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LUZ
Gota a gota, el petróleo amenaza la vida del
Lago
Textos: Vanessa Casanova
Fotografías: Jimmy Pirela
Tras una faena perdida, los pescadores arrastran hacia la orilla sus
lanchas, impotentes ante el avance de una mancha oscura de
petróleo que recubre el agua. Sus instrumentos de trabajo, motores,
redes y ropas, quedaron irremediablemente dañados. Pasan los
días, los peces, cangrejos, camarones y almejas siguen muriendo y
los primeros efectos empiezan a notarse en los platos vacíos de sus
hogares.
Esta escena se repitió el pasado mes de junio, cuando una nueva
mancha de crudo alcanzó las costas del Lago de Maracaibo. El
resultado: 13 mil pescadores afectados y un kilómetro de aguas
contaminadas, un 8% del total de la superficie del Lago, que con 13
mil 280 kilómetros cuadrados se cuenta como el más grande de
Suramérica.
Aunque la situación de emergencia fue negada al principio por el
ministro de Ambiente, Alejandro Hitcher, las imágenes y testimonios
de los pescadores difundidos por medios de comunicación locales y
nacionales contrastaban con la versión oficial. Entretanto, el
Instituto para la Conservación del Lago de Maracaibo (Iclam)
matizaba que no se trataba de una mancha de petróleo, sino de
aceite.
Pese a las declaraciones oficiales, una comisión integrada por Iclam,
Petróleos de Venezuela (Pdvsa), la Guardia Nacional y la Policía de
San Francisco evaluó la situación durante la segunda semana de
junio e inició las labores de saneamiento ambiental. Al término del
mes, el director ejecutivo de ambiente de Pdvsa, Ramiro Ramírez,
aseguraba en un comunicado de prensa que el incidente había
tenido “un impacto de dimensiones moderadas, provocado por
fugas de pequeñas dimensiones y algunas filtraciones” en el Lago,
ubicadas en cinco estaciones de flujo en el Campo Urdaneta del
municipio La Cañada, y que la situación estaba “bajo control”.
Ecosistema alterado
Aunque algunos lo califiquen como “derrames” y otros como
“pequeñas fugas”, un evento de este tipo acarrea consecuencias
sociales, económicas y ecológicas. Para el biólogo e investigador
Héctor Severeyn, cada vez que ocurre un derrame de petróleo –sea
por un accidente naviero o una fuga de una de las miles de tuberías
que se enredan en las profundidades del Lago– se agrava un
problema de contaminación que adquiere ya dimensiones crónicas.
“Decir que una mancha es de aceite, gasolina u otra cosa distinta al
petróleo y que por ende el impacto es menor es algo muy difícil de
corroborar”, afirma Severeyn. Para el investigador del
Departamento de Biología de la Facultad Experimental de Ciencias y
miembro de la Comisión Permanente para el Estudio de la Cuenca
del Lago de Maracaibo y Gestión Integral del Agua de LUZ, en todo
derrame puede observarse una serie de procesos contaminantes
que pueden producir efectos inmediatos, a corto y largo plazo.
“El petróleo es un químico muy complejo. Cuando se produce un
derrame, una fracción del petróleo se evapora, otra parte se
solubiliza en el agua –y quizá es la más dañina porque va
directamente a la columna de agua– y una parte que se hunde
hasta el fondo del lago. Esta última generalmente se meteoriza y
queda atrapada en el sedimento. Podemos verla cuando por
ejemplo vas a una playa y al pisar en la arena te quedan
manchados los pies”, explica Severeyn.
El petróleo que se evapora conforma la película superficial en el
agua, la mancha que la gente ve y cree que comprende todo el
petróleo derramado. “Generalmente ésa es la que atacan las
compañías con los dispersantes, que convierten la película en gotas
pequeñas que se vuelven más densas y se van hasta el fondo del
agua. Son quizá peor que el petróleo depositado en el fondo porque
tienen la tendencia a ser confundidas con alimento, por lo que los
animales en el fondo las ingieren”.
Y allí está uno de los problemas más graves de la contaminación por
petróleo: debajo del agua, el petróleo afecta a los organismos vivos.
Un problema profundo
Con cada derrame de crudo, el ser humano corre el riesgo de ingerir
alimentos contaminados de petróleo. “Los organismos estuarinos
parecieran no verse afectados por la contaminación por petróleo. En
el caso de las almejas, ellas acumulan las sustancias tóxicas en sus
músculos y aparentemente no les causa nada. Pero estas sustancias
producen un proceso que denominamos magnificación, que consiste
en que los organismos de la parte baja de la escala biológica
acumulan contaminantes, en especial metales pesados. Así una
alga se la come un animal hervíboro, ese animal hervíboro se lo
come un carnívoro y ese animal carnívoro se lo come el hombre. A
medida que subimos en la escala biológica aumenta la cantidad de
metales pesados acumulados. Por ello en el hombre se encuentran
magnificados”, alerta Severeyn.
Además de la fracción del petróleo que se evapora y la fracción que
se mezcla con el agua o solubiliza, a largo plazo el petróleo
depositado en el fondo del lago también puede generar procesos
contaminantes. “Ése es el petróleo que degradan las bacterias. El
problema es que este petróleo hundido puede producir lo que
llamamos lixiviación, que es el proceso en el cual la masa empieza a
solubilizarse, y esa solución pasa a la columna de agua. Ésta es la
fracción que se convierte en factor de la contaminación crónica”,
asevera el biólogo.
Del mismo modo sucede con otras fracciones, como por ejemplo el
aceite de las lanchas, la gasolina y el combustible usado por los
barcos. En todos estos casos, se trata de una parte del petróleo que
o bien es soluble, o bien se meteoriza en el fondo del Lago. Es decir,
contaminan de manera similar al petróleo.
¿Prevenir o corregir?
“Estos derrames permiten afirmar que Pdvsa no ejecutó a tiempo un
plan de contingencia. ¿Por qué no se hizo? No sé. Los
procedimientos estaban completamente establecidos por la
industria. Cuando nació el Iclam en 1982 ya existían los controles.
¿Por qué se abandonaron?”, se pregunta Pablo Colmenares. “Estos
procedimientos permitían que cuando, por ejemplo, la guerrilla
hacía estallar los oleoductos y dañaba el río Catatumbo (que provee
60% de agua dulce al Lago), ese petróleo no llegara al Lago porque
se activaban las barreras de contención y se extraía el petróleo de
las orillas del río”, expone.
Para Colmenares, el derrame actual habla de un problema de
negligencia. “Al no haber plan de contingencia, el crudo se extendió
hacia las costas. ¿Por qué no ha habido transparencia en el asunto?
Antes cualquier persona podía sobrevolar el Lago. Ahora está
completamente prohibido por esta administración de Pdvsa. Pero
igual podemos evaluar el avance del crudo por el trazo que se
observa en las imágenes satelitales”. Igual ocurre, a su juicio, con
las actuales denuncias de escape de gases en el Lago. “¿Y qué es
eso? Negligencia pura”, enfatiza.
Para evitar que se repitan futuros accidentes, es fundamental la
prevención. Según datos de Pdvsa, semanalmente se llevan a cabo
117 reparaciones en las tuberías. Pero también es vital la actuación
temprana y efectiva cuando ocurre un derrame, justamente lo que
la industria dejó de hacer, a juicio de Colmenares.
Alberto Trujillo, ingeniero investigador del Centro de Investigaciones
del Agua y también miembro de la Comisión Permanente para el
Estudio de la Cuenca del Lago de Maracaibo y Gestión Integral del
Agua de LUZ, explica que el diseño de un plan de contingencia
depende del lugar donde se extienda el derrame. Si ocurre aguas
adentro, el primer paso para enfrentar la fuga de crudo es el
confinamiento, mediante métodos como las barreras de contención,
para evitar que el crudo se propague hacia las costas.
Luego de confinar, hay que remover el crudo. “Para saber cómo
hacer la remoción hay que determinar primero el tipo de crudo”,
apunta Trujillo. Ello determinará los métodos y compuestos para
atrapar o succionarlo. El crudo removido pasa a tanques y patios de
almacenamiento, donde es tratado para separarlo del agua y poder
reutilizarse.
El asunto se complica cuando el derrame llega a las costas, puesto
que el crudo no se mezcla únicamente con el agua, sino también
con tierra y desechos orgánicos. “En este caso lo ideal sería aplicar
técnicas de biorremediación, en las que el crudo recogido
manualmente en las orillas del Lago es confinado en fosas
especiales donde se aplican técnicas de tratamiento con
microorganismos que fraccionan las moléculas”. Esta técnica de
biodegradación se ejecuta en un suelo especialmente preparado y
emula lo que ocurre en el fondo del Lago cuando las bacterias
degradan naturalmente el petróleo. “En todo caso, el plan de
contingencia debe estar avalado por el Ministerio de Ambiente”,
señala Trujillo.
Agregado 1:
Los efectos de un derrame, paso a paso
Cuando ocurre un derrame de mediana o gran magnitud, el
ecosistema del Lago se ve alterado. No obstante, no todo ocurre
inmediatamente: existen consecuencias que sólo pueden apreciarse
cinco o diez años después, como ocurrió con el derrame del
tanquero griego Nissos Amorgos. El accidente en el canal de
navegación del Lago, producido en febrero de 1997, ocasionó la
muerte de 7.580.000 macroinvertebrados, en su mayoría guacucos
(Tivela mactroides) y chipichipis (Donax striatus) y la desaparición
de al menos 51 especies en los 48 kilómetros de costas del Golfo de
Venezuela. Doce años después, el ecosistema no ha vuelto a sus
condiciones originales.
Efectos instantáneos: se produce una mortalidad masiva de
organismos en el fondo del Lago, así como cualquier otra forma de
vida cercana, como es caso de los organismos terrestres (reptiles,
aves) que habitan cerca de masas de vegetación, como los
manglares. En la columna de agua, el petróleo solubilizado mata los
organismos larvales de las especies que son explotados por la
pesquería (cangrejos, camarones, peces).
Efectos a corto plazo: al morir los organismos en fase larvaria, las
siguientes generaciones de especies no se desarrollan, lo que
provoca una caída brusca en la producción pesquera, situación que
afecta a pescadores y empresas productoras de peces, camarones y
cangrejos.
Efectos a largo plazo: se altera toda la estructura trófica o
alimenticia del ecosistema. Un ecosistema que ha tardado miles de
años en conformarse en una estructura estable y equilibrada es
cambiada. El petróleo obliga al ecosistema a buscar un nuevo
equilibrio. Al dañarse la condición original, el ecosistema entra en
una fase que puede ser peligrosa desde el punto de vista ecológico,
puesto que muchas especies pueden extinguirse y ello altera toda la
trama trófica. Algunas especies que desaparecen nunca vuelven a
aparecer en el lugar, mientras que otras especies “oportunistas”
entran al sistema. Por ende, la estructura trófica nunca vuelve a ser
la misma.
Agregado 2:
El petróleo no es el único culpable
Cuentan las crónicas que hace 400 años los indios tomaban agua
del Lago. Hoy en día nadie puede hacer lo mismo, pero no por la
contaminación por petróleo, sino por las bacterias que habitan en el
agua y se reproducen en presencia de desechos orgánicos. “El lago
es el reservorio de todas las cloacas de Maracaibo, San Francisco,
Cabimas, Lagunillas, de todas las ciudades alrededor del Lago. En
consecuencia, la calidad del agua se ha deteriorado más por los
desechos domésticos e industriales que por el petróleo. El Lago no
se está muriendo por el petróleo, sino por la contaminación
orgánica, responsable del proceso de eutroficación o eutrofización”,
apunta el profesor Héctor Severeyn.
Por ello, la Comisión Permanente para el Estudio de la Cuenca del
Lago de Maracaibo y Gestión Integral del Agua, integrada por
docentes-investigadores de LUZ y expertos de organizaciones
locales, procura brindar soluciones a los organismos locales,
regionales y nacionales para combatir los problemas asociados a la
contaminación del Lago. Basura, lemna y petróleo son
preocupaciones constantes para esta comisión.