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Dossier:
Norte mexicano: revisiones, resistencias
y configuraciones crítico-culturales
Nº 08 - Diciembre 2019 // Montevideo, Uruguay.
Revista de teoría, crítica y creación sobre literaturas, culturas y comunidades fronterizas.
Publicación arbitrada y electrónica, de frecuencia semestral, y de consulta libre y gratuita.
Forma parte de los emprendimientos de Proyecto Tenso Diagonal.
http://www.tensodiagonal.org/ ISSN: 2393-6754
Contactos: Directores:
Solicitar información sobre la revista: Marcelo Damonte; marcelo.damonte@tensodiagonal.org
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Claudio Paolini: claudio.paolini@tensodiagonal.org
Presentación de trabajos:
Virginia Frade: virginia.frade@tensodiagonal.org
revista@tensodiagonal.org
CONSEJO EDITOR
Marcelo Damonte (Dirección) Lindsey Cordery
Universidad de la República Universidad de la República, Uruguay
Consejo de Formación en Educación, Uruguay María Cristina Dalmagro
Claudio Paolini (Dirección) Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Universidad de la República Cristina Elgue de Martini
Consejo de Formación en Educación, Uruguay Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Virginia Frade (Dirección) Roberto Ferro
Universidad de la República Universidad de Buenos Aires, Argentina
Consejo de Formación en Educación, Uruguay María de los Ángeles González
Valdir Aparecido de Souza Universidad de la República, Uruguay
Universidade Federal de Rondônia, Brasil Elton Honores
Marco Vladimir Guerrero Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú
Universidad Autónoma de Chihuahua, México Yanina Leonardi
Javier Molea Universidad de Buenos Aires, Argentina
Díaz Grey Editores, Estados Unidos Eduardo Marks de Marques
Georgina Torello Universidade Federal de Pelotas, Brasil
Universidad de la República, Uruguay Claudia Pérez
Universidad de la República
COMITÉ ACADÉMICO José María Pozuelo Yvancos
Hebert Benítez Universidad de Murcia, España
Universidad de la República Elena Romiti
Consejo de Formación en Educación, Uruguay Consejo de Formación en Educación
Elvira Blanco Biblioteca Nacional, Uruguay
Consejo de Formación en Educación Susana Rostagnol
Universidad Católica, Uruguay
Universidad de la República, Uruguay
Riccardo Boglione
Heloisa Helena Siqueira
Investigador independiente, Italia - Uruguay
Universidade Federal de Rondônia, Brasil
LA REVISTA ES MIEMBRO Y ESTÁ INDIZADA EN:
S u m a r i o
Manifiesto
Después del aburrimiento qué…: Vladimir Guerrero.......[5 - 9]
Territorios Usurpados
Norte mexicano: revisiones, resistencias y configuraciones crítico-culturales:
Zona arqueológica Paquimé. Patrimonio de la Humanidad UNESCO / Bien cultural
inscripto en 1998 / Referencia UNESCO: 560.......[11 - 12]
Presentación del Dossier: “No Man´s Land / Sí Man´s Land”: Vladimir Guerrero &
Felipe Saavedra & Mónica Torres Torija.......[13 - 17]
Espacios en conflicto: representaciones dramáticas y cinematográficas recientes del cruce
fronterizo en la franja oeste entre México-EU: Roberto Campa Mada.......[18 - 43]
Revisión panorámica de la narrativa sudcaliforniana contemporánea: Marta Piña
Zentella.......[44 - 59]
Tres fantasmas, un espectro: la maternidad disidente en Ecos de Atenea Cruz: Tanya
Tequida Castillo & Gabriel Osuna Osuna.......[60 - 69]
La resignificación de la frontera en Basura de Sylvia Aguilar Zéleny: Galicia García
Plancarte.......[70 - 82]
“También La Nacha mentada”: apuntes sobre la presencia de Ignacia Jasso en la corridística, la
historia y la cultura popular de Ciudad Juárez: Juan Carlos Ramírez-Pimienta.......[83 - 98]
La imaginación como estorbo. Modulaciones de lo fantástico en tres cuentos de Eduardo
Antonio Parra: Manuel de Jesús Llanes García.......[99 - 117]
Reproducciones de la violencia fronteriza en La balada de los arcos dorados de César
Silva Márquez: Jesús Sierra Navarro.......[118 - 125]
Lo grotesco: nuevas perspectivas de lo orgánico en el trabajo del artista visual Chivocaprino:
Luis Enrique Cháidez Leos & Fernando Hernández Ramos.......[126 - 137]
Memorias del duelo y los monumentos del dolor: el feminicidio en Chihuahua, México:
Landy Vianey Portillo Calderón & Gabriela Gutiérrez Antúnez.......[138 - 153]
Los monumentos como proyección ideológica: la ciudad de Chihuahua a principios del
siglo XX: Mario Alejandro Domínguez Cruz.......[154 - 168]
Neoesclavismo femenino: el papel de la mujer en las maquiladoras fronterizas: Salma
Giantzé Jurado Pérez & Gabriela Mota Adame.......[169 - 188]
Fenómenos de la desmemoria en Chihuahua: protesta social e intervención del espacio
público: Édgar Rodríguez López.......[189 - 199]
Zona de Clivaje
Una sintaxis andrógina. Análisis de un cuento de Juan Introini: Andrea Arismendi
Miraballes.......[201 - 225]
Texto y discurso en El sueño del celta de Mario Vargas Llosa: Djibril Mbaye…….[226 -
240]
La risa y lo sobrenatural: Adriana Azucena Rodríguez…….[241 - 249]
Entropías Liminares
Exposición de artes plásticas de Samuel Miranda (Estados Unidos).......[251 - 256]
Dos cuentos: Agustín Gastán (Uruguay).......[257 - 263]
Notas Transversales
Identidad, memoria y raíces, Departure (Partida) de Sami Miranda [sobre Departure
(2017) de Samuel Miranda]: Virginia Frade Pandolfi.......[265 - 276]
La memoria obstinada de Puerto Vírgenes [sobre La memoria obstinada de Puerto
Vírgenes (2019) de Claudio Invernizzi]: Cecilia Casales.......[277 - 280]
Los avatares de una crisis en la novela de Juan Solá [sobre Ñeri (2018) de Juan Solá]:
Yenifer Rosa.......[281 - 284]
Qué quimera nos hemos echado al hombro desde los inicios de la modernidad. El
concepto y la doxa de lo moderno de lo “nuevo” nos han destinado al aburrimiento y
al agotamiento incesantes. Todo –no sólo lo sólido– se desvanece constantemente en el
aire y en el Big Data. Ahora somos flaneurs con camisas hawaianas evitando el sopor y
complaciendo esa ansiedad de infinitud dentro de un universo bit o universo mosaico
donde todo es un slide mode como teoriza Byung-Chul Han. El más moderno flaneur
del spleen –Baudelaire– nos había mostrado que el “hastío” junto al “mal” serían –quizá–
dos de los motores principales para poner en movimiento los quehaceres de la crítica
moderna y contemporánea.
Los autores clásicos de la cultura latina no tuvieron que cargar a sus espaldas el
peso de la novedad, pues a ellos se les exigía como principio estético el de la imitación,
el modelo ideal en reproducción y como insignia de la máxima maestría. Pero, desde
algunos siglos atrás (Siglos XV-XVI) el peso quimérico de lo “nuevo” nos acosa siempre
desde los peligros del aburrimiento. Es un vaho que estremece/adormece en una parado-
ja que nos recuerda las complejas relaciones entre las dialécticas del terror y del horror:
temblor-petrificación. Baudelaire –entre muchas otras metáforas– describe el embota-
miento de la vida moderna como un hospital. En un ejercicio o en un intento de fuga que
titula: “Any where out of the world” (No importa dónde, fuera del mundo) escribe:
Esta vida es un hospital donde cada enfermo está poseído del deseo de cambiar
de cama. Éste querría sufrir frente a la estufa, y aquél cree que se curaría al lado
de la ventana.
Me parece que yo estaría bien allá donde no estoy, y esta cuestión de la mudanza
es algo que discuto constantemente con mi alma. (219)
Mudar, cambiar, transmutar: volvernos nuevos a cada momento o lo más rápido
posible. Eso explicaría ese fenómeno tan sorprendente del aburrimiento contemporáneo
que es contemplar las ansiosas filas para cambiar/mudar al nuevo Iphone o esas desqui-
ciadas peleas de los Black Friday por un nuevo televisor. Pero, este andar ansioso del
mundo moderno –también con una huella quimérica igual de pesada como es la idea del
progreso infinito– da muestras de un agotamiento. Es un cansancio, un sopor patológico
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que el mismo Han determina como una consecuencia dolorosa de nuestras diferentes
violencias neuronales (superproducción, superrendimiento, supercomunicación, super-
sensorialidad). En esto jugarán un papel fundamental las revisiones que podamos esta-
blecer con diferentes huellas, con diferentes improntas que reconfiguren nuestros modos
de poder ser y de poder estar en el universo de lo nuevo.
Adorno y Horkheimer intervienen el binomio: Mito-Ilustración para evidenciar
que la humanidad se halla en un proceso constante de ilustración-desmitificación. Una
dialéctica del anhelo angustioso por cambiar y salir de los orígenes, pero que evidencia
su fracaso en la repetición y en el eterno retorno a los inicios ejemplificado en el curioso
síntoma de elevar a mito la idea del progreso indefinido. Si en Adorno y Horkheimer es
el Odiseo homérico quien configura esta sintomatología paradójica del devenir moderno
y en Baudelaire el hospital se mueve como un espacio metafórico de las patologías que
implica el spleen de la vida moderna. Será el Prometeo de Han –no ya el de Shelley– el
que modele esta sociedad del cansancio, doblegada por la hiperestesia y propensa así a
aburrirse con facilidad:
El mito de Prometeo puede reinterpretarse considerándolo una escena del apara-
to psíquico del sujeto de rendimiento contemporáneo, que se violenta sí mismo,
que está en guerra consigo mismo. En realidad, el sujeto de rendimiento, que se
cree libertad, se haya tan encadenado como Prometeo. El águila que devora su
hígado en constante crecimiento es su alter ego, con el cual está en guerra. Así
visto, la relación de Prometeo y el águila es una relación consigo mismo, una re-
lación de autoexplotación. El dolor del hígado, que en sí es indoloro, es el cansan-
cio. De esta manera, Prometeo, como sujeto de autoexplotación, se vuelve presa
de un cansancio infinito. Es la figura originaria de la sociedad del cansancio. (La
sociedad del cansancio 09)
Lo anterior también tiene su repercusión al momento de reflexionar sobre el
estado actual de la estética literaria. Críticos como Luis Beltrán Almería consideran que
uno de los mayores problemas en los estudios literarios modernos es que demuestran un
agotamiento. Un ejemplo de ello se vería reflejado en el eclecticismo que desde la ciencia
literaria muestran sus principales tendencias (positivismo y antipositivismo). Para el críti-
co español la modernidad solo decidió acercarse al hecho literario desde el historicismo
o el teoricismo, pero esta actitud trajo como consecuencia que la obra literaria no sea
entendida como un objeto estético. Ejemplos de lo anterior son que desde la antigüedad
prevalece una visión de la literatura como objeto retórico, el humanismo no pudo supe-
rar esta concepción retórica y la modernidad quiso ver la obra literaria como un objeto
ideológico.
Beltrán Almería argumenta que ante el evidente agotamiento de la ciencia literaria
se vuelve necesario retomar el estudio de lo literario desde la estética, ya que el hecho
literario (la literatura como un todo) es un acontecimiento estético. La esencia de
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Podemos preguntarnos si la historia del arte –el orden así llamado, la Kunstges-
chichte– “nació” verdaderamente un día. Digamos al menos que no nació una
vez, en una o incluso en dos veces que marcarían unas “fechas de nacimiento”
o unos puntos identificables en el continuum cronológico. […] Aventuremos la
siguiente afirmación: el discurso histórico no “nace” nunca. Siempre vuelve a co-
menzar. Y constatemos que la historia del arte –la disciplina así nombrada– vuelve
a comenzar cada vez. Cada vez, según parece, que su objeto mismo es conside-
rado como muerto… y renaciente. (09)
Didi-Huberman concentra el objetivo de gran parte de su texto en revelar cómo
este análisis de los tiempos puede ser reinterpretado más allá de una constante idea
de ruptura y progreso, de vida y muerte, de grandeza y decadencia y ni siquiera de
Renacimiento. La manera de intervenir dicha tradición histórica es pensar en la idea
de supervivencia (Nachleben) que no estaría sometida al modelo clásico grecolatino de
imitación (Nachahmung) de las obras antiguas por obras más recientes. En: “Durero y la
antigüedad italiana” –explica Didi-Huberman– Aby Warburg:
Sustituía el modelo natural de los ciclos “vida y muerte” y “grandeza y decaden-
cia” por un modelo resueltamente no natural y simbólico, un modelo cultural de
la historia en el que los tiempos no se calcaban ya sobre estadios biomórficos sino
que se expresaban por estratos, bloques, híbridos, rizomas, complejidades espe-
cíficas, retornos a menudo inesperados y objetivos siempre desbaratados. Susti-
tuía el modelo ideal de los “renacimientos”, de las “buenas imitaciones” y de las
“serenas bellezas” antiguas por un modelo fantasmal de la historia en el que los
tiempos no se calcaban ya sobre la transmisión académica sino que se expresaban
por obsesiones, “supervivencias”, remanencias, reapariciones de las formas. Es
decir, por no-saberes, por impensados, por inconscientes del tiempo. (25)
Tal vez, estas reapariciones, estas obsesiones rizomáticas sean una de las opcio-
nes ante la saturación de etiquetas, de rótulos, de nuevas categorizaciones que nos ro-
dean o a lo que se nos impone como críticos, como especialistas de la cultura. Síntoma
por supuesto de la condición moderna, tal como lo señalara Claudio Paolini en su texto:
“Editar una revista en la era de las postetiquetas”:
En este momento de posglobalización –disculpen esta otra metáfora– tendríamos
que poner fin a las etiquetas, a los rótulos que, en muchos casos, se formulan en
procura de “inventar” un nuevo marbete, por el mero hecho de plantear un perfil
propio y luego anhelar con ansias ser citado; denominaciones que en su mayoría
significan prácticamente lo mismo que otras, y que en todos los casos no logran
dar una respuesta en la que nos veamos representados. (06)
En Tenso Diagonal seguimos arriesgando a lo que me gusta denominar: persis-
tencia crítica. Una ruta de ejercicio reflexivo que resista al aburrimiento y al agotamien-
to cultural contemporáneos mediante la insistencia del diálogo. A la permanencia de
este espacio cultural como: plural, inclusivo, heterodinámico. Seguimos persistiendo en
Tenso Diagonal para configurarlo como una supervivencia de las formas, de agencia-
mientos rizomáticos. Una escena de retornos, de redescubrimientos, de structangles.
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Vladimir Guerrero.
Bibliografía citada
Baudelaire, Charles. Tomo II: Los paraísos artificiales y El spleen de París. Letras
Vivas, México, 1998.
Paolini, Claudio. “Editar una revista en la era de las postetiquetas.” Tenso Diagonal, nº
02, Montevideo, Nov. 2016, pp. 5-7.
Hacia el año 900 de nuestra era los pueblos del desierto llegaron a los Valles de
Casas Grandes y fundaron un centro ceremonial que luego sería punto de encuentro
en las rutas comerciales entre América del Norte y Mesoamérica. Llegaron cuando sus
casas eran semienterradas con techos de ramas y recubiertas con lodo. Formaron peque-
ñas aldeas de una docena de casas ubicadas cerca de los arroyos.
Mezclando agua y tierra con una renovación arquitectónica hacia los años 1200
d.C. Los paquimenses construyeron las paredes de sus casas empleando madera para
modelar los muros. Los techos eran de vigas y tierra apisonada. Construyeron más de
mil cuartos para dar forma a Las Casas Grandes que llegaron a tener hasta cuatro pisos
de altura.
El éxito de este pueblo se refleja en sus obras para controlar el agua y a la vez
retener el suelo mediante la construcción de trincheras y terrazas. Estos sistemas se
extendieron desde las montañas hasta los valles del río Casas Grandes. En Paquimé el
sistema hidráulico es uno de las instalaciones más importantes del complejo residencial.
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En la dos o tres últimas décadas y buscando otras formas –digamos nuevas for-
mas- de leer el norte, la crítica literaria ha manejado e incluso asimilado conceptos como:
“Literatura del desierto”, “Literatura de frontera” y más recientemente el de “Narcolite-
ratura/Narcocultura”. Este último binomio aparece ahora como una etiqueta casi impo-
sible de evitar cuando se habla de literatura, de narrativa o de cultura del norte mexicano.
Pero, tal vez lo más relevante es que todas las etiquetas anteriores potencian un proble-
ma de diferenciación con respecto a tres marcos culturales constantemente en debate:
alto/bajo - centro/margen - local/global. Estas dicotomías –por más que se intenten sos-
layar– funcionan y obligan a repensar la constante referencia al norte de México como
una experiencia aparte y exótica del país.
Desde el anterior proceso “ìmagológico” resulta complicado no asistir hacia el
problema crítico que también nos conduce a pensar en una literatura del norte de México
con respecto a una literatura del centro del país. Fenómeno que prefigura una taxonomía
de otras dicotomías artísticas, literarias y culturales con criterios como: canon/contraca-
non; culto/popular; bueno/malo y desde donde el norte aparecerá muchas veces como
el polo negativo.2 Además, podemos percibir que los conceptos anteriores resemantizan
constantemente -también- lo que puede entenderse como el “norte” mexicano.
De esta manera, nos atrevemos a afirmar que el resultado (aunque las intenciones
procedan sin malicia) será que el “norte” quedará temiblemente estigmatizado. Signado
en torno a algunos elementos “característicos” de los cuales le será difícil desprenderse y
más aún cuando gran parte de esta crítica o asignación cultural (en el contexto nacional)
procede o mantenga cierta hegemonía desde el centro del país. Lo anterior en clara re-
ferencia a lo que Ángel Rama exploraba en el concepto de “Ciudad letrada”.
Ahora, resulta también asombroso que uno de los protagonistas de esta tensión
constante entre la visión centralista del país hacia el norte (urbe-campo; culto-popular;
civilización-barbarie, centro-periferia) sea el importante filósofo mexicano: José Vascon-
celos, una figura de importancia simbólica trascendental, pues representa la política
cultural y educativa del México moderno y posrevolucionario. Es Vasconcelos, pues, una
2. Como ejemplo siempre será de relevancia analizar con lupa y precisión el multicitado además
de polémico artículo “Balas de salva” de Rafael Lemus y publicado en la revista Letras Libres #81 de
septiembre de 2005 en el volumen titulado: “La vida en tiempos del narco”. Dicho artículo sirve para
ilustrar el papel que la crítica ha jugado para configurar dinámicas de lecturas hacia el norte de México
como las que aquí describimos, pues Lemus no se ocupa sólo de la “narcoliteratura” -etiqueta ya de por
sí ambigua, polisémica y críticamente problemática- sino del norte de México en general. Para lo anterior
y como incentivo a su re/visión, sólo nos permitiremos citar un ejemplo: “La narrativa sobre el narco no
escapa a la tentación sacralizadora. Dibuja al norte con demasiada tinta. Desea, aunque no lo pronuncie,
construir una epopeya, una épica de la frontera. La tarea: demostrar que el norte es distinto al centro,
que la frontera posee una identidad única, definida, aunque vertiginosa. El anhelo: probar que allá arriba
es donde ocurre el país” (Lemus, apartado #5 párrafo 01) Las cursivas son nuestras y procuran destacar la
dicotomía crítica –en general- de centro/margen que persiste en el debate del campo cultural y el campo
literario mexicano.
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3. Para muchos historiadores la rebelión del pueblo de Tomochi –en Chihuahua– es considerada
uno de los antecedentes de la Revolución Mexicana.
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rior cabría replantear lo siguiente: el norte comparte frontera con los Estados Unidos de
Norteamérica, pero esto es sólo una parte de la idea fronteriza en México porque: ¿No
lo es también con Guatemala y con Belice? Por lo que la idea de “Literatura de fronteras”
también podría problematizarse por obvias cuestiones territoriales, ya que la literatura
producida por los estados del sur del país también lo sería. Sólo nos restaría –para este
breve deslinde nocional– hablar de la categoría de: “Narcoliteratura” ¿Es todo lo que –
recientemente– se ha producido en el campo literario norteño: “narcoliteratura”? ¿Se
puede hablar de una literatura que escape al narco como tópico, tema o motivo princi-
pal? La respuesta también resultará obvia y corresponderá a que no todo en el norte es
“narcoliteratura”, ni “narconarrativa”; además de que existen una gran cantidad de obras
literarias que no asumen como tópico central el tema de la “narcocultura”.
De todo lo expuesto, podemos poner a consideración lo extremadamente esen-
cialistas que resultan muchas de las aparentemente típicas imágenes con las que se inten-
ta asir el imaginario del norte mexicano. Images y configuraciones que suelen darse por
sentado, pero que suelen dejar de lado muchos otros desplazamientos y reasignaciones
que han continuado perfilando una cultura característica del septentrión y desde donde
se puede resaltar que existe una tradición/renovación que podemos asignar como “nor-
teña” dentro de la que caben (por qué no) las características polémicas y problematizadas
aquí, pero también muchos otros aspectos más. Es por esto por lo que el presente dos-
sier se posiciona en la condición compleja -hasta necesariamente imposible- de asir las
cualidades proteicas del norte mexicano. Un espacio crítico donde persiste la necesidad
de replantearlo como eje simbólico para continuar debatiendo las crisis que vulneran a
sus sociedades y así generar pensamientos claros capaces de incidir en sus realidades y
contextos.
Chihuahua, 06 de diciembre de 2019.
Bibliografía citada
Fábregas Puig, Andrés. “Las imágenes centralistas del norte de México y la investigación
antropológica.” La investigación antropológica y la formación profesional en
el norte de México. Edición de Mónica Sofía Iturbide Robles. Escuela de Antro-
pología e Historia del Norte de México, México, 2013.
Lemus, Rafael. “Balas de salva.” Letras Libres, Año VII, nº 81, México, Sep. 2005, pp.
39-42.
Resumen: Este artículo examina un corpus de películas y obras teatrales que han esce-
nificado, en lo que va del siglo XXI, las asimetrías, dinámicas y tensiones del cruce de la
frontera oeste entre México y EU. Para mostrar las diferencias y similitudes en cómo se
ha representado el tránsito entre fronteras desde uno y otro lado, el corpus incluye obras
teatrales y cinematográficas escritas y producidas en ambos países. Las obras se abordan
desde una perspectiva semiótico cultural que integra conceptos y categorías de análisis
provenientes de distintas disciplinas (narratología, sociología, antropología, teoría del
cine). Siguiendo la tipología de la violencia propuesta por el sociólogo Johan Galtung,
se muestra que tanto el cine como el teatro recientes enfatizan, cada uno con su código
particular, la lógica del tránsito de una violencia cultural y estructural a la violencia directa
de la que cotidianamente dan cuenta los medios.
Abstract: This article examines a corpus of films and plays that have staged, as far as
the 21st century goes, the asymmetries, dynamics and tensions of the crossing of the
western border between Mexico and the US. To show the differences and similarities
in how the transit between borders has been represented from one side and the other,
the corpus includes plays and films written and produced in both countries. The works
are approached from a cultural semiotic perspective that integrates concepts and cate-
gories of analysis from different disciplines (narratology, sociology, anthropology, film
theory). Following the typology of violence proposed by the sociologist Johan Galtung,
it is shown that both recent cinema and theater emphasize, each with its own code, the
logic of the transition from cultural and structural violence to direct violence shown daily
in the media.
Con sus poco más de 3000 kilómetros, la frontera entre México y Estados Uni-
dos es una de las más transitadas y una de las más complejas en términos de asimetría,
tensiones y conflictos, ya que demarca una amplia zona de contacto entre dos mundos
diametralmente opuestos: el anglosajón y el latinoamericano. Este artículo pretende dar
cuenta de cómo han representado el teatro y el cine recientes la naturaleza y gestación
de esas tensiones en las relaciones y contactos entre países vecinos. Nos centraremos en
un corpus de dos películas y dos obras teatrales escritas y producidas en el siglo XXI, que
representan el tránsito entre fronteras en la franja oeste entre México y Estados Unidos.
Hemos considerado importante incluir tanto obras como películas producidas en ambos
lados de la frontera, escritas respectivamente por autores mexicanos y norteamericanos.
Interesa discernir cómo ha sido representada por el teatro y el cine, desde acá y desde
allá, la naturaleza y dinámica de los problemas y conflictos en el cruce fronterizo. Del
lado mexicano, analizaremos fragmentos de la película Babel (2006) dirigida por Alejan-
dro González Iñárritu, basada en un guion de Guillermo Arriaga, mexicanos ambos, y la
obra Altar “Tijuanita” (2015) del dramaturgo sonorense Jorge Celaya. Del lado nortea-
mericano, analizaremos la película Frontera (2014), del norteamericano Michael Berry,
basada en un guion escrito por él mismo en coautoría con Louis Moulinet III, y la obra
teatral Detained in the desert (2011) de la dramaturga californiana Josefina López. To-
das estas obras movilizan los diversos discursos sociales, estéticos, ideológicos, jurídicos,
religiosos, políticos, periodísticos, familiares, que convergen en la agenda de las distintas
entidades que coinciden y conviven en los espacios fronterizos.
2. Como a la mítica torre a la que remite el título, a la aldea macluhaniana la definen la incom-
prensión y la confusión de lenguas, por lo que su construcción se queda siempre a medias, como aquella,
como un gran elefante blanco en medio de la nada.
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las culturas capitalistas (Japón y Estados Unidos) y las de los llamados países en desarro-
llo (representados en Marruecos y México).
La parte que nos compete, cuenta la historia de Amelia, una tijuanense que tra-
baja como babysitter de unos niños norteamericanos en San Diego, y que de pronto se
ve frente a un dilema, cuando le piden que se quede a cuidarlos justo el día de la boda de
su hijo, a pesar de que ya tiene todo preparado para cruzar a Tijuana. Puesta ante esa
situación, y ante nadie que pueda reemplazarla para hacerse cargo de los niños, toma
una decisión drástica: cruzar con ellos la línea y llevárselos a la boda de su hijo en Tijua-
na. La película explora cómo una solución aparentemente práctica se convierte en un
grave problema por causa del cruzamiento de los códigos, que determina cuáles son las
prioridades de uno y otro lado: para Amelia la prioridad es la cercanía en las relaciones
familiares, por eso no puede faltar a la boda de su hijo, y por eso “no puede dejar con
cualquiera” a los niños que le encargaron, a pesar de que prácticamente la obligan a que-
darse a cuidarlos. Cuando ella replica: “but today is my son’s wedding, sir”, su empleador
le exige: “cancel your son’s wedding, I’ll pay for another one. I’ll pay for a better one”.
En este diálogo se retrata, de acuerdo con las palabras elegidas por el guionista, la visión
de subordinación que rige las relaciones entre los norteamericanos y los mexicanos. A
través del mismo se muestra cómo se siguen reproduciendo las viejas relaciones jerárqui-
cas en el binarismo de dominantes y dominados, siguiendo el mismo tradicional y repe-
tido modelo en el que África y Latinoamérica cumplen el rol de proveedores de materias
primas, mano de obra barata y espacios alternativos para que, a través del turismo, los
habitantes del llamado primer mundo experimenten lo otro, lo exótico, la aventura, el
escape de la monotonía de lo cotidiano. Los niños están con Amelia porque sus padres
se han ido en un tour por Marruecos para “estar solos”. Los niños están pasando por un
momento difícil y es Amelia la que está con ellos para ayudarlos a superar el trauma de
que su hermanito acaba de morir por muerte súbita.
Todo eso no valdrá de nada ante la imprudencia de llevárselos a México sin tener
un permiso por escrito de sus padres, que terminará, a través de un encadenamiento de
circunstancias, con ella y los dos niños a punto de morir de sed e insolación en el desierto
y, una vez rescatados, con ella deportada de manera inmediata y definitiva. Pero es la
historia construida entre líneas, de asimetría, de doble moral, de sometimiento y de pre-
juicios e incomprensiones, la que vale la pena examinar como la causa que finalmente se
materializará en las consecuencias ya dichas.
En primer lugar, todo parte de una violentación de la libertad de Amelia cuando se
le impone cuidar a los niños sin que haya compromiso previo, a pesar de que ella insiste
en que no puede hacerlo. En una cultura basada en los lazos familiares correspondería
a la hermana de la persona en apuros responder ante la emergencia, pero esto no fun-
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ciona en una cultura que se rige por el culto al individualismo y simplemente se le dice a
Amelia que “Rachel can’t make it to take care of the kids” y luego de un “I’m sorry but
you have to do this”, le cuelgan el teléfono, de tal manera que no puede replicar. Nada de
esto sirve como atenuante cuando al final ella es juzgada y sentenciada con un discurso
frío y legalista que no toma en cuenta atenuantes y circunstancias: es decir, todo aquello
que tiene que ver con el aspecto humano. A Amelia lo que la hunde es que se mueve en
un código distinto al de esa cultura con la que, a pesar de que ha interactuado ya por casi
dos décadas, aún no comprende: una cultura donde lo que cuenta no es salvar vidas, ni
es ser solidario con el otro, sino tener el papel en regla; una cultura donde un criminal
con papeles puede tener más derechos que un indocumentado.
El otro aspecto que examina el filme es el de las asimetrías en el cruce de fronte-
ras. Cuando pasan por la garita de Tecate, de regreso a San Diego, aparecen a cuadro
de manera consecutiva los discrepantes mensajes: el “Buen viaje, vuelva pronto”, que
va dirigido a los visitantes del norte, con la contrastante “Border Inspection” impuesta a
los viajeros que van del sur, todo en mitad de un laberinto de señales restrictivas (Stops,
Yields, All Vehicles Must Stop, etc.). Una asimetría que deja el paso franco de un lado
(“You see how easy is to get into paradise?” –les había dicho Santiago a los niños cuando
entraban a México–) y del otro impone el registro acosador y el acoso cuestionante e
intimidatorio. Hay que comprobar la inocencia, mientras tanto se es culpable. Después
de que el agente migratorio abre las maletas, las gavetas y hasta la cartera de Amelia,
desordenando todo mientras les dirige a ella y su sobrino, junto con las miradas acusato-
rias, la fuerte luz de la linterna directamente a los ojos. Santiago, que en la fiesta bebió
unas copas, se atreve a hacer lo que no se atrevería a hacer estando sobrio: no tragarse
los maltratos, sino ponerse al tú por tú con los agentes, exigiendo un trato digno. Luego,
ante la persistencia del autoritarismo intransigente de estos, arranca en un impulso de
rebeldía el auto y provoca una persecución que lo convierte de buenas a primeras, y a su
tía con él, en forajido, en prófugo de la justicia estadounidense.
El filme de Iñárritu pone de relieve esa disparidad vergonzosa, que se tolera y hasta
naturaliza, que caracteriza las relaciones entre los países vecinos, tanto a nivel macro, en el
cruce de la línea fronteriza,3 como en el de las relaciones laborales. Relaciones que parten
3. El cazador de gringos, obra del dramaturgo magdalenense Daniel Serrano, también situada en
Tijuana, hace el ejercicio de parodiar un cruce por la garita, pero al revés. Es decir: es el agente de la migra
el que tiene que responder, para que lo dejen cruzar, las preguntas de Heberto, un personaje quijotesco que
desde la azotea de su casa en la línea de Tijuana evita que los gringos se cuelen a México, a pesar de que
Clara, esposa de Heberto y que representa la voz de la razón, le recuerda la asimetría que define el cruce:
“Cuándo se ha visto que esos gringos necesiten brincarse pa’cá? Pasan como Pedro por su casa, así nada
más. Nomás falta que nos bajemos los calzones…” (3). A lo largo de la obra se analiza la naturaleza asimé-
trica del cruce, en algún momento Heberto le reclama al agente: “Mientras ellos vienen a echar desmadres
(con sus chorcitos, con sus chingadas chanclas, y con sus pedas a todo lo que da) y nosotros ni siquiera
les preguntamos a qué chingados vienen, nosotros vamos allá a gastar, a trabajar, a pagar impuestos, y
ustedes arman un pedototote. ¡Ya ni la chingan!” (48).
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4. En una escena anterior aparece la madre del niño reemplazando histérica los cubiertos que le
dan en el restaurante marroquí por los que lleva en su bolso y rehusándose a beber en el vaso con hielos.
Prefiere beber directo de la lata de una coca con caracteres árabes.
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ción minimalista expresada por Peter Brook para referirse al teatro en El espacio
vacío: “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un
hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que
se necesita para realizar un acto teatral” (5). No hace falta más escenografía para
representar los espacios liminares con los que se suelen relacionar las líneas fronte-
rizas.
Todo Altar “Tijuanita” ocurre en el “interior de una habitación sin muebles,
con una sola puerta al fondo”, que representa un cuarto vacío en Altar, Sonora,
en el que dos hermanos son encerrados por un pollero, en espera del momento
preciso para cruzarlos “al otro lado”. Llegan cada uno por su lado, él primero, ella
luego, pero coinciden en ese espacio puntual después de muchos años fuera de su
pueblo natal. Ella carga lo que todo migrante que está por cruzar el desierto: una
mochila y un galón de agua; él, dos pequeñas urnas con las cenizas de sus padres.
“Eso no te va a quitar la sed en el desierto” –le explica ella-. Él responde: “Eso es
lo que me trae sediento” (Celaya 3). La obra nos instala ante una especie de no
planeado reencuentro familiar, entre los dos hermanos y los padres, estos repre-
sentados en sus cenizas.
Lo que sucede a lo largo de la obra va a tener lugar en ese mismo escena-
rio. No hay nada que visualmente ocurra fuera del cubo rectangular (el escenario
= el cuarto vacío del pollero) que constituye el espacio escénico.7 Sin embargo,
múltiples tiempos y espacios serán convocados a través de distintos elementos y
mecanismos teatrales (diálogos, voces, música, efectos de sonido). A lo largo de
la obra, por ejemplo, Celaya sigue un procedimiento8 mediante el cual llama la
atención sobre la continua superposición de espacios dramáticos evocados en el
espacio escénico. Consiste aquel en que de repente uno de los personajes hace una
pregunta o comentario que corresponde a un tiempo-espacio distinto del que se
7. En esta parte de nuestro trabajo puede sernos muy útil la distinción que en teoría del teatro se
hace entre espacio escénico y espacio dramático. El diccionario AKAL de términos literarios define así la
diferencia entre ambos espacios: “El espacio dramático es el imaginado por el espectador […] es siempre
un espacio irreal a partir de un espacio escénico que es el que percibe más objetivamente el espectador
[…] el espacio escénico es el que observa el público […] es el escenario en el que aparece la realidad repre-
sentada” (132). En La puesta en escena, basándose en el Diccionario del teatro (1983) de Patrice Pavis,
quien divide el espacio en visible e invisible, Beatriz Trastoy y Perla Zayas de Lima lo definen en dichos
términos: “El primero abarca el escénico, en el que se mueven los personajes y se desarrollan las acciones
[…] El invisible es el espacio dramático” (226).
8. Equivalente en su efecto a lo que en cine se conoce como encabalgamiento sonoro
(overlapping, en inglés), que ocurre cuando el sonido de una escena se empieza a escuchar sobre la
imagen de la escena anterior, por lo que “une dos espacios y dos tiempos diferentes” (Poyato 133).
González Iñárritu utiliza este recurso constantemente en Babel para mostrar la integración de las
tres historias.
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está evocando en ese momento.9 A través de todos estos recursos, el pequeño espacio
vacío del escenario se irá llenando a lo largo de toda la obra con los recuerdos de los
hermanos y con los ruidos de la calle, de la que se ha apoderado el caos.10 Los rumores
de los motores y las notas de los corridos en los estéreos de los autos, que se suman a los
gritos, las amenazas y las ráfagas de metralletas, construyen un entorno amenazante que
denuncia la guerra entre bandas rivales que se está librando afuera. Es, entonces, en el
espacio dramático que se sugiere esta guerra entre narcos y narcos, pero también entre
narcos y policías, o entre narcos y políticos, “es lo mismo” –dice Dago- “finalmente es
entre narcos y narcos” (Celaya, 7).
El cuartito del pollero se convierte así en un microcosmos, en una representación
a escala, de Altar; y más aún, del país, secuestrado por la delincuencia organizada. “Es-
tán rodando cabezas por las calles” –dice Dago– “¿Del Altar? ¿Por las calles polvorientas
del Altar?” –pregunta ella– “Por las de todo el país. Polvorientas o no” (Celaya 6). El
teatro, como espacio heterotópico, según la terminología de Foucault, tiene ese poder
aglutinador que superpone “sobre la escena toda una serie de lugares que son ajenos
unos a otros” (Foucault, 75). Esa cualidad concentradora hace que en el cuartito del po-
llero quepa no solo Altar, sino todo el país.11
Mircea Eliade parte de un concepto –la experiencia religiosa– analizado por Ru-
dolf Otto en su libro Das Heilige (1917), para explicar, en Lo sagrado y lo profano,
12. Dice Mircea Eliade que: “hay que recordar que las principales funciones fisiológicas son sus-
ceptibles de convertirse en sacramentos. Se come ritualmente […]” (100).
13. Hay otra escena sobre el final de la obra en que se puede apreciar el papel simbólico-evocador
de un tiempo-espacio lejano que se da a los alimentos. Dagoberto le habla a las cenizas de su madre re-
cordando un regreso en autobús: “en el asiento, junto a mí, yo sentía tu mirada fría, mamá, tu silencio de
siempre, el peso que yo era para ti”. Luego recuerda que el autobús se detuvo en una gasolinera en medio
del desierto y él se quedó dormido: “luego me despertó tu mano en mi hombro y tu voz suave ‘hijo, hijo”,
abrí los ojos y frente a mí tu otra mano dándome un gran durazno, eso significaba todo para mí, así que
abrí la boca y lo mordí y no lo quería soltar de entre mis dientes […] tenía miedo que desapareciera, pero
no, ahí estabas mirándome y sonriendo como si yo fuera lo más grande que tú tenías. Esa imagen es lo
único que me salvó en prisión; el olor a durazno… el olor a durazno…” (Celaya, 38).
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En esa búsqueda, en ese querer reencontrarse en medio del caos, el Altar se erige
en un símbolo que remite al espacio de lo sagrado.14 Es en medio del caos, representado
en todo lo que rodea a los personajes en la obra, en todo lo que ocurre (balazos, persecu-
ciones, gritos) afuera del cuartito del pollero, cuando la evocación del Altar de la infancia
aparece como un ritual cosmogónico de ordenación.15 Guadalupe repite el nombre de su
pueblo como en una letanía: “Altar de infancia, altar de sueños, altar de amores, altar de
rechazos, altar de transborde, altar de nostalgias, altar de matrimonios, altar de encuen-
tros, altar de resentimientos, altar de poderes, altar de corrupción” (Celaya, 25). Es como
si lo estuviera recreando, dándole forma a partir de la sustancia informe del caos hacia
el que lo han llevado, en el momento más desesperado, con su hermano amarrado en el
suelo y ella a punto de ser violada. Como si tuviera el efecto poderoso que se atribuye a
una oración en los contextos religiosos, ella se salva de ser violada y se empieza a formar
un lazo de solidaridad, ternura y admiración con su hermano.
Al final de la obra, Dago se une enumerando también los muchos altares perso-
nales que conforman ese tiempo-espacio que se quedó en la infancia, representado en
ese Altar simbólico que evocan su hermana y él: “Altar de infancia, altar de cine, altar
de sol, altar de familia, altar de frutas, altar de huertas, altar de venados”. El carácter de
letanía desacralizada se subraya cuando Guadalupe responde con la frase “Altar del pina-
cate” (que reemplazaría a frase como el “ruega por nosotros” de las letanías religiosas,
donde el Altar, además, sustituye a Dios, la virgen, o cualquier figura religiosa), a cada
serie de enumeraciones que hace Dago, que al ser ya todas de valencia positiva: “altar de
conejos, altar de mezquites, altar de palo fierro, altar de mares, altar de bailes, altar de
encuentro […] altar de amores, altar de adolescencia, altar de ranchos, altar de vida, altar
de ríos, altar de gente…” (39), abren como una rendija de esperanza ante el proceso de
recuperación de ese paraíso perdido.
Como expulsados de ese paraíso, los personajes vagan por una zona de nadie,
una zona liminar que recuerda en muchos aspectos al “limbo” de la tradición católica. Di-
cho concepto, nacido en el ámbito eclesiástico católico por la necesidad de maquillar un
vacío conceptual, de encubrir una aporía en el dogma teológico,16 interesa aquí más que
nada en su aspecto metafórico, como ese lugar liminar que se crea institucionalmente
14. El altar es definido en su segunda acepción, según el diccionario de la RAE, como una “piedra
consagrada”. Para los católicos es la “mesa rectangular consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio
de la misa. En la cuarta acepción la RAE da esta definición: “En algunas religiones, piedra, construcción
elevada o montículo donde se celebran ritos religiosos como sacrificios, ofrendas, etc.”. El altar funciona
siempre como un lugar especial, privilegiado, de contacto con lo sagrado.
15. Mircea Eliade dice que “la erección de un altar equivale a la repetición de la cosmogonía” (45).
16. En el artículo introductorio titulado: “Un territorio fronterizo: el limbo”, Ángeles Mateo del
Pino y Nieves Pascua Soler hacen un recuento histórico del concepto de limbo a través de los siglos y de
todos los cambios que este ha sufrido a través de los distintos concilios y pronunciamientos papales. Para
ellas se trata claramente de una heterotopía de desviación foucaultiana.
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para dar cabida a los seres que no encuentran acomodo en los espacios designados por
el dogma. La experiencia de los llamados “ilegales” tiene notables paralelismos con la de
esos seres que no encajan y tienen que ser enviados a ese espacio alternativo.17
Los migrantes centroamericanos se refieren a Altar como “la sala de espera” an-
tes de cruzar al “otro lado” en pos del sueño americano. Y es que, además de ser la últi-
ma parada antes de enfrentarse al desierto, el último lugar en que pueden proveerse de
lo necesario, es también el punto de encuentro: el lugar en que se llevan a cabo las tran-
sacciones entre los que quieren cruzar y los que, como los transportistas o los polleros,
se dedican a trasladar y cruzar ilegales y a guiarlos en la difícil travesía por el desierto.18
Pero Altar no es solamente sala de espera para la inmensa población flotante,
conformada por los emigrantes que se instalan temporalmente en espera de las condicio-
nes propicias para emprender el viaje al norte. Lo es también, según se simboliza en la
obra, para quienes nacieron ahí y quedaron de pronto atrapados en un espacio liminar,
en una especie de limbo. La perspectiva que ofrece la obra es la de los habitantes de Al-
tar, que han sido convertidos en extraños en su propio pueblo19 por el embate de la rela-
ción violenta de los narcos, policías, ejército, migrantes y polleros. Cuando ellos mismos
han optado por la migración, no encuentran raíces suficientemente sólidas que les sirvan
como referente para el posible retorno. Y como tampoco llegan nunca a afincarse del
otro lado, quedan ciclados en un proceso de ir y venir que los eterniza en lo transitorio.
El subtítulo-eslogan de la obra reza: “Y tú… ¿vas o vienes?”. A los personajes los carac-
teriza el extravío y el desarraigo, con la consiguiente pérdida de identidad. Desarraigo
que heredaron, como en un patrón familiar, de sus padres. Guadalupe dice: “Mi madre
amaba el Altar. No entiendo que en un momento quisiera que tiráramos sus cenizas en
Arizona”, a lo que Dago responde: “El primer mundo es cabrón. Es un aparador que
hace que no distingas tu propio reflejo. Mi madre perdió su reflejo, se olvidó de dónde
venía, por eso quería que tiráramos sus cenizas allá” (Celaya, 11). Y ese extravío no
cesa ni con la muerte. Por eso sus cenizas andan vagando, a lo largo de la obra, de un
17. Expresiones del habla común (como cuando se dice que están en un limbo jurídico) dan cuenta
constante de esa situación en la que viven los indocumentados, que no han recibido el “bautizo”, que sería
el ser reconocidos como individuos con derechos.
18. Como explica Eileen Truax, a partir de 1994, en que se implementaron los operativos “Guar-
dián” y “Salvaguarda”, la migración indocumentada tuvo que modificar su trayectoria dirigiéndola hacia
travesías más largas y complicadas por lugares más inhóspitos. Esto convirtió a Altar –el lugar más caliente
de todo el hemisferio norte– en un punto privilegiado para cruzar, y de haber sido antes una pequeña
población dedicada a la agricultura, el pueblo de ejidatarios sobrevivió a los estragos del TLCAN gracias
a su transformación en un enclave de servicios a migrantes “A la par de los migrantes fue aumentando la
infraestructura de los servicios. Aquí no hay nada que ver, ni playas ni cultura, y sin embargo hoy tenemos
14 hoteles y 80 casas de huéspedes –declara un local entrevistado por Truax (párr. 14).
19. “¿Y dónde cree que se va a quedar? ¿En la plaza o en la casa del migrante? El cura ya no halla
qué hacer con tanto mojado, no creo que la acepten ahí”-dice el pollero respecto a Guadalupe (Celaya,
33). Incluso en su propio pueblo, a muchos kilómetros de Estados Unidos, los hermanos son considerados
“mojados”.
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lado a otro, sin encontrar un lugar fijo, en un manoseo constante e incluso cruzando
fronteras geográficas.
En algún momento de la obra, Dago le cuenta a Guadalupe que sus padres vivían
en Tucson en un “pinche camper cagado”, un tipo de vivienda también emblemático
de la transitoriedad, en un limbo, del que tampoco logran nunca salir. Es decir, nunca
pueden afincarse en ningún lado. No pertenecen ni al aquí ni al allá. La vida de todos los
integrantes de esta familia se caracteriza por el desarraigo. La obra se constituye en una
implícita denuncia de una violencia sistematizada y múltiple que desintegra las familias y
desarraiga a las personas, que las deja en un limbo del que resulta muy complicado salir.
Para Ángeles Mateo del Pino y Nieves Pascual Soler, el limbo tiene las características de
una heterotopía de desviación, como las cárceles que le evocaban a Dago las paredes del
cuartito del pollero, como las fronteras. ¿Y qué mejor lugar que el teatro, una heteroto-
pía, para representar esas otras heterotopías que son las fronteras, con sus asimetrías
y contradicciones, con su condición de pasadizo, de pasajes a otros mundos a los que
nunca se llega? ¿Qué mejor lugar que el espacio escénico que, como los actores, presta
su cuerpo para representar a otros espacios, para representar los rituales secularizados
de quienes pugnan por recuperar los espacios perdidos? El teatro nació del ritual, y como
este, repite noche tras noche, función tras función, el momento de la creación cosmogó-
nica. El teatro nació del ritual y es lo que sigue siendo en esencia. Un ritual. Un juego de
socialización que precisa de la complicidad de todos: actores y espectadores que, como
los niños en los juegos infantiles, crean en colectividad un espacio imaginario en el que
ocurre el hecho teatral.
20. El espacio escénico agrega al campo visual del receptor teatral (o espectador) elementos (las
imágenes del locutor y su invitado) que no percibe el receptor radial (o radioescucha), para quien, al tener
que reconstruir todo en su imaginación, todo es espacio dramático. Léase la nota 6 para las diferencias
entre espacio escénico y espacio dramático.
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21. En su tipología de la violencia, Johan Galtung enumera que esta actúa contra cuatro tipo de
necesidades: 1) necesidades de supervivencia (muerte); 2) necesidades de bienestar (mutilaciones, acoso,
sanciones, miseria, explotación); 3) necesidades identitarias (des-socialización, resocialización, ciudada-
nía de segunda, adoctrinamiento, ostracismo); y 4) necesidades de libertad (represión, detención, ex-
pulsión, alienación, desintegración). Las que señalo en negritas corresponden a violencia estructural.
Todas las restantes son ejemplos de violencia directa (Galtung, 150).
22. Él mismo revela, al final, una vez aprendida la lección, su oculta identidad de inmigrante esco-
cés que ingresó a los Estados Unidos vía matrimonio desde Canadá con una Mexican-American.
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como en Altar “Tijuanita”, la frontera es representada como un limbo que perdura más
allá de la muerte. El desierto se retrata como un gran cementerio en el que se acumulan
los restos mortales de las víctimas. Ernesto, líder ficticio de “Ángeles de la Frontera”, dice
al camarógrafo que lo está filmando para un documental, que desde la Operation Gate-
keeper han muerto aproximadamente diez mil personas: “Each day, one or two people
die in the desert” (López, 44).
Estas cifras escalofriantes, y que sin embargo se quedan cortas, muestran la mag-
nitud de la violencia que se ejerce desde las estructuras. Feldmann y Durand, mediante un
recorrido histórico, muestran cómo cada cambio en las políticas migratorias se traduce
en un incremento notable en las estadísticas de mortandad. Dicha información estadís-
tica pone en evidencia “que las medidas puestas en práctica no han provocado cambios
significativos en los flujos migratorios pero sí han redundado en incrementar el nivel de
exposición de los migrantes” (párr. 10).
Pero es en el espacio de la cultura donde se manifiesta con mayor constancia la
gestación de la violencia. La primera escena, que despliega una de las emisiones del pro-
grama de radio de Lou Becker, moviliza toda una retórica que evoca dos de los campos
semánticos que construyen la lógica de los grupos que apoyan la SB-1070, en términos
de una lucha patriótica en la que los emigrantes “ilegales” se convierten en el enemigo
a vencer y erradicar. Así, frases como “I am fighting back” (23); “It took courage to do
what we did. We have to stand proud in the face of adversity. We shall overcome” (22),
se anteponen siempre a las expresiones que criminalizan a los migrantes y les atribuy-
en toda suerte de males: “We are sick of paying for all those illegals that come to our
country and state to live and breed like cockroaches” (22); “I don’t want tuberculosis and
whatever diseases those vermin bring across the border” (22).“My granddaughter got
lice the other day from some dirty Mexican kid” (23). Este tipo de metáforas del ámbito
de la patología, que atribuyen al “otro” falta de higiene o directamente lo equiparan con
insectos portadores de toda suerte de enfermedades, han sido utilizadas por los aparatos
ideológicos de estado23 para minar la imagen del enemigo y esparcir la histeria entre la
población general. La propaganda Nazy sobre los judíos o el cine de los cincuenta sobre
insectos gigantes son solo dos antecedentes de esta socorrida práctica.
La evocación de toda esta terminología tiene por objeto mostrar la continuidad
de los viejos imaginarios que denunciaban en los años sesenta los movimientos pro dere-
chos civiles. Tristemente, estos discursos no son producto del pasado o de la imaginación
de la autora, sino de la gente que participaba en los recientes programas de radio que
23. Para Althusser, más allá del aparato represivo de Estado (el gobierno, la administración, el
ejército, la policía, los tribunales, las prisiones) existen los que denomina “aparatos ideológicos de Estado”,
que incluyen las instituciones religiosas, escolares, familiares, de información (prensa, radio, televisión)
entre muchas otras.
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24. También en Altar ‘Tijuanita’ y en la película norteamericana Frontera hay referencias a esta
práctica de los Minutemen, que en la obra de Josefina López se muestra como una práctica cotidiana de
los mismos. Ernesto se lo reclama a Carl: “You’re a poor confused man who thinks poking holes into the
gallons of water I leave out in the desert is a patriotic act” (26).
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para espantar a los mexicanos a los que ella acaba de ayudar. Uno de estos mexicanos
(Miguel Ramírez) es inculpado y llevado a una prisión en el ficticio Condado de Medio,
en Arizona, en espera de ser juzgado por asesinato en primer grado. La película cuenta
las peripecias de la esposa de Miguel en su intento de cruzar la frontera para acudir a
ayudarlo, y las investigaciones del ex sheriff para descubrir la verdad sobre los hechos
detrás de la muerte de su esposa.
Para efectos de este trabajo, interesa centrarse en cómo Michael Berry utiliza el
montaje para comunicar su punto de vista sobre la problemática de los intercambios que
se dan en los cruces de la frontera entre Sonora y Arizona. La primera secuencia, la que
abre el filme, presenta una versión condensada del mensaje ideológico que luego la pelí-
cula comunicará a detalle. La primera escena nos muestra un paisaje desértico nocturno
con las luces de una pequeña ciudad al fondo y una carretera solitaria sobre la que se
superpone el título “Frontera”. Una luz en movimiento, a la manera de los reflectores
de un teatro se proyecta sobre el asfalto, y acto seguido viene otra superposición, esta
vez en forma de audio: el que producen las hélices de un helicóptero. Palabra, imagen
y sonido empiezan a construir la representación de la frontera, que continúa con el
primer plano de una señal de advertencia (momentáneamente iluminado por la luz del
helicóptero) en la que debajo de la palabra caution se ven las siluetas de tres personas,
dos adultos y una niña, corriendo tomadas de la mano. Lo significativo es que la señal
está llena de agujeros como de balas de diversos calibres, efecto que se acentúa con el
tableteo de las hélices del helicóptero que lo ilumina. Luego la luz crece en intensidad
hasta “quemar” la imagen, y es que se ha superpuesto la luz de un trailer que se dirige
amenazante con rumbo a la cámara. La intensa luz de los faroles, que llenan el cuadro,
proporcionan el fondo a las tres siluetas cruzando la carretera delante de él, que parecen
una materialización del dibujo que acabamos de ver en la señal de tráfico, todo acompa-
ñado con el estridente sonido del claxon accionado por el trailero. En una secuencia muy
breve, que dura unos cuantos segundos, el realizador ha conjuntado, mediante montaje,
una serie de elementos cinematográficos para establecer de manera rotunda la peligrosi-
dad de la frontera, en particular del cruce fronterizo. Este espacio queda establecido así,
desde un primer momento, como solitario y de alto riesgo para quienes se aventuran a
cruzarlo. En una escena inmediatamente posterior se ve una casa en medio de la nada y
un conjunto de sombras merodeándola. Dentro de la casa una mujer cocina, sin advertir
todo el movimiento exterior de unas siluetas de hombres con sombrero que asoman por
la ventana y que se coordinan para sorprenderla en medio de la noche. La sorpresa es
también para el espectador cuando al abrir la mujer la puerta se empiezan a escuchar
“las mañanitas”, y la aparente secuencia de violencia en la frontera se transforma en una
escena familiar en la que a una abuela la sorprenden en su cumpleaños con una fiesta
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sorpresa. A la manera del cuento clásico, en esta secuencia, una historia B, que ha per-
manecido oculta, emerge para revelarse detrás de una historia A que resulta falsa.25
Me he expandido en la descripción de esta secuencia y estas escenas iniciales por-
que creo que condensan el estilo cinematográfico de Michael Berry y su uso del montaje
para transmitir un mensaje, dirigido quizá a quienes tienen una visión monolítica de la
frontera, a quienes ven a los migrantes bajo la equivalencia de esas siluetas amenazantes,
que al ser mantenidas en la sombra, no llegan a revelar esa realidad más humana que en
la película aparece con la historia B. Es decir, nuestos prejuicios ponen un velo que hace
que veamos al otro solamente en silueta y de acuerdo con una imagen cultural que de
ellos nos hemos formado. Cuando se muestran las escenas de las siluetas merodeando,
el fotógrafo se asegura de que se distingan rasgos en los rostros que asociamos con el
mexicano estereotípico (moreno, con bigotes y patillas). El impacto que puede tener en
un público acostumbrado a la representación del mexicano como “bandido” en una tra-
dición cinematográfica que incluye géneros como el western, que lo adoptaron como un
antagonista frecuente en sus representaciones, se da de manera casi automática, lo cual
funciona como distractor para reforzar la idea de la historia A, de que se trata de unos
ladrones a punto de asaltar un hogar solitario en el desierto.26
Toda la primera secuencia, ya descrita, de Frontera, sirve de preámbulo para
establecer las bases de los motivos que llevan a muchos migrantes a arriesgarse a cruzar
ilegalmente la frontera: “para que la familia esté junta de nuevo” –dice el abuelo, quien
además expresa ya de entrada una ética detrás de dicho fenómeno: “Mientras un hombre
tiene sus manos, él debe ganarse la vida”. La ética del trabajo duro es enfatizada entre los
personajes a ambos lados de la frontera. El personaje de Roy, el sheriff retirado, se nos
presenta como alguien que gusta de cuidar de sus propios caballos y de hacer él mismo
las faenas del rancho.
Esta manera relacional de contar las historias por parte de Berry, remite a la
escuela rusa del montaje. Estos paralelismos entre los protagonistas, que los llevarán a
sentirse identificados conforme avance la película, se presentan también recurriendo al
contraste. En el cruce a los Estados Unidos, a Miguel lo acampaña otro mexicano, José,
que funciona como lo que en inglés se conoce como foil character. José está ahí para
resaltar, por contraste, la personalidad y ética de Miguel, que es caracterizado como una
persona íntegra, disciplinada, limpia, ordenada, prudente, es decir, lo contrario a la ima-
su color de piel. Es normal que en el paso por la garita nadie piense en pedirle a Roy
pruebas de su ciudadanía (como al novio indocumentado canadiense de Sandi en Detai-
ned in the desert), pero sí a Flora. Como es normal que el paso de Estados Unidos a
México esté franco, pero en la escena de regreso se muestre una larga fila de autos. Las
jerarquizaciones y las asimetrías son el pan de cada día, un componente fundamental,
normalizado, de esta frontera.
El otro aspecto que trabaja Berry usando el llamado montaje productivo es el que
tiene que ver con el debate sobre el uso de armas de fuego. En la película estas aparecen
en las irresponsables manos de unos adolescentes que aburridos de las armas virtuales de
los videojuegos salen luego a disparar con los rifles de sus padres, primero a los cactus
y después a los migrantes. Sean, el hijo del sheriff Randall es uno de los adolescentes
implicados. Cuando se descubre que ellos provocaron el accidente de Livy por lo cual
su padre lo confronta y, acorralado, tiene que confesar lo que pasó, de nuevo vemos
en funcionamiento los mecanismos del montaje productivo. Al lado de los ojos acusa-
dores del padre, aparecen en cuadro los ojos acusadores de un venado, cuya cabeza
cuelga como trofeo, y que delatan el gusto por la cacería que comparten padre e
hijo, duplicando lo que se va revelando en las palabras de Randall: “son las balas de
nuestro rifle, hijo”. En el otro extremo de la toma siguiente, enfocada en Randall,
se aprecia otra cabeza de venado, y más adelante, al abrirse la toma se ve al fondo
un retrato que luego, mediante movimiento de dolly in de la cámara, se coloca en
primer plano. En el retrato aparecen Sean y su padre sonrientes, dándose la mano
y mirándose a los ojos, es decir, compartiendo un íntimo momento familiar sobre
el cuerpo muerto, del que destaca la cabeza con enormes cuernos, de un borrego
cimarrón.
El retrato está colgado en el centro del garage, rodeado de herramientas, una
colección de autos en modelo a escala, pieles de animales, trofeos de caza. Es decir, el
retrato aparece como un emblema en ese espacio reservado a todo aquello que lleva el
signo de la masculinidad en la cultura estadounidense. Alternando con todas estas imáge-
nes, y mientras se escucha la voz de Randall, se insertan tomas del rostro afligido y lacri-
moso de Sean. Si uno lee entre líneas lo que nos revela la gramática de estos elementos
que se organizan mediante el montaje, podemos percibir a Sean como víctima de aquello
que aprendió en el entorno familiar, y en él representados todos esos adolescentes cuyas
acciones son consecuencia de la violencia cultural de esos discursos que, centrados en la
segunda enmienda, promueven la cultura de las armas.27
27. “Siendo necesaria una milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, no se
podrá restringir el derecho que tiene el Pueblo a poseer y portar armas” (Segunda Enmienda a la Cons-
titución de Estados Unidos). Muy aparejada al espíritu belicoso y a la ideología del “the land of the brave
and the free”.
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La siguiente secuencia, que ocurre en las oficinas del comisariado del Condado,
refuerza la interpretación con la que concluimos el párrafo anterior. En ella aparece el
sheriff Randall inculpando a los mexicanos y tratando de disuadir a Roy de su propósito
de llevar a juicio a los adolescentes. Cuando Roy le pregunta a Randall. “Who was the
shooter?” y Randall se ve acorralado a confesar que fue Sean, la cámara, asumiendo el
punto de vista de Roy, enfoca la imagen de un Sean apesadumbrado, que espera en la
oficina de su padre (decorada, como su casa, con cabezas de venados y fotografías de
caza). También a cuadro, junto a él y a sus espaldas, aparece la palabra “Hunt” (caza),
del apellido del padre en el letrero sobre su escritorio.28 Es significativo que se haya
recortado el nombre y que en la toma solo aparezca el apellido. La pregunta, que Roy
hace dos veces, cobra nuevos significados con toda esta contextualización, en la que de
nuevo vemos a un Sean abatido, retratado como una víctima: “Who was the shooter?”.
Es decir: ¿Quién fue realmente el que disparó?, ¿quién dispara?, ¿es el que jala el gatillo
o el que le enseña a hacerlo y le educa para ello?
Hemos mostrado, con estos dos ejemplos, el uso del montaje productivo, median-
te el cual Michael Berry nos va mostrando de manera velada, sin necesidad de hacerlo
explícito, todo un contexto de violencia cultural contra los migrantes. Es un mensaje que
se hierve a fuego lento, que se va dispersando a lo largo de las casi dos horas que dura
la película. Desde el adjetivo damn que los personajes arizonenses anteponen cada vez
que se refieren a los mexicanos (those damn mexicans). La lengua se muestra como
un lugar privilegiado para mostrar la constancia de esa violencia, que no se limita a los
Minutemen o a la población civil. Son las autoridades mismas quienes más reflejan en el
lenguaje, en sus líneas de diálogo, esa violencia.
Cuando Flora comunica la noticia de que encontraron a los migrantes secuestra-
dos, que habían sido dejados desnudos y encerrados en un garage, cita literalmente del
comunicado que encontraron: “a bunch of illegals hiding in a garage in Phoenix”. Lo
grave es que estas palabras vienen de un comunicado oficial, formal, de intercomunica-
ción policiaca. Las palabras que usamos siempre plasman, en su aparente inocencia, el
grado de internalización de un discurso. Entonces una simple frase puede evidenciar los
procesos de deshumanización, de criminalización y revictimización que sufren los indo-
cumentados, y que se vuelve la norma entre las mismas autoridades, tal como reflejan
respectivamente las tres palabras en cursivas.
Pero lo enunciado en palabras no hace sino reforzar lo que ya vemos retratado en
acciones, en lo que se representa a la vista del espectador. Hay una escena en la que se
muestra el momento en el que un migrante anónimo es venadeado29 por un extremista
28. En este caso el montaje se da dentro del mismo plano, a nivel de la imagen.
29. Asesinar a una persona en el campo, a mansalva y despiadadamente (Mex. coloquial)
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A manera de conclusión
Cada una desde su trinchera y sus presupuestos ideológicos, las obras y pe-
lículas analizadas exploran una gama de conflictos –identitarios, políticos, jurídicos,
laborales, familiares– que se gestan en los desiguales contactos, (des)encuentros e
intercambios fronterizos. Aunque los temas del narcotráfico o la trata de humanos
están presentes (solo de manera tangencial) en algunas de estas dramatizaciones, no
es la violencia directa su enfoque principal. La exploración que hacen los autores se
concentra mayormente en develar los mecanismos que llevan a ella, que se presenta
como el resultado de una cadena de actos de violencia estructural y cultural que a
veces, por estar tan naturalizados, no se perciben con facilidad. No es el efecto de los
actos criminales de las bandas delictivas lo que interesa a estos creadores (ahí no hay
mucho que discernir), sino el de los ciudadanos de a pie, el de los padres y madres,
el de los compañeros de trabajo, el de los guardianes del orden y las instituciones. Es
el efecto de esos discursos públicos y familiares que distorsionan y deshumanizan la
imagen que tenemos del otro, de aquel con el que compartimos un espacio. El efec-
to de esos discursos que los adolescentes absorben y traducen en actos de violencia
(como en Detained in the desert o Frontera) o que los niños adoptan para edificar
sus prematuros prejuicios (como en Babel). A través de los recursos propios de cada
medio, los cineastas y dramaturgos erigen una imagen de la frontera como espacio li-
minar, como esa zona de nadie donde se magnifican las disparidades. Al enfatizar las
asimetrías del contacto, siempre encubiertas tras falacias y conceptos ilusorios como
los de hibridez y buena vecindad, estas dramatizaciones teatrales y cinematográficas
ponen el dedo en la llaga para recordarnos que a estas alturas las fronteras siguen
siendo, por desgracia, espacios de fisión y desencuentro más que de encuentro y de
fusión.
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Abstract: Baja California Sur’s geopraphical situation throughout history, has had an
undeniable impact on its cultural development. Combined with this, it also exists a per-
ception of an “island-like” model of life that has permeated for centuries. It’s not until
1974 that the transition from territory to state is reached, directly related to a more
stabilized communication dynamic, including land, air and sea, towards the exterior. This
1. Doctorado en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde 1993 es profeso-
ra-investigadora en la Universidad Autónoma de Baja California Sur y a partir de 2006 es miembro del Sis-
tema Nacional de Investigadores del Conacyt. Funge como responsable del Cuerpo Académico en Estudios
Humanísticos y dirige el Seminario Permanente de Literatura en la UABCS desde 2010. Ha sido ponente
en múltiples foros nacionales e internacionales. Tiene publicaciones especializadas sobre crítica literaria en
México y en el extranjero; ha preparado antologías sobre escritura creativa de estudiantes y de mujeres.
Los libros de su autoría son Modelos geométricos en el ensayo de Octavio Paz (UNAM/Praxis, 2002) y
¿Ausencia / presencia? Ciudad en Octavio Paz (UABCS/Praxis, 2014). Es coautora de cuatro volúmenes so-
bre literatura sudcaliforniana: Caligrafía de sal. (UABCS/ISC/Praxis, 2007), Nombres de la sed. (UABCS/
ISC/Praxis, 2009), En el corazón del aire. ((UABCS/ISC/Praxis, 2010), El país de las espinas. Estudios
de narrativa en Baja California Sur (UABCS/Praxis, 2013); así como de Artificio de la metamorfosis.
Ensayo sobre el ensayo (2009), Sujeto y ciudad en cuatro escritores hispanoamericanos (2009) y Notas
sobre literatura mexicana queer (2012). Ha coordinado los libros La crueldad cautivadora. Narrativa de
Enrique Serna (UABCS/ Cuarto Creciente, 2016) y Ándese paseando: violencia, humor y narcoficción
en Élmer Mendoza (en prensa). Participó en la co-coordinación de Historia y literatura: confluencia de
perspectivas (2017) y Reflexiones sobre el vínculo discursivo entre Historia y Literatura (2019).
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“island-like” model had its influence over the belated development of a local litterature;
which itself had a slow transit on its way to autonomy, and a limited potential to find a
place on the stage of national litterature. This paper presents a picture of those writers,
focused on the ones that write prose, that have walked through the XXth century and
the first years of the XXIst, in Baja California Sur. There are not many active writers
that work with novel and short stories; which makes possible the excercise of painting a
panoramic view centered on the different generations.
Keywords: Narrative in Baja California Sur, South Californian literary scene, Genera-
tions of authors in Baja California Sur.
Contexto geográfico
Baja California Sur es el estado con menor densidad de población a nivel nacio-
nal y con más kilómetros de litoral; es el estado con menor número de municipios pero
mayor tasa de crecimiento poblacional nacional en uno de ellos, Los Cabos. Al Este
colinda con el Mar de Cortés o Mar Bermejo, al Sur con el Mar de Cortés y el Océano
Pacífico, al Oeste con el Océano Pacífico y al Norte con el estado de Baja California.
Las dos californias asentadas en la Península están divididas por el paralelo 28°N donde
se asienta –en medio del desierto– el pueblo salinero de Guerrero Negro. La longitud de
dicha Península, desde Tijuana a Cabo San Lucas, suma 1250 km.
En los 73,475 km² de extensión territorial conviven 809,833 habitantes de
acuerdo a los datos del Consejo Nacional de Población y a los censos parciales del INEGI.
La densidad de población es de 11 habitantes por km². La capital política es la ciudad y
puerto de La Paz, mientras el mayor capital económico se ubica, desde la década pasa-
da, en el municipio de Los Cabos. Los climas imperantes en la región son el muy seco
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Potosí y Sinaloa.3 Sin embargo, dentro de la división realizada por el Consejo Nacional
para la Vida y el Trabajo (Conevyt), queda precisada la adscripción del estado a la Re-
gión Noroeste4 junto con Baja California, Sonora y Sinaloa. Si bien es obvia tanto en la
geopolítica como en la historia la pertenencia al Norte de México, el punto que desubica
una concepción clara de pertenencia es el calificativo Sur. El estado representa el sur del
Norte, pero también el sur extremo de la Baja California, en relación con la Alta Califor-
nia5 como se denominó al territorio que hoy ocupan los estados de California, Nevada,
Utah, Arizona y parte de Colorado en Estados Unidos de América.
Después de la Intervención estadounidense de 1846 a 1848 y con la firma del
Tratado de Guadalupe Hidalgo, ratificado el 30 de mayo de 1848, México perdió en su
totalidad la Alta California (además perdió el Territorio de Nuevo México y Texas). Un año
después la Península de California se dividió en dos partidos, el Norte y el Sur; en 1888 los
partidos se transformaron a distritos Norte y Sur. Posteriormente, hacia 1931 los distritos
pasaron a ser territorios Norte y Sur hasta que en 1951 el territorio Norte cambió su esta-
tus administrativo a estado libre y soberano con el nombre de Baja California. Fue hasta el
8 de octubre de 1974 que el Territorio Sur fue promovido a estado libre y soberano con el
nombre de Baja California Sur, con lo cual mantuvo el doble concepto de mirada austral.
Antecedentes
Es muy difícil hablar de antecedentes directos o inmediatos dentro de la literatura
sudcaliforniana en el siglo XIX o principios del XX. La observación de Armando Tras-
viña Taylor, autor de La literatura en Baja California Sur (1971), de ver al conjunto
de textos como una secuencia de valores desarticulados, ajenos a escuelas, a estilos y a
autores, mantiene su vigencia al día de hoy. En el umbral del tercer milenio, gracias al
aumento del tráfico aéreo, la migración del centro a la periferia, al empleo del Internet
y a la consolidación de instituciones educativas se da una recomposición de la historia
cultural de la periferia en relación con el centro, es decir, con la ciudad capital federal,
recomposición que fomenta –en el caso de Baja California Sur– el auge institucional en
las publicaciones se da a partir del año 2000.
Dentro de los antecedentes existen dos tipos de autores ausentes dentro de las
primeras generaciones de narradores en el siglo XX, los que nunca publicaron un libro
con su obra reunida y aquellos que, aunque lograron la publicación de un volumen, no
alcanzaron a compenetrar en el imaginario colectivo sudcaliforniano por diversas causas,
entre otras porque tal o cual libro editado por el gobierno estatal o municipal no llegó al
público lector en forma amplia.
3. https://www.cuentame.inegi.og.mx
4. https://www.conevyt.org.mx/colaboracion/colabora/objetivos/libros_pdf/sso1_u3lecc2
5. Para mayores datos ver: https://alchetron.com/Alta-California.
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Dentro del primer grupo se encuentran, por ejemplo, Francisco Arámburo Salas
(1930), Francisco Javier Carballo Lucero (1926-1999) y otros más jóvenes como Roge-
lio Félix Félix (1939-2005), Jesús León Amador (1945-2013), Gilberto Ibarra (1944),
Manuel Lucero y otros que cuentan con una respetable producción de cuentos no re-
unidos. Dentro del segundo se distinguen, Francisco Cota Moreno (1903), Guillermo
Arrambídez Arellano (1919-1994), y Fernando Escopinichi (1938-1999). Sus publica-
ciones se fueron difuminando en la historia cultural pero no sus nombres. De igual modo,
al indagar por la primera novela sudcaliforniana, que pudiera fincarse como antecedente
literario, lo que se encuentra en el pasado es un gran vacío. La campana de la misión6
(1894) es la punta de lanza para la narrativa de ficción en el estado en cuanto a la fecha
de publicación.
Sin duda, uno de los referentes literarios del pasado más representativos y conoci-
dos, por lo menos en algunos ámbitos es Adrián Valadés con Tradiciones, tipos y paisa-
jes de la Baja California.7 Si bien el sustrato ficticio se soporta en narraciones de corte
popular como lo son las leyendas o la literatura oral, en la obra de Valadés se rescatan los
ambientes locales, las costumbres, estampas de una época pretérita y, en menor medida,
el habla popular.
No obstante, a pesar de que existe un amplio margen temporal, entre el cierre
del siglo XIX8 y finales del siglo XX, cuando la publicación de libros se empieza a dar de
manera secuencial e institucional, es sumamente complejo definir en ese periodo a un
autor que funja como fundador o padre literario entre las primeras décadas y los años
ochenta del siglo XX. En ese periodo las publicaciones son muy escasas y prácticamente
no hay referencias críticas. Un dato interesante es que en las primeras generaciones de
escritores (nacidos entre 1903 y 1950) se detecta una atmósfera temática o espacial mu-
cho más apegada a la geografía y a la historia sudpeninsular que revela una empatía con
la configuración establecida de su mundo y de su vida, es decir, estos autores se apegan
a los marcadores identitarios de su región.
6. La síntesis de esta novela se encuentra en Gilberto Ibarra Rivera, Escritos y escritores de temas
sudcalifornianos, p. 138.
7. Editada en 1912, hoy prácticamente inasequible. Ver: Ibarra Rivera, opus cit., pp. 128-31.
8. Fecha de publicación de algunos relatos de Adrián Valadés en El Correo de La Paz, cfr., Ibarra
Rivera, opus cit., p. 128 y siguientes.
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Cada uno goza de un estilo propio inconfundible que permite rastrear lecturas
formativas y aspectos biográficos. Es uno de los autores más prolíficos y ha mantenido
un sentido de rescate tanto de valores y tradiciones en su obra dentro de la cual ha sabido
insertar vivencias personales, de modo particular en Pueblo de madera y otros relatos.
Mientras Salgado Pedrín y Saucedo –en menor medida– se mantienen en la línea
de relatos de corte localista, los temas y estilo del primero están próximos a los de Roge-
lio Félix Félix y Francisco Cota Moreno; y, por su parte, Saucedo se diversifica un poco
más y destaca el ámbito regional a pesar de que Baja California Sur no fue su tierra natal.
La principal aportación de esta generación es la voluntad y determinación de
dejar registro literario en un soporte permanente como es el libro en las coordenadas
espaciales y temporales en las que esto sucedió, es decir, en un contexto donde se de-
tuvo el reloj de arena. Sin menoscabo de su entrega a la escritura narrativa, en algunas
ocasiones aisladas la narrativa de ficción adolece de una potestad técnica que demuestre
el oficio de escribir como profesión, sin embargo, estos autores fincan con conocimiento
de causa los cimientos para la historia de la narrativa sudcaliforniana contemporánea.
Otra aportación que no desmerece en absoluto es la variedad de estilos trabajados por
estos autores, la cual va desde la minificción o la prosa poética al cuento posmoderno o
la novela clásica.
Recientemente René Holmos ha tomado importancia entre los autores activos.
Suma tres novelas de auto-publicación del 2009 a 2012 y fue el ganador del Premio
Estatal de novela en 2018 con la obra titulada Maná. Lágrimas del cielo.
hombre confiesa en una perenne crisis de identidad: “No sé quién soy”, la clase política
hace preparativos para viajar a Marte.
A pesar de que Avilés lleva poco más de dos décadas fuera del estado, su primer
cuento “Diles que acá estamos” muestra un vínculo inicial con la literatura sudcalifornia-
na, vínculo que se mantiene a lo largo de las crónicas en las cuales rescata pasajes de su
niñez paceña.
El libro Los sordos territorios contiene una serie de crónicas que revelan el sórdi-
do ambiente carcelario que Avilés, abogado de profesión, conoce bien. El tema general
imperante es la injusticia contra los presos y sus familias, tema que se traduce en la extor-
sión, el robo, el maltrato reiterado, el desinterés por parte de la autoridad, la explotación
y la prepotencia.
En Ingratos ojos míos Avilés habla (y escribe) como hablaría el niño que todos
llevamos dentro, con espontaneidad, con desenfado, pero ante todo con una nostalgia
insustituible por el ensueño que representa para la memoria la época dorada de la infan-
cia. Cuando fue niño y vivió esas experiencias que relata treinta y tantos años después,
Avilés todavía no dominaba la fuerza de la palabra ni conocía el poder de la evocación. El
libro se divide en dos partes como si de un disco Long play se tratara, cada lado, A y B,
contienen seis crónicas precedidas por una canción de épocas lejanas que seguramente
traen recuerdos especiales para el autor.
En este volumen los personajes son familiares cercanos, vecinos, amigos y com-
pañeros de la escuela primaria. Los niños de Avilés, incluido él, por supuesto, son píca-
ros inocentes que vivían en una pequeña ciudad. La aportación del autor es que la verda-
dera enseñanza no se da en la escuela sino fuera de ella, en la calle, en la vida cotidiana
con sus encantos y desencantos, con los castigos y los premios, que además, suman la
experiencia que se recordará toda la vida. La carga subjetiva puesta en estos sencillos
relatos motiva para inspeccionar algo más sobre esa pequeña ciudad donde crecieron
esos personajes.
Beltrán, Torres y Varela son escuetos en su producción narrativa pero de marca-
do interés; en especial Alí Torres por sus propuestas de adaptación temática o espacial,
como se ve en la novela Besos tronados (2014), la cual se desarrolla en La Paz y el autor
enfatiza la degradación del ambiente natural, económico y social. Leonardo Varela es
mucho más conocido por su obra poética, aunque, insisto, también ha incursionado en
la narrativa.
Torres sigue la línea irónica de Lizardi, Bancalari y Melgar aunque el estilo de
sus crónicas es más periodístico que literario, sin embargo, destaca en gran medida la
adaptación que hizo del cuento de hadas “Hänsel y Gretel”, el cual, en su versión local
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se titula “Hanselmo y Gretilda”. Este cuento refleja los pecados capitales de la cúpula
política estatal, narra de la vida de un niño y una niña hijos de un político desprestigiado
y rechazado por el sistema cuya familia cae en una serie reiterada primero de humilla-
ciones, después de vejaciones, hasta perder toda dignidad. Los hechos se dan en una
geografía local muy bien retratada que permite al lector adentrarse en la vida de los arra-
bales paceños que concentran a una población que ya de por sí ha nacido desprestigiada
y rechazada para los ojos de la sociedad y aunque en la anécdota no aparece la gente
paupérrima in situ, sí aparece a través de la mimesis que adquiere la familia del político.
La realidad más triste es que la decadencia moral y la pérdida de valores se torna en
algo común para Hanselmo y Gretilda, es decir, para la siguiente generación y eso es lo
verdaderamente grave.
Cuentos crueles se inserta plácidamente en la línea cuentística de monstruos
peculiares de la literatura europea; al leerlo desfilaron por el laberinto de los recuerdos
nombres como George Bataille, Patrick Süskind, el Marqués de Sade o el Camilo José
Cela de La familia de Pascual Duarte, nombres con los cuales el poder imaginativo de
los sentidos llega a la supremacía del morbo y la escatología, autores en cuyos textos se
reconcentra y se libera la función de los sentidos; quizá un poco más la de los sentidos
olvidados: el olfato y el gusto.
Después de leer a Eduardo Rojas constato que la crueldad como tema literario
posee un influjo redentor en este autor; influjo que se interna como aroma lascivo y
penetrante en el lector para ser destilado por la imaginación y alcanzar así la redención.
La ruta del Aqueronte devela -desde el título- la seña de la intertextualidad, mar-
ca suprema en la prosa posmoderna. Andar por la ribera del Aqueronte, río temible o río
de la tragedia en su etimología, no puede resultar un día de campo. La figura alegórica
de este río, a quien Platón denominó “el segundo más grande del mundo después del río
Océano”, posee un lugar insustituible dentro de las mitologías pagana y católica. Este río
se instala con presteza en el imaginario literario occidental desde el siglo I con Virgilio y
el descenso de Eneas al Averno.
La historia se ubica en el último cuarto del siglo XIII en la península ibérica. La
trama puede resumirse al tránsito o procesión que realizan una docena de caballeros, al
servicio del Rey Alfonso X, de Burgos a Santiago de Compostela para depositar en el
santuario una reliquia perteneciente al apóstol San Pedro. En realidad la trama funciona
como pretexto para que un juglar, quien hace las veces de narrador, cuente los hechos.
Desde el momento en que el juglar carece de nombre, es evidente la intención para mos-
trarlo con una identidad vaga o confusa que se disuelve en puntos suspensivos. Prosista
cuidadoso y de pluma exigente. El Fondo de Cultura Económica ha editado dos novelas
más de Rojas Rebolledo: Bálano (2012) y La mujer ladrillo (2016). Esta última es un
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canto al valor de la vida y la felicidad. Se trata de una obra literaria que condensa en su
precisión, en su brevedad metódica y pausada tanto el amor por el terruño, el recono-
cimiento amable por la nostalgia y por la simplicidad de la vida sin calificativo alguno.
De todo el corpus literario estudiado por autores locales, esta novela demuestra un estilo
marcadamente diferente y humano, así como un dominio técnico impecable.
En el caso de José Perpuli, si bien se trata de obras publicadas por él mismo, la
riqueza radica en que rescatan aspectos históricos y tradicionales de Loreto, su lugar na-
tal. Los títulos son Buscando libertad encontré Sudcalifornia (2009) y Perlas (2013).
Otros autores
Estos autores no conforman una generación, sino un grupo que revela modos
diversos de aproximación a la creación literaria. A los cuatro primeros los distingue su
formación autodidacta y la coincidencia poseer una primera publicación como libro en
forma tardía, es decir, cuando ya estaban en plena madurez vital.
Salvo Davis, quien además de narrativa ha escrito trabajos históricos y es la que
más títulos ha publicado, los demás se han insertado en la historia literaria sudcaliforniana
muy recientemente y por ende, no es posible encontrarlos como referencias autorales.
Los nombres que conforman este grupo son: Alejandro Magallón (1927), Estela
Davis (1935), Carlos Ramón Castro Burgóin (1937), Olgafreda Cota (1941) y Jorge
Manuel Agúndez (1956). En términos generales la obra de estos autores es breve, salvo
Davis. Magallón y Olgafreda Cota si bien se han dedicado a la literatura desde hace
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Final
Valga esta presentación panorámica como una selecta muestra representativa
del quehacer literario en Baja California Sur en la actualidad. Resulta hasta cierto
punto fácil concluir que la narrativa sudcaliforniana e incluso la poesía tienen actual-
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mente una vida muy activa; nunca antes en la historia literaria ni en la historia del
estado había existido una dinámica, una continuidad en la publicación de las obras
como ahora, que además creciera de manera paralela al interés por parte de la crítica
y los lectores.
Sin duda, el empuje que ha dado el Gobierno del Estado a través del Instituto Sud-
californiano de Cultura ha sido la fuerza motriz para que la literatura estatal se encuentre
en una situación inédita en cuanto a número de títulos publicados que abarcan, además
de todo, los cuatro géneros literarios. A la fecha los títulos de narrativa, en segundo lugar
se ubican los libros de la poesía, pero también empiezan a darse ya nombres dentro de
la dramaturgia y el ensayo.
Este aspecto –de inicio– es no sólo culturalmente satisfactorio sino marca una
pauta de integración en la vida literaria local ya que la visión de impulso sostenido lleva
casi dos décadas y los resultados ya son evidentes: la literatura sudcaliforniana existe y
se mueve. La literatura escrita desde Baja California Sur o con temas sudcalifornianos
empieza a incursionar más allá de sus fronteras. Ejemplo de lo anterior es el trabajo
de tesis doctoral de la doctora en Letras Ilda Elizabeth Moreno Rojas, académica de la
Universidad Autónoma de Sinaloa, tesis titulada La representación espacial del norte
de México en el imaginario narrativo (Colegio de Michoacán, 2017) en la cual ya se
incluyen autores sudcalifornianos para su estudio.
Es fácil hablar de programas institucionales, organización de premios, concur-
sos, ediciones y coediciones sin reflexionar a fondo en torno a la labor del equipo hu-
mano que hay detrás de estos hechos y programas, así como el presupuesto destinado
a ello. En buena medida el futuro editorial de las letras sudcalifornianas depende de
sus instituciones, pero tanto la gente que escribe como los estudiosos de la literatura,
concentrados principalmente en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, de-
ben saberse parte de un sistema literario mayor que los obliga a revisar la calidad de las
obras publicadas y a fomentar tanto los estudios críticos como acciones para preservar
las obras.
Lo que resulta más complicado es integrar o implantar –de buenas a primeras–
los rasgos idiosincráticos que moldeen una cosmovisión única, en una sociedad que está
en constante trasformación en varios niveles. También resulta complejo someterse a un
juicio nacional y ser medido con el mismo rasero que otros estados del Norte de México
cuando los factores de desarrollo cultural, literario y académico ha marchado a otro rit-
mo, han quedado fuera de foco por varios años. Apunto, antes de la frase final, que es
notorio el incremento de libros de crónica y libros testimoniales, de ediciones de autor o
ediciones institucionales; pareciera que la tendencia hacia el futuro cercano fuese dejar
testimonio manifiesto de las transformaciones a la par de evocar la nostalgia de un pasa-
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do disuelto. Este aspecto resultará de sumo interés dentro de un par de años en la cultura
literaria estatal. Antes de preguntarnos desde cuándo existe la narrativa sudcaliforniana
y cómo es, debemos preguntarnos si existe Sudcalifornia y cómo es.
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2013.
Tres fantasmas, un espectro:
la maternidad disidente en Ecos de Atenea Cruz
derive from this resistance. The female characters do not have a gender consciousness
derived from an identified ideological agenda. However, they embody the attributes of
an unconsciously and unstable chosen motherhood, whose actions and words transgress
social and cultural codes and values. Therefore, far from being represented as a mere
denouncing discourse, the complex idea of being a non-conventional mother penetrates
the characters’ subjectivities, whose existences are intertwined beyond their genetic her-
itage. The ways of representing a conflicted motherhood in the novel form a spectrum
of dissident ideas ranged from the discursive denial of motherhood to filicide, leaving in
the violent acts inside their stories a lasting mark in the family’s memory. These aspects
will be fundamental in the constitution of the stories, their characters and its subjectivities
represented in the novel.
Consideraciones previas
Si bien la figura de la madre ha sido representada en la literatura desde tiempos
remotos, hasta mediados del siglo XX su configuración era relevante en tanto que valiera
como justificación para las subjetividades del hijo, por lo regular protagonista masculino
de las obras. El embarazo, el parto y la crianza como aspectos centrales son temas de
reciente incorporación que surgen a la par del auge de la literatura escrita por mujeres y
que ahora la crítica trata desde la perspectiva de género (Reyes 7). De esta forma, las ma-
nifestaciones literarias contemporáneas se vuelcan hacia la representación de historias
locales y subjetivas, “así como un retorno de la ficcionalización y estetización frente a la
erosión de las literaturas comprometidas” (Chaves, 118). Si bien los presentes temas no
son exclusivos de la literatura reciente, sí llama la atención la manera como las agendas
de la producción literaria contemporánea presentan una intensificación de los mismos
en lo que respecta a su material narrativo. Por otra parte, en Hispanoamérica aún son
pocos los estudios que analizan las representaciones de la maternidad disidente en los
textos literarios, tema tratado de forma más amplia desde la sociología y la psicología.
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Al respecto, Ricard señala que el feminismo, en su afán por deconstruir las estruc-
turas ideológicas a través de las cuales se perpetua el ideal de maternidad y las prácticas
reproductivas de las mujeres, contribuyó al giro en la representación de la figura materna
tanto en la cultura como en la literatura (5). En este sentido, hablar de representaciones
significa trabajar en el terreno de los imaginarios que, como apunta Palomar, permiten
“reconocer el peso de ese otro lugar de producción de sentido que se diferencia de la rea-
lidad e incorporar el juego social de los fantasmas y el deseo” (16). Es así como en el te-
rreno de lo literario es importante tomar en cuenta también sus representaciones y, por
lo tanto, estudiar con detenimiento no solo el porqué de su presencia, sino además las
formas escriturales y artísticas con las cuales han ido construyendo sus mundos posibles.
Por otra parte, los estudios que se realizan en torno al ideal de madre señalan que
este constructo se asocia con la categoría de mujer, mas no con la de persona o humano.
Esto resulta interesante pues es posible vislumbrar cómo en las manifestaciones literarias
actuales en las que el cuestionamiento del ideal de madre toma un papel central, es una
constante encontrar a personajes femeninos deshumanizados en tanto que toman atribu-
tos animales, o bien, se desmaterializan en voces fantasmagóricas.
Asimismo, es notorio que en las representaciones en torno a la transgresión de
este imaginario poseen características bastante específicas en las que figura en primer
lugar el padre ausente. Al respecto, Viveros señala que en la literatura mexicana “los hi-
jos varones, en general, suelen no interactuar de manera directa al representarlos como
hijos abortados o muertos a temprana edad […]. Las hijas, por su parte, son representa-
das con matices que tienden más hacia la relación conflictiva al mostrar de manera clara
y directa los celos, las envidias y la incomprensión entre madres e hijas” (174).
Como ejemplo de lo anterior se encuentran los textos que abordan el tema de
la maternidad ambivalente o disidente y que, desde el realismo, lindan con las fronteras
de la animalidad, como en el caso de El matrimonio de los peces rojos (2013) de Gua-
dalupe Nettel y Casas vacías (2018), de Brenda Navarro, así como Pájaros en la boca
(2008) de Samantha Schweblin, en el cual la hipérbole de tal animalización desemboca
en escenarios que toman elementos de la literatura fantástica. De igual forma, aunque
vinculadas al siglo anterior pero cuyo estudio es reciente, están las novelas que en el
contexto de las dictaduras latinoamericanas recuperan las voces de ultratumba que dan
cuenta de la experiencia de las madres activistas desaparecidas o asesinadas.
Siguiendo esta misma línea, en 2017 Atenea Cruz publica Ecos, novela en la cual
la autora explora el espectro de la maternidad por medio de las voces de tres personajes
cuya configuración no se ajusta al ideal de género de la mujer-madre, de donde derivan
sus vivencias ambivalentes o negativas. Los personajes de Atenea Cruz no poseen una
conciencia de género derivada de una agenda ideológica identificada. Sin embargo, cada
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uno de ellos encarna los atributos de una maternidad trastornada y no elegida de manera
consciente. Se trata de mujeres que con sus actos y palabras desafían las implicaciones
sociales y culturales de la maternidad, a partir de cuyas voces no solo se construyen sus
subjetividades, sino que también integran un continuum. En este sentido, resulta intere-
sante analizar los discursos y las prácticas simbólicas de los personajes femeninos con el
fin de explorar el espectro de la maternidad disidente. Para lo cual, en primer lugar, se
hará una breve revisión de las consideraciones teóricas que giran en torno al imaginario
de la maternidad para posteriormente analizar de qué manera se plantea en la obra.
Con el fin de dar orden al presente análisis es necesario esbozar, al menos de
forma general, los aspectos teóricos que confluyen en torno al imaginario de la mater-
nidad. Para esto, resulta interesante iniciar con el cuestionamiento que Palomar realiza
respecto a las llamadas “malas madres”, el cual busca dilucidar los efectos subjetivos de
la maternidad cuando las motivaciones para experimentarla no son del todo claras. Para
la autora, “convertirse en madre sin cuestionar las razones […] o las circunstancias en
que una se convierte en madre, puede ser la fuente de catástrofes subjetivas muy serias
-desde cuadros psicopatológicos severos hasta condiciones de vida miserables” (14), lo
que implica un costo individual y social muy alto.
De esta forma, la falta de certeza sobre las motivaciones para ejercer la mater-
nidad deviene en una inadecuación en su ejercicio, el cual se encuentra regulado por el
imaginario construido en torno a este espectro. Para Ricard (5) tal imaginario se trata de
un ideal universal en el que los cuerpos de las mujeres se “maternalizan” y despojan de
todo rasgo o ejercicio que no se vincule a la crianza, sin distinción de clases sociales, pues
se considera como un mandato biológico. Por su parte, y en el mismo tenor, Palomar
señala que el constructo de la madre se configura como un ideal abstracto y generaliza-
dor, como una “gran matriz representacional” tomada como parámetro para distinguir
entre una buena y una “mala madre” (16). Así, será el grado de cercanía (apego) o lejanía
(disidencia) de este eje lo que determina si se trata de una u otra. Es indudable la manera
como semejante conflicto de intereses, derivado de tal mandato, influye en las concep-
tualizaciones omnipresentes que determinan el constructo de la maternidad y su relación
con la identidad y la subjetividad.
Asimismo, la figura de la “mala madre” constituye en sí misma un espectro de
disidencia. Es decir, conforma una escala en la que en el extremo menos castigado so-
cialmente se encuentra la negación discursiva de ser madre, pasando por el maltrato
físico y psicológico, el abandono, el aborto hasta llegar al extremo de la disidencia total:
el filicidio. De tal forma que la transgresión se puede dar en tres ámbitos: el moral, el de
la salud y el legal (Palomar 19). Por ende, la teoría señala que la regulación del imagina-
rio de la maternidad es una práctica discursiva y, como tal, la transgresión a este puede
darse desde los actos de habla, elocución y enunciación.
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Ecos, como su título lo sugiere, es una novela de voces. Una obra fragmentaria
en la que a través del discurso de sus personajes es posible reconstruir la historia de tres
generaciones de madres marcadas por el desorden mental, la insatisfacción y las violen-
cias cotidianas. Se dice que por medio de la maternidad se deja de ser hija, pues la nueva
madre se enfrenta a su propia formación y trata de no repetir patrones o rasgos de su
progenitora que hayan generado un conflicto para la construcción de su identidad. Al
respecto, De Barbieri, Malvido y Torres señalan que esta situación propicia un sentimien-
to de competencia y rivalidad con la madre: “Si es una madre con un conflicto sexual o
con un conflicto en su propia identidad, la niña no va a encontrar la identificación con
el cuerpo femenino” (75). Sin embargo, en la novela es visible que pese a la aversión
hacia la figura materna que experimentan los personajes femeninos, estos se encuentran
condenados a ser un reflejo de los traumas, carencias y manías de su progenitora a través
de una especie de juego de espejos en el cual cada generación resulta más perturbada.
Si bien, la hipérbole de esa subjetividad trastornada se presenta en la figura de
Celia Santana, protagonista del relato, su configuración forma parte de un continuum,
de una tragedia en gestación cuyo origen se remonta a su abuela --de la cual no se pre-
senta el nombre-- y que se desarrolla por medio de la relación con Epifania, su madre. En
lo que respecta al personaje de la abuela, es posible conocerla hacia mitad de la novela
a través de una voz que devela la divergencia de su maternidad, pues al tiempo que sus
confesiones terminan siendo problemáticas, se encuentran matizadas por el deseo de
protección: “Yo, por ejemplo, me quedé de este lado porque se me figuró que le iba a
hacer un bien a Epifania manifestándole que su vida no llegaría a buen término si seguía
de aferrada a hacer las cosas a su modo” (Cruz 66). De esta forma, se pone de manifiesto
el deseo de imposición ante la voluntad de la hija, lo cual de forma irónica potencializa
en Epifania la búsqueda de autonomía para construir su identidad a cualquier precio.
Por tanto, al huir la hija, el ejercicio de poder de la abuela consistirá en la constante hu-
millación por los fracasos de Epifania y la transmisión de una ansiedad higienista cuyo
significado opera en dos sentidos. Por un lado, como una manía en la que se desfoga la
frustración y, por otro, la limpieza como estatus de bienestar, como forma de ocultar la
marginalidad y la corrupción moral: “Tu hija tiene lombrices, cochina, ¿crees que con
remojarle el pelo y llenárselo de moños da el gatazo? Pues no, acuérdate de que la mugre
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(105). Llama la atención la relación que se establece entre los motivos que generaron
sus nombres y la ausencia de una voz, cuya conciencia estará restringida por el filtro de
las demás voces que dan cuenta de su historia. Se trata de la representación de una con-
ciencia velada, cuya percepción oblicua deriva de la ausencia de una enunciación directa.
De igual forma, la anulación de Epifania se patenta bajo el rigor de su madre,
quien se opone a sus aspiraciones histriónicas. Sin embargo, la libertad contraída al es-
capar del seno materno desemboca nuevamente en una anulación, al ser marginada del
espectáculo circense por carecer de aptitudes para ello: “Lo malo fue que su cuerpo no
dio de sí: lo más cerca que estuvo de la pista fue cuando le tocó vender dulces y cigarros”
(106) y ser condenada a la taquilla, pues “Ella había nacido para observar cómo los de-
más disfrutaban del espectáculo, mientras perforaba cientos, miles, millones de boletos.
La mirada llena de agujeros que atestiguaban el deleite ajeno” (60). Humillación que se
potencializa, a su vez, con la crítica constante de su madre por no conseguir su objetivo.
Asimismo, Epifania sufre al ser abandonada por el padre de su hija y, debido al
peso de la carga cultural de semejante hecho, nulificada como mujer al no ser vista más
como agente de deseo, generando en ella sentimientos contradictorios:
su madre la tironeaba del brazo, le preguntaba con morbosa ira cómo, cuándo,
dónde; la llenaba de insultos, hablaba de traición y abandono como si fueran
una misma palabra. Celia se limitaba a sonreír, como diciendo: A mi cuerpo va
a entrar quien se me antoje, cuando me dé la gana. Entonces ni medio frasco de
chochos para la presión arterial neutralizaban el veneno que recorría los muslos
maternos, celosos, ignorados por cada hombre en el mundo. (89)
De esta manera, al igual que su madre, termina por proyectar sus traumas, an-
helos y frustraciones en su hija, por tanto, su maternidad resulta también ambivalente.
Su deseo de protección deviene en castración, motivada tanto por la envidia como por
el miedo de que su hija tenga un destino similar al suyo, pues “Epifania notaba aquella
tristeza, los inconfundibles rastros del sufrimiento sofocado que ella misma había expe-
rimentado en el pasado” (64). En este sentido, el escape de Celia implica la muerte por
ira de Epifania, quien al verse sola se descubre impotente ante lo único sobre lo que creía
tener control en la vida y ve perdidas sus esperanzas de realización encarnadas en su
hija. Sin embargo, su influencia logra atravesar las barreras de la muerte, al dejar como
venganza la semilla de una existencia trastornada.
manifiesta una conciencia de sí misma mucho mayor a la de sus antecesoras: “Me llamo
Celia Santana y mi mayor talento es mortificar al único hombre que de verdad me quiso.
Es mi venganza” (14). Al tiempo que se asume como producto de sus ancestros, pues se
autodefine como “…mi propia versión de lo que mi madre me enseñó a lo largo de los
días que pasamos juntas” (14). Sin embargo, ella también da indicios de ciertas patolo-
gías cuyos orígenes apuntan tanto a su formación familiar como al suceso traumático y
la decepción amorosa que sufre al descubrir la homosexualidad de su infiel amante, Luis.
Lo anterior se adereza con la venganza de este último, quien roba el caballo de Celia,
dejándola sin acto circense, “Inútil. Vacía” (91) e irónicamente embarazada. Por tanto,
ella busca huir de ese entorno que ya no tiene nada que ofrecerle, escapando con Raúl,
“su pase urgente a la libertad” (89) y hacia quien no siente ningún tipo de afecto.
Es en este contexto en el que se presenta la primera disidencia materna de Celia,
quien después de contraer matrimonio con Raúl decide abortar al hijo producto de su
relación previa. Esta acción resulta motivada por el odio hacia Luis, pues si bien Celia se
asume como una mujer que no pertenece a su casa -leyéndose de forma literal como su
crianza en el circo y en el sentido figurado de no ceñirse al imaginario de lo que implica
ser mujer- en un inicio existía en ella el deseo y el morbo por procrear a los hijos del
enano. Sin embargo, a partir de la traición antes señalada, será el resentimiento lo que
motivará todas las acciones de la protagonista y no solo aquellas relacionadas con su ma-
dre: “Celia, que había estado segura de que nada iba a superar el rencor que sentía hacia
una madre asfixiante […] odió a los hombres porque la abandonaron desde antes de su
nacimiento, porque sabía que nunca veían su número con verdadera atención” (90). Los
propios actos de abandono han terminado por reificar su ser y, por ende, mermado la
satisfacción y autovaloración de su talento.
De esta forma, Celia se apropia del miedo al abandono transmitido por su ma-
dre y comienza a verse reflejada de manera constante en ella, al punto de generar una
animadversión hacia los espejos. Es en estos objetos donde descubre la imposibilidad de
una identidad autónoma, es en ellos donde se materializa una historia de insatisfacción
que no concluye con la muerte.
Mamá cree que no me he dado cuenta. Pero hace mucho que la descubrí. Sabe
bien que no puedo escapar de mi reflejo […] Ya está aquí de nuevo. Brinca con
su boca de víbora abierta. Se vuelve el eco de mis movimientos. Me repite. Ya no
sé bien si soy yo o es ella la que me observa desde el espejo. Escarbando dentro
mío. Buscando. Buscando. (56)
En este sentido, cabe mencionar lo señalado por De Barbieri, Malvido y Torres,
quienes afirman que el acceso al lugar de la madre, cuando se ha tenido una figura mater-
na problemática, se materializa en una imagen terrorífica que puede devenir en sadismo
contra los propios hijos. Asimismo, las autoras agregan que “el hijo representa el que la
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puede devorar, limitar, chupar todo lo que ella tiene. El hijo se instituye de entrada como el
demandante y se convierte inconscientemente en el ‘asesino’ de ella. La limita. La mutila”
(76-77). Esta misma preocupación es manifestada por Celia, quien tras el breve periodo
de esperanza que representa su segundo embarazo, la ve perdida ante el nacimiento de un
hijo deforme, que se le figura una materialización monstruosa del castigo divino al que está
condenada por su primera disidencia y lo convierte en el motivo central de su desasosiego:
Me embarazó para que mi cuerpo ignorara mi voluntad y se rindiera a un hambre
tan violenta que me controlaba. Estoy segura también de que Bruno nunca me
quiso: me transformó en un pedazo de carne fofa, me recluyó en la cama, me
sorprendía con sangre a media ducha, parecía decirme “Aquí estuvo mi herma-
no, con tu sangre voy a limpiar la suya”. (Cruz 26)
Así también, a las voces maternas que la atormentan se le suma el llanto del hijo, que
más allá de presentarse en el texto como un acto recurrente, se convierte en una atmósfera
que envuelve la casa de Celia y se confunde con su propio llanto. Por lo cual, si Celia aspira a
alguna especie de felicidad, una tregua para el descanso, esta tendrá que ser el silencio: “Una
noche soñé que lo asesinaba. Fue la primera vez en varias semanas que desperté sin rastro de
cansancio, tranquila” (26). Por tanto, es a causa de esta búsqueda que terminará por asesinar
al ser que se formó en su seno y le devoró las entrañas, para posteriormente suicidarse.
Finalmente, tanto Celia como su madre y abuela se ven condenadas al eterno eco de
sus voces, a la negación de “la única felicidad posible”: el silencio, pues ni la muerte resulta
absolutoria para ellas. “Cuando supe que murió creí que por fin íbamos a dejar de padecer-
nos la una a la otra. Qué imbécil fui: eso la dejó completamente libre para perseguirme” (14).
Conclusiones
Con base en el análisis de la novela, se puede apreciar que los personajes feme-
ninos de Ecos poseen un tipo de socialización y se encuentran insertos en un contexto
histórico que no les permite cuestionarse las razones ni las circunstancias por las cuales
se convierten en madres. Sin embargo, las formas en las que ellas ejercen su maternidad
no se ciñen al ideal social y cultural establecido. Por el contrario, resultan problemáticas
y representan costos tanto individuales –insatisfacción, imposibilidad de realización per-
sonal, asedio– como sociales, –la transmisión de manías y fobias, marginación, imposi-
bilidad de establecer relaciones sanas y el asesinato.
Por lo tanto, la novela de Atenea Cruz, lejos de presentarse como un discurso que
denuncia el ideal y la imposición de la maternidad, profundiza en las subjetividades de
Epifania, Celia y su abuela, cuyas existencias atormentadas se entrelazan más allá de lo
genético para conformar un espectro más amplio: el de la maternidad disidente. Mientras
que la ambivalencia materna de Epifania y su madre no vulnera el campo de lo legal, sus
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actos y discursos sí resultan transgresores en tanto que no se ajustan al ideal moral y mu-
cho menos al de la salud, lo cual se hace patente en la forma en la que ambos personajes
evidencian deseos innombrables y ejecutan su venganza valiéndose de la castración y la
desestabilización psicológica de su estirpe. Es esta misma divergencia la que funge como
caldo de cultivo para que Celia figure como la hipérbole de la subjetividad trastornada al
grado de la disidencia materna al llevar a cabo un aborto, cometer filicidio y, finalmente,
suicidarse, teniendo así una injerencia en el orden jurídico, que problematiza aún más su
existencia y su relación conflictiva con el mundo. Es así como Atenea Cruz escarba en
las raíces del desorden mental y las violencias cotidianas por medio de un juego de voces
y estructuras fragmentadas que permiten explorar las diversas posibilidades de un mismo
fenómeno. Así, los actos violentos dejan huella en una memoria que será parte funda-
mental en la constitución de las historias que conforman las subjetividades que aparecen
representadas en la literatura contemporánea. La maternidad disidente será entonces
uno de los elementos por seguir explorando en estas narrativas y sus representaciones
artísticas en la literatura, que dan cuenta de la gran complejidad de la conciencia.
Bibliografía citada
De Barbieri, Teresita, et al. “El filicidio: Tema que horroriza.” Debate Feminista, nº 6,
1992, pp. 71-83.
Vivero, Cándida. “De madres, hijos y otras cuestiones afectivas: comentarios crítico-
analíticos a las temáticas recurrentes en las narradoras mexicanas nacidas a partir
de 1970.”. La ventana. Revista de Estudios de Género, vol. 4, nº 35, 2012,
pp. 164-81.
La resignificación de la frontera en Basura de Sylvia Aguilar Zéleny
Resumen: La obra narrativa de Sylvia Aguilar Zéleny (Hermosillo, 1973) en las que se
cuentan Una no habla de esto (2007), Nenitas (2013) Todo eso es yo (2016) y Basura
(2018), entre otras, está poblada por voces narrativas enfrentadas a su entorno, muchas
veces en razón de su doble condición de marginalidad, ocasionada por su género y su
estatus social. Este enfrentamiento puede reconocerse en la expresión de la interioridad
de los personajes que se ubican y movilizan en espacios urbanos del norte de México.
En Basura (2018), novela enmarcada en el contexto marginal del relleno sanitario de
Ciudad Juárez, los personajes femeninos construyen un relato en el que los límites de
los espacios urbanos y de los íntimos son sujetos de un proceso de transformación que
resignifica tanto al entorno como a las protagonistas. La vida cotidiana del basurero y del
barrio de la periferia, espacios marginales por excelencia, aparecen, paradójicamente,
como el último reducto de paz ante los embates de la violencia urbana y son el escenario
de la narración sostenida por tres voces diferenciadas, Alicia, Reyna y Gris. En Basura,
mediante las voces liminales mencionadas, se explora el universo íntimo de quienes ha-
bitan el ámbito marginal invisibilizado históricamente. La frontera como límite espacial,
social, cultural y personal se resignifica mediante un juego entre las voces narrativas y su
referente.
Abstract: The narrative work of Sylvia Aguilar Zéleny (Hermosillo, 1973) with works
like Una no habla de esto (2007), Nenitas (2013) Todo eso es yo (2016) y Basura
(2018), among others, is populated by narratives voices in conflict with their surround-
ings, due a double status of marginality, caused by their gender and social status. This
confrontation can be recognized in the characters’ expression of their interiority, who
are located and mobilized in urban spaces of northern Mexico. In Basura (2018), a nov-
el framed within the marginal context of the Ciudad Juarez’ landfill, female characters
build a story in which the boundaries of urban spaces and intimacies are subject to a
transformation process that re-signifies both the environment and the protagonists. The
daily life of both the landfill and the neighborhood of the periphery, marginal spaces par
excellence, are presented, paradoxically, as the last bastions of peace in the face of the
ravages of urban violence. These are the spaces containing the narrative of three differ-
entiated voices, Alicia, Reyna and, Gris. In Basura, through the aforementioned liminal
voices, the intimate universe of those who inhabit the marginal area historically invisible
are explored. The frontier as a spatial, social, cultural and personal limit is redefined
through an interesting play between narrative voices and their referent.
2. Según la situación geográfica de México, el norte del país lo constituirán aquellos estados que
estén por arriba del Trópico de Cáncer, ya que este permite delimitar el territorio por zonas climáticas, de
esta manera el Norte de México estará conformado por Baja California Norte, Baja California Sur, Sono-
ra, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, estas
últimas tres entidades se encuentran atravesadas por la línea del Trópico, lo que podría explicar por qué
suelen ser excluidas en el estudio de la Literatura del Norte.
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A pesar de la variedad temática y formal que supone el devenir literario del Norte,
habría ciertos rasgos característicos, como las referencias a la lucha contra el clima, la
cultura norteamericana y la migración. Estos atributos de la llamada Literatura del Norte
han sido reiterados por la crítica aunque con con algunas variaciones como las propues-
tas por Víctor Barrera Enderle, quien señala que “al Norte correspondió una narrativa
centrada en algunos tópicos: frontera, narcotráfico, migración, desierto, etc.” (69) o las de
Rafael Lemus, quien agrega: “el norte fabrica un subgénero. Mírese enfrente: toda mesa
de novedades tiene al menos tres libros sobre el narcotráfico”. El mismo Eduardo Antonio
Parra enumera algunas particularidades de la narrativa del norte, entre las que destacan el
lenguaje, el espacio (paisaje y clima), la acción, la presión de la cultura estadounidense en
la franja fronteriza, la experimentación constante y la internacionalización (14-16).
El espacio referido en la novela que ocupa este estudio es el de la fronteriza Ciu-
dad Juárez, no predomina ese aspecto sociogeogrñafico en la propia diégesis, más allá
de ser el lugar que contendría los mundos principales de la misma: el basurero municipal
de la ciudad y el barrio Azteca. De igual manera, los temas del narcotráfico, su violencia,
la migración carecen de relevancia en el universo narrativo del texto. Sin embargo, una
seña distintiva de la escritura de Aguilar Zéleny es la presencia de voces narrativas fe-
meninas que se ubican y movilizan en espacios urbanos del norte de México, algunos de
carácter más ambiguo como el caso de Nenitas (2013), mientras otros, como Todo eso
es yo (2016) y Basura (2018) son claramente identificables como fronterizos.
Es decir, si se considera que, en Basura, el espacio diegético se localiza en Ciudad
Juárez, la novela podría ser ubicada en la narrativa fronteriza; sin embargo, como re-
cuerda Gabriel Trujillo Muñoz, esta categoría corresponde al término utilizado por parte
de la crítica para caracterizar la narrativa dominada por la temática de la migración: “La
literatura de la frontera era, para los estudiosos de ambos lados de la línea fronteriza,
simple y llanamente literatura de migración; era la que escribían los autores mexicoa-
mericanos como memorias de familia o como relatos de ficción de su travesía rumbo al
paraíso de los dólares” (84). ¿Qué hacer entonces con la literatura producida en la franja
fronteriza que no se adecuaba a la primera definición básica de la crítica estadouniden-
se ni mexicana? La respuesta a esta interrogante la dieron los mismos escritores de la
frontera norte de México, quienes, de acuerdo a Martín Torres Sauchett, manifestaron
su inconformidad, de manera crítica y contestataria a través del trabajo literario (121),
una lucha que tuvo lugar en los años setenta y ochenta del siglo pasado, y que llevaría a
la consolidación de esta literatura en la década de los noventa.
Resultado de esto, “tanto la crítica como la academia en México y Estados Unidos
ya reconocieron que la Literatura de la Frontera es la que escriben los autores fronte-
rizos del norte de México” (Torres, 121), de esta manera y ampliando la parquedad de
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3. Del 1 al 17, parte uno; del 18 al 29, dos, y del 30 al 45, tres.
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4. Valdría la pena recordar aquí que según Lotman, una semiosfera puede verse atravesada por
fronteras de distintos espacios semióticos. Idea que puede extrapolarse a la diégesis narrativa para reforzar
los argumentos de Berumen y Trujillo.
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territorio juarense, atraviesa otras fronteras urbanas hasta llegar al Basurero Municipal:
“Cada sesión toma el día entero. Primero la travesía El Paso / Ciudad Juárez, luego re-
correr la ciudad entera hasta llegar a la orilla de la orilla” (Aguilar, 48). Mientras este viaje
es apenas esbozado en la narración, puede considerarse como geográficamente cierto
dentro del mundo diegético; sin embargo, el espacio del Basurero representa también
otra frontera, que se puede explicar metafóricamente como de otredad. Para Gris, su
interacción con los habitantes de este espacio marginal, es una oportunidad para atisbar
una realidad que le es completamente ajena:
No me puedo borrar la impresión del primer día. Una cosa fue haber visto el lugar
en las fotos, en el video de Henry, en todos esos mapas, y otra muy distinta haber
estado ahí… Ese lugar es barullo, risas, una canción que nunca se acaba. Creo
que ninguno de nosotros imaginábamos que sería así. Creo que todos estábamos
haciendo el mismo esfuerzo por no parecer sorprendidos por ese mundo que se
erigía ante nosotros. Estoy segura de que más de uno de nosotros pensó: «¿en
qué me he metido?» Sé que yo lo pensé. No sólo eso, tuve la sensación de que he
iniciado algo que me arrastrará entera. (Aguilar, 48)
El desconcierto del grupo de investigadores norteamericanos ante el bullicio del
basurero contrasta con el silencio que guardan sobre la crudeza de la vida en el mismo:
Nos concentramos en hablar un poco de la estrategia a seguir, de las modifica-
ciones que tendríamos que hacer a nuestros cuestionarios y al estudio en general.
Nadie, revisitó lo que acabábamos de ver, sentir, oler. Nadie, por ejemplo, dijo
nada sobre el niño jugando cerca del cadáver de ese perro, ni sobre el costal de
fruta o verdura que arrastraba una mujer. (49)
Prefieren concentrarse en los cuestionarios que habrán de realizar a los habitantes
de la zona, aunque cabría suponer que si Gris forma parte de esta colectividad del lado
norte de la línea, las escenas de ese primer día, que repasa en su narración, fueron igual-
mente impactantes para el resto del grupo debido a su idiosincrasia compartida.
Uno de estos habitantes del espacio marginal del Basurero es Alicia, la voz que
abre la novela. En su caso, no cruza nunca el límite geopolítico de la línea, sino que se
mueve dentro de las propias fronteras urbanas que atraviesan Juárez. El recorrido de
Alicia a través del espacio fronterizo y el marginal de la ciudad es circular y cultural. Su
infancia transcurrió en el Barrio Azteca. En el primer momento de la enunciación, cuan-
do Alicia ya es pepenadora, dice: “La casa era pequeña. Una de esas casas con comida
a diario. Tenía las cuatro paredes. Firmes todas. Tenía ventanas, puerta y chapa. Una
buena chapa. Tenía dos catres, tres sillas, una mesa y una estufita; tenía tazas, platos,
cucharas, cuchillos. La casa tenía chapa” (11), y aunque durante su niñez, hacía viajes al
Basurero en compañía de “Ella”, la mujer que la crio, ese era un mundo ajeno:
En esa época no hacíamos lo que ahora yo hago todos los días. No pasábamos
la mañana acá esperando que llegara el camión de la basura. No nos poníamos
bajo la carga bajo la cascada de cosas para agarrar primero. No nos peleábamos
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por esta cosa o aquélla. No agarrábamos cosas para luego venderlas… De acá
ella sólo sacaba lo básico. Nosotras, que te quede claro, no tenemos necesidad de
esto. Así me decía todo el tiempo. Lo hacemos solamente porque sí, porque está
ahí, pero tú y yo vivimos mejor que esta gente. (15-16)
En este punto, para Alicia, la frontera entre el barrio y el basurero, “ese lugar que
ha dejado de ser la ciudad para ser su propia ciudad” (Aguilar, 21), será el espacio físico
de cuadras que separan la casa del cerco, frontera material, que delimita el territorio del
relleno sanitario. Cruzar dichas fronteras no supone un cambio en su autopercepción.
Sin embargo, la vida de la narradora da un vuelco cuando Ella inicia una relación con
Rogelio, quien abusa en repetidas ocasiones de Alicia, hasta ser descubiertos por Ella,
quién la abandona después de llevarla a pepenar al basurero. Alicia con apenas doce
años, decide, empujada por el hambre y el aburrimiento, decide volver al basurero, lo
hace diariamente hasta el día que cansada, decide dormir ahí. Cruzando metafóricamen-
te la frontera que la separaba de los pepenadores que habitan el basurero, pasa de la
imitación a la asimilación al nuevo espacio:
Me quedé durmiendo como había visto a tantos otros hacerlo: encima de unos
cartones, echa bolita tapada por unas bolsas. No sé si tuve miedo, sólo sé que
dormí profundamente, como si el calor de la tierra bajo la basura me calentara.No
volví a casa ni al otro día ni al siguiente. Unos días después ya tenía una carpa y
un perro me había adoptado. (71)
A partir de ese instante, el Basurero se convierte en el espacio propio de Alicia y
su identidad en la representada por la idiosincrasia de quiénes lo habita. La frontera cam-
bia para ella, y hasta el momento de la enunciación de esta primera parte, la ciudad será
el espacio ajeno y desconocido, del que la separa el barrio, que se construye ahora como
el espacio fronterizo que no pretende cruzar, pero al que, en la circularidad mencionada
anteriormente, se ve obligada a regresar.
La tercera voz, y una de las más interesantes por el tipo de fronteras que cruza,
como se verá más adelante, es Reyna Grande, la madrota del Barrio Azteca. Es mediante
su perspectiva que el barrio se descubre como un lugar liminal y positivo, producto del
esfuerzo propio de los seres marginales que lo habitan:
A lo que iba es a darte una idea de cuánto nos costó llegar a este nivel de respeto
en el barrio. Cuando yo estaba empezandito no faltaba quién le rayara el carro a
Linda o quien grafiteara palabrotas afuera del edificio… somos nosotras… quien
ha traído bienestar al barrio… nuestro barrio es como un pueblo en sí mismo…
está lo suficientemente alejadito de la ciudad, del basurero y de las iglesias, los
mayores focos de infección de por aquí… (90-91)
A pesar de afirmar que el barrio es un pueblo dentro de la ciudad, sigue localizado
en el espacio periferia de la misma, más cerca del Basurero que del centro. Un lugar
marginal que Reyna pretende que no lo es: “Hasta se te olvida que por este rumbo está
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el pinche basurero municipal…, no se alcanza a ver desde aquí, y bendito sea tampoco se
alcanza a oler. Pero avanzas unas cinco, siete cuadras más y comienza el tufillo. Bueno,
no, diez cuadras. Tal vez quince. No sé, nunca camino hasta allá” (51). En un sentido
espacial estricto, el barrio es el área fronteriza verdadera entre la ciudad y el basurero,
pero la novela juega con la connotación simbólica de ese espacio.
En la representación del Barrio Azteca como un área fronteriza, su condición de
espacio liminal y de salvación se ve reforzada de manera constante, como queda eviden-
ciado en dos sentidos. Por una parte, su índole de espacio de tránsito y no permanencia,
en especial del prostíbulo, como sinécdoque del Barrio, se refuerza al repasar brevemen-
te la historia de sus habitantes: La fundadora, la Linda hace años que abandonó el barrio,
mas no la propiedad del edificio que regentea Reyna, para migrar a Estados Unidos; la
Bonita, quien junto con Reyna y la Cafre fueron las primeras prostitutas en el Barrio,
también lo ha abandonado, aunque en su caso la migración ha sido hacia la marginalidad
total del basurero; la Larousse y la prostituta anónima con las que trata Reyna también
habitan transitoriamente el espacio. Incluso la misma Reyna declara en varias ocasiones
que su sueño es regresar a Ecatepec su lugar de origen, por lo que, aunque el Barrio
Azteca sea bueno, en el ir y venir de estos personajes se apuntala su condición liminal.
Por otra parte, el barrio es también un lugar de salvación, para sus habitantes,
como les recuerda Reyna a sus prostitutas en uno de sus últimos enfrentamientos: “To-
das y cada una de ustedes llegaron aquí, sí Rusita, tú también, tú y todas, todas llegaron
aquí huyendo de algo,… la Bibi y… la Larousse... Las dos huían del pueblo, de la familia,
del señalamiento y aquí encontraron refugio.” (145). Mientras que el recuerdo de las
instrucciones expresas de la Bonita llevan a Alicia a buscar refugio en el barrio: “Mira,
Aliii, me dice, si una vez se te atora algo te me vas a la lonchería ésa, la que está a la
entrada del Azteca, se llama Trópico de Cáncer… Tú te vas ahí y preguntas por Reyna
o por Javier y les dices que yo te mandé” (108). Reyna incluso reconoce ante distintos
narratarios que ella también llegó ahí huyendo de algo: “Yo era una comemierda que en
vez de enfrentar su vida se escapó de ella. Pero el estar aquí fue lo que me ayudó a ser
otra o, más bien, a ser yo” (70), para ella el barrio es el espacio de su identidad y para
llegar al mismo tuvo que atravesar una serie de fronteras simbólicas distintas a las que
atravesaron Alicia y Gris Méndez.
El cruce fronterizo de Reyna ha sido un proceso de ida y vuelta, físico e identitario.
Reyna es una mujer transgénero, que antes de asumir su identidad, era conocida como
Raymundo, un asistente legal en un despacho de abogados norteamericano. Bajo esta
identidad vivió el sueño americano de migrar y ser exitoso, pero aun así decidió abando-
nar su vida y su identidad social masculina para transformarse en Reyna. Para lograrlo
no solamente cruzó, como Gris, la línea hacia Ciudad Juárez, sino que tuvo que cruzar
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las fronteras identitarias de profesión y género para asumirse como el ser doblemente
marginal, por trans y prostituta que habita el ambiente liminal del Barrio Azteca.
Como ya se mencionó, en Basura, los espacios de la diégesis adquirirán carac-
terísticas fronterizas según la perspectiva de la voz que los narre, así por ejemplo el
Basurero es a ojos de Alicia una especie de paraíso en la tierra, en claro contraste con
la primera impresión que Gris tiene del lugar como el no-lugar por antonomasia. Esto
mismo ocurre con el Barrio Azteca a través de la mirada de Reyna. La novela trastoca
las preconcepciones sociales de estos espacios marginales, el basurero y el barrio de la
periferia, para presentarlos, paradójicamente, bajo el asedio de la ciudad, cuyo centro
representa un punto máximo de violencia y negatividad: “a la ciudad se la está llevando
la chingada. Basta que camines por las calles y veas el montón de cruces por todos lados
o los carteles con rostros de muchachas que han desaparecido” (105), que se contrapone
a la visión de Reyna sobre el espacio que habita, “éste es el mejor lugar para vivir, aquí
nadie se mete con nosotros, nadie viene y nos grita putas, maricones, cochinos de mier-
da como en otros lados de la ciudad. Aquí nadie nos juzga. Aquí nadie nos critica” (90),
por lo que un imperativo vital para ella es mantenerlo a salvo de las influencias externas
que pueden corromperlo, desde la competencia desleal entre prostitutas, pasando por
drogadictos hasta los representes políticos del barrio, “¿ya viste los candidatos de este
año? De Guatemala a Guatepeor” (91), todos son peligros que atentan contra la imagen
del Barrio Azteca como un lugar de bienestar, incluso de salvación, para quienes han sido
marginalizados en otros espacios.
Esta idea de enorgullecerse del barrio, tiene su eco en la repetición del mismo
discurso, palabras más, palabras menos que Reyna les dice a las prostitutas que llegan
buscando trabajar con ella: “Esta será tu esquina. Nadie más tiene derecho a usarla …
Ponte lista. Tienes que marcar tu territorio, tu esquina es tu territorio y si no la defien-
des, no sirves para esto, punto” (22), le dice a la Larousse en su primera interacción;
“Bueno, esta que ves aquí será tu esquina y tienes que cuidarla, que nadie te la gane”
(80), le explica a una recluta sin nombre a la que más adelante le recuerda “en el barrio
estamos bien, pero vivimos tiempos peligrosos” (113). Y, si bien Alicia acude al Barrio
Azteca buscando a Reyna, también escucha el discurso de la madrota, aunque no tenga
intenciones de trabajar para ella.
La conciencia de Reyna en su calidad de habitante de un espacio fronterizo, entre
la ciudad y el basurero, le permite tener una mayor perspectiva crítica sobre la configu-
ración de los otros dos espacios, pues, aunque admite desconocer el Basurero, es capaz
de comprender la experiencia de transición identitaria por la que está pasando Alicia, al
dejar su mundo atrás para internarse en el espacio liminal del barrio, en la tercera parte
de la novela.
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momento temporal al terminar la novela. El fin del relato de Alicia coincide con el de
Reyna, mientras que las palabras finales de ambas manifiestan de nueva cuenta las rela-
ciones de narratarios que marcan el texto: “puedo volver a empezar y hacer mi reino otra
vez. Seguro. Mi reino” (154), se dice Alicia, mientras que Reyna le dice a ella, “Tú y yo
nos vamos a ir de aquí y vamos a hacer nuestro reino allá” (157). Alicia es el narratario
principal de Reyna a partir de su primer encuentro, al mismo tiempo que es su propia
narradora.5
Puede decirse entonces que, conforme avanzan las narraciones intradiegéticas de
estas tres voces, se descubren las identidades de los narratarios de dos de ellas, y con ello
el hilo que conectará a las tres como personajes-narradores, que son a su vez narratarios-
personajes de las otras.6 Basura es en este sentido un texto que resignifica, entre otras
cosas, las fronteras entre narradores y narratarios, a partir de la experimentación formal
de su estructura.
La resignificación de la frontera.
En Basura, la vida cotidiana del basurero y del barrio de la periferia, espacios
marginales por excelencia, son el escenario de las narraciones sostenidas por las tres
voces diferenciadas de Alicia, Reyna. y Gris. La novela resignifica las nociones de fron-
teras geográficas, identitarias y simbólicas, tomando como punto de partida la noción de
liminalidad, como el no-lugar metafórico de los espacios fronterizos, entendidos como
aquellos que se encuentran fuera de la estructura jerárquica social, en contraposición con
los espacios que podrían considerarse pos liminales (no fronterizos) dentro de los espa-
cios semióticos del texto.
De esta manera, en la novela aparecen distintas fronteras contenidas dentro de
la semiosfera de Ciudad Juárez, que serán delimitadas por el grado de liminalidad que
presenten en la narración, sin embargo, esta gradación dependerá por completo de la
manera en que las voces intradiegéticas en Basura, interactúen con dichas fronteras, ya
sea cruzándolas, habitándolas o siendo determinadas por ellas.
En este contexto será que, mediante las voces liminales de Alicia y Reyna, que
en la novela se explora el universo íntimo de quienes habitan los ámbitos urbanos mar-
ginales, invisibilizados históricamente, mismos que paradójicamente, son representados
5. “Tengo la manía de hablar sola, en voz alta. Yo creo que eso te pasa después de tanto vivir aquí.
A veces es más fácil hablar sola que hablar con alguien” (115).
6. En la Primera parte, y todavía por tres secciones de la segunda, el narratario de Alicia es Gris;
después alternará entre Reyna y su propio monólogo por el resto de la segunda y tercera partes. Reyna
tiene tres narratarios-personajes: La Larousse durante la primera parte, una aprendiz de prostituta anó-
nima durante la segunda, y Alicia en la tercera parte, con un par de excepciones dónde se dirige a las
prostitutas a su cargo.
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en la diégesis como los últimos reducto de paz ante los embates de la violencia domina
a Ciudad Juárez. Con todo lo anterior se puede afirmar que la novela de Sylvia Aguilar
Zéleny es sin lugar a dudas una narrativa de frontera, puesto que el texto dialoga con
las nociones tradicionales del término. En Basura, la frontera se resignifica como límite
espacial, social, cultural y personal mediante el diáologo entre las voces narrativas y sus
referentes.
Bibliografía citada
Barrera Enderle, Víctor. “Consideraciones sobre la llamada Literatura del Norte en Mé-
xico.” AISTHESIS nº 52, 2012, pp. 69-79
Bhabha, Homi. “The Third Space.” Identity, Community, Culture, Difference. Edit by
Jonathan Rutherford. Lawrence and Wishart, 1990.
Lotman, Iuri M. La Semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto. Cátedra, 1996.
Marco González, Ana. “Chulas Fronteras del Norte: notas sobre identidad, frontera y
literatura en el norte de México.” Fronteras, Patrimonio y Etnicidad en Ibe-
roamérica, pp. 107-35.
Parra, Eduardo Antonio. “El lenguaje de la narrativa del norte de México.” Revis-
ta De Crítica Literaria Latinoamericana, vol. 30, nº 59, 2004, pp. 71-77,
doi:10.2307/4531305.
---. Norte: Una antología. Era, 2016.
Trujillo Muñoz, Gabriel. “Baja California: literatura y frontera.” Iberoamericana, vol. XII,
nº 46, 2012, pp. 83-97.
“También La Nacha mentada”:
apuntes sobre la presencia de Ignacia Jasso en la corridística,
la historia y la cultura popular de Ciudad Juárez
Resumen: Este artículo hace un recorrido crítico sobre la presencia de Ignacia Jasso en
la corridística, la Historia y la cultura popular de la región de Ciudad Juárez y El Paso,
Texas. Más conocida como La Nacha, partir de la muerte de su esposo, Ignacia Jasso
pasó a ocupar un lugar predominante en la vida criminal, primero de su región y luego
a nivel nacional y aun internacional. Enemiga personal de Harry Anslinger, el primer zar
antidrogas estadunidense, Jasso se convirtió en la primera mujer pedida en extracción
por el gobierno de Estados Unidos. Hasta donde he podido investigar, la Nacha aparece
en tres corridos. Se le menciona en dos corridos dedicados a su esposo, Pablo Gonzá-
lez, apodado “El Pablote”. La tercera y última referencia corridística que encontrado de
Ignacia está contenida en “El corrido del hampa”, un corrido que no tiene un único pro-
tagonista, sino que hace un recorrido, un sobrevuelo del elemento criminal en la Ciudad
Juárez de finales de los 1920 e inicios de la siguiente década.
Abstract: This essay makes a critical survey of the figure of Ignacia Jasso in the ballad
corpus, History and popular culture of the region of Ciudad Juarez and El Paso, Texas.
Better known as “La Nacha”, since the death of her husband Ignacia Jasso came to oc-
cupy a predominant place in the criminal life, first of her region and then nationally and
even internationally. As a personal enemy of Harry Anslinger, the first American drug
czar, Jasso also became the first woman requested in extraction by the United States
government. As far as I could investigate, La Nacha appears in three corridos. She is
mentioned in two corridos dedicated to her husband, Pablo González, nicknamed “El
Pablote”. Ignacia is also mentioned in “El corrido del hampa”, a ballad with multiple
protagonists that narrates a survey, an overflight of the criminal element in the Ciudad
Juarez of the late 1920s and early next decade.
Keywords: Ignacia Jasso, La Nacha, Drug trafficking, Drug trafficking culture, Drug
trafficking ballad, Ballad, Pablote, Ciudad Juárez, Organized crime.
2. Incluso en mi caso que no soy compositor de corridos, pero he diseminado algunas de mis
reflexiones sobre el tema en diversos medios, entre ellos un blog (https://narcocorrido.wordpress.com/),
se me ha pedido en alguna ocasión que escribiera un corrido para alguien a quien no conozco. La petición
la hizo en la sección de comentarios de mi blog una joven que pedía le compusiera un corrido a su novio.
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una re-estimación que la sitúe en el lugar importante que tuvieron, pero sin mitifi-
carlas. En “A Woman Formed the First Cartel? Historical imagination and realities
of the US-Mexico drug war”, un artículo del 2017, Carey se pregunta si se puede
afirmar que Ignacia Jasso formó el primer cartel de narcotráfico mexicano como
aseguran varias fuentes académicas y periodísticas. El caso de Ignacia Jasso es para-
dójico pues, me parece, fluctúa entre el ninguneo y la exageración. En este sentido,
estoy de acuerdo con el cuestionamiento de las historias romantizadas acerca de La
Nacha. Estoy convencido que si bien Jasso fue una narcotraficante muy importante
en el Norte de México durante prácticamente medio siglo, también creo que fun-
cionó en buena medida como una suerte de chivo expiatorio, como alguien a quien
culpar por los males, la violencia y el vicio en ciudad Juárez, deslindando así a otros
actores (políticos, económicos etcétera) que intentaban salvaguardar su reputación.
Esto sucedía aun cuando era evidente, entre otras razones por su avanzada edad,
que Ignacia ya no estaba en condiciones de ofrecer liderazgo delictivo, y que sus
descendientes no habían heredado su capacidad criminal. Cuando había necesidad
de encontrar alguien a quien culpar, ahí estaba La Nacha. Empero, todo lo anterior,
tanto la exageración como la verdad, debería haber contribuido a hacer de Ignacia
Jasso un sujeto corridístico natural.
El caso es que a pesar de haber estado activa en el narcotráfico durante
medio siglo y de estar y ser percibida como una operadora a muy alto nivel, no co-
nocemos corridos dedicados enteramente a La Nacha. No conocemos título alguno
como pudiera ser, por ejemplo, “El corrido de La Nacha”, “El corrido de Ignacia
Jasso” o algo semejante. Existe un tema titulado “Nacha” interpretada por La Ban-
da Chihuahua, pero es una grabación instrumental. No sé a ciencia cierta si está
Banda Chihuahua estuviera radicada en Ciudad Juárez, pero hay ciertas claves que
abonan a esta idea, como el que hayan dedicado una melodía a un cine de Ciudad
Juárez, un tema titulado “Cine alcázar de Juárez.” Si bien desconozco la fecha
exacta de la grabación tanto de este tema como de “Nacha”, ambos fueron gra-
bados en el formato de 78 revoluciones por minuto que estuviera vigente hasta la
década de 1950, es decir en las décadas de apogeo de la figura de La Nacha.8 Para
esos años (el medio siglo veinte) Jasso tenía mucho siendo el equivalente de aquel
tiempo de una estrella mediática, apareciendo en los periódicos locales, regionales
e incluso internacionales. Mencionar la palabra “Nacha” en esos años era conjurar
en las mentes de los mexicanos norteños (y ciertamente juarenses) la imagen de
nuestro sujeto de estudio.
8. “Nacha” y “Cine alcázar de Juárez.” The Arhoolie Foundation Strachwitz Frontera Encyclope-
dia of Mexican and Mexican American recordings. Página Web. Fecha de consulta 14 de julio de 2019.
Disponibles en http://frontera.library.ucla.edu/recordings/nacha y http://frontera.library.ucla.edu/recor-
dings/cine-alc%C3%A1zar-de-juarez
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Hay varias posibles razones para justificar la ausencia de un corrido entero de-
dicado a La Nacha. Quizá la más lógica es que no murió de forma violenta, que era el
contexto que mayormente detonaba la composición de un corrido, digamos hasta la pri-
mera mitad del siglo veinte. En aquellos años “corrido” era sinónimo de “tragedia”. Así,
surgían uno o más corridos que narraban cómo había muerto en algún enfrentamiento
determinada persona. En el caso de Ignacia Jasso, hasta donde sabemos falleció muy
anciana,9 de muerte natural, después de haber sido considerada la principal figura del
hampa en Ciudad Juárez, en el norte de México y aun en el suroeste de Estados Unidos.
En efecto, se llegó a decir, de manera quizá exagerada, pero que ciertamente sirve de re-
ferencia, que Ignacia era más peligrosa para el suroeste de Estados Unidos que el mismo
Lucky Luciano.10
Más allá de la leyenda, su impacto documentado se puede empezar a calcular si
tomamos en cuenta que fue sujeto o motivo de sesiones extraordinarias de un comité
especial del Senado estadounidense y de la Cámara de representantes y que fue el primer
narcotraficante (hombre o mujer) en ser pedido en extradición por el gobierno estadou-
nidense. Estos son hechos probados. Con todo y esto, de nuevo, no sabemos de corrido
alguno compuesto a ella, ni siquiera en el contexto de la narrativa anti Estados Unidos,
es decir por ser enemiga de los Estados Unidos. Esto es pertinente porque el tema del
conflicto intercultural es de gran importancia en el desarrollo del corrido como género,
al punto que el folclorista y decano en el tema, Américo Paredes, lo planteaba como el
gran motor de su origen.11
Hasta donde he podido investigar, la Nacha aparece en tres corridos. Se le
menciona en “El Pablote”, el primer corrido de narcotraficantes que he documen-
tado. Este corrido está dedicado a quien fuera su esposo, Pablo González, apodado
“El Pablote”. El Pablote en la década de 1920 era un importante narcotraficante que
(junto con Ignacia) trabajaba en la organización criminal de Enrique Fernández en
el estado de Chihuahua y particularmente en Ciudad Juárez. Ahí se le consideraba
el terror de la región por su propensión a emborracharse y causar problemas. De
hecho, tras el autoexilio del violento Arnulfo “El Diablo” Valles, Pablo El Pablote
González había pasado a ocupar su lugar en el imaginario regional como el pistolero
más temido de la frontera.12
9. Alejandro Páez Varela dice que Ignacia murió en los años setentas. Howard Campbell especi-
fica que fue a finales de los años setenta. Por su parte Elaine Carey (2017) da el año de 1982 como el de
su muerte, así como también lo hace Bob Chassey, a quién considero el mayor especialista en la figura
histórica de La Nacha.
10. El Paso Herald Post del 2 de mayo de 1952.
11. Al respecto remito al estudio With His Pistol in His Hand: A Border Ballad and Its Hero
de Américo Paredes.
12. Para más información sobre este sujeto remito a mis ensayos “En torno al primer narcocorri-
do: arqueología del cancionero de las drogas” y “El Pablote: una nueva mirada al primer corrido dedicado
a un traficante de drogas”.
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13. Richard K. Spottswood. Ethnic Music on Records: A Discography of Ethnic Recordings Pro-
duced in the United States, 1893 to 1942. Vol 4. University of Illinois Press, Urbana, 1990, 1934.
14. Aunque Avitia pronunciaba Paulote.
15. The Arhoolie Foundation Strachwitz Frontera Encyclopedia of Mexican and Mexican Amer-
ican recordings. Página Web. Fecha de consulta 14 de julio de 2019. Disponibles en http://frontera.
library.ucla.edu/recordings/el-pablote
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16. “El Charro Avitia -EL CORRIDO DE EL PAULOTE-, 1985..VOB.” Youtube. Página web
consultada el 11 de agosto de 2019. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=GtpY3rBmkzc,
“El Paulote.” Youtube. Página web consultada el 11 de agosto de 2019. Disponible en https://www.
youtube.com/watch?v=sHaNCmqhX7s
17. Para una narrativa más extensa al respecto ver el capítulo “La otra carga prohibida…la droga”
en Cantar a los Narcos: Voces y versos del narcocorrido.
18. El Paso Herald Post del 16 de noviembre de 1928.
19. Aunque he encontrado referencia a una encarcelación anterior, de 1924.
20. El Paso Herald Post del 28 de octubre de 1926.
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otra nueva nota periodística diciendo que había vuelto a ser aprehendida. De cualquier
manera, en agosto de 1930 La Nacha fue arrestada nuevamente y aún se encontraba
presa cuando muere Pablo el 11 de octubre de ese mismo año. En esta ocasión la ha-
bían arrestado por un caso de verdadera índole internacional. La policía había cateado
su casa, situada en las calles de Victoria y Donato Guerra, en busca de cincuenta kilos de
morfina con un valor entonces de casi medio millón de pesos. Estas cantidades (peso y
valor) eran verdaderamente importantes para la época.
Aparentemente la droga había llegado a Ciudad Juárez pocas semanas antes,
transportada por tres hombres de origen griego que la llevaban escondida en un automó-
vil. Desconozco si la morfina estaba inicialmente comprometida con el grupo de Pablo e
Ignacia (es decir el grupo de Enrique Fernández) o era para alguna otra banda rival. Lo
que sí quedó establecido es que los tres griegos fueron secuestrados, despojados de la
droga, de las valiosas joyas que portaban y llevados a algún punto fronterizo al oeste de
Ciudad Juárez donde se les ordenó cruzar el Río Bravo rumbo a Estados Unidos y nunca
regresar. El cateo policial en casa de Pablo e Ignacia produjo mucho menos de los cin-
cuenta kilos de morfina buscados -que se decía podrían estar escondidos en alguna parte
del desierto cercana a Juárez. Todo lo que se encontró en posesión de Jasso fueron vein-
te gramos de morfina. Aun así, de alguna manera, Ignacia fue acusada por narcotráfico
(y no por posesión) en la corte federal de Ciudad Juárez.
Este fue el arresto que tenía a Ignacia presa al momento de morir su esposo Pa-
blo. Como describen los corridos, a Ignacia se le permitió ir al entierro de su esposo21
donde juro vengarse de Feliciano Robles, por cuya cabeza habría ofrecido cinco mil
pesos.22 Por su parte, Robles fue dejado libre casi de inmediato pues se reconoció que
había actuado en defensa propia, como declararon tanto Antonio Martino, el dueño de
la cantina, como sus empleados:
Martino y los cantineros
dijeron lo que pasó:
- Pablote quería matarlo
y por eso disparó.
En cuanto a repercusiones a Robles, hubo al menos un episodio serio. Tres días
después de la muerte de Pablo, un pequeño grupo de personas atacó su casa, pero fue-
ron dispersadas por la policía y por el mismo Robles, que era muy diestro en el uso de
las armas acaso por haber participado en la primera guerra mundial. Por su protección
se le llevo a la cárcel y muy pronto cruzó con su familia a El Paso, Texas donde incluso
le fue concedido un permiso de portación de armas.23 Para inicios de 1934 ya estaba de
21. El Paso Evening Post del 13 de octubre de 1930.
22. El Paso Evening Post del 17 de octubre de 1930.
23. Quizás en atención a su status de veterano del ejército estadounidense.
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regreso en Ciudad Juárez, en su labor en la policía local, sin que al parecer se le moles-
tara por el caso de Pablo, ni desde la procuración de justicia, ni mucho menos desde la
perspectiva de la venganza de La Nacha.24
24. No sé cuándo fue que regresó a vivir Ciudad Juárez. A inicios de 1934 su nombre aparece en
una nota policiaca y por eso doy esa fecha.
25. En estas sesiones de grabación en ocasiones se improvisaban duetos o tríos de entre los miem-
bros del elenco a grabar para ese día. Richard K Spottswood. Ethnic Music on Records: A Discography
of Ethnic Recordings Produced in the United States, 1893 to 1942, vol.4, 1990, p. 1885.
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dejarla fuera de los límites de Chihuahua.26 Para entonces la prensa la llamaba “una de
las más activas traficantes, famosísima en toda la frontera norte”.27 Para ese momento,
me parece que paradójicamente tomando en cuenta su destierro, Ignacia estaba aliada
al (nuevo) mayor grupo de poder en el estado de Chihuahua, el del Gobernador Rodrigo
Quevedo y sus hermanos. Su antiguo jefe, Enrique Fernández, había sido asesinado en
la ciudad de México en enero de 1934 precisamente bajo orden de los Quevedo, aunque
considero que Ignacia se habría distanciado de él al menos desde octubre del año ante-
rior, cuando Fernández le habría negado su apoyo estando ella (una vez más) presa.28 No
sé cuándo regresó Ignacia de su destierro iniciado en marzo de 1934. Para octubre de
1935 sabemos que ya estaba de regreso en Juárez porque de nueva cuenta se anuncia
que se hallaba en líos judiciales. Esta será la tónica de su historia delictiva, a veces será
expulsada del estado de Chihuahua, otras ella misma se exilia yéndose a la región de La
Laguna, situada entre tres estados mexicanos (Durango, Coahuila, y Tamaulipas), para
poder saltar de uno a otro evadiendo de las autoridades locales. En alguna ocasión tam-
bién se radicó en Jalisco donde habría tenido sembradíos de Amapola.
Durante la Segunda Guerra Mundial Jasso enfrentaría toda la presión de Estados
Unidos encarnada por su zar antidroga Harry Anslinger. Este poderoso individuo estaba
empeñado en extraditarla. Nunca lo logró, pero sí consiguió que se le encarcelara en
México. Se le arrestó en 1942 bajo circunstancias inusuales para ella, que estaba acos-
tumbrada a burlar la ley. Ignacia simplemente no supo leer el momento histórico. No
solo era diferente en cuanto a la intervención de los Estados Unidos y de Harry Anslin-
ger, quien se había convertido en su enemigo personal, verdaderamente obsesionado
con su extradición. El contexto mundial era diferente, Estados Unidos estaba en guerra
y necesitaba asegurar sus fronteras. Aún más, México se había comprometido a lo ante-
rior para evitar así una invasión de facto de los estadounidenses, con el pretexto (hasta
cierto punto lógico) de patrullar el norte mexicano ante posibles incursiones alemanas
o japonesas. Se había necesitado de toda la determinación del gobierno del presidente.
Manuel Ávila Camacho apoyado por el prestigiado expresidente Lázaro Cárdenas para
evitar que entraran tropas estadounidenses a México. Se logró, pero hubo que hacer
concesiones. Ignacia había captado la atención del gobierno federal estadounidense en
una época crítica.
Dejada en libertad al terminar la segunda guerra mundial, continuó en la mira del
gobierno estadounidense que en 1952 le abrió otra investigación federal. Quizá como
consecuencia directa de esta presión es que al año siguiente, en 1953, se le ubica radi-
cada en Guadalajara aunque viajaba a Ciudad Juárez con amparo en mano para evitarse
problemas.29 Poco después se dará un cambio en la manera en que tanto Ignacia como
su negocio va ser presentado a la comunidad lectora de periódicos de El Paso. Las notas
de color que antes se le dedicaban van a ser reemplazadas en los diarios por nota roja,
mostrando una multitud de casos de adictos que roban y delinquen para poder mantener
su vicio. Narrativas de vidas “normales” que se ve desbarrancadas al “conocer” a Jasso.
Más que ser estrictamente información policial, la campaña de prensa parecía
diseñada para provocar una paranoia y rechazo hacia Ignacia, pero también hacia Mé-
xico. En los periódicos se pedía a los padres de adolescentes de El Paso no los dejaran
ir a México. El jefe del departamento de policía de esa ciudad, Ben Jenkins, declaraba
que ellos no tenían la autoridad para detener el tránsito de personas de norte a sur: “la
autoridad de los padres es la única cosa que puede detenerlos”.30 Al hablar de jóvenes
del sexo femenino se enfatizaba la posibilidad de que las hijas de los ciudadanos del El
Paso que visitaran México terminarán víctimas del tráfico sexual. De hecho, el capitán
Tom Armstrong declaraba que el tráfico de jóvenes era tan extenso que cualquier chica
atractiva que frecuentara Ciudad Juárez estaba en peligro.31 Finalmente se advertía que
un solo viaje a Ciudad Juárez podría ser suficiente para iniciar el proceso de corrupción
de las jóvenes.32
En las décadas del sesenta y setenta el nombre de la Nacha aparecerá con
mucha menos frecuencia y sobre todo a trasmano, en relación con los problemas
legales de sus familiares, incluso familia extendida. Son menciones ya siempre de
segunda o tercera mano y ligadas a un fenómeno que yo considero de folcloriza-
ción de la figura de la Nacha. Cuando las policías de Juárez y El Paso hablaban del
desmantelamiento o la vigilancia de picaderos en ambas ciudades, usualmente se
referían a estos como “picaderos de la Nacha” o “callejones del vicio de la Nacha”,
pero no resulta claro si ella o su familia continuaban siendo dueños de esos negocios
o si solo se les llamaba así por una suerte de tradición oral. 33 Los mismos reportes
judiciales son contradictorios, a un tiempo afirmando y negando que continuaban
en el negocio del narcomenudeo con declaraciones del tipo: “retirada hace mucho
tiempo, pero con su establecimiento [es decir el picadero] todavía operando”. 34 En
este sentido, resulta significativo lo que Robert Hudgins, un agente de aduanas,
declaraba en 1977 en el marco de una entrevista oral para el Instituto de Historia
Bibliografía citada
35. Entrevista oral Robert Hudgins. Instituto de Historia Oral de la Universidad de Texas-El Paso.
p. 59
36. El Paso Herald Post del 19 de septiembre de 1973.
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Carey, Elaine, y José Carlos Cisneros Guzmán. 2011. “The Daughters of La Nacha:
Profiles of Women Traffickers.” NACLA Report on the Americas, nº 44(3), pp.
23-25.
Carey, Elaine. “A Woman Formed the First Cartel? Historical imagination and realities
of the US-Mexico drug war.” The Social History of Alcohol and Drugs, nº 31,
2017, pp. 25-41.
García Torres, Guadalupe. “Los corridos de Inés Chávez García: lírica de una leyenda
moderna.” Aztlán, nº 22, 1997, pp. 49-72.
Páez Varela, Alejandro, “Historias del narcotráfico.” Letras Libres, nov. 2007, pp.
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Paredes, Américo. With His Pistol in His Hand: A Border Ballad and Its Hero.
University of Texas Press, Austin, 1958.
Villalobos, José, y Juan Carlos Ramírez-Pimienta. “Corridos and la pura verdad: Myths
and Realities of the Mexican Ballad.” The South Central Review, nº 21.3, Fall
2004, pp. 129-49.
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APÉNDICE
Abstract: In 1958, Roger Caillois published his an anthology of fantastic tales and hor-
ror, in which he proposed a way to classify the stories of the volume: the pact with the
devil, the personified death, the vampires, the statue that comes alive… For the French
scholar, these manifestations of the supernatural can be found in many literatures, com-
bined in a very diverse way. In books like Los límites de la noche (1996) y Tierra de nadie
(1999), Eduardo Antonio Parra configure conflicting spaces, in which stories of betrayal
and revenge take place in a realistic way, as in “El pozo”; or, in the same way, portraits of
1. Manuel de Jesús Llanes García (Hermosillo 1972). Autor del ensayo La puerta cerrada en Las
hojas muertas de Bárbara Jacobs o el testimonio de segunda mano (2008), ganador del Concurso del
Libro Sonorense 2007. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, en España, donde
se doctoró con la tesis Idea de Hispanoamérica en la obra de Juan Villoro. Ha publicado artículos en revis-
tas como Studia Iberica et Americana (SIBA) de la Indiana University-Purdue University, en Indianápolis,
las españolas El Catoblepas y Theatralia, así como en la mexicana Connotas. Revista de crítica y teoría
literarias. Ha dictado conferencias en el Centro Riojano de Madrid y en los Encuentros en el lugar..., en Ca-
rrascosa de la Sierra. Su más reciente publicación es La nación y sus ficciones: problemas de la identidad
cultural en el ámbito de la literatura (Pearson/ Unison, 2019), que analiza la relación entre el nacionalismo
y las obras literarias. Profesor-investigador de tiempo completo en la Universidad de Sonora.
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life on the border as “El escaparate de los sueños”. However, other texts, such as “Travel-
er Hotel” and “Los últimos”, represent a change of modality towards the fantastic, genre
in which Parra ventures radically through Nadie los vio salir (2001). In the words of a
Bioy Casares’ character, the real obstacle to happiness is imagination, so, in that line,
we propose to see if the human faculty of imagining it’s decisive when interpreting the
experiences of the characters in these stories as supernatural. Finally, we try to classify
Parra’s stories in accordance with Caillois’ classification: the spectrum doomed to wan-
der, the confusion between dream and reality, as well as the house erased from space.
cuando estás viendo aquella transformación de los panes y los peces, saliendo de
unas cestas, en forma de oleadas, a raudales (que no se agotan nunca), parece que
estás viendo algo de la realidad. Son milagros cinematográficos que se pueden
analizar perfectamente en qué consisten, de algún modo. (00:9:00-10:00)
Bueno insiste en que los espectadores de un milagro, los testigos, dan su testi-
monio de una manera análoga a como rinden declaración los testigos ante un juez, por
ejemplo, en contextos jurídicos, de ahí que para dar el milagro por bueno, o al menos
la representación del milagro, se exija que los testimonios coincidan, porque el milagro
es un fenómeno que, aunque equívoco (los testigos pudieron haberse equivocado, o bien
haber tenido un alucinación) también ocurre en sociedad, es público: recordemos la mul-
titud que habría contemplado el milagro de los panes y los peces. Continúa Bueno:
Los milagros cinematográficos (aunque no sean mágicos sino religiosos porque se
asocian a un Dios que los hace) son visibles, tienen una objetividad que contrasta
con la pura imaginación delirante, porque los testigos de los milagros aseguran
haberlos visto, como testigos de vista y por tanto habrán sufrido alucinaciones
pero no son milagros tenidos en sueños, son milagros percibidos y ante los cuales
están los testigos de acuerdo. (00:10:50-12:00)
Ahora, en las antípodas del milagro cinematográfico está el milagro metafísico,
que a diferencia de aquel no puede verse y por lo tanto no es representable:
Como por ejemplo la eucaristía, la transubstanciación de la sustancia del pan y
el vino en carne de Cristo, pero manteniendo los accidentes del pan y del vino.
La transubstanciación, después de la consagración, de una forma sin consagrar
a la hostia en forma consagrada no se ve, es imposible verla. No es un milagro
cinematográfico: no se puede poner en una película ni se puede dibujar ni se pue-
de pintar, aun cuando efectivamente haya muchos pintores que hayan dibujado
la consagración, incluso introduciendo mecanismos que se podrían considerar
como tramposos desde el punto de vista artístico, puesto que no son visibles, no
se pueden representar cinematográficamente ni pictóricamente ni plásticamente,
son puramente metafísicos.
¿Cuáles son esos recursos “tramposos”, mediante los cuales se busca representar lo
que no es representable, lo no pictórico? Bueno explica que a veces se busca representar
el milagro metafísico
Pintando halos, o sencillamente presentando los milagros, como si hubieran exis-
tido, o por medio de voces en off o de música especial, pero son ya trampas
puesto que no son representables, son milagros que están por encima de la repre-
sentación, no son milagros estéticos, por así decirlo, en el sentido de Baumgarten.
No son milagros perceptibles, son inteligibles, utilizando la distinción entre mun-
dos sensibles e inteligibles. (00:12:00-13:53)
En “El milagro de Santa Clara”, Gustavo Bueno ejemplifica la distinción entre
milagro metafísico y milagro visible, representable. El milagro de la compañera de San
Francisco de Asís, su supuesta clarividencia o su bilocación, le permite a Bueno distinguir
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Como decíamos antes, vamos a tomar aquí una frase de un personaje de Bioy
Casares, extraída de uno de sus cuentos fantásticos, como la sentencia que nos ayude
en nuestra clasificación de lo fantástico, en orden de enriquecer los enfoques de Borges
y compañía, así como el de Caillois. Dice el protagonista sin nombre de “Máscaras ve-
necianas” (1986): “Muchos opinan que la inteligencia es un estorbo para la felicidad. El
verdadero estorbo es la imaginación” (Bioy Casares). Estamos, entonces, ante un factor
involucrado en lo fantástico, la imaginación, en tanto que componente del fenómeno,
es decir, de la apariencia. Es decir, entendemos que no hay apariencia sin la imaginación.
Para definir la apariencia vamos a recurrir de nuevo a Bueno, quien nos dice lo siguiente:
Definimos la apariencia como la función que determinados dispositivos objetivos
a (apotéticos respecto del sujeto operatorio) y alotéticos, no necesariamente signi-
tivos, respecto de terceros dispositivos, desempeñan respecto de terceras situacio-
nes o dispositivos r (cuando la relación (S,r) no se dé como inmediata, sino como
mediada por la relación (S,a)) en orden a obstruir o facilitar la relación mediata
(S,r). (Bueno, Televisión 29)
En la frase del personaje de “Máscaras venecianas” la imaginación es un estorbo
y por lo tanto es una mediadora que obstruye, desde que se le llama “estorbo”. Ahora,
recordemos la clasificación que el mismo Gustavo Bueno lleva a cabo de las apariencias
en I (apariencias falaces) y II (apariencias veraces):
Una apariencia-de es veraz cuando efectivamente resulte estar vinculada a la reali-
dad en función de la cual la consideramos apariencia. Un síntoma (o síndrome)…
de calor, rubor y dolor, es, en general, una apariencia veraz si efectivamente este
síndrome tiene que ver con un tumor; pero acaso ese calor, rubor y dolor no ten-
gan que ver con un tumor y entonces constituirían una apariencia falaz del tumor
(sin perjuicio de que pudiéramos hablar de una verdadera apariencia). (30)
Otras veces, las apariencias no son falaces ni veraces, por lo que estaremos ante
apariencias indeterminadas:
El actor teatral que se disfraza de clérigo no da lugar a una apariencia veraz, pero
tampoco falaz, pues a nadie pretende engañar. Hablaremos de apariencias inde-
terminadas cuando no sea posible determinarlas como veraces o falaces. El «falso
clérigo» es acaso un verdadero actor y, en cuanto tal, no es tampoco un «clérigo
falso» (una apariencia falaz de clérigo, un impostor), sino un clérigo simulado o
representado. (31)
A diferencia de otros autores, que simplemente las homologan, Bueno distingue
entre las simulaciones y las apariencias. Para ello, el filósofo español tiene en cuenta que
en ocasiones a las primeras les conviene presentarse como las segundas: las ciudades
Potemkin que en el siglo XVIII vio Catalina II de Rusia durante su viaje a Crimea eran si-
mulaciones de ciudades reales que además aparentaban serlo. “Y las apariencias pueden
figurar como una simulación: el gorila se da grandes puñetazos en el pecho simulando
y aparentando a la vez fuerza airada”. Pero hay simulaciones que no quieren ser apa-
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riencias, como en el caso de los ejercicios que hacían los soldados del Imperio romano,
llamados precisamente simulacra, que no pretendían pasar por una batalla real, de la
misma manera que en el pronóstico de lluvia las simulaciones, los iconos de lluvia, nu-
bes o relámpagos no pretenden aparentar ser reales (39-40). Lo mismo puede decirse
de un simulacro de incendio, por ejemplo: nada más lejos de su objetivo, por ejemplo,
pretender que quienes evacúan una edificio lo hagan subyugados por el horror ante las
llamas; por el contrario, el simulacro en todo caso estaría orientado a evitar el pánico, no
a provocarlo, como podría ocurrir, por ejemplo, con un happening, en tanto que teatro
radical y ambiguo.
Así, tenemos la siguiente clasificación:
I. Apariencias falaces, que, a su vez, pueden ser
A) Apariencias configurativas
1) Apariencias configurativas de presencia: la mariposa Calligo al desplegar sus
alas imita los ojos de un búho para defenderse de sus depredadores. Pero es falaz porque
la imagen del “búho” es solo eso, una imagen que, de forma errónea, se tomaría por un
búho real.
2) Apariencia configurativa de ausencia: la ocultación del cazador ante su presa
o la ausencia mimética de la presa, presente pero oculta en el paisaje a los ojos del
depredador.
B) Apariencias por conexión
1) Por conexiones de presencia adventicias, erróneas o desviadas. “Apariencias
derivadas de asociaciones accidentales”. Bueno da el ejemplo de la homeopatía, que no
duda en llamar “magia”, porque asocia la “curación” de un padecimiento, con frecuencia
grave, con el consumo de una mezcla de agua con azúcar.
2) Por ausencia de conexión (por des-conexión). “Hipóstasis o sustantivación de
términos objetivos des-contextualizados”, por ejemplo, “la apariencia del Sol copernica-
no, centro del mundo, en cuanto entidad sustantivamente dada” (34). Apariencia veraz
para Copérnico y los heliocentristas, quienes sustantivaban el sistema solar al considerar-
lo el “mundo”. Sin embargo, hoy sabemos que ni el mundo ni el universo tienen centro,
porque desconocemos los límites del cosmos.
II. Luego tenemos las apariencias veraces, que también son susceptibles de clasi-
ficación:
A) Apariencias sinalógicas, fundadas en relaciones alotéticas sinalógicas (a,r): in-
dicios, huellas, velos, síntomas. Por ejemplo, dice Bueno, cuando se diagnostica a un
paciente como sano después de juzgar su aspecto.
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hombre que emigró ilegalmente hasta Estados Unidos y del cual Reyes no tiene noticias
desde hace años. Así, vive obsesionado por la ausencia del padre, su única esperanza de
acceder a la vida de comodidades que imagina llevan los yanquis. Escribe cartas cuya res-
puesta nunca llega y su gran sueño es huir. El trabajo es extenuante y México abrumador.
Mientras, detrás del muro, hay familias felices.
Hay, por lo general, una frontera reconocible, que sin embargo también será
concebida de otra manera, como un territorio fantasmagórico. Es decir, Parra habla
del “cruce”, de los “mojados”, como bien puede hacerlo a veces cierto periodismo con
pretensiones literarias, eso sin perjuicio de que las páginas que más nos interesan del vo-
lumen de cuentos Tierra de nadie renuncian a esa voluntad de representar lo cotidiano
para ponernos frente a lo siniestro, con Freud. Así ocurre en “Traveler Hotel”: David y
Gonzalo, dos inmigrantes, suponemos que ilegales, llegan a San Antonio, en primavera,
pero se encuentran con un viento gélido que enferma a Gonzalo. Se hospedan en un ho-
tel, uno que les han recomendado porque la policía no lo frecuenta. Es el Traveler Hotel
del título, donde los huéspedes son ancianos de cabezas peladas, como en una de esas
historias de José Donoso: “Manos trémulas, espaldas vencidas, pieles arrugadísimas,
cráneos apenas cubiertos por hebras aisladas que les daban el aspecto macabro de las
muñecas sin greñas”. Viejos que atemorizan por lo que tienen de espejo.
Estamos ante un testimonio más del inmigrante, su dolor de pies cansados de
tanto huir, aunque la diferencia es que Parra convierte en pesadilla no el trayecto sino el
destino. ¿Qué tipo de ciudad es esa, donde las estaciones se confunden y la piel no sabe
a qué atenerse? Hay bultos apenas reconocibles en las calles, personas envueltas en tra-
pos que duermen a la intemperie, en la línea de M.R. James, como veremos. ¿Qué clase
de encantamiento se ha apoderado del decadente hotel y de sus huéspedes? ¿Podrán
escapar los protagonistas? Tal vez lo que ocurre es que ya no hay adónde escapar, para
desgracia de Reyes, el cargador de “El escaparate de los sueños”. Hay otra pregunta, que
no es ociosa. La realidad de los migrantes como Reyes, David y Gonzalo ya es terrible.
¿Qué necesidad hay de fantasías envueltas con la mortaja de lo sobrenatural?
Hay un cuento de Enrique Serna incluido en su libro La ternura caníbal (2013)
que es muy ilustrativo en este sentido. Se llama “El converso” y cuenta la historia de un
sacerdote lúbrico que rompe sus votos de castidad con una atractiva señora de sociedad
que frecuenta su iglesia, la parroquia de la Asunción. Al mismo tiempo, narrativa fantás-
tica, el sacerdote es acosado por el espectro de una antigua beata (trasmutada en fantas-
ma sanguinario), quien le echa en cara sus debilidades. El cuento se llama “El converso”
porque además es la historia de cómo el padre Genaro pierde la fe en Dios y abraza el
relativismo, cuando comienza a temer los poderes de la llamada Niña Blanca del culto
de la Santa Muerte. Y por si fuera poco, el poblado donde vive el padre está sitiado por
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inminencia del temporal (o del poltergeist, no queda claro, en la línea de Todorov) tienen
que encerrarse en un jacal.
Parece, como indica uno de los personajes, que la condición para que se ejerza
la imaginación desbordada (que termina por atestiguar el milagro) es que la naturaleza
se vuelva hostil: “el río ya empezó a agarrar fuerza. Viene crecido. Hace unos ruidos
horribles”. Muy lejos de Inglaterra y de la Alemania de los románticos, Parra construye
un relato que tal vez aquellos viejos poetas no habrían dudado en calificar de sublime,
porque para sus coordenadas no podía ser simplemente bello: el viento arrecia bajo
una media luna turbia que asemeja una sonrisa de burla y la familia se encierra, mien-
tras afuera las bestias del corral se quejan, desesperadas; vamos a ver que la situación
de la familia no es muy distinta, porque también están atrapados a merced de una
amenaza sin nombre.
Llega un momento en que el lenguaje, la faz de muchos regionalismos y naciona-
lismos degenerados, también se pone a prueba. Primero toma forma de oración; luego,
de insulto. Véanse los verbos: “Ya no dilata”. La descripción del lugar: el cielo es gris por-
que hay una nube de polvo que amenaza con sepultar a los personajes. Las metáforas:
las gotas de agua que caen a la tierra recuerdan a una columna de “hormigas manteque-
ras”. Las urracas picotean los techos de palma. Una fauna escasa aunque reconocible,
preludio de la orgía de sensaciones que vendrá.
“Entonces a lo lejos se escuchó un rumor sordo, como de miles de pasos acercán-
dose a marchas forzadas, y el aire se llenó de olor a chamusquina, a quemazón de yerba
y carne, a animales muertos y agua podrida”. Primero parece que se trata del río, que
curiosamente está hermanado con los efectos del fuego. Pero también hay una pestilen-
cia. Entonces, poco a poco, el conjunto desvela que el material del cuento es otro, ya
no el horror del narco y sus muertes brutales, que ha querido verse como expresión por
excelencia del norte, sino otra violencia, más añeja y acaso más terrible, porque no se
puede lidiar con ella, porque es impermeable a la violencia de lo humano:
El rumor de pasos, que se había detenido unos instantes, volvió a escucharse con
mayor fuerza. Ahora era posible distinguir también galopes de caballos, rechinar
de ruedas, aleteos de pájaros gigantescos y voces alteradas y gritos que nada te-
nían que ver con los humanos. Por momentos llenaba el espacio un llanto animal,
de dolor infinito, seguido de un bramido interminable que se iba levantando por
debajo de la tierra, como si un terremoto sacudiera el caserío.
Así, no es una naturaleza humanizada, emancipada, en constante venganza con-
tra los hombres, bajo la forma de inundaciones y nevadas, sino algo más, como al fin
parece quedar claro en el relato: “La pestilencia se hizo más penetrante y enseguida, a
través de la ventana, se escucharon con claridad una serie de jadeos provenientes de una
respiración inmensa”.
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Todo ello siempre y cuando demos por descontado que el ataque no es una alu-
cinación del padre de familia y de los suyos: Epitacio, uno de los hijos, grita aterrado
porque alguien lo ha tocado, pero cuando su padre palpa la oscuridad con el machete no
encuentra rastros de nadie (¿de nada?) Luego, se escuchan pasos detrás de la puerta y,
ante el terror del padre y su familia, una risa, que no tiene nada qué ver con lo cómico:
“Enseguida la madera chirrió cuando las uñas de una mano comenzaron a arañarla sin
prisa, sin furia, como quien toca al paso cualquier superficie con distracción. Era igual a
una súplica y, al mismo tiempo, una amenaza mortal”. Es la gente del campo, supersti-
ciosa, abandonada a un poder malvado ante el cual los rezos no parecen tener efecto,
aunque eso está por verse.
Desde antes de que tenga lugar el asedio de la familia, el patriarca ve comprome-
tida su percepción, comienza a ejercer una imaginación que luego, en el límite, lo hará
poner en riesgo su vida: “Alcanzó a escuchar ruidos vagos que provenían de ellos; roces,
trepidaciones, crujir de madera. Quizás algún animal andaba dentro”.
Para hacer frente a la amenaza del terror, o lo que los personajes consideran una
amenaza anómala, que se escapa de las fuerzas naturales, la madre hace las veces de
maga: “La madre había arrojado sobre las brasas un puñado tras otro de yerbas aromá-
ticas, sin dejar de repetir todos los conjuros que sabía, hasta que los olores extraños se
alejaron definitivamente”. Sincretismo de por medio, la mujer también dirige la oración,
otro de los recursos para plantar cara al mal, pero el patriarca asegura en un momento
que los rezos no sirven.
Hay una explicación para lo que ocurre, porque no se trata, al parecer (aparien-
cia falaz) de los efectos del temporal, la creciente de un río que arrastra el ganado y la
vegetación a su paso, así como un viento tempestuoso que silbe y emule una risa, sea
capaz de arrastrar objetos que rechinan contra la madera del jacal, como si fueran las
garras de una bestia. Es decir, para los personajes, no hay metáfora que valga y el viento
endemoniado es una expresión literal:
–¿Cómo que no tenemos nada que hacer? –dijo la madre airadamente–. ¿Y nues-
tros padres y abuelos? ¿Todos nuestros muertos? Están ahí enterrados, en ese
panteón.
–¿Y quién dice que no son ellos mismos los que nos hacen esto? –exclamó Soco-
rro casi en un grito–. Eso decía la gente.
El desenlace del cuento, la incursión fallida del padre para enfrentar, machete en
mano, a esos enemigos percibidos, refuerza la teoría de la superstición: “Conforme se
acercaron, vieron que su padre tenía el pelo completamente cano. En sus brazos y pier-
nas había grandes manchas rojas. Los desgarrones en la ropa, y las heridas bajo ellos,
acusaban mordidas furiosas”. El padre cree atacar y defenderse de esas criaturas noctur-
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nas, los espectros del panteón familiar, de acuerdo con la interpretación de la gente, pero
en realidad solo ataca y mutila los inocentes perros de la familia, que a su vez lo muerden
para defenderse de su dueño, suponemos. Pero el cabello del protagonista encanece en
una noche, porque ha contemplado el terror, o al menos su apariencia, de acuerdo con
la tradición más terrorífica.
Lo sobrenatural aquí es ambiguo y solo se puede hablar de fantástico si damos
por buena la percepción equívoca de los personajes, que se creen enfrentados contra lo
fantasmagórico o tal vez lo demoniaco, en la línea de Todorov. Pero los personajes no
vacilan, es decir, dan por hecho que la naturaleza de lo que ocurre es sobrenatural. Si
acaso la vacilación está en la “explicación” que se le da al fenómeno. Para las habladu-
rías del poblado estamos ante los fantasmas del panteón familiar, mientras que la madre
piensa o quiere pensar otra cosa.
De acuerdo con el intento de sistematización de Caillois estaríamos ante “lo que
es indefinible e invisible, pero que pesa, está presente y mata o perjudica”; o bien “el
espectro condenado a un tránsito desordenado y eterno”. Con Silvina Ocampo y com-
pañía, podría tratarse de “argumentos en que aparecen fantasmas”, y eso si nos decan-
tamos por la explicación sobrenatural. Ya hemos dicho que el cuento bien podría ser
costumbrista.
El milagro como anomalía contra las leyes naturales, que se da por medio de la
intervención divina, encuentra su expresión más acabada en el cuento “Nadie los vio sa-
lir”, publicado en un volumen independiente aunque luego recogido en Sombras detrás
de la ventana. Cuenta una historia ambientada en un burdel, contexto en principio que
no podría estar más alejado de lo sobrenatural, si nos atenemos a las ideas de Zola en La
novela experimental, porque el lugar es más bien propicio para el alegato naturalista,
antes que pare el cuento fantástico. Es un congal de frontera, cuyo ambiente y derrote-
ros se describen con apego, ya lo hemos dicho, a los códigos del realismo: “Los de la
maquila apenas acaban la segunda jornada y entran bien ganosos, con la garganta nue-
vecita y los billetes de la raya listos en la bolsa para reventarse un buen rato de cerveza
y compañía”. Sin embargo, es ahí donde va a tener lugar el milagro, que no la magia.
Una vieja prostituta narra en primera persona su experiencia en una noche de
burdel, cuando aparece una pareja de clientes, un hombre y una mujer, que ella en un
principio piensa que son norteamericanos. Lorenza, su comadre, está enferma de gra-
vedad, pero la narradora tiene que bajar al bar para fichar. Esa noche, la narradora está
acompañada por don Chepe, un viejo que ha sido su cliente durante décadas, aunque su
relación ahora ya no tiene el carácter sexual de antaño.
Hay, decíamos, una pareja muy singular, que destaca en el lugar, por su distinción
y su belleza. Él es “alto, colorado, vestido de blanco y con un aire de señorito que no se
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ve seguido por estos rumbos”, con “la barbita esa que le dicen de candado”. Ella va con
un vestido “de esos suavecitos, casi transparente como ala de mosca”. El color de cabello
es “entre rojo y castaño”. Además, la “muchacha tenía maneras de dama”, agrega la
narradora, “sus manos: cuidadas, con uñas largas, aunque sin pintar”. Luego la prostitu-
ta descubre que la visitante del bar es “bonita, no como la había imaginado, pero había
en esos rasgos algo que atraía harto: la expresión cachonda quizá, de hembra ganosa,
dispuesta a disfrutar a su hombre”. La descripción de su físico es detallada: “el cabello se
le esponjaba detrás de la nuca como si fuera partiendo el aire; los ojos grandes, la nariz
finita y un poco respingada; sin colorete, por lo que daba un aspecto inocente, natural”.
Fundamentales son las palabras de la comadre enferma, que nos dan la clave
de cómo interpretar la orgía que tiene lugar en el antro: “¿Sabes qué me gustaría? Que
cuando me muera en vez de velorio me organicen una pachanga. Me voy a ir más con-
tenta si quienes me quieren están dándole gusto al cuerpo”. El frenesí de la conclusión
sería la cristalización de esa última voluntad de la prostituta.
La pareja fascina a los asistentes al bar, por su belleza, ya lo decíamos. La narra-
dora, de percepción fascinada también, tiene acceso a ciertos detalles que el resto de los
empleados del congal no. Al menos es solo su testimonio el que conocemos, aunque ella
nos da cuenta de la percepción deficiente de sus compañeros y se cree poseedora de la
versión correcta de la historia: “me fijé en que eran muy semejantes. Como hermanos”.
Estamos, al parecer, sin escándalo para la narradora, ante una pareja de amantes inces-
tuosos: “No nada más parecían hermanos, sino gemelos: quitándole a él barba y bigote,
cortándole a ella el cabello, y sin tomar en cuenta la diferencia en los tamaños, se podría
jurar que habían nacido de la misma madre y el mismo padre”.
Después de tomar muchísimas botellas de cerveza, que no parecen tener efecto
en la pareja, ella baila sensualmente frente a todos y luego la pareja comienza con sus
escarceos eróticos, hasta que la relación se consuma en medio de un fulgor que parece
iluminar a la pareja. La pasión de los visitantes contagia al resto de la concurrencia y
don Chepe y la misma narradora, ancianos ya, terminan enervados por la visión de la
pareja de amantes y recuperan el vigor de la juventud, para tener sexo también. Así
le ocurre a los demás, porque el congal, lugar de pecado y disfrute al fin, se vuelve el
escenario de una orgía en la cual los asistentes terminan copulando en el piso, a la vista
de todos.
¿Quiénes son esos sensuales visitantes?: “Por el milagro que lograron conmigo
y con don Chepe, empecé a sospecharlo”, dice la narradora. Entonces descubren el
cadáver de Lorenza, la vieja prostituta, con una sonrisa de felicidad en el rostro rígido:
“Bien muerta. Pero feliz”, entendemos que la misión de los visitantes era esa, llevarse el
alma de la prostituta agonizante, en esa fiesta que ella había anhelado para despedirse
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del mundo. Es una intervención divina, un milagro que tiene lugar a través de los
intermediarios de Dios. Sin embargo, ya no estamos ante el ángel que salva a Agar
e Ismael en el desierto por medio de una fuente milagrosa que aplaca la sed de los
desterrados. Tampoco ante los ángeles de El cantar de Roldán. Los ángeles de Parra
son una pareja sensual que, como la misma narradora lo dice en un momento, parece
estar llevando a cabo una travesura, máxima expresión de la complicidad.
“Luego, como siempre pasa, empezaron los dimes y diretes, y, conforme se van
yendo las semanas y los meses, aumentan las versiones. ¡La de inventos que he oído
sobre esa noche!”, dice la prostituta, quien asegura poseer, decíamos, la interpretación
auténtica acerca de lo que ocurrió en el congal. Lo que nos interesa de la cita es reivin-
dicar los elementos del milagro: este es público y en su reconstrucción intervienen los
testigos, quienes rinden su testimonio de acuerdo con patrones propios de las institucio-
nes jurídicas, porque declaran, aunque estén confundidos, se equivoquen o bien tengan
alucinaciones.
¿Cuál podría ser la interpretación de Caillois del texto? Con todas las reservas, la
respuesta podría ser “el alma en pena que exige el cumplimiento de determinada acción
para reposar”. Lorenza no ha muerto, sino que vive cuando expresa su deseo de unas
pompas fúnebres por completo festivas. Sin embargo, el milagro es la satisfacción de
sus deseos. También con reservas: “la muerte personificada que aparece entre los vivos”
(porque no es la muerte, como en El luto humano, de Revueltas, sino una pareja que
trae la muerte aunque también celebra el gozo de la vida. Podríamos agregar uno más:
“la mujer-fantasma, seductora y mortal, que viene del más allá”, aunque también haya
que matizar la cuestión de lo fantasmagórico.
En conclusión, hemos visto que la percepción de los personajes es uno de los
factores clave para que tenga lugar el milagro, que en ocasiones toma la forma de un
castigo, como en el hotel maldito, trasunto del espacio gótico, donde quedan atra-
pados los personajes; en donde al menos uno de los protagonista tiene un juicio que
precisa ser relativizado, porque es el testimonio del enfermo enfebrecido que alucina,
aunque percibe. En el caserío, de nuevo espacio maldito, la imaginación es el ene-
migo por excelencia. Se salva quien se apega al culto sincrético, porque quien cede
y trata de enfrentar el mal termina enloquecido, tal vez víctima de la imaginación
exacerbada que ve en el viento descontrolado a los espectros. En el ejemplo final,
en del antro visitado por los “ángeles”, es en donde mejor se cumplen los preceptos
del milagro, en tanto que anomalía propiciada por Dios, o como en este caso, sus
intermediarios.
En los tres casos, la representación habitualmente realista del problema del mi-
grante, el campesino desplazado o la prostituta marginada se ve trasmutada en experien-
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Bibliografía citada
Borges, Jorge Luis, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Antología de la literatura
fantástica. Hermes, 1987.
Maestro, Jesús G. “Los materiales literarios: autor, obra, lector y transductor.” jesus-g-
maestro.blogspot.com/2015/04/los-materiales-literarios-autor-obra.html
Morales, Ana María. “Identidad y alteridad: del mito prehispánico al cuento fantástico.”
Hipertexto, nº 7, 2008, pp. 68-76.
Olea Franco, Rafael. En el reino fantástico de los aparecidos: Roa Bárcena, Fuentes y
Pacheco. Colmex/ Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2004.
Resumen: La violencia en las ciudades mexicanas que hacen frontera con Estados
Unidos es un monstruo de varias cabezas; éstas, a su vez, no obedecen precisamente a
sus actuantes, sino a sus manifestaciones: la negación, la adaptación, la cosificación y
la deshumanización son algunas de ellas. Se trata de la última violencia que se vive en
Latinoamérica antes de pasar a manos de los gringos; y tal parece que al ser la última
vez que se manifiesta “de este lado”, decidiera ser la más brutal, la más arraigada y la
más generalizada. Su reproducción adquiere un tono peculiar en La balada de los arcos
dorados. A través de esta novela, el escritor juarense César Silva Márquez nos coloca
frente a frente con un panorama que si bien tiene algo de desesperanzador, nos obliga
a hacer los prejuicios a un lado y dejarnos llevar por la forma de referir una violencia
que no depende de las actividades de una sociedad fronteriza específica, sino que las
condiciona.
Palabras clave: México, Novela negra, Violencia, Frontera, Deshumanización.
Abstract: Violence in Mexican cities that border the United States is a multi-headed
monster; these, in turn, do not obey precisely their actors, but their manifestations:
denial, adaptation, reification and dehumanization are some of them. This is the last
violence experienced in Latin America before going to the gringo´s hands; and it seems
that being the last time that it is manifested “on this side,” it decided to be the most brutal,
the most entrenched and the most widespread. Its reproduction acquires a peculiar tone
in The Ballad of the Golden Arches. Through this novel, the writer César Silva Márquez,
from Ciudad Juárez, puts us face to face with a panorama that, although it has some
hopelessness, forces us to prejudice aside and let ourselves be carried away by the way
of referring a violence that does not depend of the activities of a specific border society,
but conditions them.
Keywords: México, Noir fiction, Violence, Border, Dehumanization.
Las ciudades fronterizas del norte de México sufren actualmente los rezagos de
décadas de olvido de parte del Estado y de los gobiernos de otros niveles. La manifestación
más clara de tal residuo es, sin duda, en materia de seguridad: una violencia tan cotidiana
que ha cambiado radicalmente las actitudes, conductas y perspectivas de sus habitantes.
Esta violencia tiene numerosas aristas que permiten analizarla a través ya no desde
la perspectiva de los actuantes, sino más bien desde las formas en que se reproduce. De
tal manera que la negación, la adaptación, la cosificación y la deshumanización que
“funcionan” independientemente como recursos de asimilación de la violencia en un
espacio citadino fronterizo específico adquieren un valor propio a través del modo en que
la violencia misma condiciona las actividades de la sociedad.
Varias son las alternativas desde las que las aristas de la violencia pueden ser
mostradas, pero sin duda el asignarles una resignificación en un texto literario les otorga
un tono peculiar que resultaría tendencioso en caso de ser utilizado en otro espacio que
no sea el escenario desde donde los personajes de una ficción tomen la palabra. Esto es
justo lo que César Silva Márquez pretende en La balada de los arcos dorados.
El escritor juarense ofrece una novela pertinentemente negra que comprende
personajes emblemáticos que han sido tocados por la violencia o están en vías de serlo.
El lector, al final, no sale inmune. El punto de partida de Silva es el sitio caótico descrito
por el sociólogo argelino Philippe Corcuff como el universo “donde todo cambia y está
corrompido, el crimen es lo ordinario y el criminal se distingue difícilmente del hombre
honrado” (42).
Esta difuminación no solo funciona al nivel de las relaciones interpersonales en
la obra, sino que conforma a los personajes mismos a partir de su asimilación de la
violencia y de la cercanía con ella. El caso más radical en la novela es el agente Julio
Pastrana.
Pastrana se dedica a resolver crímenes en un infructuoso intento por compensar
su impotencia ante los asesinatos de sus padres y su incapacidad de encontrar a su
prima Margarita, una joven que a los 28 años desapareció sin dejar rastro. Se trata de
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Ante esta imparable espiral en que la violencia se castiga con violencia, Silva nos ofrece
pocas opciones. Una es la desaparición, el anonimato. Luis Kuriaki parece encontrarse
en ese proceso sin retorno, al grado que la hermana nota que ha sido misteriosamente
eliminado de una fotografía familiar. Mientras que a Samuel Benítez, el “yonqui”, de poco
le sirvió mantener un perfil bajo. Con respecto a los beneficios de la mesura en un ambiente
hostil, él lo dice mejor que nadie: “para qué hacer ruido, mejor vivo que Lobo” (23), en
referencia a las camionetas de lujo que suelen exhibir los narcos de todos los niveles.
La segunda alternativa es más deprimente: convertirse en ese “zombi social” que
se limita a apreciar lo banal a fin de seguir existiendo. La vida se reduce a las actividades
inmediatas, a lo que se tiene frente a sí en un instante. Es Rebeca Alcalá, la vecina y
pareja ocasional de Luis Kuriaki, quien lo experimenta antes de huir para siempre:
Se desvistió, se dio un baño y pensó en el presente y futuro. Su madre y su trabajo,
esa razón que la mantenía en una ciudad terrosa, cuadrada y chaparra. Salió del
baño y miró su reflejo. Prefirió apagar la luz y conformarse con las sombras a su
alrededor.
La vida era una bombilla titilante a punto de morir.
Se imaginó como una vieja gitana cuyas cartas eran la familia y el trabajo. Rebeca
se sentó a la orilla de la cama y miró hacia la fría oscuridad, hacia la casa de
enfrente. (148-49)
Al final, cabe preguntarse ¿qué sentido tiene denunciar, investigar, decir la
verdad, confrontar el miedo? Óscar Núñez ofrece una respuesta parcial. Segundos antes
de ejecutar a Santos, quien morirá por haber revelado al periodista la entrega de un
cargamento de droga a soldados estadounidenses en una pista clandestina del otro lado
de la frontera, Núñez le recrimina: “Y sabes qué es lo peor, que esto no cambiará nada.
Los cargamentos sólo se retrasarán, habrá gritos y más muertos y nada de esto valdrá un
comino” (104).
Pastrana tiene su propia versión. El agente es cuestionado por su jefe –el teniente
Martínez– que encubre las golpizas que el policía suele propinar a delincuentes de poca
monta y a golpeadores de mujeres: “En estos cinco años has mandado al hospital a una
decena de cabrones como Valtierra, unos eran peores que otros y me pregunto de qué
ha servido, si te sientes mejor al respecto, si has hecho la diferencia” (Silva, 124). La
respuesta de Pastrana no podría ser otra: “Qué importa”.
Es esa la muestra más clara del desencanto del antihéroe de la novela negra, una
desilusión realista que le permite seguir por la vida sin más aspiraciones que interpretar
lo mejor posible un papel que le fue asignado por las circunstancias. Sobre esta figura,
Corcuff nos dice: “Y es precisamente este individuo más individualizado de las sociedades
occidentales modernas el que va a formular –en este registro literario– las preguntas y las
dudas relativas al sentido de la existencia humana” (35).
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Pastrana, con su saña, su impotencia y su condición como alguien que actúa sin
una función heroica o mínimamente justiciera, es el único personaje que tiene claro lo
que nos depara como sociedad ante una violencia desmedida como la de Ciudad Juárez.
Comprende las limitantes de su rol, y por ende de los de todos. De acuerdo con lo que
sostiene Corcuff, en eso radicaría su compleja contradicción: “Se podría decir que el anti-
héroe de la novela policial encarna paradójicamente en su dureza misma, las fragilidades
propias de nuestras sociedades” (39).
Pero quizá la respuesta más acertada –y trágicamente melancólica– viene de Luis
Kuriaki, el periodista: “Tantas cosas que suceden y nosotros aquí, en una cantina donde
la muerte nos sorprende a cada momento, nos envuelve como una manta de niebla
espesa y pastosa” (Silva, 56).
Bibliografía citada
Herrera Bórquez, Kenya. “Entre el olvido, la memoria y el desafío: las disputas por los
significados de la violencia en la frontera norte de México.”
Silva Márquez, César. La balada de los arcos dorados. Almadía, México, 2014.
Lo grotesco: nuevas perspectivas de lo orgánico
en el trabajo del artista visual Chivocaprino
1. Luis Enrique Cháidez Leos: Estudiante de noveno semestre de Letras Españolas por la UACH.
Miembro del Grupo de Investigación Literatura y Cultura en el Norte de México. Impartió el taller “Cuento
breve, léase despacio” dentro del marco de la XXXVII Semana del Humanismo de la Facultad de Filosofía
y Letras de la UACH.
Fernando Hernández Ramos: Estudiante de noveno semestre de Letras Españolas por la UACH.
Miembro del Grupo de Investigación Literatura y Cultura en el Norte de México. Colaboró en la organiza-
ción del VII Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes Jesús Gardea.
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las reglas del asunto, el grafiti puro de toda la vida, el escritor que no se adapta ni se
doblega [...] y el que coquetea o se deja seducir por palabras domesticadas de las que a
menudo se apropian las instituciones y los marchantes de arte”, de igual forma Rector
en entrevista con Camila Elena Arranz menciona: “El graffiti estrictamente es ilegal;
si no es ilegal, no es graffiti [...]. Si somos objetivos, no hay dicotomía entre arte y
vandalismo: es vandalismo, lo que no excluye que algunas piezas puedan ser obras
de arte”; así mismo en una plática que sostuvimos con Chivocaprino (de quien ha-
blaremos más adelante) defiende la esencia del grafiti como un acto ilegal y el placer
del mismo en ofrecer una lectura obligada a las personas.2 Como vemos reflejado
en el pensamiento de los escritores de grafiti la ilegalidad del mismo es su médula,
irrumpiendo en lugares no planeados para ello, obligando al espectador a establecer
un diálogo con el grafiti.
Se les conoce como escritores de grafiti por escribir en los muros, dejar
su tag el cual es su identificación ante el mundo, y la elección del mismo no es
aleatoria, sino que conlleva un proceso estilístico como psicológico. En el caso
de Rector él hace la aclaración de haber elegido su tag a partir de “La expresión
popular de “estudiar en la carrera de la vida” le dio la idea, erigiéndose como
autoridad en la materia.” (Entrevista a Rector por Camila Elena Arranz en la re-
vista Harlan. Enero, 2014), es decir, la elección del nombre carga un significado
profundo ante el cual define su identidad. En cambio con Chivocaprino (quien
firmaba como Nerok) la elección del nombre recurre más a lo estilístico de la gra-
fía; la manipulación de las letras para un fin estético. Esta libertad estilística que
confiere a las letras de su firma lo destaca dentro de su escuela. Hoy en día ha
decidido firmar con el ano.
Este recurso no guarda su ingenio únicamente en la comedia, sino en la manipu-
lación de los elementos corporales para la construcción de las grafías.
2. Entrevista no publicada.
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de los primeros sitios en hacer uso de esta palabra para designar el espacio digital que
la pantalla presenta fue MetroFlog, en el cual las personas pasaban a los muros de sus
amigos y conocidos para dejar su firma. Hoy en día se hace uso de la misma palabra
en la red social Instagram para designar el espacio virtual en donde puedes publicar. Al
tratarse de una red social enfocada en lo visual resulta común encontrar en los usuarios
a diversos artistas: tal es el caso de Chivocaprino.
La intervención de los muros digitales es más sencilla (y de menos problemas le-
gales) que la de los muros físicos. En la charla sostenida con chivocaprino mencionó que
para él el muro digital predilecto para dar a conocer su obra es el de Instagram, ya que lo
relaciona con una universidad a diferencia del de Facebook el cual compara con la calle.
Esto debido a que las recomendaciones en Instagram son por coincidencias en gustos, es
decir, sólo nos aparecerá en la aplicación aquello que pueda ser de nuestro interés. En
cambio en Facebook nos sale todo aquello que publican nuestros amigos agregados (si
no colocamos filtros). Es por esta razón que el trabajo de chivocaprino se veía frecuente-
mente atacado en Facebook, mientras que en Instagram es más aceptado.
Ahora, como nos es debido retomar las obligaciones que el título de este artículo
propone, nos es necesario pensar en las perspectivas corporales y su deformidad. Las
cuales en el trabajo del artista visual a analizar son una constante. A continuación nos
permitiremos analizar algunos de sus trabajos publicados en Instagram haciendo hinca-
pié en los conceptos antes mencionados. El primer ejemplo de ello es la figura 5.
Una vagina intervenida en formas y símbolos. Un ojo avisa desde su interior la
presencia de patas de alguna clase de in-
secto que brota de lo que serían los labios
vaginales. Atendiendo a los argumentos
para definir lo abyecto (tema a tratar pos-
teriormente) de Julia Kristeva, me gustaría
resaltar la siguiente cita: “aquello que per-
turba una identidad, un sistema, un orden.
Aquello que no respeta los límites, los luga-
res, las reglas, la complicidad, lo ambiguo,
lo mixto” (p. 11). En el caso de esta pieza,
se encuentra la intervención a los límites
corporales, no solo refiriéndonos a la cues-
tión de lo genital, sino, el cuerpo excede
su límite y se transforma en un insecto. Un
Kafka sexual. Uno, guiado por el ímpetu
Figura 5. Fuente: Instagram @Chivocaprino. del clítoris, el cual asemeja la cabeza.
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Creemos que la pregunta más cercana a la propuesta del autor sería la primera y
esto es visible al contemplar la imagen. Las entrañas, como se mencionaba antes, están
en íntima relación con los elementos mecánicos y vegetales del elemento alargado lo cual
no hace suponer que lo humano no está siendo consumido, sino que forma parte del
conjunto o es generado por el mismo.
El acto de exponer las entrañas, de hacerlas surgir hacia el exterior de la piel, o
mostrarlas en conjunto con partes exteriores del cuerpo (caso de la figura 4) refleja la
crudeza con la que se exponen los contenidos. Tal es el caso, que al mostrar las entrañas
de una forma tan visceral, logra en el espectador una sensación de repulsión- atracción;
el sujeto-espectador es abyectado por la obra. Como menciona Claudia Mandel: “Preci-
samente, los elementos que provocan abyección, son aquellos que atraviesan el umbral
entre el interior y el exterior del cuerpo –orina, lágrimas, heces, sangre menstrual, etc.–.
Así, lo abyecto se ubicaría en ese borde ambiguo, mixto, indefinido, entre la interioridad
y la exterioridad corporal” (10).
Si bien Claudia Mandel hace hincapié en las secreciones corporales como elemen-
tos de lo abyecto, ya que estos trascienden el límite de lo interior y exterior del cuerpo, no-
sotros consideramos no sólo destacar dichos términos sino también abarcar todo lo interno
al cuerpo –háblese de entrañas, bacterias, etc.– que de forma natural no debiera ser visible.
Tal naturalización de lo no-visible pasa del terreno de lo natural a lo cultural; la recepción
simbólica del cuerpo íntimo -genitales, senos, ano, etc.- traza una frontera con el mundo
exterior que al ser cruzada se censura o rechaza. Una de las obras de chivocaprino en don-
de podemos apreciar de manera más evidente la abyección antes explicada, es la figura 7.
En ella se aprecia a primera vista el uso de falos, senos y vulva, además de una
representación anal como el punto de fuga central. Esto para construir un paisaje de la
abyección, en el cual no hay más elementos que el cuerpo íntimo en todas su posibilida-
des, incluida la calavera –representación de la muerte– que es lo más propio, lo pertene-
ciente al ser. El elemento del cadáver o lo cadavérico es mencionado por Kristeva como
el límite predilecto “Si la basura significa el otro lado del límite, allí donde no soy y que
me permite ser, el cadáver, el más repugnante de los desechos, es un límite que lo ha
invadido todo. Ya no soy yo (moi) quien expulsa, «yo» es expulsado. El límite se ha vuelto
un objeto” (10). El cuerpo, una vez perdida la esencia de la vida –llámese alma, energía,
conciencia– se vuelve un desecho. El objeto-cuerpo se vuelve un recurso para la memoria
y el duelo; el apego al recuerdo de aquel que fue lucha contra el rechazo de un cuerpo
que paulatinamente se irá pudriendo y desapareciendo, quedando solamente la calavera.
Es interesante ver el uso lúdico del autor al utilizar la cavidad nasal para represen-
tar una vagina en contraste con el uso de la nariz como un elemento fálico en el arte gro-
tesco medieval mencionado por Bajtín en su libro La cultura popular en la edad media
y el renacimiento: “La nariz era considerada como símbolo fálico en el grotesco de la
Antigüedad y la Edad Media” (70).3 La figura 7 no es caso exclusivo de esta representa-
ción dentro de la obra de este autor, podemos encontrar otros ejemplos de narices-vulva
y narices-pene. (véanse figura 8 y 9).
Los elementos de la figura 7 se amalgaman en una sola obra para romper o di-
fuminar los límites naturales entre la vida y la muerte. Formando un conjunto uniforme
de elementos que corresponden a dos campos semánticos dispares dentro de una visión
paisajística de lo abyecto. Como menciona Amparo Latorre Romero: “La idea funda-
mental que encierra el concepto de la abyección es que sirve para cruzar los límites,
jugar con las prohibiciones, más concretamente, la transgresión” (5). En el trabajo de
3. Esta relación da para un estudio más profundo del tema, el cual no es el eje central de este
artículo.
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Fig 10. Fuente: Instagram @Chivocaprino. Fig 11. Título: Bipolar Obra facilitada por el autor.
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Bibliografía citada
Garí, Joan. La conversación mural. Ensayo para una lectura del graffiti. Fundesco,
Madrid, 1995.
Mandel, Claudia. Notas sobre la categoría de “lo abyecto” en las artes visuales con-
temporáneas. Revista Escena, nº 36, 2013, pp. 7-12.
Abstract: This article talks about the constant violence in which the state of Chihuahua
lives, this is why the most important representative examples of the city are used, such as
the monument to the fallen police, the nail cross and the plaque to Marisela Escobedo;
which were built at different times and are located in the downtown area of Chihuahua,
in this way they have become the representation of the voice of hundreds of victims. The
differences between each of them and the way in which citizens express their pain are
addressed. When reviewing the samples of expression we can observe how they evolve
with the objective of making violence visible.
1. Lic. Landy Vianey Portillo Calderón. Estudió la Licenciatura en Letras Españolas y cursa la
Maestría en Humanidades, ambas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de
Chihuahua. Actualmente se desempeña como administrativa y docente en la misma Universidad.
Lic. Gabriela Gutiérrez Antúnez. Estudió Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad Autónoma de Chihuahua. Actualmente trabaja como maestra de inglés en un CREI del
municipio de Aldama, Chihuahua.
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Frente la complicidad de una tenue luz, música de fondo y el olor a café; las plá-
ticas entre amigas pueden traer consigo los recuerdos más dolorosos. Entre ellos el de
Viviana; una víctima de feminicidio, compañera en la secundaria de una de nosotras, y
aunque no estuvo en el mismo salón; fue parte del mismo contexto. Viviana era alegre,
derrochaba vida; tal vez eso fue lo que llamó la atención de su agresor.
Fue difícil ver su fotografía entre las chicas que en esa época desaparecieron; su
nombre al pie de la imagen reafirmó aquellas dudas. Viviana de esta manera se convirtió
en un número más de la enorme lista de desaparecidas en el Estado. –El día que me
enteré de su desaparición (comentó Anaís; una amiga quien también conoció a Viviana)
fue cuando el director (COBACH 1) pidió un minuto de silencio por la exalumna; cuando
mencionó el nombre de Viviana sentí horrible.
Anaís y ella no pertenecían al mismo turno de dicha institución, sin embargo, el
conocer de una manera tan cercana a una de las tantas desaparecidas permite ver la pro-
blemática desde otra perspectiva. Lo primero que se siente es temor, sobre todo por ser
mujer, además de reconocerse vulnerable ante muchos agresores que en ese momento
no tienen rostro y no obstante podrían ser cualquiera.
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Viviana Rayas Arellanes se sumó a un dato estadístico, por lo que pasó a ser una
más de las víctimas de feminicidio en el Estado de Chihuahua. Para muchos, las víctimas
han quedado sin nombre, ni identidad, solo un número más que pasan a la historia y
luego al olvido. Sin embargo, con el objetivo de evitar el olvido, un grupo de personas se
dio a la tarea de montar un monumento en honor a todas esas chicas que perdieron su
vida. Acción que no es única ni exclusiva de la sociedad chihuahuense, sino que a través
de acciones, muchas otras madres se fueron sumando a dicha causa.
En el estado de Chihuahua desde hace muchos años se ha vivido una ola de vio-
lencia. La principal de ellas ha sido a través de feminicidios, quienes primordialmente
fueron jóvenes. Esta situación se vio más evidente entre los años noventa y a principios
de los 2000, por lo que se generó un estado de alerta, especialmente entre quienes eran
mujeres que se encontraban entre los 15 y 20 años. No fue sino hasta el sexenio de Feli-
pe Calderón (2006-2012), donde la violencia alcanzó al género masculino, pues en estos
años se declaró una guerra contra el narcotráfico, que se desarrolló en lugares públicos
por lo que trajo muchas muertes de inocentes, además de los miembros de carteles que
murieron en los enfrentamientos.
Con estos antecedentes nos dimos cuenta de que existen tres representaciones de
diferentes actos de violencia generados en el estado de Chihuahua, por lo que se analiza el
discurso de violencia, el discurso de género, la estética representada a través de ellos; tam-
bién influyeron en lo anterior quienes los edificaron (dos la ciudadanía y uno el gobierno).
Cabe resaltar que los tres se convirtieron en espacios de protesta para las nuevas
víctimas de otras violencias que se generaron con los años.
En la presentación del libro Genero e Identidad, Teresa Valdés hace un recuento
de la lucha que ha tenido la mujer para defender sus derechos. Comparándolas con las
Diosas; a grandes rasgos habla de la desigualdad que persiste por cuestión de género y
como a muchas les ha costado la vida. Dice que vimos a las mujeres Persefone, es decir
diosa-niña, mujer joven y receptiva, ingenua y dependiente, hija de Deméter y reina de
los Infiernos, tras su secuestro y violación por Hades. Como referencia de las mujeres
que fueron arrastradas a los infiernos a través de violaciones, tortura, separación forzosa
o la violencia que sufrieron en su hogar. Afortunadamente hubo muchas que renacieron
que ahora son un apoyo para otras mujeres (Valdés, 18).
Es la descripción de muchas de las mujeres chihuahuense, lamentablemente no
todas sobreviven para volverse reinas. Chihuahua desde hace años arrastra una cifra
enorme de feminicidios que no han sido resueltos. Además de los que se van agregando
a la lista. Conforme pasa el tiempo son pocos los que se resuelven y cada vez más per-
sonas inconformes.
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Tras ver su foto, se puede llegar a reflexionar; ¿habrá algún padre o madre chihuahuense
que esté preparado para que le sea arrebatado el futuro que tanto planeó para su hija?
¿Lo está realmente para no saber del paradero de ella? ¿Es posible que un padre sea
como la ciudadanía y llegue a olvidar a sus muertas?
Carrejo retoma lo que había dicho Loscertales sobre la forma en que los medios
de comunicación exponen la violencia sin escrúpulos, con un tono amarillista, mostrando
decapitados, colgados y baleados. Esto escandaliza a la sociedad creando sentimiento
de culpa o ansiedad, pero a los pocos días estos sentimientos desaparecen junto con la
noticia (Loscertales en Carrejo, 26).
que fueron tratados ambos casos de violencia, y la diferencia que se ejerce entre unas
víctimas y otras, a pesar de que todas perdieron la vida debido a la violencia en el país.
Es por ello que con todo esto también podemos afirmar que “ninguna obra de arte
puede remediar la pérdida de un ser querido. Cuando hay ausencia de justicia no hay
restitución ni consuelo” (Diéguez, 9).
En lo que se refiere al monumento “Memorial al policía caído en el cumplimiento
del deber” fue construido por el Estado, para lo cual se realizó una ceremonia de inaugu-
ración a la que asistieron el entonces gobernador del estado y alcalde de la ciudad de Chi-
huahua, César Duarte Jáquez y Javier Garfio. En dicha ceremonia el mandatario dirigió
unas palabras a las familias de las víctimas y a los policías que se esfuerzan diariamente
por proteger a la ciudadanía. Sin embargo, a cuatro años de esta inauguración el monu-
mento ha sido abandonado por las autoridades y por la ciudadanía, que a pesar de pasar
mucho tiempo cerca de él, por estar colocado en un lugar público y por la magnitud de
su tamaño, es difícil ignorarlo.
En él se encuentra presente una lista de reconocimiento de las cuatro zonas que
distinguen nuestra ciudad; en lo que respecta a la Zona Norte, se encuentran expuestos
205 nombres de elementos policiales, de los cuales 25 son mujeres; esta información
arroja un porcentaje del 12.1% de elementos femeninos que perdieron la vida en la lla-
mada Guerra contra el Narco. Sin embargo, cabe resaltar la presencia y renombre, tanto
en la inscripción como en las listas de elementos a las mujeres víctimas, lo cual no se rea-
liza el idéntico mérito en el momento de la representación de la estatua misma, pues al
observarla, no hay una presencia de ello, sino que la imagen sólo evoca la conservación
del patriarcado. ¿Cómo sucede esto?
Observar los monumentos bajo un ojo crítico, permite lograr un análisis de la
problemática política, así como las ideologías discursivas presentes en cada uno de ellos.
Para el trabajo se realizaron dos sesiones de fotografía; por ende, encontramos
detalles que en una primera instancia pasaron desapercibidos. La luz de la mañana po-
sándose frente al monumento de los Policías caídos descubrió dichos detalles, los cuales
siempre estuvieron ahí, sin embargo, es tanta la naturalización de ellos, igual que, como
sucede con los monumentos que son puestos por algunos de los colectivos pertenecien-
tes al Estado de Chihuahua; el tiempo comienza llevarlos al olvido; pero no sólo eso,
estos configuran sus propios discursos al momento en que son vistos y reproducidos por
la ciudadanía. Entiéndase por discurso, lo que van Dijk menciona en su libro Ideología:
un enfoque multidisciplinario, son formas de acción por lo que se convierten en una
forma de interacción social la cual se encuentra inserta en un contexto, de manera que
los participantes pasan a ser actores sociales pertenecientes a grupos o culturas determi-
nadas (19).
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En las imágenes se observa a primera vista, la gama de colores; lo cual permite re-
flexionar en la representación hegemónica y patriarcal del policía. Cabe destacar que la
posición en la que se encuentra es de pie, protegiendo un infante, el cual, para nuestro
asombro, se ha seleccionado a una niña, quien llega a representar la ciudadanía, por lo
que se refleja a través de la niña, la inocencia y debilidad; siendo posible que también se
representa la vulnerabilidad y maleabilidad basada en un personaje como la niña puede
llegar a representar.
Esta acción causó más efecto que cualquier elemento que se agrega a la cruz de
clavos, ya que se pintó un monumento oficial. Los periódicos locales informaron de
principio a fin la inconformidad de algunas personas ante dicha acción; la postura de las
autoridades fue de queja sobre los gastos que se debían hacer para limpiar los rayones.
En pocas palabras; los manifestantes lograron con solo escribir unas cuantas oraciones
que la sociedad dejara de ser indiferente y retomara el tema en espacios, independien-
temente de la razón por la que hablaban del tema, ya sea para apoyar o para atacar la
acción, la ciudadanía se involucró y se enteró de que en el país existe violencia y que las
víctimas exigen justicia.
Los periódicos locales difundieron la noticia, el tiempo puso como título “vanda-
lizan y pintan de rosa el memorial al Policía Caído” en donde se muestran fotografías y
se habla de lo ocurrido. En ese mismo día circularon noticias sobre la limpieza al monu-
mento. Ambas imágenes muestran la hora en que se publicó la nota; la primera es de
las 7:14 y la segunda de las 12:45 del mismo día, es decir solo transcurrieron 5 horas
para que las autoridades se movilizaran y limpiarán el monumento buscando mantener
el orden de la ciudad.
realizada el 19 de agosto del 2019 señala las razones por las que pintaron el monumento,
por lo que mediante este nombramiento es posible justificarlo como un acto de solidaridad
entre mujeres preocupadas por el bienestar y a su vez, molestas por las injusticias. Entre
las cosas que dicen se encuentran las cifras de las víctimas en el año hasta ese momento.
Presentan a Chihuahua como uno de los estados más violentos y defienden las pintas que
se hicieron tienen el objetivo de denunciar a un Estado omiso ante los feminicidios, la vio-
lencia sexual, el acoso y el hostigamiento. Durante el 2019 hasta la fecha de la publicación
se han denunciado 698 delitos de abuso sexual; 88 por hostigamiento sexual; 431 por
violación simple; y 148 por violación equiparada, así como también hay 5 mil 305 carpe-
tas de investigación abiertas por violencia familiar. (Fb Marea Verde).
En su libro Carrejo también hace referencia a una nota del Diario de Chi-
huahua publicada en 2014, en la que se vuelve a hacer mención de la situación de
violencia que existe en el país, específicamente violencia hacia la mujer y la falta de
atención a este tema por parte de las autoridades. Resalta que a pesar de que el fenó-
meno mata mujeres tiene repercusiones a nivel nacional pareciera que no existe, ya
que las declaraciones de los políticos no tienen relación con la problemática (Castro
en Carreja, 83).
La nota mencionada por Carrejo es del 2014 y las acciones de Marea Verde son
del 2019, son 5 años de diferencia en dónde se sigue denunciando la falta de interés de
las autoridades para resolver actos de violencia hacia la mujer. A pesar de eso la sociedad
se sigue solidarizando con las víctimas y encuentra los medios para mostrar su desen-
canto. Hace un año a través de la cruz de clavos y ahora se ha tomado el monumento al
Policía Caído.
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Bibliografía citada
Del Sarto, Ana. “Los afectos en los estudios culturales latinoamericanos. Cuerpos y sub-
jetividades en Ciudad Juárez.” Cuadernos de Literatura, nº 32, julio-dic. 2012,
pp. 41-68.
Diéguez, Ileana. Cuerpos sin duelo Iconografías y teatralidades del dolor. Documen-
tA/Escénicas, Córdoba, 2013.
O´Sullivan, Simon. “La estética del afecto.” Exit Book, nº 15, 2011, pp. 9-21
www.facebook.com/laopcion/posts/2586310448072315
Vich, Víctor. Poéticas del duelo: memorias que ocupan la ciudad. IEP, Lima, 2015.
Los monumentos como proyección ideológica:
la ciudad de Chihuahua a principios del siglo XX
I
Recorrer la ciudad de Chihuahua a principios del siglo XX debió ser una experien-
cia asombrosa. De sólo pensar que en ella habitaba una de las familias más adineradas e
influyentes políticamente durante el porfiriato, los Terrazas-Creel, hace imaginarla como
un ejemplo del urbanismo moderno que reflejaba materialmente el orden y progreso.
Uno como individuo de la actualidad puede imaginarse recorriendo sus calles céntricas
recién pavimentadas, sus edificios de gobierno simbólicamente serios y excelsos, las
grandes mansiones de las familias adineradas sobre los principales paseos adornado
con frondosos árboles y sus principales cruces e intersecciones repletos de monumentos
históricos y cívicos. Quien la imagina, es probable, no lo pueda hacer sin idealizarla en
sobremanera.
Unas cuantas décadas atrás, por el inicio del año 1880, la ciudad de Chihuahua
apenas comenzaba a destellar su promisorio futuro. El fin casi decidido de las guerras
contra las tribus bárbaras, la introducción de las vías férreas y el precipitoso ascenso de
las elites liberales locales, fueron factores determinantes del auge de la ciudad norteña.
Una nueva época de prosperidad necesitaba de un nuevo concepto fundador que se
proyectara en todas direcciones. Desde entonces, la noción de “modernidad” trascendió
en el presente extendiéndose como onda expansiva hacia el tiempo pasado tanto futuro.
Con la base de ese concepto temporal, la elite chihuahuense porfirista ideó dis-
cursiva y materialmente la forma de vida en la ciudad. Con el discurso, por ejemplo, se
construyeron alocuciones abogando por una época de ciencia y progreso, además se die-
ron forma a los primeros relatos históricos que dieron la posibilidad de discernimiento de
una época antigua –cuya forma principal era caótica– y otra moderna -que a diferencia
de la antigua se caracteriza por ser ordenada y pacífica-, tal es el caso de la obra de José
María Ponce de León titulada Reseñas Históricas del estado de Chihuahua (1905) o el
Álbum-Directorio del estado de Chihuahua (1904) de Federico García y Alva. Empero,
la proyección del concepto rector no sólo quedó en el ámbito lingüístico, por lo contra-
rio, el mismo se manifestó en las calles, arquitectura y urbanismo de la capital del estado,
de manera física y tangible.
El presente ensayo trata de hacer un estudio de la ciudad de Chihuahua en las
postrimerías del porfiriato. Será entonces, un detallado análisis y descripción de los
monumentos de la ciudad y cómo estos complementaron la construcción ideológica y
política de la elite gobernante. Se trata de evidenciar la politización y democratización
del concepto de “modernidad” en Chihuahua, y de qué manera se reforzó con las formas
discursivas plasmadas en libros, discursos y narraciones, además de físicamente, con la
construcción de una variada gama de monumentos que permitieron al ciudadano común,
al pasear junto a ellos, entender su momento histórico y su lugar en el mundo. Estas edi-
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ficaciones de cantera y roca, cumplieron una tarea pedagógica que asintió a los grupos
gobernantes ilustrar sus ideales y valores, entre otras cosas asegurar que gracias a ellos y
sus sacrificios, la vida por entonces vivida, era posible.
Entonces, cumplir la meta requerirá la asistencia de la teoría desarrollada por
el historiador alemán Reinhart Koselleck. Sus detallados estudios acerca de la utilidad
política del monumento en la época moderna serán la base del presente estudio. Tales
supuestos permitirán la observación de los monolitos chihuahuenses. En cuanto al ma-
terial a trabajar, serán tres monumentos, los cuales hasta hoy pueden ser vistos en las
calles de la ciudad.
Los monumentos en cuestión se erigieron al final del porfiriato, en el año de
1910, y fue más que nada a causa de los festejos del centenario de la independencia
nacional. El mandamás político por entonces, Enrique Cley Creel, mandó edificar una
serie de monumentos que, en última instancia, tenían como fin el afianzar y justificar el
proyecto de modernidad terracista muy en boga en el periodo. Fue la coincidencia de
las fechas patrias un excelente pretexto. Dichos monolitos son el dedicado a la batalla
de Talamantes ocurrida en el año de 1860, el del héroe de la reforma Manuel Ojinaga,
muerto en batalla en el año de 1865, y por último, el edificado en honor al héroe de la
batalla de Tres Castillos, acontecida en el año 1880.
En cuanto a la estructura interna, el presente escrito operará de la siguiente for-
ma: primero se desarrollará el concepto de modernidad en Chihuahua a principios de
siglo y su proyección tanto física como narrativa. Segundo, se comentará el trabajo de
Koselleck y sus aportes metodológicos. En tercer lugar, se identificarán y describirán los
monumentos en cuestión y se explicará cómo estos cumplen con su propósito político e
ideológico. Por último, se tratará de establecer algunas aseveraciones finales resultantes
del previo análisis de los monolitos. Así que, por lo pronto, se inicia con la problemati-
zación del concepto del tiempo moderno en Chihuahua.
II
Si se retoman las construcciones narrativas del concepto de modernidad en Chi-
huahua, se advertirá que la primera vez que se usa tal concepto es el año 1904, dentro
de las páginas del Álbum-Directorio del estado de Chihuahua. Hasta el momento, esa es
la referencia más antigua de la democratización de ese concepto, y fue con la finalidad de
hacer la distinción de un tiempo nuevo y próspero. Si el lector sabe de alguna referencia
más antigua, pediría que refutara de inmediato la preliminar afirmación. Dicho esto, la
noción de un Chihuahua “moderno,” tiene como fin básico el hacer oposición entre una
época pasada o un Chihuahua “antiguo,” el cual predominantemente estaba plagado de
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sujeto que vivió durante el porfiriato que esa modernidad vivida fue posible gracias a la
causa y sacrificio de los hombres a quienes les rendía tributo. Su muerte no fue en vano
y sin sentido, en cambio, fue fundadora y trascendental.
Lo que sigue a continuación, por lo pronto, es desarrollar las ideas que Koselleck
tuvo en torno a los monumentos y su función práctica. Dicho apartado, permitirá más
adelante poder entrar de lleno al estudio de los monumentos de la ciudad de Chihuahua.
Comienza una nueva sección.
III
Reinhart Koselleck en uno de sus más afamados textos traducidos al español
titulado Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, hace referencia al uso
moderno de los monumentos en Europa, principalmente en dos naciones: Alemania
y Francia. Tras su análisis preciso, dilucida que la muerte violenta y absurda, originada
por un conflicto bélico, ya sea una guerra entre naciones o una revolución, debe de ser
dotada de sentido. La muerte violenta, para Koselleck, es aquella que no se busca ni llega
naturalmente, es generada y organizada por alguien o algo además de ser traumática y
masiva. Según sus palabras, la experiencia de las guerras hace decir a sus sobrevivientes
que la muerte no es algo que se busca, tampoco es voluntaria. El meollo del asunto es, el
qué hacer con los muertos, la respuesta se encontró en el culto político de la muerte. En
otras palabras, si se muere en combate es por alguna razón o por una causa. En cuanto
a esto, Koselleck escribió:
El afán por encontrar un sentido a la muerte violenta es tan antiguo como la ca-
pacidad de los hombres de matarse unos a otros. Con la Revolución francesa se
produjo un cambio significativo en esta búsqueda de significado. Todo aquel que
hubiera muerto por la lucha revolucionaria en pro de la libertad debía ser recorda-
do singularmente en un monumento. Fue entonces cuando surgió el culto político
a los muertos, que más allá de un privilegio cristiano transformó la muerte del
soldado en un deber nacional. (Koselleck, 149)
Es, por tanto, que la muerte del soldado en el campo de batalla es encausada
por la promesa de un mejor mañana. Murió por eso, por un mejor porvenir. Es por
ello que el monumento se convierte en el objeto de culto hacia la víctima. La estela
conmemora el sacrificio. Inmóvil y apacible, perdura ante el avance de los años. Su
porqué es rememorar a las generaciones venideras el sacrificio heroico de los prota-
gonistas del pasado. Es una promesa de no muerte, de existencia perpetua por medio
de la memoria. En cuanto a sus propiedades inherentes, el monumento, distingue
Koselleck, funciona de una similar manera que los conceptos, esto en cuanto a que
ambos procuran establecer horizontes de expectativa. Son elementos fundadores de
proyectos a futuro:
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bien es cierto que su creador construyó sus argumentos a partir de los ejemplos habidos
en Europa, y en particular de países como Alemania y Francia, su teoría da para más.
El presente texto académico y su creador, pretende llevar estos argumentos a la historia
de México. Existen algunos casos excepcionales de monumentos en la ciudad de Chi-
huahua, que al estudiarse con precisión, se logra distinguir en ellos los elementos antes
referidos. No es un caso único y singular de Europa o América del Norte. Es por ende,
ésta, la propuesta del escrito. Quien en su momento no concuerde con ella, se invita
cordialmente que haga uso de estos espacios de divulgación académica para refutarlo o
desmentirlo, es libre de hacerlo. Estos lugares fueron con creados por esta razón, divul-
gar y discutir el conocimiento, así tanto como innovarlo. Ahora, se pasa al estudio de
caso del Chihuahua a principios del siglo XX.
IV
La capital del estado de Chihuahua durante el porfiriato presumía ser un moderno
y sofisticado centro urbano mexicano. En su más famosa obra, La Revolución Mexi-
cana, el historiador inglés Alan Knight la describe como una “capital en auge de unos
25,000 habitantes” misma que contaba con una fundidora, fábricas textiles y de cerveza,
compañías telefónicas, bancos y varias residencias valuadas en más de $ 10,000 (67).
Justo en su cúspide, una oligarquía política y económica con orígenes liberales, que en el
comienzo de siglo se afianzan como los amos y señores de Chihuahua. Dicha oligarquía
se personificó más que nada en la familia Terrazas-Creel, y desde lo más alto de la pirá-
mide social diseñaba el rumbo de la ciudad.
Al igual que Alan Knight, el historiador François Xavier Guerra en su libro Del
Antiguo Régimen a la Revolución trata de explicar el orden de la estructura social del
México de Porfirio Díaz. Considera que las grandes urbes y capitales de México residía
una elite social restringida, dueña de grandes haciendas y propiedades fuera de la ciudad
que poco visitaban, también las habitaban banqueros, industriales y miembros respetado
de profesiones liberales que debieron su accenso social por medio del prestigio o lazos
familiares (Guerra, 355). Debajo, en la estructura social, las clases medias y bajas, ellas
dedicadas a trabajos independientes y artesanales, o bien, obreros asalariados en la gran-
des industrias de la ciudad. Así pues, la organización de las clases inferiores:
debajo de la elite restringida y relativamente cerrada, todo un conjunto de clases
medias, que van de las profesionales liberales, de los funcionarios más altos y
de los industriales y comerciantes más importantes, a los artesanos que poseen
tiendas, a los empleados y técnicos de las nuevas actividades industriales y de ser-
vicio... Finalmente, en los niveles más bajo, todo un conjunto de grupos que van
desde los pequeños oficios precarios y a menudo sin instalaciones permanente,
hasta los obreros de las nuevas industrias. (Guerra, 355)
161
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Esclarecidas las clases sociales de la ciudad moderna y sus roles dentro de ella, se
pasa al comentario de la agenda política e ideológica de las clases gobernantes. Conti-
nuando con Xavier Guerra, su texto, argumenta que las riendas políticas del país, tras el
fracaso de intentona del imperio, cayeron en manos de una minoría ilustrada teniendo
como base de acción la constitución de 1957 y cuya tarea principal era imponer un
plan sistematizado de modernización nacional (Guerra, 182). Su proyecto entonces era,
desde lo más alto del poder, dirigir los caminos del país por la teoría liberal, y esto impli-
caba por supuesto, el deber cívico y hasta en cierto grado moral, de educar a las clases
inferiores en el proyecto nacional. Guerra mejor que nadie explica el plan de acción de
la elite liberal:
Dueña innegable del poder bajo Díaz, su acción tenía que reforzarse necesaria-
mente. Una vez logrado el orden, el progreso se convierte la palabra clave del
régimen. Se trata de seguir el ejemplo de los países más avanzados de la época,
de modernizar al país, diríamos hoy. Y para hacerlo la elite liberal refuerza el ins-
trumento de su poder: el Estado. El liberalismo deja hacer y del dejar pasar es más
un objetivo que deber. (Guerra, 302)
Inculcar la agenda de la elite liberal en el pueblo mexicano se llevó de diversas
formas, por ejemplo, fiestas cívicas con desfiles y kermeses, eventos culturales como
conciertos y representaciones históricas o la construcción de magníficos monumentos.
En cuanto a los últimos, los Terrazas-Creel, procuraron enaltecer su ideología por medio
del culto a los muertos. En el año de 1910, el gobierno del estado erigió algunos mo-
numentos en la ciudad de Chihuahua, dos de ellos, rinden homenaje a las prominentes
figuras militares de la guerra de Reforma y La Intervención Francesa, el tercero, rinde
decoro al coronel Joaquín Terrazas, famoso por haber combatido en contra de los inva-
sores franceses y a las tribus bárbaras indias. Tales edificaciones fueron proyectadas por
los mismos tres arquitectos, los señores Enrique Esperón, José Arguelles y Julio Corre-
dor, este último, también famoso por haber diseñado la famosa Quinta Gameros en la
misma ciudad de Chihuahua. Es importante mencionar, que en tales eventos históricos,
miembros de la familia Terrazas se vieron hondamente involucrados. Un ejemplo de ex-
celencia fue la vida del Gral. Luis Terrazas, quien ganó sus glorias militares combatiendo
a favor de la causa liberal además de haber enfrentado a los invasores franceses y haber
perseguido a los indios nómadas en las vastas llanuras chihuahuenses.
Sigue entonces la descripción de los ejemplares a estudiar. El primero de la lista
será monumento del general Manuel Ojinaga (imagen nº1), inaugurado solemnemente
por el gobernador del estado el día 17 de septiembre de 1910. Pero antes, una pequeña
contextualización acerca de la vida del general.
Manuel Ojinaga nació en el municipio de la Cruz, Chihuahua, en el año de 1833.
Desde el año de 1851 cambió su residencia a la ciudad de Chihuahua donde trabajó
162
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En otro lado de la ciudad, al este, sobre las calles Juárez, Libertad y 19º, se en-
cuentra el segundo de los monumentos. Tiene como fin rendir homenaje a los hombres
caídos en la batalla de Talamantes (imagen nª2). Es hasta el momento, la estela más
excelsa sobre la avenida Juárez, cuando se construyó, también debió de haberlo sido. No
hay monumento que se le comparé por el rumbo. Está en un punto estratégico, su ubi-
cación se interpone entre el centro de la ciudad y la vieja estación del ferrocarril. Quien
llegaba de su viaje por la vía férrea, tuvo que forzosamente mirarlo cuando transitaba
por la avenida Juárez. Era un bello adorno de bienvenida al foraño, a la ciudad la hacía
verse sofisticada.
En cuanto a su forma, de los tres es el más alto y grande. Al igual que el primero,
completamente de cantera. Tiene una gran base rectangular y sobre ella, una gran co-
lumna. La pilastra es completamente lisa, tiene basamento y un capitel que parece ser
corintio, de él caen algunos ramales que lo rodean. En lo más alto y rematándolo una
hermosa escultura de roca. Parece una alegoría, muy probable es la guerra como una
mujer, viste con túnica y su cabello está recogido, a la manera clásica. Su mano derecha
empuña una larga espada y su izquierda permanece alzada, sostenía al parecer algo, no
se puede saber con precisión ya que el tiempo ha hecho de las suyas y lo ha eliminado.
Su base la decoran adornos florales y hojas. En su lado frontal, permanecen las
palabras de “Batalla de Talamantes,” en su lado izquierdo dice “El Estado de Chihuahua
a sus buenos hijos, septiembre 13 de 1910”. Por la retaguardia, también permanecen
algunas palabras, son las siguientes: “Murieron defendiendo el Orden y al Constitución,
enero 18 de 1860”. Sin duda, es de gran importancia mencionar que en el lado dere-
cho de su base se encuentra todos los nombres de los militares caídos en la batalla. Se
tallaron los nombres de Octaviano López, Antonio de la Torre, José María Luján, Pablo
Soto, Tomás Meza, Manuel Escudero, Dámaso Jiménez y Feliciano Domínguez, aunado
se escribió en letras grandes “…víctimas sacrificadas en defensa de la humanidad y de la
libertad del estado de Chihuahua”.
El monumento hace memoria al combate librado el 18 de enero de 1860, en la
hacienda de Talamantes del municipio de Allende, Chihuahua. En ella, una tropa liberal
procedente de Hidalgo del Parral comandada por el capitán Octaviano López, salió al
encuentro de una partida de conservadores procedentes de Durango. Los liberales en la
acometida fueron vencidos, se les dio en el lugar muerte a 62 hombres (Almada, 313).
Su edificación coincidió con los festejos de la independencia nacional, y de nuevo,
fue posible al emprendimiento del gobernador Enrique C. Creel. Se decidió construir
donde antes de 1910 se ubicaba la plazuela “Benito Juárez”, y con ello se cumplió un
decreto demorado del año 1860 que pretendía dar justicia al sacrificio de los soldados
liberales. Su costo estuvo entre los $5, 500,00 de entonces, y se pagó con el dinero del
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apaches, el jefe Victorio. Joaquín Terrazas y sus causas, la libertad y el progreso, abrie-
ron la posibilidad de pensar una nueva época y cerraron la etapa de barbarie. Muestra
clara que defiende la idea del surgimiento de un nuevo tiempo a partir de la batalla, es el
discurso pronunciado el día de su inauguración:
La intranquilidad reinaba por todas partes, el capital y el trabajo huían ante sus
implacables enemigos a los cuales era difícil combatir, pues señores de las mon-
tañas, rápidos las cruzaban en todas direcciones, tal como pudiera hacerlo una
manada de voraces lobos… Basta considerar por un momento la grandiosa obra
del vencedor de Victorio, para pensar que, como todos los redentores de la huma-
nidad, fue él, elegido del destino para salvar esta región y combatir impertérrito a
los enemigos de la patria y del poder constituido… Sin él, el progreso de nuestras
múltiples fuentes de riqueza se habría retardado por muchos años, y quizás aún
fuéramos víctimas de los instintos feroces del salvaje.2
Por tal razón, en consideración de quien escribe, el monumento de Tres Castillos es
el más significativo de los tres. En la época, pensar el concepto de modernidad fue posible
sólo desde ese acontecimiento histórico. El Chihuahua moderno terracista nace gracias
a él. El monolito tenía la función de homenajear a la persona que hizo posible la hazaña.
Descritos y contextualizados los ejemplos, sólo queda pasar a la sección de con-
clusiones. Pero antes se quieren añadir las siguientes palabras. A pesar de la longevidad
de los monumentos, los cuales por más de cien años han permanecido de pie hasta el
presente, es posible sentir la carga política de los mismos, su contenido continúa vi-
gente. Vociferan la actitud y forma de pensar de la época donde fue pensado y creado.
Las personas mueren, pero monumento perdura, trasciende llevando un mensaje a las
generaciones futuras.
V
Las aseveraciones finales son las siguientes. Primero, es importante señalar la
voluntad de los miembros de la poderosa familia Terrazas-Creel para construir las estelas
en memoria de los militares chihuahuenses. Cierto es que dos de ellos desde la década
de 1860 se habían ordenado construir, no fue hasta que la administración encabeza-
da por Enrique C. Creel puso manos a la obra para cumplir los edictos. No antes, no
después. Añadido a esto, resulta interesante que los monumentos y sus homenajeados
estén estrechamente relacionados con las causas de las que siempre se adjudicaron los
Terrazas-Creel, es el caso, por ejemplo, de la “libertad,” el “progreso,” la “república,” la
“modernidad” y el “liberalismo.” Dichos conceptos fueron democratizados y politizados
por la elite en la época. Pretextaron su dominio en la región a partir de ellos. Como
documentos históricos, los monumentos testimonian los valores en boga en el pasado.
Bibliografía citada
García Alva, Federico. Álbum-Directorio del estado de Chihuahua. Gobierno del Estado
de Chihuahua, México, 2004.
Koselleck, Reinhart. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia. Paidós, Espa-
ña, 2013.
Ponce de León, José María. Reseñas históricas del estado de Chihuahua. Gobierno del
Estado de Chihuahua, México, 2010.
Archivos
Resumen: En el norte de México, una de las principales fuentes de trabajo son las
maquilas debido a su proximidad con la frontera. Un porcentaje significativo de mujeres
son las que se dedican a esta labor. Por esta razón en este texto se pretende abordar y
analizar el fenómeno de las maquilas y la explotación a sus trabajadores, enfocándose
en las mujeres. Se tomarán en cuenta la jerarquización de dichas empresas, la relación
sueldo-trabajo, daños o beneficios a la salud, entre otros factores. Por medio de estos
análisis, se espera una concientización de los derechos laborales de la mujer.
Palabras clave: Explotación laboral, Maquiladora, Trabajo, Mujeres, Estudios sobre
frontera, Neoesclavismo.
Abstract: In North Mexico, one of the main sources of work, are the factories (maqui-
ladoras) because of their proximity to the border with the U.S. A significant percentage
of women are the ones who do this sort of job. This is why this essay pretends to study
and analyze the phenomenon of the maquilas and workers exploitation, connection sal-
ary-work, damages or benefits to health, and other factors. By the data arranged here,
it’s expected to raise awareness about women’s labor rights.
Keywords: Labor exploitation, Maquiladora, Work, Women, Border studies, Neo-es-
clavism.
1. Salma Giantzé Jurado Pérez (1997. Parral, Chihuahua, México) Es estudiante de 9º semestre
de la carrera Letras Españolas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chi-
huahua. Es integrante del Grupo de Investigación Literatura y Cultura del Norte de México, así como del
Colectivo Cultural Luvina y el Grupo de Teatro Enrique Macín. Su trabajo se ha especializado en estudios
de género y feminismo. Es próxima a egresar de la licenciatura. Participó como ponente en el II Simposio
del Grupo Internacional de Investigación sobre la Violencia (Cd. Chihuahua, México. Noviembre 2019)
con el presente artículo.
Gabriela Mota Adame (1997. Delicias, Chihuahua, México). Es estudiante del último semestre de
la Licenciatura de Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de
Chihuahua. Es integrante del Grupo de Investigación Literatura y Cultura del Norte de México. Perteneció
al Colectivo Cultural Luvina y fue parte de la coordinación en el Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes
Jesús Gardea. También ha participado como ponente en el Congreso Interuniversitario de Estudios Litera-
rios y Lingüísticos de la Universidad Autónoma de Yucatán con un estudio literario y en el II Simposio del
Grupo Internacional de Investigación sobre la Violencia (Cd. Chihuahua, México. Noviembre 2019) con el
presente artículo.
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(…) con respecto a que hay una especie de neoesclavismo en las relaciones laborales y
solamente basta con ver los datos de lo que está pasando a nivel mundial” (Párr. 1). Loza-
no defiende que no sólo se trata de reconocer que existen nuevas formas de explotación
laboral, sino que también algunos oficios llegan a un grado en que incluso es comparable
a una esclavitud laboral.
Nosotros hemos visto que en América Latina y, en particular, en México hay un
retroceso en las prestaciones sociales sumamente importante y estamos hablando
que ya hay trabajadores que no tienen prestaciones sociales o son iguales a las
de la década de los años 30 del siglo XX. Este es un poco el panorama que se
encuentra actualmente y el debate que hay es si estas son nuevas forma de explo-
tación o son nuevas formas de esclavitud laboral, de alguna manera. (Párr. 11-12)
Entonces, articular que existe un neoesclavismo, va de la mano de una explota-
ción laboral que va más allá de sí misma. Se refiere a altos grados de horas de trabajo sin
una remuneración proporcional, a un empleo desgastante física, emocional y psicológi-
camente; a un desapego a las leyes que cubren al trabajador desde su seguridad como
salud. Un ejemplo de ello, en el mismo portal de la revista “Frecuencia Laboral” existe
un artículo llamado “Un caso de neo esclavismo laboral” por María de Lourdes Martínez
González, en el cual define lo siguiente:
Los trabajadores de empresas de seguridad privada están obligados a cubrir jor-
nadas de 12 horas continuas, por un salario de 116 pesos diarios sin pago de
alimentos ni de horas extras. También cubren turnos de 24 horas de trabajo por
24 de descanso, por el doble de salario, pero igualmente sin pago de prestaciones
sociales. Entrevistamos a una empleada de resguardo, quien nos llamó la atención
porque estaba desesperada por el sueño, que le provocaron 36 horas de trabajo
continuo […] Desafortunadamente la empresa para la que trabaja no la ha dado
de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social, aunque se lo prometió y es una
obligación patronal.
Este es un claro ejemplo de una explotación laboral, sin embargo ¿es neoescla-
vitud? Como se mencionó anteriormente, existe un debate por llamar de esta manera a
efectos de una notable explotación. Tal es la razón por la cual el doctor Lozano concluye
su aportación al artículo de la siguiente manera:
Por ese deterioro de las relaciones laborales algunos expertos han abierto el de-
bate con respecto al neoesclavismo o superexplotación, que esto lo manejaban
un poco los brasileños, entre otros, y que planteaban que actualmente ya no se
observa solamente la explotación del trabajo, quitándole al trabajador la mitad de
la jornada laboral, para que se la quede el patrón, sino ahora estamos hablando
de menos del 20 por ciento de lo que genera en la jornada laboral, lo que se le
retribuye a los trabajadores. (Párr. 4)
A lo cual, podría comentar el profesor agregado de Derecho Internacional Pú-
blico y de la Unión Europea de la Universitat Internacional de Catalunya, Carlos Espaliú
Berdud, en su artículo “Definición de esclavitud en el derecho internacional a comien-
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zos del siglo XXI”, defiende que tras analizar el concepto de esclavitud contenida en la
Convención sobre esclavitud de 1926, en él se basa en la definición clásica del Derecho
Internacional “se puede afirmar que la definición sigue siendo actual y un instrumento
útil para seguir luchando contra la esclavitud en nuestros días” (1). Sin embargo, “La
gravedad del problema radica, en parte, en su invisibilidad. Estos esclavos modernos
no van por la calle sujetos por cadenas y grilletes, sino que podemos encontrarlos en
nuestras ciudades o campos occidentales conviviendo con nosotros sin que apenas nos
demos cuenta” (2). Para Espaliú la definición de esclavitud proviene por una “institución
sociológica que legitima la apropiación de las personas propiamente dichas” (2) o “La
esclavitud es el estado o condición de un individuo sobre el cual se ejercitan los atributos
del derecho de propiedad o algunos de ellos” (33).
Es así que hablar sobre una nueva esclavitud, tendría que girar alrededor de sus
características, las cuales menciona que son: Control sobre los movimientos de alguien,
El control del entorno físico, El control psicológico, Las medidas tomadas para prevenir
o evitar el escape, La coacción, La amenaza o el uso de la fuerza, La duración, La ex-
clusividad, La sujeción a tratamientos crueles y abusos, El control de la sexualidad y El
trabajo forzado (25).
Es por estos factores que considera que hablar de una esclavitud actual puede
estar mal empleado, pues deben ser varias violaciones a los derechos humanos para que
se valore como tal. Esta es la razón por la que Espaliú defiende que la esclavitud debe
distinguirse de los siguientes puntos:
1. Trabajo forzado.2 […] la expresión trabajo forzoso u obligatorio designa
todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cual-
quiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente.
2. Servidumbre.3 la servidumbre por deudas, la servidumbre, el compro-
miso de trabajo para siempre, el matrimonio forzoso, y la cesión de niños para
explotación, etc.
3. Trata de personas.4 Por “trata de personas” se entenderá la captación,
el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la
amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al
engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o
recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona
que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá,
como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explota-
ción sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas
a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.
gado (Palacios párr. 5). Esto perjudica de cierta forma al país, porque “a pesar de que
aproximadamente el veinticinco por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional es
generado por empresas pertenecientes al Programa IMMEX, éstas no cuentan con un
establecimiento permanente en el país” (Párr. 6) México cede el mando de su economía
al depender de las empresas extranjeras y se olvida de su meta inicial de emprender sus
propias compañías.
De esta manera, la maquiladora ha penetrado en la cultura. La sociedad del norte
del país ha arraigado a este oficio a profundidad y sigue considerándolo como actividad
primordial para su desarrollo. Ahora bien, dentro de este fenómeno ocurre que existe un
gran alto de personal femenino al cual se estudiará a continuación.
arrojados son de finales de los noventas hablando de cómo estos hijos son abandonados
y descuidados. Menciona el fenómeno como lo que desencadenó la desintegración fa-
miliar, cultivó la violencia fronteriza, etc. Se les culpa del incremento de la violencia en
la ciudad (Juárez), de la que ellas mismas son víctimas. Consuelo Pequeño, en su libro
Mujeres en movimiento: organización y resistencia en la industria maquiladora de Ciudad
Juárez, menciona al respecto que en mayo de 1971 se explicó que el aumento de la de-
lincuencia tiene su origen en las madres ausentes y que la independencia económica que
obtienen estas mujeres, provoca el alcoholismo y frustración de sus parejas sentimenta-
les, puesto que dicha situación “hiere su machismo” (30).
Aparentemente, que una mujer trabaje, significa la degeneración de la familia. Exis-
te la creencia de la contradicción entre feminidad, trabajo, maternidad y salario (Lipovetsky
190). Se cree que la mujer solo debe trabajar si el hombre no alcanza a cubrir las necesi-
dades del hogar, aunque su sitio esté en el hogar. Esto afecta directamente a la mujer, ya
que a raíz de estas creencias hay una devaluación del trabajo femenino; lo que provoca que
ésta reciba un sueldo menor. La idea de la mujer en casa hace que se crea que la mujer solo
trabaja por temporadas o en determinado momento de su vida, y este período concluirá
cuando ésta se case. Pequeño también menciona que, según Fernández:
Ellas predominan en la industria maquiladora por su vulnerabilidad –ser muje-
res y jóvenes, sin experiencia laboral, con bajo nivel educativo y la necesidad
de trabajar–, que las obliga a aceptar las condiciones de desventaja que les
ofrece la industria. Por lo tanto, no hay una mejora real, ya que no se da la
autonomía o los cambios en el lugar que ocupan las trabajadoras en sus fami-
lias. (31)
De acuerdo con el antropólogo Luis Reygadas, las mujeres que trabajan en las
maquilas dejan encargados a sus hijos con las abuelas, las tías, o a las vecinas. Esto se
debe a que no hay suficientes guarderías. Generalmente las abuelas son de edad mayor
y ya no tienen la suficiente autoridad para educar a un niño. El antropólogo menciona
que las abuelas, son quienes pagan el costo del desarrollo de las maquiladoras (proceso).
Es claro que los horarios y trabajos en las maquilas son extenuantes y pueden llegar a
tener grandes perjuicios en la salud de los empleados. Por lo tanto, podría verse como
lógico la ausencia de la figura materna en una familia. Pero en la sociedad actual es cada
vez más común que en la familia ambos padres trabajen, así como también las familias
monoparentales. Por lo tanto, las maquilas deberían considerar ofrecer un mejor servicio
de guarderías para sus empleados, así como proveer servicios que beneficien a las jefas
de familia e incentivar a los padres de familia a que participen más en la educación de
sus hijos. La familia (cuando hay padre y madre presentes) no debería ser exclusivamente
atendida por la mujer, sino también por el hombre. Debe conseguirse una armonía entre
el ámbito laboral y familiar.
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Explotación laboral
–¿Tú crees que lo que te pagaban era lo justo? No, en realidad no, se me hace
mucha friega para lo que te pagan. Lo justo, la verdad, para lo que friega que te dan ahí,
mínimo mil pesos, mínimo, por semana.
–¿Pero sin horas extra?
Las horas me las pagaban a 25 pesos… Y te digo, si te pasas de horas extras, te van
cobrando impuestos, te quitan impuestos, es como si no hubieras ganado nada.
–¿Cómo es eso?
–O sea, cuando tú haces de más, en cualquier empresa, tu sueldo de sala-
rio mínimo, es tanto, por hora, por día es tanto, entonces, entre tú más hagas, en
cualquier empresa, en cualquier trabajo, entre más trabajes, entre más ganes, eso
te lo van a quitar por trabajar. Te cobran por trabajar, es lo que te van a quitar, ese
porcentaje te van a quitar lo que ganes. Se va a tu afore y aguinaldo… Nada más es
cierta parte, lo demás se va al gobierno, porque la empresa tiene que pagar para que
pueda estar ahí laborando, entonces te cobran por trabajar ¿sí? Eso es en cualquier
parte.5 (Conversación con “Alondra”)
Según la Ley general para prevenir, sancionar y erradicar los delitos en materia de
trata de personas y Para la protección y asistencia a las víctimas de estos delitos en Méxi-
co, la explotación laboral está explicada en los artículos 21 y 22, de la siguiente manera:
Artículo 21. Será sancionado con pena de 3 a 10 años de prisión, y de 5 mil a
50 mil días multa, quien explote laboralmente a una o más personas. Existe ex-
plotación laboral cuando una persona obtiene, directa o indirectamente, beneficio
injustificable, económico o de otra índole, de manera ilícita, mediante el trabajo
ajeno, sometiendo a la persona a prácticas que atenten contra su dignidad, tales
como:
I. Condiciones peligrosas o insalubres, sin las protecciones necesarias de acuerdo a
la legislación laboral o las normas existentes para el desarrollo de una actividad o
industria;
II. Existencia de una manifiesta desproporción entre la cantidad de trabajo realizado
y el pago efectuado por ello, o
5. El impuesto que refiere es el Impuesto Sobre la Renta (ISR), el sitio losimpuestos.com.mx, ex-
plica las “reglas” que conlleva la relación impuestos-horas extras: “Primera regla: Si el trabajador percibe
Salario Mínimo General, hasta por nueve horas extras por semana estará exento. Segunda regla: Si el
trabajador gana más de un Salario Mínimo General, entonces el 50% de las horas extras será gravado y
el otro 50% será exento. Tercera regla: Esta tercera regla debe tener como paso previo la segunda regla,
esta segunda regla a su vez debe sujetarse a esta tercera regla que dice: si la parte exenta excede el límite
de 5 Salario Mínimo General diarios, la parte que exceda será gravada.
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Esto quiere decir que los neoclásicos ignoran aquellas teorías que defienden que
los precios sean determinados por la cantidad de trabajo social que se requiere (no por
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las habilidades del empleado, por ejemplo), esto se descifra de las condiciones técnicas
y sociales de producción, también, de la cantidad de trabajo que se necesita para repro-
ducir el producto. “Por consiguiente, el trabajo “productivo” de valor es el trabajo que se
lleva a cabo en el interior de las empresas capitalistas (no en la Administración pública,
por ejemplo), y el valor de una mercancía que requiere en total 10 horas de trabajo di-
recto e indirecto será un valor de “diez horas”, que es la primera medida del valor” (12).
Tal es la constante que buscan dar una relación armoniosa entre el trabajo realizado y el
salario otorgado. Es así como Diego Guerrero se pregunta
Entonces, cabe preguntarse, ¿dónde queda la explotación? Muy sencillo: si la re-
producción de la cesta de consumo media de un trabajador (y su familia) le cuesta
a la sociedad 4 horas (que es lo que paga el capitalista mediante el salario: el equi-
valente de esa cesta, aunque lo pague en dinero) y al mismo tiempo las condicio-
nes de trabajo en el contexto capitalista “obligan” al trabajador a trabajar 8 horas,
surge de ahí una diferencia, también de 4 horas en este ejemplo. Es decir, del total
de la jornada laboral de 8 horas, el capitalista paga sólo 4 (que es el valor de la
fuerza de trabajo, no menos) y no paga las otras 4, que se apropia gratuitamente.
Por tanto, obtiene un plustrabajo de 4 horas, un plusvalor de 4 horas que es, en
este caso, la mitad del valor nuevo creado por el trabajador.
Según lo mencionado, queda ahora reflexionar, ¿existe, entonces, una explota-
ción hacia las mujeres en maquilas? Recordemos el caso de “Alondra” o “Brenda” que
menciona:
–“Pues en parte, en parte sí no es suficiente lo que gana uno, menos los que
les quitan INFONAVIT, los que tienen préstamos en el FONACOT, todo eso pues
menos alcanza, por eso aprovecha uno cuando hay tiempo extra y quedarse porque
no hay todos los días ni siempre” (Brenda).
El insuficiente salario y el impuesto perjudican a estas empleadas quienes en mu-
chas situaciones son madres solteras. Tal es la razón que artículos como “La situación
de la mujer en la industria maquiladora en Tijuana” (comentado en el apartado anterior),
“Mujeres de maquila: más que trabajar, sobrevivir” (de Eddy Domínguez periódico “El Sol
de México),6 “Las maquiladoras y las mujeres en Ciudad Juárez, paradojas de la indus-
trialización bajo el capitalismo integral” (de María Patricia Fernández) y “Maquiladoras Y
Mujeres Fronterizas: ¿Beneficio O Daño A La Salud Obrera?” (de Mónica Jasis Y Sylvia
Guendelman); comprendemos que los resultados van de la mano a este desafortunado
fenómeno.
En ellos se establecen datos que alarman la realidad de estas mujeres. En el pri-
mero artículo, como recordaremos del apartado anterior, el artículo tiene la aportación
de la Dra. Marlene Solis, la cual da las siguientes declaraciones: “las estrategias que
6. Estos dos artículos están publicados en medios digitales, puesto las citas carecen del dato de
páginas.
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han emprendido las empresas han implicado un deterioro de la calidad del empleo y ha
observado que es más difícil ser contratada por tiempo indefinido lo cual se traduce en
mayor inestabilidad en el empleo y una pérdida de los salarios”, “las mujeres sí ocupan
los puestos que tienen menor remuneración y los hombres se encuentran en puestos téc-
nicos y realizan tareas de este tipo, por ejemplo, como en la administración, en la parte
superior de la pirámide”, “ha influido en que las mujeres sean más autónomas, (…) pero
al mismo tiempo se observa que son trabajos muy precarios que pueden traer situaciones
contradictorias […], precisamente porque la mujer es más independiente, y en ocasiones
algunas situaciones de exclusión social” (COLEFF); En el segundo, se nos presentan
comentarios de Nancy Vázquez Téllez, trabajadora de más de 20 años en maquila: “Es
muy triste y desesperante trabajar mucho tiempo para tan poco dinero y lo peor aún,
el cansancio, el estrés y no tener tiempo suficiente para ponerles atención a mis hijos”,
“Me da tanto coraje que los empresarios y dueños de las maquiladoras, no valoran el sa-
crificio de lo que hacemos. Ellos se hacen ricos a costillas de nosotros y ellos muy felices
disfrutando lo mejor con sus hijos y mis hijos comiendo frijoles y sopas, ya basta de tantas
injusticias”, “Nos hacen incrementos de salario si el supervisor lo quiere, pero si le caes
mal al supervisor no lo autoriza, te hacen una evaluación y si no sabes no te lo dan, te to-
man el tiempo, para ver si cumples un estándar, el aumento es de diez pesos, yo ganaba
160 pesos y me subieron a 170, pero hay compañeros que ganan solo 90 pesos y eso
es muy poco” (Domínguez); Mientras que en el artículo de María Patricia Fernández nos
remite a diversos puntos esenciales: “Los prejuicios y la falta de información empírica se
han combinado para confundir nuestra comprensión del impacto del trabajo femenino
sobre la familia, a tal grado que las mujeres se han convertido en el blanco de un folklore
naciente y de calumnias misóginas” (147),
el carácter vulnerable de las mujeres como empleadas, de quienes se espera la
aceptación de situaciones laborales irregulares ya que se sabe cuán fácil es re-
emplazarlas y cuán graves son sus necesidades económicas. Especialmente en la
rama de manufactura del vestido, la contratación de personal mediante contratos
por obra determinada o temporal son usados corno instrumento para mantener
“flexibilidad” en la fuerza de trabajo. Desde el punto de vista de los trabajadores,
sin embargo, esta política genera incertidumbres y trastornos cotidianos. (149)
Y, “El éxito de un programa industrial no debe juzgarse únicamente en cifras nu-
méricas de carácter impersonal sino que también deben considerarse los costos sociales
y políticos que genera” (151); Por último, Mónica Jasis Y Sylvia Guendelman, obtienen
como resultados sobre las mujeres de las maquilas de Tijuana: “Las obreras de la indus-
tria electrónica ganan menos que las de servicios; su salario representa un promedio del
45 por ciento del ingreso familiar. Además, las obreras de la maquila trabajan en prome-
dio seis horas más a la semana que las de servicios” (6), Las trabajadoras de la maquila y,
en especial, las del vestido, informaron tener menos oportunidades de aprender nuevas
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destrezas (p= 0.08)7 y menos autonomía en la toma de decisiones al ejecutar las tareas
(p= 0.01), comparadas con el sector de servicios. Asimismo, manifestaron contar con
menos apoyo de sus supervisores y colegas (p= 0.07). Los tres grupos afirmaron tener
oportunidades de ascenso medianamente probables”,
En cuanto a la depresión, los resultados para los tres grupos laborales fueron
similares en la escala CES-D. La depresión fue considerable en los tres grupos
de mujeres asalariadas (tomando en cuenta que 16 es el valor límite para “de-
presión”, las obreras de la electrónica obtuvieron una media de 15.2; las de la
industria del vestido de 17.2 y las de servicios de 17). Esto no varió al ajustar por
otras variables. (7-8)
El “nerviosismo” que manifestaron las obreras de la industria electrónica, es me-
nor que el de las de servicios: mientras una de cada tres empleadas de servicios
informó sentirse “nerviosa” de una a dos veces por semana, la proporción en
las obreras de la industria electrónica fue de una de cada cinco. Los tres grupos
demostraron tener poco sentido de control sobre sus vidas (figura 3), lo que indica
altos niveles de estrés. (8)
Nos atrevemos a citar de manera abrupta porque deseamos que sean estas mu-
jeres quienes hablen por nosotras el describir no solo la explotación laboral, sino este
neoesclavismo, ya sea desde su testimonio o en el estudio del fenómeno. Pues es así
como logramos entender la vida de estas obreras, sin estos testimonios seguimos norma-
lizando los murmureos de molestia, cansancio y fastidio. La baja remuneración, el trabajo
excesivo, la imposibilidad de subir de puesto, la desvalorización por su género, el acoso
(estos últimos se abordarán a continuación), etc., es la cotidianidad de estas mujeres. Las
denuncias, exposiciones y resultados deben ser conocidos por la sociedad, es menester
llegar a una empatía con estas obreras, denunciar lo ya denunciado y buscar las voces
que están sometidas.
–La verdad, no tengo ni idea de cómo se las arreglan, no tengo ni idea, porque
ganan… que yo trabajaba todas las horas que tienen que trabajarse (las horas extras),
ganaba mil cien pesos, ellas que tienen hasta 3-4 hijos chiquitos. Para darles escuela,
pagarles comida, todo… no sé cómo le hacen.
–¿No tenían otros trabajos?
–No, es que no puedes tener otro trabajo, entras a las 7 y sales a las 5 ¿qué
otro trabajo vas a tener? (“Alondra”)
Abuso de poder
“... sí son muy pesados, sí son muy… no quiero decir la palabra… vulgares.
Aunque tú no te lleves, a veces sí se siente el ambiente que hablan muy pesado y
7. Estos son resultados expuestos de manera gráfica en el documento por las autoras
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hablan muy feo, la verdad. Claro, dependiendo de con quién te llevas y si te dejas…”
(“Alondra”, hablaba sobre el ambiente laboral).
La crítica por ser madres trabajadoras, no es el único obstáculo que tienen que
librar las mujeres empleadas de las maquilas. Tristemente, encima de pelear con el mun-
do por querer trabajar para sacar adelante a su familia, tener un trabajo exhaustivo y
repetitivo, en su entorno laboral encuentran acoso, abuso y trato denigrante.
El Instituto Aguascalentense de las Mujeres define el mobbing (acoso laboral) como
“la forma de violencia psicológica ejercida por empleadores, subordinados o entre traba-
jadores, en grupo o individual” (6). Este comportamiento se refuerza por todos aquellos
que no apoyan a la persona violentada por miedo a sufrir represalias. Esta clase de acoso
puede ser verbal o no y afecta directamente a la integridad física y moral de la víctima. La
violencia es ejercida deliberada, consciente y permanentemente. El victimario siempre
sabe lo que está haciendo y lo hace con alevosía y ventaja.
En el mismo estudio del Instituto Aguascalentense de la Mujer, se menciona que
Cristóbal Molina e Iñaki Piñuel toman la palabra mobbing y lo igualan al término de aco-
so psicológico, introduciendo el psicoterror. Cuando este fenómeno ocurre el acosador
mantiene una comunicación hostil, carente de ética y sistematizada hacia la víctima. Esto,
claramente, ocasiona sentimientos de soledad e indefensión ante la situación (10-11).
Por otro lado, se tiene a todos aquellos que ven el hostigamiento: los testigos. Muchas
veces, el testigo no denuncia el acoso y toma parte del acosador, pero también se ven
afectados ya que están en constante presión a la hora de desenvolverse laboralmente.
Los casos de acoso o abuso de poder son preocupantes en cualquier ámbito que
se desarrollen. Dicha actitud suele ser llevada a cabo por supervisores o personas de ma-
yor rango que las fabriles. A veces, son ellas mismas las que ofrecen favores a cambio de
beneficios como estabilidad en su empleo, conseguir un puesto, entre otros. En ocasio-
nes, las empleadas tienen que recurrir también a la prostitución para suplementar sus sa-
larios. En las maquilas estos comportamientos no son necesariamente de carácter sexual.
“Los bajos salarios, la falta de seguridad en el empleo y las frecuentes deficiencias en las
condiciones laborales, colocan al empleo en maquiladora, apenas un escalafón arriba
de las condiciones que propician la prostitución y la destitución económica” (Fernán-
dez). Otros aspectos que caben dentro del hostigamiento son los obstáculos a ascensos,
despidos injustificados, jornadas excesivas, poca protección en el manejo de sustancias
tóxicas, violencia verbal, entre otros. El acoso en una problemática que acompaña a las
mujeres todos los días, y el área de trabajo no es la excepción.
La situación de acoso genera un clima poco saludable para las trabajadoras de las
maquilas. Como en muchos casos (aun fuera de las maquilas), las mujeres no denuncian
esta clase de comportamiento por parte de sus superiores o compañeros de área.
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“Su gravedad se confirma al observar que las obreras revelan haber hablado de esas
agresiones sólo con sus compañeras de trabajo, con amigos o amigas o, lo que es todavía
peor, no han hecho mención de ellas a nadie” (Zapata). La mujer es desvalorizada y ella
lo acepta en silencio, en la mayoría de los casos. Según un artículo del periódico El Sol
de México, para marzo de 2018, en Ciudad Juárez, hubo 13 casos de hostigamiento
sexual. Más adelante menciona que solo el 25% de los casos de acoso son denunciados
por miedo a perder su trabajo. Es impresionante el miedo que pueden ejercer superiores
a sus subordinados.
El hostigamiento es una forma metódica de molestar a un compañero de traba-
jo. Tiene como propósito desgastar psicológicamente a una persona. Es común que se
creen rumores que dañen la reputación. Por decir, si ascienden a una mujer de puesto, es
probable que su hostigador diga que fue porque ésta tuvo alguna relación con el jefe para
obtener el ascenso. Se señala a la víctima y sufre burlas, apodos, etc. Es común que esta
clase de burlas se confunda con una jugarreta entre compañeros y personas exteriores
no lo vean como acoso. Como el acosado no se queja, el asunto pasa por alto y no tiene
consecuencias.
Otra forma de acoso es la exclusión. El acosador hace todo lo posible por que no
se incluya a la víctima en las actividades, lo que hace que su trabajo se entorpezca y su
rendimiento cambie. Esto puede lograrse poniendo a los demás trabajadores en contra
del acosado. Esto afecta también a su paga, en los casos donde la producción del trabajo
va relacionada con la paga o algún ingreso extra. La violencia en forma de intimidación
es donde se le infunde miedo a la empleada. El acosador busca consumir emocionalmen-
te al acosado con su sola presencia y miradas intimidantes. Se puede atentar contra la
trabajadora haciéndole daño directamente. Puede existir ciber acoso, recibir amenazas
hacia su persona o a su familia, llegando hasta la extorsión. Podría ir ligado a la coacción
que provoca que el acosado actúe o diga lo que el victimario decida. El victimario actúa
contra su voluntad para evitar alguna represalia por parte de sus compañeros. Gene-
ralmente las peticiones van en contra de las reglas de la empresa o que rechace alguna
proposición que pueda beneficiar su trabajo.
Los diversos tipos de acoso y denigraciones son una situación que psicológica-
mente. Entre los daños se encuentran el estrés, la ansiedad y la depresión; así como
trastornos del sueño, alimenticios, hipersensibilidad, irritabilidad, apatía, etc., la depre-
sión por su parte podría desencadenar un trastorno de estrés postraumático (TEPT). Y
por consiguiente, afecta también lo físico, se pueden tener problemas gastrointestinales,
cardíacos, migrañas, taquicardia, entre muchos más. Esto puede comprenderse en el
estudio de Mónica Jasis y Sylvia Guendelman, “Maquiladoras Y Mujeres Fronterizas:
¿Beneficio o daño a la salud obrera?”, en él explican que en las maquiladoras de la
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ciudad de Tijuana, las mujeres no comprendían de un estado de salud negativo, pero sus
conclusiones fueron:
El solo hecho de trabajar en este tipo de industrias no implicaría un empeora-
miento de las condiciones individuales de salud. Sin embargo, el estudio indica
elementos prioritarios en las intervenciones en salud, que cabe considerar en la
conformación de políticas de salud dirigidas a la población femenina de la fronte-
ra. Los altos niveles de depresión y el poco sentido de control sobre la vida que
manifestaron las obreras de la maquila, ameritan atención: ambas variables están
determinadas por el insuficiente apoyo por parte de los colegas y de los supervi-
sores. (10)
Estamos ante mujeres obreras que físicamente están sanas (obviando que parte de
los requerimientos de las maquiladoras es que cuenten un estado de salud bueno, sin em-
bargo, éstos según el estudio, no son estrictos), pero que están en un estado psicológico
sensible que puede provocar en un futuro otras enfermedades. Las mujeres son acosadas
por diversas causas. Generalmente es por el simple de hecho de ser mujer y ser más
“débil” físicamente o ser considerada inferior. Se le discrimina porque podría ser madre
en algún momento y se tendría que otorgar un permiso de maternidad. Se le rechaza
y excluye constantemente, recibe un sueldo menor que el de sus compañeros varones,
incluso se le puede acosar por ser una persona honesta.
El acoso no solamente afecta los empleados, sino a la empresa, ya que éstos bajan
su rendimiento y se merma la producción. Se inhibe la producción de la planta, ocasiona
mayores incapacidades, citas médicas, etc. Las empresas deberían poder proveer a sus
empleados un ambiente de seguridad, paz y tranquilidad, las condiciones adecuadas de
trabajo, como recesos constantes, anonimato de denuncias y un seguimiento adecuado
a éstas, realmente mejorarían la producción de las empresas.
Testimonios
Se realizó una entrevista a tres mujeres que han trabajado en maquiladoras: “Ce-
cilia” (55 años), “Alondra” (22 años) y “Brenda” (56 años) tienen nombres ficticios para
proteger su identidad. Todas, permitieron realizar preguntas acerca de su rutina diaria
desde actividades de su entorno personal-familiar hasta lo laboral. Se creó un ambiente
de confianza para que a manera de conversación se realizara una entrevista. No obstan-
te, con cada una de ellas se discutió las siguientes preguntas: ¿Qué actividades realiza?,
¿Cómo definiría su trabajo?, ¿Ha estado trabajando en más de una maquila?, ¿Cree que
el trabajo se parece en diferentes maquilas?, ¿En qué turno trabaja y cuántas horas?,
¿Podría describir su rutina diaria?, ¿Terminando ese día cómo se siente?, ¿Ha realizado
horas extras? ¿Por qué?, ¿Siente que el trabajo que realiza tiene la suficiente paga? ¿Por
qué?, ¿Cuánta paga cree que sería lo justo por su trabajo? ¿Cuánto le gustaría que le
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aumentaran? ¿Qué gastos tiene por mes?, ¿Vive sola?, ¿Alguien le ayuda a pagar sus
cuentas?, ¿Cree que si viviera sola podría pagar todo lo mencionado anteriormente?
¿Por qué?, ¿Tiene seguro médico?, Cuando se enferma, ¿a qué dificultades se enfrenta?,
¿Cómo se divide el trabajo en la maquila? ¿Jefes, ¿Alguna vez ha presenciado o vivido
algún regaño por supervisores, jefes, ingenieros?, ¿Por cuál razón cree que la mayoría
de la gente renuncia o es despedida?, ¿Alguna vez ha visto que hostiguen a sus com-
pañeras de trabajo?, ¿Alguna vez ha visto que sus jefes sean groseros o “volados” con
sus compañeras?, ¿Le llamaron la atención cuando sucedió?, ¿Siente apoyo en sus
compañeras de trabajo?, ¿Usted o sus compañeras tienen otros trabajos?, ¿Después
del trabajo tiene tiempo de salir a donde guste?, ¿Qué lugares frecuenta?. Estas pregun-
tas las hicimos con el fin de observar la cotidianidad de las mujeres que pertenecen a
este círculo laboral, empero, también se logró entender que no sólo son un fenómeno,
un objeto de estudio; sino son una realidad, un vivir ignorado por la normalización de los
factores antes mencionados a lo largo del artículo.
Cecilia, Alondra y Brenda son el reflejo de muchas mujeres del norte, de mujeres
que no sólo llevan una carga social por su género, también le suman ser mujeres obreras
de maquila. Sus testimonios dejaron huella en la concientización de nuestro entorno.
Conclusiones
“Si no tienes la necesidad, no vas a aguantar. Es la actitud, disponibilidad y
que quieras trabajar, aparte del sueldo porque la verdad es muy poco, pero si tienes
la necesidad de trabajar, vas a trabajar” (“Alondra”).
Con esta frase de “Alondra” concluímos que efectivamente se puede cuestionar si
existe un neoesclavismo y más aun si repercute en el rol social y laboral de las mujeres.
Las mujeres trabajadoras en las maquilas conviven en un círculo vicioso de injusticias. Su
cotidianidad es el trabajo, pues labora en maquilas, labora en casa, labora en la familia.
El desgaste físico, emocional y psicológico es paulatino y silencioso. La neoesclavitud así
se ha ido refugiando, en estos espacios olvidados e ignorados, normalizando lo que no
debería serlo. Por ello, recordamos el valor de la denuncia buscando provocar empatía
al lector. Alentamos a las mujeres a descargar el peso que conlleva nacer con este sexo
y encontrar voz en el compañerismo de unas y otras.
El neoesclavismo existe aun si se debate quién es realmente esclavo. Hay que
tomar criterio sobre lo denunciable y buscar espacios para crear diálogo pues es lo que
realmente se amerita.
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Bibliografía citada
Autor colectivo. Investigación sobre “las consecuencias del acoso laboral (mobbing) en
las empresas maquiladoras de Aguascalientes con mano de obra femenina”. Insti-
tuto Aguascalentense de las Mujeres (AIM). Primera edición. Aguascalientes.
Ávalos, Eliud. “Menos mujeres están en maquilas.” El Sol de Tijuana, Marzo 2018. www.
elsoldetijuana.com.mx/local/menos-mujeres-estan-en-maquilas-1101138.html
Caamano Rojo, Eduardo. “Mujer y trabajo: origen y ocaso del modelo del padre pro-
veedor y la madre cuidadora.” Revista de Derecho de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso [online]. 2010, nº 34 [citado 2019-11-21], pp. 179-
209. Disponible en: scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
68512010000100005&lng=es&nrm=iso>. dx.doi.org/10.4067/S0718-
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1. (Chihuahua, México, 1997). Publicó el libro de cuentos Bajo la cama (2015) en la Colección
Soltar las Amarras del Instituto de Cultura del Municipio. Ha publicado cuento en la revista Marabunta
y en Metamorfosis, revista de la Facultad de Filosofía y Letras. Ha participado en distintos congresos
universitarios de literatura en Chihuahua, Puebla, Cuernavaca y Mérida. Participó como ponente en el
II Simposio Internacional de Investigación sobre Violencia en la ciudad de Chihuahua. Forma parte del
Colectivo Cultural Luvina encargado de proyectos de gestión y promoción cultural, además colabora con
el Grupo Disciplinar Literatura y Cultura del Norte de México. Actualmente cursa el último semestre de la
licenciatura en Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua.
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go, trabajadores municipales limpiaron la tinta del monumento. Ese mismo día, en un
comunicado oficial, la Fiscalía Especializada de la Mujer notificaba el feminicidio de Ya-
dali Aristelsi Aguirre Franco, de dieciséis años, cuya causa de muerte era traumatismo
craneoencefálico (Rentería). Fue ese mismo domingo cuando se encontraba el cuerpo
de Yadali junto a un block ensangrentado en la colonia Riberas de Sacramento y al poco
tiempo se borraba la tinta verde de protesta.
Ante este hecho, por demás doloroso y simbólico, cabe realizar –y es necesario–
un análisis que contribuya a desvelar ciertos comportamientos, fenómenos o actos que
agudizan una situación de violencia. Estos hechos pueden estudiarse dentro de su con-
texto específico, que es la ciudad de Chihuahua, y apoyado en disciplinas que ofrecen
herramientas adecuadas para su intervención crítica. Dichas herramientas provienen de
distintos ámbitos de estudio, por ello la crítica cultural es tan diversa y transdisciplinar.
Además, los Estudios culturales son valiosos cuando existen problemáticas sociopolíticas
de violencia estructural o cultural (Galtung, 7, 11) En su teoría de la cultura de la hibridez,
Alfonso de Toro escribe:
si los estudios de CL [Crítica Literaria] y EC [Estudios Culturales] tendrán en el
futuro una legitimación, ésta tendrá que ser con un fuerte implemento político,
esto es, en estrecha relación con las instituciones de poder político e institucional,
ya que en este tipo de instituciones existe una grave carencia de un conocimiento
básico para tratar la Otredad y las minorías étnico-culturales. (195-196)
Así, los Estudios culturales conforman una red de marcos conceptuales traslada-
dos de otras disciplinas y en favor de un contexto político-social que los requiere. De ahí
que estos estudios se dediquen a la investigación de los grupos en condiciones de preca-
riedad y riesgo, pues son estos grupos los que precisan un apoyo, los que responden a la
pregunta de para qué estamos y quién nos necesita (de Toro, 197).
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Esto último implica también que los Estudios culturales tengan presencia en los
currículos universitarios, pues la crítica literaria ha desbordado sus objetos de análisis
tradicionales para dedicarse a un campo de estudio más amplio. Sobre esto apunta Nelly
Richard lo siguiente:
Los Estudios culturales han favorecido el libre ingreso universitario de saberes que
cruzan las construcciones de objetos con las formaciones de sujetos: el “adentro”
de la máquina de enseñanza con “afueras” múltiples que des-bordan el texto aca-
démico (sus archivos y bibliotecas) con los flujos conectivos de un pensar que no se
basta a sí mismo y que desea poner en acción ciertas energías de transformación
social. (Globalización)
De esta manera, los Estudios culturales responden a necesidades tanto de la aca-
demia que rebasa los objetos tradicionales de sus disciplinas, como del contexto social
que necesita al medio académico para ser intervenido, comprendido. Por estas razones,
el estudio crítico aquí se aplica a un fenómeno reciente de carácter político-social y
simbólico, que surge del estado de amenaza de un sector en riesgo, el de las mujeres.
El hecho narrado al principio de este trabajo permite un acercamiento a tres elementos
específicos que conforman el suceso. Primero, ocurre durante una protesta social con
un discurso determinado que es la lucha feminista por los derechos humanos, la legisla-
ción en materia de aborto legal y seguro, y en denuncia de la violencia contra la mujer.
Segundo, la protesta se da en un espacio público que abarca calles, aceras, plazas, glo-
rietas, que se intervienen con dicho discurso de manera visual. Y tercero, el acto poste-
rior realizado por los trabajadores municipales proporciona un aspecto simbólico que se
analiza desde los estudios de la posmemoria. Por lo tanto, en este ensayo se analiza este
evento en el orden de presentación de estos tres elementos, sustentados principalmente
en aportaciones teóricas de Judith Butler en cuanto a los cuerpos en la protesta social,
en los planteamientos de Maurice Halbwachs sobre la memoria colectiva y de Nelly Ri-
chard acerca de la crítica de la memoria.
Primero, la protesta social “se asienta sobre la configuración de una demanda
que el sistema político o el régimen imperante no está respondiendo o no ha podido
resolver” (Magrini 34). El suceso referido al inicio fue seguido por los medios de comu-
nicación, en donde fue visible que la protesta intervenía el espacio público de la ciudad
y, en particular, el Monumento a Francisco Villa ubicado en la ciudad de Chihuahua. Sin
embargo, los periódicos digitales que cubrieron el hecho mostraron una postura muy
particular. En el sitio de Radiza, periódico local de la ciudad vecina de Delicias, se infor-
ma de la siguiente manera: “Un grupo de mujeres realizó pintas en una de las glorietas
más emblemáticas de la ciudad, lo que generó descontento entre la ciudadanía. Fue en
la glorieta de Francisco Villa, ubicada entre División del Norte y Avenida Universidad,
destacó que ninguna autoridad impidió el hecho” (García). Luego, el periódico digital La
Opción de Chihuahua escribió:
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Por lo tanto, las mujeres que intervinieron la Glorieta no cometieron actos de vanda-
lismo, como lo sugieren las notas digitales, y aunque causaran molestia o incomodidad en la
vida cotidiana de algunas personas, manifestaciones como esta son necesarias para ejercer
el derecho a la libertad de expresión (287) y el justo reclamo ante una situación de urgencia.
Aquellas mujeres de Chihuahua se congregaron ese 25 de noviembre para excla-
mar un grito desesperado desde el espacio público. Sus cuerpos, juntos, manifestaron la
expresión colectiva de su denuncia y su larga exigencia. Según Judith Butler, cuando esto
sucede vemos en estos cuerpos “el ejercicio performativo de su derecho a la aparición,
es decir, una reivindicación corporeizada de una vida más vivible” (31), su derecho a re-
clamar desde el espacio público y ser visibilizadas, así como sus cuerpos y sus denuncias
por la justicia. Los cuerpos reunidos por un objetivo común expresan el derecho a la
protesta y a la libertad de expresión, así como su aparición en el debate público más allá
de las instituciones, pues “la política ya no se define como una actividad exclusiva de la
esfera pública, de esa esfera distinta de la privada, sino que cruza repetidamente las líneas
que separan a ambas, llamando la atención sobre la forma en que la política está ya pre-
sente en el hogar, en la calle o en el barrio, incluso en los espacios virtuales” (76). Por ello
la manifestación del 25 de noviembre provocó supuestamente el descontento de las perso-
nas cercanas al lugar, porque en la protesta social se lucha además por el carácter público
de los espacios que son intervenidos (75), es ahí donde es necesario que se muestren las
realidades violentas, los horrores del crimen. La intervención de la Glorieta es válida dentro
de la protesta y exige la atención de todas las personas, no solamente de las autoridades.
Los espacios públicos como el Monumento a Francisco Villa sufren una reconfigu-
ración material cuando son ocupados por los cuerpos en protesta. Como ejemplo de este
fenómeno, Butler refiere a cuando los camiones o tanques de guerra son utilizados por
una persona que, sobre ellos, exclama una denuncia y dirige su voz a una multitud. En
ese momento estos objetos se reconfiguran materialmente y pierden su operatividad ori-
ginal para ser entonces la plataforma de una protesta diferente o incluso contraria a esa
operatividad (76). En el caso de la protesta social del 25 de noviembre, la intervención
de la Glorieta causó la reconfiguración del monumento para funcionar como soporte del
discurso de protesta expresado por las mujeres en la lucha por los derechos humanos y la
no violencia contra la mujer. La escritura verde en el muro de la Glorieta supuso una ex-
tensión de los cuerpos en su derecho de aparecer en el espacio público. Por esta razón,
la nueva función de este objeto material se trasladó más allá de la esfera pública y llegó
incluso a la vida personal de quien presuntamente se sintió inconforme con la protesta.
Sin embargo, la reconfiguración del espacio público a través de la protesta social
supuso, en el caso del 25 de noviembre en Chihuahua, un fenómeno simbólico que con-
tribuyó a la interpretación del hecho por las dinámicas mediáticas planteadas arriba. La
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denuncia plasmada en el muro señalaba: aquí se torturan, violan y matan mujeres y niñas, y
fue borrada poco tiempo después por trabajadores del gobierno municipal. Si la protesta so-
cial de los cuerpos era su derecho de aparición en el espacio público para llevar sus denuncias
a la esfera pública y más allá, para que sus palabras fueran vistas, escuchadas por multitudes
peatonales, en automóvil, por las autoridades, entonces, ¿qué significa que estas palabras
sean suprimidas minutos después de ser expuestas en el espacio público? ¿Qué representa
que la plataforma de la Glorieta se reconfigure momentáneamente para luego permanecer
impecable y sin huellas de nada? ¿A cuál olvido se reduce esta proclama en mayúsculas? Si
estos cuerpos nos dicen, como escribe Butler, que “no son desechables” y lo que expresan es:
“Seguimos aquí, seguimos insistiendo, exigiendo más justicia, pidiendo que se nos libere de la
precariedad,3 que se nos brinde la posibilidad de una vida vivible” (32), entonces ¿qué puede
deducirse del hecho de que sus palabras sean borradas del espacio público inmediatamente?
Esto tal vez pueda parecer una sobreinterpretación de un suceso recurrente en las
protestas sociales y en los medios de comunicación que las cubren. A pesar de que los
reclamos visuales como este son limpiados en todas las ciudades donde se dan protes-
tas sociales en la vía pública, son hechos que pueden debatirse y originar una reflexión
crítica. Los Estudios culturales han abierto una de sus ramas hacia los temas sobre la
memoria y el testimonio. Estos temas surgieron generalmente desde los estudios sobre
la memoria de las dictaduras latinoamericanas, sus sobrevivientes y sus recuerdos o tam-
bién sobre la memoria de la conquista (Szurmuk-McKee 175-176). Junto a estos, los es-
tudios de la posmemoria surgen de los replanteamientos teóricos sobre el genocidio y los
campos de concentración nazis. “La posmemoria surge en el campo de estudios sobre la
memoria como un modo de dar cuenta de la perdurabilidad de los hechos traumáticos”
(224), como en el caso de Latinoamérica, las dictaduras militares y las desapariciones
forzadas, o en México, la narcoviolencia, el feminicidio, las desapariciones. Por tanto, los
estudios de la posmemoria en el caso de Chihuahua, y en cuanto a la protesta del 25 de
noviembre, se dedican a la reformulación de un pasado traumático como la gran ola de
feminicidios y desapariciones, principalmente en Ciudad Juárez.
2. Trabajadores municipales limpiando el monumento tras la marcha del 25 de noviembre del 2018.
Fuente: Radiza.
periódicos digitales.
Esta vez el portal de El Diario de Chihuahua fue el principal en las dinámicas me-
diáticas informando de la siguiente manera: “Diversas pintas en monumentos emblemá-
ticos de la ciudad que aparecieron esta mañana, ocasionaron disgusto entre transeúntes
y guiadores que pasaban por los lugares vandalizados” (El Diario).4 Por otro lado, el caso
fue más grave en esta ocasión cuando la alcaldesa de la ciudad, María Eugenia Campos
Galván, dijo a los medios: “Yo quiero decir que aquí en Chihuahua se aplica y se respeta
la ley” en respuesta a los “daños” en los monumentos durante la marcha del 16 de agos-
4. Cabe mencionar que en esta ocasión el periódico Radiza, mencionado en el hecho del 2018,
esta vez no cubrió el hecho local. En cambio, La Opción de Chihuahua publicó dos notas solamente
descriptivas de la marcha sin mostrar una postura definida como en el caso del 2018. Aquí las ligas a las
notas: Nota 1, Nota 2.
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Sontag, Susan. Ante el dolor de los demás. Traducido por Aurelio Major. Debolsillo,
México, 2018. Impreso.
Resumen: Juan Introini (1948-2013) fue un docente y escritor uruguayo. Su obra, in-
scripta en los últimos años en la tradición de la literatura fantástica y estudiada bajo esa
perspectiva, ha comenzado a difundirse en congresos y cursos universitarios. En este
trabajo, proponemos analizar un cuento de su segundo libro, La llave de plata (1995),
titulado “Andrógino”, investigando su peculiar sintaxis, además de las posibles filiaciones
literarias de los personajes que lo componen. Por ello, discerniremos en principio las
diferentes posturas acerca del género fantástico, luego investigaremos los referentes fi-
losóficos y literarios del andrógino, para finalmente, poder comprender la complejidad
sintáctica de este peculiar cuento.
Abstract: Juan Introini (1948-2013) was a uruguayan teacher and writer. His writtings,
included in recent years inside the tradition of the fantastic literature and studied under
that perspective, it has begun to be spread in congressess and university courses. In this
work we propose to analyze a story from his second book, La llave de plata (1995),
titled “Andrógino”, investigating its peculiar syntax, in addition to the possible literary
affiliations of the characters that compose it. Therefore, we will discern first the different
positions about the genere, then we will investigate the philosophical and literary refer-
ences of the androgyne, to finally be able to understand the syntactic complexity of this
peculiar narration.
Es decir que en un mismo sintagma los sujetos son dos y la traslación de uno a
otro se efectúa aquí a través de la conjunción adversativa pero, cuya función de enlace
se mantiene intacta, aunque en este caso particular produce cierta agramaticalidad, dado
que no supone una oposición de lo afirmado en las oraciones sino una contradicción de
fondo, puesto que no hay correlación entre los sujetos referidos y sus actividades, ya que
se encuentran en situaciones y espacios distantes, sin contacto entre sí. Esta peculiaridad
es la que creemos afecta todo el desarrollo del relato y sobre la cual se elabora su original
morfología. La incongruencia sintáctica se revelaría como lógica hacia el final del texto
donde confirmaríamos la relación de esa androginia gramatical asociada a la presencia
de ese personaje y reforzada por este. Tal vez podamos interpretar esa presencia como
la fuente que trastoca toda la elaboración de la sintaxis narrativa.
Oscar Brando, estudiando los textos de Juan Introini, propone el concepto de
anamorfosis, de deformación de una realidad que solo puede ser reconstruida desde
una óptica única, utilizándolo como fundamentación para el análisis de los espacios y
su confrontación en las obras este narrador; espacios que, a la vez, funcionan como
contigüidades dentro de la dimensión textual, ya que sugieren movimiento, mudanza,
cambio:
La Tumba y El canto de los alacranes revelan la existencia de mundos paralelos
que multiplican la realidad [...] el “universo ficcional Introini” sufre clivajes que
reflejan historias en distintos registros, duplican los hechos, desdoblan personajes,
ingresan en laberintos o piezas contiguas o sueños, o parecen repetir y obedecer
a las rigurosas leyes del ajedrez. La gramática narrativa es elocuente: en la cadena
metonímica se discontinúa una historia o personaje (o la anamorfosis de una
historia o de un personaje) y se nos propone su alternancia en realidades distintas.
(Brando, 2014 3)
Este concepto de anamorfosis podríamos llevarlo más allá aun y consignar
que no solamente concierne a la elaboración de los ejes narrativos, sino que afecta el
plano gramatical. Anamorfosis gramatical que deviene en la confluencia de espacios
y personajes disímiles. Uno de los protagonistas, Lucio, transita en coche, sin dormir
durante horas, por una carretera; Francisco, el otro, es desalojado de su casa y refiere a
su mudanza como evento inevitable. Ambos se entrelazan por medio de las oraciones,
confundiéndose a pesar de estar en espacios diferentes. Veamos una de las oraciones
que comienza refiriéndose a Lucio:
Las luces de un hotel le guiñaron tentadoras pero logró superar el escollo y por
fin decidió detenerse en una cafetería, beber un buen café doble con una de las
píldoras que siempre llevaba y de ese modo ahuyentar el sueño extraño que lo
visitaba casi todas las noches desde hacía un mes, por lo que3 Francisco podía
4. En tiempos de cuestionamientos de las categorías identitarias, por lo menos desde los movi-
mientos sociales que han tenido mayor trascendencia en esta última década, cabría hacer un análisis que
excedería este para comprender la importancia cultural de la figura del andrógino.
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Juan Eduardo Cirlot también rastrea sus orígenes, priorizando la mirada analítica
más simbólica, desde las narraciones bíblicas, la mitología egipcia, la conocida divinidad
azteca Quetzalcoátl, hasta la India. En fin, la imagen expresa unidad y dualidad repre-
sentadas en una sola figura que simboliza el nacimiento y la muerte, pero también y más
allá de la naturaleza sexual, al descubrimiento o autodescubrimiento. Representa el acer-
camiento a la verdad escondida que cuando se hace evidente, visible, es, en la narración
de Introini, esa luz cegadora del conocimiento que es capaz de matar.
Platón (1871) retoma en El Banquete el mito del andrógino en boca de come-
diógrafo Aristófanes. Juan Introini, se apropió de esta versión acerca de la simbología de
la rueda por la anatomía del andrógino platónico, que “rueda” cuando quiere desplazarse
rápidamente. Más adelante nos detenemos en este punto. Dice Platón:
Primero había tres clases de hombres: los dos sexos que hoy existen, y uno terce-
ro compuesto de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nom-
bre. Este animal formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque
reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su nombre está en de-
scrédito. En segundo lugar, todos los hombres tenían formas redondas, la espalda
y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías,
unidas á un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que
reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la
generación, y todo lo demás en esta misma proporción. Marchaban rectos como
nosotros, y sin tener necesidad de volverse para tomar el camino que querían.
Cuando deseaban caminar ligeros, se apoyaban sucesivamente sobre sus ocho
miembros, y avanzaban con rapidez mediante un movimiento circular, como los
que hacen la rueda con los pies al aire. (Platón, 1871 320, tomo 5)
Por su carácter osado fueron divididos por Zeus para debilitarlos, convirtiéndose
así en dos, aunque condenados a buscar su mitad faltante. La exposición continúa, hasta
llegar a la siguiente conclusión:
De aquí procede el amor que tenemos naturalmente los unos á los otros; él nos
recuerda nuestra naturaleza primitiva y hace esfuerzos para reunir las dos mitades
y para restablecernos en nuestra antigua perfección. Cada uno de nosotros no es
más que una mitad de hombre, que ha sido separada de su todo, como se divide
una hoja en dos. (Platón, 1871 322, tomo 5)
Probablemente, la figura del andrógino sea entonces en el cuento de Introini un
elemento simbólico que, además de estructurar el argumento, conecta, en otro plano, a
los personajes con sus esencias perdidas, con alguna verdad trascendental que los impul-
sa hacia el autodescubrimiento. Creemos que esta idea también se puede asociar al per-
sonaje del cuento del uruguayo Juan Carlos Onetti (1979), Jabón. Aquí Saad, uno de los
protagonistas, se detiene en una ruta ante un autoestopista cuya apariencia lo cautiva. Ni
su voz ni su apariencia andrógina le revelan su identidad sexual. En el cuento el narrador
se define a la vez que se confunde entre los términos “efebo”, “hermafrodita”, “hom-
bre”, “mujer”, aunque ninguno de ellos revela nada sobre este otro personaje, excepto
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su condición andrógina. Saad, frente la dificultad, opta por llamarlo con el pronombre
neutro “ello”. Avanzada la historia, este personaje que esperaba desentrañar el misterio
de la anatomía del otro prefiere no hacerlo, conservando el enigma de la sexualidad
como una especie de tesoro.
En la literatura, los personajes andróginos son varios y actualmente se han pop-
ularizado no solo en la ficción literaria, sino en el mundo de la alta costura.5 Sobrados
ejemplos existen en la escultura, pintura y cine. Es decir que el mito ha excedido la
tradición6 y la ficción narrativa. De todos modos, no son tan frecuentes como los dop-
pelgänger. Nos detendremos en algunos ejemplos literarios.
En el cuento de Juan Introini el andrógino posee una apariencia imposible de cla-
sificar desde el punto de vista humano y biológico. No se sabe qué es y causa inquietud
en los personajes, porque, más allá de su condición posiblemente binaria o neutra, se
presenta como un espectro, capaz de saltearse kilómetros en la ruta de Lucio y aparecer
frente a él, una y otra vez, atentando contra toda lógica del tiempo y el espacio humanos.
Es un ente fantasmagórico que, aparentemente, si seguimos la dialéctica narrativa y
pensamos en su estructura como si se tratara de dos narraciones solo vinculadas o en-
trecruzadas por esa presencia, podría estar asociado en todo sentido con la duplicidad y
con la oposición. Se presenta durante el sueño y durante la vigilia (asociadas con la luz y
la oscuridad), en una estructura narrativa que avanza con un doble argumento paralelo,
diacrónico, donde las historias no se conectan, pero se intersectan, se sincronizan, en
la imagen del andrógino. Además, este es capaz de desdoblarse y ser el otro, el que lo
observa.
Otto Rank (2018) escribió un estudio de corte psicoanalítico y antropológico so-
bre los dobles en la ficción y en la sociedad, motivado por la película de 1913, El estudi-
ante de Praga. En Der Doppelgänger. Eine psychoanalytische Studie (1925), recorre
varios mitos asociados con la duplicación y, en algunos casos, la relación de este con el
motivo de la sombra. El estudio se desliza hacia la idea de que la presencia del doble en
la cultura tiende a poner en evidencia problemas humanos de índole universal: el de la
identidad, el autoconocimiento, el temor a la muerte.
Motivos vinculados al del doble, como los del espejo, la fotografía, la metempsico-
sis, la autoscopía, el síndrome de Capgras, la mutación, los gemelos, los clones, también
han sido rastreados por algunos críticos literarios que han visto en ellos un aparente caso
de tópicos fantásticos clasificables. Louis Vax (1965) sostiene en el capítulo II de Arte
y literatura fantásticas que: “la perturbación psíquica inquieta principalmente cuando
parece ir acompañada de una perturbación física. El hombre no se desdobla solo en su
interior, sino que ve a su “doble” fuera de él. Se afirma en la tradición popular que cuan-
do alguien ve a su doble morirá pronto” (Vax, 1965 29).
Esta situación se constata en el desenlace de Andrógino, cuando los protagonis-
tas son guiados a ese destino por sus dobles.
Jorge Luis Borges (1967) en su conferencia sobre la literatura fantástica subraya
que son pocos tópicos los que pueblan el universo de esta literatura, entre ellos, el del
doble y el de las mutaciones. Ejemplos como el de La Metamorfosis de Franz Kafka,
El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde o el de William Wilson de E. Allan Poe,
son gráficos y clásicos para este tema. Finaliza su exposición con una reflexión acerca
del encanto que genera en el lector la literatura fantástica. Este “reside en el hecho de
que, siendo fantásticos, son símbolos de nosotros, de nuestra vida, del universo, de lo
inestable y misterioso de nuestra vida” (Borges, 1967, s/p).
El argentino en varias de sus narraciones (y hasta en su poesía) ha apelado a esta
figura para sugerir cuestionamientos más profundos, como en su cuento El otro, publi-
cado en El libro de arena de 1975, donde un Borges anciano se encuentra con su alter
ego adolescente.
Los temas asociados, por lo tanto, al doble en el arte en general y en la literatura
en particular serían los suficientes como para inferir que la verdadera complejidad de este
reside en su alcance simbólico, como juicio o advertencia acerca de la propia naturaleza
humana. Proponemos algunos ejemplos con las variantes antes referidas, aunque sabe-
mos que es solo una mirada parcial sobre las mismas.
En Lejana de Julio Cortázar (1951), el personaje, Alina Reyes, se encuentra
en un puente de Budapest con su doble, una mujer harapienta, con la que luego de un
abrazo, intercambian cuerpos, convirtiéndose la primera en la segunda. El cuento se
estructura, también, mediante dos voces narrativas: primero la de Alina, que escribe en
su diario; luego la del narrador externo, que relata el intercambio. Un caso similar a este
es el del cuento de H.G.Wells (1896), The Story of the Late Mr. Elvesham, en el que un
anciano se apropia del cuerpo del joven estudiante Edward George Eden.
En cuanto a desdoblamientos del tipo interno7 también existen sobrados ejemplos.
Algunos destacados por la crítica literaria han sido la nouvelle de R.L. Stevenson (1886),
Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde o La noche boca arriba de Julio Cortázar (1956).
En Axolotl, cuento de 1956 del mismo autor, el narrador asume la forma del
anfibio al que contempla en un acuario de París. Este cuento ha sido analizado desde
7. Los desdoblamientos de tipo interno serían, por ejemplo, las personalidades múltiples, las
metamorfosis parciales, las traslaciones oníricas donde se alterna espacio y tiempo. Considero a la pos-
esión como desdoblamiento interno de carácter dudoso, pues dependería su especie de la intención final
de la narración.
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8. Otros casos de desdoblamiento podrían ser aquellos asociados con la pérdida de la identidad o
el traspaso de esta a un objeto o parte independiente del cuerpo. Solo nombro cuatro ejemplos. Para el
primero, El retrato oval (1842) de E. Allan Poe y El retrato de Dorian Gray (1890), de Oscar Wilde. Para
el segundo, La nariz (1836), de Nikolái Gógol y The hand, película de 1981 dirigida por Oliver Stone.
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Se sugiere en el cuento que se trata de una pesadilla persistente a la que intenta escapar de
esa manera. Mientras conduce, el andrógino también es visto por él, aparece en su vigilia,
es una presencia aterradora que ha cobrado vida. Este tercer personaje que se exhibe como
un ser fantasmal es quien articula el relato y quien definirá la conclusión de la historia.
En el inicio del cuento Francisco Adrados despierta a las cuatro de la mañana
con “un malestar difuso en el pecho que enseguida se trasladó a la pierna derecha”
(Introini, 1995:64). El cronotopo (su dormitorio) y las sensaciones físicas, nos llevan
inevitablemente a establecer lo que creemos son evidentes alusiones del planteo de esta
narración con La Metamorfosis de Franz Kafka. El despertar tras un sueño insólito,
extraño, la percepción del cuerpo, el pasaje descriptivo en torno a la habitación, la
referencia a la hora, se configuran como indicios con la visión final del tercer personaje,
el andrógino, en Adrados, pero también se enlazan como parodia o intertextualidad
con La Metamorfosis. En ella Gregorio Samsa ha despertado tras un sueño intranquilo,
producido por la transformación del personaje durante la noche y durante el sueño,
momento en el que se encuentra más vulnerable. Establecemos esta la similitud, entonces,
en varios sentidos, ya que ambos despiertan sintiendo un malestar físico, pero también
meditan, uno acerca del sentido del sueño, el otro sobre la incertidumbre de lo que ha
ocurrido. En relación a Gregorio y a Adrados podemos afirmar que se producen también
mutaciones, aunque de diferente índole; en el caso del primero, esta es visible por el
resto de los personajes, mientras que, en el segundo, solo él es quien percibirá su propio
rostro en el del andrógino, siendo ese otro quien muta, transformándose en su doble,
acontecimiento que ocurre en el episodio final.
Sugerimos que también los pasajes descriptivos sobre la disposición de los objetos
en las habitaciones de los dos personajes pueden entroncarse. En el caso de la nouvelle,
en narrador designa “una habitación humana de verdad” (Kafka, 1984:5) y continúa
su enumeración de elementos, mientras que Francisco contempla o examina las ropas,
cajas, el ropero de su dormitorio. El desorden en el que se encuentran estos objetos
denota la reciente mudanza de hogar.
Inmediatamente, se produce el primer punto de inflexión, especie de comba
sintáctica, mediante una conjunción adversativa dentro de una misma oración. El discurso
que alude a uno de los personajes pasa al otro: “Después, conjeturando que no volvería a
dormirse, apagó la luz, cerró los párpados y con un profundo suspiro se puso a meditar
en el sueño que le cerraba los párpados pero Lucio no quería aflojar, sacudió la cabeza,
se frotó los ojos, encendió un cigarrillo y enseguida metió el cambio, hizo el rebaje y
tomó la curva a más de ochenta” (Introini, 1995 64).
Decíamos que Lucio se encuentra conduciendo a gran velocidad y luchando contra
el sueño. Las alusiones en el texto a la música que escucha, el “rock duro”, al cigarrillo,
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también, ponen en evidencia el apremio, la excitación que produce esa huida con una
metáfora que trasluce su desasosiego: “devorar incesante el asfalto” (Introini, 1995 64).
Señalábamos que estas observaciones nos hacen suponer que este personaje es más joven
que Adrados, además de la imagen antagónica que nos sugiere: mientras uno de ellos
se encuentra forzado a la quietud por una limitación física, el otro siente una persistente
ansia de movimiento. Los dos personajes manifiestan necesidades de naturaleza física,
según nos hace saber el narrador. Francisco es atormentado por el dolor producto de
una cirugía en el fémur, dolor descrito a través de una prosopopeya como “compañero
veleidoso” (Introini, 1995 64) que le impide dormir satisfactoriamente. Lucio desea
ducharse, beber y dormir, pero en su caso, el deleite por conducir es asociado a una
forma de placer que solo puede experimentar mientras realiza esa acción: “luchaba con
el anhelo vehemente, ingobernable, de prolongar el placer, de no interrumpir aquella
sensación de plenitud surcada por escalofríos voluptuosos que solo alcanzaba bien
adherido al asiento, los pies en los pedales, una mano en la palanca de cambios, la otra
en el volante y sintiendo todo su cuerpo latir al unísono con el motor potente, trepidante,
sumiso” (Introini, 1995 64-65).
El nombre de Lucio puede tal vez relacionarse a las referencias que se hacen a
continuación en el texto, puesto que proviene del latín “lux”, luz. Las luces de un hotel
que llaman su atención y que lo invitan a dormir, pero también los potentes faros de su
propio vehículo concebido como una extensión del quien lo conduce. Tal vez se trate
de una búsqueda simbólica de medios asociados a la luz, a la vigilia, para lograr evadir
lo desconocido o terrible que acecha en la oscuridad. En este momento se comienza a
atisbar el sueño particular de Lucio, que aún no se aclara en qué consiste, pero se lo
define como un “sueño extraño que lo visitaba casi todas las noches desde hacía un mes”
(Introini, 1995 65).
Situados en estos momentos preliminares del cuento, comenzaremos a analizar
los aspectos gramaticales que hacen a los puntos inflexivos señalados antes, verdaderas
marcas en el relato que nos parecen novedosas en la elaboración de su estructura
discursiva.
Mientras Adrados se encuentra despierto cavilando se da el pasaje de un sujeto
oracional al otro.
Después, conjeturando que no volvería a dormirse, apagó la luz, cerró los
párpados y con un profundo suspiro se puso a meditar en el sueño que le cerraba
los párpados pero Lucio no quería aflojar, sacudió la cabeza, se frotó los ojos,
encendió un cigarrillo y enseguida metió el cambio, hizo el rebaje y tomó la curva
a más de ochenta. (Introini, 1995 64)
Subrayamos la conjunción adversativa, puesto que es la que introduce al segundo
personaje. Es decir que en la ilación de estas oraciones se instaura una excepción,
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entendida esta como rareza, a nivel gramatical. Sin ningún tipo de aclaración, un
personaje aparentemente troca en otro cuya actividad es la opuesta a la del primero.
Estos puntos inflexivos, desviaciones de las normas de coherencia y cohesión gramatical,
podrían estar asimiladas a la existencia del andrógino, de naturaleza múltiple, doble
en su anatomía y en su esencia, como ya hemos visto antes, y, además, es capaz de
reflejar el rostro de Adrados moribundo. Sostenemos, entonces, el uso de una androginia
sintáctica que refleja la ruptura que genera la aparición del tercer personaje. Una sintaxis
agramatical, por momentos, capaz de hacer congeniar el destino de ambos protagonistas
hacia una misma dirección. Los dos están vinculados a través de la presencia onírica del
andrógino a la vez ese enunciado tiene un doble alcance referencial.
El relato, organizado en un solo párrafo, interpone esta forma cada vez que
se cambia la focalización, la situación del enunciado, sobre uno u otro personaje. El
narrador, heterodiegético, en términos de Gerard Genette, omnisciente, es la voz que
articula el pasaje de un universo a otro mediante estos giros o puntos de inflexión
discursivos, especies de puntos cero en el avance del relato, donde una vez que se llega
a ellos, se da una transgresión radical que afecta al sujeto y sus acciones, así como al
espacio donde este se ubica. Estos cambios son diez en la totalidad de la narración.
Nos referiremos brevemente a cada uno de ellos en función de su situación en el
argumento.
El relato avanza moviéndose de un personaje a otro. En el desarrollo de la
narración, centrada en el segundo personaje, Lucio, se profundiza sobre el origen
temporal del inusual sueño que lo atormenta: “decidió detenerse en una cafetería,
beber un buen café doble con una de las píldoras que siempre llevaba y de ese modo
ahuyentar al sueño extraño que lo visitaba casi todas las noches desde hacía casi
un mes, por lo que Francisco podía recordar, desde que se vio obligado a asumir la
inevitabilidad de la mudanza y habían comenzado los preparativos” (Introini, 1995
65).
Destacamos nuevamente la marca en el texto que dispone para el cambio de Lucio
a Francisco. En este caso se indica la duración del sueño, enmarcada en una relación
sintáctica de subordinación. Pero, nuevamente, el pasaje de un sujeto a otro ocurre sin
ninguna referencia previa; la única relación excede la sintaxis y se da a nivel semántico.
Para Francisco el sueño recurrente está asociado a la mudanza, al cambio, en este caso,
de vivienda, mientras que, para Lucio, la mudanza es de otra índole y se traduce en una
urgencia de traslado o huida.
El narrador describe al sueño como el mismo, aunque con variantes imperceptibles
en principio. El espacio onírico es un anfiteatro que ya no le resulta familiar: “no se
encontraba en una de las tantas aulas familiares por las que había transitado sino en un
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9. El uso de, por ejemplo, los adjetivos demostrativos sin preposición, es usual en la lengua co-
loquial. Aquí correspondería agregar la palabra a, dando como resultado gramaticalmente correcto A esa
figura. La ausencia de la preposición representa el cambio de sujeto en la oración, que, como se repite
tantas veces en la narración, resulta necesario forzar la gramática para poder representar el doble alcance
referencial.
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10. Ahora las inflexiones se dan en un párrafo extenso; consisten en desplazamiento de sujetos
de la oración, dándose el cambio en el orden Lucio-Francisco-Lucio.
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frenable a la conquista del mundo, él que tantas veces había deseado, a la manera
de un centauro mitológico, fundirse por entero con su auto, sentirse prolongado
en cuatro extremidades rodantes veloces poderosas. (Introini, 1995 68-69)
En ese momento de revelación, visualiza con claridad al andrógino que, sobre
una patineta, lo invita a seguirlo hacia unos árboles a la vera de la carretera. Acelera al
fin, en una curva, en su persecución, para estrellarse contra ellos y convertirse en una
mole de chatarra, integrado a su vehículo, fundido con él, convertido en ese engendro
deseado, ambiguo, mitad máquina, mitad humano. En el eje narrativo se traslada el foco
a Francisco. La visión final de Lucio descubre el rostro del andrógino y a la vez es lo que
Francisco ve antes de morir en su aula, derribado por el dolor intenso en el pecho: “De
pronto percibió a su lado la larga cabellera, sintió la suave piel de una mano que apretaba
la suya mientras la otra desplazaba el objeto11 sin esfuerzo y se alzó guiado por aquella
mano sin temblor para enfrentarse al rostro dulce, sereno, confiado, de su primera ju-
ventud” (Introini, 1995 69).
El andrógino es, al final del cuento, además de la figura indefinida, asexuada, el
doble y el hado de los personajes.
Conclusión
El eje central de este trabajo ha sido intentar dejar en claro un aspecto problemáti-
co esencial y a la vez original que Andrógino de Juan Introini nos plantea. Asumimos
desde el inicio que la narración pertenece al sub género denominado, con sus pecu-
liaridades y complejidades, fantástico. Yendo al interior de este cuento, nos acercamos
a diferentes planos de análisis, tales como el que involucra el personaje que cierra la
historia, claramente arraigado en una tradición dentro del género, con sus ejemplos en
los dobles de toda índole y con raíces mitológicas y filosóficas cuando se trata del an-
drógino citado por Platón. Estas interpretaciones pueden oscilar desde el psicologismo
al análisis simbólico, sin invalidar la referencia fantástica, representada por el desarrollo
del argumento, antes que por cualquiera de esos u otros análisis extratextuales. Es en
ese mismo plano argumental donde nos encontramos con el elemento transgresor, que
afecta la verosimilitud, que rompe con el relato mimético, que aporta el misterio, lo inex-
plicable, lo imposible: un personaje enigmático, inconcebible, pero a la vez reconocible.
Aun así, nada de esto alcanza para singularizar el relato de Introini. Sostenemos que la
verdadera ruptura, la transgresión original que desarticula nuestra expectativa sobre el
eje argumental, se da a nivel del lenguaje. Es el propio código que se utiliza para comu-
nicar lo que está siendo afectado por la intromisión fantástica lo que, sin dejar de ser
ese soporte expresivo que sirve para ordenar y clasificar el universo de la ficción, se va
11. Se refiere metafóricamente al dolor del infarto como si fuera un “objeto” hiriente.
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Bibliografía citada
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ras Infernales. Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay, Montevideo,
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fantástico y otros desplazamientos en la narrativa uruguaya (desde los años
setenta a las primeras décadas del siglo XXI). Coordinación de Hebert Benítez
Pezzolano. Universidad de la República, Montevideo, 2018, pp. 107-123.
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Brando, Oscar. “Genio y figura: la narrativa de Juan Introini.” VIII Congreso Literaturas
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Wells, Herbert G. La historia del difunto Señor Elvesham. [on line]. www.literatura.us/
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Texto y discurso en El sueño del celta de Mario Vargas Llosa
Djibril Mbaye
(Université Cheikh Anta Diop de Dakar, Senegal)1
Palabras claves: Sueño del celta, Roger Casement, Texto, Discurso, Transnacionali-
dad.
Abstract: This work intends to analyse the concepts of text and discourse in El sueño
del celta of Mario Vargas Llosa. The novel, which relates the difficult conditions of life
and existence of African natives, the American indigenes and the Ireland’s, is situated
in different scenarios which forms crusted between biography, memory y historic novel.
The history presents the anticolonial and postcolonial discourse replanting the relation
between Civilisation and Barbarise. Then, this work will study the desterritorialized and
multiple space, the generic mixing and the discursive heterogeneity whom the author
examines the universal human condition.
1. Licenciado en Filología Hispánica en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar (UCAD). Ma-
gister en Traducción y DEA en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid.
Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid en 2011. Actualmen-
te docente / investigador en la UCAD. Áreas de investigación: Literatura y civilización hispanoamericana
y afrohispánica.
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Introducción
Desde su nacimiento, la literatura de Mario Vargas Llosa ha sido siempre fuerte-
mente embebida por los escenarios peruanos. Sin embargo, en este principio de siglo, el
autor ha decidido explorar otras orillas, sacando así su mundo novelesco de ese monó-
logo nacional para inscribirlo en un coro mundial donde sus obras expresan la universal
condición humana. En efecto, la primera década de este nuevo milenio marca la eclosión
del universo literario del peruano, con la escenificación de muchas tramas novelescas
fuera del Perú y de Hispanoamérica, particularmente con relatos como La fiesta del
chivo (2000), El paraíso en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2007)
y El sueño del celta (2010). Esa nueva geografía narrativa, que muchos relatos están
esbozando, parece convertir a Mario Vargas Llosa en adepto de una literatura desterrito-
rializada que empieza a echar raíces en varias comarcas del mundo.
La novela que mejor refleja esta desterritorialización, y acaso por eso premio No-
bel, es El sueño del celta. En dicha obra, el autor ofrece un recorrido narrativo por el
mundo mediante una ingeniosa aproximación temática, estructural y discursiva. El relato
oscila entre la biografía y la memoria y escruta la tumultuosa vida de un héroe y villano,
un revolucionario y traidor: el irlandés Roger Casement. La historia nos mueve por espa-
cios diversos como el Mundo Negro (El Congo), el Nuevo Mundo (la Amazonía) y el Viejo
Mundo (Irlanda). La narración desentierra a la vez el discurso nacionalista y anticolonia-
lista (o descolonizador), con un replanteamiento de la dicotomía Civilización y Barbarie
(replanteamiento que funde su voz en los alegatos de la Negritud y del Indigenismo) y se
forja mediante un historicismo literario que se avecina a la epopeya.
Mediante la historia del diplomático inglés e irlandés Roger Casement, el autor
re-visita los fervores de la fiebre del caucho, indagando en las nefastas consecuencias que
la explotación de dicho producto ha tenido en los indígenas africanos y americanos, y el
impacto de la deshumanización de esos seres en las ideas nacionalistas y revolucionarias
del protagonista Roger Casement.
Así, en este artículo, queremos mostrar cómo El sueño del celta cristaliza una hete-
rogeneidad textual y discursiva que hace de la novela un crisol estético y un ejemplo de
literatura universal.
Después de más de 50 años de escritura, en 2010, El sueño del celta viene a
coronar una narrativa que desde los años 1980 había comenzado a rebosar los lindes
nacionales. Propia de una literatura transnacional, dicha novela se ha construido en
una sagaz armadura textual y discursiva que también refuerza la idea de transnaciona-
lidad.
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para nosotros, coincide con un nuevo enfoque en el espacio narrativo dibujado por sus
últimas novelas:
El tono de los ensayos de Vargas Llosa en los que insiste en las limitaciones huma-
nas corresponde a un cambio importante en su manera de presentar las imperfec-
ciones de sus personajes literarios en sus novelas. El cambio es tan notable que se
puede hablar de un tercer período en la trayectoria literaria de Vargas Llosa des-
pués de su período socialista y de su período liberal. Durante este nuevo período
Vargas Llosa ha publicado cuatro novelas: La fiesta del Chivo (2000), El Paraíso
en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2006) y El sueño del
celta (2010). Vargas Llosa ha dejado de creer en la acción revolucionaria, pero su
voluntad de tratar la corrupción de un mundo imperfecto ha regresado con toda
la fuerza con la que lo hizo en sus novelas de los años 60. Ha regresado también
la valoración de aquellos personajes –como su flora Tristán en el Paraíso o Roger
Casement en El sueño del celta– que reconocen las injusticias de las sociedades
plagadas de abusos y estropicios ya sea para confrontarlos con sus rebeldías o
escapándose a otros ambientes más soportables. (538)
Ese tercer periodo reseñado por el crítico viene caracterizado por una narrativa
que se inscribe en una literatura transnacional. En efecto, ya no se trata de un Perú como
epicentro o único feudo literario (como reconoce el propio autor en la introducción de
La utopía arcaica), sino más bien de una madriguera artística universal donde cada relato
viene a ser una entrada. Esa descentralización del universo novelesco vargasllosiano lleva
a Tomás Carrasquilla a concluir que “los espacios de la narrativa de Vargas Llosa en el
siglo XXI pueden ser cualquier lugar del mundo, como es típico del componente regional
de la novela latinoamericana de este siglo” (24).
Cuando hablamos de transnacionalidad, nos referimos a esa deslocalización de
un orbe literario que había elegido básicamente el Perú como la fuente mater de una
novelística que ya había convencido al lectorado desde los años sesenta. Sin embargo,
y cabe señalarlo, El sueño del celta no opera una ruptura radical con el escenario pe-
ruano, ya que el segundo capítulo se desarrolla en la Amazonía peruana. Por eso, nos
preguntamos incluso si la novela no ofrece un ingenioso diálogo entre “lo nacional y lo
cosmopolita” tan debatido hoy en las letras del continente. En efecto, si el debate sobre
literatura nacional y literatura cosmopolita ha marcado el rumbo de las letras hispanoa-
mericanos desde el siglo XIX, a principios de este milenio se ha planteado con mucha
efervescencia con la nueva generación de narradores del continente.2 Leonardo Valencia
2. En 2006, muchos jóvenes escritores hispanoamericanos se han reunido durante una semana
en El Escorial, en Madrid, con motivo de los cursos de verano de la Universidad Complutense y han pasado
en revista esta nueva diasporización de las letras de continente. El curso titulado simbológicamente “Nueva
Literatura de Extremo Occidente” y dirigido por Fernando Iwasaki se ha asomado a la literatura hispa-
noamericana fuera del continente. Esta larga cita sacada de un artículo del periódico ABC es un perfecto
planteamiento de ese nuevo rumbo que toma la “joven literatura” del continente: “Así como aceptamos
la existencia del Extremo Oriente –explica Iwasaki–, América Latina podría ser el Extremo Occidente y
no necesariamente la frontera de la cultura occidental. Durante años, nuestra literatura ha sido estudiada
en clave limítrofe y fronteriza, renunciando en ocasiones a la posibilidad de integrarla en el conjunto de
la literatura universal. Los autores reunidos en este curso reivindican como suya la cultura occidental y
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proponen que en América Latina siempre ha existido una literatura de «Extremo Occidente». En fin, si-
guiendo la estela de Uslar Pietri, Jorge Luis Borges y Octavio Paz, que consideraban esta idea del «Extremo
Occidente», en este curso participarán narradores como los argentinos Andrés Neuman y Alfredo Taján;
los mexicanos Jorge Volpi, Mario Bellatín, Ignacio Padilla y Christopher Domínguez; los venezolanos Gus-
tavo Guerrero y Juan Carlos Méndez Guédez; los peruanos Peter Elmore y Jorge Eduardo Benavides; así
como Alberto Fuguet (Chile), Edmundo Paz-Soldán (Bolivia), Leonardo Valencia (Ecuador), Juan Gabriel
Vázquez (Colombia) y Ernesto Hernández Busto (Cuba). Las ponencias del curso «Nueva Literatura de
Extremo Occidente» serán recogidas en un libro que llevará un prólogo de Mario Vargas Llosa y donde
también colaborarán el argentino Rodrigo Fresán y el colombiano Santiago Gamboa. http://www.abc.es/
hemeroteca/historico-03-07-2006/abc/Cultura/escritores-iberoamericanos-cartografian-la-literatura-del-
extremo-occidente_1422282947926.html
3. Afirma Valencia: “Podríamos perfilar distintas orillas que conviven actualmente en la narrativa
latinoamericana. Por una parte una orilla nacionalista, escrita desde dentro de cada país y con poca salida
o difusión intercontinental. Luego está la orilla internacionalizada, en la que curiosamente convergen dos
variantes en apariencia contradictorias: la que satura su obra de los tópicos de América Latina y la que, por
llevar la contra de esa vertiente, ha quemado las naves con su tradición, negando incluso la existencia de
lo “latinoamericano”. Y una más, de menos difusión, que relee la tradición, que la amplía en su relectura,
y que suelta amarras de una nave que no tiene otro puerto que su propia navegación en la aventura de la
lengua” (2006:15).
4. Leonardo Valencia, tras analizar las diferentes orillas de la literatura latinoamericana toma el
caso de Vargas Llosa como prototipo de una narrativa no encasillada en las fronteras nacionales. Afirma:
“Sintomático es el caso de Mario Vargas Llosa cuando trasgredió sus habituales escenarios peruanos y se
decantó por otras culturas, como ocurre con el Brasil de La guerra del fin del mundo (1981), reforzado
por los otros casos desterritorializados, en República Dominicana con La fiesta del Chivo (2000), y Fran-
cia y Polinesia con El paraíso en la otra esquina (2003). Ya no se trata tan sólo del caso del autor latino-
americano que retrata a sus connacionales en escenarios europeos, de lo cual hay muchísimas muestras
desde el siglo XIX hasta novelas como La vida exagerada de Martín Romaña (1981) o Los detectives
salvajes (1998), sino de abordamiento de temáticas menos vinculantes a la procedencia nacional en las
que también encontraba su núcleo expresivo” (2006:11).
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sement, pero también como una doble memoria: la de las vivencias de Roger Casement
y la del viaje que el propio Vargas Llosa hizo en los diferentes lugares frecuentados por
Roger para recoger testimonios. Además, la narración de los hechos nos lleva a catalo-
garla asimismo en la novela histórica.
Para el primer caso, no hay duda de que El sueño del celta puede ser consi-
derado como una sucinta biografía de Roger Casement. El escritor peruano escruta
la vida de Roger desde su nacimiento en 1864 hasta su muerte en 1916, haciendo
hincapié en la infancia, la adolescencia, la educación religiosa, la vida familiar en Ir-
landa y en Inglaterra, el sueño africano de Roger, su estancia en el corazón de África
(el Congo), sus viajes en la Amazonía peruana (en Iquitos/Putumayo), su dimisión en
la diplomacia, su compromiso por la independencia del Eire, su encarcelamiento, su
ejecución y hasta su vida (homo) sexual. La novela es como un espejo que proyecta la
vida de Roger Casement con los mínimos detalles. Como ilustración, daremos solo el
episodio de la infancia donde el autor ofrece una carta de presentación del protagonis-
ta y de su entorno familiar:
De su nacimiento, el 1 de septiembre de 1864, en Doyle’s Cottage, Lawson
Terrace, en el suburbio de Sandycove de Dublín, no recordaba nada, claro está.
Aunque siempre supo que había visto la luz en la capital de Irlanda, buena parte
de su vida dio por hecho lo que su padre, el capital Roger Casement, que había
servido ocho años con distinción en el Tercer Regimiento de dragones ligeros, en
la India, le inculcó: que su verdadera cuna era el condado de Antrim, en el corazón
de Ulster, la Irlanda protestante y probritánica, donde el linaje de los Casement
estaba establecido desde el siglo XVIII.
Roger fue criado y educado como anglicano de la Church of Irland, al igual que
sus hermanos Agnes (Nina), Charles y Tom –los tres mayores que él–… (Vargas
Llosa, 18)
Con una sutil parsimonia, el autor proyecta varios planos de la vida de
Casement: una niñez y adolescencia dolorosas marcadas por la muerte de los
padres y la separación familiar, una odisea en el Congo y en el Putumayo teñida
por el descubrimiento de una explotación sin precedente sobre los negros y los
indios cuya denuncia le convierte en un héroe nacional, una vuelta simbólica a
Irlanda donde sus actividades revolucionarias por la independencia de Irlanda le
valen la acusación de traidor y la condena a la horca. La novela en este sentido
sigue el itinerario de la vida del protagonista. Aunque construida bajo un sistema
de analepsias, la historia se desarrolla desde el nacimiento hasta la muerte del
protagonista.
El escritor hispano-peruano se ha interesado por un personaje polémico,
considerado a la vez como “héroe y villano, traidor y libertario, moral e inmoral”
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5. En su introducción de Diario del Amazonas de Roger Casement, Cristina Oñoro y Stella Ra-
mos ponen de relieve esta personalidad inasible a través de estas interrogaciones: ¿Quién era en realidad
Roger Casement? ¿El cónsul británico o el nacionalista inglés? ¿El defensor de los derechos humanos
que fascina a Vargas Llosa o el liberal que deseaba convertir el Amazonas en uno de los graneros más
grandes del mundo? ¿El justiciero con alma de Sherlock Holmes? ¿El emancipador de los indios? ¿O era
más bien la pieza imprescindible de la maquinaria imperialista? Lo cierto es que en la figura de Casement
se superponen todos estos personajes y de ahí la riqueza y complejidad dentro de su vida como de sus
escritos” (33).
Juan F. Villar Dégano hace la misma observación y afirma que: “en la vida de un hombre hay muchas
vidas, idea que traspasa El sueño del celta, la última novela de Vargas Llosa; y que el propio autor
destaca al comienzo de la obra con una cita de Motivos de Proteo de José Enrique Rodó: Cada uno de
nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen
las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes” (53). Emmanuel
Tornés Reyes desemboca asimismo en esa observación y resume que “Casement simboliza en la medida
más alta esa pluralidad intrínseca (es poeta, aventurero, diplomático, anticolonialista, escritor, gay, ora-
dor y luchador independentista)” (128).
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amor6 y coloca la novela entre las que muestran que las insatisfacción humanas no se
resuelven con fantasías ni con la revolución, novelas cuyo tema central es la reconcilia-
ción, novelas que plasman las añoranzas espirituales (551). Pero lo más importante es
que El sueño del celta se suma a las numerosas biografías de Casement y ofrece una
versión novelesca profundamente reveladora.
También puede ser leída como una doble memoria. En efecto, la novela recons-
truye los escritos de Roger Casement (diarios que documentaban todas sus vivencias), al
mismo que tiempo que es una transcripción de las notas de viaje del Mario Vargas Llosa.
El propio autor había hecho un viaje por el Congo e Irlanda y documentado las peripe-
cias de la vida de su protagonista. En un librito hecho de imágenes y notas titulado Diario
de viaje: recorrido de Mario Vargas Llosa por el Congo e Irlanda tras las huellas de
Roger Casement (2010), el autor hace la reconstrucción de su viaje. Por eso, es muy
llamativa la coincidencia entre los episodios narrados por el novelista y los testimonios
anotados por Roger Casement. Cabe recordar también que el propio título de la novela,
“Sueño del celta”, es un título de un poema de Casement. Así, El sueño del celta, de
apariencia palimpséstica, es la suma de las notas de Casement (Informe sobre el Congo
e Informe sobre el Putumayo) y de las de Vargas Llosa. Es una práctica típica del autor
y es lo que ve Efraín Kristal en su análisis de El paraíso en la otra esquina, con el perso-
naje de Flora Tristán y observa que como con todos sus personajes literarios inspirados
en personajes históricos, la Flora Tristán de Vargas Llosa es una invención literaria. En
su novela Vargas Llosa refunde escritos, cartas y hasta manuscritos de flora Tristán para
crear a su personaje (542). La novela es así una doble memoria de viaje y también un
relato histórico que se propone hacer la recreación literaria de un personaje histórico.
Halando de historia, se puede afirmar que si hay un rasgo que se considera como
el ADN de la poética narrativa de Vargas Llosa es, sin duda, la inseparable relación entre
literatura e historia. Como dirían Gilles Deleuze et Félix Guattari (2005), ambas “hacen
rizoma”. En efecto, historia y ficción (literatura) son cara y cruz de una realidad en las
obras del escritor hispano peruano y a veces es difícil precisar dónde termina el primero
y dónde empieza el segundo. Pero cabe recordar que la Historia es una de las canteras
artísticas más excavadas por los literatos del continente por lo que tiene una relación
6. Afirma el crítico: “El protagonista de El sueño del celta había sufrido muchos cambios y
mudanzas en su vida, pero con cada cambio y con cada mudanza vienen nuevas decepciones. Tiene
decepciones en su vida como diplomático cuando se da cuenta de los abusos humanos en los lugares
donde representaba a Inglaterra, tiene decepciones en sus actividades a favor de los derechos humanos
en el Congo y en el Amazonas cuando se da cuenta de que las labores de los que luchan por los derechos
humanos pueden ser manipuladas por los políticos, tiene decepciones cuando decide luchar por la libera-
ción de Irlanda, y tiene decepciones también en su vida amorosa, e incluso en su intento de convertirse al
catolicismo. Al final de su vida, cuando ha sido condenado a morir, el personaje se resigna, no protesta,
no recuerda sus labores como defensor de los derechos humanos, no desea que lo acompañen los curas,
y su última palabra es un susurro, la palabra “Irlanda” que pronuncia sin el fervor nacionalista que hasta
hace poco lo había caracterizado” (551).
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intrínseca con la literatura. Por eso afirmaba acaso Saúl Yurkievich que no hay “nada
mejor que la ficción para explicar la realidad; lo real y lo imaginario han andado siempre
juntos en América Latina” (36).
La historia es frecuentemente el telón de fondo de los relatos de Vargas Llosa.
Narración en tercera persona, acontecimientos históricos referenciales, personajes rea-
les y lugares históricos constituyen los diferentes elementos que acercan sus narraciones
a lo que se ha llamado novela histórica. En El sueño del celta, Vargas Llosa parte de
datos reales sobre la vida de Casement; una profusión de fechas que atestiguan de una
gran labor documental sobre la vida de su protagonista. Por eso observa Juan F. V. Dé-
gano que “El sueño del celta es una novela histórica por su apoyatura en un personaje
real y en unos hechos en parte contrastados documentalmente” (55). La misma visión
viene expresada por Venko Kanev que considera que “El sueño del celta es una novela
histórica por su personaje y actual por los problemas. Se puede ver también como una
biografía novelada de Roger Casement (87).
Los personajes, los espacios, las fechas y la trama son elementos averiguables
y pueden ser incluso cotejados por los diarios del protagonista. Pero el propio nombre
de Casement está estrechamente ligado a la historia del imperio británico y a la lucha
independentista irlandesa, por lo que su “rescate” significa cavar en los escombros de la
historia. Emmanuel Tornés Reyes interpreta la historia de Casement bajo este ángulo y
piensa que el autor “acude a la novela intrahistórica7 con el fin de hurgar en los entre-
sijos de esta personalidad” y ve esta operación literaria como una “estrategia ficcional
encaminada a restablecer aquellas lecturas que le habían sido no solo escamoteadas por
enemigos y hasta amigos, sino incluso eliminadas para de ese modo desvanecerlo de la
Historia” (124).
El relato es una superposición de historias. Una macrohistoria, que corresponde
con la vida de Roger Casement, dentro de la que se suceden las historias del colonialismo
en África (el Congo) y en Latinoamérica (la Amazonía) y del independentismo irlandés.
La gran novedad es, sin duda, la tercera parte de la novela que oficia de verdadero ca-
pítulo de la Historia de Irlanda. El autor exhuma los archivos del nacionalismo irlandés
haciendo hincapié en su génesis, su organización hasta la trágica sublevación del lunes
24 de abril de 1916 en Semana Santa. La novela resalta el protagonismo de los líderes
independentistas Patrick Pearse, Eoin MacNeil, Tome Clarke, James Connoly y demás,
7. El crítico define así la novela intrahistórica: “por ficción intrahistórica entendemos aquella nove-
la o cuento de carácter histórico cuyo protagonista es una figura subalterna, o individuo antes marginado
por la Historia oficial; o una celebridad histórica tradicional vista ahora desde una perspectiva democrati-
zadora, tratada como un ser humano real, con sus virtudes y defectos, no como un emblema marmóreo
desprovisto de humanidad. Es consubstancial a lo intrahistórico, el recrear la microhistoria, no necesa-
riamente las “grandes hazañas”, y rescribir los sucesos, entre muchos otros elementos característicos del
género” (Reyes, 124).
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y los movimientos nacionalistas Irish Volunteers, Irish Citizen Army, Irish Republican
Brothershood con su rama estadounidense Clan Na Gael. También pone de relieve el
papel importante de las mujeres y otros organismos durante el levantamiento por la in-
dependencia, como Constance Markievicz, y la Iglesia Católica.
Así, la tercera parte de la novela, titulada “Irlanda”, es la que más se nutre de la
historia y la que lleva sobre todo a hablar de novela histórica. Mediante la figura de Ro-
ger Casement, Mario Vargas Llosa hojea las páginas más efervescentes de la Historia de
Irlanda y del Alzamiento de Semana Santa. Pero al rescatar la figura histórica Roger Ca-
sement, ¿qué imagen del diplomático pretender reflejar? ¿La de un héroe anticolonial y
de un revolucionario que muere por la independencia de su país o la de un traidor que se
alía al enemigo alemán y al adversario irlandés? De todos modos, ambas lecturas son vá-
lidas desde donde éste uno. Desde el imperio británico, no hay duda de que Roger es un
traidor cuyo castigo merecido es la horca. Para el nacionalismo irlandés, Roger es uno de
los mártires (como todos los demás líderes que perdieron su vida en esa contienda) cuya
sangre fue derramada por la independencia del Eire. Como paradigmático de su poética
narrativa, Vargas Llosa se inmiscuye en una historia polémica y ofrece su versión, que si
por una parte, como en la nueva novela histórica,8 humaniza a Roger Casement sobre
todo con su vida homosexual, por otra, refleja una “virulencia antibritánica” (Enkvit, 80).
En el Epílogo de la novela, el autor explica la tumultuosa y controvertida historia de su
protagonista y reconoce que “en buena parte del siglo XX el nombre y las hazañas y
penurias de Roger Casement quedaron confinados en ensayos políticos, artículos perio-
dísticos y biografías de historiadores, muchos de ellos ingleses” (448). ¿Es lo que le lleva
al escritor peruano a rescatar la figura de Casement, como hizo con figuras polémicas
como Alejandro Mayta en La historia de Mayta o Trujillo en La fiesta del chivo?
En todo caso, lo que podemos decir es que El sueño del celta sienta de nuevo a la
Historia oficial en el banquillo de los acusados. El colonialismo británico viene procesado
en la novela con la historia de Casement. También las atrocidades de la colonización a
través de la explotación del caucho en el Congo Belga bajo Leopoldo II y en la Amazonía
con la Compañía Arana, silenciadas generalmente por la Historia oficial, vienen expues-
tas a la feria de las desgracias por la Literatura a través de un juicio sin complacencia de
la Civilización.
8. Otros rasgos reseñados por Seymour Mentón (1993) pueden inscribir la obra en la Nueva
Novela Histórica: “la ficcionalización de personajes históricos a diferencia …de personajes históricos”,
la “distorsión de la historia” materializada por una frecuente ruptura de la linealidad del relato, en cierto
modo “una imposibilidad de conocer la verdad histórica”, con la compleja figura de Casement traidor o hé-
roe, una intertextualidad materializada por el palimpsesto como ocurre con La guerra del fin del mundo
del autor. Incluso la versión “deslegitimadora” de la historia oficial de la que habla Fernando Ainsa (1994)
puede funcionar en la novela ya que el propio autor considera que la biografía de Roger ha sido narrada ge-
neralmente por los historiadores ingleses, por lo que la versión que trae Vargas Llosa quiere hacer una “re-
lectura deslegitimadora” y hasta “un cuestionamiento de la legitimidad histórica” de las versiones inglesas.
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“un salvajismo institucionalizado”, lee la novela como una “denuncia contundente del
régimen colonial y neocolonial, de la explotación despiadada de los pueblos africanos e
indígenas de América Latina (86). La voz de Mario Vargas Llosa, superpuesta sobre la
de Roger Casement, mete de nuevo el dedo en la llaga y, en una dinámica postcolonial,
tacha de un plumazo el falaz argumento de misión civilizadora y desvela, una vez más, el
verdadero rostro del colonialismo cubierto por una sola máscara: la codicia.
Conclusión
Mario Vargas Llosa, a través de la caleidoscópica personalidad de Roger Case-
ment, cristaliza en El sueño del celta una ingeniosa hibridación textual y discursiva que
inscribe la novela en la esfera de la literatura transnacional. La trama, tejida mediante tres
escenarios dispersos, rompe con el soliloquio nacional que ha caracterizado la narrativa
del peruano, y se moldea mediante un hibridismo genérico. Biografía literaria, memoria,
narración histórica, discurso descolonizador y postcolonial o de relectura de la dicotomía
sarmentina (Civilización y Barbarie) constituyen las coordenadas de una novela que se
quiere decididamente postmoderna.
La novela clausura una década que refrenda la desterritorizalación de la litera-
tura del hispano-peruano. El escritor nos ha presentado una obra maestra que puede
encasillarse en los anaqueles de una biblioteca borgeana: una biblioteca universal donde
se esfuman las fronteras entre literatura peruana, congoleña e irlandesa; o de manera
general, entre la literatura del continente negro, del nuevo mundo y del viejo continen-
te. El sueño del celta, como una narración viajera transcontinental, se desplaza en la
novelística mundial con absoluta libertad y rompería incluso con la idea de nacionalidad
taxativa de la literatura. Pero esa transnacionalidad no es más que el reflejo de lo que
el autor ha querido hacer con esta novela: mapear los oscuros rincones de la universal
condición humana.
Bibliografía citada
Carrasquilla, Tomás. “Mario Vargas Llosa y el regionalismo del siglo XXI.” Lingüística y
Literatura, no 61, 2012, pp. 19-26.
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Deleuze, Gilles, y Félix Guattari. Rizoma. Traducción de José Vásquez Pérez y Umbelina
Larraceleta. Pre-textos, Valencia, 2005.
Enkvist, Inger. “El sueño de Mario Vargas Llosa y su trasfondo biográfico.” Contexto, no
16:8, 2012, pp. 65-83.
Kanev, Venco. “El salvajismo institucionalizado en El sueño del celta de Mario Vargas
Llosa.” América, no 50, 2017, pp. 85-94.
Kristal, Efraín. “De la utopía a la reconciliación en las últimas novelas de Mario Vargas
Llosa.” Estudios públicos, no 122, 2011, pp. 534-52.
Reyes, Emmanuel Tornés. “El sueño del celta.” Kipus: Revista de Letras, no 30, 2011,
pp. 123-30.
Vargas Llosa, Mario. El sueño del celta. Santillana Ediciones Generales, Barcelona,
2010.
---. La utopía arcaica. Alfaguara, Madrid, 2008.
---. Diario de viaje: recorrido de Mario Vargas Llosa por el Congo e Irlanda tras las
huellas de Roger Casement. Alfaguara, Madrid, 2010.
Villar Dégano, Juan Felipe. “Breves notas a El sueño del celta de Mario Vargas Llosa,
al hilo de otras observaciones de su ensayo La orgía perpetua.” Revista Cálamo
Faspe, no 57, Abril-Junio 2011, pp. 53-58.
Resumen: Desde la perspectiva del humor, la risa y los recursos destinados a producir el
efecto, se propone revisar los vínculos entre la risa y los géneros de lo sobrenatural. Se
discute la risa del personaje de ficción, tanto sobrenatural como mimético; los recursos
de lo risible o la comicidad en diversos géneros, y el efecto narrativo e interpretativo.
El autor sugerido para ejemplificar y mostrar los planteamientos señalados es Francisco
Tario.
Abstract: From the perspective of humor, laughter and the resources destined to pro-
duce the effect, it is proposed to review the links between laughter and the genres of the
supernatural. The fictional character’s laugh is discussed, both supernatural and mimetic;
the resources of the laughable or the comic in various genres, and the narrative and in-
terpretative effect. The suggested author to exemplify and show the stated approaches
is Francisco Tario.
Estas líneas surgen de las preguntas ¿son compatibles el humor y los géneros lite-
rarios relacionados con lo sobrenatural? ¿o, si se trata de opuestos, qué efecto se produce
del encuentro entre ambos en el texto con temática de lo sobrenatural? Lovecraft señaló
en una carta: “no me gusta el humor como ingrediente del relato sobrenatural: a decir
verdad, creo que es un elemento indudablemente atenuante” (Lovecraft, 327). La risa no
es, por lo menos a primera vista, un elemento frecuente en los géneros relacionados con
lo sobrenatural –fantástico2, maravilloso, terror, neofantástico, etc., de acuerdo con las
teorías particulares que no discutiré en esta ocasión–; aunque estamos habituados a las
parodias televisivas y cinematográficas de personajes e historias de terror, y no nos sean
ajenos los detalles irónicos en relatos fantásticos de Felisberto Hernández, Julio Cortázar
o Juan José Arreola, así como estamos familiarizados con las bromas de duendes y hadas
en cuentos y leyendas populares o la comedia shakespereana. No obstante esta escasa
convivencia de humor y sobrenatural, ha quedado establecido por corrientes estéticas,
psicológicas y filosóficas quela risa, es, al igual que el miedo, una emoción primigenia. El
vínculo entre ambas emociones, al menos en el ámbito literario, puede resultar revelador
para ambas: “la risa y el miedo pueden y deben ser atendidas como reacciones antitéti-
cas a una misma acción: el cuestionamiento del orden inmutable de la realidad y de las
categorías que la organizan” (Boccuti, 11).
2. Sobre lo fantástico y el humor, ha planteado Anna Boccuti una idea que puede extenderse a
los géneros “vecinos” de lo fantástico: Ambos expresan la crisis del sujeto, de las interpretaciones de la
realidad y de la confianza en los signos que se inaugura en la modernidad y culmina en la posmodernidad”
(Boccuti, 9).
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Francisco Tario
Para ejemplificar algunos planteamientos señalados anteriormente y desarrollados
a continuación, emplearé a la obra de un autor que ha sido redescubierto en el ámbito
mexicano: Francisco Tario, contemporáneo de narradores fundamentales de esa literatu-
ra, como José Revueltas u Octavio Paz, pero que no coincide con los proyectos sociales
o estéticos de la época, más cercanos a la renovación de las temáticas nacionalistas.
Aunque publica cuentos a lo largo de su vida en diversas revistas nacionales y sus libros
son reseñados en no pocas revistas, tampoco se caracterizó por una participación muy
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visible en los ámbitos culturales o en revistas literarias. Para 1943, publica sus primeros
libros: los cuentos de La noche y la novela Aquí abajo. Escribió y publicó otro buen nú-
mero de obras: La puerta en el muro (1946), Yo de amores qué sabía (1950), Breve dia-
rio de un amor perdido (1951), Tapioca Inn. Mansión para fantasmas (FCE, 1952) y Una
violeta de más. Cuentos fantásticos (Mortiz, 1968). A la distancia, su narrativa evidencia
ese distanciamiento de los proyectos más representativos de la temática de lo sobrena-
tural en México.Su obra ofrece una serie de expresiones a propósito de lo sobrenatural:
situaciones fantásticas de vacilación no resuelta, maravilloso, neofantástico, hibridación
de géneros, espectros tradicionales y otras. También presenta diversos recursos vincula-
dos con la risa en sus manifestaciones de absurdo, parodia, ironía, etcétera, por lo que
permite ilustrar esa extraña combinación entre la risa y lo sobrenatural.
esa posición, el otro quedará rebajado –por supuesto, sin las posibilidades regeneradoras
que el teórico ruso le confería a la risa medieval–.3 Por tal razón, la opinión negativa de
Lovecraft a la que me referí al inicio.
La risa, si llega a aparecer en estos géneros, deberá ser descrita de tal modo que
sea “escuchada” y “visibilizada” por el espectador: y el ser sobrenatural tendrá una ra-
zón y una posición suficientemente poderosa para reír. De lo contrario, los elementos
cómicos darán lugar a una serie de géneros, entre ellos el paródico, que se basará en
las características del género anterior con una serie de recursos y que chocará con las
expectativas de cierto lector.
Francisco Tario, en su cuento “La noche de Margaret Rose” de su primer libro, La
noche publicado en 1943, presenta un encuentro entre un narrador-personaje de ambi-
guo nombre –Mr. X– y la joven dama que da título al relato. Mr. X acude a la invitación de
su antigua amiga, ya casada, a una partida de ajedrez. El encuentro es tenso, y Margaret
Rose incrementa esa tensión con una risa cercana a la locura, injustificada e irrefrenable:
Ríe, ríe ella, mostrando sus dientes pequeños, cuadrados. Y la risa le agita el cuer-
po y se estrella después contra los muros, con un sonido semejante al que produce
el granizo golpeando un tejado de lámina. […] No cesa de reír, tapándose el rostro
con ambas manos, y estoy a punto de saltar sobre ella para hacer cesar de una vez
por toda aquella risa. (Tario, 69)
La risa funciona para provocar exasperaciónal narrador que y le induce una idea te-
rrible: “Margaret Rose había fallecido hace tiempo”. En realidad, el dato llega a su memo-
ria de un modo ambiguo, impreciso: “¿Acaso no recuerdo muy distintamente el momento
preciso de recibir la noticia? Un diario en el club, una cierta noche…” (70). Más adelante,
la risa parece instaurar una normalidad: “Y reíamos confiadamente, y evocaba ella con
frases interrumpidas tantas y tantas olvidadas reminiscencias”. Hasta que Margaret Rose lo
“mira aterrada pálida como un trozo de mármol.” Ese cambio en su comportamiento hará
saber a Mr. X su verdadera naturaleza, la conclusión inesperada –propia del cuento–: “Y
yo descubro, alarmado, que no soy ya sino un melancólico y horripilante fantasma” (74),
naturaleza sobrenatural, pero débil, como suelen ser los fantasmas de Francisco Tario.
3. Mijail M. Bajtin recrea la risa como una categoría estética de múltiples formas que en la Edad
Media y el Renacimiento se oponía a la cultura oficial –seria, religiosa y feudal–, una risa colectiva, que
rebaja pero también regenera. Y agrega que el Romanticismo, aunque recuperó muchas de las imágenes
cómicas medievales, convirtió lo festivo en lúgubre:
El tratamiento de la figura del demonio permite distinguir claramente las diferencias entre los dos
grotescos. En las diabluras de los misterios medievales, en las visiones cómicas de ultratumba, en
las leyendas paródicas y en las fábulas, etc., el diablo es un despreocupado portavoz ambivalente
de opiniones no oficiales, de la santidad al revés, la expresión de lo inferior y material […] Pero en
el grotesco romántico el diablo encarna el espanto, la melancolía, la tragedia. La risa infernal se
vuelve sombría y maligna. […] Señalemos por último otra particularidad del grotesco romántico: la
predilección por la noche: Las rondas nocturnas de Bonawentura, los Nocturnos de Hoffmann.
Por el contrario, en el grotesco popular la luz es el elemento imprescindible; el grotesco popular
es primaveral, matinal y auroral por excelencia. (Bajtin, 42-43)
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Parodia
Por lo pronto, este aspecto del asunto es más visible en géneros relativamente
bien determinados para apreciar las transformaciones realizadas en la parodia. Se hizo
evidente desde el surgimiento de los cuentos de fantasmas con el ya mencionado “El
fantasma de Canterville”. La parodia se refiere a una imitación burlesca de un personaje,
una obra o una temática; Gerard Genette, uno de los teóricos más reconocidos de la hi-
pertextualidad o relación declarada entre dos textos, habla de trasposición de un registro
original noble “a un registro más coloquial e incluso vulgar” (Genette, 21). La parodia
tendría como condición, para ser reconocible, conservar la estructura genérica: perso-
najes, trayectoria y espacio –Wilde siguió la estructura ya establecida del cuento de fan-
tasmas, transformando principalmente la caracterización de los personajes del espectro
y de los habitantes de la casa encantada–; pero también puede afectar solo uno de esos
elementos narrativos, mientras el modelo sea tan claramente reconocible que permita
establecer la relación entre el modelo y el elemento caricaturizado.
Caricaturizar al personaje sobrenatural presenta dificultades particulares: su supe-
rioridad marca buena parte de la esencia que lo caracteriza. Suprimirla requiere justifica-
ción y supone una manifiesta ausencia de credibilidad en lo sobrenatural o rebajamiento
de las preocupaciones sobre la trascendencia vital, espiritual o mítica que sostiene al
personaje. Requiere, pues, un pacto de verosimilitud que se construye en el mismo relato
o mediante las características del género en el que se inserta. Francisco Tario opta por la
farsa en el cuento “El éxodo”. Inicia con el planteamiento de una situación desconcertan-
te: “Fue durante la célebre redada de fantasmas efectuada en Inglaterra en 1928” (Tario,
364); la caricaturización paródica se basa en plantear los problemas que motivaron esa
redada: sobrepoblación, la escasez de alojamiento, servicios y alimentos, problemas más
propios de los humanos empobrecidos. El autor conoce bien la tradición del relato de
fantasmas, como su raigambre inglesa y el auge del género en aquel país. Los conflictos
de los personajes llegan a parecer tan humanos –su partida a España, las incomodidades
de hallarse en un país exótico pero poco civilizado, su encuentro con escasos fantasmas
ingleses– que el cuento podría interpretarse, también, como una parodia del exilio polí-
tico; o del ánimo imperialista de Inglaterra. Los fantasmas apenas conservan algunas de
sus cualidades sobrenaturalescuando logran volver a su patria: “Próxima la madrugada,
optamos por salir un rato a la intemperie, con el fin de estirar las piernas, aunque, en el
fondo, con el único propósito de echarle un vistazo a la abadía y de sacarle la lengua a
algún transeúnte” (376).
La inclusión de elementos risibles, no de la risa, en la estructura narrativa lleva el
relato hacia otro género; a cambio, pone en perspectiva los principios del original y sub-
vierte su efecto. En estos casos, el narrador planteó la situación y caracterizó al personaje
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en función del efecto en el lector. Entonces, las consecuencias de ese elemento modifican
las características del género, dependiendo de quién es el sujeto que emite la risa en sí.
El efecto
La incursión de la risa libera lo sobrenatural de su carga amenazante, como se
practicó en los juegos infantiles de Halloween, las parodias de historias de terror y los
chistes. El efecto buscado con esta estrategia logró combatir temores ancestrales no
solo en los niños. Tal vez, fueron M. R. James y Henry James los primeros autores de
cuentos de terror que incorporaron situaciones graciosas en cuentos de fantasmas o de
terror. Un autor de un artículo mal escrito cobra venganza mediante la magia negra por
un dictamen negativo en “El maleficio de las runas”; o la personalidad desdoblada de un
artista, jocoso y galante en público, taciturno y a la sombra durante la escritura en “La
vida privada”.
Ahora bien, en manifestaciones más complejas de la literatura de lo sobrenatural,
como lo fantástico moderno, el efecto de los recursos de la risa en el personaje –y, en
consecuencia, en lector– también aportó nuevas vueltas de tuerca a los experimentos
narrativos que vendrían a continuación.4 Si el autor no dosifica la inclusión de lo sobre-
natural, el efector será contrario al temor, la risa. Víctor Antonio Bravo advierte que “en
el relato, ante el hecho fantástico que persiste, hay dos posibles actitudes: el asombro,
que se trueca en el horror o en la risa; o la falta de asombro, que produce la puesta en
escena del absurdo” (Bravo, 180). Si Todorov señalaba que lo fantástico ocupa el tiempo
de la incertidumbre entre la ilusión de los sentidos y la constatación de que el aconteci-
miento fue real, Víctor Antonio Bravo señaló la risa como la reacción ante la ausencia
de asombro. Ambos efectos estarían previstos por el autor –en el mejor de los casos, por
supuesto, pues el “humor involuntario” también puede ser una consecuencia trágica de
un oficio fallido– para establecer la síntesis efectuar entre dos elementos antitéticos: el te-
mor y la risa y llegar, así, a la síntesis conceptual de descarga psíquica, de ironía o crítica.
Conclusiones
La risa se percibe, en los géneros tradicionales de lo sobrenatural, como una con-
tradicción y, como tal, insoportable. Se incorporó la risa para mostrar la superioridad del
ser sobrenatural en contraste con la soberbia de los mortales. Cuando esta superioridad
se desvanece, los recursos de la comicidad son percibidos por los personajes, sobrena-
turales o no, y por el lector. Los efectos se convirtieron en un propósito estructural del
texto: el poder de la risa para desactivar los efectos canónicos del asombro y el miedo,
para inducir a nuevas posibilidades de interpretación e identificación entre el lector y los
personajes para incitar, así, la comprensión del complejo sistema de emociones huma-
nas cuyos orígenes se encuentra en el miedo a lo sobrenatural y la risa como fuerzas
contrastantes.
Bibliografía citada
Aristóteles. Poética. Traducido por Alicia Villareal Lecumberri, Alianza, Madrid, 2004.
Tario, Francisco. Obras completas. Tomo I: Cuentos. Varia invención. Edición de Ale-
jandro Toledo. Fondo de Cultura Económica, México, 2015.
Samuel (Sami) Miranda, autor de la imagen que ilustra la tapa del presente nú-
mero de Tenso Diagonal, es un artista de raíces puertorriqueñas, nacido y criado en el
Bronx de Nueva York. Desde hace años ha hecho de Washington, DC (según sus pala-
bras) su hogar.
Artista con todas las letras y difícil de clasificar o etiquetar, Sami Miranda no sola-
mente ha expresado su arte a través de la pintura, de grabados, bordados y tallados en
madera, sino que también lo ha hecho a través de la poesía. Sus poemas han aparecido
publicados en varias antologías y revistas. En 2017 Central Square Press publica su
primera colección de poemas, Departure (que reseñamos en el presente número); y en
2019 Zozobra publica su segunda colección titulada We Is. También ha sido curador de
una serie de lecturas de poesía en el American Poetry Museum en Washington DC, así
como también de exposiciones de artes plásticas. Ha colaborado con músicos, artistas y
otros poetas en proyectos multidisciplinarios.
El presente año participó de una estadía y residencia en Madrid, en La Tabaca-
lera, un conocido centro cultural y de arte localizado en la ciudad, donde trabajó con el
serigrafista chileno Julio Cubillos, y colaboró con artistas que estaban instalados en el
mismo centro cultural. Durante su estadía en Madrid, realizó lecturas de su poesía en El
Escorial, en Madrid Spoken Word y en la librería Desperate Literature. También par-
ticipó en dos exposiciones, una en La Tabacalera y otra en el Centro de Arte Tomás y
Valiente en Fuenlabrada. Actualmente sigue trabajando en su taller en Washington DC, y
da clases a adolescentes de ética y de escritura creativa; también está a cargo de talleres
de poesía a nivel universitario.
Virginia Frade.
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Flaco Frío.
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Jíbaros.
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Nude.
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Spanish Joe.
Dos cuentos
Agustín Gastán1
El ahorcado
La madera ronroneaba ante cada espasmo del recién ahorcado. La vida recorría
cada una de las fibras de aquel poste que en algún momento fue un árbol. Vivo, fresco,
útil.
Hoy era un simple poste que gozaba de algunos segundos de amorosa lujuria otor-
gados por los contraídos bailes de los ahorcados. Treinta años de ahorcados a cuestas
y solo un simple rasguño en su base izquierda. Madera dura necesaria para un trabajo
duro. Contener esa vida que quiere escaparse y quedarse a la misma vez. Instantes mi-
núsculos que reconstruyen un sinfín de experiencia que culminan en un espasmo último
que confirma la ínfima existencia de aquel que cuelga.
Acostumbrado poste que había visto morir a centenares de personas. Niños, mu-
jeres, hombres, viejos, inocentes y culpables. Nada era diferente, alguno aguantaba más,
otro menos. Pero todos daban ese último espasmo que confirmaba su existencia inútil.
Lo intenso del instante le impedía observar los gestos de los espectadores, deseo
que siempre quiso cumplir y nunca pudo saciarlo. Ver un rostro vivo valía menos la pena,
ante un sincero movimiento de agonía.
Parecía sentir una comprensión sincera de algo que ni él, ni ninguno que estaba
allí podía comprender. Como si el moribundo muerto, supiera algo en esa última milési-
ma de segundo de claridad, antes de cerrar para siempre su mirada. Al voltear su mirada,
solo veía caras iguales. Triste, felices, indiferentes. Pero nunca realmente sinceras como
ese muerto que vivía sus últimos momentos.
Hoy llovía, le había llegado la noticia por uno de los empleados del gobierno que
el ahorcado siguiente fue acusado de matar a un compañero de trabajo, este habló mal
de su jefe según dijeron. Las risas confundían al poste que no solía escuchar muy bien
por la falta de sus ramas. Pero pudo oír que dicho hombre era su propio jefe. Es decir un
loco de remate al que seguramente lo acusarían de algo inofensivo, pero necesario, para
llevarlo a la horca y que dejara de ser un estorbo.
Los pájaros amigos se posaron como todos los días sobre el poste que los salu-
daba amablemente. Pero hoy no era como todos los días, oyó un extraño sonido en el
cantar de sus amigos. Una carraspera llamativa acompañaba la dulzura de su rutinario
canto. Los pájaros volaron, sabiendo que ese día sería un poco distinto para todos.
Los espectadores llegaban en bandadas, la noticia del loco de las tienda llegó
inmediatamente a los oídos del poste. Un empleado jefe que se había apuñalado a sí
mismo y acusado de robo, no era una historia de todo los días.
El hecho había ocurrido la mañana de ese día. Los gritos del hombre habían sido
escuchados por la vecina de en frente. Esta pensó que el local del loco de remate estaba
siendo robado. Los golpes, caídas, hacían pensar que dentro del local estaba acontecien-
do una batalla. Al entrar la policía, encontraron al empleado de la tienda solo, con un
cuchillo de mesa clavado en la parte inferior izquierda del torso. Sangraba mucho, los
médicos llegaron rápidamente y pudieron contener la sangre.
Al ser consultado por lo que había sucedido, el hombre dijo haber tenido un pro-
blema con un empleado que los obligó a llegar a los puños. El “incompetente”, así lo
llamó él, lo había apuñalado por un tema de dinero.
La policía comenzó a rodear la casa intentando ver si algún individuo había esca-
pado luego del hecho. Dicho procedimiento se detuvo al oír el grito del hombre.
—Este hijo de puta está acá. Nunca se fue, ni se irá –exclamó con toda su fuerza
el loco de remate.
Los policías entraron prontos para batir al agresor, pero solo vieron al hombre
sentado en una silla.
—Aquí está. Frente a ustedes sentado en una silla con un agujero de cuchillo de
mesa –dijo el hombre.
Los policías no comprendieron lo sucedido. La vecina aclaró sus dudas al contarle
que en los veinte años que el negocio había estado abierto, el hombre no realizó contra-
taciones.
La locura era visible e intentaron tratarlo de la mejor manera posible. Pero los
reclamos del hombre se hacían cada vez más incoherentes. Acusándose a sí mismo de
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querer cobrarse más. Pretendiendo llevarse a juicio para poder echarse sin cobrar la in-
demnización.
El golpe en la mejilla al juez fue lo que lo llevó directamente a la horca. Su incom-
prensión de lo sucedido lo invadió de ira al pensar que todos los presentes estaban del
lado del empleado que lo había herido. Los golpes fueron enviados a todo individuo que
se atreviera a ubicarse cerca de su existencia, incluso a él. Tres puñetazos se dio antes
de golpear al juez.
La caminata fue larga, los espectadores lo miraban entre risas extrañas y miradas
de misericordia. Nadie se presentó como acompañante del ahorcado. Moriría solo por
una pelea con sí mismo. El poste y el hombre se encontraron frente a frente. El hombre
ni lo miró, pusieron la soga en su cuello y dejaron caer el banco.
Los segundos pasaron y ni un espasmo sentía el añejo madero. Los ojos cerrados
del hombre hacían pensar que estaba muerto, pero todos sabían que el dispositivo no
funcionaba de esa forma. No era inmediato, eso era lo bello de este. Poder observar el
anhelo de aquel que no puede tenerlo era lo que todos esperaban ver. Los espasmos
últimos de ese que busca aire donde no puede encontrarla, aunque la tiene frente a él.
Nada de eso sucedía. Un inerte cuerpo colgaba, dejando de lado todos los pro-
tocolos. Un muerto que no había muerto. El poste intentó moverse para ver si dicho
movimiento alentaba al hombre a morirse como debía. Nada pudo hacer. El verdugo se
acercó, tocó la cara del hombre y la sintió extrañamente caliente. Sabía que no se enfria-
ría tan rápido, pero notaba un calor vivaz en el hombre.
Los ojos se abrieron por sorpresa. Los espectadores, el verdugo y el poste se asus-
taron. El juez gritó que lo ahorcaran nuevamente. Los pies se acomodaron en el banco
que por segunda vez fue arrojado. Ocurrió lo mismo.
Veinte veces realizaron el intento de ahorcamiento. Nada funcionó. Derrotado, el
verdugo quitó la soga del cuello del loco de remate. Este lo miró fijamente y le dijo:
—Nunca dejare que otro sea mi verdugo –dijo el hombre mientras todos lo mira-
ban.
Sacó una soga de su bolsillo, tenía una marca particular que dejaba entender que
la cuerda era de su tienda. Tomó el banco, lo puso en el lugar. Quitó la cuerda que antes
lo había intentado matar veinte veces. Colocó su cuerda, rodeo su cuello, pateo el banco.
El poste comenzó a sentir los espasmos que tanto anhelaba. El ahorcado murió.
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Memoria colectiva
La mujer estaba tirada con parte del cráneo abierto, una pierna cortada en forma
de L, dos dedos menos de la mano, tres puñaladas entre las costillas y una flor clavada
en su hombro.
El primero en encontrarla fue un basurero que comenzaba su labor a eso de las
seis de la mañana. El estupor fue inmediato, el pedido de ayuda concreto. Se acercaron
a él unas cinco personas que iban de camino al trabajo. Los diálogos eran variados, pero
todos concluían en un mismo desenlace: “Qué salvajes”.
Los aparatos comenzaron a registrar todo lo sucedido. La primera en sacar su ce-
lular fue una joven de quince años que iba para su centro de estudio, en seguida la siguió
un hombre adulto que con la otra mano comía los bizcochos que recién había comprado
en la panadería de la esquina. Por último, un intrépido abuelo culminó de construir la
triada generacional de registradores.
A las nueve de la mañana todo el barrio estaba enterado de la muerte de la joven
que tenía el cráneo partido, una pierna cortada en forma de L, dos dedos menos de la
mano, tres puñaladas entre las costillas y una flor clavada en el hombro.
La búsqueda de respuestas fue inmediata, las suposiciones también. ¿Había sido
un robo? ¿Podía haber sido su amante? ¿Alguien que quisiera encubrir un crimen le ha-
bría hecho todo eso?
Los fisgones se multiplicaron por miles, la noticia fue a nivel nacional. Todos
hablaban de la mujer marcada con una L y la flor clavada en el hombro. La indignación
era total, los diferentes colectivos culpaban a unos y a otros, utilizando la situación para
concientizar en los aspectos que le parecían correctos. A las tres de la tarde, todo el que
tuviera un dispositivo estaba enterado de lo sucedido y tenía una opinión formada.
El primero en ser entrevistado fue el basurero, debido a la primicia de su hallazgo.
Este dijo que había encontrado a la mujer con el cráneo abierto, una marca en su pierna,
dos dedos de la mano derecha menos, tres puñaladas en sus costillas y una flor clavada
en el hombro.
El noticiero vio más interesante dos de estos aspectos y recalcó la falta de los de-
dos en la mano izquierda y la flor clavada en el hombro. Le atribuyeron el crimen a una
pandilla de jóvenes que coleccionaba dedos y eran botánicos.
La primera marcha se realizó a las siete de la tarde, miles de personas caminaban
con una pequeña flor decorando su hombro. Los lamentos eran fuertes, las fotos de la
muchacha de la flor caminaba junto a miles de mujeres y hombres. Los vendedores de
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flores aparecieron rápidamente, fue un buen jornal para ellos. Hasta se escuchó decir a
uno de ellos: “Hay que agradecerle a esos botánicos por estar tan locos”
A las nueve de la noche, el noticiero tuvo que retractarse de lo dicho anterior-
mente acerca de las pandillas de botánicos asesinos por falta de pruebas. Eso llevó a un
sinfín de comentarios virtuales, discutiendo e insultándose acerca de la incapacidad que
tienen los seres humanos de determinar qué información es correcta y qué otra no lo es.
La noche adormeció a la mayoría, el lunes terminaba y la muchacha con el cráneo
abierto, la marca en su pierna en forma de L, los dos dedos menos de su mano, las tres
puñaladas y la flor clavada en el hombro yacía en una cama fría de metal, siendo abierta
y cerrada por un médico calificado.
El martes despertó a la agitada turba de informantes con ganas de hablar. Los
liceos, trabajos y calles solo hablaban de una cosa. La muchacha de la flor. La variedad
de lo contado era impresionante. Estaban aquellos que conocían al basurero y decían que
no eran dos dedos sino tres. Aquellos que no le creían al noticiero y afirmaban que ha-
bían sido los botánicos, aquellos que se reían de las fotos de la mujer asesinada, aquellos
que levantan la bandera de la solidaridad, aquellos, aquellos y aquellos.
Al final del día se hizo otra marcha donde concurrió la mitad de la gente. Estaba
un poco nublado el día, se justificaron. El noticiero continuó culpando a quien parecía
más interesante. Luego se retractó. El martes terminaba, la muchacha de la flor yacía
sola en una cámara frigorífica.
El video grabado por las cámaras de seguridad de una panadería despertó a los in-
formantes dándole sentido al miércoles que nadie quería vivir. Aunque no era muy nítida,
la imagen mostraba cómo la mujer era atacada por tres personas encapuchadas, luego el
video se cortaba dando paso a la imaginación de todo aquel que lo viera.
Las redes explotaron reproduciendo dicho video, las opiniones se hicieron por
millares. Los pedidos de justicia abundaron. La pena de muerte rondó los dedos de todo
aquel que tecleaba.
La ventisca que levantó el video hizo sonar los teléfonos de varios famosos que
prestaron su cara para la campaña “Basta de matar las flores”. Nombre poco recomen-
dable que fue criticado. La campaña se grabó en pocas horas, a las siete de la tarde ya
estaba en todas las casas. Ese día se hizo otra marcha. Fue menos gente, pero había
algunos famosos que se acercaron. Fue un buen jornal para ellos. La muchacha de la flor
continuaba descansando en el frío frigorífico que la mantenía completa.
El jueves despertó un poco más tranquilo. Las personas comentaban al pasar lo
sucedido. La mayoría se olvidaba algún detalle de la muerte de la muchacha, eran inca-
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paces de decirlos todos. Los que más se repetían eran la falta de los dedos y la flor en el
hombro. Luego los otros eran pasados por alto. Fue un día tranquilo, algún psicólogo en
la pantalla, otro político afirmando la buena seguridad que había en la ciudad y no mucho
más. Se realizó otra marcha, fueron trescientas personas, ningún famoso y los medios
dejaron de cubrirla. La muchacha de la flor había sido sacada de la cámara frigorífica, la
naturaleza comenzaba a hacer su trabajo.
El viernes despertó agitado con un posible responsable de la muerte de la mucha-
cha. Era un peón analfabeto que justo había pasado por esa calle unos minutos antes del
ataque. Aunque en el video se veían tres personas, poco le interesó a los opinólogos. El
acusado era pobre, de aspecto feo y con pocas luces. Combinación perfecta para cerrar
un tema que ya estaba aburriendo a todos. Las redes denigraron al muchacho inocente,
los colectivos lo demonizaron como aquel icono que no debe ser repetido, los medios de
comunicación sacaron un buen jornal entrevistando a todo individuo que había tenido
contacto con el falso asesino. La marcha del viernes fue un poco más concurrida, pero
no tanto. Las fotos de la muchacha de la flor habían sido cambiadas por la del supuesto
asesino. Quemaron un muñeco de este ante las luces de los noticieros que filmaban el
esperado desenlace.
Era viernes, los videos de la muerte de la muchacha se acompañaron con invita-
ciones de boliches, memes acerca de la tan esperada llegada del fin de semana, cancio-
nes movidas y videos graciosos de gatos.
La muchacha de la flor comenzaba a tener olor a podrido, la reubicaron contra la
pared del baño, al otro día la irían a buscar para ser enterrada.
El sábado se despertó un poco más tarde. Quedaban algunos vestigios de la no-
tica de la muchacha de la flor. En los colectivos ya no existía un interés por lo sucedido.
La gente había dejado de estar indignada. Los focos se centraban en la final del fútbol
capitalino y la terrible lesión que había sufrido el delantero estrella del equipo campeón
del año pasado. Algún despistado compartía la noticia de la muchacha de la flor, pero
recibía poca respuesta por parte de sus amigos, por ende la borraba y subía un video
motivacional para el jugador lesionado. El sábado se fue rápidamente. La marcha no se
realizó por cuestiones logísticas.
La muchacha de la flor fue enterrada, nadie fue a su entierro.
El domingo comenzó con alegría para unos y tristeza para otros. Aunque esto se
pudo superar por un video gracioso de un niño que podía comer una sandía sin las ma-
nos. Los noticieros se hicieron eco de esto y el niño con la sandía resplandecía en todas
las pantallas y celulares de los hogares, ómnibus, oficinas y liceos. Tendrían una semana
interesante para generar ganancias. Los que habían vendidos flores en la multitudinaria
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marcha dialogaban con algunos artesanos que construían muñecos del niño comiendo
sandía al por mayor. La compra era segura. El domingo se fue con los comentarios ri-
sueños de cada uno de los que había visto el video. La marcha no se realizó, porque a
nadie le interesaba ir.
La muchacha de la flor comenzaba a ser comida por los gusanos, que saciados
descansaban sobre su cuerpo.
El lunes comenzó como todos los días. El basurero bajó del camión a levantar la
basura que tanto lo esperaba. Al pasar por donde había encontrado a la muchacha de la
flor, un compañero le preguntó:
—¿Acá no fue donde encontraste la muchacha que asesinó el peón ese? –pregun-
tó interesado.
—Puede ser, no me acuerdo bien –respondió sincero el basurero.
La muchacha de la flor ya había perdido parte de su cara y toda la pierna izquier-
da. Los dedos restantes parecían roídos por un ratón. El abdomen repleto de pozos y los
ojos colgando, esperaban ser devorados como una posibilidad de ser recordada.
Allí yacía, sola. Devorada por el olvido.
NOTAS TRANSVERSALES
Identidad, memoria y raíces, Departure (Partida) de Sami Miranda
Miranda, Samuel.
Departure.
Central Square Press, Lynn, Massachusetts, 2017.
grabado donde (siguiendo la misma estética que en el primero) se puede ver a un hombre
elegante, de sombrero, fumando un cigarrillo, y a su izquierda otro hombre, con ropa
de trabajo, pronto para trapear el piso; mientras que al fondo de la imagen vuelven a
aparecer los rascacielos, pero esta vez junto a grandes chimeneas humeantes de fábricas,
cuyo humo se cruza con el del cigarro del hombre, creando una suerte de espiral que
se escapa del marco de la imagen. El poema de Sami Miranda, comienza con el mismo
verso que su primer poema: “This is the three-cent version of me”,3 el precio que Mar-
torell elije para su “sello postal”. El poema trae la misma temática que el primer poema
(y grabado), el de la imagen de exportación para los familiares que quedaban en la isla y,
al igual que el espiral de humo de Martorell, Sami Miranda logra dibujar otro espiral que
envuelve en un mismo texto al hombre del sombrero y también a la mujer con el cuello
de piel, ambos inmersos en el juego de las apariencias.4
El tercer poema, “Casa Evita”, entabla una conversación con la fotografía homó-
nima (imagen 3) del artista Hiriam Maristany, donde se pueden ver los típicos edificios del
East Harlem (barrio donde creció el fotógrafo) y varias tiendas que exhiben sus productos
en la calle, entre ellas, la tienda Casa Evita. En su poema, Sami Miranda compone una
fotografía de la cotidianeidad de un caluroso día en la comunidad, con personajes como
“evita la del piso 5, Espiritista” o “The pentecostal minister”. A través del poema el lector
puede percibir aromas, colores, sonidos que lo transportan al corazón del barrio latino.
Una vez más, Sami Miranda entabla un diálogo con la obra de otro artista que,
como él, explora la experiencia migratoria del pueblo Puertorriqueño. Esto sucede en
el sexto poema, titulado “Sobreviviente: Paradelle for a Survivor”, que evoca al joven
artista Adrian “Viajero” Roman, autor de la serie Exodus. Este poema está compuesto
por cuatro estrofas, las tres primeras de seis versos cada una, mientras que la última es
de cuatro. En las tres primeras estrofas el verso uno se repite exactamente en el verso
dos, mientras que el verso tres se repite en el verso cuatro. En la última estrofa se rompe
este patrón, y cada verso es único. Esta repetición o duplicación de versos le aporta al
poema una suerte de musicalidad, que invita (por momentos) a querer cantarlo.
Sami Miranda no solamente evoca a artistas que, como él, a través de diferentes
lenguajes, logran plasmar la cultura e identidad puertorriqueña, sino que también evoca
personas, personajes y voces de la cotidianeidad, de su cotidianeidad, presente o quizá
pasada. Ejemplo de ello es el poema “Sestina: Abuela”, donde pinta con palabras un
cuadro, cuyos personajes principales son la abuela y grandpa5 (que podrían ser los suyos,
pero también los de cualquier inmigrante puertorriqueño), con sus recuerdos, vivencias,
creencias, visiones y demonios que visitan tanto a la abuela durante sus plegarias, como a
grandpa, a quien le cuesta distinguir si los mensajes y visitas provienen de una abuela que
ya no está, o si son de los demonios que acechan y nublan la vista y el entendimiento.
El quinto poema está titulado por una pregunta: “¿Por Qué Te Vas?”, pregunta
que resume la penuria y la falta de comprensión frente a la necesidad de migrar a la me-
trópolis. Este poema condensa el sentimiento de aquellos que ven partir al migrante, así
como delinea los efectos de una migración forzada a causa de la pobreza, del ineludible
(auto) destierro que extirpa un miembro de la familia.
A partir del séptimo poema, el lector se encuentra con cinco poemas que recuer-
dan el formato del poema japonés Haiku, titulados “Departure 1”, “Departure 2”, “De-
parture 3”, “Departure 4” y “Departure 5”. Todos ellos concentran en pocas palabras el
sentimiento de la partida, el abandono y vaciamiento de los hogares, que pasan a estar
habitados por gatos, los nuevos moradores de los porches de las casas ya vacías.
La primera parte del libro se cierra con el poema “Abrazo en la Calle Neptuno”,
donde se abandona la estructura de tres versos de los cinco poemas previos, y se vuelve
al verso libre para habilitar el rencuentro a través del “abrazo” entre una madre y su hijo
que retorna, y a través del entrelazamiento de palabras que envuelven al lector hasta el
punto de percibir la fuerza, el dolor y la emoción del reencuentro.
La segunda parte del libro Sami Miranda la titula “Ghazals for Departure, after the
eight sentiments of the Natyashastra”. El autor incluye una nota al final del libro, donde
aclara que “Ghazals for Departure” está influido por el Natyashastra, un antiguo tratado
de artes performativas, es decir, artes dramáticas, teatro, danza y música hinduista6. En
la nota, Sami Miranda agrega que en sus poemas utiliza los ocho sentimientos identifica-
dos y explicados en el tratado, como forma de discutir cuestiones modernas relacionadas
a la migración forzada. Es a través de los Ghazals7 (o gacela), que el autor transforma
esos ocho sentimientos en ocho poemas que titula de la siguiente manera: “The Erotic”
(Lo Erótico), “The Comic” (Lo cómico), “The Pathetic” (Lo Patético), “The Furious” (La
Furia), “The Heroic” (Lo Eroico), “The Terrible” (Lo Terrible), “The Odious” (Lo Odioso)
y “The Marvelous” (Lo Maravilloso). Todos ellos están ubicados de manera vertical a la
página, obligando al lector a girar el libro y, consecuentemente, cambiando la percep-
ción que de él se tiene.
Departure, es un libro donde el poeta trae, a través de preguntas, respuestas, afir-
maciones, recuerdos y dudas, temas que son centrales en el arte puertorriqueño, como
son el de la migración forzada, y el de la identidad. Sami Miranda muestra la cara oculta
6. Este tratado fue escrito (se supone) entre el 400 y el 200 a.C. y se le atribuye al musicólogo
Bherata Muni.
7. Forma poética originada en el verso árabe del siglo VI, con coplas y estribillos que comparten
el mismo medidor en cada verso.
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Poemas
Three-Cent Version
In Conversation with La Playa Negra I by Antonio Martorell
Version 1 - Fur-Collared Diosa from Ponce
Casa Evita
In conversation with Casa Evita, Hiram Maristany
Casa Evita
En conversación con Casa Evita, Hiram Maristany
Cecilia Casales
(Instituto de Profesores Artigas, Uruguay)
Invernizzi, Claudio.
La memoria obstinada de Puerto Vírgenes.
Estuario, Montevideo, 2019.
rodean el lugar, el arroyo Pitangal, la isla particular que se menciona en la obra, hacen
a su vez de este territorio una zona imposible en Uruguay, transformándolo en un lugar
único y ficcional. Puerto Vírgenes, además, cuenta con esos elementos propios de los
pueblos ficcionales, algo que los caracteriza y los diferencia de los reales, y en la novela
podemos hallar referencias a estos elementos, como por ejemplo: “Era la lluvia del bal-
neario, que cuando cae sobre el río indomable, se hace gris. Sí, la lluvia siempre es gris
en Puerto Vírgenes” (201).
A lo largo de la novela se puede visualizar un tema que es central y base de esta
historia, que es la memoria. Desde el inicio del relato el lector puede darse cuenta de que
la historia de William Beck se ha mantenido en la memoria de los habitantes del lugar a lo
largo de los años, generando que esta no quedara en el olvido; todos en Puerto Vírgenes
conocen algo de la historia del “muerto de las rocas” (11). Claudio Invernizzi manifiesta
en la entrevista mencionada anteriormente:
Gran parte de la investigación la hacen con hombres y mujeres que fueron con-
temporáneos de William Beck y, por lo tanto, es gente que tiene ciento diez, cien-
to quince años, y tienen una memoria prodigiosa en la medida que la memoria
se entienda como eso, como esas carreteras llenas de olvidos y superposiciones
que nunca se sabe si la memoria es esa memoria, o cierto, es la memoria que se
fue inventando. Tampoco importa demasiado, lo que importa es que esta gente
no sabe si están vivos o si están muertos, si es el salitre del lugar que los hace
tan longevos, si es el aire de los tantos cerros que tiene Puerto Vírgenes que los
mantiene de esa manera.
Son los testimonios de estos hombres y mujeres que han logrado sobrevivir al
paso del tiempo, quienes con sus historias, anécdotas y a través de los fragmentos de la
memoria, le muestran al lector las vicisitudes de una época muy distinta a la actual, recor-
dando no solo todo lo vinculado a la vida y a la muerte de William Beck, sino también a
la propia experiencia y a la vida de cada uno de ellos, generando que sus vidas tampoco
queden en el olvido. Lito Souza, un viejo titiritero que forma parte de los testimonios en
la novela, señala: “la memoria es una superposición de hechos que se invaden unos a
otros y van desanimando la realidad que fue, hasta resultar extraña” (107), mostrando
así cómo la memoria se va mezclando con la imaginación, con lo inventado, como lo
afirmaba el propio escritor.
Con una prosa cautivadora y profunda, por momentos cargada de imágenes que
indudablemente generan en el lector la facilidad de imaginar con detalle las diferentes
situaciones y acontecimientos narrados en la obra, la novela atrapa al lector, permitiendo
que acompañe a los protagonistas de esta historia en un viaje a través de la memoria.
Sin duda alguna, el autor de la obra tiene la capacidad de generar en el lector esa
sensación de complicidad con los personajes y con sus historias y testimonios, haciendo
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Bibliografía citada
Yenifer Rosa
(Instituto de Profesores Artigas, Uruguay)
llenos, con un solo pasaje y un rosario, para rezar por el sueldo. Qué ganas le
pueden dar a alguien de llegar a viejo así. (132)
Estas son las palabras que Juan Solá pone en boca de Cinthia, una niña que pasa
los días con una señora que no es su madre para evitar morirse de hambre. En estas
palabras, quizá demasiado crueles y realistas para una niña, se resume la situación de
los jubilados durante la crisis, quienes no logran cobrar su dinero, ni retirar el que tenían
de los bancos. Cinthia es la voz de tantos y tantos abuelos, hijos y nietos que supieron
luchar, protestar y reclamar por el dinero que les pertenecía. A su vez, la crítica sesgada a
los medios de comunicación es evidente. La forma en la que muestran lo que desean que
el mundo vea, pero no permiten que la población se exprese de forma libre y sincera,
volcando su discurso hacia el lado que más le convenga dependiendo de sus ideales.
Esta crítica social y política que se torna cada vez más directa a medida que avanza
el relato, no tiene intención de ocultarse tras un discurso simulador. El autor demuestra
el descontento que todos los Argentinos sintieron tras las consecuencias de la crisis. Va
más allá de posturas políticas y luchas partidarias; intenta mostrar a través de un relato
ficcional, una realidad compleja a la que muchos de sus lectores tuvieron que sobrevivir.
En el primer capítulo el narrador habla de progreso, pero este no es más que una míni-
ma disminución de la precariedad habitual, y a causa de la ausencia de uno de los hijos:
“En la pieza eran ocho porque el Ricardo se había ido y ellos habían podido progresar
y comprar una cucheta. Lo primero que hizo el padre cuando les llevaron la cama fue
pegarle una calcomanía que decía «No detengamos la historia: Menem 1995»” (30).
Todos estos aspectos muestran la forma en que las personas de clase social baja
se las arreglan para sobrevivir en un entorno hostil que los aleja y los vuelve violentos y
fríos. Se creen libres, pero la realidad los aprisiona y los limita: “Cuando comprendió que
la libertad es una trampa, quiso demoler hasta la última cárcel y así también acabó deto-
nando su propia carne, para liberar el amor arrebatado de las celdas de la memoria, para
ver si así también conseguía soltar al cuervo que le picoteaba el corazón ensangrentado”
(15).
La memoria permite recordar lo que aconteció, y la literatura es el puente para
conectar dos realidades que pueden tornarse diferentes por el paso del tiempo, pero que
conllevan algo en común y es las vivencias y sentimientos de las personas que forman
parte.
En Ñeri se muestran los mejores y peores sentimientos de los personajes, esos
que genera el amor pero también el odio. Crecer en un entorno que impide amar y
ser amado puede generar las peores repercusiones emocionales, pero, para el autor, la
memoria hace que los recuerdos sirvan para unir, para afianzar, para concientizar, para
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recordar que lo que pasó no se puede borrar, pero sí se puede cambiar. “En ocasiones la
memoria era una prisión, pero también el único lugar donde podía encontrarse con sus
hermanos” (55).
Y así es cómo funciona la memoria en conjunto con la temática que aborda esta
novela. Los problemas económicos sufridos por Argentina no aparecen en el relato
como mera crítica social o política sino como forma de mostrar que hay hechos que no
se pueden olvidar, porque recordar es la forma de luchar para que no vuelvan a ocurrir.
Siempre se puede salir adelante, “la oscuridad no es más que un instante de luz
dormida” (76).
Bibliografía citada
Condiciones generales
1. El estilo de las notas y de las citas, así como también el de la bibliografía deben
seguir las normas propuestas por la Modern Language Association (MLA) en su última
edición, con las especificidades mencionadas a continuación:
1.a. Las notas deben presentarse a pie de página, y las llamadas correlativas se
indicarán en el espacio siguiente del vocablo precedente; si hubiese puntuación después
de dicho signo, se indicarán a continuación y mediante un formato en cuerpo menor y
en superíndice.
1.b. Las citas hasta cuatro líneas deben exponerse formando parte del cuerpo
del texto, en letra normal y entre comillas. Las citas que excedan las cuatro líneas se
desplegarán fuera del cuerpo del texto, dejando un espacio antes y después de esta, con
un margen izquierdo superior y sin comillas. Inmediatamente después de cada cita debe
explicitarse la referencia bibliográfica correspondiente entre paréntesis (si la bibliografía
contara con un único texto del autor citado, alcanza con indicar solo el número de página).
1.c. La bibliografía debe expresarse por orden alfabético del apellido del autor,
siguiendo el orden y la presentación siguiente:
Apellido, Nombre. Título del libro. Editorial, Ciudad, Año.
En el caso de artículos:
Apellido, Nombre. “Título del artículo.” Nombre de la publicación, nº, Fecha de edición,
pp. (números de páginas entre que se ubica).
Se sugiere, para otras variantes, consultar el MLA Handbook (2016).
2. No se aceptarán trabajos que no cumplan con las normas de presentación
explicitadas.
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