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CAPÍTULO VI
ELEMENTOS DEL CONCEPTO DE DELITO
“Todo ciudadano tiene una idea general de lo que es un delito, de la misma forma que
sabe, con igual grado de generalidad, lo que es un tributo, un contrato o una relación de trabajo.
El penalista, sin embargo, no puede moverse con una determinación conceptual de estas
características, pues al ser su trabajo decidir sobre la imposición de las consecuencias jurídicas
del delito, resulta necesario un nivel de precisión mayor de aquello que constituye su causa, esto
es, el delito. Como puede verse, son razones fundamentalmente de seguridad jurídica en la
resolución de los casos concretos las que le impiden al penalista asumir un concepto intuitivo o
vulgar de delito, debiendo, por el contrario, desarrollar una definición lo más precisa posible, sin
llegar evidentemente a sacrificar los niveles mínimos de eficacia del sistema penal”.1
Dentro de las ciencias penales, el delito admite diferentes enfoques, según la perspectiva
disciplinaria desde la cual se lo estudie. Entre tales enfoques, el derecho penal se ocupa del delito
desde un punto de vista estrictamente jurídico o normativo, es decir, lo estudia a partir de la
forma en que éste aparece concebido y regulado en el ordenamiento positivo, tomando como
base, fundamentalmente, las normas de la Constitución y el Código Penal2. Cabe, en
consecuencia, hablar de un concepto “dogmático” de delito, que es el que logra estructurar el
derecho penal a partir de una sistematización de esas normas.
1
GARCÍA CAVERO, Percy, Lecciones de Derecho Penal, Parte General, Lima: Grijley, 2008, p. 243.
2
Según el artículo 1º, inciso primero, del Código Penal, “es delito toda acción u omisión voluntaria penada por la
ley”. Este, como se verá más adelante, es el concepto legal de delito.
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a) La conducta
Es el elemento sustancial del delito, porque éste es, en esencia, una conducta humana.
Dicho elemento se expresa en las hipótesis delictivas a través de un verbo, el cual puede denotar
tanto una actuación positiva, es decir, una acción, como un comportamiento de inactividad, es
decir, una omisión. Acción y omisión son, entonces, las dos formas que puede asumir la conducta
en tanto que elemento substancial del delito.
Los meros pensamientos y sentimientos, como también aquellos modos de actuar que son
enteramente independientes de la voluntad (reflejos, actos inconscientes o realizados bajo fuerza
irresistible, por ejemplo), como lo veremos más adelante, quedan fuera de la idea de conducta.
b) La tipicidad
La exigencia de adecuación de la conducta al tipo penal puede ser deducida del artículo
1º, inciso primero del C.P., cuando este exige que la conducta sea “penada por la ley”, porque es
justamente a las conductas descritas por los tipos a las que el legislador asocia una pena, con
exclusión de cualquier otra. También se encuentra contemplada a nivel constitucional, en el art.
19 Nº 3, inciso octavo de la C.P.R, en donde se declara que “ninguna ley podrá establecer penas
sin que la conducta que sanciona esté expresamente descrita en ella”3. La tipicidad es, por tanto,
3
CURY URZÚA, Enrique, Derecho penal, parte general, Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de
Chile, 10ª edición, 2011.
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una categoría del delito esencialmente garantista, pues vincula la determinación de la conducta
delictiva y de la pena con el principio de legalidad4.
c) La antijuridicidad
Conforme enseña el profesor García Cavero, “para que una conducta tenga el carácter de
injusto penal no basta con que sea típicamente relevante, sino que resulta necesario que cuente
con un nivel de desvalor que permita sustentar su contrariedad al ordenamiento penal”5. En este
sentido es que se puede afirmar que la “antijuridicidad constituye el elemento del delito que
termina de perfilar el injusto penal” en la medida que, como su nombre lo indica, la
antijuridicidad se traduce en una exigencia de que la conducta típica sea contraria al derecho. Si
bien, en la inmensa mayoría de los casos, las conductas típicas son también antijurídicas, hay
situaciones en las cuales el propio ordenamiento positivo autoriza a los ciudadanos para ejecutar
lícitamente conductas tipificadas como delitos. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando alguien
mata a otro en legítima defensa, en cumplimiento de una condena a muerte o en el curso de una
guerra. En todos esos casos, el sujeto habrá ejecutado una conducta “típica” de homicidio, pero
ésta no será antijurídica -sino lícita-, porque hay en el ordenamiento disposiciones que lo
autorizan para actuar en esa forma. O sea, una conducta típica sólo es antijurídica si no cuenta
con tal autorización.
Del artículo 10 Nºs 4º, 5º, 6º, 7º, 10º y 12º, primera parte del C.P., se extrae la exclusión
de responsabilidad al que realiza una acción típica justificada. En tales casos el autor ha ejecutado
“voluntariamente” una “acción u omisión penada por la ley”, sin embargo, ésta se encuentra
justificada por la existencia de una eximente de antijuridicidad, lo que impide que el delito se
configure.
d) La culpabilidad
Sobre la base de estos cuatro elementos, el delito puede definirse como una conducta
típica, antijurídica y culpable; o, para ser más exactos, como una conducta típica y antijurídica,
culpablemente ejecutada.
4
GARCÍA CAVERO, Percy, Lecciones de Derecho Penal, Parte General, Lima: Grijley, 2008, p. 305.
5
Idem.
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Tomando en consideración que la conducta es el elemento substancial del delito (es decir,
aquello en lo que el delito consiste), las restantes categorías no constituyen sino caracteres de
aquélla. En otras palabras, el delito es una conducta que se caracteriza por ser típica, antijurídica
y culpable.
Se acostumbra a decir que el examen acerca de si concurren los elementos del delito en
cada caso concreto importa un doble juicio de desvalor: Un primer juicio de desvalor que recae
sobre el hecho ejecutado (es decir, sobre la conducta, su tipicidad y su antijuridicidad) y un
segundo juicio de desvalor que recae sobre el autor de la conducta. Se habla así de un juicio de
injusto y de un juicio de culpabilidad. De ahí que se utilice la expresión injusto, o bien, injusto
típico para designar al objeto sobre el cual recae el primer juicio (relativo a la ilicitud de lo
ejecutado).
Para que el delito se configure, es decir, para que exista en un plano concreto y para que
produzca consecuencias jurídicas, es necesario que se den los cuatro elementos que ya
conocemos. Puede suceder, sin embargo, que en un caso concreto falte alguno de ellos, y en tal
evento, como es obvio, no se produce la configuración del delito. El Código Penal denomina
circunstancias eximentes de responsabilidad a los hechos o situaciones cuya concurrencia
determina la eliminación de alguno de los elementos del delito y, como consecuencia, que éste en
definitiva no se configure. Hay, por tanto, eximentes que excluyen la conducta; eximentes que
excluyen la tipicidad; eximentes que excluyen la antijuridicidad y eximentes que excluyen la
culpabilidad.
Los elementos del delito, sin embargo, tienen un carácter secuencial, de modo que el
examen acerca de si concurren en un caso concreto ha de ser efectuado siguiendo el mismo orden
en que aquí los hemos nombrado: conducta, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad. Así, por
ejemplo, si determinamos que concurre una eximente que elimina la antijuridicidad, estaremos
liberados de indagar si se da o no la culpabilidad.
Con todo, a pesar de que el efecto común de las eximentes es siempre el mismo (impedir
que el delito se configure), es importante determinar cuál es el primer elemento, dentro de aquella
secuencia, que resulta excluido. Porque hay otros efectos (más específicos que aquél) que serán
distintos según si el delito resulta excluido por falta de tipicidad, de antijuridicidad o de
culpabilidad.
El artículo 1º del Código Penal define el delito como una “acción u omisión voluntaria
penada por la ley”. En general, se sostiene que existe una concordancia entre los elementos que
expresa esta definición y aquellos que integran el concepto dogmático de delito.
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El primer elemento del delito -la conducta- aparece, desde luego, señalado a través de las
expresiones “acción u omisión”, que son las dos modalidades que puede revestir el
comportamiento humano que sirve de base al delito.
Por su parte, el artículo 10 del Código Penal, que contempla las eximentes de
responsabilidad, constituye también un reconocimiento legislativo de las nociones de
antijuridicidad y culpabilidad, porque en la medida en que señala que bajo determinados
supuestos queda exento de pena quien incurre en comportamientos lícitos o inculpables,
implícitamente reconoce que la antijuridicidad (o ilicitud) y la culpabilidad son elementos
necesarios para que se configure el delito.
EJERCICIOS
1. Identifica otros enfoques acerca del delito y señala en qué difieren del enfoque que hace
la dogmática penal.
2. ¿Qué se entiende por “elemento” del delito?
3. ¿Qué razones explican la “internacionalización” del concepto dogmático de delito?
4. ¿Qué relación existe entre los conceptos de conducta y acción?
5. Define el concepto de “tipo”.
6. Define el concepto de “eximente”.
7. Determina con qué elemento del delito está vinculada cada una de las eximentes que
contempla el artículo 10 del Código Penal.
8. Redacta un tipo imaginario que esté estructurado sobre la base de una acción; y otro sobre
la base de una omisión.
9. Busca en el Código Penal tipos estructurados sobre la base de una omisión.
10. Determina qué elementos son objetivos, y cuáles subjetivos, en el siguiente tipo: “El que,
sin la voluntad de su dueño y con ánimo de lucro, entrare en una casa ajena…”
11. ¿Con qué elementos del delito vinculas tú las exigencias que impone el principio de
proporcionalidad?
12. ¿A qué alude la expresión “injusto”?
13. ¿Por qué es importante examinar los elementos del delito en forma secuencial?
14. ¿Qué condiciones deben darse en una persona para poder considerarla como culpable de
la comisión de un delito?