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La película habla acercad de una crítica al gobierno de mexico actual y sus turbias

relaciones con los principales medios de dicho país, los mismos que han sido los
promotores del apoyo mediático de los gobiernos de turno, cuyas administraciones han
legado una cantidad muy extensa de casos de corrupción. Es importante acotar, que aquello
es una consecuencia del poder de los medios, que en la modernidad mantiene al ser humano
promedio consumiendo lo audiovisual, de ahí que los gobiernos realicen sus propios
cambios para obtener una imagen que altere sus formas de hacer política, es decir, que lo
que retrata Estrada en la película es la preponderancia de la imagen que modifica el
contenido formal de la política, para someterla a las leyes propias de lo visual. La
tecnología ha hecho que los medios midan las impresiones del tele-espectador, con la
finalidad de manipular su opinión respecto a los gobiernos o instituciones que controlan la
sociedad, este poder mediático surge por medio de un acuerdo tácito entre el magistrado y
el periodista, que según Regis Debray, es el terreno fundamental en dónde surge el Tele-
estado.

Los fundamentos del tele-estado se hallan explicados en la película, uno de ellos es dónde
surge la llamada “caja china” cual artefacto simbólico que implica  una manipulación de la
información, con la finalidad de esquivar la atención de las audiencias hacia temas
sensacionalistas a fin de encubrir ciertas cuestiones que ponen en riesgo la reputación del
funcionario o de la propia institución. Otro tema es la “personalización” de cierto
funcionario o institución que requiere para su imagen pública, con el fin de maximizar su
“eficacia simbólica” ante el público; en la película, se muestra al gobernador Vargas
negociando con la televisora respecto a su imagen deteriorada, con el fin de proyectarse
para la presidencia, las implicaciones mediológicas en esta cuestión es apabullante, ya que
la carga audiovisual disparada contra el espectador ha hecho a aquel que ejerza el poder
acabe no solo modificando sus programas, acorde a las leyes del tele-estado, sino a su
propia persona, cual figura que es “personalizada” por la misma televisora y que atestiguará
su presencia, ante el ciudadano corriente, que devaluará o no su autoridad. Es importante
recalcar el uso de la “caja china” en esta cuestión, sobre todo, en cada mal gestión por parte
de la autoridad, la televisora se encarga de aumentar el sensacionalismo barato, con el fin
de desviar la atención, y no afectar la integridad del magistrado, que negoció con la
televisión en la cuestión de su imagen, a ello elude su eficacia simbólica.

En conclusión, el impacto de la televisión ha sido parte de una democratización de todas las


cuestiones de índole política, que incluso inciden en la distribución de los poderes sociales
a nivel mundial. Ya Greppi había observado que el orden de los gobiernos se basa en un
principio de legitimación contenida en las estructuras: políticas y jurídica que disponen de
los recursos económicos, militar, y simbólico.  Este último recurso es usado por los medios
actuales para crear nuevos espacios pos-soberanos en la voluntad colectiva (apertura al libre
mercado, multiculturalismo, etc) sin que exista una transparencia en el manejo del capital
de información, en base a lo comentado, se puede objetar que existe una doble relación en
los acuerdos entre los medios y los gobiernos. 1) que el gobierno construya una imagen
suya, que desdibuje su real administración. 2) que los medios se encarguen de la formación
de una voluntad colectiva, que apoye las nuevas divisiones de poderes en la sociedad. La
segunda siempre dependerá de la primera.

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