótesis de trabajo fecundo. La sepa-
ración fundamental parece estar entre la materia,
inanimada o viviente, y la conciencia. Pero, en
otros aspectos, la separación más profunda parece
estar entre lo inanimado y lo viviente, dotado o no
de conciencia clara. El dualismo cartesiano se sus-
tituye por un dualismo de tipo bergsoniano, que
opone la duración o interiorización de la vida y de
la conciencia a la espacialidad y exteriorización de
la materia bruta. Otros rasgos de la vida cons-
ciente se encuentran también en la vida orgánica,
mientras que la revolución científica del siglo XVII
excluía del mundo físico todo lo que podía recordar
dichos rasgos. Pretenden introducir un nuevo con-
cepto, radicalmente opuesto al de la física y común
a la biología y a la psicología12 • Por ejemplo, el
mundo físico desconoce la individualidad; induda-
blemente, tiene sistemas de cierta unidad, pero
todavía son tan sólo partes de ser, si cabe. Cournot
destacaba precisamente que, mientras la materia,
en singular, es una realidad, la vida no es más
que .nna abstracción, ya que sólo existen los vivien-
tes. Los sistemas materiales, incluso los más com-
plejos, no están verdaderamente organizados: no
tienen órganos propios, pues no tienen funciones
y es justo que se califique de inorgánico el mundo

12 Por ejemplo, Ver Ruyer, R., EléJ!lents de psychobiologie, PUF, París, 1946.
LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS 69

al que pertenecen. Este mundo -abstrayendo el


uso que de él hace el hombre para sus fines- no
tiene necesidades ni problemas; desconoce el éxito
y el fracaso: nociones igualmente esenciales para
el biólogo, psicólogo, sociólogo e historiador.
Si en algunos aspectos el ser viviente no es más
que un cruce de acciones fisicoquímioas, en otros
es una mónada, centro individualizado de percep-
ción y apetito; esta paradójica dualidad es preci-
samente su rasgo característico, Está en el espacio
en donde se yuxtaponen sus partes, en donde se
desplega su actividad: se manifiesta en el exterior.
Pero esta apariencia no es toda su realidad, parece
ser tan sólo el fenómeno de lo que muy bien puede
llamarse interioridad: término metafórico, sacado
del dominio del espacio precisamente para expresar
lo que se opone a la espacialidad. No se trata exac-
tamente de la conciencia, que no es más que una
de sus formas, sino de algo mucho más profundo
sobre lo que la conciencia se inserta. Es la existen-
cia en sí de la que carecen la piedra y el cristal,
pero que ya en algún grado tiene la planta e in-
cluso la amiba. Si bien al pertenecer al mundo físico
el ser viviente es un objeto, es un objeto que, pa-
radójicamente, tiene la propiedad de ser un sujeto.
De ahí surge la situación ambigua de la biología,
en precario equilibrio con las ciencias de la materia
y las del espíritu: irreductible tanto a unas como
a otras. Sin embargo, participa en algún grado de
unas y otras. En las ciencias de lo real ocupa una
posición no sólo media, sino también, y tal como
lo afirmaba con agrado Cournot-", una posición de
18 También le gustaba destacar como, tanto en una parte como en otra' de esta
-zona de máxima oscuridad, las dos partes que une tienden hacia una determf-
nada simetría en la que ella sería el eje: en los dos extremos de la cadena el puro
mecanismo en, la materia y las deliberaciones de la raz6n en la conciencia son Jos
dos modelos más perfectos de inteligibilidad y de previsión.
70 LA EPISTEArOLOGÍA

«núcleo»: es el punto de unión en el que las fuerzas


ciegas de la materia se mezclan con el mundo de
los valores.

III. - El orden de las ciencias

La organización sistemática de las ciencias -lo que con


frecuencia se llama, aunque impropiamente, su clasificación-
todavía no se ha logrado si uno se contenta en distribuir las
múltiples ciencias en conjuntos mayores. Hay que disponerlas
en un determinado orden que indique sus relaciones; lo que
puede hacerse de dos maneras, según se pretenda establecer
un cuadro sinóptico o una clasificación jerárquica. Un cuadro
como los de Bacon y D'Alembert relaciona a las ciencias
unas con otras, pero las deja a un mismo nivel. Contraria-
mente, una clasificación compara a las ciencias entre sí según
un determinado valor que cada una de ellas tiene y desde su
punto de vista les asigna una posición a cada una. El primer
concepto alude a la idea de enciclopedia, en la que en cada
período de la evolución de las ciencias se dispone un con-
junto de ciencias empíricamente dadas; ello se hace de una
manera práctica para así poder reconocerlas fácilmente. La
segunda noción se encamina ya hacia un sistema en el sentido
fuerte de la palabra, sistema en el que se fija en virtud de un
principio a priori un orden necesario que será respetado por
los ulteriores progresos de la ciencia. Aunque un orden jerár-
quico no es necesariamente lineal (normalmente es piramidal:
jerarquia militar, eclesiástica, etc.), al aplicarse en las cien-
cias, toma la forma de una cadena, como la catena scientiarum
de la que habla Descartes, comparable a la serie de números
enteros, en la que cada anilla representa una ciencia relacio-
nada con la anterior.
El principal mérito de la famosa clasificación de Comte,
aunque en detalle se hagan algunas reservas, es haber esta-
blecido un orden jerárquico de dependencia entre sus seis
ciencias fundamentales, desde las matemáticas hasta la socio-
logía, de acuerdo con los dos criterios de complejidad cre-
ciente y generalización decreciente que hacen que, a partir
de la segunda ciencia, cada una de ellas suponga a la anterior
como su condición necesaria; de esta manera se determinan
y especifican unas a otras. Este orden de dependencia lógica
estaría confirmado por el orden cronológico de desarrollo de
LA ORGANIZACIÓN DE LAS CIENCIAS 71

estas ciencias y dictaría el plan de una educación racional


tanto para la instrucción general como para la de los sabios.
Con algunas variantes en la interpretación de conjunto y en
la división detallada, la jerarquía establecida por Comte se
encontrará en el siglo XIX en varios autores como Whewell,
Cournot y Emile Boutroux; en general, hoy continúa siendo
reconocida.
Sin embargo, comporta algunas reservas. La idea de poder
disponer de las ciencias en serie lineal, de acuerdo con un
orden de subordinación jerárquica, se basa, efectivamente,
sobre postulados discutibles. A saber: las ciencias forman
una cadena y esta está orientada, esto es, la dependencia no
es recíproca. Ciertamente, nadie ignora algunas recurrencias
y el mismo Cornte destacaba el hecho, pero lo consideraba
accesorio y accidental. Además, los recientes cambios de la
ciencia han acusado la importancia de estas recurrencias,
comprometiendo la rigidez dogmática del sistema de Comte.
Actualmente ya no es posible concebir el conjunto de la
ciencia a la manera positivista, como un monumento que se
construiría escalón por escalón sobre bases definitivamente
seguras. La matemática se pregunta por sus bases, los fenó-
menos electromagnéticos han suscitado una transformación
completa de la mecánica; los progresos de la química, contra-
riamente a las imprudentes previsiones de Comte, han deter-
minado los de la astronomía; las leyes estadísticas se han
trasladado del mundo social al físico. En general, si es normal
ir de lo simple a lo complejo, también es útil e instructivo
pasar de lo complejo a lo simple; lo simple sólo puede ser lo
simplificado, y lo simplificado sólo se comprende a través
de una estructura más compleja a la que se inserta como dege-
neración. Junto a las recurrencias hay las concurrencias,
o sea, cooperaciones interdisciplinarias. Pueden nacer ciencias
nuevas de la relación inesperada entre unas disciplinas, en
principio muy distanciadas y aparentemente independientes:
ya hemos mencionado el caso de la cibernética, al que podemos
añadir el desarrollo de la informática. También puede suceder
que el orden jerárquico no se respete y se salten algunos de
sus escalones: todas las ciencias precisan de las matemáticas,
pero las ciencias del hombre se dirigen directamente a ellas,
sin pasar por el intermediario de la química y física. Por
último, la cadena de las ciencias, en algunos aspectos, puede
encerrarse en sí misma, formando un círculo o al menos
elevándose en espiral, pues hay que constatar, sin caer por
ello en un psicologismo y sociologismo, que las estructuras
intelectuales, objeto de la lógica y matemática, se encuentran
72 LA EPISTEMOWGiA

en el extremo de la psicología y sociología, como término del


desarrollo de la inteligencia Individual e instituciones sociales.
No hay que olvidar tampoco que el establecimiento de una
jerarquía supone un principio normativo, explícito o implícito
y que, según se elija este o aquel, el orden jerárquico puede
verse modificado. En la Edad Media normalmente se juzgaba
la dignidad de una ciencia por la de su objeto: la teología
iba en cabeza y las matemáticas, que se creía trataban tan
sólo de abstracciones, se veían relegadas. lJ1 último puesto
tras la física, que permitía el conocimiento del mundo con-
creto de las criaturas. Con los promotores de la ciencia mo-
derna la jerarquía ha cambiado, ya que la certeza se con-
vierte. en criterio-. Comte apoya el hecho de que todas las
ciencias. desde el momento en que satisfacen las exigencias
de la positividad, son igualmente ciertas, pero desiguahnente
imprecisas; toma como principio normativo el orden lógíco
de dependencia. Es instructivo ver cómo, según él, la jerarquía
cambia de sentido sin que se modifique el ordene ello se
constata cuando uno va penetrando en el COUTS de philo-
sophie positioe y sobre todo cuando se pasa del COUTS lJ1
Systeme de polisique positioe, o sea, cuando se considera la
utilidad social como criterio del valor: pasar de las ciencias
de la materia bruta a la física social es ir de lo inferior a lo
superior. Lo contrario ocurre en la mayoría .de las jerarquías,
en donde lo superior depende de lo inferior.
Por más necesario que sea, para luchar contra IosInconve-
nientes de la multiplicación y dispersión de las ciencias
y para intentar organizarlas en un sistema ordenado. estos
sistemas, sea cual fuere JI!- forma en que se presenten. y espe-
eialmente si vienen completados por una clasificación jerár-
quica, deben aceptarse tan. sólo si se tiene en cuenta que son
aproximativos, relativos y. provisionales.
CAPÍTULO VI

LAS MATEMÁTICAS Y LA EXPERIENCIA

Con el establecimiento, realizado por los antiguos


griegos, de una matemática teórica y racional ne-
tamente separada de las prácticas empíricas del
cálculo y medida, el conocimiento se encontraba
dividido en dos partes completamente distintas:
por encima del conocimiento sensible que no reba-
saba el nivel de la opinión y trataba tan sólo los
fenómenos en continuo desarrollo, reinaba total-
mente independiente del primero un conocimiento
puramente intelectual que, abriéndonos a un mundo
de esencias eternas, nos presentaba verdadera-
mente la ciencia. A pesar de algunas brillantes
excepciones, como la obra de Arquímedes que tra-
taba sobre la mecánica terrestre y los trabajos de
los astrónomos sobre los conocimientos celestes,
la matemática ya no intervenía en el estudio de la
naturaleza: la física antigua y medieval, ligada a
múltiples elementos sensoriales, permanecía esen-
cialmente cualitativa. En la época moderna y bajo
el impulso de Galileo, que se inspira nuevamente
en Arquímedes, la física se matematiza. El libro
de la naturaleza, afirma, sólo puede ser leído por
aquellos que conocen su alfabeto y este no es el del
lenguaje formal, sino el matemático. A partir de
este momento, se plantea agudamente cómo es
posible que una ciencia que sólo se ha desarrollado
74 LA EPISTEMOLOGÍA

tras haber abandonado la experiencia sensible, se


haya convertido en la clave capaz de descifrarla.
Se conocen las dos respuestas tradicionales a
esta pregunta, tan poco satisfactoria la una como
la otra. El empirismo, que hace derivar a las ma-
temáticas de la experiencia sensible, no expone
este sentimiento de ruptura con el conocimiento
experimental que el matemático sufre grandemente
expresándolo al hablar de esencias ideales o de la
actividad constructora del pensamiento. Llevando
la tesis hasta el final, J. S. Mill considera ilusorio
el carácter de necesidad que se asigna a las verdades
de las matemáticas. Por su parte, el racionalismo,
aunque reconozca e incluso subraye la necesidad
racional de las verdades matemáticas, las relaciona
con la experiencia por medio de hipótesis de un
intermediario divino: Dios ha creado el mundo
conforme a estas verdades eternas que ocupan un
lugar en su entendimiento; ello explica que se las
encuentre en la experiencia. Así pueden construirse
bellas metafísicas, pero la epistemología desearía
librarse de ellas.
Kant creía haber puesto de acuerdo los dos ca-
racteres intuitivo y apodíctico de las matemáticas,
rechazando lo que en ellas había de inaceptable en
el intelectualismo y empirismo. El hecho de que las
verdades matemáticas, aunque necesarias a priori,
se apliquen a la experiencia, obliga a admitir que
la intuición sensible está sometida a condiciones
a priori; en otras palabras, que existen formas a
priori de la intuición sensible que, por una parte,
rigen la estructura de nuestra experiencia, pero que,
por otra, se prestan a ser estudiadas independiente-
mente de su contenido sensible como formas puras.
Estas dos formas son: el espacio y el tiempo. Por
lo tanto, ya no hay que preguntarse, por ejemplo,
LAS MATEMÁTICAS Y LA EXPERIENCIA 75

cómo se ponen de acuerdo el espacio que encontra-


mos en nuestra experiencia de las cosas y el espacio
cuyas propiedades determina el geómetra de una
forma a priori, ya que se trata siempre del mismo
espacio. Las verdades matemáticas, contrariamente
a los elementos de la experiencia sensible, son a
priori, de ahí su necesidad, y, contrariamente a las
puras leyes lógicas, son intuitivas, y aquí se explica
su carácter sintético, su aptitud a acrecentar nues-
tros conocimientos: Y como este conocimiento es el
mismo que el de los principios de acuerdo con los
cuales nuestra experiencia se estructura en la intui-
ción, se comprende por qué las matemáticas son el
lenguaje de la física. De este modo Kant había
laicizado el racionalismo, mientras que, por otra
parte y tal como lo quería el empirismo, reconocía
que las matemáticas tenían su raíz en la sensualidad.
Pero la teoría kantiana, ya retrasada en relación
con las matemáticas de su época, se fundaba en la
geometría y aritmética elementales, e incluso expe-
rimentaba algunas dificultades al relacionar la in-
tuición de número con la de tiempo. Inspirada por
lo paradójico de las figuras simétricas, la teoría
kantiana sólo se hallaba a gusto con la geometría,
ciencia en la que parecen asociarse armoniosamente
lo inteligible y lo sensible. Si la geometría clásica
parecía ser a la vez racional e intuitiva, se debe
a que reunía y confundía en una sola dos disciplinas
distintas que muy pronto la axiomática disociará.
Se puede leer un tratado de geometría clásica como
una construcción axiomática pura cuyos términos
han perdido su sentido intuitivo y cuya verdad se
mide con la lógica; o, al contrario, dar de nuevo
a sus términos y proposiciones su significado intui-
tivo inicial; pero en este momento uno trata con
una ciencia de lo real cuyos axiomas y teoremas ya
76 LA EPISTEMOWGÍA

son en realidad leyes físicas. Por lo tanto, parece


que, con su concepto de síntesis a priori, la teoría
kantiana pierde su razón de ser, ya que la difi-
cultad que la suscitaba se explica por el desarrollo
mismo de la ciencia.
El empirismo del siglo xx se servirá de este
resultado negativo para establecer la separación
entre las proposiciones de la lógica y matemática
que son a priori, pero analíticas y vacías, y las pro-
posiciones empíricas, de las qué las ciencias de lo
real sacan todo su contenido. Contrariamente al
empirismo tradicional, el empirismo del siglo xx se
niega a deducir las matemáticas de la experiencia.
Pero, como empirista, reconoce que la experiencia
es la única fuente de nuestro conocimiento, ya que
las leyes de la lógica y de la matemática no nos
ofrecen un verdadero conocimiento, pues nos dan
tan sólo reglas para transformar el discurso con el
que expresamos nuestros conocimientos. Ya los
físicos newtonianos tendían a considerar a la ma-
temática como un lenguaje preciso y cómodo, ex-
presivo de lo real, pero no constitutivo; el positivis-
mo de Comte lo consideraba una parte constituyente
de nuestro conocimiento de la naturaleza, el ins-
trumento más poderoso para la investigación de los
fenómenos naturales. La idea va clarificándose.
El empirismo lógico ha aprendido de RusseIl que
hay homogeneidad entre la lógica y la matemática
y de Wittgenstein que los enunciados de la lógica
son tautologías, esto es, proposiciones con sentido,
pero sin contenido y, en consecuencia, propias a
adaptarse a cualquier contenido. De este modo las
leyes lógico-matemáticas valen para todos los
mundos posibles; y así no debemos sorprendernos
cuando se aplican al mundo real como una armonía
maravillosa entre el espíritu y las cosas.
LAS MATEMÁTICAS Y LA EXPERIENCIA 77

Uno se admira que dos piedras más dos piedras


sumen cuatro piedras. Efectivamente, se encuentran
cuatro piedras; ello no se debe ni porque la natu-
raleza obedece misteriosamente a las exigencias del
pensamiento ni porque este sea un hecho contin-
gente y que, si el curso de la naturaleza hubiese
sido otro, hubiera podido suceder que encontrara
tres o cinco. Simplemente dice lo mismo, en virtud
de las convenciones de lenguaje que uno pone
cuando dice dos más dos y cuando dice cuatro.
N o es esta una verdad de experiencia que une dos
hechos, ni tampoco una verdad caída del cielo; se
trata simplemente de una equivalencia entre dos
expresiones, producto de las reglas que arbitraria-
+,
mente uno fija para el uso de los signos: 2,4, =.
Pero, ¿ha quedado resuelto el problema? Se-
parando, radicalmente, los dos elementos de todo
conocimiento, reduciendo la forma a una sintaxis
arbitraria y el contenido a datos brutos que serían
las experiencias inmediatas, Erlebnisse (rojo, ale-
gría, etc.], ¿acaso no resulta todavía más inexpli-
cable su relación, acusando su homogeneidad? Lo
simbólico puro y la experiencia bruta son ficciones
ideales. Se obtienen cuando se llega a un límite en
el que, precisamente, desaparece el conocimiento.
Lo abstracto puro y lo concreto puro son los dos
polos en relación a los cuales se organiza el cono-
cimiento. De este pueden deducirse las estructuras
abstractas y asegurar su relación con lo concreto.
Pero, la reducción de las leyes lógico-matemáticas
a simples reglas de lenguaje y la reducción de la
experiencia física a la aprenhensión de un fenómeno
anterior a cualquier concepción son igualmente
desmentidas por la psicología genética y por el
análisis histórico-crítico de la ciencia. Contraria-
mente a la tesis empirista, Piaget establece que la
78 LA EPISTEMOWGÍA

lectura de la experiencia presupone en el sujeto


estructuras organizaddoras y, contrariamente a la
tesis nominalista, que, en su etapa primera, estas
estructuras son anteriores al lenguaje y ligadas
a la coordinación de las acciones. A nivel del cono-
cimiento científico también se encuentra esta amal-
gama, que posteriormente se podrá analizar como
forma y contenido, como estructura ideal y dato
empírico. Ya Whewell señalaba que las ideas por
medio de las cuales interpretamos los hechos se
incorporan poco a poco a los hechos que percibimos,
aunque no les distingamos ya como tales y creamos
leerlos directamente en la experiencia; así, las ideas
de una generación son hechos para la generación
siguiente.
En la epistemología contemporánea se observa,
pues, que el empirismo y el racionalismo han cam-
biado su posición. Mientras que, bajo su nueva
forma, el empirismo defiende actualmente la prio-
ridad de las matemáticas y su total independencia
de la experiencia, rechazando una de las tesis
características del empirismo tradicional, contra-
riamente sus adversarios insisten en su enraiza-
miento con la experiencia. Estos nuevos raciona-
listas tienen una preocupación común: conservar
la matemática como una ciencia auténtica que
trate de lo falso y de lo verdadero, en vez de ser un
simple auxiliar lingüístico. Muchos de ellos lo hacen
abandonando una de las tesis maestras del raciona-
lismo clásico, la referente a una realidad supra-
sensible, a un mundo de vidas eternas. Para ellos
la experiencia no es tan sólo la intuición pasiva de
un elemento, sino una actividad por la cual la
razón, reclamada por los sooks del elemento y los
problemas que le plantean, somete sus ideas a
hechos; esto es lo que los distingue de los empiristas.
LAS MATEMÁTICAS Y LA EXPERIENCIA 79

Por lo tanto, en la cadena de las ciencias, no hay


separación entre las matemáticas y las ciencias
de lo real, sino niveles sucesivos de abstracción a
partir de lo concreto.
Antes del empirismo lógico, era esta la posición
de L. Brunschvicg. Decía: del mismo modo que
una física sin el armazón intelectual, que sólo le
puede proporcionar la matemática, no sobrepasaría
el nivel de una especulación sobre las cualidades,
asimismo, aunque en otro sentido, la aritmética
que no fuera una disciplina físico-aritmética, esto
es, cuyas proposiciones no estuvieran directa o
indirectamente en conexión con lo real, no mere-
cería ser llamada ciencia. La ciencia racional no se
constituye independientemente de la experiencia,
sino tras una reflexión sobre las prácticas empíricas
eficaces. En lugar de convertirse en un dogmatismo
debe saber amoldarse para proporcionarse ella
misma los medios intelectuales capaces de resolver
sus problemas cada vez más complejos y sutiles
con los que debe enfrentarse a medida que avanza
hacia la inteligencia de lo real. Actualmente, y del
mismo modo, F. Gonseth rechaza la separación. No
hay más abstracto autónomo que lo concreto puro.
Lo abstracto sólo se concibe ligado a una deter-
minada realización, un «modelo» en el que el es-
píritu lo aperciba y este modelo concreto ha sido
abstracto en relación con un concreto anterior. Por
ejemplo, la recta geométrica que el niño ha tenido
que abstraer del hilo tenso y de la arista de una
regla se ha convertido en concreto pudiendo ilus-
trar la recta más abstracta del axiomático. La física
es relativamente abstracta a lo sensorial, pero re-
lativamente concreta a las matemáticas, que para
la lógica serán concretas; y la misma lógica, en
su generalidad abstracta, no es más que «una fí-
80 LA EPISTEMOLOGiA

sica de cualquier objeto». El sistema de leyes ló-


gicas no se ha fijado ne varietur; es susceptible de
modificarse, abriéndose paso a una experiencia que
nunca se acaba. Por su parte, G. Bachelard ha
aludido con frecuencia el necesario «diálogo de la
razón y de la experiencia». Las ciencias de lo real
sólo se forman por la racionalización de la expe-
riencia, por el paso hacia lo apodíctico. Lo racional
sólo se justifica por su capacidad de aplicarse a la
experiencia. El racionalismo arquitectónico, el de
los grandes principios inmutables, debe sustituirse
por un racionalismo activo e incluso polémico que
haga funcionar sus principios para interpretar la
experiencia, que los juzgue según su uso y que esté
siempre dispuesto a adaptarlos de nuevo, de manera
que sean operatorios.
Este doble concepto de una razón activa, que se
construye e instruye ella misma en su contacto
con la experiencia, experiencia por sí misma activa
y destinada a controlar el trabajo de la razón, llena
el vacío que separaba las matemáticas y las cien-
cias de lo real; se entiende mejor su constante co-
laboración. Se establece una relación entre lo ra-
cional y lo empírico, entre lo abstracto y lo con-
creto, entre la forma y el contenido. De ello se
podría deducir una especie de confirmación en la
misma evolución del empirismo lógico que, por
razones internas, va atenuando sus tesis iniciales.
El nominalismo se atenúa cuando, tras haber en-
caminado el análisis del lenguaje formal hacia su
sintaxis, se siente cada vez más un mayor interés
por su semántica, introduciéndose nuevamente en
el discurso la importancia del sentido. Y, por otra
parte, se atenúa también el fenomenismo cuando
hay que reconocer que la objetividad de la física
no puede basarse en la conciencia, en la Erlebniss-
LAS MATEMÁTICAS Y LA EXPERIENCIA 81

trñm, con la que cada uno se encierra en su objeti-


vidad individual.
Sin embargo, si la historia con varias teorías
matemáticas permite reconocer bastante claramente
su origen empírico, como es el caso, por ejemplo, de
la geometría euclidiana o del análisis infinitesimal
-de quienes puede decirse que si han podido apli-
carse a la experiencia, es porque antes se habían
desligado penosamente de ella-, también sucede
que algunas teorías muy abstractas que parecen
haber sido concebidas independientemente, sin apo-
yo alguno con la experiencia ni siquiera con la
intuición, se han encontrado un buen día en que
son el instrumento intelectual adecuado, antes pre-
parado milagrosamente, para la expresión de al-
gunas teorías físicas: así les ha sucedido, primero
a la mecánica relativista y luego a la cuántica. Y
de ahí también, la gran sorpresa de Einstein: la
cosa más incomprensible del mundo es que el
mundo sea comprensible.
CAPÍTULO VII

LA EXISTENCIA MATEMÁTICA

Si bien la problemática de las entidades lógicas


no se ha tratado explícitamente hasta hace poco,
ya desde la Antigüedad se plantearon los problemas
de las entidades matemáticas. ¿Qué realidad tiene
el número 3 o el triángulo equilátero? Evidente-
mente, esta realidad no se trata de la agrupación
de tres piedras ni tampoco del triángulo que dibujo
en la arena, que son realidades empíricas, singula-
res y concretas; sino que nos referimos a las enti-
dades generales y abstractas que encarnan y tratan
las matemáticas puras. Tampoco es la idea que
tengo de ellos en este momento y como sujeto in-
dividual; sino que se trata del objeto, común e
intemporal, de esta idea.
El problema surgió cuando Pitágoras sustituyó
la matemática empírica de los egipcios por la ma-
temática racional. «Pitágoras -dice Eudemo--
transformó el estudio de la geometría e hizo de él
una enseñanza liberal; se remontó a los principios
superiores e investigó de nuevo los problemas ahs-
tractamente y con la inteligencia pura.» Actual-
mente, no gusta dar la impresión de novedad que
produjo este cambio que separaba netamente dos
tipos de investigaciones aparentemente semejantes
y sin embargo esencialmente distintos; por una
parte, la aritmética y geometría; por otra, el cálculo
84 LA EPISTEMOLOGÍA

y medida de los terrenos. De las segundas a las pri-


meras se pasa de la utilidad a la ciencia, de los
sentidos a la inteligencia, del mundo empírico al
mundo de las ideas o de las esencias. Cuando se ha
realizado esta conversión, ilustrada por la alego-
ría platónica de la caverna, no sólo se descubre
otro mundo junto al familiar, sino también que
este nuevo mundo se presenta mucho más noble
y estimable que el que nos ofrece la experiencia
sensible. Sin duda, las religiones ya nos hablaban
de este otro mundo, pero sólo como creencia; ahora
podemos verdaderamente conocerlo e incluso nos
damos cuenta de que sólo podemos conocerlo ver-
daderamente a él. Con la. matemática no sólo pa-
samos de la creencia u opinión a la ciencia, sino que
esta misma ciencia, elevándonos el alma, nos lleva
a un mundo de realidades suprasensibles. De este
modo adquiere un valor metafísico y casi religioso;
y comprendemos por qué Platón lo convertía en el
vestíbulo obligado de la filosofía.
Ello .explica que el término «platonismo» se
utilice actualmente para designar este realismo de
las esencias matemáticas. que se ha perpetuado
hasta nosotros, formando siempre una de las es-
cuelas entre las que se divide la filosofía matemática.
Ha sido .revivificado por el resurgimiento de la
teoría de los conjuntos, pero también se le encuen-
tra en los autores no cantorianos, entre los que
destaca Hermite, que pide al matemático que se
convierta en naturalista para «observar los fenó-
menos del mundo aritmético». Durante cierto tiem-
po dicho término se había conservado gracias al
racionalismo .clásico. Malebranche respondía, cuan-
do. se objetaba a la realidad del mundo inteligible,
que el mundo sensible manifestada su existencia por
la resistencia que nos enfrenta, por ejemplo, cuando
LA EXISTENCIA MATEMÁTICA 85

se golpea el suelo con el pie: «¿Mis ideas, ya no se


me oponen?; ¿puedo hacer variar, como yo quiera,
la suma de los ángulos de un triángulo?». En tanto
que estas ideas tienen propiedades descubiertas por
la matemática, la nada no tiene duda alguna. La
realidad de este mundo inteligible se la concebía
como la realidad de las ideas en el entendimiento
divino, ideas a las que nuestra razón nos llevaba
siempre que llegáramos a separar de nuestra mente
los datos de los sentidos, abducere menteni a sen-
sibus, como dice Descartes. Por ello, no nos extraña
que gran número de matemáticos no se hayan de-
jado influir por este tipo de metafísica, incluso si se
la' desligaba de sus reminiscencias teológicas sin las
que, no obstante, difícilmente podía concebirse:
pues, ¿en qué podía consistir esta «verdad en sí»
[Holzano], esta «subsistencia» (Russell) de las ideas
matemáticas opuesta a la «existencia» de las cosas
sensibles? Es esta una de la razones que explican
la evolución del pensamiento de Russell, quien en
su Autobiografía escribe: «He partido de una cre-
encia más o menos religiosa de un mundo eterno,
platónico, en el que las matemáticas se destacaban
con una brillantez comparable a la de los últimos
cantos del Paradisio. He llegado a la conclusión de
que el mundo eterno es una futilidad y de que las
ideas matemáticas son tan sólo el arte de decir lo
mismo con palabras diferentes».
De este modo emparejaba el extremo nominalista
con el empirismo lógico, preparado por el empiris-
mo clásico y luego más exactamente por el desarro-
llo de las matemáticas en el siglo XIX, que 'había
presenciado el comienzo del «declive de los abso-
lutos lógico-matemáticos». Las verdades matemá-
ticas no sólo son relativas al sistema de axiomas
arbitrariamente elegido, sino que el sentido de las
86 LA EPISTEMOWGÍA

palabras se reduce a las reglas de su uso fijadas


implícitamente por estos axiomas. La matemática
no va más allá de las ideas de los signos; se mantiene
en los mismos signos y en sus leyes de combinación.
Helmholtz considera a los números como «una
serie de signos arbitrariamente elegidos, pero a los
que aplicamos un tipo determinado de sucesión a
título de sucesión regular». Poco después, Hilbert
decía: «En aritmética, tenemos los signos 1, 11,
IIl... ; cada uno de ellos tiene por intuición este
carácter distintivo, formado por una continuidad
de l. Estos signos numéricos, objeto mismo de
este estudio, no tienen de por sí ningún serrtidoa-,
Este nominalismo se ha visto favorecido, a comien-
zos de nuestro siglo, por la reducción russelliana de
la matemática a la lógica, seguida por la reduc-
ción de Wittgenstein de las leyes de la lógica a
simples tautologías. La conjunción de estas dos
tesis nos lleva al traslado de la vacuidad de las
proposiciones de la lógica a las proposiciones de la
matemática. Las fórmulas lógico-matemáticas no
nos ofrecen propiamente ningún conocimiento; dan
tan sólo las recetas que nos permiten transformar
el discurso, o sea, decir lo mismo en términos di-
ferentes.
Tomemos un simple ejemplo: la ley lógica que
enuncia, entre la implicación, la no conjunción y la
conjunción, la relación siguiente:
P :J q . =. '" p V q . = . '" (p . '" q)
nos muestra simplemente que, cuando hemos plan-
teado, por ejemplo, si nieva hace frío, también
1 Helmholtz, citado por Brunschvicg, Le. étapes, pág. 365; Hilbert, citado
en la Rovue philosophique, vol. eXIII, págs. 103-104, 1932. A decir verdad, la
posición de Hilbert es especialmente metodológica; dictada por la necesidad de
someter a la matemática a un tratamiento metamatemátioo, no prejuzga la
interpretaci6n que luego podrá darse de este sistema de signos.
LA EXISTENCIA MATEMÁTICA 87

tenemos derecho a decir, no nieva, pero hace frío


(o ambas cosas a la vez), o incluso, no es cieno
que nieve y que no haga frío. Las fórmulas lógicas
o matemáticas más complejas no desempeñan otro
papel que el de garantizarnos la validez de tales
transformaciones; fundamentalmente, no son más
que reglas de lenguaje y es en ello precisamente don-
de reside su inmensa utilidad para la ciencia. Pero,
«la asociación de la ciencia formal con la ciencia
de lo real no introduce ningún elemento objetivo
nuevo, como lo creían muchos filósofos que oponen
a los objetos "reales" de la ciencia de lo real los
objetos "formales", "espirituales" o "ideales" de
la ciencia formal. La ciencia formal no tiene en
absoluto ningún objeto: es un sistema proposicional
auxiliar desligado de cualquier objeto y vacío de
todo contenidoa-,
Este extremo nominalismo, aunque evita de
este modo comprometerse en una arriesgada meta-
física, comporta muchas reservas de su parte.
Frege ya se oponía a los nominalistas alemanes de
su época, quienes gustaban comparar la actividad
matemática con una actividad lúdica, como una
partida de ajedrez; véase algunas objeciones: en el
ajedrez la posición de las piezas no significa nada
y no pueden usarse fuera del juego; mientras que
las fórmulas de la aritmética expresan ideas, sus
leyes se prestan a ilimitadas ampliaciones y en-
cuentran innumerables aplicaciones fuera de la
aritmética. Actualmente, la tesis de la separación
radical entre las ciencias formales y las ciencias
de lo real, que permite al empirismo lógico sacar
todo el contenido de las matemáticas y otorgarles

I Ca:m:ap, R., Le probleme de la logit¡UB de la seíenee, scieru:e formelle el seienee


du riel, trad. fr., pág. 37, Hermann., Parls, 1935.
88 LA EPISTEMOLOGiA.

como umca tarea el establecer las reglas para el


discurso, también dicha tesis ha provocado muchas
críticas, como se ha visto.
Entre ambos extremos, el realismo de las cien-
cias y el puro nominalismo, hay posicioneajnter-
medias. Muchos matemáticos, para evitar introdu-
cirse en un realismo metafísico, conservando en los
enunciados de su ciencia un sentido propiamente
matemático, se contentan con definir la existencia
matemática por la falta de contradicción, sentido
mucho más débil que la existencia empírica y que
permite, pues, distinguir a ambas. Decir de una
noción matemática que existe, quiere decirsim-
plemente que puede entrar en el sistema por el
simple hecho de que no introduce ninguna contra-
dicción en él. No porque la no contradicción sea el
signo revelador de una entidad preexistente, lo que
nos llevaría al platonismo, sino porque la propiedad
de existir, para una noción matemática, tiene exac-
tamente el significado de ser no contradictoria. Hil-
bert señala la diferencia al escribir a Frege-: «De
la verdad de los axiomas deducís que no pueden
contradecirse entre sí; mientras que yo, por mi par-
te, creo lo contrario, que cuando los axiomas pues-
tos arbitrariamente no se contradicen entre sí, por
este motivo son verdaderos y por este motivo los
objetos que definen existen». Lejos de tener un
carácter absoluto, tal existencia participa de la
relatividad de la no contradicción. Las geometrías
no euclidianas han revelado, tal como se verá
claramente gracias a la representación axiomática,
que para una noción o proposición el hecho de ser
O no contradictoria depende del sistema al que se

3 .Carta mencionada por Bochenski, I. M., Formale Logik, pág. 341, K. Alber,
Friburgo.MUDich. 1955.
LA EXISTENCIA MATEMÁTICA 89

le relacione. Por ejemplo, en la geometría euclidiana


no existe el triángulo rectángulo equilátero, puesto
que la suma de sus ángulos sería igual a tres rectos,
lo que contradiría el teorema euclidiano que lo
iguala a dos; pero este triángulo existe en la geo-
metría de Riemann, en la que la suma de los ángulos
varía hasta tres rectos a medida que aumenta la
longitud de los lados. Para una noción o proposi-
ción, la propiedad de ser o no contradictoria depende
tan sólo de los axiomas propiamente matemáticos
a los que se le relacione, siendo la consistencia (no
contradicción) de un sistema axiomático relativa
a la legislación lógica a la que se le somete.
Si esta reducción de la existencia matemática
a la simple coherencia del discurso, junto a la rela-
tividad que comporta, evidentemente ha sido juz-
gada insuficiente por el realismo de las esencias, es
igualmente insuficiente, aunque por otros motivos,
para los matemáticos intuicionistas de la escuela
holandesa (Brouwer, Heyting). Estos todavía están
más lejos del absolutismo platonista; creen que,
aunque la simple consistencia lógica permanezca
siendo una condición necesaria de la existencia, no
es por ello una condición suficiente. El nombre de
«empiristas», que a comienzos del siglo actual se
otorgaba a sus precursores franceses, como Borel,
señalaba muy bien esta tendencia a completar la
no contradicción lógica por la alusión a un tipo de
experiencia, de puesta a prueba. Del mismo modo
que un inculpado puede muy bien no ser inocente,
aunque no se pueda probar que lo sea, así el hecho
de no encontrar una contradicción en una noción
o proposición matemática no prueba que la pro-
posición sea verdadera o que la noción exista. Para
asegurar su existencia, hay que poder construirla
en la intuición, o al menos, indicar la regla que nos
90 LA EPISTEMOLOGÍA

permita construirla en un determinado número de


etapas.
En la continuación decimal de 7T, ¿existe una
secuencia en la que los 9 primeros números se sigan
inmediatamente en su orden normal? Es posible,
en el sentido de que no puede demostrarse que sea
imposible; para poder afirmar que, efectivamente,
existe, habría que decir cómo buscarla, y es esto,
precisamente, lo que no sabemos hacer. No se debe
aludir a la ley del tercio excluso que impone uno
de los términos de una alternativa aunque se ignora
cuál. No hay alternativa allí donde no exista ningún
medio de impedirla. No se puede probar por una
demostración de lo absurdo que tal secuencia no
existe, ni probar que existe al producirla en la
intuición.
A pesar del interés que se concede a las matemá-
ticas edificadas en estas bases por los intuicionistas,
con frecuencia los matemáticos objetan a esta
concepción que, si se hace depender de este modo
a las verdades matemáticas de un hecho accidental,
dicha concepción rechaza de nuevo la objetividad.
«Por mi parte -escribe uno de ellos- deseo, en la
medida en que sea posible, poner en evidencia el
carácter objetivo de las cosas y distinguir sus
propiedades objetivas de las circunstancias que
dependen del estado de nuestros conocimientos...
No me gusta un lenguaje que proyecte de algún
modo nuestra ignorancia sobre los mismos heohos.»
El intuicionista que intenta poder decir de un
determinado número, tras haberlo determinado,
que se ha convertido en racional, responde al ejemplo
del número que va a ganar en el próximo sorteo
del Crédito Hipotecario, al del número de personas
llegadas a Egipto en el barco de Cleopatra después
de la batalla de Actium: por el hecho de que los
LA EXISTENCIA MATEMÁTICA 91

ignoramos y de que no tenemos ningún medio para


romper con la alternativa, ¿podemos decir que
estos números son pares o ímparesf s.
Sin duda, para comprender lo que puede haber
de justificante en cada una de estas concepciones
aparentemente inconciliables, primeramente hay
que intentar captar la profunda intención que
existe más allá de lo literal de las fórmulas, que,
encaminadas a iluminar el pensamiento, acaban
por ensombrecerlo; en segundo lugar, hay que
deducir especialmente su lado crítico o polémico,
aquel por el cual se revelen los oscuros dogmatis-
mos de las doctrinas opuestas. En otras palabras,
anulando la máxima favorita de Leibniz, conven-
dría considerar verdadera a una filosofía según lo
que niegue y falsa según lo que afirme, porque las
afirmaciones exceden a menudo el pensamiento y
porque toda filosofía, como dice Bergson, se define
primeramente por una negación. Entonces, se vería
que la profunda intención del nominalismo es re-
chazar de nuevo y enérgicamente toda alusión a una
metafísica realista y absolutista, lo que, por otra
parte, no es propio del nominalismo lógico-matemá-
tico actual. En la larga querella de los universales
que ha durado toda la Edad Media, el propósito de
Occam, princeps nominalium, era esencialmente
preservar a la lógica de toda intrusión metafísica
para mantenerla al nivel del lenguaje, scientia sermo-
cinalis. Y todavía hoy, el nominalismo lógico de
Quine o el de Goodman expresa la intención de
construir, según expresión de Nagel, una «lógica sin
ontología». Esta misma oposición a una ontología
de las esencias matemáticas es una de las princi-

4 En este caso el intuicionista es Wavre, R., Revue de métaphy.sique, pág. 74,


1926; el oponente es Lévy, P., ibíd., págs. 548 Y 253·54.
92 LA EPISTEMOLOGÍA

pales preocupaciones del intuicionismo; también se


encuentra nuevamente en la teoría de la consistencia
lógica. A la inversa, el platonismo aparece, sobre
todo en sus adeptos, como una barrera contra todo
aquello que pueda comprometer la objetividad de
las matemáticas, su independencia en relación a
las contingencias de su desarrollo histórico. La
alusión a esencias trascendentes e inmutables. sig-
nifica, contra el nominalismo y convencionalismo,
que las verdades matemáticas no son arbitrarias,
que no se reducen a un simple juego de escritura;
también significa, contra el intuicionismo, que la
verdad matemática es independiente del conoci-
miento que de él tomamos, del hecho accidental
que tal matemático ha descubierto, y que sólo
su enunciado, pero no ella misma, es nuestra obra.
El platonismo de Frege era primeramente una
negación del nominalismo de E. Heine, del mismo
modo que actualmente el platonismo de Church
rechaza el nominalismo de Quine. Efectivamente,
desde el momento en que un autor quiere defender
el carácter objetivo de las matemáticas, se ve im-
pedido, sea de buen o mal agrado, a hablar el
lenguaje del realismo platonizante, tal como se
constata por ejemplo en alguien con tan poca
atracción hacia dicha filosofía como era Léon
Brunschvicgs.

& Ver su artículo sobre «L'aeítbmérique et la théorie de la ecnneissaneee, Revue


de rMlaph;rsjqu•• págs. 331.42. 1916.
CAPÍTULO VIII

EL FUNDAMENTO DE LAS MATEMÁTICAS

La. naturaleza de los seres matemáticos plantea


un problema tan antiguo como la misma matemá-
tica racional, pero el problema de su fundamento
no se ha planteado verdaderamente hasta la época
moderna', El análisis infinitesimal ya había sus-
citado numerosas discusiones sobre su legitimidad.
N() se había planteado su éxito técnico, pero la
forma demasiado intuitiva con que se servía de las
nociones de infinito y de continuo provocaba la
existencia de una dificultad de orden técnico: ¿cómo
era posible que un instrumento tan eficaz se fun-
dara en bases cuya racionalización no era muy
segura? En la segunda mitad del siglo XIX el pro-
blema se consideró resuelto. Por una parte, Kro-
necker y Weierstrass aritmetizan el análisis: mues-
tran que los números irracionales e imaginarios,
suficientes para las necesidades del análisis, pueden
definirse a partir de los números enteros de la arit-
mética. Por otra, Dedekind y Cantor intentan una
reconstrucción intelectual de lo continuo a través
del establecimiento de una correspondencia biuní-
vqca entre el conjunto de los números reales. Así
pues, toda la matemática se basa en la aritmética.
En un nivel mucho más profundo, Cantor hace
,1, Para una iniciaci6n a este problema ver un pequeño libro de Comb~8, M.,
Fo"""",""t du mathématiquu. PUF, ParI., 1971.
94 LA EPISTEMOWGÍA

hasar la noción de número en la de conjunto, esta


última es mucho más general: los números enteros
no son más que una pequeña clase en el conjunto
de los números cardinales transfínitos. El parentes-
co manifiesto entre la noción matemática de con-
junto y la noción lógica de clase sugería inmediata-
mente la idea de hasar la aritmética en una cien-
cia todavía más fundamental e intelectualmente
más pura: la lógica. Frege pensaba haber realizado
el sueño de Leibniz, que veía en las matemáticas
una «promoción particular de la lógica», en sus
Grundgesetze der Arithmetik, vol. 1, 1893.
Poco después Russell, que también se preocupa-
ha por esta reducción logicista, se apercibió de que
en Frege desembocaba en una antinomia. Una
antinomia es más que una contradicción. Cuando
una proposición desemboca en una contradicción
se llega a la conclusión de que dicha proposición
es falsa, se la rechaza y las cosas se quedan tal como
estaban, Sin emhargo, si esta falsedad, o lo que es
lo mismo, si la negación de la proposición inicial
nos lleva a una contradicción, entonces debemos
rechazar tanto la negación de la proposición inicial
como su afirmación, lo que va en contra del prin-
cipio de la alternativa de lo verdadero y lo falso
y nos deja, esta vez, en medio de la dificultad.
Russell señala que una noción como la del conjunto
de los conjuntos que no se contienen a sí mismos
como elementos, noción aceptada por la teoría de
Cantor y Frege, nos conduce a una antinomia al
plantearnos el prohlema, perfectamente lícito en
dicha teoría, de saber si tal conjunto se contiene
a sí mismo como elemento. Hacia la misma época,
1900, se habían reconocido otras antinomias en la
teoría de los conjuntos de Cantor.
Ante este decepcionante resultado uno se sentía
EL FUNDAMENTO DE LAS MATEMÁTICAS 95

inclinado, como les pasó a algunos, a relacionar


el origen de la antinomia con los mismos principios
de la teoría de los conjuntos, y se la rechazó, pues,
por completo, puesto que desembocaba en absurdas
consecuencias. Si los cantorianos cayeron en la
contradicción, decía Poincaré, se debe a que han
olvidado que no hay infinito actual. Pero Russell
afirmaba que la contradicción tenía raíces mucho
más profundas, que se remontaba hasta llegar a la
lógica, que no ponía ningún obstáculo suficiente
contra la irrupción de tales antinomias. En efecto,
construía una antinomia lógica exactamente com-
parable a la precedente, pero sin relación alguna con
la teoría de los conjuntos ni con las matemáticas;
la relacionaba con paradojas lógicas conocidas desde
muy antiguo, como la del hombre que dice: «Yo
miento». Una barrera obstaculizaba estas antino-
mias, barrera que creía haberla levantado él mismo
por su teoría de los tipos lógicos: estableció una
jerarquía que obligaba a la existencia de una sepa-
ración, de un solo grado, entre una clase y sus ele-
mentos; esta teoría prohibía, por ello, la existencia
de la noción de una clase en la que ella misma se
contendría como elemento. Vencida así la dificultad,
Russell podía proceder a la construcción lógica del
número, creyendo haber colocado a la aritmética
en el firme campo de la lógica.
Pero todavía quedaban dificultades. Para poder
llegar a sus deducciones, Russell tuvo que aludir
a determinados axiomas extraños a la lógica, lo
que resultaba bastante desagradable para una
reducción logicista y, sobre todo, porque estos
axiomas carecían de evidencia intuitiva; además,
la teoría de los tipos junto a las complicaciones que
había tenido que soportar para ser admisible desem-
bocaba en consecuencias que se aceptaban con des-
96 LA EPISTEMOLOGÍA

agrado. Los ulteriores progresos de la construcción


russelliana han permitido la desaparición de algu-
nas de estas dificultades, pero no han sido suficien-
tes para implantarla como una verdad científica...
mente establecida.
Otra manera de hacer basar la matemática en un
fundamento sólido era la reconstrucción de la
teoría de los conjuntos exponiéndola en términos
axiomáticos; los axiomas debían elegirse de manera
que ya no permitieran la deducción de las antino-
mias. Esta situación sólo difería en un punto esen-
cial de la que se habían encontrado Peano y Hilhert
cuando, algunos años antes, habían axiomatizado
respectivamente la aritmética y la geometría. Como
nadie dudaba de la consistencia de ambas ciencias,
no era indispensable que los axiomas de punto de
partida fueran por sí mismos absolutamente evi-
dentes y ciertos; bastaba con que fueran tales que
las proposiciones de la aritmética y geometría
pudieran deducirse de ellos. Al contrario, con la
teoría de los conjuntos era preciso que, en primer
lugar, uno estuviera seguro de la solidez de los
axiomas iniciales, ya que había de garantizarse
a través de ellos la seguridad del sistema, seguridad
de que en él no pudieran surgir por ningún lado las
antinomias conocidas o cualquier contradicción.
Cuando Zermelo presenta su axiomática de los
conjuntos, los matemáticos se dividen inmediata-
mente en dos grupos: uno de los axiomas invoca-
dos, llamado «axioma de elección», era completa-
mente claro y evidente para unos, mientras que
para los otros era absolutamente arbitrario, incluso
sin sentido.
A falta de una evidencia perfecta y total de sus
axiomas, se intentará, como se lo propuso Hilhert
y su escuela, establecer la consistencia del sistema
EL FUNDAMENTO DE LAS MATEMÁTICAS 97

demostrando que en él no puede producirse la con-


tradicción. Esta demostración no puede producirse
en el interior del sistema; exige la formación de
una nueva ciencia, de una <<metamatemática» que
tenga por objeto la misma ciencia matemática.
Naturalmente, para evitar el círculo vicioso o la
petición de principio, será preciso que las nociones
y proposiciones, usadas a nivel metamatemático,
constituyan un sistema más sencillo y más próximo
a la evidencia intuitiva que las del sistema matemá-
tico que se estudia a través de él. Esta metamate-
mática, que «por objeto de estudio no tiene los
objetos que habitualmente trata el matemático,
sino las mismas frases que pronuncia sobre estos
objetose", sería imposible si las «frases» estuvieran
escritas en el lenguaje corriente, lleno de irregula-
ridades lógicas y de ambigüedades. Pero, a partir
de Peano y Russell, ya se enuncia a la matemática
en el lenguaje simbólico de la logística. Además, se
deberá abstraer el sentido de este simbolismo, con-
siderando tan sólo sus signos y leyes de combinación.
¿En qué consistirá una demostración de no
contradicción? Una teoría es contradictoria si es
posible demostrar en ella, a la vez, un teorema p
y su negación "'p. Entonces, uno podrá propo-
nerse, por ejemplo, encontrar una determinada pro-
piedad formal A (por ejemplo, la que consiste en
contener o no tal signo o simultáneamente este y
aquel signos o tan sólo uno u otro de esa pareja
de signos, etc.) que satisfaga las siguientes condi-
ciones: 1.3 , ser tal que siempre se pueda reconocer
en un determinado enunciado su ambigüedad, si
posee o no esta propiedad A; 2. 3 , que todos los

I Horbrand, J .• eLe. bases de la Iogique hilbertieDDu, R..,,,. tUI métaphYSit"e,


página 243, 1930.
98 LA EPISTEMOLOGiA

enunciados verdaderos de la teoría posean dicha


propiedad; 3. a, que si un enunciado p posee esta
propiedad, '" p no pueda poseerla. Naturalmente,
habrá que demostrar que la propiedad A satisface
las condiciones 2 y 3; en cuanto a la primera con-
dición, es fácil ver si se cumple en cada caso en
particular.
Las grandes esperanzas que había suscitado esta
«teoría de la demostración», por medio de la cual
los seguidores de Hilbert esperaban poder fundar
la teoría de los conjuntos y con ella la aritmética
-venciendo así a las resistencias del intuicionismo,
ya que en él se reemplazaba la eonsideracién :de
un infinito actual por la intuicióu visual del número
finito de signos que hablan de él-, se vieron brus-
camente truncadas en 1931 por un descubrimiento
básico de Godel. Este, aplicando precisamente los
métodos formales de la metamatemática, probó que
para demostrar que un sistema formal no es contra-
dictorio hay que acudir a medios de demostración
mucho más fuertes que los del sistema y sobre los
que va trasladándose el problema de no contradic-
ción, y así indefinidamente. De este modo el for-
malismo no puede encerrarse en sí mismo. Simul-
táneamente, otros autores desembocaban, aunque
por otros caminos, en resultados semejantes.
Otra solución más radical sobre el problema del
fundamento es la del intuicionismo de Brouwer,
Rechaza lo esencial de la teoría de los conjuntos
por cuanto alude a nociones que no pueden cons-
truirse con la intuición, como la de infinito actual;
basa la aritmética en las dos nociones intuitivas
de la unidad y de la díada; efectivamente esta
última le permite reconstruir la continuación de los
números enteros. Las antinomias se producen por el
hecho de que, ciegamente, se siguen aplicando a Ios
EL FUNDAMENTO DE LAS MATEMÁTICAS 99

conjuntos las reglas de nuestra lógica, especial-


mente las del tercio excluso y de la doble negación,
reglas que han sido desligadas de razonamientos
que se centren en agrupaciones finitas, pero de las
que no podemos estar seguros de que todavía se
aplicarán cuando tratemos un campo completa-
mente nuevo. El papel de la lógica es tan sólo re-
gular el discurso; si nos dejamos guiar ciegamente
por ella, nos exponemos a trabajar en un discurso
verbalmente correcto, pero sin relación alguna con
los verdaderos objetos matemáticos. De esta forma,
el intuicionismo toma lo contrario dellogicismo de
Russell que da primacía al intuicionismo lógico
sobre la intuición propiamente matemática, y lo
contrario también del formalismo de Hilhert, que
subordina la intuición matemática a la intuición
visual de un juego con reglas simbólicas.
Por desgracia, la aplicación de estos principios,
precisados y codificados luego, por la elaboración
de un cálculo original, debida a Heyting, produce
un grave efecto en la teoría de los conjuntos y
arrastra también en su caída partes considerables
de las matemáticas clásicas que, teóricamente,
nunca se ha dudado de ellas, y que desde hace
mucho tiempo han demostrado su eficacia ins-
trumental.
Actualmente no es tan agudo el conflicto entre
estas diversas formas de asegurar el fundamento
de las matemáticas en una base que les preserve
de la antinomia. Por una parte, la aparición y
multiplicación de los cálculos lógicos no clásicos,
relativizando la lógica, permiten reconocer la va-
lidez de sistemas contradictorios entre sí, desde el
momento en que cada uno de ellos es coherente
conformándose a las reglas lógicas que él mismo se
ha asignado: situación comparable, pero en otro
100 LA EPISTEMOLOGÍA

nivel, a la que un siglo antes había permitido ad-


mitir la legitimidad de las geometrías no euclidia-
nas. La matemática intuicionista adquiere así de-
recho en la ciencia. Al ser sus exigencias más se-
veras que las de la matemática tradicional, impone
la intuitividad y se la considera una parte muy
sólida. de dicha matemática. O bien, aparentemente
a la inversa -y tal como se hace más bien hoy en
día-s-, se admiten en su seno las proposiciones de la
matemática clásica siempre que se vean afectadas
por la doble negación que en la lógica del intuicio-
nismo no conduce a la afirmación: estas proposi-
ciones son <IDO falsas», y en relación con las de la
matemática intuicionista son de una verdad debi-
litada. El edificio matemático tendría dos niveles:
el de las aserciones fuertes o afirmativas y el de las
aserciones débiles o «estables». Por otra parte, esta
libertad en la construcción de las axiomáticas
formalizadas, o sea, acompañadas de las reglas de
construcción y transformación de las fórmulas, ha
multiplicado las tentativas de axiomatización de la
teoría de los conjuntos", corrigiendo poco a poco
todos sus defectos: unas prohíben la formación
de antinomias, pero su rigurosismo es tal que deben
también prohibirla en proposiciones que las ma-
temáticas no quisieran sacrificar; al contrario, otras
las aceptan, pero también deben admitir a las an-
tinomias. El problema es hallar el grado exacto
de rigurosismo que permita excluir sólo los enun-
ciados indeseables. En este sentido se ha progresado
bastante. Sin duda, un espíritu particularmente
riguroso podría reprochar a cualquiera de estas
axiomáticas lo mismo que se reprocha a la axio-
mática de Zermelo: ¿quién nos garantiza que, en
3 V Hao Wang y McNaughtollo R., Les .y.1hnu OXÚ»1UJliqu. . de lalhiori.
des em6lee, Gauthier.ViJlaro. Parls, 1953.
EL FUNDAMENTO DE LAS MATEMÁTICAS 101

los ulteriores desarrollos de la teoría, no pueda


aparecer la contradicción de una manera inespe-
rada y bajo una nueva forma? Pero, a medida que
se avanza en este desarrollo, sin encontrarnos con
ninguna sorpresa, se adquiere una seguridad moral,
más débil sin duda, pero del mismo orden que
aquella que nos hace creer en la consistencia de la
aritmética clásica.
CAPÍTULO IX

EL SENTIDO Y LA VERIFICACIÓN
DE LOS ENUNCIADOS EMPíRICOS

Dejando a un lado los enunciados analíticos de la


lógica y de la matemática, y considerando sólo los
enunciados sintéticos, los que afirman o niegan algo
de lo real, podemos disponer en tres grados de
orden creciente las tesis que relacionan estos enun-
ciados con la experiencia.
En primer lugar, se dirá que la verdad o la
falsedad de un enunciado sólo puede establecerse
si recurrimos a la experiencia, es decir, si recurrimos
directa o indirectamente a la observación. Este
es el postulado fundamental de toda ciencia expe-
rimental y, como tal, no hay discusión alguna por
parte de los sabios. Sin embargo, hay que señalar
queexcluye del campo de la verdad, al menos del
de la verdad científica, a la mayoría de los enun-
ciados de la metafisica. Además, plantea un pro-
blema sobre la manera cómo se relacionan con
las experiencias singulares las proposiciones uni-
versales, como por ejemplo las que enuncian las
leyes. La tesis siguiente no trata de la verdad de un
enunciado, sino de su sentido y quizá ya no es tan
unánimemente aceptada por los sabios: un enun-
ciado sólo tiene sentido si pueden indicarse las
experiencias por las que puede ser controlado. Por
ejemplo, el enunciado A· presión normal el agua
104 LA EPISTEMOLOGiA

entra en ebullición a 35 -c es seguramente falso,


pero tiene un sentido precisamente porque no es
difícil de concebir ni de realizar la experiencia que
demuestre su falsedad. Al contrario, un enunciado
como el de El universo Sé desplaza de este a oeste con
un movimiento rectilíneo y uniforme a una velocidad
de 35 km por segundo no. es propiamente falso, pues
no puede concebirse una experiencia que demuestre
su falsedad ni su veracidad; pero, precisamente por
la misma razón de que escapa a la alternativa de
verdadero y falso, no tiene ningún sentido, aunque
lo tengan todos los términos que lo componen-;
para el gramático este enunciado es una propo-
sición, ya que su sintaxis está de acuerdo con las
reglas de la lengua; pero para el lógico no lo es,
pues este define a la proposición como aquello
susceptible de ser verdadero o falso. A mayor
abundamiento puede sostenerse una tercera tesis: el
sentido de un enunciado no es nada más que el
conjunto de sus consecuencias experimentales: estas
serían el ,criterio que permitiría determinar el sen-
tido y en donde el mismo sentido se acabaría.
Esta última tesis, que ya aparece en Leibniz con
su principio de lo indiscernible (<<poner dos cosas
indiscernibles es poner la misma cosa. bajo dos
nombres») y con su principio de la observabilidad
(<<cuando no hayningún cambio observable, no se
produce ningún cambios], ha sido sostenida re-
cientemente por C. S. Peirl.l~ en su actitud prag-
matista. Habla de los conceptos como predicados
posibles de una proposición: «Consideremos --es-
cribe- cuáles son los efectos prácticos que pensa-
mos pueden ser producidos por el objeto de nuestra

1 Se deotaeará la analogía de esta tesis relativa a 108 enuncíedee- I'IIlpbicllo


COD la del intuicionismo de Brouwer relativa a 108 enunciados de 188matemáticas.
VERIFICACI6N DEWS ENUNCIADOS 105

concepción: la concepción de todos estos efectos


es la concepción completa del objeto». Y dice aún:
«Si se pueden definir exactamente todos los fenó-
menos experimentales concebibles que puede impli-
car la afirmación o negación de un concepto, se
obtendrá una definición completa del mismo y en
él ya no hay absolutamente nada más. Más reciente-
mente,' P. W. Bridgman -basándose en .la renova-
ción epistemológica que él descubre en la mecánica
relativista-y también en la declaración formal de
Einstein de que el concepto de simultaneidad existe
para el físico a partir del momento en que se le
presenta la posibilidad de reconocer en un . caso
concreto si el concepto se aplica o no- ha conver-
tido esta manera de comprender el sentido de un
concepto o del enunciado en que figura en la tesis
esencial de su <<operacionismo»: «En un concepto,
sea cual fuere, sólo podemos ver en él un conjunto
de operaciones; el concepto es sinónimo del corres-
pondiente conjunto de operacionesos, De ello deduce
que una misma palabra, por ejemplo longitud, que
tiene precisado su sentido para las operaciones des-
tinadas a medirla, cambia de sentido cuando varían
las operaciones de m.edida: aunque uno intente re-
lacionarlas, la longitud de la que habla. el ebanista
no es exactamente la misma que aquella longitud
de la que habla el geodesta, que también difiere
de la del astrónomo.
Con frecuencia, aunque no necesariamente y liga-
da a la tercera tesis, la segunda plantea' que un
enunciado que trate de lo real sólo tiene sentido
si admite un control experimental. Esta segunda

2 ~'. Con, Cl..,.ke,. IV,. 6 Y V, 52; Peirce, C. S., «Comment nmdre nos
id~s ColI"",""
c1ainil», R"" phiIOlOplaii¡..e, pág. 48, enero 1879, y popen, V, 412;
Briclgman, P. W., The log'" .or modern play,,,,,, pág. 5, ;MacmillaDi Nueva York,
1927. .
106 LA EPISTEMOWGÍA

tesis ha sido, actualmente, objeto de numerosos


análisis, sobre todo por parte de autores más o
menos ligados al empirismo lógico.
Han tenido que explicar el sentido de la expre-
sión controlable por la observación o capaz de so-
meterse a tests.
Claro está que, para que un enunciado tenga un
sentido, no es necesario que haya sido sometido a
test: ello sólo se requiere para decidir si es verda-
dero o falso; pero para reconocer si tiene un sentido,
si cae en la alternativa de lo verdadero y lo falso,
basta que la prueba a la que podría sometérsele sea
posible.
Ya en este punto se produce una ambigüedad:
¿se trata de una posibilidad efectiva, de una expe-
riencia de la que se tengan los medios físicos y
financieros para realizarla, o bien de una posibi-
lidad simplemente teórica cuya concepción no
pueden prohibir las leyes de la física? En general,
se admite la segunda interpretación: se requiere
la posibilidad efectiva para establecer la verdad o
la falsedad, pero la posibilidad teórica es suficiente
para dar un sentido. También la posibilidad teórica,
y no sólo la efectiva, varia según el estado de la
ciencia, convirtiéndose lo imposible en posible y
viceversa. Por ejemplo, de una edición a otra de un
mismo libro, Ostwald debe reconocer que un pro-
blema al que primero había considerado sin sen-
tido lo tiene más tarde debido a los avances de la
teoría cinética de los gases que permiten concebir
la posibilidad de una prueba experimental. Con-
trariamente, los físicos de la segunda mitad del
siglo, XIX creían, en general, que, teóricamente, era
posible, pues ellos mismos intentaron hacer la
experiencia, descubrir el movimiento .de la tierra
en relación con el éter; incluso, poco después,
VERIFICACIÓN DE LOS ENUNCIADOS 107

creían igualmente posible, al menos en principio,


medir la posición del estado de movimiento de una
partícula elemental; todas ellas, cosas a las que
actualmente la teoría prohíbe darles sentido.
¿En qué puede consistir, ahora, la prueba expe-
rimental de un enunciado? Si la proposición a
experimentar es singular e incluso existencial, no
hay dificultad para realizarla, o al menos, no la
hay para concebir la experiencia adecuada. Para
probar que existe un objeto que posee o no tal
propiedad, basta con presentar un ejemplar. Sin
embargo, si hay que negar, y no afirmar, que de-
terminado objeto existe, no habrá ninguna expe-
riencia que lo pueda establecer, pues no se llegará
nunca a la infinidad de casos; evidentemente, ello
sería distinto en una agrupación reducida. Para
probar que existe un mirlo blanco bastará con
mostrar uno; pero, para demostrar que no existe
ninguno, el fracaso de las investigaciones realizadas
para encontrarlo no es una prueba decisiva, ya que
este pájaro extraño ha podido escapar a nuestras
investigaciones. Además, la negación de una exis-
tencial afirmativa equivale a la posición de la uni-
versal contradictoria; por ejemplo, no hay ningún
mirlo blanco. Del mismo modo, la negación de una
existencial negativa equivale a la posición de la
universal afirmativa. Con todas estas universales
sucede lo contrario: la falsedad se puede establecer
por medio de la experiencia, como por la producción
de un caso contradictorio: el descubrimiento de un
solo mirlo blanco es suficiente para que quede
invalidada la ley que dice que todos los mirlos son
negros. A decir verdad, una prueba refutativa como
esta no es absolutamente decisiva, debido a la
solidaridad que reina en una ciencia tan sistema-
tizada entre sus diversas proposiciones como lo es
108 LA EPISTEMOLOGiA

la física. P. Duhem ha subrayado en su célebre


crítica de la llamada experiencia crucial, que la
experiencia no juzga una proposición aislada, sino
un conjunto teórico en el que ella forma parte;
sobre este conjunto trata el desmentido experimen-
tal que prueba tan sólo que en él hay algo de falso,
sin precisar qué es. Pero, con el elemental ejemplo
que hemos tomado, se podría responder siempre a
quien mostrara un mirlo blanco: ¡Realmente, no
es un mirlo!
Las leyes de la naturaleza, cuyo establecimiento
es el principal objeto de las ciencias de lo real llama-
das «nomotéticas», se enuncian como proposicio-
nes universales, de manera que su verdad nunca
puede establecerse por medio de la experiencia. Si
se interpreta lo universal como una simple afirma-
ción sobre la totalidad de un conjunto indefinido, o
como algo apodíctico que expresa una necesidad,
ni una cosa ni la otra pueden verificarse; ni siquiera
pueden someterse a tests por la experiencia: ello
es embarazoso para un empirismo puro. Para seguir
fieles a este empirismo fenomenista, algunos han
propuesto considerar a los enunciados de las leyes
no como auténticas proposiciones, sino como reglas
que indican lo bueno y lo malo y destinadas a
orientarnos en nuestras relaciones con la experien-
cia. No expresarían verdaderos juicios, pero serían
simples incitaciones dignas de tener en cuenta en
los casos particulares con que tratamos: por ejem-
plo, juzgar que el mirlo que oigo en mi jardín es
negro. En los primeros tiempos del Círculo de
Viena era esta la posición de Schlick, que nunca
fue seguido por los demás miembros del grupo.
Fue uno de los aspectos de la querella «de los enun-
ciados protocolarios» que provocó una escisión en
el grupo.
VERIFICACIÓN DE ros ENUNCIADOS 109

El empirismo lógico contemporáneo no se niega


a considerar los enunciados universales como pro-
posiciones. Sin duda, reconoce que tales enunciados
no se prestan a ser «verificados» por la experiencia;
esta puede, más o menos, «confirmarlos», esto es,
aumentar, más o menos, su credulidad. Efectiva-
mente, la ciencia actual tiende a considerar a sus
leyes como enunciados prohahles. Carnap intenta
determinar cómo puede medirse esta prohahilidad
(en el sentido de «grado de confirmación») de un
enunciado universal en relación con las proposi-
ciones experimentales sobre las que se apoya. Pero
los trahajos contemporáneos se han encaminado
especialmente a precisar el sentido de ciertas ex-
presiones usuales, manifiestamente metafóricas,
como «basarse sobre la experiencia», «estar de
acuerdo con la experiencia», etc. ¿Qué es la expe-
riencia?; ¿qué es este acuerdo?
Primeramente, dehe decirse que, a fin de cuentas,
la experiencia se reduce a una impresión vivida por
el sujeto, un Erlebnis, como por ejemplo: «Aquí,
ahora, rojo».
En sus comienzos, el Círculo de Viena había adop-
tado este criterio fenomenista. Pero hay una dis-
tancia cada vez mayor entre este hecho completa-
mente suhjetivo y el hecho científico. En Francia,
hacia 1900, la crítica de las ciencias ya había insis-
tido mucho sobre la separación entre el hecho na-
tural y el hecho científico, incluso a nivel inferior:
veo una aguja que se desplaza en el cuadrante, y di-
go que compruebo que la corriente pasa. Cassirer
subraya que el lenguaje hase de la física no es el de
los elementos sensoriales, sino el de los enunciados
de medida que constituyen la «materia primitiva
con la que el físico construye su mundo, los ele-
mentos simples de la "realidad" que intenta de-
no LA EPISTEMOLOGiA

signar y determinar en sus juiciosa", Actualmente,


el empirismo lógico, disminuyendo su fenomenismo
inicial, hace apoyar a la física, o más generalmente,
a la ciencia, en «enunciados protocolarios», esto es,
en informes proporcionados con experiencias. De
este modo se evita fundamentar a la ciencia en
impresiones subjetivas. Además, se plantea el pro-
blema en términos homogéneos. El control expe-
rimental ya no consiste en comparar proposiciones
con datos naturales situados fuera del discurso;
la relación se establece entre proposiciones: el
acuerdo con la experiencia se reduce a un acuerdo
lógico entre proposiciones.
Se ha intentado explicar en qué consistía exac-
tamente la verificabilidad experimental de un enun-
ciado, o más generalmente, su capacidad de someter-
se a tests en su relación lógica con un conjunto
dado de enunciados de observaciérr'. La dificultad
estriba en encontrar un criterio sobre la capacidad
de someterse a tests y, en consecuencia, sobre el
sentido de un enunciado que sea lo suficientemente
liberal como para admitir todos los que se han
considerado científicamente aceptables -queremos
decir significantes, independientemente del proble-
ma de saber si son verdaderos o si son falsos- y,
también lo suficientemente rigurosos como para pro-
hibir cualquier enunciado de tipo metafísico, como
El absoluto es perfecto. No obstante, los primeros
criterios propuestos tendrían este doble fallo: re-

3 Cassirer, E., Detenninismus und lníkterminismus in der modernen Phy~ikJ


página 41, Goteborg, 1937.
.. Sería düícil presentar estos análisis sin hacer uso del simbolismo logistioo
y difícil también resumirlos permaneciendo inteligibles. Para una primera apre-
ximación, verYax, L., L'empiri&me logique, cap. 11, PUF, París, 1970. Para un
estudio más proCundo, Carnap, R., Tes.ability and rneaning, ya citado; Hempel,
C. G., «Problema and changes in the empirist criteríen oCmeaning», Rev. interno
de philos"phie, enero 1950; Pap, A., Analytische ErkennJnutheorie. cap. 1, SpriDger,
Viena, 1955; Schemer, L, Anatomie de la scienee (1963), trad. Er. Segunda Parte,
SeuiJ, París, 1966.
VERIFICACI6N DE LOS ENUNCIADOS 111

eh azar ciertos enunciados con sentido y aceptar


otros que carecen de él, o hien, que carecen de
sentido científico. Se ha intentado adaptarlos por
medio de condiciones suplementarias, sin llegar no
obstante a un resultado completamente satisfac-
torio.
Carnap decide también modificar el problema.
Intentará construir un lenguaje artificial cuyo vo-
cabulario y sintaxis sean fijados de tal manera que
prohíban la formación de enunciados del tipo de
El absoluto es perfecto. Este «lenguaje empirista»
tendrá como sintaxis la de las reglas ordinarias de la
lógica y como vocabulario básico, además de los
términos normales de la lógica y de la matemática,
términos de observación directa, como rojo, caliente,
mayor que, etc. A este lenguaje elemental se super-
pondrá, por medio de reglas de correspondencia,
otro más complejo que permita introducir, sea por
simple «reducción», sea por definición, términos
teóricos como los de temperatura, carga eléctrica,
imantación, ctc.; a un nivel superior, y siempre
por medio de reglas de coordinación que nos per-
mitirán llegar finalmente a predicados de obser-
vación, se superpondrán términos más abstractos,
como los de temperatura absoluta, campo electro-
magnético, potencial de gravitación, onda 'Y. En
consecuencia, el criterio del sentido empírico de un
enunciado será la posibilidad de traducirlo a este
lenguaje empírico o de reducirlo a él. Se cree que
la construcción de este lenguaje, con la precisión
que requieren especialmente las reglas de corres-
pondencia, está lleno de dificultades.
Algunos predicados han producido numerosas
preocupaciones; predicados que enuncian no una
cualidad directamente observable, sino una simple
disposición en presentarla: esta cualidad está la-
112 LA EPlSTEMOWGÍA

tente, no patente. Ello ocurre a todos los adjetivos


terminados en -able, -ihle, -uble; como filtrable,
combustible, soluble, etc. La experiencia trata .de
lo actual, no de lo posible: este sólo se revela por
su actualización. Para saber. si este trozo de azúcar
es soluble, lo echo en un vaso de agua; ahora cons-
tato, no que es soluble, sino que es disoluble, de
donde puedo concluir en que ha sido soluble. Se
destacará que las mismas palabras verificable, con-
trolable, etc., forman parte de esta categoria de
términos de disposición. Esta dificultad se parece
a la existente en las condiciones irreales (si hubiera
echado -lo que no he hecho- el azúcar en el
agua, se habriadisuelto), dificultad que los lógicos
intentaban por todos los medios esclarecer, pero
nunca lo lograron por completo.
Estas correcciones sucesivas, que anulan a las
precedentes o se avienen a ellas, estos retornos a las
nuevas direcciones no permiten que la tarea fracase.
Mejor seria decir, como lo subraya L. Vax, que
caracterizan el nuevo estilo de la epistemología, con
el cual se distingue de la epistemología filosófica.
Normalmente, una filosofía se presenta como per-
fecta por primera vez, o al menos hasta la muerte
de su autor. En ella todo es tan perfecto que no
se puede variar nada sin comprometer el equilibrio
del sistema. Contrariamente, es una característica
del trabajo científico proceder por perfeccionamien-
tos graduales gracias a una colaboración en la que
los sabios se corrigen y complementan mutuamente;
en este modelo se basan, actualmente, los que se
relacionan con el empirismo lógico. El empirismo
tiende cada vez a ser menos una escuela, si se con-
sidera a esta como un conjunto de tesis enseñadas
dogmáticamente; y cada vez más tiende a ser una
escuela, entendiendo por esta la agrupación de
VERfFICACI6N DE LOS ENUNCIADOS 113

hombres unidos por una determinada disciplina


de trabajo. Puede objetarse que la epistemología se
dirige por completo a investigaciones de este tipo;
pero debe reconocerse que estas investigaciones cons-
tituyen una de las corrientes más activas y atrac-
tivas de la epistemología contemporánea.
CONCLUSIÓN

EPISTEMOLOGíA Y Fll..osoFlA

Dividida entre sus orígenes filosóficos y su rela-


ción directa con la ciencia, la epistemología posee
un estatuto indeciso. En los organismos adminis-
trativos y universitarios permanece unida a la
filosofía como una de sus ramas. Sin embargo, desde
hace un siglo, se ha ido afirmando poco a poco como
una disciplina distinta; tiende cada vez más a des-
ligarse de la filosofía y de sus controversias, enca-
minándose hacia resultados objetivamente contro-
lables y universalmente válidos, adquiriendo así
las características de una verdadera ciencia. Aque-
llos que la practican continúan, pues, divididos en
cuanto al problema de su enraizamiento filosófico.
En relación con la ciencia, la epistemología es
un segundo escalón que trata de una actividad
primera. Es una reflexión sobre la ciencia, del mismo
modo que la estética es una reflexión del arte y la
filosofía moral lo es de la ética: se considera a la
ciencia, arte y ética como elementos a respetar
Y' no como dominios a regir. A partir de Kant la
actitud reflexiva se ha considerado, a menudo, como
la característica del filósofo. Sobre este último punto
surgen, hoy en día, algunas reservas, habiendo
reconocido claramente los lógicos la jerarquía de
los lenguajes y habiéndose preocupado particular-
mente por distinguir entre el lenguaje objetivo y el
116 LA EPISTEMOLOGÍA

metalenguaje. Si, a un nivel superior, la metaciencia


se establece según la ciencia de la que trate, en
principio no hay nada que impida que se imponga
a sí misma las condiciones de rigor y objetividad
que reconoce en su objeto, y que se coloque a su
vez en el nivel de cientificidad, como por ejemplo
la metamatemática. La reflexión sobre la ciencia
no es, pues, necesariamente filosófica; no hace
abandonar necesariamente las exigencias científi-
cas; admite su integración en el campo de la ciencia.
Pero hay una condición: debe abstraer totalmente
las cosas sobre las que trata la ciencia, a la que
toma por objeto; en otras palabras, que se asigna
como exclusivo campo de estudio, no aquello que
estudia la ciencia de la que ella trata, sino lo que
dice de ello. Bajo peligro de confusión entre los
niveles del lenguaje, debe servirse exclusivamente
del discurso científico, tratado como un sistema de
signos que se combinan entre sí de acuerdo con de-
terminadas reglas, independientemente de lo que
puedan evocar. Pero, ¿es siempre fácil esta sepa-
ración? En principio, si la distinción entre las cosas
y el lenguaje con el que se habla de ellas parece
clara, su imbricación es tal que uno no puede ocu-
parse de lo segundo sin aludir, más o menos, a lo
primero.
Ante todo, ello se debe a que un lenguaje no es
una simple manipulación lúdica de grafismo, es un
lenguaje sólo por su sentido, o sea, por su referencia
a algunos objetos. Y, en segundo lugar, se debe
a que el lenguaje no se sobrepone a las cosas sin
haberlas tratado. La manera con la que hablamos
de las cosas contribuye a informarlas, en el sentido
de darles una forma. Un ejemplo lo ofrece el des-
arrollo de la ciencia. Si el mundo físico de Aristóteles
no es el nuestro, se debe a que, para hablarnos,
EPISTEMOLOG1A y FlLOSOFiA 117

había elegido el lenguaje de las cualidades sensibles,


mientras que los modernos han adoptado el lengua-
je matemático. A medida que progresa, cada ciencia
tiende a modificar su objeto de estudio para adap-
tarlo a sus propios medios de concepción y de expre-
sión. La ciencia no se define por un objeto previa-
mente tratado, sino que llega un momento en
que sucede lo contrario: el objeto se define como
<do que hace el objeto» de la ciencia. La matemática
ya no puede caracterizarse como el estudio del
número y de la magnitud, ni la física como el estudio
de las apariencias sensibles, ni la psicología como el
estudio de los fenómenos de conciencia. Los sabios
actuales hablan de ello, de lo que se les impone como
algo auténtico, más allá de las apariencias, que,
tanto para su sensibilidad como para la nuestra,
prisioneros todos de la caverna, hacen surgir la
utilidad biológica y social; todo ello fue construido
por los sabios de ayer y actualmente se expresa en
el discurso científico. El lenguaje no se disocia tan
fácilmente de su objeto.
No se debe a que, en general, se pide que no haya
confusión entre la reflexión sobre la ciencia, que
tiende cada vez más a afirmar su independencia
filosófica, y la reflexión sobre la filosofía que trata
del propio objeto de la ciencia, a fin de prolongar
o profundizar su estudio. Sin duda alguna, la lla-
mada «filosofía de la naturaleza» no tiene nada de
epistemología y no debe asimilarse a una filosofía
de la física. De esta manera permanecen, en princi-
pio, distintas la filosofía de la vida y la filosofía
de la biología: de la primera se producen L'évolunon
créalrice de Bergson, La struetur« de l'organisme
de K. Goldstein y diversas obras de R. Ruyer. Pero,
ya en estos autores la separación no es tan clara y
cada vez lo será menos a medida que vayamos
118 LA EPISTEMOLOGÍA

adentrándonos en las ciencias. En historia. la con-


fusión se ve favorecida por el hecho, bastante
significativo, de que la misma palabra designa a la
ciencia y al objeto de esta ciencia: la historia es la
sucesión de los acontecimientos, res gestre. y es
también el estudio de esta sucesión, studium rerum
gestarum. Para evitar lo equívoco algunos autores
alemanes reservan el término Geschichte para de-
signar lo que ha sucedido (geschehen) y vuelven
a tomar el viejo término Historia para su ciencia
correspondiente. En el mismo punto de vista, B.
Croce exigía la distinción entre la historia y la
historiograña; y actualmente el uso de esta última
palabra va extendiéndose. Sin duda, hay que acudir
a esta distinción para no confundir la epistemología
de la historia, que es una filosofía de la Historia.
con la llamada «filosofía de la historia» que es una
filosofía de la Geschichte: siendo esta la homóloga
de lo que son, cada una en su campo, la filosofía
de la naturaleza y la filosofía de la vida. Pero la
separación entre la ciencia y su objeto nunca es tan
clara como lQ exige la teoría. Observarla estricta-
mente sería, como algunos lo querían, reducir la
epistemología .al estudio del lenguaje científico. Mas,
a menos de ser un puro filólogo. ¿cómo estudiar un
lenguaje desinteresándonos totalmente de la imagen
que nos presenta de las cosas que trata?
No hay que olvidar tampoco que la misma ciencia
no es completamente científica, en el sentido de que
se entienda esta palabra como un saber perfecta-
mente objetivo. sin dejar lugar a protesta alguna.
No hacemos alusión a esta multitud de problemas
todavía no resueltos que, en cada época, consti-
tuyen el campo de la investigación científica. Que-
remos decir que, por el modo en que el sabio plantea
y trata algunos problemas, a menudo se compro-
EPISTEMOLOGÍA Y FIWSOFÍA 119

mete, sea de mala gana o sin saberlo, en problemas


de manifiesto carácter filosófico. No existe, sino
a título de ideal a tratar, una ciencia completa-
mente «positiva», por lo que sería absoluta y defi-
nitivamente excluida de cualquier controversia de
tipo filosófico; en ella todos los sabios competentes
habrían llegado a una perfecta unanimidad y sólo
quedarían en suspenso los problemas del día, que
muy pronto iban a resolverse por métodos que
impedirían cualquier discusión, aplicando el pre-
cepto: ¡Calculemos y observemos! Ya hemos en-
contrado algunos ejemplos de estos compromisos
filosóficos. Para no repetirnos indicaremos dos más
que tomamos de las ciencias que han alcanzado
el grado más elevado de cientificidad, esto es, de
las ciencias lógico-matemáticas. Según rechace o
acepte integrar en la lógica las nociones modales,
el lógico formalista se encuentra con el problema
de saber si la necesidad está en lo real o en nuestra
manera con la que hablamos de él, es decir, si está
en las cosas o en el espíritu. La división de los
matemáticos en «idealistas» y en «empiristas», y
algo más tarde en «lógicos» y en «intuicionistas»,
despierta la pugna entre leihnizianos y kantianos
sobre el carácter lógico y analítico, o intuitivo y
sintético de las verdades matemáticas. Tales im-
plicaciones filosóficas se multiplican cuando se pasa
de las ciencias formales a las ciencias de la natura-
leza y, todavía más, a las ciencias del hombre.
¿No es significativo que entre los más ardientes
defensores de una epistemología puramente cien-
tífica se encuentren aquellos que, reduciendo esta
epistemología en una especie de historia de la
ciencia, complementan este programa con una vi-
sión escatológica de la historia, multiplicando la
reducción de la epistemología de la historia-Historia
120 LA EPISTEMOLOG1A

en una concepción filosófica de la historia-Gesclai-


elate? No exijamos a la epistemologia un grado de
positividad que sobrepase al de la ciencia sobre la
que trata.
Hemos sacado dos conclusiones, que nos parecen
razonables. La primera es que, mientras los sabios
permanezcan divididos en cuanto a los problemas
de orden filosófico en los que ellos mismos se ven
comprometidos, no podemos esperar que el epis-
temólogo logre despojarse a si mismo de toda
influencia filosófica. Y, la segunda, que tempera el
efecto de la primera, es que debemos apreciar los
esfuerzos que hace el epistemólogo para transferir
su problemática del plano de la discusión filosófica
al de la objetividad científica, y tener en cuenta
que, según vaya penetrando en él, ha hecho real-
mente progresar nuestro conocimiento.
BIBLIOGRAFíA SUMARIA

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Virioux-Reymoad, Ao, L'épistémalegie, PUF, 1966.
íNDICE

PRIMERA PARTE

VISiÓN DE CONJUNTO

l. Los orígenes. . . . 5
11. El ámbito. . . . . 13
111. Las aproximaciones. . 29
IV. Los problemas. . . 45

SEGUNDA PARTE

ALGUNOS PROBLEMAS DE EPISTEMOLOGÍA

V. La organización de las ciencias . 55


VI. Las matemáticas y la experiencia 73
VII. La existencia matemática . . . . 83
VIII. El fundamento de las matemáticas. 93
IX. El sentido y la verificación de los enunciados
empíricos . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

CONCLUSIÓN. Epistemología y filosofía 115

BIBLIOGRAFÍA SUMARIA • . • . • . • 121


1. Historia de la civilización europea 53. Los movimientos clandestinos en
C. Oelmas Europa - H. Michel
2. La promoción soclal- G. Thuillier 54. Geografla social del mundo
3. La polución atmosférica - P. Chovin P. George
s »: Roussel 55. Las probabilidades y la vida - Borel
4. La genética de las poblaciones 56. Sintaxis del francés - P. Guiraud
E. Binder 57. Cuba - J. Lamore
5. La electrónica cuántica - O. Launois 58. Descartes y el racionalismo
6. La IIngülstlca - J. Perrot G. Rodis-Lewis
7. La alergia - B. Hal pern 59. El Derecho en Estados Unidos
8. La Inquisición - G. y J. Testas A. Tune
9. Las partfculas elementales - Kahan 60. La formación de las cavernas
10. La Información - F. Terrou P. Renault
11. Mussolini y el fascismo 61. Soclologia de la literatura - Escarpit
P. Guichonnet 62. Las migraciones humanas - L. Oollot
12. Los Jesuitas - A. Guillermou 63. Materia y antlmateria - M. Ouquesne
13. Cibernética y blologia 64. La alimentación humana- R. Lalanne
A. Goudot·Perrot 65. Carlos Quinto - H. Lapeyre
14. El hambre - M. Cépéde y H. Gounelle 66. Las doctrinas económicas - Lajugie
15. La opinión pública - A. Sauvy 67. Psicosis y neurosis - H. Baruk
16. Biologia social - G. Bouthoul 68. La vida soviética - Froment·Meurice
17. La simbología - O. Beigbeder 69. Historia de Vietnam - A. Masson
18. La resistencia de los materiales 70. La publicidad - B. Plas y H. Verdier
A.Oelachet 71. El Inconsciente - J. C. Filloux
19. La salud en el mundo 72. La soclologla Industrial - P. Mottez
J. Morichau·Beauchant 73. Sismos y volcanes - J. Rothé
20. La conducción de automóviles 74. La grafología - H. Hertz
J. Rives 75. El medio ambiente - P. George
21. Las mentalidades - G. Bouthoul 76. El surrealismo - Y. Ouplessis
22. El espiritismo - Y. Casteilan 77. Técnica del periodismo - P. Gaillard
23. La estética industrial 78. La Primera Guerra Mundial
O. Huisman y G. Patrix P, Renouvin
24. La ayuda a los paises subdesarro- 79. La empresa en la vida económica
llados - F. Luchaire J. Romeuf
25. La televisión en color - R. Guillien 80. Análisis químico cualitativo
26. Historia de la cirugía - C. d'Allaines C.Ouval
27. Historia de las exploraciones 81. La orientacíón escolar y profesional
H. Oeschamps M. Reuchlin
28. Las toxicomanías - A. Y M. Porot 82. La Segunda Guerra Mundial
29. La química de los seres vivientes H. Michel
M. Javillier y J. Lavollay 83, El cooperativismo - G. Lasserre
30. Historia del deporte - B. Gillet 84. La toxicología - R. Fabre
31. Hipnosis y sugestión - Chauchard 85. La química del vino - J. Caries
32. El vestido antiguo y medieval 86. Geografía del consumo - P, George
M. Beautieu 87. El control de gestión· J. Meyer
33. Los monos antropoides - Goustard 88. Los oligoelementos - A. Goudot y
34. Las guerras de religíón - G. Livet 89. Los sentimientos - J. Maisonneuve
35. La esclavitud - M. Lengellé 90, La inflación - M. Flamant
36. El Frente Popular - G. Lefranc 91. La epistemología - R. Blanché
37. Los derechos naturales - Marquiset
36. Crisis y recesiones económicas
M. Flamant y J. Singer·Kerel EN PREPARACiÓN
39. La fatiga - P, Chauchard
40. La egiptología - S. Sauneron La voluntad - P. Foulquié
41. Las Instituciones políticas del Afri- O, Bertrand
ca negra - H. Oeschamps Alcaloides y plantas alcaloideas
42. Las clases sociales - P. Laroque F. Moreau
43. Geografla de la población - George Las enfermedades de la nutricíón
44. La guerra - G. Bouthou I M. Oérot y M. Goury-Laffont
45. La autoridad - M. Marsal El Islam - O. Sourdel
46. Técnica de los deportes - J. Oauven La piel - G. Blum
47. Soclologla de la vejez - P. Paillat Los métodos de la geografía - Pierre
48. Historia de los concilios - R. Metz George
49. La criminología - Fernand Ceccaldi La prospectlva - A. Clement
50. El hombre contra el anlmal- Fiasson Las Intersexualldades - G. Oreyfus
51. Las epidemias - H. Harant Los nillos inadaptados - R. Perron
52. Historia de la fotografia - J. A. Keim La fecundación - J. Caries
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3 vol6menl!S De Plas y Verdier-La publicidad Tinbcrgen - Hacia una cconomfa
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Coutancea~ruticulfuro desarrollo Tsuru-lAd6nde va el capitolismol
Detroux y GosUnchar-Los herbicidas Flamant-La inflación Walters-Introducción a la econometrfa
y su empleo flamant y Singer-erisis y recesiones
Garda Palacios-La lechuga econ6micos CIENCIASPOLfTICAS
GOell-Malas hierbas (Diccionario) Fleming-lntroduccl6n al análisis eco- Bouthoul-La guerra
Klimmer-Plaguiddas n6mico Bull-Pol(f!Ca vatlcona
Kononova-Materla orgónica del suelo Foroe-H6.bltat, economía y sociedad Caute-EI comunismo y los intelectua-
Meaiaen y Lafon-Enfermedades de las Fax. Sengupta y Thorbecke-Teorfa de les franceses
hortalizas la poUtico económica cuantitativa Cerrcnl, Miliband. PoulantzQ5y Tadic-
Panella-Árboles de jardln Harris-Schumpeter. cientrfico scclct Marx, el derecho y el Estado
Pape-Plagas plantos ornamentales Horvat-Teorra planific. econ6mica Cotteret y Emeri-Los sistemas elec-
Ravel d'Esclapon-Variedades america- Hunker-lntroducci6n a los recursos torales
nos de manzano mundiales Deschamps-Las instituciones polfticas
Sommereyns-Virvs de los vegetales Jané-EI problemo de los salarios en del África negra
espal'la Gaillard-Técnica del periodismo
ASTRONOMIA y ASTRONÁUTICA Kcpp-Los costes sociales de la empresa Guichonnet-Mussolini y el fascismo
Mateu Sancho-Iniciación Q la astro- privada Lamore-Cuba
nóutica Klrschen-Pctfñcc econ6mica contem- Lapeyre-Carlos Quinto
Muirden-lniciaciÓR Q la cstrcncmlc poránea Lefranc-El Frente Popular
Lajugie-Los doctrinas econ6micas Lefranc-EI socialismo reformista
BELLAS ARTES lasserre-EI cooperativismo Marsal-la autoridad
Beoulieu-EI vestido antiguo y medievo 1 liberman-Planificaci6n del socialismo Michel-Los movimientos clandestinos
Duplesis-El.surrealismo Luchclre-Lc ayuda a los po!sessubdes- scow-t,c opini6n pública
Hulsman y Polrhe-Est't¡cQ Industrial arrollados Schapiro-Gobierno y administraci6n
Keim-Hlstorla de la fotogratra Meyer-EI control de gestión en la U.R.S.S.
Sauneron-Lo egiptolog(Q Mishan-Los costes del desarrollo eco- Terree-Le informaci6n
n6mico Thornton-El ncnismo, 1918-1945
BIOGRAFIA
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Cid-Seis testimonios de la medicino
Napoleoni-EI pensamiento económico del Rif
lbm-ica
en el siglo XX
Ch'en-Moo y la revoluci6n china
NlchollOn-Econometrfa y problemas CIENCIAS PURAS
Lapeyre-CarIOl Quinto
econÓmicos Borel-Los probabilidades y lo YkSa
Ogilvy-Confesiones de un publicitario
Nourse-Economra regional Delachet-La resistencia de los. male-
Sthoenman - Homenaje a 8ertrand
Odell - Geograna económica del riales
Russell Duquesne-Mo.terla y antimaterio
petr61eo
BIOLOGIA Ohlin-Comercio interregional e inter- Kahan-Las partfculas elementales
~l1~nilfnOl de control de los nacional
seres vivientes Romeuf-La empresa en la vida eco- OEMOGRAFIA
8htder-La genc5tka de las poblaciones n6mica Borel-Las probabilidades y lo vida
Bouthoul-Biologfa social Santos-Geograna y economfa urbanos Dollot-Las migraciones humanos
Goudot '1 Bertrand-Los oligoelementos en los pofses subdesarrollados Souvy-Lfmites de la vida humano
Goudot-Perrot';'clbern'tica y biologfa Sargant-Economfa y sociologfa de la Stamp-Poblaci6n mundial y recursos
Javllller y lclvollay-La qufmica de los industria naturales
serdvivietltfll Schumpeter-Ensayos
Schumpeter-S!ntesis de la evoluci6n de DEPORTES
BOTÁNICA la ciencia econ6mica y sus métodos Oauven-Técnico de los deportes
Bernardl y Oianl-Vegetocl6n acu6:tica Seldon y Pennance-Diccion. economía Gíllet-Historia del deporte
GGeII-Ma,kIIhierbal (Diccionario) Seligman-Principales corrientes de la Rives-La conducción de autom6vi les
Moreau-Alcaloides y plantaa alca- ciencia econ6mica moderna

1"'-
_1Ia-Árbol.. de lord!n
SmaI!-lntroducci6n a la economfa em-
presarial
DERECHO,
Ceccaldi-Lo criminologfo

-
Sroffa-Produccl6n de merconc!os por Cerronl. Miliband. Poulantzas y Tadic-
'CARTOGRAFIA medio de mertancfos Marx, el derecho y el .Estado
MoIIIch.... y Wllklnoon-Mapas. dio- Stamp-Poblaci6n mundial y recunos Marquis~I-Los derechos naturales
naturales Tune-El Derecho en .EstodOl Unidos
DICCIONARIOS Darryll Forde - Hébttct, eccnomlc y INFANTILES
Brech, Jcbcnreen y Robet'tson-Oiccio- sociedad Benejam- Los Lépea y kI herencia
nario de monogement Deschamps-Historio exploraciones los L6pez y el sofori
Fcutqulé-Diccioncrtc de pedagogía Fraser-La tierro, el mar, lo atmósfera Los L6pez 'f el yeraneo
Güell-Molcs blerbcs (Diccionario) George-EI medio ambiente Carb6-Madore ll-Lo casa bajo lo arena
Monkhouse-Diccionario de términos George-Geogroffa de la población Devcs-Steve contra Dr. Ves
geogr6ficos George-Geogrorra del consumo Operaci6n relámpago
Roui Hcrd-Dlccionctlc de los santos George-Geograrro sociol del mundo Frant;ois-Georges :
Setdcn y Penecree-Dlccloo. eccnomfc Hunker-lntroducci6n a los recursos Los 4 Ases Y el oeroduHutdol"
mundiales Los 4 Ases y la serpiente de mar
DOCUMENTOS Y REPORTAJES Johnson-Geogrofra urbana Los 4 Ases y la YQCO sogrcdo
Borwíca-Lc insurrecci6n del ghetto de Lacoste y Salanon-Biogeografra Los 4 Ases y el fantasma
Varsovia Lomore-Cuba Los 4 Ases y el curut{i
Butt-Poltttcc vaticana Monkhouse-Oiccionario de términos Los 4 Ases y lo copa de ora
Deschomps-Historio exploraciones geogróficos Los 4 Ases y el dragón de tc:t nieves
Gvichonne1-Mv5:solini y el fascismo Monkhouse y Wilkinson-Mapos y dia- Los 4 Ases Y el ralty oIfmpko
Jones-El primer descubrimiento de gramas Los 4 Ases y la isla del RobiJ1SÓn
AméricQ Ncvrse-Eccncrnfo regional Los 4 Ases y el tirano
Lefronc-EI frente Popular Odel l - Geografra económica del Morlin-La tiara de Oribol
Poliakov-Auschwitz petr61eo la garra negra
Stampp-La esclavitud en EE.UU. Santos-Geograrra y econcmfc urbanas Las legiones perdidos
Thomton-EI nczlsmo, 1918-1945 en los pcfses subdesarrollados El "ltimo esportono
Woolmon-Abd el- Krim y la guerra Stomp-Pobtoci6n mundial y recursos La tumba etrusco
del Rif naturales La islo moldita
vlers-Ctlmctoloqfc La esfinge de oro
ELECTRÓNICA El dios salvaje
Guillien-Lo televisi6n en color GEOLOGIA
Launois-la electrénlcc cu6ntica Renoult-Lc formación de las cavernas INGENIERIA Y MECÁNICA
Rothé-Sismos y volcanes Delochet-La reststencic de los ma-
ENSAYO vlers-Gecmcrfcloqfc teriales
Blockhcm-Seis pensadores exlstenctc- Hulsmcn y Potrtx-Estéflcc induslrial
lisioS HISTORIA Rlves-Lc conducción de Qutomóviles
Copmany-EI feminismo ibérico Beaulieu-EI vestldc antiguo y medieval
Cid-Seis testimonios de la medicina Beigbeder-La simbologro LINGUISTICA'
ibérica Borwicz-la insurrección del ghetto de Baty-Inglés paro empresarios
Schumpeter-Ensoyos Varsovia Guiraud-Sintaxis del froncl!s
Caute-EI comunismo y los intelectua- Perrot-Lo lingü(stica
FILOSOFIA les franceses
Auaios-Lc ñtosoñc y las técnicas Ch'en-MGo y ta revolución china. Con LITERATURA
Blcckbcm-Seis pensadores existen- «37 poemas», de Moa Tse-Tung Escarpit-Sociologfa de
Ja Iltercfurc
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Cerrcnl, Milibond. Poulontzos y Todlc- Deschomps-Historia exploraciones (ORGANIZACiÓN DE EMPRfSAS)
fIAorx. el derecho y el Estado Deschamps-Las instituciones polfticas Argenti-Planificaei6n de la empresa
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Ferretee Moro-los fi losoffos de Wit- Guichonnet-Mussolini y el fcsclsmo Brech-Management: su naturaleza y
tgens'ein Gultlermcu-Lcs jesuitas significado
Foulquié-EI existenciolismo Jones-EI primer descubrimiento de Brectr, Johannsen y Robertson-Dkclo-
Huismon y Pctrtx-Estétlcc industrial América nario de management
Monocorda - Marx y la pedogogfa Kelm-Hlstcrlc de la fotagrafra Buuell-Modelos motemótlcos '1 m!1-
moderna lamore-Cuba nogement del m6.rketing
Rodís-Lewls-Deeccr-tes y el raciona- lapeyre-Carlos Quinto Lhermitte-La Informótieo
lismo Lefranc-EI Frente Popular Mate y Monlgomery-Monooement de
Schoenmon - Homenaje o 8ertrand Lengellé-La esclavitud la fusi 6n de empraas
Russell Livet-Lcs guerras de religión O'Shaughnessy-CrgonizQdón empresas
Mosson-Historio de Vietnam ReviIIa-Hocerlo bien y hocerto so.ber
FlslCA Mea-Historia de los conci lios Sargant-Econom(a y sociok:Jolo de tea.
Dejccbet-Lc resistencia de los mote- Michel-La Segunda Guerra Mundial industria
rlcfes Michel-Los movimientos clandestinos Shackle-PerspectiyOl empresarlales y
Duquesne-Mo.teria y ontimoteria Poliakov-Auschwitz beneficio
Kcbcn-Lcs partfculas elementalea Renouvin-la Primera Guerra Mundial sneteeo-te filasofla del monagement
Sauneron-La egiptologra Small-lntroduccl6n o la eEonom(Q
GEOGRAFIA Testas-La Inquisición empresariol
Clavel-Evolución de la geogrotra Thornfon-EI nazismo, 1918-1945 Suavet-Vida económico de la empresa
humana Woolman-Abd el-Krim 'f la guerra Toylor-Management ·clenlfftCO
Chisholm-Geograffo y economfa del Rif Urwick y Brech-Historia rnanagtment
MÁRKETING Debesse y Mlalaret-Pedagogfa com- George-Geografra de la población
Izquierdo NQ\lorro-Espai\o vende mal porada George-Geogrofía social del mundo
Izquierdo Novorro-La tercera sociedad Debesse y Mialaret-Psicologfa de la l;Ia;ont-las epidemias
N~veu-Nivelle-Anóli5is de los cana- educaci6n Hcrr-ls-Schumpeter, cientrflcc social
les de distribución Fou Iquié-Dicdonario de pedagogfa Huisman y Patrix-Estética industrial
Nepveu-Níveue-Lcnacmlentc de pro- Maddox.-C6mo estudiar Izquierdo Navarro-Espofia ¿adónde vast
ductos Manacorda-Marx y la pedagog fa mo- Izquierdo Navorro-Espal'la erótica
Nepveu-Ntve Ile-Servido y post-vento derna Izquierdo Navarro-España escribe al
Pi lditch-El vendedor si lencioso Richard-Psicoonólisis y educación director
Spi Ilord-to vento Q presión Izquierdo Navarro- Espa~a vende mol
pOEsíA
Underwood Thompson-Esfrategio del Izquierdo Navarro-la tercera sociedad
Moo Tse- Tung-37 poemas
producto Kopp-Los costes sociales de la empresa
wotts-Lc nuevo pub liei dad PROFESIONES Y OFICIOS pr-¡ vada
Bordas-Cómo elegir profesi6n Laroque-Las clases socia les
MEDIC1NA, PSICOLOGíA Bordas-C6mo elegir carrera y pro- Lengellé-La esclavitud
Y PSIQUIATRíA fesión Marquiset-Los derechos ncturales
Bcruk-Pslccsts y nevrosts Mishan-Los costes del desarrollo eco-
PUBLICIDAD Y nómico
Bayliss-Meconismos de control de los
RELACIONES PÚBLICAS
seres vivientes Mottez-Lo sociologfa industrial
Contini-Estcbtecimiento y control del
Boufhoul-Las mentalidades Poi Ilat-Sociologla de la vejez
presupuesto de publicidad
Cépéde y Gounelte-El hambre Porot-Los toxicomanías
De PIes y Verdier-La publicidad
Cid-Seis testimonios de la medicina ReuchHn-Lc orientación escolar y pro-
Izquierdo Navarro-La tercera sociedad fesional
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