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¡
Una nueva casa, un futuro esperanzador! Pero
los Stanhope no habéis terminado de desem-
paquetar vuestras cosas cuando os dais cuenta
de que algo no va bien. Es una preciosa casa de
tres plantas de aspecto victoriano a las afueras de
un pequeño pueblo, abandonada desde hace más
de una década y, por fin, puesta a la venta tras la
muerte de su propietario, un excéntrico millonario
que mandó construirla de una manera muy especí-
fica. Nunca os gustó la distribución (tiene pasillos
larguísimos y sinuosos, la cocina tiene balcones, el
salón es tan alto que ocupa dos plantas, etc.) pero
la zona es ideal para el nuevo trabajo de Mary, la
casa está en perfecto estado y el precio es ridícu-
lamente bajo.
Aun así, no contabais con las voces.
No las escuchasteis cuando visitasteis por prime-
ra vez la propiedad y nadie os habló de ellas, pero
ahora son evidentes. Varias voces ininteligibles sue-
nan aquí y allá. Con el tiempo podéis distinguirlas;
dos voces de adultos y varias de niños. Hablan y,
aunque no podéis detectar de dónde provienen,
siempre están cerca. A veces os parece que vais a
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abrir una puerta y estarán detrás. A veces parece
que las trae y las lleva el viento. No sabéis de quié-
nes son ni lo que quieren, pero dan miedo. Por si
fuera poco, el segundo día de mudanza las cajas
amanecen fuera. Habíais dejado todas vuestras per-
tenencias en el vestíbulo, aún sin colocar, pero a la
mañana siguiente estaban en el porche, mojándose
con la lluvia. Esta fue la primera vez que algo cam-
bió de sitio, pero no la última. Tampoco es lo peor
que va a ocurrir en la casa.
Jeremy no lo está pasando bien; no ha hecho ami-
gos desde que llegó. Hasta que unos niños de su
edad, jugando al béisbol en un descampado cercano,
lanzan una pelota que rompe la ventana del sótano.
Los niños vienen a pedir perdón y a pedir que le
devuelvan la misma, pero solo está Jeremy para aten-
derles. Mientras está hablando con ellos, la pelota es
lanzada desde el interior de la casa, dándole a uno de
los niños en la cara. Nadie entiende qué ha pasado ni
quién le ha lanzado la bola, ya que la casa está vacía.
Si alguien de la familia pregunta en el pueblo
sobre la casa, nadie sabe contestar. Martha, la hija
pequeña, se encuentra con un mendigo anciano,
borracho como una cuba, que dice haber construi-
do la casa. Fue uno de los peones de la construcción
junto a su hija, la cual desapareció el último día de
la obra. Todo el mundo asume que la joven, bas-
tante juerguista, se fugó en cuanto cobró, pero su
padre cree que, de alguna manera, ella sigue dentro
de la casa. Excepto por este incómodo encuentro, la
gente a la que preguntan es educada y no muestra
ninguna hostilidad.
Si deciden poner cámaras o investigar por los al-
rededores, la familia podrá ver una figura sospecho-
sa que les observa desde lo alto de un cerro cercano
toda la noche. Ha aparcado su coche al otro lado del
montículo y huye en cuanto alguien se le acerca...
LAS APARICIONES
Durante un tiempo las cosas se estabilizan. Sí, se
siguen escuchando susurros y a veces algunas cosas
cambian de sitio. Los juguetes de Martha fueron
cambiados por otros diferentes y el papel de las pa-
redes ha sido arrancado. La tele cambia de canal o
se apaga sola, y las cortinas aparecen descorridas en
algún momento o no aparecen, pero con el paso de
los días, la familia acaba por normalizar estos fenó-
menos. Hasta el día de la primera aparición.
Para esta escena debes contar con la colabora-
ción del jugador o jugadora que interprete a la ma-
dre. Mary está enfadadísima por algo y le echa la
bronca a Jeremy, que se encuentra tranquilamente
jugando en su cuarto. El problema es que el niño
no es culpable de lo que le acusa. Pásale notas a
Mary durante la escena para que fuerce la discu-
sión, que grite exageradamente... hasta que se vaya
de la habitación dando voces. Entonces la madre,
la verdadera madre, llega a casa; estaba trabajando
y acaba de volver después de pasar toda la mañana
fuera. Quien le dio esas voces a Jeremy no era ella.
Era una aparición.
A partir de este día, los susurros empiezan a
ser más reconocibles. Son voces de ellos mismos.
Hablan y dicen cosas sin sentido, sueltan frases
aleatorias. Nadie sabe lo que está pasando y las
apariciones se repiten; cada vez son más frecuentes,
cada vez más aterradoras.
Russell, el padre, se queda encerrado en la ha-
bitación de la colada recogiendo la ropa de la se- golpee y le haga daño. El fenómeno termina igual
cadora. Entre la ropa, descubre una bolsa cerrada que empezó.
y, dentro de ella, una nota que dice «fuera de mi Un día descubren una ventana rota en el estu-
casa». Reconoce que es su propia letra, pero él no dio de trabajo. Todos los papeles del despacho están
la ha escrito. Entonces las luces empiezan a titilar removidos y hay pisadas desde la ventana hasta el
y los muebles y electrodomésticos a abrir y cerrar cerro donde estaba el otro día la figura. ¿Qué está
violentamente sus puertas. Puede que alguno le ocurriendo? Y por si fuera poco, los retretes de la

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casa empiezan a rezumar aguas fecales; la fosa sép-
tica se ha llenado y hay que drenarla.
LA CIENCIA
El hijo de Douglas McIntyre murió cuando era un
bebé. No fue culpa de nadie; pequeñas tragedias
ocurren todos los días. Pero Douglas se culpó a sí
mismo y se recluyó buscando una solución. Su mujer
lo dejó, sus amigos se apartaron de él y sus innume-
rables negocios empezaron a estar amenazados por la
bancarrota. A él solo le importaba recuperar a su hijo
y, después de años de búsqueda, encontró la manera.
Se necesita un artefacto muy concreto, grande
como una casa y con una forma muy específica para
poder viajar entre dimensiones. Douglas McIntyre,
con solo una pequeña parte de su fortuna, fue capaz
de mandar construir ese edificio tan peculiar. Fue al
universo paralelo y robó a su propio hijo de las manos
de sí mismo. Por supuesto, el otro Douglas McIntyre
también amaba a su hijo y, después de hacer las
mismas investigaciones, construyó la misma casa en
el mismo punto y viajó de vuelta a esta dimensión
para recuperar lo que era suyo. Y murió. El Douglas
McIntyre de esta dimensión mató al de la otra y lo
enterró en el jardín, donde la familia está a punto de
construir una nueva fosa séptica para la casa.
En la otra dimensión, la casa se vendió mucho
antes y los Stanhope viven allí desde hace más de
una década y han tenido tres niños en vez de dos.
Nunca han tenido problemas de fantasmas porque
la casa estaba vacía en esta dimensión, pero aho-
ra están asustados por todo lo que está ocurriendo.
Alguien llenó su porche de cajas, han aparecido cor-
tinas y juguetes en lugares donde antes no estaban
y Mary habló con alguien que no era su hijo en un
momento dado...
EL CRUCE
La familia debe estar planteándose seriamente huir
de la casa. No es tan fácil, y más desde que ha apa-
recido desenterrado un cadáver en el jardín de la
propiedad; una razón poderosa para espantar a los
posibles compradores. Además, Mary está hacien-
do un gran trabajo en la empresa de reformas. No
ha terminado su primera casa y ya está firmando
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acuerdos para nuevas obras. Uno de sus nuevos
clientes es un hombre mayor, ya retirado, que tra-
bajaba antiguamente en la construcción. Fue el jefe
de obra de la mansión McIntyre y tiene bastantes
anécdotas al respecto. Lo más interesante de todo
es que tuvo que construir una habitación dos ve-
ces. Una vez levantaron los muros y terminaron los
remates de una de las habitaciones de la primera
planta (una pequeña después de un gran pasillo),
esta desapareció. Al día siguiente la habitación no
estaba, como si esa sección de la casa nunca hubiera
sido construida. Tuvo que ser creada de nuevo y el
señor McIntyre pagó el retraso y los materiales otra
vez sin ningún problema; con una sonrisa triunfal
en los labios, de hecho.
En este punto Russell cruza un pasillo y entra en
la otra dimensión. Por la ventana no se ve lo acos-
tumbrado, ya que en este universo la policía no ha
acotado el perímetro donde encontraron el cadáver.
Una niña pequeña llama a Russell «papá» y quiere
jugar con él, pero no es Martha. Russell, después de
varios intentos y giros, consigue volver a su dimen-
sión. Y cuando por fin está de vuelta, un hombre
acaba de raptar a su hijo Jeremy. Sigue en la casa,
con un cuchillo en el cuello del niño, con el resto de
la familia mirándoles impotentes...
EL EX T RANO
El hombre que ha entrado en la casa (el mismo
que espiaba desde el cerro) es el hijo de Douglas
McIntyre, Michael. No ha heredado nada porque
legalmente está muerto; vivía oculto y nadie sabía
de su existencia. En su lecho de muerte, el millona-
rio confesó su terrible crimen a Michael y este, que
siempre había sospechado algo, entendió que tenía
que volver.
Pero Michael no sabe cómo hacerlo. Ha tarda-
do mucho en descubrir que la casa es realmente
la manera de viajar entre dimensiones. Aunque
Douglas le confesó que su verdadero padre esta-
ba muerto, no sabe activar el artefacto para volver.
Rebuscó entre los papeles y se coló en la casa para
intentar llegar a ese universo alternativo, sabiendo
que debía hacer un trayecto concreto para volver.
Al no conseguirlo, se puso a vagabundear por la
casa esperando que, a la vuelta de una esquina,
encontrara algún resorte que le permitiera volver.
Hasta que se encontró con el niño...
EL FINAL
Cómo termina esta historia solo depende de los
jugadores. Quizás ayuden a Michael a cruzar al
otro lado o le maten para proteger a su hijo. Quizás
consigan convivir con la otra familia o se marchen.
Posiblemente no logren parar al extraño y la otra
famila Stanhope deba ayudar. O la hija del men-
digo esté amenazando al hijo de la otra dimensión
simultáneamente, queriendo volver después de una
década perdida allí.
Puede que alguien muera o que los malvados no
sean castigados. Puede que las dos casas se fusionen
para siempre o que el Gobierno requise la casa para
poder controlar el tránsito interdimensional. Pero,
en cualquier caso, la historia termina aquí. Gracias
por venir a la mansión McIntyre.
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SIST EMA DE JUE
Todos los personajes tienen un arquetipo. Un arque-
tipo es aquello que define la esencia de tu personaje,
puede ser su trabajo, dedicación o cualquier otra carac-
terística lo suficientemente importante.
Siempre que un personaje no jugador vaya a tener
relevancia en la historia, debería tener su propio ar-
quetipo y se debería escribir en una hoja para llevar
constancia de ello.
Algunos de los personajes son más importantes y se
denominan «personajes con nombre», y se definen por
un arquetipo y tres aspectos (al conjunto de arqueti-
po y aspectos lo denominamos atributos).
Los jugadores/as siempre llevarán personajes con
nombre y, por lo tanto, tendrán atributos, es decir un
arquetipo y tres aspectos.
El sistema es muy ligero y premia la narración: siem-
pre que el resultado de una acción sea incierto, se ti-
ran 2d10 contra una Dificultad de 10 (Normal), 15
(Difícil) o 20 (Imposible).
̌ Igualar o superar la Dificultad, es un éxito; si no,
será un fallo.
̌ Un resultado doble que supere la Dificultad es un
éxito crítico: se consigue lo que se proponía, e in-
cluso más; puede ser una consecuencia favorable
extra, tardar menos tiempo en la tarea, etc.
̌ Un resultado doble que no supere la Dificultad es un
fallo modulado: el jugador decide qué ha salido mal.
Cuando se hace algo que se refiere al arquetipo se
obtendrá un dado extra. Durante la aventura se podrán
usar los aspectos del personaje de la misma manera
que el arquetipo (añadiendo 1 dado a la tirada). De
la misma manera, si algo otorga Ventaja (un arma o
herramienta, recibir ayuda, u otras circunstancias que
se den en la partida), podría añadir un dado adicional.
El máximo de dados que podremos tirar durante la
aventura es de cinco dados. Uno por el arquetipo, otro
por algún aspecto, otro por la ventaja que pueda haber
argumentado el jugador, y los dos que normalmente
se tiran.
Se pueden añadir estos dados a la tirada, pero sola-
mente elegir dos para el resultado final.
̌ Si el jugador supera una tirada, debe narrar las con-
secuencias de su acción, pudiendo tachar un aspec-
to o arquetipo (el arquetipo siempre es lo último
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que se tacha) y determinar el destino de algún per-
sonaje no jugador con el que esté interactuando («se
va llorando», «cae inconsciente», etc.), siempre y
cuando no vaya contra los aspectos aún no tacha-
dos que definen a ese personaje no jugador.
̌ Si al tachar atributos el personaje se queda sin
ninguno que poder tachar, es decir, tacha hasta
su arquetipo, entonces el jugador podrá narrar la
muerte o incapacitación de ese personaje. De esa
manera, los personajes con nombre son mucho más
difíciles de derrotar que el resto y, a efectos de juego,
también es más difícil impedir que siga actuando.
El director o directora de juego nunca tira, ya que tiene
control narrativo y todo lo que hagan los personajes no
jugadores será éxito automático si el director así lo de-
cide. Si algún jugador quiere oponerse, debe superar la
tirada con la Dificultad definida.
Igual que los personajes no jugadores con nombre,
un personaje jugador que falle una tirada (o que el di-
rector decida que ha recibido un impacto sin tirada)
deberá tachar uno de sus atributos, empezando con
los aspectos. Al tacharlo, no podrá utilizar ese aspec-
to, representando las heridas sufridas. Si se queda sin
aspectos y debe tachar el arquetipo, el personaje ha
muerto o está incapacitado.
— Cordura —
Cuando un jugador deba tirar por su cordura bajo el
criterio del director de juego, no pasar la tirada le obli-
gará a añadir al lado de uno de sus aspectos una ca-
racterística negativa. Primero incidiendo en sus tres
aspectos y por último en el arquetipo.
En ningún momento se le impedirá al jugador usar
los aspectos con las descripciones negativas para ayu-
dar en sus tiradas de acción, pero al fallar generará una
situación comprometida con dicho aspecto, que ahora
tiene un elemento negativo:
̌ Teniendo un aspecto con sesgo negativo, se reduci-
rá en un punto el valor de la tirada.
̌ Habiendo dos aspectos con sesgo negativo, se re-
ducirá en dos puntos el valor de la tirada.
̌ Cuando se tengan tres aspectos con sesgo nega-
tivo, se reduce el valor de la tirada en tres puntos.
̌ Con todos los aspectos y el arquetipo con elemen-
tos negativos, perderás al personaje, al convertirse
en personaje no jugador.
MARY STANHOPE RUSSELL STANHOPE
Contratista de obra Amo de casa
Ambiciosa Protector
Perfeccionista Agradecido
Escéptica Coqueto

JEREMY STANHOPE MART HA STANHOPE

Responsable hijo mayor Soñadora hija menor
Cabezota Risueña
Macarra Bruta
Quiere creer Honesta

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 Los Stanhope no habéis terminado de desempaquetar vuestras cosas en la nue-
va casa cuando comenzáis a escuchar esas voces. Unos susurros ininteligibles
que suenan aquí y allá. El segundo día en la casa las cajas de la mudanza apa-
recen fuera. ¿Será una señal para que os marchéis de vuestra preciosa, asequi-
ble y excéntrica casa? ¿Intentaréis quizás negociar una convivencia pacífica con
vuestros lúgubres «compañeros de hogar»?

Autor: Álvaro Loman

Arte: Shutterstock y Andrés Sáez «Marlock»
Edición y corrección: Ana Belén Herrera de la Cruz y
Francisco Javier Valverde García
Maquetación: Jara Villanueva Peñas
Basado en el sistema de juego de Abraham Castro «Zero»

https://shadowlands.es/
info@shadowlands.es

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