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[ Revista de Extensión Cultural | Número 60 |
David J. Robinson
DUWLHQGRGHXQDUHÀH[LyQVREUHODSDODEUD³OXJDU´\HOFRQVHQVRGH
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FRUURERUDUVHHQODFRQVWDQWHUHVLJQL¿FDFLyQGHORTXHVHGH¿QH
como “lugar”.
Introducción
Tabla 6.1 Algunos términos para “lugar” en español. Fuente: elaborada por el autor
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sinónimos vista o panorama), que en la forma en que el “lugar”, como ha sido usado en nuestras investigaciones
término ha evolucionado y es usado en inglés. en inglés, parece estar singularmente ausente del
que nos permite el análisis toponímico es entender la real). Los muchos nombres de las jurisdicciones civiles
HGDGRWHPSRUDOLGDGGHOXJDUHVVRFLDOPHQWHGH¿QLGRV —Nueva Granada, Nueva Galicia, El Río de la Plata,
y la penetración de nuevos elementos en los nombres. Venezuela— todas hablan de la transferencia simbólica
[ Revista de Extensión Cultural | Número 60 |
Sallqa
ordenado
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En Mesoamérica, los calpullis adoraban a dos dioses,
IUHFXHQWHPHQWH OD GXDOLGDG GH ORV VH[RV R HQ RWUDV
Figura 6.1 Esquema de los patrones de un tipo ideal de pueblo 6L H[DPLQDPRV XQD UHSUHVHQWDFLyQ FDUWRJUi¿FD FUXGD
andino.
de un tipo ideal de un pueblo andino podemos interpre-
Fuente: Isabell (1978).
WDUHVWRVSDWURQHVFRQPiVFODULGDG¿JXUD(OD\O-
lu en sí mismo estaba dividido en dos partes y el pueblo
Ñawapaq pachakunapi: lugares prehispánicos bipartito estaba ubicado a horcajadas en sus límites. El
pueblo media entre el alto territorio de la puna (sallqa)
Es difícil encontrar una relación más cercana entre na- y el paso del valle (mayopatán). Irradiadas del centro
turaleza y cultura, y comportamiento y lugar (aunque de la mitad, se alinean las capillas, cada una con su
ídolo primitivo (ahora una cruz), y la ubicación de las pluma de un presunto descendiente de uno de los
PiVVLJQL¿FDQWHVHVWiQ¿MDGDVHQORVOtPLWHVGHODV]R- últimos incas en el siglo XVII, Huamán Poma de Ayala
nas culturales-ecológicas. Estas capillas-altares se con- (Adorno, 1986 y Pease, 1985). Él nos provee de una
virtieron en lugares en los que se realizaban rituales de las más detalladas imágenes del poder del lugar de
de fertilidad y cosecha en los ciclos estacionales de la la cultura del siglo XVII 8Q H[DPHQ PLQXFLRVR GH VX
comunidad. PDSDPXQGL¿JXUDUHYHODTXHDSHVDUGHTXHVX
forma fue imitada a los europeos, su contenido es rico
Ecológicamente, el ayllu combinaba pastos de altura en el simbolismo de lugar. Su población central (donde
\WLHUUDDJUtFRODXQDH¿FLHQWH\FRQVHUYDFLRQLVWDLQWH- por supuesto uno esperaría encontrar Jerusalén o Roma
gración vertical que Murra (1975) ha fechado del siglo después de un siglo de gobierno español), es Cusco, el
XV y la cual demarca, socialmente, el lugar del hombre pivote andino de los cuatro cuartos del mundo andino.
salvaje o sallqaruna de la puna alta de su contraparte, 3RU FLHUWR FODUL¿FDQGR GHWDOOHV GH OtQHDV QR PX\
el hombre civilizado del bajo valle. La base del poder distintivas, en su mapa podemos distinguir esos cuatro
del ayllu normalmente residía en el pueblo, donde el cuartos por nombre: los cuatro suyos incaicos. En
varayoq mantenía control y mediaba las disputas sobre general, es no menos que una simbólica representación
una base rotatoria que no debía ni a los individuos ni del Tawantinsuyo, una imagen cuatripartita del universo
a los grupos el derecho de ejercer permanentemente el andino.
poder. Servir como líder indígena era (y todavía es),
SRU OR WDQWR KDFHU XQ VDFUL¿FLR HFRQyPLFR GH FRUWR Detalles tanto o más interesantes pueden ser identi-
SOD]RSRUHOEHQH¿FLRGHOSUHVWLJLR\ODSRVLFLyQSHU- ¿FDGRV 6H YH TXH ORV PLVPRV FXDWUR FXDUWRV HVWiQ
PDQHQWHHQHOFRQWH[WRVRFLDOGHODFRPXQLGDG(QORV divididos en dos pares, dos formando el sector de
más altos niveles de la puna moraban las deidades, los arriba y dos el sector de abajo: el modelo de imperio y
ZDPDQLV, custodiando los lagos y los picos y a quienes universo puede ser percibido representando el mismo
los pagos rituales debían ser hechos cuando la tierra banán/urín que mencionáramos antes en el espacio
estaba “abierta” a tales ofrecimientos. microcósmico del ayllu. Este es un ordenamiento de
lugares y espacios que Zuidema (1964) y otros han
1XHVWUR OXJDU PLFURFyVPLFR DQGLQR SRU WDQWR UHÀH LGHQWL¿FDGR FRPR OD HVWUXFWXUD EiVLFD HQ OD FXOWXUD
jaba una sincronización del uso de recursos, una andina, tan antigua como nuestra evidencia nos permite
PHGLDFLyQ GHO FRQÀLFWR VRFLDO HQ OD IRUPD GH ODV
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un mapeo) (Platt, 1978). Sagrado y profano tiene aquí Otros etnohistoriadores arguyen que la mitad o porción
XQVLJQL¿FDGRHFROyJLFR\FXOWXUDOTXHODPD\RUtDGH arriba/derecha podría ser igualada con masculinidad, la
europeos encuentra difícil de describir; sin embargo, cual contrapuntea la complementaria femineidad de la
es reconocido que dichos elementos eran componentes porción abajo/izquierda. Con temor a que sea pensado
integrales del ayllu y el calpulli. que la representación de Poma de Ayala no es más que
una construcción teoría, debe ser mencionado que los
Algunos se estarán preguntando cómo estos microcos- arqueólogos están encontrando, en creciente cantidad,
mos se relacionan unos con otros y cómo sería la rela- la información que demuestra que los límites de los
ción potencial en niveles más grandes de desarrollo. cuatro suyos (las líneas ceques) no solamente fueron
Para contestar parcialmente esta pregunta podríamos demarcadas sobre el suelo, sino que las estructuras in-
volver la mirada a la evidencia de las estructuras del ternas de las comunidades también fueron afectadas
imperio Inca, visto con los ojos perceptivos y la hábil por su presencia.
Gracias a un reciente análisis etnohistórico sabemos siones y tiranteces cuando el poder local se sintió desa-
DKRUD PXFKR PiV GHO VLJQL¿FDGR GH ORV FXDWUR suyos ¿DGRSRUVXSURSLDVHJPHQWDGD\MHUiUTXLFDVRFLHGDG\
en la relación de poder entre los grupos competitivos. SRUORVGHVDItRVH[WHUQRVGHORVJUXSRVQR6HGHQWDULRV
Lograr acceso al lugar central (Cusco) era la mira de (Stern, 1982 y Spalding, 1984).
todos los competidores a la autoridad inca. De los tem-
plos en el costado abierto de la gran plaza del Cusco, Localizando el colonialismo
debajo de la barriga del puma simbólico cuya silueta
forma la ciudad, de entre las metafóricas piernas de Nuestra segunda etapa, el colonialismo hispánico, nos
los dioses aquel vasto imperio podía ser controlado provee de una rica diversidad de comportamientos,
(Chávez, 1970). ahora de poderes imperiales dirigidos para establecer
su propia identidad cultural. En muchas instancias esto
Cualquier intento para recopilar los elementos de pudo ser mejor logrado por medio de políticas diseña-
“lugar” del mundo prehispánico necesariamente de- das para socavar y capturar la base de poder de las cul-
bía remarcar no solo la interdependencia de la forma turas aborígenes, aunado a un persistente proceso de
cultural, comportamiento social y lugar, sino también reestructuración cultural (Wachtel, 1971). Esto último
la manera en la cual los lugares pequeños o grandes descansó sobre un nuevo conjunto de normas y regula-
fueron estructurados jerárquicamente y, quizás más im- ciones de lugar mediante las cuales España y Portugal
portante para nuestra preocupación inmediata, paralela (en un menor grado) reprimieron a la población indí-
a la posición de poder dominado por la élite inca. Ser gena. Los aborígenes (por lo menos aquellos quienes
nombrado en un cargo en Quito o Chile central fue la no murieron por el ataque violento de enfermedades
SHRUVXHUWHTXHSRGtDHVSHUDUXQR¿FLDOGHOLPSHULR HSLGpPLFDV WXYLHURQ TXH VHU ¿UPHPHQWH ORFDOL]DGRV
en su nuevo lugar, que se encontraba bajo el control
Igualmente importante fue la manera por la cual, en el político de los blancos, en las profundas sombras de la
periodo inmediatamente anterior al contacto con Es- segregación racial y físicamente separados de los re-
paña, estas macroestructuras fueron pasando por ten- cién llegados (Lockhart & Schwartz, 1983).
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[ Universidad Nacional de Colombia | Sede Medellín |
Figura 6.2 Mapamundi de Tawantinsuyo. Dibujo de Huamán Poma de Ayala. Recuperada del artículo original. Fuente: sin datos.
Los españoles trajeron con ellos, al Nuevo Mundo, un Estas urbes no fueron legalmente para uso residencial
conjunto de instituciones, un complejo de artefactos de los indios, quienes para ser protegidos de la posible
culturales y patrones de comportamiento que los dis- contaminación cultural de los vicios de los hispanos
tinguieron inmediatamente de sus antecesores. La fe fueron proveídos de especiales asentamientos a dis-
FDWyOLFDODIDPLOLDH[WHQVDHOVLVWHPDXUEDQRHOGHVHR creta distancia de los pueblos hispánicos. Los pueblos
por y el conspicuo goce de la riqueza material —todo de indios reproducían la forma de las villas hispánicas
esto y mucho más—, tuvo serias consecuencias para y a los indios de mayor jerarquía les fueron asignadas
hacer y cambiar el lugar en América Latina. similares funciones, aunque de un tipo más restringido
que a las de la “gente decente” de origen español (Gib-
Quizá lo más simbólico de los nuevos lugares creados son, 1964).
en la América española fue las docenas de centros ur-
banos establecidos a lo largo del Nuevo Mundo. Las Esta “civilización por asentamiento” promovió cam-
calles dibujadas como un tablero de ajedrez, el lugar pañas mayores para reubicar a la dispersa población
central (la plaza), la diferenciación formal y funcional indígena. El principal objetivo de su reubicación, en
entre lo central y lo periférico, todo estableció un nue- pueblos nucleados (las famosas congregaciones o re-
vo orden cultural (Nutall, 1921-1922 y Borah, 1972). ducciones), fue permitir mejor control político y ad-
El más humilde de los asentamientos, alguno de los ministrativo, y facilitar la requerida conversión de los
cuales difícilmente podríamos designar urbano hoy en paganos a la nueva fe católica (Fals Borda, 1956; Cline,
día, incluyó estos elementos vitales. En su corazón des- 1949; Lovell, 1985 y Málaga, 1975). Es importante
cansaba la plaza, ese espacio abierto en el cual habían hacer notar que el movimiento descendente de las al-
sido asentados los símbolos gemelos del poder imperial turas a los valles de la población aborigen, además de
español, la espada y la cruz, que funcionó por siglos representar una fase nueva en la agricultura de las tie-
como el lugar en el cual se socializaba a través de re- UUDVEDMDVWDPELpQVLJQL¿FyHOGLVWDQFLDPLHQWRFRQVXV
uniones públicas, o de la ceremonia del paseo; el lugar dioses de los cerros y montañas. Es evidente también
en el cual se realizaban negocios, ya en los puestos del que en los nuevos pueblos las estructuras de mitades
mercado o en las cubiertas arquerías del rededor; el fueron recreadas y fatalmente penetradas por los intru-
lugar cerca del cual era mejor ubicar una vivienda, el sivos lugares centrales, los cuales desbalancearon la
lugar donde el vecino, o el residente orgulloso y regis- dualidad del lugar aborigen.
trado del pueblo debía portarse de una manera apro-
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permitían al humilde parodiar al poderoso, al pobre económicos, de obligaciones sociales y del uso del
ridiculizar al rico, los negros e indios se ponían más- SRGHUSROtWLFRDIXHU]DGHFRQH[LRQHVIDPLOLDUHV6LVHU
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normalmente fue un sine qua non por el comercio y sus ¿FDGR SDUD FHOHEUDU HO WULXQIR GH OD LQGHSHQGHQFLD
FRQH[LRQHVFRQHOH[WUDQMHURODVFXDOHVIXHURQLQFUH- política: bulevares y rutas procesionales abrieron
SHUVSHFWLYDV D ORV DUWHIDFWRV \X[WDSXHVWRV GHO HVWDGR
sus demandas recreacionales y ocupacionales. Los bri- en Europa. No se debe olvidar que para conocer a los
tánicos con sus clubes de críquet y polo, los italianos latinoamericanos verdaderamente ricos de 1900 uno
construyendo sus canchas de boche y los criollos cre- habría tenido que visitar los hoteles de Londres o París,
ando lo que imaginaron era el pasatiempo propio de y especialmente la Riviera Francesa.
los hombres y mujeres decentes —botear en el club
regata sobre el lago Xochimilco, cazar con la jauría de En Chile, al colonial Norte Chico se adicionó el Norte
sabuesos en Santiago de Chile (mayo, 1987) un día en Grande minero y la selva sur colonizada por los ale-
las carreras de caballos en el Jockey Club de Buenos manes (Butland, 1957; O’Brian, 1982; Pederson, 1966;
Aires— y donde fuera, la cafetería, la sala de estar y fu- Berninger, 1929; Vayssiere, 1980 y Blancpain, 1974).
mar, el salón de té y el discreto salón de juego (Bossio, Argentina atestiguó la creación de una región en sus
1968 y Scobie, 1974). nuevas pampas, y en el sur profundo, un grupo de gale-
ses luchó para establecer su Cwn Hafryd (Valle Her-
moso) en Chubut (Slatta, 1983 y Bowen, 1966). En bienvenido. Muchos en Argentina, Chile y Venezuela
Venezuela central, los alemanes construyeron su pro- vieron a los forasteros como sospechosos ciudadanos.
pia versión tropical de la Selva Negra, y en la Guayana El antisemitismo también se incrementó. Claramente la
YHQH]RODQDEULWiQLFRV\WULQLWDULRVH[SORWDURQWDQH[L- política de puertas abiertas para la inmigración, básica-
tosamente los campos de oro de Caratal que las autori- mente para cubrir las demandas de mano de obra bara-
dades venezolanas temieron por su soberanía (Robin- ta, tuvo serias consecuencias. “Gobernar es poblar” fue
son, 1973). el dictamen del día, pero algunos preguntaban, ¿quién
JREHUQDUtD D TXLpQ" (Q ORV ¿QDOHV GHO VLJOR XIX los
En Brasil, Costa Rica, Colombia y Venezuela las tie- periódicos chilenos hablaban de los inmigrantes como
rras de café prosperaron y la colonización alemana “más sucios que los perros de Constantinopla”, y “olas
procedió rápidamente (Bergquist, 1978; Franca, 1956 de espuma humana tiradas a nuestras playas por otros
y Holloway, 1980). Aún la remota Amazonía sintió la países” (Solberg, 1970, p. 71). Ramos (1899) describió
mano del desarrollo (Weinstein, 1983); las estepas de a un recién llegado inmigrante argentino como:
la Patagonia atrajeron la atención de colonialistas es-
coceses y galeses (Rey, 1961 y Williams, 1964; 1976), una persona grosera, uno de aquellos seres bajos que
y las pampas a sus contrapartes irlandeses (Korol y Sá- ORVFLHQWt¿FRVIXWXURVHVWXGLDUiQFRQFXULRVLGDGSDUD
bato, 1979; 1981). A todos estos nuevos centros, donde establecer el eslabón de tipos sucesivos de nuestra
H[LVWtDODSRVLELOLGDGGHFRPHUFLROOHJDURQORVR¿FLD- evolución. Con sus gustos baratos, sensuales y su
les consulares británicos, siempre listos para facilitar la amor a los colores brillantes, música ronca y ropa
LPSRUWDFLyQRH[SRUWDFLyQGHSURGXFWRV chillona y cursi, ellos son simplemente inferiores (p.
255).
Todos estos nuevos lugares, y aquellos viejos lugares
ya transformados, simbolizaron sus identidades con el Como los indios de los Andes, los nuevos inmigrantes
nombre. El Dorado, ese lugar del hombre dorado tan fueron usados con propósitos nacionalistas, solamente
diligentemente buscado por los españoles, vino a ser en el interés de aquellos en el poder.
una etiqueta para las docenas de minas en bonanza y
Haciendo lugar para el modernismo
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probablemente para miles de granjas agrícolas. Los
llaneros de Colombia y Venezuela y sus contrapartes,
los gauchos en las pampas del sur (Rausch, 1984 y En su precipitado deseo por crear y modernizar los nue-
optado por luchas armadas y rebeliones abiertas, en Ocasionalmente, las autoridades municipales requerían
algunos casos en alianza con fuerzas ideológicas no HO DVHVRUDPLHQWR GH VXSXHVWRV H[SHUWRV SDUD PDQHMDU
locales (Womack, 1969; Ruiz, 1976; Wasserman, 1984; ORVVLHPSUHLQFUHPHQWDGRVSUREOHPDVGHODH[WHQVLyQ
Crockroft, 1983 y Katz, 1976). metropolitana. Río de Janeiro es un caso ilustrativo. Le
Corbusier, quien fue invitado a visitar a Río en 1929,
Una cosa es cierta: en los últimos veinte años América admitió haber sido inspirado por la transparente belleza
Latina ha presenciado una reemergencia de identidades de la localización de la ciudad; tanto que admitió “un
y acciones locales y regionales en las áreas urbana y fuerte deseo, un poco loco quizás, de intentar un aven-
rural. En su movimiento a las ciudades los migrantes tura humana: el deseo de establecer una dualidad, crear
no han roto vínculos con sus lugares de origen, ni se ODD¿UPDFLyQGHOKRPEUHFRQWUDRFRQODSUHVHQFLDGH
han asimilado a la blanda y homogénea cultura urbana. ODQDWXUDOH]D´(YHQVRQS(VWDD¿UPDFLyQ
Al contrario, la evidencia muestra el mantenimiento sin embargo, hubiera tomado la forma de una inmensa
autopista de cien metros de alto con bloques de aparta- Sin embargo, más allá de las escalas locales y naciona-
mentos debajo, la cual para Le Corbusier hubiera sido les el lugar relativo de América Latina, en la estructura
“una poesía de geometría”. Afortunadamente para Río GHSRGHUGHOFRQWLQHQWH\HQODH[SDQVLRQLVWDSROtWLFD
este poema quedó sobre el papel y todavía se puede económica mundial, comenzó lamentablemente a ser
gozar la caótica belleza de Copacabana e Ipanema. establecido. El voraz y codicioso saqueo de recursos de
John Bull en el siglo XIX fue reemplazado por la pater-
/RV SROtWLFRV UiSLGDPHQWH DSUHFLDURQ ORV EHQH¿FLRV nalista atención del Tío Sam en nuestro siglo. Los “hi-
potenciales del sentimentalismo arraigado en los nive- jos latinos” pudieron quedarse tranquilos y felices bajo
les locales y regionales (Oszlak, 1981). Muchos de los la protectora custodia de Mr. Monroe, las “hijas erran-
principales asuntos políticos del siglo XX, en América tes” pudieron ser gentilmente persuadidas de portarse
/DWLQDSXHGHQKDEHUVHRULJLQDGRHQHOFRQWH[WRGHXQ con propiedad; los enfadados vecinos latinos debían
FRQMXQWRGHFLUFXQVWDQFLDVHVSHFt¿FDV:RUWPDQ ser aguantados, aunque no muy placenteramente, por
y Flores, 1977). Los conservadores serranos de Quito, el gran país del norte y un reformista dolor de garganta
por ejemplo, de pronto chocaron con los arrogantes li- o una úlcera revolucionaria pudieron ser curados con
EHUDOHVGH*XD\DTXLOTXLHQHVYLHURQEHQH¿FLRVHQHO dólares o cuando fue necesario, por la fuerza (Johnson,
nuevo orden social basado en el comercio (Deler, 1981 1980). Los latinoamericanos comenzaron a ser cons-
y Alaya, 1978). cientes del lugar en que habían sido ubicados por sus
más poderosos vecinos del norte. Se dieron cuenta de
En cada país las raíces de la ideología del partido pue- que los “americanos” eran ahora anglos y no latinos, y
den ser buscadas en pequeñas localidades, en indivi- resintieron profundamente el hecho de ser vistos como
GXRVHQFRQWH[WRVTXHGHPDQGDURQXQDUHDSUHFLDFLyQ una virtual vergüenza al progreso del hemisferio. Una
de la justicia social y de las políticas estatales (Maga- vez formados los estereotipos sobre gente y lugar, cam-
llanes, 1973; Schwartzman, 1973; Hardoy y Langdon, biarlos ha resultado difícil.
1982; Murilo, 1980; Park, 1985 y Anderle, 1985).
Todavía al interior de América Latina misma los pro-
3DUD OD LGHRORJtD GH L]TXLHUGD OD FLXGDG FRQ VX ÀD- blemas de lugar continúan. Los intentos de regionaliza-
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grante ostentación de riqueza y capitalismo yanqui ha ción del desarrollo económico se han estrellado en las
sido puesta en la mira de la crítica y ha fomentado el rocas del regionalismo y en los deseos de los pueblos
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y utilización de recursos son los dos lados de la misma
moneda en el desarrollo—. Hay siempre un confort $PHULFDQ+LVWRULFDO5HYLHZ, 60(1), 32-48.
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