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La Sociedad del Miedo

- En semejante situación, quien sea capaz de recoger y reagrupar el miedo a


verse arrollado, a quedarse sin nada y a encontrarse marginado, y de
redirigirlo hacia un nuevo objetivo, podrá poner en marcha una movilización
de la sociedad en su conjunto. (Quien integre los miedos de todo los
sectores e inicie el cambio o la propuesta de cambio podra generar
una revolucion en beneficio de todos)
- Lo único de lo que tenemos que tener miedo es del propio miedo. Franklin
D. Roosevelt.
- El miedo vuelve a los hombres dependientes de seductores, de mentores y
de jugadores. El miedo conduce a la tiranía de la mayoría, porque todos se
suman por oportunismo a lo que hacen los demás.
- No se trata únicamente de combatir la pobreza, la exclusión social y el
desfavorecimiento social sistemático, sino de combatir el miedo a verse
marginado, privado de derechos y discriminado.(Trabajar el aspecto
psicologico de las personas, es decir de empoderarse)
- El emplazamiento social ya no queda determinado de entrada por la
procedencia, el color de la piel, la ubicación geográfica o el género, sino
que, gracias a la voluntad, la energía y la aplicación, se puede influir sobre
él en el sentido de los deseos propios y las nociones propias. (Gracias a la
industrializacion, las cosas cambiaron, la gente se evalua mas por su
capacidad).
- Por todo eso el destino individual es cada vez en mayor medida expresión
de las buenas o malas elecciones a lo largo de la trayectoria vital.
- Se puede formular esta modificación diciendo que hoy estamos
experimentando un cambio en el modo de integración social, pasando de la
promesa de ascenso a la amenaza de exclusión.
- Justamente, no se trata de aquel miedo a verse humillado y olvidado como
grupo o como colectivo, sino del miedo a resbalar como individuo aislado, a
perder el equilibrio y a precipitarse en caída libre sin el paracaídas de un
medio que los sostenga ni de una tradicional «cultura del perdedor»
- El carácter guiado desde fuera se siente dependiente del dictamen y de la
sentencia de quienes tienen la misma edad, se asocia con las tendencias
de moda y con las opiniones reinantes y, en caso de duda, prefiere callar
antes que chocar con los demás y enfrentarse a ellos.
- La comparación con otras personas que se encuentran en una situación
similar decide sobre el ánimo que uno tiene en el mundo. Pueden ser
amigos, gente de la misma edad o colegas. Por lo demás, y como recalca la
psicología de la conservación de recursos, las pérdidas pesan
comparativamente mucho más que las ganancias. ¿Qué es lo que el otro
tiene y yo no? ¿Cómo quedo yo si los miro?.
- Tras la envidia desenfrenada se esconde el miedo profundo a no poder
mantener el ritmo, a quedarse fuera y a estar de más como el único
burlado.
- El yo tiene su vivencia de autoeficacia más fuerte cuando dice «no». A los
medios o a las organizaciones que no admiten el «no» del individuo se los
considera con razón como privadores de libertad y destructores de
identidad.
( El liberalismo como derecho humano)
- Pero esta insistencia a toda costa en el negativo «ser libre de» oculta el
silencioso deseo del positivo «ser libre para» (La libertad es una
responsabilidad muy personal, en el que la busca debe saber que
hacer con ella)
- Cuando eso sucede, se dice entonces que el mundo se desmorona,
queriendo decir con ello que el yo ha perdido el suelo de una obviedad
interpersonal que, en su familiaridad cotidiana, transmitía la sensación de
una seguridad ontológica.
- En ambos casos, un realismo escéptico es el medio probado para dominar
el miedo a quedarse solo (la idea de que todo en esta vida tiene finitud)
- Desde luego que, a base de escoger, uno se puede volver selectivo, con lo
que viene asociado el riesgo de no encontrar a nadie. El tormento de tener
que elegir resulta de la idea de optimización: al fin y al cabo, siempre podría
haber alguien mejor, con quien la relación resultaría más feliz, más exitosa
y más erótica. Por pánico a que se cierren las puertas, al final uno acaba
tomando a aquel o a aquella que, de entre los invitados a la fiesta de la
amiga o el amigo, se había quedado al final sin pareja.
- La pregunta de a quién debo elegir implica necesariamente la pregunta
contraria de quién me elegirá a mí.
- Si todas las relaciones sociales, incluyendo las relaciones íntimas y las
existenciales, quedan bajo la amenaza de ser rescindidas y —como prueba
la tasa de separación de casi el 40% en Alemania— en efecto también se
rescinden de hecho de forma prácticamente masiva, entonces, por motivos
de autoprotección, resulta más inteligente no esperarlo todo de una sola
relación.
- La amenaza de rescisión intensifica el deseo de vínculo. ¿Qué hacer con el
miedo a acabar quedándose solo y a no poder compartir la vida con nadie?
Para el yo guiado desde fuera, las relaciones entre padres e hijos y entre
hermanos poseen el peso antropológico de un vínculo natural que ninguna
rescisión a causa de un arbitrio anímico o por un acuerdo en pareja puede
romper.
- Al parecer, el yo no se las arregla sin vincularse. Pero ocurre que el vínculo
provoca miedo, porque la libertad del yo se vuelve dependiente de la
libertad del otro.
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