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El malestar
en la cultura
del consumo 1 L a cultura del consumo está compuesta
por tres dimensiones básicas: los
hábitos y formas de saber hacer
cuyos códigos permanecen implícitos en la
vida cotidiana, los sistemas de representacio-
nes que configuran y legitiman las prácticas y,
en tercer lugar, los procedimientos de identifi-
cación y construcción de las identidades. Estas
tres acepciones, esta triple dimensión de la
cultura –objetiva, representada y subjetiva–
José Miguel Marinas nos permite ver su carácter disciplinante más
allá de las consideraciones de la libertad de
compra. Entre las grandes funciones de esta
cultura –junto a la reproducción de un sistema
(Traducción: Andrés Bilbao y de integración y exclusión caracterizado por el
Esther Pascual) reparto desigual– se detecta hoy especialmen-
te la constitución de un sujeto social marcado
por el ideal de la abundancia y la continua
innovación. Las sucesivas crisis de estas pau-
tas societarias y sus representaciones –desde el
régimen del artefacto que acompaña el surgi-
miento de la industrialización, el del fetiche
que rige el capitalismo de producción y, más
recientemente, del simulacro2, como específi-
co del capitalismo de consumo– nos hacen
pensar en un nuevo episodio de lo que Freud
llamó en 1929 el malestar (das Unbehagen) en
la cultura. En aquél, el malestar se destacaba
no tanto por el efecto de la represión cuanto
por la ausencia de contención (Hagen), la
carencia de límites que permitiesen una apro-
piación de las tensiones y fantasías de omni-
potencia y las experiencias de frustración.
Por ello, en lo que sigue, hacemos dos movi-
mientos: uno, establecer algunos de los implí-
citos de diagnóstico de Freud como referido a
la cultura del consumo incipiente (previa a la
pauta del consumo de masas); otro, señalar
algunos de los modos de la crisis o del males-
tar en la cultura del consumo de hoy: tratamos
de ver cuáles son las principales contradiccio-
nes en los rasgos culturales propios del pre-
sente y, de modo complementario, trazar el
mapa de las representaciones y formas de
identificación y desidentificación de lo que
hoy podemos llamar sujeto del consumo.
Señalemos, de antemano, que recurrir al
antecedente de Freud tiene como característica
principal el emprender una crítica de la cultu-
ra a partir del hallazgo, de la experiencia del
análisis. Freud ha sido presentado correcta-
mente como el primero que teoriza lo que ocu- ra versión durante el verano de 1929, en
rre en la sesión analítica 3. Esta dimensión está Berchtesgaden, no lejos de Viena, y que Peter
muy presente en El malestar en la cultura 4, Gay califica como «el libro más sombrío y el
porque leer es, en este contexto, una operación más inseguro», ofrece para nosotros un valor
transferencial: en la búsqueda de palabras para especial. Para empezar por la escandalosa
nombrar los efectos de lo que la cultura orilla relación con las señales del contexto. Por
o tapa (lo inconsciente), o, lo que es lo mismo, coincidir su escritura con el desplome de una
para intentar decir de lo imposible algo, Freud sociedad y economía que parecían, tras la
incursiona en el entramado de la cultura en un superación de la primera guerra mundial, al
recorrido crítico que no equivale a la confec- abrigo de sobresaltos.
ción de tesis antropológicas o culturalistas, Pero comencemos por lo más elemental
sino al reconocimiento de la otra escena. Por ¿Cómo ve Freud la cultura? ¿Por qué entra en
eso decimos que de un modo peculiar teoriza y este tema? Podemos decir sin equivocarnos
no hace mero discurso académico, porque el que es porque lo pide la experiencia del análi-
hallazgo y la invención de los procesos incons- sis. Pero parece haber también otras razones
cientes abre –sin retorno– a otra escena que que le llevan a componer en su madurez una
suscita de continuo el deseo de nombrar. En serie de textos que no caen precisamente bien
nuestro momento –como Walter Benjamin vis- en el momento de su aparición. Desde El por-
lumbró– de escasos relatos de experiencia 5 la venir de una ilusión (1927) Freud se gana opi-
figura de Freud puede seguir siendo estimu- niones adversas, que se pueden sintetizar en la
lante. Precisamente porque se atrevió a nom- andanada que le dirige en la prensa el rabino
brar: siendo de ciencias, no dudó en teorizar neoyorkino Nathan Krass en un artículo titula-
valiéndose críticamente de alegorías y mitos. do «Psicoanalizando a un psicoanalista» que
aparece en el New York Times del 23 de enero
de 1928:
res, incluso a los niños y resitúa las férreas familia. Esta Viena de fin de siglo, que Schors-
fronteras entre normal y patológico mediante ke nos enseñó a analizar como un mosaico de
otros hitos más móviles e íntimos. piezas interconectadas y Riedl llama infame y
¿Qué le llama a Freud en este campo? Una genial 10 porque en sus vida cotidiana recono-
visión de las señales del tiempo, empezando por ce el retorno de lo reprimido, esta Viena fasci-
las de su propio tiempo biográfico. En carta a nante recibe en 1873 –cuando Freud tiene 17
Lou Salomé (28 de julio del mismo año 1929): años– la Exposición Universal, la tercera tras
de Londres 1851. En ese momento produce un
Hoy escribo la última frase que completa texto, una carta conocida como la del Bachi-
el trabajo, hasta donde me es posible hacer- llerato, a su amigo Fluss, en la que se cuenta
lo aquí sin biblioteca. Trata sobre la cultura, cómo orientará su vida académica y profesio-
el sentimiento de culpa, la felicidad y otras nal. Ya no será abogado, sino un empírico
glorificaciones semejantes... Qué voy a naturalista: tratará de los pleitos de la naturale-
hacer. No se puede fumar todo el día y jugar
a las cartas, ya no tengo resistencia para za, a la que escuchará con disimulo y luego
caminar, y la mayor parte de lo que se puede contará al mundo sus hallazgos.
leer ya no me interesa. Escribo y con ello
Ya he ido dos veces a la Exposición. Bien,
paso el tiempo agradablemente... Mientras
pero ni me ha deslumbrado ni encantado.
trabajaba descubrí las verdades más trivia-
Muchas cosas son capaces de complacer a
les.
otros no hallan gracia a mis ojos, porque no
soy ni esto ni aquello, ni nada a fondo. Sólo
Pero también hay razones de su proyección las obras de arte y las producciones de orden
teórica. Sacar punta –afilar, dice él– a lo que general me han seducido. Allí no he hallado
viene persiguiendo desde sus primeros escritos la vasta imagen del conjunto de las activida-
llamados metapsicológicos y, antes, ya en los des humanas que quieren ver los periódicos,
tiempos de La moral sexual cutural y la ner- salvo que yo no supiera descubrir en un her-
viosidad moderna (1908). El campo de refle- bario los trazos de un paisaje. Se trata en
xión no es sólo la palabra del analizando sino suma de un espectáculo destinado al mundo
lo que se teje con ella. De ese modo Freud espiritual, delicado y destornillado que se
reconocerá que no es sólo responsabilidad del forma generalmente el visitante. Cuando mi
Martirio (así es como deformamos entre
analista lo de dentro de la sesión sino las con- nosotros la palabra Matura) haya acabado
diciones todas de la relación en la medida en me propongo ir allí todos los días, es distra-
que gravitan en la cura 8. ído y divertido. En medio de toda esta locu-
En el análisis hay una comprensión escéni- ra, también se puede sentir un deliciosamen-
ca: la escena del análisis consiste en el acom- te solo 11.
pañamiento de las señales, síntomas, sueños,
lapsus, del deseo inconsciente, pero esto no se Si retomo esta confesión es porque se dan
detiene aquí, remite a una escena 2 –la vida dos hechos. El primero es que Freud analiza
cotidiana– y de ellas a una 3 que es la del ori- por primera vez la cultura del momento en su
gen. Esto lleva a Freud a salir sin salir de la conjunto, la cultura incipiente del consumo:
sesión para ampliar, para, en palabras de Igna- con la soledad y altanería que Baudelaire reco-
cio Gárate, resuscitar el estatuto teórico del nocía al nuevo flâneur, que va «como un rey
psicoanálisis 9. En todos estos terrenos, que de incógnito». Segundo, porque a este episo-
responden al saber hacer, a las representacio- dio le sigue el crack bursátil de 1873, que se
nes y a las formas de identificación en que inicia como una fuerte inflación en Berlín. En
consiste la cultura detecta la circulación de las él el propio padre de Freud, Jakob, ve fuerte-
manifestaciones de lo inconsciente. Esa es la mente menguada su fortuna.
relación entre texto y contexto. Entre señales Pues bien, casi cincuenta años más tarde,
del mundo y elaboración. Pero retrocedamos su libro El malestar se ve corroborado tam-
un poco... bién por otro acontecimiento señero y que
El joven Freud, hijo de modesto pañero pro- parece avalar su intuición: me refiero al crack
vinciano, se cría en Viena entre la añoranza de de la bolsa del mismo año 1929. Una semana
los orígenes rurales y el mandato de éxito de la antes de enviar el manuscrito al editor –el 29
pequeña burguesía en la que se integra su de octubre– se da la que no es sino una señal
56 José Miguel Marinas
conclusiva de un proceso anunciado. Entre Freud vive entre tres modelos de sociedad
otros por el mismo Freud. El malestar radical bien diferenciados. El tránsito de cada no al
en la vida cotidiana, en la cultura de la pos- siguiente lo recorre con su propia vida y lo ela-
guerra. De ahí su reflexión mayor sobre la bora en su tarea propia (la escucha analítica) y
urdimbre cultural como motivo de nuestra su doctrina cuidadosamente matizada, defen-
incómoda e infeliz condición humana. dida, difundida 13.
Si Benjamin dijo que el texto es el trueno Los modelos de cultura que transita y dejan
que surge más tarde respecto del rayo que es la huellas y contradicciones entre sí, que luego
iluminación, Freud parece atesorar esta virtud veremos en la estructura del texto y de la argu-
en grado llamativo. Lo que no necesariamente mentación de El malestar, son tres.
le convierte en una nueva versión de la figura La cultura en la que Freud nace es el Anti-
de Casandra que tenía la el don de la visión guo Régimen que, pese a haberse quebrado en
–pero que por rechazar al dios Apolo, el su primera época de preguerra sigue surtiendo
poder– fue castigada a no ser creída. efecto: tiene un modo de identidad basado en
el linaje. La gente en él es identificada y se
identifica a tenor de la pregunta de quién eres.
Sexo, edad, hábitat, etnia y sobre todo esta-
El contexto: un texto mento de pertenencia parecen realidades
entre tres culturas inmutables, cuasi naturales. De aquí Freud
extraerá la equivalencia cultura-naturaleza que
en algún momento emplea.
habían traído los conflictos identitarios del Las formas de vivir: las ciudades de los
Antiguo Régimen. pasajes comerciales, de los grandes almacenes
Es el reino que Marx califica del fetichismo y las primeras casas burguesas de vecinos
de la mercancía y el propio Freud, sin olvidar dibujan un modo de vida radicalmente nuevo.
el Marcel Mauss de La lógica del don, recono- Freud pasa por estos escenarios cuando su
cen como el reino del fetiche. La mercancía vida se profesional empieza en una de las pri-
media todo tipo de relaciones sociales, suscita meras casas modernas: la Casa de la Peniten-
los deseos y confiere una nueva identidad. cia del Ringstrasse para acceder luego al lugar
Pero en el corazón del mundo industrial y entre dos zonas: Bergstrasse está entre la jude-
liberal emerge un tercer modo de la cultura, ría nueva y la universidad; entre la cultura for-
que si bien no se asentará hasta la segunda mal ascendente y el nuevo modo de vida de la
posguerra mundial sus pautas se van tramando ciudad.
desde el principio de siglo. El es que llamamos
capitalismo de consumo. En este modo de vida
estallarán las contradicciones más potentes
entre el mandato productivista y el mandato Estrategia y estructura
del disfrute. Términos que prácticamente nos
introducen en el intertexto de la argumenta-
ción freudiana de esta obra. Y confieren, a mi
entender, a la misma una calidad de obra
implicada en su tiempo. Freud no hace abs-
P or eso el texto de Freud tiene una
fragilidad y al mismo tiempo una
potencia que lo convierte en texto
tracción, contra lo que pudiera pensarse, pen- vivo para el presente. En sus ocho secciones o
sando en una condición humana transhistórica. capítulos hay un pulso poderoso y una gran
Este mandato del disfrute, la idea que se difun- densidad temática, como una formación roco-
de de la omnipotencia de los logros –el dios sa no fácilmente conquistable: Este hombre
con prótesis llama Freud al ser humano de este ahora ya realmente mayor –y no con la coque-
momento, en expresión metafórica perfecta, tería con la que se dirigía a Fliess en la cua-
como veremos– trasciende lo económico y se rentena para decirle «soy un judío viejo y
muestra en síntomas personales y sociales achacoso»– y ahora sí que enfermo –lleva
poderosos porque toca todas las dimensiones varias decenas de operaciones para paliar su
de la identidad, comenzando por el género. cáncer de mandíbula y lleva una prótesis que
Las mujeres exhiben la tensión de la doble le produce, esta sí, un enorme malestar que
moral, entre el mandato cultural productivista: lleva con una ejemplar templanza– este hom-
engendrar, criar, subordinarse y las posibilida- bre parece querer dejar tras sí –escribe y des-
des de la nueva sociedad en la que el consumo cubre al hilo del deseo– una elaboración preci-
no es por necesidad (sólo, siempre) sino por sa en la que recoger lo que ha levantado en su
deseo, que es también deseo de reconocimien- obras, si puedo llamarlas así, menos conteni-
to. Y algo semejante ocurre con los varones: das y más explícitamente críticas Totem y tabú
que Freud descubra histéricos y lo diga es y El porvenir de una ilusión.
motivos de una de sus primeras decepciones «He aquí llegado el momento de introducir
respecto de la cultura dominante, precisamen- una idea enteramente propia del psicoanálisis
te bajo la forma de cultura universitaria: a la y extraña al pensar común» 15. El enunciado de
academia no le agrada el diagnóstico, como no esta idea nos permitirá comprender al punto
le agrada que la mujer tenga deseos (los niños por qué el tema debía parecernos tan confuso e
también). La cultura de consumo incipiente da impenetrable».Esta declaración de la última
una nueva posibilidad de expresión 14 a la parte de la obra da bien el lugar estratégico en
sexualidad que ya no es genitalidad producti- el que Freud se sitúa.
va. Pero también se mueven las identidades de Freud se va a mover entre dos planos. Al
clase (autromarxismo) y los nuevos estilos de menos esta es mi lectura del texto que pode-
vida. Simmel y Weber lo teorizan desde el mos representar en su estructura como una
Berlín al que Benjamin llama Berlín demóni- matriz de doble entrada. Podemos represen-
co, como Ortega lo hace como espectador en el tarla así a condición de leerla como dos pro-
Madrid de las primeras masas. cesos dinámicos en tensión. Sobre un suelo
58 José Miguel Marinas
Figura 1. El malestar visto desde el plano de la cultura y según la perspectiva del análisis
El plano de arriba recoge críticamente adversarios (Jung citándolo, Adler sin citarlo).
–Freud en varios momentos del ensayo dirá, También se muestra cáustico y conmovido
modesto, que recoge lo que todo el mundo ya (por boca de Heine y de Goethe) Pero de lo
sabe– las determinaciones de la cultura tal que está seguro es de que en este texto guarda
como las difunde la ideología ilustrada de los una rara gema, una enseñanza rara y peculiar.
años veinte, es decir la que ha sobrevivido a la
Gran Guerra y muestra su estremecida eviden- El autor debe excusarse ante sus lectores
cia. En el plano de abajo se recogen los hallaz- por no haber sido una guía más hábil, por no
gos peculiares que el análisis permite cotejar haberles evitado los trechos áridos ni los
con los de la visión cultural, pero apuntando a rodeos dificultosos del camino 16.
otra escena, a otro saber enteramente propio.
No es una yuxtaposición sino, dice claramente La pregunta es por qué el ya sedentario
Freud, la aportación de una clave para enten- Freud echa mano metafóricamente de su anti-
der lo complejo y confuso de las contradiccio- gua condición de andarín y montañero por qué
nes que el plano de arriba exhibe. La cultura evoca otra vez la condición de guía? ¿Le ronda
presenta como su principal función la de inte- ya el Moisés y su pálpito de que se quedará a
grar mientras que el análisis muestra como la vista de la tierra prometida?
propósito de la cultura el coartar. El sujeto que La respuesta es que tiene una doctrina origi-
descubre la cultura actual es el yo en la comu- nal, aun trasmitida en un repertorio de ideas
nidad – la masa es un nuevo sujeto proteico – que él mismo califica de no nuevas. Gay dice
mientras que el análisis mostrará, por la vía del que Freud las había esbozado ya en la década
superyó la presencia de la comunidad en el de 1890. Seguramente la más fecunda. Él dice
sujeto. El fenómeno emergente es la masa que sí cuando reivindica la placa por el sueño
frente al individuo. La visión del tiempo en la del 24 de julio de 1895. Su alter ego de la
cultura es el progreso negado, el presentismo, época, Fliess, recibe en correspondencia lo que
mientas que en el análisis aparece una nueva luego será texto de la década siguiente. Me
temporalidad que reconoce la huella del pasa- refiero al ya citado La moral cultural y la ner-
do en el presente. La pulsión dominante en la viosidad moderna.
cultura es Tánatos, el análisis descubre –sin ¿Cuál es la doctrina original que le permite
que sea el dios o la instancia ganadora, dice compaginar y articular las tensiones entre
Freud en el final del texto– la fuerza de Eros. estos planos de la problemática? En junio de
Así se puede decir que en el darse de esta 1929 le escribe a Max Eitingon : «Mi trabajo
clave el texto de Freud pudiera ser visto como podría llamarse, si es que necesita un título,
una teoría entre otras teorías de la cultura, aun- «la infelicidad de la cultura» (Das Unglück in
que, si vamos más adelante, veremos que traza der Kultur»). Luego el título mudará de senti-
hipótesis –la de lo inconsciente operando en do y se convertirá en alemán en Das Unbeha-
las formas de relación e integración– que no gen in der Kultur y en inglés en Civilisation
son fácilmente reducibles a una tipología más. and its Discontent.
El mismo Freud se muestra dialogante. Inclu- Su originalidad –sigue diciendo Gay– es
so, en sordina, lo es con alguno de sus antiguos analizar la desdicha humana con una seriedad
El malestar en la cultura del consumo 59
implacable. Esta es la marca de su postura, que suscita deseo y la decepción del límite no
pero también de su contenido. No anuncia una esperado que a este se impone, desde fuera y
derrota de la especia, ni proclama un pesimis- –como veremos– desde dentro, de modo cons-
mo moral insobornable. Advierte –es un guía y ciente y –esta es el hallazgo– de modo incons-
lo sabe– de un riesgo mayor que el de Gran ciente. Es condición de la humanidad civiliza-
Guerra, si cabe: el odio a la cultura que se da el no poder vivir sin la civilización: el
inculca en la gente precisamente en un momen- repertorio de instituciones que agrupan y posi-
to en que las posibilidades de logro (capitalis- bilitan la supervivencia frente a la naturaleza
mo de producción) y de disfrute (capitalismo hostil. Pero no puede vivir felizmente en ella.
de consumo)parecieran técnicamente posibles Esta es la clave del síntoma. El problema
y socialmente deseables, según la ideología queda, pues, planteado en estos términos:
liberal-progresista. Lo que ocurre es que la tal cómo hacer que se dé una tregua entre esos dos
Gran Guerra ha traído consecuencias aún no titanes: el deseo por un lado y por otro el con-
analizadas, tras del dolor reciente y el duelo trol que impone la cultura sobre él. La cultura
apenas concluido. A Freud mismo le hizo dar en su rostro concreto: la cultura industrial que
un giro brutal. En lo teórico por supuesto: Las ha mostrado catastróficamente su peor cara.
pusiones y su destino es un primer atisbo de Por eso el mismo título titubea. Decir
tánatos, corroborado luego por Melanie Klein. Unglück (desdicha, infelicidad) es demasiado:
Pero, sobre todo, en lo vital y en lo concreto. supone que la felicidad (Glück) es el destino,
Le hizo llevar una vida enormemente difícil cuando Freud en realidad quiere decir que lo
–como atestiguan las biografías y la menciona- es el deseo, el placer (Lust). Digamos enton-
da correspondencia con su pariente de Londres ces, parece corregirse Freud, que es Unbeha-
que le llega a enviar paquetes de comida: pasa, gen, es decir que no es llevadera. Si hacemos
como todos los vieneses, hambre y tiene dos el recorrido léxico, nos encontramos con que
hijos movilizados, uno de ellos prisionero una Hag es cerco, protección; Hagen es proteger,
año en Italia. Luego vendrán poco a poco algu- cuidar; Hage es lo que contiene, Behagen es
nos pacientes británicos y sobre todo america- facilitar y proteger conteniendo y Unbehagen
nos, exponentes de esta nueva cultura del con- es lo que molesta porque deja de contener.
sumo y la vanguardia cultural. Unbehagen es, por lo tanto, desazón, descuido,
Lo llamativo del señalamiento de Freud es inconveniencia. Como en inglés lo es Discon-
que la cultura, el repertorio de instituciones, tent. Infelicidad provocada por el desborda-
valores y identificaciones que nos hacen vivir, miento 17.
parece convertirse ahora en objeto de odio. Así que, para sorpresa quizá nuestra, el
Porque decepciona y lo hace a fondo, hasta el malestar no lo provoca la represión, el control
alma. La omnipotencia de este dios protésico férreo, sino la falta de contención para lo
que es el varón de la era industrial que se abre nuevo. Como un día bromeando con un colega
al consumo conspicuo (aquel que tiene como dijimos ya hace años, se trata del malestar en
fin representar status) se ve profundamente la costura: las nuevas identidades contradicto-
frustrada. Qué ocurre con la mujer en el naci- rias, la pugna entre deseo e integración, des-
miento de esta cultura es cosa aún no perfilada borda, hasta estallarlo, el traje que el sujeto
–hay titubeos y contradicciones en Freud– liberal, utilitarista, de la racionalidad instru-
pero digamos que sin duda cambia y se abre mental se había confeccionado 18.
también su modo de representarse y de cons- Esta es a mi entender la punta novedosa de
truir su identidad. la visión de Freud. Más allá de la exposición
«La cultura es –dirá Freud– el reflejo a gran de los conflictos de la cultura del capitalismo
escala de los conflictos dinámicos que habitan de producción, apunta al cogollo mismo de lo
en el individuo». Podríamos invertir la frase y que va siendo ya la cultura del consumo: la
estaríamos tocando también el fondo de la falta de límite, la denegación de la castración.
cuestión. Como ha dejado claro en Psicología La estrategia expositiva de Freud tiene que
de las masas y análisis de yo individuo y gru- ver con la voluntad de presentar las condicio-
pos son haz y envés del mismo fenómeno. nes de nuestra emancipación. Conocer la
Así parece dibujarse el problema, el gran urdimbre de nuestro deseo y de nuestra cultu-
síntoma: entre la promesa de la abundancia ra. Y lo llamativo es que esta posición aparece
60 José Miguel Marinas
desde los primeros enunciados el ensayo. Lo último hombre. Bien lo saben: de ahí buen
que importa no es carácer adaptativo que nos parte de su presente agitación, de su infelici-
hace evolucionar de un sentimiento oceánico, dad y de su angustia. Sólo nos queda esperar
en realidad un narcisismo primario ilimitado. que la otra de ambas «potencias celestes», el
Lo decisivo es preguntarse, como Freud eterno Eros, despliegue sus fuerzas para
vencer en la lucha con su no menos inmortal
mismo hace, qué me ocurre en concreto a mí. adversario. Mas ¿quién podría augurar el
Qué deseo, qué pongo y qué fundo. desenlace final?
El sentimiento oceánico es puesto en duda,
al menos como estructura universal. En todo
caso es condición de una apropiación personal
y crítica de una dimensión oscura (Wo es war Las metáforas
soll ich werden). El malestar en la cultura y las alegorías
viene, pues, de postular un yo omnipotente que
se ve negado por el principio de realidad y por
el temor al deseo. La consecuencia lógica y
ética de este diagnóstico ha de ser rectificar,
reconstruir el proceso distorsionador de esa
E ste tenso y hermoso texto recurre a
numerosos elementos metafóricos o
alegóricos, la alegoría es una metá-
noción de yo, con una doble estrategia: hacia fora convertida en escena con personajes19. De
nosotros, no dejar de acompañar nuestro todos los que salen en el texto quisiera señalar
deseo, ad extra: no dejar de ver el deseo en la al menos tres brevemente, por dos razones. La
cultura. Se nos pide un descentramiento: supe- primera es que ahora podemos ver mejor el
rar la vanidad antropocéntrica sin caer de lugar de lo metafórico, del recurso a la otra
nuevo en lo oceánico, en la ilusión en el senti- escena, en el nombrar de lo imposible algo. Tal
do ya desmontado criticamente. como recientemente ha dicho Claudio Magris,
Hay dos planos magistralmente trazados lo narrativo es el merodeo para decir lo que no
con los que Freud concluye: la culpa por la se puede de nuestra esencia. La otra razón es
realización que es consciente frente a la culpa que en ellas se esconden los modelos topológi-
por la intención que permanece inconsciente. cos no explícitos para pensar la cultura.
La cultura, concluye, es una abstracción frente
lo que le ocurre al individuo: no se desdice de a) La primera es la alegoría de la ciudadela.
lo anterior, se centra en la reivindicación de El superyo es una guarnición militar que ha
una ética que se desprende para cada uno de la desarmado y vigila al yo ante sus pulsiones
experiencia del análisis. Precisamente porque destructivas (tánatos) o ante la parte no social
la cultura en cada uno de nosotros y en todos de eros.
se rige por la lucha entre Eros y Ananké. Ante Esta brillante imagen tiene la fuerza de mos-
ella cabe una posición ética que puede hacer trar la escisión constitutiva. Inspira, a mi
de terapéutica del deseo. No tiene contenidos entender, otras alegorías posteriores como la
materiales concretos. Pide acompañar la pre- de nuestro malogrado amigo Joël Dor, cuando
sencia del mismo deseo en nuestras vidas, no ilustra la función paterna como el rol de un
denegarlo, no engañarnos a su propósito. Por embajador que de la cultura viene a otro país,
aquí va la vía de solución. el de la madre con el niño. Como extranjero no
Y concluye: conoce esa lengua, tiene que aprenderla y tra-
ducir a ella los recados que el orden de la ley y
A mi juicio el destino de la especie huma- de lo simbólico mandan a la diada originaria
na será decidido por la circunstancia de si –y para que la criatura pueda llegar a ser sujeto.
hasta qué punto– el desarrollo cultural logra- Freud maneja, y no casualmente, la metáfo-
rá hacer frente a las perturbaciones de la ra bélica. Ya ha hablado, ante la hipótesis del
vida colectiva emanadas del instinto de agre-
sión y autodestrucción. En este sentido, la sentimiento oceánico de fusión, de como en
época actual quizá merezca nuestro particu- esa fortaleza la fachada ante lo externo la pone
lar interés. Nuestros contemporáneos han el yo. Metáfora de ciudades y de fortalezas.
llegado a tal extremo del dominio de las Ciudades en ruinas, como Roma, que no están
fuerzas elementales que con su ayuda les lejos –en la fruición estética plausible– y son
sería fácil exterminarse mutuamente hasta el la otra cara de las ciudades destruidas en la
El malestar en la cultura del consumo 61
Por la vía de ese consumo conspicuo segmentación por el diferente uso que se hace
(Veblen) o del reconocimiento de la reflexivi- de los diferentes modos de representación
dad del consumo como formador de clase o de (acepción 2) : la pregunta que orienta la clasi-
estilo (Simmel, Weber) se instaura una menta- ficación es qué modelos ideológicos compar-
lidad que desarrolla la mímesis social que ten las o los que consumen determinadas
luego comportará la sociedad de consumo de publicaciones o productos de hogar o financie-
masas. La consolidación de esta práctica no ros, o...Y generalmente nos quedamos a las
meditada, racionalizada luego (a petición del puertas de la acepción tercera : qué tipo de
investigador, a la fuerza de las crisis cotidia- sujetos configuran tales pautas e ideologías.
nas), pinta un panorama en el que el consumo La segmentación tiene su origen en la trans-
no productivo no es condición de estilo, sino posición del modelo geométrico a la construc-
un proceso sin discurso, autorreferido, o, las ción de categorías de análisis sociológico.
más de las veces objeto de denegación: esto es Intervalos (rangos o cohortes de sujetos indivi-
capacidad de tomar como real lo que no es más dualizados), períodos (marcas estructurales
que un poder «que se supone» 20. que cristalizan de un modo y luego, de forma
La racionalización en que consisten los dis- discontinua dan lugar a otra formación o etapa
cursos del consumo, se precisa sobre todo en de una marca, de una práctica) y segmentos
estas décadas más recientes (a partir de la glo- (conjuntos de rasgos que permiten identificar
balización monetarista más evidente a partir de clasificando a los grupos de sujetos que com-
los ochenta), pues se habla para denegar, es parten una actividad o categoría que se pone
decir para hallar razones ficticias pero que se en funcionamiento al construir tal conjunto)
imponen como legitimación de los nuevos son tres conceptos metodológicos de tratar de
microsegmentos y macroexclusiones de la ordenar la mirada del flujo caótico y a veces
vida cotidiana. caprichoso de las actividades y pasividades del
El rasgo que intensifica esta tendencia hasta consumo. Nombrarlos así puede parecer una
convertirla en un emergente es la redefinción obviedad salvo que notemos la abundancia de
de los procesos e identidades del trabajo res- ocurrencias del concepto segmento en los estu-
pecto de las cuales la pauta de consumo no dios del mercado y de la cultura del consumo.
productivo se fue implantando y adquirió sen- No se trata de negar la operatividad de las
tido, un sentido incluso transgresor, en más de construcciones que no ignoran que lo son, sino
una acepción. No es que se haya quebrado de mostrar los efectos disciplinantes de este
–para desdibujamiento del narcisimo de Bau- emergente. Es claro que quien segmenta para
drillard– un nuevo espejo de la producción, excluir no es, en primer lugar, quien investiga.
con los años de mala suerte que el agüero pro- Hay procedimientos de filtro económico y de
nostica. Es que no hay espejo del consumo. O prefiguración de nuevas identidades que des-
no hay un espejo del consumo (un universo pojan de los rasgos del grupo concreto y crean
homogéneo y estable). Hay espejos segmenta- barreras que se legitiman ideológicamente
dos (tampoco creo que podamos decir frag- (como lo prudente o lo sensato según leyes
mentados, incluyendo una imagen de carácter intocables, «evidentes» del sistema, o de los
azaroso, son fragmentos con tienen una lógica, tiempos) y estos procesos de uniformización
un orden: la de la clasificación y la segmenta- no son fruto de la investigación social del con-
ción) que pretenden marcar espacios relativa- sumo o de los mercados. Pero sí acompaña el
mente marcados de necesidades, expectativas, implícito de formar nuevas identidades que no
incluso de afinidad con marcas y metamarcas. atienden al decir de los sujetos consumidores
Los segmentos se construyen en el proceso mismos, cuando estos se salen de la tarea (sea
de indagación y de planificación, desde el la cumplimentación de un pretest, o incluso la
intento de captar rasgos comunes en las pautas producción discursiva en grupos directivos).
y hábitos (acepción 1 de la cultura) del consu- La segmentación proporciona identidades
mo: la creencia que sustenta esta operación es «de mercado» con el fin de suturar o encubrir
de base conductista, atomizadora. Pero de ella las quiebras de las identidades del capitalismo
se ha ido pasando, en un proceso que en Espa- de producción. Y a cambio de este efecto –que
ña data al menos de finales de los setenta, a dar puede cosificar o estereotipar aún más el dis-
prioridad a los significantes generales: a la curso social– se produce una denegación de las
64 José Miguel Marinas
identidades en conflicto que los sujetos, de signos que adoptan la forma del jeroglífico
encuadrables en tantos segmentos cuantas social: que no son transparentes, y que prome-
marcas de filtro ponga el planificador o el ten, con su posesión el control de la totalidad .
comunicólogo, contienen o exhiben en sínto- Esa es la base argumental del fetichismo: nos
mas no fácilmente etiquetables ni sufribles. intercambiamos objetos-signos cuya caracte-
Segmentar es conocer por exclusión. No rística es ocultar su proceso de producción (la
atiende este procedimiento a la característica naturalización de la que habló Barthes21) y
de sujeto versátil, contradictorio, o –por tribu- cuya lógica es la de la metonimia: dar la parte
tar al modelo– aleatorio de los grupos sociales por el todo. Con el progresivo cúmulo de tec-
concretos. Los segmentos proceden por despo- nología, prefiguración de mercados y de obje-
jamiento de la cualidad de sujeto activo. O al tos, el desplazamiento parece de la segunda
menos entienden el consumo como mera tendencia que llamamos de la exclusión tiene
recepción de bienes prefigurados que los como base una variante de la figura del fetiche:
«actos de compra» se limitan a «encajar» en el simulacro. Este se consolida como modelo y
sus «lugares naturales» (las metáforas de los canon del intercambio (como en el capitalismo
«nichos de mercado» o las acepciones superfi- de producción y en su crisis lo era el fetichis-
ciales de los «estilos de vida» son claras seña- mo) El simulacro y su lógica implica la oculta-
les de esta reducción). ción definitiva no sólo del proceso de produc-
Pero segmentar supone también poner orden ción y sus agentes, sino del sujeto del consumo
–el de las partes de la circunferencia, los seg- y su potencial de receptividad crítica: el objeto
mentos que equidistan de un centro– allí donde se presenta como dotado inmediatamente de la
hay elementos de caos, de invención (que no capacidad de colmar necesidades, deseos,
es un procedimiento de laboratorio) de formas carencias y límites constitutivos de la condi-
no previstas de vida. Segmentar es conjurar las ción humana, de los sujetos consumidores.
quiebras para que el núcleo se reproduzca y La sustitución progresiva del fetiche por el
sea más capaz de correr tras el señuelo de lo simulacro supone una tendencia mayor en el
«nuevo». Segmentar es disponer una teoría de plano de las representaciones. No se trata tanto
las necesidades en estado práctico para marcar de dos lógicas contrapuestas, o de que el simu-
las cuotas de la ayuda del estado asistencial. lacro (la producción de símiles que sustituyen
A fuerza de colocar a cada cual «según una y niegan, borran el posible original) obedezca
escala de necesidades –fruto de la planifica- a un proceso diverso de la enajenación implí-
ción del mercado, administras por la nueva cita en el proceso del fetichismo. Lo llamativo
burocracia– (dictadas, se dice, por los recursos es que en el universo de los objetos represen-
escasos, sin decir que lo son «para esto» pero tados el valor (metonímico) del fetiche: poseer
no para otras metas) se produce una segmenta- el objeto es la prenda de algún poder o presti-
ción excluyente («ellos no lo necesitan, o no lo gio, se oculta bajo el carácter de «invención»
aprecian, o no están acostumbrados a tanto, y de «novedad», de «más real que la realidad»
además quién te dice a ti que no son más feli- (metáfora) que impone el simulacro.
ces así»). La hipótesis inicial según la cual los obje-
tos de la cultura del consumo presentan cons-
titutivamente la característica de fetiches, se
EL TRIUNFO DEL SIMULACRO: verifica y desplaza en los estadios más
LA EXCLUSIÓN recientes de nuestras sociedades consumistas.
La lógica del simulacro se presenta con su
El origen de la visión crítica de la sociedad característica primera –en el discurso ideoló-
de consumo tiene uno de sus puntales en la gico– de realidad en sí misma. No deja otro
construcción de la teoría del fetichismo de la lugar, el del reverso de su proceso de produc-
mercancía por parte de Marx. El fetiche, pala- ción, el de los discursos de recepción que ela-
bra testigo de estas miradas sobre la sociedad boran los consumidores, desde el que ejercer
del consumo conspicuo (Veblen) le lleva a la distancia y la crítica. Su pudiésemos redu-
sociólogos, antropólogos y al propio Freud a cir sus relatos a una clave, sería esta: la reali-
suponer una mediación en todos los intercam- dad (simulada) es lo real. No hay otras visio-
bios afectivos, sociales y económicos a cargo nes o acepciones que puedan cuestionar lo
El malestar en la cultura del consumo 65
que hay, ni desde su génesis (la historia de la que ha sido objeto de numerosos debates
civilización encubre historias de barbarie especializados o, simplemente, atentos. Pero
–dicho de W. Benjamin), ni desde su destino también la saturación que sigue prometiendo
(la instalación presentista del simulacro no como significante mayor, bajo el nombre de
deja ver el después), ni desde la pluralidad de la satisfacción de las necesidades, de los
los receptores-consumidores. El sujeto del deseos.
consumo queda reducido, para esta visión, en Es quizá una señal de este escenario la desa-
la etiqueta o estigma que lo ha apresado parición del discurso de la necesidad y la ter-
(viejo pensionista, parado de larga duración, giversación elitista de la necesidad y el deseo.
madura o maduro susceptible de plan de pen- Otra de las operaciones tiene que ver con la
siones, niña o niño de colegio selectivo, polí- denegación del sujeto social, como sujeto
glota y de ocio multiprogramado) con inde- peculiar. La transformación sigue a la ya seña-
pendencia –pero eso sería lo no «simulado», lada en numerosas ocasiones del individualis-
lo que no cabe en la simulación reductora que mo como lugar de sujeto. Los cierres del suje-
es el simulacro– de que sea, haga y quiera, to en el armazón del individuo dan ahora para
cada cual otras muchas cosas. pensar son sólo en una operación de contabili-
La exclusión tiene dos acepciones. La pri- dad de electores –consumidores (como ya vio
mera es la formación de un cuerpo de consu- el perspicaz Habermas de La crisis de legiti-
midores (que Vázquez Montalbán designó con mación en el capitalismo tardío) sino en un
el orwelliano nombre del el Gran Consumi- final de ciclo y en el surgimiento de una nueva
dor) que pugnan por colmar(se) las expectati- figura: no la del individualismo posesivo
vas de la altamente normativa y tremendamen- (McPherson) que designaba el ciudadano bur-
te movediza secuencia de la estilización de gués protocapitalista poseedor de recursos,
marcas y productos marcados, frente a una rentas y libertades formales del individualismo
humanidad que mayoritariamente está en la desposeído– desarrollar) sino la del individua-
periferia de tal vanguardia: en otro mundo. La lismo desposeído.
impresión más común es que los flujos entre el El proceso consiste en negar los rasgos de lo
primer núcleo y la mayoría marginada –por peculiar para formar un destinatario uniforme
retomar el brillante título de Basaglia– son –individualizado: en las representaciones que
débiles: tienen los filtros continuos de la selec- construyen el repertorio de la publicidad y las
ción, la precarización y las clasificaciones imágenes de los medios, hay ese proceso de esti-
asistenciales. lización: tú ya no eres una pluralidad de redes de
La segunda es la que anunciábamos antes: relación, una historia que haces, sino que eres un
se trata de la exclusión respecto del hacer, del interlocutor de tipo mónada: un yo predispuesto.
proceso, de la contingencia y de las contradic- «Especialistas en ti» (sea cualquiera tu avatar, su
ciones de la vida cotidiana. Exclusión respecto carencia o tu recurso). La siguiente manifesta-
de la experiencia, de la praxis: quien está ción consiste en, una vez extraído de la red de
incluido en el etiquetado –potencialmente relaciones vitales, reinsertarse en un segmento:
todos, al menos esto pretende el discurso con- el constructo heurístico –que como tal permite
sumidor actual– no ha de reconocer ni hacer describir y conocer– acaba por reificarse, por
sino lo que está previsto en los simulacros de hacerse simulacro de sujeto.
las secuencias: de edad, de género, de clase, de Y ese itinerario concluye, como síntoma
etnia, de hábitat. presente, en la manifestación más evidente de
un universo de objetos que se presentan como
capaces de colmar, de saturar el déficit consti-
LA DENEGACIÓN DE LOS LÍMITES: tutivo del sujeto humano. En términos de lina-
PSICOTIZACIÓN O COLMO je psicoanalítico: se evita el reconocimiento de
IMAGINARIO la finitud. Se deniegan los límites, se tapa el
ciclo vital, la muerte es tabú o espectáculo
La publicidad dirigida a rodear el colmo, a hiperrealista que se da en consumo de imagi-
colmar imaginariamente el deseo suscitado y nerías en las que no hay sujeto social ni perso-
sostenido, produce un efecto de saturación. nal que las apropie. Lo que vemos –el deterio-
Para empezar, la saturación de sus códigos, ro– no lo podemos representar.
66 José Miguel Marinas
Lacan en castellano, Gárate, I. y Marinas, J.M., Ed. le Doctorat Nouveau Régime en Lettres et Scien-
Quipú, 1996–. La doctrina freudiana lo define como un ces.
nudo en el proceso de formación de cada cual: se atribu- HUMAINES (1993): Marseille, Université de Provence
ye la presencia real de falo en la madre, es decir: se afir- Aix-Marseille.
ma de tal modo la primacia del falo que aun cuando se ve GÁRATE, I. (1988): «Resuscitar el estatuto teórico del psi-
que no hay se reniega de la propia visión y se afirma que coanálisis», Boletín de la Institución Libre de Ense-
existe. El concepto puede vernirnos bien, posiblemente, ñanza, n.° 4, Madrid, pp. 20 y ss.
para caracterizar nuestra relación con la ideología que GÁRATE, I. y MARINAS, J.M. (1996): Lacan en castellano:
consiste en renegar (afirmar lo contrario de lo que hemos tránsito razonado por algunas voces, Madrid, Quipú.
visto) de nuestras intuiciones o evidencias: aunque atis- FREUD, S. (1970): El malestar en la cultura, Madrid,
bamos que no es cierto que haya un poder de definir así Alianza Editorial.
y no de otro modo la realidad, sostenemos la presencia — (2000): Viena y Manchester .Correspondencia entre
de ese poder, quizá porque decir que no lo hay, afirmar Sigmund Freud y su sobrino Sam, Madrid, Editorial
no verlo, encierra un riesgo... Así, al nombrar procesos Síntesis.
de explotación, discutir la conveniencia de tal o cual — (1995): Edición crítica de la correspondencia de
novísmo objeto, moda o proceso de masificación y Freud. A cargo de Nicolás Caparrós, Tomo I, Madrid,
exclusión, topamos con la racionalización realista: la que Quipú Ediciones.
nos hace decaer de lo que de verdad vemos. GAY, P. (1988): Freud. Una vida de nuestro tiempo, Bar-
21
R. Barthes, Mithologies, Seuil, 1970. celona, Paidós.
GÓMEZ, C. (1998): Freud, crítico de la ilustración, Bar-
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