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Las 6 funciones del lenguaje determinan la intención comunicativa que tenemos cuando emitimos un
mensaje. Estudiamos aquí los seis tipos de funciones y vemos algunos ejemplos. ¿Queremos
informar, ordenar, expresarnos con belleza, pedir una explicación sobre una palabra que
desconocemos, expresar nuestros sentimientos, comprobar que nos están oyendo? Cada una de
esas intenciones necesita una función del lenguaje.
La intención comunicativa.
Todo acto comunicativo tiene una intención; cuando hablamos tenemos un objetivo. Esa intención
tiene que estar clara para que la comunicación funcione. Si queremos informar de forma objetiva, por
ejemplo, nuestro mensaje tendrá una forma diferente que si queremos expresar nuestros
sentimientos o queremos coaccionar al emisor.
Debemos este estudio a Roman Jakobson quien en su «Teoría de la comunicación» habla de las
funciones del lenguaje. Antes, Karl Bühler había hablado ya de las funciones del lenguaje pero
Jacobson completó su esquema y es el que hoy impera en los estudios lingüísticos.
Sobre ROMAN JACOBSON
Se habla de seis funciones del lenguaje, según la participación de cada uno de los elementos del
lenguaje: emisor, receptor, canal, código, referente y mensaje.
Ejemplos.
Es la función que predomina en el lenguaje publicitario, ya que este pretende siempre “obligar” al
receptor a actuar.
Ejemplos.
Ejemplos.
- La información que aparece en un manual de historia o de arte (que no trasluce la postura del autor
ni incita el receptor a reaccionar).
- Unas instrucciones para usar una lavadora.
Es la función que predomina en la literatura; un escritor va más allá de la mera información, porque
pretende presentarla de forma bella, pretende que el emisor perciba belleza y creatividad en ese
mensaje. Utiliza procedimientos formales para conseguir esto: figuras literarias, rima y medida de
versos (si opta por la poesía), cambio de orden de palabras, adjetivos…
Más sobre LA LENGUA LITERARIA
En menor medida que en la literatura, también interviene esta función cuando una persona se
preocupa (por ejemplo, al hablar en público) de elegir las palabras adecuadas, de la entonación, de
las pausas… Lo que busca el orador es un mensaje o bien bello, o bien original, o bien provocador.
A veces este mantenimiento de contacto da como resultado diálogos vacíos de significado, en los
que solo usamos fórmulas rituales.
Ejemplos.
- ¿Me oyes?
- De acuerdo.
- Sí, si…
- Pues claro.
- A ver si nos vemos pronto.
Ejemplos.