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¿De cuántas maneras se puede diseñar un martillo?; ¿cuál es el diseño más adecuado
para una campaña sobre el “cuidado del agua”?; ¿cómo optimizar los recursos y preservar la
estética en el diseño de un edificio?
Las respuestas a estas cuestiones parecen no ser unívocas. Eso se debe a que, aún
cuando el diseño es la planificación de un conjunto de acciones orientadas por fines, los
caminos para alcanzarlos pueden ser múltiples.
Un mismo fin, en este caso disponer de un “objeto para sentarse”, se puede obtener por
diversos medios.
Adviértase que hago referencia a la cuestión del «mejor» diseño; es decir, parto del
supuesto que resulta posible imaginar condiciones óptimas para alcanzar esos fines.
Ahora bien, si observamos las diversas sillas, resulta difícil decidir cuál de esos
diseños cumple con ese criterio de “optimización”. Entre otras cosas porque lo óptimo sólo se
puede evaluar por referencia a los valores comprometidos en dicho diseño.
Así, por ejemplo, si se atiende a lo estético habrá que considerar el contexto en que va
a utilizarse el objeto; si en cambio el valor apunta a lo funcional, habrá que evaluar (al menos
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en el caso de las sillas) su adecuación ergonómica; si se considera lo económico se tendrá en
cuenta el precio del producto; si se la valora en términos ecológicos, se considerará el impacto
medioambiental de los materiales utilizados.
Sin duda, podría reconocerse que existe algo así como un “ideal regulativo”, conforme
con el cual el propósito del diseñador/a es maximizar todos los criterios conjuntamente. Pero,
sin duda, no hay manera de garantizar la realización de ese ideal. Siempre cabe la posibilidad
de imaginar algún otro modo (eventualmente mejor ajustado a esos valores) a la hora de
resolver el diseño de un cierto objeto.
Y esto no le ocurre sólo a las ciencias de lo artificial (Simon, H.; 1973) o ciencias del
diseño- como lo serían la ingeniería, la arquitectura o la misma medicina entre muchas otras.
También la naturaleza encuentra muy diversos caminos para alcanzar idénticos fines.
Se trata de una propiedad que los teóricos de sistemas definen como equifinalidad: ¿de
cuántas maneras se puede “diseñar” una nariz?!! Admitiendo que todas ellas cumplen los
mismos fines (es decir, tienen una función y una posición homóloga en diversos vivientes) la
variedad es tan grande como grande es el espectro de especies animales que se sirven de
respiración pulmonar.
De modo que, diseñar es una actividad orientada por fines y, en el caso, de los diseños
de origen humano, esa actividad supone la elección de determinados cursos de acción (entre
varios posibles!), con vistas a maximizar uno o varios valores comprometidos con el logro de
dichos fines.
Eso supone también que en los enunciados de los problemas y las hipótesis estarán,
más o menos explícitos, el tipo de entidades (o unidades de análisis) privilegiadas, los
aspectos o dimensiones a examinar de ellas (o variables), y los comportamientos o relaciones
que se postulan o se presumen entre unos y otros (según sean formulaciones descriptivas,
explicativas o interpretativas).
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Para ello se necesitará precisar el tipo de experiencia o material a indagar u observar
y la manera en que será abordado.
Habrá que decidir en cada caso qué tipo de entidades serán observadas, evaluadas,
experimentadas, en qué número, dónde, cuándo, bajo qué condiciones…
Y lo que se espera es que esas decisiones resulten las “más convenientes o adecuadas”
para echar luz sobre todos aquellos aspectos relevantes para la respuesta a los problemas o las
hipótesis del estudio.
Ahora bien, la estrategia empírica concreta de una investigación no queda definida por
los componentes de la Fase 1 o Fase sincrética.
Aún cuando de ella surge el tipo o esquema de investigación (es decir, si se trata de
una investigación descriptiva, explicativa o interpretativa) habrá que decidir todavía un
sinnúmero de cuestiones, las que definen eso que llamaremos el diseño de la investigación.
1
La memoria semántica se refiere a la memoria que almacena los significados de las palabras
y las relaciones entre estos significados, al modo de un diccionario.
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Siguiendo con nuestro ejemplo, la evaluación de la memoria podría hacerse: sobre un
mismo sujeto a lo largo del tiempo o, por el contrario;
comparando distintos sujetos en diversos momentos; o, comparando en un único momento a
sujetos provenientes de distintos grupos etarios (ya que la edad es una suerte de entificación
del tiempo).
Algunas de ellas se delinean de modo más o menos preciso a la hora de formular los
objetivos (y por eso éstos constituyen una suerte de interfaz entre el momento conceptual y
empírico del proceso); pero se terminarán de precisar con la adopción del diseño.
Dado que son múltiples los factores involucrados en ello, es difícil normativizar
criterios para clasificar los tipos de diseños. Un sinnúmero de cuestiones deberían
considerarse allí.
Sin duda, el criterio principal, como lo adelantamos, debiera ser el de optimizar las
condiciones para el contraste de aquello que se debe describir, explicar o interpretar.
Si, por ejemplo, se evalúa el “deterioro de la memoria a lo largo del tiempo”; entonces
el diseño debe contribuir a maximizar el contraste entre diversos períodos temporales, o entre
determinados grupos etarios.
Si, en cambio, se busca conocer “lo que piensan los adolescentes sobre los cuidados en
salud sexual y reproductiva”… el diseño debe prever las condiciones para que eso que los
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adolescentes piensan pueda manifestarse, ser captado sin distorsiones, en todo el espectro de
posiciones existentes.
Todos estos factores influyen cuando se debe decidir una u otra estrategia empírica.
Así ocurre, por ejemplo, con una clasificación muy difundida, pese a que transgrede en
buena medida los principios mínimos que deben respetarse en cualquier clasificación (como
por ejemplo la exclusión mutua y la conjunta exhaustividad). Veamos cómo se la propone:
Esta propuesta clasificatoria se hace a su turno, sobre la base de un criterio previo, que
distingue entre “investigación cuantitativa” (a la que corresponderían los diferentes tipos que
acabo de citar); y la “investigación cualitativa”, para la que se proponen otros criterios (a los
que luego me referiré).
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criterio permite distinguir entre “diseños experimentales puro / cuasi-
experimentales / pre-experimentales”.
Sin embargo, cuando esas mediciones se reiteran (es decir, son varias), entonces
se les da otro nombre y se los llama “series cronológicas” (aunque en ese caso no
se habla de longitudinal ni se lo clasifica considerando la temporalidad!).
d) Si seguimos con los criterios que se adoptan en el manual que estoy citando, se
introduce luego la consideración del “número de sujetos” involucrados.
Pero este criterio cuenta fundamentalmente para los diseño de “caso único” pero
no para los restantes. El diseño de “caso único” queda, como si dijéramos, fuera
de todas las anteriores clasificaciones. Así los define Hernández Sampieri en la
obra de referencia:
“Los estudios de caso único son considerados por algunos autores como una
clase de diseños a la par de los experimentales, no experimentales y
cualitativos; mientras que otros los ubican como una clase de diseño
experimental o un diseño etnográfico. También han sido concebidos como un
asunto de muestreo. La realidad es que los diseños de caso único son todo lo
anterior” (sic!!).
Dicho de otra manera el diseño de caso único puede ser cualquier cosa: todas las
alternativas clasificatorias le caben.
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Lo que implica, entre otras cosas, que lo correlacional no es descriptivo ni
exploratorio, y lo que es peor aún que los longitudinales no son (o no serían
según esta clasificación) ni exploratorios, ni correlacionales, ni descriptivos!!
Como se advierte se transgreden aquí los dos criterios básicos que debe cumplir
cualquier clasificación: las categorías deben ser excluyentes entre sí (si algo es A no puede ser
B al mismo tiempo); en el marco de una “fundamento común” –que es precisamente el
criterio en base al cual se clasifica.
Como éstos ocupan una segunda parte de la obra, ya no encontramos ningún esfuerzo,
para vincular a unos diseños con otros. Pero además, en lo que atañe a la clasificación de los
propios diseños cualitativos, se profundizan los problemas que encontramos en la
clasificación de los cuantitativos. Examinemos cómo se lo dice:
Se confunden aquí asuntos vinculados al “modo de recolectar los datos” con el “tipo
de datos”; con el “tipo de tratamiento de datos”… es por eso que se yuxtaponen y es por eso
que se pierde de vista a qué se refiere en concreto el concepto de «diseño de una
investigación»2.
Considero que buena parte de esta confusión arraiga en las dificultades objetivas que
existen para combinar todos los criterios clasificatorios conjuntamente.
Por otra parte, como ya lo adelanté, la dificultad estriba también en que sólo algunos
aspectos del diseño empírico pueden ser tipologizados. Buena parte de ellos exceden las
2
Hay que reconocer –pese a lo que acabo de señalar- que sobre el final del capítulo que estoy citando, la autora
señala, como salvedad de estos problemas de tipologización de los diseños, lo siguiente: “Las fronteras entre los
diseños cualitativos realmente no existen. Por ejemplo, un estudio orientado por la teoría fundamentada abarca
elementos narrativos y fenomenológicos. Una investigación-acción puede generar codificación axial (teoría
fundamentada) cuando analiza entrevistas realizadas a participantes respecto a cierto problema de interés.
Creemos que el estudiante no debe preocuparse tanto sobre si su estudio es narrativo o etnográfico, su atención
más bien tiene que centrarse en realizar la investigación de manera sistemática y profunda, así como a responder
al planteamiento del problema” (op. cit.:713).
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posibilidades de una clasificación a priori porque surgen de la toma de decisiones siempre
abierta que hace a la propia praxis y a la creatividad en la investigación científica.
Volveré sobre ese asunto luego, pero siguiéndole la pista a esta tradición, propondré
que un criterio ordenador, al menos para clasificar una parte de las decisiones que
comprometen un diseño, es el de referirlas a los componentes de la «matriz de datos».
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b.3.3. diseños estructurales y/o de ciclos
(histórico, narrativo, evolutivo).
La combinatoria de esos criterios, permite una organización según los tres ejes
comentados, tal como se ilustra en el siguiente esquema:
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En algunas ocasiones a esa combinatoria se la puede caracterizar con un único
nombre, que la resume y se consagra además como un tipo de diseño utilizado en el marco de
cierta tradición, como por ejemplo “estudio de caso”, “estudio de tendencias”, entre otros.
En base a esta propuesta de Bartolini, más los criterios que ya adelanté, podemos
entonces precisar una concepción sistemática para la clasificación de los diseños.
Comenzaré por recordar los tres tipos de esquemas de investigación que hemos
descripto (en la Parte II Cap. VI):
Estas hipótesis definían el alcance del estudio, alcance que determina entonces el
“esquemas o tipos” de investigación.
Al interior de cada uno de estos esquemas resulta posible reconocer distintos diseños o
estrategias empíricas.
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ESQUEMAS Y DISEÑOS:
Diseño compromete a:
En lo que sigue precisaré con más detalle el alcance de los diseños según los distintos
esquemas, a la luz de algunas ejemplificaciones ilustrativas.
“Los resultados fueron sorprendentes. Tanto ellas como ellos colocaron en primer lugar la
atracción mutua y el amor; segundo, la confianza; tercero, la simpatía, y cuarto, la madurez
en el quinto lugar el atractivo físico (para las adolescentes ocupa la posición novena) y para
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Todo lo que sigue desde este punto hasta el final del apartado surge –con adaptaciones y
ampliaciones- del texto Ynoub, R. (2007) El Proyecto y la metodología de la
investigación.Buenos Aires, Ed. Cengage Learning. Cap. VI.
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las mujeres, el deseo de tener una familia e hijos (que para ellos ocupa sólo el séptimo
lugar).
Para el grupo femenino es menos importante que su pareja cocine o haga tareas domésticas.
Las relaciones sexuales satisfactorias ocupan, para ellas, el puesto número 11, mientras que
los varones les asignan el noveno lugar”.
[Investigación a cargo de la Dra. Casullo, M. Marta. ]
Como se advierte tenemos aquí los resultados obtenidos a partir de una indagación
hecha sobre una muestra de adolescentes entrevistados y los valores que presentaron algunas
de las variables trabajadas.
En este caso la variable podría haber sido lugar o importancia que le otorgan a la
atracción mutua, la confianza, la simpatía, etc. (los valores de cada una de esas variables van
de 0 hasta el número de ítems posibles, ya que se les pidió que completaran por número de
importancia el valor que adjudicaban a cada uno de ellos).
Así ocurre, por ejemplo, con toda investigación nosográfica sea ésta psicológica,
psiquiátrica o médica, y con cualquier estudio taxonómico4 destinado a identificar tipos o
especies; ya se trate de vivientes, obras de artes o períodos históricos.
Como ya lo precisamos en extenso (Parte II, Cap VI.2.), por variación concomitante se
entiende cualquier pauta de variación sistemática entre variables.
Así, puede ser del caso que el aumento en la talla se corresponda con un aumento
proporcional en el número de calzado o que la mayor altura de un árbol se correlacione de
manera proporcional con la mayor profundidad de su raíz.
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El término “taxonomía” refiere precisamente a las “normas de ordenación” o “clasificación”.
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Eso ocurre, por ejemplo, cuando se debe validar un indicador o un instrumento de
medición de algún tipo.
En ese caso lo que se puede hacer es someter a un grupo de sujetos a la nueva prueba
y a otras pruebas ya existentes y ya validadas.
Lo que se espera es que los sujetos a los que les va bien con la prueba nueva, les vaya
igualmente bien con la prueba clásica, y a los que les va mal con la prueba clásica les vaya
igualmente mal con la prueba nueva. Es decir, se espera que los resultados obtenidos con
ambas pruebas estén correlacionados.
Si así no ocurriera se podría sospechar –entre otras cosas- que ambas pruebas miden
asuntos diferentes.
Como síntesis, investigaciones descriptiva son aquellas investigaciones que tienen como
propósito evaluar el
d) investigaciones descriptivo-exploratorias.
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Dado que el tema fue examinado en extenso cuando nos dedicamos al asunto de los tipos de
hipótesis y en especial a las hipótesis explicativas y descriptivas no volveré sobre el particular
ahora. Cfr. Parte II. Cap.VI.2.
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Esquemáticamente todos los sub-tipos de investigaciones descriptivas que hemos
propuestos serían los siguientes:
• Esquemas DESCRIPTIVOS
- Exploratorios
- De distribuciones
- Correlacionales
- Tipológicos
Sólo a los fines de ilustrar algunas combinaciones posibles, proponemos las siguientes:
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Sólo algunas combinaciones no resultan viables como investigaciones descriptivas:
sería el caso, por ejemplo, de investigaciones de caso único, univariado, transversal. Eso
significa, la medición de una única variable, en una única unidad de análisis en un único
momento. Esa investigación tendría como resultados informaciones como la siguiente: “Juan
es rubio”.
Aún cuando se trate de asuntos cuya medición puede ser enormemente dificultosa o
excepcional; pongamos por caso “la temperatura del sol en un cierto momento”, difícilmente
pueda hacerse de manera puntual o de una única vez.
De modo que:
En general nuestro conocimiento del mundo empírico nos permite reconocer cuándo
una correlación puede estar indicando una relación causal entre las variables.
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Ese conocimiento nos permite también identificar cuál es la variable que explica y
cuál la variable explicada.
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Este criterio no es decisivo ya que en algunas ocasiones podría tratarse de variables que
anteceden en el tiempo y sin embargo, no ofician de variables explicativa, como es el caso de
las llamadas “variables intervinientes” que pueden contribuir a intensificar o disolver la
variación sistemática entre otras variables.
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correlación existente entre el nivel de rigidez de los padres y el nivel o
grado de conducta anti-social de los hijos.
De un modo más restringido –conforme al uso actual del término- se entiende por
«investigación experimental» aquella en la que se postulan y se ponen a prueba relaciones de
tipo causal entre dos o más variables. En éstas la puesta a prueba se realiza bajo ciertas
condiciones “creadas” y “controladas” por el investigador/a.
“El tratamiento “X” brinda mejores soluciones para combatir la obesidad que el
tratamiento “Y”
“La introducción del reactivo A acelera los tiempos de cierta reacción química”
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- introduciendo cambios en nuestra vestimenta, para ver luego qué efecto produce en
las personas de nuestro entorno;
- iniciando una dieta, para producir algún cambio en nuestro peso corporal;
-probando diversos métodos de estudio para evaluar cuál nos brinda mejores
resultados.
Sin embargo, es poco frecuente que sometamos esas experiencias a algún tipo de
control riguroso que nos permita juzgar de manera más o menos objetiva sobre los efectos
conseguidos.
Será conveniente entonces que en primer término se asegure que todas las plantas que
van a participar de la experiencia –en ambos grupos- resulten semejantes en cuanto a tipo,
calidad, edad o ciclo de su desarrollo, etc.
Deberá cerciorarse también que todas las plantas estén expuestas a las mismas
condiciones y reciban los mismos nutrientes y agua: la misma calidad de la tierra, la misma
intensidad y horas de luz o sol, el mismo volumen y frecuencia de riego, etc. (no sería
extraño, por ejemplo, que alguien perciba que “su planta crece más porque le habla”; cuando
en verdad ocurre que, como le habla, la “humaniza”, y, como la humaniza, la atiende más y
mejor que a otras, a las que solo trata como meras plantas!!).
Es posible aceptar que las plantas crecen se les hable o no se les hable, de modo que
esperaremos que ellas –las plantas de nuestras muestras- tengan una cierta disposición a
crecer con independencia del nivel de conversación o habla que reciban.
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Pero, lo que nuestra hipótesis postula, precisamente, es que deberá verificarse un
crecimiento diferencial, a favor de las plantas a las que se les habla. De modo que la
experiencia consistirá en mantener una muestra de plantas sólo expuesta al tratamiento
tradicional mientras que la otra recibirá cierta dosis de charla cotidiana.
Conforme pasen los días iríamos verificando en cada caso, el nivel de crecimiento de
las plantas (en promedio, ya que tenemos varias en cada muestra) y anotando ese nivel en un
registro en el que conste también cuál es la dosis de charla que esa muestra ha recibido a lo
largo de la experiencia.
Recordemos que en este caso, nuestra hipótesis postularía algo así como:
Como se advierte, una vez más, como ocurría cuando presentamos el tema de las
muestras, no topamos aquí con la gran cuestión de la variabilidad.
Lo que interesará en este caso es averiguar si las diferencias que se observan entre los
grupos se deben a las variaciones esperables por mero azar y por lo tanto se muestran
semejantes a las que se constatan al interior de cada grupo (si estos han sido conformados de
modo semejante), o, por el contrario, presentan un comportamiento diferencial, que permita
pensar que se deben a algún factor adicional.
La valoración de cuán importante debe ser esa diferencia para rechazar la suposición
de que se debe al mero azar, puede hacerse en base a técnicas estadísticas (cuyos fundamentos
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abordaremos en los próximos capítulos). Por ahora alcanza con situar el núcleo de la idea que
sustenta cualquier tipo de diseño experimental.
El ejemplo que hemos ilustrado nos permite ahora precisar los componentes más
relevantes que deberán tenerse en cuenta en cualquier diseño de investigación experimental:
a. por una parte la presencia de una variable independiente o explicativa (en la jerga
experimental se las llama también “factor”): en el ejemplo, sería el “nivel de habla
recibido”.
b. Por otra parte, una variable (o factor) dependiente o explicado: en el ejemplo, “el
nivel de crecimiento”.
d. En todos los casos, la unidad de análisis de referencia que en nuestro ejemplo es: “la
planta” o los “grupos de plantas” que habremos formado a los fines de esa
investigación.
Examinemos con mayor detalle la cuestión de las variables y su función en las hipótesis y
en el diseño experimental:
Adviértase que decimos que para la hipótesis que hemos formulado eso es así: lo que no
supone que los hechos confirmen que eso es efectivamente así.
No hay a priori criterios para juzgar si una variable puede o debe ser independiente o
dependiente: eso depende de cómo haya sido planteada la hipótesis. Bajo ciertas condiciones
una variable puede asumirse como independiente y bajo otras como dependiente.
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Sin embargo, podría reconocerse que de igual modo que:
La función de las variables resultará del modo en que haya sido planteada la hipótesis.
Por supuesto que hay casos en que esas funciones no podrían invertirse, o al menos no
resulta fácil admitir esa posibilidad. Pensemos, por ejemplo, en el caso de una hipótesis que
postulara que
No sería del todo admisible –por lo que nos dicta el sentido común, una hipótesis que
sostuviera que es
Se definen de esa manera porque resultan extrañas a la relación causal que se quiere
probar en la hipótesis, pero no son extrañas al fenómeno real investigado. Precisamente por
ello, es necesario tenerlas en cuenta y “controlar” su potencial efecto en la relación postulada.
En nuestro ejemplo, las variables extrañas serían: “nivel de riego”, “intensidad y exposición a
la luz”, “nutrientes”, etc.
Se advierte que todos esos factores no son extrañas al crecimiento de las plantas: por
el contrario todas ellas pueden influir en él. Por esa razón es necesario controlarlas: ya que
son extrañas o contaminadoras a la relación entre las variables que quiere probarse (en el
ejemplo: la relación existente entre «nivel de habla» y «nivel de crecimiento»).
Podemos ahora resumir lo dicho hasta aquí señalando que un diseño experimental
vincula tres tipos de variables: las variables independientes (VI), las variables dependientes
(VD) y VE (variables extrañas o contaminadoras):
VI VD
VE
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El diseño busca crear las condiciones necesarias para poder valorar si el
comportamiento de la variable dependiente se debe pura y exclusivamente a los efectos
producidos por el comportamiento de la variable independiente.
VI VD
(“Manipular”) (“Medir”)
VE
(“Controlar”)
De manera práctica eso significa que los grupos (o las muestras de casos) se conforman de
modo tal que a cada uno se les asigna el valor (o nivel) de la variable independiente según los
criterios estipulados por el investigador/a.
En el ejemplo que vengo comentando, se conformarían dos o más grupos de plantas y a cada
uno se le administraría un determinado «nivel de habla».
El «nivel de habla» sería en este caso la variable independiente, y cada valor de esa variable
el criterio adoptado para formar los grupos. Tendríamos así, por ejemplo, un grupo que recibe
10 minutos de habla diario; otro 20; otro 30 y así sucesivamente (según sean los valores
considerados relevantes para el asunto que se desea evaluar).
Lo mismo ocurriría con una investigación que se propusiera relacionar el efecto de “distintos
métodos de enseñanza en los logros de un grupo de estudiantes” o el “efecto de una
terapéutica para el tratamiento de alguna afección en aves”.
En ese caso, el investigador decidirá cómo formar sus grupos de estudiantes o de aves, y qué
método aplicará a cada grupo de estudiante, o qué tipo (o dosis) terapéutica administrará a los
distintos grupos de aves.
Como se advierte, si remitimos estos criterios a la gramática del dato, se reconocen los
mismos componentes invariantes. Pero, en vez de evaluar el comportamiento de esas
variables como un dato a extraer del análisis de los hechos, adscribimos o adjudicamos
deliberadamente un valor a cada unidad (los casos o muestras) para esas respectivas variables
experimentales.
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b) En lo que respecta a la variable dependiente se pide que sea medible. Eso significa que
debe ser posible disponer de indicadores adecuados (sensibles, confiables y válidos) para
registrar los cambios ocurridos en dicha variable –con el fin de evaluar luego si esos cambios
pueden atribuirse a la variable independiente.
Así, por ejemplo, la investigación sobre el crecimiento de las plantas, no hubiese tenido
destino, si nos hubiésemos propuesta estimar el “efecto del habla en el estado anímico de
ellas”. En principio pareciera que no disponemos de medios para evaluar los cambios
ocurridos en un supuesto estado anímico de las plantas: porque no tenemos acceso a él, no
podemos medirlo.
Todos esos criterios se aplican también aquí, a la hora de medir la variable dependiente.
En lo que respecta a la sensibilidad, deberá procurarse que el indicador elegido capte aquellas
variaciones que, aunque pequeñas, puedan ser relevantes para la puesta a prueba de las
hipótesis.
Nuevamente no hay criterios a priori para determinar si una variación ocurrida en la variable
dependiente es pequeña o grande. Eso dependerá de la naturaleza del fenómeno que se está
evaluando. Si en nuestro ejemplo de las plantas, trabajamos con muestras de tréboles
tendremos grados de variaciones algo distintos a los que obtendríamos si nuestras muestras
hubiesen sido de ombúes.
c) Finalmente, el gran desafío del diseño experimental se cifra en lo que llamé el “control de
las variables extrañas o contaminadoras”.
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Existen distintas maneras de formar los grupos para garantizar en alguna medida, que en todos
ellos las unidades presentan semejantes características en lo que respecta a los intereses del
experimento:
- una es la formación de grupos aleatorios: los grupos se forman asignando al azar los
sujetos a los mismos. Se espera que por mero efecto de las leyes del azar, los factores
potencialmente contaminadores se distribuyan de igual modo en las distintas muestras
(aunque por supuesto esto nunca queda completamente garantizado, como ya lo
comenté al referirme al tema de las muestras aleatorias).
- otra técnica es la técnica de bloqueo: los grupos se forman utilizando el azar más el
control de una o más variables contaminadores. Por ejemplo, si el nivel de inteligencia
constituye una variable relevante en un estudio en el que se quiere medir el efecto de
la motivación para el aprendizaje, pueden formarse “bloques” según niveles de
inteligencia medidos por algún test, y luego utilizar el azar para la selección de los
casos al interior del grupo. De esa manera, sabremos a ciencia cierta, cómo se
distribuye la “inteligencia” porque ha sido un factor controlado deliberadamente.
Luego, esperamos que por azar, el resto de los factores que influirán (o podrían influir)
en la motivación, se distribuya de igual modo entre todos los grupos.
En algunas ocasiones los investigadores no pueden asignar las unidades de análisis (sean
sujetos humanos, materiales, animales, etc.) a los grupos experimentales; porque estos grupos
ya están formados previamente (por ejemplo, alumnos de distintas comisiones de una escuela;
animales provenientes de distintas granjas, etc.). De modo que en ese caso aplican la situación
experimental a alguno o varios de esos grupos, sin conocer en verdad qué características
presentan, o cómo han sido formados.
Ahora bien, aunque se controlen varios factores, siempre cabe la posibilidad de que existan
otros que el investigador no está controlando y que efectivamente afectan la relación que está
pretendiendo medir para probar su hipótesis.
En nuestro ejemplo sobre los efectos del “nivel de charla en el crecimiento de las plantas”,
cabe preguntarse: ¿podría ser del caso que resulte relevante controlar la distancia desde la que
se les habla? ¿no será posible que si se les habla demasiado cerca, “los vapores del aliento”
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constituyan un factor que beneficia en algún modo el proceso natural del crecimiento de la
planta? ¿cuántos otros factores podrían estar influyendo y el investigador no los conoce?
Y, si en vez de estudiar el efecto del habla en el crecimiento de las plantas, se estudia el efecto
de un método de enseñanza en el aprendizaje; ¿cuántos aspectos habría que controlar para
garantizar que el progreso o fracaso de los estudiantes se debe sólo al método y no a otros
factores?: el horario en que se enseña, el contexto institucional en el que se aplica el método,
la inteligencia promedio de los estudiantes, los conocimientos previos en la materia, el clima
educativo familiar, la simpatía o antipatía del docente que enseña… es difícil decir donde
termina esa lista, siempre es posible que algún otro factor esté incidiendo de manera
sistemática en el complejo y multideterminado proceso del enseñar y aprender.
Por eso lo que se busca es implementar procedimientos que, permitan o bien controlar esos
factores (eligiendo por ejemplo, docentes con igual simpatía de modo de mantenerlos
constantes en ambas situaciones, grupos con igual promedio en sus coeficientes intelectuales,
etc.) o bien intentar que se distribuyan con igual probabilidad en los diversos grupos.
Ahora bien, si se controlan más y más los potenciales factores contaminadores o extraños, se
crean a su turno condiciones más y más artificiosas de la situación estudiada. De modo que
cuánto más controladas y excepcionales resulten esas condiciones, más difícil resulta también
extrapolar los resultados de esas experiencias a los contextos habituales en que el fenómeno
investigado se presenta.
Por otra parte, en algunos casos pueden ampliarse las condiciones experimentales para
mejorar los tipos de controles, pero en otros no resulta posible hacerlo por la enorme variedad
de circunstancias que deberían preverse.
En el ejemplo que acabamos de ilustrar podrían, por ejemplo, crearse nuevos grupos
experimentales sometidos a diversos tipos de dietas; pero no sería del todo factible crear otros
tantos grupos sometidos a diversas situaciones vitales, porque no siempre es posible prever
anticipadamente cuál o cuáles situaciones vitales podrían generar qué tipo de reacciones en el
organismo (¿el clima? ¿la situación familiar? ¿los logros o fracasos laborales? ¿la edad?, etc.).
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Para ello se debe distinguir qué parte de esa varianza (es decir, del comportamiento y pautas
de variabilidad de la variable dependiente) se deben a la variable independiente y qué parte a
los efectos producidos por otras variables o al mero error (que surge de la medición o las
condiciones experimentales).
Teniendo presente estos conceptos podemos decir, entonces que el desideratum del diseño
experimental se resume en:
Maximizar la varianza primaria, significa que el diseño busca crear las condiciones para
contrastar y captar de la mejor manera posible (con la mayor precisión, sensibilidad, etc.) los
efectos de la variable independiente sobre la dependiente.
Controlar la varianza secundaria, significa que el diseño procura tener bajo control el efecto
de las variables extrañas o contaminadores (reduciéndolo, discriminándolo, eliminándolo).
Minimizar la varianza error, significa que el diseño debe intentar que los aspectos vinculados
a los errores de medición, a la presencia de factores aleatorios o contingentes, se reduzca al
mínimo para que esos efectos no distorsionen los objetivos del experimento (de modo más
preciso: para que no intervengan en la varianza primaria).
Con el término validez interna se alude al grado en que pueda garantizarse que el
comportamiento o los cambios registrados en la variable dependiente se deben sólo a la
variable independiente (y a ningún otro factor). De modo tal que cuanto mayor sea el control
del diseño mayor será su validez interna.
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Como ya lo señalé muchos factores pueden atentar contra la validez interna del estudio. Eso
significa que deberían controlarse porque pueden generar efectos que se confunden con el del
estímulo experimental.
a) maduración: son efectos que se producen por el mero paso del tiempo. Si se están
estudiando sujetos humanos (o cualquier viviente o incluso sistemas orgánicos) la maduración
implica que a lo largo del tiempo hay cambios producto del desarrollo, la edad, el cansancio,
eventualmente el hambre, la proliferación (por ejemplo, si se trabaja con cultivos biológicos);
etc. Pero también podría reconocerse este efecto en sistemas no orgánicos (ejemplos de ello
podrían ser la erosión, el desgaste espontáneo, cuando se estudian fenómenos naturales).
c) mortalidad experimental: con este término se alude a los casos que por cualquier razón
se pierden en el proceso de la implementación experimental. Es especialmente relevante si se
planean mediciones a lo largo del tiempo, ya que cuanto más prolongados son los intervalos
entre una medición y la siguiente, más probabilidad existe de perder casos. Si esa pérdida
está sesgada es decir, si los casos que se bajan del estudio, tienen un perfil específico,
entonces los resultados finales quedarán sesgados por lo que pudieron retenerse.
e) efectos de la historia: factores o sucesos que pueden ocurrir entre la primera medición y
las posteriores mediciones (luego de la aplicación del tratamiento) y que pueden impactar en
los resultados del estudio. Es decir, se refiere a hechos ajenos a la situación experimental,
pero que pueden afectarla. Por ejemplo si se diseña un experimento para evaluar la respuesta a
un tratamiento de la ansiedad en un grupo de sujetos humanos, y en el período en que se
realizan las mediciones se produce una catástrofe natural, es probable que dicho evento afecte
el estado emocional de los sujetos, por razones totalmente ajenas a las condiciones de la
experimentación.
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podría suceder con la administración de reactivos, drogas o estímulos específicos a las que se
somete o expone a las entidades estudiadas antes de la experimentación.
Generalmente la mejora o el aumento de la validez interna atenta contra la validez externa –es
decir, condiciones más restringidas o controladas implican menos capacidad de generalización
de los resultados.
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Como toda investigación, el método experimental se basa en la comparación.
En este caso, esa comparación se realiza entre una situación definida como patrón o control y
otra situación definida como experimental: el control es la situación de referencia sin el
tratamiento experimental; mientras que la experimental es precisamente la que resulta de esta
aplicación.
De allí que, cuando se trabaja con sujetos se hable por ejemplo de “grupo control” y “grupo
experimental”. Pero el mismo criterio se aplica si lo que se investiga son “sustancias
químicas” o “sistemas mecánicos”. Más correcto –por ser más general- es hablar de muestra
control y muestra experimental.
En lo que respecta al número, lo habitual es trabajar con varias muestras; pero existen también
diseños experimentales en el que se trabaja sobre la misma muestra, y aún más, sobre el
mismo y único caso o unidad de análisis.
De acuerdo con esto, se pueden distinguir tres situaciones (según sea el número de unidades
de análisis y su manera de contrastarlas o compararlas):
En los diseños “intergrupos”, por lo menos uno de los grupos se considerará control y otro
experimental.
Como en el ejemplo de nuestras plantas: podíamos trabajar con uno o varios grupos
experimentales, dependiendo si sólo asignábamos dos valores a la variable dependiente:
O varios valores:
Habrá que considerar tantas muestras experimentales como valores estén previstos en la o
las variable/s independientes.
En lo que respecta a los diseños intra-grupo y de caso único, el control es el mismo grupo o el
mismo caso.
29
Para que el diseño sea efectivamente experimental se requiere, entre otras cosas, que
los grupos pueden ser conformados por el investigador/a: es decir, que sea él o ella quién
asigne o seleccione los casos para los grupos.
En principio, en casi todos los casos de diseño experimental puro, se tiene por lo
menos dos mediciones en el tiempo: una antes y otra después de la administración o el
tratamiento experimental. Sin embargo, en algunos casos, no se incluye la medida pre-
tratamiento o se combinan situaciones con medida pretratamiento y medida post-tratamiento
(esto permite determinar por ejemplo, si hay efectos en la variable dependiente que puedan
atribuirse a la medición pretratamiento).
En los diseños de caso único o los casos intragrupo, la medición también se hace antes
y después del tratamiento pero, esa medición se realiza sobre el mismo grupo o sobre el
mismo sujeto.
Sin embargo, es posible reconocer que una entidad es y no es la misma a lo largo del
tiempo: un sujeto, por ejemplo es y no es el mismo a los 20 años que a los 5 años. De modo
que eso que llamamos mediciones en el tiempo, podría ser definido como “unidades de
análisis en el eje temporal”: “el sujeto o el grupo en el tiempo 1”; “el sujeto o el grupo en el
tiempo 2”, etc.
Por ejemplo, podría ser del caso que el “efecto de una droga sobre un organismo” no
se perciba en lo inmediato sino a luego de un cierto período, o que “el efecto de un método de
enseñanza en la mejora de los procesos de aprendizaje” resulte significativo en el corto plazo
pero nada significativo en el mediano o largo plazo. O que el efecto presente un
comportamiento en el corto plazo y otro en el mediano o el largo plazo. La segmentación
temporal tiene consecuencias en el diseño experimental, como en cualquier tipo de
investigación.
30
Finalmente en lo que respecta al número de variables, en el diseño experimental se
requiere como mínimo la referencia a dos variables (la independiente y la dependiente) y, por
supuesto, el control de las variables contaminadoras (de modo que no existen los diseños
experimentales univariados).
Sin embargo, existen situaciones en las que se pueden incluir varias variables
independientes y varias variables dependientes. Eso dependerá de la manera en que hayan
sido planteadas las hipótesis.
se tienen en este caso dos variables: «frecuencia de uso» y «extensión de la palabra» como
variables independientes.
Según sean los valores (o niveles) previstos para cada una; serán los grupos necesarios
para implementar esta experiencia.
Agregar más variables independientes o más valores a esas variables, supone agregar
más grupos experimentales, precisamente porque la manipulación de la variable consiste en
asignar un grupo a cada valor o nivel de la variable experimental.
31
-multivariado-univariado: se emplea más de una variable independiente y sólo una variable
dependiente.
Cuando las X y O se presentan en una fila se aplican a los mismos grupos, cuando se
presentan en forma vertical refieren a simultaneidad.
G X O
Significa: un solo grupo (O), al que se ha sometido a una única situación o tratamiento
experimental (X).
7
Al respecto puede consultarse los criterios utilizados en Campbell, D.; y Stanley, J.
(1978:18); Hernández Sampieri (op.cit.:186); Pereda, S. (1986:250).
32
Por supuesto que este tipo de estudios adolece de falta de control y estrictamente no
constituye una modalidad experimental. Se los puede identificar como preexperimentales.
G O1 X O2
Los diseños propiamente experimentales serían aquellos que incluyen grupos controles
y asignación a los grupos. Así, por ejemplo, un ejemplo de diseño con controles sería como el
siguiente –sin pre-test- (con asignación aleatoria a los grupos):
RG1 X O1
RG2 __ O2
RG1 O1 X O2
RG2 O3 __ O4
Este diseño podría corresponder a una investigación que se propone evaluar el efecto
de un estímulo ambiental (p.ej.: “música funcional”), en el rendimiento de un grupo de
trabajadores. Tenemos entonces la variable dependiente que es “rendimiento” (eventualmente
se estipulará con qué indicadores se mide, según sea la naturaleza de la producción o el
trabajo evaluado). La condición experimental se reduce a “presencia / ausencia” del estímulo
(con o sin música ambiental).
El ejemplo podría ampliarse más si además se incluyen distintos estímulos, es decir, si
se amplían los niveles de la variable experimental (p. ej. “música funcional” y
“luminosidad”). De modo que es el mismo caso anterior, ampliado a tres grupos se expresaría
de la siguiente manera:
RG1 O1 X1 O2
RG2 O3 X2 O4
RG3 O5 __ O6
Como se advierte se incluye un nuevo grupo experimental ya que se han ampliado los
niveles de la variable manipulada. Nuevamente se propone aquí la medición pre-tratamiento
en todos los grupos y la asignación al azar para conformar los mismos.
La asignación al azar neutraliza buena parte de las principales fuentes que podrían
afectar la validez interna del diseño (se espera que, con alta probabilidad, las variables
33
contaminadoras en el rendimiento estén presentes de modo semejante en ambos grupos). De
igual modo, al aplicar a todos los grupos la preprueba se espera que sus efectos resulten
similar para todos los grupos.
Los diseños “multigrupos” pueden ampliarse de muchas maneras. Sin embargo, las
bases generales quedan reflejadas en los comentarios precedentes.
RG1 O1 X1 O2
RG2 O3 __ O4
RG3 __ X2 O5
RG4 __ __ O6
Todos los casos anteriores, consideraban una sola variable independiente. Los grupos
expresaban simplemente los “distintos valores de esta variable” (es decir, los distintos niveles
de tratamiento experimental). Sin embargo, podría considerarse más de una variable
independiente (cada una de las cuales tendrá a su turno sus específicos niveles de
tratamiento). Eso es lo que expresan, precisamente, los llamados “diseños factoriales”.
Extensión de la palabra
Extensas Cortas
Frecuencia de uso (Xa1) (Xa2)
Alta Extensas/Alta Cortas/Alta
(Xb1) (Xa1b1) (Xa2b1)
Baja Extensas /Baja Cortas/Baja
(Xb2) (Xa1b2) (Xa2b2)
34
Si se incrementan el número de factores, o los niveles de tratamiento de los mismos, se
incrementarán consecuentemente las combinaciones y por lo tanto la cantidad de grupos que
deberán evaluarse en el diseño.
Luego las aplicaciones podrán hacerse sobre distintos grupos (se los denomina
entonces “medidas independientes”) o sobre los mismos grupos o casos (se hablará entonces
de “medidas repetidas”).
Las combinaciones de los diseños experimentales dan lugar a una gran cantidad de
opciones, cuyo tratamiento excede los objetivos de este libro. Aquí hemos situado los
conceptos básicos del diseño experimental, por lo que remitimos a la bibliografía de
referencia para ampliar esta presentación introductoria.
Por una parte porque un sinnúmero de fenómenos no pueden ser abordados por medios
experimentales. Así, por ejemplo, un astrónomo no podría seleccionar distintas galaxias para
hacerlas chocar y evaluar luego qué efecto tiene ese choque según sean las características de
aquellas. En todo caso si tiene la suerte de hallar un fenómeno de esa magnitud (como le
ocurrió a los investigadores que seguían las imágenes que enviaba el telescopio espacial
Spitzer) sólo podrá examinar y describir sobre el hecho consumado los efectos que se
producen, al menos aquellos efectos que esté en condiciones de captar, medir, reconocer para
evaluar retrospectivamente los factores que podrían haberlo generado.
35
Pueden investigarse asuntos absolutamente triviales, o asuntos absolutamente relevantes
aplicando estrategias experimentales. Eso no depende de la técnica empleada, sino de la
riqueza de las hipótesis formuladas.
Por lo demás, aunque el método experimental pueda utilizarse sin tener un fundamento
claro sobre los modelos que sustentan las variables estudiadas, estos modelos se necesitarán
para interpretar los hallazgos que resulten de la experimentación. Y estos modelos surgirán de
métodos y estrategias que van más allá de la investigación experimental.
Así, por ejemplo, podría utilizarse el diseño experimental para probar la eficacia de un
cierto tratamiento terapéutico, pongamos por caso, para combatir la alopecia.
Recordemos que definimos a este tipo de investigación como aquella que asume al
objeto de investigación como “signo o material significante”, conforme con lo cual la
investigación consiste en validar una hipótesis de interpretación.
Los criterios para la clasificación de los diseños pueden aplicarse a cualquiera de estos
tres tipos de investigación interpretativa.
Una vez más nos mantendremos dentro de la lógica que aplicamos para las restantes
clasificaciones. Al igual que lo hicimos previamente, podremos considerar aquí los siguientes
criterios:
36
b) el número de variables o dimensiones de análisis, que en estos estudios
podrán ser:
- multidimensionales y/o
- densos.
- longitudinales.
- transversales o transeccionales.
De modo tal que una vez más (al igual que lo hicimos con la clasificación de los
diseños descriptivos y explicativos) propondremos una clasificación de los diseños basada en
estos criterios.
Ya he comentado que en el análisis de todo «caso» nos la tendremos que ver con
«pluralidad de casos» (cfr. Parte II. Cap.VIII y Cap.IX). El «caso» será el universo o unidad
de síntesis, a partir de la cual identificaremos las unidades de análisis. Así, por ejemplo, si
estudiamos una biografía, entonces nos detendremos en el análisis de acontecimientos de su
vida, de períodos o ciclos, o etapas, etc. Estas serán las genuinas unidades de análisis. Sin
37
embargo, al momento de identificar las muestras del estudio, las definiremos por referencia a
la entidad o entidades focales. De modo que resulta correcta la denominación de estudio de
caso, cuando así corresponda.
Habrá que justificar muy adecuadamente las razones que fundamentan el referido
perfil (debe ser coherente con el marco conceptual y en particular con objetivos, hipótesis y
problemas formulados); y, de igual modo, se debe mostrar que la selección del caso se realiza
conforme a dichos criterios.
Fue Cliford Geertz (1993) quien propuso este término –tomado a su turno de Gilbert
Ryle-, para describir las características del análisis (o interpretación) antropológica.
38
“acción de cerrar un ojo”, que puede ser un tic (hecho cuasi-físico) o un guiño (“hecho
semiótico”). Pero el mismo guiño bajo ciertas condiciones, puede ser una burla –al supuesto
guiño de otro- y a su turno, un nuevo guiño podría ser una parodia de la burla anterior y así
sucesivamente. Su idea (convergente con la concepción hermeneútica que adoptamos aquí), es
que toda significación puede tomarse como un nuevo material significante para extraer
significaciones posteriores.
Dado que Gertz concibe a “la cultura como un hecho semiótico”, como un conjunto de
textos; conforme con el cual las sociedades contienen en sí mismas sus propias
interpretaciones; la tarea del análisis etnográfico consiste en aprender a acceder a esos
sentidos. (Geertz, C. 1993: 372).
Esta es la idea que quise rescatar al incluir este concepto como una manera de situar el
alcance mutívoco de las dimensiones que se comprometen conjuntamente en toda
interpretación. Como se puede advertir no me refiero sólo a una “dimensión de análisis junto
a otra” sino una “dimensión de análisis a partir de otra”. Es decir, las múltiples capas a las
que aluden estos autores refieren a distintos niveles de análisis de un mismo fenómeno. Si lo
dijéramos en base al modelo del “sistema de matrices de datos”: lo que es valor de una
variable en un nivel, se transforma en valor de un indicador para otro nivel”. A modo de
ejemplo: “el rojo” como valor de la variable «color»; puede ser indicador de otra variable,
pongamos por caso «ideología». El nuevo sentido emerge de un campo se significación que
va más allá de la significación cromática de la que surge. La nueva significación resulta de
una convención social, según la cual “rojo” remite a cierta ideología política.
39
representaciones de la mujer” a lo largo de un período, se proponga la comparación entre
obras del mismo período.
Por eso propongo aquí, la noción de ciclo que suponen por una parte secuencialidad,
pero por otra y conjuntamente la de clausura y cierre. De modo tal que, cuando se habla de
ciclo se habla al mismo tiempo de algo que tiene secuencialidad pero también configuración,
totalización o simultaneidad (y en tanto tal se captura transversalemente, como un todo).
Lo mismo ocurre por ejemplo, con las llamadas “historias de vida”. La narrativas de
una historia de vida, podría corresponder a un tratamiento “longitudinal retrospectivo” (ya
que, quien narra la historia de su vida, narra desde la perspectiva del presenta hacia el
pasado). Pero si lo que interesa es el modo en que esa persona construye “aquí y ahora” esa
historia, en verdad es transeccional. De modo tal que no parece corresponderle estrictamente
ni una ni otra denominación completamente.
Es por ello que, sin pretender cerrar o resolver el tema, propongo aquí un tercer
criterio que remite al tiempo “histórico” –al que también denomino evolutivo o cíclico dado
que en todo análisis evolutivo interesa tanto el desarrollo como la configuración de estadios o
etapas-.
8
“El tiempo de la historia no es el tiempo de la física, confusión entre tiempo histórico y
tiempo cronológico. En resumen, en la cronología es únicamente el tiempo físico, que en
modo alguno opone al tiempo histórico; surge para establecer un antes y un después, y en ese
sentido, es un primer principio clasificatorio aplicado al proceso temporal. Las diversas
culturas han poseído y poseen una concepción muy diferente de la significación del tiempo,
siendo la más conocida discrepancia la que se establece entre tiempo circular y tiempo lineal
(occidental-tradición judeocristiana). (…)El tiempo interno o histórico está configurado por las
distintas transformaciones o cambios en los acontecimientos (vertiente del tiempo desde la
perspectiva rapidez o lentitud). En definitiva, ese tiempo histórico es tanto ese tiempo físico,
como el tiempo “construido” que se interioriza en lo histórico-colectivo (en la vivencia de los
individuos y el colectivo).”. (M. Ruiz, 2010).
40
Por lo demás, al definir a las “unidades de análisis” como “entidades espacio-
temporales” postulamos que siempre será necesario asumir alguna definición temporal de las
mismas. Lo que supone entonces una fundamentación conceptual de dicha fragmentación del
tiempo. Esas decisiones tendrán –como es fácil advertirlo- consecuencias en el modo de
concebir el objeto de investigación y en los resultados que se alcancen a partir de esa
modalidad de abordaje.
Esta cuestión no atañe sólo a las investigaciones interpretativas. Cada vez que se fija
un criterio de “corte temporal” se deberá fundamentar el mismo. Cuantos más elementos de
juicio tenga el investigador/a para justificarlo más validez tendrá el dato o la información que
resulte de ese recorte.
Ese criterio podría vincular diversos niveles y contextos. Así, por ejemplo, podría ser
de interés que en una evaluación longitudinal epidemiológica (destinada a medir procesos de
“salud y enfermedad”) se tomen en cuenta los “ciclos migratorios y/o laborales de esa
población”. Si, por ejemplo, se realiza en zonas rurales, en las que se cosecha algodón
entonces “los ciclos del algodón” (siembra, cosecha, etc.), podría ser el criterio de corte en ese
estudio longitudinal epidemiológico. Aún cuando aquello que va a evaluarse no esté de modo
directo vinculado al algodón, se asumirá que, sin embargo, esos procesos o ciclos económico-
productivos impactan en los procesos o ciclos sanitarios de esa población.
Esto constituye un criterio general para cualquier tipo de investigación, y por supuesto
también para las investigaciones interpretativas. Así, por ejemplo, la noción de ciclos vitales
(en una historia de vida) o de ciclos narrativos (en el análisis de un relato) o de períodos o
ciclos históricos (en el análisis histórico) constituirán “decisiones a tomar” o “criterios a
construir” como parte de la producción y el análisis de los datos.
A modo de síntesis, algunos de los diseños que podrían definirse como combinaciones
de todos los criterios propuestos, serían los siguientes:
41
También podrían corresponder a este tipo de diseños, las investigaciones
dedicadas al estudio de una determinada obra de arte, que se elige por ser
emblemática de un cierto período o autor, o por presentar características
distintivas para ilustrar algún aspecto que interesa a la investigación.
Quisiera, volver ahora sobre el asunto, para precisar esas características, y para evaluar
luego la vinculación (o posible integración) de ese enfoque con otras estrategias de
investigación.
9
Algunos autores llegan aún más lejos, sosteniendo que en verdad la llamada “investigación
cualitativa” constituye más bien un “espacio o arena del criticismo de las ciencias sociales”
antes que un tipo particular de teoría, metodología o filosofía (Schwandt 2003). Como lo
señala Merlinsky, G. (2006): “Este debate incluye el cruce paradigmático ente el
interpretativismo, el constructivismo, la filosofía hermenéutica, los estudios culturales, el
post-estructuralismo y el postmodernismo, por citar algunos de los géneros en disputa. Esto
42
Pese a la disparidad de posiciones, se puede reconocer, sin embargo, que esta tradición
se fue consolidando en respuesta y resistencia al positivismo de la ciencia clásica (que dominó
las llamadas “ciencias duras” en sus orígenes, pero que se extrapoló luego a las ciencias
sociales y humanas).
Sin embargo, frente a estas posiciones, se alzaron muy distintas voces que reclamaron
un lugar propio y plenamente válido para la investigación social dentro del marco de la
investigación cualitativa.
Por una parte la perspectiva comprensivista –inicialmente fundada por Weber- fue
retomada por los trabajos de Schutz (1972) –incorporando además la fenomenología de cuño
torna aún mas difícil, aunque por eso menos provocativa, la tarea de organizar un discurso (y
una práctica, si eso fuera posible dada nuestra acotada intervención pedagógica) coherente y
comprensible acerca del uso de las técnicas cualitativas en el trabajo de campo” (op.cit.: 28).
10
"En resumen -expresan Ch. Reichardt y Th. Cook- del paradigma cuantitativo se dice que
posee una visión global positivista, hipotético-deductivista, particularista, objetiva, orientada a
los resultados y propia de las ciencias naturales. En contraste, del paradigma cualitativo se
afirma que postula una concepción global fenomenológica, inductiva, estructuralista,
subjetiva, orientada al proceso y propia de la antropología social” (Cook, T.D. y Reichardt,
Ch.S.; 1986:29).
11
Un exhaustivo examen de todo este período y los relativos predominios cualitativos y
cuantitativos en la tradición de la investigación social se puede encontrar en Forni, F. (1993) y
también en Valles, M. (1998).
43
husserliano-. Esta corriente junto al interaccionismo simbólico12 y la etnometodología13
dieron nuevo impulso a los fundamentos teóricos de las orientaciones cualitativistas.
Por otra parte, las ciencias clásicas, y los fundamentos epistemológicos que las
sustentaban, fueron objeto de importantes revisiones por parte de autores como Popper,
Lakatos y Khun. Las concepciones de verificación y testeo de hipótesis, tal como se habían
formulado desde el positivismo clásico (incluido el Círculo de Viena) encontraron un límite
epistemológico difícil de resolver (desde esos propios paradigmas).
12
Herbet Blumer –uno de los referentes más importantes del “interaccionismo simbólico-
sostiene que el estudio de la acción debe hacerse desde la posición del actor (quién percibe,
interpreta y juzga la acción). Tres son las premisas generales de este enfoque: 1) Los seres
humanos actúan sobre la base de los significados que adscriben a sí mismos y a su mundo. 2)
Estos significados se derivan o brotan de la interacción social o de la comunicación
(entendida en sentido amplio). 3) Estos significados se establecen y modifican por medio de
un proceso interpretativo: “el actor selecciona, modera, suspende, reagrupa y transforma los
significados a la luz de la situación en que se encuentra y la dirección de su acción (Blumer,
H.; 1969). Norman Denzin (1989, 1992) reformula esta versión del interaccionismo
simbólico, con el enfoque que él llama interaccionismo interpretativo. Este
interaccionismo de filiación deconstructivista y postmodernista- (con énfasis en el criticismo
cultural y la teoría crítica), postula que se debe revisar el significado de un texto, para
mostrar cómo sus significados dominantes pueden ser adversados; de modo tal de
“exponer los significados ideológicos y políticos que circulan dentro del texto,
particularmente aquellos que esconden o desplazan prejuicios raciales, étnicos, de género
o de clase social”; y “analizar cómo los textos enfocan los problemas de la presencia, las
vivencias, la realidad y sus representaciones, y el comportamiento de lo sujetos, de los
autores y de sus intencionalidades” (1992:151).
13
El postulado principal de la etnometodología es que la realidad social es algo producido y
construido por sus protagonistas; y el sentido que los actores dan a sus prácticas no
requiere ser “re-explicado” o “re-interpretado” por el cientista social. El autor de
referencia en este caso es Garfinkel (1967) (quien se inspira inicialmente en A. Schutz).
Según Giddens (1967), “el propósito de la etnometodología es hacer que las prácticas
sociales sean explicables en sí mismas” (…) De modo tal que, “el etnometodologista no
diferencia, entre la sociología que los miembros legos de la sociedad realizan en el curso
de su vida cotidiana y la sociología que realizan los científicos sociales profesionales”.
(1967:39). Las limitaciones, críticas y variaciones que se han propuesto a esta concepción
etnometodológica puede encontarse en el texto citado de Giddens (op.cit. 39 y ss.).
44
Una de las consecuencias de la oposición cuantitativo-cualitativo queda formulado en
los siguientes términos –según lo enuncia Wright (1979) en un clásico trabajo sobre el
tema: “el mundo natural se explica, mientras que el mundo social se comprende”.
Este enfoque surge originalmente de Weber (1979). Para Weber el objeto de la ciencia
social es la “acción social”. Pero en tanto social, esta acción involucra siempre un
sentido o significado. De modo que su interpretación requiere el acceso a los “estados
internos del sujeto”, lo que supone –entre otras cosas- la mediación del lenguaje.
El término “comprender” implica algo más que meramente conocer. Cuando decimos
que comprendemos algo, queremos significar que estamos en condiciones de adoptar
la perspectiva del otro, el sentido que eso tiene para el otro. Así lo hacemos, por
ejemplo, en el lenguaje coloquial, decir “Te comprendo, comprendo tus
sentimientos”; significa no sólo que uno está informado de lo que le pasa al otro, sino
que incluso, puede hasta cierto punto entenderlo desde el lugar en el que vive esos
sentimientos.
b) la construcción interpretada de los hechos con (o, al menos, desde) los actores o
sujetos estudiados:
Surge vinculado a lo que hemos señalado en el punto anterior: no se busca acopiar
datos (como una información ya disponible), sino construirlos o descifrarlos
incorporando la perspectiva de los sujetos involucrados en la situación estudiada.
45
Por otra parte, esta “indagación situada” hace que los datos terminen siendo muy
vinculados a un contexto específico; en muchos casos los resultados no son
exportables a otros contextos (y esto es algo valorado desde la perspectiva
comprensivista a la que nos estamos refiriendo).
Sin embargo, en épocas más recientes esas rígidas oposiciones han comenzando a ser
revisadas por diversos autores y por diversas razones. Por una parte, porque se pusieron en
cuestión algunos de los supuestos que las sustentan, por la otra, por las exigencias que
demanda la investigación real, la que debe echar mano a diversas técnicas y estrategias14.
14
Como lo sostiene Bericat (op. cit.:22): “Esta estructuración dicotómica de la complejidad,
que presenta opciones como si fueran una especie de cajas negras o paquetes cerrados listos
para operar, tiene sin duda no sólo una justificación pragmática sino también una sólida
legitimidad teórica. Sin embargo, no podemos decir que de esta estructuración sólo se deriven
ventajas sin apenas ningún inconveniente. En primer lugar; la dicotomía muestra una de sus
efectos perversos en la ocultación de otras posibilidades metodológicas. (…) En segundo
lugar, otro de sus más importantes efectos perversos se manifiesta en la aplicación
46
Se comenzaron a plantear enfoques multimétodo o estrategias combinatorias como la
llamada triangulación metodológica.
convencional y a-crítica de las metodologías por parte de los investigadores, que toman las
opciones convencionales como si se tratase de opciones «reales», generando una seguridad y
confortabilidad metodológica que cercena la aplicación creativa e impide el
perfeccionamiento futuro”.
15
Aunque no es el enfoque de Denzin, la propuesta que propusimos aquí al referirnos a los
“niveles de análisis” en la construcción de datos, puede ser convergente con la concepción de
triangulación de datos que propone Denzin. Esta concepción distingue el “análisis agregado,
interactivo, colectivo”, etc. reconociendo que cada uno de ellos no es reductible a una mera
sumatoria de entidades básicas. En cada nivel cambia la unidad de observación.
47
progresivo contraste empírico, con criterios de selección y descarte. Este procedimiento está a
su turno, íntimamente vinculado a la denominada “inducción analítica” propia del enfoque
cualitativo (sobre la que volveré más adelante)16.
Otros autores proponen criterios distintos para clasificar y distinguir los tipos de
vinculación cuali-cuantitativa. Por ejemplo, Bericat (op.cit.:38) considera las siguientes
posibilidades:
a. Un nivel metateórico,
b. Un nivel metodológico,
c. Un nivel técnico.
16
Dado lo peculiar de la técnica recomendamos consultar la obra de referencia para una
comprensión más pormenorizada.
48
si se asume la perspectiva del “realismo ingenuo” (del positivismo clásico) se siguen
determinadas consecuencias, que serán distintas a las que resultarían si se adopta la
perspectiva del “realismo crítico” (que propugnan por ejemplo los enfoques
constructivistas17). En el primer caso, la posición del sujeto será externa y ajena al objeto
investigado, mientras que en el segundo, el sujeto y el objeto estarán mutuamente
determinados.
Así, por ejemplo, para algunos autores, adoptar cierta perspectiva metateórica obliga a
determinados compromisos empíricos y al uso de determinadas técnicas de investigación: “un
compromiso con el interaccionismo simbólico o con metateorías fenomenológicas obligaría a
utilizar exclusivamente técnicas de orientación cualitativas. A la inversa, el uso de una técnica
de orientación cualitativa, como puede ser la observación, determinaría la imposibilidad de
aplicar paradigmas positivistas. A este tipo de integración se la puede definir por el postulado
de una coherencia vertical del método: conforme con ella “los métodos cualitativos de
investigación, por ejemplo, sólo podrían utilizar epistemologías, técnicas de observación y
técnicas de análisis de orientación cualitativa” (Bericat, E;: op. cit.:40).
Para otros en cambio, el criterio puede ser más flexible, sin necesidad de asumir un
compromiso sistemático entre todos los niveles. Incluso, algunas perspectivas más
pragmáticas, como la que postula Patton (1990) llegan a desentenderse de la teoría: “No todas
las cuestiones están basadas en la teoría, no es necesario jurar lealtad a ninguna perspectiva
epistemológica para usar los métodos cualitativos. En verdad –sostiene- iría más allá (a riesgo
17
El enfoque «constructivista» –además de adherir a los supuestos «interpretativistas»-
enfatiza el relativismo y el perspectivismo de todo conocimiento. El constructivismo surge
contra el objetivismo, el realismo empírico y el esencialismo: la verdad no solo se descubre,
sino que también se construye, y en esta construcción juegan un papel central las “prácticas
discursivas”. Como lo reconoce Valle (op. cit.:59) es posible identificar muy distintas
variantes del “constructivismo”. Entre ellas se pueden citar: 1) la filosofía constructivista de
Nelson Goodman; 2) el contrstuctivismo radical del psicólogo Von Glasersfeld, 3) el
constructivismo social de los Gergen; 4) el constructivismo social de los epistemología
feministas, 5) el paradigma constructivista de Guba y Lincoln; 6) el constructivismo de
Eisner. El tema excede los objetivos de este trabajo, sin embargo, como ya fue dicho, los
enfoques que usualmente predominan en el campo de la investigación cualitativa, se enrolan
en la tradición del constructivismo social, que cabe tanto en la tradición del interaccionismo
simbólico, cuanto en la etnometodología.
49
de ser herético) y sugeriría que uno no necesita ni siquiera preocuparse de la teoría” (citado
por Valles, op. cit.:74).
Habría que reconocer finalmente que estos enfoques integrados constituyen la práctica
más habitual en investigación social. Este hecho no sólo muestra un borramiento de las
fronteras entre lo cualitativo y lo cuantitativo; sino más bien, lo inconducente que puede
resultar hasta la misma rotulación de esas estrategias.
La posición que aquí adopto, como se fue esbozando a lo largo de toda la obra, es más
bien la de una integración sistemática, que no requiere de los rótulos de “cuantitativo” o
“cualitativo”. Esa integración resulta de todas y cada una de las decisiones que se adoptan
tanto en el enfoque teórico del tema (Fase 1) cuanto en la estrategia empírica para su abordaje
(Fase 2).
Desde esa perspectiva resulta muy difícil atribuir unas específicas técnicas a un
determinado enfoque teórico; o una determinada estrategia empírica a unas específicas
técnicas. La denominación de «técnica cualitativa» o «técnica cuantitativa», no parece
corresponder de modo adecuado a ninguna técnica en particular:
Por lo demás, muchos de los supuestos que se han adscripto al enfoque cualitativo –
por oposición al cuantitativo- exigen cierta revisión crítica.
Voy a considerar en lo que sigue algunos de ellos, sin pretender agotar todas las
cuestiones que podrían ser (y que han sido) revisadas.
50
Por lo demás no son estricta ni principalmente reflexiones “críticas” sino más bien
reflexiones orientadas a “tomar posición” en temáticas que aún son motivo de discrepancia
entre tratadistas y especialistas en el tema.
De igual modo, toda cualidad (pongamos por caso “un color”) puede (y en ocasiones
debe) ser expresado como una combinatoria cuantitativa: un quantum que define a esa
cualidad. El concepto de “proporcionalidad” es un concepto cualitativo: determinada
tonalidad de color (como cualidad) puede expresarse como una combinatoria de
proporciones que remite a un quantum de otras tonalidades.
Decir que algo es “raro” es decir que es “infrecuente o de baja frecuencia” y quien
afirma eso, está implícitamente, “comparando cuantitativamente”. De igual modo, un
psicoanalista (del que nadie dudaría que sigue un “método cualitativo”) puede
detenerse en el discurso de un paciente, porque advierte que un término o una idea “se
repite” o “insiste” en ese discurso. Está así haciendo uso de un criterio cuantitativo
(aunque no recurra a la estadística para evaluarlo o constarlo). De igual modo, la
técnica de “saturación” que propone el muestreo teórico de la teoría fundamentada –a
la que nos referimos en el Cap. IX.2.- supone también la idea de un “quantum” aunque
no se requiere tampoco en este caso de ninguna expresión numérica.
Bericat coincide con esta crítica a las denominaciones que han consagrado a estas
estrategias metodológicas:
51
siempre hablar de cantidad, aunque en formas más o menos exactas, más o
menos implícitas. Por ejemplo, atribuir belleza a un objeto, cuando lo
comparamos con otro objeto al que atribuimos fealdad (atributos considerados
convencionalmente categóricos, nominales o cualitativos) implica una
medición, burda si se quiere, pero medición al fin y al cabo del fenómeno que
se considera. Decir bello implica reconocer «algo» de belleza en el objeto,
aunque no se tengan los instrumentos apropiados para precisar o cuantificar la
medida. Cualidad y cantidad se reclaman lógicamente sino quieren perder su
sentido. El significado se diluye sin la medida; la medida carente de significado
resulta mero guarismo” (op. cit. 35).
Además –como una vez más lo reconoce Bericat- hasta una variable
cuantitativa como la “edad” remite a una interpretación cualitativa. En nuestras
sociedades, la diferencia de 64 a 66 años, o de 15 a 18 años, implica un “cambio en la
posición social” –sea porque se ha entrada en la categoría de “económicamente
pasivo” o porque se han ingresado en la “mayoría de edad”. El sentido de esa edad o la
misma edad es –socialmente hablando- una “cualidad”, o lo que es lo mismo, un
cambio en la edad (cantidad) implica un cambio en cierto tipo de definición social
(cualidad).
Por último, y para cerrar el tema, es importante también señalar que la propia
matemática es una disciplina que se ocupa de cualidades. La matemática –
teóricamente definida- puede concebirse como una ciencia de formalización de
“patrones”. Una mera “curva” o una “función” expresa un patrón de comportamiento,
es decir, una “cualidad”. Hoy más que nunca es posible advertir hasta qué punto la
matemática avanza en esa dirección, ofreciendo formalizaciones para fenómenos
“irregulares” y/o “impredecibles”. Así, ocurre por ejemplo, con la “matemática de
fractales” y con el amplio espectro de la llamada matemática de “sistemas dinámicos”
o matemática de la complejidad (como la que se aplica en el estudio del “caos
determínistico”).
Recordemos, en primer término, que una de las oposiciones con las que se han
caracterizado a lo «cuantitativo vs. lo cualitativo» remite a la oposición «deducción e
inducción». Conforme con esto, la investigación cuantitativa sería deductiva, mientras
que la cualitativa inductiva.
La primera sería deductiva porque va desde la teoría a los datos (de las hipótesis
deduce los observables) mientras que la cualitativa, a la inversa, avanza de los datos a
la teoría (desde los observables construye –o ¿induce?- las hipótesis).
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Advertir que la “inducción generaliza” es –ni más ni menos- reconocer que sigue un
procedimiento cuantitativo. Porque generalizar es lo mismo que decir que lo que le
cabe a uno puede hacerse extensivo a todos.
Esta característica de la inducción explica por qué el empirismo positivista –en sus
diversas vertientes (desde los clásicos anglosajones hasta el Círculo de Viena)- la
identificó como la inferencia comprometida en la “verificación de teorías”.
Como se advierte, un concepto clave aquí es el del “ajuste del caso”. ¿Qué es lo que se
ajusta? El «caso» a la teoría y la teoría al «caso».
Ahora bien, lo que pretendo señalar aquí es que en ese proceso se comprometen
inferencias muy distintas a la inducción. Inferencias que, formalmente se diferencian
de ella. Y lo que voy a postular es que esas inferencias son la abducción y la analogía.
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Znaniecki no brinda ejemplos muy desarrollados sobre la aplicación de la inducción
analítica. Suelen citarse los trabajos de Lindesmith (1937 y1968) en sus investigaciones sobre
la adicción al opio, como ejemplos aplicados de estas ideas (aunque el propio Lindesmith no
habría reconocido explícitamente la referencia a Znaniecki –cfr.Hammersley, M. (1989).
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contrario, el asunto consiste en precisar la naturaleza del procedimiento inferencial
para comprender estrictamente su lógica subyacente.
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Hay en este procedimiento un esfuerzo declarado –como lo reconoce el propio Znaniecki-
por seguir la lógica de contrastación y validación propia del método “cuantitativo” (o, más
precisamente del método hipotético-deductivo).
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c) El estudio de caso no implica necesariamente una perspectiva ideográfica.
Simplemente enfatizamos ahora que el estudio de casos puede tener también vocación
nomotética. Es posible –y válido- estudiar casos con la intención de extraer de ellos
principios o conocimiento de alcance general, que puedan luego exportarse a otros
casos –los que podrán luego testearse en estudios más extensivos (aunque, como
también lo dijimos, no todo estudio de casos debe seguirse luego de tratamientos o
abordajes extensivos).
Por lo demás, como resulta claro, este reconocimiento no implica negar validez a
estudios de casos en los que predomina el interés ideográfico.
Una de ellas porque el “actor” puede no ser el mejor ubicado para “ver lo que cree”.
Dicho de otro modo, puede no ser el mejor capacitado para reconocer u objetivar los
sentidos o significaciones en los que está subjetivamente implicado20.
Por otra parte, porque los fenómenos de la cultura portan significaciones que, bajo
ciertas condiciones, pueden reconocerse como “objetivas”. Es decir, sus sentidos o
significaciones pueden ser interpretadas con independencia de los usuarios y
productores empíricos de las mismas.
Así, por ejemplo –en el marco de sus diferencias con las teorías del uso (como por
ejemplo, la que propugna Richard Rorty), Umberto Eco (1995) distingue tres
perspectivas en las que puede ser concebido el análisis hermeneútico (que también se
aplican para la interpretación de una obra de arte o un discurso); a estas perspectivas
las que denomina respectivamente: el intentio operis, el intentio auctoris, y el intentio
lectoris.
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Estas cuestiones han sido ampliamente debatidas. Entre esos debates se puede ubicar como
un criterio o concepto clave el de enajenación (concepto con raigambre en la tradición
marxista, y también –aunque con otras connotaciones- en la tradición psicoanalítica).
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El texto porta, por así decir, un tesoro de sentidos que exceden al autor o lector
empírico. Tiene “objetividad cultural”.
Esto no significa que sobre un texto se deba o pueda formular una y sólo una conjetura
interpretativa. Por el contrario –bajo ciertas condiciones- podrían postularse múltiples
interpretaciones. Pero cualquiera sea la que se formule, pretenderá encontrar sustento
en el mismo texto (al menos esa será una pretensión tácita del intentio lectoris).
El debate con las perspectivas relativistas con las que confronta esta posición de Eco
excede los objetivos de este trabajo. Sin embargo, nos interesa desde el momento que
busca justificar la objetividad de sentidos que porta la obra misma. Conforme con la
cual se torna posible su interpretación.
Reconocer que “podrían ser interpretadas sin incluir la propia hermeneútica del actor”
no implica –como debiera quedar claro- excluirla necesariamente.
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En el apartado dedicado al tratamiento de datos, incluiré un ejemplo de “investigación
hermeneútica” en el que retomaré estas cuestiones (cfr. Cap. XV).
Esta afirmación –que se vincula de alguna manera con las aclaraciones hechas en el
punto anterior- la hago al solo efecto de darle un encuadre amplio al concepto de
“investigación interpretativa” (tal como vengo sosteniéndolo desde el inicio de esta
obra).
Por supuesto que de una u otra manera siempre estarán implicados sujetos humanos.
Pero la distinción alude al hecho de diferenciar lo que serían investigaciones con (y
eventualmente desde) los sujetos de investigaciones que abordan producciones y/o
contextos sociales y culturales.
Finalmente, y a modo de conclusión, interesa insistir una vez más que con esta
revisión me limité a examinar sólo algunos de los supuestos con los que suele definirse a la
llamada “investigación cualitativa”. Sin embargo, dada la variedad de posiciones en relación a
este tema, resulta difícil pretender que reflejan la expresión de todas esas concepciones.
Son sólo algunas puntuaciones que se proponen –entre otras cosas- ubicar a la llamada
“investigación cualitativa” en el marco más amplio de las investigaciones interpretativo-
hermeneúticas.
Finalmente, para concluir con el tema de los “diseños”, examinaré en lo que sigue su
relación y su lugar en el Proyecto o Plan de investigación.
Los criterios que propuse previamente –al referirme a los tipos de diseños- aluden sólo
a algunos aspectos de dicha estrategia. En particular a los que están vinculados a la estructura
del dato y al tratamiento de la temporalidad. Conforme con ellos se estipula el modo en que
será abordado el objeto de investigación, según sea la manera de “captarlo” empíricamente; es
decir: “a través de qué y cuántas entidades (UA); de cuáles y cuántas dimensiones (o Va); en
qué perspectiva temporal”..
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Sin embargo, como también lo señalamos, esos criterios no agotan el conjunto de
decisiones que se tomarán para estipular dicho abordaje empírico. Podría –o eventualmente
debería- estipularse también a través de “qué instrumento, con qué tipo de participación –si
fuera del caso que se trabaja con sujetos humanos-; si el relevamiento se hará en contexto
natural o artificial” entre muchas otras cuestiones.
Esa es la razón por la que en algunos tratadistas presenten criterios tan dispares a la
hora de “tipificar” los diseños. Así, hemos comentando que en la clasificación de diseños
cualitativo se enumeran uno al lado de otro a la teoría fundamentada, los diseños etnográficos;
los diseños narrativos; los diseños de investigación-acción.
Se advierte que esto no constituye una clasificación desde el momento que se mezclan
un sinnúmero de cuestiones: algunas vinculadas al enfoque del tratamiento metodológico
general (como la “teoría fundamentada”); otro al tipo de área disciplinaria (como los
“etnográficos”); otros al tipo de material (como los “narrativos”); otros al contexto de
producción de datos (como la “investigación-acción”).
Basta advertir que todos ellos pueden combinarse para poner en evidencia la falencia
de una tal clasificación. De hecho, una investigación podría ser “narrativa” (si por esta se
entiende el tipo de material con el que va a trabajarse) y también “etnográfica”; o podría ser
“etnográfica” y al mismo tiempo utilizar una estrategia de “investigación-acción”.
Si deseamos dejar sentado allí cuál será el diseño a seguir convendrá que explicitemos
en primer término el tipo o esquema de investigación y luego las características el diseño.
La sugerencia será entonces que se consideren los aspectos generales que ya hemos
formulado (según los tipos y sub-tipos de diseño), y luego –si fuera del caso- se explicite
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también: a) la estrategia general para el relevamiento/producción de los datos, y según los
casos b) el tipo de tratamiento del material.
En síntesis, lo que pretendo señalar, es que debe evitarse caer en una suerte de
“fetichismo” o “reificación” del nombre del diseño. Ese diseño no es otra cosa que el
conjunto de decisiones metodológicas que se adoptan, las que contemplan todos los
aspectos de la Fase 2, es decir, las que comprometen la formulación empírica de la
investigación.
Los investigadores/as estipularán en cada caso, con qué detalle y explicitación dejará
formulado en el Proyecto todas y cada una de esas decisiones.
Será deseable que aquellos aspectos más relevantes –como el tipo de estudio y las
características generales del enfoque empírico- queden claramente formuladas y resulten
coherentes con el desarrollo de todo el Plan de investigación.
Finalmente, quisiera dejar sentado que, aunque aquí hice un examen crítico de algunas
denominaciones (como la de los mismos rótulos de “cuantiativo y cualitativo” por ejemplo),
el investigador/a deberá procurar utilizar la terminología ya consagrada porque constituye
tradición en la materia.
Lo importante no será que use o deje de usar una u otra terminología, sino que domine
los fundamentos conceptuales y procedimentales que las sustentan.
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Se entenderá también que en el caso de estas investigaciones el enfoque y el diseño serán
flexibles y podrán tomarse decisiones que vayan configurando y definiendo el diseño final
como parte del proceso de la investigación.
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