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NUEVO COLEGIO DEL PRADO

Licencia de funcionamiento Res. No. 305 de dic. De 1994 y


Res. No. 00819 de 17 de abril de 2007
BITÁCORA# 7 DE ESPAÑOL

NEOCLASICISMO EN AMÉRICA
CAPÍTULO IV DE FILOSOFÍA “EL CUIDADO DE UNO MISMO”

18 de mayo

LITERATURA NEOCLÁSICA.
Comenzamos una nueva semana de aprendizajes, de literatura y algo de filosofía. En
esta ocasión nos reencontraremos para conversar sobre El periquillo sarniento de José
Joaquín Fernández de Lizardi y además abordar el teatro Neoclásico; en donde
estaremos trabajando las páginas 72 y 73 de tu libro guía.
A continuación, quiero compartirles un gran referente del teatro neoclásico español;
ya mencionado en clases, El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín. Debajo
de una de sus portadas encontrarás las advertencias que el autor incluye en la
publicación de su obra.
El sí de las niñas se representó en el teatro de la Cruz el día 24 de enero
de 1806, y si puede dudarse cuál sea entre las comedias del autor la más
estimable, no cabe duda en que ésta ha sido la que el público español
recibió con mayores aplausos. Duraron sus primeras representaciones
veinte y seis días consecutivos, hasta que llegada la cuaresma se
cerraron los teatros como era costumbre. Mientras el público de Madrid
acudía a verla, ya se representaba por los cómicos de las provincias, y
una culta reunión de personas ilustres e inteligentes se anticipaba en
Zaragoza a ejecutarla en un teatro particular, mereciendo por el acierto
de su desempeño la aprobación de cuantos fueron admitidos a oírla.
Entretanto se repetían las ediciones de esta obra: cuatro se hicieron en
Madrid durante el año de 1806, y todas fueron necesarias para satisfacer
la común curiosidad de leerla, excitada por las representaciones del
teatro.
¡Cuánta debió ser entonces la indignación de los que no gustan de la
ajena celebridad, de los que ganan la vida buscando defectos en todo lo
que otros hacen, de los que escriben comedias sin conocer el arte de
escribirlas, y de los que no quieren ver descubiertos en la escena vicios y
errores tan funestos a la sociedad como favorables a sus privados
intereses! La aprobación pública reprimió los ímpetus de los críticos
folicularios: nada imprimieron contra esta comedia, y la multitud de
exámenes, notas, advertencias y observaciones a que dio ocasión,
igualmente que las contestaciones y defensas que se hicieron de ella,
todo quedó manuscrito. Por consiguiente, no podían bastar estos
imperfectos desahogos a satisfacer la animosidad de los émulos
del autor, ni el encono de los que resisten a toda ilustración y se
obstinan en perpetuar las tinieblas de la ignorancia. Éstos
acudieron al modo más cómodo, más pronto y más eficaz, y si no
lograron el resultado que esperaban, no hay que atribuirlo a su poca
diligencia. Fueron muchas las delaciones que se hicieron de esta comedia
al tribunal de la Inquisición. Los calificadores tuvieron no poco que hacer
en examinarlas y fijar su opinión acerca de los pasajes citados como
reprensibles; y en efecto, no era pequeña dificultad hallarlos tales en una
obra en que no existe ni una sola proposición opuesta al dogma ni a la
moral cristiana.
Un ministro, cuya principal obligación era la de favorecer los buenos
estudios, hablaba el lenguaje de los fanáticos más feroces, y anunciaba
la ruina del autor de El sí de las niñas como la de un delincuente
merecedor de grave castigo. Tales son los obstáculos que han impedido
frecuentemente en España el progreso rápido de las luces, y esta
oposición poderosa han tenido que temer los que han dedicado en ella su
aplicación y su talento a la indagación de verdades útiles y al fomento y
esplendor de la literatura y de las artes. Sin embargo, la tempestad que
amenazaba se disipó a la presencia del Príncipe de la Paz; su respeto
contuvo el furor de los ignorantes y malvados hipócritas que, no
atreviéndose por entonces a moverse, remitieron su venganza para
ocasión más favorable.
En cuanto a la ejecución de esta pieza, basta decir que los actores se
esmeraron a porfía en acreditarla, y que sólo excedieron al mérito de los
demás los papeles de Doña Irene, Doña Francisca y Don Diego. En el
primero se distinguió María Ribera, por la inimitable naturalidad y gracia
cómica con que supo hacerle. Josefa Virg rivalizó con ella en el suyo, y
Andrés Prieto, nuevo entonces en los teatros de Madrid, adquirió el
concepto de actor inteligente que hoy retiene todavía con general
aceptación.
[EL AUTOR]

19 DE MAYO Y 20 DE MAYO
EL CUIDADO DE UNO MISMO
Cap. IV
En este día estaremos haciendo un paréntesis en relación con el
Neoclasicismo; por lo tanto, compartiremos por medio de la virtualidad cada
una de las apreciaciones suscitadas con base en la imagen anterior: ¿por qué
cada uno de los personajes en cada viñeta le da una interpretación diferente a
la lluvia? ¿tendrá esto que ver con la apreciación general que tienen de la
vida? Trataremos de internarnos en algunos postulados filosóficos que nos
permitirán entenderlos.
Terminado el encuentro dejaremos unas preguntas abiertas para debatir el
lunes 25 de mayo y estas tienen que ver con el título del capítulo IV. ¿A qué
hará referencia? ¿Por qué tendríamos que cuidarnos de nosotros mismo? ¿De
qué forma podríamos cuidarnos de nosotros mismos?

21 de mayo.

EL ENSAYO NEOCLÁSICO
El ensayo es un texto escrito, generalmente breve, que expone, analiza o comenta una
interpretación personal, sobre un determinado tema: histórico, filosófico, científico,
literario, etc. En él predomina lo personal y subjetivo: el punto de vista del autor del
ensayo (Vásquez, 2005).
En esta oportunidad tendremos el gusto de reencontrarnos en una clase virtual y
estaremos abordando el ensayo neoclásico. Esto lo realizaremos estudiando a Eugenio
de Santa Cruz Y Espejo y a Fray Servando Teresa de Mier. Es necesario que para esta
clase tengas tu libreta y libro guía abierto en las páginas 74 y 75.

Fray Servando Teresa de Mier


(Monterrey, 1765 - México, 1827) Eclesiástico, escritor y político mexicano que
luchó por la causa independentista. Miembro de una familia de la alta burguesía
criolla, su abuelo paterno era natural de Buelna (Asturias) y su padre, Joaquín de Mier
y Noriega, llegó a ser regidor del Ayuntamiento y gobernador de Monterrey (Nuevo
León). Mier descendía por línea materna de los Guerra Buentello, los primeros
españoles afincados en la región.

Fray Servando Teresa de Mier


Realizó sus primeros estudios Monterrey, pero en 1780, forzado por el ambiente
familiar, se trasladó a México para ingresar en el convento de los dominicos y más
tarde en el Colegio de Porta Celi, donde estudió filosofía y teología. Con el título de
doctor en teología regresó al convento dominico para enseñar filosofía.
Durante los años siguientes gozó de cierto renombre y se hizo famoso como
predicador, especialmente cuando el 8 de noviembre de 1794 pronunció una “oración
fúnebre” por Hernán Cortés que llamó vivamente la atención. Un mes más tarde, el 12
de diciembre, fecha de la celebración de la Virgen de Guadalupe, en la propia
Colegiata de Guadalupe, pronunció un célebre sermón en el que rechazaba las
tradiciones sobre las apariciones de la Virgen María, poniendo en duda su veracidad.
El sermón escandalizó a los devotos y fue la causa de muchas de sus desgracias
posteriores. El arzobispo Alonso Núñez de Haro ordenó que se le encerrara en una
celda del convento de Santo Domingo, a la vez que se iniciaba la instrucción de un
expediente. El 21 de marzo, el arzobispo lo condenó a diez años de exilio y reclusión
en el convento de los dominicos de Nuestra Señora de las Caldas, en Santander
(España). Al mismo tiempo se le prohibió enseñar como profesor y ejercer como
religioso y confesor, retirándosele el título de doctor que le había concedido el
Pontífice.
Su intento de retractación resultó inútil, por lo que, abandonado por sus familiares y
amigos, tuvo que aceptar la promulgación de un edicto de condena pública que se
leyó en todas las diócesis de la Nueva España, con excepción de Nuevo León, cuyo
obispo era un viejo amigo suyo. La Inquisición, presidida por su tío Juan de Mier y
Vilar, prefirió abstenerse de intervenir, pero el propio fray Servando escribió en
sus Memorias: “Como hombre de honor y de nacimiento había recibido con el edicto
el puñal de muerte”. Tras pasar dos meses en la fortaleza de San Juan de Ulúa, el
célebre presidio que frecuentarían más tarde numerosos insurgentes y los restos de la
expedición de Mina, el 7 de junio de 1795 embarcó en Veracruz rumbo a Cádiz.
Se iniciaba así el larguísimo periodo de su expatriación, que se prolongaría hasta
1817, cuando Servando de Mier regresó a México formando parte de la Expedición de
Francisco Javier Mina. En estos 22 años se convirtió en un personaje insumiso,
resabiado y crítico. Recluido en el convento de Santo Domingo de Cádiz, pronto
buscaría ocasiones para escaparse. En sus Memorias se refiere a los “zafios dominicos
españoles, de procedencia campesina, que lo perseguían y torturaban por aristócrata”.
Trasladado en la primavera de 1796 al convento de San Pablo en Burgos, el prior, un
hombre ilustrado que lo acogió con simpatía, lo recomendó a Jovellanos, el nuevo
ministro de Gracia y Justicia de Carlos IV, que le permitió regresar a Cádiz en
mejores condiciones.
Mier aprovechó el nuevo clima de respeto y consideración que le rodeaba para
solicitar la revisión de su caso ante la Academia de la Historia de Madrid, que
anteriormente había negado la autenticidad histórica de la aparición, coincidiendo con
la tesis de Mier, por lo que éste quedaba indirectamente exculpado de haber cometido
ningún error. Sin embargo, esta satisfacción personal no le supuso la anulación del
edicto del arzobispo Haro. Pocos años después, tras la destitución de Jovellanos y
como consecuencia de la reacción conservadora imperante a partir de 1800, se le
volvió a recluir por la fuerza en un convento de Salamanca. Logró fugarse cuando era
conducido y escapó hasta Burgos, donde fue detenido y encerrado en el convento de
San Francisco de esta ciudad. Poco después consiguió evadirse y huyó hasta Francia,
llegando a Bayona el día de Viernes Santo de 1801. Según cuenta él mismo, entró en
una sinagoga, discutió de teología con unos rabinos y rechazó la propuesta de
matrimonio con una joven judía.
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Fray Servando Teresa de Mier. En Biografías y
Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado
de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mier.htm el 17 de mayo de 2020.

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