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ISAIAS 55: 6-12

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que


está cercano.

Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y


vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios


nuestro, el cual será amplio en perdonar.

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros


caminos mis caminos, dijo Jehová.

Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más

altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros


pensamientos.
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Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve
allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da
semilla al que siembra, y pan al que come,

así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino


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que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la


envié.

Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y
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los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los


árboles del campo darán palmadas de aplauso.
La iglesia en la que crecí podía resumir gran parte de su teología en una sola
declaración: “No…”. No recuerdo haber escuchado hablar del amor del Padre,
ni de cómo vivir la vida cristiana. Lo que aprendí fue que un Dios iracundo
me castigaría si no seguía todas las reglas. Y parecía que había reglas para
todo, incluyendo lo que podía leer, lo que podía vestir y lo que podía hacer.

Cuando era adolescente, pasé mucho tiempo suplicando al Señor que me


perdonara por una tontería u otra. Llevaba un peso constante de culpa y
preocupación. No podía ser lo suficientemente bueno. En verdad, las reglas
eran una carga para mí, y como pensaba que Dios las había creado, Él también
era una carga.

En mis años de adulto joven, aprendí que mi percepción de Dios era errónea.
Él es misericordioso y amoroso. Sus mandamientos fueron diseñados para
mantenernos seguros y libres de vergüenza. Pero aun cuando fallamos, no hay
ninguna condenación para quienes confían en Cristo (Ro 8.1) ( Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu). . Eso
significa que Él perdona nuestro pecado y “borra [nuestras] rebeliones”, sin
recordarlas nunca más (Is 43.25). Puede que tengamos que vivir con las
consecuencias, pero nunca con el peso de la culpa.

Dios no es una carga. Él es el portador de la carga. (Véase Sal 68.19). Él puso


nuestros pecados sobre Jesucristo en el Calvario, y así nos liberó de ese peso.
No siga tambaleándose bajo la carga de la culpa. Póngala delante del Padre
celestial amoroso y misericordioso, que nos anima a venir a Él, y que ofrece
un yugo que es fácil y ligero (Mt 11.28-30).

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré


descansar.

Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y


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humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;


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porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

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