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Evidentemente, en este periodo una clara relación entre la corrupción de los funcionarios en

conjunto con las empresas privadas, lo cual si lo contrastamos con la actualidad, podemos

asegurar que es una práctica que se mantiene y por la cual distintas personas que han estado

en el poder vienen siendo investigadas. Sin embargo, continuando el abordaje del contexto

de García como presidente, Quiroz (2013) menciona que: “El costo de la corrupción en este

gobierno, calculado como porcentaje del gasto público, fue del 37%. Y en términos del

producto bruto interno, alcanzó 4%, el segundo más alto del siglo XX, hasta el gobierno

que lo sucedió”.

Posteriormente, en el periodo de 1990-2000, Alberto Fujimori; éste encontró un país en

crisis, con inflación significativa, deuda externa, inaccesibilidad a los mercados

internacionales y el avance del terrorismo, lo cual aumentaba el descontento de la población

y su cuestionamiento a la gobernabilidad efectiva de parte del Estado. En ese marco, el

gobierno del ex-presidente prioriza la reinserción a los mercados internacionales y otras

políticas que logran estabilizar el país; sin embargo, cabe recalcar que este proceso estuvo

asociado a elevados nivel de corrupción-

En ese sentido, con ese escenario desalentador para la población en cuanto a las

instituciones del Estado, es comprensible la desconfianza de las personas que ha sido

generada por los funcionarios que hasta la actualidad realizan estos actos que van en contra

del desarrollo del país y sus ciudadanos.

Consideramos que es relevante abordar este punto porque la corrupción ha tenido gran

impacto sobre la gobernabilidad y democracia en el país, lo cual ha generado que la

población tenga desconfianza en las instituciones estatales. Por ello, nos preguntamos

¿Cómo afrontar la corrupción el Estado cuando son los funcionarios que ejercen cargos
públicos los realizan este accionar delictivo? Esto resulta importante de abordar, tomando

en cuenta que el Plan Bicentenario del CEPLAN (2011) plantea que “el Estado peruano se

ha visto debilitado en la estructura social, pero es sin duda el único capaz de articular

nuevamente a la sociedad para lograr el desarrollo” (p.112). Esto nos permite caer en

cuenta y sostener que no son los poderes del Estado o el sistema el que se encuentra en

deterioro por sí solos, sino que aquellos que se encuentran en el poder, ejerciendo cargos

públicos han generado la continua inestabilidad de las instituciones estatales. Entonces,

¿qué hacer frente a ello? Este es un problema que requiere que un plan de acción a largo

plazo que permita una adecuada gobernabilidad y se trabaje en pro de un país más justo, si

no es con la erradicación total de la corrupción (lo cual sería el ideal que se espera), al

menos con una disminución significativa y la muestra de un Estado que es capaz de ser

firme y sancionar a aquellos que actúan en perjuicio del país y sus ciudadanos

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