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Tanner
El Humor de
la Ironía y la Sátira
en las Tradiciones peruanas
1
El Humor de
la Ironía y la Sátira
en las Tradiciones peruanas
Roy L. Tanner
2
Para Joann
3
Prefacio
R. L. T.
Mayo de 1985
4
Contenido
Prefacio, vii
1. Introducción, 1
2. El Humor de la Ironía, 17
6. Conclusión, 157
Notas, 159
Bibliografía, 166
Indice, 170
5
1
Introducción
Este libro es un estudio del humor practicado por el autor peruano Ricardo
Palma (1833 – 1919) en sus famosas Tradiciones Peruanas. Como un paso hacia dicho
análisis, quisiera examinar brevemente desde diversas perspectivas el contexto literario
dentro del cual dicho humor tomó forma definitiva y resumir la importancia general de
Palma en la historia cultural y literaria de América Latina.
Como punto de partida, consideremos a Palma en su relación con la raza
española y por esto, un benefactor del genio y el carácter encarnados en la gran
literatura de ese pueblo. En particular, fue muy influenciado en estilo y en espíritu por
los maestros del Siglo de Oro del español, Cervantes y Quevedo.
Segundo, como autor latinoamericano, Palma armoniza bien con algunas de las
constantes de la literatura de dicha región. Me refiero especialmente a una vena de sátira
ininterrumpida y muy arraigada y a una tendencia general a condenar la hipocresía y el
engaño, mientras que alienta la dignidad humana.
Un tercer contexto dentro del cual Palma encuentra afinidad compatible, es el de
las crónicas. En por lo menos tres oportunidades, establece vínculos con esta rica
herencia de la creación literaria colonial. Como bien se sabe, muchas joyas de la ficción
están insertadas en la historia de los cronistas. En un sentido el tradicionista, que dio
origen a una prosa imaginativa cuidadosamente impregnada de la realidad histórica, se
ubica como la culminación de la tendencia de teñir la historia con la ficción. Palma no
sólo recreó escenas y encuentros típicos de las crónicas sino que también recurrió
profusamente a las mismas como fuentes y para sus descripciones (por ejemplo, el Inca
Gracilaso de la Vega). También es significativo que la presencia del humor y de lo
picante en obras que anteceden a Palma – Bernal Díaz, El carnero – encuentren eco y
desarrollo en las Tradiciones Peruanas.
Cuarto, uno encuentra a Palma ubicado en una corriente de escritores costeños,
limeños, todos los cuales recurrieron profusamente a la sátira y/o la ironía. Comenzando
con la poesía de Mateo Rosas de Oquendo (alrededor de 1559 – 1621), autor de Sátira a
las cosas que pasan en el Perú, año de 1598, percibimos un tono satírico constante a
través de la poesía de Juan del Valle y Caviedes (alrededor de 1652 – 1697), autor del
Diente del Parnaso, la poesía de Esteban de Terralla y Landa (fines de 1700), autor de
Lima por dentro y por fuera, y en El Lazarillo de Ciegos Caminantes por Alonso Carrió
de la Vandera (1775 – 1776). Palma estuvo muy influenciado por muchas de estas
obras, y las Tradiciones Peruanas, aunque es una obra única e independiente en su
totalidad, mantiene el espíritu de lisura innato en la tradición literaria peruana, como se
tratará en la siguiente sección.
Una quinta perspectiva desde la cual se puede percibir el humor de la obra
maestra de Palma se vincula con el romanticismo y el costumbrismo. En los primeros
años de la década de 1850 la pluma de Don Ricardo produjo con entusiasmo una serie
de versos y piezas teatrales románticos y las obras que más tarde serían precursoras de
la “tradición” plenamente desarrollada reflejan claramente esa inmersión inicial.
Aunque para Palma el romanticismo fue sólo una fiebre pasajera, ciertos aspectos claves
de dicho movimiento se arraigaron permanentemente en su carácter y en sus obras,
figurando así entre las piedras angulares de la tradición. Me refiero al entusiasmo por el
pasado nacional, una actitud de independencia, defensa de la libertad individual y la
justicia, y un deseo de progreso político y social.
6
Palma es una figura significativa en una manifestación importante del
romanticismo en América Latina conocida como costumbrismo. La tradición incluye
muchos aspectos típicos de dicha forma, especialmente la sátira con sus temas sociales y
políticos, su crítica, y su deseo de reforma. Varios costumbristas peruanos preceden a
Palma y ejercen cierto grado de influencia en él. En este aspecto, son de particular
importancia: Felipe Pardo y Aliaga, que cultivó, entre otras cosas, la letrilla satírica para
promover ideas políticas, y el popular dramaturgo Manuel Ascencio Segura, que tomó
bajo su protección al joven Palma y escribió con él una pieza de teatro en 1859 titulada
El santo de Panchita. Así, aunque las tradiciones son mucho más que bosquejos de
costumbres, su autor puede percibirse con provecho en el contexto de los costumbristas
del siglo diecinueve, muchos de los cuales recurrieron al humor satírico tan dominante
en las Tradiciones peruanas.
Sexto, también debemos considerar a Ricardo Palma a la luz del género que
creó. La tradición encarna muchos rasgos significativos pero en esencia contiene una
anécdota histórica que matiza un bosquejo de costumbres; los datos históricos de la
época; la cálida presencia irónica de un narrador muy visible; y un estilo singular, una
mezcla de fraseología puramente castellana, arcaísmos, y expresiones y dichos
vernáculos; todos ricos en humor y sátira. Aunque relacionado a la ficción histórica de
Sir Walter Scott, este género es único en cuanto a tema, estilo y tono. La primera serie
de tradiciones apareció en 1872, seguida de otras nueve durante los treinta años
siguientes. El número de imitadores generado por la creación de Palma es considerable.
Sin embargo, ninguno pudo reproducir el tono y el estilo inventados por el maestro.
Por último, el humor de las Tradiciones Peruanas puede apreciarse más
plenamente cuando se percibe dentro del contexto de Palma el lexicógrafo. Don Ricardo
fue un maestro del lenguaje. Durante su vida publicó dos obras: Neologismos y
Americanismos (1895) y Papeletas lexicográficas (1903), que versan sobre palabras que
consideró dignas de ser incluidas en el diccionario oficial de la lengua. Este dominio del
lenguaje contribuyó mucho a sus logros como humorista irónico y satírico, ya que,
como observaremos frecuentemente en este libro, el estilo y la hilaridad se mezclan a
través de las tradiciones.
Para valorar la importancia de Palma en conjunto, debemos considerar tanto el
pasado como el presente. Durante su propia vida fue uno de los escritores más leídos de
América Latina. Con mínima exageración, Enrique de Gandía afirma que no había
nadie, ni “un erudito, un simple lector y hasta una ama de casa, que no tuviera a mano
las Tradiciones de Palma.”1 Mantuvo una vasta correspondencia con los escritores
importantes de su época (peninsulares y latinoamericanos) y fue muy conocido y
respetado. Para muchos, constituyó uno de los elementos más significativos de la
cultura peruana y en sus últimos años era buscado constantemente por visitantes que
llegaban a Lima.
Más de sesenta años después, su importancia y su prestigio se han mantenido
firmes y sus múltiples contribuciones a la literatura y cultura peruanas y
latinoamericanas continúan siendo claras y notables. Tal vez su principal contribución
es la creación de un nuevo género, que estimuló a muchos otros escritores en Méjico,
Guatemala, Argentina, Chile y Perú a realzar sus propias culturas con una vena similar.
Sin embargo, como se ha observado “Palma ha quedado como el maestro al que todos
los demás han querido seguir, aunque sólo es justo decir que nadie lo ha superado, ya
que no hay nadie que haya exhibido una dicción tan brillante, ni tal elegancia para
contar una historia, ni tal variedad en las escenas que él pudo describir.” 2 Sus otros
logros perdurables incluyen el forjar un estilo único y magistral, una obra maestra
lingüística, preservando y vivificando muchos elementos de la historia peruana, el
7
enriquecimiento de la lengua materna, la reconstrucción de la Biblioteca Nacional, y
con el humor de la expresión indirecta, la cristalización del espíritu limeño en forma
literaria.
Palma y el Humor
Soy hombre de cara dura, es decir, de fisonomía poco movible, y así, siendo alegre de
espíritu . . . rarísima vez me río, por mucha gracia que una cosa me haga. Acababa un día de
acostarme, cuando a poco entra mi mujer en el cuarto, alarmada al oírme reír de tal modo, en
carcajada contenida -- por no despertar a los niños -- que creyó que me había dado algún
accidente, y ello era que acababa de leer el chistosísimo cuento del inglés.7
8
para ese inteligente ingenio limeño, tuvo que dedicarse diligentemente para descubrir el
camino estético apropiado para canalizarlo. 10 Él revisaba sus relatos una y otra vez, con
gran paciencia mientras que se aclimataba y se empapaba en el léxico y el espíritu del
lenguaje, especialmente como se manifiesta en los autores clásicos españoles. Luego
volvía a sus tradiciones iniciales, retocando y revitalizándolas con el humor, la ironía, y
la espontaneidad tan típicos del estilo palmista en su madurez.
Ahí yace una de las claves de su éxito. Para lograr su mayor efecto,
especialmente en el lenguaje hablado, el humor requiere una espontaneidad y un ingenio
natural que a menudo se pierde en los escritos muy elaborados. 11 Sin embargo, las
anécdotas de Palma, aunque son muy pulidas y revisadas por el autor, están vivas con la
naturalidad de un tono conversacional esencial para la plena expresión y comunicación
del humor.
Dentro de ciertos límites uno puede descubrir “cierta individualidad
característica que distingue el humor de cada país.” 12 El humor de Palma exhibe dos
venas, como se sugiere anteriormente en este capítulo -- la lisura peruana y un matiz
particularmente español. Como discípulo de Miguel de Cervantes, quedó compenetrado
con el modo del lenguaje de éste último, así como con el de Quevedo. De algún modo,
estos grandes maestros lo guiaron en la depuración de su estilo y en su perspectiva
humorística de la vida. Se debe recalcar como igualmente significativa la influencia de
la sátira peruana. Moldea su percepción, y, guiado por los clásicos españoles, se
manifiesta en cada faceta de su trabajo.
Raúl Porras Barrenechea sugiere: “Palma, el espíritu más representativo de
nuestra literatura, tenía que ser necesariamente burlón. Su humorismo provenía de
aquella surgente vena criolla, de risa sana y jovial, de inconfundible malicia, que tuvo
su hontanar risueño en el siglo XVII, en Juan del Valle y Caviedes, el poeta de la
ribera.”13 Existe un libro titulado España en sus humoristas. Con igual facilidad se
podría componer un volumen titulado: “Perú en sus lisuristas.” En tal caso, bastaría el
número singular ya que Ricardo Palma, desde su pináculo estético-filosófico y burlón
abarca y sintetiza la mayoría de los momentos históricos de su país.
Un humorista auténtico cumple simultáneamente roles como espectador crítico
de la vida y como artista. Como espectador, contempla e interpreta toda la gama de la
actividad humana desde una perspectiva filosófica determinada. Habiendo visto y
experimentado la vida, ha adoptado “una actitud hacia la vida,” una weltanschauung,
que para él constituye “un arte de existir.”14 Maestro de su perspectiva, distingue las
imperfecciones de la humanidad y las aparentes paradojas de la existencia y responde
artísticamente a las mismas, a veces sugiriendo soluciones (humorista-moralista), a
veces, limitándose al puro deleite estético (humorista-artista).15
Palma adopta ambas posiciones. Critica, ironiza, satiriza o trivializa según lo
demande la ocasión o su “musa cómica,” pero siempre con una conciencia estricta del
molde estilístico en el que desea moldear su humor. Federico de Onís, al evaluar las
novelas de Galdós, también podría hablar de las anécdotas de Palma cuando dice:
“Siempre está presente como una característica permanente de unidad un tono de
expresión y una forma de ver el mundo y sentir la vida que tiene un carácter claramente
humorístico, un humor simple, natural, sabroso, humano que se parece al de Cervantes
más que al de cualquier otro autor.” Así, filtrados a través de los ojos del tradicionista,
la era colonial, la República, y en realidad, la humanidad en general cobran vida gracias
al derroche de ironía de Palma.16
La perspectiva del humorista deriva parcialmente de una firme posición
independiente. Como otros humoristas, Palma defendió la libertad de conciencia y de
pensamiento y mientras se complacía en las mayores oportunidades de expresión
9
proporcionadas por el humor irónico, Palma el “observador oculto” escudriñaba e
iluminaba las múltiples actividades de la sociedad peruana -- pasada y presente -- de
acuerdo a la libre inspiración que le permitía su concepción de la vida. La naturaleza
precisa de esa concepción o posición ideológica frente al virreinato y la república se irán
aclarando a medida que avancemos en nuestro análisis. Como verdadero humorista,
Palma buscó “a través de una visión realista de la existencia . . . la exaltación del
espíritu humano en su libre albedrío.” 17 Sin embargo, por lo menos parcialmente,
recurría al humor y a la ironía como un mecanismo de defensa. Palma era sensible a la
crítica y a su posible falta de popularidad; como lo señala Jean Lamore: “El humor
combate esa sensibilidad particular a la crítica y a las observaciones irónicas de los
autores más jóvenes.”18
Además, el asesinato del presidente José Balta en 1872, el caso Sánchez Carrión
- Monteagudo de la misma década, y la pérdida de su hogar y su biblioteca en 1881,
junto con otras experiencias perturbadoras, lo llevaron a buscar mayor refugio tanto en
el pasado como en el ligero escepticismo de la ironía y la sátira humorística. Cada
orientación realzó su rol como espectador independiente, relativamente libre de las
observaciones irónicas de sus contemporáneos y de la inquietud filosófica que habría
acompañado una evaluación más seria de las contradicciones e incompatibilidades de la
vida. Naturalmente, otra motivación en la adopción del humor como el soporte principal
de su estilo y su tono se relaciona con su ávido deseo de difundir la historia peruana
entre sus compatriotas; su forma de dorar la píldora, como decía él, para que el pueblo
no escapara de la huella de su pasado.
Pocos refutarían que dicho humor es un elemento esencial y universal de la
naturaleza humana. Todavía menos son los que están de acuerdo sobre su definición,
aunque abundan las teorías y las explicaciones. En vez de entrar en una competencia
laberíntica, serviremos más productivamente a nuestra empresa aprovechando el
excelente trabajo de Vilas, El humor y la novela española contemporánea, en la que
destila y sintetiza su estudio de unos trescientos tratados sobre el tema.
Después de analizar la palabra humor, como lo han hecho muchos otros,
mencionando su uso original relacionado con los fluidos del cuerpo y su surgimiento al
empleo moderno en los siglos 18 y 19, Vilas procede a exponer cuidadosamente
diversas clasificaciones del elemento humor. Este último tiende a motivar la reflexión y
posee como sus componentes más importantes “benevolencia, talento, sutileza,
tolerancia, humanidad, disculpa, comprensión crítica; y como posibles ingredientes
destacan la agudeza del ingenio, la ironía, el contraste, el disparate filosófico . . . y
también la ingenuidad.”
Vilas categoriza el humor ya sea como humorismo o humoricidad. Como actitud
y filosofía, el humorismo evidencia relatividad, perspectivismo, y escepticismo, junto
con intuición y madurez o experiencia. A menudo, esto está acompañado de melancolía,
ironía y contraste. En breve, “es la máxima expresión filosófica y estética que el humor
puede producir.” En contraste, la humoricidad constituye el aspecto común, práctico,
realista del humor “sin las inquietudes artísticas, filosóficas o estéticas que caracterizan
al humorismo. Es lo chistoso, lo jocoso, lo festivo “sin altura,” lo bromista, lo burlón,
lo zumbón.” Su naturaleza está determinada por dos ingredientes básicos: “la mayor o
menor dosis de crítica irónica, satírica, hasta sarcástica con ingenio, y de ambición de
reformar; y la calidad intencional . . . del humoricista.” A este matiz de humor le falta
intelectualización, generalmente no estimula un pensamiento más profundo ni una
reacción emocional, y tiende a interesar por la inmediatez social, económica o política
de sus temas. “Es el ingrediente normalmente indispensable en comedia, caricatura,
chiste.”
10
De la humoricidad se deriva la comicidad, cuya más expresiva configuración es
la comedia. A este tipo de humor le falta la emoción seria, juega con las incongruencias,
se mofa de lo ridículo, y produce risa. Vilas luego realza el ingenio, el que viene a ser
poco más que un malabarismo mental. Es independiente y frío pero puede ir
acompañado ya sea del humorismo o la humoricidad para adoptar una variedad de
matices.
Las últimas cinco categorías incluyen la ironía, la sátira, la socarronería, el
chiste y el sarcasmo. Vilas simplifica tremendamente la ironía, pero esto constituye una
ayuda, designándola como ingenio intencionado, que puede derivar de aspiraciones ya
sean buenas o malas. La ironía limita con la sátira, que él califica como “una crítica
inflexible, implacable, fría, ofensiva, insultante, didáctica por su interés de reformar,
educar o corregir.” Del ingenio nace la socarronería, que Unamuno llamó “el puro
humor castellano.” Incluye la ironía de menor fuerza intelectual pero de una cualidad
sutil esencial y requiere toques ingeniosos y una extraordinaria rapidez mental. El chiste
solamente necesita técnica, no profundidad intelectual. Constituye el ingenio oportuno,
pero artificial. El sarcasmo llega a los límites del humor, del cual está desprovisto en su
mayor parte, presentando más bien una naturaleza cáustica, cruel, “la burla grotesca.”19
Como puede verse, el humor ofrece una superficie muy resbalosa. Algunos hasta
sostienen que todo intento de encasillarlo en una definición limitada, solamente conduce
a su “propia aniquilación,” mientras que da prueba de una “falta de verdadero sentido
del humor.”20 Sin embargo, para discernir más claramente la naturaleza del humor de
Palma en sus diversas formas, necesitamos una base teórica como la que acabamos de
proporcionar, la cual ahora ampliaré a continuación:
El humor, especialmente el humorismo, y en cierto grado la humoricidad,
participa de cierto grado de simpatía por parte del humorista. Diferentes teóricos
amplifican la participación, incluyendo la tolerancia, la generosidad, el amor, el
optimismo y la benevolencia. Julio Casares ha llamado al humor la “suprema fórmula
de la comprensión,” que es una definición del tipo de humor que finalmente evolucionó
de la sátira y el sarcasmo de la Edad Media a la profunda humanidad encarnada en el
tono de Don Quijote.21
Al ser profundamente humano, el humor incorpora una mezcla de lo serio y lo
cómico, de lo trágico y lo feliz. El humorista ríe, pero también llora, ya que él, como ser
humano, participa de la misma naturaleza que se presta tan fácilmente a su perspectiva
cómica. Las piezas teatrales del Siglo de Oro ejemplifican este aspecto del humor.
El humor también se encuentra acompañado, frecuentemente, de un aire ético o
moralizador, especialmente en español. Como explica Helmut Hatzfeld, “todos saben
que el humor reflejado en la lengua española es, sobre todo, un humor que se refiere a la
vida espiritual y moral así como a las instituciones eclesiásticas.” Max Eastman nos dice
que, para algunos, el humor “no solo constituye un arte, sino también una ética y una
filosofía de la vida.”22 Dentro de esta esfera, la sátira y la ironía ingresan al dominio
del humor, entremezclándose y fecundándose en variaciones casi infinitas y en grados
indescriptibles. En cuanto a su relación exacta, varían las opiniones. David Worcester,
en El Arte de la Sátira, considera que la sátira y a la ironía pertenecen a la misma
familia y están hechas de la misma materia, aunque más tarde especifica en el libro que
“la ironía es una forma de crítica y toda la ironía es satírica, aunque no toda la sátira es
irónica.”
Cambiando un poco la perspectiva, D. C. Muecke, autor de El Ámbito de la
Ironía afirma que la ironía no está relacionada esencialmente con la sátira, y cuando lo
está en la práctica, es una relación de los medios con el fin, secundando así la
conclusión de Wayne C. Booth: “la ironía es utilizada en ciertas sátiras, no en todas;
11
cierta ironía constituye una sátira, pero muchas veces no lo es.” George Meredith parece
exaltar el espíritu cómico cuando observa que “el humorista y el satírico frecuentemente
están a la busca de lo grotesco, como ironistas, con exclusión de lo cómico.” El humor,
la sátira y la ironía se lanzan sobre la insensatez humana como su presa común; “el
Espíritu Cómico la mira, pero no la toca.” Michael Nimetz nos informa que “a través de
la historia literaria, incluir las intenciones satíricas, irónicas y moralizadoras en un
molde humorístico ha sido un procedimiento corriente.” Vilas categoriza la ironía como
un elemento del humorismo, mientras que coloca a la sátira como un límite de la ironía.
Otros diferencian el humor de la sátira, relacionando al primero con la simpatía, al
segundo con la burla.23
La verdad del asunto debe verse a la luz de los múltiples matices, formas y
funciones que pueden tomar cada uno de estos puntos de vista. El humor puede exudar
puro placer estético. La ironía puede provocar poco júbilo, si es que provoca alguno. La
sátira puede evitar toda posición irónica. Sin embargo, con mucha frecuencia los
comentarios irónicos o las situaciones irónicas resultan sumamente cómicos, mientras
que con mucha regularidad la ironía funciona al servicio de la sátira, a menudo con un
alto grado de jovialidad. Entonces, lo que tenemos son tres términos interrelacionados
capaces de existencia independiente pero que generalmente se aprovechan mutuamente
para mayor significado y dimensión.
Ahora, ¿qué podemos decir con respecto al humor de las Tradiciones peruanas?
Antes que nada, Palma, en vez de presentar una sola señal, ofrece todo un espectro de
tonalidades. A partir de una actitud central que engendra en él una tendencia a detectar
fácilmente “el lado jocoso de la vida,” su “musa burlona” irradia en todas las
direcciones. Casi todos los adjetivos en el arsenal de los críticos han sido o podrían
aplicarse a su humor. Por una parte, las tradiciones tiene un aire a humoricidad, con
abundancia de bromas, chistes, apartes frívolos, y constantes bromas desenfadadas, una
tendencia a restarle importancia a todo. Como Esmeralda Gijón Zapata ha dicho de
Tirso de Molina, su humor “no deja escapar nada que que tenga algún asidero por donde
prender la risa.” Por otro lado, un halo de ironía envuelve las tradiciones, infundiendo a
casi todas lo que Juan Remos llama “un humorismo sutil y penetrante.” 24 Esta ironía
dominante oscila entre la pura socarronería y la sátira mordaz y frecuentemente
evidencia tanto un ingenio espontáneo como una perspectiva fundamental. En efecto, tal
vez más que ninguna otra faceta en particular, el dominio de las construcciones irónicas
por Palma dota a su escritura de una cualidad inconfundible. El presente estudio tiende a
confirmar esta afirmación.
El humor yace latente en todas las cosas, por supuesto, pero hacen falta las
irradiaciones de una actitud sensible a él y muy refinada para despertar su potencial
graciosa verdadera.. A medida que Palma dirigía su propia perspectiva alegre y criolla
sobre las intimidades y los rasgos superficiales de la historia peruana, los iba animando
con el nivel de comicidad o de humorismo que ellas espontáneamente despertaban en él.
Sin embargo, la mayor parte de sus comentarios está expresada con un aire de
comprensión benévola y de tolerancia que muchas veces hace que sus dardos sean
inofensivos. El humor de Palma respira esta aura de la comprensión humana básica, que
lo hace menos cáustico en general que lo que, de no ser así, podría ser el caso. Las
tradiciones entremezclan la ternura y la mordacidad cultivando “la alegre doctrina de la
broma que no llega a maltratar; de la ironía que resbala en medio de una cascada de
palabras que juegan entre sí ensayando matices.”25
No obstante, todo no es simplemente risa libertina y evocación juguetona. 26 El
humor de las Tradiciones Peruanas se ha estructurado para enseñar, para instruir, para
motivar y para criticar a varios niveles. Al nivel más obvio, Palma maneja el humor
12
como algo para animar a sus compatriotas a examinar la historia peruana. A otro nivel,
como ironista-satírico con vena comprensiva, busca llamar la atención a muchas
deficiencias, a locuras y a injusticias provocando la diversión, la sonrisa o la sorna. Este
mismo nivel, efectivamente, es aquel que algunos señalan como prueba o justificación
de su percepción de Palma como subversivo o antisocial marginal. El hecho es
significante y haré un comentario sobre él aquí para luego ampliarlo en capítulos
subsiguientes.
En años pasados los trabajos de Ricardo Palma han provocado gritos de
acusación que van de anti-republicano hasta anti-españolista con muchas gradaciones
entre ellos. En una carta escrita a Vicente Barrantes en 1890, Palma llamó la atención a
su “anti-españolismo” y luego añadió, “¡Por Dios, señor don Vicente! En mi tierra me
acusan de lo contrario.”27 El acusador más importante de los últimos era Manuel
González Prada, quien empezando en 1886, lanzó una campaña energética para
desacreditar en muchas áreas la generación precedente, incluyendo a Palma. Mientras
restaba méritos al estilo de éste, se ensañaba con la ausencia de las ideas de significado
para el presente y para el futuro en la tradición; fundamentalmente la llamó una
falsificación monstruosa de la historia, creada por un reaccionario. 28 Rufino Blanco
Fombona mantenía este punto de vista en su prólogo a Páginas libres en 1915 y en su
propio trabajo Grandes escritores de América, dos años más tarde. “Palma es
hispanizante, retrasado, un espíritu servil, un hombre de las colonias” que busca
preservar la memoria de la dominación en su anhelo para las cadenas y el látigo. (Por
supuesto, las notas marginales irritantes en unos de los libros de Blanco Fombona en la
Biblioteca Nacional no ayudaron nada.) Completamente opuestos son Haya de la Torre,
Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, y otros que subrayan la representación critica del
virreinato y la república con la figura del tradicionista. Mariátegui dice: “Su burla roe
risueñamente el prestigio del Virreinato y el de la aristocracia. Traduce el malcontento
zumbón del demos criollo. . . . Palma guardó un latente rencor contra la aristocracia
antañona y reaccionaria.”29
Además de estas dos perspectivas, hay muchos críticos que conceden la mayor
importancia al nacionalismo de Palma, alabando su exaltación de la patria. Estos críticos
tienen la tendencia a minimizar su liberalismo y escepticismo, a veces a propósito y a
veces porque no han analizado con suficiente cuidado. Esta diferencia entre los que no
dan importancia a su espíritu librepensador y aquellos que le conceden mucha
importancia se sacó a la luz en 1933 en la ocasión del primer centenario de su
nacimiento cuando un seminario sobre las tendencias liberales de Palma por Jorge
Guillermo Leguía, fue eliminado de la colección de trabajos que se publicaron en esa
época como tributo a Palma.30
La verdad de este asunto, claro está, naturalmente atrae comentarios de ambos
bandos que abandonan con esto una opinión homogénea en su enfoque. Palma, un
mestizo de verdad, fue atraído y se dejaba influir por varias actitudes. Por una parte, le
encantaba la era colonial por su dimensión histórica y humana como un antecedente
clave a la nacionalidad actual. Por otra parte usaba la tradición para censurar y atacar la
locura y la injusticia, no sólo en el virreinato sino también entre sus propios coetáneos.
La realidad sacudió a Palma rudamente en muchas ocasiones. Como víctima de ataques
venenosos en público, de la “chismografía, la envidia, el buscar cada uno el caldo
gordo” y como testigo de “las miserias de la vida nacional, la inmoralidad pública, la
ingratitud y la incomprensión de las gentes,” el autor peruano se había herido
profundamente en su sensibilidad.31 Estas experiencias condujeron a una desilusión que
se manifestó en la ironía y la sátira irónica que constituyen un componente tan
significante de su estilo y su tono.
13
Como varios críticos han mencionado brevemente y como ilustraré en detalle
más tarde, las Tradiciones peruanas revelan al lector cuidadoso un gran número de
afirmaciones que se leen entre líneas y que comparan irónica- y/o satíricamente las
deficiencias públicas y privadas del virreinato y las del siglo diecinueve. Sin embargo,
tildar de subversivo a Palma sobre la base de estas alusiones, sería utilizar un término
demasiado duro e indebidamente connotativo sin razón. La posición liberal, reformista,
patriótica, y de amante de la libertad de Palma nunca se pone en duda. Está claro que la
democracia y la independencia republicana no se abandonan. Sin embargo, las varias
élites de poder en Lima merecían una censura sobre muchos puntos, la mayoría de las
cuales eran ecos de las injusticias del pasado colonial. La ironía y la sátira de Palma
denuncian con humor pero claramente estos defectos. No obstante, su ironía no sugiere
la subversión en el sentido de derrocamiento, más bien llama al arrepentimiento, la
adhesión a la moralidad y a la sabiduría básicas y el progreso democrático verdadero.
Además, como una demostración más de su percepción fundamental de lo malo
y lo bueno y a pesar de sus inclinaciones epicúreas, en sus anécdotas el autor peruano
subraya casi exclusivamente el triunfo de la virtud sobre el vicio o por lo menos el
castigo y el remordimiento asociados con actos malos.
El Diccionario de la Real Academia Española define el humorismo como
“estilo literario en que se hermana la gracia con la ironía y lo alegre con lo triste.” En
Palma la combinación de lo trágico y lo cómico presenta dos exteriores. Por una parte
las mismas anécdotas representan una miríada de escenas o de acontecimientos trágicos.
Palma los atenúa en “nubes de la ironía” mientras cada tradición fluye “sin notas
destempladas, suavizando el drama con sonrisas, la tragedia con bromas, la gravedad
con elegancia.” Osvaldo Crispo Acosta lo ha expresado mejor: “Hay en Ricardo Palma
una tendencia a la burla tan arraigado que llega hasta sazonar con la sal de su ingenio
las carnes tostadas de las hogueras inquisitoriales.”32
Otro punto de vista respecto a esta mezcla reside en el weltanschauung del
tradicionista. Como notamos antes, detrás de la fachada juguetona y traviesa latía el
corazón de un hombre que había experimentado, muchas veces en forma muy personal,
las alegrías y los sinsabores de la existencia humana. Palma escrutó la humanidad con
una vista de complicidad y compasión, y optó con madurez a proyectar una imagen
irónica y festiva en sus trabajos y también en su vida, es decir el aspecto irrisorio de la
vida a pesar del pesimismo y la invectiva mordaz a los que la fealdad abundante de la
esencia humana podría haberlo llevado. Sin embargo,esta posición nunca tomó cuerpo
en la forma de un tratado filosófico. En vez de esto, constituyó un resultado o reacción
natural y algo inconsciente de su carácter particular. Su vocación estaba en otro campo.
“Palma no fue ni pensador ni filósofo.” Consecuentemente, como describe Miro
Quesada Laos, “no profundizó en sus cuadros” en el sentido de un esquema organizado
y sistemático. La perspectiva filosófica sí estuvo en lo que Luis Avilés llama “el
lenguaje profano,” pero Palma dejó a sus críticos y sus lectores el que lo extrajeran y lo
articularan.33
Como mencionamos antes, el humor de Palma comparte muchos de los rasgos
que normalmente se asocian con la esencia criolla, sobre todo la de la costa y Lima. En
grados y maneras variables los dos enfoques al humor -- el criollo y el limeño --
incorporan la lisura, la sátira, la ironía, la socarronería y la irreverencia que se presentan
en un tono de burla y chanza. Cuando murió el tradicionista, Manuel Beltroy resume la
relación así. “El genio criollo peruano, zumbón y alegre, malicioso y frívolo, epicúreo y
fanático, retozón y versátil encontró su concreción acabada y completa en el
temperamento de Palma y su más fiel expresión en las ‘Tradiciones Peruanas.’”34 Sin
embargo, todo eso necesitaba tiempo para desarrollarse. Las primeras tradiciones (en
14
sus versiones originales) no revelan mucho de la ironía sutil y la risa de burla de la
mayoría de las anécdotas. A medida que maduraba en su perspectiva y su capacidad,
Palma no sólo escribía de un tono más alegre y mordaz sino que volvía a las primeras
tradiciones para infundir el mismo espíritu en ellas. El resultado final, como he
intentado subrayar, fue la mezcla en Palma de “gracia, verdad, bondad, poesía,” los
cuatro puntos cardinales del humor.35
En esta coyuntura podemos examinar de cerca dos áreas claves: el material
básico de la existencia humana sobre el cual operan el humor y la ironía de Palma y las
técnicas que se adoptaban para extraer, de un modo feliz, la potencial cómica de ese
material. Los aspectos que constituyen el primero incluyen la religión y la vida
espiritual católica; el matrimonio; el sexo; la literatura, sobretodo la poesía colonial;
las mujeres; la vida publica con sus oficiales y profesionales abundantes; el fenómeno
de la sociedad y la economía; tipos en una cadena sin fin desde el indio ingenuo hasta el
virrey avaro y lujurioso, y el lenguaje.
Las técnicas y los procesos estilísticos constan de algunos que son amplios y
muchos que son específicos. Entre aquellos que son generales empezaríamos bien en
señalar el tono reinante o el ambiente en conjunto de las Tradiciones peruanas. Eastman
ha explicado, “ninguna reputación es más segura, una vez que sea establecida, que la del
humorista o del bromista.”36 Una vez que sea conocido y la gente sabe lo que espera de
él, la simple mención de su nombre la hará reír. Esto aplica a Palma y sus trabajos.
Desde la confirmación de su popularidad, una mera alusión a las tradiciones basta para
estimular una anticipación o una preparación en el lector iniciado para la risa inevitable
por las ocurrencias de don Ricardo. De esta manera, el ambiente general de las historias
ahí aumenta la eficacia de las risas.
Un segundo rasgo que incorpora todo y facilita el humor concierne el efecto de
la revelación inesperada e indirecta de la verdad, la que muchas veces no se expresa.
Horacio habla de decir la verdad con una risa o con una broma, y los satíricos practican
este arte desde hace siglos. En efecto la revelación de la verdad sin miedo es una
experiencia muy agradable y constituye “una fuente principal del motivo del goce en las
bromas populares.”37 En las tradiciones, Palma aprovechó estos hechos, provocando
risa en el lector mientras iluminaba por la ironía, las certezas que no se dicen en trato
social normal. Muy unido a esto es otro enfoque general del humor practicado por el
tradicionista, a saber, la utilización de desviaciones o golpes repentinos y sorprendentes
en la fluidez lógica y el orden de las ideas.
En términos de técnicas especificas para ilustrar lo cómico, con referencia a sus
anécdotas históricas, Palma observó que es, “la forma más que el fondo, lo que las torna
populares.” Con la finalidad de obtener ese estilo, como notamos previamente, el autor
“tomó el mayor cuidado imaginable.” Por consiguiente no nos sorprende aprender que
una gran parte de su humor se encuentra en el hábil manejo de la lengua. Palma conoce
muy bien esta relación entre la maestría del estilo y la prosa humorosa, como su propia
observación indica: “Precisamente, el escritor humorista, para serlo con algún brillo y
llamar sobre sí la atención, tiene que empaparse mucho de la índole del idioma y hacer
serio estudio de la estructura de la frase, de la eufonía y ritmo de la palabra, etc.,etc.”
Es verdad que el humor situacional existe, pero la comprensión máxima del humor en
las tradiciones depende claramente del estilo empapado de humor e ironía: “El estilo
de las tradiciones es, por último, la mejor prueba, del humorismo de Palma. . . .
Aquella riquísima prosa, . . . es por sí sola una invitación al regocijo.”38
Una perspectiva general panorámica de las técnicas de Palma en lo que se refiere
al humor hace que esta afirmación resulte patente. Tal examen da realce a la
comparación, la metáfora, el circunloquio, los juegos de palabras, la modificación de
15
frases hechas y lugares comunes, la caricatura, la presentación de tipos, la hipérbole, el
enlace incongruente de palabras o elementos que desprenden de las situaciones o de los
personajes, también la inserción de términos casi jergueros, el trato popular para con
cosas sagradas, la suavización de escenas trágicas y truculentas mediante la utilización
del eufemismo, y también juegos de palabras en el uso de nombres propios. También
uno descubre constantemente la ironía y la sátira, y la presencia subjetiva de un narrador
siempre cerca de uno, y todo esto está conectado e íntima e inevitablemente atado al
humor de Palma.
Inmediatamente aparente es el hecho de que los portadores de la comicidad de
que hemos hecho una lista, en lugar de girar en órbitas aisladas alrededor del núcleo
estético de las Tradiciones Peruanas, se complementan el uno al otro con asociaciones
mutuas e interrelacionadas. Por ejemplo, muchas veces observamos los retruécanos, la
caricatura, la metáfora, el hipérbole la ironía, la sátira y la perífrasis que son inherentes
en comparaciones humorosas. De modo parecido, muchas veces el humor basado en los
juegos de palabras se cruza con la caricatura, la sátira, la ironía, el símil, la metáfora, la
exageración, la alusión religiosa y la sorpresa. Las interdependencias son numerosas.
Como malabarista, Palma las manipula y las entreteje y logra en el proceso el tejido
famoso que tipifica lo que ahora evocamos como una “tradición peruana.”
Este trabajo examinará mecanismos específicos en las historias que juntos
promocionan con tanta ventaja el humor reinante en la colección. Primero
examinaremos la ironía con la intención de disecar con claridad sus complejidades algo
laberínticas. Otra sección se ocupará de la ironía satírica y la sátira en general en la
elaboración de las cuales se han dedicado varias técnicas. El enfoque de la ultima
sección serán las técnicas del humor que no estén totalmente asociadas con la ironía y la
sátira. Dado el hecho de que Palma tuviera una deuda evidente con Cervantes y
Quevedo, haré frecuentes alusiones a dichos autores.
16
2
El humor de la ironía
17
dicha tarea, sería útil aclarar algunos términos mientras miramos inicialmente la ironía y
a Palma desde un plano más amplio.
En el sentido más general, la ironía retórica o verbal puede ser definida como
“un modo de hablar en que las actitudes o la evaluación implicadas se oponen a las que
se expresan literalmente.”5 D.C. Muecke califica esta clase de ironía como “la ironía
simple en que una afirmación aparentemente verdadera, una pregunta seria, una
suposición válida o una esperanza legítima está corregida, invalidada o frustrada por el
verdadero sentido del ironista, por la verdadera situación o por lo que pasa en verdad.”
La capacidad de expresarse de este modo se puede concebir como “una facultad
imaginativa relacionada con la agudeza reilona y tal vez inclusive, una clase de
agudeza reilona en el aspecto perceptivo, pero no el aspecto expresivo.” Es cierto que
Palma mezcla bien los dos y que su muy desarrollado sentido de ironía se apoyaba,
además de la agudeza, en “una buena memoria, una mente abierta, y . . . un alto grado
de sabiduría práctica en todo lo referente a los asuntos de la vida y el comportamiento,”
todas ellas cualidades señaladas por Muecke como caracterizadoras de tal sentido.6
Durante el siglo diecinueve el uso creciente de la ironía filosófica en muchos
casos estaba interrelacionado con la expansión del pensamiento europeo respecto al
escepticismo, el relativismo, el liberalismo, el positivismo, la actitud científica y el
romanticismo.7 Curiosamente, aunque Palma participaba en dichas corrientes, sobre
todo en el liberalismo y el romanticismo, y más tarde se convirtió, inclusive, en un
maestro de la ironía, la mayor parte de su ironía se demuestra al nivel verbal más simple
y familiar como expresión de su espíritu y su perspectiva criolla y jocosa en vez de en la
forma de una orientación filosófica elaborada con mucho cuidado. Como noté en
capítulo uno, Palma no produjo ningún tratado filosófico ni ninguna colección de
pensamientos que guiara e interpretase su creación de la literatura. Al contrario, su
motivación y perspectiva eran históricas y estéticos (estilísticos). La ironía tan jovial
afloraba en gran parte como complemento adjunto a dichos propósitos y como resultado
de su propia personalidad tan distintiva. Su retirada de la política en respuesta a algunos
problemas de la vida, aparentemente alentaba una postura auto protectiva del humor
irónico y la sátira, pero parece que no constituyó un factor principal en el desarrollo de
esa postura.
Entre numerosos intentos de clasificar la ironía verbal, el análisis de Muecke
utilizando grados y modos ha resultado muy esclarecedor y muy útil para categorizar la
ironía de Palma. Muecke establece tres categorías de la ironía, incluso la primera
“según el punto en que se esconde el verdadero sentido” y el segundo “según la clase de
relación entre el ironista y la ironía.” De estas categorías sólo la abierta y la encubierta
tienen algo que ver con las tradiciones. Por la ironía abierta se supone que el lector
“verá inmediatamente el verdadero sentido del ironista,” el cual se intuye por la
desfachatez de la contradicción irónica o la incongruidad. La ironía encubierta se
diferencia de esto en que “apunta a que no sea vista sino más bien detectada.” Se logra
el discernimiento del verdadero sentido, como enseñaba Quintiliano, conociendo el
carácter del escritor y la naturaleza del tema, junto con percibir una contradicción entre
una opinión y el texto entero o entre nuestros conocimientos previos de la verdad, la
opinión verdadera del autor y lo que se expresa literalmente.
La ironía se caracteriza como impersonal, de auto desprecio, ingenua y de
teatral. El primer modo de la ironía, el impersonal se distingue por “la ausencia del
ironista como persona; no tenemos más que sus palabras.” Por el segundo modo, el
18
del auto desprecio, que además se llama muchas veces la ironía del comportamiento,
viene el carácter y la personalidad del escritor, los que sirven de guía para el sentido
verdadero. Ventilaremos el tercer modo de la ironía, la ingenua, con respecto al humor
de la ingenuidad, y notaremos que incluye la representación de un inocente que revela,
sin querer, las imperfecciones de aquellos que se supone que sean más intelectuales y
más culturales que él. La ironía teatral, el cuarto modo, incluye la presentación de
situaciones y acontecimientos percibidos como irónicos.8
Naturalmente, las divisiones como éstas no pueden mantenerse con rigidez
cuando se aplican a la ironía de una obra particular. Muchas veces las fronteras entre las
categorías se ponen borrosas y hay mucha invasión mutua. En el caso de Palma esto es
muy evidente. La ironía del tradicionista con respecto a grados y categorías refleja la
ironía abierta y también la ironía encubierta. Sus comentarios sarcásticos y
exageraciones jocosas pero obvias necesitan poco esfuerzo de parte del lector para
comprenderlos. No obstante una cantidad significante del estilo irónico del tradicionista
depende en alto grado de ciertos conocimientos del carácter de Palma y puede pasar sin
detectar si no existe esta familiaridad. Consideren los ejemplos siguientes donde los
primeros dos representan la ironía abierta y los segundos dos representan categorías
encubiertas de la ironía:
Y a tiempo que Cebada exhalaba el último aliento y que se daba por terminada la fiesta. (895)
Resuelto, pues, a irse son sus petates a otra parte, dirigióse a la acequia de la cárcel, rompió la
escarcha, lavóse cara y brazos con agua helada, pasóse los dedos a guisa de peine por la
enmarañada guedeja, lanzó un regüeldo que, por el olor a azufre, se sintió en todo Pasco y veinte
leguas a la redonda, y paso entre paso, cogitabundo y maltrecho llegó al sitio denominado
Uliachi. (592)
Y la cosa de ser verdad tiene, porque el libro del señor duque se imprimió en Madrid, en 1764,
con permiso de la Inquisición, que a ser embustera la historieta, no la habría dejado correr en
letra de molde. (299)
El cronista que relaciona este suceso lo califica de milagro y de patente castigo del cielo. Por
supuesto, que yo también pienso lo mismo. ¡Pues no faltaba más sino que saliese yo ahora
descantillándome con negar la autenticidad del milagrito! (146)
19
comprensión. La ironía impersonal en el primer ejemplo y la ironía auto despreciativa
en el segundo y tercer ejemplo se representan debajo:
El 24 de abril de 1814 . . . nos llegó de Cádiz en el navío Asia el batallón Talavera, compuesto de
ochocientos angelitos escogidos entre lo más granado de los presidios de Ceuta, Melilla, la
Carraca y otras academias de igual lustre. (900)
Ahora estoy segurísimo de que en los labios de todos mis lectores retoza esta pregunta: ¡Y
bien, señor tradicionista!¿Quién ganó el pleito? ¿El de Santiago o el de Sierrabella?
Averígüelo Vargas. (496)
Atrapóme el otro día un capitancito de nacionales, muchacho sin oficio ni prebendas, que
calza guantes y que es parroquiano de Broggi, y dijóme:
“¡Hombre! ¿Qué me dice usted de Ballén? Todo un doctor metido a cigarrero. ¡Encanallarse
así!”
“¿Y qué hay con eso? Trabajar es mejor que vivir del petardo, y en cuanto a lo de
encanallarse, pienso que si no existe tradición profana ni sagrada que nos refiera que el diablo
fue alguna vez zapatero, sastre o concejal, hayla, y muy auténtica, de que fue cigarrero en
Huacho; lo que prueba, con lógica agustina, que el oficio es aristocrático, cuando el rey de los
infiernos nada menos no tuvo pepita para ejercerlo.
“¡Ah ¡, ésa no estaba en mi libro,” murmuró el mocito. Y tomó el tole. (1443)
La objetividad falsa
Cuando una persona pasea por una calle muy transitada, se encuentra con
semáforos. De la misma manera, el lector de las quinientas o más tradiciones se
enfrenta regularmente con historias de milagros u otros acontecimientos extraordinarios
que se cuentan de una manera claramente objetiva o de una manera que parece ingenua.
Es evidente para cualquiera que conozca la orientación liberal y escéptica de Palma que
los cuentos palpitan de intención irónica. Como George Umphrey observa
correctamente, “la franqueza ingenua de muchas de sus historias que tratan de milagros
y de supersticiones, no se puede apreciar únicamente al nivel aparente; el lector astuto
sabe muy bien el escepticismo que trasciende la historia aparentemente cándida y los
comentarios ingenuos.” Sin embargo, el discernimiento de la ironía presenta menos
complicaciones en algunos casos que en otros, hecho que depende de la presencia del
21
autor y de las señales estilísticas. Así el comentario de Raúl Porras Barrenechea sobre
Palma de que “su más imperceptible ironía la usa para referirnos, como ingenuo
colector de florecillas, milagros increíbles o pueriles,” es más cierto en algunas
historias que en otras.9
Quizás la presencia de la expresión más desprendida de la ironía ocurre en el
cuento titulado “Los mosquitos de Santa Rosa,” donde el tradicionista recuerda el pacto
con “los alados musiquines.” Fuera de una introducción breve y una alusión política, no
se encuentran en esta tradición los comentarios reveladores tan presentes en otras
anécdotas. La segunda mitad de “El alacrán de fray Gómez” demuestra un tono
parecido. En la segunda mitad de “El alma de fray Venancio,” sin embargo, Palma
añade un par de comentarios breves que se ven más sospechosos: “Pero a San Pedro
Nolasco no hubo de parecerle bien quedarse sin lucir su gallardía en cuadros al oleo”;
“El padre Antolín se quedó como es de presumirse. Cosa muy seria es esto de oír hablar
a un difunto” (788). La historia trata de la vuelta de la muerte de fray Venancio para
asegurar que el dinero que había dejado con un comerciante sería utilizado para pintar
un mural para San Pedro Nolasco. En “Los ratones de fray Martín” somos testigos de
San Martín de Porras domando ratones, perros y gatos; la historia se cuenta con un
entusiasmo aparentemente de crédulo. “Váyase, hermanito,” dijo al ratoncito que había
atrapado,
y diga a sus compañeros que no sean molestos ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir en la
huerta, y que yo cuidaré de llevarles alimento cada día.
El embajador cumplió con la embajada, y desde ese momento, la ratonil muchitanga
abandonó el claustro y se trasladó a la huerta. Por supuesto que fray Martín los visitó todas las
mañanas, llevando una cesta de desperdicios o provisiones, y que los pericotes acudían como
llamados con campanilla.” (265)
En “El virrey de los milagros” se lee de una estatua de Cristo que habla y que
tiende el dedo índice, la confirmación del milagro viene del hecho de que “el dedo no
volvió a tomar la posición primitiva” (249). En otro sitio, el narrador verifica que en la
pintura de padre Virrueta incluso hasta “la polilla y los ratones le tienen miedo y no le
hincan el diente” (983). Con frecuencia Palma inyecta tales comentarios crédulos como
“Como el diablo nunca duerme, sucedió que. . . .” (123) o “¡Y dirán que no hay brujas!”
(545). A propósito de la visita de Santo Tomás al Perú, se le asegura al lector, dado la
corta distancia y la carretera transitable entre Calango y Lima que “no es aventurado
asegurar que tuvimos un día de huésped y bebiendo agua del Rimac a uno de los doce
queridos discípulos del Salvador. Y si esto no es para Lima un gran título de honor,
como las recientes visitas del duque de Génova y don Carlos de Borbón, que no valga”
(282).
El fracaso de los cronistas de especificar si era la sandalia del pie izquierdo o la
del derecho la que se descubrió en la ceniza y la lava constituyó sin duda “olvido
indispensable en tan sesudos escritores.” La ausencia de los diablos, los espíritus y los
milagros en el siglo diecinueve provoca la ingeniosidad fingida del último párrafo de
“La procesión de ánimas de San Agustín”:
“Francamente, no puede ser más prosaico este siglo diecinueve en que vivimos. Ya no asoma el
diablo por el cerrito de las Ramas, ya los duendes no tiran piedras ni toman las casas por asalto, ya
no hay milagros ni apariciones de santos, y ni las ánimas del purgatorio se acuerdan de favorecernos
siquiera con una procesioncita vergonzante. Lo dicho; con tanta prosa y con el descreimiento que
nos han traído los masones, está Lima como para correr de ella. (488)
Palma mismo era masón y precisamente se había inscrito poco antes del atentado de
22
asesinato de Castilla en 1860. En todos estos ejemplos nuestra conciencia de la
perspectiva y antecedentes verdaderos del escritor saca a la luz el humor de la ironía.
No toda la ironía ingenua trata de eventos religiosos. Consideren, por ejemplo,
el relato de Palma de la búsqueda de un platero para un árbol apropiado para ahorcarse
(su esposa le había empujado a ello):
Provisto de cuerda y sin cuidarse de escribir previamente esquelas de despedida, como es de moda
desde la invención de los nervios y del romanticismo, se dirigió nuestro hombre al estanque de Santa
Beatriz, lugar amenísimo entonces y rodeado de naranjos y otros árboles, que no parecía sino que
estaban convidando al prójimo para colgarse de ellos y dar al traste con el aburrimiento y
pesadumbres. Principió Román por pasar revista a los árboles, y a todos hallaba algún pero que
ponerles. Este no era bastante elevado; aquél no ofrecía consistencia para soportar por fruto el
cuerpo de un tagarote como él; el otro era poco frondoso, y el de más allá un tanto encorvado.
Cuando uno se ahorca debe siquiera llevar el consuelo de haberlo hecho a su regalado gusto.
Preocupado de que tal vez alguien le viera en un momento inapropiado, piensa, “No
había forma de que un hombre pudiera matarse en paz.”
No es que yo, humilde historietista y creyente a machamartillo, sea de los que dicen que ya Dios
no se ocupa en hacer milagros y que el diablo nunca los ha hecho. (248)
Yo, mi señora doña Prisciliana, creo a pies juntillos todo lo que en material de reliquias y de
milagros refiere aquel bendito fraile chuquisaqueño. ¡Vaya si creo! (292)
23
. . . Noé . . . que, cristianamente, debo creer y creo que fue el padre y fundador de la familia.
(652)
Y si éste no es milagro de gran fuste, que no valga y que otro talle; pues lo que soy, yo me lavo
las manos como Pilatos, y pongo punto final. (250)
Yo no lo niego ni lo afirmo. Puede que sí y puede que no. Tratándose de maravillas, no gasto
tinta en defenderlas ni en refutarlas. (210)
Y no se olvide que, por aquellos tiempos, era de pública voz y fama que, en ciertas noches, la
plazuela de San Agustín era invadida por una procesión de ánimas del purgatorio con cirio en
mano. Yo ni quito ni pongo; pero sospecho que con la República y el gas les hemos metido el
resuello a las ánimas benditas, que se están muy mohínas y quietas en el sitio donde a su Divina
Majestad plugo ponerlas.” (561)
Allá en los tiempos en que a las campanas se las mandaba, por vía de castigo, desterradas a
América. . .
“¡Alto el fuego!” me interrumpe el lector. “¿Cómo es eso de la proscripción de campanas?”
“Va usted a saberlo, señor mío.” (1147)
Esta táctica resulta muy útil para provocar un cambio de rumbo en el sentido de la
narración y funciona prominentemente como manera de introducir las partes históricas
de muchas historias.
La verdad era que la ejecución se aplazaba porque acababa de morir Grano de Oro,
importantísimo personaje cuyo fallecimiento bastaba para entorpecer la marcha de la justicia.
“Pero señor, ¿quién es Grano de Oro? ¡Yo exijo que me presente usted a Grano de Oro! ¡Yo
quiero conocer a Grano de Oro! ¡Que me traigan a Grano de Oro!
Calma, lectores míos, que un cronista no es saco de nueces para vaciarse de golpe, y como
quien toma aliento, conviene abrir aquí un paréntesis para borronear un par de carillas sobre
historia. (748)
Este pasaje está cargado de ironía, la cual se señala por la contradicción de caractizar al
verdugo con el epíteto importantísimo; por la incongruencia de las palabras “marcha de
la justicia,” revelada por conocimientos previos de la opinión del autor en contra de la
pena de muerte; por la intrusión de los lectores en la narración (¡muy descortés!); y por
la repetición excesiva en el segundo párrafo. También el extracto ejemplifica una
técnica común de provocar la tensión y el interés en las tradiciones, concretamente la
suspensión del renglón narrativo. Bien se sabe que Cervantes la utilizaba en varias
aventuras interrumpidas. También Palma la usaba en muchos cuentos, tales como
“Sabio como Cavaría.” Ahí, incluso en la tercera parte, le encontramos jugando a
escondidas con el lector:
“Pero hasta aquí,” dirá el lector, “no sabemos quién es Chavarría. Vamos, presénteme usted
a Chavarría.”
“Pues con venia de usted. Chavarría es. . . Chavarría”
“¡Buen achaquito, compadre Cantarranas! Quedo enterado.”
“¡Vaya! Si no sé cómo decirlo. En fin, Chavarría es. . . , que lo diga por mí el Diario de
Lima, . . . . ¡Cataplum! Trátase de un perro pericotero que se exhibió en el teatro de esta ciudad
de los reyes.” (735)
En una modificación más, a veces Palma intenta justificar una digresión histórica
25
cuando la propone como una actividad apropiada para entretener al lector mientras la
acción de la narración principal continúa:
Dejemos por un rato en reposo al muerto, y mientras el sepulturero abre la zanja, fumemos un
cigarrillo, charlando sobre el gobierno y la política de aquellos tiempos. (665)
Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y recancanillas. Es decir, que mientras los
amantes apuran la luna de miel para dar entrada a la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el
consabido parrafillo histórico. (726)
Mientras don Cristóbal va galopando y tragándose leguas por endiablados caminos, echaremos
un párrafo de historia.” (369)
Aunque nadie volvió a tener en Huacho noticias de Eduvigis ni de su amante, yo te diré, lector,
en confianza, que el incendio fue un suceso casual; . . . Guárdame, lector, secreto sobre lo que
acabo de confiarte, pues no quiero tomas ni damas, dimes ni diretes con mis amigos de Huacho.
(696)
Pero háganse ustedes los de vista miope con esos y otros anacronismos, y ahí va ad pedem
litterae la conseja.” (912)
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Un extracto de “Los pasquines del bachiller ‘Pajalarga’” comparte semejanzas
con esos ejemplos, incluyendo los que antes se mencionaron brevemente. En ese
extracto encontramos la recitación parcial de unos versos de tono subido seguido por
una pregunta repentina de una chica joven, como si estuviera sentada en las rodillas del
narrador: “¿Qué dijo?” Su respuesta: “No sea usted curiosa niña, que es vicio feo. Dijo .
. . lo que dijo, y lo que a usted no le importa saber” (153). En otra historia, el narrador
responde a la pregunta siguiente de otro interlocutor de la nada: “‘Pero, señor
tradicionista, ¿por dónde vino, desde Galicia a Lima, Santo Tomás?’ ‘Eso, ¿qué sé yo?
Vayan al cielo a preguntárselo a él. Sería por globo aerostático, a nado o pedibus
andando. Lo que yo afirmo, y conmigo escritores de copete, así sagrados como
profanos, es que su merced estuvo por estos trigos y san se acabó, y no hay que
gerundiarme el alma con preguntas impertinentes’” (282). El humor en este pasaje
proviene de la ironía del razonamiento erróneo y de discusiones espurias dadas como
verdaderas, de la ironía de las alabanzas fingidas – “escritores de copete” -- y de la
ironía de la objetividad falsa.
Otra faceta de la ironía general asociada con la presencia subjetiva del narrador
concierne a las preguntas retóricas. En las Tradiciones peruanas ellas constituyen una
técnica estilística muy visible. Una vez más la ironía básica proviene de la implicación
de que en realidad el autor intercambia información y sentimientos con el lector. La
función de la pregunta varía mucho. Por ejemplo, puede ser que ampare “l’impression
d’une fausse naiveté”:13 “¿No ha sido siempre el diablo un tramposo de cuenta? Pues a
fullero, fullero y medio, ¡Qué canario!” (591). Otras veces la pregunta es una técnica
para llamar la atención como la que utilizan típicamente los que cuentan cuentos.
“¡Cómo! ¡Qué cosa! ¿No conoció usted a las Pantojas? ¡Chimbambolo! ¡Pues hombre, si las
Pantojas han sido en Lima más conocidas que los agujeros de los oídos! (733)
Nuestra conciencia del apoyo real del autor a los masones y al pensamiento libre y de su
escepticismo sobre la multitud de milagros en generaciones anteriores, además de la
preocupación fingida sobre la preservación de la ecuanimidad, ayudan en la
confirmación y en el placer de la ironía. Una mezcla parecida de interrogatorio fingido,
imparcialidad y escepticismo subyacente sostiene otro pasaje:
Ahora bien, digo yo: ¿no convienen ustedes conmigo en que en este condenado y descreído siglo
xix las benditas ánimas del Purgatorio se han vuelto muy pechugonas, tramposas y sin
vergüenza? Para delicadeza, las ánima[s] benditas de ha tres siglos. Hemos visto a una de estas
infelices en trajines del otro mundo a éste para pagar una miserable deuda de doscientos pesos.
¿Y hoy? Mucha gente se va al otro barrio con trampa por centenares de miles y en el camino se
les borra de la memoria hasta el nombre del acreedor.” (345)
Cumple a mi honradez de cronista declara que poco o nada hay de mi cosecha en la conseja que
va a leerse, y que ella no es más que un relato popular. Agregaré también que anda muy lejos de
mi propósito herir delicadeza alguna, y que si hay prójimo a quien el cuentecillo haga cosquillas,
lo dé por no escrito y san se acabó; que yo soy moro de paz y no quiero camorra con nadie, y
menos con los que le metieron el resuello al mismo diablo. Ni juego ni doy barato, que no soy
más que humilde ropavejero de romances. (589-590)
Y para que ustedes no digan que por mentir no pagan los cronistas alcabala, y que los obligo a
que me crean bajo la fe de mi honrada palabra, copiaré lo que sobre el particular escribe el
erudito señor de Mendiburu en su Diccionario Histórico. (425)
Llamábase la chica Nieves Frías, y no me digan que invento nombre y apellido, pues hay mucha
gente que conoció a la individua, y a su testimonio apelo. (898)
Ya ven ustedes que busco autoridad en que apoyarme, para que nadie pueda decirme que miento
sin temor de Dios. (525)
Sí señor. ¿Y por qué no he de contar aventuras de un fraile que si pecó, murió arrepentido y
como bueno? Vamos a ver, ¿por qué? ¡Vaya! ¡Pues no faltaba más! Cronista soy, y allá donde
pesco una agudeza, a plaza la saco; que en mi derecho estoy y no cobro alcabala para ejercerlo.
(896)
¿Quién fue el padre del infante? ¡Misterio! Nosotros no hemos de repetir los decires de la
maledicencia o de la calumnia. (678)
29
narrador está presentando un esectáculo de autovaloración ingenua con el fin de
despertar placer en el “lector amigo.” En general esta última táctica predomina en las
Tradiciones Peruanas, excepto cuando Palma describe la ingenuidad de su juventud.
Ello es que di en la flor de mirar por encima del hombro a los demás escolares, que, según mis
barruntos, no podían ser sino animalitos de orejas largas y puntiagudas, comparados conmigo
que sabía tanto como Chavarría. (734)
Y aquí pongo punto, pues me parece que he dicho algo y que me he lucido en este ramo de la
historia cafetuna. (735)
Parece que me explico, picarillas, y que soy lo que se llama un cronista galante. (1032)
Puede ser uunido a una alabanza explícita de otro objeto y el oyente, entonces, debe retirar
ambas opiniones (la favorable y la desfavorable) y así haciendo se encumbra en algo la figura del
hombre irónico -- y se rebaja el objeto (de su alabanza); o tal vez la alabanza explícita puede
desaparecer, como si se esperara que el oyente la encontrase implícita en la comparación
sugerida por el auto-desprecio de aquel que maneja la ironía, quien ha dejado tanto un juicio
EXPLICITO como un juicio IMPLICITO sin ninguna refutación; o (por otra parte) tal vez el
auto-desprecio del ironista no sea invertido a su favor en absoluto y entonces el oyente
entenderá su modestia como nada más que un recurso de la ironía.18
Aunque la humildad fingida del narrador se vea claramente como técnica de la ironía,
quiere definitivamente que se invierta a su favor, por lo menos hasta cierto punto, dada
la transparencia de la ironía. En casos de la ironía satírica, aunque sea con poca
frecuencia, el auto-desprecio está acompañado por la alabanza de un grupo o una clase
de gente; se espera que el lector comprenda la ironía de los dos. Sin embargo,
normalmente la modestia de Palma aparece sola, como una demostración más de su
personalidad irónica reinante.
Antes vimos como Palma creó un personaje que, mientras lo disminuye como
narrador, aporta, sin embargo, el meollo de la historia. La abundancia de conocimientos
y de investigación evidente en las tradiciones contradice repuestas como “Confieso mi
ignorancia y ruégole que me ilustre” (912) o críticas como en la oración “No he cuidado
de informarme, que así soy yo de desidioso . . .” (484). En la mayoría de ejemplos, se
expresa la desconfianza en pocas palabras y a menudo una de ellas está modificada por
un sufijo diminutivo: “escritorzuelo de poco más o menos” (1201), “humilde
historietista” (248), “mi pobrecita tradición histórica” (895), “este articulejo” (1118),
“humilde ropavejero de romances” (590), “un papanatas como yo” (637). La maestría
del estilo de Palma invalida totalmente la modestia de la referencia en “Un Maquiavelo
criollo” a “mi lacónico y corriente estilo” (1149). Una ironía burlona subyace la
incapacidad del narrador de acordarse del nombre de una chica en “De comó desbanqué
30
a un rival,” especialmente después de los párrafos anteriores de alabanza desenfrenada:
“¡Vaya una memoria flaca la mía! Después de haberla querido tanto, salgo ahora con
que ni del santo de su nombre me acuerdo” (1438).
En una postura adicional de auto-desprecio, la cual invade a veces, el narrador
expresa con regularidad la ignorancia o la incertidumbre respecto a ciertos asuntos. Si la
incertidumbre aparente incluye una falta verdadera de datos, tal vez el comentario no
sea gracioso. Sin embargo, por regla general, entra un elemento de ironía. La historia
titulada “Quizá quiero, quizá no quiero” cierra con un comentario de incapacidad o de
incertidumbre que, en su remilgo exagerado, revela la ironía:
“Lo que sí puedo afirmar con juramento es que . . . andando los tiempos, debió doña Beatriz
humanizarse con su marido, porque . . . , porque . . . , no sé como decirlo, ¡qué demonche!
Sancha, Sancha, si no bebes vino, ¿de qué es esa mancha? Ella dejó prole . . . “con que . . .
chocolate que no tiñe . . .” (40)
Y aquí noto que, habiéndome propuesto sólo hablar de los ratones sujetos a la jurisdicción de
fray Martín, el santo se me estaba yendo al cielo. Punto con el introito y al grano, digo, a los
ratones. (264)
¡Ah! Me olvidaba de decir a ustedes el nombre de capitancito que tan sutilmente protestó contra
los despejos. (1041)
31
En todo caso, la idea expresada se contradice por la estructura visiblemente bien
formada de cada tradición. Otros comentarios demuestran al narrador que tiene que
restringirse con su exuberancia: ”Con saya y manto una limeña se parecía a otra como
dos gotas de rocío o como dos violetas, y déjome de frasear y pongo punto, que no sé
hasta dónde me llevarían las comparaciones poéticas” (165). La inadvertencia fingida
adopta el humor de la ironía situacional en el caso de Francisco de Carvajal, quien
después de haber ahorcado a una mujer que no se callaba, se dirigió al cadáver con estas
palabras: “¡Cuerpo de tal, comadre cotorrita, que si usted no escarmienta de ésta, yo no
sé lo que me haga!” (79).
La Contradicción Interna
32
mayor” y se dice que “el prior de los dominicos tuvo que prohibirle que siguiera
milagreando (dispénsenme el verbo).” Después del relato del milagro con el albañil
suspendido, el narrador dice, “¿Buenazo el milagrito, eh? Pues donde hay bueno, hay
mejor.”
El descubrimiento de la ironía en “El alacrán de fray Gómez” sigue un modelo
parecido. Después de contar un par de milagros, el tradicionista dice humorísticamente
“Me parece que estos dos milagros . . . no son paja picada” (211). Puede ser que la
técnica se infiltre en las palabras de los personajes, como en el caso del cura codicioso
que habla con el nativo sincero, “‘¿Tanto, taita?’ ‘¿Y te parece poca mamada esa de ir al
cielo sin chamuscarse ni una pestaña en el purgatorio?’” (1148).
La discordancia en el tono y en el contexto no tiene que ver siempre con asuntos
religiosos, como hemos visto en el caso del hombre que buscaba un árbol apropiado del
que se pudiese colgar (vea la sección de la objetividad falsa). La misma clase de humor
viene de afirmaciones incongruas tales como “sentando plaza de mendigo” (823) o
como recibir una capa descolorida y sin valor “por legítima herencia, pasando de
padres a hijos durante tres generaciones” (513). La repetición podría ser una señal
reveladora de la ironía “creo a pies juntillas . . . ¡Vaya si creo!” (292). La repetición se
usa bien también con la exageración. Y así, la sandalia de Santo Tomás “hizo en Lima
muchos, muchísimos milagros” (282). Antes de la visita del diablo a Ica “los iqueños
eran . . . felices, muy felices, archifelices” (914).
La ironía desmentida por la contradicción de hechos dentro de un trabajo da
también bastante risa en las tradiciones. La brevedad (muchas veces involucrando una
sola palabra) tipifica la mayoría de estas alusiones y así avisa al lector que no pierda
los significados subterráneos; por ejemplo, la palabra alhaja cuando se usa para
describir un ladrón o un antagonista: “era el niño una alhaja de las que el diablo empeñó
y no sacó” (1184). “Los endiablados” eran “los héroes de esta conseja” (1073; la puesta
en cursiva es mía). Una metáfora de joyas también caracteriza a los primos
irónicamente: “Los tales dijes suelen ser una calamidad” (1202). El corregidor
deshonesto de Andahuaylas estafó “la friolera de veinte mil duros” (638; la puesta en
cursiva es mía) a los nativos. En conexión con un nabo enorme el lector entiende,
“¡Digo si sería pigricia el rabanito!” (524). Dos hombres peleándose con palos “se
estaban suavizando el cordobán a garrotazos” (914). Los residentes de Huacho se
quedaron víctimas de esta clase de ironía con el anuncio de que “un fraile de muchas
campanillas, y traído al propósito de Lima” (789) ya estaba en camino para visitarlos.
Era, por supuesto, el padre Samamé quien casi siempre se encontraba “preso en la cárcel
del convento y suspenso en el ejercicio de sus funciones sacerdotales.”
Una contradicción lógica ocurre, por ejemplo, en “La misa negra”donde “la
abuelita” narra su curación milagrosa a manos de Ña San Diego: “A mí me sanó de
dolor de muelas con sólo ponerse una hora en oración mental y aplicarme a la cara un
huesecito, no sé si de San Fausto, San Saturnino, San Teófilo, San Julián, San Acriano o
San Sebastián, que de los huesos de tales santos envió el Papa un cargamento de regalo
a la catedral de Lima” (833). ¡Santos huesudos! Una combinación de la ingenuidad
fingida y la lógica rara sale de la descripción por Palma de una bruja en plena faena:
“La vieja, que en este momento se ocupaba de clavetear con alfileres un muñequito de
trapo, dentro del cual había puesto, a guisa de alba, un trozo de rabo de lagartija,
abandonó tan interesante faena” (284-285; la puesta en cursiva es mía). En otra
tradición Laurencio Silva, herido en una batalla, preguntó al médico si iba a morir. El
médico contesta, “Lo que es morir, me parece que no; pero tiene usted lo preciso para
pasar algunos meses bien divertido” (998).
Varios nombres y motes expresan contrastes muy fuertes con la información
33
contextual circundante. Muchos demuestran una intención mayormente burlona y con
frecuencia la ironía sale por el comentario del autor que contradice las connotaciones
del nombre – “Valentín Quesada, con agravio de su nombre de pila que lo comprometía
a ser valiente, casi murió del susto” (1064). Hasta se señala la ironía claramente: “hay
nombres que parecen una ironía, y uno de ellos era el del vecino Fortunato, que bien
podía, en punto a femeniles conquistas, pasar por el más infortunado de los mortales”
(729). De modo parecido, Felix, “lejos de ser feliz, como su nombre auguraba, en la
primera escaramuza dio posada en la barriga a una bala vivanquista” (1104).
En estos casos puede ser mejor decir la ironía paronomástica -- Valentín y
valiente, Fortunato y infortunado, Felix y feliz. La ironía apelativa también subyace el
relato de Agustín de Jáuregui, “(apellido que, en vascuence, significa demasiado
señor)” (686-687). Después de ejecutar cruelmente Tupac-Amaru, el mismo Agustín de
Jáuregui, se murió, la víctima de cerezas venenosas. Cierto barco llevaba el nombre
jactancioso de El gran poder de Dios. Sin embargo, el barco, “no estuvo a la altura
fanfarrónica de su nombre, pues se rindió sin poner más resistencia que la que opone
una pulga a los dedos pulgares” (936).
También los rasgos físicos pueden ser imitados en un nombre mediante un
contraste irónico donde una vez más estamos obligados a rechazar las implicaciones
inmediatas del apelativo a favor de una interpretación contraria o distinta. Doña Ninfa,
por ejemplo, en vez de ser una mujer joven y atractiva, es una empleada vieja que cuida
a las hijas de don Honorio (807). En “El niño llorón” se descubre que doña Pulqueria,
con un nombre que viene de la palabra en latín para la belleza – pulcer-20 se presenta
como “una vieja . . . con correa de la Orden Tercera . . .¡Mucha plepa era doña
Pulqueria!” (451). De modo parecido el mote del verdugo, Grano de Oro, provoca una
respuesta humorosa porque, encima de su carrera, es “un negrito casi enano, regordete y
patizambo, gran bebedor e insigne guitarrista” (749).
Ciertos títulos o subtítulos de las tradiciones subrayan el humor debido a las
incongruidades textuales. Tal discordancia ocurre en la historia “Un predicador de lujo,”
cuyo título describe al padre Samamé; en “Dos palomitas sin hiel,” que representa la
disputa enconada entre doña Catalina y doña Francisca; y en “Mosquita muerta,” en que
el virrey empieza como carácter aparentemente débil y acaba energético, honorable y
justo.
34
generales del lector y del autor. Lo mismo sucede cuando Palma pronuncia El
Comercio, diario limeño, un "irrecusable documento" (1118). Un razonamiento
igualmente falso compone la ironía de un párrafo de la carta de Lope de Aguirre a
Felipe II: "La vida de los frailes es tan áspera, que cada uno tiene, por cilicio y
penitencia, media docena de mozas" (896). Aludiendo a la interesante costumbre de
alojar a una chica con su posible pareja por tres meses para que se la pueda probar, el
autor de "Coronguinos" dice chistosamente, "¡Vamos! Si cuando yo digo que las buenas
costumbres desaparecen sólo por ser buenas" (1143-1114). La ironía, entendida por el
lector por medio de su conocimiento del respaldo de Palma de las reservas básicas de la
sociedad, se combina con las de referencias sexuales para brindar un impacto gracioso.
En una historia el narrador cita "los diez mandamientos de la mujer casada" y
después explica, "Estos diez mandamientos se encierran en la cajita de los polvos de
arroz y se leen cada día hasta aprenderlos de memoria" (821). Ya sabemos que esto no
es el caso pero con todo resulta gracioso. Otras afirmaciones que se invalidan por
nuestra comprensión general o por su falta de lógica o por su falsedad obvia incluyen:
El doctor me aseguró que de un momento a otro las liaba el enfermo, y cuando él fulmina una
sentencia, no hay más que, sin pérdida de minuto, comprar mortaja y cajón. (1203)
En cuanto a obras públicas, parece que ambos virreyes sólo proyectaron una: adoquinar la vía
láctea. (208)
Años llevaba ya nuestra macuita en pacifica posesión de un trono tan real como el de la reina
Pintiquiniestra. (904)
Pero con las cortinas, ya lo he dicho, no transijo, aunque me aspen como a San Bartolomé o
achicharren como a San Lorenzo. (1436)
¡Pícara sociedad que ha dado en la maldita fiebre de combatir las preocupaciones y errores del
pasado! ¡Perversa raza humana, que tiende a la libertad y al progreso, y que en su roja bandera
lleva impreso el imperativo de la civilización. ¡Adelante! ¡Adelante! (566-567)
Aquí las tradiciones aportan un ejemplo clásico de la técnica de ´culpar para elogiar’
que está fortalecida por la parodia y el sarcasmo. Advertido por el conflicto en las
creencias, reconstruimos el sentido al nivel del ironista -- ¡alabados sean el progreso y
la civilización! A veces la ironía se oculta en la connotación, como cuando se informa
al lector que en 1568, "año en que hubo peste de langostas, nos cayeron como llovidos
de las nubes los jesuitas" (283). La frase "llovidos de las nubes" suele connotar algo
positivo. Sin embargo, con este ejemplo nuestros conocimientos de los prejuicios del
autor nos hacen sospechar la ironía, la que se apoya en la analogía implicada de las
langostas.
Casi toda exageración contiene amagos de ironía porque significa algo distinto
de lo que se expresa explícitamente. Aunque la hipérbole no debe rendirse siempre a la
35
sátira, en la obra de Palma sí lo hace hasta cierto punto. Aun cuando sabemos muy bien
que la intención es irónica y que la declaración que se expresa no está hecha para que
se crea del todo, con todo se extiende un ambiente de ridículo liviano por el trabajo. Lo
que resulta es una reflexión divertida. Considerar, por ejemplo, la referencia de Palma
a las líneas poéticas de Garcilazo sobre lo deseable de "la fruta del cercado ajeno":
"Estos dos versecitos han hecho más victimas que el cólera morbo, porque nosotros los pícaros
hombres, a fuerza de oírlos repetir, nos imaginamos que ha de ser verdad evangélica aquello de
que el bien ajeno es manjar apetitoso, y del que podemos darnos un atracón sin necesidad de
pagar bula." (127)
¡Cuando yo digo que las mujeres son capaces de sacar polvo debajo del agua y de contarle los
pelos al diablo! (166)
El virrey a Ño Veintemil: ¡Hombre! ¡Para paternidades estamos! ¡Buen zagalón de hijo voy a
echarme encima! (668)
En las Éticas Aristóteles definió aún más las diferencias entre la exageración
presumida por una parte y por la otra la declaración de menos de lo que uno quiere
decir. Mucho más tarde, al principio de la época clásica inglesa (siglo XVI) los retóricos
trataban con regularidad el tema de la atenuación en términos de la lítote y la meiosis, o
sea, la disminución. Hacia el fin de ese siglo, el término ironía empezaba a aplicarse a
la atenuación y cuando “comenzó el siglo dieciocho [la atenuación para efectos
contrarios] parecía estar aceptada como una estratagema normal de la ironía; así se
entiende hoy día.23 Como contraparte de la abundante ironía que implica todo lo
contrario de lo que se dice, la meiosis significa “lo que dice pero sólo dice parte de lo
que significa.” “Va en la dirección correcta pero no llega al fin." Igual que otros tipos de
ironía, la meiosis usa la “inferencia”, la cual obliga a los oyentes a "prestar mucha
atención al sentido verdadero o escondido.”24
Palma utilizaba la meiosis de vez en cuando además que la táctica relacionada de
lítote. Unos ejemplos bastan para iluminar la estratagema. Durante la época colonial a
menudo se venían casando los parientes entre sí, lo que conducía a consecuencias
debilitantes para los descendentes. Como nota el narrador, "nuestros abuelos andaban
atrasaditos en fisiología" (1202). También una alusión a su infancia usa la expresión
atenuada: "Ahora, . . . voy a sacar a luz un cuentecito que oí, muchas veces cuando era
muchacho . . . ¡y ya ha llovido de entonces para acá!” (629). En un ejemplo maravilloso
de meiosis, Palma hace que el diablo responda a la súplica de una chica que él
intervenga en una pelea con estas palabras: "Yo no soy de esta parroquia" (914). La
creencia inicial de la chica de que está hablando con el Salvador confiere una dimensión
adicional de ironía a la respuesta.
Normalmente la defensa fingida está incluida en la misma categoría que la sátira
y puede usar afirmaciones falsas, razonamiento erróneo y contradicciones internas
cuando los necesita. Jonathan Swift utiliza la defensa fingida como arma preferida y
peligrosa.25 Elías la maneja magistralmente en detrimento de los sacerdotes de Baal.
36
Ya hemos conocido la defensa irónica en este capitulo. Recuerden, por ejemplo, las
numerosas justificaciones de sí mismo de Palma, su defensa fingida de la elección de
carrera de Fray Martín y su apoyo al milagro en "El virrey de los milagros." En "Fray
Juan sin miedo" Palma nos da otro buen ejemplo: "Agrega la tradición que San Juan
Sin Miedo cambió este nombre por el de San Juan del Susto; y si no miente, que mentir
no puede [la puesta en cursiva es mía], el ilustre cronista padre Vázquez. . . . alcanzó
nuestro lego a morir en olor de santidad" (379). Aquí, igual que en unos casos de sátira
política presentados en capítulo 3, la defensa fingida en las tradiciones se aproxima a, y
muchas veces alcanza, los elogios disimulados.
Durante la época neoclásica de siglo XVIII, elogiar para culpar era la categoría
más común de la ironía en la literatura. Swift es el maestro consumado de este tipo de
ironía de controversia. Como se ha notado anteriormente, con frecuencia los elogios
fingidos acompañan el menosprecio de sí mismo socrático. 26 En las tradiciones, esta
táctica aparece con más frecuencia en la forma de aplausos por las cualidades deseables
que parecen faltar en un ambiente en que reina la ambigüedad. Con una pequeña
exageración en el énfasis, los elogios fingidos pueden transformarse en el sarcasmo.
El descubrimiento de su presencia no suele exigir mucho esfuerzo porque los conflictos
contextuales, las discrepancias de las creencias y conocimientos generales o las
representaciones malas son obvias.
La ironía del primer párrafo de "Un caballero de hábito" está clara:
Ello es lo cierto que si me echara a averiguar el origen de muchos de los pergaminos de nobleza
que, en este Perú, acordaron los monarcas de Castilla a sus leales vasallos, habría de sacar a
plaza inmundicias de tanta magnitud que obligarían al pulcro lector a taparse las narices con el
pañuelo. (802)
Las palabras que siguen inmediatamente revelan la ironía de la palabra leales. La ironía
del término pulcro es notable por causa de nuestro conocimiento de los seres humanos.
En "Un despejo de Acho" las reacciones incongruas posteriores revelan el
verdadero sentido del adjetivo respetable en la frase "el respetable público" (1041). El
mismo efecto ocurre en conexión con la palabra ilustre (448), aplicada a Miguel de
Santiago, artista que penetró con lanza a su modelo para que interpretase mejor la
agonía de Cristo. Nuestros propios conocimientos más la familiaridad con la disposición
jocosa de Palma hacen sospechar la aparente admiración del autor por los sacristanes y
los acólitos que se atreven a enfrentar al ambiente de mal agüero de una iglesia por la
noche: "De mí sé decir que nada ha producido en mi espíritu una impresión más
sombría y solemne a la vez, y por ello tengo a los sacristanes y monaguillos en opinión,
no diré de santos, sino de ser los hombres de más hígados de la cristiandad. ¡Me río yo
de los bravos de la Independencia!" (561).
Un párrafo muy interesante que trata de esta contradicción aparece en "El
ombligo de nuestro padre Adán":
Quépanos, sí, a los católicos hijos de esta tres veces coronada ciudad de los reyes del Perú la
satisfacción de decir a boca llena, y en encomio de nuestra religiosidad católica-apostólica-
romana que el único limeño a quien la Inquisición tuvo el gusto de achicharrar fue el bachiller
Castillo, y aun éste no fue limeño puro, sino retoño de portugueses. (258)
Esto es orgullo fingido de la mejor calidad. En primer lugar el hecho de que Lima
produjera (y después sólo "frió”) a un solo Juan de Castillo cuyo carácter alegre y
ocurrente era muy parecido al del mismo Ricardo Palma y cuyo “pecado” fue tan
pesado como un cojín de alfileres, en vez de merecer elogios, echaba una sombra
realmente negativa sobre la verdadera religiosidad de los limeños. La parodia en
37
"católica-apostólica-romana," la yuxtaposición de gusto y achicharrar, y el hincapié
excesivo en la alcurnia de la víctima aumenta e ilumina la ironía.
Una extensión del tono auto-consciente de las tradiciones conduce directamente
a la ironía de consejos fingidos.
(Alguien me ha contado que como el diablo no puede decir ¡adiós!, es invención suya la palabra
¡abur! Conque muchos acostumbran despedirse. Así, tengan ustedes por sospechosos al que diga
¡abur!, y por lo que potest échenle una rociada de agua bendita ¡Abur! ¡Abur!” (592)
La ambigüedad
La Paradoja
Aun cuando sus comentarios parecen estar reñidos con el sentido común, una vez
entendidos cobran un significado viable, a saber, permitir a uno que insulta a los demás
38
que persiga sus inclinaciones y tarde o temprano, sus acciones tornarán en su perjuicio,
dejando a los ofendidos libres y vengados. En otra paradoja, un hombre viejo era
"capaz por lo feo de dar un espanto al mismo miedo" (241). Un extracto de un poema
que trata de las Cayetanas también merece consideración: "No son hombres ni
mujeres, / Más pelonas / Que las ranas / Candidonas / Cayetanas" (513). Las cayetanas
eran chicas que pertenecían a un monasterio cuyos miembros eran ridiculizados por su
ropa y su pelo absurdo. Comparar a los solteros con los comunistas también sugiere
alguna contradicción al lector hasta que se pone en contexto que a los dos les gusta
compartir "lo legítimamente poseído" de los demás (123).
Ironía de la Situación
Para tener una situación irónica, tiene que haber una victima o un inocente poco
perceptivo a las circunstancias y un observador con un sentido de ironía. Que la
situación sea verdadera o imaginada no importa porque ahora "estamos mirando la
ironía desde el punto de vista del observador y no del hombre irónico.” Muecke
distingue cinco tipos simples de situaciones irónicas. Sólo tres de ellos nos conciernen
aquí, la ironía de la incongruidad simple, la ironía de los acontecimientos y la ironía
dramática.27
La primera situación no incluye mucha ironía porque no hay complicaciones por
la presentación de la acción. Un buen ejemplo es la yuxtaposición de una casucha y un
castillo. La ironía de la incongruidad simple emerge irregularmente en las Tradiciones
peruanas y nos limitaremos a dos ejemplos aquí. Uno se encuentra en "Lope de
Aguirre, el traidor,” un diablo que tiene un escudo de armas con el moto "Piérdase
todo, sálvese la honra" (74). Otro ejemplo trata de discusiones fuertes entre las monjas
durante las elecciones a los capítulos: "En los conventos de monjas eran más reñidos, si
cabe, los capítulos, y húbolos en que las mansas ovejitas del Señor se arañaron de lo
lindo y sin misericordia. En la Encarnación, por ejemplo, vióse una monja, la madre
Frías, que mató a otra a puñaladas" (299).
En la categoría a la que nos referimos como la ironía de los acontecimientos la
incongruidad irónica se encuentra entre la esperanza y el suceso. Lo que esperamos y lo
que las consecuencias parecen favorecer se pone frustrado e invertido. Encontramos lo
que queríamos evitar. La esencia anecdótica de las tradiciones da muchos casos así. En
1651 se decía en Lima que había una aparición nocturna en forma de un cadáver con
sudario. En el colmo de la osadía, un fanfarrón se jactó de que colocaría una campanilla
en el espíritu antes de la mañana. "Venida la mañana, lo encontraron privado de sentido
bajo el nicho de la Virgen, y vuelto en sí, juró y perjuró que el fantasma era alma en
pena en toda regla" (395). Una inversión irónica aconteció también a Juan de Porras. En
camino a asesinar a Pizarro, se jactó, poniéndose en un charco : "¡Caracoles!
¡Ahógueme yo en tan poco agua!" (84). Unos meses después encontró la muerte cuando
su caballo cayó en un charco y Porras se quedó atrapado debajo de éste y se ahogó.
También hay humor en la muerte de don Geripundio una noche cuando se quedó
asfixiado debido a un ratón que entró en su garganta, una eventualidad que por supuesto
no esperaba cuando se metió en la cama.
La historia titulada "Franciscanos y Jesuitas" incluye la ironía de los
acontecimientos junto con la ironía dramática, explicando en términos de la ironía, el
origen de una actitud. La historia es así: una tarde, una bruja y sus cuatro hijas poco
santonas se dan cuenta de la llegada de tres franciscanos en camino al Cuzco. La bruja
entretiene a los franciscanos con una bebida intoxicante mientras sus hijas bailan.
Cuando el alcohol hace efecto, uno de los franciscanos se pone de pie de un salto, coge
39
a una pareja y comienza a bailar, exclamando, "¡Ea, muchachas! También el santo rey
David echaba una cana al aire que en el danzar no hay peligro si la intención no es
libidinosa." (285). Pronto otro fraile empieza también, gritando: "¡Escobille, padre
nuestro, escobille como yo!" Con el mínimo de ironía, la cosa se complica. Se ve
acercándose a tres jesuitas, un giro imprevisto que constituye la ironía de
acontecimientos. Los franciscanos se esconden y la historia se repite; los jesuitas beben,
pierden su solemnidad y comienzan a bailar con las chicas, gritando "¡Viva Jesús ¡" En
este momento intercede la ironía dramática, porque el lector prevé lo que no ven los
jesuitas y en un sentido aun los franciscanos escondidos no ven. Como era de esperar,
cuando los jesuitas reiteran el grito de "¡Viva Jesús!" los frailes, "abandonando el
escondite, se lanzaron en la mitad del corro, gritando como poseídos : "¡Y el Seráfico
también! ¡Y el Seráfico también!" ¡Palma, de un modo fingido, quiere que el lector crea
que esto produjo la cooperación entre las dos órdenes!
La ironía dramática pertenece preeminentemente al teatro y trata tanto de la
tragedia como la comedia. Sin embargo, en las tradiciones, por causa del tono de
chanza predominante, produce casi exclusivamente el humor. Termino este capítulo
con unos ejemplos más. La trama de "El resucitado" es uno de los mejores ejemplos.
Un hombre humilde que se queda enfermo, se presenta al hospital San Andrés. Después
de ser informado de que su enfermedad presagia la muerte, lega su dinero a Gil Paz,
administrador del hospital, pidiéndole nada más que le compre una mortaja fina y que
pague por unas misas por él. Después de la muerte del hombre, el administrador decide
no cumplir con la promesa y guardar todo el dinero. Sin embargo, en verdad el muerto
no está muerto y mientras el sepulturero abre el agujero, una brisa fresca le despierta de
su paroxismo. Al ver como el cadáver se aleja caminando, el sepulturero se cae privado,
convirtiéndose en una victima de la ironía de acontecimiento. Entretanto Gil Paz se
aboca a las tareas del hospital "cuando una mano se posó familiarmente en su hombro y
oyó una voz cavernosa que le dijo: "¡Avariento! ¿Dónde está mi mortaja?’” (666) -- la
ironía dramática en el momento más intenso y chistoso. Paz se vuelve loco
inmediatamente.
La misma ironía envuelve a un grupo de soldados reales en El Callao. Al volver
al campamento escondido por las tinieblas Antonio Valero, ventrílocuo, oye una
patrulla que se acerca. Inevitablemente perdido, entra en un umbral y proyecta su voz
sobre las cabezas de los soldados.
Cada soldado oyó sobre su cabeza, y como si saliera del cañón de su fusil, este grito:
"¡Viva la patria! ¡Mueran los godos!"
Los de la ronda, que eran ocho hombres, arrojaron al suelo esos fusiles, en los que se había
metido el demonio, fusiles insurgentes, que habían tenido la audacia de prorrumpir en voces
subversivas, y echaron a correr poseídos de terror.
Media hora después el general Valero llegaba a su campamento, riéndose aún de la peligrosa
aventura, a la vez que dando gracias a Dios por haberlo hecho ventrílocuo. (1023)
41
3
La sátira ha sido definida por M.H.Abrams como "el arte literario de restar
importancia a un sujeto poniéndolo como ridículo y evocando respecto a él actitudes de
diversión, de desdén o de desprecio."1 Aunque una lectura somera de las tradiciones
comprueba la amplia presencia de este rasgo de este tono retórico, se requiere un
escrutinio cuidadoso para aislar realmente la esencia y las dimensiones de la manera
satírica de Palma y la relación de la sátira a su humor y su ironía.
Hay dos tipos principales de satíricos y por ende dos conceptos básicos de la
intención de la sátira, y hay, además, un espacio amplio entre ellos. Según demostró
Horacio, hay entre los satíricos un grupo que se recrea con la gente, mientras que a la
misma vez, trata de curar en ella una real ignorancia -- la cual muchas veces la lleva a
la locura y a la ceguera -- demostrando la verdad con una sonrisa. El otro grupo, que
parece tener la misma actitud que Swift y Juvenal, simplemente odia o desprecia a los
hombres y se dedica a hacerles daño y ridiculizar sus males. 2 La actitud de Palma se
halla entre estos dos, pero más cerca de la sátira de Horacio que a la de Juvenal.
Esencialmente Palma era un hombre feliz y aunque no solía buscar despertar una
reacción de duro desdén y desprecio para con sus protagonistas o para con las
instituciones, tampoco estaba su objetivo restringido a la evocación de solamente una
sonrisa por sus debilidades o sus injusticias. Desde el punto de vista de un pensador
libre del siglo XIX, en términos generales, al escritor peruano le preocupaban las
inconsistencias y la corrupción de los hombres que impedían el progreso de su país y a
la vez perjudicaban su propia felicidad. Para expresar la verdad de sus sentimientos,
usaba el humor con respecto a los atropellos a la integridad y a la ética como para guiar
al lector, mediante la reflexión, a una renovada comprensión de la inequidad y el
carácter indeseable de ellos. Dicha comprensión, añadida a una conciencia histórica
muy variada, fue, al fin, la verdad que Palma quería infundir en sus seguidores.
Palma era muy similar a Galdós por cuanto parecía "que nació con una camera
en un ojo y un guiño de complicidad en el otro." Demostraba un interés especial "por el
hombre de carne y hueso, . . . al que retrata con la vena de observador satírico." Su musa
burlona estaba siempre presta para identificar "el lado flaco de los hombres y reírse de
las cosas humanas más almidonadas y solemnes con aristofanesca y finísima sonrisa."
Fiel a su herencia cultural como notamos antes, Palma ejemplifica "nuestro modo
tímido, menor, [peruano] de practicar la crítica de costumbres" que le permitía "fustigar
sin perder la sonrisa de los labios, ni tampoco la sensación de la realidad." 3 El hecho de
que la sátira constituyera una parte muy importante de su naturaleza esencial parece ser
indicado por el hecho que daba salida a las inclinaciones no sólo en las tradiciones sino
también, si no más aún, en "Verbos y Gerundios" y por sus colaboraciones en "El
Diablo, El Burro (1852), El Heraldo de Lima (1854), La Campana (1867) y La Broma
(1857),” todos ensayos o periódicos de intención entera o parcialmente satírica.
Las condiciones de Palma de satírico verdadero, si bien, al mismo tiempo,
satírico de inclinación benévola e irónica, reciben mayor confirmación si uno las
compara con las características que reciben más realce como propias de practicantes de
42
la sátira durante épocas distintas. Aun cuando Palma no exhiba absolutamente todos
los rasgos característicos que tipificaban a los satíricos, la lista de los que sí presenta es
aleccionadora en cuanto al estilo y también la técnica así como a la personalidad y la
preparación. Como ha mostrado claramente Leonard Feinberg, a pesar de que los
satíricos y las opiniones sobre ellos se han diferenciado mucho y a veces
diametralmente, Palma reúne a plenitud la conformación de un satírico ligero. 4 La lista
siguiente muestra los rasgos de los que se encuentran ejemplos en la obra de Ricardo
Palma.
La Parodia Burlesca
44
que el original, hace que el pensamiento interior quede "de una manera horrible nada
consecuente en cuanto a la forma o que quede distorsionado internamente o expandido
de un modo cómico."10 El burlesco inferior también es calificable como de burla con
farsa "por tratar a su sujeto elevado en términos extravagantes o vulgares" y como la
parodia burlesca tipo Hudibras al tratar una clase general de la expresión, como por
ejemplo un lenguaje coloquial absurdo.
El tradicionista buscaba el humor a través de la utilización del burlesco superior
y a la vez el burlesco inferior de un modo general y mediante la mímica satírica. Sin
embargo, en vez de imitar trabajos literarios específicos, excepto en el caso de las
crónicas en su totalidad, Palma imitó los estilos del lenguaje y terminología frecuentes
en las instituciones sociales, políticas y religiosas. El nivel de lo ridículo varía según el
estilo original que es objeto de burla, el tema a la que el burlesco se aplica o según
aquellos cuyas acciones y palabras se presentan en el estilo burlesco. Consideren, por
ejemplo, la campana herética en "Simonía" cuya actividad subversiva se juzgó culpable
por el juzgado de Madrid. Los jueces "vinieron en mandar y mandaron: primero, que se
diera por nulo y de ningún valor el repique; segundo, que se arrancara a la campana la
lengua o badajo; y tercero, que se le enviase desterrada a las Indias" (1147). En este
caso, Palma satirizó por la imitación de parodia el lenguaje del proceso jurídico, la
ingenuidad e incompetencia frecuentes de los jueces y por extensión la crueldad y la
ferocidad que nacen de la intolerancia religiosa y el fanatismo.
Eleanor Hutchens dice que tal parodia legal es "la ironía de referencia," la cual
"consiste en la utilización de palabras que, indirectamente, comparan o encaminan una
entidad a otra cosa que, por su cómica disimilaridad, subraya la esencia verdadera de
tal entidad.” Dicha estratagema es de la época antigua y aparece en las imitaciones de
Rabelais de "la Biblia, los decretos, la jerga técnica de las profesiones legal y médica, y
las palabras artificiales de los teólogos escolásticos."11
Una segunda parodia de términos legales surge durante el traslado de don Dimas
de la Tijereta al infierno. "Por el camino gritaba de voz en cuello el escribano que había
festinación en el procedimiento de Lilit, que todo lo fecho y actuado era nulo y contra
ley, y amenazaba al diablo alguacil con que si encontraba la gente de justicia en el otro
barrio le entablaría pleito, y por lo menos lo haría condenar en costas" (517). Este
párrafo, mientras el lector lo encuentra bastante gracioso, a la vez ataca la
autosuficiencia arrogante pero tenue que se ejemplifica por algunos de los "cuervos de
Temis" (281). Se clasifica mejor como una parodia indirecta, puesto que la terminología
jurídica se usa en un resumen de las palabras de un personaje en vez ser una
observación directa del narrador.
Otra parodia sintetizada, esta vez de la retórica legal y eclesiástica, proviene de
una disputa sobre el ombligo de Adán. "El domingo probó con muchos latines que Adán
no se diferenció de sus descendientes, y que, por tanto, lució la tripita o excrescencia
llamado ombligo. El bachiller argüía que, no siendo Adán nacido de hembra, maldito si
le hizo falta el cordón umbilical. Contestó aquél con un distingo y un nego marojem, y
replicó el limeño con un entimema, dos sorites y tres pares de silogismos" (257). Los
diálogos reportados de este tipo son omnipresentes en los relatos de Palma y a menudo
ridiculizan indirectamente un estilo particular de expresión. Volveré a ellos brevemente.
Palma jugaba también con la fraseología real, lo que, en el extracto siguiente,
socava, por la ironía de contradicción, su posición exterior irreprensible como arbitro y
su veredicto acerca de la justicia en el Perú. "Con que callar y callemos, y que la justicia
siga su curso, como en los tiempos del oidor Mansilla. He dicho" (1106). Una ironía
parecida invoca duda sobre la parodia breve de una invocación que sigue: "como todo lo
malo encuentra siempre imitadores, . . . abundaron hasta el pasado siglo los curas que
45
por treinta pesos aseguraban a los difuntos la gloria perdurable, que para mis lectores
deseo. Amen" (1148). Esta parodia de básicamente una sola palabra añade a la
diversión evocada por la mezcla incongruente de los curas falsos, un narrador
sospechoso y la gloria duradera. En efecto, existe gran ironía en un autor escéptico que
desea para sus lectores una gloria eterna fraudulentamente garantizada y aprovechada
por ministros poco éticos.
Palma fue expuesto a los procesos parlamentarios del congreso durante varios
años. De vez en cuando en las tradiciones, Palma aludía satíricamente a ese modo de
expresión, evocando visiones del ritual burocrático combinado con resultados bien
parcos.: "véase, pues, que también en la época colonial se aderezaban pasteles
eleccionarios. Pido que conste el hecho (estilo parlamentario) y adelante con la cruz"
(546). El tradicionista satirizó otras facetas del gobierno mediante una parodia
material: "hasta los municipales vociferaron sobre la necesidad de imponer al prójimo
contribución de diez centavos por cada estornudo" (914). Tal sátira confirma la posición
critica de Palma con respecto a la ineficacia administrativa que estorbaba el desarrollo
de su país.
El burlesco superior también podría incluir la recreación del estilo arcaico de
crónicas y documentos antiguos, técnica utilizada muchas veces por Palma cuando
presentaba, por ejemplo, los nombres de los virreyes. Frecuentemente los nombres
están acompañados por títulos de nobleza, los cuales, mientras refuerzan una aura de
aristocracia y de nacimiento noble, presentan un contraste irónico entre las
ostentaciones de títulos y los reinados de pocos resultados. La presencia de los títulos
dilatados en un género breve como la tradición tiene la tendencia a crear una
incongruidad que, o sea articulada por el narrador o no, podría sugerir algún
cuestionamiento respecto a la dignidad e integridad de estos "grandes de España.”
Don Camine Nicolás Caracciolo, grande de España, príncipe de Santo Buono, duque de Castel
de Sangro, marqués de Buquianico, conde de Esquiabi, de Santobido y de Capracota, barón de
Monteferrato, señor de Nalbelti, Frainenefrica, Gradinarca y Castelnovo, recibió el mando del
Perú [en] 1716. (527)
Tal vez el encomio falso e indirecto se caracterice mejor en este tipo de burlesco.
El ridículo se aumenta todavía más en los párrafos que siguen. Este burlesco apelativo
evoca la risa más al mismo hombre que al estilo de las crónicas y así contradice las
acusaciones contra Palma de que poseía un espíritu servil a la colonia. (véase el capítulo
1, “El Humor y Palma”).
Ciertas afirmaciones en las tradiciones preservan la forma de las exclamaciones
devotas mientras les infunden un pensamiento muy discorde. Éstas también están
incluidas en la definición de la parodia material de Palma de Highet.
¡Por vida de Santa Cebollina, virgen y Mártir, abogada de los callos! (651)
¡Por vida de Santa Tecla, abogada de los pianos roncos! (914)
¡Válganos Santa Pereza! (1194)
¡Válganos los doce pares de orejas de los doce apóstoles! (581)
Entre los primeros actos del eclesiástico gobierno del señor deán, hombre más ceremonioso que
el día de Año Nuevo, cuéntase en edicto prohibiendo, con pena de excomunión mayor ipso facto
incurrenda, que los viejos usasen birrete dentro del templo, y otro reglamentando la
indumentaria femenina, reglamentación de la cual resultaban pecaminosos los trajes con cauda
en la casa del Señor. (580)
Otra vez la incongruidad paródica proviene de la aplicación del latín a una trivialidad.
El contraste lingüístico entre la lengua vernácula y el lenguaje de Cicerón engendra
también el alborozo. Fundamentalmente Palma ridiculiza a los autores de los decretos
tontos por medio de imitar su manera de hablar.
Muchas veces las palabras latinas si bien armonizan apropiadamente con el
puesto de la persona de quien hablamos, todavía produce la diversión debido a unas
ciertas incongruidades pequeñas o al humor de la situación. El Papa, después de comer
comida suramericana, "exclamó en latín: ‘Beati indiana qui manducant pepiani’”
(628). Mientras hacía una boda, la novia dijo al obispo del Cuzco, "Quizá quiero, quizá
no quiero." Aún así, el obispo "los casó en latín in nomine Patris et Filii et Spiritus
Sancto" (40). Cuando el latín hace contraste con la clase del interlocutor o con su
carácter, también reaccionamos con diversión: "De puro bueno perdió mi gallo, porque
si el contrario no se rebaja a tiempo, le habría clavado la navaja hasta el sursum corda"
(624).
Como se ve, los términos latinos suelen mezclarse muy bien con fluir del
47
español. A Palma le gustaba usarlos como medio de ridiculizar suavemente la
erudición, o como medio de evocar imágenes o recuerdos en el lector de personal
médico, legal o de oficina cuyo dominio de la lengua clásica no coincidía totalmente
con su dominio de los principios morales o de sí mismos. Logró a la vez una mayor
variedad de expresión, algo importante en un gran número de anécdotas semejantes.
Ante omnia tengo a honra presentar a ustedes al licenciado Benito Suárez de Carvajal. (128)
Y don Raimundo Pareja cumplió ad pedem litterae su juramento. (635)
In diebus illis, digo, cuando yo era muchacho. (209)
Las muchachas protestaban, in pecto, contra la tiranía paternal. (599)
. . . pero por falta de padrino nequaquam. (1441)
48
en las tradiciones.
¿Tener celos del primo de su mujer? Eso sería el non plus ultra del ridículo. (1203)
. . . un empleado del real estanco de salitres, digo, de tabacos. ¡Vaya un lapsus plumae
condenado! ¡Ejém! ¡Ejém! ¡Escupe, Guadalupe, escupe! ¡Bonitos están los tiempos para andarse
con equivoquillos! (735)
Pero eso de hacer la olla gorda a los corregidores gratis et amore no le hacía pizca de gracia a su
excelencia. (638)
El burlesco inferior en las Tradiciones peruanas asume las dos formas básicas de
la imitación satírica y la "presentación populachera" de los elementos de la historia
sagrada. Primero, miremos a la imitación satírica. De nuevo, en vez de parodiar los
trabajos literarios específicos, el tradicionista se centró en un grupo particular de
personas, obteniendo una reacción irrisoria al imitar su manera de expresión. Ésta es
una de las distintas técnicas que Palma usaba en sus descripciones de tipos. 12 Uno de los
ejemplos más claros ocurre en "La llorona del Viernes Santo." Ahí Palma describió el
estilo de las plañideras coloniales.
Con frecuencia, así habían conocido ellas al difunto como al moro Muza, y mentían que era un
contento exaltando entre ayes y congojas las cualidades del muerto.
"¡Ay, ay! ¡Tan generoso y caritativo!" y el que iba en el cajón había sido usurero nada
menos.
"¡Ay, ay! ¡Tan valiente y animoso!" y el infeliz había liado los bártulos por consecuencia
del mal de espanto que le ocasionaron los duendes y las penas.
"¡Ay, ay! ¡Tan honrado y buen cristiano!" y el difunto había sido, por sus picardías y por lo
encallecida que traía la conciencia, digno de morir en alto puesto, es decir en la horca.
...........................................................................................................................................................
Sólo a las lloronas les era lícito sonarse con estrépito y lanzar de rato en rato un ¡ay Jesús! o un
suspiro cavernoso que parecía del otro mundo. (862-863)
Tal vez este párrafo se podría clasificar como imitación social literaria
hudibrastico porque toma un tema importante de la historia colonial y social y lo
ridiculiza mediante la imitación grotesca. El burlesco de una conversación entre primos
masculinos y femeninos revela una tendencia similar:
Aunque uno sea más cachazudo que Job, tiene que repudrírsele el alma al oír a primo y prima
hacer reminiscencias de que cuando eran chiquitines jugaban al pin-pin, y a la gallina papujada,
y a la pizpirigaña y pellizquito de mano, y a los escondidos, y a los huevos, y a la corregüela,
cátalo dentro, cátalos fuera. (1203)
. . . y corrigieron el texto poniendo en serios atrenzos al gallego Gorozabel, que lo menos debía
de ser primo segundo de Zorobabel. (204)
Aquello de tener el pelo de un rubio colorado y de hablar el castellano con mucho acento de
gringo dio al principio motivo para que el pueblo no lo creyera muy católico-apostólico-romano.
(868)
49
Y cata que al ángel caído lo que más le llamó la atención en la fisonomía de los hombres fue el
bigote, y suspiró por tenerlo, y se echó a comprar menjurjes y cosméticos de esos que venden los
charlatanes, jurando y rejurando que hacen nacer el pelo hasta en la palma de la mano. (1200)
El Señor se puso la mano sobre los ojos, formando visera para mejor concentrar la visual, y dijo:
"Allí hay población, Pedro, tú que entiendes de náutica y geografía, ¿me sabrás decir qué
ciudad es ésa?"
San Pedro se relamió con el piropo y contestó:
"Maestro, esa ciudad es Ica."
"¡Pues pica, hombre, pica!"
Y todos los apóstoles hincaron con un huesecito el anca de los rucios, y a galope pollinesco
se encaminó la comitiva al poblado. (912)
50
petición pidiendo a Dios un título oficial escrito en papel sellado acreditándole como
guarda de la reja. “‘¡Qué es esto, Pedro? ¿Papel sellado tenemos? ¿Qué título ni qué
gurrumina! Con mi palabra te basta y te sobra.' Y el Señor hizo añicos el papel, y dijo
sonriendo: 'De seguro que te descuidaste con la puerta, y tenemos ya abogado en casa.
¡Pues bonita va a ponerse la gloria!’” (1193).
La misma técnica básica ocurre también en alusiones breves como en "Don
Dimas de la Tijereta" donde Palma hace referencia al buen ladrón "a quien don
Jesucristo dio pasaporte para entrar en la gloria" (513). Igualmente chistosos para el
lector amigo son las referencias a don Angel Malo o un caballero tonto que se llama
"don Poncio Pilatos el catalán, sujeto a quien manejaban como un zarandillo un tal Anás
y un tal Caifás, que eran dos bribones que se perdían de vista" (1195). Palma caracteriza
Pilatos a través de una de sus técnicas favoritas -- una respuesta del habla popular típica
salpicada de humor y de alusión satírica.
Compadritos, la ley me ata las manos para tocar ni un pelo de la túnica de ciudadano Jesús.
Mucha andrómina es el latinajo aquel del habea corpus. Consigan ustedes del Sanedrín (que así
llamaban los judíos al Congreso) que declare la patria en peligro y eche al huesero las garantías
individuales, y entonces dense una vueltecita por acá y hablaremos. (1195)
La Sátira Religiosa
51
reflexiones filosóficas más importantes, al estilo Unamuniano, podía disfrutar
generalmente de la vida por medio de las vías que suelen brindar mejor la felicidad -- el
matrimonio, los hijos, los amigos y el éxito en la vida.
Sin embargo, "todo el mundo sabe que el humor que se refleja en la lengua
española es, ante todo, un humor que concierne a la vida espiritual y moral así como a
las instituciones eclesiásticas," y Palma sintoniza con un patrimonio copioso de
escritores que confirman dicho comentario.17 Siendo algo escéptico, burlón y
compasivo, en las tradiciones Palma saca de la religión toda oportunidad posible para el
humor. En las historias hay muchas comparaciones basadas en referencias satíricas o
algo burlonas, junto con alusiones sexuales, metáforas y exclamaciones irónicas.
Abundan las caricaturas y las representaciones de curas poco idóneos debido a su
libertinaje, su gula y su afición al dinero, al juego y al alcohol. Nos reímos con
frecuencia de las declaraciones irónicas del narrador sobre sus creencias neutrales o de
sus descripciones cotidianas irónicas sobre las maravillas y los milagros. Tampoco
pasamos por alto los abundantes encuentros, rivalidades y choques entre órdenes
religiosas, los cuales muchas veces provocan la risa. No obstante, en casi todo eso
Palma utiliza una perspectiva de sátira e ironía compasivas con un matiz de
comprensión.
El lector encuentra graciosos los retratos y las descripciones por varias razones:
1) Porque una verdad se revela que todos sabemos o sospechamos pero no articulamos
públicamente
2) Debido a la incongruencia entre la vocación y el cumplimiento de responsabilidades, lo
tiende a confirmar nuestra humanidad.
3) Debido a una relajación de la tensión, debido a la mayor libertad o alivio que
experimentamos cuando temas supuestamente prohibidos se mencionan, aunque sea
indirectamente.
4) Debido a las yuxtaposiciones sorprendentes.
5) En el caso de algunas personas debido a alguna hostilidad personal o deseo para vengarse, lo
que recibe cierta satisfacción al ver ridiculizados a los curas.
6) Debido al simple placer que sentimos por la comedia.
. . . los haberes del marido se evaporaron en menos de lo que se persigna un cura loco. (820)
Por supuesto que el galán se apareció con más oportunidad que fraile llamado al refectorio. (802)
. . . ojos que parecen frailes que predican muchas cosas malas y pocas buenas. (530)
El infeliz ignoraba que el dinero no es monje cartujo que gusta de estar guardado y criar moho.
(823)
El fraile tomó con ambas manos el pesado cántaro de Guadalajara, lo alzó casi a la altura de la
cabeza, recostó ésta en el respaldo de la silla, echóse a la cara el porrón y empezó a despacharse
a su gusto.
La virreina, viendo que aquella sed era como la de un arenal y muy frailuno el modo de
apaciguarla, le dijo, sonriendo:
"¡Beba, padre, beba, que le da la vida!"
Y el fraile, tomando el consejo como amistoso interés por su salud, no despegó la boca del
porrón hasta que lo dejó sin gota. En seguida su paternidad se pasó la mano por la frente para
limpiarse el sudor que le corría a chorros, y echó por la boca un regüeldo que imitaba el bufido
de una ballena arponada (426).
53
humor más eficaces del tradicionista.18
Muy relacionado con la utilización de la lengua vernácula es "el humor de la
familiaridad" como describe Michael Nimetz en su estudio sobre Galdós. En el análisis,
Nimetz indica con toda precisión ciertas características del estilo y el humor de Galdós
que son muy parecidos a los de Palma. Por ejemplo, cada uno extrae humor de una
amistosa familiaridad en el tono narrativo. Los dos establecen una relación íntima con el
lector. Ambos, debido a un tono vernáculo, hacen que la prosa, que en realidad es muy
pulida, parezca fácil y fluida. En las novelas de Galdós, así como en las Tradiciones
peruanas, se encuentran referencias a trabajos, historias y caracteres anteriores, creando
así un sentido de participación. Ambos autores utilizan este tono familiar en su narrativa
y también en el dialogo o el monologo, y muchas veces la transición desaparece
mediante el punto de vista que siempre cambia - directo, indirecto, indirecto libre, por
ejemplo. Finalmente, para cada autor los diminutivos, superlativos, proverbios y
dichos populares aumentan el lenguaje vernáculo rico y vivo, el que contribuye a la
provocación de la risa. Los críticos clasifican los dos estilos como estilos "orales,”
"familiares" y "conversacionales."
En las obras de Palma estas frases vernáculas interrumpen muchos diálogos y
funcionan como vehículos de la caracterización además de la comunicación. Provocan
las sonrisas o la risa y esto depende del nivel de la incongruencia, de la exageración, de
la sorpresa, de la alusión sexual, de la connotación religiosa o del efecto del contexto o
de la situación. Muchas veces revelan la presencia irónica y alegre del narrador,
evidente en oraciones como "parece que una mañana se levantó Carlos III con humor de
suegra" (672) o en exclamaciones como "¡vaya un esgrimir de la sin pelos el de
aquellos angelitos!" (544). El lector se disfruta de los comentarios familiares y
parentéticos -- “(la mosca por delante)" (582) -- o de la presencia de una fraseología
coloquial en la boca del rey -- "¡Oreja, y vengan acá los autos!" (655).
Entre los numerosos personajes de la historia del Perú que se animan por su
expresividad energética y popular, nos acordamos en particular de la Lunareja, cuyas
diatribas dan vida a "Una moza de rompe y raja" (970); el padre Pablo Negrón, cuyas
interjecciones pícaras animan "¡¡Buena laya de fraile!!" (915); los dos protagonistas de
"De gallo a gallo"- Larriva y Echegaray -- cuyas réplicas chistosas, poéticas y satíricas
estimulan muchas carcajadas (1049); Pedro Manzanares y el andaluz (961); el herido
Laurencio Silva (998); la magníficamente delineada doña Pulquería (451-452); la tía
irascible de Benedicta Salazar (725 – 726); y el ingenuo "alcalde del crimen don
Rodrigo de Odria" (455); y una serie de beatas caracterizadas por intercambios
ingeniosos y animados.
La caricatura
54
del mundo promueven la comprensión de la caricatura y la sátira en general, y
específicamente, su relación:
Un retrato satírico de nuestro mundo que muestra los seres humanos como los únicos habitantes,
debe pretender ser una foto siendo en realidad una caricatura. Ha de mostrar sus cualidades más
ridículas y repelentes en todo su esplendor, minimizar su capacidad para vivir sana y
normalmente, ridiculizar sus virtudes y exagerar sus vicios, menospreciar sus mejores dones
humanos, el don de cooperar y de adaptar creativamente, tratar sus religiones como la hipocresía,
su arte como basura, su literatura como el opio, su amor como la lujuria, sus virtudes como la
hipocresía y su felicidad como una ilusión absurda. Y debe hacer todo eso mientras protesta que
es un testigo sincero y, tanto como sea posible, imparcial y libre de apasionamientos
partidarios.20
Una caricatura puede consistir en un único esbozo, como son muchos de los de
Palma, o una serie de descripciones entremezcladas con otras facetas de la
caracterización -- la acción y el diálogo, por ejemplo -- para expresar una imagen
distorsionada. Aunque sea poco natural, la caricatura consiste en una interpretación por
el escritor de un individuo o un tipo de individuo que sugiere al que reflexione
seriamente sobre ello una necesidad para el cambio. El tradicionista propuso caricaturas
que oscilan en el nivel de seriedad escondida o de intención moral. Así Palma perpetuó
una tradición literaria y artística establecida hace mucho que incluye Juvenal,
Boccaccio, el arcipreste de Talavera, Cervantes y Quevedo. El hecho tan claro de que él
sí aprovechó este legado, sobre todo, sus mentores del Siglo de Oro, está muy bien
atestiguado.21
En sus caricaturas el autor de las Tradiciones peruanas aisló características
fisiológicas además de manías y otras flaquezas de personalidad. Las que figuran
prominentemente en la fisiología de los sujetos son la obesidad, la fealdad, la vejez y la
delgadez. Las manías y las flaquezas de personalidad que se representan incluyen la
avaricia, la lascivia, la impertinencia, la incompetencia, el rigor excesivo, la altivez, la
envidia, la cobardía, la credulidad, el egoísmo, la burla, la borrachera y la irascibilidad.
Los alcaldes, los magistrados, los agentes de policía, los notarios, los abogados, los
usureros, las suegras, las cuñadas, las primas y las mujeres en general junto con los
curas liberales, los sacristanes y las brujas fervientemente religiosas constituyen los
portadores más prominentes de estos rasgos en las tradiciones. Muchos, como el
hombre avaro, la suegra, la mujer crédula, chismosa e ingenua, la prima, el escribano, la
vieja, el medico, la beata, la viuda y el usurero, son tipos cuyos rasgos dominantes han
sido sancionados por el tiempo, la tradición y la reiteración literaria con los siglos. La
resurrección de esta tradición hecha por Palma da mucha diversión continua al lector.
En cuanto a la técnica, Palma prefería la metáfora en forma de una comparación
y muchas veces utilizaba los animales como correlativos. El uso de los diminutivos, los
aumentativos, las repeticiones y los juegos de palabras también es común. Naturalmente
la hipérbole anima a casi todas sus caricaturas. A veces, utilizando la estratagema de
Francisco de Quevedo, Palma daba autonomía a ciertas partes del cuerpo como
elementos significantes del esbozo distorsionado.
Una caricatura exagera un rasgo físico o mental en particular hasta el punto de
ser eclipsadas otras facetas del carácter o del físico. Muy pocas veces Palma restringía
sus esbozos de caricatura a un sólo aspecto. Por ejemplo, la exageración de una
característica tal como la obesidad generalmente acompaña la fealdad o rasgos faciales
generalmente desagradables. Los curas vienen a menudo tipificados de esta manera,
como en el caso del Padre Núñez, “un hombrecito regordete, ancho de espaladas,
barrigudo, cuellicorto, de ojos abotagados y de nariz roma y rubicunda. Imagínate,
lector, un candidato para una apoplejía fulminante, y tendrás cabal retrato del
55
jeronimita” (425). Un cuello grueso y rechoncho frecuentemente se vuelve el enfoque
de alusiones hechas de paso a los frailes: "con un furioso berrendo, de esos que tienen
más cerviguillo que un fraile” (37). También la mujer gorda de mediana edad se
representa con humor en las Tradiciones peruanas. "¿Y eso se llama usted pepita? Pues,
a eso en toda tierra de cristianos, se llama doña Josefa" (525). La exageración de la
delgadez suele estar acompañada de la tercera edad en las representaciones de mujeres
coloniales. Típicamente, una comparación establece este hecho claramente como en el
caso de las plañideras profesionales descritas en "La llorona del Viernes Santo" como
"una asociación de mujeres todas garabateadas de arrugas y más pilongas que piojo de
pobre” (862). Tales referencias iluminan la importancia en el humor de Palma de la
caricatura de la fealdad anatómica. El ambiente impregnado de una ironía ligera y cálida
sin el deseo de venganza intensifica la comicidad de estos dibujos, evitando un deterioro
hacia la invectiva cruel.
La falta de atractivos físicos puede afectar a cualquier persona pero
tradicionalmente este rasgo acompaña a ciertas figuras religiosas y sociales. Por
ejemplo, Judas "era colorado como el ají y rubio como la candela. Mellado de un diente,
bizco de mirada, narigudo como ave de rapiña y alicaído de orejas, era su merced feo
hasta para feo" (1195). Los juegos de palabras y las comparaciones intensifican la
fealdad. Pedro Gutiérrez, sastre, "era un hombrecillo con una boca que más que boca era
bocacalle, y unos ojuelos tan saltones, que amenazaban salirse de la jurisdicción de la
cara" (43).22
Ricardo Palma escribió más de mil páginas de tradiciones y casi cada historia se
centraba en algún aspecto de interacción o motivación humanas. Así cubrió
esencialmente toda la gama de rasgos indeseables de personalidad en sus
representaciones. Con frecuencia, estos retratos subrayan una característica en
particular, o un grupo de rasgos relacionados hasta el punto de excluir las otras
características, lo que resulta en la caricatura. Las inclinaciones que más atrajeron a
Palma son la avaricia y la arrogancia.
En su cuidadoso examen de la historia colonial, Palma descubrió numerosos
individuos caracterizados por un deseo intenso para acumular y para guardar la riqueza.
Construyó anécdotas muy interesantes y muchas veces divertidas alrededor de muchos
de estos individuos. Recuerden, por ejemplo, a don Geripundio en "Una trampa para
cazar ratones," Cristóbal Vaca de Castro en "Una carta de Indias," Gil Paz en "El
resucitado,”" Garcí-Gutiérrez de Toledo en "El peje chico," Antonia de Arriaga en "El
corregidor de Tina" y "Don Dimas de la Tijereta." A cada uno Palma dedicó un retrato
literario de distintos largos que subrayaba la avidez o la parsimonia y expresó por una
narrativa intrigante y/o alegre, las ramificaciones vitales de estos rasgos en su vida.
Cada una ofrece una variación de dos características relacionadas, la tacañería, y la
codicia.
Don Geripundio, por ejemplo, era el retrato vivo de la tacañería. Sus virtudes
eran negativas.
Nunca dio más que los buenos días, y habría dejado morir de hambre al gallo de la pasión por no
obsequiarle un grano de arroz. . . . Decía que dar limosna era mantener holgazanes y buscones, y
que sembrar beneficios era prepararse cosechas de ingratitudes. (525)
El narrador también informa al lector que don Geripundio "era de la misma masa
de un avaro que murió en Potosí en 1636, el cual dispuso en su testamento que su
fortuna se emplease en hacer un excusado de plata maciza para uso del pueblo, y que el
resto se enterrase en el corral de su casa, poniendo de guardianes a cuatro perros
bravos," y asimismo que "a su entierro, y lujosamente ataviados a costa suya,
56
concurriesen todos los jumentos de la población" (526).
Palma utilizaba juegos de palabras similares para bosquejar a don Dimas y
Antonio de Arriaga. Mientras don Dimas "en punto a dar no daba ni las buenas noches"
(515), el Corregidor de Tinta se demostró tan avaro que "si en vez de nacer hombre
hubiera nacido reloj, por no dar, no habría dado ni las horas, tal era su señoría." La
codicia de don Dimas se somete a todavía más intensificación por su asociación con
otro tipo naturalmente rapaz, el notario o el escribano. Consideren las líneas "un
escribano y un gato / en un pozo se cayeron; / como los dos tenían uñas / por la pared se
subieron" (513). Hacia el fin de la historia, el narrador explica que don Dimas encontró
la muerte de manera parecida a Judas Iscariote, el arquetipo de la avaricia. Al final el
alma de éste, excluida del purgatorio y el infierno, se aloja en el cuerpo de un usurero:
"Desde entonces se dice que los usureros tienen alma de Judas” (518). En el capítulo
dos el lector se encuentra con Gil Paz, "un avaro más ruin que la encarnación de la
avaricia," quien cobra infamia en las tradiciones porque guarda dinero que le dio un
octogenario moribundo para recibir una sepultura decente. Hasta el nombre subraya su
esencia parsimoniosa como la narrativa indica con humor: "¡¡¡ Gil Paz!!! No es posible
ser más tacaño de letras ni gastar menos tinta para una firma” (664).
A menudo una caricatura gira en torno de una pasión dominante, como en el
caso de la avaricia. Un tipo todavía más corriente en las Tradiciones peruanas es el
orgullo o el honor, con la arrogancia, el engreimiento o la exaltación de sí mismo que lo
acompañan. A pesar de que numerosos ejemplos del honor en las tradiciones involucran
circunstancias y acontecimientos graves, muchas veces Palma lograba infundir en ellos
un elemento de humor y así tuvo éxito, como muy pocos han podido, en ayudar al
hombre a que "se ría de sí mismo y de la vida sin sufrir la pérdida de su dignidad
personal."23 La hilaridad asociada con estos cuentos puede limitarse a una broma hecha
de paso en una historia que, si no fuera por eso, sería totalmente seria o podía salir de
una serie de acontecimientos, como en el caso de "Los endiablados," donde uno entre
ellos, Pancho Arellano, expuso tanta elegancia para ganar el codiciado titulo de don que
muy pronto "todo títere empezó a llamarle don Francisco" (1073). Con frecuencia, un
juego de palabras, o una comparación en los comentarios del autor sobre el orgullo,
sirven para un estímulo para que el lector se divierta.
Las frecuentes observaciones en lenguaje populachero del autor también
provocan humor. Frecuentemente irónicas, estas observaciones se dan como un
comentario directo o en un estilo indirecto libre que refleja los pensamientos del
personaje. Una historia ejemplar de este tipo es "Un señor de muchos pergaminos," en
que un tal Valdés y Bazán se pone a discutir con el sobrino del virrey sobre cuál de ellos
era de alcurnia más noble.
Ambos alegaban venir, no del padre Adán, que fue un plebeyo de codo a la mano e inhábil para
el uso del Don, sino de reyes, que así pudieron ser los de copas y bastos como dos perdidos. . . .
Claro es que nuestros dos hidalgos de sangre azul rechazaban todo parentesco con Cristo
Señor nuestro, porque al fin el Redentor fue hijo de carpintero y plebeyo por todos sus cuatro
costados, pues el parentesco con el rey David viene de árbol genealógico un tanto revesado.
(433)
De modo parecido, los ciudadanos de Huánuco “llegaron a imaginarse que Dios los
había formado de distinto limo, y casi casi decían como el finchado portugués: 'No
descendemos de Noé; que cuando este borracho salvó del diluvio en su arca, nosotros,
los Braganzas, salvamos también, pero en bote propio'“ (318). Historia de una
excomunión" demuestra la confrontación antedicha en la iglesia entre el arcediano del
Cuzco, el doctor Rivadeneira, y doña Peñaranda. La descripción de esa escena usa el
57
jocoso pero indirecto resumen de los sentimientos del arcediano (“caballo del
Apocalipsis”); el irrisorio diálogo inventado por el autor; la ironía de la contradicción
en el comentario “lo de borrico no era para sulfurarse mucho
y la utilización de coplas para provocar más diversión.
Las tradiciones lucen una miríada de diálogos, o total o parcialmente
imaginados por su autor. Muchas se centran en una cuestión de honor o de linaje que se
enfoca con humor. Por ejemplo, una vez, un joven vestido de harapos se ofendió porque
un fraile le pidió que le agarrara un estribo para montar.
"Padre, mida sus expresiones, y sépase que habla con don Fulano de Tal, de Tal y de Tal." Y
vomitó hasta media docena de apellidos. A lo que el fraile contestó con mucha flema: "Pues
señor don Fulano de Tal, de Tal y de Tal, vuesa merced se vista como se llama o llámese como
se viste.” (157)
Con quiasma parecido, Antonio López Quirós reprendió a un pobre hidalgo que rehusó
trabajar en el comercio: "Si tan caballero, ¿por qué tan pobre? Y si tan pobre, ¿por qué
tan caballero?" (376).
Algunas anécdotas sacan la esencia total de la narrativa de la altivez competitiva
de los protagonistas. En "Un litigio original" Palma describió satíricamente la
confrontación de dos coches, uno que pertenecía al marqués, y otro al conde. Ninguno
de los dos se retirarían para dejar que el otro pasara, así que la discusión tuvo que pasar
por el rey. Dos años más tarde cuando la decisión se volvió, "no existía ya un clavo de
los coches" (496), los transeúntes y el tiempo habiendo ocasionado su desintegración
eventual.
Muchos personajes retratados son estereotipos, la encarnación del hidalgo casi
arquetípico y sensible a todo lo que tenga que ver con su honor. A Palma le gustaba
mucho representarlas y apenas resistía subrayar sus defectos. Aquí, como en muchos
otros aspectos de estilo y tono, Palma imitó a sus maestros castellanos del Siglo de Oro.
En la primera parte, capítulo tres, de Don Quijote, Cervantes creó una sátira alegre de
"la manía de la nobleza" lo que Helmut Hatzfeld señala como uno de los ejemplos
numerosos del humor mismo del maestro.24
A continuación presentamos ejemplos de otras pasiones fuertes captadas por
Palma en sus representaciones típicamente sucintas y jocosas.
El rigor excesivo
. . . don Crisanto Palomeque y Oyanguren, alcalde del crimen y golilla muy capaz de mandar
ahorcar hasta a su sombra si de ella se desprendía humillo que a sospecha de delito trascendiera.
(577)
La incompetencia
. . . sus alguaciles Pituitas y Espantaperros que eran dos mocetones de los que el diablo empeñó
y no sacó. (577)
El egoísmo
El lecho del moribundo era rodeado por cuatro o cinco frailes de Ordenes distintas que se
disputaban partijas en el testamento. Cada cual arrimaba la brasa a su sardina, o tiraba, como
se dice, para su santo; esto es, para el acrecentamiento de los bienes de su comunidad. (299)
Los celos
El bueno de don Gutierre tenía, entre otros mortalísimos pecados, los de estar enamorado de su
mujer hasta más arriba de la coronilla, ser celoso como un musulmán y muy sensible en lo que
atañe a la negra honrilla. (396)
La Timidez, el Miedo
58
Razón tuvo el que dijo que hay hombres que no rebuznan porque ignoran hasta la tonada del
rebuzno, y temen desafinar. (1443)
Y como cuando la mujer da rienda a la sin hueso, echa y echa palabras y no se agotan éstas como
si brotaran de un manantial. (549)
Las amigas imitaban a los varones en no mover sus labios, lo cual, bien mirado, debía ser
ruda penitencia para las hijas de Eva. (863)
El señor gobernador era de los que dicen que la mujer en aritmética es un multiplicador que no
hace operaciones con un quebrado; en álgebra, la x de una ecuación; en geometría, un poliedro
de muchas caras; en botánica, flor bella y de grato aroma, pero de jugo venenoso; en zoología,
bípedo lindo, pero indomesticable; en literatura, valiente paradoja de poetas chirles; en náutica,
abismo que asusta y atrae; en medicina, píldora dorada y de sabor amargo; en ciencia
administrativa, un banco hipotecario de la razón y el acierto. (891-892)
Las viudas, también el objeto de la sátira literaria permanente, dan otro subtipo a
Palma.
60
“Esto de casarse con viuda proeza es que requiere más hígados que para habérselas, en pampa
abierta y cabalgando en rocin flaco, con un furioso berrendo, de esos [con] . . . puntas como
aguja de colchonero.
Porque amén de lo que sacan a uno de quicio con el eterno difuntear (páseme la Academia el
verbo), son las viudas hembras que gastan más letras coloradas que misal gregoriano, más
recúchulas que juez instructor de sumario, y más puntos suspensivos que novela romántica
garabateada por el diablo. (37)
La exageración irónica y satírica además de la parodia indirecta forma la base del humor
en este ejemplo.
El matrimonio, dado el interés, que tiene la gente por este asunto, provee un
tema ideal para el humor si hace referencia a, o la esposa, la viuda o la suegra, o a
cualquier otro aspecto de la relación. En las palabras de Max Eastman es "de todas las
cosas humanas, la que está más llena de la risa con humor." 29 A lo largo de las
Tradiciones, Palma satirizaba a las mujeres con sus afirmaciones sobre su papel en el
matrimonio. Las alusiones incluyen las fuerzas tradicionales de la mujer, como la
verdadera señora dominante de la casa, y a la vez sus deficiencias. Nos reímos de cada
ejemplo porque en algún caso u otro, hemos visto la realidad de la verdad que se
muestra o nos la hemos sentido.
El conde de Bornos decía que la mujer de más ciencia sólo es apta para gobernar doce gallinas y
un gallo. ¡Disparate! Tal afirmación no puede rezar con doña Ana de Borja y Aragón, que, como
ustedes verán, fue una de las infinitas excepciones de la regla. Mujeres conozco y capaces de
gobernar veinticuatro gallinas . . . y hasta dos gallos. (424-425)
Bien dijo el que dijo que si el mar se casase, había de perder su braveza y embobalicarse. (821)
A través de sus historias, Palma volvió a la metáfora común -- "media naranja" -- para
hacer referencia a un cónyuge, la esposa en particular. A veces esto de por sí resulta
gracioso. Sin embargo, una modificación del sentido inevitablemente produce
diversión,como en el caso de Isabel, quien se oponía a convertirse en "no diré la media
naranja dulce, pero sí el limón agrio de tal mastuerzo" (1044). También Palma usaba
breves combinaciones poéticas como vehículos efectivos para bromear sobre el papel de
mujeres en el matrimonio.
Una de las referencias más divertidas de Palma al matrimonio ocurre en "El
divorcio de la condesita" en forma de una sinopsis de los procedimientos de divorcio
entre María Josefa de Salazar y el Marqués de Valdelirios. Su acusación de que él
andaba metido "en relaciones subversivas con las criadas" y que "hacía años que,
ocupando el mismo lecho que ella, la volvía la espalda" está contestado por lo siguiente.
“El señor marqués de Valdelirios niega el trapicheo con las domésticas; sostiene que su mujer, si
bien antes de casarse rengueaba ligeramente, después de la bendición echó a un lado el disimulo
y dio en cojear de un modo horripilante; manifiéstase celoso de un caballero de capa colorada,
que siempre se aparecía con oportunidad para dar la mano a la marquesa al bajar o subir al
carruaje, y concluye exponiendo que él, aunque la Iglesia lo mande, no puede hacer vida común
con mujer que chupa cigarro de Cartagena de Indias. (600)
62
el próximo estudio de los eufemismos clarificará.) La arenga de general Lara a sus
soldados constituye sólo uno de los numerosos ejemplos en las anécdotas de Palma:
"'¡Zambos del espantajo!' les gritó. 'Al frente están los godos puchueleros. El que manda
la batalla es Antonio José de Sucre, que, como ustedes saben, no es ningún cangrejo.
Con que así, apretarse los calzones y . . . ¡a ellos!'" (997). Consideren también el
consejo un poco más subido de tono del Fraile Pablo Negrón a Pizí hablando de la
tauromaquia: "bueno será que estés sobre aviso para que no te suceda un percance y
vayas al infierno a contarle cuentos a la puerca de tu madre . . . ¡con que abre el ojo,
negrito; porque si te descuidas, te chinga el toro, y abur, melones!" (916).
Como la parodia, muchas veces un tipo se representa cómicamente mediante un
diálogo abierto, un monologo o un discurso indirecto, salpicado con terminología
peculiar a la profesión o la afición de una persona. En la opinión de Alberto Escobar,
tales términos evocativos "suscitan reminiscencias que sobrepasan la función
comunicativa y conectan al lector con determinados ambientes profesionales o lo
remiten a distintos medios geográficos o estratos de la sociedad.” 33 Palma se
aprovechaba de expresiones especializadas del derecho, de lo militar, de la religión, de
la matemática y de la mitología. El humor de las expresiones tiene origen en -- o el
abismo entre la esencia de la profesión y un personaje que intenta expresarse con poca
elegancia en lenguaje técnico ajeno -- o en la eficacia, la propiedad e ingenio
sorprendente de las palabras.
El escribano llegaba todas las noches a casa de Visitación, y después de notificarla un saludo,
pasaba a exponerla el alegato de lo bien probado de su amor. (515)
Bien se barrunta que tan luego como llegó el sábado, y resucitó Cristo, y las campanas repicaron
gloria, varió de táctica el galán y estrechó el cerco de la fortaleza, sin andarse con curvas ni
paralelas. Como el bravo Córdova en la batalla de Ayacucho, el capitancito se dijo: "¡Adelante!
¡Paso de vencedores!"
Y el ataque fue tan esforzado y decisivo, que Claudia entró en capitulaciones, se declaró
vencida y en total derrota. (368)
"Es un escándalo que entierren a ese perro excomulgado en lugar santo," murmuraba una
vieja, santiguándose con la punta de la correa que pendía de su hábito de beata.
"Calle usted, comadre," añadía un lego de convento, mozo de cara abotagada, con un
costurón de más en el jeme y algunos dientes de menos. "Apuesto un rosario de quince misterios
a que su patrón el demonio se ha robado ya de la caja el cuerpo de ese hereje."
"Doy fe y certifico que el dichoso capitán está ya achicharrado en el infierno," declaraba con
el estupendo aplomo de la gente de su oficio, un escribano de la Real Audiencia, sorbiendo entre
palabra y palabra sendas narigadas del cucarachero." (661)
"Pues señora mía, si su empeño hubiera sido por canonjía, de balde se la hubiera otorgado; pero
dar cura de almas a un molondro . . . nequaquam.
El buen párroco necesita cabeza y para ser buen canónigo no se necesita poseer más que una
cosa buena."
"¿Qué cosa?" preguntó la marquesa.
"Buenas posaderas para repantigarse en un sillón del coro." (570)
Las sréplicas agudas constituyen una forma de humor muy conocida y Palma,
quien (como hemos visto) mezclaba continuamente la realidad con diálogos imaginarios
para intentar representar la historia y a la vez fantasear, las empleó en varias
tradiciones. El intercambio entre el peluquero y Pedro Manzanares es ejemplo de dicho
desafío verbal, como también lo es el desafío con insultos entre las "dos palomitas sin
hiel," doña Francisca y doña Catalina. (290-291).34
65
presidenciales, ministeriales y de tipo congresista, junto con aquellas que correspondían
al populacho y a los opositores políticos. Otros excesos económicos, incluyendo
grandes inversiones en una construcción de ferrocarriles sin ganancia aumentaba la
carga sobre el erario. A los treinta y nueve años de edad Palma fue testigo de los
horribles acontecimientos de fines de julio de 1872, durante los cuales el presidente
Balta fue muerto a disparos y tres de los hermanos Gutiérrez insurgentes fueron
matados y quemados en una enorme tinaja en la Plaza de Armas.
Cuando Manuel Pardo asumió la presidencia en ese año la economía estaba en
ruinas. El presidente Prado se vio en la necesidad de imprimir papel moneda sin el
sostén de recursos financieros metálicos, un procedimiento inflacionario que seguía
hasta el final del siglo. Durante la “república práctica” de1872 a 1876, Piérola, ministro
del erario bajo Balta, buscando el derribo del gobierno, instigó cuantos levantamientos
era capaz. Mariano Prado llegó a ser presidente en 1876 pero inmediatamente comenzó
una pelea con la mayoría civilista en el congreso, mientras Piérola atizaba el fuego en el
sur. Pardo fue asesinado en 1878 y la guerra con Chile entre 1879 y 1883 acentuó la
falta de liderazgo político del Perú. La próxima década, durante la cual Palma, ya
sesentón, se dedicaba con afán a su carrera literaria, abarcó años de caudillismo militar
adicional -- Miguel Iglesias, Andrés Cáceres, Morales Bermúdez. Durante gran parte de
este tiempo Piérola persistía en sus esfuerzos para socavar el acuerdo Constitucional y
Civilista. Finalmente, en 1895, la sangrienta insurgencia de Piérola en contra de un
Cáceres reelegido tuvo éxito. Piérola quedó como presidente hasta 1899.
En resumen Ricardo Palma produjo sus tradiciones durante un período corroído
por la avaricia y la intriga políticas, amargos duelos de facciones entre liberales y
conservadores, propuestas económicas ineptas y desgraciadas, exaltación propia, líderes
no comprometidos e irresponsables, conatos de levantamientos con fracasos y triunfos,
asonadas y asesinatos, mientras la República se esforzaba por el camino de la
estabilidad económica y política.
No es de sorprender, entonces, que las tradiciones reflejen dicho ambiente
histórico con cierta regularidad, a pesar de la retirada de Palma de la escena política y su
subsiguiente inmersión en el pasado. Sin embargo, las referencias a inquietudes
políticas, si bien a menudo el producto de opiniones de profundo raigambre, no llevan la
forma de la invectiva o la sátira del insulto. Más bien comparten el humor y la
compasión que de un modo consistente distinguen el tenor de las tradiciones.
La mayoría de las alusiones políticas contemporáneas de Palma son
directamente satíricas. Un buen número hace alarde de una ironía satírica sumamente
graciosa. Un número menor de alusiones consiste en crítica directa exenta de ironía,
sátira, o humor alguno. De vez en cuando la referencia es simplemente un comentario
que involucra poca o ninguna censura. Algunos comentarios, inclusive, destacan por su
sinceridad. Aún otras sobresalen por cierta inclinación nostálgica, cosa que sucede por
regla general en alusiones sociales. Otros todavía saben a sarcasmo. El humor de la
sátira política y social puede adjudicarse principalmente a tres áreas: la primera, la de la
revelación de la verdad, eso es, oír decir lo que tal vez vacilaríamos en afirmar o no
podríamos expresar tan atinadamente; la segunda, la del contraste, la cual generalmente
se basa en la exageración inherente en la ironía; y la tercera, a cierto grado de hostilidad
y un sentido repentino de superioridad, dentro del cual el lector experimenta un atisbo
de venganza contra aquellos a quienes echa la culpa por el estado lamentable del país.39
Cierta tendencia a la comparación y juego de palabras en estas anécdotas es también
evidente en las referencias políticas de Palma. Aún siendo por regla general
comparaciones que involucran términos desiguales, a veces las referencias comparan
66
también términos de un mismo plano. Unos cuantos ejemplos aclararán la naturaleza
de dichas referencias sociales y políticas.
Sátira
Llámelo usted como quiera; pero ello ha de ser verdad, que mi abuela no supo inventar ni mentir,
que no era la bendita señora de la pasta de que se hacen hogaño periodistas y ministros. (284)
Ironía Satírica
Desde los barrabasados tiempos del rey nuestro señor Felipe III, hasta los archifelices de la
república práctica, no ha tenido el Perú un gobernante mejor que el alcalde de Paucarcolla.
(273)
Crítica
. . . si bien es cierto que esta última cualidad empieza a desaparecer, para dar posada a los
resabios y dobleces que son obligado cortejo de la civilización. (692)
Sarcasmo
Cayó sobre él la turba, ya acaso habría tenido lugar un gutierricidio o acto de justicia popular,
como llamamos nosotros los republicanos prácticos a ciertas barbaridades [alusión a los eventos
de 1872]. (521)
Presidente
Sospecho que el alcalde de Paucarcolla habría sido un buen presidente constitucional. ¡Qué
lástima que no se haya exhibido su candidatura en los días que corremos! El sí que nos habría
traído bienandanzas y sacado a esta patria y a los patriotas de atolladeros. (272)
Ministros
. . . una legión de espíritus malignos, más reacios para cambiar de domicilio que un ministro para
renunciar a la cartera. (163)
. . . el escribano era . . . tan pegado al oro de su arca como un ministro a la poltrona. (515)
Oh niña, niña, / la del tonillo / hueco cual la cabeza de los ministros.41
Congreso
[Hablando del agua de Caylloma, que tenía el don de quitar el habla]: Congresante conozco yo
que probablemente ha bebido de aquella agua. (524)
Téngase en cuenta que casi siempre el compañero era algún diputado monosilábico, de esos
cuya elocuencia parlamentaria se encierra en decir sí o no, ajustándose a la consigna ministerial.
(1108)
El maestre de campo era, políticamente hablando, un hombre que se anticipaba a su época y que
presentía aquel evangelio del siglo XIX: "A una revolución vencida se la llama motín; a un
motín triunfante se le llama revolución. El éxito dicta el nombre." (77)
. . . ni más ni menos que hogaño cuando en los republicanos colegios de provincias se trata de
nombrar presidente para el gobierno o desgobierno (que da lo mismo) de la patria. (299)
68
Verdad es que, entonces como ahora. Bandos tales fueron letra muerta. (665)
Cuando Luzbel, que era un ángel muy guapote y engreído, armó en el cielo la primera trifulca
revolucionaria de que hace mención la Historia, el Señor, sin andarse con proclamas ni decretos
suspendiendo garantías individuales o declarando la corte celestial y sus alrededores en estado de
sitio, le aplicó tan soberano puntapié en salva sea la parte, que rodando de estrella en estrella y de
astro en astro, vino el muy faccioso, insurgente y montonero, a caer en este planeta que
astrónomos y geógrafos bautizaron con el nombre de Tierra. (1200)42
¡Bendita seas, patria de valientes, y que el genio del porvenir te reserve horas más felices que las
que forman tu presente! (448)
. . . pongo punto por no hacer una lista tan interminable como la de puntapiés que gobiernos y
Congresos aplican a esa vieja chocha llamada Constitución. ¡Así anda la pobrecita que no echa
luz! (632)
Bien haya el siglo XIX, en que es dogma el principio de igualdad ante la ley. Nada de
fueros ni privilegios.
Que en la práctica se falsee con frecuencia el dogma, no quita ni pone. Siempre es un
consuelo saber que existe siguiera escrito y que estamos en nuestro derecho cuando gritamos
recio contra las arbitrariedades de los que mandan (429)
Por supuesto que el virrey también le sacaba púa al trompo, y hacía política como cualquier
presidentillo republicano a quien el Congreso manda leyes a granel, y él les va plantando un
cúmplase tamañazo, y luego las tira bajo un mueble . . . Aquello de acato y no cumplo es
fórmula que deja perplejo a un teólogo casuista. En teoría, nuestros presidentes no hacen uso de
la formulilla; pero lo que es en la práctica, la siguen con mucho desparpajo. (637)
Encumbramiento no Merecido
Parece que en el otro siglo no era moneda tan corriente como hogaño encaramarse sin
merecimiento. (303)
Los pueblos son puro espíritu de contradicción. Basta que el gobierno diga pan y caldo para que
los gobernados se emberrenchinen en sostener que las sopas indigestan. Por lo mismo que
Gamarra era bermudista, el país tenía que ser orbegosista.
O hay lógica o no hay lógica. Hable la historia contemporánea. (1057-1058)
69
Esto fue más serio que batalla de clubs en tiempos de elecciones democráticas. (597)
Los agustinos no se dieron por notificados, y el escándalo se repitió. Diríase que la cosa pasaba
en estos asendereados tiempos, y que se trataba de la elección de presidente de la República en
los tabladillos de las parroquias. Véase, pues, que también en la época colonial se aderezaban
pasteles eleccionarios. (546)
Si vas, lector, de paseo al Cerro de Pasco, cuando el proyecto sea realidad y no proyecto. (592)
. . . de la cual el canónigo C*** de la G*** hizo cera y pabilo en los nefastos días de la
ocupación chilena, sin que sepamos que hasta hoy se le haya pedido cuentas por este acto de
grosera prestidigitación. Por el contrario, el haber despojado a su patria y a la iglesia de lo que, a
la vez que recuerdo histórico, era un primor artístico, le sirvió de recomendación, no para ir a
purgar en chirona su sacrílega falta, sino para ascender a la segunda dignidad del coro.
¡Aberraciones de mi tierra! (877)
Proceso enviado a España era la vida perdurable, era algo así como en nuestros asendereados
tiempos un encierro precautorio (de que Dios nos libre, amen) en San Francisco de Paula. (655)
En esos tiempos no estaban de moda las garantías individuales ni otras candideces de la laya que
hogaño se estilan, y que así garantizan al próximo que cae debajo, como de una cota de seda de
un garrotazo en la espalda. (425-426)
. . . capital tan inagotable para el infeliz judío como para nuestros Bancos de emisión la fábrica
de billetes, a pesar de las incineraciones y demás trampantojos fiduciarios. (1131)
Así se puso término entonces a la crisis, y el papel con garantía o sin garantía del Estado, que
para el caso da lo mismo, no volvió a parecer hasta que Dios fue servido de enviarnos plétora de
billetes de Banco y eclipse total de monedas. Entre los patriotas y los patrioteros hemos dejado
la patria en los huesos y como para el carro de basura. (969)
70
. . . no de esos pesos flacos o soles de menguada luz que valen apenas treinta y tantos peniques, y
que en camino van de valer menos el día en que las casas de Graham Rowe, Bates Stockes y
demás giradoras, que son quienes hacen la lluvia y el buen tiempo, así lo tengan por conveniente.
(872)
Estos extractos apoyan la idea de que por regla general Palma evitaba la condena
de personajes políticos específicos en la República. Un repaso de las tradiciones revela
que, si bien Palma llegó a mencionar a cada uno de los presidentes excepto Miguel
Iglesias por lo menos una vez, los comentarios varían por regla general entre neutrales y
positivos en tono. Palma limitó el comentario satírico a Agustín Gamarra y a Manuel
Pardo y sacó humor de anécdotas y descripciones sólo en lo relacionado a Luís José
Orbegoso y Ramón Castilla.
Gamarra, que era presidente cuando Palma nació en 1833, fue en opinión del
autor, el primer caudillo de motín que tuvo la patria nueva y el que fundó cátedra de
anarquía y bochinche" (1109). En "Parrafadas de crítica" Palma llamó a Gamarra
nuestro primer motinista de cuartel," agregando a manera de lamentación y reproche,
que "Gamarra tuvo discípulos que le aventajaron” (1492). Las referencias que hace
Palma a Manuel Pardo enfocan principalmente el concepto de la república práctica e
indirectamente ponen en tela de juicio indirectamente la tendencia a adjudicar pleno
éxito y gran sabiduría a una política u orientación global determinadas.
Este humor nace de la ironía subyacente y de la revelación de una verdad
mediante el empleo de un contraste ligeramente satírico. Las mismas alusiones cobran
importancia como una confirmación más de la prolongada sensibilidad y consciencia de
Palma frente a los problemas y orientaciones políticas contemporáneas y de su posterior
inclinación a favorecer un jefe central más fuerte dentro del armazón democrático.
Pero conste, para cuando nos cansemos de la república, teórica o práctica, y proclamemos, por
variar de plato, la monarquía, absoluta o constitucional, que todo puede suceder, Dios mediante y
el trotecito trajinero que llevamos. (279)
. . . cuando Castilla y Echenique gobernaban el país por el sistema antiguo (teóricamente); y ¡qué
diablos!, parece que con la teoría no le iba del todo mal a la patria. (733)
El hombre era voto en la materia, y a haber vivido en tiempo de la república práctica, creada por
el presidente don Manuel Prado -- y cuyos democráticos frutos saborearán nuestros choznos --,
habría figurado dignamente en una de los jurados consultivos que se inventaron; verbigracia, en
la de instrucción pública o en la demarcación territorial. (920)
71
contemporánea o al revés. Por regla general esto se logra mediante el término coloquial
hogaño, equilibrado por palabras y/o frases tales como antaño, esos tiempos, aquellos
tiempos, otro siglo, o entonces. En lugar de hogaño podemos encontrar referencias a la
República, la patria, nuestros tiempos, nuestros días, hoy o siglo XIX Dicho estilo
mantiene un vínculo entre ambas épocas, manteniendo fresca la relación entre ellas y
obligando a una apreciación constante de la presencia y perspectiva del narrador. Un
constante regreso a las exclamaciones y a las interrogaciones fortalece dicho estado de
vigilancia tanto en los contextos que venimos considerando ahora como en el estilo
general de todas las tradiciones. La frase exclamatoria muchas veces funciona como el
portador principal de la ironía o de la sátira en dichas alusiones, al mismo tiempo que
proyecta una simple crítica de narrador. Dicha inclinación en Palma parece constituir
un reflejo de sus días anteriores más dramáticamente románticos articulados dentro de
un modo de expresión mayormente irónico. Acompañando estas frases hay ciertos
adjetivos colocados proclíticamente que deberían ser leídas irónicamente, tales como
democráticos, republicano, o constitucional -- "nuestros democráticos días" (354). Un
análisis de la naturaleza de dicha ironía aclara que descansa mayormente sobre
hipérbole, contradicciones lógicas y contradicciones que emanan de los hechos mismos,
y cierta falsa objetividad, junto con, a veces, alabanza fingida y también la paradoja.
Cierta tendencia a la reiteración sirve para juntar alusiones como miembros de una
familia estilística en lugar de trozos aislados. Dichas referencias también crean enlaces
de sensibilidad utilizando cierto tenor nostálgico mezclado a veces con cierto orgullo
nacional, junto con la ironía satírica que predomina en casi todas ellas.
Por supuesto la mayoría de las narraciones de Palma, no incluye mención alguna
de un vínculo decimonónico. Sin embargo,cuentos de la corrupción gubernamental o
de mal manejo económico transmitidos en el tono subjetivo del tradicionista sirven el
propósito de criticar asuntos contemporáneos en mucho casos, aun cuando estos no sean
dotados muy directamente de humor. Luís Alberto Sánchez aclara el punto: “Los
personajes que ahí desfilan no pertenecen al siglo XVI, sino al XIX. Este es el ardid de
Ricardo Palma. Háblanos del Conde de la Vega, y describe a Juan Pérez; de la
Perricholi y, sin alterar sus rasgos legendarios, nos describe a una mujer de trapío de su
tiempo."43
Compañero de las pródigas alusiones políticas al siglo diecinueve son
referencias con enfoque social o socio-religioso. Aún sin ser tan numerosas como las
referencias políticas, constituyen un hito en las Tradiciones Peruanas que facilita aún
mas la mezcla de épocas en la ironía y sátira históricas de Palma. Debido a la
visibilidad de las referencias políticas, la presencia de referencias centradas en factores
sociales a veces eluden la atención. Tal resulta ser el caso en el ensayo de Porras
Barrenechea sobre la sátira de Palma. Sin embargo, algunos críticos sí se fijan en dicha
corriente. La nieta de Palma, Edith Palma, por ejemplo, subraya su "firme y potente
vocación irrenunciable de crítico de nuestras instituciones y de la vida social de los
peruanos en todas las épocas." Asintiendo con esto Luís Avilés Pérez nos remite a la
sátira que hace Palma de “presuntos valores intrínsecos aceptados por la política, la
sociedad y la religión."44
El humor sale de las observaciones con orientación social o religiosa del escritor
peruano, aun cuando no faltan denuncias o comentario directo. El comentario
desprovisto de humor sale más a menudo en alusiones sociales que en alusiones
políticas. La risa más a menudo se origina en relación con el empleo de la ironía
satírica, pero afirmaciones que tienen una sátira directa o comentario sencillo también
evocan respuestas de humor. Como nivel de tono normal prevalece la jocosidad. Sin
embargo, el sarcasmo y la nostalgia son frecuentes también. Las referencias que Palma
72
hace a la sociedad del siglo diecinueve se someten generalmente a varios temas: el
matrimonio, la vida y conducta familiares, las mujeres, actitudes personales, normas de
conducta y relaciones interpersonales, calidad de productos y educación, costumbres
nacionales y herencia, y relaciones económicas. En sus comentarios la actitud
subyacente de Palma iba de la sinceridad de la preocupación moral a un lado a una
franca actitud juguetona al otro. Si bien Palma con más frecuencia alababa alguna
costumbre o tendencia de tiempos pasados, hay también casos en que sancionaba la
aceptación de cambios que en fecha reciente se habían producido. Aun cuando por una
parte reconocía expresamente su inclinación natural de hablar bien del pasado en
comparación con el presente, no por eso dejaba de seguir haciendo precisamente eso; y
además, a pesar de que perseguía más que nada el efecto cómico a través de sus
comentarios, también está claro que el realmente notaba atinadamente ciertas
deficiencias en la sociedad para él contemporánea. Hay momentos, sin embargo, en que
su ironía comunica desaprobación de la sociedad contemporánea y la pasada también o
por lo menos sugiere la adopción de una actitud ambigua para ambas. Además Palma
estaba en condiciones de comparar las prácticas del régimen colonial con las de la
República o contrastar las costumbres de su propia juventud con tendencias
contemporáneas.
En el terreno de la familia y el matrimonio los intereses primarios de Palma
incluyen lo que establece adecuada preparación para el estado matrimonial y la
necesaria disciplina o complacencia de los padres.
Los chicos de esos tiempos vestíamos pantalón crecedero, gorra y chaqueta o mameluco. No
fumábamos cigarrillos, no calzábamos guantes, no la dábamos de saberlo todo, ni nos metíamos
a politiquear y hacer autos da fe, como hogaño se estila, con el busto de ningún viviente, siguiera
fuese ministro caído. ¡Buena felpa nos habría dado señora madre en la tierra del Sur! Dígase lo
que se quiera, hace treinta años la juventud no era juventud; vivíamos a mil leguas del progreso.
Vean ustedes si los muchachos de entonces seríamos unos bolonios, cuando teníamos la tontuna
de aprender la doctrina cristiana en vez del can-can; y hoy cualquier zaragatillo que se alza
apenas del suelo en dos estacas, prueba por A +B que Dios es artículo de lujo y pura chirinola o
canard del padre Gual. (544)
Las Pantojas no quisieron alcanzar los días de progreso, en que las muñequitas de trapo serían
remplazadas por poupées de marfil, y en que el lujo para vestir una de éstas hará subir su valor
a un centenar de duros. ¡Qué tiempos aquellos! ¡Cuánto atraso y miseria! Hoy papas, mamas y
padrinos derrochan, por pascua de diciembre, un dineral en juguetes para los nenes, que así
duran en sus manos como mendrugo en boca de hambriento. La vanidad ha penetrado hasta en
los pasatiempos de la infancia. (733)
73
La nerviosidad y los berrinches parecen atraer de una manera especial la
atención de Palma, sea por que ambos acomodan un comentario jocoso o debido a
algunos encuentros desagradables en su propia vida. “En esos tiempos era costumbre
dejar las sábanas a la hora que cacarean las gallinas, causa por la que entonces no había
tanta muchacha tísica o clorótica como en nuestros días. De nervios no se hable.
Todavía no se habían inventado las pataletas, que son la desesperación de padres y
novios” (598). Lo mismo puede decirse de la inclinación a los chismes o de defender
ideas tontas.
Por entonces estaba aún en limbo, y no se conocía en este cacho de mundo el respetable
gremio que hoy se llama las madres jóvenes, asociación compuesta de muy talluditas jamonas,
constituidas en confidentes de la coquetería y picardigüelas de sus hijas, y que por cuenta propia
saben también dar un cuarto de escándalo al pregonero. (694)
Pero hoy dicen las niñas que el agua pudre la raíz del pelo, y no estoy de humor para armar
gresca con ellas sosteniendo la contraria. También los borrachos dicen que prefieren el licor,
porque el agua cría ranas y sabandijas (554)
De fijo que proporcionó tema para conversar un año; que, por entonces, los sucesos no
envejecían, como hoy, a las veinticuatro horas. (861 y también 676)
Todo lo había perdido menos la vergüenza, que es lo primero que ahora acostumbramos perder.
(476)
Quien aspira a tener larga cosecha de males, empiece por sembrar beneficios. Esperar gratitud
del prójimo favorecido es como hoy pedir hoy milagros a los santos. (476)
Varias facetas graciosas de esta clase en las anécdotas del escritor peruano se
centran en la calidad de los productos y servicios del siglo diecinueve, como para buscar
el contraste con la calidad de productos y servicios análogos en los años anteriores. El
humor de esta clase es de carácter ligero, sin ninguna o muy poca estocada moral. La
tendencia evidente de Palma de regresar siempre a una misma fraseología se revela de
nuevo; la comida y la educación son temas principales.
¡Aquélla sí era gloria y no la de tiempos de cerveza amarga y papelmanteca! (859)
Los banquetes de estos siglos era [n] de cosa sólida y que se pega al riñón, y no de puro soplillo
y oropel, como los de los civilizados tiempos que alcanzamos. Verdad es que antaño era más
frecuente morir de un hartazgo apoplético. (397)
Ellos no podían soñar que en el siglo xix tendría las mismas y mayores habilidades cualquier
mastín de casta cruzada, y que hasta los ratones y las pulgas serían susceptibles de recibir una
educación artística. (736)
74
El párrafo inicial de “El divorcio de la condesita” asegura que si las
generaciones pasadas pudieran regresar a Lima en el siglo diecinueve estarían
asombradas con el “cambio completo en las costumbres” (598). En vista de la
naturaleza costumbrista de sus cuentos no es de extrañar que Palma hubiera insistido en
dicho tema hasta el final. El costumbrismo brinda el estímulo principal para el
comentario nostálgico tan frecuentemente encontrado por un lector de las Tradiciones.
La nostalgia, sin embargo, a menudo disminuye el humor suscitado por cada ilusión.
Palma lamentaba la invasión de costumbres europeas que él veía estaban diluyendo, si
no completamente desarraigando, las prácticas de la herencia nacional. De la mayor
preocupación fue la desaparición del ambiente misterioso y tentador de la arquitectura
mozarábiga y las provocativas tapadas.
Aquella tarde tenía lugar la fiesta de la Porciúncula, y desde las doce de la mañana, estaban
ocupados los bancos por esas huríes veladas que la imitación de costumbres europeas ha
desterrado – hablamos de las tapadas --. ¡Dolorosa observación! La saya y manto han
desaparecido, llevándose consigo la sal epigramática, la espiritual travesura de la limeña.
¿Estará condenado nuestro pueblo a perder, de día en día, todo lo que lleva un sello de
nacionalismo? (817)
Lima, con las construcciones modernas, ha perdido por completo su original fisonomía entre
cristiana y morisca. Ya el viajero no sospecha una misteriosa beldad tras las rejillas, ni la
fantasía encuentra campo para poetizar las citas y aventuras amorosas. Enamorarse hoy en Lima
es lo mismo que haberse enamorado en cualquier de las ciudades de Europa. (599)
Esa orden, tan tenazmente combatida, vuelve en pleno siglo diecinueve a pretender el dominio de la
conciencia humana. Cadáver que, como el fénix mitológico, renace de sus cenizas, se presenta con
nuevas y poderosas armas al combate. La lucha está empeñada. ¡Que Dios ayude a los buenos! (661)
Crítica Literaria.
Hipérbole y Lítote.
77
Como modo de narración y de humor consciente la hipérbole remonta a los
comienzos de la literatura occidental. También la literatura primitiva ofrece muchos
ejemplos. En América en el siglo diecinueve vemos como la hipérbole se impone como
humor en las obras de Mark Twain. Al otro lado del Atlántico, los españoles, junto con
otras naciones de la Europa del Sur, eran famosos por su propensión a la exageración,
una tendencia que pasaron a sus colonias. Cervantes dependía mucho de la hipérbole,
sobre todo como una manera de caracterizar a Don Quijote. El caso fue algo semejante
para Francisco de Quevedo, quien lo empleaba constantemente tanto para "la expresión
figurativa como en la descripción no metafórica."45
El hecho de que Palma incorporara hipérbole con cierta regularidad en su
fraseología narrativa pronto se hace evidente a los ojos del lector observador de las
tradiciones. En sus cuentos la exageración se entremezcla con la ironía y la sátira -- la
caricatura y la parodia, por ejemplo -- a veces dibujándose como una comparación, a
veces sin hacerlo. Efectivamente se podría decir que la misma hipérbole anima la
sátira, la cual mientras sea a la vez una semblanza de una verdad, tiene la tendencia
inherente a exagerar o inclusive distorsionar. En las obras de Palma algún grado de
comicidad casi siempre acompaña el empleo de la exageración. Sin embargo, la
intersección de matices y arreglos ofrece diferentes combinaciones posibles para el
enfoque analítico. Hemos tocado este tema en el capítulo anterior. En honor al
encabezamiento actual limitaremos nuestro estudio a las construcciones hiperbólicas no
metafóricas salvando algunas excepciones. Las construcciones que constituyen símiles
y metáforas, junto con otras comparaciones que no sean de diseño exagerado, serán
examinadas cuidadosamente en la parte que versa sobre comparaciones.
La gran mayoría de los casos de exageración en el estilo de Palma resultan
expresados por el narrador. No obstante, no es imposible que se recurra a él un
protagonista, como en el caso de un anciano que con cierta nostalgia evoca a una actriz
de sus días de juventud: "¡Qué fosfórica es esa juventud! Bien se conoce que no
oyeron a la Moreno . . . ¡Oh la Moreno! . . . ¡Cosa mejor, ni en la gloria!" (815). El
lector se ríe de la asociación incongruente pero provocativa de una actriz y el cielo,
como también de la ingenuidad del hablante. Muchos de los retratos literarios de Palma
aplauden los atributos físicos de la limeña. Allí también la exageración hace acto de
presencia, y aporta a la idealización e inclusive a la costumbre de celebrar con refranes a
las mujeres de su ciudad natal. Considere a este respecto a Veremunda, quien tenía
'hoyito en la barba tan mono, que si fuera pilita más de cuatro tomarán agua bendita"
(530). Por supuesto, indisputablemente, todas las “antiguas limeñas parecían fundidas
en un mismo molde” (165). El entusiasmo del autor frecuentemente lo llevaba a
delineaciones hiperbólicas de gran plasticidad y connotaciones sensuales.
En su prosa Palma desperdigaba exageraciones que se originaban en su
presencia altamente visible como narrador. Algunas de estas exageraciones son
simplemente graciosas. Otras caen más claramente dentro de las categorías de burla,
caricatura y/o de la sátira irónica. Hay que recordar la bebida que "venden los
charlatanes, jurando y rejurando que hacen nacer el pelo hasta en la palma de la mano"
(1200). Aquí, como también nota Beinhauer, Palma vuelve a usar el término hasta a
fin de reforzar la intensidad de una manera común a la hipérbole en el uso oral.
Eastman nos dice que si los lectores están en diálogo jocoso con el autor, “un manejo
del mero grado o cantidad de las cosas” será suficiente para evocar una reacción de
risa.46
La caricatura, cuyo significado esencial es la exageración, ejemplifica esto muy
bien. Por ejemplo, en “El divorcio de la condesita” encontramos que el preocupado
78
Juan Dávalos y Rivera está “encelándose hasta del vuelo de las moscas” (600), una
intensificación que resulta gracioso para el “lector amigo.” Un efecto similar se
atestigua en el caso de Juan Fulgencio, “que era en lo físico un feo con efe de fonda de
chinos” (676). El narrador también recuerda al lector la existencia de ciertos sacerdotes
“que saben sacar leche con espuma hasta del badajo de la campana de San Pedro”
(1412). Casos de dicha unión de la sátira irónica con la exageración abundan en las
anécdotas. A la gente se le cobra multa por estornudar, los virreyes pavimentan la Vía
Láctea, la tensión nerviosa fue un invento del siglo diecinueve, nadie jamás agradece,
las noticias siempre pierden su importancia dentro de veinticuatro horas, un virrey
necesita un carromato para llevar sus títulos, y hasta los perros pagan el derecho de
ladrar. Claro está que Ricardo Palma encontraba que la hipérbole era una añadidura
eficaz para el humor y una a la cual recurría con regularidad. El tono comunicativo de
la conversación de las tradiciones hace que la exageración, el denominador común de la
comunicación oral, sea un elemento de inclusión indispensable y natural.
Fácil de pasar por alto debido a su carácter de poco impacto, la lítote o sea la
expresión excesivamente suave, “en que se expresa una idea afirmativa con la negación
de lo contrario,” constituye, de todas maneras, un fenómeno estilístico de mucho valor
en la prosa de Palma, y muchas veces se acompaña de humor. Por regla general el
ímpetu que subyace la comicidad de la lítote resulta ser la misma sátira que hemos
venido observando a través del estudio actual. Palma emplea la lítote con cierta
regularidad como ahora lo confirmará los pasajes que siguen.
Cuando llegaban personas amigas de la familia propietaria del nacimiento, se las agasajaba con
un vaso de jora, chicha morada u otras frescas horchatas, bautizadas con el nada limpio nombre
de orines del Niño. (1199, la letra en bastardilla que comienza la frase es mía).
. . . lienzos que a decir verdad, no seducen por el mérito artístico de sus pinceles. (787)
. . . contábase de él que entre las bellezas mexicanas no había dejado la reputación austera de
monje benedictino. (480-481)
79
4
Más Humor de la Sátira e Ironía Satírica
Comparaciones
Como bien ha observado Sturgis Leavett, Palma obviamente “tiene uno de los
estilos más pintorescos imaginables.” Tal vez el factor más prominente en dicho logro
es su impactante uso del lenguaje figurativo, sobre todo en el manejo del símil y la
metáfora. Como dijo Worcester comentando Hudibras, los símiles son “más espesas
que las zarzamoras, y . . . de varias clases.”1 Además, los símiles constituyen un aspecto
muy significativo en el estilo de humor que encontramos en las Tradiciones Peruanas.
En su estudio del español coloquial Beinhauer descubre que “uno de los medios
de expresión más bellos y populares para realzar lingüísticamente la característica
atribuida a un ser es compararlo con un objeto o con una persona que la fantasía del
hablante considera como exponente de la aludida cualidad.” Beinbauer también afirma
que la comparación comprende un “procedimiento ampliamente usado por todos los
escritores verdaderamente populares, incluso el propio Cervantes.” El uso de la
escritura figurativa, como dice Maren Elwood, “enfatiza y agudiza el encanto
sensorial,” así ayudando al lector a “ejercer sus propias facultades para retratar
internamente” e “involucrar su propia imaginación en el dibujo de las imágenes. Lo
ayuda no sólo a ver sino también a sentir, oír, degustar. Dicha reacción, a su vez,
aumenta sus propias reacciones emotivas.” Booth explica la razón por la cual las
comparaciones comprometen al lector de esta manera, recalcando que obligan la
construcción de “significados no expresados a través de inferencias sobre las
afirmaciones de superficie que por alguna razón no pueden aceptarse tal como se dicen
en un lenguaje normal.”2 En palabras más sencillas esto quiere decir que las
comparaciones nos obligan a pensar más y profundizar más de lo que lo haría una
descripción directa.
Palma estaba muy consciente de las ventajas tónicas que se podrían ganar a
través de una amplificación sabiamente ambientada de sus palabras. Como estudioso
empedernido de los escritores clásicos del Siglo de Oro Palma estuvo expuesto a
numerosos ejemplos del uso de comparaciones para fines humorísticos. Angel
Rosenblat, por ejemplo, nos dice que si bien Cervantes sacaba muchas comparaciones
del habla popular y las empleaba atinadamente, “lo propiamente cervantino es jugar con
ellas o aplicarlas a las circunstancias más inesperadas.” Quevedo también demostró
gran habilidad creativa con esto. Lia Schwartz Lerner explica que luego de descartar la
forma tradicional de la metáfora, “que suponía la existencia de una semejanza evidente
entre el objeto comparado y la designación metafórica,” Quevedo sigue adelante para
generar comparaciones de una comicidad aplastante que desprendían de una postura
especial que afirmaba que el placer de la creación consistía en comparar “dos objetos
de la realidad muy distantes entre sí."3
Palma, conociendo su eficacia en la provocación de una reacción emotiva,
recurría a la comparación para dar relieve a la retratación de un personaje, para atraer al
lector más completamente dentro del campo de su influencia mediante la creación de un
tono íntimo, conversacional que le sirve de medio para el humor, especialmente el
humor de la sátira. El hecho de que el símil constituya una faceta fundamental para dar
risa se pone aún más de manifiesto en el análisis que hace Eastman del “humor
poético,” un área de la cual describe como el “arte de la comparación discorde,” y
80
también se nota en El humorismo en el español hablado de Beinhauer, donde se dedican
varias páginas a la importancia de la comparación en la fraseología graciosa y popular.
Ya en fecha tan antigua como el año 1569, como informa Rosenblat, un tal Massimo
Troiano en su manual de español para los italianos, observó que una de las tres
características principales que le llamaba la atención fue la “abundancia y frecuencia de
comparaciones, exclamaciones y preguntas retóricas.”4
Nimetz nos dice que si bien tanto la sátira como la ironía empequeñecen el
mundo con un proceso de desgaste, recortándolo a su tamaño adecuado, la metáfora
hace exactamente lo contrario, inflando, distorsionando, dramatizando e inclusive
poetizando la realidad. En lo esencial esto es cierto. Muy a menudo, sin embargo, tanto
la metáfora como el símil refuerzan el poder de la sátira y la ironía adjudicando
connotaciones graciosas al tema de la comparación. 5 Tanto la metáfora como el símil
han venido siendo consideradas junto con la maldición y el epíteto como constituyentes
de la sátira invectiva. Basta evocar su empleo en el terreno de la caricatura por ejemplo.
Empero, menos ofensivas e infecciosas que una maldición o un epíteto la metáfora y el
símil parecen encarnar un grado más alto de comicidad. El estilo de Palma en las
tradiciones ejemplifica el uso de la comparación como instrumento de humor basada en
una cariñosa pero a la vez juguetona sátira e ironía.
Como ya se ha dicho, las comparaciones abundan en el lenguaje coloquial y en
la literatura que se basa sobre dicho lenguaje. El tono que evoca la conversación popular
en la prosa de Palma se presta facilmente al empleo de las comparaciones. Tal como
corrabora Shirley L. Arora en su análisis de las comparaciones proverbiales en las
Tradiciones Peruanas, gran parte del lenguaje figurativo de Palma ya formaba parte del
repertorio popular “corriente entre la muchedumbre.” 6 En el mencionado trabajo entre
unas 883 entradas diferentes, Arora encontró documentación adecuada para unas 663
expresiones figurativas en diferentes colecciones de refranes populares y comparaciones
y también en diferentes obras literarias. La mayoría de dichas comparaciones no están
realmente dedicadas a la comicidad. A comparaciones que apuntan a lo cómico
deberían agregarse los símiles y también las metáforas de origen literario junto con
aquellas que son la creación del mismo Palma a fin de que uno enfoque para sí su
aplicación de dicha técnica estilística. También debería notarse que Palma aplicó a
cierto número de comparaciones que no eran de él un toque magistral adicional en la
forma de variaciones y extensiones, logrando así aumentar su contenido gracioso. Igual
que con otros fenómenos de carácter estilístico la utilización de Palma de símiles y
metáforas en sus cuentos sufrió alteraciones diacrónicas durante los muchos años en que
él escribía. En sus primeros esfuerzos narrativos las comparaciones reflejan más bien la
intensidad de sus inclinaciones románticas. "Destaca el tono quejumbroso, el lenguaje
afectado y las relaciones forzadas entre el objeto y el término de la comparación que, a
menudo, alude a cosas lejanas." Al pasar el tiempo, sin embargo, "la relación entre el
objeto y el término de la comparación surge con espontaneidad, y el sensualismo
caracteriza a este último,"7 como dice Bazán Montenegro. Las correcciones y los
cambios en el estilo siguen siendo evidentes hasta el año 1893. Sin excepción las
alteraciones tienen que ver con la añadidura de frases floridas y figuras literarias
jocosas, como, por ejemplo, en la descripción de Miguel de Santiago. Originalmente
dicho personaje se retrataba como siendo "de carácter asaz altivo e iracundo. “Ediciones
más tardías de las Tradiciones Peruanas, sin embargo, lo presentan como arista "de un
geniazo más atufado que el mar cuando le duele la barriga y le entran retortijones." 8
Una parte de la mencionada evolución se puede atribuir a la prolongada inmersión de
Palma en las obras clásicas españolas, donde, como ya se ha notado, Palma encontró
una gran riqueza de humor que manaba de sus declaraciones comparativas.
81
Una comparación se compone de dos partes conectadas por un signo. La
primera parte, que se puede llamar el objeto, sujeto, tenor o comparante, cobra cierto
realce debido a su comparación con la segunda parte, un referente que se suele llamar
el término de la comparación, el correlativo, o el vehículo. La estructura de la
comparación puede asumir una de varias formas, todas las cuales vienen empleadas por
Palma para lograr un efecto cómico en las tradiciones. En una comparación que es para
decir que hay aspectos iguales, el sujeto se iguala a su correlativo mediante un signo,
por ejemplo tan como, tanto(s) como, como, o un verbo de equivalencia. Una
comparación de elementos desiguales puede usar o el factor de superioridad ("más . . .
que") o el factor de inferioridad ("menos . . . que"). El español, a diferencia del francés,
por ejemplo, prefiere comparaciones de la variedad "más . . . que," una tendencia que
Spitzer hace remontar a la época barroca, y “sus dimensiones sobrenaturales e
ilusionistas."9
La mayoría de las comparaciones cómicas de Palma siguen dicho patrón:
"Ocupaban la casita de Milagro una vieja con más pliegues y arrugas que camisolín de
novia, y su sobrina Jovita” (533). Aunque escasas, las comparaciones de inferioridad
efectivamente se presentan de vez en cuando: "se improvisaban fortunas en menos
tiempo del que gasta para persignarse un cura loco” (1126). Abundan las metáforas
en la prosa de Palma, pero con menos regularidad que las comparaciones que hacen
empleo de un signo. "Radegudo . . . aunque papel quemado, no olvidaba sus viejas
mañas de soltero” (1067). Frases floridas, comparaciones metafóricas extendidas, o
analogías, también pueden ser sustancialmente cómicas en las tradiciones.
. . . avísote que, desde que volviste la espalda, alzó el vuelo la paloma, y está muy guapa en el
palomar de Quiñones, que como sabes, es gavilán corsario. (451)
La maldita zurcidora de voluntades no creía, como Sancho, que era mejor sobrina mal casada
que bien abarraganada; y adoctrinando pícaramente con sus tercerías a la muchacha, resultó un
día que el pernil dejó de estarse en el garabato por culpa y travesura de un pícaro gato. Desde
entonces, si la tía fue el anzuelo, la sobrina, . . . se convirtió en sebo para pescar maravedises a
más de dos y más de tres acaudalados hidalgos de esta tierra. (515)
Junto con estas estructuras comparativas familiares, cierto número de variaciones, las
cuales pueden involucrar la elipsis, la asociación indirecta, diferentes tipos de
conectivos, el comentario más extenso en el elemento correlativo, o un empleo poco
usual de la comparación aparece en las tradiciones de Palma. La elipsis y las
comparaciones asociativas dependen de la habilidad del lector para suministrar por su
lado el material conectivo o faltante a fin de participar plenamente en el humor. Don
Geripundio "vestía gabardina color pulga” (525), don Dimas empleaba "pluma de ganso
u otra ave de rapiña" (513), y un marido celoso entró en la alcoba de su señora
'resuelto a hacer una carnicería que ni la del rastro o matadero" (250). Palma
frecuentemente hacía una perfilación de carácter y una alusión jocosa a la misma vez
mediante otra técnica asociativa en que un personaje se presenta como miembro de un
grupo determinado.
La muchacha era una de esas limeñitas, que por su belleza, cautivan al mismo diablo y lo hacen
persignarse y tirar piedras. (633)
Era un capitán que más mentía que comía, y que si comía era para seguir mintiendo. (1097)
Llamábase la Ribero, y era una vieja más flaca que gallina de diezmo con moquillo (834).
. . . una doña Pacomia, vieja tan vieja, que pasar podía por contemporánea de las cosquillas.
(284)
83
corren parejas con la nariz de aquel narigudo que cuando estornudaba, sólo oía el
estornudo medio minuto después, por lo largo del trayecto recorrido” (1493).10
La exageración y la ironía se dan la mano, afirma Eastman, ya que "mediante un
pequeño desplazamiento de la idea o insistencia especial cualquier exageración puede
considerarse ironía o cualquier ironía como exageración." Esto resulta generalmente
debido al hecho de que cuando usamos una sobreafirmación estamos expresando algo
que ya es lo contrario, algo diferente de, o algo menor que el sentido literal de las
palabras. En cierto número de comparaciones Palma juntó la hipérbole y la ironía en
aras de la comicidad. Resulta, entonces, algo sorprendente que, Jean Lamore, en su
artículo "Sur Quelques Procédés de l'ironie et de l'Humor dans les Tradiciones
Peruanas,” no comente sino muy brevemente dicha técnica estilística. Nos dice, por
ejemplo, que “la ironía muchas veces es asesorada por comparaciones hiperbólicas e
imprevistas, que no deja de ser muy cierto pero merece un tratamiento más extenso.11
Como nos dimos cuenta en el Capítulo 2, Palma empleó una ironía palmaria con
cierta regularidad, eso es, una ironía que busca que el lector "vea inmediatamente lo que
realmente quiere decir el autor irónico." 12 Lo que revela fácilmente la intención
declarada de la ironía es lo impactante de la contradicción lógica o la incongruencia
discernida en la yuxtaposición de los aspectos activos y pasivos de la comparación,
Y así atendía a los requiebros y carontañas de Tijereta, como la piedra berroqueña a los chirridos
del cristal que en ella se rompe. (515)
. . . los cabildantes actuales dan tanta importancia a la prenda como al pañal en que al nacer los
envolviera la comadrona. (1130)
Yo . . . creo descender de los Incas por línea recta como el arco iris. (203)
. . . y luego las tira bajo un mueble, sin hacer más caso de ellas que del zancarrón de Mahoma.
(637)
Lo que es ahora en el siglo XX, más hacedero me parece criar moscas con biberón que hacer
milagros. (367)
84
Muy a menudo la pericia lexocigráfica y semántica de Palma aflora en la forma
de comparaciones satíricas que contienen equívocos. También la hipérbole puede
agregar algo a la jocosidad de la expresión como también lo hace en algunos estilos de
Cervantes y de Quevedo que precedía al siglo del tradicionista. Según Lerner el
resultado es una descategorización de la realidad.13 Consideremos:
Palma: El tal almirante era hombre de más humos que una chimenea. (280).
Quevedo: . . . un sombrero con más falda que un monte y más copa que un nogal.14
Decíase de él que tenía más trastienda que un bodegón, más camándulas que el rosario de
Jerusalén. (513)
. . . Pacorro era una tarambana, sin más bienes raíces que los pelos de la cara. (459)
Tenor = Adjetivo
Pero Pedro Gutiérrez, el sastrecillo, era mas templado que sus tijeras. (44)
Tenor = Verbo
85
debe ser o persona o institución susceptible a la mofa. Un ejemplo excelente es el caso
de un fraile que, aunque designado para decir la misa a la una, había sucumbido a la
tentación de deliciosos platos peruanos en el almuerzo. Confesó, “Sucumbí a la
tentación, y almorcé como canónigo en casa ajena” (645). El contexto ilumina la sátira
que está conectada con el sujeto y da realce a través de la ironía a la sátira del
correlativo. El pasaje, por supuesto, es cómico de por sí, un hecho bien atestiguado por
su uso en diferentes comparaciones proverbiales en español, portugués y francés. 15 En
la mayoría
de las comparaciones que encarnan la sátira doble, sin embargo, la naturaleza del
sustantivo o adjetivo inmediatamente pone al lector sobre aviso respecto a la presencia
de la sátira. La lista que sigue confirma la abundancia de dicha técnica estilística del
humor en la prosa de Ricardo Palma.
Cierto que por la facha, eres más sucio que un emplasto entre anca y anca. (93)
Al ruido asomó una vieja, más doblada que abanico dominguero. (451)
. . . años de mesa revuelta y anarquía en que tuvimos más presidentes que cosquillas. (1096)
. . . un granujilla que, por lo espiritado, parecía que estaba haciendo estudios escolares para
convertirse en alambre. (1113)
Entre tanto, fray Juan Gutiérrez, que andaba más suelto que lengua de beata. (215)
Cada nacimiento era más visitado y comentado que ministro nuevo. (1199)
. . . don Alonso Gonzáles del Valle, . . . siguió . . . echando más barriga que fraile con manejo de
rentas conventuales. (598)
En 1842 la guerra civil traía al Perú más revuelto que casa de solterón, . . . y más perdido que
conciencia de judío cambista. (1097)
Por regla general las comparaciones que involucraban la sátira sólo en el sujeto
se ciñen a un patrón animado-inanimado ya que la sátira afecta en su fuero interno sólo
a seres humanos o animales con tendencias humanas. En muchos casos cuando el
humor reside en el correlativo, el patrón se pone al revés -- inanimado-animado. En
otros casos un sujeto animado se retiene. La sátira a ambos lados del signo de la
comparación normalmente presenta un esquema de animado-animado. Si es de carácter
sinecdóquico, sin embargo, el correlativo se humaniza a través de un paso en los
procesos del pensamiento (por ejemplo la palabra telégrafo sería igualada con personas
que mandan mensajes). Los extractos anteriores también indican que las comparaciones
a veces se divagan de los patrones fijos de "más . . . que" o "tan . . . como" y que en
86
muchos ejemplos de la sátira tanto en el tenor como en el vehículo es necesaria la
presencia del contexto para que el humor sea entendido. Aunque no se ha examinado
detalladamente, muchas afirmaciones en las Tradiciones Peruanas se originan como
comparaciones proverbiales, lo cual indica la deuda que contrae Palma con la
fraseología popular respecto al humor que él emplea.
Palma empleaba con cierta regularidad a través de las Tradiciones Peruanas
comparaciones para realzar o exagerar la anatomía de las mujeres de Lima o para hacer
comentarios sobre ellas con otros casos de alusión sexual. El Símil y la metáfora se
emplean a menudo en series extendidas.
Leonorcica Michel era lo que hoy llamaríamos una limeña de rompe y raja. . . . Veintisiete
años con más mundo que el que descubrió Colón, color sonrosado, ojos de más preguntas y
respuestas que el catecismo, nariz de escribano por lo picaresca, labios retozones y una tabla de
pecho como para asirse a ella un naufrago: tal era en compendio la muchacha. Añádanse a estas
perfecciones, brevísimo pie, torneada pantorrilla, cintura estrecha, aire de taco y sandunguero, de
esos que hacen estremecer hasta a los muertos del campo santo. La moza, en fin, no era boccato
di cardenale, sino boccato de concilio ecuménico. (645-646)
. . . ojos más negros que noche de trapisonda y velados por rizosas pestañas. (725)
. . . unos ojos del color del mar, decidores como una tentación. (816)
. . . Lucía un par de ojos negros que eran como dos torpedos cargados con dinamita y que hacían
explosión sobre las entretelas del alma de los galanes limeños. (633)
87
altere sino que haga "como tantos que pasean muy orondos una cornamente más alta de
cuatro pisos con entresuelo” (452) A veces "las mujeres / son como libros / que por
nuevos se compran / y . . . están leídos" (130). Tales ejemplos confirman la
importancia de comparaciones y metáforas que contienen alusiones sexuales en el
arsenal de instrumentos cómicos del tradicionista.
Habiendo ya estudiado la estructura y humor de sus comparaciones debemos
examinar ahora el terreno de los correlativos, es decir, de que recintos de la experiencia
sacaba Palma material para crear sus figuras literarias. Conocimientos de este aspecto
amplificarán nuestra comprensión de su superación cómica en las tradiciones.
Al repasar con los ojos las comparaciones en las tradiciones, llega a ser evidente
que los correlativos enfocan principalmente asuntos sociales y personales, y también la
literatura, la historia, la religión y la naturaleza. Dada la envergadura de la dependencia
de Palma sobre el reino animal para materia de comparación, la discusión de la
naturaleza como tema para comparaciones se va a tratar sobre una base más detallada.
El uso de las abstracciones en el vehículo también merece una breve consideración
individual.
Uno de los mentores primigenios de Palma, Francisco de Quevedo, empleaba
vehículos tipo concreto-abstracto tanto en la metáfora como en la comparación --
"aquellos gregüescos más rotos que la conciencia." 17 Inspirado tal vez por esta fuente,
Palma ingenió varios símiles de esta clase. En más de la mitad de las comparaciones la
abstracción brota de la doctrina religiosa y, con excepción de la referencia a los ojos, es
generalmente de la variedad ligeramente satírica que subraya aspectos anatómicos poco
deseables: un negro esclavo . . . feo como el pecado mortal" (748). En tan absurda
vinculación de valores morales y estéticos, que tipifica el humor del habla popular, el
único ligazón es el aspecto repudiable. Pese a que "se haya abandonado el elemento
semántico-conceptual”18 en estas comparaciones, el lector reacciona al humor
precisamente debido a este mismo aspecto absurdo causado por el abismo
aparentemente infranqueable entre tenor y vehículo.
[Gil Paz] era un avaro más ruin que la encarnación de la avaricia. (664)
Lo particular es que toda socia era vieja como el pecado, fea como un chisme y con pespuntes de
bruja y rufiana. (862)
Degollación . . . tenía una cara más fea que el pecado de usura. (813)
88
Los primos son en el matrimonio lo que los callos en el pie; excrecencias incómodas. (1202)
. . . El oidor Núñez de Rojas, era un viejo más feo que un calambre. (602)
Las revoluciones, como las tortillas, hacerlas sobre caliente o no hacerlas. (350)
(Muchos pretendientes en busca de una dama joven, hermosa y rica) . . . no eran pocos los niños
que andaban tras el trompo. (367)
Robertson conoció a Teresa Méndez en la procesión de Corpus, y desde ese día el arrogante
marino la echó bandera de parlamento, . . . y se declaró buena presa de la encantadora limeña.
(1032)
. . . hostigando a la muchacha con palabras de almíbar, besos hipotéticos, serenatas, billetes y
demás embolismos con los que, desde que el mundo empezó a civilizarse, sabemos los del sexo
feo dar guerra a las novicias y hasta a las catedráticas en el ars amandi. (367)
89
traasladase a la sacristía” (983). Ejemplos que involucran los personajes y obras de
Quevedo incluyen:
La tradición que va a leerse tiene más padres que el mamón aquel de que habla el romance de
Quevedo. (357)
Y semejante a las brujas de Macbeth, asomó por el ventanillo un escuerzo en enaguas, con un
rostro adornado por un par de colmillos de jabalí que servían de muleta a las quijadas, como dice
Quevedo. (695) (Nótese también la imagen Shakespeariana.)
Y fue el caso que el gentil joven alcalde y el no menos bizarro comendador, que aunque fraile y
con voto solemne de castidad era un Tenorio con birrete, se enamoraron como dos pazguatos de
la misma dama. (841)
Hildbrando Béjar era el don Juan Tenorio de Arequipa. Como el burlador de Sevilla, tenía a gala
engatusar muchachas y hacerse el orejón cuando éstas, con buen derecho, le exigían el
cumplimiento de sus promesas y juramentos. (1064)
En una de las más famosas tradiciones, de Palma, “El alacrán de fray Gómez,”
el narrador jocosamente afirma que “fray Gómez hizo en mi tierra milagros a mantas,
sin darse cuenta de ellos y como quien no quiere la cosa.” Acto seguido asemeja dicho
personaje a M. Jourdain, un protagonista de Le Bourgeois Gentilhomme, de Moliere,
que hablaba en prosa sin darse cuenta. De repente por una falla de la memoria la
palabra verso reemplaza a la palabra prosa. “Era de suyo milagrero, como aquel que
hablaba en verso sin sospecharlo” (210).21
A veces un toque de ironía o sátira realza la comedia del correlativo literario y a
la misma vez ensancha la caracterización: “don Fermín Grarcía Gorrochano, noble por
supuesto más que el Cid Campeador y los siete Infantes de Lara” (318-319). A Palma
no le importaba explicar de un modo consistente lo acertado de las alusiones. De vez en
cuando, como en el caso de una referencia mitológica al Padre Chuecas, Palma sí se
sentía obligado a defender la alusión con cierto cuidado. En otros momentos, como por
ejemplo en una representación posterior del mismo personaje, dependía de la probable
familiaridad del lector con el texto del correlativo.
La moral era para Chuecas otra tela de Penélope, pues si avanzaba algo en el buen camino,
durante los meses de encierro, los desandaba al poner la planta en los barrios alegres de la
ciudad. (897)
Tenía puntos de contacto con el célebre cura que pinta Espronceda en su Diablo Mundo. (898)
91
varios ejemplos de dicho aspecto en obras de Cervantes. 26 El uso en Palma de
correlativos religiosos toca muchas facetas de la experiencia católica. En una analogía
común a los tres escritores, hacer la señal de la cruz indica de algún modo la violencia
física.
Cervantes: . . . apenas puse mano en mi tizona cuando me santiguaron los hombros con sus pinos. (DQ,
I, 140)
Palma: Transverberación levantaba una mano mona y redondita y santiguaba con ella al insolente.
(333)
Y su señoría (¡Dios lo tenga entre santos!) pasó un año haciendo méritos; es decir, compitiendo
con Job en cachaza. (600)
Parece que a don José Luis no le disgustaba el licorcillo aquel que en tal mal predicamento puso
al padre Noé. (1066)
Los barberos son como el maná de los israelitas: se acomodan a todo paladar. (340)
Conocíale el pueblo por tocayo del buen ladrón a quien Jesucristo dio pasaporte para entrar en la
gloria, pues nombrábase don Dimas de la Tijereta. (513)30
Pero ¿lo de zambo, a quien se tenía por más blanco que el caballo del Apocalipsis? (581)
Quevedo: Nuestras cartas eran como el Mesías, que nunca venían y las aguardábamos siempre. 31
Palma: Esperen ustedes a su mentecato Oviedo como esperan los Judíos al Mesías, que ese
mamarracho volverá de gobernador el día que lluevan cuernos sobre mi cabeza. (389)
93
estructurales observados anteriormente con respecto a las comparaciones que emplean
correlativos diferentes, es decir, nombre-nombre, verbo-nombre y enlaces de nombre-
adjetivo entre tenor y vehículo. Por regla general el patrón animado-animado
prevalece, aunque inanimado-animado es también posible. Estas comparaciones
difieren de las previamente estudiadas por cuanto haya mayor número de metáforas y
caprichos respecto a las símiles. Además de esto uno nota una tendencia ligeramente
mayor a favor de las comparaciones de igualdad (como, tanto como) frente a las
comparaciones de la clase “más . . . que” o “menos . . . que.”
Adjetivo-Nombre
Entre los presos hallábase cierto corregidor... más voraz que sanguijuela para sacar el quilo a los
pueblos cuyo gobierno le estaba encomendado (673)
Nombre-Nombre
Era la tal de aquellas que tienen más lengua que trompa un elefante. (451)
Verbo-Nombre
..segurísima de que éste al verla se vendría tras ella como ratón tras el queso. 9447)
Metáfora
Punto a la digresión, que la pluma no ha de ser caballo sin rienda y desbocado. (579)
Concepto
Item, los primos son unos pegotes de la familia de las sanguijuelas No hay forma de
desprenderlos cuando se ponen a cantarle a la oreja a la primita. Un zancudo de trompetilla es
menos impertinente. (1203)
94
Estos dos extractos subrayan un hecho interesante respecto a algunas comparaciones de
este tipo, precisamente por el hecho de que en lugar de simplemente pasar los aspectos
indeseables del correlativo al sujeto, el humor intrínseco más bien brota de una
yuxtaposición de tenor y vehículo que conduce a la representación caricaturesca de un
aspecto ridículo o a un paralelismo aún más gracioso todavía. Este es el caso al
referirse al deseo de Estúñiga empleando el punto de referencia de la inclinación del
mosquito, es decir, la propensión a la bebida (307), y cuando Palma concuerda con el
Corán “cuando dice que la mujer es el camello que Dios concedió al hombre para
atravesar el desierto de la vida” (1444). Los atributos del animal referido no se
transfieren al sujeto cuando el narrador habla de “los que tienen cura de almas a quienes
esquilmar como el pastor a los carneros” (385).
Otras alocuciones comparativas hacen cierto paralelismo entre una situación
especial de un animal y el personaje pero logran transferir las particularidades más
repugnantes de éste a la persona. Por ejemplo si bien la afirmación de que cierto
abogaducho llamado Rodrigo Niño fue “más tejedor que las arañas” (119) funciona
más que nada para poner de relieve su astucia, el aspecto repelente de la araña también
influye en nuestra manera de enfocar la persona. Cuando Satanás, al ver la forma de la
cruz, trata de huir “como perro a quien ponen maza” (915) o cuando el doctor
Rivadaneira exhibe “más orgullo que piojo sobre pobre” (580) el lector piensa más que
nada sobre el vuelo y la arrogancia, sin dejar de reconocer, tal vez inconscientemente, el
parentesco implicado entre lo desagradable del mamífero y el insecto y el carácter de la
persona con quien se comparan.
En la mayoría de las comparaciones hay una transferencia inmediata de rasgos
que despierta la jocosidad típica de la sátira de Palma. Así, de este modo la lentitud de
la tortuga es típica de la entrega tardía de los mensajes de telégrafo (453), el poder de
chupar de la sanguijuela caracteriza la tendencia de la mujer para engullir todas las
posesiones de su marido y su felicidad (821), 33 el despliegue público de un gato en el
techo pone de relieve la impudicia de una esposa (1011), y el cacareo del gallinero
sugiere la tendencia femenina para el intercambio emotivo cuando un chisme delicioso
se revela (291). El burro o el asno puede connotar la estupidez, la terquedad, o la falta
de independencia; la mula también evoca dichas características, pero además de eso,
puede caracterizar una astuta resistencia.
. . . no fue de aquellos mancarrones con más mañas y marraquetas que mula de alquiler, por lo
que se ha escrito: “que son como los membrillos: / mientras más viejas más amarillos.” (892)
Además, era el novio vulgar y prosaico, un especie de asno con herrajes de oro. (1044)
Gobernando Amat, virrey que, como hasta las ratas lo afirman, tuvo uñas de gato despensero.
(638)
Uno de mis camaradas . . . era un chico con más trastienda que una botica y más resabioso que
un cornúpeta de la Rinconada de Mala [hacienda cerca de Lima]. (1113)
Pero don Pedro, que era tan vivo como una anguila y que sabía escurrirse por entre los dedos,
acertó a esquivar la paliza. (323)34
95
Palma lograba el humor cuando subrayaba rasgos físicos también.
Recuérdense el cuello grueso del fraile acentuado mediante la comparación con el
cuello de un toro (471, 37) y la obesidad de un “Santo varón,/ más grueso que el
marrano de San Antón” (257). Tanto los rasgos físicos como el carácter resultan
aludidos en comparaciones tales como “¡Aguárdate, gallinazo de muladar!” (961),
dirigido a un criado negro, y “su nariz torcida como el pico de un ave de rapiña” (525),
que se refiere al aspecto y ambición de dinero de don Geripundio. Algunas expresiones
nos brindan una distracción pasajera sencilla sin ninguna pretensión satírica.
. . . Juan Enriquez . . . se puso más borracho que un mosquito y salió por las calles del Cuzco
cargado de cordeles, garrotes y alfanje, para ahorcar y cortar pescuezos de los que no siguiesen
su bandera. (111)
Los primeros con quienes tuvieron que romper lazos fueron los agustinos; pero ¡con buenos
gallos se las habían! (283)
En cuanto a don Alonso de Leyva, tampoco las tenía todas consigo y andaba más escamada que
un pez. (382)
. . . vivía nuestro don Luis tan pelado como una rata. (633)
Juego de Palabras
96
Si bien los juegos de palabras pueden adoptar muchas formas distintas, la
paronomasia suele constituir la forma más común y exhibe, además, distintas
estructuras. La paronomasia puede involucrar trabajo con dos significados de un solo
término homónimo, como por ejemplo en el caso de alto, una palabra que en el
castellano nos brinda tanto la idea de elevado como la acción de detenerse, en cuyo caso
tenemos un equívoco o más correctamente en el caso del castellano, un silepsis. Una
paronomasia puede también ocurrir en el uso de palabras homófonas, es decir, palabras
con la misma pronunciación pero con diferente ortografía y significado. Las dos
palabras bastar y vastar ofrecen un buen ejemplo. Cuando una persona emplea un
término con un significado determinado y otra entiende la palabra con un significado
distinto, la designación retórica es diáfora o antanaclasis. Dichas formas de juego de
palabras ocurren al nivel del significado. Entre los posibles destellos graciosos al nivel
del signo o del significante se encuentra la paronomasia “verdadera”’ (hay que aclarar
aquí que hemos venido empleando la palabra “paronomasia” tal cual como traducción
del inglés “pun,” que es lo mismo que el mejicano “albur”) que es básicamente la
repetición en una oración con ciertas modificaciones fonéticas, y retrúecano, que es el
proceso de dividir una palabra para formar otras palabras, o más bien el proceso de unir
varias palabras.36
La paronomasia simple (albur, “pun” Nota de T.) es interesante visto desde el
plano de su efecto sobre el flujo del discurso. Lionel Duisit, en su libro Satire, Parodie,
Calembour, llama a esta figura una “collision homonymique ou homophonique” que
involucra una “déraillement du sens” (descarrilamiento del significado N del T). Las
paronomasias pueden ocurrir circunstancialmente, como en la conversación cotidiana, o
a propósito, que es a veces el caso en la literatura. Cuando se hace a propósito, “íl
fonde une activité ludique qui détourne l’acte de communication de sa fin premiere, la
clarification du message,” creando un cruce de dos o más significados. El efecto o
“crime du calembour,” en el plano estético, es crear el máximo poder expresivo sobre
una inversión semántica mínima. Es el impacto de la revelación durante el juego
semántico lo que estimula la reacción humorística. Rosenblat comenta, “la
frecuencia de las paronomasias revela una actitud mental que está dispuesta a cultivar la
forma a costo del contenido.” 37 Realmente esto dependerá del escritor, puesto que el
mismo contenido puede resultar realzado mediante las insinuaciones – frecuentemente
satíricas -- de la paronomasia.
Ahora bien, los juegos de palabras contribuyen de una manera vital al tenor
gárrulo y jocoso de las tradiciones. La fuente del humor, aparte del placer que se
relaciona con el descubrimiento de graciosos sentidos dobles, reside en la sátira genial y
amena del tradicionista. Palma dependía de los juegos de palabras en la caracterización
de sus dramatis personae, decimonónicos y coloniales, aparentemente completamente
consciente del hecho de que con el empleo de una paronomasia, si es que a la vez señala
un rasgo físico o modo de ser, acentúa los significados que comienzan a entrar en
función mediante el manejo de términos del autor.38
Palma manifestaba para lo significado una preferencia abrumadora a favor del
“equívoco,” tanto en oraciones de comparación como en aquéllas que no lo eran. Ya
hemos visto varias afirmaciones de comparación: “más humos que una chimenea,”
“más trastienda que un bodegón,” “más camándulas que el rosario de Jerusalén,” “más
gracia andando que un obispo confirmando,” “más tieso que su almidonada gorguera,”
“más hígados que un frasco de bacalao,” “más campanillas que mula madrina.”
Equívocos no empaquetados dentro del molde de la comparación también dan la misma
gracia.
Refieren que un arzobispo vio de una manera casual bailar la mozamala, y volviéndose al
familiar que lo acompañaba preguntó:
97
¿”Cómo se llama este bailecito?”
“La zamacueca, ilustrísimo señor.”
“Mal puesto nombre. Esto debe llamarse, la resurrección de la carne. (573)
El juego está sobre las palabras subrayadas por Palma. En una de sus acepciones se
refieren al cuerpo frente a la resurrección; en otra, las palabras aluden al estímulo de
sentimientos y acciones carnales.
Las picarescas limeñas . . . no vieron nunca de buen ojo a la condesa de Lemos, y la bautizaron
con el apodo de la Patona. Supongo que la virreina sería mujer de mucha base. (425)
Dos significados para ‘base’ son fundamento y pies grandes. Como nota Beinhauer,
“un pie grande nunca agrada,” dando origen a juegos de palabras muy graciosos en el
habla popular.39
. . . el excelentísimo señor virrey don Manuel Amat y Juniet, . . . condecorado con un cementerio
de cruces, había sido un dechado de moralidad y honradez administrativas. (651)
El humor está presente en el juego sobre la palabra cruces, el cual viene engendrado por
el sustantivo altamente connotativo cementerio.
La causa, . . . gracias a la aplicación del tormento de los reos, que es el medio más expedito para
hacer cantar hasta a los mudos, quedó terminado el 20 de julio. (584)
El juego doble sobre las palabras aquí aumenta el placer en el empleo de cantar,
que significa o cantar o confesar, y en el uso de mudos, que significa o el que no puede
hablar o él que no habla.
En algunos casos del sentido doble el narrador crea una paronomasia haciendo
hincapié en alguna palabra o frase que podría haberse pasado por alto o resultado
ambigua.
Lo que tengo que hacer es casarte, y te casaré como hay viñas en Jerez, y entre tú y la Teresa
multiplicaréis hasta que se gaste la pizarra. (83)
Llamábase Consuelo la niña, y los maldicientes decían que sabía hacer honor al nombre de pila.’
(395)
Cuentan de don Geripundio que una tarde llegó un mendigo a la puerta de su tienda y le dijo:
Hermano, una limosna, que Dios y la Virgen Santísima se lo pagarán.
¡Hombre!” contestó el avaro, “no me parece mal negocio. Tráeme un pagaré con esas dos
firmas, y nos entenderemos.” (526)
98
Constituyóse un día el provisor en el locutorio del monasterio, y entre él, que aconsejaba a la
rebelde volviese al domicilio conyugal, y la traviesa limeña se entabló este diálogo:
Dígame con franqueza, señor provisor, ¿tengo yo cara de papilla?”
No, hijita, que tienes cara de ángel.”
Pues si no soy papilla, no soy plato para viejo, y si soy ángel no puedo unirme al demonio.”
(601)
Palma regresaba a la misma paronomasia dos o tres veces a través de las tradiciones.
Si se tiene en cuenta el número de años y páginas que han debido intervenir, es
asombroso que Palma lograra desplegar tanto ingenio como efectivamente hace. El
juego sobre la palabra “alto” difiere del ejemplo en la página 862 de las Tradiciones
peruanas por cuanto uno de los personajes, para distracción del lector, es capaz de
entender la intención del otro personaje y explotarla aún más.
Una variación sobre dicha técnica se hace evidente cuando o el narrador o el
protagonista utiliza la misma palabra dos o más veces casi seguido con significado
diferente. Una sátira bien intencionada subyace el empleo de este recurso de parte de
Palma. Por ejemplo, a don Dimas se le presenta como uno que “a fuerza de dar fe, se
había quedado sin pizca de fe, porque en el oficio gastó la poca que trajo al mundo”
(513). Dar fe podría ser un verbo que quiere decir atestiguar o certificar, o “fe” podría
ser un sustantivo (diferente del verbo)) que significa fe. La reacción de Palma a una
balada popular nos brinda otro ejemplo: “un músico hace una pepitoria de los
tecnicismos del arte, y ensarta un romance que él llama heroico, acaso por la heroicidad
del prójimo que acomete la empresa de leerlo íntegro” 508). Aquí el juego de palabras
involucra la aplicación de un significado, relacionado sí pero con otra acepción: poesía
heroica / eroísmo. El narrador interrumpe una digresión preliminar para contar la
historia de un juez que interpoló cierto alegato muy discursivo de un abogado respecto
a la relación paterna de un niño diciendo “¡basta de preámbulo, y al hecho!,” a lo que el
abogado contesta, “el hecho es un muchacho hecho, el que lo ha hecho niega el hecho;
he aquí el hecho” (1035). Considere los siguientes ejemplos:
. . . el escribano era un abejorro recatado de bolsillo . . . que en punto a dar no daba ni las
buenas noches (515)
Entréme fraile, pero la frailería no entró en mí.” (460)
. . . decía muy espiritualmente que era preciso guardarla de los muchos que la guardaban, y
defenderla de los muchos que la defendían. (472)
Muchos de los retratos de Palma en que la sátira está presente funcionan sobre el
principio de “cambio imprevisto de enfoque” en que un significado inicial factible se
altera para que se refiera a un aspecto de carácter o una faceta de anatomía más amplia
por medio de una frase aclaratoria posterior. Bien, muchos de éstos ya se han
examinado con referencias diferentes: “nariz de escribano por lo picaresca” (645),
“ojos de médico por los matadores” (396), inclinación a escribano en no dejar botella en
99
la que no se empeñe en dar fe” (307). Un recurso común que Palma empleaba de vez en
cuando es aquél que Leacock llama la técnica del “valor aparente”; tiene que ver con
“el contraste entre el valor aparente de las palabras o frases tales como se suelen utilizar
y el significado lógico de dicho valor.”40 En la siguiente selección de las tradiciones
Palma hace un cambio de enfoque imprevisto de traicionado a mejor.
Cállese usted, cojete; / cojo y recojo, cojo con bonete; / cojo con muletilla; / cojo y cojín con
sudadero y silla. (1050)
Alborotar merindades para luego salir con paro medio es proceder como el galán que presumía
de robusto, de noche chichirimoche y de madrugada chichirinada. (452)
100
El juego de palabras a menudo moviliza las relaciones etimológicas. Una observación
por Rosenblatt respecto a Don Quijote podría ser aplicada también a las tradiciones,
aunque tal vez no al mismo grado: “el juego etimológico o seudo-etimológico con la
forma de la palabra es constante.”41 Tal característica queda ilustrada en el caso de
Palma en los ejemplos que siguen abajo:
No somos de esos librepensadores que no quieren que los demás piensen libremente. (1086)
Palma muy rara vez partía una palabra por la mitad para alentar el humor. Una
afirmación por el protagonista en “Los escrúpulos de Halicarnaso” contiene una de los
pocos casos de retruécanos en las tradiciones. Cuando le pedían la ayuda para organizar
una cita amorosa en la trastienda de su negocio, Halicarnaso contesta, “Con mi lesna y
mi persona soy amigo del colegial y de usted, señorita. Zapatero soy, y no conde de
Alca ni marqués de Huete. Ocúpeme usted en cosas de mi profesión y ver que la sirvo
al pespunte y sin andar con tiquis miquis” (802). Las palabras usadas en los títulos
nobiliarios Alca y Huete, juntas forman la palabra alcahuete, la cual significa un
intermediario tipo proxeneta. Un juego interesante sobre la palabra Guatemala en
“Los caballeros de la capa” cae dentro del mismo rango, y a la vez demuestra puntos de
contacto con la técnica del “valor aparente” ya mencionada: “salimos de Guate – mala /
y entramos en Guate – peor, / cambia el pandero de manos, / pero de sonidos no” (54).
También la palabra Granada, se presta a un poco de juego semejante: “San Juan de
Dios en Gra–nada, / y este Pedro en Guate-mala, / realizaron, Dios mediante, / una cosa
nada – mala” (439). Un poco de ironía da realce al siguiente pasaje de “Una moza de
rompe y raja”: “¡Canario! El cantarcito no podía ser más subversivo en aquellos días en
que la palabra ‘rey’ quedó tan proscrita del lenguaje, que se desbautizó al peje – rey
para llamarlo peje – patria, y al pavo real se le confirmó con el nombre de pavo
nacional” (970). Este tipo de juego de palabras puede involucrar un intercambio de
partes entre dos palabras en aras del efecto chistoso y a la vez una conciencia más
intensa del verdadero significado: “lo más llano era la excomunión, que al más ternejal
le ponía la carne de gallina y lo deja cabiztivo y pensabajo” (582). El impacto
abrumador y destructor de una excomunión queda retratado en forma paralela y también
reflejada por el intercambio semántico y estructural entre estos términos.
Igual que Quevedo antes de él y otros escritores románticos contemporáneos
suyos, Palma aprobó una variedad de palabras nuevas para la lengua española, casi
todas ellas originadas en raíces naturales. Como Emilio Carilla observa sabiamente,
“en Ricardo Palma . . . el neologismo se identifica, naturalmente, con un espíritu de
sátira y juego.” Luego Carilla cita como ejemplos de dicha tendencia “cascabalear,
escarabajear, escopetear, suegreaba, manducable, majadereo, cuequeaba (es decir,
bailaba la cueca), architurulato, desmondongaron (por mataron), [y] enfarolarse,” a las
que agrego barullópolis (29) y canallocracia (877).42 El término algo novedoso
cornitradicional se refiere al cuento de Palma titulado “El primer toro.” Muy a
menudo el narrador irónicamente pide perdón para hacer uso de alguna palabra especial,
como en el ejemplo para dar permiso para fumar puros a las mujeres: “se hiciera usted
cómplice del (páseme la palabra) desmujerización de la mujer” (1446).
Ricardo Palma, en su calidad de uno de los maestros principales del uso de la
lengua castellana, demostraba en sus trabajos de prosa un sentido especial de
articulación eufónica, a menudo con efectos chistosos. La plétora de palabras que se
101
tratan con la aliteración internamente son particularmente significantes para el aspecto
sonoro o “musical” de las obras de Palma. El tradicionista tocaba como a un
instrumento palabras tales como barrumbada (146), paparrucha (786), dingolodangos
(455), barrabasada (318), y birlibirloque (789), estas dos últimas haciendo acto de
presencia a través de las tradiciones. Sustantivos incluyen pirlimpimpim (789),
recancanillas (310), rifirafe (318), chichisbeo (610), rimbombancias (637)
pampiroladas (965), zurriagazos (124), ringorrangos (695), ñiquiñaque (1445),
triquitraque (383), desparapajo (590), y plepa (695). Verbos, adjetivos y adverbios de
esta naturaleza son escasos – cascabeleábamos (246) y opíparo (689) o opíparamente,
hacen excepciones significantes. Internamente palabras asonantes también brindan un
aire festivo a esta prosa muy suelta y agradable al oído. Hénos aquí una muestra de las
palabras usadas por Palma: Perendengues (590), gurrumina (1193), colombroño (89),
michimorongo (1439), morrocutudo (590), garambainas (794), faralares (820) y
chilindrina (373). Por otra parte, se encuentran pocos verbos y adjetivos en este estilo –
escarabajeaba (787) y rabisalsera (590) son dos ejemplos. Términos polisilábicos que
realmente no tienen una asonancia verdadera incluyen apergaminado (815) y
empingorotado (651), los cuales se cuentan entre sus epítetos más predilectos, y algunas
formas verbales algo largas: “se engolosinarían” (904), “se le desencapotaron” (382) y
“se había empestillado” (242).
En conexión con la eufonía de estos términos y con el juego etimológico y
paronomástico de Palma hay repeticiones de términos por otra parte idénticos que han
sufrido modificaciones por obra de sufijos o prefijos: “Feo, feísimo defecto,” (1089),
“¡Borrachito!. . . . ¡Borracho! . . . (1089), “era bellísima, pluscuambellísima” (858),
“más mirada y remirada que estampa de devocionario” (314). Algo semejante es cierta
tendencia a las acumulaciones graduadas, evidente tanto en la prosa de Cervantes como
en la de Quevedo. Palma lo emplea realmente a un grado mínimo.
Palma: . . . tuvieron que conformarse con mala cena y peor lecho (570).
Modificación de Expresiones
102
insuficientes.” Una manifestación importante de dicha tendencia, tanto en el habla
cotidiana como en la literatura, tiene que ver con la modificación cómica de expresiones
fijas, expresiones idiomáticas, refranes populares o secuencias literarias
tradicionalmente previsibles. Dicha técnica, conocida como paráfrasis, es muy cotizada
como un ardid cómico en las obras de Cervantes y Quevedo. Aprovechando
nuevamente sus mentores del Siglo de Oro, Palma sabía infundir vida a su estilo
narrativo con el uso de paráfrasis generalmente en conexión con la sátira.45
El efecto de la paráfrasis es el de renovar expresiones trilladas del idioma a fin
de dotar de nueva vida su fuerza metafórica. Según Lerner, “se produce así una especie
de destrucción irónica de fórmula tradicional o del refrán al interpretar uno de sus
términos con un sentido generalmente coloquial o directo que anula el valor aforísmico
de la frase.” El impacto cómico de dicho fenómeno resu+lta ser la sorpresa despertada
por el contraste entre los términos originales de la expresión y su versión modificada o
entre una palabra alterada de la expresión idiomática y sus componentes restantes.
Como Bergson ha señalado, la sorpresa constituye un factor importante de la comicidad
y sucede con mayor efecto cuando un lector u oyente percibe de repente los aspectos
irrisorios de una forma demasiado rígida cuya continuidad se daba por entendida.
Leacock explica además, respecto a esto, que palabras o frases que sufren paráfrasis
“están obligadas a enfrascarse en un significado que nunca les había sido aplicado,
pero al ser examinado parece lógico, como si se tratara de un significado que
efectivamente les correspondía. La repentina novedad verbal llega con un golpe de
sorpresa placentera” algo similar, en verdad, al efecto de la técnica de “valor
aparente.”46
En las tradiciones, la paráfrasis asume toda una gama de formas diferentes. A
veces Palma juega con un proverbio o dicho popular, como en el caso de “El hombre
propone y Dios dispone.” Monsieur de Saillard se había preparado para un duelo con
Ramón Castilla y estaba a punto de embarcarse para el Perú, “pero el hombre propone,
y la fiebre amarilla dispone” (1090). Murió en el puerto de Guaira. La sátira subyace un
juego más extendido sobre la misma máxima: “pero un hombre propone, un juez
dispone y un escribano descompone, y gracias si no toma también carta en este tresillo
un abogado” (1447). Una idea asociada con “El bien se nos venga, el mal se nos vaya”
aparece “el bien que se venga a pesar de Menga, y si viene el mal, que sea para la
manceba del abad” (284). A menudo la exageración juega un papel importante en estas
modificaciones. La alteración o reemplazo de una palabra es frecuentemente suficiente
para engendrar el humor. Un encarcelado, cuando se le pide componer un poema breve
socarronamente, contesta, “no tengo el menor conveniente” (959). En el castellano la
idea de “interdiario” se puede expresar “un día sí, y otro no;” doña Quirina, sin
embargo, vuelve a llenar el aceite en una lámpara nocturna “un día sí y otro también”
(1091). De modo semejante el tradicionista cambió la frase “golpe de estado” en “uno
de aquellos golpes de teatro” (354), mientras de una manera análoga explica en otra
parte que Gamarra “fundó cátedra de anarquía y bochinche” (1109).
Se aflora el humor cuando, como ya se ha visto, el significado literal de una
expresión fija experimenta infusión de vida debido a la modificación impuesta sobre
ella casi a la diabla. Por ejemplo a fin de tranquilizar la conciencia de un juez respecto
de una ejecución que estaba en proyección, el Conde de Santiesteban advierte, “firme
usía de una vez y quede horra la conciencia, que esto es cortar por lo gangrenado y no
por lo sano” (416) -- “cortar por lo sano” con la idea de utilizar medidas drásticas. En
una carta un hermano escribe a una hermana, persona descuidada de su aspecto, “Besa
a V. las manos, si por casualidad se las ha lavado” (490). Doña Pulqueria se burla de su
vecino, diciéndole que si va a esperar a su esposa para que abra la puerta “tarea te doy
103
hasta el día del juicio por la noche” (451). La añadidura de “por la noche” subraya el
aspecto prosaico de una referencia efímera y aumenta la exageración inherente en la
trillada hipérbole.
Hacer injertar alusiones contemporáneas dentro de alocuciones tradicionales trae
una variación adicional de la mencionada técnica. La idea bíblica de la mortalidad o sea
la vida mortal concebida como ‘un valle de lágrimas y un ‘valle de la sombra de la
muerte” se transforma para leer, “valle de lágrimas y de pellejería” (1148) y un “valle
de primos civilistas y primos demócratas” (1202). Dichos ejemplos nuevamente revelan
el uso que hace Palma de dicho dispositivo para burlarse de los individuos y de las
instituciones. En “De gallo a gallo” Larriva intercambia con su rival, Echegaray, cuyo
apodo es ‘tinaja’ debido a su obesidad, con la estrofa de cuatro versos, “Cuando Dios
hizo esta alhaja, / tan ancha de viento y lomo, / no dijo: ‘Faciamus homo,’ / sino;
Faciamus tinaja” (1051).
El contexto frecuentemente maneja la llave al humor de la modificación. En “El
chocolate de los jesuitas” Palma registró sus sentimientos al oír como un delegado
hablaba de otro en tonos aparentemente ofensivos, cuando éste padecía una sordera
parcial: “achaque que lo obligaba a nunca separarse de su trompetilla acústica.”
Resultaba que la afirmación no contenía ninguna afrenta. De haberla tenido, se le
asegura al lector, “habría sido antiparlamentario y grosero y dado motivo justo para que
el agraviado le rompiese, por lo menos, la trompetilla” (632; las cursivas son mías),
para no decir algo así como la nariz, la cara, o la cabeza.
La Paráfrasis también ocurre cuando una fórmula literaria o metáfora
tradicional sufre alguna alteración. Por ejemplo, en lugar de la introducción
acostumbrada de las cuentas de hadas -- “érase que se era” -- Palma da inicio a “La
misa negra” con “érase lo que era” (833). En otro ejemplo posterior, Palma renovó la
trillada metáfora para esposa, la media naranja, mediante comentarios tales como
“muchas medias naranjas que estaban en camino de pudrirse y servir de almuerzo al
diablo” (1118).
Sorpresa
104
narrador, “Yo tampoco” (650). ”Historia de un cañoncito” brinda la siguiente
explicación interesante: “en palacio había lo que en tiempo de los virreyes se llamó
besamano, y que en los días de la República, y para diferenciar, se llama lo mismo”
(1119). En otra tradición, ciertos hombres que pelean con gallos, cuya ave ha
perdido, se retiran de la arena, “llevando el dueño, bajo la capa se entiende, el cuerpo
del difunto, que con arroz y pimientos hallaba al otro día sepultura digna en el estómago
del zapatero y de sus camaradas” (624). La palabra digna, irónica en su uso aquí,
despista al lector ya que le prepara psicológicamente para algo diferente. Más tarde en
la misma historia un juez promete investigar algunas ilegalidades posibles en conexión
con otra pelea de gallos, y el narrador comenta cínicamente, ‘Lo que resulte lo sabremos
. . . el día del juicio” (627). Una respuesta imprevista agrega cierto humor al retrato de
Gutierre de Ursán en “El Encapuchado.”
“No era don Gutierre de la pasta de aquel marido cuyo sueño interrumpió un oficioso para darle
esta nueva: ‘A tu mujer se la ha llevado Fulano.’ ‘¡Pues buena plepa se lleva!’ contestó el
paciente, se volvió al otro lado del lecho y siguió roncando como un bendito.” (396).
Alusión Sexual
El viejo que se case / con mujer niña, / él mantiene la cepa / y otro vendimia. (600)
Esta estrofa de cuatro versos es una referencia a un conde, un hombre feo de 60 años,
que se casó con Marianite Belzunce de trece años. Cuando, después de un año de
negarse de estar con él, por fin ella se escondió en un convento, comenzaron a
circularse unas coplas sumamente sugestivas en Lima que le acusaban de impotencia.
Entre las muchas que había, Palma cita las siguientes:
Con una espada mohosa / y ya sin punta ni filo, / estáte conde tranquilo: / no pienses en otra
cosa.
Toda tu arrogancia aborta / cuando la ponen a prueba; / tu espada como no es nueva, /
conde, ni pincha ni corta.
Lo mejor que te aconsejo / es que te hagas ermitaño; que el buen manjar hace daño / al
estómago de un viejo.
Para que acate Mariana / de tus privilegios parte, / necesitabas armarte / de una espada
toledana. (601)
105
Divertidos intercambios sugestivos entre amantes a veces quedan enfrascados
dentro de canciones de versos populares o epigramas: “Porque un beso me has dado /
gruñe tu madre; / toma niña, tu beso, / dila que calle” (98); “Mis ojos fueron testigos /
que te vieron persignar. / ¡Quién te pudiera besar / donde dices enemigos” (380). Todo
el mundo sabe que “cuando dos se quieren / se ven solitos, / se hacen unos cariños /
muy rebonitos” (207). De un tono algo distinto y de estructura muy poco poética es el
tosco cumplido de un soldado patán a una viuda aristocrática: “¡Abur, brigadiera! ¡Que
no te comiera un lobo y te vomitara en mi tarina!” Una queja al comandante provoca la
respuesta, “No sea gazmoña, señora; que el requiebro es de lo lindo, y prueba que mis
muchachos son decidores a su manera y no bañan en almizcle la palabras; agradezca la
atención y perdone la rudeza” (901). Todo esto hace paralelo cercano con el humor que
desprende de los chistes sobre el matrimonio, a los cuales, como ya hemos notado,
Ricardo Palma se recurría con mucha frecuencia.
Por supuesto, el humor que se basa en la sugerencia sensual no tiene que
adoptar, necesariamente, la forma poética. Las tradiciones ofrecen muchos ejemplos de
esta forma de humor que resulta, por ejemplo, de la intrusión del narrador travieso
cuando afirma que “los comunistas y los solterones son bípedos que se asimilan” porque
presentan una amenaza “contra la propiedad del prójimo” (123). En otro momento el
narrador se niega a describir las bien tornadas piernas de Paca Rodriguez: “si hemos de
hablar lector, en puridad de amigos, creemos que mejor es no meneallo y que,
pasándolas por alto, te libertemos de un pecado venial” (816).
Palma escribía principalmente a sus conciudadanos en un tono y con un respeto
a asuntos que estaban conformes con sus intereses. Alusiones pícaras y a menudo
satíricas de una naturaleza subida de tono estaban seguras de cosechar una atención
esmerada y a la vez distraerlos y educarlos.
Ingenuidad
Escuchar un absurdo ingenuo relatado con actitud de una creencia seria es, de
por sí , gracioso. En la literatura la presentación de la ingenuidad combinada con la
ironía es todo un cofre de tesoro de comicidad. Las anécdotas históricas Palma no son
ninguna excepción. En ellas él pinta a cierto número de personajes cuyas palabras y
acciones ejemplifican la “confiada inconciencia” necesaria para encender la ironía. La
sátira generalmente atiende las representaciones puesto que el proceso de poner de
relieve la ingenuidad de alguien con mucha probabilidad involucra algún elemento de
ridículo. Sólo frente a un caso de estupidez inevitable, como en el caso de algún indio
poco instruido, o uno que se ha vuelto loco o cuando existe algún elemento subyacente
de admiración, como en el caso de la tía Catita, se disminuye el elemento de sátira en la
obra de Palma, dejando sólo el humor puro de la inocencia..
Muecke propone tres requisitos formales de la ironía: primero, que haya por lo
menos dos niveles, el de la víctima y él de la parte irónica u observador; luego que
exista una oposición entre estos dos niveles en la forma de una contradicción, una
incongruencia, o una incompatibilidad; y finalmente que esté presente también algún
nivel de inocencia, eso es, que tiene que haber una víctima que sea a la vez confiada e
inconsciente.48 Estos tres puntos son evidentes en el humor de la ingenuidad a través de
las tradiciones.
En “El judío errante, en el Cuzco” Palma cuenta la historia de la epidemia de
tifoidea del año 1856 en el Cuzco, que coincidía con la popularidad a través del Perú de
una novela por Eugene Sue titulado El judío errante. El cuento de Sue dice que un
106
judío errante caminaba por el mundo acompañado por una plaga devastadora. Cuando,
durante este mismo año un cierto español desgraciado llegó por casualidad al pueblo de
Zurite, los habitantes lo identificaron inmediatamente con el protagonista de la novela.
Frente a sus explicaciones ellos contestaban con “confianza,” “‘¿A nosotros con esas? . .
. ¡No somos tan bobos! Maldita la fata que nos hacía su visita. Ya quedará usted
escarmentado, compadre; y pagará por junto las que ha hecho en el mundo’’’ (1131).
Habiéndole quemado vivo en una hoguera, estos “tan cristianos vecinos” hicieron una
gran fiesta. La gente de Zurite demuestra una falta de percepción de la verdad basada
en la confianza. Un conocimiento anterior del hecho permite al lector calcular cómo
llegaron a sus ingenuas deducciones. La habilidad de Palma para extraer el humor de
una situación de pena capital queda nuevamente en evidencia.
En otro caso, cuando el virrey resulta derrotado en un juego de naipes, la noticia
se extiende como reguero de pólvora, cada quien ansioso para ser el primero para
declarar el hecho a los que no lo han oído todavía. Entre dos personas que se
encuentran en la calle se entabla el diálogo siguiente:
Desde el plano en que nosotros estamos percibimos a cada interlocutor como algo
obtuso, sea en conexión con su creencia en la importancia de la misma información y
también respecto a su confianza en la fuente de la información. Lo poco confiable de la
fuente de la información – la esposa del sobrino del amigo del pastelero del palacio –
sugiere cierta ironía mientras aumenta nuestro goce a expensas de la inocente rusticidad
de los hablantes.
Los ejemplos anteriores de ingenuidad conciernen el humor de la sátira. La
implicancia es que la gente referida realmente no tiene ningún pretexto válido para su
falta de percepción. Si no lo lograban a través de la educación laica por lo menos a
través de su actividad eclesiástica han debido absorber una iluminación suficiente para
evitar un modo de pensar tan confuso. El caso de dos indios mandados a la costa con
una carga de melones, sin embargo, es diferente; ninguna posibilidad para
esclarecimiento existe. Como resultado, aun cuando nos distrae su ingenua inocencia,
no sentimos nada ridículo, menospreciable ni despreciable. Tal como nos lo cuenta
Palma los dos indios comienzan a sentir hambre y piensan erróneamente que con sólo
esconder un mensaje escrito que acompaña el cargamento podrán comer un par de
melones sin que nadie se dé cuenta. “Escondamos la carta detrás de la tapia, que no
viéndonos ella comer no podrá denunciarnos” (148). Por supuesto, al llegar, a ellos se
les proporciona una buena zurra.
Una inocencia así rayana en una verdadera locura funciona de una manera
análoga. La historia muy bien conocida de “Ño Veintimil” ofrece otro ejemplo del
hecho. Otro enfoca a un profesor, Bonifacio, un estricto autoritario que emplea el látigo
a diario en su colegio. Sus alumnos sospechan que no está en sus cabales y esta
sospecha se fortalece cuando él los lleva para presencia una ejecución. Para que no se
107
olviden de dicha lección, él saca el látigo y hace un chasquido. Se le infunde demasiado
el ánimo y comienza a dar latigazos a todas las personas en la muchedumbre. Todos se
dispersan a carrera. Algunos desgraciados gritan ‘¡toro!, ¡toro!” Un entrometido corre
a decirle al virrey que unos sublevados chilenos están reclamando su cabeza. Cuando
las tropas llegan, ellos encuentran a Bonifacio “descargando furiosos chicotazos sobre
los leones de bronce que adornaban la soberbia pila de la plaza” (896). Lo llevan al
manicomio. Esa historia recalca la facilidad de Palma para extraer algo chistoso de una
representación del aspecto ingenuo, inclusive cuando no hay intención satírica.
También pone de relieve la importancia del tono jocoso omnipresente en las
Tradiciones peruanas que resulta distraído para el lector inclusive cuando el tema de
por sí podría ser algo de mucha seriedad en la vida real.
Una variación del humor de la ingenuidad toma la forma de lo que Worcester ha
llamado “íngénu satire” y Muecke, “ingénu irony.” Dicha forma involucra un ”tipo
inocente” cuya inocencia o ignorancia es capaz de “penetrar las complejidades tejidas
de la hipocresía y de la racionalización y también ver através de los tejidos protectores
de las convenciones y las idées reçues.”49 El indio poco sofisticado a veces cumple este
propósito en las tradiciones de Palma. Durante un período de relajación de costumbres
matrimoniales y otros excesos de parte del clero, a un indio le dicen que debe abandonar
la soltería y casarse con la mujer con quien vive. “‘Taita’, contestó el infeliz,
‘amancebamiento no puede ser malo; porque corregidor tiene manceba, alcabalero tiene
manceba y cura tiene también manceba’” (546).
108
5
Exclamaciones
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Sufijos
110
Satanás: “¡Hola¡; exclamó el Señor, . . . ¿Esas tenemos, envidiosillo y soberbio?
Pues tendrás lo que mereces, grandísimo bellaco” (1200).
La presencia de un sufijo muchas veces permite al lector enfocar con más
claridad tanto la escena como el carácter y así participar más plenamente en el humor.
Podemos percibir el aspecto físico, así como la emoción, a través del uso de sufijos a la
vez que estamos involucrados en el ambiente acústico impuesto por el narrador. Una
investigación de los sufijos vuelve a demostrar que el humor desprende de un fenómeno
estilístico prominente.
Chistes
Circunloquio y Eufemismo
111
fechas, edades, nacionalidades, religiones, y ciudades; dicha tendencia es semejante en
sus alusiones al proceso de escribir, investigar y publicar.
En su libro sobre el humor en el español hablado, Werner Beinhauer dedica
varias páginas a "perífrasis" y pone hincapié en "el afán altamente español para
expresarse con alusiones más o menos disimuladas." Hatzfield, en el Quijote" como
obra de are del lenguaje, aclara con lujo de detalle el uso del circunloquio por
Cervantes, incluyendo lítote, meiosis y eufemismos. 5 El dominio de la lengua en Palma,
hasta cierto punto una herencia brindada por Cervantes, le permite movilizar todos los
recursos del idioma en su explotación de las posibilidades sin límite que le dan las
perífrasis graciosas.
Según Dámaso Alonso, la perífrasis como medio estilístico busca "hacer llegar a
la representación del objeto una plástica, un relieve con tintes, un dinamismo que una
palabra concreta no puede dar."6 La afirmación de Alonso confirma mi opinión respecto
a la importancia del circunloquio en el estilo del autor limeño. Además, con las
expresiones alternativas que tan frecuentemente hacen movilizar una incongruencia de
una certera falta de idoneidad real, por así decirlo, el humor resulta aún más gracioso.
Tradiciones peruanas completas es muy ilustrativo. Respecto a fray Martín de Porres,
por ejemplo, Palma advierte al lector, "Bástele al lector saber que como el viejo Porres
no le dejó a su retoño otra herencia que los siete días de la semana y una uña en cada
dedo para rascarse las pulgas, tuvo éste que optar por meterse dominico y hacer
milagros” (365). La ironía de la contradicción lógica y la ironía de la objetividad
fingida da leña al humor en una prolongada sustitución de la palabra nada. A fin de
decir que una puerta no se cierra, el autor ensarta estas palabras: ". . . esa puerta no
sirve para lo que han querido todas las puertas desde la del arca de Noé, la más antigua
de que hacen mención las historias, hasta la de la jaula de mi loro” (328). El lector
tiene una reacción como de risa frente a la asociación poco idónea del Arca de Noé y la
jaula del loro del autor, como también la aparente indiferencia del autor a lo dilatado de
su afirmación.
La aversión y la cólera suscitan varas observaciones perfrásticas en las
tradiciones, muchas veces con ribetes coloquiales.
Pero a quien supo todo aquello a chicharrones de sebo fue la Inesilla. 9619).
A Ruiz Alcedo le supo el desaire a rejalgar con vitriolo. (746)
Al cabo se le subió la pimienta a la nariz de pico de loro. (1196).
Al oírse apostrofar así, se le avinagró al andaluz la mostaza. (961).
El uso de un látigo origina frases alternativas tales como “repartir más cáscara de
novillo” (894) o “uso y abuso del jarabe de cuero” (895). A fin de afirmar que no se
permitía aprender a escribir a las mujeres, Palma recorre trechos muy dilatados y
graciosos: “no se le permitía hacer sobre el papel patitas de mosca o garrapatos
anárquicos” (598). Se esforzaba igualmente para evitar decir “mujeres": "las
descendientes de los golosos desterrados del paraíso" (999).
En el español coloquial Beinhauer encuentra que el idioma abunda en
eufemismos. Que efectivamente el estilo de Palma merece dicha observación es
evidente para el lector cuidadoso de las tradiciones. Igual que Cervantes, sin embargo,
112
Palma no era "un melindroso, que usa eufemismos para ocultar cualquier frivolidad o,
incluso, para callar lo picante." Es cierto, Palma sí desportilla un poco lo muy sugestivo
– “[a]un la salacidad del pueblo solía evaporarla en nubes literarias -- a fin de asegurar
la difusión más amplia posible de sus cuentos. 7 Sin embargo, su misma moderación
llegó a ser un logro literario notable, los dos resultados de su postura eufemística
llegando entonces a ser una expresión más enriquecida y un verdadero diluvio de risa.
A pesar del lenguaje velado de muchos pasajes, este estilo sigue siendo sugestivo y
estimulante para la imaginación.
Palma recurre al eufemismo para suavizar particularmente alusiones al sexo,
lenguaje grosero, y lo desagradable de la muerte y de la matanza.
Al primer barrunto que éste tuvo de que un cirineo le ayudaba a cargar la cruz, encerró a su
mujer en casita. (383)
. . . ella no gastó muchos melindres para inscribir en el abultado registro de San Cornelio al que
iba por esos mares rumbo a Cádiz. (396)
Había en el lugar una señora viuda de un cabildante, jamón apetitosa todavía, . . . la cual gozaba
fama de ser cumplidora del precepto evangélico que manda ejercer la caridad dando de beber al
sediento. (445)
Analogía, ironía y cierta ingenuidad de frase se combinan para una lectura rica en
humor. La desnudez o parte íntimas del cuerpo también montan vuelo sobre el
circunloquio eufemístico.
. . . las mujeres que, llamándose honestas, se presentan en público luciendo cosas que no siempre
son para lucidas. (547)
. . . para que en ella dejasen al prójimo más liviano de ropa que lo anduvo Adán antes de que
indigestase la manzana. (676)
113
corporales repelentes o la muerte provocan nada más que la risa. Pongamos por caso la
descripción que hace Palma del apuro corporal de un soldado: “en cierta marcha
separóse un soldado de filas y escondióse por breve rato tras de una roca, urgido por la
violencia de un dolor de tripas. Viólo don Francisco, . . . y esperó con toda pachorra a
que el soldado, libre de su fatiga, volviese a ocupar su puesto” (90). La muerte también
recibe un trato coloquial y gracioso: “en 1604 lió el petate” (481), “lo había
sorprendido la Flaca” (665), “pasó a la tierra de los calvos” (486). Los que ya están
muertos son “los que están pudriendo tierra y criando malvas con el cogote” (911).
Estar en peligro de muerte es de correr el peligro “de que lo convirtiesen en chicharrón”
(404) o “en tostón” (269), mientras resultar muerto sale como “lo desmondongaron de
un balazo” (1096). Varias alusiones a la horca también se encarnan dentro de una
estructura eufemística:
. . . menudeaban las ordenanzas que les ponían la gorja en peligro de intimar relaciones con la
cuerda de cañamo. (89)
. . . Francisco de Carbajal, . . . quiso medirle con una cuerda la anchura del pescuezo. (202)
Como ya ha notado Osvaldo Crispo Acosta, hay “en Ricardo Palma una tendencia a la
burla tan arraigada que llega hasta sazonar con la sal de su ingenio las carnes tostadas en
las hogueras inquisitoriales.”9 Dichos pocos extractos representan una multitud de
circunloquios y eufemismos que informan el estilo de las anécdotas famosas, lo cual
pone de relieve nuevamente la muy cerrada y esencial relación entre el estilo y el
humor.
Los numerosos trozos de poesía, tanto populares como literarios, que dan una
textura esencial a las tradiciones abarcan un aspecto relevante del humor estilístico de
Palma. El mismo Palma era, según una evaluación propia, ‘un mediano versificador” y
durante su vida publicó varias colecciones de su propia poesía además de algunas
traducciones.10 Dentro del tejido de las tradiciones Palma injertó muchas de sus
creaciones propias, además de unas cuantas de otros poetas, algunas de las cuales
modificaba si veía la necesidad. Hay momentos en que resulta difícil ver qué líneas
pertenecen al tradicionista y cuáles no. Evidentemente Palma fue sensible a la poesía y
aprovechaba con gran habilidad “la juguetona musicalidad de los pareados” en muchas
oportunidades. Igual que los refranes el verso está interpolado a través de las
tradiciones “a manera de miniaturas finamente esmaltadas.”11 Igual que sucedía con
otras características de estilo, el grado de uso del verso popular en las historias
evolucionaba con el tiempo. Se añadieron versos a obras tempranas al ser éstas
sometidas a revisión en fechas posteriores. Wilder explica que, “si bien en las
tradiciones posteriores Palma aumentó mucho la cantidad de versos populares,
generalmente de naturaleza cómica y satírica, hay que notar que ya había interpolado
cierto número de ellos en la Edición princeps.”12
El patrón estilístco de prosa mezclado con trozos de poesía remonta cuando
menos a los tiempos de Cynic Menippus (circa 340 - circa 270 A.de J.C.), quien lo
empleaba para la sátira. En obras de Cervantes el estilo toma la forma de alusiones
abundantes a los romances, de que la mayoría “está a servicio del humor.” La poesía en
114
la narración de Palma asume una gran variedad de formas y estilos que oscilan entre una
línea y varias páginas y funciona de diferentes maneras. Inclusive puede expresar
sintéticamente la moraleja de un cuento. En otro contorno “los versos pueden servir
para iniciar la tradición, como un acorde musical que prepara el ánimo” 13: “Principio
principiando, / principiar quiero, / por ver si principiando principiar puedo” (209).
Muchas veces la poesía caracteriza o describe. Lo más importante para nuestros
propósitos actuales, sin embargo, es el hecho que el tradicionista empleaba la poesía
muy a menudo para efectos cómicos.
En cuanto al tamaño, hay que notar que muchos extractos de las tradiciones no
son sino epigramas de dos líneas: “si el fósforo da canela (sic), / ¿qué dará la
fosforera?” (1009). Las estrofas de cuatro versos cómicas también son comunes. Varios
cuentos involucran breves intercambios de insultos, muchas veces en la forma del
“desafío” o “certamen de insultos” (inglés = ‘flyting’) Algunas anécdotas comienzan
con una estrofa cómica que puede, inclusive, adoptar la forma del epígrafe. Palma a
veces ensanchaba el contenido cómico de una narración terminando con algunas líneas
muy graciosas, como por ejemplo en “Los barbones” y “No juegues con pólvora.”
Un análisis de los insertos poéticos en las Tradiciones Peruanas de Palma
sugiere las siguientes divisiones respecto a los orígenes del humor y gracia en ellos.
Algunos versos provocan la risa por la aparición de un pensamiento sorprendente pero
ameno. Otros versos aluden al sexo. Otros versos ganan fuerza de la ironía, la sátira y
los juegos de palabras. Finalmente, muchos renglones poéticos en las tradiciones
derivan la comicidad de la ambientación del cuento y la manera de comprometer al
lector.
En “Aceituna, una” el narrador el narrador se explaya con la pregunta, “‘¿Y por
qué, . . . llamaban los antiguos las once al acto de echar, después del mediodía, un
remiendo al estómago? ¿Por qué? Once las letras son del aguardiente. / Ya lo sabe el
curioso impertinente” (171). Aquí Palma creó una digresión alrededor de un epigrama
del que ya tenía conocimiento y con el cual esperaba endulzar una de sus historias.
Como ya se ha notado en el capítulo 3, cierto número de versos en las
tradiciones provocan la risa debido a las sugerencias sensuales que tienen cabida en
ellos. Como Martinengo ha observado correctamente, ‘muchas veces acompañan la
narración entera, como un comentario discreto y sardónico de parte de la gente
involucrada (o del mismo autor) sobre el curso de los acontecimientos.” 14 Así, el
comportamiento desenfrenado y lujurioso del Conde de la Monclova evoca el pasquín,
“Al Conde de la Monclova / le dicen Mano de Plata; / pero tiene mano de oro / cuando
corteja mulatas” (475).
Leacock afirma que “en el mundo del humor, la poesía juega un papel muy
subordinado. Su alcance es realmente muy limitado. Prácticamente todas las grandes
obras maestras del humor se escriben en prosa. Los efectos que se pueden obtener de la
poesía yacen más bien en el terreno de lo ‘cómico’ que en el humor más amplio; y
mayormente, no son sino algo que no pasa de ser el retintín de la gracia verbal, agua que
riela sobre guijarros a la luz del sol, de ningún modo la corriente profunda del
pensamiento gracioso.”15 Esta afirmación describe muy bien la función del verso
cómico en la prosa de Palma y hace honor a la verdad por cuanto cierto número de
poemas interpolados incorporen juegos de palabras parecidas. Pensemos, por ejemplo,
en el viejo vendedor de aceitunas, Ño Cerezo, cuya esposa se puso encinta: “Dicen por
ahí que Cerezo / tiene encinta a su mujer / Digo que no puede ser, / porque no puede ser
eso” (171). Evidente en este ejemplo es la orientación sensual que acompaña el juego
de palabras, así suministrando una doble dosis de humor. Por supuesto juegos de
palabras parecidas contenidos en los versos abordan otros temas también. Para
115
responder a un tipo muy escaso de fondos que buscaba el cargo de porta-estandarte
había el verso: “pretendes una bandera / y es cosa que me da risa, / pues quien no tiene
camisa / no ha menester l a . . . vandera” ( 606). Como ya se ha visto en nuestro
estudio de juego satírico de voces y como estos ejemplos demuestran más ampliamente,
tanto las palabras homónimas como las palabras homófonas combinan bien con el
parloteo del tradicionista.
Poemas de naturaleza satírica suenan ásperos. Sin embargo, por regla general,
el carácter ameno de las anécdotas les infunde cierta gracia. Respecto a la manera en
que quedan incorporados dentro de la historia, algunos poemas simplemente refuerzan
la línea narrativa, y otros dan inicio al cuento, presentando cierto enfoque o poniendo
cierto ambiente, y algunos se emplean, como Martinengo explica, “para expresar en una
manera estilizada, su propio juicio u opinión.”16
El humor de la ironía también prospera en las estrofas que dan vida de una manera
notable a las tradiciones.
117
6
Conclusión
118
consideraba indispensables para una democracia exitosa. Su ironía satírica, aun cuando
sin tregua tocante a las decepciones que la república generaba, tampoco llega a sugerir
seriamente apoyo para ningún sistema socialista. La verdad es que Palma no tenía casi
nada que decir sobre males sociales como, por ejemplo, el latifundio y la opresión de las
clases inferiores. Lo que sí le preocupaba fue la pérdida de las tradiciones y los vínculos
con el pasado producida por el influjo de ideas extranjeras, modas y mercadería. Muy
frecuentemente se arremetía contra dicha pérdida de verdadera herencia, pudiendo
prever por lo visto que, como resultado, las generaciones futuras estarían aisladas de un
pasado vital, aunque estropeado, en cuyas raíces quedaba la llave de una verdadera
conciencia histórica, y por ende, el entendimiento de lo propio.
Finalmente, quisiera agregar que si bien varios puntos aquí presentados han
sido tocados ya en diversas consideraciones del tema por críticos tales como
Martinengo, Escobar, Riva Agüero, Sánchez, Tamayo Vargas, Oviedo y otros, en
ninguna otra parte el espectro más amplio se revela tan claramente como para poder
apreciar tan fácilmente el conjunto en su totalidad, o sea para que se pueda ver una
perspectiva más acabada y una apreciación más fina respecto a la ironía de Palma y las
raíces estilísticas que alimentaban la base de su original fraseología. Delante de
nosotros queda la tarea de rastrear todos los aspectos de su estilo en detalle y poder
relacionarlos entre sí en un análisis de su famosa prosa que sería un análisis
exclusivamente estilística. Aun cuando dicho anhelo no llegue a ver la luz del día
creemos que este estudio ya ha unido la mayoría de los aspectos más importantes de su
estilo notando también que la gran mayoría de estos dialogaban, ante todo, con la risa,
cuando fluían de la pluma del gran maestro.
119
Notas
Notas del Capítulo 1: Introducción
1. Enrique de Gandía, Orígenes del romanticismo y otros ensayos (Buenos Aires: Atalaya, 1946), 211.
2. José Toribio Medina, “Prólogo,” en Aurelio Díaz Meza, Leyendas y episodios chilenos (Buenos
Aires: 1968), I, 1-2, según lo citado en Merlín D. Compton, Ricardo Palma (Boston: Twayne,
1982), 151, trad. por Compton.
3. Respectivamente, Raúl Porras Barrenechea, Tres ensayos sobre Ricardo Palma, 56; José de la Riva
Agüero, “Elogio de don Ricardo Palma,” en Ricardo Palma: 1833-1933, 35; Merlín D. Compton,
“Spanish Honor en Ricardo Palma’s Tradiciones peruanas,” 60; Jean Lamore, “Sur quelque
procédés de l’ironie et de l’humor dans les Tradiciones peruanas,” 106; Tomás Acosta, “Palma y la
historia,” 211.
4. Ventura García Calderón, Del romanticismo al modernismo, 325; Edith Palma, “Ricardo Palma y
sus Tradiciones peruanas,” en Tradiciones peruanas completas, xxviii. (Referidas de aquí en
adelante como TPC. Todas las referencias a las Tradiciones mismas se referirán a la presente
edición y figurarán en el texto).
5. Ver César Miró, Don Ricardo Palma: el patriarca de las tradiciones, 148.
6. Riva Agüero, “Elogio,” 36.
7. Ver Edith Palma, xxxii.
8. Santiago Vilas, El humor y la novela española contemporánea, 46.
9. Ibid., 52. Aunque Max Eastman denomina al sentido del humor como “un talento emocional
claramente hereditario,” éste consiste realmente más en un “precioso don, poco frecuente,” para
citar a Jacob Levine y Fredrick C. Redlich. Ver Eastman, The Sense of Humor, 236; y Vilas, Humor
y la novela, 44-45, respectivamente.
10. Phyllis Rodríguez-Peralta, “Liberal Undercurrents en Palma’s Tradiciones peruanas,” 287, y José
Miguel Oviedo, Genio y figura de Ricardo Palma, 150.
11. Véase Werner Beinhauer, El humorismo en el español hablado, 65.
12. Stephen Leacock, Humor: Its Theory and Technique, 202.
13. Porras Barrenechea, Tres ensayos, 9.
14. Alfonso Noriega Cantú, El humorismo en la obra de Lope de Vega, 30, citando a Fernández Flores
y Robert Escarpit, respectivamente.
15. Véase Vilas, Humor y la novela, 66.
16. Federico de Onís, “El humorismo de Galdós,” 293; Vilas, Humor y la novela, 101, observa que el
humor “muchas veces es la auténtica síntesis esencial de su tiempo, de cada momento histórico.”
17. Vilas, Humor y la novela, 64.
18. Lamore, “Sur quelque procédés,” 112.
19. Véase Vilas, Humor y la novela, 90-97.
20. Leacock, Humor, 107; Noriega Cantú, El humorismo, 29.
21. Michael Nimetz, Humor in Galdós, 36, citando a Julio Casares, El humorismo y otros ensayos
(Madrid, 1961), 79; véase Esmeralda Gijón Zapata, El humor en Tirso de Molina, 14, 16, 18, 24;
Noriega Cantú, El humorismo, 27-28; Eastman, Sense of Humor, 7,169.
22. Respectivamente, Helmut Hatzfeld, El “Quijote” como obra de arte del lenguaje, 153; Eastman,
Sense of Humor, 169.
23. Respectivamente, David Worcester, The Art of Satire, 34, 81; D.C. Muecke, The Compass of Irony,
5; Wayne C. Booth, A. Rhetoric of Irony, 30; George Meredith, “An Essay on Comedy,” 470;
Nimetz, Humor in Galdós, 10, aludiendo a Mary A. Grant, The Ancient Rhetorical Theories of the
Laughable (Maldison, 1924), 47; véase Vilas, Humor y la novela, 95-96; véase Leonard Feinberg,
The Satirist, 177-78.
24. Rosa Arciniega, “El ‘volterianismo’ de Ricardo Palma,” 28, 27; Gijón Zapata, Tirso de Molina, 40;
Juan J. Remos, “El alma del Perú en las Tradiciones de Palma,” 84.
25. Luis Fabio Xammar, “Elementos románticos y antirrománticos de Ricardo Palma,” 105.
26. Carlos Miró Quesada Laos, Rumbo literario del Perú, 51.
27. José de la Riva Agüero, ed., Ricardo Palma: 1833-1933, 254.
28. Véase Oviedo, Genio y figura, 103-104 y Rodríguez-Peralta, “Liberal Undercurrents,” 292.
29. Véase José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, 266, 267 y
Luis Alberto Sánchez, “Reactualización de don Ricardo Palma,” 63.
30. Véase Luis Alberto Sánchez, La literatura peruana, VI, 63-64.
120
31. Walter J. Peñaloza, “Significado de don Ricardo Palma en nuestra cultura,” 88; José Miguel Oviedo,
ed., Cien tradiciones peruanas por Ricardo Palma, xxxvi.
32. Diccionario de la lengua española, 725; Luis Alberto Sánchez, Don Ricardo Palma y Lima, xvii;
Luis Alberto Sánchez, Nueva historia de la literatura americana, 279; Osvaldo Crispo Acosta,
Motivos de crítica hispanoamericanos (1965), I, 47. Esto recuerda las palabras de Worcester sobre
Swift en la p. 104 de The Art of Satire: “Gulliver’s Travels es trágico y cómico a la vez, tal como las
obras irónicas suelen ser.”
33. Miró Quesada Laos, Rumbo literario, 41; ver Luis Avilés, “La Indisciplina de Ricardo Palma,” 49,
50, 51, 53.
34. Manuel Beltroy, “La poesía de Palma,” 282, citado en Kenneth William Webb, “Ricardo Palma’s
Techniques in Re-creating Colonial Lima,” 90-91. Porras Barrenehea, Tres ensayos, 12, coincide:
“Palma se revela en sus Tradiciones criollo auténtico, indisciplinado, enemigo de la autoridad,
irreverente en cuestiones religiosas, oposicionista por temperamento, malévolo y gracioso.”
35. Benjamín Jarnes, citado en Vilas, Humor y la novela, 51, ver Alberto Escobar, “Tensión, lenguaje y
estructura: las Tradiciones peruanas,” para un estudio comparativo de “Mauro Cordato” y “El mejor
amigo . . . , un perro.” Véase también William Russell Wilder, “The Romantic Elements in the First
Edition of the First Series of the Tradiciones peruanas by Ricardo Palma,” 93.
36. Eastman, Sense of Humor, 230.
37. Ibid., 42-43; véase Gilbert Highet, The Anatomy of Satire, 19, 47, 191, 234.
38. Ricardo Palma, en una carta a Vicente Barrantes, citada en Oviedo, Genio y figura, 153; Ricardo
Palma, en una carta a Barles, citada en Genio y figura, 165; Porras Barrenechea, Tres ensayos, 15.
121
25. Véase Muecke, Compass of Irony, 73; véase Knox, The Word “Irony,” 119.
26. Véase Knox, The Word “Irony,” 13, 90, 99.
27. Muecke, Compass of Irony, 99-115.
28. Feliú Cruz, Ricardo Palma, 11, 347.
122
37. Véase Oviedo, Genio y figura, 172; Luis Avilés, “La indisciplina de Ricardo Palma,” 50, llama a
estas frases vinculadoras “minúsculas frases que nos revelan cierta escondida hostilidad, cierta
indisciplina irónica más bien sincera que incisiva y malfaciente.” Walter J. Peñaloza, en Significado
de don Ricardo Palma en nuestra cultura, 88, percibe que “las Tradiciones son más trasunto de la
propia época de Palma que del virreynato.”
38. Fredrick B. Pike, The Modern History of Peru, 124.
39. Esto nos recuerda la teoría del dolor humorístico adoptada por Eastman, en Sense of Humor, 11-19,
donde reímos al confrontar una conmoción o decepción humorísticas. Sobre las ideas de Eastman
sobre el humor y la hostilidad, consúltense las pp.32-37.
40. Citada en Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, 265.
41. Esta cita procede de la colección de poesía de Palma titulada Armonías. Lo cito solamente para
recordar al lector que dicha sátira también caracteriza la creación poética del autor, especialmente en
esta obra y en Verbos y Gerundios. Véase Ricardo Palma, Poesías Completas, 95.
42. Obsérvese un comentario similar de Cervantes: “Sepa que el primer volteador del mundo fue
Lucifer, cuando le echaron o arrojaron del cielo, que vino volteando hasta los abismos.” Miguel de
Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, editado por Martín Riquer I, 39. (Todas las
referencias en adelante tendrán relación con la presente edición y aparecerán en el texto).
43. Luis Alberto Sánchez, Escritores representativos de América, I, 312.
44. Véase Porras Barrenechea, Tres ensayos, 9-15; Edith Palma, p. xxii; Luis Avilés, “Al margen de las
Tradiciones de Ricardo Palma,” 64.
45. Lia Schvartz Lerner, “Creaciones estilísticas en la prosa satírica de Quevedo,” 26 véase también
134-139; véase Leacock, Humor, 28-29, véase Werner Beinhauer, El español coloquial, 59; véase
Hatzfeld, El “Quijote,” 195-206.
46. Véase Beinhauer, Humorismo, 101-102; Véase Eastman, Sense of Humor, 49.
1. Sturgis E. Leavitt, “Ricardo Palma and the Tradiciones peruanas,” 352; David Worcester, The Art
of Satire, 28.
2. Werner Beinhauer, El español coloquial, 248; Maren Elwood, Characters Make Your Story, 101-
102; Wayne C. Booth, A Rhetoric of Irony, 22.
3. Angel Rosenblat, La lengua del “Quijote,” 81; véase 79-94 para un análisis más profundo; véase
Lia Schvartz Lerner, “Creaciones estilísticas en la prosa satírica de Quevedo,” 24,76.
4. Max Eastman, The Sense of Humor, 73; véase Rosenblat, La lengua, 35; también véase 81.
5. Véase Michael Nimetz, Humor in Galdós, 107; véase Worcester, Art of Satire, 27-29.
6. Archer Taylor, The Proverb (Cambridge, Mass, 1931), 3 citado en Shirley L. Arora, Proverbial
Comparisons in Ricardo Palma’s “Tradiciones peruanas,” 5; véase también página 4.
7. Dora Bazán Montenegro, La mujer en las “Tradiciones peruanas,” 65-66.
8. Véase William Russell Wilder, “The Romantic Elements in the First Edition of the First Series of
the Tradiciones peruanas by Ricardo Palma,” 433, 438-39.
9. Beinhauer, Humorismo,73 aludiendo al artículo de Leo Spitzer, “Zur Kunst Quevedos in seinem
Buscón,” Archivum Romanicum, 11 (1927), 516ff.
10. El uso de Palma de narigudo y otros términos similares -- desnarizadores (123) -- evoca recuerdos
del juego de palabras de Quevedo: “desnarigado, narigano, narigudo, narigotas.” Véase Antonio
Papeli, Quevedo, 269.
11. Eastman, Sense of Humor, 54; Jean Lamore, “Sur quelque procédés de l’ironie et de l’humor dans
les Tradiciones peruanas,” 106.
12. D.C. Muecke, The Compass of Irony, 54.
13. Véase Lerner, “Creaciones estilísticas,” 74, 148.
14. Véase Rosenblat, La lengua, 79-84, 158-67, y Hatzfeld, El “Quijote,” 173-176, para un estudio
completo de comparaciones y juego de palabras en Cervantes; la anotación de Quevedo, citada en
Lerner, Creaciones estilísticas, 148, de El Buscón, véase 158-63 para más ejemplos; también Ilse
Nolting Hauff, Visión, Sátira y Agudeza en los Sueños de Quevedo, 240.
15. Véase Arora, Proverbial Comparisons, 63.
16. Bazán Montenegro, Mujer, 54-55.
17. Lerner, “Creaciones estilísticas,” 133, citado de “Carta a una monja.”
18. Beinhauer, Humorismo, 75.
19. Véase Rosenblat, La Lengua, 93, y Lerner, “Creaciones estilísticas,” 25, 84-85.
20. Ricardo Palma, citado en José Miguel Oviedo, Genio y figura de Ricardo Palma, 55.
21. Véase Pamela Francis, ed. Ricardo Palma: Tradiciones peruanas, 100.
123
22. Arora, Proverbial Comparisons,43, refiriéndose a José María Sbari, Gran diccionario de refranes
de la lengua española (Buenos Aires, 1943), 58.
23. Véase Arora, Proverbial Comparisons, 137.
24. Véase ibid., 152, para un comentario.
25. Ibid., 174, para un estudio.
26. Lerner, “Creaciones estilísticas,” 79; véase Rosenblat, La lengua, 74, 89-90.
27. Lerner, “Creaciones estilísticas,” 81, citado de El buscón.
28. Arora, Proverbial Comparisons, 45, ofrece usos documentados. Palma emplea la misma expresión
en “Haz bien sin mirar a quién”: “con más ángel en la cara que un retablo de Navidad” (556).
29. De El buscón, citado en Lerner, “Creaciones estilísticas,” 81: “hablaba como sacerdote que dice las
palabras de la consagración.”
30. Véase mi artículo, “El arte de la caracterización en ‘Don Dimas de la Tijereta’ de Ricardo Palma,”
157-63, para un estudio completo de las técnicas del retrato de personajes en esta tradición.
31. De El buscón, citado en Lerner, “Creaciones estilísticas,” 82.
32. Hatzfeld, El “Quijote,” 57.
33. Quevedo usa la misma imagen en Los sueños: “Genova ha echado unas sanguijuelas desde España
al cerro del Potosí, con que se van restañando las venas, y chupones se empiezan a secar las minas.”
Citado en Lerner, “Creaciones estilísticas,” 91.
34. Esto recuerda el comentario de don Lorenzo a Don Quijote: “‘Verdaderamente, señor Don Quijote,
. . . que deseo coger a vuesa merced en un mal latín continuado, y no puedo, porque se me desliza
de entre las manos como anguila’” (DQ II, 666).
35. Véase Lerner, “Creaciones estilísticas,” 147, 149, para referencias del Siglo de Oro; Rosenblat, La
lengua, 161, 167, también véase Hatzfeld, El “Quijote,” 173-76; consúltese Noltring – Hauff,
Visión, sátira, y agudeza, 226-45, y Lerner, 147-89, en relación con la habilidad de Quevedo para el
juego de palabras; véase Leacock, Humor: Its Theory and Technique, 14.
36. Alvarado J. Moreno ha producido un diccionario de Voces homófonas, homógrafas y homónimas;
véase Rosenblat, La lengua, 164, para ejemplos de “diáfora” en Don Quijote; véase Lerner, 150 y
153ff, para más aclaraciones y ejemplos. Uso los términos en español por falta de términos
suficientemente específicos en inglés.
37. Lionel Duisit, Satire, parodie, calembour,89, 90; Rosenblat , La lengua, 108.
38. Véase Roy L. Tanner, “The Art of Characterization in Representative Selections of Ricardo Palma’s
Tradiciones peruanas,” 136-40, para un estudio más profundo sobre este punto.
39. Beinhauer, Humorismo, 201. Para facilitar la identificación, subrayaré las palabras incluidas en el
retruécano en diversos ejemplos en esta sección.
40. Leacock, Humor, 34.
41. Rosenblat, La lengua, 192.
42. Emilio Carilla, El romanticismo en la América hispánica, 196.
43. Citado en Hatzfeld, El “Quijote,” 219.
44. Francisco de Quevedo Villegas, Obras completas, 127.
45. Beinhauer, Humorismo, 25; véase p. 126 para la discussion de paráfrasis; véase Rosenblat, La
lengua , 68ff, and Lerner, Humor, 182-188.
46. Lerner, Humor, 182; véase Henri Bergson, “Laughter” en Comedy: Meaning and Form, editado por
Robert W. Corrigan, 475-76, y Beinhauer, Humorismo, 33; Leacock, Humor, 36.
47. Eastman, Sense of Humor, 8; Pascal and Kant son citados en pp. 152-53.
48. Véase Muecke, Compass of Irony, 19-21.
49. Véase Worcester, Art of Satire, 102-108, y Muecke, Compass of Irony, 62-63, 91-92.
124
8. Véase Henry James, the Future of the Novel, 95-96, aludido por Nimetz, Humor in Galdós, 6.
9. Osvaldo Crispo Acosta, Motivos de crítica hispanoamericanos, 47.
10. Citado en José de la Riva Agüero, Carácter de la literatura del Perú independiente, 178.
11. Escobar, Tensión, lenguaje y estructura, 34.
12. Wilder, “The Romantic Elements in the First Edition of the First Series of the Tradiciones peruanas
by Ricardo Palma,” 241.
13. Respectivamente, Hatzfeld, El “Quijote” 163; José Miguel Oviedo, Genio y figura de Ricardo
Palma, 170-71; véase Gilbert Highet, The Anatomy of Satire, 36-37, para un contexto histórico
14. Alessandro Martinengo, Lo stile de Ricardo Palma, 66.
15. Leacock, Humor: Its Theory and Technique, 131.
16. Martinengo, Lo stile, 66.
17. Luis Alberto Sánchez, Don Ricardo Palma y Lima, 119; Martinengo, Lo stile, 59, nos dice que “la
anécdota y el detalle insignificante, fueron un elemento indispensable” en la jocosa reconstrucción
del virreinato y la época colonial por Palma.
125
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