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Vajtangov: el punto medio de la vida en el arte

Cuando se lee al maestro Stanislavski en sus propuestas de una vida presente en


el escenario tal cual la observamos en el día a día, no lo negaré, el cuerpo se llena
de cosquilleos de emoción por imaginarse las escenas intensas donde se
desgarre el alma del intérprete de formas hermosas y lleguemos junto con el
público a una comunión perfecta de su sentir con el nuestro y sea el aplauso el
botón de “reset” para volver a la realidad de la vida, de la vida verdadera, donde
hay que pagar las cuentas y comer tres veces al día.
Sin embargo, en este camino de la vida tal cual sea Vajtangov la esencia de
lo que ahora aprendemos a resolver en las clases se actuación de la facultad, y lo
veo así puesto que 1: no contamos con el presupuesto para que en los exámenes
de la materia podamos reproducir los escenarios exactos de las propuestas y ello
nos lleva al punto 2: ocupamos una gran cantidad de recursos teatrales para la
resolución de verdades sobre el escenario. Y es en este pequeño punto que
retomo el pensamiento del maestro Vajtangov donde menciona que la experiencia
real del actor debe ser transmitida al espectador por medio de recursos teatrales.
Entonces, si hoy nos decimos como comunidad que el realismo está muerto, ¿es
esto posible? Si, como menciona Vajtangov: “El sentimiento es el mismo en el
teatro y en la vida, pero los medios y métodos de presentarlos son diferentes”,
¿cómo estamos entendiendo el realismo en este momento?
En la reflexión de la búsqueda del hoy o el mañana en las puestas en
escena pienso en la estética de la obra y cómo el teatro que vimos hoy ya no será
tan impactante el próximo mes o la década entrante (si es que seguimos vivos).
Porque, como pequeños Frankenstains, los actores debemos estar presentes
como si fuera la primera, al única y la última vez.
Creo que entonces el enfoque del teatro de hoy, el que he visto y me ha
tocado vivir, responde más a una cuestión de realismo mágico que a la proyección
de la vida misma en la escena. La obra más “naturalista” (por la escenografía) que
he visto es “Rosalba y los Llaveros” (ORTEUV 2018), e incluso ahí el tratamiento
de los personajes corresponde a un abordaje en el límite de lo improbable en la
vida que no me deja completamente colocado en que la comedia pueda ser
naturalista.
El teatro, creo yo, vive de la ilusión misma de la vida. De pequeños grandes
“engaños” que nos dejan ver las verdades colocadas por los dramaturgos con una
calidad tal, que los espectadores pueden acompañarnos en nuestro viaje y
nosotros a su vez, adentrarnos profundos y seguros en la histeria del personaje.
Yo no creo que las personas deban olvidar que están en el teatro, creo que el
saber que están en el teatro les puede ayudar a olvidar la vida y movernos en la
realidad de nuestra imaginación con libertades que no podemos permitirnos en la
realidad. ¿Por qué entonces el morbo es un recurso tan utilizado por las artes?
¿Por qué nos hacemos especialistas del engaño efectivo y las resoluciones
ingeniosas para otorgar verdad?
Un ejemplo que ya he pasado es haber trabajado en “Prohibido suicidarse
en primavera” de Alejandro Casona y dirigido por Cariño Selene. En una de las
escenas dos de los personajes se encontraban arrojados en el lago y regresaban
empapados. La resolución fue simple: mojarnos en el segundo patio de la facultad
y volver al foro a toda prisa. A pesar de ser una escena resuelta de forma verídica,
la duración de la misma y el cómo se colocaba cada emoción en el personaje no
correspondía con algo necesariamente verdadero. No necesitábamos todo el circo
que se produce, solo quizá la cortina y el trapecista para lograr el espectáculo.
Pienso que el teatro, en sus múltiples evoluciones y reflexiones sobre si
mismo, ha llegado a encontrar una respuesta para cada nueva idea y la ha logrado
abrazar a su modo, para algunos la ilusión del oso es el sonido o la sombra del
mismo, quizá algún animal de felpa o probablemente la creación del actor sea todo
lo necesario para el espectador. Dudo que en este momento el teatro vuelva a
requerir un oso verdadero para su credibilidad porque creo que el público ya ha
sido educado para entender al teatro en todas sus facetas.

José María Medina Báez

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